Capítulo
3.
Ese
don de observar a la gente lo heredé de mi padre. El con sólo mirarte a los
ojos podía saber que algo te pasaba, que sentías, si eras culpable de algo o
no. Y como con todo don pueden pasar dos cosas: o la siguiente generación lo
pierde o lo mejoran. Conmigo pasó lo segundo. Iba más allá. Te miraba y podía
saber que habías comido ese día, o a lo largo de la semana. O que habías vivido
a lo largo de tu vida o, inclusive, podía predecir que te iba a suceder con
bastante certeza en un par de años más. Muchas veces metí en problemas a mis
padres con preguntas indiscretas a los invitados que llevaban a la casa a
comer.
Pero
fue gracias a este don que logré conquistar a Ana. Ella había sido la única
persona en mi vida a la que me había costado “leer”. Por más que la mirara a
los ojos no podía llegar más allá de lo que había comido al desayuno. Sabía que
el don de Ana era justamente ese. Haber creado un muro, una careta tan grande
de su vida que nunca sabrías que pasaba por su cabeza en realidad.
-Tú
y yo somos buenas amigas, ¿Verdad? – me dijo Ana mientras estábamos sentadas en
una banca del parque mirando los árboles.
-Claro
que sí.- Le respondí. Amaba el brillo de su piel blanca a la luz del sol de la
tarde.
-Pero
tú y yo nos gustamos, ¿Cierto? – Me dijo sin ningún filtro. Aquello me
descompuso, como lo solía hacer siempre.
-Pues…
ahm… sí… tu sabes que sí… - Le dije mientras me sonrojada sobremanera.
-Bueno…
el día que adivines mi verdadera pasión, yo seré tu novia. – Me dijo mirándome
de pronto como si no hubiera ninguna emoción en su corazón.
Día
tras día la miraba a los ojos. Día tras día miraba su quehacer. Cuando no
estaba, espiaba sus libros, sus cuadernos, en busca de algo que me lo pudiera
indicar. Llevábamos más de un año de amistad y todavía no sabía que era.
Un
día, casi dándome por vencida, me senté en una banqueta de una pequeña
plazoleta camino a mi casa. Observé a las personas que ahí estaban y de pronto
lo supe. Salí corriendo a la casa de Ana. Todo ese tiempo estuvo la respuesta
ante mis ojos. Ana vivía aparentando, fingiendo ser alguien que no era. Llegué
a la entrada de su casa, toqué el timbre varias veces desesperada. Nadie salió.
Di la vuelta a la casa y de pie, frente a su balcón busqué algunas piedrecitas,
las cuales lancé hasta su ventana. Pasaron unos minutos y finalmente se asomó.
-¡Bárbara!
¿Qué haces acá? – Me dijo con una sonrisa.- Estoy en mis clases de pian…
-¡Actriz!
¡Quieres ser actriz! – Le dije fuertemente pero avergonzada.
Ana
dibujó una enorme sonrisa mientras desviaba la mirada al suelo, se dio la
vuelta, entró y cerró su ventana. Unos minutos después la vi saliendo por el
ventanal debajo de su balcón y corrió a mis brazos. Me besó en la boca y mi
corazón se detuvo en lo que parecía una eternidad. Ella separó sus labios de
los míos y me dijo:
-Ahora
serás mi novia…
La
única otra vez que pude leer sus ojos fue la última vez que la vi.
Miré
al chico, di las últimas caladas a mi cigarro. La campesina parecía impaciente
ya que cada vez se movía más en su lugar.
Lo
volví a mirar y noté que estaba temblando porque sabía que yo sabía. Sentí una
pizca de compasión y decidí mentir…
-Eres
un chico rebelde porque tu madre está separada de tu padre y ahora tiene otro
novio, el cual no te cae bien. Tu madre te pide que vayas a clases porque su
novio cree que este negocio es una estupidez…
Vi
en sus ojos un “gracias”.
-No,
no es así.- dijo el chico mientras con una sonrisa miraba al suelo y se
revolvía el cabello.
La
campesina abrió la boca de impresión y luego se largó a reír. Nicol y Cecilia
se miraron y dibujaron una sonrisa de triunfo.
-¡Ja,
ja, ja! ¿No todo te resulta como quieres siempre, verdad?- Dijo la campesina.-
¡Ahora tendrás que responder a cualquiera de mis preguntas!
-La
verdad… no las tuyas, las del chico.- Vi como el rostro de la campesina se
desfiguraba mientras que el chico me miró con impresión.
-¡Qué!
¡Pero si…!
-Yo
le cedo mi pregunta.- Dijo el chico mientras le frotaba la espalda a la
campesina en señal de camaradería.
-¡Ja!
¡Gracias Lito! – Dijo ella.
-Bueno…
como quieras.- Dije yo impertérrita.
-¡Pregúntale
algo sexual!- Le recomendó Nicol.
-
No, pídele su teléfono o donde vive… - Dijo Cecilia.
Yo
encendí otro cigarro y las miraba un tanto hastiada >>que sugerencias tan
infantiles…<< Pensaba. >>¿Cómo no se les puede ocurrir algo más
original?<< Detuve mi mirada nuevamente en el chico, este se sonrojó y
miró al suelo. Yo esbocé una sonrisa y miré a la campesina.
-¿Y
bien? ¿Qué vas a preguntar? – le apresuré aburrida.
-Pues…
creo que ya sé que me gustaría saber de ti. – Me dijo con una mirada bastante
seria.
Yo
enarqué mis cejas pero sin dejar ver emoción alguna.
-¿Qué
es lo que te hace feliz?
La
pregunta me tomó un poco por sorpresa. >>Vaya… nadie me había preguntado
algo así desde hacía demasiado tiempo…<< pensé. Quedé muda. No podía
responderle que no lo era, ni que lo fui o más bien… que ni yo sabía que me
hacía feliz porque desde lo de Ana creía que nada ni nadie en el mundo me
volvería a hacer feliz.
Como
ya éramos novias oficialmente, salíamos y pasábamos más tiempo juntas. A veces
iba por las tardes a su casa después de clases y nos quedábamos juntas hasta
que llegaban sus padres en la noche. Yo les decía a mis padres que iba a su
casa a estudiar pero, en realidad, pasábamos la tarde haciendo el amor, comiendo
y conversando y como ambas éramos las mejores alumnas aún sin estudiar, no
sospechaban nada.
Era
en esas tardes que a veces me quedaba mirando su perfil a la luz de la tarde y
sentía que jamás podría amar a alguien más así como la amaba a ella.
-¿Qué
te hace feliz, Ana? – le pregunté al oído en un susurro.
-¿A
mí? Mmm… imaginar las luces del escenario apuntándome, la gente en silencio
escuchando mi actuación. Imaginar los aplausos, las flores, sonreírles, ser
reconocida por mi trabajo, por lo que soy.
La
escuchaba mientras hablaba y gesticulaba. Me cautivaba con sus movimientos y
expresiones. Ella se dio vuelta y con esa sonrisa pícara que me decía “te
descubrí mirándome” me dijo:
-¿Y
a ti qué te hace feliz?
La
miré, se veía tan hermosa cuando me miraba así.
-Que
tú seas feliz me hace feliz.- Le dije con amor.
-Parece
que tu amiga no sabe que decir, Laura.- Dijo Nicol con una sonrisa
maquiavélica.
La
campesina me volvió a insistir.
-¿Qué
te hace feliz?... Alguien te hace feliz?...
Fruncí
el ceño y miré el techo hastiada del todo. Había pasado unos minutos
infernalmente eternos. Ya había olvidado ese episodio de mi vida pero, ahora,
gracias a esta estúpida mujer, volvía a revivir todo y ya me estaba cansando.
-Por
favor… No necesito a nadie para ser feliz. Esas son cursilerías que vende la
publicidad para hacerte comprar productos… ¿O no se han dado cuenta?- Le dije a
la campesina y luego pasé mi mirada por todos los presentes de manera
aburrida.- Si compras esto serás feliz, si tienes amor serás feliz. Para
conquistar a otro necesitas esto y serás feliz. – Decía mientras gesticulaba
con el cigarro en la mano y mostraba un rostro de asco.- No existe la felicidad
como tal. Es sólo un estado efímero de exaltación que te producen ciertos
momentos en la vida. Creer que siempre serás feliz es una estupidez, al igual
que creer que otro te hará feliz.- dicho esto, di una gran calada a mi cigarro
y mientras exhalaba el humo dije.- Pura mierda…
-
Y acaso estos tipos en el Tíbet… esos monjes, ¿No son felices? – Balbuceó
Cecilia consultando con la mirada a Nicol.
-Confundes
felicidad con paz. Ellos tienen paz. Sin preocupaciones. Siempre viven en el
presente gracias a la meditación. No pasan hambre, frío o calor. Pero, créeme,
cuando son perseguidos y asesinados no son felices. Esa felicidad no está en
medio del dolor… pero la paz queda. Mueren sin culpas, ni responsabilidades. –
Argumenté. Cuando pasé mi mirada por el chico me detuve un segundo y pensé que
quizás el no debería estar escuchando esto. Sentí… >>¿Lastima?<< ver
en su rostro credulidad y aceptación ante lo que decía. >>Bueno… mejor
que lo sepa ahora que después.<<
-Entonces…
¿tú tienes paz? – Me dijo de pronto la campesina quien parecía que sentía algo
de lástima por mí.
-Claro
que sí.- dije dando otra calada.
-¡Ja,
ja, ja! ¿Y tú cómo puedes tener paz? No vives en el Tíbet ni meditando. Debes
tener preocupaciones como todos. – Se río incrédula Nicol.
-No
las tengo.- Ni si quiera me detuve a mirarla. Sólo observaba las luces a través
de la ventana.
-¿Cómo
que no?- Preguntó Nicol.
La
miré unos segundos pensando si quería realmente llevar la conversación por ese
camino.- Porque tengo dinero.
-Ja!
¿Mucho?... ¿Cómo para no preocuparte? – Me miró con ironía.
-Más
que mucho. – Le dije con el rostro más serio del que mis facciones eran capaces
y vi como su rostro se desfiguraba incrédulo.
-¿A
qué te refieres? – Interrumpió la campesina.
La
miré de reojo con la misma seriedad.- Lo suficiente como para no preocuparme
por nada hasta que me muera y arreglarle la vida a ustedes para que no tengan
de que preocuparse hasta que se mueran y si tuvieran hijos ellos tampoco
tendrían de que preocuparse.
-No
puedes tener tanto dinero… - refutó Nicol.
-¿En
qué trabajas?...- balbuceó de nuevo Cecilia.
-Soy
dueña de varias empresas y acciones en la banca internacional.
-¿Qué…
qué clase de empresas? – dijo tímidamente el chico.
-Inmobiliarias…
construcción… minería… automóviles. – Apagué mi cigarro sin mirar a nadie,
luego levanté la mirada al mismo tiempo que me arreglaba el cabello con los
dedos de una mano y lo apartaba de mi rostro.
Pude
ver el rostro de impresión e incredulidad de los presentes pero a eso, ya
estaba acostumbrada. No solía decir de todo lo que era dueña pero, las pocas
veces en que lo hacía, las reacciones eran siempre las mismas.
-¿Alguna
otra pregunta? – Le dije a la campesina con una expresión de satisfacción ante
la incomodidad que había causado en los presentes.
-Pues…
ahm… - la campesina parecía buscar por cuál lado recuperar el control de la
situación, pero le estaba resultando imposible.
-Parece
que no, así que yo me reti… - fui interrumpida antes de siquiera poder
levantarme.
-Entonces
¡Les regalo una ronda de mi especialidad por esta conversación! – Dijo el chico
haciendo uso de su mejor humor.
-Bueno…
acepto pero, sólo ese trago y nada más. – Dije con una media sonrisa mirándole.
Era un buen chico… me recordaba en cierta forma a mí de pequeña. – Me toca
conducir esta noche… y supongo que debo llevarte a casa.- dije dirigiendo mi
mirada a la campesina con un tono un tanto despectivo.
-Puedo
quedarme en alguna hostal si te molesta. No estas obligada a llevarme.- dijo
ella tranquilamente terminando su cerveza.
-¡Muy
bien! ¡Ya los traigo! – dijo el chico mientras se levantaba e iba a la barra.
-Bueno…
nosotras las dejamos también. Fue suficiente por hoy… - dijo Nicol levantándose
mientras se apoyaba en el hombro de su voluminosa amiga.
-¿Fuiste
por lana y terminaste trasquilada? – dije sin mirarla.
-Venía
por mujeres y sólo encontré más perras, en verdad.- me dijo despectiva.
-Entre
perras nos reconocemos, claramente.- le contesté.
En
ese momento Cecilia hizo ademán de lanzarse sobre mí, ya que había ofendido a
su amiga, o mejor dicho, más a Cecilia que a Nicol, pero esta última la contuvo
junto con la campesina que lo sostuvieron por los hombros.
-¡Tranquila
Cecilia!¡No pierdas tu tiempo con ella!- la calmó Nicol.
Echó
un bufido como un toro y se fue con Nicol.
La
campesina se dejó caer en el cojín en el que había estado sentada y me miró
echando un suspiro cansado.
-Ten
cuidado con lo que dices… No sé si podría defenderte de alguien como ella.
Fuerza tengo, pero no soy la “Mujer Maravilla”…
-No
necesito que lo hagas… se defenderme sola. No te confundas… no invierto mi
tiempo y dinero en peluquería y ropa. – le dije con tranquilidad.
-Ah,
¿no? ¿Y en qué lo ocupas entonces? – me preguntó curiosa.
-Estudiar…
aprender… - le dije mientras le recibía el trago al chico.- Gracias, está muy
bueno.- Le dije a este mientras le dedicaba una pequeña sonrisa.
El se
sonrojó, entregó el otro trago a la campesina y se fue de vuelta a la barra.
-¿Estudiar?
¿Aprender? ¿Qué cosas? – me dijo ella mientras le daba un sorbo a su bebida sin
quitarme los ojos de encima.
Tuve
por un momento una sensación extraña, como si ella fuera la única que realmente
se interesaba en mí, en las cosas que hacía, pero rápidamente descarté ese
pensamiento >>Pura mierda..<<
-Todo
lo que me sea útil.
-¿y
qué es útil para ti?
-Judo,
kick boxing, yoga…- di un sorbo más a mi bebida y noté como poco a poco los
ojos de la campesina se abrían de par en par.- … arquitectura, física, arte,
literatura, ciencias, sociología, psicología y una larga lista de etc.
-Pero
cómo… ¿acaso estudiaste todo eso en la universidad? Imposible… si no eres mucho
mayor que yo…
-No…
la Universidad es una pérdida de tiempo. Pero sus bibliotecas no y con
contactos en ellas puedo entrar y sacar lo que quiera. Así que estudié sólo lo
que necesitaba y lo que me interesaba… además los profesores son muy abiertos a
conversar con gente que les haga preguntas de verdad… y en mis tiempos libres
practico los deportes que te comenté…
-¡¿Tocas
el piano también?!- me dijo la campesina con algo de ironía.
-No,
podría, pero no necesito impresionar a nadie y si quiero música la escucho por
internet.
-Vaya…
en que momento haces todo eso… a mi apenas me queda tiempo al final del día…
¿es que acaso no duermes?
-Sólo
un promedio de 5 horas diarias…
-¡Dios!
Eres algo así como perfecta…
-Créeme
que si lo fuera, ya habría logrado que te rindieras con eso de la cita.- Dije
mirándola con una sonrisa de medio lado.
-¡Ja,
ja, ja! Tienes razón pero, no. No me rendiré, menos ahora que veo lo intensa
que eres. Me gustaría llegar a conocerte a fondo, todo de ti… -Dijo ella como
empezando a soñar. Como si no fuera a mí a quien se lo estaba diciendo.
Fruncí
el ceño. >>Conocer todo de mi…<< ¿Por qué alguien que no me conoce;
y que sólo me vio un par de veces y a quien he tratado bastante mal, va a
querer conocerme? Cualquier en su sano juicio ya me habría catalogado como el
ser más individualista y antipático que pisa la tierra. Pero ella, esta
campesina… Laura, quería ir más allá… como si intuyera que hay algo más.
-Cuéntame
de ti.- le dije bruscamente, sacándola así de su ensoñación.
-¿Qué
cosa? ¿Qué te cuente de mí?- me miró con los ojos perdidos.
-Sí,
de ti. No hay nadie más frente a mí que yo sepa.
-Pero…
ya sabes de mí, ¿recuerdas? En el Horizonte…
-Sí,
lo recuerdo… pero quiero que tú me cuentes de ti.
Ella
se sonrojó y tomó un gran sorbo de su trago tratando de ocultarlo.
-Ahm…
pero no sé qué contarte después de todo lo que me dijiste,,,
-No
intentes comparar tu vida con la mía. Olvida lo que dije y cuéntame de ti.
Quién eres.- le dije con seriedad.
-Pues…
me llamo Laura, tengo 26 años, soy la segunda de cinco hermanos. La única
mujer, aunque parece que con los mismos gustos que ellos, ja ja!- me miró
mientras se reía pero al ver que yo seguía muy seria, ella suspiró y miró su
trago.- Mmm… soy de un pueblo a las afueras. Se llama San Alfonso… allá
trabajaba con mis hermanos y mi padre en la granja.
-¿Qué
hacías en la granja?
-Yo…
ahm… arreglaba los motores de los autos y tractores. Mecánica… Cuando ninguno
de mis hermanos podía arreglarlos, me llamaban a mí y si yo no podía, llamaban
a mi papá.
-Y
acá. ¿Qué haces?
-Mecera.
Tal cual como dijiste, Aunque varias veces he arreglado el auto de mi jefe y me
gano unas monedas extras.
-¿Trabajas
todos los días?
-De
Lunes a Sábado, hasta las 20 horas.
-¿Y
en tu tiempo libre?
-Duermo,
leo, escucho música y a veces corro autos en carreras clandestinas.- dijo algo
avergonzada.
-¿Por
qué llegaste a la ciudad?
Ella
me miró algo alarmada, como si supiera que yo intuía que las carreras de autos
tenían que ver con el tema.
-Pues…
-me observó largo rato sin decir nada de una manera que no supe leer y luego
inesperadamente me dijo.- Cuando me digas algo de tu vida privada yo te diré
algo de la mía.
Abrí
los ojos de par en par sin poderlo controlar y ella se rio al notar mi
impresión. Traté de retomar el control de la situación.
-Me
parece justo.- dije con seriedad.
-Entonces…
¿Me dirás algo?- sonreía de medio lado.
-Hoy
no. Quizás otro día.- dije mientras le daba el último trago a mi bebida.
-¡Oh!
¡Vamos!.. ¡Que tramposa eres! –se quejó con desilusión.
-Te
equivocas, no soy tramposa, soy inteligente.- le sonreí con un dejo de
soberbia. – Ahora dime, ¿Dónde vives?
- En
un departamento en el centro, entre la 2da avenida Norte y la 4ta avenida
Oeste.
Por
un segundo mi corazón se detuvo >>Justamente a dos cuadras de ahí, viví
con Ana cuando nos fuimos juntas… <<
-¿Y
dónde trabajas?- dije sacando mis cigarros.
-En
el restaurante “Sunday” de la 5ta avenida Sur.
De
nuevo mi corazón se detuvo por una milésima de segundo. Solté una carcajada de
incredulidad y miré al techo, luego volví mi mirada a la campesina.
-¿Todavía
esta ese viejo huraño de la cocina? ¿Ramirez?
-Ese
idiota, claro que sí. “Ya va, ya va, aquí tienes la comida niña tonta. Tanto
apuro.”- imitó la campesina con voz raspada y ronca.- Pero tú ¿Cómo lo sabes?
Miré
por el ventanal el puerto y sus luces. A veces la vida nos juega a favor y
otras en contra, como lo que tuve con Ana. Pero otras veces sólo juega y nos
trae gente que nos recuerda todo lo que pretendes olvidar para lograr estar en
paz.
Aquella
campesina trabajaba en el mismo lugar que yo trabajé cuando vivía con Ana y
vive muy cerca de donde yo lo hice. Además venía de un pueblo en las afueras
que a nadie le importaba, igual que yo… >>¿Qué mierda quiere la vida de
mi ahora?<< Ver a esta campesina era como verme a mí. Comienzos
parecidos, las mismas estúpidas expectativas al llegar a la ciudad, jugándosela
por alguien completamente egoísta… miré mi reloj.
-Bien,
es tarde, debo irme. ¿Dónde te vas a quedar?
-¿Qué?
Pero…- se detuvo cuando notó que no iba a lograr nada con protestar.- … pues,
no sé, acá supongo. Lito siempre deja que me quede acá. Duermo en sus cojines.
Así no tienes que llevarme a ningún lado.
-Acá…
en ESTOS cojines.- recalqué despectivamente el entorno y me levanté. – Vamos,
te llevo a mi departamento.
-A
tu… departamento? Pero… no puedes conducir por carretera con dos tragos en el
cuerpo…
-No
te preocupes, tengo un departamento a media hora de aquí. Vamos, no tengo toda
la noche.- le dije haciéndole ademán de que se apurara.
Ella
me miró un par de segundos entre incrédula e impresionada, le dio un sorbo
rápido a su trago y se levantó.
-Espérame
abajo, voy a pagar los tragos.- ella asintió y se fue camino a la puerta donde
la vi desaparecer.
Me
acerqué a la barra y saqué de mi cartera varios billetes grandes junto con una
tarjeta de presentación e hice un gesto al chico para que se acercara. El me
miró y rápidamente se colocó frente a mí.
-Toma,
por los tragos.
-¡No!
¡Son por la cuenta de la casa!- Me dijo con una sonrisa mientras rechazaba
amablemente con una mano.
-Vamos,
chico, para mí, esto no es nada. Acéptalo.- le repliqué con una sonrisa de
medio lado.
-Ahm…
está bien… oye… estas soltera, ¿verdad?- me preguntó volviéndose algo coqueto.
Yo no
pude evitar reír.
-¡Ja
ja ja! ¡Vamos, si puedo ser tu hermana mayor… MUY mayor!
El me
miró de reojo con una sonrisa tímida.
Entonces
¿Cero posibilidades? – dijo mientras tomaba los billetes y la tarjeta.
-Cero,
chico… al menos por unos buenos años. Pero ya sabes, si necesitas algo tú… o tu
madre…- el me echó una rápida mirada de impresión.- … no dudes en llamarme. –
le dije apuntándole el número en la tarjeta.- Adiós… - me di la vuelta y me
retiré del lugar.
Bajé
hasta la entrada principal donde me esperaba la campesina. La noche se sentía
muy fresca en contraste con el aire del ático en el que estábamos.
-Vamos…
necesito descansar un poco.- dije mientras camina al auto.
-¿Está
muy lejos de aquí tu departamento?- me dijo mientras me alcanzaba.
-Como
te dije, a una media hora de acá, queda por los cerros. Lindas vistas… ya
verás.
-¿Sueles
conducir después de beber?
-Tranquila,
Dios… si estoy bien, al menos hoy no moriremos.- le dije y me subí al auto.
Ella
hizo lo mismo mientras yo encendía el motor. Nos colocamos el cinturón y
partimos alejándonos de las luces del puerto.
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Interesante te engancha veremos que pasa !
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