Allí estaba, la
vendimia había llegado al fin con los albores del otoño. Todos se afanaban por
terminar la dura jornada de trabajo que había comenzado al amanecer para evitar
los rigores del sol y el calor, cortando racimos, probando uvas y separando las
que irían directas al lagar de las que se servirían como postre. A pesar de ser
una actividad mecánica, si bien salpicada de notas de humor, comentarios y
chismorreos, constituía el momento más interesante de la época ya que era
difícil encontrar una reunión multitudinaria sin salir de la comarca. Para
Julia el atractivo estrella de la jornada residía en poder observar a las tres
hijas del vecino libremente, unas genuinas “Ángeles de Charlie”, deambulando
entre parras y simulando ser auténticas expertas.
Resultaba, cuando menos
curioso que, siendo de madres diferentes, de ahí la discrepancia en la
tonalidad de sus cabellos y pieles, dejando claro a la vez que su padre se
había casado en tres ocasiones, sus caracteres fueran tan similares. Las tres
sonreían con timidez fingida ante los comentarios de los muchachos que se
congregaban para vendimiar. Sin embargo, Julia observaba con especial atención
a la morena, Clara, ¡qué contradicción!, que rehuía el contacto con el resto en
la mayor parte de la jornada. Era la única de las hermanas que sí parecía poner
especial empeño, aunque no la dejaran explayarse, en cortar racimos.
Y por supuesto, como
toda jornada multitudinaria que se preciara tenía su momento festivo y estelar,
el almuerzo. Sus padres se esmeraban para ofrecer un almuerzo digno a todos
aquellos que participaban, desinteresadamente o no, sin reparar en gastos ni
botellas de vino descorchadas. Como contrapartida al ir y venir incesante de
gente con vasos y platos repletos, la sobremesa se había convertido en un
momento especialmente tedioso, las mujeres recogían, limpiaban y los hombres se
abalanzaban sobre el padre de los “Ángeles” que repartía habanos de segunda,
cargando el ambiente con una espesa nube de olor rancio que la ligera brisa era
incapaz de diluir. Julia comenzó a desmotivarse, ese año ni siquiera había
habido percances jocosos, ningún tropezón, ninguna caída de árbol, así que
decidió alejarse hacia algún lugar fresco, descontaminado y solitario. Caminó
entre los árboles con la esperanza remota aún de oír algún alboroto que
delatara una caída, pero solo vislumbró a lo lejos a Clara que parecía estar
leyendo, delatada por la posición de su cabeza, apaciblemente debajo de un
manzano. Se acercó despacio intentando no sobresaltarla, tarea imposible. Inevitablemente,
dio un salto al oír el saludo de Julia:
-¿Puedo
sentarme a tu lado?- Clara asintió con un movimiento leve de su cabeza y cerró
el libro que leía.- ¿Has huido del humo también?- Sonrió bajando la vista
tímidamente, aquel rasgo era real después de todo.
- Es
la forma que tiene mi padre de dar sus grandes noticias.
-
¿Va a casarse con una pelirroja esta vez?- El semblante de Clara cambió
instantáneamente, pasando a una seriedad desconcertante.- ¿Cómo lo sabes? ¿Ha
dado la noticia ya? Pensé que esperaría a que anocheciera y soltar su discurso
bajo la luz de la luna y el sonido de los grillos de fondo.
-¿Hablas
en serio?- Julia miraba perpleja a aquella joven que tenía sentada al lado y que
parecía poseer un extraño sentido del humor que no se correspondía, al menos no
era una cualidad a descubrir a simple vista, con su apariencia.- Es broma.- Clara
asintió pícaramente. No era tan tímida después de todo.
-
Dime, ¿te apetece un vino lejos de aquí?- Julia obtuvo un gesto afirmativo y sonriente por respuesta y, ante el temor de
que cambiara de opinión tan rápido como había aceptado, la arrastró hasta su
casa, recogió dos cascos y sacó su Virago sin arrancar para no levantar
sospechas hasta el que consideraron un lugar seguro. En tan solo cinco minutos
habían llegado a un verdadero y típico guachinche, que probablemente tendría alguna
comida como carne de fiesta o garbanzas y un vino que no sería recomendable a
aquellas alturas del año. Clara fue la más valiente de las dos y probó el vino
primero. La contracción de todos los músculos de su rostro fue prueba
suficiente de la calidad de aquel vino: Se ha enfriado.- Julia se llevó el vaso
hasta los labios, lógicamente en un guachinche el vino se servía en vasos de
duralex de los que normalmente se usan para los barraquitos, y su rostro adoptó
una forma similar a la de su acompañante: Sí, creo que ha conocido días
mejores. Pero, no puedo despreciarlo porque dejaría de comprarle vino a mi
padre, y creo que eso no sería buen negocio para él.
-
Está bien, pero no me obligues a probar la comida.- Rieron con la esperanza de
que la dueña de aquel local no se le ocurriera, en atención a su padre,
servirles un poco más de vino y un plato de sus inolvidables garbanzas. Tras un
par de rondas de aquel vino viejo Julia se sintió lo suficientemente valiente y
cómplice como para interrogar en profundidad a Clara:
-
Hace mucho tiempo que no venías, ¿verdad?
-No.
En realidad sí he venido, pero no me he quedado todo el verano. Me agobia un
poco todo este ambiente que se ha montado mi padre alrededor. Creo que me he
acostumbrado a vivir en Madrid.- Julia dejó escapar un tímido “mmm” y decidió
aprovechar el tono de sinceridad e intimidad que proporciona el vino para
ahondar en los pensamientos de Clara.- ¿Sigues estudiando?
-
No, he terminado ya, pero me hicieron una oferta de trabajo interesante y
decidí aceptarla.
-
¿De reportera o algo así?
-
Pues no, no soy tan intrépida y, realmente, lo mío no son las relaciones
sociales. De reportera estaría todo el día en la calle, detrás de una noticia,
interrogando a extraños, solicitando entrevistas…- hizo una pequeña pausa y
miró con aire despistado hacia la puerta unos segundos para recuperar la
concentración.- No tengo paciencia para ese tipo de trabajo, invertir tantas
horas para una simple noticia, no sé. Soy correctora en una revista. Pero,
ambiciono tener mi propia publicación.- A Julia le sorprendió aquella
revelación. Nunca hubiera considerado que aquella mujer tuviera tal idea, no al
menos si se basaba sólo en su físico y su trasfondo familiar.- Puedes pedirle
ayuda económica a tu padre.- Clara sonrió con la mirada baja, para sí misma,
como si le hubiera venido a la mente un secreto que nadie más conocía.
- Mi
padre no es tan generoso con su dinero. Además sus inquietudes no son
precisamente culturales. Digamos que prefiere invertir en habanos.
Una botella de vino casi vacía junto al
ambiente que comenzaba a caldearse y enrarecerse por la cantidad de gente
fueron suficiente motivación para decidir dar un paseo hasta la costa a tomar
el aire fresco de la noche. Se escabulleron entre las mesas con manteles de
hule pasados de moda y un “adiós mi
niña, recuerdos a tu padre y la próxima les sirvo unas garbanzas” de la dueña
del guachinche sonando de fondo. Subieron en la moto y se alejaron de aquel
lugar recorriendo un pequeño trecho de autopista hasta alcanzar de nuevo la
carretera, sinuosa en algunos tramos, siempre en suave descenso. En cada
aceleración, Julia sentía el corazón de su pasajera latir desbocado en su
espalda. Le gustaba esa sensación. Habría alargado la carretera sobre el mar
para seguir sintiendo sus latidos mezclados con el aire y su perfume. Rebasaron
la última curva y tomaron un desvío que las condujo por una calle asfaltada hasta
concurrir en un camino de tierra, algo descuidado desde las últimas lluvias,
que desembocaba en la costa pedregosa. Detuvieron la moto más allá del faro que
se alzaba imponente, blanco, desafiante entre tanta llanura y oscura roca y se
adentraron entre los pequeños charcos que reverberaban bajo la luz de la luna.
Julia se aventuró a sentarse en una de las rocas que sobresalía desafiando a
los minúsculos cangrejos que aparecían y desaparecían entre los microscópicos
orificios que adornaban la piedra moteada por un tono verdoso. Clara la imitó,
con algo más de reparo, buscando con sumo cuidado el lugar apropiado para
sentarse, sin agujero alguno. Permanecieron en silencio, disfrutando del batir
de las olas, perdidas en sus pensamientos, sin sensación de incomodidad, sin
prisa, hasta que Clara empezó a hablar en voz baja, como si lo hiciera para sí
misma, con la vista perdida en los destellos que la luz del faro desprendía en
el mar: A veces echo de menos todo esto, el mar, las puestas de sol, las
montañas que nos guardan las espaldas.- Julia se aventuró a sacarla de su
ensimismamiento con una nueva pregunta:
-¿No
tienes intención de volver algún día?- Clara permaneció pensativa durante unos
segundos más, como si meditara la respuesta realmente.
-
Tal vez cuando decida casarme.- Julia no pudo evitar soltar una carcajada que
probablemente despertaría a todos los cangrejos de la zona obligándolos a
asomarse para comprobar de donde provenía aquel alboroto, alegrándole la
existencia a los pájaros que dormitaban en sus nidos.- ¿Por qué te hace tanta
gracia?- El rostro de Clara se debatía entre la incertidumbre y aquella risa
contagiosa. Julia se tomó su tiempo para recomponer el rostro y la seriedad:
Pues porque no creo que te cases, en fin, ahora podrías hacerlo, pero no lo
creo.
-¿Qué
insinúas? ¿Que nadie me soportaría?- Julia exhaló el aire de forma escandalosa
y escudriñó el rostro de la joven, no quería perderse ni un detalle de su
reacción aunque la penumbra dificultara la tarea.- Insinúo que eres gay.- El
gesto de contrariedad de Clara fue
exagerado, como el de un niño que aún no posee la capacidad de controlar la
expresión de sus emociones.
-
¡Claro que no lo soy!- Julia volvió a reír, esta vez sin tanto ruido.
- A
ver, ¿cuántos novios has tenido?- Clara se tomó su tiempo para responder, se
sabía acorralada.
-
Sólo puedo considerar a uno como tal. Pero, sí que he tenido algunas historias
no muy largas.
-
Ahí lo tienes.
-
Eso no quiere decir nada, simplemente estudiar y trabajar no te deja mucho
tiempo libre para dedicarte a alguien. Y tampoco es tan fácil encontrar a un
hombre con el que congenies y prefiera estar contigo antes que con sus amigotes
de fiesta en fiesta.
-
Venga Clara, sé honesta. Nadie a tu edad está tan hastiada de los hombres. Mira
a tus hermanas, son más jóvenes y ya están a punto de casarse. Hasta tu padre consigue
novia después de tantos fracasos.
- No
estoy hastiada de ellos, me he acostado con unos cuantos y aún lo hago.- Julia
decidió quemar su último cartucho, resignada, para demostrarle que se
empecinaba en defender una mentira. Se acercó decidida pero con delicadeza,
apartando el pelo de su nuca y agarrándola suavemente pero con la firmeza
suficiente para que no pudiera esquivar el beso. La reacción de Clara fue
completamente diferente, no demostró desagrado ni una leve intención por
rehuirla, correspondiéndola y aceptando el beso como si hubiera esperado aquel
momento toda la tarde. Julia se separó lentamente comprobando que Clara tenía
los ojos cerrados aún y reafirmó su postura sin dejarla reaccionar:
-
¿Lo ves? Eres gay.- Clara continuaba negando con sus gestos lo que a esas
alturas era más que evidente.- Vamos, reconócelo, te ha gustado el beso, si
hasta has cerrado los ojos.- El momento cumbre de aquella escena idílica se vio
interrumpido, para desesperación de Julia, por la escandalosa aparición de un Land Rover
destartalado y descatalogado ocupado por dos auténticos belillos reconvertidos
en macarras de pueblo, que habían sustituido la pachanga por el reggaetón a un
volumen que habría hecho temblar hasta los cimientos del faro. Las dos jóvenes
decidieron al unísono y sin emitir palabra alguna que era hora de dejar aquel sitio
y pusieron rumbo hasta el lugar en el que habían dejado aparcada la moto,
momento que Julia aprovechó, justo antes de colocarse el casco, para invitar a
su amiga, aunque los términos de amistad
no estaban definidos en aquel momento, a cenar a la tasca de un amigo suyo,
aclarándole que estaba cerca de su casa y que podría irse a dormir a la hora
que quisiera. Clara aceptó de forma silenciosa, sin ningún reparo y se alejaron
de la costa retomando la misma carretera en sentido “inverso”.
Entraron en un local que nada tenía que
ver con el de hacía algo más de una hora. No era demasiado grande, tenía seis o
siete mesas, número razonable para ser atendidas por un único cocinero y un
único camarero. Habían distribuido el espacio ingeniosamente, separando cada
mesa por unas finas paredes que no llegaban al techo de bloques de cal, suficiente
para ofrecer cierta intimidad sin llegar a resultar agobiantes. Escogieron una
mesa al lado de una ventana y, aunque ya se había puesto el sol, sí que se
podía observar el mar y el rastro que dibujaba el reflejo de la luna. Julia
decidió darle un tiempo a Clara para no atosigarla y dedicó un buen rato a
elegir un vino de la zona, ya que ella nunca se había considerado lo
suficientemente snob como para despreciar lo autóctono, dejándola romper el hielo
después de probar el vino, intercambiar opiniones con el camarero y pedir la
comida:
-
Nunca pensé que alguien pudiera creer que yo soy gay.
- Si
lo piensas detenidamente no es tan terrible. Seguro que hasta miras a las
chicas aunque creas o intentes convencerte de que lo haces por otras razones.
-
¿Por comparar?- Julia le sonrió con cierto aire de ventaja, ella ya había
pasado por ese trance anteriormente, aunque su experiencia fuera distinta.
-
Puede que hasta esa fuera una de las razones para irte a estudiar fuera, aunque
tu decisión no fuera consciente.
-
¿Crees que he huido?- Julia movió de forma exagerada la cabeza para asentir
mientras seguía con su razonamiento: Descaradamente además. Lo único que ha
ocurrido es que no te has encontrado con la persona adecuada o, tal vez sí,
pero no has sabido interpretarlo. Con lo inocente que eres, podría haberte
escrito un cartel en letras rojas, pero si no te hubiera besado como yo no te
habrías enterado.
-
¿Tú nunca has pensado en irte de esta isla?
-
Sí. De hecho le sugerí a mi padre montar un local en algún lugar que ofreciera
sus vinos entre otras cosas, pero ahora la situación no está como para hacer
esa inversión.- La conversación les absorbía tanto que ninguna de las dos
reparó en que un hombre moreno se les había acercado con una sonrisa, un tanto
lasciva, de oreja a oreja y se había sentado sin pedir permiso en una de las
dos sillas que quedaban libres - Vaya, vaya, vaya. Si tenemos aquí a la tía más
guapa de toda la comarca,- seguido por su amigo, que colocó las copas en la
mesa y las llenó de la misma actitud descarada. Parecían haber planeado
cuidadosamente su estrategia cuando estaban en la barra, aunque Julia intuía
que la idea provenía del primer sujeto ya que parecía conocer a Clara de una
forma aparentemente más íntima:
-
Espero que no les importe que nos hayamos sentado, pero no hay ninguna mesa
libre en el local. Así mi amigo no se sentirá tan solo.- El tipo callado le
dirigió una sonrisa tan lasciva como la del otro sujeto a Julia, que sintió que
todo su vello se erizaba y no precisamente de emoción. Clara, que seguía
perpleja, sólo acertó a musitar un débil “tengo que ir al baño, perdón”, y
salió casi corriendo, como quien se despierta de un estado catatónico y ansía
recuperar el tiempo perdido. Por su parte Julia, que se sentía abandonada ante
el peligro, trataba de recuperarse de su asombro ante la desfachatez de
aquellos dos tipos de tan poco arte interpretativo que ni siquiera habían sido
capaces de disimular sus intenciones libidinosas:
-
Dime, ¿hace mucho que conoces a Clara?- El grandullón que se había acercado a
la mesa primero se llamaba Carlos y le había dirigido la palabra sin demostrar
demasiado interés en entablar una conversación. El otro, que la había babeado
al presentarse como Felipe, sorbía el vino como si se tratara de un refresco y
ya estaba a punto de acabar con la botella.
-
Somos vecinas desde la infancia.- Emitió aquella respuesta en un tono áspero y
derrochó miradas de asco, sutilezas que fueron ignoradas por aquellos dos
auténticos prototipos de orangután. Decidió disculparse para ver como se
encontraba Clara y así dejar de respirar aquel aire viciado. La encontró con la
cara metida bajo el chorro de agua fría como si quisiera ahogarse. Julia cerró
el grifo y la retiró suavemente. Empezó a interrogarla mientras le secaba el
rostro con un pañuelo de papel:
-¿Quién
es ese tipo? ¿Y por qué te comportas así? Cualquiera diría que has visto un
fantasma.- Clara se tomó su tiempo para recuperar el aliento y el ánimo para
contestar.- Algo así. Tienes sentado a tu mesa a mi único novio. Y no me alegra
verlo precisamente. Siempre que se entera de que estoy aquí por vacaciones
empieza a llamar a mi casa para pedirme una cita y volver a salir, así que cada
verano tengo que pedirle a mi padre que lo amenace para que deje de acosarme.
-
Pues no capta las indirectas no. Podría decirle que soy lesbiana y estoy más
interesada en ti que en su amigo, pero en vista de su comportamiento creo que
pensarían más en una insinuación para una orgía que en una petición para
dejarnos solas. Podemos ir a otro sitio para que te sientas cómoda.- Clara la
interrumpió con determinación. Había recuperado la compostura y salió del baño
dispuesta a no dejar hablar a ninguno de aquellos dos sujetos. Se sentó en la
mesa con tranquilidad y comenzó a soltar su pequeño discurso con el mismo
arrojo que había mostrado en el baño:
-
Verás Carlos. Como el tiempo y la experiencia me han demostrado que contigo no
sirven las sutilezas ni las negativas voy a ser clara y desagradable. Si no te
levantas de la mesa y te largas de este local le diré a mis hermanas lo pésimo
amante que eres y poco diestro con tu diminuto miembro viril y, créeme, mañana
lo sabrán en este pueblo y los cinco colindantes.- Fueron los otros tres ocupantes
de la mesa los que se quedaron atónitos esta vez al oír aquellas palabras
emitidas con atrevimiento pero en absoluta calma y, es que sólo le habría
faltado sonreír ligera e irónicamente para que la jugada hubiera sido perfecta.
En cualquier caso había funcionado ya que los dos abandonaron la mesa y el
local mansamente.- No hay nada como el temor al desprestigio para conseguir que
te dejen tranquila, ¿no crees?
- Es
para tenerte miedo, desde luego.- El resto de la noche transcurrió con absoluta
normalidad, sin que nadie extrañara la ausencia de aquellos dos hombres. Las
dos muchachas abandonaron el local en último lugar tras aceptar la invitación para
tomar una botella de vino más con sus dueños. Lo cierto era que Julia se
alegraba de haber escogido aquel sitio cerca de su casa porque no habría podido
conducir una distancia larga. Clara estaba risueña aún, satisfecha por su
pequeña victoria, y se había apoyado en el asiento de la moto dispuesta a
alargar un poco la velada.- Tus amigos son muy agradables.- Julia asentía
agarrada al manillar de su moto.- Son pareja ¿verdad?- Siguió asintiendo con
una sonrisa aniñada.- Pues son muy valientes. Más de uno se lo pensaría dos
veces antes de vivir abiertamente en pareja en un pueblo.
- En
la mayoría de los casos la normalidad empieza por nuestra propia aceptación.-
Continuó sonriendo y decidió sentarse a horcajadas mirando a Clara.
-
¿Tus padres saben que te gustan las mujeres?
-
Desde hace tiempo, sí.
- Yo
creo que si le dijera a mi padre algo así le daría un ataque al corazón después
de desheredarme, claro.
-
Pues es probable, teniendo en cuenta que tus dos hermanas son menores que tú y
están a punto de casarse. Le darán nietos de diferentes colores y él se sentirá
feliz.- Rieron de forma descontrolada, condicionadas más por el alcohol que
habían ingerido que por la ingeniosidad del comentario, hasta que les faltó el
aliento, dejando paso al silencio nuevamente. Julia observó a Clara unos
instantes. Su belleza no tenía nada que ver con sus hermanas. Aquella serenidad que le caracterizaba sin
duda acrecentaba su atractivo. La sorprendió con su mirada directa a los ojos.
En esta ocasión la timidez había cambiado de víctima y Julia esperaba sin saber
muy bien qué paso dar. Dudó antes de besar a Clara ya que, aunque lo deseara,
no era el lugar más apropiado para hacerlo. Ambas tomaron aquel beso como un
buenas noches anticipado y se separaron con otro más casto en la mejilla al
llegar a casa.
Julia entró silbando y sonriente en su
casa, despertando a sus padres de la languidez en la que vegetaban aún en la
cocina, pero sólo su padre se sintió motivado a expresar su extrañeza ante tal
demostración de alegría:
-
¡Vaya! Vienes muy risueña.
- Ha
sido un día hermoso.- Se dejó caer pesadamente en una silla al lado de sus
padres.
-
¿Has estado con la vecina?
-
Sí, la he llevado de paseo. Nos hemos reído bastante. ¿Por qué lo preguntas?
-
Porque las estuvimos buscando un buen rato para pisar las uvas.
- Lo
siento. Pero tendrías infinidad de voluntarios, supongo.- Su padre la observó
detenidamente, con descaro, consciente de que había ocurrido algo más.- A ti te
ha ocurrido algo más. Lo tienes escrito en la cara.- Julia no dudó al contestar
desinhibida en gran parte debido al vino.
- Me
he enamorado.- A su padre no le sorprendió aquella respuesta en absoluto. Su
madre, sin embargo, la observó con cierto recelo.- Esa chica no te conviene de
ninguna manera. Cuando menos te lo esperes te abandonará y te romperá el
corazón. Su familia está muy preocupada por guardar las apariencias.
- No
creo que sea por guardar las apariencias, simplemente pasará porque no vive
aquí.
-
¿Vas a seguirla hasta Madrid?
- Pues
no me vendrían mal unas vacaciones.- Su madre apartó la mirada con irritación.-
Mamá, ¿por qué tienes que hacer un drama de todo?- Su madre salió de la cocina
moviendo la cabeza de forma exagerada seguida por su padre que le había
prometido que hablaría con ella, convencido de que su preocupación era lógica,
ninguna madre desea que sus hijos sufran. Julia los
imitó y se metió en la cama, si bien todas las emociones de aquel día y las
palabras de su madre rondando en la cabeza le impedían conciliar el sueño. La
duda de que tal vez tuviera razón, que aquella chica estaba más interesada en
agradar a su padre que en ser feliz la mantuvo despierta un buen rato más,
tiempo suficiente como para que sus sentidos se acostumbraran a la penumbra y
al silencio y fuera capaz de percibir un suave toque, roce más bien, en la
ventana de su dormitorio. La abrió despacio pensando que tal vez era uno de los
gatos que deambulaban por aquella zona en busca de refugio, porque había
comenzado a llover ligeramente. Sin embargo, lo que se encontró fue con el
rostro mojado de Clara que o bien había caminado durante un largo rato o había
permanecido esperando sin cobijarse más tiempo del recomendable, ya que aquella
lluvia fina del final del verano terminaba calando hasta los huesos a los
imprudentes.- No podía dormir.
- Yo
tampoco.- La metió en la habitación y le dio ropa seca y una toalla para que
enfermara. Julia esperó pacientemente en un discreto rincón hasta que su amiga
se le acercó y comprobó que su pelo casi chorreaba aún. La sentó en la cama y
comenzó a secarlo con esmero.- Es la segunda vez que te seco hoy.- Hizo una
pequeña pausa y siguió hablando en un tono bajo como si las rodeara una
multitud curiosa que pudiera descubrir un secreto.- ¿Por qué no podías dormir?
-
Pues me metí en la cama, me puse a leer pero no podía concentrarme. Me di
cuenta de que en realidad quería estar contigo, así que me vestí y empecé a dar
vueltas hasta que se apagaron las luces, para estar segura de que no tendría
que hablar con nadie más.- Se quedaron en silencio, apoyadas en la cabecera de
la cama, con la luz apagada y la ventana medio abierta hasta quedarse dormidas
mecidas por el repiquetear de las gotas de lluvia, el sonido de la brisa entre
las ramas de los árboles y el calor de la compañía.
Julia despertó bien entrada la mañana, sola
pero con el hombro entumecido aún tras haber soportado el peso de la cabeza de
Clara durante buena parte de la madrugada. Se sentía desconcertada por la
sensación de vacío que le había provocado el hecho de que su vecina la hubiera
abandona sin un buenos días, pero consciente de que necesitaba tiempo para
asimilar lo que había ocurrido sin la influencia del alcohol ni su presencia. Se
vistió, desayuno y dedicó la mañana a recoger junto a su padre los enseres de
la jornada anterior, tarea que mantenía su mente ocupada. Gabriel estaba seguro
de que su hija no era feliz en aquellos momentos, pero se abstuvo de hacer
comentario alguno o de sonsacarle sutilmente con algún rodeo. Terminaron cuando
los rayos de sol apenas calentaban y se sentaron debajo de un manzano, Gabriel
a fumar y Julia a dormitar. Fue ese momento el que aprovechó su padre para
hacerle una pregunta que la animara a soltar lo que rondaba en su cabeza:
-
¿No sales con la vecina hoy? Deberías ir a distraerte, llevas trabajando
demasiadas horas esta temporada.
- No
quiero atosigarla.
-
Queda poco verano ya para meditar las cosas e ir despacio. Además, nadie se
agobia por dar un paseo, ¿no crees? No creo que tenga muchos amigos aquí ya.-
Julia no estaba convencida. Clara había desaparecido en la mañana sin
despedirse y no había dado señales de vida en todo el día, con lo que
probablemente habría actuado guiada por una motivación opuesta a la noche
anterior, más aún teniendo en cuenta que no habría estado influenciada por el
alcohol. Su padre la observó con detenimiento. A veces le gustaría que no fuera
tan obstinada, qué expresará más sus preocupaciones, pero suponía que
necesitaba sentirse adulta y tomar sus propias decisiones:
-
Prométeme al menos que darás una vuelta por ahí.- Julia asintió con un
movimiento de cabeza y sin abrir los ojos.- Y lleva mi coche, que ha
refrescado.
Julia decidió seguir el consejo de su
padre, no en vano le llevaba algunos años de ventaja en experiencia, y puso
rumbo calle arriba en su coche. Hacia la mitad de su recorrido comenzó a
vislumbrar dos figuras y, aunque la luna y las farolas iluminaban el camino, no
pudo asegurar con rotundidad que una de las siluetas era Clara hasta que no
estuvo justo a su altura y se vio en la obligación de parar ante la insistencia
de sus señas. Le pidió que la llevara a su casa al final de la calle,
sintiéndose agradecida de que alguien pasara por allí y no tener que soportar
la compañía de aquel sujeto, que Julia reconoció como uno de los jornaleros que
habían trabajado en la vendimia el día anterior. Clara se decidió a terminar
con el incómodo silencio que se había instalado entre las dos, consciente de
que le debía una explicación a su amiga:
-
¿Has vendido tu moto?
-
No, este es el coche de mi padre. Casi no lo usa, por eso está reluciente.
-
Siento no haberme despedido esta mañana, pero dormías tan profundamente que no
quise despertarte. Lo cierto es que llamé a tu casa pero tu madre me dijo que
estabas muy ocupada. Después mi padre me retuvo con sus líos de boda.- Julia le
restó importancia y paró delante de la casa de sus vecinos. Clara insistió,
necesitaba recuperar la complicidad que habían conseguido la noche anterior,
incluso en los momentos de silencio.- ¿A dónde vas?
-
Pues a un local de ambiente supongo, donde no conozca a nadie preferiblemente y
nadie me salude como si me conociera de toda la vida.
-
¿No vas a invitarme? ¿Ya no piensas que soy gay?- Julia arqueó una de sus cejas
y miró con descaro a Clara.- ¿Crees que podrás resistir tantas mujeres, bueno,
algunas no tan mujer, juntas?
- A
cualquiera que no sea de mi familia.- Pusieron rumbo a la ilustrísima ciudad
universitaria de San Cristóbal de La Laguna, Patrimonio de la Humanidad para
más boato y pompa de sus habitantes, sobre todo los de nacimiento, y entraron
en uno de los locales de ambiente tras dar multitud de vueltas buscando
aparcamiento que escaseaba incluso un jueves como aquel. El local que no era
demasiado amplio y no se caracterizaba por lo moderno ni novedoso de su
decoración, sí que ofrecía cierta calidad en la música, allí era posible
librarse del temible reggaetón que lo había invadido todo y de la más usual
salsa barata. Julia se dirigió a la barra a pedir unas copas y se desentendió
momentáneamente de Clara que, valientemente y sin hacer caso a los ojos que la
observaban divertidos y voraces alrededor, bailaba al otro lado del local. Miró
con detenimiento a la joven que vegetaba en la barra a su lado mientras
esperaba por las bebidas. Podría dirigirse a ella con el recurrente “vienes a
menudo por aquí, no te había visto antes”, aunque le habría gustado más
invitarla a bailar, si no fuera por el ínfimo detalle de que la mayoría de las
lesbianas no son muy partidarias de mover el esqueleto. Además, si aceptaba
siempre corría el riesgo de que saliera su novia de alguna sombra y le pidiera
explicaciones, así que dejó correr su impulso y pagó sus copas. Al levantar la
vista pudo comprobar el éxito que tenía Clara entre una serie de mujeres, de
corte de pelo típicamente varonil que la rondaban como si de una bandada de
buitres se tratara. Se debatió unos instantes entre el deseo de venganza de
abandonarla a su suerte o ir a rescatarla. Decidió esto último con la esperanza
secreta de recibir alguna recompensa. Le tendió su copa y la acompañó en el
baile, espantando a aquella molesta banda. Tres copas más tarde Clara se sintió
lo suficientemente valiente como para pedirle un beso a Julia, que lógicamente
aceptó encantada. No sabía si aquella chica sentía lo mismo, pero a ella se le
hacía un nudo en el estómago cada vez que sentía sus labios, su lengua, su
ansia y su calor. Sintió sus labios suaves deslizándose por el mentón y el
aliento cálido que dejaba escapar con sus susurros en la oreja: Sabes qué me
gustaría averiguar.- Julia hizo lo propio y le contestó con un simple no al
oído para que la magia de aquel momento no se diluyera.- Me gustaría comprobar
si el resto de tu piel es tan suave como tus labios.- Julia se separó
ligeramente para mirarla a los ojos un instante y se acercó a su oído de nuevo
para susurrarle: ¡Vaya! No eres tan tímida después de todo.
- Bromeas. Hablas con la reina de la noche.-
Salieron del local y se dirigieron a un pequeño apartamento alejado algunas
calles del bullicio nocturno. Entraron en un mundo silencioso salvo por el
ligero maullido de un siamés gordo que se alegraba de que alguien se acordara
de su comida:
-
¿Este apartamento es tuyo?
-
No, no tengo esa suerte. Es de un amigo. Me lo presta con la condición de que
cuide a su gato cuando se va de viaje, que es bastante a menudo. Le saldría más
rentable no tener gato.- Dejaron que aquel gordo peludo diera buena cuenta de
su comida y se sentaron en el sofá con dos copas de vino. Se miraron en
silencio, hasta que el deseo venció la timidez y a los besos les siguieron las
manos acariciando la espalda, colándose bajo la blusa. El pulso y la
respiración se iban acelerando conforme se deshacían de prendas de ropa y
recorrían la piel desnuda con manos y labios: ¿Es suave?- Clara asentía con una
ligera sonrisa mientras se dejaba arrastrar mansamente hacia una cama donde
Julia la tumbó suavemente, colocándose a horcajadas sobre ella. Se contemplaron
sin prisa, regocijándose en pequeños detalles que delataban su excitación, la respiración
agitada, los pezones hinchados, el rojo intenso de los labios, la humedad de
sus sexos. Clara se dejó besar la piel con la misma docilidad, sintiendo los
labios de su amante en cada pliegue, cada hueco, hasta detenerse en su pubis.
Julia se incorporó ligeramente y la contempló de nuevo, como su excitación iba
creciendo mientras abría sus piernas recorriéndolas con las yemas de los dedos.
Se dejó embriagar por los gemidos ahogados que se escapaban mientras
mordisqueaba suavemente y lamía la cara interna de sus muslos, ascendiendo
lentamente por ellos, deleitándose en cada diminuto avance de su boca. Los
gemidos se hicieron más intensos y perceptibles cuando empezó a lamer su sexo
con el mismo ritmo lento, que fue incrementando al llegar al clítoris, guiada
por la tensión de los músculos de su compañera, por su respiración agitada
hasta sentir su estremecimiento descontrolado, de intensidad desbordada debido
a su entrega. Dejó que recuperara el equilibrio de su respiración tumbada entre
sus piernas mientras acariciaba su vientre, mientras sentía el tacto de sus
dedos enredándose en su cabello. Julia no fue consciente de cuánto tiempo había
transcurrido, embelesada aún con la intensidad de la sensación de placer que
había proporcionado, absorta en su pequeña victoria, disfrutando de un sueño
que aletargaba sus sentidos, hasta que la voz serena y dulce de Clara la
devolvió a la realidad:
-
Cuando dijiste que era gay, ¿estabas convencida de ello?- Julia respondió sin
levantar la cabeza de su vientre:
-
No. En realidad era más una suposición que una certeza, creo que motivado por
mi propio deseo de que fuera así.
- ¿Y
ahora qué crees?
-
Que te has dejado amar, que has disfrutado con mi boca en tu sexo, pero no sé
si serías capaz de hacerlo tú. Tampoco sé cómo te sentirás mañana cuando te
despiertes sobria, no sé si te sentirás igual de desinhibida. Al fin y al cabo
esto sólo ha sido un lapsus de sexo oral en una noche de diversión.- Clara
contraataco con un tono más áspero pero sereno aún:
- ¿De
verdad piensas que ha sido sólo un lapsus, un momento loco de alcohol y fiesta?
¿Crees que me daría asco besar tu sexo?- Julia guardó silencio unos segundos.
Necesitaba meditar una respuesta sincera que no ofendiera a su compañera de
cama.- Para mí han sido unos momentos maravillosos, he disfrutado de tu cuerpo
y de tu entrega y no me arrepiento pase lo que pase mañana. Pero creo que eso
es algo que debes decidir tú sola, no me parece justo que yo influya en ti de
un modo u otro.- Guardaron silencio, sumidas cada cual en sus propios
pensamientos, hasta que el alcohol y el esfuerzo las sumergió en un profundo
sueño durante un par de horas.
No
había amanecido aún cuando Julia se despertó con el roce de los labios de Clara
en su cuello. No opuso resistencia y, medio dormida como se encontraba aún,
indefensa, vulnerable, dejó que aquella mujer la recorriera con sus labios
después de susurrarle que quería corresponderle. Sintió el estremecimiento de
su cuerpo sumergida en su letargo, tras lo que les venció el sueño de nuevo.
Julia despertó con la luz del día y se sobresaltó al comprobar que su amante no
estaba en la cama. Se levantó rápidamente y la halló en la cocina dando vueltas
y sirviendo café. Le habló mientras la abrazaba por la espalda, como si
intentara que no volviera a escaparse sin una despedida:
-
Temí que hubieras huido de nuevo.- Clara se giró para poder abrazarla y
besarla.
-
Quería preparar el desayuno, pero lo cierto es que sólo he sido capaz de
encontrar café.
-
Tengo la sospecha de que en esta casa el único que come bien es el gato. Así
que mejor nos duchamos y desayunamos por ahí.
Al regresar a casa Gabriel preguntó a
su hija cómo lo había pasado, a pesar de que la respuesta era más que obvia a
juzgar por la amplia sonrisa que traía dibujada en el rostro, para
desesperación de su madre que seguía sin ver el horizonte claro en aquella
relación en ciernes. Comió con ellos y se acomodó en la butaca de su dormitorio
dispuesta a disfrutar de un libro, aunque consciente de que se dormiría antes
de ser capaz de leer un capítulo. La despertó el murmullo de voces lejanas que
saludaban y se despedían casi a un tiempo, el sonido de la puerta cerrarse y el
motor del coche de su padre alejándose calle arriba. Probablemente no volverían
hasta la madrugada como cada viernes. Antes de que el sonido del Peugeot de su
padre se hiciera imperceptible, la sonrisa de Clara apareció tras la puerta de
la habitación. Sus movimientos al acercarse delataban la confianza recién
adquirida, transmitiendo por el corto recorrido el mensaje de sus padres de que
no los esperara despierta.- Eso quiere decir que…- Clara la interrumpió – que
estamos solas.- Se sentó sobre las rodillas de Julia y se dejó acariciar el
cabello. Pasó algún tiempo antes de que
esta última se aventurara a inquirir por sus pensamientos, que comenzó a
desgranar de forma lenta, en un tono de voz casi inaudible, como si hablara
para sí misma, como la suavidad de sus manos dibujando su rostro:
-Pensaba
en lo curioso que es el destino a veces. En menos de cuarenta y ocho horas me
he enterado de que me gustan las mujeres y me he enamorado de una.- Julia
sintió una punzada en el pecho consciente de que el amor que aquella joven
pudiera sentir por ella no sería suficiente como para retenerla a su lado. Aun
así guardó silencio. Se dejó arrastrar dócilmente hasta la cama, desnudar,
besar y acariciar, hasta terminar enredadas de nuevo sin nada que separara sus
pieles desnudas, revelando sus pensamientos con voz jadeante:
-
Tengo que confesarte algo. En realidad sí que miraba a las chicas, pero nunca
le di importancia. He estado tantos años inmersa en mi mundo que no he sido lo
suficientemente valiente como para afrontar ciertas cosas.- Julia sintió
curiosidad:
- Y
¿por qué a mí no me ignoraste?
-
Pensé que no perdía nada por averiguar si era verdad lo que afirmabas sobre mí,
no tenía mucho que perder teniendo en cuenta que sólo voy a estar unos días más.
Pero no calculé que fuera a gustarme, que fueras a gustarme tú y que sí acabaré
perdiendo mucho.- Julia no sintió ofensa alguna en aquellas palabras y le contestó
con los ojos cerrados, sin dejar de acariciarla:
-
Supongo que todos pasamos ese trance de un modo u otro, esa necesidad de
averiguar si es cierta una sospecha nos puede más que lo que podamos perder o
el daño que podamos hacer en el camino.
-
¿No te ha molestado mi revelación?
-
No. ¿Cómo podría alguien sentirse molesta por la sinceridad?- Aceptaron unos
minutos de silencio de forma tácita, para recomponer el cuerpo y el
pensamiento. La brisa cálida de las últimas horas de la tarde se colaba caprichosamente
entre la cortina, balanceándola a su antojo. Julia empezó a hablar de nuevo, despacio,
como si no hubiera salido de su ensimismamiento:
-
¿Cuándo te marchas?- La respuesta de Clara retumbó en el silencio de aquel
universo. Dos días. Resonaba aún en su cabeza cuando oyó el resto, su
invitación para marchar con ella: No podría hacerlo. Yo necesito el mar, me
gusta dedicarme a producir vino junto a mi padre. Puede que me haya vuelto un
poco cómoda, no lo sé.- Hizo una pequeña pausa y volvió a cerrar sus ojos.
Respiró profundamente, queriendo atrapar el aroma de la mujer que la mantenía
enredada entre las piernas.- Pero me gustaría tenerte sólo para mí estos dos
días.- Dos días que pasarían en un suspiro, que preludiarían en rápida agonía
lo que no se atreverían a resolver.
- He
venido a despedirme.- Lo inevitable había llegado como aquella voz, sin que
nadie supiera muy bien de donde había salido. Gabriel abrazó a Clara con todo
el afecto que era capaz de demostrar: Espero que vuelvas pronto, te echaremos
de menos. ¿Tienes quien te lleve al aeropuerto?
-
Sí, lo hará mi padre.- El padre de Julia se alejó sin ninguna intervención más
para que su hija tuviera más tiempo que compartir con Clara en la antesala de
la despedida.
- Me
gustaría llevarte yo.- Clara le dirigió una mirada ensombrecida.
-
Prefiero despedirme aquí, no quiero alargar la tristeza del adiós.- Hizo una
pausa, la abrazó, la besó en la mejilla y empezó a susurrarle al oído: Escucha,
no habrá más hombres, pero tampoco habrá
otra mujer, ¿comprendes?, sólo te quiero a ti y quiero que acudas a mí cuando
te hayas decidido a hacerlo. Sólo me sirve tu amor, la forma en que me tocas,
la forma en que me amas. No voy a permitir que renuncies a mí por una maldita
parra.- Se retiró ligeramente y puso sus dedos sobre los labios de Julia
impidiéndole emitir una sola palabra que contradijera sus deseos y los besó sin
importarle que su padre pudiera verla desde el coche. Julia se sintió
reconfortada por la valentía de aquella mujer que se alejaba senda arriba y que
salió de su vida con un ligero movimiento de mano, al tiempo que se dejaba
consolar por el abrazo de su padre mientras la imagen del coche se iba
disipando. Caminaron en silencio hacia la entrada de la casa, Gabriel con una
idea en la cabeza, Julia con una imagen borrosa que atenazaba su garganta.
-
Escucha hija, no puedo seguir haciéndote responsable en algo de lo que tenía
que haberme ocupado yo.- Julia observó extrañada a su padre, pero permaneció en
silencio y lo dejó terminar sus frases: Dime, ¿eres capaz de preparar tu maleta
en diez minutos?
- ¿A
dónde quieres ir a parar papá?
-
Quiero que aproveches tu dinero, tu juventud y te largues con esa chica, que
hagas tu vida. Y sé que si no te empujo yo, no lo harás. Y si no lo haces, no
me lo perdonaré en la vida. Así que te espero en diez minutos en el coche para
llevarte al aeropuerto. Y no quiero excusas ni recelos absurdos.- Su padre
debía sufrir un ataque transitorio de locura, pero no iba a llevarle la
contraria, estaba lo suficientemente apenada en tan solo cinco minutos de
ausencia de Clara que no tenía fuerzas para hacerlo. Daba vueltas por la
habitación tirando cosas e intentando decidir que llevar en la maleta. Sabía
que metiera lo que metiera iba a llevarse cosas que no le serían útiles, pero
tampoco tenía tiempo ni claridad mental como para decidir acertadamente. La
cerró, bajó la escalera corriendo, buscó
a su madre sin éxito y metió la maleta en el maletero. Su padre, como si fuera
capaz de leerle el pensamiento, puso rumbo al aeropuerto y le comunicó que él la despediría de su madre cuando
volviera de sus recados. Julia no había visto a nadie subir aquella cuesta a
tanta velocidad en su vida, menos a su padre que nunca pasaba de cuarenta por
allí. Llegaron con el tiempo justo de comprar un billete, facturar, darse dos
besos y un abrazo de despedida y de sufrir un nuevo y último empujón: Ve a
buscarla.
Pasó
el control de seguridad y se dirigió a la puerta de embarque, buscando entre la
multitud a Clara. Allí estaba, la cabeza agachada, tan inmersa en su lectura
que ni se percató de que alguien se sentaba a su lado. Respiró hondo y
pronunció un débil hola. La muchacha levantó la vista al instante al reconocer
aquella voz, sorprendida y satisfecha:
-
¡Vaya! Te has decidido antes de lo que esperaba.
- En
realidad ha sido mi padre que siempre llora al final de las comedias
románticas.- Clara nunca dejaría de agradecer aquel bendito sentimentalismo,
pero no se sintió segura de que aquello no era un sueño hasta que el avión aterrizó
y recogieron el equipaje.
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Muy bonita historia, gracias :)
ResponderEliminarGracias a ti por comentar, es lo q motiva a seguir publicando. me alegra q te haya gustado. saludos
EliminarMe gusto mucho la historia, de verdad hay que vivir la vida y aprovechar sus buenos momentos
ResponderEliminarExcelente historia. saludos desde venezuela
ResponderEliminarLinda la historia y asi es hay que vivir lalo bueno que la vida nos da sin arrepentimientos y si las cosas no salen como uno quiere por lo menos que no quede el "y que hubiera pasado si ". Chaito.
ResponderEliminarMe encanto la historia!!Gracias.
ResponderEliminarLays.
Gracias a todas por los comentarios. Me alegra que les guste. Saludos
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