Miraba las luces de la ciudad desde
el ventanal de mi departamento. Desnuda sentía el frío del vidrio en mis brazos
cruzados sobre mi cabeza. Solía hacer esto porque me sentía poderosa, como un
dios mirando lo que ha creado, pensando en destruir o no lo que ve.
Estaba en estas y otras ensoñaciones
cuando escuché la puerta del baño abrirse, sin moverme un centímetro miré hacia
atrás de reojo y volví la mirada al frente cuando unos brazos rodearon mi
cintura y me abrazaron tiernamente.
-te
llamé un taxi- le dije impertérrita.
–
¿qué tú qué?- me dijo ella mientras se separó de mí perpleja.
-vístete
rápido- le insistí mientras caminaba hasta el closet y me vestía.
–pero
pensé que…
- voy a salir, puedes
pensar en tu casa, a mi realmente no me
importa- sonó el timbre del citófono, caminé hacia el mientras me terminaba de
vestir. – Aló? Ok, ya baja-. Me puse la chaqueta, la miré – está abajo el taxi.
Vi el instante en que se quebró su
corazón, corrió hacia mí como para suplicarme. – ¡Pero pensé que te gustaba!
¡Que podíamos..!.
–
Pensaste mal, yo no tengo nada con nadie, ni menos con alguien a quien no
conozco… deja cerrado cuando salgas- dije mientras abría la puerta. Su rostro
se desfiguró y lo último que escuché fue un “maldita hija de…”.
No estará cuando vuelva, nunca están, ni
ellos ni ellas. Soy una perra, lo sé, pero no
me malentiendan, hay una buenísima razón para ser como soy, pero antes
de que les diga el porqué, les contaré sobre estas últimas dos semanas.
Me gusta ir a bares o discos, pubs,
restaurantes, conozco muchos y he ido lo suficiente a cada uno como para saber
el perfil de las personas que van. Así que dependiendo del ánimo que tengo, es
a donde iré por mi captura.
Si bien los hombres también están dentro
de mis gustos, últimamente los he dejado de lado, la manera de atraerlos
incluye hacer el papel de tonta complaciente, papel que me desagrada y me produce dolor de cabeza, sin
contar que debo pagar por lavandería al otro día y bañarme tres veces, para
quitarme el olor a perfume; entre otros, de la piel.
De todos los lugares, hay un Pub en
especial al que me gusta ir. Se llama “El horizonte Arcoíris” un nombre
pintoresco para un bar gay. Es moderno, las sillas son cómodas, sirven buenos
tragos y el dueño me hace descuento, dice que cada vez que voy el lugar parece
llenarse. Y la verdad yo sé que es así, he visto como las chicas de la barra
murmuran entre risitas al verme de reojo y textean para avisar que estoy en el
lugar. Van porque esperan que las elija, saben que siempre elijo a alguien.
Las más osadas me invitan un trago que
mandan a dejar a mi lugar, pero jamás se acercan, si lo hacen, están
automáticamente vetadas por un buen tiempo. No les importa tener que esperar
toda la noche o venir día tras día, cuando me levanto y camino a la mesa de la
chica en cuestión, es todo lo que les importa, saben que no me ando con rodeos.
Prendo mi cigarrillo, les converso lo que me demoro en fumarlo y al apagar la
colilla me levanto y las invito a mi departamento.
Quizás es por mi piel blanca y suave, mis
curvas y cuerpo atlético, mi cabello negro y ondulado siempre dejando ver sólo
un ojo negro de mirada severa pero seductora o mis labios color rojo intenso y
de voz profunda y segura. O quizás todas las anteriores. Yo creo que es más la
patética necesidad que tienen todas de encontrar el único y verdadero amor y
obviamente mejor si es bien parecida.
Ahora, esta chica en particular, nunca
antes la había visto en el bar. Probablemente es nueva y sola en la ciudad, en
busca de chicas lindas en el bar más popular del ambiente gay. La vi entrar en
un pestañeo rápido que hice hacia la puerta y se sentó a dos sillas de mí en la
barra, pidió una cerveza y se giró en la silla hacia la pista para observar el
lugar, mientras apoyaba los codos en la barra.
Tenía un look ambiguo, brazos llenos de
tatuajes, una polera corta dejando ver su ombligo, usaba jeans ajustados,
cabello corto y café al igual que sus ojos, labios cortos y pálidos, de
contextura delgada pero gruesa. Supe que era de pueblo al ver sus botas vaqueras,
que nadie en la ciudad usaría.
Yo he estado con mujeres como ella, he
estado con muchos tipos de mujeres porque, la verdad me da igual como sean
físicamente. Bajas, altas, gordas, flacas, viejas, jóvenes, lesbianas,
bisexuales, heterosexuales, cristianas, ateas, caucásicas, afroamericanas,
orientales, tímidas, extrovertidas, todas y cada una de las mujeres que existen
en este mundo podrían ser candidatas a estar conmigo. Lo que a mí me interesa
más que el físico es la manera en que se les rompe el corazón. Disfruto el momento exacto en que se
enamoran de mí, casi puedo ver en sus ojos como se imaginan, en menos de un
segundo una vida a mi lado y me hace sentir un éxtasis cuando todo su mundo se
derrumba, después de tener sexo con ellas y pedirle que se vistan y se vayan.
Es por esto que elijo a unas y no a otras, las observo, les hago las preguntas
claves y logro obtener un perfil de quien se enamorará y sufrirá profundamente
con todo lo que sucederá.
Pero bien, volviendo a la historia en
cuestión, ésta chica me notó poco después de girarse de vuelta a la barra, yo
prendía mi cigarro cuando vi de reojo que se acercó a mí y escuché como las
chicas del pub murmuraban “una menos, que tonta, vetada quizás hasta cuándo”.
Se sentó a mi lado tratando de ser atractivamente masculina y sonriendo sensual
me dijo
-
¿qué tal? No te había visto, ¿te molesta si me siento acá? A menos que andes
acompañada…
-
no, sola- le contesté secamente sin mirarla y tomando un sorbo de mi trago
agregué: pero parece que tú no lo entiendes.
-
¡já! Tan ruda, me agrada. ¿ y vienes a menudo a este lugar?
-Para
mi ahora desgracia, sí… - le dije sin mirarla.
-¡ahhh!
Mejor aún, vendré más a menudo entonces. Me pareces muy interesante, quizás tú
y yo podríamos vernos otra vez, hacer algo entre…
Daba
un sorbo largo a mi trago cuando escuchaba todas están tonterías, dejé el vaso
en el mesón con un golpe más o menos
fuerte para callarla.
-mira,
no sé qué es lo que te habrán contando por ahí de este lugar o cómo funcionan
las cosas en esta ciudad, pero si crees que puedes venir aquí y decir frases
clichés de películas cursis para conquistar a alguien como yo, estás perdiendo
tu tiempo y haciéndome perder el mío. Además jamás me fijaría en alguien como
tú.
Ella
enarcó una ceja y me miró algo enfadada.
-¿cómo
cómo yo? A que te refieres.
Sonreí
despectiva ante esa pregunta.
-
como tú. Pueblerina.
-¡¿pueblerina?!
Dijo abriendo los ojos indignada.
-
Sí, típica lesbiana de pueblo que después de comerse a todas las cristianas del
lugar siente que este le queda chico y quiere venir a la ciudad a probar
suerte, trabajaste todo el año en una fuente de soda de mala muerte para
arrendar un sucucho en el centro, sintiéndote la más valiente del mundo por
estar sola en un lugar como este, pero lo primero que hiciste al encontrar
trabajo, fue venir al bar gay más grande que hallaste para levantarte a una
tipa y llevártela a la cama porque en las noches te sientes sola, jodidamente
sola y quizás en esta ciudad encuentres el “amor”. Igual que todas las tipas
que vienen a este lugar- termine de decir y le di una calada a mi cigarro.
Ella
apretó la mano en un puño y me miró desafiante
-estas
bien equivocada en lo que dijiste y creo que deberías dis…
-
acabas de hacer cuatro micro expresiones que me comprueban que mientes al decir
que no y me dan la razón y ahora con tu permiso o sin el, me retiro- le dije
con aire serio y despectivo mientras me levantaba.
-
¡yo también conozco a las de tu tipo! Eres la típica mujer que lo dio todo en
una relación larguísima, para que al final de cuentas la dejaran igual y ahora
tienes esa actitud de mierda porque estas despechada y crees que siendo una
perra le devuelves el favor a tu ex – me dijo con ira levantándose de la silla.
Haciendo
uso de mis mejores habilidades de actuación me apreté el pecho con la mano y
puse cara de estar ofendida y apenada
-¡oh
dios mío, tienes tanta razón! ¡Soy la peor! Siento tanta culpa ahora por el
daño que te causé al decir todas esas cosas feas, lo siento pero ahora gracias
a ti veo la luz. – le dije dibujando un arco con mis manos en dirección hacia
uno de los focos del lugar y con la mirada en el infinito.
Ella
me miraba perplejamente confundida y agregué volviendo a mi displicente actitud
-de
haber sabido que iba a venir aun sesión de psicoanálisis habría traído pañuelos
– dije despectiva, disfrutando como cambiaba el rostro de ella de la impresión
a la duda y luego a la rabia y frustración- y como te dije, me retiro,
conseguiste que me doliera la cabeza.
Caminé
a la puerta dándole la espalda y no volví al horizonte arcoíris.
Bueno,
debo confesar que parte de lo que dijo no estaba tan alejado de la realidad
salvo porque gracias a ese momento en mi vida fue que reaccioné y me di cuenta
de que lo que muchos llaman “amor” es en realidad autocomplacencia disfrazada.
Gente buscando que otros te hagan feliz, te den placer y te complazcan y cuando
te aburres de la persona que te lo da o cambian o crecen tus expectativas de
recibir, le dices adiós, fingiendo que te duele y te buscas otro postor. Puro
egoísmo eso del amor, puro fingir que alguien te interesa cuando sólo te
interesas por ti mismo.
Y
fue en ese momento en que decidí ser real. Sin lazos, sin compromisos ni
cursilerías baratas. Sólo yo y mi deseo de placer. Sólo finjo cuando veo que la
otra persona no puede aceptar la simple verdad, pero en cuanto me veo
satisfecha, me saco la máscara amorosa y con calma las o los saco de mi vida.
Y
hablo de sacarlos completamente, porque otra persona en mi posición usa a los
demás como trofeos, conquistas amorosas a su haber que alardea ante los demás.
Yo no. Los olvido completamente. El nombre, sus caras, ni si quiera se con
cuantas o cuantos he estado porque la verdad, no me importa, no hablaré más de
ti ni de nadie. Fuiste en su momento y al otro dejaste de existir.
Pero
no fue hasta después que me di cuenta que estaba jodida con esta mujer.
Verán,
como les dije, a la otra noche volví al Horizonte a hablar con George, el
dueño. Gee-gee para los amigos. Llegué mucho antes de que abrieran al público,
me senté donde siempre y saludé a Gee-gee.
-¿Qué
quieres, cariño? ¿Un trago?
-No
Gee-gee, dame un café bien cargado, tuve un día agotador.- dije prendiendo un
cigarro.
-¿Mucho
trabajo, cariño?- me dijo mientras hacía el café.
-Horrible,
me tomaría unas vacaciones en Noruega.
-¡Ay,
niña! ¡Tan helado! ¡Mejor en Cancún!
-Gee-gee,
sabes cuánto detesto el sol y la gente.
-¡Jajaja!
Sí, lo sé. Aunque cuando vienes acá y te llevas a tus conquistas, no diría lo
mismo. Acá tienes tu café, tal como te gusta.
-Que
me lleve a una que otra a mi departamento no habla de mi gusto por la gente,
más bien de lo aburrida que ando a veces.- dije dándole un sorbo a mi café y
mirando a Gee-gee con suspicacia.
-¡Jajaja!
Ay, que me haces reír.
-Y
qué me cuentas de anoche.
-¡Uf!
¡Ni te imaginas! Después de que te fuiste pensé que esta campesina se iría. O
sea, ya hay que tener valor para vestirse así. ¡Y esas botas, por Dios!
-Enfócate
Gee-gee, por favor.
-¡Ay,
ya! Bueno, la cosa es que no. No se fue. En cambio se pidió otra cerveza y se
puso a averiguar todo lo que podía de ti.
-¿Y
qué le dijeron?
-Bueno,
mis niñas le dijeron que no sabían mucho de tu vida en verdad, salvo que venías
a menudo. Si tenías ganas te ibas con alguien a tu departamento en las afueras
de la ciudad, que tenías mucho dinero y que nadie sabía de donde lo obtenías.
¡Ah! Bueno y tu nombre.
Sonreí
de manera maliciosa y complacida.
-Si
quieres le digo a los guardias que no la dejen entrar más.
-No
te preocupes, no será necesario.
-¡Oh!
Cariño, esa sonrisa. ¿Qué estás tramando?- dijo mientras apoyaba su mentón en
la palma de su mano y se acercaba a mi inquisidor y divertido.
-Quiero
ver hasta dónde llega nuestra campesina. De lo que es capaz, ya sabes lo que
dicen. Mientras más alto llegas, más duele la caída.- dije terminándome el
café.
-¡Ay
Dios mío! ¡Qué perra eres, jaja! ¡Me encanta! Además, esa sonrisa maquiavélica
te hace ver tan sexy. Me dan ganas hasta de volverme heterosexual por ti.
-Gee-gee,
si quisiera, haría que me suplicaras estar contigo.- le dije con la confianza
que me caracteriza.
-¡Grrrr!-
hizo el gesto de un gato arañando.
Un
par de horas después de que abrieran al público llegó la campesina y sin
pensarlo dos veces caminó hasta mi lugar y se sentó a un lado para la impresión
de todos.
-Pensé
que no volverías después de lo de anoche.- mentí.
-Pues
si algo destaca a las “pueblerinas” como yo, es que somos muy testarudas y no
nos rendimos ante nada.- dijo sonriéndome con mucha confianza.
Pude
ver que se sentía empoderada de la situación pero, lo que no sabía era que
justamente era eso lo que quería lograr en ella.
-¿No
te rindes? ¿Y eso qué significa?- me hice la sorprendida.
-Que
voy a lograr que de aquí a una semana salgas a una cita conmigo.- dijo mientras
acercaba su rostro confianzudo al mío.
-¡Vaya!
Sí que te tienes fe. Bueno, te lo alabo, otra no lo intentaría tan
abiertamente.
-Ya
verás, te voy a sorprender y vas a tener que comerte tus palabras.
-Veamos
que tienes. Si no lo logras, no te quiero ver por aquí nunca más.- le dije muy
seriamente por fuera pero, muy divertida por dentro.
-Trato.
Me
levanté para irme pero, ella me agarró el brazo con rapidez.
-¿¡A
dónde vas!?- me dijo sorprendida.
Le
dirigí una mirada de desprecio después de mirar su mano. Ella me soltó de
inmediato. Le di la espalda y me acerqué a una chica que estaba bailando. La
invité a mi departamento, ésta aceptó, puse mi mano en su cintura y caminamos
hasta la salida no sin antes girar mi cabeza y dirigirle una mirada a la
campesina para ver como ardía en rabia. Solté una risita y me fui del lugar.
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El que escupe para arriba en la cara le cae.
ResponderEliminarYa es una perra, pero burlarse por la humildad de una persona es pasarse.
Espero que la campesina le de una lección que no la olvide nunca.