Capítulo 23
Silencio IV
Sintió detenerse los latidos en su pecho, la brillante sonrisa en sus
labios secos se apagó tan rápido como pudo verlo con sus orbes esmeralda, así
cada recuerdo rompiéndose en mil pedazos, deslizándose entre sus dedos la rosa
roja hasta yacer inerte sobre el suelo, flaqueando la fuerza que le abandonaba
con un mustio respiro y una silenciosa lágrima cayendo por su barbilla, como si
lavara la suciedad de polvo y moho sobre su mejilla. Las heridas se hicieron nada
en comparación con la cruel espina que se clavó en su corazón, una densa capa
de hielo recubrió nuevamente el frágil sentimiento que se aferraba con las uñas
a los momentos, insuficiente resultaba cualquier argumento, así... solo así, el
inconmensurable dolor se convirtió en decepción y tristeza. Estaba tal vez
fuera de ese mundo, quizás siempre estuvo fuera de su mundo, un lugar donde la
hermosa castaña de Tsu, yacía atrapada entre los brazos de otra igualmente
bella mujer y ahora sus labios yacían junto a los suyos, era de alguien más la
caricia que ella añoraba en las noches de su largo éxodo por el bosque de
Fukka. –Shizuru...- Su voz rota hizo un eco en el silencio un momento antes de
que la puerta se hubiese cerrado.
Natsuki pasó a través de las dos jóvenes secuaces de batallas que
estaban en el pasillo, bajó por las escaleras de la mansión hasta la entrada
principal, allí sin siquiera mirar golpeó un hombro tan duro como una piedra y
una fuerte mano le sujetó por el costado, sintió nuevamente el dolor de los
cortes bajo la negra tela, pero no se quejó. Al levantar la cabeza se encontró
con otra mascara tan similar a la suya, su padre estaba en pie y recuperado,
pero ella no podía siquiera fingir una pequeña sonrisa. Bajó la cabeza casi
apoyándola en su hombro esperando por un momento esconder lo que sentía,
mientras las gotas no se detenían y su respiración delataba el llanto que no
era posible ocultar.
-Déjame ir papá... ahora solo te avergonzaría- Dijo casi sin voz, antes
de caminar a fuerzas dejándole atrás. Takeru contempló en silencio la mano con
la que había tocado a su hija, notaron sus ojos azules la mancha negra y
carmín, pero al volver la vista ya no podía distinguirla entre las sombras de
la noche. –Papá...- Susurró perplejo, algo realmente malo había pasado, ella
siempre le hablaba con tal formalismo que... Takeru tensó la mandíbula
controlando por muy poco su angustia. –Finalmente te has hecho daño donde yo no
puedo protegerte... lo siento mi niña... si tu madre nos acompañara ella sabría
que hacer- Estrechó entre sus fuertes dedos el granito, la piedra se tarjó
incapaz de soportar el peso puesto sobre ella. –Por piedad... que algún dios
sepa consolar su pena- Takeru se mordió los labios elevando la vista sobre el
balcón, allí una joven escondía la mirada bajo su castaña melena.
El lobuno no pudo controlarse al pensar que fuera ella la causante de
tal desastre, en dos zancadas atravesó el salón y otro par le bastaron para
ascender a la segunda planta. La temible mano sujetó sin cuidado la barbilla a
Shizuru, pero era como sujetar a una muñeca sin vida. -¿Qué le has hecho a mi
hija?- Contuvo por muy poco el destrozar el bello rostro, pero la dama no se
miraba temerosa, no en apariencia. -¡Habla!- Exigió saber Takeru obligando en
un movimiento que el rostro escondido en la melena le mirara a los ojos. Solo
entonces pudo mirar que no solo lágrimas brotaban de los ojos de su hija,
también Shizuru lloraba y su expresión estaba llena de temor, más no por él...
tal vez... por ella.
-¿Qué se puede explicar... mi Lord? Si al herirla me he hecho más daño
todavía- La misma respiración irregular, el mismo dolor en los ojos opacos de
un rubí ausente, contemplando la mirada cuyo brillo estaba extinto.
El señor del castillo soltó la barbilla, pero cuando intentó marcharse,
el abrazo de una inconsolable Shizuru le vino por sorpresa y sus sollozos
inundaron el lugar. A Takeru le pareció ver reflejada a su hija en la chica,
sin saber que hacer simplemente la envolvió delicadamente entre sus fuertes
brazos. –Calma... calma pequeña- Musitaba acariciando la cabeza de aquella
chica de no más de 16 años, ahora sí que el Lobuno estaba seriamente confundido
¿Qué había pasado?
-¿Fujino-san... Fujino-san?- Cuestionó con tono preocupado, si bien los
sollozos cesaron, la chica no se movía ya y su respiración era apenas
perceptible, al levantar el rostro acunado en su pecho, Takeru observó la
calentura en la frente de la joven que ya sin fuerzas se había desmayado.
–¡Shi... Shizuru!- La llamó incansablemente acariciando la ardiente mejilla.
-¡SANAEEEE!- Gritó tan fuerte que cualquiera con oídos en el castillo hubiera
logrado escucharle, la anciana se apresuró a llegar a su lado, no recordaba un
grito como aquel desde la muerte de su hija, claro... con el nombre de su hija y
el llanto del lobuno combinados como lamento. La Kuga mayor se encontró con
Takeru de camino y corriendo al cuarto de su hija, casi rompe la puerta de un
zapatazo, el sitio estaba desierto y la cama desarreglada, al parecer Shizuru
no había salido de su cama en todo el día, pero solo y al ver a Natsuki se
atrevió a correr tras ella, aunque su mal estado no le permitió ir más lejos.
Depositando a la joven en el lecho, como si temiera romperla con sus
grandes brazos, el lobuno volvió a sentir el tipo de angustia que sentía cuando
Natsuki se raspaba una rodilla, le daba algún resfriado por andar de terca
jugando en la nieve u otras cosas, como cuando las cosas salieron mal con Nao.
Sanae entró en el cuarto con una tetera, varias cosas en una canasta, tomó asiento
junto a Shizuru, tomó su temperatura y bajo sus arrugados gestos, el lobuno
intuyó que algo realmente malo ocurría.
-Voy a buscar a Natsuki- Se apresuró a salir el pelinegro.
-Hay cosas que solo los esposos pueden resolver por sí mismos... este
es uno de esos casos Takeru, Natsuki no quiere verla y la señorita no está en
condiciones de nada... procura entonces ir por jalea a la despensa, he de
preparar unas yerbas con urgencia y tienen un sabor muy amargo- Anunció la
abuela depositando un paño húmedo en la frente sudorosa de Shizuru. Sanae
contemplaba el cuello de la joven, una creciente mancha roja se marcaba en la
nacarada piel ¿Sería autora de tal marca su nieta? Lo dudaba, tal y como se
había presentado la pelinegra, con aquellas heridas en los pies y las que
ocultara en la ropa, así como el pestilente aroma a pantano, resultaba claro
que no se atrevería a tocar ni uno solo de los caballos de su esposa.
Takeru obedeció, más se detuvo en la puerta para volver la vista atrás.
-¿Qué tiene la señorita?- Encontró la mirada preocupaba y la expresión
meditabunda de la abuela Kuga.
-Son meras suposiciones mías, pero Shizuru-san está completamente
intoxicada... le han proporcionado tal vez, alguna ponzoña en la comida o en el
té- La voz de la anciana era en extremo grave y profunda, estaba en verdad
enfadada, como pocas veces, aunque su rostro no dijese nada.
-Entonces, quien fuera causante de esto lo va a pagar con su vida-
Sentenció el señor del castillo con voz de ultratumba, antes de correr por los
pasillos en busca de la jalea.
Nadie pudo escucharlo, el respingo y la respiración asustada, o el
gritillo contenido por el espanto. Pero una mujer con sus años y experiencia,
tenía muy claras bastantes cosas, que bien no estaban por el azar las canas en
su melena. –Salga de ahí... le he brindado la oportunidad de la huida señorita
Margueritte- Musitó a la aparente nada. –Él volverá en poco y cuando su
angustia se calme ha de percibir su escondite con el aroma pestilente que
desprende en esta ocasión... si mi yerno la encuentra no habrá poder humano que
le evite desgarrarla a usted y a la señorita Shizuru por sus ligerezas...-
Aquellas palabras se hicieron suficientes para hacer que Margueritte saliese
del cuarto de baño con apenas la sabana cubriendo sus vergüenzas. –No me
malentienda- Añadió la anciana volviendo a enjugar el paño con agua. –No me
angustiaría por su deceso, pero si por el de la esposa de mi nieta, conoce
usted mejor que nadie el castigo para las mujeres cuyos deslices son
descubiertos... aunque pareciera que la vida de la joven a la que juró servir
es la menor de sus preocupaciones... a fin de cuentas, fue usted quien le
proporcionó el veneno ¿No es así?- Sanae rodó sus ojos sobre la figura
temblorosa de aquella sirviente. –Callaré lo que ha pasado hoy, pues no me deja
otra opción para salvar a la señorita Shizuru, pero no servirá usted en nada
más a la dama...- La mayor de los Kuga, se acercó a la mesa del té, allí
contempló los residuos del brebaje recientemente servido. –“La quimera de Artai... en esto hay más que solo una estúpida
mocosa...”-
Margueritte miró con molestia a la anciana, aun sabiendo la verdad de
sus palabras, se mostró altiva al salir de la habitación, pero en cuanto nadie
pudo verla, corrió lejos de la vista de cualquiera, esperando en verdad no
delatar a su ama. ¿Qué castigo recibe una mujer adúltera en aquellas tierras
abandonadas de la mano de dios? Estaba claro que al parecer la muerte. ¿Por qué
Nao-san no le informó este hecho? La pelirroja había ideado el plan para que Natsuki
comprendiera la infidelidad de su esposa, por ello aguardó hasta el último
segundo, pudo haber tomado a Shizuru en cualquier ocasión, pero debió esperar
para verse importunada por la aparición de la Duquesa. ¡Qué tonta había sido!
Desaprovechar la oportunidad de consumar su amor, ahora, tras cumplir el
cometido, la doncella le había rechazado... y si se enterase de que la bebida
de la que le proveyó durante días era venenosa, nunca obtendría su perdón.
¡Maldita Julieth! Le habían engañado, osaba poner en riesgo la vida de Shizuru
tras haber jurado lo contrario. Se vengaría de ella, reclamaría con sangre el
que hubieran jugado con su sentir... porque ahora tenía la certeza, de que su
idolatrada ama, tenía el corazón comprometido en otra persona, pero ¿Quién? Sus
ojos se ampliaron en medio del escape, ¡Imposible! No podía ese monstruo
haberse ganado el corazón de la bella de Tsu ¡Inaudito!
¿Qué consuelo le quedaba entonces? ¡Ninguno!... salvo... –Pero Kruger
ahora sabe que no ha sido solo suya- Musitó con una sonrisa sórdida mientras
cerraba la puerta de su habitación. Tomoe se deshizo de la prenda que le
cubría. –He roto todo cuanto se ha construido con el tiempo... el doncel de
hielo no confiará nuevamente en Shizuru-sama- La mujer se regocijó en el hecho,
si la castaña no era suya, tampoco lo sería de Natsuki. La paciencia tiene un
gran valor y aun si debía componer aquella confianza con mil esmeros y muchos
años más de leal servicio... lo haría, pero nada podía quitarle ya el placer de
la profunda herida que le había causado a la Bestia de Fukka.
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Más lejos bajo el cubierto de un viejo árbol de cerezo y junto a una
prístina fuente, con cristalinas aguas iluminadas por la luz de la Luna, sin
fuerza en sus piernas Natsuki cayó de rodillas... el llanto que no quería
detenerse, simplemente manaba de un dolor nunca antes atisbado, aun si le
habían traicionado y nadie en particular mereció su confianza nunca, aun si la
obsequió queriendo creer en las personas... ¿Por qué esta vez dolía tanto?
Porque la amaba y ante ella era inmensamente frágil. La flama ardorosa del
desengaño no se extinguía, solo se clavaba más en su interior y le parecía oír
el sonido de su corazón rompiéndose, aunque se tratara de los guantes de metal
que destrozaba con su puño cerrado. Apoyó el peso de su abatimiento sobre el
borde de la fuente, con el brazo sobre el mármol y la cabeza ligeramente
apoyada entre su pecho y su hombro derecho. –Me dejas sin aliento... cada vez
que te veo.... siempre brillante y tan lejos de mi alcance... debí saber que
nunca te perdí, porque no eras mía para reclamarte nada- Susurraba a nadie en
particular mientras las perladas gotas caían. –Eras la persona para mí... eso
quise creer, me aferré a sueños estúpidos como siempre... no eres diferente a las
demás doncellas de las familias aristocráticas, una sonrisa falsa en tu faz
siempre ocultando tus verdaderos deseos, tus ansias de libertad- Golpeó con su
puño sobre el mármol, resquebrajándolo en un instante. -¿Por qué ibas a escoger
a un monstruo como yo?- Dijo al fin, con una clara agonía en su voz.
-Porque yo te elegiría sin lugar dudas- Llegó una gentil voz desde la
oscuridad, Natsuki no necesitó mirar para saber que el viento traía las
palabras desde la cara oculta del árbol, en las sombras solo se podía
contemplar el brillo de dos joyas rojas.
Pero ello fue suficiente para encontrar la corriente en las
resquebrajaduras de su corazón. -¡¿Porque?! ¡¿Por qué no puede ver a través de
mí?! ¡¿Por qué solo puede ver esta horrenda faz?! ¿Acaso... acaso esto es lo
que más valor tiene en el mundo?- Gritó con una frustración que solo
intensificaba el malestar y las sempiternas lágrimas.
-No puedo entenderla a ella... yo solo puedo verte con mis ojos- La
figura se deslizó a través del árbol apoyando la mano en la corteza del árbol.
–Yo siempre te he visto de la misma manera, a cada paso...- Las botas tan
arruinadas como las suyas se dejaron ver brillando a la luz lánguida que las
nubes querían esconder, mientras las gotas de lluvia comenzaban a caer sobre ambas.
–En cada momento... he visto a la gentil persona, a la sinceridad que sus ojos
no saben esconder y así... me quise quedar a verte todo el tiempo, esperando no
molestarte nunca con mi presencia... porque Natsuki es lo más importante para
mí, siempre estaré a su lado, ya que... “Eres
la persona que amo”- Supo que su propio llanto comenzaba a verter, pero le
alegraba que la lluvia escondiese ese detalle, no quería llenar de pesar a su
amada prima.
-No quiero solo una mirada- Natsuki retiró el casco de su cabeza,
dejando ver la magullada faz con manchas verdes, tan humana ante el influjo de
la luna, el carbón tintado en la frente y la sangre seca muy cerca de sus
labios. –Me estoy muriendo... en esta soledad- Por primera vez, dejando atrás
la fría careta y la máscara de la fortaleza férrea, por una vez permitiéndose
ser... tan solo una mujer.
Nina no soportó aquello por más tiempo, corrió a su lado, se arrodilló
y le abrazó con toda la fuerza que era capaz, a nadie le importaban las heridas
del cuerpo, solo las del alma que se hacían menos pesadas ante el gesto. –No
hagas esto... no puede ser más fuerte esto que todo... todo lo que hemos vivido
me hace saber que no puede apagarse el brillo de la mirada que tanto adoré...
aun si tengo que recoger cada fragmento roto, por favor... no te atrevas a
apartarnos a todos- Le susurraba al oído, sintiendo la cabeza de Natsuki llorar
silenciosamente sobre su hombro lastimado, pero ello era la menor de sus
preocupaciones. –No te encierres lejos de mi alcance... te lo suplico-
-No tengo fuerza Nina... no soy nada fuerte- Respondía la pelinegra
mientras el agua les escurría por el cuerpo y lavaba las manchas de su piel.
–Quiero escapar a donde este dolor no me persiga-
-Es lo único de lo que no podemos escapar- No pudo mentir, conocía esa
verdad mejor que nadie. -Pero... pero si sientes que vas a derrumbarte otra
vez, yo... yo te sostendré- Nina sujetó el rostro de Natsuki entre sus manos y
le miró directamente. –Porque te quiero... Suki- Se tragó el nudo, disfrazó las
palabras que realmente deseaba decir, acercó lentamente su rostro sabiendo que
la mayor de las Kuga se dejaba hacer ya sin voluntad para nada, tan honda la
penumbra en la que se sumergía lentamente, sus labios estaban tan cerca... se
detuvo al contemplar los tristes ojos de jade, así desistió de la trayectoria
original, Nina le prodigó un beso a la fría mejilla de Natsuki, uno silencioso
y largo, cerró sus ojos con fuerza intentando no llorar... la amaba, pero su
corazón estaba preso en las manos de Shizuru y aun si pudiera aprovecharse de
sus flaquezas, no le haría daño de esa manera, no osaría tomar lo que no le
pertenecía por mucho que lo deseara. –Yo te protegeré de ahora en más... así
que, solo deja salir el dolor, me quedaré junto a ti- Musitó elevando la cabeza
al cielo, ayudando a Natsuki a apoyarse en ella y simplemente yacer así, en el
suelo sollozando hasta que su pena o sus lágrimas se agotaran.
La cabeza la lobuna yació apoyada en el pecho de la dulce Nina,
mientras esta le acariciaba con ternura la cabeza, allí bajo su cobijo comenzó
a sentir poco a poco como el cansancio le vencía, cerró así los parpados
ocultando aquellas esmeraldas de color tan singular... después de pasadas unas
horas de lo que parecía una agonía interminable, solo entonces las lágrimas y
la lluvia cesaron en sus mejillas. La respiración lenta delató que la Kruger
cayo rendida ante el dios del sueño justo cuando la luz del sol despuntaba en
el alba. Nina bajó la mirada igual de cansada y acarició la mejilla húmeda pero
tibia. Sabiendo que no era escuchada contempló por un momento a la durmiente
Natsuki, en las gemas rojas un intenso brillo se mostraba. –Te amo... aunque
nunca lo sepas, yo haría cualquier cosa por verte feliz- Besó la frente, apoyó
su mejilla en la cobaltina melena sin soltarla y no pasó demasiado tiempo
cuando Nina también yació dormida abrazándose a la otra pelinegra, con apenas
el apoyo de su espalda en el granito de la fuente.
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“Ella no se encuentra bien” Fue todo cuanto le dijo la abuela Kuga, entró en la habitación
silenciosamente, incapaz de despertarla para hablar ¿Qué iba a decirle? Lo
ignoraba, pero no deseaba escucharlo. Era el día de la luna llena y no sabía
qué hacer, las lágrimas se habían secado y sus heridas, no sanaban, tenía que
esperar la magia curativa del espíritu del lobo. Tomó asiento en la silla que
otra persona ocupó, apoyó los codos en sus rodillas, inclinó la cabeza y
estrechó sus manos sobre el rostro que la máscara cubría... allí estaba el
metal para recordarle su horripilante aspecto, allí estaban los guantes para
esconder sus garfas, aun si ese día no ostentara los filos malditos.
Tensó la mandíbula, se irguió nuevamente a pesar de los cortes en la
planta de sus pies, ese dolor era insignificante comparado con el que escondía
su corazón. Caminó hasta la mesa del ajuar de su esposa, allí donde un enorme
espejo adornaba la habitación, retiró los guantes de tus manos observándolas
laceradas, sucias y humanas... quizás demasiado. Extrajo el casco de su cabeza
depositándolo en el borde de la mesa y contempló con extrañeza a la persona que
era su reflejo -Somos tan parecidos... monstruos por fuera y por dentro-
Expresó para sí misma bajando la mirada sobre el caoba de la mesa, dejó reposar
sobre ella el peso de sus manos cansadas. Aquel era un espejo corriente, nada
como aquel lago encantado que bien pudiera haberle dado la imagen que deseaba
de sí misma, ahora sabía la verdad, pues al contemplarse por primera vez en un
artilugio que como aquel tuvo al alcance de la mano toda una vida, Natsuki
comprendió que su reflejo era meramente una versión femenina del retrato de
aquel, al que tanto odiaba... –Naraku- Negó con la cabeza, alzo los ojos
esmeralda sobre el reflejo y deslizó su mano hacía él. –Prendar con este
aspecto sería fácil- Una absoluta ironía resultara ser, aun a pesar de las
manchas verdes de moho en sus mejillas, de las líneas de sangre diluida pero
seca en su frente y del cuello magullado, donde la tierra se había estancado
por obra del collar de zafiro. Dolida deslizó sus manos hasta allí, retiró la
gema, sabiendo que viejas marcas del dije de su madre aun estarían puestas
sobre la piel, sin que la joya original colgara de su cuello. Se deshizo del
chaleco, cayó al suelo, también prescindió de la camisa, desgarrada y sucia como
pocas. Se miró a sí misma, la venda sanguinolenta en su pecho, sucia de
barro... de tantas cosas... rodó la vista sobre el espejo, su cuerpo tan mortal
y frío, amoratado en diversos sitios, la marca de la mordida del Orphan latente
se miraba aun destilando insignificantes líneas de sangre, hasta el cinturón...
endemoniada prenda que junto a sus brazales, recordaban el peso de sus
responsabilidades, aquellas que habían sellado su inconmensurable tristeza,
también estaba a la vista su brazo lastimado, todavía contaba con el nudo que
aquella castaña llamada Arika le hizo. La Kuga suspiró, había sido una mala
anfitriona con la joven, tendría que compensarla después, cuando pudiera volver
a esconder su dolor, como bien sabía hacerlo.
Continuó la pequeña ceremonia, el doncel de hielo retiró una a una las
joyas que siempre usaba, las llevó a su escondite habitual dentro de un gran
cofre bajo la mesa, allí a un lado de su ajuar personal, observó el estuche de
su querido violín... tan abandonado durante los meses que estuvo fuera. Extrajo
la funda, deslizó sus dedos sobre el arco y en su otra mano tomó el
instrumento... –Sea cual sea tu mal, he de revertirlo... pues hice la promesa
de protegerte- Giró su cuerpo con los dos objetos en las manos, dolía
sostenerlos, pero no se preocupó de ello.
Deslizó sus ojos sobre la durmiente figura en la cama. –Aún más hermosa
cuando se sumerge en el mundo de los sueños... donde no puedo alcanzarla-
Acomodó el violín entre su barbilla y su hombro, acercó el arco a las cuerdas y
con una vibración delicada de su mano, una melodía emergió lenta y suavemente
hasta inundar el lugar. Al tono triste y lánguido del violín se sumó un piano,
un eco misterioso, tal vez distante.
-¿Cuándo saldrá el sol?
Pregunté con banal ilusión
Dulce e inocente de mí,
No hay luz en la sombra,
Ausente es la dicha en el
llanto-
Susurró las palabras que escondidas estaban en sutil habla del violín,
mientras gotas de cristal manaban de sus ojos glaucos. El eco de la melodía
resonaba, se escuchaban el violín y el piano tan lóbregos, tan melancólicos en
la morada de los Kruger... pero aun así, de ellos brotaba el influjo de la
magia oculta por sus voces. Mil hilos de luz emergieron del violín mientras el
arco rosaba, los parpados fueron cerrados con fuerza para contener el dolor de
la bestia cuya fe se había apagado. Engañada y traicionada, pese a ello usaba
el don obsequiado por la diosa para menguar en el cuerpo de la bella dormida,
el mal que le aquejaba.
-Cegada yació el alma y la
vista
Si creímos en la idea del amor
Más no hay quien pueda ver
A través del antifaz la luz
Mis ojos nunca pudo ella mirar
Mis versos tampoco escuchar-
Aun si el costado dolía de forma insufrible, era un malestar pequeño sí
a la hora de mirar, alguien pudiera contemplar la agonía en su expresión. Ladeó
el rostro a un lado, allí reposaba ella... como una bella durmiente en el lecho
que les perteneció.
-Nada queda ya de mí
De ser sería como un jarrón
roto
Sin flores para ella
reservadas
Regresen sobre mí sus miradas
Vería mi amor... Vería...
La plenitud de la tristeza
Socavada en mi interior-
Se quedó observando el halo de oscuridad que escapaba temeroso del
cuerpo de Shizuru, mientras los hilos envolvían gentilmente su cuerpo sanando
en su interior el perjuicio de la toxina, vibratos de haces luminosos eran
aquellos misteriosos hilos, hondas en sempiterno movimiento al ritmo lento y
apesadumbrados de la música que nacía entre el arco y el violín.
-Se mira mi propio amor morir
Cae marchito el encantamiento
Silencio... silencio...
Callada la voz murmura...
Te quiero...-
Susurró muy quedo antes de dejarse caer pesadamente de rodillas sobre
la alfombra, no se escuchaba llorar, pero las lágrimas bajaban por sus mejillas
mientras el piano concluía al final con dos notas más, sabía quién le
acompañaba con su piano, quien estaba a su lado, en el silencio y la soledad...
pero no podía verla. –Madre... madre... aplaca este insoportable dolor con tu
arrullo- Pero no habría respuesta, no para quien se niega la posibilidad.
Natsuki se quedó así, simplemente en silencio hasta que el llanto ceso, hasta
que la calma sobrevino.
Lo callado del lugar era apenas interrumpido por la apacible
respiración en la cama, ahora ella estaba bien, no tenía más por hacer en ese
sitio al que ya no pertenecía. Apoyó la mano en la alfombra, manchóse de carmín
junto al arco que sujetaba, soltó entonces el instrumento y se dispuso a
ponerse de pie, pero el tenue sonido de las sabanas removiéndose le paralizó. –“¿Des... despertó tan pronto?”- Sopesó
en su interior, levantó la vista, su máscara estaba muy lejos, ella no debía
ver su rostro, no...
Sus agudos oídos escucharon los pasos desnudos sobre la alfombra, a la
par que el aroma de su piel mancillado por otro olor ingrato golpeó su olfato,
tantas personas, tantas esencias en su habitación, pero tan persistente
resultaba el suyo y el de Shizuru, casi no quedaba rastro de su marca en su
propia morada. Aun así mantuvo la cabeza gacha, el rostro oculto por sus largos
cabellos, no podía correr sin develarlo ya... ¿y que importaba? Qué valor tenía
esconderse como siempre, otra bestia que no pudiera abatir la maldición, era de
lo más normal... que otro cargara el peso de las culpas que no le correspondían
¿Era muy cruel de su parte? Tal vez, pero...
Los tibios dedos rozaron su hombro desnudo, el que no estaba lastimado,
pese a todo respingó ante la sensación, era ella... a quien no quería observar
más. La castaña quiso decir algo al notar que no se volvía para verla, pero las
palabras se atascaron en su garganta con un nudo, se deslizó de rodillas a la
espalda de la pelinegra, sostuvo su propio peso con las manos en la alfombra y
suspiró. –Tus heridas son graves... Natsuki-
-Nada comparado con... con otras cosas- Susurró con voz ronca la
Duquesa, como si no sintiera el aliento entibiar su espalda. –Ve a descansar,
aun no te repones completamente...- Ordenó apoyando la mejilla en su propia
rodilla. –Además apesto ahora mismo... debo asearme antes de ir a dormir, si no
te importa... vendrá una doncella a cambiar las sabanas, hiede de cierta
manera-
–Como desee ha de hacerse- No podía, no debía permitirlo... tenía que
intentar. –Yo también debo asearme, ¿Podría acompañarla? Juro que no he de
mirar su rostro, ya que hoy no trae puesta la máscara- Shizuru notaba que la
corona no yacía en la cabeza de Natsuki, si no había corona, nada sujetaba el
antifaz de metal en su rostro, simplemente no tenía puesta la máscara.
Natsuki se mordió los labios y apretujó un poco más su frente contra la
rótula de su rodilla. –No quisiera verlo... la marca que otra persona hizo en
tu cuello, su pestilente olor es mar fuerte allí, en tus cabellos, en tu
cuello... en cada parte que ha tocado de ti-
Shizuru abrió sus ojos y después bajo la mirada al suelo, sabía bien a
que se refería, pero... ¿Era necesario recordar de forma tan fría su
humillación? –No he de molestarle más...-
La pelinegra se abrazó con más fuerza a sí misma, aun estrujando la
herida en su costado, era confortante para no pensar en algo que no fuera
Margueritte y Shizuru en casa, su habitación, en su el lecho. Sintió gotas
humedecer su espalda, pero tampoco escuchó quejas, solo el latido acelerado de
otro corazón, el tenue gimoteo que una boca se esforzaba por esconder...
entonces el calor que manaba la tibia presencia de Shizuru desapareció. Se
levantó asustada, quiso mirar atrás, pero de nuevo contaba con el impedimento
de su rostro expuesto a la luz, intentó calmarse y agudizar otra vez sus
sentidos, sus oídos... El aire entrando y saliendo rápidamente, la prenda que
estrechan unas manos, la persona que de rodillas se aferra a algo sólido, la
cabeza que estruja contra la cama para no dejar salir lamentos. Miró de
soslayo, Shizuru estaba en la cama, con el rostro oculto por la blanca almohada
de plumas, bajó la mirada al suelo incapaz de observar durante más tiempo, se
apresuró, necesitaba alejarse para no ceder a su angustia por ella.
–Volveré a tu lado... en cuanto esté mejor, no quiero que veas este
deplorable aspecto de mí-
“-¿Deseas que trate tus
heridas?-... -No, procura las tuyas Nina-” Había sido
terca, mostrar tal debilidad no era aceptable, simplemente no podía dejarse
hacer y envolver por los abrigadores abrazos de su prima, no por más tiempo, no
sabiendo la verdad. –“Soy tan egoísta
como cualquier otra persona, lo siento en verdad”- Suspiró con resignación.
-Debo purificarme- Aun sentía fragmentos de moho, sangre seca y tierra
en la piel, la lluvia no fue suficiente, necesitaba mucho más que una simple
tina, necesitaba expulsar sus demonios. Pasó junto a la mesa del ajuar de Shizuru
y al pisar a un lado sintió un fragmento de porcelana, lastimar sus ya
magullados pies. Se inclinó con la paciencia que no tenía, retiró el pedazo y
lo sostuvo entre sus dedos. –Diría que hasta aquí llegaron los fragmentos de mi
corazón hecho añicos, pero... es solo el jarrón... donde depositaba mis flores-
Pulverizó con poco esfuerzo la pieza y el polvo cayó de sus manos. Miró de
soslayo la cama con desdén, no sabía si le escuchaba, pero el veneno que
corroía en sus venas, que enlutaba su alma tenía que encontrar alguna salida.
–Has roto más que solo promesas en mi ausencia-
Dejó de mirarla con molestia y por un momento una mueca preocupada
asomó en su rostro. ¿Por qué su abuela no le informó del quebranto de salud de
su esposa? ¿Qué ocultaba entonces? Nada importante sería al no ser mencionado y
si de algo sirvió ser un monstruo todo ese tiempo, la magia usada curaría
cualquier mal, del tipo que fuera... aunque era un tipo de habilidad que solo
podía usarse en otros, en los no malditos, caviló antes de ingresar por la
puerta hacia las escaleras de caracol, hasta el recinto sagrado que componía
aquellas termas. Natsuki lo sabía, que dejaba desconsolada a la castaña en la
cama, pero no podía su fortaleza escuchar sus explicaciones, no todavía.
Se deshizo de sus ropas, con los pies desnudos dejó un rastro
sanguinolento en el suelo, supuraban todavía los cortes que le hizo la babosa
chupa sangre. Se adentró lentamente en la calidez de las tibias y cristalinas
aguas, hasta yacer la mitad de su cuerpo bajo la corriente. Sombras de
espectros se separaron de su piel y fueron absorbidas por las esculturas
blanquecinas, Natsuki sintió el peso disminuir sobre sus hombros. Entonces
consideró oportuno sumergirse, lavando entonces toda mancha, tierra, moho y sangre,
desaparecieron sin que por ello la suciedad manchara durante mucho tiempo el
agua... cuando el aire le hizo falta, levantó su torso, arrojando con fuerza su
larga cabellera hacia atrás, las gotas se desperdigaron por el lugar hasta que
la melena negra reposó de nuevo en la espalda pálida, allí el tatuaje de la
rosa estaba opaco pese a yacer en primavera.
De la mustia flor en la espalda, tan solitaria y única, no quedaban ya
más primaveras en su haber, ni tiempo para reclamar, la rosa languidecía
lentamente, de sus doce pétalos como doce doncellas hubieren sido mancilladas,
los marchitos y cegados eran seis, enredados y olvidados entre las espinas
negras, como seis meses habían transcurrido desde sus nupcias, apenas
aguardaban otros seis pétalos para ver la libertad de su tortura o ser, por lo
restante de su vida, la figura del desprecio de la diosa. El tiempo se agotaba
de una forma vertiginosa, como las arenas del tiempo se esmeraran en pasar más
rápido y era por ello necesario intervenir, de otro modo, la esperanza de un
camino luminoso se extinguiría bajo la bruma de un futuro lúgubre.
-La soledad y el engaño, son la ponzoña que inyectan los gusanos en las
puras almas- La voz resonó como un eco en todo el lugar.
-No estoy para tus sermones Diosa de pacotilla- La Kruger gruñó sin
cuidar lo más mínimo de modales, mientras se acercaba al borde para tomar
asiento y reposar por un momento a lo largo de aquellos meses de incansable
persecución. –No importa cuánto cambies, sigues siendo la misma piedra a la que
el tiempo no remueve- Articuló palabras ponzoñosas, no importaba como se
observara la diosa, que ahora se miraba incluso mayor que ella, alta como ella
y formidable como ella.
-Tu terquedad es... roñosa para todo ¿Qué haces Kruger? ¿Por ahora
relamer tus heridas?... unas que yo podría curar en un pestañeo, ¿Cuánto has de
esperar para pedirlo? Tal vez lo haría, pero has sido tan insolente- Musitó una
enfurruñada Mikoto sentada sobre el lomo de un gigantesco lobo, de cuyas fauces
manaba el tibio líquido que alimentaba la enorme piscina termal.
-Déjalas donde están... solo el malestar que me ocasionan, evita que
cometa una locura- Natsuki desvió su glauco mirar a un lado, quizás encontraba
interesante contemplar el granito de la caverna, o las formas pulidas de las
esculturas.
-¿Cómo matar a la amante de tu esposa?- La Diosa no necesitaba leer la
mente, las intenciones de la pelinegra no se escondían muy profundamente de la
vista corriente.
Aguijoneada la herida ardorosa en el corazón del Doncel de Hielo,
Natsuki se puso de pie exaltada, molesta, pero más que nada dolida. -¡Vete!-
Tensando la mandíbula, ocultando la esmeralda en el largo cobalto de su
cabello. –Vete de una vez... apártate de mí... si es por ti que mi pena es tan
honda, si es tu culpa que todo cuanto me quedaba yazga tan perdido-
Mikoto rio sin recato ante las insensateces que su joven protegida
pronunciaba. –Que frágil es el amor de los mortales, ¿Tan fácil es vencerlo?...
ahora comprendo porque ninguno ha superado la prueba que les impuse-
-Una prueba imposible, sin dudas he de afirmar que las personas no
pueden amar... es una falacia descrita por los poetas y románticos, cuyo idilio
apenas alcanzo las locuras de sus agitadas mentes.... fantasías como las hadas,
dementes enamorados de la idea del amor... nada más- La intensidad de la
expresión atormentada de Natsuki, así como su lastimero mirar, hicieron que
Mikoto bajara de la comodidad del lomo de la escultura.
-Todo es imposible para el ciego que olvida escuchar, si no tienes ojos
para ver entonces olvídate de haber nacido con ellos, recuerda todas tus armas,
tus otros sentidos... Si tienes corazón entonces usa su fuerza para soportar,
lo que por pura necedad ha llegado a ti- Intentó nuevamente la diosa persuadir,
pero eran muy intrincadas palabras para la Kruger que solo fruncía el ceño sin
cuidado alguno.
-¿De qué me ha servido amar? Es imposible que ella sienta algo por mí,
con este horrendo aspecto que me diste no...-
-¿No puedes hacer nada?- Mikoto frunció el ceño también, molesta por la
forma en que la esperanza se evaporaba como la bruma. –Hice mal en una sola
cosa Kruger... haber pensado que tal vez tú lo lograrías... te han arrebatado
un poco de lo mucho que posees y entonces te das por vencida, no imaginaba cuán
grande sería tu cobardía-
Mas la lobuna no pudo ya esconder el escozor de sus ojos, o la ira que
brotaba de su alma fisurada por las mil batallas perdidas, de las que no
recordaba ya una victoria. Así destiló desdén por la voz y la mirada, ampliando
las manos a los lados, señalándolo todo y a la nada. -¿Pero qué sabría del amor
una diosa? Alguien que no ha conocido jamás la dicha o el dolor de ese
sentimiento, alguien que ignora la fuerza de la pasión, que carece piel para
sentir, un solitario ente al que nada toca...-
-Mucho más que tú... oh Kruger, te miro con vergüenza... es lamentable
mirarte- Levantó su mano trazando líneas doradas en el aire, dibujando
lentamente la marca del lobo, hasta quedar suspendida su escritura. –No soporto
verte así- Mikoto empujó las perpetuas líneas sobre Natsuki y estás se
adhirieron a su piel, en su vientre y su pecho. –Te doy una oportunidad más, a
pesar del dolor espero sepas usar esto de la mejor manera posible-
-¿Qué me has dado?- No una cura completa, aunque ya no hubiese dolor, pues
había dejado de sangrar y los cortes se habían cerrado, aún debía cuidarlos
solo un poco, para sanar por completo, un vendaje sería suficiente.
-Lo que yo no puedo tener, aun siendo una diosa- Musitó Mikoto con
amargura en sus ojos hechos de oro líquido.
-¿Por qué haces esto?- Natsuki elevó la mirada desde su difícil postura
en las termas.
-Amor... amor verdadero es lo que pedí a cambio de mi más valioso
tesoro, ese sentimiento lo conozco muy bien- La Diosa que era se miraba mucho
más cercana, más humana por los propios sentimientos que escondía su mirada.
Que importaba todo ya, había dejado ir una vez más a la persona que era
importante para ella, Mikoto sabía que de fracasar en sus esmeros, cuanta más
distancia fuera posible entre Mai Fujino y Fukka, más a salvo estaría. Cerró
los ojos acariciando la cabeza del gran lobo, su compañero sempiterno, había
entregado su propia bestia espiritual a la familia Kruger, se había sumido a sí
misma en la soledad y el encierro de ese castillo por ellos, pero siempre
escuchando sus reclamos incesantes, nunca un agradecimiento. Observó nuevamente
a Natsuki. -...pero también solicité algo mucho más difícil, es fácil dar tu
amor, mucho más difícil hacer que sea correspondido, por eso te doy algo más
que solo esperanza, así que vuelve junto a tu esposa y repara los daños que
otros han causado, no solo tú sufres por lo que ha pasado, ella no está mejor-
Los labios que son mordidos por los blancos dientes y la cabeza que
niega incapaz de comprender nada, pues solo habla el corazón lastimado, que no
sabe más allá de su propio dolor. –Pides demasiado... Mikoto-
-Pido lo que es posible... Natsuki, ve... ella cuidará de ti, ese es su
lugar... “Solo por eso me ocuparía yo de
tus heridas, espero en verdad que sus manos puedan curar más que el cuerpo el
corazón”- La diosa se evaporó de la vista de la bestia que no se miraba
como un monstruo fuera de las aguas sagradas, aún era luna llena, aún tenía la
piel de una mujer. –Todo cuanto puedo darte... es tiempo, hacer que la luna aguarde
por más tiempo en el cielo, no desperdicies mis esmeros... no los desperdicies
Kruger- Llegó el eco de todas partes y de ningún lugar en particular.
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autor.
Este capitulo me lleno de tristeza y nostalgia vi el sufrimiento de mi pobre natsuki como si fuera mio :/
ResponderEliminarPorque sanae no delato a tomoe se merecia que le hagan picadillo por meterse con alguien prohibido. Solo espero que todo se resuelva no podre dormir en paz :(
Gracias por esta nueva entrega
Gracias x el cap esta muy bueno y sigue con tu historia me encanta para cuando el proximo cap.
ResponderEliminarJess/Mex
Después de todo lo ke le a pasado a Natsuki, Mikoto tiene razón y ojalá le haga caso para ke acabe el sufrimiento y perdone a Shizuru. Muchas veces todo lo ke se ve es la verdad muchas veces nos engañamos y no vemos con el corazón entre ambas podrán curarse mutuamente. Amo tú historia sí hay ke esperar una semana para leerla esperaré con ansias. Cuídate
ResponderEliminarPOR QUE LA VIDA ES CAPRICHOSA? TAN FACIL HUBIERA SIDO QUE SUKI SE ENAMORE DE NINA ELLA PARECER UNA CHICA INCREIBLE YA SEA INTERNA Y EXTERNAMENTE, PORQUE HACERLE SUFRIR TANTO A SUKI NO CREO QUE MERECEN ESE CASTIGO DE SUS ANTEPASADOS.
ResponderEliminarAHORA MIKOTO ESTA AUN MAS MOLESTA DICIENDOLE QUE ¡OH KRUGER TE MIRO CON VERGÜENZA…ES LAMENTABLE MIRARTE” Y UNA SUKI CON MUCHA TERQUEDAD QUE YA ECHO POR LA BORDA TODO EL TIEMPO TRABAJADO .
EL SER HUMANO PORQUE SE COMPLICA TANTO Y LA APARIENCIA FISICA ES LO QUE MAS VALORAN Y DEJANDO AL SEGUNDO PLANO LOS SENTIMIENTOS LA SENCILLES DE LAS PERSONAS , EN FIN ESTA HISTORIA ES EXCELENTE.
Está historia se ha convertido en una de mis favoritas, de las que no me canso de leer. Margueritte se paso de la raya, que mal... y es muy cierto a veces la distancia provoca muchas cosas y tomamos malas decisiones, o dejamos de tomarlas.
ResponderEliminarExcelente historia no tengo palabras, más que gracias por publicarla ;)
Triste capitulo..nos muestra que no todo es lo que parece, a veces los ojos no nos permiten ver mas alla. Excelente capitulo,como siempre. Sufro con Shizuru y Natsuki...
ResponderEliminarEsperando ansiosa el sgte capi, saludos de una fans mas.
Mia de bsas.