Disculpen el retraso, estoy teniendo baches de escritor, hace mucho que
no hacía esto, ojalá disfruten lo que sigue
CAPÍTULO 12 ENCUENTROS
El monarca avanzaba
por el pasillo escoltado por su guardia, una sonrisa escapó de sus labios al
sentirse más tranquilo con la llegada de su hijo, un mes y una semana había
pasado desde que este había huido del castillo y desde que hubiera enviado a su
investigador con el fin de recuperarlo, era ya de noche, pero eso no le
importaba, necesitaba darle las buenas nuevas a su hija.
Se paró frente a la
puerta levantando la mano para posar los nudillos sobre su superficie, entonces
unos suspiros venidos desde el interior detuvieron sus movimientos, ¿Acaso
esos… eran gemidos?, tensó la mandíbula con visible enojo, eran sonidos que
rara vez había escuchado en el deleite de sus amantes y que no escatimaban
derroche para exponer los placeres que las dos doncellas ocupaban al otro lado.
Miró de soslayo al guarda cuya distancia ahora justificada delataba cuán
frecuentes eran las noches apasionadas de los “recién casados.”
La sonrisa de Okuzaki
se desvió intentando fingir no entender los pensamientos del Rey. Keinji se
aclaró la garganta y con dos golpes suaves llamó a la puerta esperando se
abriera al instante, pero no fue así, algunos minutos le bastaron para darse
cuenta de que estaba siendo ignorado por las ocupantes de la habitación quienes
se olvidaban del mundo en fogosas posturas.
Tocó más y más
fuerte, perdiendo los estribos en el quinto repicar. ―¡Es imperiosa tu presencia
en mi despacho!― levantó la voz reprimiendo los deseos de tirar la
puerta.
Cesó por un momento
el crujir de la cama y el golpeteo con la pared.
―Es…es...tar...de...háblame...mañana padre.― la voz más ronca que de costumbre
le hizo cerrar los puños con ira, pero, no podía ceder ante los deseos de sacar
a su hija de la recámara pues no estaba sola y no confiaba en la discreción de
su compañía.
―A primera hora
espero verte― giró sobre sus talones sin esperar respuesta, no queriendo seguir
oyendo aquellas expresiones de la intimidad que le taladraban la cabeza con más
ideas de lo que podría estar sucediendo o más bien haciendo ese par; oídos
sordos ante algo que pasaba en sus narices desde hace más de un mes y por su
culpa. Cuán mal quedaría el príncipe heredero si no respondiera como un
semental al empeño que una doncella mereciese, era solo que odiaba la idea de
que dicha tarea estuviese a cargo de su hija y no de Arashi, mucho temía que
todo se complicó más de lo necesario, casi tenía deseos de azotar a su hijo por
las vicisitudes que su egoísmo les había acarreado.
Al amanecer Natsuki
caminaba sonriente por los pasillos del castillo acompañada de su fiel
Okuzaki.
―Su alteza, debe
desayunar primero,― la guardiana la miró extrañada en el instante en que
desviaron el camino que en principio fuera al comedor para seguir hacia el
pasillo que la llevaría hasta el despacho de su padre.
―Hoy no Akira, mi
padre me ha ordenado venir antes, debe ser algo muy importante― colocó su
mano en su vientre esperando que con eso pudiera calmar un poco la
sensación de hambre que le recorría ―por favor aguarda mientras termino esto,
te prometo no demorar mucho― como siempre, con gentileza palmeó el brazo de la
joven de ojos amatista para seguidamente ingresar al recinto.
―Buenos días padre,
que eso es tan im…― sus ojos esmeralda se abrieron al notar la presencia de
alguien más al tiempo que cerraba la puerta del despacho.
―Ho...si pareces mi
gemelo― Un sonriente pelinegro se acercaba hasta ella para verla más de
cerca.
―Hermano…― trago en
seco ―hasta que te dignas en aparecer― tenso la mandíbula con su cercanía.
―Digamos que he
tenido el tiempo suficiente para reflexionar acerca de mis acciones, ha sido
irresponsable de mi parte el dejarte todas mis responsabilidades― el pelinegro
estiró su mano derecha hasta la cabeza de la menor tomando la corona que le
pertenecía ―quiero que me disculpes por haberte abandonado sin ser consciente
de tu sentir y por haberte amarrado a unas circunstancias tan complejas― se
acomodó la corona sobre los cabellos para luego abrazar a una estática Natsuki
quien sólo apretaba los puños entendiendo que la pantomima llegaba a su
final.
―Si me disculpan,
debo cambiar mis ropas― giró su torso dispuesta a huir de ese lugar, pero fue
detenida por el brazo de su padre que ni siquiera podría imaginar su
tormento.
―Arashi, por favor ve
al comedor, debo hablar un momento con tu hermana― el monarca esperó hasta
quedarse a solas con su hija, caminó despacio hacia su escritorio dándole la
espalda a la morena―Es momento de que cumpla mi promesa― tomó algunos
documentos que había preparado más temprano y giro extendiendo su brazo con
ellos en la mano.
―¿De qué hablas?― la
menor los tomo mirándolos con mucha confusión. algunos constaban de permisos
para sacar una pequeña fortuna del tesoro real, escrituras de una casa en un
poblado que ni ella misma conocía, caballos y ganado.
―Te doy tu libertad,
puedes partir hoy mismo si así lo deseas― después de aceptar que había cometido
un error muy grande al meter a su hija en esa maraña de mentiras, había
llegado a la conclusión que lo mejor que podía hacer era alejarla,
―¿Qué? ¿Acaso
enloqueciste? Sabes bien que no puedo irme, le prometí a la reliquia que
defendería nuestro reino, a ti, a Shiz…― la morena tiro a los papeles al suelo
con ira.
―¡No lo digas! ¡Ella
es la esposa de tu hermano!― Keinji manoteo en el aire exasperado.
―¡Lo tengo muy claro!
¡Pero le prometí que la protegería! ¡Y tú no puedes impedir que lo haga!―
―¡No soy idiota
Natsuki se porque lo haces! ¡Las he visto maldita sea!― Claro que lo sabía, la
forma en la que las dos se miraban, tan enamoradas la una de la otra, por no
decir la frecuencia de su intimidad. ―¡Pero no sería tuya al final de todo y lo
sabes!―
―Y apostaste mi
corazón por Arashi, como si no te importara ni un poco… no hay libertad en nada
de lo que hemos hecho padre―
―Entiendo
perfectamente la promesa que has hecho, pero te quiero suplicar... no, ¡te lo
ordenó!, mantente alejada de ella, tu cumpliste con tu papel, ahora está con el
que debe ser su esposo―
Su sonrojo mostraba
la ira que la llenaba en ese momento, temiendo decir algo que la pudiera poner
en más aprietos, pero la idea de verla con él… era peor que la muerte, así que
se dio la vuelta abriendo la puerta con fuerza y luego cerrándola de golpe a
sus espaldas, caminó por el pasillo deprisa tirando la chaqueta con afán
mientras su guarda la recogía confundida pues había visto salir mucho antes al
príncipe que supo diferenciar por algunos detalles, la morena soltó sus
cabellos, sacó la camisa de su pantalón de color negro antes de ingresar al
comedor, sin embargo, ya era tarde, pues su hermano y Shizuru compartían un
beso que fue interrumpido por el sonido de la taza que había dejado caer Mai al
darse cuenta de la llegada de la pelinegra.
―Natsuki…― la voz de
la pelirroja llegó a los oídos de los presentes quienes dirigieron los ojos
hacia la recién llegada, más aún, los ojos sangría se debatían entre el hombre
que en ese momento la abrazaba y la mujer que la observaba pálida y agitada.
Sin mediar palabra,
la de ojos esmeralda dirigió sus pasos hasta la pareja tomando a Shizuru del
brazo alejándola de su hermano para, seguidamente, asestar un golpe con el puño
sobre el rostro a Arashi arrojándolo por la fuerza sobre parte del comedor.
―¡Natsuki! ¡¿Has
perdido la cabeza?!― El rey apenas llegaba a la estancia cuando su hijo caía
sobre la mesa y se tomaba el rostro con visible dolor.
―¡Me ha tirado un
diente!― el pelinegro se levantó enojado dispuesto a hacerle pagar a su hermana
semejante osadía, por lo que tomó la primera copa de cobre que tuvo a la mano y
se la arrojó a la cabeza a la “menor”. La pelinegra pudo a bien evadir el
objeto, pero no el vino que le cayó en los ojos dejándola ciega por un momento…
instante que Arashi aprovechó para embestir a su agresora olvidándose por un
momento que se trataba de su propia sangre. Ya en el suelo puñetazos fueron y
vinieron, en el rostro o las costillas, hasta que el corpulento rey separó a
los más jóvenes. Arashi fue empujado a unos metros, serenándose después;
mientras que el padre retenía entre sus brazos a la persona iracunda que era su
hija y cuyos ojos llenos de rencor se posaban sobre su hermano.
―¡Ya basta!― Alzó la
voz el Rey para apaciguar a su hija, que dejó de forcejear y tomó alguna
distancia con el mayor una vez estuvo libre. En ese estado la de ojos esmeralda
realmente parecía un león enjaulado cuyos agitados respiros exponían lo mucho
que le costaba mantener la calma.
―¿Por qué?― Cuestionó
Arashi, quien tomó la ocasión de recuperar su diente y reinsertarlo en la encía
sangrante, tomó vino y un queso, el primero para desinfectar la boca y el
segundo para hacer un puente que le permitiera sostener el diente en la
posición adecuada hasta que volviera a pegar.
―Porque eres un
maldito desgraciado…― Respondió la morena limpiándose el labio que le fue roto
en la pelea a puños que tuvieron en el suelo.
―Retírate Natsuki―
Ordenó el rey sabiendo que el problema ascendería.
―Pero…― No estaba
lista para marcharse y mucho menos dejar a Arashi a solas con Shizuru, ese
infame querría marcarla suya de inmediato solo por la maldita novedad… si la
había besado como si nada, poco tardaría en ser más que un beso. ―No me iré… ¿y
dárselo todo en charola de plata?― Negaba con la cabeza, aun caminando de un
lado a otro con ese aire de peligro.
―¡Hazlo ahora!―
Insistió el rey, consciente de que otra desobediencia más, le obligaría a dar
un castigo ejemplificante a su hija.
―No padre… yo… no soy
menos que él. Me importa muy poco si no significo nada para tí, pero ya no más―
Fue visible para todos, la herida que se había formado con los años en el
corazón del Diamante Plateado y de la que Keinji se sabía culpable, pues era
consciente de su constante predilección por Arashi.
―Cierren las puertas…
y Okuzaki, asegúrese de que nadie escuche ¡Rápido!―
Shizuru observaba en
silencio la situación, confusa por las circunstancias que se le presentaban.
Había hablado con Nina justamente esa mañana, para que llevara una carta
informativa a su padre, tal cual debía ser previo a los preparativos de la
boda, su humor era mejor que bueno pues yacer en el lecho con Natsuki se había
convertido en una secreta adicción, era la mejor amante posible, pues a fin de
cuentas se había convertido en experta conocedora de la sensibilidad de su
cuerpo, el que había explorado una y otra vez con una devoción casi religiosa.
No estaba segura de los sentimientos detrás de aquello, porque ninguna de las
dos había sido explícita al dar un nombre a sus circunstancias, repitieron el
acto más allá de lo razonable tendría que admitir… ignoraba si tales
acciones iban más allá del deber de su acuerdo en el engaño o tal vez, el
placer mismo de la mutua compañía, teñida del matiz de emociones a las que se
negaba a dar nombre, incluso cuando Rød fue muy clara en expresar cuánto debía
guardar el corazón del Colmillo; pero cuidar un corazón ¿No puede hacerse de
múltiples formas? Aun nada tangible podía disolver el tipo de afecto que la
Kruger le reservaba, aunque el suyo tendiera más y más cerca del debilitante
sentimiento al que llaman amor…
Así que si, Shizuru
miraba confusa al par de hermanos que eran semejantes uno de otro como dos
gotas de agua y sin embargo ella podía notar las diferencias a una legua de
distancia. Por lo que al desayunar junto a Lady Tokiha, vio venir a su amante y
no se sintió cómoda, empero, en su obligación estaba cumplir el deber de una
esposa, siempre presta a los deseos del hombre aun si no coincide con su
voluntad. Al principio tuvo la suposición con solo verlo, demasiado seguro de
sí mismo como para ser delicado, y fue certeza cuando sus labios se encontraron
y pudo distinguir la falta de afecto en el beso que más abundante en lujuria
solo se ocupaba del placer personal del príncipe. Banal, lujurioso y vacío, así
se sentía el que debía ser su esposo esa noche, como temía era el destino que
le aguardaba.
Por lo que la
intromisión de otra voz, otros ojos, los que ansiaba en realidad casi fue un
alivio, salvo por la pelea que vino después. Así ahora estaba en un limbo con
un malestar a la altura del pecho, cuando no podía entender porque Natsuki
Kruger ahora estaba dispuesta a apartar a Arashi de su lado, cuando su llegada
le traería la libertad que tanto había anhelado.
La custodia de ojos
amatistas trancó todas las puertas y antes de cerrar la última, ordenó a los
soldados salir al pasillo, con sus propios ojos Okuzaki vigilaría que ningún
curioso atendiera los secretos de la familia real. Así se instaló el silencio
entre los reunidos, acercándose Mai a Arashi por quien su afecto aun preocupado
miraba la herida aún sangrante en la dentadura...
―¡Insolente!― Aquella
fue la voz del Rey y la mano que abofeteó la cara de Natsuki intempestivamente.
―Nunca más te atrevas a ponerme en tal ridículo―
El acto estranguló
los corazones de las otras doncellas en el recinto, Shizuru presionó sus manos
sobre su vestido. ―Señores, se deben las explicaciones de este estropicio―
Intentó decir para obtener la atención del Rey sobre ella y no otro maltrato en
la tersa piel de la que fue su musa la noche anterior.
Pero Natsuki no
estaba para razonar o aplacar su temperamento. ―Bien padre…― Aplaudió antes de
que Keinji pudiera atender de algún modo la justa dura de Shizuru. El mayor
volvió los iris grises sobre la más joven y pelinegra como él, cuyo dolor más
que físico se exponía emocionalmente en sus ojos, los mismos que Saeko usaba
para increparle alguna mala conducta, por lo que su corazón se conmovió y se
lamentó de haberle pegado a Natsuki.
―Hija…― Intentó decir
aun sabiendo que el daño estaba hecho.
―Puedo aplaudir que
me golpees por dos palabras, pero entiendo que ni los pétalos de las rosas
toquen al niño de tus ojos― Ironizó develando la obviedad sobre el favoritismo
del Rey. ―...cuando como dijo el gran Lobo, Arashi nos traicionó a todos… solo
porque el niño bonito es un maldito cobarde― Los ojos verdes, tan llenos de ira
y reproche contemplaron la mano levantada que no dudaría en devolverle el golpe
una segunda vez, más por el deber del rey, que por la voluntad del padre.
―Padre… no la
lastimes más, si es mi culpa.― Intervino Arashi, ganándose por primera vez al
menos un poco del respeto de los presentes en la sala. ―Mis acciones
inadecuadas nos ha traído a este momento y debo hacerme responsable de ello―
Todos, incluso la
princesa de Tsu prestó atención al Hati de Jade, en parte agradecida por
impedir un segundo agravio del rey y otro tanto disgustada por la huida que
ahora los tenía a todos entre la espada y la pared.
―Lamento haberte
herido, hermana… he sido joven y tonto, impetuoso por decir lo poco. Conoces
mejor que nadie lo que las imposiciones nos han hecho, ciertamente mi debilidad
me ha jugado una mala pasada y por ella has sufrido, cuando jamás quise
causaros daño alguno―
Era el discurso, la
morena gruñó, el mismo truco de siempre, Arashi aceptaba la culpa, pero nunca
las consecuencias, soltaba un par de palabras valientes y con ello como desde
niños, el orgullo del Rey enarbolaba los egos complacientes del padre.
Pero lo que no esperó
es que lo usara con Shizuru, cuando lo vio postrarse a sus pies, eso era ruin,
un golpe de lo más bajo que hizo hervir su sangre, aun temerosa por desconocer
los sentimientos de la castaña, había deseado acercarse para impedir la
proximidad, pero la frialdad que la castaña le mostraba le hacía dudar.
―Lady Shizuru, no sé
cómo empezar a disculparme contigo, has sido tú la más afectada por mi
imprudente actuar,― Con el rostro compungido y sus manos tendidas sobre la piel
nacarada del envés que besó a pesar del dolor en su diente. ―Si me aceptáis de
vuelta como ha debido ser desde el principio, os aseguro que junto a vos
cualquier predicamento será resuelto― Allí resplandecía el carisma que Arashi
empleaba para galantear a las hermosas mozas de la corte y en respuesta una
sonrisa cortés nació de la boca de la princesa, para incomodidad de Mai y
Natsuki.
―Deberé pensarlo, mis
señores… se me ha entregado a uno por esposo y yo he creído ciegamente en su
palabra― Miró parsimoniosa a Natsuki, intentando que leyera entre líneas sus
intenciones, pero era aquello demasiado pedir a una que solo podía ver cuánto
le fue robado por Arashi. ―La virtud y el honor de una hija de Rød, heredera al
trono de Tsu… no es un juego que pueda ser disputado por dos hermanos, he sido
ofendida gravemente, Rey Keinji y no sé si pueda resarcir esta falta―
―Espero encontrar el
modo para desagraviarla, princesa.― El rey inclinó la cabeza dócilmente ante la
sorpresa de Mai, quien ahora entendía mejor el poder de manipulación de la
castaña. Para ella no era un secreto que la Fujino conocía la feminidad detrás
de los atuendos del príncipe tiempo atrás, por lo que fingir demencia se
tornaba muy conveniente, teniendo en cuenta como parecía importar muy poco el
orgullo magullado de Arashi y peor aún, el corazón roto de su amiga. ―Mis hijos
son, como usted ve, torpes en extremo y no es menos que mi culpa por no
haberlos criado bien―
―Haré lo que pidas
para ser el digno esposo que mereces― Se adelantó de nuevo Arashi entendiendo
el plan de su padre, estaba claro que tendría que conquistar a la renuente hija
del Rey de Tsu. Aún se cuestiona qué tan lejos había llevado su hermana la
pantomima de llevar su nombre y que al final no estuvieran tan afectadas sus
relaciones en la corte.
―No digas nada… por
favor― Deletreó Shizuru con los labios mientras las cabezas de los dos hombres
se postraban a sus pies, al menos por ahora los tenía donde quería… o eso se
obligaba a pensar.
La Kruger no era de
las que renunciara por más que sus ojos cristalinos interpretaran otra cosa en
las acciones de la Gracia Amatista. ―¿Cómo podrás serlo Arashi? Yo tengo el
tesoro― Sonrió sardónica ante el hecho de saber que fue primera en unas cuantas
cosas que su hermano jamás podría, y mostrándole la mano cuyos dedos fueron
cortados por el tesoro, donde las marcas de la promesa del Hati se grabaron
para siempre con el símbolo del arquero divino. ―Solo por mi muerte podrías
intentar reclamar este derecho―
―¿Que?― Eso sí que
descolocó el aparente temple del joven heredero de Fukka, quien se puso de pie
contrariado.
―Ha pasado un mes y medio
desde el vínculo, muchacho… la ceremonia del Arc Adamante y la Kvinne Rød ya
tuvo lugar― Explicó con pesadez el Rey, sin cesar el reproche en su rostro ante
la altivez inapropiada de su hija.
―Pero tú no… eres la
primogénita, la muerte está cernida para el que se atreva a pretender al Hati
Adamante sin ser digno― Refuto el príncipe con el orgullo herido.
―No llegaste a la
ceremonia hermanito, cuando enfrenté a la muerte y los colmillos del Hati
sagrado me sonrieron, comprendí que no… no fuiste el primero en nacer― Los ojos
le traicionaron, porque no pudo evitar mirar a la silenciosa persona que era
Shizuru, de pie a un lado y cerca de la ventana, en realidad su rostro que
aparentemente sereno no escondía del todo su desencanto. La idea de que pudiera
estar esperando su destino tan apaciblemente a pesar de lo que habían
compartido le removió las entrañas a Natsuki, por lo que centró su ira de
vuelta en Arashi. ―Da gracias… el Hati te habría matado si hubieras sido tú,
así que el destino te concedió vivir debido a tu egoísmo―
―Y una esposa, que tú
no tienes… Natsuki― aguijoneó la herida ahora visible de la Kruger menor,
sabiendo para sí que él tendría la única cosa por la que su antes indiferente
hermana estaría dispuesta a retar al viejo Keinji.
―No soy un objeto que
puedan disputar… no soy cualquier cosa― Les informó la castaña más que
indignada y con la clara aprobación de Mai, quien se había puesto junto a
Shizuru temiendo que los hermanos volvieran a pelearse a golpes.
Aquella fue la gota
que rebosó el vaso. ―¡Ella fue mía primero!― Gritó sin contemplar quien pudiera
oírla incluso fuera en el pasillo donde los soldados aún esperaban las órdenes
del rey, ciega ante la idea de verla con él, prefería la muerte a eso. ―Y por
las diosas que no voy a permitirte tocarla ni una sola vez―
―Hasta donde todos
saben, ella ha sido mía siempre― Ciertamente el gemelo conocía ciertos detalles
del asunto por los reportes de su padre.
―Entonces… no hay
otro modo, Arashi― Comenzó a retirar dedo por dedo la prenda en su mano y todos
los reunidos comprendieron las intenciones de la princesa de Fukka.
―Hija… no te atrevas―
Se apresuró a decir Keinji con una palidez que rayaba con la nieve.
Una vez más la menor hizo caso omiso de su
padre, ―yo… soy Natsuki Kruger,― Comenzó a decir acercándose a su hermano
quien, con el mismo orgullo a flor de piel, le devolvía una mirada sin
remordimiento. ―El diamante Plateado y Arc Adamante…― Los iris de diversa
tonalidad verde temblaron brevemente. ―Yo te reto a ti, Arashi Kruger, el Hati
de Jade… por el derecho a ser el primero― Arrojó la prenda a los pies del
“mayor”.
―¡Perdiste la cabeza!― Gritó Keinji empujando
por un hombro a Natsuki y luego apartando a Arashi del guante que pretendió
recoger. ―¡Y tú!― tomó por el cuello de la ajada camisa a su hijo varón. ―No se
te ocurra aceptar un duelo en el que uno de mis dos hijos acabará muerto… o te
juro que te azotare como debí hacerlo hace mucho tiempo―
―Pero padre… ningún hombre o príncipe puede
rechazar un duelo ¿Que honor me quedaría?― Miró sobre el hombro de su
progenitor a Natsuki, quien sonreía con burla.
―Debiste pensarlo antes de abandonarnos a
todos, Arashi… nunca tuviste honor― la morena lo increpó.
―¡A callar Natsuki!― Dijo el Rey maldiciendo
a sus antepasados por los hijos que le habían dado.
―¡Te patearía el trasero con una mano atada a
la espalda!― Respondió el airado príncipe a pesar de la fuerza descomunal que
su padre ocupaba en mantenerlo lejos de la otra.
―Pruébalo si eres hombre― Continuó el ardid,
omitiendo la creciente ira que cierta castaña ya no se esmeraba por esconder.
―¡Basta!― Oyeron la voz preciosa de la
princesa, de un tono mortífero que hizo sentir escalofríos a Natsuki, pues solo
ella conocía las implicaciones nefastas detrás de tal sonido. ―¡Impúberes con
corona! ¡Esclavos de la vanidad y el ego!― Increpó la de mirar escarlata.
Primero se aproximó a Natsuki quien tragó saliva preocupada, y con su dedo,
pico el pecho con reproche. ―No soy tu propiedad, no soy el juguete que habrán
de disputarse los hermanos como si no valiese nada… ¿qué te duele más? ¿La idea
de ser reemplazado por un alfeñique o en verdad es tan importante para ti no
perder? Tu eres tan culpable como él, porque aceptaste ser otra persona a
cambio de lo que sea que el Rey te haya prometido, no eres mejor que él― Heló
en la mente y el corazón de la pelinegra, mientras Shizuru se daba la vuelta y
acudía junto a Arashi con un semblante no menos pálido o agobiado. ―Y tú, no
pretendas ser el esposo que no has sido durante tanto tiempo, como si no
hubieras huido cobardemente ante la idea de la responsabilidad que a los
hombros de un Rey siempre acaecen, porque entonces no mereces estar junto a mí,
que lo daría todo por mi pueblo y que no rehusé acudir a un reino extranjero,
con un prometido cobarde, por el bien de mi nación, no estas a mí nivel ¿Podrás
demostrar que me equivoco? ¿¡Oh! gran Hati de Jade?― Ironizó el título que tan
grande le quedaba al príncipe, dejando sin habla a todos los reunidos.
La admiración de Mai por Shizuru creció,
hasta que se tornó en preocupación, pues le pareció ver su tez amarillenta, el
sudor en su frente y cuando anticipó lo siguiente, lo dejo ser… Arashi se lo
merecía.
La castaña no pudo contener las arcadas que
la presencia del príncipe le ocasionaba, su desprecio fue somatizado y la
tensión explotó, en el momento mismo en el que no pudo mantener los alimentos
en su estómago e irrefrenables ácidos volvieron sobre su camino, cuando Shizuru
devolvió el desayuno en las galas reales del gallardo príncipe, luego
trastabilló y se desplomó en los brazos de la que había fingido ser su esposo
las anteriores semanas. Escucho su nombre ser musitado una y otra vez, mientras
los angustiados iris esmeralda la miraban, pero todo era difuso, daba vueltas y
luego, simplemente fueron sombras.
―¡Médico!― Gritó Natsuki hasta estar segura
de que en cada posible rincón del palacio fue escuchada. ―Shizuru, por favor…
despierta, ¡Médico!― Volvió a insistir muerta de la preocupación.
Arashi por su parte contempló su deplorable
aspecto, percibió el hedor de las enzimas obrando en la comida y no tardó en
darse la vuelta para devolver asqueado su propio desayuno, cayendo una vez más
de su boca el diente que su hermana le había tirado antes. Mai se cubrió la
nariz y guardó las distancias, mientras se apresuraba a correr a la puerta
trancada, abriéndola para hacer llegar la voz a los guardias y que ayudaran al
menos a traer el médico.
―La llevaré a su cuarto…― Deslizó sus manos
con cuidado, sosteniendo a Shizuru en la posición nupcial y con la adrenalina
corriendo por sus venas, motivo por el que levantarla fue increíblemente fácil
en ese momento.
―No eres quien debe hacerlo― Le recordó el
rey.
―Y sabes que eso me tiene sin cuidado, ahora
no se trata de ti, de mí o de Arashi, solo necesito saber que ella está bien…
solo eso― Hizo caso omiso del padre y salió con la castaña en brazos, dispuesta
a llevarla a su habitación, para que el médico la revisara allí.
―No lo dejará ser… me parece que de tanto
fingir, ya poco ha sido fingido, el Arc Adamante se ha enamorado de la Kvinne
Rød― Musitó por lo bajo una preocupada Mai, quien le daba espacio a su ex
amante a recomponerse del contagioso vómito que inició con Shizuru, un síntoma
que curiosamente traía memorias de algunas de las doncellas “supuestamente
castas” y al servicio de los grandes señores de la corte, pero no quería creer
que Shizuru fuera de ese tipo de mujeres. Keinji, solo atinó a mirar de soslayo
a Arashi quien devolvía todavía el estómago, como si aún le quedara algo por
dar, sintió vergüenza ajena y por un momento pensó en que tal vez había
alimentado al lobo equivocado.
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Que buen capítulo ya quiero ver cómo Natsuki y shizuru resuelve la llegada del principe. Gracias por un capítulo más. Espero que la inspiración llegué a ti y puedas plasmarla en tus escritos para que pronto publiques el siguiente capítulo. Saludos
ResponderEliminarHola, la historia es interesante, pero sería mucho pedir un capítulo diario?
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