Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Y Llegaste - Noita


Su cuerpo desnudo entre las sabanas, se acercaba lentamente hacia mí. Me apoyé sobre mi codo para besarla y sin darme de cuenta, ella me empujo, quedando encima de mí. La levanté para sentarla, para poder estar a su altura. Estábamos sentados, ella encima de mi, mirándonos fijamente a los ojos, no necesitábamos palabras para saber como nos sentíamos, sólo con mirarnos nos lo decíamos todo. Le agarré de la cabeza y la besé, la besé apasionadamente y entre en ella. Apartó su boca de la mía y jadeo, echó la cabeza hacia atrás, dejando al descubierto su cuello. Lo besé, lo recorrí todo con mis labios  y mi lengua, mientras ella jadeaba y entrelazaba sus dedos entre mis cabellos. 

Baje mis manos por su espalda hasta llegar a sus glúteos, los agarré con firmeza y volví a entrar en ella. Grito de placer, echó la cabeza para delante y me miró, se apoyó en mis hombros, se levantó y se dejó caer y volvió a gritar de placer. Yo le sonreí y me dejé caer sobre mi espalda. Puse mis manos sobre su cintura, haciendo lentos movimientos hacia arriba y hacia abajo.  Me miró mientas sonreía y se echó hacia delante, entró en mi  y me besó. Jadeé de placer. La apreté contra mi pecho y empezamos a hacer movimientos más bruscos, apartó su boca de la mía, para ponerla sobre mi cuello. Gritamos a la vez.

Se echó hacía un lado y yo estiré mi brazo para que se apoyará en el. Pero no lo hizo, se levanto, desnuda, en la oscuridad de la noche y se dirigió al baño.
La seguí con la mirada hasta que entro. Me levanté, y me puse a buscar mis boxers:

- ¿Sabes dónde dejé mis boxers?

- Jajaja la verdad, es que en ese momento no estaba muy atenta a dónde tirabas tu ropa.

Sonreí en la oscuridad:

- Mira encima de la cómoda...

Encendí la lámpara que había en mi mesita de noche, y levanté la mirada hacia la cómoda. Ahí estaban, colgando de la esquina del espejo que había encima de la cómoda. Me los coloqué y cogí una camisa de tiras y salí al jardín.
La piscina tenía una pinta estupenda, y hacía calor, ya que nos encontrábamos en el mes de Junio. Sin pensármelo más, me quite la camisa y me tire de cabeza a la piscina.
Nadé de una punta a otra. Me apoyé en el muro de la piscina y me fije en la casa que había al otro lado, la de mis vecinos. La ventana de arriba de todo a la izquierda, era la habitación de Charlotte, mi vecina, la que me tira los tejos desde que supo de mi orientación sexual. Agaché la cabeza y me empecé a reír. Volví a mirar hacia la ventana y allí estaba ella, mirándome. La saludé y ella sonrío, miró atrás suya y bajó la persiana.  Me sumergí, y me di vuelta, mirando el cielo lleno de estrellas, estuve más o menos dos minutos, hasta que no pude aguantar más y salí. Empecé a tragar aire como si la vida me fuera en ello:

- Más cuidado, o si no tendré que entrar a socorrerte.

Rápidamente me di la vuelta y miré hacia las vallas. Ahí estaba Charlotte, apoyada sobre el muro de vallas sonriéndome. Era increíble como había cambiado, de ser la pequeña niña que correteaba por el jardín, a ser una chica hermosa:

- ¿Qué tal estás Emma?

- Bien, disfrutando del baño.

- Ya veo, ya veo... - me miró de arriba a bajo - me podría... apuntar.
Me sonrió picadamente, miré hacia otro lado y sonreí:

- No, me parece que no.

- ¿Por qué? - pregunto haciendo una mueca.

- Pues… por dos cosas en especial. Primera, estoy con una chica y…

- Yo no la veo por ningún lado.

Me miró fijamente y fui yo quien tuvo que apartar la mirada.

- Y segunda, eres mi vecina.

- Esa, justamente esa, no es un inconveniente - me guiñó un ojo - todo al revés.

Se abrió la puerta del porche y salio Helen:

- Cariño, ¿Dónde esta el aceite?

Se quedó mirando el panorama y me sonrió sin ganas.

- Esta al lado del microondas.

Se dio media vuelta y entró dentro. Ahí supe que me metí en problemas:

- Conmigo no tendrías esos problemas...

- Jajajaja eso seguro... contigo serían peores.

- Jajajaja.

Subí las escaleras y ella me silbó, gire la cabeza y la miré  sin entender a que venía eso:

- Tu espalda desnuda es exactamente como me lo imaginaba.

Miré hacia abajo, ¡estaba completamente desnuda de cintura para arriba! :

- ¡Mierda!

- Jajajajajaja tranquila, no tapas nada que no hubiera visto antes.
Fui corriendo a ponerme la camisa.

- Lo siento

- No tienes que disculparte por nada. Bueno, espero que nos volvamos a ver en una situación parecida.

- Jajaja

- Adiós.

De alguna forma, cuando me dijo adiós, una pequeña parte de mí, muy pequeña, quería seguir hablando con ella.

- Chao.

Me dirigí hacia el porche sin mirar atrás. Al entrar, estaba la luz de la cocina encendida y olía a huevos fritos. Estaba colocando en la mesa dos platos con dos huevos fritos. Me miró, pero rápidamente aparto su mirada. Se dirigió hacia la nevera, abrió la puerta y yo rápidamente la cerré, se dio la vuelta y la besé y la puse contra la nevera.

Aparto su boca de la mía para poder respirar y yo seguí besándola por el cuello. Me agarro la cabeza y fijo su mirada en la mía:

- Los huevos se van a enfriar.

- En serio te preocupa ahora eso...

- Sabes que me encanta acostarme contigo, pero necesito comer, que el viaje es muy largo.

Me aparte de ella a regañadientes y ella agarro mi mano, llevándome hacia la mesa. Nos sentamos y empezamos a comer. No hablamos en ningún momento. Cuando acabamos me levante y deje los platos en el fregadero. Me abrazo y me beso la espalda, yo gire lentamente y con las dos manos la aparte contra mí para poder besarla. Abrazadas mientras nos besábamos fuimos al cuarto.
La apoyé suavemente sobre la cama, mientras la besaba, ella giró la cabeza:

- No quiero hacerlo...

Me quedé quieta encima de la cama, con mis labios aún pegados sobre su piel:

- No quiero decir que no tenga ganas, sólo que hoy es mi último día aquí y me gustaría que durmiésemos juntas.

La miré y le sonreí, me deja caer sobre la cama y la entrelace entre mis brazos. Dormimos toda la noche juntas, sin dejar ningún espacio entre nosotras...

A la mañana siguiente, el sol brillaba y el cielo estaba azul. Estiré mi brazo, en busca de ella,  pero ya no estaba, en cambio, había dejado una nota:

“Cuando leas esto, significa que ya me habré marchado, gracias por esta semana, espero que nos volvamos a ver dentro de unos meses.
Te quiero.”

Miré el reloj, eran las once y media, me levanté de la cama y fui al baño a mear. Puse la sartén para freír unos huevos con beacon y me di cuenta de que los platos de ayer ya estaban lavados y guardados. Ella siempre tan atenta. Mientras desayunaba, me fije por la ventana del jardín, en la casa de Charlotte. Estaban ella, sus  padres y otra chica más, que no la podía ver muy bien. Me levanté, dejé los platos y me puse el bikini. Salí al jardín a averiguar quién era esa chica:

- Hola - me saludo Charlotte.

- Hola vecinos.

- Hola - recibí el saludo y una sonrisa de los padres de Charlotte.

La chica no se giro, estaba entretenida observando el jardín.

- Esto... Hola - la saludé.

Ella se dio la vuelta, para saber quién la saludaba. Era muy bella, su piel era blanca, sus ojos eran de un azul plateado y era morena. Me quedé mirándola fijamente.

- Hola, mi nombre es Astrid - me saludó. Tenía un precioso acento.
Al ver que no le respondía insistió.

- ¿Y tu cómo te llamas? - y se rió por lo bajo.

- Este... disculpa, mi nombre es Emma

- Jajaja es un placer Emma.

- El placer es todo mío.

- Bueno Emma, le tenemos que seguir enseñando la casa - me dijo el padre de Charlotte. Le mire extrañada.

- Es que tiene una beca para estudiar aquí y nosotros le alquilamos una habitación. Se viene a vivir a nuestra casa.

Yo aún seguía ahí mirándola.

- Pues será todo un placer tenerte como vecina.

- Lo mismo digo Emma - y me sonrió.

- Bueno, adiós Emma - se despidió el padre.

Y él, su mujer y Charlotte dieron media vuelta para meterse en casa, pero ella no, nos quedamos mirándonos.

- Vamos Astrid - le dijo la mujer.

- Si, si disculpe.

Y se dio la vuelta y se metió en casa.

Fui a mi casa, con ella en la cabeza. Cogí el móvil y tenía un mensaje de Mark, para que nos viésemos en el "The Space". Es un restaurante al que solemos ir juntos los fin de semana, desde hace años.
Me puse unos pitillos y una camisa blanca con unas romanas y cogí las llaves del coche.

Cuando entre en el The Space, él ya estaba sentado en nuestra mesa, con un café y leyendo el periódico. Fui directa a la mesa y me dejé caer en la silla.

- ¿Qué tal Em? - me preguntó sin levantar la vista del periódico.

- Bien, bien ¿y tu?

 - Pues bien lo de siempre... - y ese siempre sonó apagado, de repente dejó el periódico de un golpe en la mesa y me miró a los ojos cabreado.

- Molly y yo hemos vuelto a discutir. Dice que no paro de mirar a otras mujeres, ¡A otras mujeres!

- Mark..., ¡Es qué no paras de mirar a otras mujeres! - le respondí mientras me colocaba en la silla.

- ¡Ya! Pero que le voy a hacer, soy un hombre, está en mi naturaleza, en mi ADN, ¡Soy un depredador!

- Qué eres un depred... además, sabes que odio que pongas esas excusas tan machistas - le dije con voz de razón.

Y Ana, la camarera del The Space, nos interrumpió, para servirme el café y me guiño el ojo:

- Gracias - le dije por lo bajito. Y Mark, siguió hablando:

- ¡Aja! Tu no serás un hombre pero vamos... que vienes siendo lo mismo - levanté una ceja mientras le pegaba un sorbo al café - tu primero te las follas y después si viene bien miras y si no que más da. Pero yo no puedo - levantó su mano izquierda y bajo todos los dedos menos el que tenía el anillo - Te doy un consejo...

- Sorpréndeme artista - le respondí con tono de humor.

- Nunca te cases - me dijo con gesto de decepción.

- Mark... tú estás casado.

- Por eso mismo. - y cogió el periódico y siguió leyendo.

Yo me empecé a reír. Os voy a explicar quién es Mark, que es el diminutivo de Marcus. El  es mi mejor amigo desde que somos pequeños, él es el típico hombre gordito, bajito, calvo y con perilla. Esta casado con Molly, el amor de su vida, llevan juntos diez años y tienen tres hijos, dos niños y una niña, de los cuales yo soy su madrina.

- Ahhh Alan, hoy Molly y yo vamos a dar una pequeña fiesta en casa, ¿Te apuntas? puedes traer a Helen si quieres...  - y me miró

- No... Helen se fue hoy por la mañana.

- Ah bueno, puedes traer a otra chica si quieres, pero si puede ser que tenga... ya sabes, educación - y volvió la mirada al periódico mientras aguantaba la risa.

- ¡Vamos hombre! fue ya hace un año y sólo fue una vez y además ¡yo qué sabía!, hablar no era justamente lo que hicimos... y pensé que todo eso lo decía solamente en la cama, no pensé que hablase así.

Me miró y no aguanto más, se empezó a reír descaradamente:

- Jajajajajajajajajajajaja fue buenísimo, cuando Molly le dijo "Hola, ¿Qué tal?" -  y ella le contestó -  "¡De puta madre tía, joder! ¿Este puto garito es tuyo? es la ¡Puta hostia! Buah que puta pasada ¡Joder!" - Pensé que me moría de la risa y Molly se quedó en shock jajajajajaja, cuántas palabrotas dijo en una misma frase, no sé, más o menos 4, 5, 80 jajajajajaja.

- Si, si, tu te lo pasaste genial, ¡Dios! nunca pasé tanta vergüenza. - y agache la cabeza recordando ese momento.

- Ay, ay... ¡qué bueno! - y con la manga se seco las lágrimas que le caían de la risa.

- Tu ríete ¡eh! Amigo ¿no? es cómo te llaman...

- Vamos, vamos, no te enfades. Bueno, ¿al final vienes o no?

- Si, si que voy.

- Vale, pues estate allí a las seis, ¿OK?

Se levantó, dejó el periódico, el dinero de los cafés y la propina.
 Yo le negué con la cabeza y el levanto el dedo mandándome a tomar por culo:

- Mañana pagó yo ¡Eh!

- Si, si, nos vemos.

Cogió el maletín y se marchó. Yo me levanté y me di cuenta de que Ana me estaba mirando, pero la verdad no tenía ganas de estar con nadie.

Llegué a casa y preparé la ropa para más tarde y me metí en cama, pensé en muchas cosas y unas de esas cosas fueron: Helen, Charlotte y Astrid... Hasta que me quedé dormida, soñando con esas mujeres.

Me levanté a las cinco y cuarto tiempo justo para ducharme y vestirme. La ducha me refresco. Me puse un vestido negro, con la palabra de honor y que le caía un lado más largo que el otro, con unos tacones abiertos negros. Me dejé el pelo suelto, me maquillé, me eché colonia y me fui.

Al salir de casa me tope con Charlotte y Astrid:

- Hola chicas - les salude.

- Hola Emma, ¡qué guapa estás! - me elogio.

- Hola - me saludo Astrid.

- Gracias Charlotte, vosotras también estáis muy guapas.

- ¿A dónde vas? - me pregunto Charlotte.

- A una fiesta.

- Mira que cosas, nosotras también, con suerte vamos a la misma - se río Charlotte.

Note a Astrid nerviosa y supuse que era por causa de mi presencia.

- Bueno chicas, me tengo que ir, fue un placer - me despedí.

- Lo mismo digo - dijo Charlotte.

- Chao - se despidió Astrid y yo le sonreí y se sonrojo.

- Adiós.

Y me metí en mi Mercedes Benz 250 SL rojo.

Llegué a la casa y había un par de coches aparcados. Saqué de la guantera la botella de vino que tenía guardada para ocasiones especiales, como esta, cuando se me olvidaba comprar un presente. Toqué la puerta y me abrió Mark:

- Hey, ¿Qué tal Em? ¿Estás sola? - y levantó la cabeza para ver si había alguien detrás de mi.

- Jajaja si, vine sola, toma - y le entregué la botella de vino.

- No hacía falta Em, sacar la botella de emergencia de la guantera de tu coche para cuando se te olvida comprar un presente, es algo muy amable por tu parte - me miró y me sonrío falsamente.

Yo me empecé a reír y el me acompaño.

- Odio que me conozcas tanto - me queje.

- No te preocupes, lo importante es que no te conozca Molly - y nos reímos.

- ¡Hola! - me saludo Molly con entusiasmo y me dio un abrazo, miró la botella que tenía Mark en las manos - No hacía falta Em - y me sonrío - tu siempre tan atenta - y miró a mis espaldas igual que había echo antes Mark.

- ¿Y los niños? - pregunté, mirando para todos lados.

- Están con mi hermana de vacaciones

- Ah - dije un poco triste.

- Bueno pasa, pasa, no te quedes ahí parada mujer. - me dijo Molly.

- Voy a dejar la botella en la nevera - sugirió Mark.

Entre en el salón y había un grupo de personas, y me fije que todas estaban emparejadas.

- Lo siento, pensé que ibas a traer una "amiga", como haces siempre.

- No pasa nada, sólo que en estos momentos, no estoy con nadie.
Y ella me miró y me sonrío, tenía una suerte Mark de tener una mujer como Molly, ella lo amaba mucho, al igual que él a ella.
Cogí una copa de champaña y salí afuera, no me sentía muy cómodo ahí dentro.

Fui a la piscina, tenía una pinta estupenda para bañarse, pero me tuve que aguantar las ganas. Levante la vista y vi a una chica de pie, no la podía ver bien, estaba de espaldas a mi, mirando el cielo lleno de estrellas. Pude observar en la oscuridad de la noche, con la luna iluminándola, que llevaba un vestido negro que no le tapaba su espalda, su piel era blanca y su pelo recogido en un moño, era de un rubio apagado.

Me acerqué lentamente, sin hacer el menor ruido, intentando formar parte del silencio de la noche. Sólo se escuchaba la música y las risas de la casa.

- Hola - la saludé y ese “Hola” parecía formar parte de la oscuridad de la noche.

Ella se dio la vuelta, sin alterarse lo más mínimo y me miró:

-Hola - me respondió.

Ahora la podía ver bien, la luna se iluminaba su cuerpo, sus labios eran finos, pintados de un rosa suave, sus ojos eran pequeños y de un marrón oscuro, era alta, y me fije en sus tacones, le ayudaban a tener esa altura. Su vestido era negro y le formaba un bonito escote, era corto, con plumas al final, sus tacones eran plateados y con rayas. La mire de arriba ha abajo, sin perder ningún detalle, era muy hermosa.

- ¿Quién eres? - me preguntó, en un intento de que dejase de mirarla tan atentamente.

- Mi nombre es Emma Holt y soy amiga de Mark y Molly, ¿y tú?

- Yo, bueno, vine con... esto... mi novio - no sé porque, pero en su tono, al pronunciar la palabra novio, no estaba muy segura de ser la definición correcta para quien quisiese ser esa persona - nos invito Molly, trabajó con ella.

-Ah, bueno, pues es todo un placer eh... - me di cuenta de que no me dio su nombre - disculpa, ¿cómo dijiste que te llamabas? - le pregunté

- No te lo dije - y me sonrío - mi nombre es Sara Simmons - y se acercó para darme la mano - es un placer Emma.

- Lo mismo digo Sara - y nos sonreímos mutuamente.
Nos quedamos mirándonos a los ojos sin saber muy bien que decir.

- ¿Te gusta la fiesta?

- Si...

- Si, a mi tampoco - nos reímos juntas - suelen ser mas divertidos, ya sabes, Twist, Rock, pero no sé, hoy se les dio por lo tradicional - se empezó a reír y yo la acompañe.

- ¿Y de qué los conoces?

- Bueno, a quién más conozco es a Mark, somos amigos desde el instituto.

- Ah, entonces sois amigos desde hace mucho tiempo.

- Jajaja ¿Es una forma rebuscada de decirme que soy mayor? - le pregunte de broma.

- Jajajajaja no, para nada - se rió.

Nos quedamos mirándonos, era una mujer increíblemente hermosa, su mirada era dulce y a la vez seductora.

- ¡Sara! - grito una voz masculina desde atrás. - ¿Dónde estabas? Te estuve buscando.

El hombre se acercó y se puso a su lado. Iba muy trajeado y llevaba el pelo para atrás con la raya al medio.

- Salí a fuera a tomar un poco el aire y... - la interrumpió.

- Sabes Eric Palmer, el hombre de negocios del que te hablé, pues le explique mi propuesta y le gusto, dijo que se lo pensaría, ¡no te parece increíble! - dijo el hombre, que no cabía en si de la felicidad.

- Oh, me alegro mucho cariño - y su tono, no era para nada como el del hombre, al contrario, era como si no le importase.

- ¡Dios, qué bien! - se dio la vuelta y me miró, al parecer no se había dado cuenta de que yo estaba allí - esto... ¿tu quién eres?

- Su nombre es Emma Holt - me presentó Sara.

- Ah... La amiga gay de Mark - respondió con un tono burlón - Mi nombre es Chris Corps, su novio.

- La misma, sólo que me suelen llamar Emma, ya sabes... no es por nada especial, manías de una de que la llamen por su nombre - se lo dije sarcásticamente y intentando sonreír me dio la mano y yo se la agarré.

Sara me miró confusa, como intentando comprender algo, y yo le sonreí. Hubo un silencio incómodo durante unos segundos.

- Bueno... - dijo el, mirando para Sara - ¿entramos? así te podré presentar a Eric Palmer - dijo el volviendo a la alegría de antes.

- Sí, sí, por supuesto - respondió ella, intentando sonreír, pero fracasando.

- Pues fue todo un placer haber hablado contigo Sara.

- Lo mismo digo Emma - y me regalo una sonrisa sincera y yo se la devolví. Le di la mano, y se la apreté suavemente, deslizando el dedo gordo, por sus dedos.

- Vamos, vamos - y la agarró del brazo, despegando nuestras manos.

La miré mientras se iba y entraba dentro de la casa.
- Vaya hombre más oportuno - dije por lo bajo, con desagrado.

Me acerqué a la piscina y me agaché, con la mano izquierda sujetaba la copa de champaña y con la derecha deslizaba los dedos por encima del agua.

- ¡Hey! Vamos Em, que ya estamos enseñando los cuadros - me grito Mark.

Me levante de golpe y el me hizo una seña para que entrase. Al entrar, me pegué a él:

- ¿Qué cuadros? - le pregunte, ya que el no había mencionado cuadro ninguno. - No me dijiste nada de ningunos cuadros.

- Ya... porque supuse, que si te hubiese dicho que esto era una exposición de cuadros no vendrías, así que te dije que era una fiesta - me dijo sin importancia.

Yo bufé y me reí:
- Soy escritora Mark, lo que quiere decir que soy una artista, lo que si tienes un poco de lógica te lleva al punto de que amo el arte. Los cuadros son arte, ergo yo amo el arte - le expliqué con toda la lógica. Me miró, con cara de indiferencia y se metió un cacahuete en la boca:

- Lo que yo te decía, una fiesta, ¡a la cachonda, disfruta! - me dio un cachete en el culo y se dio media vuelta y se marchó. Me quedé mirando como se marchaba mi amigo, mientras me reía.
Me acerqué a la sala donde se encontraban todos los cuadros. Pude observar que todos los cuadros eran sátiras sobre la homosexualidad.

Observe cada cuadro detenidamente, absorbiendo todo el arte que poseía, todo lo que nos transmitía.

- ¿Qué te parece cariño? - me pregunto Molly, metiendo su brazo debajo del mío.

- Pues la verdad, son increíbles Molly - le dije con toda aprobación.

- Gracias - y me sonrío amigablemente – bueno, voy a seguir preguntando, a ver si a los demás también les gustan al igual que a ti.

- Seguro y si no, no tienen idea de lo que es arte - me dio un apretón en el brazo y se despidió de mí con una sonrisa.

Yo seguí mirando los cuadros, disfrutando de ellos. Al darme la vuelta para ver el siguiente cuadro, se encontraba Sara mirándolo.
Me acerqué y me puse a su lado:

- ¿Qué te parece? - le pregunté

Y sin apartar la mirada del cuadro me respondió:

- Son increíbles, como nos transmiten lo que sienten, como luchan por ser aceptados, como se muestran al mundo.

La miré sorprendida y ella se giró y me miró confusa.

- Bueno es mi opinión - me dijo, como si intentase arreglar algo malo que hubiese dicho - ¿Cuál es la tuya?

- Exactamente, la misma.

Me miró, mi respuesta no se la esperaba, y de sus ojos salió un brillo, que podía ser el reflejo del mío propio.

- Que abominación, esto no tiene ningún sentido - dijo una voz.
Sara y yo nos miramos y las dos escuchamos lo que dijo aquel hombre. Me di la vuelta. Ese hombre estaba con Chris, el novio de Sara.

- Puff, es Eric Palmer - dijo ella con desagrado

- Ese es el Eric Palmer del que hablo tu novio ¿no? - le pregunté.

- Exacto.

Me di la vuelta y me acerqué a el. Estaba hablando con Molly.

- Lo siento Molly, pero no daré mi dinero para financiar unas obras así.

- Pero señor Palmer, estas obras...

- Disculpe, es usted Eric Palmer, si no me equivoco.

- El mismo,  ¿quién es usted?  - me pregunto con arrogancia, mirándome de arriba a abajo.

- Mi nombre es Emma Holt y soy escritora - y le ofrecí la mano.

- Bueno es un placer - y me estrecho la mano. - Y ¿qué quiere?

- Bueno, pues solamente decirle que no tiene ni idea de arte - y le sonreí.

De repente toda la sala se quedo en silencio y Sara se puso al lado de su novio. Yo seguía con la sonrisa y mirando el cuadro que acababa de mirar Eric.

-  Pero quién te crees que eres - salto Chris, el novio de Sara.
Eric levanto su mano para callarlo y él así lo hizo.

- ¿Y se puede saber por qué dice eso? - me preguntó, mirándome con una pizca de enfado en sus ojos.

- Pues por ejemplo, este cuadro, usted dice que no le transmite nada ¿no?

- Si, no me transmite nada.

- Bueno, a mi si que me transmite - puse mi mano sobre su hombro y lo gire para que estuviese frente al cuadro y se quedo mirando mi mano sobre su hombro - no mire mi mano, mire el cuadro hombre...
- me quejé y el levanto la mirada hacia el cuadro - yo, cuando miro este cuadro, me transmite nobleza, orgullo, este hombre se dibuja en el cuerpo lo que es y se lo enseña al mundo, demostrando que se siente orgulloso y que no se avergüenza de lo que es. Mientras la gente, lo único que ve, son dibujos obscenos sobre su piel y no miran el significado de esos dibujos, lo que nos transmiten. - Se quedó mirando el cuadro sin responderme - Los impresionistas recibieron la misma respuesta cuando exhibieron su obra en París, en 1874 y mire ahora.

Giro su cabeza y me miró, yo levanté mi copa y bebí un trago. Me di la vuelta y me dispuse a salir de la sala.

- Jajaja señorita Holt - me llamó. Me giré lentamente y lo miré.

- Usted no tiene idea de quién soy yo ¿no? - me preguntó sonriendo.

- No - y estaba segura de que no quería saberlo.

- Me lo imaginaba, pero bueno, tienes agallas, y me has hecho entender un poco este cuadro. ¿Solo eres escritora? ¿No pintas?

- No.

- Bueno, me gusto tu discurso. - y seguía sonriendo - Molly podemos ir a hablar al despacho.

Mire a Molly y vi que en su cara aparecía una enorme sonrisa.

- Si, por supuesto, sígame - y ella le señaló.

Se paró a mi lado y me estrecho la mano.

- Soy el dueño de las empresas Tecno Mix - ... sabía que no quería saberlo, y se rió.

- Señor, le podría dar el mismo discurso sabiendo esos datos - tragué saliva, ¡pero qué coño estaba diciendo!

- Jajajaja eres una mujer con agallas Jajajaja me gusta. - se río - Bueno, vamos Molly.

Me giré para mirarla y con los labios me dijo "Gracias" y yo asentí sonriéndole.

Cuando me di cuenta la gente seguía a lo suyo como si nada, salvo dos personas, que me importasen una, Sara. Me miraba sonriente, como si estuviese orgullosa.
La miré durante unos segundos y salí de la sala. Necesitaba tomar el aire y darle gracias a Dios por no cagarla una vez más en mi vida.

- Has estado increíble - me felicito Sara, estaba detrás de mi.
Me di la vuelta, intentando parecer calmada:

- Gracias, pero hice lo que hubiese echo otra persona en mi lugar.

- Si, otra persona, que no lo conociese como tu - y se empezó a reír y yo me reí con ella.

- Si.

Nos volvimos a mirar y me fije que su pendiente estaba colgando de su pelo.

- Espera, tienes el pendiente enganchado en tu pelo - se lo saqué con mucho cuidado para no tirarle - aquí tienes.

- Oh, gracias.

- Emma, ven - me llamó Mark, que estaba en la entrada de la cocina.

- Oh bueno, pues nada, nos vemos - me despedí.

- Si, chao - y me sonrió.

Mark estaba con Molly y los dos estaban muy sonrientes. Sin esperármelo, Molly me dio un abrazo y empezó a decirme "Gracias"

- Has estado brillante campeona - me felicito Mark - si ya decía yo, que tantos años aguantándote, algún fruto tenían que dar - me saco la lengua y yo le eché una mirada envenenada.

- Muchas gracias cariño y no le hagas caso al bobo de tu amigo - nos reímos y me soltó, yo me di la vuelta buscando a Sara - me fije... en que no paras de mirar a Sara Simmons - la mire rápido y ella me guiñó un ojo.

- Bueno, eso da igual, tiene novio.

- Chris ¡Ja! están muy lejos de ser novios cariño y además, al parecer a ella también le gustas, no te paraba de mirar en la sala - Ella y las demás personas, le corregí mentalmente.

- No le hagas caso a Molly, cosas de mujeres, ¿te miró el escote? - me preguntó Mark.

- Me preguntas que si me miró el escot... ¡Y yo qué sé! Y además yo soy una mujer, por si no te diste cuenta después de todos estos años - le contesté sorprendida, aunque no se como ya a estas alturas.

- Entonces nada, olvídate. Yo supe que Molly me quería porque me miro el paquete, mujer que te mira el paquete, mujer que es para siempre.

- Eso te lo acabas de inventar.

- No

- Sí

- No

- Sí

- No

- No

- Sí

- ¡Ja, toma ya!

Y Molly se empezó a reír.

- Da igual, lo importante es que es verdad ¿o no Molly?

- Marcus... te miré el paquete porque se te había enganchado la camiseta a la cremallera y te tuve que ayudar.

- Y así llevamos diez felices años casados - y le dio un beso - y los que nos quedan mi amor.

Me encantaba verlos así, tan enamorados y olvidada la discusión de hoy por la mañana.

- Bueno, yo voy al baño y ya vuelvo a ayudaros a ordenar.

- No, no hace falta - me dijo Molly, y Mark se echó para atrás señalándome con el dedo que de aquí no me movía. - Mark, para de hacer eso y vete a despedirte de los invitados.

- Si querida - le dio un beso en la mejilla y me echó la lengua.
Yo me reí con Molly.

- Molly, en serio, quiero quedarme no tengo nada importante y así estaré entretenida.

- Vale - me miró y asintió - Voy a despedirme de los invitados.

- OK.

Fui al baño, eché un pis, me lavé las manos y de paso me refresqué un poco. Me eché agua por la cara y por el pecho.
Al salir ya no quedaba nadie, y ya estaban recogiendo Molly, Mark y los dos camareros.
Yo me puse a ordenar el pasillo, y al coger un vaso de una mesa, algo brillante, detrás de un jarrón, llamó mi atención. Me acerqué a ver que era y lo identifiqué rápido, era el pendiente de Sara. Lo guardé en el bolsillo de la chaqueta y la dejé en una silla que había en el pasillo, después se lo daría a Molly para que se lo devolviese a Sara, y seguí ordenando.

Los dos camareros se marcharon y Molly y Mark estaban ordenando el piso de arriba.

Tocaron el timbre de la puerta y yo me acerqué a mirar quién era, era Sara, la abrí inmediatamente.

- Hola Sara.

- Hola - me saludo - Esto... vengo porque me dejé un pendiente.

- Ah si, si, lo tengo yo, lo encontré mientras ordenaba. Pasa, pasa.- la invité a entrar. - Ven.

La silla con la chaqueta estaba en la sala de los cuadros. Rebusqué en el bolsillo y lo encontré. Me di la vuelta y estaba justo detrás de mí:

- Toma... - le dije casi sin aliento y tendí la palma de la mano, con el pendiente encima.

Ella estiró su pálida mano para cogerlo y  yo eché la mía hacia atrás. Me miró a los ojos sin comprender y yo me acerqué lentamente. No se movió, era mi momento, que podía perder... y sin pensarlo más la besé... un beso suave, cálido, dulce...
Se echó lentamente hacia atrás.

- Gracias - me dijo sin aliento.

- De nada - le respondí. Se dio media vuelta y se marchó de la casa.

- ¿Quién era? - preguntó Mark, al escuchar cerrarse la puerta de la entrada.

- Era Sara, que se dejó un pendiente.

- Ah, vale, bueno ya te puedes largar - me ordenó.

Lo miré y me guiñó un ojo y yo le sonreí.

- Gracias Em, por todo. - me agradeció.

- De nada, de nada - y me acerqué para darle un abrazo y él se apartó.

- Déjate de mariconadas Em - me quede mirándolo con cara de pocos amigos - ¡Ven aquí mujer! - y me dio un  abrazo, o más conocido como el abrazo del oso, el que no te deja respirar.

Me soltó, Gracias a Dios, y me dio unas palmaditas en el hombro.

- Adiós Molly.

- Chao cariño.

- Adiós tío.

- Adiós.

Y me metí en el coche... destino: cama.

A la mañana siguiente, me levante por culpa del radiante sol que entraba entre mis persianas. Fui al baño y me metí de cabeza en la ducha, estuve más o menos veinte minutos debajo del chorro de agua, pensando detenidamente en lo que había pasado ayer y pensando en que haría hoy...  ¿la buscaría o lo dejaría?
Me puse mi bikini, salí al jardín y me acosté en la tumbona a tomar el sol.

Brrrrrr Brrrrrr… Mi móvil empezó a vibrar, quién me estaba llamando a las... mire el reloj ya que no tenía idea de qué hora era, eran las once de la mañana. Mire quien era, era Molly.

- Hola Molly, ¿qué tal?

- Hola Em, bien, mira que estuve hablando con Sara - me incorporé de golpe - me preguntó cosas de ti, ya sabes, si tienes pareja, si has salido hace poco de alguna relación...

- Si, si.

- Y le di tu número de móvil, ¿no sé si te importa? - me preguntó preocupada.

- No, no mujer para nada.

- Bueno, pues te llamara dentro de nada, para quedar a tomar algo, así que vete preparándote ¡eh!

- Gracias Molly - le colgué y fui corriendo al armario.

Que me podía poner, piensa vamos piensa, a ver... me tranquilicé y miré detenidamente el armario. Cogí unos pitillos rotos, con una básica blanca y una camisa de cuadros, con unas botas bajas negras.

De repente vibro el móvil encima de la cama, y yo pegué un salto para cogerlo. Controlé mi respiración y lo abrí:

- ¿Hola? - pregunté cómo quién no sabe con quién habla.

- Hola Emma, soy Sara

- ¡Hola Sara! ¿Qué tal? ¡Qué sorpresa! - me hice la sorprendida.

- Si... es que Molly me dio tu número y bueno... era para preguntarte si te apetecía salir a desayunar, pero si ya quedaste o ya desayunaste no pasa nada, otro día.

- No, no, me viene perfecto.

- Bien, y ¿en dónde te gustaría desayunar?

- ¿Conoces el The Space?

- Si

- Pues, nos vemos allí en... ¿quince minutos?

- Perfecto

- Vale entonces… chao - y me di cuenta de que empezaba ha crecer una sonrisa en mi cara.

- Chao Emma.

Me cepillé el pelo, hice la cama y cogí las llaves del coche. Al salir a fuera, recordé que había dejado el coche mal aparcado, pero no me acordaba haberlo dejado con medio culo para fuera. Me reí de mi misma y subí al coche.

Al entrar en el restaurante, mire para todos lados, pero ella aún no había llegado. Me senté en la mesa, en la que me siento los fines de semana con Mark.

Ana me vio desde la barra y me sonrío. Se acercó, moviendo las caderas más de lo normal y echándose el pelo para un lado.

- Hola, Emma.

- Hola, Ana.

- ¡Qué raro tu por aquí entre semana!

- Si, bueno, es que quede con alguien – de repente se le quito esa sonrisita juguetona y se puso sería.

- Ah y bueno  ¿qué quieres para desayunar?

- Esto...  prefiero pedir cuando llegué mi acompañante.

- Vale - me contestó seriamente.

Y se marchó pisando fuerte y sin mover ni un centímetro las caderas. Sonreí.

Sonó la puerta del bar cerrarse y miré rápidamente. Ahí estaba ella, buscándome como yo lo había echó antes. Nuestras miradas se cruzaron y nos sonreímos mutuamente. Levanté mi mano en gesto de saludo y ella hizo lo mismo. Se acercó lenta, pero nerviosa, sonriendo y mirando para los lados.

- Hola.

- Hola, ¿qué tal? - le pregunté, me levanté y le sitúe la silla para que se sentase.

- Gracias.

- De nada.

- Estoy bien ¿y tu?

- Si, también estoy bien. La verdad es que fue toda una sorpresa que me llamases, no me lo esperaba - le dije aún siguiendo con la mentira.

- Si, la verdad, no sabía muy bien como te tomarías el hecho de que le pidiese el número a Molly - me contestó excusándose.

- La verdad es que fue una bonita sorpresa - ella sonrío y miró para otro lado.

Ana se acercó, su mirada era fría.

- Hola, ¿sabéis que queréis? - nos preguntó, pero sólo me miraba a mi.

- Pues, yo pediré; un café, unos huevos fritos, beacon y salchichas ¿y tú Sara?

- Ajá - contestó borde mientras anotaba en su libretita.

Sara se dio cuenta de que Ana estaba borde por mí, pero hizo como si no se diese cuenta.

- Yo un zumo, un café, unas tortitas y beacon.

- Vale - y se dio la vuelta y se marchó. Sara se quitó el bolso y la chaqueta y yo me acomodé en la silla.

- ¿Novias, lío de una noche...?

- ¿Disculpa? - le pregunté, sin saber de que me habla.

- Tú y la camarera, bueno desde que sé que eres gay, pues bueno... - y sonrío nerviosa.

- Ah... ¡Ah! No, no, nunca fuimos nada.

- A vale, vale, es que como vi que te trató de una manera... especial, pues, no sé - y se río.

- No, nunca tuvimos nada.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos, sabía que necesitaba sacar el tema, pero no sabía como:

- Sara yo...

- Aquí tenéis - me interrumpió Ana. Traía el desayuno.

- Mmmmm, qué buena pinta - elogió Sara.

Ana sería, dejo la comida encima de la mesa, con la cuenta en un platito y se fue. Sara y yo nos miramos y nos reímos:

- A comer.

- Sí.

Nos pusimos a comer casi sin hablar, soltando alguna que otra palabra entre bocado y bocado, las dos estábamos muy tensas, y me parecía que queríamos sacar el mismo tema pero ella al igual que yo, no sabía ni como, ni cuando.
Cuando ya estábamos con el café, decidí que era el mejor momento.

- Sara - dije mirando para la puerta del bar.

- Sí - me respondió, mirando fijamente a la taza de café que tenía encima de la mesa.

- Lo que paso en la casa, ya sabes, cuando viniste a recoger el pendiente y bueno, nos besamos - la miré rápidamente, estaba roja y seguía mirando a la taza.

- Si - me volvió a responder.

- Bueno..., pues quería disculparme, se que tienes novio y no estuvo... - no lo podía decir, que iba ha decirle "no estuvo bien besarnos" cuando pensaba totalmente lo contrario.
Hubo un silencio incómodo, ella seguía mirando la taza y yo volví mi mirada hacía la puerta.

- Chris y yo ya no estamos juntos... - Eso me pilló por sorpresa.

- En realidad, ya no estábamos juntos desde hace tiempo, la... chispa ya se había apagado. Estábamos juntos por costumbre, era raro estar separados, pero ayer decidí ponerle fin.

Levantó la mirada de la taza y me miró a mí. Yo estaba intentando aguantar la sonrisa, pero al parecer no me salio muy bien, ya que ella se rió.

- Así que, se podría decir qué eres... ¿oficialmente soltera? - le pregunté con un tono de humor.

- Sí, soy oficialmente soltera. - Y nos reímos juntas.

Deje el dinero en la mesa con la propina y ella me miró con contrariedad.

- Emma yo...

- Shhhh, déjame invitarte por favor - le pedí.

- Vale... pero la siguiente la pagó yo. - Y yo le sonreí y ella me miró extrañada.

- Así que... habrá "siguiente"... - y levanté las cejas.

Ella se empezó a reír y levantó los hombros, como diciendo, "¿Quién sabe?", y yo me reí con ella. Salimos del bar, mi coche estaba justo aparcado enfrente de la puerta.

- ¿Viniste en coche?

- No, me trajo una amiga.

- Ah bueno, si quieres podríamos ir a dar una vuelta, si no tienes nada que hacer, digo.

- No puedo, lo siento, tengo que trabajar.

- Oh, bueno, no pasa nada - y miré para otro lado.

- Pero, podíamos quedar hoy por la noche, si no tienes nada que hacer - me sugirió.

- Sí, sí, podríamos quedar en... ¿mi casa?

- Esto… sí.

- No, disculpa, espero que no te parezca muy lanzado, si no quieres no.

- No, no, si que quiero. Dame tu dirección. - Fui al coche, cogí un papel y un Boli y se la apunté.

- Toma.

- Gracias, pues nos vemos a las ¿7?

- Perfecto.

- Bueno, me encanto desayunar contigo Emma.

- Lo mismo digo Sara.

Se acercó para darme un beso en la mejilla y yo giré un poco la cara, dándomelo así, en la comisura del labio. Se apartó y me sonrió nerviosa.

De repente sonó un claxon.

- Es mi amiga.

- Oh, vale, bueno... ¿nos vemos entonces a las 7?

- Si, hasta más tarde.

- Hasta más tarde Sara. - Y se subió al coche, despidiéndose de mí con la mano. Me subí al coche y fui directa para casa.

Aparqué el coche en el garaje y miré el reloj del móvil para saber qué hora era, eran las doce y media. Salí del auto y fui directa al jardín, me quité la ropa, quedando en ropa interior y me tiré de cabeza a la piscina. No había nada mejor que darse un baño, un día de veintiocho grados por la mañana. Buceé por toda la piscina.

Decidí salir y me estiré en la tumbona, cerrando los ojos. Me puse a pensar en muchas cosas, pero lo que ocupaba todos mis pensamientos era Sara.  ¿Esta mujer sería diferente a las demás? ¿Será lo que llevo buscando tanto tiempo?

- Hola

Abrí los ojos de golpe y el sol me cegó y los tuve que volver a cerrar.

- Lo siento, no quería asustarte - se disculpó una voz de mujer.

Me froté varias veces los ojos y los fui abriendo poco a poco, mirando al lugar del que procedía la voz.

Era la chica nueva que vivía con mis vecinos, Astrid.

- Hola y no, no me asustaste, tranquila.

- ¿Qué tal?

- Esto... bien, aquí, tomando un poco el sol, ¿y tu?

- Si, yo también.

Nos miramos, ella sonreía nerviosa, mirando hacia todas direcciones, sin saber que decir.

- ¿De dónde eres? - le pregunté, intrigada por saber de dónde pertenecía ese acento tan bonito, me apoye sobre mi costado para tener una mejor perspectiva de ella.

- Soy de Rusia.

- ¡Oh, Rusia! es precioso, yo estuve en Moscú.

- ¿¿¿mmm??? - me preguntó en Ruso.

-??? ... ???? - dije dudando y ella se río.

- Muy bien - y me sonrío - yo nací en Moscú, pero me fui a vivir a Ulitsa Godovikova un pequeño pueblo al Oeste de Moscú.

- Y ahora vives en Los Ángeles - me reí - un cambio un poco grande ¿no?

- Si, pero lo llevo bien, salvo el calor - se río y con un abanico que tenía en la mano se dio aire - no lo aguanto. En Rusia ahora estaría con el abrigo, la bufanda y el gorro, pero aquí - se puso de cuclillas - estoy en bikini - y se volvió a reír.

- Si quieres, te puedes dar un baño en mi piscina - le ofrecí.

- Esto, gracias, pero no - volvió a ponerse nerviosa.

- ¿Por qué no? te puedes refrescar, además, ya estás en bikini – ella negó con la cabeza - vamos mujer - se quedó pensando - ??? ? ???????.

Nos empezamos a reír.

- Vale.

Me levante y fui hacia las vallas para abrirle la puerta, ya que estaba camuflada. Se acercó al borde de la piscina y metió el pie. Lo saco rápido.

- Esta fría - y se río.

Se echó hacia atrás para coger impulso y se tiró de cabeza. Tocó el fondo con la mano y emergió.

- ¡Esta buenísima! - grito y empezó a bucear.

Yo me reí y salté de cabeza. Empecé a nadar hacia las escaleras, y mire hacia atrás. Ella estaba apoyada en el muro, enfrente de mí, mirándome, se soltó y buceo viniendo en mi dirección. Yo me senté en las escaleras, observando como se acercaba.

Los rayos del sol hacían que su blanquecina piel brillase bajo el agua. Salió, quedando enfrente de mí, mirándome fijamente a los ojos. Era una mujer muy bella. Pero algo fallaba en mí, tenía la oportunidad de besarla y estaba parada, como una estatua, no sentía el impulso de hacerlo.
Cerró los ojos, yo apoye mi mano en el muro y me incliné hacia delante. Nuestros labios estaban separados por unos escasos tres centímetros. Sus labios carnosos, estaban esperando el simple roce de los míos. Cerré los ojos.

- No creo que yo sea lo mejor para ti, en estos momentos.

Me levanté y subí las escaleras para coger el albornoz. Me di la vuelta y ella estaba saliendo de la piscina, seguramente pensando en por qué no la besé. Yo también me lo estaba preguntando...

- Toma esta toalla... - me agarró de la cintura y pegó sus labios con los míos. ¡Dios! me quitó el albornoz y sus manos empezaron a acariciarme, apretarme, agarrarme... bajo sus labios por mi cuello, lamiéndolo y succionándolo...

- Será mejor que paremos - le dije, pero no pensaba eso. Me agarró y me tiró en la tumbona y se puso encima de mí, metiendo su muslo entre los míos.

- Para... - le pedía, aunque mi fuerza de voluntad era nula, sabía que tenía que parar esto - ¡Astrid, por favor! - grité y se separó de un salto. Me miró triste, confusa, se dio la vuelta para marcharse y yo la agarré del ante brazo.

- No, Astrid, quiero hacerlo, pero no puedo hacértelo - le explicaba, se dio la vuelta encarándome.

- ¿El qué no me puedes hacer?

- Acostarme contigo... puede que los primeros días fuesen increíbles, pero sé como soy, y nunca he durado con una chica más de un mes... - le explicaba - no quiero hacerte daño.

- No me conoces.

- Por eso mismo, prefiero conocerte de otra manera...

Pensé que se iba a dar la vuelta y me iba a ignorar, pero me equivoqué, me sonrío y me dijo:

- Bueno, pues mejor que nada jajaja - se río y yo le sonreí.

-  ¿Quieres entrar a tomar algo? - le pregunté y le hice una mueca.

- Jajajaja si, si, pero no me hagas reír, que tendría que estar enfadada.

Estuvimos hablando de todo, le hablé de todas mis relaciones, y ella me escucho y dio sus ideas, era una chica encantadora y me alegre de no haberme acostado con ella.

- Bueno... yo me voy a secar que tengo que hacer unas cosas - me dijo.

- Ok, me alegro mucho de haber hablado contigo, no es que tenga muchas amigas mujeres - y miré hacia otro lado y ella se carcajeó.

- ¿Por qué será? - se preguntó haciéndose cómo la que no sabía.

- Jajaja  vale, vale, chao.

- Chao - se despidió y me abrazó.

Me metí dentro de la casa, me quité el bikini, me puse un short y me dejé caer en el sofá, estaba cansada y tenía sueño. Miré la hora y eran ya las dos. Cogí la almohada y cerré los ojos... tenía un calentón encima...

Me desperté de un salto y acto reflejo metí  las manos en los bolsillos para buscar el móvil. Lo cogí y mire la hora, eran las seis, ¡Las seis!

Me levanté corriendo hacia la cocina, abrí la nevera y empecé a coger comida sin mirar muy bien que era. Lo puse todo en la encimera y coloqué el mantel, los platos y los vasos en la mesa del jardín.

Volví a la encimera donde se encontraba toda la comida, y me quedé quieta pensando que podría preparar. Cogí la verdura, el tomate, la zanahoria y la cebolla, para hacer una ensalada y lo demás lo guarde. Fui al frigorífico a coger un pollo que tenía guardado para ocasiones como esta. Pelé unas patatas, puse unos pimientos, le eché la salsa, lo metí en el horno y me puse a hacer la ensalada.

Cuando acabé, mire la hora, eran las seis y media, y al pollo aún le quedaban veinte minutos. Me duché y fui al armario para mirar que me podía poner. Me decidí por un vestido color carne, con una cinta negra alrededor de la cintura y unos tacones negros cerrados y me cepillé el pelo. Puse el vino y la ensalada en la mesa, encendí algunas luces del jardín y de paso me puse a ordenar el porche, ya que había dejado todo tirado.

Sonó el horno, eso quería decir dos cosas: una era que el pollo ya estaba y la otra era que quedaban diez minutos para que Sara llegase. Abrí el horno y saqué el pollo. Olía genial y lo coloqué en la encimera, poniéndole encima una tapa de una olla. Fregué y sequé rápidamente algunos platos y vasos que habían quedado en el lavaplatos y me dirigí al baño y para maquillarme.

De repente sin previo aviso sonó el timbre. Se me escurrió el pinta labios de entre los dedos, cayendo en el lavamanos.
Vuelve a sonar el timbre y salgo corriendo a abrir la puerta. Me pongo enfrente de esta, me arregló malamente el vestido y la abro.

Ahí estaba ella, tan hermosa como siempre. Nos miramos y nos sonreímos. Le hice un gesto para que entrase.

- Gracias.

Al entrar la miré. Llevaba un vestido azul corto y el pelo suelto.

- Esto... traje este vino para acompañar la comida - hizo un intento de atraer mi atención y rápidamente eleve mis ojos. Ella se estaba riendo.

- Permíteme decirte que estas hermosa, bueno siempre lo estas, pero hoy más que nunca.

- Muchas gracias - miró hacia otro lado y se ruborizó. Me entregó el vino.

- Ven acompáñame - y le agarré la mano de manera que no pareciese premeditado y entrelace mis dedos entre los suyos y ella los agarró.

Ese gesto me hizo sonreír. La llevé a la mesa del jardín. Le aparté la silla para que se sentase y le serví vino en la copa.

- De entrante, señorita, va a probar una exquisita ensalada y de segundo, degustara unos guisantes para el paladar - hablé con un tono francés y ella se empezó a reír - y por último probara el plato de la casa Pollo a la patata - y ahí la acompañe en la risa.

Le serví ensalada. Hablábamos de todo un poco, nada en especial. Cuando terminamos de comer la ensalada. Se levantó para recoger los platos, me di cuenta de su intención y le agarré suavemente la muñeca, para que no cogiera mi plato.

- No puedo permitir que mi invitada recoja los platos.

- Es que no me parece bien que yo este ahí sentada viendo tú como lo haces todo.

- No, no, no, usted se me sienta que para algo es la invitada.
Ella me miró y me sonrío. Yo le solté la muñeca, dejando que mis dedos rozasen con los suyos. La miré y ella apartó su mirada.

-Bueno... voy a por el Pollo - dije con la voz temblorosa, sin entender ese gesto que había hecho.

Recogí los platos y me dirigí a la cocina y llevé el pollo a la mesa.
Empezamos a hablar sobre Molly y Mark, sobre el trabajo, sobre nuestra vida en Barcelona... Cuando acabamos le serví el café.

- Espero que te haya gustado todo.

- Todo estaba buenísimo.

- Me alegro.

Miró al cielo. Ya había oscurecido, estaba lleno de estrellas.

- Es una noche preciosa ¿no crees?

- Si, es preciosa - dije mirándola a ella. Ella bajo la mirada del cielo y la puso en mis ojos.

- Sara yo... - Sonó el timbre. ¿Quién podía ser a estas horas?

- ¿Me disculpas? sólo será un momentito.

- Si, si no te preocupes.

- Después me dices lo que me querías decir. - Y fui corriendo hacía la puerta y la abrí sin preguntar. Era Charlotte.

- Hola Charlotte - le dije con un tono un poco alto y confuso, ya que no me esperaba su visita.

- Me voy a dejar de rodeos y voy a ir directamente al grano - me dijo con un tono firme.

Yo me enderece  y la mire confusa.

- ¿Te acostaste con Astrid?

- ... ¡¿qué?! - y ese "que" lo dije con un tono un poco alto - No, no, no, no, no, por supuesto  que no  ¿Ella te dijo algo?

- No, es que la vi salir de tu casa y pensé que podía haber pasado algo entre vosotras dos. Me alegra saberlo - y su cara seria se tornó en una sonrisa - Bueno... ¿me dejas pasar?

Le sonreí:

- Buenas noches, Charlotte.

- Buenas noches encanto -  me guiñó un ojo y se dio media vuelta.

Yo cerré la puerta y me empecé a reír, yendo para el jardín.
Al salir al porche, Sara no estaba sentada en la silla, eleve la mirada y la vi delante de la piscina. Me acerqué silenciosamente, sin hacer ruido. Estaba de espaldas a mi y cuidadosamente la rodee entre mis brazos y le di un beso en el cuello. Suspiro,  bajó sus manos y acarició las mías. Nos quedamos así un largo tiempo, hasta que miró su reloj y se separó de mí.

- ¡Es tardísimo! - dijo casi gritando.

- Bueno un poc...

- Me tengo que marchar ¡Ya! - y al decir eso se metió en la casa.

- ¡Qué! ¿Por qué? - le pregunté

- Mañana tengo un viaje - cogió el teléfono y llamó a un taxi.

- ¿A dónde?

- Long Beach, negocios.

- Pero... ¿Cuánto tiempo?

- No sé, una o dos semanas.

- Ah - le respondí como si nada y dejé caer mi trasero en el sillón - esta bien la cosa.

- Lo siento, en serio, me encantaría quedarme aquí y pasar la noche a tu lado, pero no puedo - me respondió con voz de disculpa - te prometo que cuando regresé te lo compensaré... - y en esta última frase le cambio totalmente el tono de disculpa a un tono más sensual. Gire mi cabeza y me besó, pero no un beso de esos " Uy, que lindo beso" no, no, de esos que te roban el aliento.
La agarré de la cintura y me dejé caer en el sillón de espaldas con ella encima. Mi mano descubría cada parte de su hermoso cuerpo, mientras que ella se aprendía milímetro a milímetro mi cuello. Empecé a bajar mi mano, primero sus hombros, luego su espalda, su cadera, sus muslos...  Gimió de placer y me mordió el cuello, me excito de una manera increíble.
Sonó un claxon y las dos miramos a la puerta.

- Anda lárgate - le dije sonriendo - en dos semanas te quiero aquí ¡eh! - y la besé - Nos levantamos y nos arreglamos un poco. Volvió a sonar el claxon.

- Pues ya nos veremos - me dijo intentando controlar su respiración.
La acompañé hasta la puerta, nos besamos y se marchó.

Me quité el vestido y me metí en la ducha. Al salir tenía un mensaje en el móvil. Lo abrí, era de mi padre:

" Ciao figlia! Come stai? Mi trovo in cittá, vieni a trovarmi, ho una bella sorpresa.   Baci e abracci, tuo padre."

Conociendo a mi padre, ya llevaría en la ciudad como mínimo un mes. Me quedé pensando en la sorpresa que me tendría. Siempre que venía de Italia me traía algo, pero nunca me lo decía.

Yo nací en Italia, estuve viviendo en La Toscana hasta los 12 años, cuando se separaron mis padres, mi madre era sueca y mi padre Italiano, después me fui a vivir con mi madre a Suecia. Mi padre siempre me venía a visitar cada dos meses, se quedaba una semana, en la cual, pasaba todo el tiempo con él. Más tarde a los 14 años, nos mudamos a Barcelona, donde conocí a Mark. Cuando cumplí los dieciocho decidí viajar por toda Europa: Noruega, Dinamarca, Alemania, República Checa, Rusia... mi último destino fue Italia. Después de ese largo viaje, decidí cambiar una serie de cosas, como decirle a mi familia sobre mi orientación sexual. Mi padre me aceptó, en realidad, le encantó, él siempre me decía que sabía que me gustaban más las "Donne". En cambio para mi madre fue un duro golpe, como una traición, nunca lo aceptó.
Me metí en la cama y dormí.
Me levanté a las 9:00 AM, me puse unos short y una camisa a rayas, con unas all stars blancas. Cogí el coche y fui directa a la casa de mi padre.

Al llegar a la casa, aparqué el coche en el garaje, en el cual se encontraban toda su colección de coches antiguos.

Fui al jardín y ahí estaba él, tirado en tumbona tomando el sol, mientras Sofía y sus hijos se daban un baño en la piscina.

- ¡Viejo! - grité. Se levantó de la tumbona de un salto y dirigió su mirada a la mía.

- ¿Cosa stai facendo? - me dijo intentando estar enfadado.

- Perdón fratello - le respondí nos miramos y nos echamos a reír.

- A mis brazos hija - fui corriendo y lo abracé. Era como estar otra vez en casa - ¿Cómo estás cariño?

- Bien, echándote de menos - y lo abracé más fuerte.

Fui a saludar a Sofía y a mis hermanos, no eran mis hermanos del todo, pero yo los quería como tal. Me invitaron a comer, lo cual yo acepté encantada. Hablamos de todo un poco, de mis conquistas este último año, de Helena, Sara... Sofía llevó a los niños a pasear, lo cual nos dejo tiempo para estar mi padre y yo a solas.

- ¿Qué tal con Helena?

- Bien, ya se marchó, hace unos 3 días.

- Y esa tal ¿Sara?  ¿Qué tienes con ella? - me preguntó curioso.

- Pues no sé, me gusta y todo, pero es lo de siempre. Además se marchó ayer, por un asunto de trabajo.

- Mmmm - se quedó pensando. Yo miré a la piscina, me relajaba ver como el agua hacía pequeñas olitas con la brisa.

- ¿Cuándo? - me preguntó secamente. Lo miré confusa, sin entender su pregunta.

- Cuándo  ¿qué?

- ¿Cuándo te enamoraras de una mujer?

- Papá con todas las mujeres que he estado, las he amado... a mi manera.

- Ya... pero cuándo encontrarás a esa mujer que con mirarla se te paré el corazón y se te corte la respiración.

- ¡Papá! en serio, no tengo ganas de hablar del "amor", ya llegará... - dije intentando salir de ese tema - además cuál es la sorpresa que me tenías que dar.

- Ah, si - se levantó y cogió un sobre - toma - y me lo entregó - y no te puedes negar. -  Eran un pasaje de avión para Italia, Toscana.

- ¿Y esto? - pregunté confusa sin quitar la vista de los pasajes.

- Tu abuela quiere verte, la nonna no esta en sus mejores momentos y desearía que pasarás unos días con ella.

Acepté sin pensarlo dos veces, miré la fecha del pasaje:
- ¡Es para mañana! - exclamé.

- Si, serían cuatro días - dijo con toda la calma del mundo - así que prepara rápido el equipaje - y mientras bebía el café vi como sonreía.

- ¿Y la nonna sigue viviendo en la misma casa?

- Si, y sigue con las mismas empleadas... - cogió el café y antes de darle un sorbo dijo - y con Antía, llego de Suiza hace dos días, esta de vacaciones - me quedé quieta, sentí un escalofrío por todo mi cuerpo.

- Antía... - pronuncié el nombre, casi susurrándolo.


[...]

- ¡Antía!¿Dove sei? (¿Dónde estás?)

- ¡Qui! (¡Aquí!)

- ¿Cosa fai? (¿Qué haces?)

- Ho un segret. (Tengo un secreto)

- ¿Che segret? (¿Qué secreto?)
 È  venuto e mi baciò... (Se acercó a mí y me besó)

- Scusa... (Perdona)

- ¡Antía! ¿Dove stai andando? ¡Antía!... (¿A dónde te vas?)
"Siamo in Italia, speriamo che ha avuto un buon volo, grazie"

Me desperté de un salto, había sido sólo un sueño. Ya habíamos llegado a Italia.

Al salir del aeropuerto, vi a un hombre con un letrerito en el que ponía mi nombre.

- Ciao

- Ciao - me saludó.

Me dio la llave del Ferrari que se encontraba detrás de él. Me quedé mirándolo, como toda la gente que se encontraba detrás de mí.

- Papá - dije sonriendo.

Subí en esa máquina con dirección Toscana.
Me perdí alguna que otra vez, pero al final llegué bien, eran las cinco de la tarde. Ahí estaba mi abuela, con los caballos.

- ¡Nonna! - grité y se dio la vuelta. Al principio no me reconoció, pero después soltó la vara que tenía en sus manos y salió corriendo a donde yo estaba.

- ¡La mía ragazza! - empezó a gritar.

Nos dimos un fuerte abrazo, me comió a besos. Entré dentro de la casa, me saludaron todas las empleadas de la casa, que me conocían desde que llegué a este mundo. Pero faltaba alguien y mi abuela se dio cuenta.

- Se encuentra en el establo - me dijo mi abuela en castellano.
Me dirigí hacía allí y ahí estaba... bellísima... sentí como se me corto la respiración

- La donna più bella d'Italia... (La chica más guapa de Italia)
Estaba peinando un cabello, y al escucharme, giró lentamente la cabeza. Al verla, el corazón paro de latir...

- Non può esser...

- ¿Cosa vuol dire? (¿Qué cosa dices?) - le dije intentando aguantar la sonrisa y fracasando en el intento.

- Emma...

Corrió hacía mi y me abrazó fuerte sin dejar algún hueco entre nosotras.

- ¿Come stai? - le pregunté sonriendo. No nos parábamos de dar abrazos, besos en las mejillas.

- Bene, bene, ¿y tú? - me preguntó en castellano.

- Muy bien, ¿sabes hablar español?

- Por supuesto, que piensas de mi - y nos echamos a reír.
Antía fue mi primera amiga, con ella lo hacía todo de pequeña, éramos inseparables, como hermanas.

Nos pusimos a hablar de todo un poco, no nos parábamos de
Sonreír mutuamente.

Caminamos por los alrededores de Valle de Val D'Orcia, hablábamos de todo un poco, sin pararnos en ningún tema en especial, nos reíamos de nuestras anécdotas de pequeñas y sin darnos de cuenta, caminábamos agarradas de la mano, nos miramos y nos sonreímos mutuamente. Era como si no me hubiese ido, como si el tiempo transcurrido hubiese desaparecido... me sentía otra vez en casa.

Mi abuela nos llamó para cenar. Les conté todo lo que hice de mi vida, mi trabajo, mis amigos, mis "amores". Todos en esa casa, sabían sobre mi orientación sexual y nos le importaba ni lo más mínimo. Les dí a todos unos regalitos que había comprado en Barcelona, estaban encantados. Cuando acabamos de cenar, mi nonna me llevó a la que había sido mi habitación de pequeña.
Al entrar, volvieron a mí un montón de recuerdos. La habitación no había cambiado ni lo más mínimo, tenía el mismo edredón, la misma alfombra, el mismo escritorio, las mismas fotos... Era como retroceder en el tiempo.

- ¿Qué te parece?

Me dí la vuelta y ya no estaba mi abuela, en su lugar estaba Antía.

- Increíble, no me acordaba de cuanto echaba de menos esto...
Se acercó a mí, mirando al suelo y me cogió la mano, sentí un escalofrío. Me llevó a la cama y me quedé mirando nuestras manos unidas que reposaban sobre su muslo. Nos miramos a los ojos, esos ojos, que de pequeña me había perdido en ellos tantas veces, me miraban con ternura y cariño. Pero quito su mirada de la mía y la dirigió al suelo.

- Te eche mucho de menos... - me dijo en bajo.

Con la mano que tenía libre, le agarré el mentón y suavemente le levanté la cara para poner mis ojos sobre los suyos. Tenía los ojos bañados en lágrimas, me destrozó el alma ver la así y cuando me quise dar cuenta, la tenía entre mis brazos pidiéndole perdón por haberla dejado.

- Lo siento, yo... lo siento... sé que tenía que haberte llamado, pero, pero... - no sabía el 'por qué' de nunca haberla llamado, ese miedo que tenía de escuchar su voz. Yo, al igual que ella, me preguntaba ¿Por qué? Se apartó de mí y me miró.

- Te fuiste... sin despedirte si quiera - tenía la voz rota - tú para mi lo eras todo... eras mi amiga, mi hermana, mi... – de repente se calló-  será mejor que te dejé dormir - dijo intentando sonreír - siento haberme puesto así, solamente que necesitaba desahogarme.

- Tienes todo el derecho...

Me abrazó y nos quedamos así durante unos minutos.

- Buonanotte - se despidió.

- Buonanotte bella - le respondí y ella me sonrió

- Nunca cambiaras - y me echó la lengua.

Me deje caer en la cama de espaldas y cerré los ojos…

Me desperté con el sol en mi cara, mire la hora, las 9:00 A.m. y me di cuenta que esta habitación no tenía persianas y las cortinas que tenía eran de una tela muy fina.

- Me cago en... - empecé a maldecir mientras me dirigía al baño. Primero me lavé la cara, luego los brazos, luego las axilas, hasta que decidí meterme de cabeza en la ducha. Me puse un short vaquero ajustado, una camisa blanca sin mangas y unas botas negras y me hice un moño en la cabeza.

Escuché desde el baño, que abajo ya había mucha gente trabajando. Bajé las escaleras y me quedé en las últimas. Desde esa altura podía ver a Antía en una habitación, estaba hablando con alguien, pero la pared no me dejaba ver quién era. Estaba tan hermosa, llevaba un vaquero roto, con unas botas de montar y una sudadera. Mire a la izquierda de las escaleras, había una mesita con un montón de rosas rojas y cogí una.

Me dirigí a donde estaba Antía:

- ¿Cómo estás bella? - le dije dulcemente y con una sonrisa.
Giró la cabeza y me miró, en sus ojos había sorpresa al verme y de repente de detrás de la pared, salió un chico que la cogió y la beso.

Sentí un dolor punzante, nunca había sentido este dolor, me quedé viendo esa escena, quería partirle los morros a ese ragazzo y salir corriendo. Mi nonna apareció de la nada y me agarró del brazo y me metió en la cocina.

- ¿Qui cosa fai? - me preguntó con gesto de pena.

- Nada... - sentí en lo más profundo de mi ser, odio, pena, rabia, tristeza... era como una explosión de sentimientos, que sólo se podían demostrar de una forma...

- Oh... la mía ragazza, non piangere - me dijo secándome la lágrima.

- Abuela voy a salir, cogeré un caballo del establo, intentaré estar aquí a la hora de comer.

- Si, vete - y me soltó el brazo.

Salí corriendo y tiré la rosa que tenía en el lodo. Cogí a Furia y me alejé todo lo posible de la casa. Fui hasta un árbol que se encontraba en una montaña, desde el cual, podías ver todos los campos de la Toscana.

Bajé del caballo, lo até en una rama y me dirigí al árbol. Empecé a buscar en su tronco una cosa, pensaba que ya se habría borrado pero no... Quité un poco de ramas y hojas que tenía y ahí estaba lo que había escrito 13 años atrás, " Emma & Antía”
Sin aviso alguno, las lágrimas me empezaron a caer como si se tratase de cataratas. Me dejé caer al suelo y me abracé las piernas, mientras me hundía en mi llanto. Lloré y lloré hasta que el cuerpo no pudo más y me quedé dormida.
Abrí los ojos, el sol ya había bajado bastante, serían las seis de la tarde. Noté que mi cabeza estaba muy cómoda y mire hacia arriba. Ahí estaba ella, mirándome con esos ojos que me mataban. Sentí otra vez ganas de llorar, pero intente aguantarme.

- Scusa... - me susurró, mientras pasaba sus dedos entre mis cabellos.

- ¿Perché? - pregunte fría, distante.

- Por el chico de la mañana...

- ¿Qué pasa con el? - pregunté sin mirarla y me levanté - es muy guapo, ¿es tu novio? - seguía sin mirarla, mientras arrancaba hierba seca del suelo.

- Si - me respondió secamente. Fue como si me pegasen en las tripas. La mire a los ojos con rabia, pero rápidamente aparté la mirada.

- ¡¿Qué?! - me preguntó gritando.

- Nada.

- ¡Quiero que me digas que es lo que pasa! - me exigió.

- Yo a ti no te tengo que decir nada...

- ¡Qué!, o si creo que si - se levantó y yo la seguí con la mirada - el día anterior estuvimos genial, riéndonos, recordando momentos de cuando éramos pequeña y hoy me ves con él y te vas... me parece que tenemos algo de que hablar.

- Creo que me puse celosa... - no la miré, tenía la vista puesta en el horizonte.

- ¿Por qué? - preguntó con curiosidad y se arrodilló a mi lado.

- No sé... pero nunca me había puesto así - sentí como me rodeaba con los brazos, y antes de que me abrazase completamente me levanté - Bueno, será mejor que nos marchemos ¿no? ya está oscureciendo - me miró sin comprender y yo le di la mano y le sonreí.

Subimos a nuestros caballos y regresamos a la casa. Mi abuela me preguntó donde me había metido y yo le comenté todo un poco por encima. Cenamos y más tarde me fui al porche a tomarme un té. Sonó la puerta abrirse y salió Antía:

- ¿Me puedo sentar contigo? - me preguntó con el té en la mano, la mire y eché la silla para atrás y ella me regaló una sonrisa.
Estuvimos unos minutos en silencio, sin articular palabra alguna.

- Creo que es la segunda vez que me pongo celosa en mi vida - comenté sin venir a cuento.

- ¿Ah si?

- Si... la primera vez fue hace 14 años, cuando te diste  tu primer beso con el grasso (gordo), quería matarlo cuando me lo contaste -
De repente, sin aviso alguno, se empezó a reír.

- ¿Qué pasa?, ¿Qué dije? - preguntó totalmente confundida.

- Em, mi primer beso no fue con el grasso - se volvió a reír.

- ¿Ah no? y entonces ¿con quién fue? - y dejé el té y me agarré disimuladamente a la silla esperando la respuesta.

- Pues contigo boba - y me sonrió.

- ¿Qué?

- No te acuerdas aquel día por la noche, cuando éramos pequeñas, me estabas buscando y cuando me encontraste te dije que tenía un secreto y te besé...

Me dejé caer sobre la silla y entrelace mis dedos.

- Así qué...

- Así qué ¿Qué? - preguntó divertida.

- Así qué llevo celosa 14 años de mi vida, ¿para nada? - nos miramos y nos echamos a reír.

Nos acabamos el té y nos fuimos a dormir. Yo no podía conciliar el sueño, eran las 11 de la noche. Miré por la ventana y sin pararme a pensarlo me levanté y me dirigí a la habitación de Antía. Todo el mundo estaba durmiendo. La abrí sin hacer ruido y me metí en la cama con ella. Se dio la vuelta y me miró.

- No puedo dormir - dije como escusa.

Sin mencionar palabra, apoyó su cabeza en mi hombro y yo instintivamente la entrelacé entre mis brazos. Dormimos juntas toda la noche.

Empezó a salir el sol, me di cuenta en la situación en la que me encontraba y que si entraba alguien, por mucha verdad que le dijese, sería complicado de creer, así que decidí levantarme.

Estaba bellísima durmiendo, le aparté un mechón de pelo que le caía delante de la cara y suavemente dibujé el contorno de sus rasgos, acerqué mi rostro al suyo, pudiendo sentir sus respiración... mmmm deseaba besarla, hacerla mía en ese momento, decirle que... sonó una puerta abrirse en el pasillo ¡mierda! Empecé a separarme de ella suavemente para que no se despertase y salí de cuclillas de la habitación hasta el baño.

- Ufff - suspiré.

Me quité el short y la camisa... olían a ella. Me metí en la ducha y me di un baño de agua fría. Fui a la habitación y me puse unos jeans con una camisa caída y unos tenis y cogí el teléfono, tenía 22 llamadas perdidas de Mark...

- ¿Hola, eres tú E?- preguntó nervioso.

- Hola Mark, ¿Qué tal? - le pregunté de lo más tranquila.

- ¿Cómo qué? ¿Qué tal? Pero tu estas loc... - me quité el móvil de la oreja, ahora me iba a echar un largo sermón y no estaba de humor para aguantarlo, espere unos 4 minutos y me lo volví a poner

- ... ¡Dios! ¿Dónde coño estás metida?

- En Italia...

- En... en... - note como intentaba coger aire y me reí por lo bajo - en... ¿Italia?, pero muchacha... ¿qué se te ha perdido por ahí?

- Vine a visitar a mi abuela y me quedaré unos días más - escuché el motor de un coche, me giré y un coche estaba aparcando enfrente de la casa - Mark, tengo que colgar, dale saludos a Molly y a los niños, estaré allí en unos días.

- Vale, me alegra oír tu voz, espero que estés bien.

- Si, si, tranquilo... ¡ah, una cosa!

- Dime.

- Te quiero Mark.

- Y yo a ti muchacha - y colgamos.

Me dirigí al coche, se abrió la puerta y salió un hombre. Era el chico de ayer, el novio de Antía, cerré instintivamente los puños y apreté la mandíbula. Antía salió de repente de la casa y se acercó a él. Empezaron a discutir, estaba demasiado lejos para escucharlos y ella lo agarró del brazo y lo metió dentro de la casa.
Sin pensarlo dos veces salí corriendo hacia la casa, entre dando un portazo.

- ¡Buongiorno! - dije en voz alta y entre en la cocina. Ella estaba en una punta de la cocina y él en la otra - Ciao.

- Ciao - me contestó el chico, estaba serio, mirando fijamente a Antía.

Nos quedamos en silencio, nos mirábamos unos a otros, esperando a que alguno dijese algo.

- ¿Pasa algo? - le pregunté a Antía, pero con la mirada puesta en el chico.

- No, nada, nos podrías dejarnos solos, necesito hablar con él - me pidió.

- Okey, si necesitas algo, llama, estaré por aquí.

- Ciao ragazzo.

- Ciao.

Subí al piso de arriba sin mirar atrás, entre en mi habitación y me dejé caer en la cama. Después de unos 10 minutos escuché un portazo y el rugir de un motor. Bajé corriendo las escaleras y ahí estaba ella, dándome la espalda.

- ¿Antía, stai bene? - me acerqué lentamente a ella.
Se dio la vuelta, tenía los ojos bañados en lágrimas, aparté la silla que se interponía en mi camino hasta ella de un manotazo y al abracé. Me entrelazó entre sus brazos y se puso a llorar. Quise salir afuera y coger a ese ragazzo y partirle la cara.

- Ya está amore, ya pasó - le susurraba.

Situó sus labios en mi cuello y sentí sus lágrimas recorrerlo hasta llegar a mi pecho. Empezó a subir lentamente, hasta tenerlos a escasos milímetros de mis comisuras. Mi cuerpo ardía en deseo, mis manos empezaron a bajar lentamente hasta sus caderas y ella entrelazó sus brazos alrededor de mi cuello.

- Scusa amore...

Me besó, fue un beso tierno, dulce, suave, lento... Empezamos con un simple roce de labios, pero nuestros cuerpos pedían más y nuestras lenguas se encontraron. La piel me ardía, sentía sed de su boca, metí mis manos por debajo de su camisa y empezaron a recorrer hasta el último centímetro de su piel. Presionó su cuerpo contra el mío, yo la agarré de las nalgas, la puse encima de la encimera, me rodeó con sus piernas y empezaron a haber roces intensos. Recorría con mi lengua su cuello, dando pequeños mordisquitos, bajé hasta llegar a sus senos, abrí de un tirón la camisa, rompiendo todos los botoncitos de esta. Se las mordí, chupé, besé, apreté... Me agarró la cabeza y me la movió para pegar sus labios con los míos.

- "Dios, no sabes cuantas veces soñé con este momento " - me susurró.

Me quitó la camiseta, me acarició los senos, parándose en los pezones duros y me los lamió, dando pequeños mordisquitos que me hacían gemir de placer.
Sonó en el piso de arriba cerrarse una puerta, nos miramos y rápidamente nos pusimos las camisas y la ayude a bajar de la encimera.

- Buongiorno - saludo mi abuela.

- Buongiorno - le saludamos Antía y yo.

Nos miró fijamente y sonrío. Antía y yo nos intercambiamos miradas.

- ¡Ah, nonna! Hoy no me quedo a comer - le comenté como quien no quiere la cosa.

- ¿Y eso? - me preguntó, pero esa pregunta no sólo la decía ella.

- Porque quedé... - dije sin importancia.

- Ah, vale... - mi abuela se dio la vuelta y se dirigió a la despensa.
Miré a Antía.

- ¿Qué pasa? - pregunté inocentemente, como si no supiese que había ocurrido.

- ¿Con quién quedaste? - me preguntó sería.

- Con piu bella ragazza... (Con una chica muy hermosa) - y le guiñé un ojo. Su boca se torno en una sonrisa. Me dirigí hacía el teléfono, cogí las llaves y me puse al lado de Antía y me acerqué a su oído.

- Cuando esa bella ragazza quiera verme... sabrá dónde encontrarme.

Giró su cabeza y la besé.

- Ciao bella.

Salí de la casa con una sonrisa de oreja a oreja, queriendo saltar, correr, gritar... nunca me había sentido tan plena... estaba tan feliz que no cabía en mi. Subí al coche y me dirigí a un riachuelo que había a unos tres kilómetros de la casa. En ese río era donde Antía y yo de pequeñas, nos bañábamos en el verano y donde pasábamos la mayor parte del día.

El río estaba como siempre, con sus mismos árboles, sus mismas piedras, su misma hierba... cogí una manta que tenía en el coche y la extendí sobre la hierba. Miré el reloj, eran las 12 de la mañana, ella no llegaría hasta entrada la tarde, así que decidí ir a hacer unas compras al pueblito más cercano. Me quedé a comer en un restaurante que había.

Compré champaña, comida, unas almohadas y unas velas y regresé al río. Lo preparé todo, poniendo las velas alrededor de la manta y las almohadas. El champagne lo dejé en un costado con la comida. Miré el reloj, eran ya las 4 de la tarde, así que decidí acostarme en la manta.

Me desperté de un salto, miré el reloj, eran las 6 de la tarde y escuché el motor de un coche.

Miré el pequeño camino que había y apareció ella. Nos sonreímos, al acercarse más, se fijo en todo lo que tenía preparado y se ruborizó.

- Ven - le dije extendiendo mi mano, ella entrelazó sus dedos y  yo la atraje a mí. La abracé y ella se dio la vuelta para mirar el río, me acerqué a su oído y le susurré - Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos lo hará... - Me miró a los ojos, no necesitábamos más palabras, sobraban...

Empecé a recorrer lentamente su cuello con mis labios. Se dio la vuelta y quedó enfrente de mí. Rodeó sus brazos alrededor de mi cuello y me besó. Fue un beso lento, intenso, de los que van camino de algo. Yo le rodee la cintura, besé otra vez su cuello y ella gimió, se dio la vuelta, rozó sus labios con los míos, y me mordió el labio inferior. La apoyé cuidadosamente en la manta, la empecé a besar sin parar, necesitaba sentir su boca sobre la mía, sus labios, su lengua, su aliento. Clavé mi mirada en sus ojos y me quitó la camisa. Descendió la vista y empezó recorrer con sus manos, suavemente mis pechos, dibujando  su contorno mientras bajaba. Yo la miraba asombrada, su pelo, sus ojos, sus labios... ella. Bajó sus manos hasta mi pantalón, volvió a clavar su mirada en la mía y me sonrío.

Me eché hacia atrás y la levanté. Me acerqué, le di un beso en el hombro y empecé a desabrochar los botones. Ella con la mano levantó mi cabeza y me besó. Pausadamente, le quité la camisa. Eché la cabeza hacia atrás, para poder observarla. Aún era más hermosa. Le besé el cuello y comencé a bajar hasta llegar a sus senos y ella entrelazo sus dedos entre mi cabello y gimió. Se quitó las botas y bajó sus manos hasta mis pantalones. Levanté la mirada, me sonrió pícaramente e introdujo una de sus manos dentro del pantalón y puso dos dedos sobre mi clítoris. Me eché hacía delante y la besé para silenciar mi gemido. Me bajó el pantalón y yo empecé a hacer pequeños movimientos de cadera y piernas para quitármelo y tirarlo al suelo. Me levante sobre mis manos, la miré sin perder ningún detalle de su cuerpo. Empecé a descender lentamente y ella puso sus manos sobre mi pecho y yo giré sobre mí, amarrándola de las caderas, dejando que quedase encima. Me eché hacia delante y la bese. Mis manos comenzaron a moverse sin descanso sobre cualquier trozo de su piel que pudieran encontrar, acariciando y estimulando mi deseo por ella. Me rodeó con sus brazos, correspondiéndome, y yo deslicé mi mano entre sus piernas. Dio un pequeño respingo y empezó a moverse un poco sobre si misma y entrelazo sus dedos entre mis cabellos. Bajo una mano por mis muslos, jadeé de placer. Nos miramos a los ojos y me puse encima de ella juntando nuestros clítoris. Las dos gemimos y ella me agarró la cintura. Empecé a hacer lentos movimientos hacia delante y hacia atrás. Lanzaba pequeños grititos. Desde su cuello, empecé a trazar un camino de besos descendiente por su cuerpo, haciendo pequeñas paradas y mi boca tomo el lugar de mi vagina.
Grito de placer.
Dirigí mi boca a la cara interna de su muslo, la miré a los ojos y  lo besé. Volví a subir por su cuerpo, lamiéndolo, besándolo. Con sus manos, me agarró la cabeza para ponerme a su altura y poder besarme. Volví a entrar en ella y me mordió el labio de placer.
Hice movimientos más rápidos, mientras respiraba frenéticamente y ella gemía a la vez que agarraba mis glúteos. Ella volvió a meter su mano dentro de mi ser.
Su momento llego directamente después del mío. Gritó y yo la abrace.

Nos quedamos quietas unos minutos, luego yo me eche hacía un lado y ella se ciño a mi y yo la rodee con mis brazos.
Estuvimos hablando de todo un poco, cambiando de tema sin darnos de cuenta. Me contó anécdotas de ella después de que me fuera, su primer día en la escuela, su primera amiga. Me quedé escuchando, hipnotizada.

Volvimos  a hacerlo unas cuantas veces más en toda la noche...
Abrí los ojos, ya había oscurecido, la luna nos iluminaba con la ayuda de las velas, mire hacia la derecha y ahí estaba ella, apoyada sobre mi brazo durmiendo. Gire mi cuerpo para tenerla enfrente de mí y alargue mi brazo libre para acariciarla. Empecé por los hombros, bajando lentamente, haciendo pequeños dibujitos, hasta llegar a sus caderas.

Volví mi mirada a su rostro y le acaricie su moflete colorado. Sonreí.
Abrió lentamente los ojos, y la mire fijamente, con la sonrisa aun presente en mi cara.

- Buongiorno Principessa (Buenos días Princesa) - empezó a sonreír y su sonrisa fue un reflejo de la mía - ho sognato tutta la notte con te... (He soñado toda la noche contigo)
Puso su mano sobre mi mejilla y con la otra se apoyo para besarme. Fue un beso suave, un roce de labios, pero cargado de sentimiento. Y sin apartar aun sus labios de los míos:

- Buenos días mi amor, yo también he soñado tutta la notte con te. (Toda la noche contigo)

La besé y sonaron nuestras barrigas simultáneamente:

- El toque romántico que faltaba ¿no crees? - me dijo con un tono irónico y me reí.
- Será mejor que comamos algo.

Nos levantamos. Me quede mirándola, desnuda.

- Mmmmm, ahora si te puedo ver mejor - me mordí el labio - y me encanta.

Se puso colorada:

- Tu no te quedas atrás - me respondió, pero no mirándome precisamente a los ojos

Me carcajee y me puse los boxers y la camisa.

- ¿Dónde esta mi camisa? - me pregunto buscando por debajo de las almohadas.

- No sé, pero estás mucho mejor así - le guiñé un ojo.

Se levanto del suelo y yo cogí la comida que había comprado para picar y el champagne.

Nos sentamos una enfrente de la otra y nos pusimos a hablar de todo un poco y acabamos hablando sobre nuestros amores.

- ¿Y con cuántos chicos has estado? - pregunté cómo quién no quiere la cosa.

- ¿Qué con cuántos chicos he estado? Mmmmm... Pues... Paolo el primero, luego un noviete tonto en la universidad, después Marco y Leonardo el último, con el que corte. Cuatro en total, ¿y tú? - y se metió una fresa en la boca y me sonrío.

- ¿Yo? pues déjame que cuente... - se me quedo mirando sonriéndome aún - unos... 12 o 13 - dije sin importancia.

- Mira... la docenita... - y dio un sorbo al champaña.

- Esos chicos, chicas... alguna más - abrió los ojos de sorpresa. Eh... unas 50 - y me eche a reír.
Me miro seria y volvió a dar un sorbo al champaña

- ¿Qué te pasa?

- No, nada... - y se quedo seria mirándome - es que como yo solo he estado contigo y para ti soy la quincuagésima... - me reí - es raro - dijo incómoda.

- Mira pincipessa, liarte con 50 chicas, es de lo más fácil. Lo difícil es enamorarse, ¿sabes... sentir que alguien te roza con sus dedos y se te ponen los pelos de punta? - le pregunté.
Me sonrío y asintió.

- Pues en eso... eres tú la primera - y le cogí de la mano.

- Tú para mi también eres la primera... - me acerqué y la besé.
Recogimos todo para marcharnos y cada una subió en su coche. Llegamos a la casa y al bajar de los coches nos cogimos las manos y entramos dentro.

- Ciao - dijimos a la vez.

- Ciao - nos saludo mi abuela y nos miró las manos y sonrío.

Antía se fue a dar una ducha y yo fui a mi habitación, me puse a ordenarla y me fije en los billetes que se encontraban en la mesita. ¡Los mire! mierda, ¡mañana me marchaba por la tarde! ¿Cómo paso tan rápido el tiempo?
Antía entró en mi habitación con la toalla alrededor de su cuerpo, me rodeo con sus brazos y me beso el cuello.

- ¿Qué haces, amor? - y siguió mi mirada hasta los billetes y los empezó a leer.

- Joder... - dije por lo bajo.

- ¿Mañana? - preguntó triste.

- Scusa amore, no me acordaba de que era ya mañana - me giró lentamente y me besó - Ti amo - me susurró. La mire a los ojos, esos ojos... sin pensarlo, le quité la toalla y le hice el amor...
Dormimos juntas, pegadas, entrelazadas... no quería separarme de ella por nada en el mundo. A la mañana siguiente volvimos a hacer el amor, esta vez, disfrutando de cada beso, de cada caricia, al máximo.

Desayunamos todos juntos, hablamos, reímos... me regalaron unos presentes para llevar a Barcelona.

Fuimos mi nonna, Antía y yo en coche hasta el aeropuerto. Comimos algo en el bar y me acompañaron hasta la puerta de embarque.

- Ciao, mía ragazza - me dijo mi abuela con la voz triste y me abrazó.

Antía estaba con los ojos llenos de lágrimas, le puse un mechón detrás de la oreja y la besé.

- Te amo - le dije, nunca esas dos palabras habían tenido tanto significado en mi vida.

- Yo también te amo - me respondió y se le cayeron dos lágrimas. La entrelace entre mis brazos y le jure:

- Nos volveremos a ver... nuestro destino es estar juntas - y la besé


[...]

Llegue a mi casa, tenía los ojos hinchados de llorar. Tiré la maleta en el suelo y me dejé caer en el sofá y me agarré las piernas... volvía a caer en llanto. La echaba de menos, su mirada, su voz, su risa, sus besos, sus caricias...
Sonó el timbre de la casa y dejé que tocasen, no tenía ganas de ver a nadie.

- Soy Mark, ¡Em, se que estás en casa, ábreme! - me gritó. Me levantó sin ganas y le abrí la puerta:

- ¡Dios! estás horrible.

- Idiota... - le reproché y volví a llorar.

- ¡Oh, mierda! lo siento Em - corrió y me abrazó.

- No es tu culpa Mark - decía entre sollozos.

- ¿Pero qué te pasa? - me dijo con angustia.

- Me he enamorado... - y mi llanto fue más fuerte.

Le conté todo, desde que llegue a Italia hasta que regresé. El me escuchó atentamente y a veces sonreía. Me volvió a abrazar:

- Enamorada... - susurró y sonrío - quién me lo hubiese dicho, me hubiera reído en su cara.

- Ya y yo - protesté.

- ¿Necesitas que me quedé hoy?  - me preguntó.

- No, no hace falta, vete. Mañana ya estaré mejor.

- Bueno - se levantó - mañana volveré a pasar a verte - se inclinó y me besó la frente - te quiero.

- yo - le contesté y se marchó

Me puse a ordenar la casa, intentando no pensar en ella, pero no podía. Ella ahora se iría para Suiza y yo me quedaría en Barcelona... ¿eso es todo? ¡No! me dije a mi misma. Cogí el teléfono y llame a mi nonna:

- Nonna soy yo.

- ¿Come stai? - me preguntó alegre.

- Bene bene, ¿está por ahí Antía? - pregunté con un poco de desesperación.

- No, se marchó hace unas horas a la casa que tiene en Roma, ¿Quieres el número de la casa, ragazza?

- ¡Si! per favore - me lo dio y yo lo anoté. Me despedí y rápidamente lo marqué

Estaba nerviosísima, no sabía que decirle, quería escuchar su voz, su risa...

- ¿Ciao? - era un voz de hombre.

- Ciao... ¿Antía? - pregunté confusa.

- Non, sono Leonardo, ¿e voi?

Me quedé en silencio... ¿Leonardo, que hacía en su casa?

- ¿Ciao? - preguntaba é. Se escuchó una voz de fondo, era Antía.

- Chi è? - le preguntó.

Colgué rápidamente, sentí como se me derramaba una lágrima. Me levanté y tiré el teléfono contra la pared, empecé a tirar con todo lo que me encontraba a mi paso.

¡¿Por qué?! - grité y me derrumbé en la cama, y volvió el llanto de hace unos minutos.

Me levanté un poco mejor y me fije en todo el desastre que había montado ayer. Me puse a ordenar y a limpiar. Me di cuenta de que el ordenador estaba tirado en el suelo, lo cogí y lo encendí. Tenía una historia de hace unos meses que no había acabado.
Sentí como la inspiración se apoderaba de mi, todo lo que sentía lo expresaba con el ordenador. No podía parar, cada vez que se iba una idea, llegaba otro mejor.
Empecé a escribir y estuve así varios días. Me venía a ver casi todos los días Mark, a veces, con Molly y los niños. Estuve más o menos una semana.

Una noche como otra cualquiera, mientras yo estaba ensimismada en mis ideas, sonó el timbre. Mire el reloj, ya eran las 10 de la noche. ¿Quién podría ser?

-¿Quién es?

- Soy yo, Sara.

Abrí la puerta sin pensármelo y ahí estaba ella. Nos sonreímos y saltó a mis brazos y me besó.
Cerró la puerta de una patada y me llevó hasta el sillón dándome besos. Mi cuerpo se estaba excitando, pero mi mente estaba en otra parte. Empezó a desabrochar mi camisa,

- Sara... ahora no - le pedí, me miró extrañada - lo siento - me disculpé.

Nos separamos y nos sentamos en el sofá, y me puse a abrochar los botones.

- ¿Hice algo que te molestará?

- No, no, tú no hiciste nada, es que... - giré la cara, sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas. Suavemente movió mi cabeza para mirarme a los ojos.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó dulcemente y sin pensarlo dos veces me abrace a ella y el llanto que llevaba guardando tanto tiempo estallo.

Le conté todo, al igual que había echo con Mark, y ella me escuchó atenta. Cuando acabé con un pañuelo me secó las lágrimas que se desbordaban por mis mejillas.

- Te me escapaste, cachis... - dijo apenada y yo me reí - ¿y ahora qué vas a hacer? - me preguntó intrigada.

- ¿Cómo que qué voy a hacer? – pregunté  sin entender.

- ¿No vas a ir a por ella? Digo, tú la amas y por lo que me contaste, ella a ti.

- Ella tiene novio - y al decir esa frase sentí una rabia intensa que me hizo cerrar los puños.

- Bueno... no lo sabes - la miré y levante una ceja, ¿qué me quería decir? - a ver, tú no sabes si ella esta con él, vale, llamaste a su casa y él te cogió el teléfono, pero podía estar ahí por mil razones.

Me quedé pensando en lo que me dijo, podía tener razón, pero también se podía equivocar. Es lo más comprensible que volviese con él, corto por sus sentimientos hacia mí al estar yo allí y ahora que me fui, puede que sus sentimientos se asentasen. Meneé la cabeza para intentar apaciguar todas esas ideas.

- Sara... ¿Te gustaría quedarte a dormir? - le pedí e hice un puchero.

- Jajaja, vale, vale, si me lo pides así... - y me echó la lengua.
Desde ese día Sara y yo nos volvimos las mejores amigas, siempre estaba en mi casa o yo en la suya, y casi todos los días dormíamos juntas. Paso un mes desde el viaje, mis sentimientos ya se habían calmado bastante y me sentía mejor.

Una tarde cualquiera, estaba en la tumbona y Sara haciendo la comida. Sonó el timbre.

- ¡Voy yo! - me gritó Sara y yo me quedé ahí acostada tomando el sol

- ¡Ey bicho! Te busca una chica y no está nada mal - me llamó y me guiñó un ojo.

- Bicho, te voy a dar yo a ti, bicho - me levanté y fui corriendo detrás de ella para hacerle cosquillas.

- No, no, cosquillas no - me suplicó y yo la agarré por la cintura mientras ella no se paraba de mover y reír - ¡Para, para!

- No voy a parar jajaja - y me carcajee.

- ¿Emma?

Esa voz... el corazón se me paró, sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Me separé automáticamente de Sara.

- ¿An...? Antía? - tartamudeé. Abrí los ojos como platos, era imposible.

- ¿Es esa Antía? - preguntó en voz alta, sorprendida.
Me quedé mirándola, la tensión se palpaba en el ambiente.

- Esto... mejor me marchó, tengo unas... cosillas que hacer - mintió Sara.

Yo estaba clavada en el suelo, mirando a los ojos de Antía.

- Chao - y me dio un beso en la mejilla y me fije como Antía frunció el ceño - esto... fue un placer - le dijo Sara y se marchó.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté fríamente.

- No me llamaste.

Sentí que mi corazón volvía a latir, mi temperatura aumentaba y mis puños se cerraban.

- Si lo hice - le reproché.

- ¿Qué? ¿Cuándo? - preguntó enfadada.

- El día después  de que llegué a Barcelona. Se quedó pensando, contando los días para atrás.

- Me cogió tu novio, Leonardo - esas palabras me hicieron sentir un pinchazo, noté como los ojos se me llenaban de lágrimas y los cerré. Ella me miró y abrió los ojos.

- ¿Mi qué? – preguntó y su tono fue un poco alto.

- No te hagas la tonta, dímelo y ya, prefiero que me lo digas, ya asumí que te perdí.

Se empezó a reír descaradamente. Noté como la rabia aumentaba, pero la confusión también.

- ¡¿Pero de qué te ríes?! - le exigí y me puse enfrente de ella.

- Jajaja ese día había venido a buscar unas cajas que tenía en mi casa, para mudarse a su nueva casa.

Me quedé paralizada, mi mirada no tenía un punto fijo, estaba perdida.

- Así que... ¿no estás con el? - pregunté sin aliento.

- No... - y la silencié con un beso, me entrelazó entre sus brazos y empecé a besarle todo el cuerpo - mi amor, para la próxima vez será mejor que me llames y aclaremos las cosas - me decía mientras me acariciaba.

Me reía entre beso y beso que le daba.

- Te amo - le dije - te amo, te amo, te amo - y me calló con un beso en los labios.

- Yo también te amo.

Le hice el amor lentamente, disfrutando de cada momento al máximo, la amaba, y quería demostrarle cuanto...

Después de hacer el amor, nos quedamos dormidas abrazadas, no estaba dispuesta por nada del mundo separarme de ella.

A la mañana siguiente, me desperté con una sonrisa y abrí los ojos. Me estaba mirando.

- Eres hermosa, mi amor - me susurró.

Estiré mi mano y acaricié las pequeñas arrugas que se le formaban en la frente al sonreír.

-Te amo, mi vida - me eché hacia delante y le di un beso en la frente.

De repente se puso sería y puso morritos.

- Y a todo esto ¿quién era la chica de ayer? esa que le hacías cosquillas.

- Ah, mi amante ¿por? - le dije de broma y me pegó en el hombro.

- ¡Ay! - me quejé - es una amiga, que me ayudo cuando... ya sabes, pensaba que habías vuelto con Leonardo.

- Ah... - dijo tristemente.

Sonó cerrarse la puerta, sabía que era Sara por el portazo.

- ¿Quién es? - me preguntó Antía.

- Es Sara, seguro que viene para saber que tal salió todo contigo - y la señalé con un dedo.

Me levanté enrollándome la sabana y le di un beso:

- Es mejor que nos levantamos amor - le sugerí. Frunció los labios como una niña caprichosa y se levantó, dirigiéndose al baño y yo me puse a buscar un short y una camisa.

- Si te quieres duchar, hay toallas limpias en el armario.

Me vestí y salí fuera, ahí estaba ella tirada leyendo una revista. Al abrir la puerta se inclinó hacia atrás para poder mirar dentro de la habitación y me sonrió:

- Las cosas al parecer te salieron bastante bien ¿no? - le tiré un cojín a la cara, y nos reímos.

Cuando Antía salió de la ducha, la presente a Sara, congeniaron bastante bien. Las tres nos pusimos a hacer la comida y pusimos la mesa fuera. Hablamos de todo y Antía contó lo vivido desde su perspectiva, como sé sintió al verme en Italia después de tantos años.

- Si me disculpáis, voy por agua - se excusó Antía y se levantó.

- Mira como son las cosas... os conocíais desde pequeñas y ahora de mayores os reencontráis y os enamoráis - comentó Sara con una leva sonrisa.

-En realidad siempre estuve enamorada de ella, desde pequeña, siempre supe que mi corazón ya era de una persona, pero no sabía de quién. Estuve con tantas mujeres buscando el amor. Estaba tan perdida... - Antía me entrelazó  con sus brazos y me besó la mejilla - y llegaste...

[...]

Pasaron tres años desde eso, ahora vivimos juntas y tenemos planes de boda. Vivo con ella en Suiza, pero siempre que tenemos vacaciones vamos a Italia o Barcelona. Sigo en contacto con mis amigos y mi familia. Una nueva pareja, que había presentado de casualidad y que al parecer, desde el principio hubo algo, es Sara y Astrid. Helena... que puedo decir, fue la segunda mujer más importante en mi vida, la quise y quiero con todo mi corazón, pero cuando le conté sobre Antía, no la acepto tan bien como esperaba, siempre tuvo esperanzas de que hubiese algo entre nosotras... y mi historia, aquella que escribí en uno de los peores momentos de mi vida, fue publicada y tuvo gran éxito... ¡Viva mi desgracia!
 Y mi amor... la sigo amando como la primera vez y aún más, lo que he aprendido de todo esto, es que el amor no se acaba; sólo nos damos un tiempo para empezar de nuevo y hacerlo más y más grande y fuerte...


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2 comentarios:

  1. Muy buena la historia, no se que tiene la Toscana italiana que es tan romántica. Gracias Noita.
    Un saludo desde España. MC.

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  2. Me encantooo la historia el amor triunfooo e hizo que emma no sea una ojo alegre jajajaj besos ARGENTINA

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