Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Amantes eternas - Adaptación - 10


CAPÍTULO 10

—Ella tiene cáncer de cerebro y es inoperable. —Dirk se pasó la mano por su largo pelo pálido.
Muriendo.
Aleksandra cerró los ojos, sintiendo el dolor atravesar como una lanza su alma mientras su mente gritaba: ¡NO! No podía perderla otra vez, no esta vez.

Ciegamente, dio media vuelta y echó a andar hacia el pasillo, con el único pensamiento de llegar a su lado tan pronto como fuera posible. Una mano en su brazo la detuvo volvió la mirada para encontrar los ojos atormentados de Dirk.
—Ella sabía que el fin estaba cerca y por eso asistió a la fiesta. Sabía que su muerte era inminente, y me dijo que quería sentirse viva por última vez. —Soltó el brazo de Aleksandra. —Tú hiciste eso por ella. La hiciste sentir más viva de lo que la he visto en meses.
Aleksandra tragó saliva, con los ojos ardiendo ferozmente.
—Sé lo que eres— continuó Dirk. —Ronni me lo dijo varios años atrás y no quise creerle. Fue sólo cuando vi la prueba con mis propios ojos que comprendí que en realidad eres un vampiro. Después de eso, pensé que eras un monstruo y lo siento. Has sido una buena amiga para mí y lo olvidé. Independientemente de tus…
—¿Preferencias a la hora de cenar?
La sonrisa de Dirk fue apenas perceptible.
—Muy bien dicho.
Aleksandra se aclaró la voz.
—¿Cómo está ella?
—Ahora está sedada la mayor parte del tiempo, pero tiene momentos de lucidez. Está ciega, pero los medicamentos mantienen bajo control el dolor por ahora. A estas alturas, todo lo que podemos hacer por ella es ponerla cómoda.
La angustia de Dirk estaba escrita en cada línea de su cara. En esos momentos, aparentaba mucha más edad que los cuarenta y tres que tenía. Hacer que Inna estuviera cómoda podría ser todo lo que estaba al alcance de Dirk, pero Aleksandra podía hacer más.
—La amo, tú lo sabes.
Dirk asintió.
—Ella necesita oír eso ahora.
Las rodillas de Aleksandra se tambalearon y las enderezó, obligándose a ser fuerte. Inna necesitaba que lo fuera, y ella iba a serlo. Le dirigió a Dirk una ligera inclinación de cabeza antes de caminar hacia el pabellón.
Ella podría no recordar sus vidas juntas,  pero su casa le contaba una historia diferente. Las telas suaves cubrían el oscuro mobiliario atiborrado con colores vívidos. Los rincones acogedores estaban llenos de libros y las lámparas invitaban a sentarse para descansar. El perfume de las flores llenaba el aire, pero no esperaba menos de su bella gitana.
Oyó la voz suave de Veronique mientras se acercaba a la puerta entreabierta. A través de la rendija de luz, la vio sentada junto a la lámpara, con la mirada fija en un libro en su regazo mientras leía en voz alta.
La morena empujó la puerta para abrirla, y contuvo el aliento cuando su mirada encontró a Inna en la cama estrecha.
Ella se veía igual a cuando la había dejado días antes. Su pelo estaba pulcramente cepillado y atado con listones de color esmeralda. Su piel estaba pálida, sus pestañas apenas cubriendo las sombras bajo sus ojos. Vestida con un kimono verde, parecía un ángel dormido.
No podía estar muriendo.
En la mesa de noche podía verse una colección variada de botellas, jeringas y otros implementos que paralizaron sus pensamientos. Al lado de la mesa de noche, estaba sentada otra mujer vestida completamente de blanco, una enfermera sin duda. Su pelo rubio pálido estaba recogido en un pulcro chignon y parecía estar tejiendo. La pequeña extensión de lana rosada gritaba que se trataba de una manta para un recién nacido.
Veronique se levantó de su silla, con la expresión solemne.
—Me alegro de que estés aquí, Aleksandra.
Ella atrapó su mano.
—También yo.
—Maddy, dejémoslas solas.
La enfermera asintió y rápidamente recogió sus cosas, haciendo una pausa sólo para revisar el pulso de Inna antes de dejar el cuarto.
Veronique puso la mano sobre su brazo.
—Hazme saber si necesitas cualquier cosa, Aleksandra.
Ella asintió, con la garganta tirante mientras Ronni salía. Quiso gritarle que se quedara, pero no pronunció ni una sola palabra.
Mientras se movía hacia la cama, su mirada no se apartó de la cara de Inna. Ella estaba tan imposiblemente bella, y necesitaba tanto tocarla, sujetarla en sus brazos… Se tendió junto a ella, atrayéndola a sus brazos, conmocionada por la fragilidad repentina de su cuerpo en un tiempo tan corto. La rubia se enroscó contra ella con un suspiro suave.
Le acarició su espalda, un movimiento que apaciguó sus dispersos pensamientos.
—Esa primera vez, me enamoré de ti en el momento en que te vi. Tú eras tan joven, tan bella. Siempre fuiste una gitana, tus pies desnudos y tu pelo enredado con flores silvestres. Tu madre siempre te gritaba que te peinaras, pero una hora más tarde tu cabello estaba enmarañado otra vez. —La morena rio ahogadamente al recordar. —Tu nombre era Natasha en esa vida, y yo te perdí antes de tiempo.
Aleksandra presionó un beso sobre su ceja.
—Estaba desolada, y fue entonces que me convertí en vampiro. Sé lo que vas a decir, que los vampiros no existen, pero lo hacen. Dejé nuestra patria, con demasiados recuerdos para poder soportarlos. Viajé por varios años y fui a dar a las Montañas de los Cárpatos. Allí fui transformada.
La morena suspiró.
—Estaba condenada a caminar durante años de oscuridad en busca de ti, mi amor. Te encontré mucho después, en el campo francés. Apenas podía creer lo que veía cuando te contemplé en la mitad de un campo de mostaza con un grupo de niños alrededor de ti. Estaba oscuro y tú les enseñabas a los niños acerca de los animales que salían sólo por la noche. Me enamoré de ti otra vez.
Enredó los dedos en su pelo.
—Fuimos felices, viviendo en el campo. Hacíamos el amor durante toda la noche, hablábamos por horas y reíamos. Lo fuiste todo para mí, pero otra vez, te perdí menos de tres meses más tarde.
Cerró sus ojos ante el recuerdo del golpe aplastante de su muerte. Inna había caído del techo del granero y se había desnucado.
—Te busqué y te busqué. Si me habías sido devuelta una vez, supe que sería así de nuevo. Pasaron casi treinta años antes de que te encontrara. En esa ocasión fue en Inglaterra, durante el tiempo de la Guerra. Estabas trabajando para la Cruz Roja Británica cuidando a los soldados heridos. La primera vez que te vi, habías estado cortando vendajes, estabas cubierta de harapos y tus pies estaban desnudos. —La morena volvió a reír. —Mi bella Elise,  nunca podías dejarte los zapatos puestos. Te perdí menos de tres semanas más tarde. Los alemanes bombardearon Londres y tú fuiste asesinada mientras conducías a varios niños pequeños a un lugar seguro. Siempre antepusiste la seguridad de todos los demás antes que la tuya. Tú no sabes esto, pero vi tu foto primero en la oficina de Dirk. ¿Recuerdas la foto en la que estás con él, cuando fueron de pesca a Canadá?— sonrió. —En esa foto, tus pies estaban desnudos y tu cara aparecía en su mayor parte cubierta con un enorme sombrero blanco, pero supe que eras tú. Ni siquiera pude ver tu cara, pero lo supe. Me tomó mucho tiempo obligar a Dirk incluso a decirme tu nombre. Es muy protector contigo. Cuando entraste en el salón de baile, no pude respirar. Había vigilado los pasos de Dirk durante casi cuatro años en espera de que aparecieras. Sabía que lo harías, que era sólo una cuestión de tiempo. Luego vine aquí. —suspiró, y su abrazo se tensó en su forma durmiente. —Por primera vez en cincuenta años, sentí como si pudiera respirar otra vez. Estabas a mi lado por fin, y en esta ocasión iba a hacerte mía. —Metió la mano en su bolsillo y sacó el anillo. —Te compré esto apenas horas antes de que fueras asesinada en Londres. Íbamos a encontrarnos para cenar e iba a pedirte que te unieras a mí, pero llegué tarde. —Deslizó el anillo en su dedo y su corazón dio un vuelco ante el tremendo sentido de corrección. La esmeralda estaba finalmente donde debería haber estado años atrás. —Cásate conmigo— susurró ella. 
Sus palabras se filtraron a través de la nube de morfina y ella captó la enormidad de lo que le decía. Eso explicaba los sueños que la habían acosado su vida entera, y sólo se habían intensificado con cada año que pasaba. Todo tenía un sentido perfecto ahora.
O estaba drogada, tal vez demasiado obnubilada para pensar, y Aleksandra ni siquiera estaba allí. Tocó su pecho con un dedo. Ciertamente se sentía real.
—Aleksandra. —Su voz emergió apenas más fuerte que un graznido.
Su pecho se sacudió con fuerza bajo su mejilla.
—¿Inna?
—Tú estás locccca…
La morena se aclaró la voz.
—¿Qué quieres decir?
—Los vampiros no existen— susurró ella.
—¿Cómo puedes dudar de tu corazón? Creo que sabes, así como también yo, que hemos vivido y nos hemos amado antes.
Y ella lo hacía. Lo sabía con la misma certeza con la que conocía su propio nombre. Habían estado juntas antes, pero… ¿un vampiro?
—Sigue tu corazón, vida mía.
Ella tragó.
—Sé que te amo. No necesito saber nada más.
—Cásate conmigo.
—No puedo. —Su voz salió como un sollozo.
La sintió apartarse, y supo que tenía la vista clavada en ella, aunque Inna no pudiera hacer lo mismo. Ahora, la morena se reducía a una silueta de oscuridad contra la luz, y nunca la vería otra vez. Sus ojos se empañaron, y parpadeó locamente para evitar que las lágrimas cayeran.
—¿Por qué no?— preguntó.
—Noticia de último momento, me estoy muriendo.
La alta mujer rio ahogadamente.
— ¿Y esto es más importante que casarte conmigo? Me dejas desolada.
La sonrisa que ella esbozó fue tenue.
—No. Nada es más importante que amarte.
— ¿Lo dices de verdad?
Inna asintió y colocó la cabeza sobre su pecho, incapaz de soportar no poder verla, excepto por el contorno de su sombra.
—Estoy tan cansada. Quiero dormir ahora.
—Sé que quieres, querida, pero necesitas permanecer despierta un minuto más. Necesito preguntarte algo.
Ella levantó la cabeza.
—Desearía poder verte. —Su tono era triste.
—Por ahora, basta con que yo te vea a ti y te sostenga en mis brazos igual que en mi corazón.
—Dices las cosas más dulces.
—¿Te casarás conmigo?
—Si pudiera…
—Si pudieras, ¿te casarías conmigo y te quedarías a mi lado para siempre?
Las lágrimas amenazaron con derramarse ante sus palabras.
—Ese es mi máximo deseo. Casarme contigo y quedarme a tu lado tanto tiempo como nos lo permitan.
—Puedes hacerlo, ¿sabes?
Ella inclinó la cabeza.
—No debes bromear de esa manera, no puedo soportarlo.
—No es una broma, mi amor. Soy verdaderamente un vampiro. Soy inmortal.
—No creo…
La hizo callar presionando un dedo sobre su boca, luego atrapó su mano y la levantó para rozarla con los labios. Depositando un beso en la palma, con su aliento caliente contra su piel, Inna sintió que algo pinchaba su dedo y apartó la mano.
— ¿Qué fue eso?— preguntó.
—Mis dientes.
— ¿Tus dientes? —Ella frunció el ceño. — ¿Son reales?
—Tan reales como tú y yo.
Ella puso la mano sobre su mejilla. Acariciándola, dirigió su pulgar a lo largo de sus labios y luego dentro de ellos, tocando sus dientes con el más ligero de los contactos. Sus dientes frontales eran largos y fuertes. Dirigió su dedo a lo largo del borde, luego se detuvo cuando sintió un obstáculo. Cerrando los ojos para concentrarse, dirigió su dedo sobre la barrera. Estaba al costado de su boca, donde su colmillo debería haber estado. Calladamente, Inna siguió la superficie dura hasta las encías, y luego de nuevo hasta la punta.
Era definitivamente un colmillo.
Ella se movió a la otra orilla de su boca y encontró su par.
—Me siento como un caballo—  dijo alrededor de sus dedos.
Ella arrancó con fuerza su mano.
— ¿Por qué no los vi antes?
—Se retraen.
—Uhhuh…
Llevó la mano de la rubia de vuelta a su boca y colocó su dedo índice en un colmillo. Entonces ella lo sintió cambiar y encogerse. En segundos, sus dientes se sintieron normales bajo su contacto.
Conmocionada, se apartó. En realidad era un vampiro. Toda su vida había estado orgullosa de estar abierta a todo y, ahora, la mujer que ella amaba era un vampiro. ¡Hablando de relaciones interraciales!
— ¿Me crees ahora?— preguntó.
Ella asintió, sin poder confiar en su lengua para hablar.
— ¿Cambia esto cómo te sientes?
¿Lo hacía? ella seguía siendo Aleksandra, caliente, graciosa, inteligente, apasionada. Era simplemente mucho más vieja de lo que ella había supuesto. Y definitivamente no era vegetariana.
—No. —En el momento en que lo dijo, supo que era verdad en su corazón. No tenía importancia si ella fuera Vlad el Empalador; todavía amaba a la mujer que había aprendido a conocer tan bien.
—Dime que me amas y que te quedarás conmigo.
Ella percibió la desesperación en su voz y respondió a ella.
—Más que cualquier cosa en el mundo, quiero estar contigo. Te amo, Aleksandra.
—No sé si esto funcionará— dijo.
—¿Qué vas a hacer?
Transformarte.
Ella se tensó.
—¿Duele?
—No, se siente… extraño, pero no duele. Y la mejor parte es…— Su dedo bajó por su mejilla produciendo como respuesta una ráfaga de calor a través de su cuerpo—…que si funciona, estaremos juntas para siempre.
—¿Y si no lo hace?
—Morirás.
—Ya me estoy muriendo. —Ella tembló y su abrazo se apretó. La eternidad o la muerte. Tenía miedo, mucho miedo. Le daba miedo transformarse,  pero estaba más asustada de morir y nunca estar en sus brazos otra vez. —Si muero, ¿vendrás por mí en mi siguiente vida?— musitó.
—La muerte nunca nos separará. Estamos destinadas a estar juntas. —posó un beso en su pelo.
—Aleksandra— susurró ella—; bésame por última vez.
—Por supuesto, mi amor.
Sus labios acariciaron los suyos antes de convertirse en una marca de posesión cuando su sabor estalló en su sistema nervioso, mucho más potente que la morfina y mucho más deseable. Sus lenguas se enredaron mientras Inna se pegaba a ella, sus corazones palpitando como uno. La cabeza le dio vueltas por el poder de su contacto, mientras la morena trazaba la línea de su mandíbula y ella inclinaba la cabeza hacia atrás, ofreciéndole libremente reinar sobre ella en cuerpo y alma.
Sus dedos se entrelazaron con los de la alta mujer mientras Aleksandra encendía una huella resplandeciente hacia la base de su garganta, en un movimiento más íntimo que cualquier abrazo que alguna vez hubieran compartido.
El aliento de Inna surgió jadeante mientras los dientes felinos perforaban su piel, ofreciéndole la eternidad o la muerte, y ella luchaba por abrazar su destino mientras el mundo se desvanecía.

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