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Eran
aproximadamente las once de la mañana, de un soleado y frío día de enero,
cuando un coche de la policía recorría a toda velocidad las calles de la
ciudad, esquivando a los vehículos que se iban apartando según se les acercaba
el sonido de la sirena. El inspector Neira iba conduciendo mientras que la
inspectora Castillo, aun llevando el cinturón puesto, intentaba agarrarse a
cualquier punto del coche que le proporcionara estabilidad.
– ¿Podrías
ir un poco más despacio? No hace falta ir tan deprisa, te recuerdo que se trata
de un cadáver y ya llegamos tarde para salvarle la vida. Además, si sigues
conduciendo así, voy a vomitar.
– Eso
te pasa por salir de copas anoche, luego no sirves para nada. Se te agita un
poco y mira lo que pasa.
Entre
los bruscos volantazos de su compañero y los tardíos adornos navideños que le
cegaban con el reflejo del sol, la inspectora Castillo tuvo que cerrar los ojos
para no acabar devolviendo. No tenía que haberle contado lo de anoche, pensó
mientras intentaba controlar las náuseas. Al ver que se iba poniendo blanca por
segundos, el inspector aminoró la marcha y ella bajó la ventanilla para que su
cara recibiera el frío aire de la mañana.
Clara
Castillo era inspectora de la Policía Judicial y, junto a su compañero Carlos
Neira, estaba destinada en la comisaría de distrito donde esa mañana se había
recibido el aviso de homicidio. Neira llevaba poco tiempo ejerciendo como
inspector y casi todo lo que sabía lo había aprendido de su compañera, que llevaba
más tiempo en el oficio. Después de unos años trabajando juntos, se conocían
bien y, aun siendo compañeros, se había creado una amistad entre ellos. Casi
todos los jueves, después de salir de trabajar, quedaban para tomar unas
cervezas en el Sónar, un bar que estaba a dos calles de la comisaria, para
hablar de forma distendida de todo lo que no fuera trabajo. Poco a poco fueron
contándose confidencias y Clara, se concedió la debilidad de la amistad con él.
Salvo Neira, nadie más de la comisaría sabía de su vida.
Al
llegar al lugar de los hechos, estacionaron el coche junto a los otros vehículos
de la policía que habían acudido al aviso. La zona ya había sido acordonada y
el agente que estaba en la puerta les indicó el piso al que tenían que subir.
Los hechos habían ocurrido en el tercer piso de uno de los edificios más
lujosos del barrio más caro y selecto de la ciudad.
El
suntuoso vestíbulo del portal estaba abarrotado de vecinos interesados en saber
lo que ocurría. Los inspectores tuvieron que ir abriéndose paso entre la gente
para poder acceder por las escaleras al piso ya que el ascensor, había sido
precintado para la investigación.
–
¡Menuda choza! – dijo
Neira mientras se quitaba el abrigo y se lo entregaba al guardia que estaba en
la entrada.
Uno
de los agentes que habían acudido al domicilio en el primer aviso les contó que
esa mañana, a las nueve y veinte, recibieron la llamada en comisaría. En cuanto
llegaron y vieron la situación, aislaron la zona y avisaron al resto. El juez y
el equipo forense ya estaban dentro.
Después
de colocarse guantes y fundas en los zapatos, los inspectores se dirigieron por
el camino trazado hasta el dormitorio, lugar donde se encontraba el cadáver.
La
habitación no estaba revuelta, los cajones, la ropa del vestidor, todo parecía en
su sitio pero en la cama, yacía el cuerpo de una mujer muerta. Tuvieron que
moverse con cuidado para no tocar nada del escenario del crimen.
– Buenos
días señores ¿Qué hay Doctor Gutiérrez?, ¿qué tenemos? – preguntó la inspectora
Castillo después de echar una ojeada a la habitación.
– Pues,
el cadáver de una mujer de unos treinta y tantos años, en posición decúbito
supino, con evidencias de muerte por asfixia. Aproximadamente llevará unas setenta
y dos horas muerta, aunque habrá que esperar a que la autopsia lo aclare. El
cuerpo fue encontrado esta mañana por la asistenta.
Mientras
el forense le narraba las primeras impresiones, ella no pudo quitar sus ojos de
aquel desnudo cadáver, medio cubierto por una sábana. Recorrió con su mirada a
aquella bella e inerte mujer, de perfectas facciones y delicado cuerpo, que la
palidez mortuoria le hacía parecer de porcelana, como si fuera una figurita de
Lladró.
– Es
una lástima que muera un pibón como
este mientras mi horrible suegra sigue vivita y coleando – le espetó el inspector Neira al pasar por su
lado en dirección al baño.
– ¿Dónde
está la asistenta?, quiero hablar con ella – dijo la inspectora mientras le
echaba una mirada asesina a su compañero por el comentario.
La
mujer estaba asustada y no paraba de decir que ella no sabía nada, que sólo
encontró a la señora esa mañana cuando llegó y fue a despertarla. Declaró que
llevaba tres años trabajando en la casa, que asistía de lunes a viernes, de nueve
a cuatro de la tarde y que el viernes pasado, fue la última vez que la vio con
vida. Aquel día, la señora le había encargado que preparara la cena antes de
irse porque tenía invitados esa noche. No sabía cuántos invitados porque la
señora no se lo había dicho, pero sí le dijo que hiciera un redondo de carne
para cuatro personas y así le quedaría para comer al día siguiente.
– ¿La
señora vivía sola? – preguntó la
inspectora mientras tomaba nota de lo que decía la asistenta.
– La
señora está, perdón, la señora estaba divorciada desde hacía años y siempre la he
conocido con novio, amante o lo que sea, nunca la recuerdo sin un hombre a su
lado. Por lo que sé, últimamente era el señor Navarro el que salía con la
señora, creo que iban en serio, por lo que la señora me comentaba. De todas
formas, yo solo le he visto alguna mañana al irse después de haber llegado yo a
la casa. No sé cuál es su nombre, solo sé que es el señor Navarro.
– ¿Ha
tocado usted algo de la casa, en la cocina, en el dormitorio…? Es importante
que lo recuerde.
– No
señora, no he tocado nada, solo el teléfono para llamarles a ustedes y después,
me he quedado en la entrada. No sabía qué hacer.
La
inspectora Castillo sabía que la testigo era importante para el caso por lo que
pidió que alguien la acompañara a comisaría para que se le tomara una
declaración completa. Después organizó la investigación entre los demás agentes
que estaban allí.
– Neira,
habla con el juez Merino para ir preparando las diligencias; Estévez, interroga
a los vecinos por si han oído algo; Salcedo, localiza al portero del edificio,
necesitamos las grabaciones de las cámaras de vigilancia que seguro las hay en
un edificio como este. Recuerda que queremos las del viernes por la noche.
Una
vez distribuido el trabajo, se dirigió a inspeccionar la cocina ya que, según
la sirvienta, tuvo que haberse celebrado una cena el viernes por la noche. No
había rastro de esa cena, la cocina estaba impoluta, el lavavajillas estaba
vacío, en la nevera no había restos y la bosa de la basura había desaparecido
del cubo. Le daba vueltas a lo sospechoso de todo aquello cuando su mirada se
paró ante el horno donde, al abrirlo, encontró los restos del asado. Indicó a
uno de los técnicos que sacara fotos de todo aquello.
Luego,
hubo cena, masculló para sí misma, lo que le hizo pensar que, si no fue la
asistenta, y era poco probable que la bella víctima, de delicadas y sedosas
manos, fregara los platos o vaciara el lavavajillas, alguien puso mucho interés
en no dejar rastro de aquella cena, pero se le olvidó quitar el asado del
horno.
Se
acababan de llevar el cadáver cuando Neira se acercó a su compañera para
indicarle que, mientras los expertos realizaban la inspección ocular, tomaban
huellas, fotos y recogían los efectos que pudieran servir para la
investigación, ellos no tenían nada más que hacer allí.
– Tenemos
que ir a comisaría, hay que esperar las órdenes del juez y avisar a los
familiares de la víctima.
– ¿Qué
has averiguado? – le preguntó la inspectora sin dar importancia a las palabras
de su compañero.
– Que
estamos ante un bello y rico cadáver. Se trata de Tania Rota, hija de uno de
los hombres más poderosos de este país y esto, amiga mía, puede ser algo muy
gordo.
– El
caso es que me suena el nombre, pero no sé de qué.
– No
jodas que no sabes quién es Tania Rota, está claro que no lees mucha prensa, se
trata de una de las más ricas y conocidas de la jet-set del panorama nacional.
– Ni
idea, ya sabes que no me entero mucho de quién es quién en ese mundo paralelo
al mío.
El
interés de la inspectora Castillo por el mundo del papel cuché era nulo, no
conocía a los personajes y tampoco tenía intención de conocerlos, no le atraía
esa gente, para ella inmoral, y le parecía ridículo poner atención al modo de
vida de una casta ostentosa e inalcanzable como los Rota.
– Pues,
hay un motón de personas que siguen la vida de estos famosos como si fueran la suya,
con quién se han casado, dónde viven, qué llevan puesto, a qué fiestas van...
Las revistas del corazón son las más vendidas en este país, con eso te lo digo
todo. Hay un montón de gente que desea, o mejor dicho, que envidia ese tipo de vida
de lujo, poder y dinero. En fin, ya sabes, el poder de lo material es lo que
realmente importa en esta vida – dijo Neira poniéndose filosófico.
La
inspectora Castillo sonrió ante el irónico comentario de su compañero pero sus
palabras le hicieron reflexionar sobre la banalidad de la condición humana. La
gente prefería vivir la vida ajena a la propia para evitar la realidad. Pensaba
que ella no era así, que ella era bastante más realista ante la vida, aunque
reconocía un toque de pesimismo en su enfoque pero, sobre todo, era terrenal y
no necesitaba creer en mitos, dioses o arcanos para sobrellevar el día a día.
Mientras pensaba en todo esto, se dio cuenta de que sus dedos estaban frotando
suavemente la piedra de su bolsillo, lo que le hizo enfadarse consigo misma. Aunque
le cueste reconocerlo, sí hubo un tiempo en que Clara quiso creer en ese mundo
esotérico de estrellas y arcanos. Fue cuando compartió su vida con Soraya, su
pareja durante cinco años, que era una gran creyente del tema, y ella quiso
complacerla. Hace tiempo, Soraya le regaló, con la promesa de que siempre la
llevara consigo, una piedra de toque, del tamaño de una moneda, que era mágica por
poseer un pequeño fósil dentro. Aunque dice que no cree en la magia, lleva años
con la piedra en su bolsillo izquierdo del pantalón, para tocarla de vez en
cuando, a veces más de lo que a ella le gustaría. A menudo, se regaña a sí
misma porque sabe que es una costumbre idiota y ridícula estar sometida a una
piedra, a una piedra que además, le recuerda a Soraya. Pero sabe que ese
talismán le tranquiliza, le facilita la concentración cuando medita y, aunque
su intención es evitarlo, nunca olvida meterla en su bolsillo cada mañana.
– Cuando
quieras nos vamos, tenemos un duro día por delante pero antes, quiero saber si
Salcedo ha localizado al portero. Es importante que consigamos esas grabaciones
– dijo la inspectora volviendo a la realidad.
No hubo suerte, las cámaras no funcionaron aquel día
porque el sistema de vigilancia llevaba estropeado desde el martes anterior por
un fallo en el circuito. Aquella noticia enfadó a la inspectora pero también le
hizo sospechar que, justamente tres días antes del homicidio, fallara el
sistema.
Al salir a la calle, se encontraron con un gran tumulto
que rodeaba el cordón policial lo que provocó que tuvieran que esquivar a la
gente para llegar hasta el coche.
– ¡Clara,
Clara!, ¿Qué ha pasado? – le gritó alguien a su espalda.
– ¡Cómo
no!, el buitre de prensa, el animal más rápido de la fauna ibérica. ¿Qué haces
aquí, cómo te has enterado tan pronto? – dijo la inspectora al volver la cabeza
y ver quién era.
– Esta
casa casi siempre está vigilada por la prensa, no hay día que no haya un paparazzi por la zona. ¿Qué ha pasado?,
¿es Tania Rota, verdad?
– Eva,
sabes que no puedo decirte nada, el caso está bajo secreto de sumario. Ahora
tengo que irme pero me gustaría hablar contigo. ¿Te llamo?
– Cuando
quieras, y espero que me des alguna información del caso. Ser amiga tuya debe de
servir para algo, ¿no? Llámame.
Eva Torres era periodista y trabajaba en uno de los
diarios más vendidos del país. Clara y Eva se conocieron en la universidad,
donde fueron amantes y ahora, trataban de ser amigas. Después de acabar su
relación con Soraya, Clara buscó consuelo en Eva pero aquello duró poco, seguía
enamorada de Soraya y ya no sentía por Eva lo que sintió por ella en su
juventud. Para la inspectora, aquella relación estaba acabada hacía años,
cuando terminaron los estudios, pero para la periodista, aún seguía siendo algo
que deseaba.
Durante el trayecto de vuelta, los dos policías hablaron
poco, comentaron algo de los pasos a seguir y poco más. La inspectora Castillo,
callada como siempre, no podía dejar de pensar en la víctima, en esa bella
mujer de vida luminosa y confortable, y de muerte oscura y violenta.
– Creo
que, quien cenó con la víctima el viernes por la noche es el asesino – dijo
ella mientras su mirada se perdía a través del cristal de la ventanilla.
– O
la asesina, tal vez la víctima jugaba en tu equipo.
– Je,
je, pues no. Por lo que me ha contado la asistenta, más bien jugaba en el tuyo
– le contestó ella con el mismo tono irónico que él había utilizado.
Una vez en la comisaría, y después de informar del suceso
al comisario Peláez, se pusieron a trabajar. Los informes de los distintos
laboratorios tardarían días así que decidieron empezar por lo inmediato. Neira
se encargó de la declaración de la asistenta y ella, intentó localizar la
dirección y el teléfono de los familiares de la víctima. Al tratarse de una
familia importante, el teléfono no estaba publicado en ninguna guía telefónica
y, una solicitud para conseguir el número llevaría tiempo así que, decidieron
personarse en el domicilio familiar.
Cuando llegaron al domicilio de Don Román Rota, padre de
la víctima, situado a las afuera de la ciudad, en un barrio residencial de lujo
con control de acceso y vigilancia las veinticuatro horas del día, los recibió
el mayordomo de la casa el cual les dijo, que el señor estaba de viaje y que no
había más miembros de la familia en la casa.
– Las
hijas del señor se llaman Vega y Tania. Les puedo dar la dirección de la hija
menor del señor porque la de la hija mayor, no la tenemos.
Le
dieron las gracias y se fueron. No les servía de nada la dirección que les
había proporcionado el mayordomo porque era la de la finada. Llamaron a
comisaría y esperaron a que les proporcionaran la dirección de la otra hija.
Vega Rota vivía a pocas manzanas de su hermana, en el
mismo barrio lujoso. Les recibió en el hall del apartamento después de que la asistenta
la avisara. Era espectacular y tan bella como su hermana, acababa de llegar de
montar a caballo y no le había dado tiempo a cambiarse, por lo que pidió
disculpas por su atuendo. Se dirigió hacia los dos policías y extendió la mano
para saludar al inspector Neira y cuando se dirigió hacia la inspectora
Castillo, se miraron con intensidad a los ojos al darse la mano.
– Soy
Vega Rota, ¿qué puedo hacer por ustedes, agentes?
– Sentimos
molestarla señora, somos la inspectora Castillo y el inspector Neira. Hemos
venido a comunicarle que su hermana, Tania Rota, ha sido hallada muerta esta
mañana en su domicilio.
Cuando el inspector Neira acabó de contar lo sucedido, la
mujer se tambaleó, el impacto de la noticia hizo que le fallaran las piernas.
La inspectora la sujetó para que no se cayera al suelo y la acompañó al sillón
más próximo para que se sentara. Se había quedado pálida y no pudo articular
palabra.
– Es
importante que avise usted a su padre – dijo Neira mientras la inspectora atendía
a la mujer.
– ¿Qué
le ha pasado a mí hermana? Por cómo me hablan ustedes, presiento que le ha
ocurrido algo malo.
– Creemos
que se trata de un homicidio aunque hay que esperar a que la autopsia lo
confirme. El cuerpo ha sido trasladado al Anatómico Forense y por ahora, hemos de
esperar – dijo la inspectora Castillo haciendo un gesto de resignación.
Los inspectores no quisieron molestarla más y le pidieron
que acudiera al día siguiente a la comisaría para poder hacerle una serie de
preguntas referentes a su hermana.
Al salir, el inspector Neira hizo uno de sus comentarios
típicos al referirse a la mujer, haciendo hincapié en esas miradas que había
visto entre ellas.
– ¡Uf!,
en ese contacto visual han saltado chispas, las he visto hasta yo.
– No
digas estupideces – dijo ella intentando
demostrar dureza hacia su compañero.
– Nunca
había visto tanta tía buena en un mismo día, lástima que una de ellas esté
fiambre. Y tienen unos nombres un poco rimbombantes estas hermanas, ¿no te
parece? No se llaman Pepa y María, no, se llaman Vega y Tania – dijo Neira
imitando la voz del mayordomo.
– Son
nombres de estrellas. Vega es una de las estrellas más importantes de nuestro
firmamento y Tania también es un nombre de estrella. Hay dos, Tania Borealis y
Tania Australis y están en una de las patas la Osa Mayor.
– ¡Joder!,
qué puesta estás en astrología.
– Se
trata de astronomía, burro, no de astrología. Y sí, sé algo de las estrellas,
pero no mucho.
– Creo
que por hoy hemos tenido suficiente, hasta que no tengamos los resultados de
los laboratorios y de la autopsia, no podemos hacer mucho más. ¿Nos tomamos unas
cervezas y me hablas de las estrellas? Prometo llevarte luego a casa.
– No,
prefiero que me acerques a comisaría, aún es pronto y tengo que cerrar el
informe del robo a la joyería, estoy convencida de que Peláez me lo pedirá
mañana. Ya sabes que no me pasa ni una.
– Tu
misma pero, deberías cortar esa historia con el jefe. Encárate con él,
demuéstrale tu carácter, él sabe que se pasa contigo y que puedes denunciarle
por ello. No es normal que te presione de esa manera a ti y no lo haga con los
demás. Creo que te tiene miedo porque sabe que eres buena en esto.
– Gracias
por tu confianza, colega – le dijo la inspectora al bajarse del coche – Nos
vemos mañana.
Entró
en la comisaría pensando en que Neira tenía razón, no debería dejar pasar más tiempo,
había llegado el momento de acabar con esta situación. Hacía ya meses que había
tomado la decisión de dejar la policía, no quería seguir ejerciendo un oficio
que, en el fondo, no iba con ella. Clara se hizo policía por complacer a su
padre, también policía al igual que el abuelo. Ingresó en la academia después
de finalizar sus estudios universitarios y fue la primera en su promoción. Gracias
a su padre, el comisario Castillo, llegó a inspectora con rapidez, eso sí,
aprobando siempre y con buena nota todos los exámenes necesarios. Ella sabía
que era buena en su trabajo, que lo realizaba de forma eficiente y profesional,
pero también sabía que no era lo que quería. Nunca lo quiso.
Mientras
su padre vivió, la inspectora Castillo fue respetada por todos pero tras su muerte,
hacía algo más de un año, la situación de Clara había cambiado y algunos
compañeros no le perdonaban que fuera una enchufada, aunque hiciese méritos en
su trabajo para ser respetada. Años atrás, el comisario Peláez trabajó a las
órdenes de su padre y ahora, él se vengaba de ella.
Su
decisión ya estaba tomada y solo necesitaba el valor necesario y el momento
justo para dar el paso. El pasado noviembre, cuando fue al pueblo en la
festividad de todos los santos para ver a su madre y acompañarla al cementerio,
ante su tumba, mientras su madre rezaba, Clara le dijo a su padre que no tenía
sentido seguir si él ya no estaba.
Este
caso y se acabó, se dijo para sí misma, sabiendo que eso mismo se había dicho con
el anterior caso.
Era
tarde cuando salió de la comisaría, tuvo la tentación de ir al bar a tomar algo
pero se acordó de que ya estuvo bebiendo la noche anterior y no era bueno beber
tanto y tan seguido. Decidió irse a su casa, le vendría bien acostarse pronto,
el día siguiente se esperaba intenso.
Al
llegar a su casa dejó las llaves y la negra piedra sobre la única mesa que
tenía, tocándola antes de soltarla y acordándose de Soraya, a la que aún echaba
de menos al llegar a casa, aunque esa fuera otra casa donde nunca estuvo ella.
Hacía más de dos años que ya no estaban juntas pero todavía pensaba en ella, su
recuerdo aún titilaba en su memoria como la diminuta y borrosa luz de las
Pléyades.
Se
conocieron en la sala de espera de un aeropuerto, las dos iban a coger el mismo
vuelo que había sido retrasado y sin hora prevista de salida. Empezaron
hablando de trivialidades pero según avanzaba el tiempo, fueron contándose
cosas de sus vidas y sin darse cuenta, pasaron las horas de espera. Cuando
avisaron del vuelo se despidieron, tenían asientos separados y no iban a verse
después. En el momento de darse los dos besos de despedida, Soraya le entregó
una servilleta donde había escrito “Llámame” junto a un número de teléfono.
Después
de aquel encuentro, Clara tenía la “patata caliente” de tener que llamarla y
eso le ponía de los nervios. Aquella mujer tan atractiva, ejecutiva de una
multinacional, quería que la llamara y ella, no sabía qué decir. Decidió dejar
pasar un poco de tiempo para poder adquirir el valor suficiente y además, no quería
demostrar que estaba ansiosa por verla. Aguantó estoicamente casi dos semanas
pero no pudo más, se armó de valor y la llamó por teléfono. Nunca estuvo tan
nerviosa como aquella vez.
Se fueron
conociendo poco a poco y después de unas cuantas citas, llegó lo inevitable, lo
que deseaban las dos desde el instante en que se conocieron en aquella sala de
espera. Cuando se besaron y se amaron por primera vez, supieron que habían
encontrado lo que buscaban. Estuvieron juntas unos cinco años y fue la relación
más importante que haya tenido Clara, ninguno de sus amores anteriores brilló tanto
en su firmamento como lo hizo Soraya.
Tal
vez fue la rutina y el tener trabajos tan diferentes e incompatibles lo que
propiciaron que llegara el día en que se dijeron adiós. Soraya aceptó un
trabajo en Italia y Clara no siguió su estela. La quería con toda su alma y
siempre quiso complacerla en todo pero esta vez, no pudo y tuvo que romper con
su vida para no romper con su vida, toda una paradoja. Era un mal momento para
ella, su padre estaba enfermo y no podía dejar el trabajo.
Cuando
se separaron, Clara no quiso seguir viviendo en la misma casa y regresó a la de
sus padres, que estaba vacía desde que se fueron al pueblo cuando se jubiló el
padre. Compró una cama, un sofá y una mesa con dos sillas, ese era el único
mobiliario que existía entre aquellas vacías paredes. En un rincón del salón
había una pila de cajas de cartón que contenían las cosas que se había traído cuando
se mudó. Habían pasado ya varios años y aún seguían sin desembalar.
Se
dio una ducha y se puso ropa cómoda, decidió hacerse un sándwich de atún para
cenar y abrió una botella de vino para acompañarlo. La cocina no era su fuerte,
las veces que intentó cocinar algo tuvo que tirarlo a la basura porque el
resultado nunca fue comestible.
Puso
en marcha el ordenador portátil, que solo utilizaba como equipo de música
conectado a unos altavoces, para oír un poco de música tumbada en el sillón e intentar
relajar la tensión acumulada durante el día. Después
de tomarse unas cuantas copas, el vino empezó a calmar el cuerpo y a disparar
la mente. Esa tarde había hablado de las estrellas con Neira y eso hizo que el
recuerdo de su padre, estuviera presente en su pensamiento. Hacía tiempo que no
recordaba aquellos veranos en el pueblo, cuando salía por las noches con su
padre a ver las estrellas. Tumbados en la hierba, boca arriba, bajo la bóveda
celestial más impresionante que jamás haya visto, su mente se perdía por aquel oscuro
manto tridimensional de luminosos astros mientras su padre le narraba las
fantásticas historias mitológicas de las galaxias y estrellas que conocía.
– Elige
una estrella – le dijo su padre una noche – Una estrella que quieras que te
acompañe toda la vida, que sea tu estrella.
– Elijo
la Estrella Polar porque, aunque no sea la más grande ni la más brillante, es
mágica por estar en ese lugar privilegiado donde siempre sabré encontrarla.
– Buena
elección, muy práctica, se nota que eres hija mía. Yo elegiré a la estrella
Arturo porque, además de llamarme igual que ella, decir que ella se llama como
yo sería un sacrilegio, su nombre significa “el guardián de la osa”, tanto de
la Osa Mayor como de la Osa Menor, donde está Cinosura, la Estrella Polar.
Cuánto
echaba de menos a su padre, él siempre fue su aliado, su timonel en ese mundo
de buenos y malos y ahora que él ya no estaba, se encontraba sin rumbo y sin su
guardián.
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Impresionante.
ResponderEliminarMuy pocas veces una historia me engancha tanto como esta y espero ver que pasara de aqui en adelante si habra una relacion con la hermana de la victima y la inspectora Castillo.
Interesante historia la seguire a ver que pasa
ResponderEliminarMuy entretenido
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