Segunda
parte
Sus
miradas se volvieron a encontrar, ninguna podía dejar de mirar a la otra, era
un instante mágico, ninguna articulaba palabra, tras unos instantes de
observación la rubia dijo la primera palabra.
-
Volvemos a encontrarnos...
-
Eso parece - dijo la morena perdiéndose en su mirada.
La
rubia se quedó mirando esos ojos que tanto la gustaban, no dijo ninguna palabra
mas, esta vez fue la morena quien habló primero.
-
Así que... ¿vives aquí?
-
Si, y por lo que parece vamos a ser vecinas... ¿no?
-
Si...
-
Esto... ¿quieres que te ayude?
-
Gracias, pero no quisiera molestarte, seguro que tienes cosas que hacer.
-
Qué va!, no tengo nada que hacer.
-
Pues si quieres...
-
Claro.
La
rubia levantó una caja del suelo y entró en el piso siguiendo a la morena.
-
¿Dónde te lo dejo? - preguntó la rubia.
-
Ahí mismo, gracias.
Entre
las dos no tardaron mucho en pasar todas las cosas de la morena, una vez que lo
metieron todo, ambas mujeres se secaron el sudor de la frente.
-
Buuff, muchas gracias por tu ayuda, habría tardado años yo sola.
-
No hay de que - la rubia le dedicó una sonrisa.
Las
dos se quedaron en un incómodo silencio, sus ojos coincidían muchas veces, pero
al instante desviaban la mirada.
-
Bueno... ya que vamos a ser vecinas, me gustaría invitarte a cenar en mi piso
para darte la bienvenida, vamos... si tu... quieres - dijo tímida la rubia.
-
Pues me encantaría, además con todo este lío no creo que pueda hacer la cena.
-
Muy bien, pues... a las ocho te parece bien?
-
Perfecto - dijo con una amplia sonrisa.
-
Bueno pues... nos vemos esta noche.
-
Si.
La
dos se fueron acercando para despedirse con un beso en la mejilla, pero
estuvieron apunto de dárselo en los labios, las dos se apartaron de golpe,
riéndose y sonrojadas.
-
Será mejor que me... vaya.
-
Ss...Si.
La
rubia se puso de puntillas y la dio un beso en la mejilla.
-
Adiós.
-
adiós... - la morena la vio salir de su piso.
Cuando
la rubia se fue, Beth se dejó caer en el sofá, sus ojos tenían un brillo
especial, y una gran sonrisa se dibujó en sus labios, desde la última vez que
la vio no pudo dejar de pensar en ella, deseaba verla y por suerte ahora sería
su vecina, le hacía sentir sensaciones con solo su mirada, era increíble, se
acababa de ir pero ya echaba de menos su presencia.
La
rubia acababa de entrar en sus casa, está feliz, muy feliz, aun que aun le
costaba creerlo, tenía que preparar todo para esta noche, y no le había
preguntado que le gustaría para cenar, dudándolo un poco... decidió ir a
preguntárselo, llamó a su puerta y se encontró con una morena sudorosa, en top
negro y unos vaqueros ajustado.
-
¡Hola!, dime - dijo la morena muy sonriente.
La
rubia se quedó mirando su firme vientre, las gotas de sudor resbalaban por el,
ella se estaba sofocando, casi no pudo oír la voz de la morena al saludarla, le
parecía increíble que ese cuerpo hubiera sido suyo, solo de pensarlo... oohhh,
la morena enarqueo una ceja y intentó llamar la atención de la rubia.
-
¿Querías algo? - preguntó amablemente.
-
Eehh, yo... esto... si, si, quería preguntarte qué te gustaría para cenar.
-
Ah!, pues... la verdad es que con cualquier cosa me conformo, todo me gusta.
-
Qué tal la pasta?
-
Esa es mi debilidad - dijo con morritos.
-
Jajaja, vaya, la mía también.
-
Parece que tenemos algunas cosas en común.
-
Si... - la rubia sonreía tímidamente - bueno... seguro que estas muy ocupada,
mejor te dejo.
-
Vale, pues... hasta esta noche.
-
Hasta esta noche.
La
rubia se metió en su piso, apoyándose en la puerta cerró los ojos y sonrío
ampliamente, tras mirar que ingredientes le faltaban salió corriendo a comprar.
El día pasó algo agitado para las dos chicas, pero por fin se acercaba la hora,
ya eran las ocho menos cuarto, Beth ya casi había acabado de colocar sus cosas,
después de una ducha se empezó a vestir, llevaba unos vaqueros negros, con una
camisa de tirante arriba que dejaba ver sus bien formados abdominales, llevaba
el pelo suelto y el color de sus ojos se hizo más intenso. Sarilen ya estaba
vestida, llevaba unos vaqueros azules, una camisa totalmente trasparente
dejando ver su sujetador negro, se miraba en el espejo y sonreía como una niña
pequeña que la acababan de dar una bolsa entera de golosinas.
El
timbre sonó, y la rubia se puso muy nerviosa, respiró hondo y salió a abrir.
-
¡Hola!
Esta
vez fue la morena la que se quedó sin habla, Sarilen estaba preciosa, a pesar
de que la rubia había sido prácticamente suya ahora tenía la tentación de
cogerla entre sus brazos, entrar en casa y hacerla suya, no porque se lo habían
mandado, si no porque ella lo deseaba, la deseaba a ella, pero era solo deseo o
en lo poco que se conocían la había empezado a querer?, esa era una pregunta
que solo el tiempo le contestaría, después de unos instantes de silencio la
morena la saludo de igual forma pero en un susurro.
-
Hola...
-
Pasa, no te quedes ahí
-
Gracias.
La
morena entró sin pensarlo, nada más entrar ese olor que tanto le gustaba
penetró de lleno en su nariz, según iba andando hacia el salón pudo ver que era
una sencilla pero muy acogedora, le gustaba, la voz de la rubia la sacó de sus
pensamientos.
-
¿Te parece si sirvo la cena ya?
-
Me parece perfecto, me muero de hambre.
-
Pues ya somos dos - el estómago de la rubia hizo presencia entre las dos.
-
Jajaja, ya lo creo - dijo riéndose la morena.
-
Sshh, tu calla - dijo la rubia acariciándose el estómago sonrojada - venga
vamos que se enfría.
-
Si.
La
morena se sentó mientras Sarilen iba a por los platos de pasta, la morena no se
perdía ninguno de sus movimientos, la rubia se sentó dejando a cada una con un
plato de rica pasta.
-
¡Vaya!, esto tiene una pinta increíble.
-
Es mi especialidad, espero que te guste - dijo sonriente.
-
No lo dudes - le devolvió la sonrisa.
-
¿Y qué tal vas con la casa?
-
Pues bastante bien, aunque aún me quedan algunas cosas pero mañana acabaré
seguramente.
-
Bueno si necesitas ayuda ya sabes donde vivo.
-
Gracias - la guiñó un ojo - ¿has encontrado algún otro papel en alguna serie o
algo?
-
Que va, la verdad tampoco he buscado mucho, ahora me estoy dedicando mas a
escribir.
-
¿Escribir? - dijo sorprendida la morena.
-
Si, me gustaría ser escritora.
-
¿Y ya has escrito algo?
-
Bueno... tengo algo pensado, pero necesito encontrar un tema que me llene, algo
que me haga sentir...
-
Completa... - finalizó la morena.
-
Si...
Ambas
se quedaron mirándose, el verde esmeralda y el azul mar se unieron en uno solo,
la pequeña rubia sintió cono un rubor subía por sus mejillas y no fue capaz de
aguantar la mirada y con una sonrisa tímida agachó la mirada, ante el gesto
Beth con una gran sonrisa levantó la cara de la rubia por la barbilla con dos
de sus largos dedos, sus ojos se volvieron a encontrar.
-
Te da... ¿vergüenza mirarme? - dijo la morena.
-
No, no, es que... bueno yo...
-
Tienes unos ojos preciosos - no la dejó acabar de hablar.
-
Gr... Gracias - la rubia se sonrojó mas - los tuyos también son... preciosos.
La
morena sonrío y tras mirarse unos instantes poco a poco se fueron acercando,
cada una podía sentir la respiración de la otra en su cara, justo cuando sus
labios iban a rozarse se fue la luz, no solo de su casa, sino de todo el
edificio. El silencio envolvió toda la casa, aun sintiendo sus respiraciones la
morena consiguió hablar.
-
Vaya... No... Sé ve nada.
-
Iré... a buscar una vela - dijo la rubia separándose de la morena.
-
Te acompaño.
La
rubia se levantó tanteando seguida por la morena.
-
Espero no darme contra nada y romperte algo - dijo la morena.
-
Dame la mano, yo te guiaré.
Y
así lo hizo, juntaron sus manos en un suave agarre, iban a paso lento para no
darse con nada, consiguieron llegar hasta la cocina.
-
En algún armario tengo que tener alguna vela...
-
Supongo que tendrás mechero o cerillas
-
.... - la rubia no dijo nada.
-
Jajajaja, tranquila no pasa nada, yo debo de tener en mi piso, iré a por ello,
ahora vengo.
La
morena se separó unos centímetros de la rubia, pero antes de que pudiera seguir
un pequeño cuerpo se colgó de su brazo.
-
¡Espera! - dijo la rubia agarrándola del brazo.
-
¿Qué pasa?
-
Es que... no me gusta estar sola en la oscuridad.
-
Entonces ven conmigo, yo te guiaré...
La
morena entrelazó sus dedos con los de la rubia, ella le dio su aprobación
apretando mas su mano, ambas sonreían, aunque ninguna lo sabía, salieron de
casa de la rubia y pasaron al piso de la morena.
-
A ver si no soy yo la que tropieza ahora y te rompo algo - dijo divertida.
-
Tranquila, si rompes algo tienes un plazo de dos días para pagármelo.
-
Qué? - preguntó la rubia sorprendida.
-
Lástima estar sin luz, me habría gustado ver tu cara ahora - dijo riéndose.
-
Oh!, que graciosa, muy graciosa - dijo sonriendo.
La
morena más o menos sabía dónde estaban los obstáculos y despacio los consiguió
esquivar todos seguida por la rubia. Mirando en uno de los armarios la morena
encontró una linterna.
-
Estupendo, con esto bastará - dijo la morena.
-
Menos mal, no me gusta nada la oscuridad.
-
¿Y cómo haces para dormir?
-
Suelo dejarme una luz encendida - dijo agachando la cabeza.
-
Tu no ganas para la factura de la luz - dijo la morena bromeando.
-
Jajaja, voy a tener que buscar dos trabajos o alguien que me cuide por las
noches.
Beth
sintió como una punzada en su corazón, no sabia por qué, pero cuando dijo
alguien se suponía que podía ser cualquiera, y la idea de que alguien estuviera
con ella la entristecía y la ponía furiosa, quería ser ella la que la cuidara,
después de sus pensamientos pudo responder.
-
Si...
-
Beth...
-
Dime.
-
Si no vuelve la luz esta noche... te... te importaría quedarte conmigo?
-
Claro que no.
Quien
más escucho sus pensamientos que los ha hecho realidad, esta noche podría estar
con ella y cuidarla.
-
Te lo agradezco mucho.
-
No es nada - dijo sonriente.
La
morena ya solo le quedaba rezar para que no volviera la luz.
-
Bueno, volvamos - dijo la morena.
-
Si, vamos.
Las
dos chicas volvieron a la casa aun cogidas de la mano, con mejor visión gracias
a la luz de la linterna.
-
¿Y ahora qué hacemos? - preguntó la morena.
-
Pues o bien hablamos o vamos a dormir ya, mañana madrugas?
-
Suelo ir a correr por las mañanas.
-
Eso explica lo bien que estas...
La
rubia se calló de repente y prefirió que a la linterna se le fundiera la
bombilla.
-
Gracias... ¿tu no haces deporte?
-
Si, también suelo ir a correr y hago algunos ejercicios en casa.
-
Eso explica lo bien que estas.
La
morena se apuntó la cara con la linterna para que la viera bien y la guiño un
ojo, la rubia sonrío ampliamente.
-
¿Quieres que vayamos mañana a correr juntas? - preguntó la rubia.
-
¡Claro!, estaría bien, ir sola no tiene gracia - dijo sonriendo.
-
Pues entonces vamos a dormir ya y mañana nos levantamos bien temprano.
-
Vale, vamos.
-
Sígueme... - dijo la rubia.
La
rubia la condujo hasta su propia habitación, era muy acogedora, y tenía una amplia
cama, la morena empezó a pensar en lo bien que estarían las dos juntas en esa
cama.
-
Espero... que no te importe dormir conmigo, es que solo tengo una cama... -
dijo la rubia algo ruborizada.
-
No tranquila, no hay ningún problema, además ya hemos compartido cama...
La
morena se arrepintió de lo que acababa de decir, vio que la pequeña rubia se
ruborizó aun más.
-
Lo siento no...
-
Tranquila si no pasa nada - dijo sin darle importancia.
-
Bien, pues a dormir.
Ambas
chicas se metieron en la cama, cada una en su lado, ninguna decía nada, la
linterna seguía encendida, la morena dudaba entre apagarla o dejarla encendida,
así que prefirió preguntarle.
-
¿Quieres que deje la linterna encendida?
-
No hace falta, ahora que estas tú conmigo no creo que tenga miedo.
-
Vale, pues la apagaré.
La
morena la apagó, quedando totalmente a oscura, Beth cerró los ojos y aspiró con
fuerza, le encantaba el olor de la pequeña rubia.
-
Buenas noches Beth.
-
Buenas noches Sarilen.
Ambas
se disponían a dormir, pero ninguna de ellas podía, la presencia de la otra al
lado las quitaba totalmente el sueño. En el silencio total de la casa unos
fuertes golpes envolvieron la casa.
-
¿Qué es eso?! - preguntó la rubia alarmada.
-
No se... parecen golpes...
Los
golpes sonaron con más fuerza, y parecía como si alguien estuviera en la misma
habitación haciéndolo, en ese instante la rubia se tiró a los brazos de la
morena, escondió su cara en su cuello y en un susurro dijo.
-
Tengo miedo...
La
morena la rodeo con sus fuertes brazos apretándola más contra sí.
-
Tranquila, no es nada, creo que son los vecinos de arriba.
-
¿Estás segura?
La
rubia levantó la cabeza para mirarla, quedando asi a pocos centímetros de sus
labios.
-
Creo... que si...
El
aliento de la rubia, acariciaba el rostro de la morena, a pesar de la oscuridad
ambas sentían la mirada de la otra, los dedos de la morena parecían cobrar vida
propia, suavemente comenzaron una danza lenta por la espalda de la rubia, ésta
respiró hondamente pero con dificultad, cerró los ojos, quiso sentir más esas
caricias tan deseadas, la mano de la morena subía y bajaba lentamente, sus
labios se fueron acercando a los de la morena, Beth que la sintió más cerca
apretó mas la espalda de la rubia contra su cuerpo, un pequeño gemido salió de
la rubia, sus labios se rozaron suavemente, ambas se estaban perdiendo,
deseaban tenerse la una a la otra. Una de las manos de la morena se metió por
debajo de la camisa de la rubia, acariciando su suave piel, dejo salir su
lengua para que rozara unos de los labios de la pequeña que estaba sobre ella,
cuando parecía que ambas se iban a fundir en un beso lleno de pasión la
oscuridad que las envolvía desapareció dando paso a la luz de las lámparas que
había en la habitación, ambas chicas asustadas se separaron bruscamente, ya
había vuelto la luz, pero ahora el silencio reinaba en toda la casa, las dos
estaban sentadas en la cara, ninguna se miraba ni decía nada, estaban sofocadas
y sobre todo excitadas, tras un rato de silencio la voz de la morena sonó
primero.
-
Supongo que ya que ha vuelto la luz... no hará falta que me quede...
-
Aun así... me... me gustaría que te quedaras... - dijo sonrojada mirándose los
pies - pero si no quieres...
-
No tranquila, por mí está bien.
Dijo
la morena apoyando su mano en la de la rubia, la pequeña rubia miró ese
contacto y sonrío, después levantó la vista y le dedicó una sonrisa a su amiga
que se la devolvió en el mismo instante.
-
Vamos a dormir - dijo la rubia.
Las
dos se volvieron a tumbar, cada una en su lado, pero aun agarradas de la mano,
solo con ese contacto les valía para poder dormir tranquilas, ambas sonrientes
se dejaron llevar a otra vida, la vida en la que se está permitido soñar.
Aun
no había amanecido, pero la morena despertó al sentir que su brazo estaba
dormido, y al girarse pudo ver la causa, una pequeña rubia dormía sobre él,
estaba abrazada a la morena, pero la morena no se percato de que ella también
las estaba abrazando, a pesar de que le dolía no se movió, quería seguir
sintiendo su peso sobre ella, pudo sentir que tenía sus dedos entrelazados con
los de la rubia, con una gran sonrisa hundió su nariz en el cabello corto de la
rubia y respiró con fuerza, le encantaba como olía, quería sentirla más cerca
de ella y la apretó mas contra si, haciendo más estrecho el abrazo, la rubia lo
sintió, abrió los ojos, sonrío y ella también abrazó con más fuerza a la
morena, la morena sorprendida se aventuró a preguntar.
-
¿Estás... despierta?
-
Ahora sí, ¿te... molesto?
-
Para nada - dijo acariciando la cabeza de la rubia.
-
¿Qué hora será?
-
Ni idea, pero seguro que esta apunto de amanecer.
-
¿Quieres que vayamos a correr?
-
¡Claro!, esta será una buena hora.
-
Pues vamos.
Las
dos no se movieron ni un centímetro, sabían que tenían que levantarse pero
ninguna parecía tener intención de ello.
-
Creo que así no llegaremos muy lejos - dijo la morena.
-
No... creo que no, lo cierto es que hoy estoy perezosa.
-
¿Si?
-
Si.
-
Vaya, que curioso, yo también estoy perezosa.
-
Entonces creo que lo mejor será seguir... así - dijo la rubia con inocencia.
-
Será lo mejor - dijo la morena sonriente y acomodándose más al cuerpo de la
rubia.
Ninguna
dijo nada mas, ninguna de ellas durmió, solamente disfrutaron de aquel momento,
de aquel contacto. Tras unas horas ambas se levantaron y decidieron salir a
desayunar juntas.
Pasó
una semana y ningún día de esa semana se separaron, solamente por las noches,
Beth se iba a dormir a su casa, Sarilen sentía gran soledad por las noches después
de la que paso con la alta morena. Uno de esos días Beth recibió una llamada a
su móvil, era de un productor de una serie donde ella se había presentado al
casting, en ese momento ella estaba con la rubia, al ver la cara de alegría de
la morena Sarilen no pudo evitar preguntar.
-
¿Quién era?
-
Es de un productor, me presente a un casting para hacer una serie.
-
¡Vaya!, ¡eso es genial!
-
¡Sí!, lo malo es que es fuera del país...
La
cara de la rubia cambio en ese mismo instante, de alegría por tristeza.
-
Y... ¿por cuánto tiempo?
-
No lo sé, creo que sería un año o tal vez mas, depende de cómo vaya la serie.
Un
año... eso era demasiado tiempo para estar separada de ella, en tan solo una
semana se había acostumbrado a su presencia y en cuanto se separaban unas horas
ya la echaba de menos, la rubia estaba demasiado triste como para seguir
hablando.
-
Oye, no me encuentro bien, voy a irme a casa si no te importa...
-
Déjame que te acompañe.
-
No gracias, no te molestes, puedo ir sola.
Sin
decir más la rubia se giró y con lágrimas en sus ojos se alejó de la morena,
Beth no entendía lo que pasaba, pero estaba muy confundida, necesitaba saber qué
es lo que le pasaba a Sarilen.
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wauuu es muy buen relato porfavor sigue escribiendo quiero saber que pasa con la rubia me recuerda a mi novia asi que porfavor sigue esta historia
ResponderEliminarNECESITO LA SIGUIENTE PARTE!!!LA NECESITOOOOOOOOOO!!!
ResponderEliminarLo más este relatooooooooooooooooooo :)
ResponderEliminary yo necesito saber que sigue a continuación!!!! hay como me gusta el
ResponderEliminarromance...
Javi
Chile
Muy buena historia porque ahora se tiene que ir beth estanan hermosas juntas ROSANA ARGENTINA
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