Capítulo 16
Esa noche,
la sala de espera del hospital era un hervidero, María, Candela y Eva, Teresa,
Ana y Manuela todas se hallaban esperando noticias de Alba, que seguía sedada.
Cuando a la mañana siguiente el doctor informó al grupo de que lo más crítico
había pasado todas respiraron relajadas. Les informó de que la mantendrían
dormida todavía unas horas más y a lo largo de la tarde le irían retirando la
sedación.
Todas
aprovecharon para recomendar a María que se fuera a casa a descansar un poco,
que se duchara y comiera algo, ya que seguramente no habría noticias hasta la
tarde. María se negaba a dejar sola a Alba y solo consistió marcharse cuando
Teresa le aseguró que se quedaría allí hasta que ella volviera y que si había
cualquier novedad se lo haría saber inmediatamente. Así pues, Eva y Candela
acompañaron a su amiga y quedaron en la sala de espera Teresa, Ana y Manuela.
Teresa: Chicas,
iros también vosotras a descansar. Si hay cualquier novedad, os llamaré
Ana: Ni hablar,
no vamos a dejarte aquí sola
Teresa: Me he
traído un libro, así que iros tranquilas, que el tiempo se me va a pasar
volando. Descansad un ratito y luego hablamos y os cuento.
Se abrió
la puerta del ascensor y vieron aparecer a Candela. Ana y Manuela aprovecharon
para escabullirse y allí quedaron en la sala de espera Teresa sentada en uno de
los sillones y Candela en la puerta, que no se decidía a sentarse a su lado por temor a ser rechazada. Se aventuró y se aproximó
a la rubia.
Teresa: ¿Qué
haces aquí?
Candela: Pensé
que sería mejor que no estuvieras sola,
no sabía que Manuela y Ana tenían también la intención de quedarse.
Teresa: Bueno,
las estaba mandando a casa. No tiene sentido que estemos todas aquí ahora que
parece que no tiene por qué haber novedades.
Candela: Sé que
para ti Alba es casi como una hermana y me pareció oportuno que alguien
estuviera contigo. Espero que no te moleste que ese alguien sea yo.
Teresa no
contestó. Su mirada parecía perdida, pero su cara denotaba preocupación.
Candela tenía ganas de abrazarla y consolarla, pero tenía miedo a perturbar más
a Teresa. Se produjo un incómodo silencio, que se prolongó durante un rato.
Teresa: ¿Por qué
me plantaste sin darme ninguna explicación? Solo me he enamorado una vez en la
vida, y fue de ti. Nunca tuve el valor para decirte nada y aunque nunca fuimos nada, nunca pude superar
tu imagen, probablemente idealizada e
irreal.Todos estos años mi corazón permaneció en letargo. Y cuando te volví a
encontrar, todavía muchísimo más guapa de lo que te recordaba, con una sonrisa
más fresca aún que la que tenías tantas veces que te había soñado, sentí brotar
de nuevo en mí ese sentimiento. Quise
comprobar si podía ser real, si de verdad podría quererte, si de verdad, podría
conquistarte, si de verdad podría por fin vivir esa historia de amor que tantas
veces había recreado en mis sueños. Aquel domingo que habíamos quedado estaba
nerviosa e ilusionada. La anterior vez que quedamos para tomar algo todo me
pareció tan fácil, tan agradable contigo, todo fluía. Pensé que ir a comer
juntas, charlar, mirarnos a los ojos, quizás pasear juntas era mi justo pago a
tantos años de haber guardado mi corazón
en letargo para ti. El rechazo fue mil
veces más doloroso que cualquier otro fracaso, mil veces más humillante que
nada que me hubiera pasado en la vida. Me partiste el alma sin derecho a
réplica. Me juzgaste y me condenaste.
Candela: Cuando
me hablaste en aquella discoteca me hizo
mucha ilusión reencontrarme contigo. Recordaba una chica tímida, agradable,
reservaday hasta huidiza y me encontré frente a una mujer de esas que pueden
volverte la vida del revés. Guapísima, segura de ti misma, directa. Y me gustó
muchísimo el cambio. Cuando quedamos a
tomar algo sentí que conectábamos y me gustó mucho. Yo también llevaba mucho
tiempo con el corazón rasgado y por primera vez en mucho tiempo, pensé que
podía permitirme el lujo de levantar la guardia, de probarme que no estaba
muerta por dentro. Luego, me entró el
miedo. Creí que me harías daño. Tienes razón, fui egoísta y no pensé más que en
mi misma. Pensé que para ti solo sería una más y no quise arriesgarme a volver
a sufrir. Solo ahora me doy cuenta que, al cerrarme al amor, también me he
cerrado a la vida, al disfrute, a la pasión.
Teresa: En
contra de lo que puedas pensar, no soy ninguna golfa desconsiderada. Yo no sé
lo que te hizo o te dejó de hacer ese novio que tuviste, pero lo que sí sé es
que no te quería, que no te merecía.
Candela: Creo
que tienes razón y aunque todos estos años me sentí una desgraciada, en
realidad fue una suerte lo que me pasó. De otra forma, probablemente no estaría
aquí, contigo, deseando profundamente que me perdones y que me des la
oportunidad que yo te negué a ti.
Candela
tenía su mano apoyada en la pierna y la mirada fija en el suelo. De pronto
sintió la mano de Teresa posarse sobre la suya. La entrelazó con sus dedos, se
la llevó a la boca y depositó un suave beso en la mano de Teresa. Esta la
sujetó por la barbilla y levantó su cara hasta poner sus ojos a la altura de
los suyos. Y toda la angustia que reflejaba la mirada de Candela se transformó
en gozo cuando oyó que Teresa le decía: “me
encantará que por primera vez en mi vida seas tú la que intentes conquistarme y
no al revés.Y ya desde ahora te advierto que te lo voy a poner muy fácil”.
Atrajo su cara hacia la suya y depositó un tierno beso en sus labios.
María regresó a las tres horas y encontró a Candela y
Teresa charlando animadamente. Notó enseguida que algo había cambiado entre
ellas y vio una chispa de ilusión en los ojos de ambas. En ese momento apareció
el doctor en la sala y les anunció que Alba había despertado, que estaba
bastante estable y que una de ellas
podría pasar a visitarla e incluso quedarse a la noche a acompañarla. Las tres
se miraron y se abrazaron. Teresa susurró al oído de María “Si le vuelves a hacer daño, vamos a tener un
problema tú y yo. Y no quisiera, ahora que parece que voy a empezar a llevarme
bien con tu amiga. No, en serio, cuídala y dale muchísimos besos de mi parte.
Dile que he estado muy preocupada y que en cuanto se ponga un poco mejor se va
a llevar un tirón de orejas por no haberme hecho caso. Ella lo entenderá”
María se
encaminó hacia la habitación de Alba y Teresa y Candela, tomadas de la mano, hacia el ascensor.
Candela: Déjame
que un día de estos te invite a comer. Déjame tener contigo esa cita que le
robé al destino. Déjame volver unos meses atrás y escribir nuestra historia
como si nunca se nos hubieran torcido los renglones.
Teresa: Candela,
si hay algo que sé es que te quiero. Nunca pude borrar ese sentimiento de mi
corazón. Solo espero que me dejes demostrarte que no voy a hacerte daño, que no
quiero hacerte daño, sino todo lo contrario. Me da miedo soltarte la mano y que
vuelvas a salir de mi vida.
Teresa
volvió a acercar a Candela a su casa en coche, pero esta vez Candela no se
despidió de ella.
Candela: Sube
conmigo, te prepararé algo de comer
Teresa: Me
gustaría decirte que sí, pero es tanto el tiempo que he soñado con tomarte de
la mano, con besarte, con acariciarte, con hacerte el amor, que no creo que sea
capaz de subir a tu casa y comer contigo y no intentar arrancarte la ropa. Si
quieres ir despacio, si quieres marcar otro ritmo, vamos a tener que citarnos
en un sitio público donde tenga que mostrarme más contenida…
Candela: ¿Y si
te dijera que no quiero que te contengas? ¿Y si te dijera que ya estoy harta de
estar muerta por dentro? ¿Y si te dijera que hace tanto tiempo que no hago el
amor que ya casi he perdido la cuenta? ¿Y si te dijera que estoy deseando
acariciar tu piel desnuda? ¿Y si te dijera que quiero que me beses, que me
abraces, que me hagas el amor, que me hagas sentir otra vez?
La respuesta de Teresa llegó en forma de ávida boca
que buscaba otra boca sedienta, de húmedo roce de lenguas que profundizaban en
un dulce beso que dejó a ambas con ganas de más. Salieron del coche cogidas de
la mano con el deseo pintado en sus ojos.
Un reguero
de ropa salpicaba el pasillo de casa de Candela. La urgencia, la pasión, el
deseo hacía hervir la sangre de ambas. Candela succionaba ávida la lengua de
Teresa mientras le iba arrancando las prendas de ropa que le quedaban. Teresa
la separó. No he esperado todos estos años – le dijo- para
hacerte el amor en cinco minutos. Voy a ir lento, muy lento, voy a degustar
cada rincón de tu cuerpo, voy a acariciarte, a besarte, a lamerte hasta que me
supliques que te haga el amor, hasta que lo desees con cada poro de tu cuerpo.
Mientras la
iba hablando ella se había desnudado por completo y se había deshecho de todas
las prendas de Candela, las dos lucían desnudas, imponentes. Teresa se colocó
en la espalda de Candela y la atrajo hacia sí. Candela podía sentir sus pezones
erectos contra su espalda y el aliento de Teresa en su nuca. Estaba
excitadísima, muy húmeda, Teresa
acariciaba suavemente uno de sus pechos mientras descendía la mano por la tripa
hacia su sexo. Le besaba los lóbulos de la oreja mientras su mano suavemente recorría
su tripa hacia sus ingles, desde sus ingles hacia su monte de venus, apenas
rozando su clítoris y haciendo enloquecer a Candela, que quería más. La tumbó
suavemente en la cama y se echó encima. Colocó su pierna entre las piernas de
Candela y Candela comenzó a frotarse contra ella. Teresa disfrutaba de la sensación de sentir la
humedad de Candela en su muslo mientras esta comía ávidamente su boca y
acariciaba frenéticamente su cuerpo. Teresa estaba excitadísima también, pero
quería tomarse su tiempo. Retiró su muslo de entre las piernas de Candela y
comenzó a besar su cuello, a la vez que pellizcaba suave y alternativamente los
pezones de su chica mientras la escuchaba gemir.Dejó un reguero de besos en la
tripa de su pareja y descendió con su boca hasta su sexo. Besó y lamió la parte
exterior, de forma suave, despacio, adentrándose poco a poco hasta los labios
menores, deteniéndose en cada zona, besando, lamiendo su clítoris, degustando
los jugos de Candela.
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Wow muy bueno el cap... al fin alba despertó... por fa q no tenga ningun problema y se reconcilie con maria...
ResponderEliminarSaludod
muy pero muy buen capitulo, lleno de tantas emociones
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