Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

La Estrella del norte - Amina - 1


1
Eran aproximadamente las once de la mañana, de un soleado y frío día de enero, cuando un coche de la policía recorría a toda velocidad las calles de la ciudad, esquivando a los vehículos que se iban apartando según se les acercaba el sonido de la sirena. El inspector Neira iba conduciendo mientras que la inspectora Castillo, aun llevando el cinturón puesto, intentaba agarrarse a cualquier punto del coche que le proporcionara estabilidad.
     ¿Podrías ir un poco más despacio? No hace falta ir tan deprisa, te recuerdo que se trata de un cadáver y ya llegamos tarde para salvarle la vida. Además, si sigues conduciendo así, voy a vomitar.
     Eso te pasa por salir de copas anoche, luego no sirves para nada. Se te agita un poco y mira lo que pasa.
Entre los bruscos volantazos de su compañero y los tardíos adornos navideños que le cegaban con el reflejo del sol, la inspectora Castillo tuvo que cerrar los ojos para no acabar devolviendo. No tenía que haberle contado lo de anoche, pensó mientras intentaba controlar las náuseas. Al ver que se iba poniendo blanca por segundos, el inspector aminoró la marcha y ella bajó la ventanilla para que su cara recibiera el frío aire de la mañana.
Clara Castillo era inspectora de la Policía Judicial y, junto a su compañero Carlos Neira, estaba destinada en la comisaría de distrito donde esa mañana se había recibido el aviso de homicidio. Neira llevaba poco tiempo ejerciendo como inspector y casi todo lo que sabía lo había aprendido de su compañera, que llevaba más tiempo en el oficio. Después de unos años trabajando juntos, se conocían bien y, aun siendo compañeros, se había creado una amistad entre ellos. Casi todos los jueves, después de salir de trabajar, quedaban para tomar unas cervezas en el Sónar, un bar que estaba a dos calles de la comisaria, para hablar de forma distendida de todo lo que no fuera trabajo. Poco a poco fueron contándose confidencias y Clara, se concedió la debilidad de la amistad con él. Salvo Neira, nadie más de la comisaría sabía de su vida.
Al llegar al lugar de los hechos, estacionaron el coche junto a los otros vehículos de la policía que habían acudido al aviso. La zona ya había sido acordonada y el agente que estaba en la puerta les indicó el piso al que tenían que subir. Los hechos habían ocurrido en el tercer piso de uno de los edificios más lujosos del barrio más caro y selecto de la ciudad.
El suntuoso vestíbulo del portal estaba abarrotado de vecinos interesados en saber lo que ocurría. Los inspectores tuvieron que ir abriéndose paso entre la gente para poder acceder por las escaleras al piso ya que el ascensor, había sido precintado para la investigación.
     ¡Menuda choza!  –  dijo Neira mientras se quitaba el abrigo y se lo entregaba al guardia que estaba en la entrada.
Uno de los agentes que habían acudido al domicilio en el primer aviso les contó que esa mañana, a las nueve y veinte, recibieron la llamada en comisaría. En cuanto llegaron y vieron la situación, aislaron la zona y avisaron al resto. El juez y el equipo forense ya estaban dentro.
Después de colocarse guantes y fundas en los zapatos, los inspectores se dirigieron por el camino trazado hasta el dormitorio, lugar donde se encontraba el cadáver.
La habitación no estaba revuelta, los cajones, la ropa del vestidor, todo parecía en su sitio pero en la cama, yacía el cuerpo de una mujer muerta. Tuvieron que moverse con cuidado para no tocar nada del escenario del crimen.
     Buenos días señores ¿Qué hay Doctor Gutiérrez?, ¿qué tenemos? – preguntó la inspectora Castillo después de echar una ojeada a la habitación.
     Pues, el cadáver de una mujer de unos treinta y tantos años, en posición decúbito supino, con evidencias de muerte por asfixia. Aproximadamente llevará unas setenta y dos horas muerta, aunque habrá que esperar a que la autopsia lo aclare. El cuerpo fue encontrado esta mañana por la asistenta.
Mientras el forense le narraba las primeras impresiones, ella no pudo quitar sus ojos de aquel desnudo cadáver, medio cubierto por una sábana. Recorrió con su mirada a aquella bella e inerte mujer, de perfectas facciones y delicado cuerpo, que la palidez mortuoria le hacía parecer de porcelana, como si fuera una figurita de Lladró.
     Es una lástima que muera un pibón como este mientras mi horrible suegra sigue vivita y coleando –  le espetó el inspector Neira al pasar por su lado en dirección al baño.
     ¿Dónde está la asistenta?, quiero hablar con ella – dijo la inspectora mientras le echaba una mirada asesina a su compañero por el comentario.
La mujer estaba asustada y no paraba de decir que ella no sabía nada, que sólo encontró a la señora esa mañana cuando llegó y fue a despertarla. Declaró que llevaba tres años trabajando en la casa, que asistía de lunes a viernes, de nueve a cuatro de la tarde y que el viernes pasado, fue la última vez que la vio con vida. Aquel día, la señora le había encargado que preparara la cena antes de irse porque tenía invitados esa noche. No sabía cuántos invitados porque la señora no se lo había dicho, pero sí le dijo que hiciera un redondo de carne para cuatro personas y así le quedaría para comer al día siguiente.
     ¿La señora vivía sola? –  preguntó la inspectora mientras tomaba nota de lo que decía la asistenta.
     La señora está, perdón, la señora estaba divorciada desde hacía años y siempre la he conocido con novio, amante o lo que sea, nunca la recuerdo sin un hombre a su lado. Por lo que sé, últimamente era el señor Navarro el que salía con la señora, creo que iban en serio, por lo que la señora me comentaba. De todas formas, yo solo le he visto alguna mañana al irse después de haber llegado yo a la casa. No sé cuál es su nombre, solo sé que es el señor Navarro.
     ¿Ha tocado usted algo de la casa, en la cocina, en el dormitorio…? Es importante que lo recuerde.
     No señora, no he tocado nada, solo el teléfono para llamarles a ustedes y después, me he quedado en la entrada. No sabía qué hacer.
La inspectora Castillo sabía que la testigo era importante para el caso por lo que pidió que alguien la acompañara a comisaría para que se le tomara una declaración completa. Después organizó la investigación entre los demás agentes que estaban allí.
     Neira, habla con el juez Merino para ir preparando las diligencias; Estévez, interroga a los vecinos por si han oído algo; Salcedo, localiza al portero del edificio, necesitamos las grabaciones de las cámaras de vigilancia que seguro las hay en un edificio como este. Recuerda que queremos las del viernes por la noche.
Una vez distribuido el trabajo, se dirigió a inspeccionar la cocina ya que, según la sirvienta, tuvo que haberse celebrado una cena el viernes por la noche. No había rastro de esa cena, la cocina estaba impoluta, el lavavajillas estaba vacío, en la nevera no había restos y la bosa de la basura había desaparecido del cubo. Le daba vueltas a lo sospechoso de todo aquello cuando su mirada se paró ante el horno donde, al abrirlo, encontró los restos del asado. Indicó a uno de los técnicos que sacara fotos de todo aquello.
Luego, hubo cena, masculló para sí misma, lo que le hizo pensar que, si no fue la asistenta, y era poco probable que la bella víctima, de delicadas y sedosas manos, fregara los platos o vaciara el lavavajillas, alguien puso mucho interés en no dejar rastro de aquella cena, pero se le olvidó quitar el asado del horno.
Se acababan de llevar el cadáver cuando Neira se acercó a su compañera para indicarle que, mientras los expertos realizaban la inspección ocular, tomaban huellas, fotos y recogían los efectos que pudieran servir para la investigación, ellos no tenían nada más que hacer allí.
     Tenemos que ir a comisaría, hay que esperar las órdenes del juez y avisar a los familiares de la víctima.
     ¿Qué has averiguado? – le preguntó la inspectora sin dar importancia a las palabras de su compañero.
     Que estamos ante un bello y rico cadáver. Se trata de Tania Rota, hija de uno de los hombres más poderosos de este país y esto, amiga mía, puede ser algo muy gordo.
     El caso es que me suena el nombre, pero no sé de qué.
     No jodas que no sabes quién es Tania Rota, está claro que no lees mucha prensa, se trata de una de las más ricas y conocidas de la jet-set del panorama nacional.
     Ni idea, ya sabes que no me entero mucho de quién es quién en ese mundo paralelo al mío.
El interés de la inspectora Castillo por el mundo del papel cuché era nulo, no conocía a los personajes y tampoco tenía intención de conocerlos, no le atraía esa gente, para ella inmoral, y le parecía ridículo poner atención al modo de vida de una casta ostentosa e inalcanzable como los Rota.
     Pues, hay un motón de personas que siguen la vida de estos famosos como si fueran la suya, con quién se han casado, dónde viven, qué llevan puesto, a qué fiestas van... Las revistas del corazón son las más vendidas en este país, con eso te lo digo todo. Hay un montón de gente que desea, o mejor dicho, que envidia ese tipo de vida de lujo, poder y dinero. En fin, ya sabes, el poder de lo material es lo que realmente importa en esta vida – dijo Neira poniéndose filosófico.
La inspectora Castillo sonrió ante el irónico comentario de su compañero pero sus palabras le hicieron reflexionar sobre la banalidad de la condición humana. La gente prefería vivir la vida ajena a la propia para evitar la realidad. Pensaba que ella no era así, que ella era bastante más realista ante la vida, aunque reconocía un toque de pesimismo en su enfoque pero, sobre todo, era terrenal y no necesitaba creer en mitos, dioses o arcanos para sobrellevar el día a día. Mientras pensaba en todo esto, se dio cuenta de que sus dedos estaban frotando suavemente la piedra de su bolsillo, lo que le hizo enfadarse consigo misma. Aunque le cueste reconocerlo, sí hubo un tiempo en que Clara quiso creer en ese mundo esotérico de estrellas y arcanos. Fue cuando compartió su vida con Soraya, su pareja durante cinco años, que era una gran creyente del tema, y ella quiso complacerla. Hace tiempo, Soraya le regaló, con la promesa de que siempre la llevara consigo, una piedra de toque, del tamaño de una moneda, que era mágica por poseer un pequeño fósil dentro. Aunque dice que no cree en la magia, lleva años con la piedra en su bolsillo izquierdo del pantalón, para tocarla de vez en cuando, a veces más de lo que a ella le gustaría. A menudo, se regaña a sí misma porque sabe que es una costumbre idiota y ridícula estar sometida a una piedra, a una piedra que además, le recuerda a Soraya. Pero sabe que ese talismán le tranquiliza, le facilita la concentración cuando medita y, aunque su intención es evitarlo, nunca olvida meterla en su bolsillo cada mañana.
     Cuando quieras nos vamos, tenemos un duro día por delante pero antes, quiero saber si Salcedo ha localizado al portero. Es importante que consigamos esas grabaciones – dijo la inspectora volviendo a la realidad.
No hubo suerte, las cámaras no funcionaron aquel día porque el sistema de vigilancia llevaba estropeado desde el martes anterior por un fallo en el circuito. Aquella noticia enfadó a la inspectora pero también le hizo sospechar que, justamente tres días antes del homicidio, fallara el sistema.
Al salir a la calle, se encontraron con un gran tumulto que rodeaba el cordón policial lo que provocó que tuvieran que esquivar a la gente para llegar hasta el coche.
     ¡Clara, Clara!, ¿Qué ha pasado? – le gritó alguien a su espalda.
     ¡Cómo no!, el buitre de prensa, el animal más rápido de la fauna ibérica. ¿Qué haces aquí, cómo te has enterado tan pronto? – dijo la inspectora al volver la cabeza y ver quién era.
     Esta casa casi siempre está vigilada por la prensa, no hay día que no haya un paparazzi por la zona. ¿Qué ha pasado?, ¿es Tania Rota, verdad?
     Eva, sabes que no puedo decirte nada, el caso está bajo secreto de sumario. Ahora tengo que irme pero me gustaría hablar contigo. ¿Te llamo?
     Cuando quieras, y espero que me des alguna información del caso. Ser amiga tuya debe de servir para algo, ¿no? Llámame.
Eva Torres era periodista y trabajaba en uno de los diarios más vendidos del país. Clara y Eva se conocieron en la universidad, donde fueron amantes y ahora, trataban de ser amigas. Después de acabar su relación con Soraya, Clara buscó consuelo en Eva pero aquello duró poco, seguía enamorada de Soraya y ya no sentía por Eva lo que sintió por ella en su juventud. Para la inspectora, aquella relación estaba acabada hacía años, cuando terminaron los estudios, pero para la periodista, aún seguía siendo algo que deseaba.
Durante el trayecto de vuelta, los dos policías hablaron poco, comentaron algo de los pasos a seguir y poco más. La inspectora Castillo, callada como siempre, no podía dejar de pensar en la víctima, en esa bella mujer de vida luminosa y confortable, y de muerte oscura y violenta.
     Creo que, quien cenó con la víctima el viernes por la noche es el asesino – dijo ella mientras su mirada se perdía a través del cristal de la ventanilla.
     O la asesina, tal vez la víctima jugaba en tu equipo.
     Je, je, pues no. Por lo que me ha contado la asistenta, más bien jugaba en el tuyo – le contestó ella con el mismo tono irónico que él había utilizado.
Una vez en la comisaría, y después de informar del suceso al comisario Peláez, se pusieron a trabajar. Los informes de los distintos laboratorios tardarían días así que decidieron empezar por lo inmediato. Neira se encargó de la declaración de la asistenta y ella, intentó localizar la dirección y el teléfono de los familiares de la víctima. Al tratarse de una familia importante, el teléfono no estaba publicado en ninguna guía telefónica y, una solicitud para conseguir el número llevaría tiempo así que, decidieron personarse en el domicilio familiar.
Cuando llegaron al domicilio de Don Román Rota, padre de la víctima, situado a las afuera de la ciudad, en un barrio residencial de lujo con control de acceso y vigilancia las veinticuatro horas del día, los recibió el mayordomo de la casa el cual les dijo, que el señor estaba de viaje y que no había más miembros de la familia en la casa.
     Las hijas del señor se llaman Vega y Tania. Les puedo dar la dirección de la hija menor del señor porque la de la hija mayor, no la tenemos.
Le dieron las gracias y se fueron. No les servía de nada la dirección que les había proporcionado el mayordomo porque era la de la finada. Llamaron a comisaría y esperaron a que les proporcionaran la dirección de la otra hija.
Vega Rota vivía a pocas manzanas de su hermana, en el mismo barrio lujoso. Les recibió en el hall del apartamento después de que la asistenta la avisara. Era espectacular y tan bella como su hermana, acababa de llegar de montar a caballo y no le había dado tiempo a cambiarse, por lo que pidió disculpas por su atuendo. Se dirigió hacia los dos policías y extendió la mano para saludar al inspector Neira y cuando se dirigió hacia la inspectora Castillo, se miraron con intensidad a los ojos al darse la mano.
     Soy Vega Rota, ¿qué puedo hacer por ustedes, agentes?
     Sentimos molestarla señora, somos la inspectora Castillo y el inspector Neira. Hemos venido a comunicarle que su hermana, Tania Rota, ha sido hallada muerta esta mañana en su domicilio.
Cuando el inspector Neira acabó de contar lo sucedido, la mujer se tambaleó, el impacto de la noticia hizo que le fallaran las piernas. La inspectora la sujetó para que no se cayera al suelo y la acompañó al sillón más próximo para que se sentara. Se había quedado pálida y no pudo articular palabra.
     Es importante que avise usted a su padre – dijo Neira mientras la inspectora atendía a la mujer.
     ¿Qué le ha pasado a mí hermana? Por cómo me hablan ustedes, presiento que le ha ocurrido algo malo.
     Creemos que se trata de un homicidio aunque hay que esperar a que la autopsia lo confirme. El cuerpo ha sido trasladado al Anatómico Forense y por ahora, hemos de esperar – dijo la inspectora Castillo haciendo un gesto de resignación.
Los inspectores no quisieron molestarla más y le pidieron que acudiera al día siguiente a la comisaría para poder hacerle una serie de preguntas referentes a su hermana.
Al salir, el inspector Neira hizo uno de sus comentarios típicos al referirse a la mujer, haciendo hincapié en esas miradas que había visto entre ellas.
     ¡Uf!, en ese contacto visual han saltado chispas, las he visto hasta yo.
     No digas estupideces –  dijo ella intentando demostrar dureza hacia su compañero.
     Nunca había visto tanta tía buena en un mismo día, lástima que una de ellas esté fiambre. Y tienen unos nombres un poco rimbombantes estas hermanas, ¿no te parece? No se llaman Pepa y María, no, se llaman Vega y Tania – dijo Neira imitando la voz del mayordomo.
     Son nombres de estrellas. Vega es una de las estrellas más importantes de nuestro firmamento y Tania también es un nombre de estrella. Hay dos, Tania Borealis y Tania Australis y están en una de las patas la Osa Mayor.
     ¡Joder!, qué puesta estás en astrología.
     Se trata de astronomía, burro, no de astrología. Y sí, sé algo de las estrellas, pero no mucho.
     Creo que por hoy hemos tenido suficiente, hasta que no tengamos los resultados de los laboratorios y de la autopsia, no podemos hacer mucho más. ¿Nos tomamos unas cervezas y me hablas de las estrellas? Prometo llevarte luego a casa.
     No, prefiero que me acerques a comisaría, aún es pronto y tengo que cerrar el informe del robo a la joyería, estoy convencida de que Peláez me lo pedirá mañana. Ya sabes que no me pasa ni una.
     Tu misma pero, deberías cortar esa historia con el jefe. Encárate con él, demuéstrale tu carácter, él sabe que se pasa contigo y que puedes denunciarle por ello. No es normal que te presione de esa manera a ti y no lo haga con los demás. Creo que te tiene miedo porque sabe que eres buena en esto.
     Gracias por tu confianza, colega – le dijo la inspectora al bajarse del coche – Nos vemos mañana.
Entró en la comisaría pensando en que Neira tenía razón, no debería dejar pasar más tiempo, había llegado el momento de acabar con esta situación. Hacía ya meses que había tomado la decisión de dejar la policía, no quería seguir ejerciendo un oficio que, en el fondo, no iba con ella. Clara se hizo policía por complacer a su padre, también policía al igual que el abuelo. Ingresó en la academia después de finalizar sus estudios universitarios y fue la primera en su promoción. Gracias a su padre, el comisario Castillo, llegó a inspectora con rapidez, eso sí, aprobando siempre y con buena nota todos los exámenes necesarios. Ella sabía que era buena en su trabajo, que lo realizaba de forma eficiente y profesional, pero también sabía que no era lo que quería. Nunca lo quiso.
Mientras su padre vivió, la inspectora Castillo fue respetada por todos pero tras su muerte, hacía algo más de un año, la situación de Clara había cambiado y algunos compañeros no le perdonaban que fuera una enchufada, aunque hiciese méritos en su trabajo para ser respetada. Años atrás, el comisario Peláez trabajó a las órdenes de su padre y ahora, él se vengaba de ella.
Su decisión ya estaba tomada y solo necesitaba el valor necesario y el momento justo para dar el paso. El pasado noviembre, cuando fue al pueblo en la festividad de todos los santos para ver a su madre y acompañarla al cementerio, ante su tumba, mientras su madre rezaba, Clara le dijo a su padre que no tenía sentido seguir si él ya no estaba.
Este caso y se acabó, se dijo para sí misma, sabiendo que eso mismo se había dicho con el anterior caso.
Era tarde cuando salió de la comisaría, tuvo la tentación de ir al bar a tomar algo pero se acordó de que ya estuvo bebiendo la noche anterior y no era bueno beber tanto y tan seguido. Decidió irse a su casa, le vendría bien acostarse pronto, el día siguiente se esperaba intenso.
Al llegar a su casa dejó las llaves y la negra piedra sobre la única mesa que tenía, tocándola antes de soltarla y acordándose de Soraya, a la que aún echaba de menos al llegar a casa, aunque esa fuera otra casa donde nunca estuvo ella. Hacía más de dos años que ya no estaban juntas pero todavía pensaba en ella, su recuerdo aún titilaba en su memoria como la diminuta y borrosa luz de las Pléyades.
Se conocieron en la sala de espera de un aeropuerto, las dos iban a coger el mismo vuelo que había sido retrasado y sin hora prevista de salida. Empezaron hablando de trivialidades pero según avanzaba el tiempo, fueron contándose cosas de sus vidas y sin darse cuenta, pasaron las horas de espera. Cuando avisaron del vuelo se despidieron, tenían asientos separados y no iban a verse después. En el momento de darse los dos besos de despedida, Soraya le entregó una servilleta donde había escrito “Llámame” junto a un número de teléfono.
Después de aquel encuentro, Clara tenía la “patata caliente” de tener que llamarla y eso le ponía de los nervios. Aquella mujer tan atractiva, ejecutiva de una multinacional, quería que la llamara y ella, no sabía qué decir. Decidió dejar pasar un poco de tiempo para poder adquirir el valor suficiente y además, no quería demostrar que estaba ansiosa por verla. Aguantó estoicamente casi dos semanas pero no pudo más, se armó de valor y la llamó por teléfono. Nunca estuvo tan nerviosa como aquella vez.
Se fueron conociendo poco a poco y después de unas cuantas citas, llegó lo inevitable, lo que deseaban las dos desde el instante en que se conocieron en aquella sala de espera. Cuando se besaron y se amaron por primera vez, supieron que habían encontrado lo que buscaban. Estuvieron juntas unos cinco años y fue la relación más importante que haya tenido Clara, ninguno de sus amores anteriores brilló tanto en su firmamento como lo hizo Soraya.
Tal vez fue la rutina y el tener trabajos tan diferentes e incompatibles lo que propiciaron que llegara el día en que se dijeron adiós. Soraya aceptó un trabajo en Italia y Clara no siguió su estela. La quería con toda su alma y siempre quiso complacerla en todo pero esta vez, no pudo y tuvo que romper con su vida para no romper con su vida, toda una paradoja. Era un mal momento para ella, su padre estaba enfermo y no podía dejar el trabajo.
Cuando se separaron, Clara no quiso seguir viviendo en la misma casa y regresó a la de sus padres, que estaba vacía desde que se fueron al pueblo cuando se jubiló el padre. Compró una cama, un sofá y una mesa con dos sillas, ese era el único mobiliario que existía entre aquellas vacías paredes. En un rincón del salón había una pila de cajas de cartón que contenían las cosas que se había traído cuando se mudó. Habían pasado ya varios años y aún seguían sin desembalar.
Se dio una ducha y se puso ropa cómoda, decidió hacerse un sándwich de atún para cenar y abrió una botella de vino para acompañarlo. La cocina no era su fuerte, las veces que intentó cocinar algo tuvo que tirarlo a la basura porque el resultado nunca fue comestible.
Puso en marcha el ordenador portátil, que solo utilizaba como equipo de música conectado a unos altavoces, para oír un poco de música tumbada en el sillón e intentar relajar la tensión acumulada durante el día. Después de tomarse unas cuantas copas, el vino empezó a calmar el cuerpo y a disparar la mente. Esa tarde había hablado de las estrellas con Neira y eso hizo que el recuerdo de su padre, estuviera presente en su pensamiento. Hacía tiempo que no recordaba aquellos veranos en el pueblo, cuando salía por las noches con su padre a ver las estrellas. Tumbados en la hierba, boca arriba, bajo la bóveda celestial más impresionante que jamás haya visto, su mente se perdía por aquel oscuro manto tridimensional de luminosos astros mientras su padre le narraba las fantásticas historias mitológicas de las galaxias y estrellas que conocía.
     Elige una estrella – le dijo su padre una noche – Una estrella que quieras que te acompañe toda la vida, que sea tu estrella.
     Elijo la Estrella Polar porque, aunque no sea la más grande ni la más brillante, es mágica por estar en ese lugar privilegiado donde siempre sabré encontrarla.
     Buena elección, muy práctica, se nota que eres hija mía. Yo elegiré a la estrella Arturo porque, además de llamarme igual que ella, decir que ella se llama como yo sería un sacrilegio, su nombre significa “el guardián de la osa”, tanto de la Osa Mayor como de la Osa Menor, donde está Cinosura, la Estrella Polar.
Cuánto echaba de menos a su padre, él siempre fue su aliado, su timonel en ese mundo de buenos y malos y ahora que él ya no estaba, se encontraba sin rumbo y sin su guardián.


----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Amina Derechos Reservados
© Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.

3 comentarios:

  1. Impresionante.

    Muy pocas veces una historia me engancha tanto como esta y espero ver que pasara de aqui en adelante si habra una relacion con la hermana de la victima y la inspectora Castillo.

    ResponderEliminar
  2. Interesante historia la seguire a ver que pasa

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...