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Cuando
los inspectores llegaron aquella tarde al Instituto Anatómico Forense, los
familiares de la víctima ya esperaban junto a su abogado. Después de realizar
todo el trámite necesario para que la familia pudiera recoger el cadáver, la
inspectora quiso aprovechar la ocasión para hablar con el padre de la víctima.
– Si
no le importa, nos gustaría que nos acompañaran su hija y usted a la comisaría
para hacerles algunas preguntas sobre su hija Tania.
– Son
ustedes unos desalmados, no respetan el duelo de una familia. ¡Déjennos en paz!
– Sé
que es un mal momento, señor, pero es importante que nos acompañen.
Al
final, y por recomendación de su abogado, Román Rota accedió malhumorado a las
peticiones de la inspectora Castillo pero al llegar a la comisaría, solicitó
hablar con el comisario. Pasó un buen rato antes de que el comisario Peláez les
llamara a su despacho. Ordenó a Neira que acompañara a los señores a una sala
para hacerles las preguntas pertinentes y a la inspectora Castillo, le pidió
que se quedara en el despacho porque quería hablar con ella.
Cuando
salió del despacho llevaba un cabreo morrocotudo, como siempre le pasaba cuando
acudía al despacho del comisario. Esperó a su compañero sentada en su mesa con
la piedra de toque entre sus dedos. Neira apareció al rato para decirle que no
había sacado nada en claro, que esa familia era muy independiente y que nadie
sabía nada de nadie.
– No
saben quién es Navarro, tampoco saben decirnos qué compañías frecuentaba la
víctima. En fin, nada que destacar aunque, no sé si te habrás fijado pero, no
hay muy buen rollo entre padre e hija.
– Si,
lo noté esta tarde en el instituto, vi que no hablaban mucho entre ellos.
– ¿Y
con el jefe qué tal? – le preguntó Neira en voz baja.
– Como
siempre, jodiéndome la vida. Mira, es tarde y no tengo ganas de hablar. Me voy
a casa, mañana te lo cuento.
Antes
de salir de la comisaría, Clara llamó a Eva para darle vía libre a la
publicación de la noticia, dándole algunos detalles sobre el homicidio. Ya era
oficial el asesinato de Tania Rota.
Esa
tarde le tocaba gimnasio pero optó por pasar e irse a casa, había tenido un día
difícil y necesitaba desconectar y dormir. Dudó entre coger el autobús o ir
andando pero optó por lo segundo, quería sentir el aire frío de la noche en la
cara, le vendría bien para despejar la cabeza. Empezó a caminar por la acera
cuando alguien la llamó y al volver la cabeza, vio que se trataba de Vega Rota.
– Por
favor inspectora, necesito hablar con usted.
– No
se suele actuar de esta manera, señora. Si tiene algo que contar, venga mañana
a la comisaría. Me imagino que mi compañero le habrá preguntado todo lo
necesario para el caso.
– Lo
que tengo que contarle no puedo hacerlo en una comisaría. Por favor, necesito
hablar con usted. Suba, la invito a una copa.
– No
voy a montar en su coche, señora. Si quiere, a dos calles de aquí hay un bar,
podemos hablar allí.
Entraron
en el Sonar, el bar que solía frecuentar con Neira. El local estaba medio
vacío, pidieron unas cervezas y se sentaron en una de las mesas del fondo.
– No
sé qué querrá contarme, espero que no me haga perder el tiempo porque estoy
bastante cansada y quiero irme a casa – dijo la inspectora con seriedad.
– Veo
que no es usted muy amable – le dijo la mujer mirándole a los ojos. – Quiero
hablar con usted porque estoy asustada. La muerte de mi hermana puede que no
sea tan pasional como ustedes creen, puede que haya algo más serio y turbio en
todo esto, y tengo miedo.
– No
la entiendo. ¿Por qué tiene miedo? ¿A quién tiene miedo?
– A
mi padre. Lo que le voy a decir no lo diré nunca en una comisaría y mucho menos
ante un juez, por eso quise hablar con usted de esta manera.
– Bien,
cuénteme señora Rota por qué su padre puede estar implicado en la muerte de su
hija – dijo expectante la inspectora.
– Me
parece frío hablarnos de usted. ¿Puedo tutearte? Sé que te llamas Clara porque
se lo oí a tu compañero. Me gustaría que me llamaras Vega, lo de señora Rota
nunca lo he llevado muy bien.
– Perfecto
Vega, ¿qué tienes que contarme? – preguntó la inspectora con sequedad.
– Mi
padre no es trigo limpio. Cuando se hizo cargo de la empresa del abuelo comenzó
a hacer unos negocios nada transparentes en el mundo de la construcción y, en
cuanto me enteré de ello, le forcé a que me comprara las acciones que yo tenía.
No quería saber nada de sus sucios negocios y menos, figurar como accionista.
Aquella historia acabó con nuestra relación y no nos hablamos desde hace unos
diez años.
– ¿Y
qué tiene que ver todo esto con la muerte de tu hermana?
– No
lo sé, pero puede que tenga que ver. Mi padre trata con la mafia rusa y con
otros estafadores. Desde hace un tiempo, mi hermana tenía deudas de juego, se
dejaba un dineral cada vez que iba al casino y llegó un momento en que papá se
negó a pagar una deuda más, le dijo que se buscara la vida, que no quería saber
nada más, que bastante hacía con tener a su hijo a su cargo. Tania tiene un
hijo que viven con mi padre aunque en realidad está estudiando en un internado
en Inglaterra. Esto que te cuento, me lo contó Tania la última vez que
hablamos, me llamó para pedirme dinero porque papá se lo negó.
– Sigo
sin ver la relación de tu padre con la muerte de tu hermana. Me cuentas que tu
padre es una mala persona pero no podemos acusarle por eso, no hay pruebas para
inculparle.
– Mi
padre actúa como un auténtico mafioso, tal vez la muerte de Tania sea por
venganza de otro mafioso estafado por él. No sé, no me fío y temo que puedan
venir a por mí, por eso tengo miedo – dijo la mujer con una expresión de temor
en su rostro.
– Tal
vez sea una posibilidad, pero, ninguna prueba, hasta ahora, apunta a ello. Si
tienes miedo, puedo pedir vigilancia en tu casa, no hay ningún problema si eso
te hace sentir más segura.
– No,
no quiero. Tal vez tengas razón y puede que todo sea una película que me he
montado yo solita. La muerte de Tania me ha afectado, no se merecía morir así y
tengo miedo de que me pase lo mismo a mí.
Se
quedaron calladas un rato, mirándose, mientras la mujer se calmaba. Clara se
sentía incómoda en esa situación, siempre le pasaba, no soportaba esos
silencios, se sentía torpe, no sabía qué decir y al final, siempre era la otra
persona la que rompía el hielo.
– Me
imagino que, siendo mujer y tan guapa, en tu oficio tendrás que aguantar muchas
estupideces – dijo la mujer con un tono sensual mientras apoyaba el codo en la
mesa y sujetaba su cara con la mano para mirarla fijamente.
Clara
se puso nerviosa, se dio cuenta de que esa mujer intentaba flirtear con ella,
el tono de su voz y esa mirada que había subido desde sus pechos hasta sus
ojos, pasando por su boca, se lo delataban.
– No
hay día que no tenga que oír los comentarios de algún cretino – dijo intentando
demostrar normalidad en su tono de voz aunque su cuerpo se iba excitando por
momentos.
– ¿Cuál
ha sido el de hoy? – preguntó la mujer sin dejar de mirarla a los ojos.
– Pues
hoy, he tenido que oír a mi jefe decirme que tu padre, duda de mi capacidad
para resolver el caso y que prefiere que sea un hombre el encargado de la
investigación. Me ha comunicado que el responsable del caso pasa a ser mi
compañero. Después de todos estos años, no sirve de nada demostrar que vales,
mientras siga teniendo jefes como este, siempre seré ninguneada. Es lo que
tiene ser mujer en este oficio, no creo que afecte mucho lo de ser guapa.
– Siento
el comentario de mi padre, es muy propio de él.
Vega Rota se ofreció a llevarla en coche y, aunque la
inspectora dudó en un principio, accedió porque ya era muy tarde. Durante el
camino, Clara le ofreció su ayuda si en algún momento se sentía amenazada, le
pidió el número de teléfono y le hizo una llamada perdida para que tuviera el
suyo. La mujer la llevó hasta la puerta de su casa y se despidieron.
– Gracias
por escucharme, inspectora. Me hubiese encantado haberte conocido en otras
circunstancias.
Cuando
Clara entró en su casa se fue directa a la ducha, había que enfriar el calentón
que tenía, Vega Rota la había excitado con solo mirarla, el poder de seducción
de esa mujer era subyugante.
No
tenía ganas de cenar, se sirvió en una copa el resto de vino que quedaba en la
botella de la otra noche y se tumbó en el sillón con los pies en alto. No quiso
pensar en toda la mierda del trabajo y le fue fácil porque su mente, solo
quería ocuparse de ella. Estaba cansada pero no conseguía dormirse, esa mujer
que intentaba seducirla le quitaba el sueño. Al final, el agotamiento pudo con
ella y se fue quedando dormida, al son de Alicia Keys, mientras pensaba que Vega Rota era
como esa mujer fatal de las películas de cine negro, bella, glamurosa e
interesante, y con una mirada que derretía a cualquiera.
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No me imaginaba que Ramon Rota fuera un mafioso aunque viendo lo poco que se ha hablado de él es para confirmarse si de verdad lo es (ahora esperar si es cierto que es culpable indirecto del asesinato de Tania), por otra parte se ve que Clara se puso nerviosa con la mirada de Vega (hasta la dejo pensando, espero más avance entre ellas.
ResponderEliminarEspero que Vega en verdad tenga buenas intenciones con Clara ya que para esta no le fue nada indiferente.
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