Episodio 4
Activarse o
dejarse morir
En la mañana
temprano el despertador sonó. La atención de Gina se desvió desde el techo al
que llevaba mirando durante la última media hora, hasta él. Se incorporó,
aprovechando la acción para apagarlo y quedarse sentada en el borde del colchón
unos instantes.
Miró el
espacio vacío de la cama y estiró su mano para coger la foto que se había
pasado mirando gran parte de la noche, en realidad cada noche después de haber
visto a Ani por última vez. Y de eso hacía ya un par de semanas.
Abrió el cajón
de su mesa de noche, pero tras titubear unos segundos se levantó y caminó hacia
su cómoda. Abrió uno de los cajones de la parte superior y tras darle un último
vistazo la colocó bajo una cantidad respetable de camisetas.
Se metió con
fuerzas renovadas en el cuarto de baño.
Giró el grifo
sin titubeos. Esperaba que aquella agua fría le hiciera olvidar las pocas horas
de sueño que había tenido y con un poco de suerte, borrar todos aquellos
pensamientos revueltos en su cabeza.
Movió su
rostro hacia arriba cerrando sus ojos y dejó que el agua golpeara su cara.
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Durante toda
la semana, Ani dedicó la mayor parte del tiempo centrada en la exposición de
sus fotografías. Con Lara cada tarde con Cris en las reuniones de AA y el
tiempo que dedicaba con fuerzas renovadas a su libro, le dejaba a ella todo el
tiempo libre necesario para dedicarse a su estudio y su exposición.
Estaba
convencida de que Gina estaría inquieta, preocupada pero esperaba que el
esfuerzo en hacerle entender que no la quería cerca de ella, le hubiera herido
hasta el punto de ser la única persona de este mundo a la que no quería ver.
Sin embargo había momentos en que extrañaba hablar con ella. No sentirla tan
lejos como le había obligado a permanecer.
Tomó su
teléfono móvil en las manos, buscando en su agenda el nombre de Gina, con unos
sentimientos contradictorios que le hacían tomarse tiempo para respirar, lo
soltó sobre la barra de la cocina, sintiendo lástima de sí misma por dedicarle
a aquella mujer, un minuto de su tiempo.
Miró hacia el
sillón del salón y vio como Lara parecía ajena a cualquier cosa que no fuera la
concentración en sus escritos. Estaba avanzando muy bien con su rehabilitación.
Sonrió a la imagen de la joven escritora convenciéndose de que haber sacrificado
su amistad con Gina era lo más sano para su relación.
Se giró y se
dispuso a fregar los vasos sucios del desayuno.
–Hoy hace un
mes que no pruebo ni una gota –dijo Lara estirando su espalda.
–Lo sé. Y
estoy orgullosa de ti –dijo Ani desde atrás besando su mejilla.
–¿Qué te
parece si salimos a pasear o algo así?
–Eso suena
genial –dijo Ani acercándose mientras secaba con un paño uno de los vasos. –.
Llamaré para que no me esperen en la exposición
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Las protestas
del coronel, no parecían inmutar la decisión de Gina.
–Lo siento
coronel, pero esto no es negociable –le replicó al viejo con la esperanza de
que sus palabras hicieran parar al hombre con sus protestas.
–No necesito
ningún masajista, ni fisioterapias ni nada de eso.
–Tengo que
regresar al trabajo y no voy a dejarte solo todo el día.
–No soy ningún
niño pequeño, yo quiero estar solo.
–Y lo estarás,
en cuanto estés mejor, pero para eso no te queda de otra que cuidarte, y los
dos sabemos que eso se te da jodidamente mal.
–¡Bobadas!
Estoy perfectamente. Eres tú la que te refugias en aquí, no yo.
Gina detuvo su
acción de meter su móvil en su bolso, con el evidente golpe bajo que habían
sido las palabras de su padre. Apretó sus párpados fuertemente y acabó cerrando
su bolso y colgándolo de su hombro.
–Intentaré
regresar temprano– dijo emprendiendo el camino hacia la puerta–. Ah y no lo
olvides, a las 6:30 vendrá tu fisioterapeuta –dijo sujetando el pomo de la
puerta–. Pórtate bien coronel –continuó diciendo dirigiéndole una mirada
desafiante y apuntándolo con su dedo índice en señal de amenaza antes de cerrar
la puerta tras ella.
El viejo
respondió a su amenaza con un ligero movimiento de cabeza en negación.
Nada más salir
de la casa, una sonrisa se dibujó en la cara de Gina. Últimamente parecía que
el coronel le leyera el pensamiento o peor aún, leyera esos borrones oscuros
alrededor de esas heridas que tardaban en sanar.
Lo cierto es
que el viejo estaba en lo cierto, posiblemente a esas alturas era ella la que
se refugiaba en su cuidado, no al contrario, pero que el viejo fuera capaz de
darse cuenta de ello le hizo sentirlo más cercano. No sabía cómo explicarlo,
pero cuidando de él, saberlo débil y decaído, como el resto de los mortales, le
había hecho darse cuenta de que el pedestal en el que lo había colocado desde
siempre, no era sino una vana barrera reforzada por ella para no permitirse ser
luchar consigo misma. El coronel no era sino eso, un hombre amargado por la
pérdida del amor de su vida, cegado por las normas y leyes de las pautas que le
marcaba el ejército y sus convicciones religiosas, a las que se agarraba a
falta de no tener nada más de qué hacerlo. Y eso, al fin y al cabo, no era sino
lo mismo que le sucedía a ella. De pronto sintió cierta empatía por el
comportamiento de aquel viejo protestón e introvertido.
Cuando Michele
escuchó las llaves en la puerta de la oficina, sintió como si su corazón
hubiera dado un latido más de lo normal.
–Buenos días
Michele
–Gina –dijo
incapaz de mediar ninguna otra palabra.
–Así es. He
vuelto –dijo esperando un gesto de entusiasmo de su asistente
–No esperaba
que me recibieras con fuegos artificiales pero una sonrisa me valdría. –La
asistente se levantó y escondió su rostro en un afectuoso abrazo.
–Lo siento, no
te esperaba tan temprano –dijo intentando disfrazar su angustia con sorpresa.
–¿Café? –preguntó viendo a Gina adentrarse hasta la puerta de su despacho.
–Cargado y…
–Con una
cucharada y media de azúcar –Michele completó su frase.
Gina sonrió a
su asistente, recordando cómo la conocía su asistente y como la eficiencia
siempre fue su punto fuerte.
Michele entró
en el despacho justo cuando Gina apoyaba las manos en su mesa ante la pantalla
de su portátil, dándole al botón de encendido.
–Tengo tanto
por hacer que no sé por dónde empezar –dijo mientras se erguía y tomaba la taza
de la mano extendida de Michele –.¿Alguna novedad?
–Nada que no
haya podido manejar Gina.
–Eso está bien
Michele, no por nada eres la mejor asistente que pude haberme encontrado.
Michele dibujó
una sonrisa forzada a la mirada verde de su jefa por encima de la taza de café
de la cual tomaba un largo sorbo.
El pitido del
portátil interrumpe el momento desviando la atención de Gina hacia la pantalla.
–Solo…Hay
algo… –dijo titubeando una Michele que jugueteaba nerviosamente con los dedos
de sus manos con los ojos fijos en su jefa.
–Dime –dijo
Gina tomando asiento en la silla de su escritorio.
–Se trata de
Alan Anders.
–¡¡Cielos!!
Alan –dijo Gina dejando caer la cabeza hacia atrás, en el espaldar de su silla
–. Déjame su expediente –dijo con rotundidad
–Déjame que
antes te explique.
Los ojos de
Gina fueron un enorme interrogante.
–Se cumplía el
plazo para el contrato y amenazó con denunciarnos. Tú estabas con lo de tu
padre, y yo… yo…
Gina la miraba
expectante, incapaz de descifrar lo que trataba de explicarle su asistente.
–Yo le envié
esto–. Extendió un papel en su mano.
La otra mujer
tomó el papel y lo ojeó por unos interminables segundos.
–Esto…esto
lleva mi firma Michele –dijo empezando a entender lo sucedido.
–Así es Gina.
No hubo mala intención en lo que hice. Yo solo…
–Hiciste algo
a mis espaldas, sin consultarme siquiera –Gina completó su frase, levantándose
abruptamente de su silla y empezando su típico andar nervioso con las manos en
la cintura–. No puedo creerlo Michele, ¿cómo pudiste…?
–No lo sé.
Simplemente lo hice.
Tras unos
minutos en los que la vena de la frente de Gina parecía explotar. Dejó el papel
sobre la mesa y, con ambas manos hizo su pelo hacia atrás en un afán de que no
le estallara la cabeza.
–Lo llamaré
ahora mismo, quizás si le prometo otro par de botas pueda… –dijo acercándose a
su agenda a un lado de la mesa.
–Está aprobado
–dijo Michele en ataque de valentía y deseos de echar todo fuera de una vez.
–¿¡Qué?!
–Alan me llamó
hace unas semanas para dar su aprobación.
Gina acarició
su frente con dos de sus dedos antes de darse la vuelta y quedarse parada ante
la ventana.
– ¿Qué quieres
que hagamos? –preguntó Michele sabiendo que se arriesgaba a que su jefa le
regañara e incluso le hablara de despido.
–Déjame sola
por favor—fue la única respuesta que obtuvo.
–Por supuesto
–dijo girándose hacia la puerta–. Lo siento –dijo antes de cerrar la puerta y
dejar a su jefa a solas.
No había
transcurrido quince minutos, Gina llamó a su asistente.
Michele entró
con cautela en el despecho buscando al momento ver el rostro de su jefa.
Gina mantenía
sus ojos ocultos mientras acariciaba su frente.
–Siéntate –le
dijo sin apartar la mano de su cara.
La mujer
obedeció y se sentó en una silla del otro lado del escritorio.
–He pensado
sobre lo que has hecho. Quisiera poder mandarte Tombuctú en este mismo momento…
–dijo mirando al fin a la cara de Michele que bajó sus ojos a sus manos–. Pero
la verdad es que no estoy en condiciones de aguantar una denuncia de Alan y
esto que has hecho me ha salvado el culo.
Michele relajó
su rostro pero no dio la batalla por finalizada. Conocía a su jefa, sabía que
sus actos de algún modo u otro iban a tener consecuencias.
–¿Vas a seguir
adelante con el proyecto?
–No, vas a
seguirlo tú, no se trata de mi proyecto por mucho que lleve mi firma.
–Pero cómo voy
yo a…
–Con mi ayuda.
–¡Hay que ir a
Londres!
–Irás. ¿Dónde
ves el problema?
–¿Yo? ¿A
Londres? Te refieres a acompañarte ¿verdad?
–Nop
–¿Yo sola?
–Sip
–No voy a…
– Sí, sí vas a
poder Michele. Ten más confianza en ti.
Los ojos de
Michele estaban extremadamente abiertos.
–Venga,
relájate y vámonos de aquí. Invitas a comer –dijo intentando relajar un poco a
su asistente. Caminó delante de ella mientras Michele, sin cambiar la expresión
de su cara, se levantó y caminó tras ella.
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La tarde había
transcurrido rápida tras un largo paseo por la playa y una visita a la
exposición. Ani parecía cansada pero Lara sonreía llena de vitalidad. Los ojos
de la fotógrafa se recreaban en ver en su novia aquella mujer de la que se
había enamorado. Se alegraba de la idea de haber salido de casa y pasar ese
tiempo juntas.
–Te invito a
un café.
–Mmmm, eso
sonó a música celestial.
Lara caminó
delante sujetando de la mano a Ani que la seguía disfrutando de ver a escritora
tan sonriente y llena de energía.
Subieron las
escaleras del High Bar y un Jamie atento las saludó con su sonrisa perpetua.
–¡Hola chicas!
Cuánto tiempo sin verlas por aquí –dijo el hombre mientras daba un abrazo a
cada una.
–Hola Jamie.
Más vale tarde que nunca –respondió Lara guiñándole un ojo mientras que Ani
tomaba asiento en una de las mesas cercanas a las hermosas vistas del local.
–Dos cafés por
favor –dijo Ani antes de que Jamie se fuera a atender a una mesa contigua.
Lara miró a
Ani a su lado que la miraba con una sonrisa en su cara.
–Extrañaba esa
sonrisa.
–Yo te he
extrañado a ti –dijo Ani con cierta melancolía en su tono de voz.
Lara miró
hacia las olas cerrando sus ojos.
–¿Estás bien?
–Perfecta
–Me refiero a
estar aquí…Ya sabes
Lara la miró y
respiró hondo.
–Mírame y dime
que ves.
–¿Una hermosa
mujer radiante?
–Uh, no
esperaba eso –sonrió ladeando su cabeza–, pero sí, estoy bien.
–Ok –respondió
Ani dejando de lado su preocupación por ella para dedicarse a disfrutar el
momento.
–Señoras. Aquí
están su cafés –dijo Jamie dejando un par de vasos ante ellas.
Ani levantó
sus ojos hacia su amigo con una sonrisa, cuando de pronto una silueta conocida
llamó su atención. Agudizó la vista para verificar si aquella silueta era Gina.
A pesar de
apenas ver parte de su rostro, la reconoció un momento antes de que bajara sus
ojos hacia algo en su mesa. No tardó mucho más en darse cuenta de que estaba en
compañía de Michele.
–Yo, en
Londres. No puedo creerlo.
–Cada acción
tiene una consecuencia. Jugaste y te tocó el premio.
–Vas a tener
que ayudarme. No sé ni por dónde empezar.
–Te mereces
que te deje completamente sola ante el peligro, pero como soy la mejor jefa que
puedes imaginar, sí, te ayudaré –dijo esto bajando su mirada hacia el plato de
aceitunas sobre la mesa de la que cogió una de ellas.
–Eso podría
haber sido bonito si lo hubiera dicho yo –dijo Michele dando un sorbo a su
margarita.
Gina sonrío
metiendo la aceituna en su boca y levantando su mirada hacia Michele.
Su sonrisa fue
difuminándose poco a poco para sorpresa de su asistente.
Sus ojos
verdes se percataron de la presencia de Ani en el otro lado del local. Durante
un segundo sintió la mirada de Ani cruzarse con la suya, aunque ese segundo
bastó para que la otra mujer desviara sus ojos a alguien a su lado.
Gina vio que
Lara estaba sentada frente a ella.
Michele pudo
notar como su jefa tensó su mandíbula y desviaba sus ojos exactamente hacia el
lado contrario.
–¿Te pasa
algo?
Gina solo
movió su cabeza negando. Acercó la copa de margarita a sus labios y dio un
ligero sorbo mirando hacia el fondo del local y por encima del hombro de Michele,
como Ani sonreía tímidamente a la mujer frente a ella.
–¿Crees que
Alan aceptará que sea yo quien supervise el trabajo? Ya sabes que es muy
exigente.
–Lo sé, pero
yo ahora no puedo irme de la ciudad. Necesito estar aquí –contestó observando a
Ani escuchando a Lara.
–Ayer Cris me
llevó a su despacho.
Ani la
interrogó con la mirada porque tenía en la boca llena de café, aunque no pudo
evitar cierta incomodidad al saber a Gina cerca.
–Me sorprendió
ver diplomas en todas las paredes –dijo enfatizando con un gesto de sus manos
el tamaño del despacho. La fotógrafa asintió con su cabeza y sonrió levemente
al tiempo que dejaba bajar el café por su garganta.
–Está pensando
en abrir un bufete con uno de los socios del antiguo bufete de Nueva York.
Los ojos de
Ani se desviaron hacia la dirección de Gina. Notó como aquellos ojos verdes
escudriñaban a Lara y luego a ella.
Lara vio cómo
su novia tomaba otro sorbo de su café con los ojos puestos en algún lugar.
Siguió su
mirada y vio a Gina ocupando una de las mesas del fondo. Devolvió sus ojos a
Ani que en ese momento observaba el vaso en su mano.
–Deberíamos
irnos a casa, está empezando a hacer frío –dijo Ani de pronto apurando el
ultimo sorbo de café.
–No voy a
salir huyendo –dijo Lara haciéndose cargo de la situación.
Ani respiró
hondo y desvió sus ojos de los de ella hacia la playa.
Lara alzó su
mano y sujetando su barbilla la obligó a que la mirara a los ojos.
–Tranquila
¿ok? –le dijo reclamándole que se relajara.
Ani sonrió
levemente y Lara acarició su mejilla.
–Dos semanas y
estaré en Europa. Nunca imaginé que llegaría tan lejos –dijo Michele saboreando
el triunfo que suponía para ella volar hasta el otro lado del hemisferio.
–Te encantará,
Londres es una ciudad preciosa –le aseguró Gina dando otro sorbo de margarita a
su copa.
Tomó la
aceituna de la copa, sujetándola por el palillo y mientras la acercaba a su
boca vio como Lara acariciaba la mejilla a una Ani sonriente. Metió la aceituna
en su boca, sacando con un movimiento seco, el palillo y arrojándolo en el
plato con una fuerza exagerada e innecesaria.
–¿Gina, estás
bien? –preguntó la asistente al reconocer como tantas veces ese fuego en su
mirada y esa vena hinchada en su cien.
–¿Sabes qué?
–dijo levantándose y cogiendo su chaqueta de la silla contigua–. Tengo que irme
–añadió acercándose y dando un beso en su mejilla–. Mañana te veo.
Emprendió su
paso hacia la salida.
Ani observó a
Gina acercándose hacia ellas. Los ojos verdes de aquella mujer estaban fijos en
los suyos. Un escalofrío le invadió todo el cuerpo dejando de punta los pelos
de su nuca.
Gina caminó
firme y segura, pero al pasar junto a la mesa de aquellas mujeres desvió sus
ojos rompiendo con su mirada para bajar los párpados en señal de saludo frío y
silencioso al tiempo que desviaba su camino hacia la puerta pasando por un lado
de ellas.
La fotógrafa
sintió como si de pronto pudiera inhalar sin ninguna dificultad al verla
alejarse de espaldas.
–¿Otro café?
–oyó una voz familiar que la sacó de su estado.
–No, gracias
–respondió con una pequeña sonrisa a su novia.
–Jamie por
favor, tráeme otro de estos
Cuando Lara
devolvió sus ojos hacia Ani, notó que la otra mujer observaba hacia otro lado.
Siguió la dirección y observó la espalda de Gina alejándose hacia la puerta.
Una vez más
giró su cabeza hacia su novia, que mantenía el ceño fruncido sin apartar sus
ojos en la misma dirección. Bajó su barbilla y centró su atención en jugar con
la cuchara de plástico dentro del vaso vacío.
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Gina se quitó
sus zapatos y con los pantalones arremangados hasta la rodilla, caminó hacia la
orilla. Dejó que el agua mojara sus pies desnudos. Con sus ojos perdidos en el
horizonte, sintió como cientos de cuchillas el agua helada que cubría ahora
hasta sus rodillas.
Se dio la
vuelta y arrojó sus zapatos a la arena y tiró sobre ellos la chaqueta de su
mano. Avanzó sin apartar sus ojos del mar hasta que el agua cubría hasta su
cintura.
Sin vacilar,
solo con el recuerdo de ver la sonrisa de Ani junto a Lara, entremezclado con
el que una vez miraron juntas al horizonte, se sumergió en el agua sin ningún
miramiento dando unas brazadas.
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Ani salió de
la ducha mientras que Lara seguía con su inseparable portátil, añadiendo
algunas líneas más a su libro.
Se dio prisa
en escribir las últimas dos frases, cuando sintió que Ani salía del baño
-Me lo he
pasado genial hoy -dijo Lara levantando sus ojos por encima de la pantalla de
su ordenador, observando como Ani se ponía la parte de debajo de su pijama.
-Necesitábamos
darnos un tiempo juntas. Yo también lo he pasado muy bien.
Un silencio se
hizo entre ambas mientras que Ani abría las sábanas del lado y se metía en la
cama.
Lara cerró su
portátil y lo colocó sobre la mesa de noche. Se giró con su mano bajo la
almohada hacia el lado de Ani que con su cabeza sobre una de sus manos
observaba algún punto del techo de la habitación.
-Me gustaría
saber en qué piensas cuando estás así -dijo Lara intentando ser partícipe de
ese momento.
-No creo que
te gustaría -respondió ladeando su cabeza hacia ella.
De pronto Lara
se sintió insegura. Había barajado la idea de que tal y cómo habían pasado la
tarde, cabía una posibilidad aunque fuera remota de que Ani diera por fin un
paso hacia ella.
Se puso a
acariciar un mechón del cabello de la otra chica que cubría parte de la
almohada.
Ani cerró los
ojos y al abrirlos miró a los de la mujer a su lado. Conocía esa mirada,
conocía esas caricias y se daba perfecta cuenta de los esfuerzos que estaba
poniendo Lara de su parte para entablar conversación.
Lara sonrió
sintiendo que había conseguido llamar su atención. Ani se incorporó sobre uno
de sus codos y acercándose besó sus labios.
-Buenas noches
-dijo dedicándole algo parecido a una sonrisa y acomodando su cuerpo hacia el
otro lado.
La decepción
se hizo latente en el rostro de Lara que se quedó con la mano que acariciaba su
pelo, sobre el espacio cercano que ahora Ani había dejado libre.
-Buenas noches
-respondió estirando su mano y apagando la luz de la lámpara sobre su mesa de
noche.
Sus ojos
azules se quedaron mirando a cualquier parte de su lado de la cama.
Los ojos de
Ani se abrieron al sentir como había bajado la intensidad de la luz en el
cuarto a través de sus párpados cerrados. Su mente viajó lejos de aquella
situación.
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