Capítulo 52 ― Preludio
Llegó el alba de un nuevo día y los rayos del sol se posaron sobre la
cristalina estructura de prismáticos colores, cuando la tibieza de aquella luz
era nada en comparación con la vida que se extendía en toda dirección que
pudiera alcanzar la vista de los moradores del templo. Como si la noche
guardara misteriosos secretos y un estallido de vida se hubiera extendido en
los alrededores, pues no sería común que en un invierno tan adverso los árboles
y las plantas reverdecieran como en la primavera, ni que las flores abrieran
sus capullos exponiendo sus pétalos en tal gama de colores, mofándose del frío
y de la nieve circundante. Lo que había sido destruido en las cruentas batallas
contra los Slave de Nagi en tiempos recientes, fue cubierto por un manto de verde,
como si la deidad de la tormenta hubiera querido borrar el mal del mundo, al
menos por un momento.
No era costumbre que un Dios posara los pies en la tierra en su forma
corpórea, pero a Mikoto no pareció importarle si es que su caminar se
acompañaba de la presencia de aquella a la que adoraba con todo su ser, a fin
de cuentas allí donde ella tocara, la vida florecía irremediablemente, ¿pero
qué tan malo sería un camino de flores?. ―He visto la creación de una estrella,
el nacimiento de los infinitos soles que adornan los días cuando mi madre peina
sus cabellos cada mañana... y maravillas que el pensamiento mortal no podría
entender, pero eso ha sido nada en comparación con la vista de tu rostro
dormido esta mañana, ni las flores del reino celestial pueden equiparar el
color hermoso de tus ojos, cuando me vi reflejada en tu alma... al recibir tu
beso.― Susurró esperando ser solo escuchada por la hermosa Mai, formando en sus
labios una sonrisa cuyos hoyuelos acentuaron la dicha que no sabía esconder.
La aludida se sonrojó hasta las orejas, abochornada por la confidencia
que las palabras de Mikoto delataban y es que tal vez la joven deidad no sabía
que tales cosas no deben ser dichas al viento, al menos no en presencia de
otras personas. Pero no la corrigió, ¿qué importaba que la gente lo supiera?
Que una simple mortal se había enamorado de tan inalcanzable criatura y que a
su vez la deidad posara su interés sobre ella, aún si para la Diosa aquel
momento equivaliera a un suspiro en la longevidad de su existencia y para Mai
lo fuera todo, la Fujino no podría más que dar las gracias por haber sido amada
por ella.
―No te haces una idea... de lo que es para mí verte, solo hacerlo me
parece casi un milagro.― Confesó con una sonrisa tímida la hija de Mizue.
―Cuando... sea mortal, ¿aún entonces me querrás?― Un dejo de inquietud se
deslizó a través del tono de la guerrera divina.
―Oh Mikoto...― Casi era imposible no llenarse de emoción, ahogada por la
ternura que la inocencia de su amante le transmitía. ―Yo te he querido mucho
antes de saber si... eras el producto de mi imaginación, un espíritu o una
Diosa.
―Yo... te he observado durante, mucho tiempo.― Confesó con un tenue
sonrojo en sus mejillas.
―¿Qué tanto...?― Cuestionó la pelirroja con curiosidad.
―Desde tu nacimiento, como bebé eras una criatura francamente preciosa...
siendo una niña, desbordabas de amor por tus hermanos, fueron como una manada
de cachorros, sin embargo entiendo cuán difícil fue... por Shizuru, los otros
fueron crueles a sus espaldas y la defendiste muchas veces, pero ella no lo
sabe. Así que no comprende porque jamás dijiste que sus ojos no estaban
equivocados, al ver un fuego fatuo... un espectro, la vida que fluye a través
de las cosas. Recibiste la lanzas que estaban destinadas a ella, por amor... y
los filos de los juicios de otros no fueron más gentiles para ti, porque a fin
de cuentas eran semejantes la una de la otra.― Mikoto caminaba con un apacible
movimientos, mientras sus manos acomodadas a sus espaldas le daban un aire
taciturno y magnífico que Mai admiraba, de no ser por la profunda comprensión
que ganaba de sí misma a través de los hermosos ojos dorados de aquella
pelinegra. ―Pero ella es otra persona, Shizuru es una persona solitaria, tú
no... creciste siendo mucho más de lo que los demás imaginaron alguna vez que
serías y mucho más hermosa de lo que yo anticipé. Tampoco sabía que mi visión.―
Señaló sus ojos. ―Me condenaría a enamorarme irremediablemente de ti y te
confieso... que en principio la idea fue aterradora para mí.
―Es casi inverosímil escuchar una cosa semejante.― La pelirroja estrecha
en sus manos el mandil, temblorosa.
―Nada duele tanto como un corazón roto, no es absurdo temer una cosa
así... y tú eres la representación misma de todo lo que yo deseo.― Con sus dedos
sujeta la muñeca de su ahora mujer. ―Eres la vida que un Dios no podría tener y
al final, es lo que elijo para mí.― Añade con convicción, antes de posar un
beso en sus nudillos, ignorando la mirada de los soldados que entrenan a unos
cuantos metros, esta vez desprovistos de los abrigos pues la permanencia de
Mikoto en el templo ha cambiado las condiciones naturales de aquel espacio,
como si ella misma fuera la primavera andante que retira el velo de la nieve,
incluso aquellos que estaban enfermos o lastimados, ahora rebosan de energía y
salud. ―Desearía que pudieras verte a través de mis ojos.
―O tu a través de los míos.― Mai sonrió disfrutando el contacto.
Mikoto sonrió deslumbrantemente, sus pasos las llevaron al que solía ser
el jardín trasero del templo, cerca de los árboles en los que los prisioneros
fueron puestos y donde Satoru estaba apostado, bajo la vigilante mirada de un
soldado y del mayor de los hermanos Fujino. Una vez Takumi observó el arribo de
su hermana en la compañía de nada menos que la Diosa, se inclinó con
veneración, del mismo modo que lo hizo el soldado.
―Amable señor...― Mikoto miró a los ojos al vástago varón de otro que no
era digno siquiera de recibir una mirada suya. ―En la viejas costumbres, cuando
un padre faltaba al honor y al buen nombre de su familia, la mancha solía ser
arrastrada por los hijos hasta que la compensación de los actos viles fuera
pagada, una circunstancia nada justa si me permito decirlo...― La vergüenza del
castaño y la pelirroja ante la voz serena de la joven Ame No Mikoto, fue una
humillación más a la memoria de Satoru.
―Sé que Kruger será piadosa con los hijos, por amor a una más que
inocente en las circunstancias que se presentaron, ella desatenderá esta
arbitraria tradición y yo también lo haré por la misma razón, pero no le daré
ningún honor o virtud a quien cuya falta nos ha sumido en una desolación tal...
por lo que para mí, el padre no existe. Eso hace de ti, Takumi Viola, el señor
de la casa en Tsu.
―Pero ese es el apellido de mi madre.― Cuestionó confuso el castaño más
joven.
Los ojos dorados lo miraron con gentil comprensión. ―Solo me anticipo
muchacho... el apellido Fujino será extinto de la memoria del mundo, es un
pequeño precio a cambio del olvido de una traición tan terrible.
―Lo comprendo, y obedezco.― Anunció con aparente serenidad, cuando
tragaba un nudo en su garganta.
―Siento esto, tampoco quiero verla sufrir.― Mikoto sujetó la mano de Mai,
a la vista. ―Después de todo, espero seamos familia en un día no tan lejano.
―Mai...― Takumi se llenó de alegría al saber que su hermana era
correspondida. Cualquiera que tuviera ojos lo habría notado... en realidad.
―Felicidades hermana y altísima señora, no puedo describir el honor que...―
Reverenciaba una vez más, cuando la mano amable de Mikoto le detuvo.
―El honor es todo mío... y si estoy aquí es para solicitar a Mai como
dictan las costumbres humanas... de modo que, me pregunto ¿cuál es el obsequio
que sería más apropiado para acompañar tal propuesta?― La amabilidad que
exponía la pelinegra de erizada melena, no tardó en ser puesta a prueba.
―Una mujer... y una Diosa, ¿ahora incluso ustedes han perdido el juicio?―
Reprochó Satoru atrayendo sobre sí el disgusto de todos, en aquel momento el
soldado Yamada se preguntaba porqué no le amordazó cuando tuvo la oportunidad.
―Soy hija de Amaterasu, el simple hecho de que mi voz sea escuchada por
tus oídos, es mucho más de lo que pueden aspirar muchos... ¿aún no lo has
entendido mortal? tu soberbia te ha costado todo, e incluso al borde del
abismo, la piedad que ha conseguido Shizuru para ti, es un regalo inmerecido y
demasiado grande para uno como tú.― Los truenos en los ojos de la Diosa
asustaron a los presentes, por lo que la pelirroja estrechó sus dedos alrededor
de los de Mikoto. ―No necesito tu aprobación insignificante, la noche anterior
yo hice mi esposa a Mai de la forma en que los Dioses pueden hacerlo, y hoy la
solicité al verdadero señor de su casta, el joven Takumi tan solo para agradar
a los modos humanos... pero ahora, declinó...― No queriendo continuar en
presencia de uno tan indigno, les dio la espalda y se alejó a paso irascible,
quemándose las flores que sus pisadas dejaron ser al inicio, por lo que levitó
para evitar dañar la montaña entera por el producto de su enojo. Ahora el soldado
postrado a los pies de la Diosa en verdad quería matar al traidor Fujino, temía
el viejo Yamada que un mal augurio fuera aquel para la empresa de aquella
difícil noche.
―Mikoto... mi amor, yo... lo siento, lo que mi padre hace...― La dulce
manzana de la discordia que era Mai alcanzó a su disgustada amante.
―Sigue sin comprender... cuan profundo es el daño que su terquedad
ocasiona.― Era extraño para una deidad sentir el rechazo que normalmente agobia
a los mortales, sin embargo Mikoto había sido desvirtuada en la totalidad de
cuatro siglos hasta ser recordada por una crueldad que su corazón jamás expuso
en realidad y ahora tenía que cargar con el juicio de un imbécil tan
intransigente para no ver el filo que su necedad aproxima sobre su cuello.
―¿Pero es cierto eso que has dicho? ¿Somos... esposas?― Suavizó su tono
acariciando tiernamente con su pulgar el envés la mano de Mikoto.
―Es en parte lo que las flores en nuestros cuerpos significan y yo te di
una prenda de mi amor...― acarició el collar con la joya del fuego eterno en el
cuello de su esposa, ―esa es la forma de casarse en el reino celestial, los
festejos posteriores son, para el deleite nada más.
―Pero yo no te he dado... nada, como muestra de mi amor.― Se apenó la de
ojos violáceos, a la par que sus mejillas sonrojadas no escondían la alegría
que su corazón estaba sintiendo por una declaración tan hermosa.
―Te entregaste a mí, Mai.― Serenando su disgusto, Mikoto volvió a tocar
el suelo con sus pies y acarició las mejillas de la menor. Sus expresivos ojos
mirándose en el mar intenso que era el iris de la mujer en sus manos. ―Las
marcas que dejaste en mi piel, en mi corazón... son eternas para mí.
La Diosa sostuvo las delicadas manos de Mai en las suyas, y así la vio
desprenderse de un anillo que usaba en su meñique, pues cuando lo recibió era
una niña pequeña. ―Te doy mi alma, todo... sin reservas.― Depositó el anillo en
la palma ligeramente más morena.
Se negaba a recibir una prenda tan preciada. ―Pero... es de tu abuelo―
Musitó abochornada.
―Y será la muestra de mi amor a ti... no significaría lo mismo, si te
diera cualquier anillo, este contiene valiosos recuerdos que traeré a mi
memoria cada vez que lo vea en tu mano.― Sonrió como revelando una confidencia
preciosa, el valor de estar más cerca de los tesoros invaluables al alma misma.
―Así sea... esposa mía.― Dejó que la pelirroja deslizara el anillo en su
dedo meñique, antes de plantar un intenso beso en sus labios. Y acarició como
si fuera la última muestra de afecto por compartir, incluso si su destino fuera
vagar en la misma tierra tolerando el desprecio de los demás, estaba dispuesta
a soportar cualquier castigo que los dioses mayores quisieran imponer por el
precio de una vida mortal junto a Mai Viola, el amor de todos sus tiempos, de
su única existencia.
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La mañana que fue tibia con su cuerpo, inició también con la presencia de
la austera soledad, pues al volver la vista sobre el lecho conjurado por el
poder espiritual de Natsuki se lo encontró vacío y frío. Ciertamente no era lo
que esperaba, y eso solo angustiaba más a la castaña de Tsu, cuya zozobra
incrementaba ante la evidente indiferencia de la lobuna. La ira tornada a la
decepción y la tristeza, perseguían dando caza a las imaginaciones más
positivas, como si se tratara de una peste mortífera. Buscando fortaleza en su
interior, acarició la forma creciente en su vientre y una sonrisa apacible
nació en sus labios. ―Pronto volveremos a casa con mamá y todo irá mejor,
porque no hay nadie en el mundo que las ame más que nosotras, mis queridas
estrellas.― Susurró con el amor que desbordaba su corazón.
Se levantó, dobló los objetos usados para el reposo dejando el lugar
cristalino tan pulcro como lo encontró, salió de la edificación que fuera obra
de su esposa y encontró a los pobladores, algunos consumiendo los alimentos que
tan sorprendentemente abundantes pululaban en el lugar, el ambiente más
esperanzado con el clima increíblemente tibio y los rostros rozagantes,
provisto de una extraña vitalidad. No había heridos, cosa rara, los hombres ya
satisfechos con antelación, ocupaban herramientas y establecían un perímetro
posando picas de madera con puntas afiladas de cara a los posibles invasores,
salvo por las curiosas inscripciones que fueron talladas en la madera por la
mano oficiosa de Okuzaki, vió a Nina dando las órdenes y ocupando ella misma la
disposición de armas bastante intrincadas. Posaron cañones y balas redondas en
lugares que como torretas alimentarían algunas de las defensas del templo,
aquel que contribuiría como la última defensa al llegar la noche.
La mayoría estaban tan ocupados, cada quien con una tarea única e
importante para la supervivencia del grupo, incluso Erstin modelaba algún arma
de último momento o simplemente mejoraba algún artilugio con la ayuda de todos
los rubios Ho, quienes por la convicción de la venganza o simplemente su buena
voluntad postergaron el luto. Apenas los esbirros del enemigo se mantenían
encadenados y a la vigilancia de los soldados, sin aportar algún favor a la
victoria de los Kruger, por ello no evitaba sentirse semejante, inútil y
extraña en un mundo que aparentaba no necesitarla, cuando su esposa era la
primera en desistir de ella. En su vagar por el sitio, prestando algún servicio
a quien la necesitara llevando alguna cesta con comida a un grupo pendiente por
el desayuno, le pareció ver aquel color de cabello con el brillo azul a la luz
del día y una capa marrón, se apresuró a alcanzarla y la llamó en tono audible.
―¡Natsuki!― Mas solo se cruzó con otra conocida, una a la que había
besado por error en el pasado y se apenó tanto de confundirla una vez más.
―Lamento decir que solo soy yo... Shizuru.― La morena con cierto aire de
encanto venido del lado materno de cierta ex bestia, se dió la vuelta y le
sonrió afablemente a Di Kruger. ―Espero no agobiarte demasiado, es solo que
jamás pensé ser como la hermana perdida de alguien, que... en realidad no es
hermana en lo absoluto.― Se abochornó por lo tonto que su discurso sonaba.
―Siento eso... es obvio que no eres ella, de hecho son... tan diferentes,
a la luz del día bajo este sol brillante...― Y sí que lo eran, no imaginaba ver
a Natsuki lucir esta falda de corte Shenti y aquel top tan revelador como si
nada, de hecho, Zade jamás podría equiparar la forma atlética de los
abdominales exquisitos de su esposa, la forma delineada de sus piernas, la
perfecta barbilla o las bellas cejas, todas las facciones cinceladas por los
dioses mismos, o la espalda que se moría por... ―Na... na.. nadie diría que
esta noche se acaba el mundo.― Se aclaró la garganta sin entender a qué se
debía aquel inapropiado pensamiento o la repentina subida en la temperatura más
que solo de su rostro.
―Intentemos que no acabe, ayer los heridos fueron sanados por un estallido
de luz que seguramente fue el obsequio de la Diosa, incluso hace calor, puedo
lucir los atuendos de mi pueblo.― Rió divertidamente la hermana de Darsiv,
ganándose una sonrisa en los labios de Shizuru. ―Es solo que quisieras... que
fuera ella, lo entiendo.― Trató de restarle algo de peso a la confusión
inicial.
―¿Tan evidente es?― La aparente diversión en el rostro níveo decayó, pese
al buen talante que intentaba establecer en sus actos con la esperanza de no
preocupar a nadie más.
―Temo que sí...― Casi se disculpó con una mano detrás de su cabeza y una
mueca apenada.
―Es divertido que solo sea yo... quién está afectada por esto.― Desvió la
mirada esperando que ciertos cristalinos no desbordaran por sus mejillas.
―Eso solo significa que las cosas no han mejorado, pero...― Zade posó su
mano gentilmente en el hombro de la castaña.
―Todos lo saben ahora, lo tonta que soy...― Tensó sus puños alrededor de
la paja rígida de la agarradera del cesto que contenía suficiente comida para 3
o 4 personas.
―Seríamos dos en tal caso, los rumores corren con velocidad... desearía
poder evitarlo, pero para ti es peor.― La compasión que invadía a la joven
sacerdotisa del valle negro, no alcanzaba a Shizuru, aunque agradecía la
intención.
―No subestimo tus sentimientos, pero es... insoportable cuando resulta
ser inesperado... yo no dudaría de Natsuki y ahora ella solo admite esto con
tal cinismo.― Se mordió la boca tratando de no ver rota su voz, sin tanto
éxito. ―A veces pienso en que hubiera preferido una mentira...― Cuánto quisiera
engañarse y no sentir la herida que se formó en su corazón cuando supo que ella
las traicionó, a las dos, a sus promesas por las acciones que la vida querrían
restregarle en la cara, pagando su fe tan mal.
―¿Ella lo afirmó?― La extrañeza invadió a la argita.
―Le abonamos la valentía de no esconder la verdad.― Ironizó.
―Esto no debe ser así, te aseguro Shizuru que hay cosas que no comprendes
de todo esto, pero te juro que no debe ser por mi voz que lo escuches... dale
una oportunidad a Kruger, ella...
―Yo la he perdonado, no porque la herida sea insignificante... le di un
perdón a cambio de otro y sé que no será más fácil o menos doloroso para ella
de lo que esto lo es para mí. Solo me sorprende que ahora estás de acuerdo con
la mujer que se acostó con tu... tu... bien, no sé definir siquiera lo que sea
que tú y que esa mujer sean.― Intentó no ser despectiva pero era lo único que
le quedaba por medio para dejar salir un poco del veneno que aquella infame
araña inyectó en su corazón.
―No somos nada ahora, fui yo la que se hizo ilusiones sobre algo que no
existía en primer lugar, y que fue una fantasía brillante en medio de las
sombras que me envolvieron siempre junto a ese monstruo de Artai.― Por la
melancolía que aquella voz y ojos exponían, la joven madre comprendió que no
conocía ni la mitad del espectro de emociones que Sherezade vivió, porque
obviamente amaba a Nao más de lo que querría decir o delatar con esos ojos
verdes tan bonitos.
―No sé, cómo es que una mujer como ella puede... robarle al corazón más
de lo que merece.
―La juzgaste sin conocer las razones detrás de todos sus actos, pero no
te culpo porque yo misma no puedo entender por qué... hizo lo que hizo con
Kruger, cuando sabía que eso rompería todo entre nosotras más allá de lo
reparable.― Y nadie comprendía mejor a la mujer de ojos escarlata, que ella...
la prisionera de un amor destruido desde la raíz. ―Fui comparada con ella... y
al final jamás fui más que esa otra persona.― Admitió con la voz rota.
―Las cuatro... no sólo te daño a ti,― Shizuru no comprendió del todo cómo
acabó abrazando a la prima lejana de su esposa y dando una clase de consuelo
que no tenía para ella misma, sin embargo se recordó que Zade era incluso más
joven e inocente que ella, verla era... como imaginar a la Natsuki que fue, la
que alguna vez quiso tan desesperadamente a Nao Julieth.
Las dos mujeres se abrazaron durante lo que pareció una eternidad y de
algún modo el sosiego vino después del llanto silencioso que virtieron sus
ojos, la sal en la herida ardió intensamente, pero después de un rato se
acoplaron a la sensación y al menos por un tiempo la mentira en el pensamiento
hizo su parte para anestesiar la agonía de sus rotos sentimientos. Shizuru se
puso en pie dispuesta a continuar con el día y a ser útil para no tener que
arrepentirse de algo tan simple como eso, cuando trabajar sería por lo menos
algo más en lo que ocupar su mente.
―Shizuru... hay en serio algo que debes saber sobre esa noche.― Zade no
iba a permitir que aquello continuara de ese modo, quisiese o no Kruger hacer
algo al respecto, era inhumano dejar que una persona tan dulce se atormentara
pensando cosas que no son. ―Ella jamás dejó de pensar en ti, lo digo porque yo
fui quien curó sus heridas y fui obligada a cuidarla, incluso a retenerla.―
añadió con vergüenza tensando su mandíbula con genuino remordimiento. ―Decía tu
nombre entre delirios, y lo dijo también al despertar, continuó susurrando
incluso cuando yo no quería escuchar...― Suspiró dándose valor para expresar
las circunstancias siguientes. ―Cuando DaiArtai supo que estabas encinta y
supuso que eso daría vuelo a cualquier esperanza en la mente del Doncel de
Hielo de Fukka, envió a Nao, sólo porque sabía que ella, Darsiv mi hermano, o
yo... éramos las únicas personas que Natsuki no mataría, él le tenía miedo al
poder de la bestia que había encerrado tras los muros de ese infierno al que
llamaba su castillo,― así la memoria de todos esos momentos, la hicieron
temblar de pena y de dolor, de ira. ―Y yo... yo vi cuando le dieron una bebida
que...― Entonces sintieron la montaña misma estremecerse con lo que pareció el
choque de dos titanes y luego la voz de un gemido muy conocido por los oídos de
Zade. ―Nao...― Susurró con temor.
La argita corrió en la dirección del sonido, sin prestar atención al
hecho de que Shizuru la seguiría, porque en realidad el camino no era fácil,
estaba lleno de piedras y plantas recién nacidas, cuesta abajo. Aún así las dos
se las arreglaron para llegar a la mayor brevedad, una temiendo por la seguridad
de quien supuestamente no debería importarle más y la otra esperando poder
escuchar hasta el final lo que Zade tenía para decir, aunque no admitiría ni en
un millón de años que algo del sufrimiento de aquella infame mujer era como un
bálsamo en su pecho herido. Observó con extrañeza cómo la morena observaba
sobre un par de rocas y repentinamente se escondía, lo cual imitó solo por
precaución a la seguridad de sus hijas.
―¿Estás loca?― Le dijo Zade en susurros una vez se acercó.
Como la morena lo hacía, la Fujino se mantuvo escondida tras las piedras
y los arbustos llenos de florecillas, ―Ibas a decir algo importante― cuando
notó que las vistas daban a lo que parecía el lugar de una discusión y una
batalla, entre dos viejas amantes.
Muy para el disgusto de la castaña y la pelinegra que... tenían vista
privilegiada. ―¿Quieres matarme?― La voz de Nao se escuchaba irritada y
cansada, incluso escupió algo de sangre hacia el suelo, lo cual no recordaba
mucho a los modales de una dama. Era perdonable, se dijo Zade mientras miraba a
través de la vegetación que las camuflaba, y contempló a Nao en prácticamente
ropa interior, su cuerpo siempre estilizado y sudoroso, realmente continuaba
siendo un banquete a la vista. La cuestión era por qué había llegado a tal estado...
si pasaba por alto la ropa desgarrada de la que no distinguía la propiedad
dispuesta en distintas partes del suelo, y no daba a pensar cosas buenas.
La otra guerrera, muy conocida para las dos vigías no invitadas, no
estaba más cubierta que la otra. ―No podría mentir y decir... ¿ups lo siento?―
La forma en la que la voz de Natsuki se escuchaba, era diferente a la gentileza
que la caracteriza, de hecho era orgullosa y eso lo exponía hasta en su
postura.
De la timidez que un día fue, el rastro se había perdido del mismo modo
que las heridas que Shizuru vendó la noche anterior, apenas las cicatrices en
la espalda desfigurando el mágico tatuaje de la rosa, delataba la tortura que
alguna vez aquel cuerpo digno de las batallas antiguas exhibía. ―Finge que me
crees cuando sabes que te mataría si pudiera... Yuuki.― Añadió con honestidad e
ironía. ―Pero ser el octavo de los dioses de la tierra de los muertos, es un
puesto que no me interesa.
―¿Sigues enojada por lo de tu esposa?― Se quejó Yuuki, todavía con algo
de tos y la boca manchada de rojo. Tenían un respiro, no uno voluntario... era
más por la fuerza de las circunstancias o la fragilidad de su humanidad no
endiosada con una bestia divina, porque a su entender algunos tienen suerte de
poseer fuentes más grandes de poder.
―¡Oh! ¿Por qué lo estaría?― Tensó la mandíbula de mal humor. ―... Rompí
su corazón en mil fragmentos y es seguro que jamás querrá volver a acercarse a
mí en lo que me queda de vida, así que gracias.― y el ‘gracias’ sonó
peligrosamente gutural en la voz de Natsuki, lo suficiente para asustar a la
pelirroja de ojos verde olivo.
―¿Por qué no tomas una pequeña ducha?― Le señaló la fuente sagrada en el
centro del lugar, mientras tomaba asiento y se sobaba las costillas en la
cuales seguramente le saldría un enorme cardenal dentro de poco. ―Suena peor de
lo que es...― Continuó esmerandose por recuperar el aire.
―Supongo que alguna forma has encontrado para hacerte con el perdón de
Sherezade.― Murmuró con tono hiriente la Duquesa, mientras obedecía y se
sumergía en el agua, para deleite o tortura de los ojos de las mujeres puestos
en su carne. Los espectros que abandonaron su cuerpo hicieron ebullir una vez
más el líquido sagrado, y el tono escarlata que amenazaba con apoderarse de sus
ojos cedió de nuevo al verde esmeralda más familiar.
―Yo también perdí mucho mas de lo que tú puedes siquiera imaginar...
Kruger.― Respondió con la sensibilidad a flor de piel, pues claramente la
mención de la argita atrapaba un regusto a derrota en su interior.
―Nunca dijiste cuánto... del mismo modo que en verdad jamás te
disculpaste por nada.― Reproche, más que pena o tristeza, delató el rostro
hermoso que Natsuki desvió altiva, era un aspecto tan agraciado que la
bailarina apenas podía tolerar.
―Y jamás pasará, sal de ahí y pelea.― No se atrevería a abrir la caja de
pandora que con tanto esmero se había obligado a cerrar.
Centrando su atención en formar un filo hecho completamente de su fuerza
espiritual, convocó de vuelta a la preciosa Julieth de Aracne, el espectro de
la hermosa dama enfundada en la blanca armadura, pasó a través de su joven ama
y a ella se trasladó su fuerza, así como cada pieza del metal protector, el
Yelmo cubrió por completo su rostro exponiendo solo el brillo de sus ojos oliva
desde la hendidura. Natsuki ladeó la cara y ni siquiera se tomó la molestia de
salir del agua, cuando el precioso lobo se materializó a su lado y se fundió
con ella del mismo modo.
Ante los ojos sorprendidos de Zade y Shizuru, la fusión completa de la
Deidad Lobuna y Natsuki se manifestó, contrario a la primera vez de su
invocación, efectuada por el poder espíritu de Nao, ahora la joven Kruger tenía
un increíble parecido con las representaciones de Lord Tsukuyomi, el Dios de la
noche, pero con un aire femenino como si fuera descendiente suya... su cabello
era de un blanco tan brillante, que sería suficiente para reflectar al sol
incluso en medio de la noche, las orejas del lobo reemplazaron a las
anteriormente humanas, en su frente aún brillaba el hermoso cristal gélido
ornado por las líneas doradas del tatuaje que emulaban un precioso copo arcano,
las cejas negras y los ojos esmeraldas que eran el espejo del alma de la
morena. Sus ropas eran de una rara tonalidad blanca, tan hermosa y cristalina
como el hielo degradándose hasta ser de un azurite precioso en los extremos,
cada hilo tan único como el entramado que compone la singularidad de aquellos
fractales. La única tela que usaba la híbrida criatura, se componía de un top
en la parte superior del torso que escondía las formas del pecho femenino y una
falda de tres hilos, cuya longitud alcanzaba el suelo como una cascada que se
hacía más translúcida, y desaparecía al contacto con la piedra mágicamente,
cualquiera fuera la razón era un efecto óptico hermoso. La vista de la guerrera
del lobo era sublime, pues mucha de la nívea piel recibía los rayos del sol
delatando el formidable físico que Natsuki cultivó a lo largo de los
interminables años de entrenamientos y batallas, así como de tinte azurite
refulgían las marcas arcanas que fueron tatuadas en su brazo izquierdo y la
vinculaban con Durhan. Desde el formidable vientre y las piernas que se
encontraban mayormente a la vista desde el muslo visible por las aberturas de
la falda, los pies aparentemente desnudos, pero racionalmente adornados por
joyas de plata luminiscente, alhajas mucho más delicadas que las viejas gemas
de zafiro acostumbradas cuando portaba la maldición, la actuales ocupaban los
mismos lugares, muñecas, brazos, tobillos, un formidable collar en el cuello y
un cinturón a la altura pélvica... si Nao no supiera que aquella hermosa mujer
era más letal que el cero absoluto, bien podría haber afirmado que se trataba
de una princesa de algún reino gélido, cuando las dos sabían que le haría vivir
un infierno en un rato.
Natsuki formó un filo cristalino en un santiamén, Nao apenas tuvo tiempo
de usar la telaraña de plata para solidificar la forma de una espada,
interponiéndola entre ella y su muerte en el momento justo. Si bien resistió el
primer golpe, el siguiente corte la habría herido bastante de no ser por la
armadura que protegía su cuerpo, así una vez más terminó adornando la
formidable roca del santuario. Realmente había sido una mala idea decirle a
Kruger que no se contuviera demasiado, porque claramente se lo estaba tomando
muy en serio y su enlace con Durhan se había consolidado hasta el punto de
hacer palidecer su mejor técnica, como si se tratara de un simple truco, sin
mencionar que su cuerpo no resistiría por más tiempo el maltrato.
―Dime por qué no usaste este bello truco en el castillo...― Ahora el filo
translúcido amenazaba el cuello muy cerca de las placas superpuestas de su
armadura. ―Casi nos matan y te lo guardaste.― Natsuki ni siquiera tocaba el
suelo con sus pies, algo del lindo lobo se había adherido a sus modos también.
―No tenía el tatuaje completo, hice los fragmentos más importantes y
separados para evitar la sospecha de Nagi, lo que me impedía hacer esta, la
invocación más compleja... y cuando huíamos, ocupé mi preciado tiempo en hacer
por entero y perfecto el tuyo, maldita enferma malagradecida.― Tenía orgullo y
por él se levantaría otra vez, así que antes de que la blanca nevada con orejas
de perro prestase la atención que debía, una explosión del azulino flujo de
poder de Nao, la mandó a volar hasta la pared opuesta, la que se rompió en el
acto. ―Nunca bajes la guardia idiota... está junto a la regla de jamás perder
la altura, o la espada... ya sabes, en la guía de superviviencia.
El temblor que provocó la colisión de Kruger, estremeció todo bajo los
pies de las observadoras, que se abrazaron la una a la otra por mero reflejo.
Apenas pasó el movimiento telúrico, la de ojos escarlata se asomó entre las
piedras y notó que cierta pelinegra había vuelto a su forma “humana” por llamarla
de algún modo, el estómago se encogió de preocupación tentándola a salir de su
escondite, hasta que la mano de Zade la detuvo y al tiempo vió a su esposa
levantarse de entre las rocas de escombro que su previo impacto generó, no tan
indemne cabría decir.
―Hiciste trampa.― Murmuró ahora Natsuki tratando de recuperar el aire en
los pulmones y siendo esta vez ella la que escupió sangre en el suelo.
―Sabes que nadie pelea limpio en estos días...― Respondió Nao,
acercándose a ver cómo estaban las cosas, temía que se le hubiera pasado la
mano, porque el enlace aún era pobre y el asunto de invocar una y otra vez, no
estaba dando el resultado que debería. ―Pero esta claro que esto... no funciona
así Kruger y no es porque no sepas las palabras o los trazos, te dije que el
Lobo no es el corcel que puedes montar y dominar, pero insistes.
―Yo no... no lo domino, estamos trabajando juntos.― ¿Qué más quería que
hiciera? ¿Besarle las garritas para demostrar su buena voluntad?
―Je... no espera.― La pelirroja se aproximó peligrosamente a la otra,
logrando que cierto par de vigilantes se preocupara. ―En serio... volviste a
hacer la cosa.― Le sujetó la barbilla, tratando de enfocar bien dentro de los
ojos esmeraldas que se tornaron más que incómodos con los erráticos comportamientos
de Nao.
―¿Cuál cosa?― Ahora era un problema que ella fuera humana y Nao la
guerrera, su fuerza era bastante mayor comparada con la suya sin Durhan
involucrado. ―¡Suéltame!― Se exasperó y Yuuki le hizo caso, por el momento. ―Me
ibas a desfigurar la cara.― Ciertamente los guanteletes de la armadura no eran
precisamente suaves, aunque en realidad Natsuki no soportaba su proximidad.
―Tal vez ahora colaboras con él, puede que no seas la jinete ni tampoco
el corcel... está bien, pero no es suficiente.― Parecía cansada, adolorida en
realidad, moría de hambre.
―¿Qué más quieren de mí? Casi puedo jurar que tú y él.― Esta vez señaló
el espíritu que andaba por allí levitando tan quitado de la pena y persiguiendo
lo que parecía un diente de león en el aire. ―Están confabulados en mi contra.
―Mm pues, no sé... desnúdate.― Levantó los hombros.
―¿Qué?― Repentinamente sintió una mezcla entre lo que parecía un
retorcijón en el estómago y una arcada. ―Prefiero morir a tener que volver a
estar desnuda en el mismo lugar contigo, estúpida pervertida.― Se cubrió el
cuerpo con las manos, sin saber que era observada y desde hace un tiempo por
otro duo de damas.
―No me dejas terminar...― y no
sabría qué tan cerca estuvo de ser asesinada por una lanza extensible. ―me
refiero a tu alma, a tu espíritu... no ante mí, ante él.― Volvió a señalar al
lobo, que ahora simplemente las observaba desde su cómoda posición sobre uno de
los tronos en el altar más lejos.
―Lo dices tan fácil, Durhan me ha visto toda nuestra vida... atrapado en
mí y yo en él cada instante ¿Cuanto más que eso sería desnudar mi alma?― Todo
aquello comenzaba a parecer un sinsentido a los ojos de Kruger, quien toleraba
por muy poco cada segundo junto a bailarina.
Entonces Nao retiró el yelmo de su cabeza, dejando caer una lluvia de
melena roja sobre el brillante metal de su coraza y miró directamente a la
pelinegra frente a ella con una intensidad estremecedora. Shizuru cerró sus
puños y se tornaron blancos sus nudillos, mientras que Zade no podía solo
quitar la vista de la que era vida y muerte en su mundo, estaba demasiado
hermosa en su aspecto como caballero. El iris verde olivo evaluó la mirada esmeralda
de la Kruger con detenimiento. ―Pero lo detestas, esa es la cosa que haces con
la cara... de la misma forma en la que me miras a mí, con todo el desprecio que
es posible contener en un gesto.
―Acabaste conmigo, Yuuki... no esperes piedad o compasión.― Se limpió
algo de sangre de la comisura de la boca para no ver el desencanto en la faz de
Julieth, porque el arrepentimiento que pudiera mostrar no sería suficiente para
compensar la tortura a la que se sometía su mente al verla.
―No la espero, no es algo que merezca. Sin embargo, no tengo otro
remedio.― Tragó saliva con sabor a hierro. ―No has podido entender lo que
significa el enlace, puedes discernir la fantasía del control que supone el
poder que ambos aportan a la unión, pero como en cualquier vínculo, las
emociones son las que a fin de cuentas lo significan todo y tú, no te atreves a
ver más allá de tu propia amargura, no sobre Nagi, sobre mí o sobre Fujino.―
Intentó no mostrar lo dolida que se sentía, tampoco consideraría el paraíso
aquel entrenamiento. ―Yo estoy rota, de una forma semejante a ti...― Sonrió
amargamente al ver la incredulidad y el desdén en su interlocutora. ―He
comprendido el precio que debí pagar por mi venganza, y después, por Zade...
apenas lograr mantenerla a salvo para perderla después, esos sentimientos están
aquí en mi interior, junto a la culpa que... me asfixia en cada ocasión de
verte. Justifico mis acciones en razones que he pensado largamente, pero eso no
significa que no sienta o piense, al verme al espejo, que en el fondo solo me
convertí en lo que él quiso hacer de mí, desde el principio.― Tembló su boca en
medio de un respiro, sus ojos enrojeciendo por el escozor... ―Y si piensas solo
por un momento lo que has sentido en apenas unas semanas de permanecer a su
merced, quiero que por un instante imagines lo que ha sido para mí, durante
cinco años.― Recalcó dando un paso más cerca, por lo que Natsuki retrocedió aún
asqueada. ―Afirmarás que no viví en la mazmorra, que no fui azotada con un
látigo… y es verdad, no estuve en tus zapatos. Pero sí viví cada momento previo
en un juego de astucia mortal, pensando cuál sería el último día de ‘suerte’,
sabiendo que ‘mi aliado’ podría volverse contra mí y los que más amara, en un
segundo. Vi durante años lo que ocurría a aquellos no lo suficientemente
inteligentes al traicionarlo, o apartarse sin un buen respaldo. Una vez te
involucras con Nagi, jamás saldrás de sus hilos si no es con los pies por
delante o desapareciendo de la faz de la tierra. Y tenía miedo, pues un paso en
falso y sería más que mi fin.
―Quieres que piense que... ¿Satoru también es inocente?― Ironizó.
―No puedo hablar por él... nadie que negocie con Nagi, es inocente.―
Levantó los hombros con desinterés.
―Y tú lo eres porque...
―No soy inocente, sobreviví a la peor cosa de mi vida y luego tuve que
elegir pero entre ser violada y asesinada o ser su aliada y vengarme...
disculpa si escogí la segunda, cuando ya no tenía una casa donde ir, ni nadie
en quien pudiera confiar... Nagi entendió que no temía a la muerte, cualquiera
que no tenga nada que perder... es un problema y yo era eso, después de lo que
pasó con mamá y cuando pensó que el deseo de mi venganza no sería suficiente
impulso, se interesó en tomar a Zade, sabiendo que era mi protegida y que yo
delaté mi deseo por ella, intuyó que no la compartiría, no se la daría... a
él.― Dijo sin saber que era vista por aquella argita que era la luz de sus
ojos, quien la entendía mejor de lo que podrían los otros alrededor al haber
vivido durante tantos años en el cautiverio que significaba el chantaje y la
manipulación de Nagi… ―Fue una artimaña
que me atrapó más en su red y mientras no tenía una escapatoria definitiva, fue
el medio más adecuado para garantizar mi obediencia. ¿Y sabes qué?… él no lo haría de una forma gentil
para ella o incluso para ti, sería 100 veces peor de lo que lo fue… tras mi
cadáver habrían más personas dispuestas a hacer su voluntad, ¿de verdad crees
que eres la primera a la que rompe así? An’hel y Aneth, dos valerosas
sacerdotisas de ‘inquebrantable voluntad’,
hoy no son más que arlequines.―
―Lastre.― Susurró y la comprensión de la prima lejana de Natsuki, aún
oculta por las rocas y los arbustos, trajo lágrimas a las mejillas de piel
broncínea. Shizuru abrazó a Zade, sin entender del todo el hilo de la discusión
que sostenían algunos metros más abajo.
―... así que no era un lujo que podría darme, incluso cuando me ordenó
hacer lo que...
―No...― La detuvo. ―¡No te excuses en ella! No soporto que lo digas
más...― Porque era en el fondo la única cosa que mantenía aquella tensa alianza
ante los ojos de Natsuki y en momentos como ese no parecía suficiente. ―¡Se que
matarías por ella! ¡Yo no haría menos por Shizuru! Pero ¡déjame en paz!
―No puedo... detenerlo.― Negó con la cabeza... ―Lamento que tuvieras que
ser tú, en verdad me negué... yo no quería hacerlo.― Se dio cuenta que se había
desviado del punto o que el llanto se le había escapado, incluso que su voz no
era clara, más bien resquebrajada. ―Te amé alguna vez, y te desprecié pensando
que me traicionaste y apenas pude sobrevivir a eso... y te odié tanto, más allá
de lo que es posible. Pero al final de todo, resultaste inocente... me quedé
sin razones, solo con mis errores, mi tristeza. Jamás me disculpé, y la razón
de que no te pidiera perdón alguna vez, es simplemente porque sé que merezco
cargar con este sentimiento esperando que siga destruyéndome, porque la culpa
no se irá...― Tragó saliva y con ello un pequeño fragmento del nudo en su
garganta. ―Incluso si estamos rotas, esa no es la razón de que no puedas con
esto Natsuki... no ahora, porque a pesar de todo eso yo puedo enlazar con
Julieth por una simple razón...― Secó el llanto de su cara. ―Amor, nada más,
nada menos.― Deshizo el vínculo, quedando en las mismas circunstancias que su
oponente, si es que la ropa interior mojada por el agua, el sudor y la sangre
no fuera algo desagradable para las dos, por sus antecedentes.
Natsuki se mantuvo quieta como una estatua, aunque el nudo creciendo en
la garganta amenazara con desbordar sus presas emocionales. Lo que nunca
imaginó es que la esencia se formaría a la espalda de Nao, pues nunca había
visto la forma original de su bestia espiritual... así que no pudo contener la
herida que se formó en su corazón, creyendo perder el juicio y todo lo demás,
cuando el rostro precioso de una mujer se formó ante sus ojos, y los mismos
contemplaron el hermoso azul de una mirada que le fue devuelta con tal ternura,
ni la sonrisa que casi olvidó y que hacía tan feliz a su madre al mirarla.
―La... Lana Yuuki.― Musitó cayendo de rodillas, incapaz de tolerar las
emociones en duelo que ahora la inundaban y desboraban, pues la última vez que
la vió, fue la nefasta noche en la que todo se tergiversó y cambió sus destinos
irremediablemente. ―Lo... lo siento tanto... Lana, yo... debí ir contigo,
protegerte y no esperar... solo esperar.― La forma espectral incluso a través
del silencio acarició las mejillas de Natsuki, aunque ninguna de las dos podía
sentir el tacto de la otra, ni la mujer podía hablar o expresar nada más allá
de lo que sus ojos tristes podrían. El puño de Natsuki se estrelló contra el
granito del suelo. ―Ella... me aceptó, incluso le pareció perfecto el anillo,
no pudiste ver su sonrisa... le encantó la Espinela de la Victoria. Ese día
nefasto, Lana fue al pueblo por un vestido de novia para tí porque quería darte
algo que solo ella pudiera, un obsequio que significara lo mucho que te amaba y
guardó el secreto para que pudieras sorprenderte. Nosotros no le hicimos daño,
jamás podría... pero tú creíste que sí... le diste valor a la palabra de ese
hombre y no tuviste fe en mí.
―Lo creí... porque lo ví con mis ojos, mamá fue cercenada frente a mí,
por uno tan parecido al Lobo Negro de los Kruger malditos...― Reprochó
señalándole y picándole en la clavícula. Nao tragó saliva... la culpa,
monstruosa como era, recordó a la muchacha de pie lo que había perdido, el amor
y la cordura, a su madre tantos años atrás... el llanto bajó por sus mejillas,
con el peso asfixiante de haber sido la mano derecha del hombre que se lo
arrebató todo, solo para tener a su merced a los enemigos de un linaje
deshonrado. ―La he visto durante tanto tiempo, sin poder oír su voz...― La
mirada perdida, como si pasara espinas por su garganta. ―...verla, pensando que
fue tu familia quien me lo quitó todo, hizo que cada fragmento de mi corazón se
hiciera más oscuro que el abismo de algún averno, y sabes... te habría
asesinado sin ninguna contemplación al verte otra vez, y me entrené tan duro
para eso, que no viví para otra cosa.― Una sonrisa nostálgica. ―Si no fuera por
Zade, te habría degollado el día de tu despedida de soltera... ella no sabe que
sobreviví a cada día por su presencia curiosa, era tan inocente y dulce, aunque
intentara fingir con tanta fuerza el ser una persona fría, era su escudo y el
mío no era más... amable. Elegí un camino diferente, pero estaba tan atrapada
como ellos y tuve que pensar cómo sacarlos de allí sin hacer que mataran a toda
su familia, tardé 4 años en dar con su paradero y espero no haberme equivocado,
porque en tal caso mandé a Darsiv a una muerte segura.― Negó con la cabeza ante
la idea, la pérdida hace cosas malas en las personas y le quedaba muy poco. ―…y
tú, ‘alteza’, ¿que me reprochas? tu en realidad no fuiste tras de mí.
Manoteó apartando aquel índice acusatorio de su piel. ―Me repudiaste,
mamá quedó desolada por tu supuesta partida junto a Lana quien no se despidió y
así pronto mi madre murió... si tú no viste más allá de tu pena ¿qué te hace
creer que yo podría?― Expuso la hija de Saeko la mejor razón que encontró.
Suspiró con resignación. ―Nunca fue nuestro destino; ahora comprendo que
Nagi vino por mí... porque leyó a través de sus esbirros cuánto yo te amaba y
me sentenció en tu nombre, a mis hermanos, mi padre, mi madre... los mató por
ti y vió en mi desdicha el medio para perpetuar las circunstancias el tiempo
que le fuera conveniente. No fue tan agudo con tu querida Shizuru, solo porque
era imposible que la hija de un burgués adinerado pudiera sentir algo por un
monstruo... y bien.― Levantó los hombros con ironía. ―Era el momento adecuado,
tuvo durante 4 años, el tiempo de formar a su ejército... comparadas las dos,
puedo apostar quién tiene una mejor estrella.― Levantó la mirada hacia el
cielo, y el espectro de Lana, su madre, levitó a su lado.
―No es tan afortunada como piensas...― Natsuki desvió la mirada, pensando
en la tristeza que le haría vivir… en sus flaquezas. ―Pudiste... tomar otro
camino.
―Ja, oh Natsuki... en serio eres inocente, Nagi no entró a la habitación
solo por temor al empalamiento, pero a tí en particular te vigilaba a cada
minuto a través de otros medios y personas, si piensas que podía esconder algo
de lo que pasó en esa habitación estás en un error. Además eres tan pero tan
mojigata que jamás podrías fingir incluso si te lo hubiera pedido, y no iba a
arriesgarme con tus malas actuaciones. Yo... no confiaba en tí, aún te creía
responsable de lo que le pasó a mi familia, así que solo hice una apuesta
segura.― Volvió al cinismo de siempre con una sonrisa mordaz. Se cruzó de brazos, se dio la media vuelta
comenzando a dejar el lugar para ascender por las escaleras medio destrozadas
del sitio.
―¡¿Ahora qué diablos esperas que haga?!― Desesperó.
―Resuelve lo que sea que te impide confiar en tu bestia espiritual, en su
vínculo roto... y si no puedes, entonces ve a besar a tu esposa, disfruta las
horas, porque esta noche moriremos.― Eso fue quizás demasiado honesto, pero no
tenía intenciones de volver sobre eso.
―Nao...― Cerró los puños.
―¿Sí?― Se detuvo.
―¿Aún me odias...?― Estaba cansada. ―No necesito que este sea otro de tus
juegos, no tengo tiempo.
Suspiró. ―No tengo intención de desperdiciar mi tiempo contigo, no hay
nada más que yo pueda hacer por ti y en verdad, tal vez tenga una costilla rota
o el bazo destruido, y ¿realmente crees que esta sería una cuestión divertida
para mí?― Negó con la cabeza. ―La pregunta que todos se hacen, es si no estoy
loca por permanecer aquí cuando debería poner miles de kilómetros entre mí y
este lugar... y es simple, ya no te odio Natsuki, tengo esperanza en que no nos
dejes morir a todos, por más difícil que sea de creer. Pero sé que tú no
dejarás de odiarme y lo siento, una parte de mí aún te ama... el resto de mi
corazón le pertenece a Zade, es obvio que la preferí a ella.― Sonrió divertida
antes de continuar el ascenso y perderse de la vista esmeralda de Natsuki.
Sus ojos evitaron seguir el camino que siguió la pelirroja, porque a
decir verdad era la última cosa importante en su lista de prioridades.
Desalentada por la circunstancia, se aproximó a la fuente y se sumergió en
ella, luego miró al hermoso lobezno que ahora corría tras... un copo de nieve y
jugaba con él. ―Agradecería si me dijeras, por qué no podemos enlazar… Durhan.―
Pero hablar con el pequeño lobo espíritu que distraía su aburrimiento con
abundante curiosidad, como si se tratara simplemente de un pequeño cachorro
común, significaba que él no entendía sus palabras o peor aún, no le
interesaba. ―Vamos amigo... tengo que poder hacer esto bien, te lo suplico.
Fue ignorada nuevamente, la criatura pasó dando saltitos a su lado y por
su espalda, continuó persiguiendo cualquier otra cosa que fuera más interesante
que Natsuki Kruger, y definitivamente... la encontró. Una límpida risa llenó el
espacio, un sonido tan hermoso que casi parecía haber sido olvidado por la
morena, se irguió un poco y giró el torso para ver mejor atrás.
―Quieto...― Susurró sin mucha convicción cierta castaña que estaba siendo
víctima de las alegres lamidas del cachorro. ―Yo también te extrañe mucho... mi
pequeña bolita blanca.― Decía mientras en un brazo sostenía al lobito y el
cesto, y con la otra acariciaba la pancita mullida, mientras le daba un beso a
la pequeña frente adornada con un zafiro gélido.
Lo que le faltaba, ahora la criatura recibía el premio y ella no podría
percibirlo como en antaño. ―Shizuru.― La llamó y se cruzó de brazos. ―¿Qué
haces aquí? Es peligroso para ti y para...
―Estoy embarazada, no discapacitada o enferma...― Refutó con un semblante
serio. ―Solo te traje comida, supe que no has desayunado.―
―Gracias.― Desvió la mirada sobre el agua, había demasiada tensión entre
las dos.
A la hija menor de Mizue no parecía importarle cuan derruido estuviera el
lugar, sacó una manta del cesto y lo acomodó en el suelo sin escombros, luego
tomó asiento y sacó algunos recipientes, panes y queso envueltos en pañuelos;
la del iris escarlata observó a su esposa a la par que daba algunas palmadas en
el espacio vacío junto a ella, con una silenciosa invitación.
Natsuki asintió suavemente, cortó los restos de su escaso atuendo, hasta
que la completitud de su piel fue expuesta, los arrojó con el resto de los
pedazos en una esquina, entonces se sumergió por completo en el agua lavando
cualquier resto de sudor o sangre, e incluso el polvo. Luego emergió, cada
detalle observado por la atenta mirada de la joven de Tsu, un suspiro en sus
labios silenció sus pensamientos. La morena caminó en completa desnudez hasta
una valija, ya 'sin pudor alguno', abrió el objeto y de él tomó otra muda para
vestir. La cual no tardó en lucir nuevamente, con sus ya acostumbrados
pantalones negros, una camisa de lino blanco y un chaleco a juego. Botas
marrones con punta de metal... volvió sobre sus pasos recolectando el
estropicio, ajeno y propio, lo acomodó a un lado.
―Disculpa la tardanza, esperaba estar más acorde a la ocasión.― Tomó
asiento en el lugar donde Shizuru le había invitado originalmente, notando que
su bestia espiritual simplemente levitaba sobre el hombro de la castaña tan
quitado de la pena.
―Yo, tuve una agradable vista...― Respondió la castaña antes de ofertar
los alimentos, pasándole a Natsuki una hogaza de pan, con queso y carne seca.
Se rozaron sus dedos ineludiblemente y con ello la morena escondió la
mirada tras su largo cabello cobalto. ―¿Cómo pasaste la noche?
―Bien, no dormía así desde hace tiempo... aunque habría deseado dormir
contigo a mi lado.― Untó algo de mermelada a su pan tratando de sostener la
conversación en un tono pacífico, mientras que el lobito acurrucado en su
regazo simplemente las observaba.
―Solo te habría incordiado, me remuevo bastante en la noche...― Bajó la
vista sobre el alimento y probó un bocado, su apetito no era abundante... no le
proveían tanto alimento en la morada de Nagi, así que ya no comía como solía
hacerlo.
―Quieres... ¿mayo?― Lo llevaba consigo, el aderezo que aprendió a hacer
con ayuda de la abuela Sanae.
―¿De verdad?― Se le iluminó el rostro. Shizuru sacó el pequeño recipiente
con la sustancia cremosa y blanca, con algunas especias verdes, y lo depositó
en las manos níveas de su esposa. Las observó con detenimiento, ahora libres de
cortes, apenas con la cicatriz de alguna perforación en el centro de la palma
delataba que Natsuki hubiera sido herida antes. ―Gracias, fue muy considerado
de tu parte.
―Las pequeñas cosas, nos hacen... felices.― Susurró antes de dar una
mordida a su sándwich improvisado, mientras Durhan ponía sus patitas sobre la
pierna derecha de la castaña, como si olfateara la comida.
―He... pensando en un nombre.― Disimuló su sonrojo, untando algo de la
mezcla en el pan, ligeramente encorvada como había sido su costumbre durante
tanto tiempo de esconder su aspecto del mundo. ―Y es que... me animaba idearlos
durante las noches, en las que pensaba en ti, en ellas... era un enorme
consuelo.
Se formaba un nudo, pensando en el encierro que Natsuki vivió, pero
desviaba el pensamiento para evitar llenarse de ira sobre lo que pasó entre
ella y Nao. Por lo que escuchó, la circunstancia era motivo de arrepentimiento
para las dos, y DaiArtai había sido el autor intelectual del hecho, algo de
chantaje y Zade en la ecuación. Pero no quería arruinar ese momento con
cuestiones lúgubres, uno que pintaba para cosas buenas. ―Es... una decisión
importante, las llamaremos así por el resto de nuestras vidas.― Sonrió encantadoramente,
en tanto el cachorro se acomodó en las piernas de la castaña cuya posición en
flor de loto formaba una cuna perfecta en sus muslos.
―Sería... digo, pensé... solo si estás de acuerdo, no es algo
definitivo...― Y Kruger ya se estaba complicando la existencia por sí misma,
sin mencionar que las movidas del pequeño can le generaban algo de sospecha.
Mordió de nueva cuenta su desayuno hasta no dejar bocado alguno pendiente.
Shizuru también dio el último bocado y tomó un poco de agua. ―Me gustaría
escucharlo, el nombre.― Añadió por si quedara duda después de aquel silencio.
La animaba sonriente, mientras continuaba acariciando distraídamente la
cabeza y las orejas tan suaves del lobo gélido. Natsuki tragó saliva, luego
agua, sopesando sus palabras, aquella faceta tímida y torpe, le recordaba
bastante a su época en Tsu, cuando no había sangre noble, monstruos o guerras
apocalípticas en proceso, solo ellas conociéndose.
―Tsukira, que traduce lu... lu...na ‘Luna Brillante’― Tomó un sorbo de
agua. ―No podía ver la luna, pero sabía que estaba allí en alguna parte del
cielo... a veces aunque no puedas ver las cosas, solo saber que están allí lo
significa todo.― Sonrió tímidamente. ―Y yo sabía que nuestras hijas existen, en
ti... eso me mantuvo viva.
Los ojos de Shizuru se cristalizaron con una emoción, la primera de
alegría pura desde que había escuchado de labios de su hermana la gran noticia,
porque así debía ser desde el principio, algo que compartiera con la otra madre
de sus hijas. ―Eso... es hermoso.― Se aclaró la garganta. ―Será el nombre de
una niña amada.
Natsuki asintió sonriendo. ―Y sobre el otro nombre, ¿has pensado alguno?―
Dió una mordida y en verdad le pareció que sus papilas gustativas saltaban de
la dicha ante el exquisito sabor que la 'mayo' le procuraba a los sencillos
alimentos, era el segundo sándwich. ―Está delicioso.
―Es, mi propia versión... temía que no te gustara.― Musitó sobre lo
segundo, insegura de mencionar su idea, porque pasó por una lista interminable
de posibilidades.
―Te queda mejor que la de mi abuela, pero jamás se lo digas o podría
enojarse mucho.― Hizo un ademán de silencio, sería su secreto.
―Es un halago que Natsuki estime tanto mi habilidad culinaria.― Era una
cuestión maravillosa para el ego.
―Haces muchas cosas maravillosamente, Shizuru.― Sonrió para sí, una
pequeña mueca con la mirada en los alimentos. Natsuki se dió un poco de valor y
levantó la vista, observando el rostro amada de la castaña. ―y por eso pienso
que, el otro nombre, será perfecto.
―Erin... que significa, ‘regalo divino’. Porque incluso cuando yo me
resigné a la idea de no tener hijos, Ame no Mikoto consideró algo diferente.
Mis hijas son el regalo de una Diosa, y quien escuche su nombre, tendrá que
alabar una bendición tan preciosa.― Sentenció segura de lo dicho, deslizando
sigilosamente su mano hasta rozar el envés de la mano de su esposa apoyada
sobre la manta. ―Porque yo daré gracias cada día.
No fue ciega al tacto, enredó sus dedos en los de Shizuru. ―Haces simple
lo complejo, ayer detestaba a Mikoto, ahora... también quiero rendirle una
veneración adecuada, será un acto digno el nombrar Erin a una de nuestras
hijas, en su honor.― Afirmó sonriendo.
―Entonces... serán Tsukira y Erin...― Aceptó con buen talante, suspiró
suavemente olvidándose del siguiente bocado... se observaron una a la otra en
un silencio tranquilo, como si no existiera nada más en aquel lugar que la
mujer al frente. Y sus rostros estuvieron tan cerca, sus labios al alcance de
un insignificante paso. Tembló la mano blanca y los latidos aceleraron en las
arterias pulsantes de su envés... ¿era o no una invitación?
Un ladrido... pequeño, como el cachorro que lo externaba. Respingaron las
dos, pero fue la Duquesa la primera en apartarse, gruñendo. ―Oh... ahora sí hablas
pequeño traidor.― Señaló acusadoramente al ser espiritual de blanco
pelaje. ―Convenienciero.
El lobezno exhibió entonces los colmillitos, que al menos en las manos de
Shizuru no hacían ningún daño.
―Durhan quería un poco de mi atención. ― Aclaró con las manos ligeramente
levantadas, para evitar que el conflicto creciera. ―…y solo quiere protegerme.
―¿De qué? No hay una amenaza en Kilómetros.― Refutó molesta.
Y el cachorro se irguió sobre sus patitas tan orgulloso que cuando ladró,
Natsuki estuvo segura de que fue con alguna intención. Zafiro y esmeralda se
encontraron en duelo de miradas, el ceño fruncido del Doncel de Hielo y la
gélida mirada del Lobo Sagrado de Tsukuyomi.
―No pienso decir eso…― Susurró la castaña, ante lo que la criatura se dio
vuelta y comenzó a lamer su mejilla. ―Mmm… eso es chantaje.
Natsuki observó la interacción con bastante curiosidad e incomodidad,
algo muy parecido a los celos nació en su corazón. Porque de alguna forma, ver
aquello estando fuera… separada de la criatura blanca, dolía de algún modo. Y
no era una sensación nueva… ―¿Lo… entiendes? ¿Cómo?
―Yo… escucho el canto de Kiyohime, desde que era una niña… pensé que era
de lo más común en personas como nosotros.― Levantó una de sus cejas tan
seductoramente que la morena olvidó por un momento lo que había preguntado, y
la consecuente respuesta. ―¿Tú no?
―No…― Aclaró su garganta con evidente desagrado. ―Ese… espíritu no ha
tenido tal delicadeza conmigo.
―En Tsu no podía oírlo, pero intuyo que se debe a que entonces eran dos
voces queriendo hacerse escuchar y para mí era solo ruido… su esencia...― Esta
vez bajó la mirada sobre el lobo cómodamente dispuesto en su regazo. ―…me
dificultó bastante distinguir a Natsuki en aquella forma tan… tierna.― Sonrió
en la memoria de aquellos momentos. ―Aunque podría reprochar por todas esas
veces que fui vista desnuda por ti, ahora que lo pienso…
―¿Qué? Yo… no… tenía mucho voto al respecto ¡Lo juro!― Juntó las manos en
súplica.
―Ara Ara… entonces no querías verme desnuda.― Fingió decepción.
―¡Claro que sí!… pero… no sin tu consentimiento.― Ahora tenía el rostro
completamente rojo y una expresión mortificada.
―Eres encantadora cuando quieres… fufufu― Se cubrió elegantemente los
labios.
―¿Qué significa eso?― Frunció sus negras cejas con duda.
―¿Quieres que te haga conocer su voz? Supongo que Durhan tiene algo para
decir.― Preguntó la joven madre con gentileza y desviando el tema del peligro.
Con una mano continuó mimando la cabeza del lobo, mientras que con la derecha
retuvo la mano de su esposa, acariciando con el pulgar los nudillos, pequeños
círculos con la yema de sus dedos. ―¿Estaría bien para ti?― La antes maldita
descendiente de los Kruger asintió. Un suspiro nació de los labios de Shizuru,
aunque esta vez la criatura no hubiera abierto el hocico. ―Es un ser divino, la
creación de Tsukuyomi… dado a Amaterasu como obsequio y entregado como herencia
a Mikoto, quien te ha cedido su derecho… sin embargo Durhan no es una posesión,
ha vivido desde el tiempo en el que su señor cortejaba a la señora del sol, es…
francamente más antiguo que Ame no Mikoto.
―Eso lo sé, no la parte de quien es su padre… me refiero a lo de ser…
Dios, un Dios lobo...― Tensa la barbilla, pestañeó, los arcos de sus cejas
bajaron y sus ojos miraron al lobo. ―¿Es esa la razón de no poder enlazar? ¿Soy
tan insignificante para ti?― Se aferró un poco más a la mano de Shizuru, quien
le miraba con tal vez la misma incredulidad que Durhan. La pequeña bola blanca
se irguió y abandonando la comodidad del resguardo que le ofrecía Shizuru, posó
sus patas sobre el granito de aquel recinto sagrado, alejándose más y más de la
pareja. ―¡No te marches solamente! ¡Responde!
Algunos metros más lejos, una estela de luz hermosa se extendió durante
un instante, dando paso al lobo en su estado puro, tan portentoso… era
magnífico en realidad, su pelaje estaba hecho de hebras de un tono blanco perla
capaz de proveer luz o reflectarla, no estaba segura, pero Natsuki se
identificó a sí misma, recordando la melena luminiscente que ocupaba durante su
enlace. Tenía cierto parecido con el lobo en el que se transformaba cuando no
tomaba la forma maldita del licántropo, salvo que Durhan era en sí mismo algún
tipo de ser gélido, sólido y líquido al mismo tiempo, su pelaje parecía
infinitas flamas meciéndose ante un viento inexistente. Era onírico… entonces
notó el tatuaje dorado de copo en su frente y la joya del zafiro de hielo, eran
de él en realidad, y Natsuki volvió a sentirse poca cosa. ¿Qué era suyo de todo
aquello? Nada al parecer. Inclinó la cabeza apenada… era una criatura divina
después de todo.
―«No te desprecio más de lo que
tú… lo haces contigo misma»― Susurró Shizuru con la voz unas notas más
graves de lo normal, despierta y serena, pero con un brillo como el de Durhan
rodeándola.
―¡Déjala!― Le exigió a la criatura.
Pero el Gran Lobo Sagrado se mantuvo impasible, y se echó junto a la
castaña ante la impotencia de Natsuki, solo entonces la pelinegra observó que
esencialmente Durhan no era la única criatura que acompañaba a su esposa. Una
mujer que sin duda podría pasar por hermana suya, estaba sentada a la espalda
en la misma postura que Shizuru, y que, al mirarla, le sonrió de una forma tan
tranquilizadora que no supo cómo reaccionar, de hecho, le parecía tan
extrañamente familiar, salvo que sus ropas eran… de la antigua era. ―«Ella es Kiyohime, la conocimos en el
mausoleo de la familia Fujino Viola, es su guardiana… y si no me ha atacado por
la proximidad, es simplemente porque puede percibir el mismo instinto protector
en mí»― Aclaró como si leyera sus pensamientos.
―Era una serpiente hidra de nueve cabezas…― Tragó saliva, y bastante
temible si se permitía recordarla; si no hubiera estado tan interesada en
mantener a Shizuru a salvo y gustarle por aquel entonces, hubiera desistido de
molestar a la criatura aproximándose a su ‘santuario’, nunca imaginó que
restaurar el mausoleo daría como resultado una chica y muy hermosa.
―«Esa no es la forma de tratar a
una doncella»― y eso pareció más un
cuestionamiento de la propia Shizuru que del Lobo, pero dado que empleó el
mismo tono, Natsuki concilió que fue un reproche espectral.
―Una disculpa por ello, no es contra ti… Kiyohime.― La reverenció con su
cabeza y la doncella espectral la disculpó sin problema, al parecer le divertía
el escenario. Volvió la vista esmeralda sobre el arcano ser de pelaje
flameante. ―No es el tiempo de reproches, ni de la diplomacia… dime que debo
hacer. Si en algo te importan Shizuru o Kiyohime, Erin y Tsukira…―
―«Son tan mías… como tuyas, no soy
yo quien te rechaza ‘Doncel de Hielo’»― un amenazante gruñido y la vista de
la imponente dentadura, hizo tragar saliva a la morena. ―«Es tu desprecio… el que me aparta y me obliga a permanecer lejos. Yo
soy Durhan, la bendición que te fue otorgada por Ame No MikotoNigihiro… pero
siempre, me viste como a la maldición, que no era… yo la atenué cada día,
llevando en mis hombros la misma carga»―
―¿Dices que soy yo el problema?― Sonrió con ironía. ―Yo no me evaporé de
la existencia en cuanto la maldición fue rota, ni desvié la mirada cuando el
látigo caía en mi espalda… ni las flechas, ni las balas… ¡Ni siquiera fuiste el
candelabro en la mazmorra de mi enemigo!― Reprochó disgustada, el llanto bajó
por la mejilla nívea, su ceño fruncido y por orgullo, se secó las lágrimas con
la manga blanca. ―No estuviste ahí, cuando más te necesitaba…― y ahí estaba, el
tipo de mirada llena de desprecio que Yuuki había señalado una hora atrás.
―«No me fui, nunca me he apartado
de ti…»― Se levantó y se aproximó a
Natsuki.
Pero la morena se puso de pie para alejarse del lobo. ―Es algo,
conveniente por decir Durhan… incluso cuando pensé que eras mi maldición,
fuiste la única cosa segura en mi vida… ahora no hay una forma en la que te
crea.
―«Un humano habría muerto… lo has
pensado suficientes veces, deseando secretamente que fuera el final»― Y eran palabras difíciles de oír, viniendo
de los labios y la voz de la mujer que amaba, aunque fuera la misiva del lobo.
―«Y sería cierto, si fueras solo tú…
Natsuki Kruger, pero no fuiste sólo tú»―
Durhan se aproximó, esta vez sin que Natsuki se apartara, elevó su
cabeza y aulló a la luz del sol en el distante cielo, por lo que al bajar su
hocico cualquiera que fuera la fuente de la flama plateada se apagó.
Lo hizo lentamente, hasta que el lobo que era majestuoso e imponente dos
segundos atrás, exponía la piel desnuda a la vista de las esmeraldas
incrédulas, luego doloridas y hasta arrepentida. Allí donde Natsuki recibió
alguna herida, una marca semejante estuvo alguna vez en la carne del Lobo, y al
igual que ella, tenía deformada la piel del lomo, la cicatriz de la bala, de la
flecha en la misma pata que era equivalente a la mano lastimada de la morena.
Se negó a mirar más, porque conocía cada instante en el tiempo, cada
cicatriz y el dolor que le ocasionó… uno que habían compartido. ―Eres un Dios,
no… no eres material, esto no debería pasar…― Tembló, se cubrió la boca con la
mano… entendiendo lo que habría sentido Shizuru al mirarla así, pero ella era en
ese momento el elemento de la voz del Lobo.
―«He aceptado compartir
cada herida, cada lágrima y gota de sangre que has derramado… del mismo modo
que he vivido las mismas alegrías»― y si un lobo pudiera sonreír, es
seguro que él lo habría hecho. El gesto en cambio se expresó a través de la
boca pulida de Shizuru, con una mueca capaz de enamorar a quien la observara. ―«No desharía el camino que recorrimos,
cachorro… aún si el camino es difícil, hay tantas otras cosas hermosas que nos
aguardan»―
―Lo siento tanto… Durhan.― Se dejó caer de rodillas junto a la criatura,
con las dos manos en el suelo y las gotas humedeciendo el suelo bajo su
barbilla. ―Pero… me he sentido tan sola y tan perdida, insignificante.― Bajó la
cabeza, sintiendo como alguna de las grietas en su interior se desvanecía,
porque alguien… había estado a su lado cuando todo parecía imposible. ―Ojalá
puedas perdonarme.― y todo cuanto sintió
fue la tibia cabeza del lobo apoyarse en su hombro.
―«El mío lo tienes
desde antes del principio, cuando aún no nacías… el que te has negado, viene de
ti misma. Pero nunca olvides de nuevo, que no estás sola…»― Brilló
de nuevo, con el mismo brío que antes, como si debajo de esas flamas que
conformaban su pelaje no hubiera el más mínimo rastro de algún rasguño, la luz
se extendió cubriéndola por completo y una vez se apagó, la híbrida guerrera
quedó en el lugar del Lobo y de Natsuki.
―Sospecho, que tendré que acostumbrarme a verte de este modo… eres tan
hermosa que duele, no serías de este mundo, después de todo.― Y Natsuki
comprendió lo mucho que adoraba el acento de su esposa, porque su voz terminó
por parecerle aún más hermosa al traer de vuelta aquel matiz pícaro y jovial
que le caracterizaba. ―Aunque… sospecho que a Kiyohime también le pareces muy
bonita. ¿Debo sentir celos?― Se quejó con un mohín, y la guardiana se evaporó
sabiamente.
―Nunca…― Dijo la de cabello luminoso antes de abrazar a la castaña y
poner su barbilla en el tibio hombro. ―Te amo… Shizuru.
―Y yo a ti… Nat…su…ki― Jugueteó con el nombre en sus labios, aferrándose
aún más a la lobuna. No todo estaba resuelto, ambas lo sabían, pero de aquel
momento un puente se había formado, y así mismo la esperanza de reconstruir lo
que las circunstancias dañaron tan profundamente, latía constante como sus
corazones.
.
.
.
Estaba acostumbrada a ser tratada como un pedazo de carne, de modo que no
fue una novedad ser vista lascivamente más que solo por los hombres del grupo
cuando subió a la vista del gentío, teniendo en cuenta la temperatura y que sus
ropas frecuentes no eran más cubiertas que lo que tenía puesto, en realidad se
sorprendió cuando sintió un golpe en la retaguardia, una palmada que sin duda
había empleado la mano abierta del agresor… volvió la vista sobre el sujeto en
cuestión, un soldado de la corona, tan lustrosamente ataviado en la armadura, a
quien la sonrisa cómplice de sus compañeros acolitaba tan insidiosa acción.
―¿Querías tocar soldado?― La sonrisa de Nao animó incluso más al
envalentonado militar.
―¿Y qué podrías hacer al respecto? ― La miró de arriba abajo.
―¿prostituta?― Dijo en voz alta, lo cual trajo las risas de sus compañeros.
―Querer no significa que puedas.― y más tardó ella en decirlo que el
hombre en caer al suelo sosteniéndose la hombría posiblemente perdida a manos
de una iracunda pelinegra, muy semejante a la Duquesa. El hombre devolvió la
comida a los pies de sus compañeros, quienes vieron espantados el filo de una
cimitarra apuntando a lugares demasiado estimables a su entender.
―Si no quieren pertenecer al coro de los castrati de la corte, harían
bien en disculparse con mi dama y largarse de aquí, llevando su basura con
ustedes.― Las amenazantes palabras de la
ojiverde fueron suficientes para que los hombres se fueran llevándose consigo a
su incapacitado compañero, no sin antes reverenciar a Nao a modo de disculpa.
La pelirroja no había movido un músculo, cuando Zade se desprendió de su
capa y con esta la cubrió por los hombros. Ladeó el rostro y miró a la chica
más joven, con los ojos un poco hundidos y la mirada cansada. ―Sabes que… les
iría peor por mi mano.
―Soy… ¿compasiva? Te aseguro que ese hombre ha perdido la capacidad de
engendrar.
En otro tiempo habría ingeniado una broma adecuada, no este día. ―Eso no…
importa, gracias por la capa.― Dijo
acomodándola mejor para cubrir su desnudez antes de continuar su camino, lo
cual extrañó muchísimo a la joven argita, quien la siguió silenciosamente, sin
tener del todo certeza de lo que estaba pasando o por qué repentinamente Nao no
tenía interés alguno en ella, ya por no mencionar lo preocupada que estaba
sobre lo que vio y oyó en ese lugar, de las heridas que tenía la mujer en su
cuerpo.
La pelirroja estaba tan sumergida en sus pensamientos que no prestó
atención a su callada compañera, cuando tomó un recipiente y sacó agua de la
fuente; ni siquiera cuando entró en el templo a la locación que le diera algo
de privacidad para lavarse con un paño y pretender vestirse. Salvo porque otras
manos mojaron el paño, lo escurren y deslizan húmedamente sobre la piel de su
hombro. ―Zade… ¿Por qué?
―¿Qué cosa?― No era extraño en realidad, cuidarse mutuamente las heridas
de algún entrenamiento o batalla, incluso defenderse la una a la otra de los
acosadores incapaces de controlar las pulsiones más bajas de sus instintos
animales.
―¿Por qué nos seguiste?― La miró de soslayo, había un dejo de reproche en
la voz de la bailarina.
―Yo no…
―Puedes mentirle a quien quieras… pero, no a mí.― Frunció el ceño, años
de mirar siempre sobre su hombro por precaución y ¿pretendía fingir que no
estaba allí? Era indignante. ―Además, llegaste demasiado rápido, incluso para
ti… por lo que evidentemente me seguías y tienes esa jodida cara de que oíste
lo que no debías.― Suspiró con desaliento. ―Por eso estas aquí.― Lo cual era
una cosa bastante decepcionante. ―Dispara...
Ya no tenía sentido negar la realidad. ―Estás haciendo cosas que… son en
realidad muy peligrosas ¿quieres probarle algo a Kruger?
―Nada en lo absoluto.
―Sabes que pudo, matarte por accidente… o voluntad, sería una línea muy
delgada.
―Le debo la vida y le hice mucho mal... yo iba a morir con dignidad hace
unas horas. Cada respiro que tengo, es un regalo. Quiero que entiendas, que...
sepas. Yo no quería ser un monstruo, Zade... no fue el plan de mi vida,
torturar física o psicológicamente a personas, ya sabes... no tenía 7 años
cuando pensé, hey... ¿por qué no ser la mano izquierda de un desgraciado capaz
de destruir al mundo entero por hacer cumplir sus ambiciones?― Se acarició el
puente de la nariz para disimular el cómo sus dedos intentaban secar las
lágrimas. ―Realmente crees que deseé convertirme en bailarina exótica, o darle
solo un sentido a mi existencia a través de la ira y la sed de justicia para no
enloquecer... porque si no cobraba venganza por la muerte de mi familia,
entonces nada tendría sentido. Y ahora la lista solo se hizo más larga.― Un
lapso de flaqueza, solo ese momento necesitaba antes de levantar las murallas
más firmes que antes.
―Sabes que te entiendo mejor que nadie, fuimos marcados por pertenecer al
valle negro... Darsiv y yo, éramos niños... pero los herederos de las bestias
espirituales del legado de los Tarik.― Suspiró. ―Tampoco hemos sido unos
santos, hemos ido contra inocentes por la voluntad de Nagi.
―¿Has torturado a alguien Zade?― Nao tensó la mandíbula, se mordió el
labio.
―No... Yo...― Suspiró, había perdido esa discusión mucho antes de
empezar, lo sabía, pero era Argita y además terca.
―Te enseñé lo que sé, para que jamás tuvieras que usarlo, así que me
alegro.― Acarició la mejilla broncínea de la pelinegra, como si fuera el último
tacto.
Apartó el rostro de aquel contacto, no podía solo obviar lo que oyó.
―¿Por qué... lo hiciste?
―Conoces la respuesta, hace mucho tiempo.
―He sido un lastre...
―Entonces no escuchaste la parte de... no soy una asesina, gracias a ti.
―Pero drogaste y violaste a Natsuki... por mí.― Ya no se trataba del
perdón, ahora su mente conocía el peso de esa carga.
―No era algo que deberías escuchar, solo me justifiqué... de cualquier modo,
era una venganza, no... no tienes velas en ese asunto.― Nao entendió pronto con
solo verla, en qué dirección iría el pensamiento de la morena más joven.
―¡Deja de protegerme!― reprochó con indignación, antes que conceder a Nao
el esconder todo una vez más, en su particular maraña de mentiras. ―Incluso si
crees que así no he de sentir culpa por eso, porque no funciona Nao, sé que no
querías hacerlo.― Y al menos eso era un alivio, porque no estaba en presencia
de alguien como Nagi, aunque tampoco la consideraría la más inocente de las
mujeres. ―¿Cuál fue la exacta amenaza de Nagi... si te negaste al principio?―
Cerró sus dedos alrededor de la muñeca de Nao, no la dejaría ir sin una
respuesta directa. ―Yo también sé leer cuando mientes.
―Te serviría a todos los que quisieran tomarte en el castillo... y vaya
que sería un regimiento... eres endemoniadamente hermosa,― Sonrió amargamente,
acariciando la mejilla de la joven con la mano izquierda. ―Todos me envidiaban
porque eras mía, y yo solo tenía que soportar de vez en cuando el que Nagi te
robara un beso, de alarde... y solo eso.― Aunque jamás diría que moría un poco
en cada ocasión de verlo.
―Y era horrendo, un beso... no quiero pensar qué sería con todos...
¡Hubiera huido!― Buscó la salida más evidente, obviando un insignificante
detalle que Nao, no olvidaría en mucho tiempo.
―Y eso hiciste Zade.― Sonrió recordando lo infructuoso que fue. ―Quisiste
irte, pero él tenía a Darsiv con él... te atrapó antes de que pudieras salir, y
GonHiu te golpeó, no hizo otra cosa por temor de lo que yo le haría en
venganza... y porque aún tenía la complacencia de Nagi conmigo.― Bajó la
mirada. ―Pero si yo hubiera cometido un error, o flaqueado... sé que te habría
encontrado abusada a la mañana siguiente, porque esa misma noche fuiste
apresada, ellos te tuvieron en sus manos y a su merced ¿Lo entiendes ahora?―
Tragó saliva, no se había sentido tan débil o vulnerable desde la ocasión misma
de la muerte de su familia, como en el momento en que Nagi alardeó de ese
hecho. ―¿Qué crees que sentí cuando te vi atada y postrada a sus pies?
¿Imaginas el miedo que me atenazó suponiendo que él detectó alguna duda o
titubeo? Porque yo dudé, titubeé... y quise detenerme. Me drogué a mí misma
para tener el valor Zade, y que él lo creyera.―
Sus manos temblaron, no quería estar cuerda en aquel momento. ―Si
estamos vivos ahora, es porque hice lo que tenía que hacer... entonces los
entregó a mí, para castigarlos por su rebeldía pues eran a fin de cuentas mi
propiedad. Aunque sabes que jamás los lastimaría. Estuvieron a salvo al
final... y eso es todo lo que importa.― Retiró la mano de la argita de la suya,
liberándose del agarre gentil.
―Nao...― y la juzgaba con toda la dureza que acudió a su pensamiento, sin
cuestionar siquiera los acontecimientos, pero ¿quién podría culpar a la joven
Zagara, si ella misma había sufrido lo suficiente en esa noche?
―Quise que me viera como el monstruo que fui, para que me odiara tanto
que tenga a quien culpar y pueda superarlo alguna vez, salvo que... Nagi se aseguró
de atormentar nuestros recuerdos con sus malditas manipulaciones. ¡Quería que
pensaran que no me duele para que el olvido llegue! pero vi su desprecio y no
pude tolerarlo, ¡ojalá usara esa máscara fea!― Golpeó el muro cristalino.
―Querrías no verla a la cara.― Zade bajó la mirada, no había consuelo que
pudiera dar ni encontraba sentido en celebrar la integridad de su cuerpo, el
cual no fue tomado de la forma más ruin apenas unas noches atrás.
―Hubiera sido bueno...― Suspiró, recuperando tenuemente la compostura.
―¿Por qué?
―Porque me mira de la misma forma... en la que tú lo haces ahora.― Y la
mirada de aquel color verde olivo, se llenó de nuevo con la indiferencia
superficial que Nao empleaba para todos los externos a su mundo, dejándola a
ella también fuera de una vez por todas. ―Estás aquí, ayudándome... pero no
puedes disculpar mis acciones y yo no te obligaría.― Una verdad, una violación,
fueren cuales fueren las razones, se antojaba imperdonable. ―Porque yo no lo
hago, y tal vez se debe a que no me arrepiento de haberlo hecho por las razones
que lo hice, fue algo que yo elegí... no tú... pero sé que lastimé mucho a una
persona querida, a alguien inocente.― Se mordió la uña del dedo pulgar antes de
mirar de vuelta a la que fue su amante. ―Esto se acabó, Zade... es veneno para
el corazón y tú ahora eres libre. Conoces el camino que tomó Darsiv y ruego
porque al final de todo esto... lo que encuentres, sea a tu familia a salvo.
―Nao... ¿acaso tú...?
―No voy a morir esta noche, Zade. Pero mis mañanas no las viviré junto a
ti...― Sentenció con una voz ausente de emociones. ―Encuentra un camino y una
vida mejor, no te prometí nada menos que eso y yo sé bien, que algo así no lo
vas a encontrar conmigo.― Dicho eso simplemente se encaminó a un lugar donde
pudiera lamer sus heridas y vestirse para tomar un descanso antes de la Luna
Escarlata.
―Tal vez... por esta vez debería hacer caso de ti.― Musitó a la nada,
sabiendo que Nao siempre fue como el aire... tan efímera e irreal, pasando a
través de sus dedos, de su piel, como si de un fantasma se tratara. Bajó la
mirada... ―Darsiv, ¡qué falta me haces en estos momentos, hermano querido!―
Alzó la mirada en busca del cielo, al oeste... divisó los picos de la montaña
en la que se separaron; suspiró largamente... cuando la Luna escarlata
desaparezca del firmamento, entonces tomará ese camino sin mirar nunca más
hacia el pasado.
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Cristo es grande y me ama.... Yupy ya te extrañaba... No te olvides de tus súbditas... Que te esperan con ancias mi reina escritora....con amor por la lectura Sam desde Colombia España
ResponderEliminarMe encantó gracias por seguir con la historia
ResponderEliminarQ alegría volver a leer está maravillosa historia...
ResponderEliminarDebo decir que soy una fan de esta historia.
ResponderEliminarGracias Cristalsif!!!
Muchas gracias por continuar con la historia, es un relato muy interesante y seguimos a la espera de la culminación del mismo. Un abrazo desde Colombia
ResponderEliminarCristasif me sigues haciendo sentir cosas muy bonitas con esta historia, por favor sigue con ella. Muchas gracias!! Un Beso grande desd España. Carmen
ResponderEliminarYujuuu valió la pena la espera, me encantó, Gracias por regalarnos un capitulo más de tu ingenio, saludos desde Colombia
ResponderEliminarVale la pena la espera y gracias por mostrarnos lo que están viviendo estas 4 parejas... Espero la próxima sea Nina y su amor. Gracias por todo
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