Su cuerpo desnudo entre las sabanas,
se acercaba lentamente hacia mí. Me apoyé sobre mi codo para besarla y sin
darme de cuenta, ella me empujo, quedando encima de mí. La levanté para
sentarla, para poder estar a su altura. Estábamos sentados, ella encima de mi,
mirándonos fijamente a los ojos, no necesitábamos palabras para saber como nos
sentíamos, sólo con mirarnos nos lo decíamos todo. Le agarré de la cabeza y la
besé, la besé apasionadamente y entre en ella. Apartó su boca de la mía y
jadeo, echó la cabeza hacia atrás, dejando al descubierto su cuello. Lo besé,
lo recorrí todo con mis labios y mi
lengua, mientras ella jadeaba y entrelazaba sus dedos entre mis cabellos.
Baje mis manos por su espalda hasta
llegar a sus glúteos, los agarré con firmeza y volví a entrar en ella. Grito de
placer, echó la cabeza para delante y me miró, se apoyó en mis hombros, se
levantó y se dejó caer y volvió a gritar de placer. Yo le sonreí y me dejé caer
sobre mi espalda. Puse mis manos sobre su cintura, haciendo lentos movimientos
hacia arriba y hacia abajo. Me miró
mientas sonreía y se echó hacia delante, entró en mi y me besó. Jadeé de placer. La apreté contra
mi pecho y empezamos a hacer movimientos más bruscos, apartó su boca de la mía,
para ponerla sobre mi cuello. Gritamos a la vez.
Se echó hacía un lado y yo estiré mi
brazo para que se apoyará en el. Pero no lo hizo, se levanto, desnuda, en la
oscuridad de la noche y se dirigió al baño.
La seguí con la mirada hasta que
entro. Me levanté, y me puse a buscar mis boxers:
- ¿Sabes dónde dejé mis boxers?
- Jajaja la verdad, es que en ese
momento no estaba muy atenta a dónde tirabas tu ropa.
Sonreí en la oscuridad:
- Mira encima de la cómoda...
Encendí la lámpara que había en mi
mesita de noche, y levanté la mirada hacia la cómoda. Ahí estaban, colgando de
la esquina del espejo que había encima de la cómoda. Me los coloqué y cogí una
camisa de tiras y salí al jardín.
La piscina tenía una pinta estupenda,
y hacía calor, ya que nos encontrábamos en el mes de Junio. Sin pensármelo más,
me quite la camisa y me tire de cabeza a la piscina.
Nadé de una punta a otra. Me apoyé en
el muro de la piscina y me fije en la casa que había al otro lado, la de mis
vecinos. La ventana de arriba de todo a la izquierda, era la habitación de
Charlotte, mi vecina, la que me tira los tejos desde que supo de mi orientación
sexual. Agaché la cabeza y me empecé a reír. Volví a mirar hacia la ventana y
allí estaba ella, mirándome. La saludé y ella sonrío, miró atrás suya y bajó la
persiana. Me sumergí, y me di vuelta,
mirando el cielo lleno de estrellas, estuve más o menos dos minutos, hasta que
no pude aguantar más y salí. Empecé a tragar aire como si la vida me fuera en
ello:
- Más cuidado, o si no tendré que
entrar a socorrerte.
Rápidamente me di la vuelta y miré
hacia las vallas. Ahí estaba Charlotte, apoyada sobre el muro de vallas
sonriéndome. Era increíble como había cambiado, de ser la pequeña niña que
correteaba por el jardín, a ser una chica hermosa:
- ¿Qué tal estás Emma?
- Bien, disfrutando del baño.
- Ya veo, ya veo... - me miró de
arriba a bajo - me podría... apuntar.
Me sonrió picadamente, miré hacia otro
lado y sonreí:
- No, me parece que no.
- ¿Por qué? - pregunto haciendo una
mueca.
- Pues… por dos cosas en especial.
Primera, estoy con una chica y…
- Yo no la veo por ningún lado.
Me miró fijamente y fui yo quien tuvo
que apartar la mirada.
- Y segunda, eres mi vecina.
- Esa, justamente esa, no es un
inconveniente - me guiñó un ojo - todo al revés.
Se abrió la puerta del porche y salio
Helen:
- Cariño, ¿Dónde esta el aceite?
Se quedó mirando el panorama y me
sonrió sin ganas.
- Esta al lado del microondas.
Se dio media vuelta y entró dentro.
Ahí supe que me metí en problemas:
- Conmigo no tendrías esos
problemas...
- Jajajaja eso seguro... contigo
serían peores.
- Jajajaja.
Subí las escaleras y ella me silbó,
gire la cabeza y la miré sin entender a
que venía eso:
- Tu espalda desnuda es exactamente
como me lo imaginaba.
Miré hacia abajo, ¡estaba
completamente desnuda de cintura para arriba! :
- ¡Mierda!
- Jajajajajaja tranquila, no tapas
nada que no hubiera visto antes.
Fui corriendo a ponerme la camisa.
- Lo siento
- No tienes que disculparte por nada.
Bueno, espero que nos volvamos a ver en una situación parecida.
- Jajaja
- Adiós.
De alguna forma, cuando me dijo adiós,
una pequeña parte de mí, muy pequeña, quería seguir hablando con ella.
- Chao.
Me dirigí hacia el porche sin mirar
atrás. Al entrar, estaba la luz de la cocina encendida y olía a huevos fritos.
Estaba colocando en la mesa dos platos con dos huevos fritos. Me miró, pero rápidamente
aparto su mirada. Se dirigió hacia la nevera, abrió la puerta y yo rápidamente
la cerré, se dio la vuelta y la besé y la puse contra la nevera.
Aparto su boca de la mía para poder
respirar y yo seguí besándola por el cuello. Me agarro la cabeza y fijo su
mirada en la mía:
- Los huevos se van a enfriar.
- En serio te preocupa ahora eso...
- Sabes que me encanta acostarme
contigo, pero necesito comer, que el viaje es muy largo.
Me aparte de ella a regañadientes y
ella agarro mi mano, llevándome hacia la mesa. Nos sentamos y empezamos a
comer. No hablamos en ningún momento. Cuando acabamos me levante y deje los
platos en el fregadero. Me abrazo y me beso la espalda, yo gire lentamente y
con las dos manos la aparte contra mí para poder besarla. Abrazadas mientras
nos besábamos fuimos al cuarto.
La apoyé suavemente sobre la cama,
mientras la besaba, ella giró la cabeza:
- No quiero hacerlo...
Me quedé quieta encima de la cama, con
mis labios aún pegados sobre su piel:
- No quiero decir que no tenga ganas,
sólo que hoy es mi último día aquí y me gustaría que durmiésemos juntas.
La miré y le sonreí, me deja caer
sobre la cama y la entrelace entre mis brazos. Dormimos toda la noche juntas,
sin dejar ningún espacio entre nosotras...
A la mañana siguiente, el sol brillaba
y el cielo estaba azul. Estiré mi brazo, en busca de ella, pero ya no estaba, en cambio, había dejado
una nota:
“Cuando
leas esto, significa que ya me habré marchado, gracias por esta semana, espero
que nos volvamos a ver dentro de unos meses.
Te
quiero.”
Miré el reloj, eran las once y media,
me levanté de la cama y fui al baño a mear. Puse la sartén para freír unos
huevos con beacon y me di cuenta de que los platos de ayer ya estaban lavados y
guardados. Ella siempre tan atenta. Mientras desayunaba, me fije por la ventana
del jardín, en la casa de Charlotte. Estaban ella, sus padres y otra chica más, que no la podía ver
muy bien. Me levanté, dejé los platos y me puse el bikini. Salí al jardín a
averiguar quién era esa chica:
- Hola - me saludo Charlotte.
- Hola vecinos.
- Hola - recibí el saludo y una
sonrisa de los padres de Charlotte.
La chica no se giro, estaba
entretenida observando el jardín.
- Esto... Hola - la saludé.
Ella se dio la vuelta, para saber quién
la saludaba. Era muy bella, su piel era blanca, sus ojos eran de un azul
plateado y era morena. Me quedé mirándola fijamente.
- Hola, mi nombre es Astrid - me
saludó. Tenía un precioso acento.
Al ver que no le respondía insistió.
- ¿Y tu cómo te llamas? - y se rió por
lo bajo.
- Este... disculpa, mi nombre es Emma
- Jajaja es un placer Emma.
- El placer es todo mío.
- Bueno Emma, le tenemos que seguir
enseñando la casa - me dijo el padre de Charlotte. Le mire extrañada.
- Es que tiene una beca para estudiar
aquí y nosotros le alquilamos una habitación. Se viene a vivir a nuestra casa.
Yo aún seguía ahí mirándola.
- Pues será todo un placer tenerte
como vecina.
- Lo mismo digo Emma - y me sonrió.
- Bueno, adiós Emma - se despidió el
padre.
Y él, su mujer y Charlotte dieron
media vuelta para meterse en casa, pero ella no, nos quedamos mirándonos.
- Vamos Astrid - le dijo la mujer.
- Si, si disculpe.
Y se dio la vuelta y se metió en casa.
Fui a mi casa, con ella en la cabeza. Cogí
el móvil y tenía un mensaje de Mark, para que nos viésemos en el "The
Space". Es un restaurante al que solemos ir juntos los fin de semana,
desde hace años.
Me puse unos pitillos y una camisa
blanca con unas romanas y cogí las llaves del coche.
Cuando entre en el The Space, él ya
estaba sentado en nuestra mesa, con un café y leyendo el periódico. Fui directa
a la mesa y me dejé caer en la silla.
- ¿Qué tal Em? - me preguntó sin
levantar la vista del periódico.
- Bien, bien ¿y tu?
- Pues bien lo de siempre... - y ese siempre sonó
apagado, de repente dejó el periódico de un golpe en la mesa y me miró a los
ojos cabreado.
- Molly y yo hemos vuelto a discutir.
Dice que no paro de mirar a otras mujeres, ¡A otras mujeres!
- Mark..., ¡Es qué no paras de mirar a
otras mujeres! - le respondí mientras me colocaba en la silla.
- ¡Ya! Pero que le voy a hacer, soy un
hombre, está en mi naturaleza, en mi ADN, ¡Soy un depredador!
- Qué eres un depred... además, sabes
que odio que pongas esas excusas tan machistas - le dije con voz de razón.
Y Ana, la camarera del The Space, nos
interrumpió, para servirme el café y me guiño el ojo:
- Gracias - le dije por lo bajito. Y
Mark, siguió hablando:
- ¡Aja! Tu no serás un hombre pero
vamos... que vienes siendo lo mismo - levanté una ceja mientras le pegaba un
sorbo al café - tu primero te las follas y después si viene bien miras y si no
que más da. Pero yo no puedo - levantó su mano izquierda y bajo todos los dedos
menos el que tenía el anillo - Te doy un consejo...
- Sorpréndeme artista - le respondí
con tono de humor.
- Nunca te cases - me dijo con gesto
de decepción.
- Mark... tú estás casado.
- Por eso mismo. - y cogió el
periódico y siguió leyendo.
Yo me empecé a reír. Os voy a explicar
quién es Mark, que es el diminutivo de Marcus. El es mi mejor amigo desde que somos pequeños, él
es el típico hombre gordito, bajito, calvo y con perilla. Esta casado con
Molly, el amor de su vida, llevan juntos diez años y tienen tres hijos, dos
niños y una niña, de los cuales yo soy su madrina.
- Ahhh Alan, hoy Molly y yo vamos a dar
una pequeña fiesta en casa, ¿Te apuntas? puedes traer a Helen si
quieres... - y me miró
- No... Helen se fue hoy por la
mañana.
- Ah bueno, puedes traer a otra chica
si quieres, pero si puede ser que tenga... ya sabes, educación - y volvió la
mirada al periódico mientras aguantaba la risa.
- ¡Vamos hombre! fue ya hace un año y
sólo fue una vez y además ¡yo qué sabía!, hablar no era justamente lo que
hicimos... y pensé que todo eso lo decía solamente en la cama, no pensé que
hablase así.
Me miró y no aguanto más, se empezó a reír
descaradamente:
- Jajajajajajajajajajajaja fue
buenísimo, cuando Molly le dijo "Hola, ¿Qué tal?" - y ella le contestó - "¡De puta madre tía, joder! ¿Este puto
garito es tuyo? es la ¡Puta hostia! Buah que puta pasada ¡Joder!" - Pensé
que me moría de la risa y Molly se quedó en shock jajajajajaja, cuántas
palabrotas dijo en una misma frase, no sé, más o menos 4, 5, 80 jajajajajaja.
- Si, si, tu te lo pasaste genial,
¡Dios! nunca pasé tanta vergüenza. - y agache la cabeza recordando ese momento.
- Ay, ay... ¡qué bueno! - y con la
manga se seco las lágrimas que le caían de la risa.
- Tu ríete ¡eh! Amigo ¿no? es cómo te
llaman...
- Vamos, vamos, no te enfades. Bueno,
¿al final vienes o no?
- Si, si que voy.
- Vale, pues estate allí a las seis,
¿OK?
Se levantó, dejó el periódico, el
dinero de los cafés y la propina.
Yo le negué con la cabeza y el levanto el dedo
mandándome a tomar por culo:
- Mañana pagó yo ¡Eh!
- Si, si, nos vemos.
Cogió el maletín y se marchó. Yo me
levanté y me di cuenta de que Ana me estaba mirando, pero la verdad no tenía
ganas de estar con nadie.
Llegué a casa y preparé la ropa para más
tarde y me metí en cama, pensé en muchas cosas y unas de esas cosas fueron:
Helen, Charlotte y Astrid... Hasta que me quedé dormida, soñando con esas
mujeres.
Me levanté a las cinco y cuarto tiempo
justo para ducharme y vestirme. La ducha me refresco. Me puse un vestido negro,
con la palabra de honor y que le caía un lado más largo que el otro, con unos
tacones abiertos negros. Me dejé el pelo suelto, me maquillé, me eché colonia y
me fui.
Al salir de casa me tope con Charlotte
y Astrid:
- Hola chicas - les salude.
- Hola Emma, ¡qué guapa estás! - me
elogio.
- Hola - me saludo Astrid.
- Gracias Charlotte, vosotras también estáis
muy guapas.
- ¿A dónde vas? - me pregunto
Charlotte.
- A una fiesta.
- Mira que cosas, nosotras también,
con suerte vamos a la misma - se río Charlotte.
Note a Astrid nerviosa y supuse que
era por causa de mi presencia.
- Bueno chicas, me tengo que ir, fue
un placer - me despedí.
- Lo mismo digo - dijo Charlotte.
- Chao - se despidió Astrid y yo le
sonreí y se sonrojo.
- Adiós.
Y me metí en mi Mercedes Benz 250 SL
rojo.
Llegué a la casa y había un par de
coches aparcados. Saqué de la guantera la botella de vino que tenía guardada
para ocasiones especiales, como esta, cuando se me olvidaba comprar un
presente. Toqué la puerta y me abrió Mark:
- Hey, ¿Qué tal Em? ¿Estás sola? - y
levantó la cabeza para ver si había alguien detrás de mi.
- Jajaja si, vine sola, toma - y le
entregué la botella de vino.
- No hacía falta Em, sacar la botella
de emergencia de la guantera de tu coche para cuando se te olvida comprar un
presente, es algo muy amable por tu parte - me miró y me sonrío falsamente.
Yo me empecé a reír y el me acompaño.
- Odio que me conozcas tanto - me
queje.
- No te preocupes, lo importante es
que no te conozca Molly - y nos reímos.
- ¡Hola! - me saludo Molly con
entusiasmo y me dio un abrazo, miró la botella que tenía Mark en las manos - No
hacía falta Em - y me sonrío - tu siempre tan atenta - y miró a mis espaldas
igual que había echo antes Mark.
- ¿Y los niños? - pregunté, mirando
para todos lados.
- Están con mi hermana de vacaciones
- Ah - dije un poco triste.
- Bueno pasa, pasa, no te quedes ahí
parada mujer. - me dijo Molly.
- Voy a dejar la botella en la nevera
- sugirió Mark.
Entre en el salón y había un grupo de
personas, y me fije que todas estaban emparejadas.
- Lo siento, pensé que ibas a traer
una "amiga", como haces siempre.
- No pasa nada, sólo que en estos
momentos, no estoy con nadie.
Y ella me miró y me sonrío, tenía una
suerte Mark de tener una mujer como Molly, ella lo amaba mucho, al igual que él
a ella.
Cogí una copa de champaña y salí
afuera, no me sentía muy cómodo ahí dentro.
Fui a la piscina, tenía una pinta
estupenda para bañarse, pero me tuve que aguantar las ganas. Levante la vista y
vi a una chica de pie, no la podía ver bien, estaba de espaldas a mi, mirando
el cielo lleno de estrellas. Pude observar en la oscuridad de la noche, con la
luna iluminándola, que llevaba un vestido negro que no le tapaba su espalda, su
piel era blanca y su pelo recogido en un moño, era de un rubio apagado.
Me acerqué lentamente, sin hacer el
menor ruido, intentando formar parte del silencio de la noche. Sólo se
escuchaba la música y las risas de la casa.
- Hola - la saludé y ese “Hola”
parecía formar parte de la oscuridad de la noche.
Ella se dio la vuelta, sin alterarse
lo más mínimo y me miró:
-Hola - me respondió.
Ahora la podía ver bien, la luna se
iluminaba su cuerpo, sus labios eran finos, pintados de un rosa suave, sus ojos
eran pequeños y de un marrón oscuro, era alta, y me fije en sus tacones, le
ayudaban a tener esa altura. Su vestido era negro y le formaba un bonito
escote, era corto, con plumas al final, sus tacones eran plateados y con rayas.
La mire de arriba ha abajo, sin perder ningún detalle, era muy hermosa.
- ¿Quién eres? - me preguntó, en un
intento de que dejase de mirarla tan atentamente.
- Mi nombre es Emma Holt y soy amiga
de Mark y Molly, ¿y tú?
- Yo, bueno, vine con... esto... mi
novio - no sé porque, pero en su tono, al pronunciar la palabra novio, no
estaba muy segura de ser la definición correcta para quien quisiese ser esa
persona - nos invito Molly, trabajó con ella.
-Ah, bueno, pues es todo un placer
eh... - me di cuenta de que no me dio su nombre - disculpa, ¿cómo dijiste que
te llamabas? - le pregunté
- No te lo dije - y me sonrío - mi
nombre es Sara Simmons - y se acercó para darme la mano - es un placer Emma.
- Lo mismo digo Sara - y nos sonreímos
mutuamente.
Nos quedamos mirándonos a los ojos sin
saber muy bien que decir.
- ¿Te gusta la fiesta?
- Si...
- Si, a mi tampoco - nos reímos juntas
- suelen ser mas divertidos, ya sabes, Twist, Rock, pero no sé, hoy se les dio
por lo tradicional - se empezó a reír y yo la acompañe.
- ¿Y de qué los conoces?
- Bueno, a quién más conozco es a
Mark, somos amigos desde el instituto.
- Ah, entonces sois amigos desde hace
mucho tiempo.
- Jajaja ¿Es una forma rebuscada de
decirme que soy mayor? - le pregunte de broma.
- Jajajajaja no, para nada - se rió.
Nos quedamos mirándonos, era una mujer
increíblemente hermosa, su mirada era dulce y a la vez seductora.
- ¡Sara! - grito una voz masculina
desde atrás. - ¿Dónde estabas? Te estuve buscando.
El hombre se acercó y se puso a su
lado. Iba muy trajeado y llevaba el pelo para atrás con la raya al medio.
- Salí a fuera a tomar un poco el aire
y... - la interrumpió.
- Sabes Eric Palmer, el hombre de
negocios del que te hablé, pues le explique mi propuesta y le gusto, dijo que
se lo pensaría, ¡no te parece increíble! - dijo el hombre, que no cabía en si
de la felicidad.
- Oh, me alegro mucho cariño - y su
tono, no era para nada como el del hombre, al contrario, era como si no le
importase.
- ¡Dios, qué bien! - se dio la vuelta
y me miró, al parecer no se había dado cuenta de que yo estaba allí - esto...
¿tu quién eres?
- Su nombre es Emma Holt - me presentó
Sara.
- Ah... La amiga gay de Mark -
respondió con un tono burlón - Mi nombre es Chris Corps, su novio.
- La misma, sólo que me suelen llamar
Emma, ya sabes... no es por nada especial, manías de una de que la llamen por
su nombre - se lo dije sarcásticamente y intentando sonreír me dio la mano y yo
se la agarré.
Sara me miró confusa, como intentando
comprender algo, y yo le sonreí. Hubo un silencio incómodo durante unos segundos.
- Bueno... - dijo el, mirando para
Sara - ¿entramos? así te podré presentar a Eric Palmer - dijo el volviendo a la
alegría de antes.
- Sí, sí, por supuesto - respondió
ella, intentando sonreír, pero fracasando.
- Pues fue todo un placer haber hablado
contigo Sara.
- Lo mismo digo Emma - y me regalo una
sonrisa sincera y yo se la devolví. Le di la mano, y se la apreté suavemente,
deslizando el dedo gordo, por sus dedos.
- Vamos, vamos - y la agarró del
brazo, despegando nuestras manos.
La miré mientras se iba y entraba
dentro de la casa.
- Vaya hombre más oportuno - dije por
lo bajo, con desagrado.
Me acerqué a la piscina y me agaché,
con la mano izquierda sujetaba la copa de champaña y con la derecha deslizaba
los dedos por encima del agua.
- ¡Hey! Vamos Em, que ya estamos
enseñando los cuadros - me grito Mark.
Me levante de golpe y el me hizo una
seña para que entrase. Al entrar, me pegué a él:
- ¿Qué cuadros? - le pregunte, ya que
el no había mencionado cuadro ninguno. - No me dijiste nada de ningunos
cuadros.
- Ya... porque supuse, que si te
hubiese dicho que esto era una exposición de cuadros no vendrías, así que te
dije que era una fiesta - me dijo sin importancia.
Yo bufé y me reí:
- Soy escritora Mark, lo que quiere
decir que soy una artista, lo que si tienes un poco de lógica te lleva al punto
de que amo el arte. Los cuadros son arte, ergo yo amo el arte - le expliqué con
toda la lógica. Me miró, con cara de indiferencia y se metió un cacahuete en la
boca:
- Lo que yo te decía, una fiesta, ¡a
la cachonda, disfruta! - me dio un cachete en el culo y se dio media vuelta y
se marchó. Me quedé mirando como se marchaba mi amigo, mientras me reía.
Me acerqué a la sala donde se
encontraban todos los cuadros. Pude observar que todos los cuadros eran sátiras
sobre la homosexualidad.
Observe cada cuadro detenidamente, absorbiendo
todo el arte que poseía, todo lo que nos transmitía.
- ¿Qué te parece cariño? - me pregunto
Molly, metiendo su brazo debajo del mío.
- Pues la verdad, son increíbles Molly
- le dije con toda aprobación.
- Gracias - y me sonrío amigablemente –
bueno, voy a seguir preguntando, a ver si a los demás también les gustan al
igual que a ti.
- Seguro y si no, no tienen idea de lo
que es arte - me dio un apretón en el brazo y se despidió de mí con una
sonrisa.
Yo seguí mirando los cuadros,
disfrutando de ellos. Al darme la vuelta para ver el siguiente cuadro, se
encontraba Sara mirándolo.
Me acerqué y me puse a su lado:
- ¿Qué te parece? - le pregunté
Y sin apartar la mirada del cuadro me
respondió:
- Son increíbles, como nos transmiten
lo que sienten, como luchan por ser aceptados, como se muestran al mundo.
La miré sorprendida y ella se giró y
me miró confusa.
- Bueno es mi opinión - me dijo, como
si intentase arreglar algo malo que hubiese dicho - ¿Cuál es la tuya?
- Exactamente, la misma.
Me miró, mi respuesta no se la
esperaba, y de sus ojos salió un brillo, que podía ser el reflejo del mío
propio.
- Que abominación, esto no tiene
ningún sentido - dijo una voz.
Sara y yo nos miramos y las dos
escuchamos lo que dijo aquel hombre. Me di la vuelta. Ese hombre estaba con
Chris, el novio de Sara.
- Puff, es Eric Palmer - dijo ella con
desagrado
- Ese es el Eric Palmer del que hablo
tu novio ¿no? - le pregunté.
- Exacto.
Me di la vuelta y me acerqué a el.
Estaba hablando con Molly.
- Lo siento Molly, pero no daré mi
dinero para financiar unas obras así.
- Pero señor Palmer, estas obras...
- Disculpe, es usted Eric Palmer, si
no me equivoco.
- El mismo, ¿quién es usted? - me pregunto con arrogancia, mirándome de
arriba a abajo.
- Mi nombre es Emma Holt y soy
escritora - y le ofrecí la mano.
- Bueno es un placer - y me estrecho
la mano. - Y ¿qué quiere?
- Bueno, pues solamente decirle que no
tiene ni idea de arte - y le sonreí.
De repente toda la sala se quedo en
silencio y Sara se puso al lado de su novio. Yo seguía con la sonrisa y mirando
el cuadro que acababa de mirar Eric.
-
Pero quién te crees que eres - salto Chris, el novio de Sara.
Eric levanto su mano para callarlo y él
así lo hizo.
- ¿Y se puede saber por qué dice eso?
- me preguntó, mirándome con una pizca de enfado en sus ojos.
- Pues por ejemplo, este cuadro, usted
dice que no le transmite nada ¿no?
- Si, no me transmite nada.
- Bueno, a mi si que me transmite -
puse mi mano sobre su hombro y lo gire para que estuviese frente al cuadro y se
quedo mirando mi mano sobre su hombro - no mire mi mano, mire el cuadro
hombre...
- me quejé y el levanto la mirada
hacia el cuadro - yo, cuando miro este cuadro, me transmite nobleza, orgullo,
este hombre se dibuja en el cuerpo lo que es y se lo enseña al mundo,
demostrando que se siente orgulloso y que no se avergüenza de lo que es.
Mientras la gente, lo único que ve, son dibujos obscenos sobre su piel y no miran
el significado de esos dibujos, lo que nos transmiten. - Se quedó mirando el
cuadro sin responderme - Los impresionistas recibieron la misma respuesta
cuando exhibieron su obra en París, en 1874 y mire ahora.
Giro su cabeza y me miró, yo levanté mi
copa y bebí un trago. Me di la vuelta y me dispuse a salir de la sala.
- Jajaja señorita Holt - me llamó. Me
giré lentamente y lo miré.
- Usted no tiene idea de quién soy yo
¿no? - me preguntó sonriendo.
- No - y estaba segura de que no
quería saberlo.
- Me lo imaginaba, pero bueno, tienes
agallas, y me has hecho entender un poco este cuadro. ¿Solo eres escritora? ¿No
pintas?
- No.
- Bueno, me gusto tu discurso. - y
seguía sonriendo - Molly podemos ir a hablar al despacho.
Mire a Molly y vi que en su cara
aparecía una enorme sonrisa.
- Si, por supuesto, sígame - y ella le
señaló.
Se paró a mi lado y me estrecho la
mano.
- Soy el dueño de las empresas Tecno
Mix - ... sabía que no quería saberlo, y se rió.
- Señor, le podría dar el mismo
discurso sabiendo esos datos - tragué saliva, ¡pero qué coño estaba diciendo!
- Jajajaja eres una mujer con agallas
Jajajaja me gusta. - se río - Bueno, vamos Molly.
Me giré para mirarla y con los labios
me dijo "Gracias" y yo asentí sonriéndole.
Cuando me di cuenta la gente seguía a
lo suyo como si nada, salvo dos personas, que me importasen una, Sara. Me
miraba sonriente, como si estuviese orgullosa.
La miré durante unos segundos y salí
de la sala. Necesitaba tomar el aire y darle gracias a Dios por no cagarla una
vez más en mi vida.
- Has estado increíble - me felicito
Sara, estaba detrás de mi.
Me di la vuelta, intentando parecer
calmada:
- Gracias, pero hice lo que hubiese
echo otra persona en mi lugar.
- Si, otra persona, que no lo
conociese como tu - y se empezó a reír y yo me reí con ella.
- Si.
Nos volvimos a mirar y me fije que su
pendiente estaba colgando de su pelo.
- Espera, tienes el pendiente
enganchado en tu pelo - se lo saqué con mucho cuidado para no tirarle - aquí
tienes.
- Oh, gracias.
- Emma, ven - me llamó Mark, que
estaba en la entrada de la cocina.
- Oh bueno, pues nada, nos vemos - me despedí.
- Si, chao - y me sonrió.
Mark estaba con Molly y los dos
estaban muy sonrientes. Sin esperármelo, Molly me dio un abrazo y empezó a
decirme "Gracias"
- Has estado brillante campeona - me
felicito Mark - si ya decía yo, que tantos años aguantándote, algún fruto
tenían que dar - me saco la lengua y yo le eché una mirada envenenada.
- Muchas gracias cariño y no le hagas
caso al bobo de tu amigo - nos reímos y me soltó, yo me di la vuelta buscando a
Sara - me fije... en que no paras de mirar a Sara Simmons - la mire rápido y
ella me guiñó un ojo.
- Bueno, eso da igual, tiene novio.
- Chris ¡Ja! están muy lejos de ser
novios cariño y además, al parecer a ella también le gustas, no te paraba de
mirar en la sala - Ella y las demás personas, le corregí mentalmente.
- No le hagas caso a Molly, cosas de
mujeres, ¿te miró el escote? - me preguntó Mark.
- Me preguntas que si me miró el
escot... ¡Y yo qué sé! Y además yo soy una mujer, por si no te diste cuenta después
de todos estos años - le contesté sorprendida, aunque no se como ya a estas
alturas.
- Entonces nada, olvídate. Yo supe que
Molly me quería porque me miro el paquete, mujer que te mira el paquete, mujer
que es para siempre.
- Eso te lo acabas de inventar.
- No
- Sí
- No
- Sí
- No
- No
- Sí
- ¡Ja, toma ya!
Y Molly se empezó a reír.
- Da igual, lo importante es que es
verdad ¿o no Molly?
- Marcus... te miré el paquete porque
se te había enganchado la camiseta a la cremallera y te tuve que ayudar.
- Y así llevamos diez felices años
casados - y le dio un beso - y los que nos quedan mi amor.
Me encantaba verlos así, tan
enamorados y olvidada la discusión de hoy por la mañana.
- Bueno, yo voy al baño y ya vuelvo a
ayudaros a ordenar.
- No, no hace falta - me dijo Molly, y
Mark se echó para atrás señalándome con el dedo que de aquí no me movía. -
Mark, para de hacer eso y vete a despedirte de los invitados.
- Si querida - le dio un beso en la
mejilla y me echó la lengua.
Yo me reí con Molly.
- Molly, en serio, quiero quedarme no
tengo nada importante y así estaré entretenida.
- Vale - me miró y asintió - Voy a
despedirme de los invitados.
- OK.
Fui al baño, eché un pis, me lavé las
manos y de paso me refresqué un poco. Me eché agua por la cara y por el pecho.
Al salir ya no quedaba nadie, y ya
estaban recogiendo Molly, Mark y los dos camareros.
Yo me puse a ordenar el pasillo, y al
coger un vaso de una mesa, algo brillante, detrás de un jarrón, llamó mi
atención. Me acerqué a ver que era y lo identifiqué rápido, era el pendiente de
Sara. Lo guardé en el bolsillo de la chaqueta y la dejé en una silla que había
en el pasillo, después se lo daría a Molly para que se lo devolviese a Sara, y
seguí ordenando.
Los dos camareros se marcharon y Molly
y Mark estaban ordenando el piso de arriba.
Tocaron el timbre de la puerta y yo me
acerqué a mirar quién era, era Sara, la abrí inmediatamente.
- Hola Sara.
- Hola - me saludo - Esto... vengo porque
me dejé un pendiente.
- Ah si, si, lo tengo yo, lo encontré
mientras ordenaba. Pasa, pasa.- la invité a entrar. - Ven.
La silla con la chaqueta estaba en la
sala de los cuadros. Rebusqué en el bolsillo y lo encontré. Me di la vuelta y estaba
justo detrás de mí:
- Toma... - le dije casi sin aliento y
tendí la palma de la mano, con el pendiente encima.
Ella estiró su pálida mano para
cogerlo y yo eché la mía hacia atrás. Me
miró a los ojos sin comprender y yo me acerqué lentamente. No se movió, era mi
momento, que podía perder... y sin pensarlo más la besé... un beso suave,
cálido, dulce...
Se echó lentamente hacia atrás.
- Gracias - me dijo sin aliento.
- De nada - le respondí. Se dio media
vuelta y se marchó de la casa.
- ¿Quién era? - preguntó Mark, al
escuchar cerrarse la puerta de la entrada.
- Era Sara, que se dejó un pendiente.
- Ah, vale, bueno ya te puedes largar
- me ordenó.
Lo miré y me guiñó un ojo y yo le
sonreí.
- Gracias Em, por todo. - me
agradeció.
- De nada, de nada - y me acerqué para
darle un abrazo y él se apartó.
- Déjate de mariconadas Em - me quede mirándolo
con cara de pocos amigos - ¡Ven aquí mujer! - y me dio un abrazo, o más conocido como el abrazo del
oso, el que no te deja respirar.
Me soltó, Gracias a Dios, y me dio
unas palmaditas en el hombro.
- Adiós Molly.
- Chao cariño.
- Adiós tío.
- Adiós.
Y me metí en el coche... destino:
cama.
A la mañana siguiente, me levante por
culpa del radiante sol que entraba entre mis persianas. Fui al baño y me metí
de cabeza en la ducha, estuve más o menos veinte minutos debajo del chorro de
agua, pensando detenidamente en lo que había pasado ayer y pensando en que
haría hoy... ¿la buscaría o lo dejaría?
Me puse mi bikini, salí al jardín y me
acosté en la tumbona a tomar el sol.
Brrrrrr Brrrrrr… Mi móvil empezó a
vibrar, quién me estaba llamando a las... mire el reloj ya que no tenía idea de
qué hora era, eran las once de la mañana. Mire quien era, era Molly.
- Hola Molly, ¿qué tal?
- Hola Em, bien, mira que estuve
hablando con Sara - me incorporé de golpe - me preguntó cosas de ti, ya sabes,
si tienes pareja, si has salido hace poco de alguna relación...
- Si, si.
- Y le di tu número de móvil, ¿no sé
si te importa? - me preguntó preocupada.
- No, no mujer para nada.
- Bueno, pues te llamara dentro de
nada, para quedar a tomar algo, así que vete preparándote ¡eh!
- Gracias Molly - le colgué y fui
corriendo al armario.
Que me podía poner, piensa vamos
piensa, a ver... me tranquilicé y miré detenidamente el armario. Cogí unos
pitillos rotos, con una básica blanca y una camisa de cuadros, con unas botas
bajas negras.
De repente vibro el móvil encima de la
cama, y yo pegué un salto para cogerlo. Controlé mi respiración y lo abrí:
- ¿Hola? - pregunté cómo quién no sabe
con quién habla.
- Hola Emma, soy Sara
- ¡Hola Sara! ¿Qué tal? ¡Qué sorpresa!
- me hice la sorprendida.
- Si... es que Molly me dio tu número
y bueno... era para preguntarte si te apetecía salir a desayunar, pero si ya
quedaste o ya desayunaste no pasa nada, otro día.
- No, no, me viene perfecto.
- Bien, y ¿en dónde te gustaría
desayunar?
- ¿Conoces el The Space?
- Si
- Pues, nos vemos allí en... ¿quince
minutos?
- Perfecto
- Vale entonces… chao - y me di cuenta
de que empezaba ha crecer una sonrisa en mi cara.
- Chao Emma.
Me cepillé el pelo, hice la cama y cogí
las llaves del coche. Al salir a fuera, recordé que había dejado el coche mal
aparcado, pero no me acordaba haberlo dejado con medio culo para fuera. Me reí
de mi misma y subí al coche.
Al entrar en el restaurante, mire para
todos lados, pero ella aún no había llegado. Me senté en la mesa, en la que me
siento los fines de semana con Mark.
Ana me vio desde la barra y me sonrío.
Se acercó, moviendo las caderas más de lo normal y echándose el pelo para un
lado.
- Hola, Emma.
- Hola, Ana.
- ¡Qué raro tu por aquí entre semana!
- Si, bueno, es que quede con alguien –
de repente se le quito esa sonrisita juguetona y se puso sería.
- Ah y bueno ¿qué quieres para desayunar?
- Esto... prefiero pedir cuando llegué mi acompañante.
- Vale - me contestó seriamente.
Y se marchó pisando fuerte y sin mover
ni un centímetro las caderas. Sonreí.
Sonó la puerta del bar cerrarse y miré
rápidamente. Ahí estaba ella, buscándome como yo lo había echó antes. Nuestras
miradas se cruzaron y nos sonreímos mutuamente. Levanté mi mano en gesto de
saludo y ella hizo lo mismo. Se acercó lenta, pero nerviosa, sonriendo y
mirando para los lados.
- Hola.
- Hola, ¿qué tal? - le pregunté, me levanté
y le sitúe la silla para que se sentase.
- Gracias.
- De nada.
- Estoy bien ¿y tu?
- Si, también estoy bien. La verdad es
que fue toda una sorpresa que me llamases, no me lo esperaba - le dije aún
siguiendo con la mentira.
- Si, la verdad, no sabía muy bien
como te tomarías el hecho de que le pidiese el número a Molly - me contestó excusándose.
- La verdad es que fue una bonita
sorpresa - ella sonrío y miró para otro lado.
Ana se acercó, su mirada era fría.
- Hola, ¿sabéis que queréis? - nos preguntó,
pero sólo me miraba a mi.
- Pues, yo pediré; un café, unos
huevos fritos, beacon y salchichas ¿y tú Sara?
- Ajá - contestó borde mientras
anotaba en su libretita.
Sara se dio cuenta de que Ana estaba
borde por mí, pero hizo como si no se diese cuenta.
- Yo un zumo, un café, unas tortitas y
beacon.
- Vale - y se dio la vuelta y se marchó.
Sara se quitó el bolso y la chaqueta y yo me acomodé en la silla.
- ¿Novias, lío de una noche...?
- ¿Disculpa? - le pregunté, sin saber
de que me habla.
- Tú y la camarera, bueno desde que sé
que eres gay, pues bueno... - y sonrío nerviosa.
- Ah... ¡Ah! No, no, nunca fuimos
nada.
- A vale, vale, es que como vi que te
trató de una manera... especial, pues, no sé - y se río.
- No, nunca tuvimos nada.
Nos quedamos en silencio durante unos
segundos, sabía que necesitaba sacar el tema, pero no sabía como:
- Sara yo...
- Aquí tenéis - me interrumpió Ana. Traía
el desayuno.
- Mmmmm, qué buena pinta - elogió
Sara.
Ana sería, dejo la comida encima de la
mesa, con la cuenta en un platito y se fue. Sara y yo nos miramos y nos reímos:
- A comer.
- Sí.
Nos pusimos a comer casi sin hablar,
soltando alguna que otra palabra entre bocado y bocado, las dos estábamos muy
tensas, y me parecía que queríamos sacar el mismo tema pero ella al igual que
yo, no sabía ni como, ni cuando.
Cuando ya estábamos con el café, decidí
que era el mejor momento.
- Sara - dije mirando para la puerta
del bar.
- Sí - me respondió, mirando fijamente
a la taza de café que tenía encima de la mesa.
- Lo que paso en la casa, ya sabes,
cuando viniste a recoger el pendiente y bueno, nos besamos - la miré
rápidamente, estaba roja y seguía mirando a la taza.
- Si - me volvió a responder.
- Bueno..., pues quería disculparme,
se que tienes novio y no estuvo... - no lo podía decir, que iba ha decirle
"no estuvo bien besarnos" cuando pensaba totalmente lo contrario.
Hubo un silencio incómodo, ella seguía
mirando la taza y yo volví mi mirada hacía la puerta.
- Chris y yo ya no estamos juntos... -
Eso me pilló por sorpresa.
- En realidad, ya no estábamos juntos
desde hace tiempo, la... chispa ya se había apagado. Estábamos juntos por
costumbre, era raro estar separados, pero ayer decidí ponerle fin.
Levantó la mirada de la taza y me miró
a mí. Yo estaba intentando aguantar la sonrisa, pero al parecer no me salio muy
bien, ya que ella se rió.
- Así que, se podría decir qué eres...
¿oficialmente soltera? - le pregunté con un tono de humor.
- Sí, soy oficialmente soltera. - Y
nos reímos juntas.
Deje el dinero en la mesa con la
propina y ella me miró con contrariedad.
- Emma yo...
- Shhhh, déjame invitarte por favor -
le pedí.
- Vale... pero la siguiente la pagó
yo. - Y yo le sonreí y ella me miró extrañada.
- Así que... habrá
"siguiente"... - y levanté las cejas.
Ella se empezó a reír y levantó los
hombros, como diciendo, "¿Quién sabe?", y yo me reí con ella. Salimos
del bar, mi coche estaba justo aparcado enfrente de la puerta.
- ¿Viniste en coche?
- No, me trajo una amiga.
- Ah bueno, si quieres podríamos ir a
dar una vuelta, si no tienes nada que hacer, digo.
- No puedo, lo siento, tengo que
trabajar.
- Oh, bueno, no pasa nada - y miré
para otro lado.
- Pero, podíamos quedar hoy por la
noche, si no tienes nada que hacer - me sugirió.
- Sí, sí, podríamos quedar en... ¿mi
casa?
- Esto… sí.
- No, disculpa, espero que no te
parezca muy lanzado, si no quieres no.
- No, no, si que quiero. Dame tu
dirección. - Fui al coche, cogí un papel y un Boli y se la apunté.
- Toma.
- Gracias, pues nos vemos a las ¿7?
- Perfecto.
- Bueno, me encanto desayunar contigo
Emma.
- Lo mismo digo Sara.
Se acercó para darme un beso en la
mejilla y yo giré un poco la cara, dándomelo así, en la comisura del labio. Se
apartó y me sonrió nerviosa.
De repente sonó un claxon.
- Es mi amiga.
- Oh, vale, bueno... ¿nos vemos
entonces a las 7?
- Si, hasta más tarde.
- Hasta más tarde Sara. - Y se subió
al coche, despidiéndose de mí con la mano. Me subí al coche y fui directa para
casa.
Aparqué el coche en el garaje y miré
el reloj del móvil para saber qué hora era, eran las doce y media. Salí del
auto y fui directa al jardín, me quité la ropa, quedando en ropa interior y me
tiré de cabeza a la piscina. No había nada mejor que darse un baño, un día de
veintiocho grados por la mañana. Buceé por toda la piscina.
Decidí salir y me estiré en la
tumbona, cerrando los ojos. Me puse a pensar en muchas cosas, pero lo que
ocupaba todos mis pensamientos era Sara.
¿Esta mujer sería diferente a las demás? ¿Será lo que llevo buscando
tanto tiempo?
- Hola
Abrí los ojos de golpe y el sol me
cegó y los tuve que volver a cerrar.
- Lo siento, no quería asustarte - se
disculpó una voz de mujer.
Me froté varias veces los ojos y los
fui abriendo poco a poco, mirando al lugar del que procedía la voz.
Era la chica nueva que vivía con mis
vecinos, Astrid.
- Hola y no, no me asustaste,
tranquila.
- ¿Qué tal?
- Esto... bien, aquí, tomando un poco
el sol, ¿y tu?
- Si, yo también.
Nos miramos, ella sonreía nerviosa,
mirando hacia todas direcciones, sin saber que decir.
- ¿De dónde eres? - le pregunté,
intrigada por saber de dónde pertenecía ese acento tan bonito, me apoye sobre
mi costado para tener una mejor perspectiva de ella.
- Soy de Rusia.
- ¡Oh, Rusia! es precioso, yo estuve
en Moscú.
- ¿¿¿mmm??? - me preguntó en Ruso.
-??? ... ???? - dije dudando y ella se
río.
- Muy bien - y me sonrío - yo nací en
Moscú, pero me fui a vivir a Ulitsa Godovikova un pequeño pueblo al Oeste de
Moscú.
- Y ahora vives en Los Ángeles - me reí
- un cambio un poco grande ¿no?
- Si, pero lo llevo bien, salvo el
calor - se río y con un abanico que tenía en la mano se dio aire - no lo
aguanto. En Rusia ahora estaría con el abrigo, la bufanda y el gorro, pero aquí
- se puso de cuclillas - estoy en bikini - y se volvió a reír.
- Si quieres, te puedes dar un baño en
mi piscina - le ofrecí.
- Esto, gracias, pero no - volvió a
ponerse nerviosa.
- ¿Por qué no? te puedes refrescar,
además, ya estás en bikini – ella negó con la cabeza - vamos mujer - se quedó
pensando - ??? ? ???????.
Nos empezamos a reír.
- Vale.
Me levante y fui hacia las vallas para
abrirle la puerta, ya que estaba camuflada. Se acercó al borde de la piscina y
metió el pie. Lo saco rápido.
- Esta fría - y se río.
Se echó hacia atrás para coger impulso
y se tiró de cabeza. Tocó el fondo con la mano y emergió.
- ¡Esta buenísima! - grito y empezó a
bucear.
Yo me reí y salté de cabeza. Empecé a
nadar hacia las escaleras, y mire hacia atrás. Ella estaba apoyada en el muro,
enfrente de mí, mirándome, se soltó y buceo viniendo en mi dirección. Yo me
senté en las escaleras, observando como se acercaba.
Los rayos del sol hacían que su
blanquecina piel brillase bajo el agua. Salió, quedando enfrente de mí,
mirándome fijamente a los ojos. Era una mujer muy bella. Pero algo fallaba en
mí, tenía la oportunidad de besarla y estaba parada, como una estatua, no
sentía el impulso de hacerlo.
Cerró los ojos, yo apoye mi mano en el
muro y me incliné hacia delante. Nuestros labios estaban separados por unos
escasos tres centímetros. Sus labios carnosos, estaban esperando el simple roce
de los míos. Cerré los ojos.
- No creo que yo sea lo mejor para ti,
en estos momentos.
Me levanté y subí las escaleras para
coger el albornoz. Me di la vuelta y ella estaba saliendo de la piscina,
seguramente pensando en por qué no la besé. Yo también me lo estaba
preguntando...
- Toma esta toalla... - me agarró de
la cintura y pegó sus labios con los míos. ¡Dios! me quitó el albornoz y sus
manos empezaron a acariciarme, apretarme, agarrarme... bajo sus labios por mi
cuello, lamiéndolo y succionándolo...
- Será mejor que paremos - le dije,
pero no pensaba eso. Me agarró y me tiró en la tumbona y se puso encima de mí,
metiendo su muslo entre los míos.
- Para... - le pedía, aunque mi fuerza
de voluntad era nula, sabía que tenía que parar esto - ¡Astrid, por favor! -
grité y se separó de un salto. Me miró triste, confusa, se dio la vuelta para
marcharse y yo la agarré del ante brazo.
- No, Astrid, quiero hacerlo, pero no
puedo hacértelo - le explicaba, se dio la vuelta encarándome.
- ¿El qué no me puedes hacer?
- Acostarme contigo... puede que los
primeros días fuesen increíbles, pero sé como soy, y nunca he durado con una
chica más de un mes... - le explicaba - no quiero hacerte daño.
- No me conoces.
- Por eso mismo, prefiero conocerte de
otra manera...
Pensé que se iba a dar la vuelta y me
iba a ignorar, pero me equivoqué, me sonrío y me dijo:
- Bueno, pues mejor que nada jajaja -
se río y yo le sonreí.
- ¿Quieres entrar a tomar algo? - le pregunté y
le hice una mueca.
- Jajajaja si, si, pero no me hagas
reír, que tendría que estar enfadada.
Estuvimos hablando de todo, le hablé
de todas mis relaciones, y ella me escucho y dio sus ideas, era una chica encantadora
y me alegre de no haberme acostado con ella.
- Bueno... yo me voy a secar que tengo
que hacer unas cosas - me dijo.
- Ok, me alegro mucho de haber hablado
contigo, no es que tenga muchas amigas mujeres - y miré hacia otro lado y ella
se carcajeó.
- ¿Por qué será? - se preguntó
haciéndose cómo la que no sabía.
- Jajaja vale, vale, chao.
- Chao - se despidió y me abrazó.
Me metí dentro de la casa, me quité el
bikini, me puse un short y me dejé caer en el sofá, estaba cansada y tenía
sueño. Miré la hora y eran ya las dos. Cogí la almohada y cerré los ojos...
tenía un calentón encima...
Me desperté de un salto y acto reflejo
metí las manos en los bolsillos para
buscar el móvil. Lo cogí y mire la hora, eran las seis, ¡Las seis!
Me levanté corriendo hacia la cocina,
abrí la nevera y empecé a coger comida sin mirar muy bien que era. Lo puse todo
en la encimera y coloqué el mantel, los platos y los vasos en la mesa del
jardín.
Volví a la encimera donde se
encontraba toda la comida, y me quedé quieta pensando que podría preparar. Cogí
la verdura, el tomate, la zanahoria y la cebolla, para hacer una ensalada y lo
demás lo guarde. Fui al frigorífico a coger un pollo que tenía guardado para
ocasiones como esta. Pelé unas patatas, puse unos pimientos, le eché la salsa,
lo metí en el horno y me puse a hacer la ensalada.
Cuando acabé, mire la hora, eran las
seis y media, y al pollo aún le quedaban veinte minutos. Me duché y fui al
armario para mirar que me podía poner. Me decidí por un vestido color carne,
con una cinta negra alrededor de la cintura y unos tacones negros cerrados y me
cepillé el pelo. Puse el vino y la ensalada en la mesa, encendí algunas luces
del jardín y de paso me puse a ordenar el porche, ya que había dejado todo
tirado.
Sonó el horno, eso quería decir dos
cosas: una era que el pollo ya estaba y la otra era que quedaban diez minutos
para que Sara llegase. Abrí el horno y saqué el pollo. Olía genial y lo coloqué
en la encimera, poniéndole encima una tapa de una olla. Fregué y sequé rápidamente
algunos platos y vasos que habían quedado en el lavaplatos y me dirigí al baño
y para maquillarme.
De repente sin previo aviso sonó el
timbre. Se me escurrió el pinta labios de entre los dedos, cayendo en el
lavamanos.
Vuelve a sonar el timbre y salgo
corriendo a abrir la puerta. Me pongo enfrente de esta, me arregló malamente el
vestido y la abro.
Ahí estaba ella, tan hermosa como
siempre. Nos miramos y nos sonreímos. Le hice un gesto para que entrase.
- Gracias.
Al entrar la miré. Llevaba un vestido
azul corto y el pelo suelto.
- Esto... traje este vino para
acompañar la comida - hizo un intento de atraer mi atención y rápidamente eleve
mis ojos. Ella se estaba riendo.
- Permíteme decirte que estas hermosa,
bueno siempre lo estas, pero hoy más que nunca.
- Muchas gracias - miró hacia otro
lado y se ruborizó. Me entregó el vino.
- Ven acompáñame - y le agarré la mano
de manera que no pareciese premeditado y entrelace mis dedos entre los suyos y
ella los agarró.
Ese gesto me hizo sonreír. La llevé a
la mesa del jardín. Le aparté la silla para que se sentase y le serví vino en
la copa.
- De entrante, señorita, va a probar
una exquisita ensalada y de segundo, degustara unos guisantes para el paladar -
hablé con un tono francés y ella se empezó a reír - y por último probara el
plato de la casa Pollo a la patata - y ahí la acompañe en la risa.
Le serví ensalada. Hablábamos de todo
un poco, nada en especial. Cuando terminamos de comer la ensalada. Se levantó
para recoger los platos, me di cuenta de su intención y le agarré suavemente la
muñeca, para que no cogiera mi plato.
- No puedo permitir que mi invitada
recoja los platos.
- Es que no me parece bien que yo este
ahí sentada viendo tú como lo haces todo.
- No, no, no, usted se me sienta que
para algo es la invitada.
Ella me miró y me sonrío. Yo le solté
la muñeca, dejando que mis dedos rozasen con los suyos. La miré y ella apartó
su mirada.
-Bueno... voy a por el Pollo - dije
con la voz temblorosa, sin entender ese gesto que había hecho.
Recogí los platos y me dirigí a la
cocina y llevé el pollo a la mesa.
Empezamos a hablar sobre Molly y Mark,
sobre el trabajo, sobre nuestra vida en Barcelona... Cuando acabamos le serví
el café.
- Espero que te haya gustado todo.
- Todo estaba buenísimo.
- Me alegro.
Miró al cielo. Ya había oscurecido,
estaba lleno de estrellas.
- Es una noche preciosa ¿no crees?
- Si, es preciosa - dije mirándola a
ella. Ella bajo la mirada del cielo y la puso en mis ojos.
- Sara yo... - Sonó el timbre. ¿Quién
podía ser a estas horas?
- ¿Me disculpas? sólo será un
momentito.
- Si, si no te preocupes.
- Después me dices lo que me querías
decir. - Y fui corriendo hacía la puerta y la abrí sin preguntar. Era
Charlotte.
- Hola Charlotte - le dije con un tono
un poco alto y confuso, ya que no me esperaba su visita.
- Me voy a dejar de rodeos y voy a ir
directamente al grano - me dijo con un tono firme.
Yo me enderece y la mire confusa.
- ¿Te acostaste con Astrid?
- ... ¡¿qué?! - y ese "que"
lo dije con un tono un poco alto - No, no, no, no, no, por supuesto que no
¿Ella te dijo algo?
- No, es que la vi salir de tu casa y
pensé que podía haber pasado algo entre vosotras dos. Me alegra saberlo - y su
cara seria se tornó en una sonrisa - Bueno... ¿me dejas pasar?
Le sonreí:
- Buenas noches, Charlotte.
- Buenas noches encanto - me guiñó un ojo y se dio media vuelta.
Yo cerré la puerta y me empecé a reír,
yendo para el jardín.
Al salir al porche, Sara no estaba
sentada en la silla, eleve la mirada y la vi delante de la piscina. Me acerqué
silenciosamente, sin hacer ruido. Estaba de espaldas a mi y cuidadosamente la
rodee entre mis brazos y le di un beso en el cuello. Suspiro, bajó sus manos y acarició las mías. Nos
quedamos así un largo tiempo, hasta que miró su reloj y se separó de mí.
- ¡Es tardísimo! - dijo casi gritando.
- Bueno un poc...
- Me tengo que marchar ¡Ya! - y al
decir eso se metió en la casa.
- ¡Qué! ¿Por qué? - le pregunté
- Mañana tengo un viaje - cogió el
teléfono y llamó a un taxi.
- ¿A dónde?
- Long Beach, negocios.
- Pero... ¿Cuánto tiempo?
- No sé, una o dos semanas.
- Ah - le respondí como si nada y dejé
caer mi trasero en el sillón - esta bien la cosa.
- Lo siento, en serio, me encantaría
quedarme aquí y pasar la noche a tu lado, pero no puedo - me respondió con voz
de disculpa - te prometo que cuando regresé te lo compensaré... - y en esta
última frase le cambio totalmente el tono de disculpa a un tono más sensual. Gire
mi cabeza y me besó, pero no un beso de esos " Uy, que lindo beso"
no, no, de esos que te roban el aliento.
La agarré de la cintura y me dejé caer
en el sillón de espaldas con ella encima. Mi mano descubría cada parte de su
hermoso cuerpo, mientras que ella se aprendía milímetro a milímetro mi cuello.
Empecé a bajar mi mano, primero sus hombros, luego su espalda, su cadera, sus
muslos... Gimió de placer y me mordió el
cuello, me excito de una manera increíble.
Sonó un claxon y las dos miramos a la
puerta.
- Anda lárgate - le dije sonriendo -
en dos semanas te quiero aquí ¡eh! - y la besé - Nos levantamos y nos
arreglamos un poco. Volvió a sonar el claxon.
- Pues ya nos veremos - me dijo
intentando controlar su respiración.
La acompañé hasta la puerta, nos
besamos y se marchó.
Me quité el vestido y me metí en la
ducha. Al salir tenía un mensaje en el móvil. Lo abrí, era de mi padre:
"
Ciao figlia! Come stai? Mi trovo in cittá, vieni a trovarmi, ho una bella
sorpresa. Baci e abracci, tuo
padre."
Conociendo a mi padre, ya llevaría en
la ciudad como mínimo un mes. Me quedé pensando en la sorpresa que me tendría.
Siempre que venía de Italia me traía algo, pero nunca me lo decía.
Yo nací en Italia, estuve viviendo en La Toscana hasta los 12 años,
cuando se separaron mis padres, mi madre era sueca y mi padre Italiano, después
me fui a vivir con mi madre a Suecia. Mi padre siempre me venía a visitar cada
dos meses, se quedaba una semana, en la cual, pasaba todo el tiempo con él. Más
tarde a los 14 años, nos mudamos a Barcelona, donde conocí a Mark. Cuando
cumplí los dieciocho decidí viajar por toda Europa: Noruega, Dinamarca,
Alemania, República Checa, Rusia... mi último destino fue Italia. Después de
ese largo viaje, decidí cambiar una serie de cosas, como decirle a mi familia
sobre mi orientación sexual. Mi padre me aceptó, en realidad, le encantó, él
siempre me decía que sabía que me gustaban más las "Donne". En cambio
para mi madre fue un duro golpe, como una traición, nunca lo aceptó.
Me metí en la cama y dormí.
Me levanté a las 9:00 AM, me puse unos
short y una camisa a rayas, con unas all stars blancas. Cogí el coche y fui
directa a la casa de mi padre.
Al llegar a la casa, aparqué el coche
en el garaje, en el cual se encontraban toda su colección de coches antiguos.
Fui al jardín y ahí estaba él, tirado
en tumbona tomando el sol, mientras Sofía y sus hijos se daban un baño en la
piscina.
- ¡Viejo! - grité. Se levantó de la
tumbona de un salto y dirigió su mirada a la mía.
- ¿Cosa stai facendo? - me dijo
intentando estar enfadado.
- Perdón fratello - le respondí nos
miramos y nos echamos a reír.
- A mis brazos hija - fui corriendo y
lo abracé. Era como estar otra vez en casa - ¿Cómo estás cariño?
- Bien, echándote de menos - y lo
abracé más fuerte.
Fui a saludar a Sofía y a mis
hermanos, no eran mis hermanos del todo, pero yo los quería como tal. Me invitaron
a comer, lo cual yo acepté encantada. Hablamos de todo un poco, de mis
conquistas este último año, de Helena, Sara... Sofía llevó a los niños a
pasear, lo cual nos dejo tiempo para estar mi padre y yo a solas.
- ¿Qué tal con Helena?
- Bien, ya se marchó, hace unos 3
días.
- Y esa tal ¿Sara? ¿Qué tienes con ella? - me preguntó curioso.
- Pues no sé, me gusta y todo, pero es
lo de siempre. Además se marchó ayer, por un asunto de trabajo.
- Mmmm - se quedó pensando. Yo miré a
la piscina, me relajaba ver como el agua hacía pequeñas olitas con la brisa.
- ¿Cuándo? - me preguntó secamente. Lo
miré confusa, sin entender su pregunta.
- Cuándo ¿qué?
- ¿Cuándo te enamoraras de una mujer?
- Papá con todas las mujeres que he
estado, las he amado... a mi manera.
- Ya... pero cuándo encontrarás a esa
mujer que con mirarla se te paré el corazón y se te corte la respiración.
- ¡Papá! en serio, no tengo ganas de
hablar del "amor", ya llegará... - dije intentando salir de ese tema
- además cuál es la sorpresa que me tenías que dar.
- Ah, si - se levantó y cogió un sobre
- toma - y me lo entregó - y no te puedes negar. - Eran un pasaje de avión para Italia, Toscana.
- ¿Y esto? - pregunté confusa sin
quitar la vista de los pasajes.
- Tu abuela quiere verte, la nonna no
esta en sus mejores momentos y desearía que pasarás unos días con ella.
Acepté sin pensarlo dos veces, miré la
fecha del pasaje:
- ¡Es para mañana! - exclamé.
- Si, serían cuatro días - dijo con
toda la calma del mundo - así que prepara rápido el equipaje - y mientras bebía
el café vi como sonreía.
- ¿Y la nonna sigue viviendo en la
misma casa?
- Si, y sigue con las mismas
empleadas... - cogió el café y antes de darle un sorbo dijo - y con Antía,
llego de Suiza hace dos días, esta de vacaciones - me quedé quieta, sentí un
escalofrío por todo mi cuerpo.
- Antía... - pronuncié el nombre, casi
susurrándolo.
[...]
- ¡Antía!¿Dove sei? (¿Dónde estás?)
- ¡Qui! (¡Aquí!)
- ¿Cosa fai? (¿Qué haces?)
- Ho un segret. (Tengo un secreto)
- ¿Che segret? (¿Qué secreto?)
È
venuto e mi baciò... (Se acercó a mí y me besó)
- Scusa... (Perdona)
- ¡Antía! ¿Dove stai andando?
¡Antía!... (¿A dónde te vas?)
"Siamo in Italia, speriamo che ha
avuto un buon volo, grazie"
Me desperté de un salto, había sido sólo
un sueño. Ya habíamos llegado a Italia.
Al salir del aeropuerto, vi a un
hombre con un letrerito en el que ponía mi nombre.
- Ciao
- Ciao - me saludó.
Me dio la llave del Ferrari que se
encontraba detrás de él. Me quedé mirándolo, como toda la gente que se
encontraba detrás de mí.
- Papá - dije sonriendo.
Subí en esa máquina con dirección
Toscana.
Me perdí alguna que otra vez, pero al
final llegué bien, eran las cinco de la tarde. Ahí estaba mi abuela, con los
caballos.
- ¡Nonna! - grité y se dio la vuelta.
Al principio no me reconoció, pero después soltó la vara que tenía en sus manos
y salió corriendo a donde yo estaba.
- ¡La mía ragazza! - empezó a gritar.
Nos dimos un fuerte abrazo, me comió a
besos. Entré dentro de la casa, me saludaron todas las empleadas de la casa,
que me conocían desde que llegué a este mundo. Pero faltaba alguien y mi abuela
se dio cuenta.
- Se encuentra en el establo - me dijo
mi abuela en castellano.
Me dirigí hacía allí y ahí estaba...
bellísima... sentí como se me corto la respiración
- La donna più bella d'Italia... (La
chica más guapa de Italia)
Estaba peinando un cabello, y al
escucharme, giró lentamente la cabeza. Al verla, el corazón paro de latir...
- Non può esser...
- ¿Cosa vuol dire? (¿Qué cosa dices?)
- le dije intentando aguantar la sonrisa y fracasando en el intento.
- Emma...
Corrió hacía mi y me abrazó fuerte sin
dejar algún hueco entre nosotras.
- ¿Come stai? - le pregunté sonriendo.
No nos parábamos de dar abrazos, besos en las mejillas.
- Bene, bene, ¿y tú? - me preguntó en
castellano.
- Muy bien, ¿sabes hablar español?
- Por supuesto, que piensas de mi - y
nos echamos a reír.
Antía fue mi primera amiga, con ella
lo hacía todo de pequeña, éramos inseparables, como hermanas.
Nos pusimos a hablar de todo un poco,
no nos parábamos de
Sonreír mutuamente.
Caminamos por los alrededores de Valle
de Val D'Orcia, hablábamos de todo un poco, sin pararnos en ningún tema en
especial, nos reíamos de nuestras anécdotas de pequeñas y sin darnos de cuenta,
caminábamos agarradas de la mano, nos miramos y nos sonreímos mutuamente. Era
como si no me hubiese ido, como si el tiempo transcurrido hubiese
desaparecido... me sentía otra vez en casa.
Mi abuela nos llamó para cenar. Les
conté todo lo que hice de mi vida, mi trabajo, mis amigos, mis
"amores". Todos en esa casa, sabían sobre mi orientación sexual y nos
le importaba ni lo más mínimo. Les dí a todos unos regalitos que había comprado
en Barcelona, estaban encantados. Cuando acabamos de cenar, mi nonna me llevó a
la que había sido mi habitación de pequeña.
Al entrar, volvieron a mí un montón de
recuerdos. La habitación no había cambiado ni lo más mínimo, tenía el mismo
edredón, la misma alfombra, el mismo escritorio, las mismas fotos... Era como
retroceder en el tiempo.
- ¿Qué te parece?
Me dí la vuelta y ya no estaba mi
abuela, en su lugar estaba Antía.
- Increíble, no me acordaba de cuanto
echaba de menos esto...
Se acercó a mí, mirando al suelo y me cogió
la mano, sentí un escalofrío. Me llevó a la cama y me quedé mirando nuestras
manos unidas que reposaban sobre su muslo. Nos miramos a los ojos, esos ojos,
que de pequeña me había perdido en ellos tantas veces, me miraban con ternura y
cariño. Pero quito su mirada de la mía y la dirigió al suelo.
- Te eche mucho de menos... - me dijo
en bajo.
Con la mano que tenía libre, le agarré
el mentón y suavemente le levanté la cara para poner mis ojos sobre los suyos.
Tenía los ojos bañados en lágrimas, me destrozó el alma ver la así y cuando me
quise dar cuenta, la tenía entre mis brazos pidiéndole perdón por haberla
dejado.
- Lo siento, yo... lo siento... sé que
tenía que haberte llamado, pero, pero... - no sabía el 'por qué' de nunca
haberla llamado, ese miedo que tenía de escuchar su voz. Yo, al igual que ella,
me preguntaba ¿Por qué? Se apartó de mí y me miró.
- Te fuiste... sin despedirte si
quiera - tenía la voz rota - tú para mi lo eras todo... eras mi amiga, mi
hermana, mi... – de repente se calló- será
mejor que te dejé dormir - dijo intentando sonreír - siento haberme puesto así,
solamente que necesitaba desahogarme.
- Tienes todo el derecho...
Me abrazó y nos quedamos así durante
unos minutos.
- Buonanotte - se despidió.
- Buonanotte bella - le respondí y
ella me sonrió
- Nunca cambiaras - y me echó la
lengua.
Me deje caer en la cama de espaldas y cerré
los ojos…
Me desperté con el sol en mi cara,
mire la hora, las 9:00 A.m. y me di cuenta que esta habitación no tenía
persianas y las cortinas que tenía eran de una tela muy fina.
- Me cago en... - empecé a maldecir
mientras me dirigía al baño. Primero me lavé la cara, luego los brazos, luego
las axilas, hasta que decidí meterme de cabeza en la ducha. Me puse un short
vaquero ajustado, una camisa blanca sin mangas y unas botas negras y me hice un
moño en la cabeza.
Escuché desde el baño, que abajo ya
había mucha gente trabajando. Bajé las escaleras y me quedé en las últimas.
Desde esa altura podía ver a Antía en una habitación, estaba hablando con
alguien, pero la pared no me dejaba ver quién era. Estaba tan hermosa, llevaba
un vaquero roto, con unas botas de montar y una sudadera. Mire a la izquierda
de las escaleras, había una mesita con un montón de rosas rojas y cogí una.
Me dirigí a donde estaba Antía:
- ¿Cómo estás bella? - le dije
dulcemente y con una sonrisa.
Giró la cabeza y me miró, en sus ojos
había sorpresa al verme y de repente de detrás de la pared, salió un chico que
la cogió y la beso.
Sentí un dolor punzante, nunca había
sentido este dolor, me quedé viendo esa escena, quería partirle los morros a
ese ragazzo y salir corriendo. Mi nonna apareció de la nada y me agarró del
brazo y me metió en la cocina.
- ¿Qui cosa fai? - me preguntó con
gesto de pena.
- Nada... - sentí en lo más profundo
de mi ser, odio, pena, rabia, tristeza... era como una explosión de
sentimientos, que sólo se podían demostrar de una forma...
- Oh... la mía ragazza, non piangere -
me dijo secándome la lágrima.
- Abuela voy a salir, cogeré un
caballo del establo, intentaré estar aquí a la hora de comer.
- Si, vete - y me soltó el brazo.
Salí corriendo y tiré la rosa que
tenía en el lodo. Cogí a Furia y me alejé todo lo posible de la casa. Fui hasta
un árbol que se encontraba en una montaña, desde el cual, podías ver todos los
campos de la Toscana.
Bajé del caballo, lo até en una rama y
me dirigí al árbol. Empecé a buscar en su tronco una cosa, pensaba que ya se
habría borrado pero no... Quité un poco de ramas y hojas que tenía y ahí estaba
lo que había escrito 13 años atrás, " Emma & Antía”
Sin aviso alguno, las lágrimas me
empezaron a caer como si se tratase de cataratas. Me dejé caer al suelo y me
abracé las piernas, mientras me hundía en mi llanto. Lloré y lloré hasta que el
cuerpo no pudo más y me quedé dormida.
Abrí los ojos, el sol ya había bajado
bastante, serían las seis de la tarde. Noté que mi cabeza estaba muy cómoda y
mire hacia arriba. Ahí estaba ella, mirándome con esos ojos que me mataban.
Sentí otra vez ganas de llorar, pero intente aguantarme.
- Scusa... - me susurró, mientras
pasaba sus dedos entre mis cabellos.
- ¿Perché? - pregunte fría, distante.
- Por el chico de la mañana...
- ¿Qué pasa con el? - pregunté sin
mirarla y me levanté - es muy guapo, ¿es tu novio? - seguía sin mirarla, mientras
arrancaba hierba seca del suelo.
- Si - me respondió secamente. Fue
como si me pegasen en las tripas. La mire a los ojos con rabia, pero
rápidamente aparté la mirada.
- ¡¿Qué?! - me preguntó gritando.
- Nada.
- ¡Quiero que me digas que es lo que
pasa! - me exigió.
- Yo a ti no te tengo que decir
nada...
- ¡Qué!, o si creo que si - se levantó
y yo la seguí con la mirada - el día anterior estuvimos genial, riéndonos,
recordando momentos de cuando éramos pequeña y hoy me ves con él y te vas... me
parece que tenemos algo de que hablar.
- Creo que me puse celosa... - no la
miré, tenía la vista puesta en el horizonte.
- ¿Por qué? - preguntó con curiosidad
y se arrodilló a mi lado.
- No sé... pero nunca me había puesto
así - sentí como me rodeaba con los brazos, y antes de que me abrazase
completamente me levanté - Bueno, será mejor que nos marchemos ¿no? ya está
oscureciendo - me miró sin comprender y yo le di la mano y le sonreí.
Subimos a nuestros caballos y
regresamos a la casa. Mi abuela me preguntó donde me había metido y yo le
comenté todo un poco por encima. Cenamos y más tarde me fui al porche a tomarme
un té. Sonó la puerta abrirse y salió Antía:
- ¿Me puedo sentar contigo? - me
preguntó con el té en la mano, la mire y eché la silla para atrás y ella me
regaló una sonrisa.
Estuvimos unos minutos en silencio,
sin articular palabra alguna.
- Creo que es la segunda vez que me
pongo celosa en mi vida - comenté sin venir a cuento.
- ¿Ah si?
- Si... la primera vez fue hace 14
años, cuando te diste tu primer beso con
el grasso (gordo), quería matarlo cuando me lo contaste -
De repente, sin aviso alguno, se
empezó a reír.
- ¿Qué pasa?, ¿Qué dije? - preguntó
totalmente confundida.
- Em, mi primer beso no fue con el
grasso - se volvió a reír.
- ¿Ah no? y entonces ¿con quién fue? -
y dejé el té y me agarré disimuladamente a la silla esperando la respuesta.
- Pues contigo boba - y me sonrió.
- ¿Qué?
- No te acuerdas aquel día por la
noche, cuando éramos pequeñas, me estabas buscando y cuando me encontraste te
dije que tenía un secreto y te besé...
Me dejé caer sobre la silla y
entrelace mis dedos.
- Así qué...
- Así qué ¿Qué? - preguntó divertida.
- Así qué llevo celosa 14 años de mi
vida, ¿para nada? - nos miramos y nos echamos a reír.
Nos acabamos el té y nos fuimos a
dormir. Yo no podía conciliar el sueño, eran las 11 de la noche. Miré por la
ventana y sin pararme a pensarlo me levanté y me dirigí a la habitación de
Antía. Todo el mundo estaba durmiendo. La abrí sin hacer ruido y me metí en la
cama con ella. Se dio la vuelta y me miró.
- No puedo dormir - dije como escusa.
Sin mencionar palabra, apoyó su cabeza
en mi hombro y yo instintivamente la entrelacé entre mis brazos. Dormimos
juntas toda la noche.
Empezó a salir el sol, me di cuenta en
la situación en la que me encontraba y que si entraba alguien, por mucha verdad
que le dijese, sería complicado de creer, así que decidí levantarme.
Estaba bellísima durmiendo, le aparté
un mechón de pelo que le caía delante de la cara y suavemente dibujé el
contorno de sus rasgos, acerqué mi rostro al suyo, pudiendo sentir sus
respiración... mmmm deseaba besarla, hacerla mía en ese momento, decirle que...
sonó una puerta abrirse en el pasillo ¡mierda! Empecé a separarme de ella
suavemente para que no se despertase y salí de cuclillas de la habitación hasta
el baño.
- Ufff - suspiré.
Me quité el short y la camisa... olían
a ella. Me metí en la ducha y me di un baño de agua fría. Fui a la habitación y
me puse unos jeans con una camisa caída y unos tenis y cogí el teléfono, tenía
22 llamadas perdidas de Mark...
- ¿Hola, eres tú E?- preguntó
nervioso.
- Hola Mark, ¿Qué tal? - le pregunté
de lo más tranquila.
- ¿Cómo qué? ¿Qué tal? Pero tu estas
loc... - me quité el móvil de la oreja, ahora me iba a echar un largo sermón y
no estaba de humor para aguantarlo, espere unos 4 minutos y me lo volví a poner
- ... ¡Dios! ¿Dónde coño estás metida?
- En Italia...
- En... en... - note como intentaba
coger aire y me reí por lo bajo - en... ¿Italia?, pero muchacha... ¿qué se te
ha perdido por ahí?
- Vine a visitar a mi abuela y me
quedaré unos días más - escuché el motor de un coche, me giré y un coche estaba
aparcando enfrente de la casa - Mark, tengo que colgar, dale saludos a Molly y
a los niños, estaré allí en unos días.
- Vale, me alegra oír tu voz, espero
que estés bien.
- Si, si, tranquilo... ¡ah, una cosa!
- Dime.
- Te quiero Mark.
- Y yo a ti muchacha - y colgamos.
Me dirigí al coche, se abrió la puerta
y salió un hombre. Era el chico de ayer, el novio de Antía, cerré
instintivamente los puños y apreté la mandíbula. Antía salió de repente de la
casa y se acercó a él. Empezaron a discutir, estaba demasiado lejos para
escucharlos y ella lo agarró del brazo y lo metió dentro de la casa.
Sin pensarlo dos veces salí corriendo
hacia la casa, entre dando un portazo.
- ¡Buongiorno! - dije en voz alta y
entre en la cocina. Ella estaba en una punta de la cocina y él en la otra -
Ciao.
- Ciao - me contestó el chico, estaba
serio, mirando fijamente a Antía.
Nos quedamos en silencio, nos mirábamos
unos a otros, esperando a que alguno dijese algo.
- ¿Pasa algo? - le pregunté a Antía,
pero con la mirada puesta en el chico.
- No, nada, nos podrías dejarnos
solos, necesito hablar con él - me pidió.
- Okey, si necesitas algo, llama,
estaré por aquí.
- Ciao ragazzo.
- Ciao.
Subí al piso de arriba sin mirar
atrás, entre en mi habitación y me dejé caer en la cama. Después de unos 10
minutos escuché un portazo y el rugir de un motor. Bajé corriendo las escaleras
y ahí estaba ella, dándome la espalda.
- ¿Antía, stai bene? - me acerqué
lentamente a ella.
Se dio la vuelta, tenía los ojos
bañados en lágrimas, aparté la silla que se interponía en mi camino hasta ella
de un manotazo y al abracé. Me entrelazó entre sus brazos y se puso a llorar.
Quise salir afuera y coger a ese ragazzo y partirle la cara.
- Ya está amore, ya pasó - le
susurraba.
Situó sus labios en mi cuello y sentí
sus lágrimas recorrerlo hasta llegar a mi pecho. Empezó a subir lentamente, hasta
tenerlos a escasos milímetros de mis comisuras. Mi cuerpo ardía en deseo, mis
manos empezaron a bajar lentamente hasta sus caderas y ella entrelazó sus
brazos alrededor de mi cuello.
- Scusa amore...
Me besó, fue un beso tierno, dulce,
suave, lento... Empezamos con un simple roce de labios, pero nuestros cuerpos
pedían más y nuestras lenguas se encontraron. La piel me ardía, sentía sed de
su boca, metí mis manos por debajo de su camisa y empezaron a recorrer hasta el
último centímetro de su piel. Presionó su cuerpo contra el mío, yo la agarré de
las nalgas, la puse encima de la encimera, me rodeó con sus piernas y empezaron
a haber roces intensos. Recorría con mi lengua su cuello, dando pequeños
mordisquitos, bajé hasta llegar a sus senos, abrí de un tirón la camisa,
rompiendo todos los botoncitos de esta. Se las mordí, chupé, besé, apreté... Me
agarró la cabeza y me la movió para pegar sus labios con los míos.
- "Dios, no sabes cuantas veces
soñé con este momento " - me susurró.
Me quitó la camiseta, me acarició los
senos, parándose en los pezones duros y me los lamió, dando pequeños
mordisquitos que me hacían gemir de placer.
Sonó en el piso de arriba cerrarse una
puerta, nos miramos y rápidamente nos pusimos las camisas y la ayude a bajar de
la encimera.
- Buongiorno - saludo mi abuela.
- Buongiorno - le saludamos Antía y
yo.
Nos miró fijamente y sonrío. Antía y
yo nos intercambiamos miradas.
- ¡Ah, nonna! Hoy no me quedo a comer
- le comenté como quien no quiere la cosa.
- ¿Y eso? - me preguntó, pero esa
pregunta no sólo la decía ella.
- Porque quedé... - dije sin
importancia.
- Ah, vale... - mi abuela se dio la
vuelta y se dirigió a la despensa.
Miré a Antía.
- ¿Qué pasa? - pregunté inocentemente,
como si no supiese que había ocurrido.
- ¿Con quién quedaste? - me preguntó
sería.
- Con piu bella ragazza... (Con una
chica muy hermosa) - y le guiñé un ojo. Su boca se torno en una sonrisa. Me
dirigí hacía el teléfono, cogí las llaves y me puse al lado de Antía y me
acerqué a su oído.
- Cuando esa bella ragazza quiera
verme... sabrá dónde encontrarme.
Giró su cabeza y la besé.
- Ciao bella.
Salí de la casa con una sonrisa de
oreja a oreja, queriendo saltar, correr, gritar... nunca me había sentido tan
plena... estaba tan feliz que no cabía en mi. Subí al coche y me dirigí a un
riachuelo que había a unos tres kilómetros de la casa. En ese río era donde
Antía y yo de pequeñas, nos bañábamos en el verano y donde pasábamos la mayor
parte del día.
El río estaba como siempre, con sus
mismos árboles, sus mismas piedras, su misma hierba... cogí una manta que tenía
en el coche y la extendí sobre la hierba. Miré el reloj, eran las 12 de la
mañana, ella no llegaría hasta entrada la tarde, así que decidí ir a hacer unas
compras al pueblito más cercano. Me quedé a comer en un restaurante que había.
Compré champaña, comida, unas almohadas
y unas velas y regresé al río. Lo preparé todo, poniendo las velas alrededor de
la manta y las almohadas. El champagne lo dejé en un costado con la comida.
Miré el reloj, eran ya las 4 de la tarde, así que decidí acostarme en la manta.
Me desperté de un salto, miré el
reloj, eran las 6 de la tarde y escuché el motor de un coche.
Miré el pequeño camino que había y
apareció ella. Nos sonreímos, al acercarse más, se fijo en todo lo que tenía
preparado y se ruborizó.
- Ven - le dije extendiendo mi mano,
ella entrelazó sus dedos y yo la atraje
a mí. La abracé y ella se dio la vuelta para mirar el río, me acerqué a su oído
y le susurré - Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos lo hará... - Me
miró a los ojos, no necesitábamos más palabras, sobraban...
Empecé a recorrer lentamente su cuello
con mis labios. Se dio la vuelta y quedó enfrente de mí. Rodeó sus brazos
alrededor de mi cuello y me besó. Fue un beso lento, intenso, de los que van
camino de algo. Yo le rodee la cintura, besé otra vez su cuello y ella gimió,
se dio la vuelta, rozó sus labios con los míos, y me mordió el labio inferior.
La apoyé cuidadosamente en la manta, la empecé a besar sin parar, necesitaba
sentir su boca sobre la mía, sus labios, su lengua, su aliento. Clavé mi mirada
en sus ojos y me quitó la camisa. Descendió la vista y empezó recorrer con sus
manos, suavemente mis pechos, dibujando
su contorno mientras bajaba. Yo la miraba asombrada, su pelo, sus ojos,
sus labios... ella. Bajó sus manos hasta mi pantalón, volvió a clavar su mirada
en la mía y me sonrío.
Me eché hacia atrás y la levanté. Me
acerqué, le di un beso en el hombro y empecé a desabrochar los botones. Ella
con la mano levantó mi cabeza y me besó. Pausadamente, le quité la camisa. Eché
la cabeza hacia atrás, para poder observarla. Aún era más hermosa. Le besé el
cuello y comencé a bajar hasta llegar a sus senos y ella entrelazo sus dedos
entre mi cabello y gimió. Se quitó las botas y bajó sus manos hasta mis pantalones.
Levanté la mirada, me sonrió pícaramente e introdujo una de sus manos dentro
del pantalón y puso dos dedos sobre mi clítoris. Me eché hacía delante y la besé
para silenciar mi gemido. Me bajó el pantalón y yo empecé a hacer pequeños
movimientos de cadera y piernas para quitármelo y tirarlo al suelo. Me levante
sobre mis manos, la miré sin perder ningún detalle de su cuerpo. Empecé a
descender lentamente y ella puso sus manos sobre mi pecho y yo giré sobre mí, amarrándola
de las caderas, dejando que quedase encima. Me eché hacia delante y la bese.
Mis manos comenzaron a moverse sin descanso sobre cualquier trozo de su piel
que pudieran encontrar, acariciando y estimulando mi deseo por ella. Me rodeó
con sus brazos, correspondiéndome, y yo deslicé mi mano entre sus piernas. Dio
un pequeño respingo y empezó a moverse un poco sobre si misma y entrelazo sus
dedos entre mis cabellos. Bajo una mano por mis muslos, jadeé de placer. Nos
miramos a los ojos y me puse encima de ella juntando nuestros clítoris. Las dos
gemimos y ella me agarró la cintura. Empecé a hacer lentos movimientos hacia
delante y hacia atrás. Lanzaba pequeños grititos. Desde su cuello, empecé a
trazar un camino de besos descendiente por su cuerpo, haciendo pequeñas paradas
y mi boca tomo el lugar de mi vagina.
Grito de placer.
Dirigí mi boca a la cara interna de su
muslo, la miré a los ojos y lo besé. Volví
a subir por su cuerpo, lamiéndolo, besándolo. Con sus manos, me agarró la
cabeza para ponerme a su altura y poder besarme. Volví a entrar en ella y me mordió
el labio de placer.
Hice movimientos más rápidos, mientras
respiraba frenéticamente y ella gemía a la vez que agarraba mis glúteos. Ella
volvió a meter su mano dentro de mi ser.
Su momento llego directamente después
del mío. Gritó y yo la abrace.
Nos quedamos quietas unos minutos,
luego yo me eche hacía un lado y ella se ciño a mi y yo la rodee con mis
brazos.
Estuvimos hablando de todo un poco,
cambiando de tema sin darnos de cuenta. Me contó anécdotas de ella después de
que me fuera, su primer día en la escuela, su primera amiga. Me quedé
escuchando, hipnotizada.
Volvimos a hacerlo unas cuantas veces más en toda la
noche...
Abrí los ojos, ya había oscurecido, la
luna nos iluminaba con la ayuda de las velas, mire hacia la derecha y ahí
estaba ella, apoyada sobre mi brazo durmiendo. Gire mi cuerpo para tenerla
enfrente de mí y alargue mi brazo libre para acariciarla. Empecé por los
hombros, bajando lentamente, haciendo pequeños dibujitos, hasta llegar a sus
caderas.
Volví mi mirada a su rostro y le
acaricie su moflete colorado. Sonreí.
Abrió lentamente los ojos, y la mire
fijamente, con la sonrisa aun presente en mi cara.
- Buongiorno Principessa (Buenos días
Princesa) - empezó a sonreír y su sonrisa fue un reflejo de la mía - ho sognato
tutta la notte con te... (He soñado toda la noche contigo)
Puso su mano sobre mi mejilla y con la
otra se apoyo para besarme. Fue un beso suave, un roce de labios, pero cargado
de sentimiento. Y sin apartar aun sus labios de los míos:
- Buenos días mi amor, yo también he
soñado tutta la notte con te. (Toda la noche contigo)
La besé y sonaron nuestras barrigas simultáneamente:
- El toque romántico que faltaba ¿no
crees? - me dijo con un tono irónico y me reí.
- Será mejor que comamos algo.
Nos levantamos. Me quede mirándola,
desnuda.
- Mmmmm, ahora si te puedo ver mejor -
me mordí el labio - y me encanta.
Se puso colorada:
- Tu no te quedas atrás - me respondió,
pero no mirándome precisamente a los ojos
Me carcajee y me puse los boxers y la
camisa.
- ¿Dónde esta mi camisa? - me pregunto
buscando por debajo de las almohadas.
- No sé, pero estás mucho mejor así -
le guiñé un ojo.
Se levanto del suelo y yo cogí la
comida que había comprado para picar y el champagne.
Nos sentamos una enfrente de la otra y
nos pusimos a hablar de todo un poco y acabamos hablando sobre nuestros amores.
- ¿Y con cuántos chicos has estado? -
pregunté cómo quién no quiere la cosa.
- ¿Qué con cuántos chicos he estado?
Mmmmm... Pues... Paolo el primero, luego un noviete tonto en la universidad, después
Marco y Leonardo el último, con el que corte. Cuatro en total, ¿y tú? - y se
metió una fresa en la boca y me sonrío.
- ¿Yo? pues déjame que cuente... - se
me quedo mirando sonriéndome aún - unos... 12 o 13 - dije sin importancia.
- Mira... la docenita... - y dio un
sorbo al champaña.
- Esos chicos, chicas... alguna más -
abrió los ojos de sorpresa. Eh... unas 50 - y me eche a reír.
Me miro seria y volvió a dar un sorbo
al champaña
- ¿Qué te pasa?
- No, nada... - y se quedo seria mirándome
- es que como yo solo he estado contigo y para ti soy la quincuagésima... - me reí
- es raro - dijo incómoda.
- Mira pincipessa, liarte con 50
chicas, es de lo más fácil. Lo difícil es enamorarse, ¿sabes... sentir que
alguien te roza con sus dedos y se te ponen los pelos de punta? - le pregunté.
Me sonrío y asintió.
- Pues en eso... eres tú la primera -
y le cogí de la mano.
- Tú para mi también eres la
primera... - me acerqué y la besé.
Recogimos todo para marcharnos y cada
una subió en su coche. Llegamos a la casa y al bajar de los coches nos cogimos
las manos y entramos dentro.
- Ciao - dijimos a la vez.
- Ciao - nos saludo mi abuela y nos
miró las manos y sonrío.
Antía se fue a dar una ducha y yo fui
a mi habitación, me puse a ordenarla y me fije en los billetes que se
encontraban en la mesita. ¡Los mire! mierda, ¡mañana me marchaba por la tarde!
¿Cómo paso tan rápido el tiempo?
Antía entró en mi habitación con la
toalla alrededor de su cuerpo, me rodeo con sus brazos y me beso el cuello.
- ¿Qué haces, amor? - y siguió mi
mirada hasta los billetes y los empezó a leer.
- Joder... - dije por lo bajo.
- ¿Mañana? - preguntó triste.
- Scusa amore, no me acordaba de que
era ya mañana - me giró lentamente y me besó - Ti amo - me susurró. La mire a
los ojos, esos ojos... sin pensarlo, le quité la toalla y le hice el amor...
Dormimos juntas, pegadas,
entrelazadas... no quería separarme de ella por nada en el mundo. A la mañana
siguiente volvimos a hacer el amor, esta vez, disfrutando de cada beso, de cada
caricia, al máximo.
Desayunamos todos juntos, hablamos,
reímos... me regalaron unos presentes para llevar a Barcelona.
Fuimos mi nonna, Antía y yo en coche hasta
el aeropuerto. Comimos algo en el bar y me acompañaron hasta la puerta de
embarque.
- Ciao, mía ragazza - me dijo mi
abuela con la voz triste y me abrazó.
Antía estaba con los ojos llenos de
lágrimas, le puse un mechón detrás de la oreja y la besé.
- Te amo - le dije, nunca esas dos
palabras habían tenido tanto significado en mi vida.
- Yo también te amo - me respondió y
se le cayeron dos lágrimas. La entrelace entre mis brazos y le jure:
- Nos volveremos a ver... nuestro
destino es estar juntas - y la besé
[...]
Llegue a mi casa, tenía los ojos
hinchados de llorar. Tiré la maleta en el suelo y me dejé caer en el sofá y me
agarré las piernas... volvía a caer en llanto. La echaba de menos, su mirada,
su voz, su risa, sus besos, sus caricias...
Sonó el timbre de la casa y dejé que
tocasen, no tenía ganas de ver a nadie.
- Soy Mark, ¡Em, se que estás en casa,
ábreme! - me gritó. Me levantó sin ganas y le abrí la puerta:
- ¡Dios! estás horrible.
- Idiota... - le reproché y volví a
llorar.
- ¡Oh, mierda! lo siento Em - corrió y
me abrazó.
- No es tu culpa Mark - decía entre
sollozos.
- ¿Pero qué te pasa? - me dijo con
angustia.
- Me he enamorado... - y mi llanto fue
más fuerte.
Le conté todo, desde que llegue a
Italia hasta que regresé. El me escuchó atentamente y a veces sonreía. Me
volvió a abrazar:
- Enamorada... - susurró y sonrío -
quién me lo hubiese dicho, me hubiera reído en su cara.
- Ya y yo - protesté.
- ¿Necesitas que me quedé hoy? - me preguntó.
- No, no hace falta, vete. Mañana ya
estaré mejor.
- Bueno - se levantó - mañana volveré
a pasar a verte - se inclinó y me besó la frente - te quiero.
- yo - le contesté y se marchó
Me puse a ordenar la casa, intentando
no pensar en ella, pero no podía. Ella ahora se iría para Suiza y yo me
quedaría en Barcelona... ¿eso es todo? ¡No! me dije a mi misma. Cogí el teléfono
y llame a mi nonna:
- Nonna soy yo.
- ¿Come stai? - me preguntó alegre.
- Bene bene, ¿está por ahí Antía? -
pregunté con un poco de desesperación.
- No, se marchó hace unas horas a la
casa que tiene en Roma, ¿Quieres el número de la casa, ragazza?
- ¡Si! per favore - me lo dio y yo lo
anoté. Me despedí y rápidamente lo marqué
Estaba nerviosísima, no sabía que
decirle, quería escuchar su voz, su risa...
- ¿Ciao? - era un voz de hombre.
- Ciao... ¿Antía? - pregunté confusa.
- Non, sono Leonardo, ¿e voi?
Me quedé en silencio... ¿Leonardo, que
hacía en su casa?
- ¿Ciao? - preguntaba é. Se escuchó
una voz de fondo, era Antía.
- Chi è? - le preguntó.
Colgué rápidamente, sentí como se me
derramaba una lágrima. Me levanté y tiré el teléfono contra la pared, empecé a
tirar con todo lo que me encontraba a mi paso.
¡¿Por qué?! - grité y me derrumbé en
la cama, y volvió el llanto de hace unos minutos.
Me levanté un poco mejor y me fije en
todo el desastre que había montado ayer. Me puse a ordenar y a limpiar. Me di
cuenta de que el ordenador estaba tirado en el suelo, lo cogí y lo encendí.
Tenía una historia de hace unos meses que no había acabado.
Sentí como la inspiración se apoderaba
de mi, todo lo que sentía lo expresaba con el ordenador. No podía parar, cada
vez que se iba una idea, llegaba otro mejor.
Empecé a escribir y estuve así varios
días. Me venía a ver casi todos los días Mark, a veces, con Molly y los niños.
Estuve más o menos una semana.
Una noche como otra cualquiera,
mientras yo estaba ensimismada en mis ideas, sonó el timbre. Mire el reloj, ya eran
las 10 de la noche. ¿Quién podría ser?
-¿Quién es?
- Soy yo, Sara.
Abrí la puerta sin pensármelo y ahí
estaba ella. Nos sonreímos y saltó a mis brazos y me besó.
Cerró la puerta de una patada y me
llevó hasta el sillón dándome besos. Mi cuerpo se estaba excitando, pero mi
mente estaba en otra parte. Empezó a desabrochar mi camisa,
- Sara... ahora no - le pedí, me miró
extrañada - lo siento - me disculpé.
Nos separamos y nos sentamos en el
sofá, y me puse a abrochar los botones.
- ¿Hice algo que te molestará?
- No, no, tú no hiciste nada, es
que... - giré la cara, sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas. Suavemente
movió mi cabeza para mirarme a los ojos.
- ¿Qué te pasa? - me preguntó
dulcemente y sin pensarlo dos veces me abrace a ella y el llanto que llevaba
guardando tanto tiempo estallo.
Le conté todo, al igual que había echo
con Mark, y ella me escuchó atenta. Cuando acabé con un pañuelo me secó las
lágrimas que se desbordaban por mis mejillas.
- Te me escapaste, cachis... - dijo
apenada y yo me reí - ¿y ahora qué vas a hacer? - me preguntó intrigada.
- ¿Cómo que qué voy a hacer? –
pregunté sin entender.
- ¿No vas a ir a por ella? Digo, tú la
amas y por lo que me contaste, ella a ti.
- Ella tiene novio - y al decir esa
frase sentí una rabia intensa que me hizo cerrar los puños.
- Bueno... no lo sabes - la miré y
levante una ceja, ¿qué me quería decir? - a ver, tú no sabes si ella esta con él,
vale, llamaste a su casa y él te cogió el teléfono, pero podía estar ahí por
mil razones.
Me quedé pensando en lo que me dijo,
podía tener razón, pero también se podía equivocar. Es lo más comprensible que
volviese con él, corto por sus sentimientos hacia mí al estar yo allí y ahora
que me fui, puede que sus sentimientos se asentasen. Meneé la cabeza para
intentar apaciguar todas esas ideas.
- Sara... ¿Te gustaría quedarte a
dormir? - le pedí e hice un puchero.
- Jajaja, vale, vale, si me lo pides
así... - y me echó la lengua.
Desde ese día Sara y yo nos volvimos
las mejores amigas, siempre estaba en mi casa o yo en la suya, y casi todos los
días dormíamos juntas. Paso un mes desde el viaje, mis sentimientos ya se
habían calmado bastante y me sentía mejor.
Una tarde cualquiera, estaba en la
tumbona y Sara haciendo la comida. Sonó el timbre.
- ¡Voy yo! - me gritó Sara y yo me
quedé ahí acostada tomando el sol
- ¡Ey bicho! Te busca una chica y no
está nada mal - me llamó y me guiñó un ojo.
- Bicho, te voy a dar yo a ti, bicho -
me levanté y fui corriendo detrás de ella para hacerle cosquillas.
- No, no, cosquillas no - me suplicó y
yo la agarré por la cintura mientras ella no se paraba de mover y reír - ¡Para,
para!
- No voy a parar jajaja - y me
carcajee.
- ¿Emma?
Esa voz... el corazón se me paró,
sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Me separé automáticamente de Sara.
- ¿An...? Antía? - tartamudeé. Abrí
los ojos como platos, era imposible.
- ¿Es esa Antía? - preguntó en voz
alta, sorprendida.
Me quedé mirándola, la tensión se
palpaba en el ambiente.
- Esto... mejor me marchó, tengo
unas... cosillas que hacer - mintió Sara.
Yo estaba clavada en el suelo, mirando
a los ojos de Antía.
- Chao - y me dio un beso en la
mejilla y me fije como Antía frunció el ceño - esto... fue un placer - le dijo
Sara y se marchó.
- ¿Qué haces aquí? - le pregunté
fríamente.
- No me llamaste.
Sentí que mi corazón volvía a latir,
mi temperatura aumentaba y mis puños se cerraban.
- Si lo hice - le reproché.
- ¿Qué? ¿Cuándo? - preguntó enfadada.
- El día después de que llegué a Barcelona. Se quedó pensando,
contando los días para atrás.
- Me cogió tu novio, Leonardo - esas
palabras me hicieron sentir un pinchazo, noté como los ojos se me llenaban de
lágrimas y los cerré. Ella me miró y abrió los ojos.
- ¿Mi qué? – preguntó y su tono fue un
poco alto.
- No te hagas la tonta, dímelo y ya,
prefiero que me lo digas, ya asumí que te perdí.
Se empezó a reír descaradamente. Noté
como la rabia aumentaba, pero la confusión también.
- ¡¿Pero de qué te ríes?! - le exigí y
me puse enfrente de ella.
- Jajaja ese día había venido a buscar
unas cajas que tenía en mi casa, para mudarse a su nueva casa.
Me quedé paralizada, mi mirada no
tenía un punto fijo, estaba perdida.
- Así que... ¿no estás con el? -
pregunté sin aliento.
- No... - y la silencié con un beso,
me entrelazó entre sus brazos y empecé a besarle todo el cuerpo - mi amor, para
la próxima vez será mejor que me llames y aclaremos las cosas - me decía
mientras me acariciaba.
Me reía entre beso y beso que le daba.
- Te amo - le dije - te amo, te amo,
te amo - y me calló con un beso en los labios.
- Yo también te amo.
Le hice el amor lentamente,
disfrutando de cada momento al máximo, la amaba, y quería demostrarle cuanto...
Después de hacer el amor, nos quedamos
dormidas abrazadas, no estaba dispuesta por nada del mundo separarme de ella.
A la mañana siguiente, me desperté con
una sonrisa y abrí los ojos. Me estaba mirando.
- Eres hermosa, mi amor - me susurró.
Estiré mi mano y acaricié las pequeñas
arrugas que se le formaban en la frente al sonreír.
-Te amo, mi vida - me eché hacia
delante y le di un beso en la frente.
De repente se puso sería y puso
morritos.
- Y a todo esto ¿quién era la chica de
ayer? esa que le hacías cosquillas.
- Ah, mi amante ¿por? - le dije de
broma y me pegó en el hombro.
- ¡Ay! - me quejé - es una amiga, que
me ayudo cuando... ya sabes, pensaba que habías vuelto con Leonardo.
- Ah... - dijo tristemente.
Sonó cerrarse la puerta, sabía que era
Sara por el portazo.
- ¿Quién es? - me preguntó Antía.
- Es Sara, seguro que viene para saber
que tal salió todo contigo - y la señalé con un dedo.
Me levanté enrollándome la sabana y le
di un beso:
- Es mejor que nos levantamos amor -
le sugerí. Frunció los labios como una niña caprichosa y se levantó, dirigiéndose
al baño y yo me puse a buscar un short y una camisa.
- Si te quieres duchar, hay toallas
limpias en el armario.
Me vestí y salí fuera, ahí estaba ella
tirada leyendo una revista. Al abrir la puerta se inclinó hacia atrás para
poder mirar dentro de la habitación y me sonrió:
- Las cosas al parecer te salieron
bastante bien ¿no? - le tiré un cojín a la cara, y nos reímos.
Cuando Antía salió de la ducha, la
presente a Sara, congeniaron bastante bien. Las tres nos pusimos a hacer la
comida y pusimos la mesa fuera. Hablamos de todo y Antía contó lo vivido desde
su perspectiva, como sé sintió al verme en Italia después de tantos años.
- Si me disculpáis, voy por agua - se excusó
Antía y se levantó.
- Mira como son las cosas... os conocíais
desde pequeñas y ahora de mayores os reencontráis y os enamoráis - comentó Sara
con una leva sonrisa.
-En realidad siempre estuve enamorada
de ella, desde pequeña, siempre supe que mi corazón ya era de una persona, pero
no sabía de quién. Estuve con tantas mujeres buscando el amor. Estaba tan
perdida... - Antía me entrelazó con sus
brazos y me besó la mejilla - y llegaste...
[...]
Pasaron tres años desde eso, ahora
vivimos juntas y tenemos planes de boda. Vivo con ella en Suiza, pero siempre
que tenemos vacaciones vamos a Italia o Barcelona. Sigo en contacto con mis
amigos y mi familia. Una nueva pareja, que había presentado de casualidad y que
al parecer, desde el principio hubo algo, es Sara y Astrid. Helena... que puedo
decir, fue la segunda mujer más importante en mi vida, la quise y quiero con
todo mi corazón, pero cuando le conté sobre Antía, no la acepto tan bien como
esperaba, siempre tuvo esperanzas de que hubiese algo entre nosotras... y mi
historia, aquella que escribí en uno de los peores momentos de mi vida, fue publicada
y tuvo gran éxito... ¡Viva mi desgracia!
Y mi amor... la sigo amando como la primera
vez y aún más, lo que he aprendido de todo esto, es que el amor no se acaba;
sólo nos damos un tiempo para empezar de nuevo y hacerlo más y más grande y
fuerte...
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Muy buena la historia, no se que tiene la Toscana italiana que es tan romántica. Gracias Noita.
ResponderEliminarUn saludo desde España. MC.
Me encantooo la historia el amor triunfooo e hizo que emma no sea una ojo alegre jajajaj besos ARGENTINA
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