La nariz negra olfateaba el aire cada tanto aspirando los
aromas a su alrededor con interés, mientras los ojos cafés enfocaban a las
personas que caminaban presurosas en la gran avenida que vigilaba, cada tanto
la cabeza se ladeaba con interés al detenerse alguien a mirarle. Finalmente con
algo de aburrimiento los ojos enfocaron hacia arriba dando con otro par de
color oscuro que le miraban divertidos
-¿Estás aburrida Tormenta?- escucho la suave voz que provoco que se
levantara moviendo el rabo con insistencia -Velo así, al menos hoy no hace
tanto frío- sintió la suave caricia sobre la cabeza que le relajo
profundamente.
La Avenida Central era un paseo turístico sembrado de
tiendas y restaurantes, con personas que la recorrían con prisa hacia sus
trabajos o bien turistas despreocupados que se paseaban con pausa, pero se
podría decir que el principal atractivo ese año era la nueva adquisición de la
unidad K9 de la ciudad, todos los que pasaban frente a una de las tiendas más
populares inevitablemente se detenían para posar sus ojos sobre la chamarra
negra que coronaba aquel hermoso uniforme policial, lo mismo que la boina de
lado que pertenecían a una escultural chica que era acompañada por una hermosa
perra pastor alemán.
Todo el que trabajara en las inmediaciones sabía que la
encontrarían firme en su lugar de 6 a 3, siempre puntual, con una seriedad poco
usual y una sonrisa sincera para todo aquel que se la pidiera. Para muchos de
los que ya convivían con ella era una especie de reto o prueba de valor el solo
acercarse a conversar con ella, el pedirle una dirección o una cita pues
generalmente la respuesta a la última pregunta era una negativa.
De ella en aquella gran avenida poco se sabía aparte del
claro hecho de que era policía, todos los que le invitaban un café al parecer
olvidaban preguntar el nombre aunque en su placa se podía leer con claridad
Savedra y su perra todo el mundo sabía que se llamaba Tormenta.
Lo que nadie sabía es que desde que empezó su trabajo
habían un par de ojos claros que le observaban con insistencia desde la
distancia, admirando todo de ella y esperando con ansias los minutos al día en
que podía contemplarle en silencio. A diferencia de ella no lucía ningún
uniforme, ni se sentía tan alta y atlética, cada que le tocaba pasar por allí
para acortar camino hacia la parada del autobús se miraba en algún espejo con
inseguridad casi con temor llegando invariablemente a la misma conclusión era
una chica demasiado “normal” prendada de otra chica extraordinaria lo que la
convertía en una verdadera idiota.
Dio un suspiro pesado acomodándose su mochila y pasando
como siempre frente a la oficial Savedra fingiendo indiferencia, su camino se detuvo varias calles después
mientras subía al autobús que le llevaba a la universidad pegando su frente al
cristal desanimada, solo a ella se le ocurría acabar enamorada de alguien a
quien ni siquiera le había hablado una vez en su vida y que encima era otra
mujer.
Sin embargo se le hizo inevitable la primera vez que paso
por aquella avenida no mirarla, quizás había sido un evento desafortunado del
destino chocar con aquella persona que provoco que sus apuntes se desperdigaran
por el suelo que su mano se estirara chocando con aquella nariz húmeda y fría
que le provoco un susto mortal, justo antes de escuchar por única vez la voz
más suave y dulce del mundo.
Desde entonces nada fue igual, porque pasaba diario por
aquel lugar solo para mirarla a ella sin atreverse a saludarla, pues lo más
probable es que no la recordaran, desde ese día empezó su tormento ella que
vivía para libros y estudios se dio cuenta que su gusto contrario a los deseos
de sus padres no eran los chicos, pequeño gran problema viniendo de una familia
tradicionalista. Pero su verdadera pesadilla radicaba en que la amaba y ella ni
sabía que existía.
A veces se preguntaba porque todo el mundo decía que el
amor te hace valiente si a ella solo la había hecho más cobarde, la había
llevado a esconderse más entre sus libros y a mirar en la distancia a quien
amaba sin atreverse siquiera a hablarle, cosa que le había ayudado a mejorar
sus notas ya que se la pasaba estudiando con el afán de olvidarla.
-¡HERENDIRA!- escucho su nombre bajando la cabeza con
pesimismo y aquello era la gota que derramaba el vaso, sus padres sus padres en
un lapsus estupidus sin duda le habían puesto aquel ridículo nombre que no
hacía sino aumentar su tortura.
-¿Podrías llamarme Ira?- le dijo a su amiga mirándola
avergonzada del todo antes de dirigirse al ascensor de cristal de la
universidad, oh si porque encima de todo estudiaba en la universidad más cara
de la ciudad esa a la que todos llamaban centro comercial.
-A mí me gusta Herendira- afirmo la chica subiendo a su
lado - y te vengo a reclamar que ayer faltaste a la fiesta en casa de Arturo.
Era verdad razono momentáneamente estaba en la flor de la
vida, en la edad de crear invaluables e insuperables recuerdos con la juventud
a flor de pecho, experimentar emociones, sentir la libertad de la mayoría de
edad, pero no porque ella se había pasado estudiando para al final de la noche
al caer rendida en su cama, envuelta por el silencio de su habitación unos ojos
negros y una dulce voz viniera a su memoria diciendo “Déjeme ayudarte” se
golpeo la cara con la libreta ante la sorpresa de su amiga que le miro
sorprendida.
-Lo olvide- dejo escapar lánguidamente mirando a su
compañera de ascensor -sabes que tenemos exámenes la próxima semana y pues….
-Debes aprender a divertirte y no pasar tanto con la
nariz entre los libros- escucho el tono reprobatorio -no te hará mejor médico
estar en ello.
-Pero me salva de reprobar- agrego sacando de su carpeta
un tomo de anatomía -y sabes bien que mi padre me exige cierto nivel en mis
notas, de lo contrario me cortaría el dinero.
-Tu padre te exige muchas cosas- bajo el tomo enfocando
los ojos cafés que le miraban fijamente -entre ellas estudiar algo que no te
agrada.
-Eso es tema aparte Andrea- afirmo secamente -tema aparte-
repitió mientras las puertas del ascensor se abrían dándole paso a la primera
de sus clases.
Su calvario universitario empezó a transcurrir pesadamente
entre explicaciones de variadas enfermedad hasta descripciones de distintas
partes del cuerpo humano, ella odiaba medicina simplemente era la carrera que
le habían escogido no la que ella deseaba. Se sabía inteligente y aplicada pero
siempre había pensando que las ciencias le restaban tanta magia a la vida.
Prefería que su cabeza se paseara en un mundo de sueños y
posibilidades infinitas limitadas solo por el deseo mismo de crecer, quizás
porque ella misma no se atrevía a saborear la libertad que significaba el
imponer la propia voluntad sobre los deseos de los demás. Pasada su tercera
clase sus ojos se cerraron en el autobús de regreso a la avenida central; ella
ya no estaría allí pero eso no le impedía cerrar los ojos y soñar con que tenía
el valor de borrar el abismo que las separaba y formular un simple hola.
Del otro lado de la ciudad Vanessa Savedra le daba su
plato de croquetas a su amiga del alma que lo devoraba con entusiasmo, mientras
ella se dirigía al refrigerador para abrir la puerta y extraer los ingredientes
para prepararse un rico emparedado, repasando sus funciones del día siguiente
mentalmente. Dio un suspiro pesado al
ver la luz del televisor iluminando su desierta sala.
Parecía que la soledad era su compañera de eternos viajes,
provenía de una larga elite de policías y también de una larga lista de
funerales por deceso honroso dentro de los mismos, desde niña siempre tuvo
claro que deseaba pertenecer a la unidad canina, así que puso todo su esfuerzo
para llenar de orgullo a sus padres, sus hermanos pertenecían a la unidad de
asalto y su padre había sido un respetado teniente hasta que la muerte llamo a
su puerta en medio de un tiroteo.
Luego de la muerte de su madre había quedado sola en
aquella inmensa mansión, aunque contaba con la compañía leal de su canina
amiga, se paseo dando un rodeo por la sala viendo la foto de su última pareja
adornando una mesita en medio de la estancia, tomo el retrato dejándolo boca
abajo lo último que necesitaba en ese momento era recordar lo desastrosa que
fue esa relación.
No comprendía claramente porque nunca duraba lo
suficiente con nadie, aunque si sabía el reclamo constante: un trabajo
peligroso, poca atención y mala administración de su tiempo, aunque quizás
simplemente a ella ninguna le interesaba lo suficiente.
Se acomodó con paciencia en el sofá para cambiar con
desinterés los canales, la verdad le alegraba que su madre no estuviera con
ella porque de otra manera se imaginaba el interminable sermón que le daría por
continuar soltera y sin relaciones estables a la vista.
Sintió un suave movimiento a su lado en el sofá para ver
a Tormenta haciéndose un ovillo a sus pies y disponerse a dormir, quizás ella
debería hacer lo mismo después de todo sus días eran más pesados, creyó que al
asignarle un lugar como la avenida central todo sería más tranquilo pero no fue
así, las invitaciones a salir le llovían diariamente, tenía que soportar el
pavoneo constante de todo el que pasaba frente a ella, parecía que nunca habían
visto una mujer en uniforme.
Encima nunca pasaba nada interesante por lo que pasaba
como una estatua de pie frente a aquella enorme tienda y sentía que Tormenta
nada más estaba engordando, cerro sus ojos con suavidad ordenando las caras de
todos los que pasaban delante de ella diariamente, su excelente memoria
fotográfica le permitía identificarlos a todos, incluso al anciano que la
miraba deseoso “viejo verde, pervertido”… estudiantes, trabajadores, gerentes,
algunos de sus compañeros.
Quizás debería pedir de nuevo transferencia se empezaba a
aburrir en aquel sitio, donde nada interesante ocurría… si no mal recordaba su
última gran aventura fue ayudar a recoger un grupo de apuntes que habían salido
volando. Después de todo había pedido el cambio para intentar rescatar su
última relación, cosa que no funciono porque al parecer a pesar del nuevo turno
y horario ella continuaba siendo una desobligada.
-¿Crees que haya algo malo en mí?- cuestiono a Tormenta
que levanto la cabeza en forma perezosa mirándola -Si bueno tú eres la única que me ama realmente
- admitió con una suave sonrisa -¿Qué
más le podría pedir a la vida?... quizás pedir amor… es pedir demasiado…
Capítulo 1
APUNTES VOLANDO….
La cobardía tiene sobre el valor una gran ventaja: la de encontrar
siempre una excusa
Albert Guinon
Dar el primer paso en todo aquello que uno se propone es
siempre dar el paso más difícil, una vez que se ha dado lo complicado es no
echar para atrás y eso lo vivía en carne propia Herendira desde que su mente
una mañana decidió que no quería soñar más y transformar en realidad aquel amor
que le estremecía la piel.
Dar el primer paso era la peor pesadilla porque siempre
acababa tomándose ella dos cafés en el autobús, comiéndose dos helados o
dejando un ramo de rosas en algún bote de basura porque dar el primer paso te
requiere tener el valor de una montaña, golpeo su cabeza en el cristal igual
era una tontería comprarle un café cuando su turno ni siquiera terminaba, un
helado era muy infantil y las rosas demasiado corriente.
Pensaba ella que esa mujer desconocida en aquel uniforme
policial le había desestructurado el mundo por completo, a ella a quien la vida
le pasaba en blanco y negro sin ningún requerimiento fuera de lo usual, ahora
estaba haciendo malabares y trazando mil planes que le dieran el valor de dar ese
dichoso primer paso.
Un primer paso que consistía en esencia en un simple
Hola, era tan sencillo como hacer el movimiento con la boca y generar el sonido
¿cierto? No porque para decir hola debes romper una distancia y acercarte a una
persona, es en ese punto donde residía la dificultad de todo el condenado
asunto.
-Herendira si sigues sentada allí tu glúteos máximus se
aplanara- levanto los ojos con fastidio enfocando a Andrea mientras la música
del bar inundaba sus sentidos de golpe aturdiéndola.
-Vaya eso es nuevo- la miro con completa seriedad por lo
que su amiga ladeo la cabeza confundida -que sepas el nombre científico de tu
trasero- las risas se escucharon en la mesa que ambas compartían con varias
compañeras mientras Andrea esbozaba un gesto de fastidio dándole un suave
empujón.
-Mi trasero se llama- la chica ladeo la cabeza pensando
profundamente aquello –Nerón- afirmo la chica con una enorme sonrisa.
-¿Nerón?- cuestiono en tono poco convincente.
-Sí, Nerón, porque todo el que lo ve arde en llamas- las
risas resonaron de nueva cuenta en la mesa mientras Herendira solo negaba con
la cabeza, Andrea siempre le hacía reír.
Aquella noche la habían convencido de ir a aquel bar a
pasar un rato sano en compañía de sus amigas, aunque ella razonaba que tomar cerveza
hasta reventar tenía poco de sano, enfoco el rostro alegre de Andrea mientras
la chica paseaba sus ojos por el bar sin duda en busca de su próxima presa.. Pobre
del incauto que cayera en sus encantos pues de seguro acabaría pagando la
cuenta de todo la mesa.
Las fiestas nunca habían sido lo suyo, quizás porque toda
su vida la educaron para ser una señorita refinada, que estaba libre de los
excesos y la perdición de aquellos lugares en palabras de su abuela; pero a su
criterio uno se perdía solo si así lo deseaba o le faltaba fuerza de voluntad
para imponerse. En pocos minutos la mesa quedo semivacía casi todas sus
compañeras estaban en la pista moviendo sus cuerpos al ritmo de la música con
sus compañeros de turno, algo que había aprendido en su carrera es que los
ratos de esparcimiento eran limitados ya que estudiar medicina les exigía mucho
así que esos breves momentos eran invaluables.
-Dame el nombre- se giro mirando a Andrea confundida
mientras la chica continuaba hablando si enfocarla siquiera -Dame el nombre del
idiota que te trae de cabeza- la miro parpadeando sin acabarse de creer lo que
escuchaba ¿Acaso era tan evidente?
-No sé de lo qué hablas- utilizo su mejor tono serio al
responder la pregunta que le formulaban con indiferencia.
-Sí lo sabes- vio como Andrea se giraba enfocándola con
profundidad -pero si no quieres hablar
de eso lo entiendo- le afirmaron con absoluta calma -sin embargo, si no se da
cuenta de lo esplendida que eres, no vale la pena- la vio levantarse saludando
a un muchacho alto con encanto.
Andrea se había
convertido en su mejor amiga el día que
ingreso a la universidad, estaba tan nerviosa en aquella ridícula presentación
ante el grupo, al sentir las miradas de todos sobre ella, al explicar de dónde
provenía y por los cuchicheos, hasta que la voz de Andrea rompió todo con un
claro “Oigan, yo vengo a estudiar, no a ver chicas bonitas hablar de sí
mismas” la risa se extendió por el salón
mientras ellas se miraban mutuamente.
Su mejor amiga era magnética, todo de ella llamaba a
encariñarse rápidamente, era comprensiva, dulce y divertida, un apoyo constante
en su vida la única persona con la que se sincero contándole incluso su mayor
sueño que seguramente nunca cumpliría y sin embargo era incapaz de contarle el
sentimiento que se había despertado en su interior, no tenía claro porque no
deseaba hacerlo quizás por miedo a que su amiga dejara de serlo al enterarse
que le gustaba otra mujer y no un chico como suponía.
Pero la realidad es que Andrea tenía una sonrisa que
iluminaba por completo su vida y con ella a su lado se sentía capaz de
continuar adelante sin decepcionar a su familia, porque cuando estuviera desanimada tendría su abrazo
cariñoso y la palabra precisa…. Sacudió la cabeza suavemente, desde hacía unos
meses no hacía más que pensar y pensar sin cesar mil cosas diferentes.
-Carita bonita- sintió como tiraban de ella con fuerza -deja
de pensar, hoy vamos a bailar hasta que no podamos más- vio la sonrisa iluminar
todo mientras sentía que tiraban de ella hacia la pista de baile y le podría
asegurar a cualquiera que mientras miraba a aquellos ojos cafés los negros que
le habían atormentado desaparecían del todo siendo derrocados del reinado que
ejercían en su corazón.
Despertó a la mañana siguiente con la cabeza dándole patadas
una y otra vez, mientras se revolvía en su cama viéndose atrapada por dos pares
de piernas, desvió sus ojos aturdida para dar con el rostro de Carolina una de
sus compañeras de clase descansado en la almohada antes de girar en la otra
dirección y dar de lleno con el de Andrea invadiendo su pecho de manera
posesiva, dio un suspiro pesado… definitivamente eso de beber de mas fue mal
consejo se intento erguir para dar con dos cuerpos mas tirados en la alfombra,
contabilizo dando gracias al universo que no faltaba una sola de sus amigas…
porque ella había perdido buena parte de su razón en determinado punto de la
noche.
-¡¡TENGO HAMBRE!!- La puerta de la recamara se abrió de
pronto dando paso a una chica de cabellos rubios y gran energía que hizo a
todas las presentes revolverse en sus lugares sujetándose la cabeza con fuerza
-¡¡MANADA DE BORRACHAS!!
-Ya no grites por todo lo sagrado- dejo escapar Andrea
refugiándose con más insistencia en el pecho de Herendira mientras la almohada
de turno se sonrojaba profundamente.
-Bueno, pero de verdad tengo hambre- la joven hizo un
enorme puchero mientras sus amigas intentaban sonreír -además me la deben, fui
la única que no se embriago anoche, porque era la chofer designada.
-Está bien Estef - Herendira se removió algo incomoda
dándole un suave empujón a una reticente Andrea que no deseaba abandonar su
lugar -yo te preparo el desayuno.
-Dirás almuerzo- dijo la chica, provocando que todas se
sentaran de golpe –si, bueno, se asustarían si les digo que falta casi nada para
nuestra clase de la tarde.
Herendira se levanto como resorte mandando a volar a
Andrea sobre Érica una de sus amigas que
estaba tirada en el suelo al lado de la cama lo que provoco los gritos de ambas
mientras ella se saltaba a Sabrina y Patricia para llegar y sacudir a Stefani
con fuerza -¡DIME QUÉ NO ACABAS DE DECIR ESO!
-¿No?- dejo escapar la joven mirando en busca de ayuda al
resto del grupo
-¡NO PODEMOS LLEGAR TARDE!- exclamó corriendo hacia la
sala para pasar al cuarto de baño con el afán de meterse en él, mientras sus
amigas en la habitación se sujetaban la cabeza con fuerza.
-Stefani yo te mato- Andrea miro a la rubia seria -tenias que abrir
tu bocota… nos íbamos a saltar la clase - afirmo con cansancio.
-Pues una avisa y así evito hablar de más- se giro al ver
a Herendira pasar corriendo con una toalla - pero me temo que tu y Nerón
deberán ir hoy a la universidad- rio quedamente antes de sentir un fuerte golpe
que la hizo hacer un enorme puchero.
-¡DEJEN DE PERDER EL TIEMPO, MANADA DE VAGAS!- le grito
Herendira a sus amigas que asintieron asustadas para empezar a levantar sus
cosas.
Herendira miraba a sus amigas con fastidio, cuando había
dicho que iría en autobús todas decidieron que sería una gran aventura y ahora
miraba a Sabrina con su guitarra en mano y a Patricia con su boina pasando
asiento por asiento pidiendo colaboración “¿Cómo acabe con amigas así?” se
volteo a su derecha para ver la cara sonriente de Andrea “ya lo recordé” pensó
dando un suspiro pesado mientras el autobús se detenía y sus dos amigas
contaban el botín.
Miro a Carolina conversar alegremente con Stefani
mientras Patricia y Sabrina les mostraban cuando habían recogido, vio a Andrea
apiñarse con ellas antes de echar todas a reír… se detuvo en seco al ver a lo
lejos la silueta firme en el mismo sitio, apretó con suavidad la carpeta en sus
manos mientras veía a sus amigas avanzar hacia aquel lugar desconociendo todo
lo que sentía ella en su interior.
Tomo aire dando gracias que al menos iba a poderla verla
aquel día, aunque sería otro día perdido sin poder hablarle y es que…
-¡PERRITO!- palideció de golpe al ver a Stefani ponerse
de rodillas frente al perro policía -Owww se que son máquinas de matar, pero
siguen siendo tan lindos- afirmó mirando a su oficial favorita, ella llevaba
meses intentando hablarle y esa estúpida Stefani llegaba como si nada.
-Tanto como máquinas de matar, no, aunque son muy
inteligentes- vio la sonrisa dulce, acompañando la voz suave y deseo morirse en
aquel mismo instante.
-Debe ser buena compañía… se nota que te quiere mucho-
Stefani le sonreía a la chica que asentía suavemente - Gracias por dejarme
acariciarla.
-Es un placer- le respondieron con una media sonrisa -además
a ella le encanta ¿Cierto Tormenta?- la perra ladro con fuerza mientras Stefani
regresaba con sus amigas y continuaban caminando.
-¡HERENDIRA APURATE!- sintió como si el mundo se le
rompiera en fragmentos al escuchar a Andrea decir su nombre, por lo que subió
su libreta llena de apuntes cubriéndose el rostro para pasar frente a ella avergonzada
del todo.
Intento concentrarse en las rayas frente a su rostro, en
los trazos que formaban las letras y en olor de su libreta, en cualquier cosa
que no fuera ella que seguramente la estaba mirando por culpa de Andrea,
respiro sintiendo el corazón explotarle en el pecho antes de chocar con alguien
que mando sus apuntes a volar en todas direcciones, se quedo estática al ver su
libreta caer en el suelo a pasos de ella mientras miraba a Andrea regresarse
con prisa, se agacho avergonzada intentando apurarse antes de ver el cabello de
Andrea a su lado juntando unas cuantas hojas.
-¿Estás bien?- se giro al escuchar la voz dulce que le
hablaba para ver a la perra pastor alemán con su libreta en los dientes y a su
dueña con algunas hojas en la mano, asintió suavemente -Es la segunda vez que
te pasa esto- la sonrisa se hizo presente dejándola sin respiración.
-Entonces, deberías hacer mejor tu trabajo y reprender a
la gente que es grosera, y no sé fija por donde va- sintió la mano de Andrea
tomando la suya antes de retirar las hojas de la mano de la joven policía y la
libreta de las fauces de la perra - en lugar de estar allí solo viéndote
bonita.
Noto la cara sorprendida de la oficial mientras su amiga
tiraba de ella con fuerza alejándola del lugar, dejando a la joven estática en
el mismo sitio mirándolas intento respirar sin ser capaz de hacerlo, miro la
cara confundida del resto de sus amigas mientras sentía la calidez de la mano
de Andrea sobre la suya -Estúpida policía- le escucho decir -en lugar de ver
que intentaba el tipo ese, solo recoge los papeles, claro, si es un adorno en
la Avenida.
-No digas eso- dejo escapar suavemente sin ser escuchada
mientras la arrastraban hacia el otro autobús.
Escuchaba las conversaciones alegres a su alrededor,
mientras veía las manos de Andrea acomodando sus apuntes con cuidado, su amiga
siempre cuidaba de ella era verdad pero en aquella ocasión… en esta ocasión,
estiro su mano deteniendo las manos de Andrea antes de abrazarla con fuerza
refugiándose en su pecho y rompiendo a llorar dejándola sorprendida.
Lejos en la Avenida Central Tormenta tenía las orejas
gachas al ver a su dueña aguantando estoicamente la lluvia que había empezado a
caer torrencialmente hacia unos minutos, las gotas se deslizaban por la boina
con suavidad rebotando cada tanto en su hocico mientras las personas corrían a
prisa buscando refugio.
-Yo solo quería ser amable- murmuro finalmente -no soy solo una cara bonita- agregó
quedamente mientras las gotas de lluvia se mezclaban con sus lágrimas, algo que
odio toda su vida era aquello, que todos dijeran que ella era bonita, que lo
que había conseguido lo había logrado por su cara… que no fuera más que eso,
recordaba la alegría de su jefe cuando pidió el traslado a la Avenida Central y
aquella frase “esto mejorara nuestra imagen”, apretó la mandíbula bajando el
rostro con suavidad mirando los ojitos cafés de Tormenta enfocándola -Soy una
buena policía… siempre lo he sido- dejo escapar quedamente -fue un choque
accidental- afirmó murmurando ya una explicación que nadie escuchaba mientras
la lluvia aumentaba y ella permanecía en aquel mismo lugar con ese apunte sobre
la distribución del sistema nervioso en su chaqueta.
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ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO,,espero el proximo capitulo con muchas ganas ,,eso si,espero que sea largo como este.
ResponderEliminarGRACIAS por compartir con nosotras tu historia.
Andra
Chile
Me atrapó la historia! La encontré en extremo interesante.
ResponderEliminarEspero que no tardes en publicar la continuación.
Linda historia Sombra, espero el próximo capítulo, un abrazo y gracias.
ResponderEliminarLola
Interesante inicio de esta historia, me gusta.
ResponderEliminarYezi
Se ve muy interesante la historia, espero leer pronto el proximo capitulo.
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