CAPITULO 4
Otra vez me enfrasco en
situaciones difíciles por la volatilidad de su comportamiento.
Después de tantas demostraciones
de cariño, estaba confundida pues no sabía cómo una persona que siempre se caracterizó
por ser ruda, cambiara su actitud cuando se trataba de mí; igual, nunca me
importó.
Varios años llevábamos estudiando juntas y jamás me percaté de su
presencia hasta un día que decidí hacer un trabajo en grupo. Mi indiferencia
frente a mi equipo fue demasiado evidente, solo me concentre en terminar la
labor pero por falta de tiempo debimos concertar una reunión en la tarde.
Llegada la hora, solo estábamos ella y yo, en esa época era mucho pedir un poco
de puntualidad. Honestamente no me acuerdo en que momento empezamos a conversar
con cierta familiaridad tanto, que la acompañe a su casa. Era un lugar humilde
que inspiraba tranquilidad, el piso de tierra y un can siempre aguardaba a la entrada.
En diferentes ocasiones intento atacarme. Ingrese a su habitación donde solo
había un closet y una cama de pequeñas dimensiones, me senté sin pedir permiso
y ella imito mis acciones, en seguida, volvió a ponerse de pie y salió de la
habitación. Tuve tiempo de detallar las cartas pegadas en su pared, los dibujos
animados y otras cosas. Regresó con una actitud distinta a la libertina que la
caracterizó, esa vez estaba seria pero reflejaba la ternura que muy pocos
conocieron. Se detuvo frente a mí y me miró fijamente, ahí me di cuenta del
color verde de sus ojos, el blanco armiño de su piel y las pecas que le
impregnaba un toque infantil. Entabló una corta discusión conmigo referente a
la irresponsabilidad de los demás, me molestó su actitud relajada y mientras
sonreía ocupó el lugar a mi derecha, de repente, me sorprendió cuando sin aviso
previo tomó mi mano y el silencio reinó, la miré extrañada pero ella no parecía
turbarse, por el contrario, lucía muy segura de sus actos. Me incomodó el gesto
así que decidí levantarme e inventarme una excusa para marcharme; se opuso
ferozmente, al punto de pararse en la puerta bloqueando mi paso. No sabía que
reacción tomar, entonces accedí a su petición de quedarme un momento más.
Fue a la cocina pero
tardaba mucho y fui a buscarla. La encontré preparando algo de comer para mí,
algo básico y aunque no tenía hambre comí, ella esperó y cuando terminé se
sentó en mis piernas; me puso nerviosa la falda de su uniforme, sentí el roce
de sus piernas con las mías y su mala posición dejaba algo para la imaginación.
Sensualmente, hacia movimientos para buscar una mejor postura e inclinarse a la
mesa donde había colocado un cuaderno que se hizo invisible a mi mente por
estar ocupada tejiendo fantasías almizcladas. El momento fue de ansiedad
esperando que dijera algo, que se levantara pero no sucedió. Siguió ahí entre
mis piernas y mi confusión dándome la estocada de su calor inoportuno y la
brisa de su espalda en mi pecho daba alimento a la ilusión. La incomoda
pregunta de si estás bien rompió el secreto a lo cual respondí que si por
querer deleitarme un momento más con espejismos que morirían al salir por la
puerta pero que germinarían bajo mi alomada que desde entonces se convirtió en
la caja fuerte de lo que no puedo decir y en
la fortaleza que me impide derrumbarme ante otros, la discreta fuerza de
tragarme los nudos en la garganta que la vida me ata y una vez me unió a un
sueño que pronto terminaría no sin antes dejar cicatriz turbulenta en mis
latidos y una brecha para confiar de nuevo pero la semilla de la seguridad de
lo que siento.
Poco a poco con sus
dicientes caricias voy conociéndome y limitando mis preferencias a senderos que
nadie ha recorrido conmigo hasta entonces.
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¿y que hiciste?
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