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Serenpidia - Eldest88 - Capítulo 12


Disculpen el retraso, estoy teniendo baches de escritor, hace mucho que no hacía esto, ojalá disfruten lo que sigue

CAPÍTULO 12 ENCUENTROS
El monarca avanzaba por el pasillo escoltado por su guardia, una sonrisa escapó de sus labios al sentirse más tranquilo con la llegada de su hijo, un mes y una semana había pasado desde que este había huido del castillo y desde que hubiera enviado a su investigador con el fin de recuperarlo, era ya de noche, pero eso no le importaba, necesitaba darle las buenas nuevas a su hija. 

Se paró frente a la puerta levantando la mano para posar los nudillos sobre su superficie, entonces unos suspiros venidos desde el interior detuvieron sus movimientos, ¿Acaso esos… eran gemidos?, tensó la mandíbula con visible enojo, eran sonidos que rara vez había escuchado en el deleite de sus amantes y que no escatimaban derroche para exponer los placeres que las dos doncellas ocupaban al otro lado. Miró de soslayo al guarda cuya distancia ahora justificada delataba cuán frecuentes eran las noches apasionadas de los “recién casados.”
La sonrisa de Okuzaki se desvió intentando fingir no entender los pensamientos del Rey. Keinji se aclaró la garganta y con dos golpes suaves llamó a la puerta esperando se abriera al instante, pero no fue así, algunos minutos le bastaron para darse cuenta de que estaba siendo ignorado por las ocupantes de la habitación quienes se olvidaban del mundo en fogosas posturas. 
Tocó más y más fuerte, perdiendo los estribos en el quinto repicar. ―¡Es imperiosa tu presencia en mi despacho!― levantó la voz reprimiendo los deseos de tirar la puerta. 
Cesó por un momento el crujir de la cama y el golpeteo con la pared. ―Es…es...tar...de...háblame...mañana padre.― la voz más ronca que de costumbre le hizo cerrar los puños con ira, pero, no podía ceder ante los deseos de sacar a su hija de la recámara pues no estaba sola y no confiaba en la discreción de su compañía. 
―A primera hora espero verte― giró sobre sus talones sin esperar respuesta, no queriendo seguir oyendo aquellas expresiones de la intimidad que le taladraban la cabeza con más ideas de lo que podría estar sucediendo o más bien haciendo ese par; oídos sordos ante algo que pasaba en sus narices desde hace más de un mes y por su culpa. Cuán mal quedaría el príncipe heredero si no respondiera como un semental al empeño que una doncella mereciese, era solo que odiaba la idea de que dicha tarea estuviese a cargo de su hija y no de Arashi, mucho temía que todo se complicó más de lo necesario, casi tenía deseos de azotar a su hijo por las vicisitudes que su egoísmo les había acarreado. 

Al amanecer Natsuki caminaba sonriente por los pasillos del castillo acompañada de su fiel Okuzaki. 
―Su alteza, debe desayunar primero,― la guardiana la miró extrañada en el instante en que desviaron el camino que en principio fuera al comedor para seguir hacia el pasillo que la llevaría hasta el despacho de su padre. 
―Hoy no Akira, mi padre me ha ordenado venir antes, debe ser algo muy importante― colocó su mano en su vientre esperando que con eso pudiera calmar un poco la sensación de hambre que le recorría ―por favor aguarda mientras termino esto, te prometo no demorar mucho― como siempre, con gentileza palmeó el brazo de la joven de ojos amatista para seguidamente ingresar al recinto. 
―Buenos días padre, que eso es tan im…― sus ojos esmeralda se abrieron al notar la presencia de alguien más al tiempo que cerraba la puerta del despacho.
―Ho...si pareces mi gemelo― Un sonriente pelinegro se acercaba hasta ella para verla más de cerca. 
―Hermano…― trago en seco ―hasta que te dignas en aparecer― tenso la mandíbula con su cercanía.
―Digamos que he tenido el tiempo suficiente para reflexionar acerca de mis acciones, ha sido irresponsable de mi parte el dejarte todas mis responsabilidades― el pelinegro estiró su mano derecha hasta la cabeza de la menor tomando la corona que le pertenecía ―quiero que me disculpes por haberte abandonado sin ser consciente de tu sentir y por haberte amarrado a unas circunstancias tan complejas― se acomodó la corona sobre los cabellos para luego abrazar a una estática Natsuki quien sólo apretaba los puños entendiendo que la pantomima llegaba a su final. 
―Si me disculpan, debo cambiar mis ropas― giró su torso dispuesta a huir de ese lugar, pero fue detenida por el brazo de su padre que ni siquiera podría imaginar su tormento. 
―Arashi, por favor ve al comedor, debo hablar un momento con tu hermana― el monarca esperó hasta quedarse a solas con su hija, caminó despacio hacia su escritorio dándole la espalda a la morena―Es momento de que cumpla mi promesa― tomó algunos documentos que había preparado más temprano y giro extendiendo su brazo con ellos en la mano.
―¿De qué hablas?― la menor los tomo mirándolos con mucha confusión. algunos constaban de permisos para sacar una pequeña fortuna del tesoro real, escrituras de una casa en un poblado que ni ella misma conocía, caballos y ganado.
―Te doy tu libertad, puedes partir hoy mismo si así lo deseas― después de aceptar que había cometido un error muy grande al meter a su hija en esa maraña de mentiras, había llegado a la conclusión que lo mejor que podía hacer era alejarla,  
―¿Qué? ¿Acaso enloqueciste? Sabes bien que no puedo irme, le prometí a la reliquia que defendería nuestro reino, a ti, a Shiz…― la morena tiro a los papeles al suelo con ira.
―¡No lo digas! ¡Ella es la esposa de tu hermano!― Keinji manoteo en el aire exasperado.
―¡Lo tengo muy claro! ¡Pero le prometí que la protegería! ¡Y tú no puedes impedir que lo haga!―
―¡No soy idiota Natsuki se porque lo haces! ¡Las he visto maldita sea!― Claro que lo sabía, la forma en la que las dos se miraban, tan enamoradas la una de la otra, por no decir la frecuencia de su intimidad. ―¡Pero no sería tuya al final de todo y lo sabes!―
―Y apostaste mi corazón por Arashi, como si no te importara ni un poco… no hay libertad en nada de lo que hemos hecho padre―
―Entiendo perfectamente la promesa que has hecho, pero te quiero suplicar... no, ¡te lo ordenó!, mantente alejada de ella, tu cumpliste con tu papel, ahora está con el que debe ser su esposo―
Su sonrojo mostraba la ira que la llenaba en ese momento, temiendo decir algo que la pudiera poner en más aprietos, pero la idea de verla con él… era peor que la muerte, así que se dio la vuelta abriendo la puerta con fuerza y luego cerrándola de golpe a sus espaldas, caminó por el pasillo deprisa tirando la chaqueta con afán mientras su guarda la recogía confundida pues había visto salir mucho antes al príncipe que supo diferenciar por algunos detalles, la morena soltó sus cabellos, sacó la camisa de su pantalón de color negro antes de ingresar al comedor, sin embargo, ya era tarde, pues su hermano y Shizuru compartían un beso que fue interrumpido por el sonido de la taza que había dejado caer Mai al darse cuenta de la llegada de la pelinegra. 
―Natsuki…― la voz de la pelirroja llegó a los oídos de los presentes quienes dirigieron los ojos hacia la recién llegada, más aún, los ojos sangría se debatían entre el hombre que en ese momento la abrazaba y la mujer que la observaba pálida y agitada. 
Sin mediar palabra, la de ojos esmeralda dirigió sus pasos hasta la pareja tomando a Shizuru del brazo alejándola de su hermano para, seguidamente, asestar un golpe con el puño sobre el rostro a Arashi arrojándolo por la fuerza sobre parte del comedor. 
―¡Natsuki! ¡¿Has perdido la cabeza?!― El rey apenas llegaba a la estancia cuando su hijo caía sobre la mesa y se tomaba el rostro con visible dolor. 
―¡Me ha tirado un diente!― el pelinegro se levantó enojado dispuesto a hacerle pagar a su hermana semejante osadía, por lo que tomó la primera copa de cobre que tuvo a la mano y se la arrojó a la cabeza a la “menor”. La pelinegra pudo a bien evadir el objeto, pero no el vino que le cayó en los ojos dejándola ciega por un momento… instante que Arashi aprovechó para embestir a su agresora olvidándose por un momento que se trataba de su propia sangre. Ya en el suelo puñetazos fueron y vinieron, en el rostro o las costillas, hasta que el corpulento rey separó a los más jóvenes. Arashi fue empujado a unos metros, serenándose después; mientras que el padre retenía entre sus brazos a la persona iracunda que era su hija y cuyos ojos llenos de rencor se posaban sobre su hermano.
―¡Ya basta!― Alzó la voz el Rey para apaciguar a su hija, que dejó de forcejear y tomó alguna distancia con el mayor una vez estuvo libre. En ese estado la de ojos esmeralda realmente parecía un león enjaulado cuyos agitados respiros exponían lo mucho que le costaba mantener la calma.
―¿Por qué?― Cuestionó Arashi, quien tomó la ocasión de recuperar su diente y reinsertarlo en la encía sangrante, tomó vino y un queso, el primero para desinfectar la boca y el segundo para hacer un puente que le permitiera sostener el diente en la posición adecuada hasta que volviera a pegar.
―Porque eres un maldito desgraciado…― Respondió la morena limpiándose el labio que le fue roto en la pelea a puños que tuvieron en el suelo.
―Retírate Natsuki― Ordenó el rey sabiendo que el problema ascendería.
―Pero…― No estaba lista para marcharse y mucho menos dejar a Arashi a solas con Shizuru, ese infame querría marcarla suya de inmediato solo por la maldita novedad… si la había besado como si nada, poco tardaría en ser más que un beso. ―No me iré… ¿y dárselo todo en charola de plata?― Negaba con la cabeza, aun caminando de un lado a otro con ese aire de peligro.
―¡Hazlo ahora!― Insistió el rey, consciente de que otra desobediencia más, le obligaría a dar un castigo ejemplificante a su hija.
―No padre… yo… no soy menos que él. Me importa muy poco si no significo nada para tí, pero ya no más― Fue visible para todos, la herida que se había formado con los años en el corazón del Diamante Plateado y de la que Keinji se sabía culpable, pues era consciente de su constante predilección por Arashi.
―Cierren las puertas… y Okuzaki, asegúrese de que nadie escuche ¡Rápido!―
Shizuru observaba en silencio la situación, confusa por las circunstancias que se le presentaban. Había hablado con Nina justamente esa mañana, para que llevara una carta informativa a su padre, tal cual debía ser previo a los preparativos de la boda, su humor era mejor que bueno pues yacer en el lecho con Natsuki se había convertido en una secreta adicción, era la mejor amante posible, pues a fin de cuentas se había convertido en experta conocedora de la sensibilidad de su cuerpo, el que había explorado una y otra vez con una devoción casi religiosa. No estaba segura de los sentimientos detrás de aquello, porque ninguna de las dos había sido explícita al dar un nombre a sus circunstancias, repitieron el acto más allá de lo razonable tendría que admitir…  ignoraba si tales acciones iban más allá del deber de su acuerdo en el engaño o tal vez, el placer mismo de la mutua compañía, teñida del matiz de emociones a las que se negaba a dar nombre, incluso cuando Rød fue muy clara en expresar cuánto debía guardar el corazón del Colmillo; pero cuidar un corazón ¿No puede hacerse de múltiples formas? Aun nada tangible podía disolver el tipo de afecto que la Kruger le reservaba, aunque el suyo tendiera más y más cerca del debilitante sentimiento al que llaman amor…
Así que si, Shizuru miraba confusa al par de hermanos que eran semejantes uno de otro como dos gotas de agua y sin embargo ella podía notar las diferencias a una legua de distancia. Por lo que al desayunar junto a Lady Tokiha, vio venir a su amante y no se sintió cómoda, empero, en su obligación estaba cumplir el deber de una esposa, siempre presta a los deseos del hombre aun si no coincide con su voluntad. Al principio tuvo la suposición con solo verlo, demasiado seguro de sí mismo como para ser delicado, y fue certeza cuando sus labios se encontraron y pudo distinguir la falta de afecto en el beso que más abundante en lujuria solo se ocupaba del placer personal del príncipe. Banal, lujurioso y vacío, así se sentía el que debía ser su esposo esa noche, como temía era el destino que le aguardaba. 
Por lo que la intromisión de otra voz, otros ojos, los que ansiaba en realidad casi fue un alivio, salvo por la pelea que vino después. Así ahora estaba en un limbo con un malestar a la altura del pecho, cuando no podía entender porque Natsuki Kruger ahora estaba dispuesta a apartar a Arashi de su lado, cuando su llegada le traería la libertad que tanto había anhelado.
La custodia de ojos amatistas trancó todas las puertas y antes de cerrar la última, ordenó a los soldados salir al pasillo, con sus propios ojos Okuzaki vigilaría que ningún curioso atendiera los secretos de la familia real. Así se instaló el silencio entre los reunidos, acercándose Mai a Arashi por quien su afecto aun preocupado miraba la herida aún sangrante en la dentadura...
―¡Insolente!― Aquella fue la voz del Rey y la mano que abofeteó la cara de Natsuki intempestivamente. ―Nunca más te atrevas a ponerme en tal ridículo―
El acto estranguló los corazones de las otras doncellas en el recinto, Shizuru presionó sus manos sobre su vestido. ―Señores, se deben las explicaciones de este estropicio― Intentó decir para obtener la atención del Rey sobre ella y no otro maltrato en la tersa piel de la que fue su musa la noche anterior.
Pero Natsuki no estaba para razonar o aplacar su temperamento. ―Bien padre…― Aplaudió antes de que Keinji pudiera atender de algún modo la justa dura de Shizuru. El mayor volvió los iris grises sobre la más joven y pelinegra como él, cuyo dolor más que físico se exponía emocionalmente en sus ojos, los mismos que Saeko usaba para increparle alguna mala conducta, por lo que su corazón se conmovió y se lamentó de haberle pegado a Natsuki.
―Hija…― Intentó decir aun sabiendo que el daño estaba hecho.
―Puedo aplaudir que me golpees por dos palabras, pero entiendo que ni los pétalos de las rosas toquen al niño de tus ojos― Ironizó develando la obviedad sobre el favoritismo del Rey. ―...cuando como dijo el gran Lobo, Arashi nos traicionó a todos… solo porque el niño bonito es un maldito cobarde― Los ojos verdes, tan llenos de ira y reproche contemplaron la mano levantada que no dudaría en devolverle el golpe una segunda vez, más por el deber del rey, que por la voluntad del padre.
―Padre… no la lastimes más, si es mi culpa.― Intervino Arashi, ganándose por primera vez al menos un poco del respeto de los presentes en la sala. ―Mis acciones inadecuadas nos ha traído a este momento y debo hacerme responsable de ello―
Todos, incluso la princesa de Tsu prestó atención al Hati de Jade, en parte agradecida por impedir un segundo agravio del rey y otro tanto disgustada por la huida que ahora los tenía a todos entre la espada y la pared.
―Lamento haberte herido, hermana… he sido joven y tonto, impetuoso por decir lo poco. Conoces mejor que nadie lo que las imposiciones nos han hecho, ciertamente mi debilidad me ha jugado una mala pasada y por ella has sufrido, cuando jamás quise causaros daño alguno―
Era el discurso, la morena gruñó, el mismo truco de siempre, Arashi aceptaba la culpa, pero nunca las consecuencias, soltaba un par de palabras valientes y con ello como desde niños, el orgullo del Rey enarbolaba los egos complacientes del padre. 
Pero lo que no esperó es que lo usara con Shizuru, cuando lo vio postrarse a sus pies, eso era ruin, un golpe de lo más bajo que hizo hervir su sangre, aun temerosa por desconocer los sentimientos de la castaña, había deseado acercarse para impedir la proximidad, pero la frialdad que la castaña le mostraba le hacía dudar. 
―Lady Shizuru, no sé cómo empezar a disculparme contigo, has sido tú la más afectada por mi imprudente actuar,― Con el rostro compungido y sus manos tendidas sobre la piel nacarada del envés que besó a pesar del dolor en su diente. ―Si me aceptáis de vuelta como ha debido ser desde el principio, os aseguro que junto a vos cualquier predicamento será resuelto― Allí resplandecía el carisma que Arashi empleaba para galantear a las hermosas mozas de la corte y en respuesta una sonrisa cortés nació de la boca de la princesa, para incomodidad de Mai y Natsuki.
―Deberé pensarlo, mis señores… se me ha entregado a uno por esposo y yo he creído ciegamente en su palabra― Miró parsimoniosa a Natsuki, intentando que leyera entre líneas sus intenciones, pero era aquello demasiado pedir a una que solo podía ver cuánto le fue robado por Arashi. ―La virtud y el honor de una hija de Rød, heredera al trono de Tsu… no es un juego que pueda ser disputado por dos hermanos, he sido ofendida gravemente, Rey Keinji y no sé si pueda resarcir esta falta―
―Espero encontrar el modo para desagraviarla, princesa.― El rey inclinó la cabeza dócilmente ante la sorpresa de Mai, quien ahora entendía mejor el poder de manipulación de la castaña. Para ella no era un secreto que la Fujino conocía la feminidad detrás de los atuendos del príncipe tiempo atrás, por lo que fingir demencia se tornaba muy conveniente, teniendo en cuenta como parecía importar muy poco el orgullo magullado de Arashi y peor aún, el corazón roto de su amiga. ―Mis hijos son, como usted ve, torpes en extremo y no es menos que mi culpa por no haberlos criado bien―
―Haré lo que pidas para ser el digno esposo que mereces― Se adelantó de nuevo Arashi entendiendo el plan de su padre, estaba claro que tendría que conquistar a la renuente hija del Rey de Tsu. Aún se cuestiona qué tan lejos había llevado su hermana la pantomima de llevar su nombre y que al final no estuvieran tan afectadas sus relaciones en la corte.
―No digas nada… por favor― Deletreó Shizuru con los labios mientras las cabezas de los dos hombres se postraban a sus pies, al menos por ahora los tenía donde quería… o eso se obligaba a pensar.
La Kruger no era de las que renunciara por más que sus ojos cristalinos interpretaran otra cosa en las acciones de la Gracia Amatista. ―¿Cómo podrás serlo Arashi? Yo tengo el tesoro― Sonrió sardónica ante el hecho de saber que fue primera en unas cuantas cosas que su hermano jamás podría, y mostrándole la mano cuyos dedos fueron cortados por el tesoro, donde las marcas de la promesa del Hati se grabaron para siempre con el símbolo del arquero divino. ―Solo por mi muerte podrías intentar reclamar este derecho―
―¿Que?― Eso sí que descolocó el aparente temple del joven heredero de Fukka, quien se puso de pie contrariado.
―Ha pasado un mes y medio desde el vínculo, muchacho… la ceremonia del Arc Adamante y la Kvinne Rød ya tuvo lugar― Explicó con pesadez el Rey, sin cesar el reproche en su rostro ante la altivez inapropiada de su hija.
―Pero tú no… eres la primogénita, la muerte está cernida para el que se atreva a pretender al Hati Adamante sin ser digno― Refuto el príncipe con el orgullo herido.
―No llegaste a la ceremonia hermanito, cuando enfrenté a la muerte y los colmillos del Hati sagrado me sonrieron, comprendí que no… no fuiste el primero en nacer― Los ojos le traicionaron, porque no pudo evitar mirar a la silenciosa persona que era Shizuru, de pie a un lado y cerca de la ventana, en realidad su rostro que aparentemente sereno no escondía del todo su desencanto. La idea de que pudiera estar esperando su destino tan apaciblemente a pesar de lo que habían compartido le removió las entrañas a Natsuki, por lo que centró su ira de vuelta en Arashi. ―Da gracias… el Hati te habría matado si hubieras sido tú, así que el destino te concedió vivir debido a tu egoísmo―
―Y una esposa, que tú no tienes… Natsuki― aguijoneó la herida ahora visible de la Kruger menor, sabiendo para sí que él tendría la única cosa por la que su antes indiferente hermana estaría dispuesta a retar al viejo Keinji.
―No soy un objeto que puedan disputar… no soy cualquier cosa― Les informó la castaña más que indignada y con la clara aprobación de Mai, quien se había puesto junto a Shizuru temiendo que los hermanos volvieran a pelearse a golpes.
Aquella fue la gota que rebosó el vaso. ―¡Ella fue mía primero!― Gritó sin contemplar quien pudiera oírla incluso fuera en el pasillo donde los soldados aún esperaban las órdenes del rey, ciega ante la idea de verla con él, prefería la muerte a eso. ―Y por las diosas que no voy a permitirte tocarla ni una sola vez―
―Hasta donde todos saben, ella ha sido mía siempre― Ciertamente el gemelo conocía ciertos detalles del asunto por los reportes de su padre.
―Entonces… no hay otro modo, Arashi― Comenzó a retirar dedo por dedo la prenda en su mano y todos los reunidos comprendieron las intenciones de la princesa de Fukka.
―Hija… no te atrevas― Se apresuró a decir Keinji con una palidez que rayaba con la nieve.
Una vez más la menor hizo caso omiso de su padre, ―yo… soy Natsuki Kruger,― Comenzó a decir acercándose a su hermano quien, con el mismo orgullo a flor de piel, le devolvía una mirada sin remordimiento. ―El diamante Plateado y Arc Adamante…― Los iris de diversa tonalidad verde temblaron brevemente. ―Yo te reto a ti, Arashi Kruger, el Hati de Jade… por el derecho a ser el primero― Arrojó la prenda a los pies del “mayor”.
―¡Perdiste la cabeza!― Gritó Keinji empujando por un hombro a Natsuki y luego apartando a Arashi del guante que pretendió recoger. ―¡Y tú!― tomó por el cuello de la ajada camisa a su hijo varón. ―No se te ocurra aceptar un duelo en el que uno de mis dos hijos acabará muerto… o te juro que te azotare como debí hacerlo hace mucho tiempo―
―Pero padre… ningún hombre o príncipe puede rechazar un duelo ¿Que honor me quedaría?― Miró sobre el hombro de su progenitor a Natsuki, quien sonreía con burla.
―Debiste pensarlo antes de abandonarnos a todos, Arashi… nunca tuviste honor― la morena lo increpó.
―¡A callar Natsuki!― Dijo el Rey maldiciendo a sus antepasados por los hijos que le habían dado.
―¡Te patearía el trasero con una mano atada a la espalda!― Respondió el airado príncipe a pesar de la fuerza descomunal que su padre ocupaba en mantenerlo lejos de la otra.
―Pruébalo si eres hombre― Continuó el ardid, omitiendo la creciente ira que cierta castaña ya no se esmeraba por esconder.
―¡Basta!― Oyeron la voz preciosa de la princesa, de un tono mortífero que hizo sentir escalofríos a Natsuki, pues solo ella conocía las implicaciones nefastas detrás de tal sonido. ―¡Impúberes con corona! ¡Esclavos de la vanidad y el ego!― Increpó la de mirar escarlata. Primero se aproximó a Natsuki quien tragó saliva preocupada, y con su dedo, pico el pecho con reproche. ―No soy tu propiedad, no soy el juguete que habrán de disputarse los hermanos como si no valiese nada… ¿qué te duele más? ¿La idea de ser reemplazado por un alfeñique o en verdad es tan importante para ti no perder? Tu eres tan culpable como él, porque aceptaste ser otra persona a cambio de lo que sea que el Rey te haya prometido, no eres mejor que él― Heló en la mente y el corazón de la pelinegra, mientras Shizuru se daba la vuelta y acudía junto a Arashi con un semblante no menos pálido o agobiado. ―Y tú, no pretendas ser el esposo que no has sido durante tanto tiempo, como si no hubieras huido cobardemente ante la idea de la responsabilidad que a los hombros de un Rey siempre acaecen, porque entonces no mereces estar junto a mí, que lo daría todo por mi pueblo y que no rehusé acudir a un reino extranjero, con un prometido cobarde, por el bien de mi nación, no estas a mí nivel ¿Podrás demostrar que me equivoco? ¿¡Oh! gran Hati de Jade?― Ironizó el título que tan grande le quedaba al príncipe, dejando sin habla a todos los reunidos. 
La admiración de Mai por Shizuru creció, hasta que se tornó en preocupación, pues le pareció ver su tez amarillenta, el sudor en su frente y cuando anticipó lo siguiente, lo dejo ser… Arashi se lo merecía.
La castaña no pudo contener las arcadas que la presencia del príncipe le ocasionaba, su desprecio fue somatizado y la tensión explotó, en el momento mismo en el que no pudo mantener los alimentos en su estómago e irrefrenables ácidos volvieron sobre su camino, cuando Shizuru devolvió el desayuno en las galas reales del gallardo príncipe, luego trastabilló y se desplomó en los brazos de la que había fingido ser su esposo las anteriores semanas. Escucho su nombre ser musitado una y otra vez, mientras los angustiados iris esmeralda la miraban, pero todo era difuso, daba vueltas y luego, simplemente fueron sombras.
―¡Médico!― Gritó Natsuki hasta estar segura de que en cada posible rincón del palacio fue escuchada. ―Shizuru, por favor… despierta, ¡Médico!― Volvió a insistir muerta de la preocupación.
Arashi por su parte contempló su deplorable aspecto, percibió el hedor de las enzimas obrando en la comida y no tardó en darse la vuelta para devolver asqueado su propio desayuno, cayendo una vez más de su boca el diente que su hermana le había tirado antes. Mai se cubrió la nariz y guardó las distancias, mientras se apresuraba a correr a la puerta trancada, abriéndola para hacer llegar la voz a los guardias y que ayudaran al menos a traer el médico.
―La llevaré a su cuarto…― Deslizó sus manos con cuidado, sosteniendo a Shizuru en la posición nupcial y con la adrenalina corriendo por sus venas, motivo por el que levantarla fue increíblemente fácil en ese momento.
―No eres quien debe hacerlo― Le recordó el rey.
―Y sabes que eso me tiene sin cuidado, ahora no se trata de ti, de mí o de Arashi, solo necesito saber que ella está bien… solo eso― Hizo caso omiso del padre y salió con la castaña en brazos, dispuesta a llevarla a su habitación, para que el médico la revisara allí.

―No lo dejará ser… me parece que de tanto fingir, ya poco ha sido fingido, el Arc Adamante se ha enamorado de la Kvinne Rød― Musitó por lo bajo una preocupada Mai, quien le daba espacio a su ex amante a recomponerse del contagioso vómito que inició con Shizuru, un síntoma que curiosamente traía memorias de algunas de las doncellas “supuestamente castas” y al servicio de los grandes señores de la corte, pero no quería creer que Shizuru fuera de ese tipo de mujeres. Keinji, solo atinó a mirar de soslayo a Arashi quien devolvía todavía el estómago, como si aún le quedara algo por dar, sintió vergüenza ajena y por un momento pensó en que tal vez había alimentado al lobo equivocado.
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2 comentarios:

  1. Que buen capítulo ya quiero ver cómo Natsuki y shizuru resuelve la llegada del principe. Gracias por un capítulo más. Espero que la inspiración llegué a ti y puedas plasmarla en tus escritos para que pronto publiques el siguiente capítulo. Saludos

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  2. Hola, la historia es interesante, pero sería mucho pedir un capítulo diario?

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