MIRADAS y HELADOS.
Hay dos cosas infinitas: el universo y
la estupidez humana. Pero de lo primero no estoy tan seguro
Albert Einstein.
Los cabellos negros se movían delicadamente mientras las
manos cortaban el aire con algo de elegancia, develando su pobre explicación
ante unos ojos celestes enmarcados por unos cabellos rubios intensos que
parecían mostrarse incrédulos ante el relato que le daban -De verdad amor, yo
quería llegar a la cena ayer pero las circunstancias me lo impidieron.
-No lo sé Hernán, últimamente ya no sé cuando creerte-
afirmó Stefani quedamente sin mirarlo - dices tantas mentiras…
-Amor quedamos en que ibas a confiar en mí y que yo nunca
te engañaría más- afirmó con una encantadora sonrisa ubicando las manos sobre
los hombros -porque yo te amo solo a ti.
-Porque tú me amas solo a mí- repitió por inercia antes
de que la besaran con suavidad y demanda.
Herendira miraba junto a Andrea a su amiga asomada desde
el segundo piso de la universidad, cada parte de la discusión había pasado
frente a sus ojos, se giro a mirar a Andrea que tenía la cabeza pegada al
barandal dando un suspiro derrotado -Le volvió a creer -sentencio.
-Como siempre- la vio enderezarse y acomodarse la bata -ya
estoy harta de esto- le afirmaron alejándose en dirección al laboratorio de
química Herendira dio una última mirada hacia su amiga que se besaba ya
apasionadamente con Hernán antes de negar con la cabeza suavemente y seguir a
Andrea.
Al entrar al laboratorio vio la mochila de Andrea azotar
con enfado mientras tomaba lugar y sacaba su libro colocándose su bata, aquello
se le hacía normal Stefani llevaba ya tiempo con Hernán que era a luces un
infiel patológico, pero el problema no es que fuera un infiel patológico es que
Stefani le creía sus mentiras de haber cambiado cada que se las decía y acababa
llorando sobre el pecho de Andrea, consiguiendo solo aquel comportamiento
iracundo de su amiga.
La cara de la rubia ingreso momentos después con aquella
enorme sonrisa que Herendira sabía solo lograría enfadar más aun a Andrea, se
sentó al lado de su amiga nada más para ver como esta levantaba la mochila y se
iba a sentar al lado de Herendira mirándola con molestia a lo que la rubia
simplemente bajo la cabeza, mientras Herendira daba un suspiro derrotado.
Aquello se estaba volviendo demasiado frecuente para su gusto y con la marcha
de Stefani a Arquitectura le preocupaba que una pelea de aquellas acabara con
la amistad de ambas para siempre.
En ese momento necesitaba un consejo el problema real
radicaba que las únicas dos personas con las cuales podía comentar aquello eran
el origen del mismo -¿Entonces te gusta la cara bonita?- casi se cae de su
banco al escuchar la voz de Andrea diciéndole aquello -fuiste demasiado obvia
el otro día- la miro pálida del todo.
-No le digas cara bonita- fue lo único que logro
articular terminando de acomodar sus cosas -¿y… y si me gusta dejaras de ser mi
amiga?- cuestiono con seriedad.
-Que te fijes en una cara bonita…. No hará que deje de
ser tu amiga- afirmó Andrea -pero si me molesta que te fijaras en esa cara
bonita- agregó seria.
-Ella no sabe que me gusta- afirmó Herendira mirando a
Andrea seria -y deja de decirle cara bonita- repitió con enfado -ella es más
que eso…
-De verdad te gusta- le dijeron con sorpresa.
-La amo- afirmó ella sería del todo.
-Pero ni la conoces- escucho la banca de Andrea al
echarse para atrás y ponerse de pie esta -y por tu actitud estoy segura que en
tu vida no has hecho más que dirigirle un par de palabras…
-Solo sé que la amo- Herendira dejo de mirar a su amiga
del todo deseando evitar una confrontación.
-Deberías dejar de soñar con imposibles y buscarte un
amor real, que puedas tocar y abrazar- escucho la mochila azotar con fuerza
antes de ver la espalda de su amiga abandonar el salón dándole un soberano
empujón al profesor que la miro con sorpresa.
Andrea descendió por las escaleras obviando el ascensor
para salir justo cuando se desencadenaba un enorme aguacero y dar un grito
frustrado sintiendo el agua fría golpear su cuerpo, y echando a correr hacia la
acera contraria alejándose de la
universidad en medio de aquella copiosa lluvia. Sentía aquella interminable
agonía que se extendía en su interior amenazando con ahogarla “el amor a
primera vista es una estupidez” se decía mientras caminaba empujando a varias
personas “solo acabas lastimada… los amores a primera vista se convierten en
amores imposibles que acaban destruyéndote” tomo la mochila azotándola con
fuerza contra un pared mientras varias personas la miraban sorprendidas, la
lanzo contra el piso dejándola caer finalmente antes de dar otro grito dolorido
empezando a llorar con fuerza, sentía la lluvia empapar su cuerpo como si la
acompañara en su dolor mientras recogía su mochila y empezaba a caminar sin un
rumbo definido.
Stefani había salido apenas vio la actitud de su amiga
sin importarle los gritos del profesor al lado de una preocupada Herendira
mientras ambos pares de ojos se movían de izquierda a derecha -¿QUÉ LE DIJISTE?-
Herendira volteo sorprendida al ver la cara de rabia y frustración de Stefani.
-¿YO? FUE TU CULPA, ELLA NUNCA SE ENFADA CONMIGO… LO HIZO
POR TUS ESTUPIDECES- Herendira no sabía ni en qué momento había soltado
aquello.
-ESTUPIDECES… ¿TU ME DICES ESO A MI?- sintió como tiraban de su chaqueta -TU VIDA
ENTERA ES UNA ESTUPIDEZ- levanto la mano por inercia descargándole un fuerte
golpe en la mandíbula a Stefani que la miro sorprendida unos instantes antes de
regresárselo.
-¡PERO QUE DIABLOS LES PASA!- la voz de Sabrina detuvo el
intercambio de golpes mientras Patricia sostenía a su tiempo a Stefani.
-¡ERES UNA ESTUPIDA!- le gritaba Herendira -ME ALEGRO QUE
TE LARGES A OTRA FACULTAD- se sacudió con fuerza soltándose de Sabrina antes de
salir corriendo en dirección a la parada de autobuses.
Tormenta miraba extrañada a su dueña que a pesar de la
lluvia cada tanto se paraba de puntillas intentando ver más allá por si alguna
persona venia en su dirección, la joven oficial dio un suspiro algo cansado
haciendo algo poco propio de ella recostándose en aquella pared fría de la
tienda, aquella joven que le había dado café dos veces la tenía de cabeza
pensando mil tonterías y ansiando verla de nuevo ¿Cómo había acabado ella así?
Simplemente no lo sabía, tenía horas razonando como se podría llamar, que edad
tendría realmente, si hacia aquello por amistad o porque le interesaba, si era
correcto que estuviera pensando esas cosas con una niña que debía ser entre
diez y ocho años menor que ella, ¿Peor aun que hacia parándose de puntitas como
un adolescente esperando verla?, bajo la cabeza derrotada enfocando los enormes
ojos cafés de su mascota - Líbrame de mi estupidez- le dijo al animal que nada
mas movió el rabo como respuesta.
-Deberías dejar de hablarle a la perra- escucho la voz de
Virginia que le hizo dar un suspiro cansado enfocándola -Anda ¿Hoy no te
pondrás en medio de la lluvia?
-Ya déjame- le dijo seria enfocando de derecha a
izquierda el lugar -los días de lluvia esto es muy solo y puede ser peligroso-
afirmo seria.
-Para nada esta solo- Virginia rio suavemente al ver el
intento de Vanessa de recuperar su posición como oficial de policía -todo mundo
está dentro de los negocios es lo que sucede a nadie en esta ciudad parece
gustarle caminar bajo la lluvia- Vanessa tuvo un recuerdo fugaz de una persona
a la que si le agradaba por lo que no pudo evitar sonreír suavemente, escucho
la puerta cerrarse y supo que estaba sola de nuevo en aquel lugar montando
guardia.
La soledad era una constante tan grande en su vida, una
de la que disfrutaba y sin embargo ahora se encontraba pensando en compartir
sus momentos de silencio con aquella joven que cada tanto le daba cafés… en
realidad eran solo dos se dijo antes de enfocar la sombra de unas zapatilla
deportivas delante suyo que la sorprendieron, levanto el rostro para dar con
aquellos ojos claros en los que pensaba en ese instante y aquella taza de café
humeante en la mano.
Vio como la joven se refugiaba a su lado en aquel techo
observando la lluvia sin intercambiar palabra con ella por lo que hizo lo
mismo, cada tanto sorbía su café disfrutando del espectáculo que la soledad de
la lluviosa avenida le regalaba, para fugazmente desviar los ojos haciendo un
análisis de aquel cabello pelirrojo intenso y los ojos claros que se perdían
con nostalgia en aquel sitio, fue cuando enfoco el moretón en el mentón que le
llamo la atención -No es nada- le escucho decir - es solo que perdí los
estribos- dejo escapar su acompañante abriendo su sombrilla para dirigirse a la
lluvia -hasta mañana oficial Savedra- dejo escapar quedamente Herendira
alejándose de Vanessa.
-Hasta mañana- murmuró quedamente mirándola partir.
Los ojos cafés de Andrea enfocaban cada tanto algún
charco sucio que reflejaba su rostro cansado y empapado, pero no por ello
detenía su andar a pesar de que lluvia disminuía su fuerza amenazando con
extinguirse de un momento a otro, estaba más que sucia ya que un camión al
pasar a su lado acabo empapándola de pies a cabeza.
Llevaba aquella mochila pegada a la espalda que goteaba
cada tanto por la cantidad de agua que acumulaba, seguramente sus libros se
echarían a perder se detuvo mirándose en un vitrina, el rostro cansado y la
ropa sucia, movió la cabeza negativamente estaba perdiendo el rumbo y el
equilibrio natural en ella uno que por años le consto construir todo por un
amor mal encaminado y no correspondido, se llevo la mano al pecho dolorida…. Un
amor que debía olvidar antes de que se convirtiera en su ruina…
Acabo abordando el autobús de las ocho de la noche para
llegar a su departamento, dejándose caer tal cual estaba en el sillón dispuesta
a recibir el cálido abrazo del sueño, sin reparar en sus ropas sucias, el frio
que envolvía su cuerpo, las llamadas perdidas en su contestadora, ni las
llamadas perdidas en su celular, necesitaba olvidarse de todos al menos por esa
noche y quizás por el día siguiente.
Clarisse Savedra era una mujer de casi ochenta años en
palabras de sus nietos dura como una mula, pero en ese momento se sentía
abatida faltaban siquiera unos meses para el cumpleaños número treinta de los
gemelos y eso en la vida de un Savedra significaba el final, miro a los dos
jóvenes hombres de cabellos negros que con tanto cariño le cuidaban y a las
respectivas esposas de ambos y es que ni casados los pudo separar y acabaron
todos viviendo en aquella enorme casa, con espacio suficiente para dos familia
de casi cinco miembros cada una y una vieja como ella dura como una mula.
Escuchaba las conversación de planeación del cumpleaños
de ambos cuando la puerta se abrió revelando a su nieta menor con su compañera
de trabajo unos instantes antes de ser ambas atacadas por el ejercito de niños
que habitaban aquella casa, a Vanessa le faltaban cuatro años para su
cumpleaños número treinta, y su preocupación en ese momento es que era una
solitaria nata, tenía claro sus preferencias sexuales desde hacía mucho pero
ella había tenido tantas perdidas en su vida que se le hacia lo más estúpido
perder a su nieta adorada por una tontería como aquella, así que el asunto que
le preocupaba era entender porque las parejas no le duraban al encanto de nieta
que tenía.
Observo a la chica alzar a sus sobrinos y sobrinas
divertida al tiempo que los ladridos de la perra resonaban por toda la casa,
había conseguido que Vanessa estuviera en la sección policía a su criterio
menos peligrosa, cuando se traslado a la policía turística se alivio
profundamente ya que aquello era aun menos peligroso, a pesar de que lo hizo
por no perder a su última novia y que esta al final acabo marchándose. Sintió
el cálido beso antes de peinar los cabellos negros con delicadeza, su nieta era
una mujer hermosa y escultural lo lógico sería que le llovieran las mujeres,
pero no era así.
-¿Cuándo me darás bisnietos?- cuestionó con seriedad
notando como le levantaban una ceja.
-Vamos a discutir eso de nuevo- escucho el tono de burla
-te los daré cuando consiga una chica que me quiera a pesar de cómo soy y que
Tormenta no intente comerse- aseveró dándole un golpecito en la nariz antes de
alejarse.
-Pero si mi nieta es encantadora- afirmó la anciana
encaminándose despacio hacia la mesa.
-Tanto como un cactus abuela- afirmó uno de los gemelos
divertidos mirando a su hermana -así de encantadora y abrazable….
-Tendría que ser muy valiente- agregó el otro ayudándola
a sentarse -pero no te preocupes seguramente ya habrá alguna loca…
-Dejen a su hermana en paz- la anciana tiro de la oreja
del que tenia al alcance de la mano antes de ver a las esposas de ambos empezar
a servir deteniéndose en el acto y dirigiéndose cada una a una mejilla de
Vanessa dejando caer un sonoro beso.
-Sabes que eres la Savedra más encantadora- afirmó una
divertida.
-De haberte conocido antes lo más probable es que ninguna
estaría casada con este par de tontos- afirmó la otra.
-¡OIGAN!- gritaron los gemelos al unísono provocando un
mar de risas en el lugar.
Clarisse miraba los rostros alegres en aquella enorme
mesa, las risas extendiéndose por todo el lugar… el proteger aquella felicidad
era lo que provocaba que ella fuera más dura que una mula y sin embargo ¿Cómo
cuidarlos de la muerte?, parecía que su familia en pleno estaba maldita
destinados a morir a los treinta años o quizás a nunca alcanzarlos. Tal vez era
ella misma con su preocupación la que le daba tanta fuerza a esa tontería, pero
de verdad los quería a todos felices y tranquilos y aun le faltaba una….
Stefani miraba su celular no había tenido respuesta a sus
mensajes, ni las llamadas a Andrea desde el día anterior, se giro a ver a su
novio pidiendo sus desayunos en el comedor antes de cerrar el celular y dar un
suspiro derrotado del todo, podía llamar a Herendira… lo haría si su ojo aun no
siguiera morado, se giro al ver a Hernán hacerle señas por lo que se dirigió a
la mesa dispuesta a desayunar con él.
Herendira corría por la Avenida Central iba tarde a
clases y llevaba la mochila azotándole la espalda cada tanto, pero eso no
evitaría que le diera su café a la oficial Savedra ese día, había decidido que
cada que pasara por allí le daría uno, ingreso a la tienda dando saltos
inquietos mientras miraba la hora, antes de salir corriendo a todo lo que le
daban las piernas, detuvo su carrera al verla separarse de la pared para mirarla
con aquella mirada intensa que la hizo sonrojar en el acto mientras su corazón
se aceleraba… era extraño parecía que aquellos ojos negros y profundos deseaban
decirle algo.
Finalmente llego a su lado tendiéndole el café que fue
tomado con suavidad y sin intercambiar palabra antes de que le tendieran un
helado, lo tomo delicadamente enfocando el rostro divertida para enviar un
mirada interrogante que fue respondida por el suave levantar de una ceja, la
vio sorber el café y ella por inercia le dio una lamida a su helado -Hasta la
tarde- le dijo quedamente.
-Hasta la tarde- escucho que le respondían por lo que
sonrió alegremente mientras se alejaba echando a correr con cuidado de que su
helado no acabara en el piso… sin saber que detrás suyo había dejado una sonrisa
igual de esplendida que le alumbraría a más de uno que pasara por allí el día.
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muy bonita historia ^ ^
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