La verdad es que nos conocíamos bien, o al menos eso creía, aunque siempre tuve mis dudas. Caroline era una mujer singular, llego al trabajo hace 3 o 4 años, no recuerdo la fecha exacta pero si el momento como si pudiera verla entrar en este mismo instante pro la puerta de la oficina. Se le asignó el escritorio junto al mío y fuimos compañeras desde entonces, nunca pensé que las cosas pudieran cambiar, pero sucedió.
Ella era una mujer discreta, nunca hubiera dejado que nadie en la respetable oficina de finanzas notara su homosexualidad pero, yo lo sabía, lo adivine en el primer momento que la vi. Supongo que es cierto eso que dicen, los demonios nos reconocemos entre nosotros, quizás por eso hicimos tan buenas migas desde un comienzo, rápidamente nos acostumbramos a almorzar juntas y nos suplíamos mutuamente en el trabajo cada vez que hacía falta, se diría que contribuíamos óptimamente al buen clima laboral.
-¿Qué paso?
Las
cosas estaban extrañas hace algún tiempo,
así que ayer cuando salimos de la oficina la invite a tomarse un café a
mi departamento pues queda cerca, así que frecuentemente vamos allá luego del trabajo, especial los
viernes que salimos más temprano, después por normal general yo la voy a dejar a su casa en mi auto.
-¿aceptó?
Claro, ¿Por qué se rehusaría? Después de todo somos
amigas o lo fuimos, no lo sé. El punto es que ayer en la tarde las cosas
estaban raras, ella estaba más tensa que de costumbre y eso ya es mucho decir,
así que me senté su lado en el sofá y le serví su café como
siempre, pero no lo tocó.
-
¿Me dirás que te pasa? – pregunté
sin preámbulos
-
Nada – respondió ella apartando la mirada
-
Como quieras – sabía bien que presionarla no
servía de nada
-
Aun no te das cuenta ¿verdad? – me provocó con
la mirada fija en su tasa de café
-
Aparentemente no, podrías explicármelo
-
No vale la pena – respondió
quitándole importancia al asunto procurando sentarse con una postura
aparentementemás relajadamente en el sofá y bebiendo por primera vez algo del
brebaje caliente.
Siempre
me dejaba perpleja, esa era su cualidadsembrar la duda, atraerme hasta que me
metiera en su laberinto y luego abandonarme en un callejón sin salida, era lo
atractivo de nuestra a amistad y uno de los tantos motivos por los que nunca
quise que nuestra relación fuera más que eso. Ayer tuve un mal día, en realidad
llevo teniendo malos días desde hace un buen tiempo así que mi paciencia ha idodecreciendo.
Recuerdo que la mire fijamente y con el tono másneutro que pude generar le hable.
-
¿alguna vez dejaras de
esconderte tras tus juegos y te enfrentaras a mí?
-
Es parte de mi personalidad – respondió
Caroline
-
¿No crees que si quisiera
hacerte daño ya lo habría hecho?
-
Quizás
-
Entonces ¿Por qué me tienes tanto miedo?
-
No te tengo miedo – respondió
clavándome su mirada penetrante, había tocado su orgullo y ese era terreno
peligroso, si llegaba a sentirse vulnerable se defendería como gato de
espaldas.
-
En algún momento tendrás que
confiar en alguien - había aprendido a
tratarla con toda la sutileza necesaria.
-
No es necesario
-
Como digas – me rendí, deje
que la conversación reposara por un momento mientras bebía un poco de mi café.
Recuerdo
que me miro desdeñosa así que acaricie su cabeza tal como se hace con un niño
pequeño, es un hábito muy arraigado que tengo
-
No hagas eso, me despeinas –
se quejó
-
Pero que genio, si sigues así
te saldrán arrugas – respondí a modo de broma
-
Tu sí que sabes de eso
-
Touche – me hice la ofendida
mientras me reía por lo bajo y volví a acariciar su cabello, esta vez no dijo
nada, solo gruño para denotar su molestia
-
Relájate un poco – le dije
mientras le daba un pequeño golpe con la cabeza, lo cierto es que para ser dos
personas con tanto dialogo nos comunicábamos mejor con gestos.
Entonces
durante una fracción de segundo nuestros ojos se encontraron, vi sus pupilas
brillar y en un instante lo comprendí todo, se acercó para besarme, pero en un
acto reflejo la esquive, vi su dolor al alejarse ante mi rechazo.
-
Espera, ¿qué significa esto?
- no respondió, no esperaba que lo hiciera podía ver cuánto le había costado
realizar ese último movimiento sin que hubiera necesidad de palabras.
Me
quede perpleja por un momento, fue como si el tiempo se congelara, ella ahí, a
no más de 10 cm de mí en su isla personal con la mirada fija en el suelo, yo
acá incapaz de dejar de contemplarla con la mente completamente confundida, la
verdad es que la quiero mucho, pero no de esa forma, eso no tenía que ser así,
realmente no quería perder a mi amiga, pero lo cierto es que ya la había
perdido, quizás nunca la tuve. Me sentí abandonada a su lado, y la sentí
perdida junto a mí.
Las
dudas recorrían mi mente en un sin sentido de pensamientos inconexos, no tenía
tiempo para pensar el ¿Cómo? ¿Cuándo? y ¿Por qué? Ese era definitivamente uno
de los momentos en la vida en que era preciso elegir entre actuar pese a las
miles de incertidumbre y vivir el resto de los días preguntándose el ¿Qué
hubiera pasado si? Lo cierto es que tome mi decisión en base a la mera tormenta
de emociones que experimentaba. Me acerque, acaricie su mejilla obligándola a
mirarme, sus ojos titilaban negándose a quebrarse.
- Supongo que ya he perdido todo – le dije
con resignación antes de besarla, sin estar muy consiente de mis actos.
Ella
me respondió el beso con suavidad incluso con poco de miedo, me detuve por un
momento, y la vi como nunca la había visto, frágil vulnerable, alcanzable, permitiéndome acercarme. Recuerdo que la
abrasé tan fuerte que perdí el aliento por un par de segundos, realmente quería
mantenerla a mi lado a sabiendas de que
ya no quedaba nada por hacer, en ese instante todo era insignificante, nada
importaba realmente.
Me
aleje un poco para contemplarla sin librarla de mis brazos, yo aún estaba
demasiado confundida, ella me beso con
desarraigo, con seguridad, se estaba entregando a mí a su manera y yo era capaz de percibirlo por
lo que me resultaba imposible dejarla. Le respondí el beso, muy lentamente nos
fuimos tranquilizando, la desesperación dio paso al descubrimiento y poco a
poco fui recorriendo su cuerpo con mis manos, con mucha suavidad y delicadeza.
Soy una mujer experimentada pero me sentí torpe ante ella, no la imagine tan
sumisa y tan preocupada. Recuerdo que su
cuerpo temblaba cuando desabroche su vestido, por eso me detuve, me puse de pie
tome su mano, y la guie a mi habitación. No sabía que era esto, amor, sexo,
cariño, aun no lo sé, pero sabía que pasara lo que pasara no podía ocurrir en el sofá, ella no se
merecía eso y para ser honesta yo tampoco.
Sin
decir palabra me permitió desvestirla, sin negarse en ningún momento, al dejar
caer el vestido y rosar su piel desnuda con la punta de mis dedos, me permití
preguntarle con la mirada “estas segura” ella tomo mi nuca y me acerco hacia si
para besarme enérgicamente. Se encontraba muerta de miedo, no había duda de
eso, pero quería continuar pese a ello. Delicadamente la fui empujando con mi cuerpo hasta tenderla
sobre la cama y bajo mi humanidad. Debo reconocer que se veía hermosa sobre mi
cobertor blanco.
Lo
cierto es que suelo ser muy agresiva en esas situaciones incluso algo ruda a
veces, pero con ella no, con ella era diferente, con Caroline me tome mi tiempo
en cada movimiento, permití que mis besos se impregnaran en su piel, y la deje desvestirme cuando ella así lo
quiso. Creo que aun siento sus manos en mi espalda, aun saboreo sus labios, que
debo reconocer no imagine tan dulces. Permitir que nuestros cuerpo se
reconocieran sin pensar en las consecuencias fue quizás una de las mejores
experiencias de mi vida, descender con mi mano por la curva de su cintura hasta
sus caderas solo es comparable con la gloria, llegado el momento, sin detenerme
a pensar ni un segundo en lo que estaba haciendo, descendí con mi boca por su
cuerpo, mordisquee su ingle, saboree sus labios y permití a mi lengua
deleitarse con su humedad. Su cuerpo se estremeció ante mi contacto, mi propio
cuerpo respondía ante sus movimientos, mi mano recorrió su pecho hasta ceder
por el encanto de sus pezones, mi lengua y mis dedos fueron uno solo, mi cuerpo
le pertnecia y yo no era capaz de pensar
en nada más que en el movimiento de sus caderas ante un estremecimiento de
placer, el ritmo fue aumentando y mi corazón ya no caía dentro de mi pecho, me
fue imposible resistirme ante el placer
que me produjo el que clavara sus uñas en mi piel al llegar al clímax.
Fue
mágico, en una fracción de segundo estaba sobre mí
- Espera, disfruta el momento – le dije
cuando me sentí presa de su cuerpo
- No puedo dejarte así – me respondió
rosando un dedo sobre mi clítoris.
Me
resulto inevitable gemir, el haberla poseído me había llevado a un nivel
inimaginado y ahora mi cuerpo exigía placer, recuerdo que llenaba mi boca con
su pecho mientras me penetraba con suavidad y sonreía, no podría olvidarlo,
sonreía satisfecha de sí misma, sonreía poderosa, sonreía feliz, realmente
feliz sin mascaras ni actuaciones, como nunca pensé que la vería y fue con su
sonrisa que toque el cielo.
La
recuerdo regodeándose ante mis gemidos, la recuerdo confiada entre mis brazos,
estuvimos juntas por horas, y al terminar presas del cansancio nos acurrucamos
juntas, lo último que recuerdo fue su mano acariciando mi cabeza antes de que
el cansancio me venciera.
Esta
mañana desperté sola, la verdad no me
asuste ni me ofendí, no esperaba que estuviera a mi lado al despertar, Caroline
es un ser singular pero al menos sus hábitos los conozco. No quise buscarla, no
sabría que decirle, no sé qué somos, no sé qué quiero que seamos ni que quiere
ella de mí, no sé nada realmente, ni siquiera sé si lo que ocurrió anoche
estuvo bien solo sé que no me arrepiento, pues sea como sea así lo sentí. No creo que pueda tener una relación con
ella, somos demasiado diferentes y definitivamente ya no puedo considerarla mi
amiga, ni siquiera sé si quería verla, todo era y es muy confuso. Quizás lo
mejor sería separarnos, no vernos más, pedir una licencia y cambiarme de
trabajo, después de todo hace rato venia pensando en un cambio.
Es
sábado, hoy no toca ir al trabajo, así que me encontraba meditando esto sentada en mi cocina americana
con un taza de café cuando usted me llamó. No sé cómo me vestí ni como conduje,
pero aquí estoy, aun no me creo lo que paso, todo parece simplemente un sueño o
quizás una pesadilla, aun espero despertar como cada día, llegar a la oficina,
verla pasar por mi puesto y hacerle una broma por su puntualidad como si nada
hubiera pasado. Siendo honesta temo un poco volver el lunes y no resistir su
ausencia.
- Muchas gracias, por su cooperación
- Muchas gracias a usted por escucharme
- La mantendremos informada
- Oficial, una cosa mas
- ¿sí?
- Ella no se suicidó, puede que pareciera
una persona depresiva a veces, lúgubre todo el tiempo, pero yo la conocía y en
el fondo tenia luz
- Lo tendré presente
- Gracias
El
oficial se puso en pie, cerró la puerta y se marchó, pero yo sigo aquí, sin ser
capaz de moverme de esta comisaria, sin dar crédito a todo lo que ha
pasado, incapaz de volver a ponerme de
pie, incapaz de volver a pensar en algo que no seas tú.
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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Eva Van Kreimmer - Derechos Reservados
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Muy buen relato y un final desconcertante.
ResponderEliminarMaría en Buenos Aires.