No fue hasta dos días después que me decidí a ir al Horizonte. Suficiente crueldad y ventaja me había dado al quitarle a la campesina dos días de intentar “conquistarme”. Había tenido un día muy caótico en la oficina y quería un café de Gee-gee. El único que me podía reponer pero, cuando iba llegando al bar, después de estacionar el auto cerca, vi a la campesina sentada en las escaleras del lugar. <<¡Qué mierda hace aquí a esta hora>> pensé hastiada.
La vi sentada con las piernas estiradas y sus manos apoyadas en un escalón, lo que me recordó, para mi desgracia, un período de mi vida que me había empeñado en olvidar.
Joven y demasiado incrédula, tonta y llena de fe en el amor y la humanidad. Confiaba en todo y en todos, pero por sobre todo, confiaba en Ana.
La conocí en la escuela. Me había mudado a la ciudad con mis padres. Venía de un pueblo perdido en la carretera al sur. De esos pueblos que nadie sabe que existen.
Mi padre después de jugar a la lotería durante 15 años logró atinarle al premio mayor el cual invirtió en propiedades y en la bolsa y a mí me pagó el mejor colegio para terminar los 2 años de estudios que me quedaban. Esos colegios que parecen hoteles 5 estrellas con niños que con suerte saben que existen más lugares que en donde viven.
Así fue como conocí a Ana. Ella era mi compañera de banco y terminaríamos haciendo todo juntas. A mí me gustó desde el primer día, con su pelo rubio y ojos azules. Comenzamos a salir después de un año de amistad. Fue mi primera relación, mi primer beso, mi primer amor. Era mi mejor amiga y confidente.
El problema fue que ni sus padres ni los míos apoyaron nuestra relación, sólo porque éramos dos mujeres. Aun así y en contra de todo y todos, nos fuimos sin un peso y llenas de ilusiones a vivir juntas a una pieza a un edificio en el centro de la ciudad.
Yo me puse a trabajar de mesera y ella consiguió una beca en la escuela más prestigiosa de teatro y ahí la esperaba yo, después de trabajar, la iba a esperar en las escaleras de su academia, con las piernas estiradas y los brazos apoyados en el escalón, hasta que la escuchaba detrás mío llamarme: “ hola mi bella princesa”.
Caminé hasta la entrada del bar y miré a la campesina con molestia.
-¿Qué haces tú aquí? – le dije con cara de asco
-¡eres bien tramposa! –dijo mientras se levantaba con calma, pero no noté enojo en su voz.
-¿ah, sí? ¿Por qué lo dices? –pregunté mientras cruzaba los brazos y levantaba una ceja.
-no venir en dos días, claro que te da ventaja, pero no voy a dejar que te salgas con la tuya. Vamos, ven conmigo. –dijo mientras me miraba y caminaba alejándose del bar.
-supongo que no esperaras que te siga. –le dije mirándola con seriedad.
Ella se detuvo, me miró, soltó una carcajada y se acercó con una sonrisa de medio lado.
-para ti es súper fácil venir aquí, levantarte a una chica y seguir tu vida como si nada. Pero no creo que sea así en terreno que no conoces ¿o sí? –se dio la vuelta y caminó con las manos en los bolsillos.
No pude evitar abrir los ojos de par en par. ¡Esta perra me estaba desafiando! Creía que no lo lograría en otro lugar y algo así no lo podía aguantar.
-¡oye, campesina! Tengo mi auto estacionado cerca de aquí, espérame acá. Ni creas que me iré caminando a donde sea que me lleves.
La vi sonreír entretenida, sabía que había conseguido lo que quería, pero bueno, yo ya tenía suficiente ventaja y quería saber a dónde tramaba llevarme.
Cuando llegue con el auto pude ver su rostro impresionado ante mi negro deportivo Alfa Romeo.
-¡woh! Cuando me dijeron que tenías dinero nunca pensé que tanto –me dijo mientras subía al auto.
Sonreí aburridamente complacida –no te imaginas cuánto. Y bien ¿A dónde vamos?
-¿en cuánto tiempo puedes llegar a la cosa con esta belleza?
-depende… –le dije mirándola de reojo.
-¿de qué depende?
-de si te asusta la velocidad. –le dije mientras encendía el auto y aceleraba el motor.
Ella se puso el cinturón bastante rápido. Imaginé que le entró miedo.
-pues yo te indico por donde, no quiero que sepas de antemano a dónde vamos.
-me parece. –le dije mientras aceleraba a gran velocidad.
Llegamos a la costa en una hora, de no ser que se quiso hacer la ruda, estoy segura que la campesina me habría pedido bajar del auto cuando iba pasando los 120 kilómetros por hora en carretera.
Me indicó unas calles cerca del puerto y llegamos a unos estacionamientos privados. Dejé mi auto ahí, no sin cierta desconfianza, no todos los días se ve un Alfa Romeo por estos lados, y me llevó por unos callejones hasta una casona antigua que parecía deshabitada. Ella tocó la puerta y pasado unos minutos le abrieron.
Me miró y con una sonrisa de medio lado me indicó que pasara.
Yo no sabía a qué clase de cuchitril me había traído y me estaba hartando un poco.
Subimos unas escaleras interminables y de pronto llegamos a una especie de buhardilla muy grande, decorada con luces de navidad, una especie de barra atendida por un joven de no más de 16 años. El suelo estaba lleno de cojines de colores, medios desgastados. Había harta gente, pero no como en el bar de Gee-Gee. El ambiente era más oscuro pero acogedor. Y dos de los muros era de ventanales que dejaban ver todas las luces del puerto que no dormía nunca.
-¡Hola! Tanto tiempo Lito. ¿Cómo va la cosa? –saludó la campesino al chico de la barra con el típico apretón de manos de los hombres.
-bien, bien, cada día mejor.
-¿sigues en la Escuela?
-no, estoy dando exámenes libres. Ya sabes, más por mi mamá que por gusto. Sabes que me gusta esta buhardilla. –le dijo a la campesina mientras limpiaba la barra y esbozaba una sonrisa avergonzada.
-jaja, sí, lo sé. –le dijo con unas palmaditas en el hombro.
La campesina avanzaba y saludaba a todos. La gente del lugar me miraba pero no como en los lugares que frecuentaba, sino como alguien como que no debería estar ahí. No me sorprendía, el lugar había sido armado con poco presupuesto y todos parece que vestían con ropa de una tienda Americana y yo venía directamente importada de Armani, zapatos Prada, con la cartera más cara de Michael kors y con las uñas y el pelo hecho de peluquería. Nos sentamos en un rincón cerca del ventanal sobre unos cojines que a pesar de que estaban viejos y desteñidos eran bastante cómodos.
-¿no te molesta sentarte en el suelo, cierto? –me dijo la campesina entretenida.
Le devolví una mirada despectiva mientras me sentaba, como diciéndole que eso no era nada y no me incomodaría.
Se me acercó el joven de la barra y pasando su brazo alrededor de los hombros de la campesina le preguntó si iba a querer lo de siempre.
-¡Obviamente, Lito!
Este chico se volteó hacia mí y, como obviamente pasa, vi como quedaba “flechado”.
-¡Guauuu! ¿Quién es tu amiga? Nunca antes habías traído a alguien así acá. De haber sabido que vendría un ángel caído, tendría esto más limpio.- dijo mirándome con galantería.
No pude evitar soltar una pequeña carcajada ante el coqueteo del chico al que llamaban Lito. Podría haber sido mi hermano menor, él lo sabía, pero aún así se esforzaba.
-¿Qué puedo traerle a esta belleza?
-Lo que tú quieras muchacho, pero fuerte, ¿vale?- le dije con una mirada coqueta siguiéndole el juego.
-¡En seguida!- dijo Lito mientras salía corriendo hacia la barra.
-¡Jaja! Pobre Lito, ¿No te basta con conquistar mujeres? – me dijo la campesina mirándome entretenida.
-Aún no me he metido con escolares. Quizás sea entretenido, pero no tengo ganas de hacer de mamá, quizás si un día me gana el aburrimiento… - dije fríamente, como si el tema no me importara.
La campesina me miró entre indignada e impactada. Lo cual me pareció perfecto, ya estaba demasiado entretenida con mí actuar y no quería que se sintiera cómoda.
Lito llegó con los tragos: Una cerveza artesanal para la campesina y un whisky en las rocas para mí.
-Nadie pide este tipo de tragos aquí, pero tenía unas ganas tremendas de abrir esta botella. Creo que te puede gustar.
-Vaya… Gracias!- le dije, y lo probé. Para mi sorpresa, era un whisky bastante bueno y como el chico estaba despertando cierta simpatía, se lo reconocí. – Bastante bueno, ¿No? Buena decisión, después me tomaré otro.- le dije alzando mi vaso en señal de salud y con una sonrisa de medio lado.
El chico quedó en las nubes y se fue chocando con un par de cojines hasta la barra.
-Bueno y que hacemos aquí. ¿Cuál es tu plan? – le dije a la campesina sin mirarla mientras probaba mi trago.
-Pues, sacarte de contexto primero. Incomodarte, segundo. Y conocerte más, tercero. – dijo mirándome con una sonrisa de medio lado y tomando un trago de la cerveza.
-¡Jaja! ¡Incomodarme! Por favor… yo no me incomodo con nada.
-¿No? Pues parecías incómoda cuando me viste en las escaleras del bar… - me dijo levantando una ceja.
>>Touché<< pensé.
-No, no, no… sólo molestia. Eres como una pulga en el trasero.
-¡Ja ja ja! ¿Me creerás que mi padre me decía así mismo? Por cierto, soy Laura.- dijo ofreciéndome la mano en señal de saludo.
Miré su mano, luego a ella, enarqué los ojos y sonreí mientras suspiraba. Le extendí la mano y le devolví el saludo.
-Bárbara, aunque imagino que ya lo sabías.
-Sí, pero ahora lo sé de ti, eso es más importante.
-¡Ja! Como tú digas.- le dije y solté su mano.
Hubo un momento de silencio después del saludo en el que giré la mirada hacia el paisaje de luces que formaba el puerto. Me recordaba a la vista de mi departamento, sólo que más hermoso debido al reflejo de las luces sobre el mar. Pero aquí no me sentía una diosa poderosa y destructiva, era más bien, todo lo contrario. Me sentía pequeña, casi indefensa y sólo una vez me había sentido así.
<<Me voy, Bárbara, esto se acabó>> recordé.
-Eres muy hermosa, lo sab… - Laura me sacó de mis pensamientos, por suerte.
-Ay, por favor… cursilerías conmigo no te van a servir.- le dije con hastío mientras bebía.
-¡Esta bien! Está bien… lo había olvidado… y de que prefieres hablar.
-Pensé que tenías todo planeado.
- Sí, bueno… casi todo, aunque no se si te atreverías a lo que te quería proponer.- me dijo mirándome de reojo.
-A ver… dime.- me entró cierta curiosidad.
Justo cuando me iba a decir su propuesta, dos chicas que estaban en el lugar se acercaron y se sentaron, así sin más, con sus tragos donde estábamos nosotras.
-Hola, Laura. ¿De que hablaban? Nos podemos sentar aquí, ¿verdad? Preséntanos a tu amiga.
Yo me reía por dentro. Claramente había llamado la atención, para bien o para mal, de los allí presentes. Y era cuestión de tiempo para que se acercara alguien, reacción con la que Laura no contaba. Lo más probable es que pensó que sacándome de mi supuesta zona de confort en el “Horizonte Arcoíris”, evitaría cualquier contacto con alguien externo a nosotras, por lo tanto, reduciría la probabilidad de que me fuera con alguna chica llegado el momento en que me aburriera de ella.
-Nicol… Ceci… que tal… ahm… sí, siéntense.- les dijo Laura un tanto desconcertada.
Tras una breve mirada a ambas pude deducir su perfil. Nicol era delgada, pálida, de cabello morado y liso. Tenía algo así como un rollo con el sadomasoquismo. Usaba latex, plataformas, gargantillas de cuero y púas, como si fuera un perro y labios negros. Mucha personalidad para cubrir a una niña flacucha, sin senos, débil y con una clara carencia afectiva que suplía con latigazos. Ceci… en cambio, era masculina a decir basta, salvo porque tenía unos senos enormes que trataba de disimular con una camisa militar gigantesca. Era ancha, algo musculosa, usaba pantalones de hombre y bototos. Tenía expansiones, tatuajes hasta en la cara, aros en los labios, mejillas, lengua. Llevaba el pelo largo y trenzado, piel trigueña. De no ser por todo lo que se había hecho, me atrevería a decir que era bonita.
Que anduvieran juntas no me llamaba la atención. Nicol era una “performance” y Ceci era la guardaespaldas que rompía las piernas del que se pasara de listo. Pero lo más probable es que tuviera un “corazón de abuela” con ella.
-Y bien. ¿Qué conversaban?- preguntó Nicol.
-Laura estaba a punto de proponerme algo.- dije mientras miraba a la campesina con malicia.
Ella me devolvió la mirada como diciéndome >>me las pagarás<<.
-¿Una propuesta? ¿De qué tipo?- dijo Nicol mirando inquisitiva a Laura.
Noté cierto rubor en las mejillas de la campesina.
-Pues le iba a proponer un juego… para conocernos mejor.- dijo dando un largo trago a su cerveza.
Enarqué una ceja >>un juego<<.
-¡Ay. Que entretenido! Nosotras también queremos jugar.- dijo Nicol con una entusiasmo exagerado, irónico.
-¿De qué trata el juego?- dije sin mirarlas mientras sacaba un cigarrillo y lo metía en mi boca. Pero mientras buscaba en mi cartera el encendedor, Cecilia ya había sacado el suyo y me ofrecía la llama. La miré con picardía y encendí mi cigarro pegándole una calada. De reojo vi ciertos celos en el rostro de Nicol, los cuales trató de disimular cuando vio que la campesina estaba peor.
-Gracias, cariño.- le dije a Cecilia, con una sonrisa pero sin mirarla, luego me dirigí a Laura.- ¿Y bien?
-Pues… era un juego de preguntas y respuestas. Si no quieres responder, tomas un trago.
-Eso es muy aburrido, que tal si lo hacemos más interesante.- le dije dando otra calada a mi cigarro con una sonrisa de medio lado.
Nicol y Cecilia observaban intrigadas nuestro diálogo. Puedo adivinar que sentían cierta tensión.
-¿Y cómo haríamos eso? – preguntó la campesina.
-Yo adivinaré ciertas cosas de cada una de ustedes con sólo mirarlas. Si acierto, no les digo nada de mí, pero si pierdo, me pueden preguntar lo que sea y yo contestaré.
-¿Y cómo sé que contestarás con la verdad? –preguntó Laura.
-Sólo puedes confiar en que lo haré. Soy una mujer de palabra, pero también sabré si me mienten y no admiten que lo que diga de ustedes es verdad.
-¡Ok! ¡Trato! – dijo Laura.
Miré a Nicol y Cecilia esperando respuesta.
-¡Aceptamos! – dijo Nicol y Cecilia asintió.
Observé de reojo como varios de los presentes habían comenzado a prestar atención a nuestra conversación. Incluso el chico de la barra.
-Bueno ¿Con quién parto? De ti ya sé lo suficiente.- le dije a Laura. – Cecilia, cierto?- ella asintió de nuevo.
Cecilia era fácil de leer, como un libro de cuentos para niños. Me bastó con observar cada uno de sus tatuajes a la vista y donde se ubicaban, además de sus aros para saber quién era.
-Tienes entre 25 y 28 años, vienes de un barrio humilde, por no decir peligroso. Has tenido alrededor de 5 parejas relativamente estables, pero de la segunda te enamoraste perdidamente. Aprendiste a tatuar sola, esos dos tatuajes de tu brazo fueron los primeros que te hiciste y fueron por ella. Probablemente de madre soltera y ni idea del paradero de tu padre. La devoción a la virgen que tiene tu madre y todas sus oraciones por ti cada día hicieron que te tatuaras a la virgen en el pecho. También tienes un hermano menor que anda entre los 9 o 10 años… - mientras hablaba veía como los ojos de Cecilia se abrían de la impresión. Había acertado como era obvio y no tenía como negarlo.- vives con Nicol hace… mmm… 3 años. Trabajas en un club de boxeo y te gustan los gatos… creo que tienes 2… diría más pero creo que es suficiente con ver tu rostro.- terminé dándole una calada a mi cigarro.
-¿Cómo… supiste?... – fue lo único que dijo Cecilia, después miró a la campesina quien estaba pasmada igual que Nicol.
-¿Seguimos? – dije dando un par de sorbos a mi trago y apagando el cigarro. – Nicol… Nicol… - la miré unos minutos. Ella era un poco más complicada, pero sólo un poco. Como pensaba o sentía estaban impresos en su postura y en lo que vestía, pero al igual que Cecilia, tenía un par de tatuajes que me ayudaron a dilucidar más.- Nicol… tu madre murió hace un par de años.- vi cómo su rostro se paralizaba.- sólo queda tu padre, y la razón de que seas una “dominatrix” es justamente por la relación que tenías con ellos. Tu madre era una mujer de un carácter fuertísimo y tu padre es débil como una pluma. Siempre humillado por tu madre. Sufrías con esto hasta que en tu adolescencia, en tu primera relación con un chico, al pelearse hasta los golpes, sentiste un placer enorme, pensando que al golpearlo, castigabas a tu padre. Y es así cada vez que vas a tus encuentros con hombres mayores. Te fijaste en Cecilia porque ves la energía de tu madre en un cuerpo masculino como el de tu padre, así que prácticamente es como si estuvieras con tu madre y tu padre a la vez… ¿Pensándolo bien… serías un caso clínico sumamente interesante para Freud o Jung?.- prendí otro cigarro mientras terminaba de decir aquello.
Nicol no dijo nada, sólo se bebió su trago de un sorbo.
-Creo que hoy no sabrás nada de mí… - le dije con una sonrisa de satisfacción a la campesina, ella me miraba irritada.
En el lugar reinaba un silencio rotundo. Yo sentía tanto placer al destruir los muros de seguridad de la gente, me deleitaba con el caos mental que causaba en los demás. La diosa destructora había bajado al mundo de los mortales y en su paso había acabado con todo.
-Léeme a mí.- oí decir al chico de la barra.
Me volteé, lo miré impertérrita. Una lástima que quisiera algo así, porque por mucha simpatía que sintiera, sería implacable con él.
-Ven entonces.- le dije.
El chico caminó hacia nosotras, se sentó frente a mí una vez que la campesina se hizo a un lado. Varios de los presentes se acercaron a nuestro grupo y desde atrás nos comenzaron a observar expectantes a ver que iba a decir. El chico se quedó en silencio. A él sólo lo miré a los ojos un par de minutos.
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