APUNTES Y CAFÉ.
¿Qué sería la vida si no tuviéramos el valor
de intentar algo?
Vincent Van Gogh.
El cielo oscurecido era la señal clara que la estación de
lluvias había hecho su entrada oficial, su sombrilla iba abierta mientras
acomodaba su mochila en la parte delantera de su cuerpo para evitar que sus
libros se mojaran, las gotitas aumentaron en intensidad convirtiéndose en una
cortina de agua. Sentía como de a pocos sus jeans se empapaban mientras sus
pies generaban hondas en los charcos de los adoquines de la Avenida Central,
agradecía la soledad de su viaje ya que después de llorar como loca, Andrea
había estado reticente a dejarla ir a la única clase que llevaba en soledad el
sábado en la mañana.
Era como si la vida de pronto le pesara demasiado, quizás
lloro porque llevaba mucho tiempo guardando tanto dolor dentro suyo, tantas presiones
de su familia y acumulando sueños rotos, había evitado pasar por la Avenida
Central esa mañana y sin embargo ahora la tomaba no se le antojaba mojarse de
más y enfermar… miraba alrededor sin mirar realmente, su mente estaba dedicada
a rememorar cada sueño de infancia que le era negado bajo la frase “no es tu
destino”, s los ojos le ardían mientras abrazaba aquella mochila llena de una
esperanza que no era suya.
Desvió sus ojos al lugar donde ella generalmente estaba
de pie para parpadear un par de veces intentando ubicarse al ver a la perra
pastor alemán sola en su sitio, sacudió la cabeza como intentando despertar de
sus recuerdos para estar segura de lo que veía, antes de moverla con
preocupación rápidamente viendo pasar las gotas de lluvia, el adoquín, las
fachadas de los edificios, las figuras fugaces de otras personas antes de
detenerse en la figura uniformada en medio del paseo turístico de la Avenida
Central de pie erguida mirando el cielo fijamente.
La miro unos instante sintiendo una lágrima derramarse
por su mejilla al ver la profunda tristeza en aquellos ojos negros que miraban
fijamente al cielo como pidiéndole una paz que no sentían, el rostro empapado y
la boina que generalmente lucía tirada a su lado en el suelo mientras sus
cabellos negros se pegaban cada tanto sobre el rostro producto de la húmedad.
Su mano busco por inercia aquel pañuelo blanco que
siempre llevaba entre sus ropas, una costumbre que su abuela había creado en
ella, lo que paso a continuación ni ella misma se lo podía explicar… su cuerpo
se había movido solo y cuando tuvo conciencia de él ya la cubría a ella con su
sombrilla estirando su mano ya que la joven era más alta, mientras su mano
libre pasaba el pañuelo de seda blanca con delicadeza sobre el rostro,
provocando que aquellos ojos negros adoloridos le enfocaran sin cambiar de
expresión. Sintió como se separaban del contacto de la tela con suavidad
mientras el cabello empapado se movía suavemente y las manos rebuscaban algo en
la chaqueta, percibió como le ubicaban en la mano que tenía el pañuelo con
cuidado una hoja doblada.
Miro aquella hoja en la mano antes de arrugar el
entrecejo con una duda silenciosa mientras los ojos negros le negaban su visión
al cerrarse momentáneamente antes de alejarse de ella dándole la espalda, la
vio situarse al lado de la perra que le acompañaba siempre y enfocar la Avenida
Central sin enfocarla realmente, apretó la hoja con suavidad entre sus manos
sin comprender aquello, podía acercarse y preguntar pero sentía que no era el
momento por lo que simplemente continuo su camino sin mirar atrás.
La lluvia hacía eco en sus oídos mientras algunas
personas corrían esquivándola para refugiarse de aquella lluvia insistente que
se negaba a cesar su ataque, subió en su autobús para mirarse las manos aún
sorprendida de su propio atrevimiento, respiro profundo antes de revisar al
hoja rayada que le habían dado mirando con sorpresa que era uno de sus apuntes
perdidos, sonrió con algo de tristeza antes de acariciar la hoja y pegarla con
fuerza contra su pecho -Muchas gracias- murmuró quedamente antes de llorar de
nuevo silenciosamente pegando su cabeza al frío y húmedo cristal, mientras
entre sus lágrimas una suave sonrisa se asomaba.
Andrea palideció al ver a Herendira empapada de pies a
cabeza en su casa con una sonrisa divertida -Olvide mi sombrilla en al autobús
y mira- levanto la mochila mostrándosela -creo que eche a perder mis libros-
escucho la risa divertida de la joven que la dejo pasmada del todo -si tan solo
fuera la solución para abandonar medicina- escucho la risa mientras veía las
lágrimas escapar de nuevo de los ojos preocupada -perdona Drea, es que estoy
algo cansada es todo- la abrazo con fuerza empapando su ropa en el proceso
mientras intentaba transmitirle paz con aquel sencillo contacto.
La hizo ingresar en su departamento para llevarla hacia
la ducha y hacerle señas indicándole que se duchara mientras ella iba a
rebuscar en una de sus gavetas por ropa extra para su amiga, desvió sus ojos
hacia la foto en su buro en que aparecían dos de sus mejores amigas y se
preguntaba porque simplemente ellas no podían intentar ser felices.
Algo que Andrea había aprendido a valorar desde niña eran
las risas, su vida había sido dura desde niña su madre la crio ella sola cuando
su padre la abandono, así que las risas eran escasas en casa cuando tuvo edad
para empezar a trabajar y contribuir en su hogar aprendió a sonreír cuando veía
a su madre hacerlo, lamentablemente murió cuando ella tenía dieciséis años
dejándola al cuidado de su tía que era una mujer distante a la que ella le
interesaba poco, así que apenas termino la preparatoria aplico para medicina,
consiguió una beca y un trabajo de medio tiempo para llevar su carrera
adelante.
Nunca negaba una sonrisa, un abrazo cariño o un silencio
acertado porque amaba ver las sonrisas adornando las caras de las personas
importantes en su vida, pensaba que si todos sonrieran más el mundo sería un
lugar mejor y por eso a ella le encantaba proteger las sonrisas de quienes
amaba.
Miro con tristeza los rostros en el retrato antes de
dejar la ropa doblada sobre la cama esperando a que Herendira saliera del baño,
tendría que tener una larga discusión con su amiga de cómo llevar su vida,
aunque quizás eso no era lo adecuado hacer lo que todos decirle como vivir su
vida… la realidad es que debía aprender que su vida era suya, pero en el caso
de Herendira parecía ser algo complicado de hacerle entender.
Encima sentía que su amiga creía que ella era demasiado
distraída como para notar aquella mirada pérdida que le empezó a acompañar
desde hacía algunos meses, los suspiros suaves o esas sonrisas que aparecían
cada que algún recuerdo tocaba su ensueño… Herendira estaba enamorada ella lo
sabía porque tenía todos los síntomas, lamentablemente también tenía claro que
no era correspondido y ella lo sabía porque también guardaba en secreto un amor
que se le metía por entre los poros de la piel para atormentar su corazón…
porque los amores imposibles son los que más dolor causan “somos un par de
complicadas Herendira” pensó fugazmente antes de abandonar la recamara al ver
aparecer a su amiga en el umbral dándole espacio para que se cambiara.
Se dirigió a la cocina para revisar que la comida que
estaba preparando se estuviera cocinando bien cuando al puerta resonó de nuevo
haciéndola asomarse al pestiño y ver sorprendida el rostro de Stefani del otro
lado, la abrió sonriente antes de sentir un cascada rubia irrumpir en su campo
de visión y la respiración entrecortada
del llanto golpear contra su pecho; regreso el abrazo con suavidad y cariño al
parecer ese día lluvioso no se antojaba agradable.
Vanessa Savedra observaba la lluvia aumentar con
intensidad invadiendo por momentos su refugio bajo aquel delgado techo en la
Avenida Central, días como aquel eran extraños el lugar estaba desierto dejando
solo a la vista una cortina blanca de lluvia, que cada tanto la sombra de
alguien que no había logrado evitarla rompía. Sintió una toalla caer sobre su
cabeza empapada por lo que se giro a ver a la Gerente de la tienda frente a la
que estaba de pie sonriéndole con calidez -No querrás enfermarte ¿o sí? Oficial
Savedra- la miro unos instantes antes de negar suavemente -Entonces procura no
pararte en media avenida bajo la lluvia- asintió suavemente dando un suspiro
pesado -¿Podrías preocupar a Tormenta?
-Disculpa Tormenta- dejo escapar suavemente mirando a la
perra que movía el rabo, antes de sentir un fuerte empujón -Disculpa Virginia.
-Vanessa- escucho su nombre quedamente por lo que bajo la
cabeza -estaba muy feliz cuando me contaste de tu traslado a esta avenida,
porque pensé que tendría a mi mejor amiga todo el día conmigo… pero si vas a
estar con aire depresivo y aburrida empiezo a arrepentirme.
-¿Cómo está Adolfo?- cuestionó medio sonriendo enfocando
al frente.
-Tenías que mencionar al idiota ese- contuvo la risa al
escuchar el tono enfadado de su amiga - no sé ni porque me casé con él.
-Es tan guapo, alto y atlético- dejo escapar en tono
soñador antes de recibir otro empujón -no te pases, aún estoy de turno, le
estas faltando el respeto a la autoridad.
-¿Cuál autoridad?- tiraron de la chaqueta negra con
suavidad -yo solo veo a mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, haciendo
algo que no la veía hacer hace años deseando desaparecer entre la lluvia.
-No es nada- le afirmó quedamente mirando las gotitas
bailar.
-Bien te esperamos a cenar- Virginia se dio vuelta
ingresando al local para asomarse de nuevo -me debes lo de la toalla- le saco
la lengua divertida antes de cerrar la puerta tras suyo.
Vanessa negó con la cabeza antes de mirar a Tormenta
sonriendo para acariciarla suavemente enfocando el agua corriendo en la Avenida
Central, sus días favoritos eran los días de lluvia y al contrario de la
mayoría que gustaba de haraganear a ella le encantaba salir a pasear, de niña
era como si la lluvia se llevara cada tristeza que se abrigaba en su interior
ante las pérdidas que había sufrido, su abuela solía decir que la media de vida
en su familia eran los 30 años, fue la edad a la que perdió a su padre, la edad
a la que murió su madre y la edad a la que su hermano mayor también falleció,
sus otros dos hermanos estaban a nada de alcanzarla y a ella no le faltaba
mucho; así que su abuela ya insistía en bisnietos, esa vieja si era más dura
que una mula.
Empezó a reírse con fuerza al recordar a su abuela y los
incontables regaños de los que ella y sus hermanos eran victimas bajo su
cuidado, pero al final la pobre mujer siempre decía lo mismo… “yo nací para
criar amantes de la ley y el orden, la madre y abuela orgullosa de un legado
policial”, recordaba su cara en cada funeral al que había asistido, sus
lágrimas impecables al ver a tres de sus nietos cargar al cuarto en hombros
llevándolo a su descanso eterno…. Bajo el rostro con tristeza evitando empezar
a llorar.
Andrea miraba a Herendira y Stefani cada una en su mundo,
cada una cargando una pena diferente a la anterior antes de mirarlas con
profundidad y seriedad -Vienen las dos con la lluvia a ennegrecer mi mañana-
noto como ambas bajaban la mirada con confusión -A ti Stefani, no te diré más
lo que tus ojos perfectamente pueden ver- afirmó con tranquilidad -en cuanto a
ti Herendira... inténtalo, lucha por lo que quieres- noto como le dirigían una
mirada de sorpresa -piénsalo lo peor que puede pasar es que te digan que no,
además ¿No eres tú la que dice que tú vida no es tuya? Entonces, no pierdes
nada con intentarlo… no pasara nada si fracasas porque tu destino ya está
marcado… deberías preocuparte si te dicen que si, Herendira el amor es bonito- le
dijo casi con desesperación - si a veces es una carga pesada de llevar, pero
solo cuando no te atreves a ir por él, por que las alegrías que te regala seas
correspondido o no son incontables.
Vio como Herendira se miraba las manos unos instantes
antes de sonreír poniéndose de pie y echando a correr hacia la puerta tomando
su chamarra empapada para sacar la billetera, sonreírle y salir dando un fuerte
portazo mientras ella se giraba mirando a Stefani que simplemente se abrazó a
ella con fuerza -Es que de verdad, yo lo amo- afirmó su amiga quedamente
mientras ella asentía regresándole el abrazo suavemente.
-Lo sé… Lo sé- murmuró arrullándola despacio entre sus
brazos.
Herendira corría sintiendo las gotas gruesas de lluvia
impactarse en su rostro, impregnándose en su piel y empapando su ropa, sin
embargo aquello no la detuvo a la hora de tomar el autobús usual que la llevaba
a la Avenida Central, prometió al chofer no sentarse y el hombre le permitió
abordar sin problema, sentía el corazón bombeándole a mil y las mejillas
ardiendo… era como Andrea decía ¿Qué tenía que perder?, se bajo a prisa para
correr por la larga avenida desierta en dirección al lugar donde ella siempre
estaba de pie, al lugar donde esa mañana se había acercado a ella, bajo
esa misma lluvia que había aumentado
volviéndose torrencial, sentía su ropa escurrir agua y sin embargo sus pasos se
detuvieron a solo metros de la figura uniformada.
No podía llegar con las manos vacías ¿cierto?, se giro
ingresando a una cafetería ante la mirada asombrada de todos los presentes y de
los empleados encargando dos cafés negros para llevar mientras ignoraba el
hecho de que estaba formando un charco sobre el sitio en que estaba de pie, que
afuera parecía que el cielo se venía en pedazos y que solo un loco volvería a
salir a aquella tempestad; tomo los cafés pago, y como si la lluvia no
estuviera allí salió cerciorándose que los protectores sobre el vaso estuvieran
bien puestos no deseaba que su regalo se echara a perder.
Vanessa Savedra levanto la mirada ante el movimiento
inquieto de Tormenta para ver aquella figura atravesando la cortina de lluvia a
paso calmo y tranquilo, instintivamente puso su cuerpo en tensión ante una
posible emergencia, hasta que vislumbro el rostro escurriendo agua, el cabello
rojo empapado oscurecido y pegado al rostro. Noto como aquella joven se detenía
sonriéndole ,mirándola con profundidad y alegría, despertando en su rostro de
regreso su mejor sonrisa mientras tomaba aquel café que le tendían con
suavidad, la miro confundida unos instantes notando como la sonrisa de la
pelirroja se ampliaba aun más - Gracias por recoger mis apuntes- le escucho
murmurar sin refugiarse de la lluvia, le hubiera gustado decir “de nada” pero
era como si las palabras en su garganta se hubieran quedado muertas -Los días
de lluvia son hermosos ¿no crees?... es como si se llevaran con ellos todo lo
malo- la vio girarse y continuar su camino por la avenida dejándola con aquel
café caliente en la manos y el corazón acelerado.
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MUy lindo el capitulo felicitaciones atten lis de vzla
ResponderEliminarNuevamente me quede con ganas de masssss.
ResponderEliminarme encanto,aunque este capitulo fue mas corto que el anterior.
nuevamente muchas gracias por compartir la historia con nosotras.
Andrea
Muy bonita historia esta muy interesante ^O^)/
ResponderEliminarHermoso, me encanto. espero con ansias la continuación.
ResponderEliminarMaria, Colombia