Crystal estaba demasiado excitada como para darse
cuenta de las hojas caídas que levantaba mientras caminaba. Finalmente había
llegado un sobre de la Comisión Estatal
de Educación. Cuando llamó a casa en su descanso de la tarde, y Laura le había
dicho que había un gran sobre blanco esperándola, Crystal estuvo a punto de
preguntar a Michael si podía salir más temprano. Cuando terminó, condujo
pasando por delante de la iglesia donde tenía lugar la reunión de alcohólicos
anónimos yendo directamente a casa. Ahora, en unos segundos sabría si había
aprobado el examen que hizo tres semanas atrás.
Justo cuando se acercaba al pomo de la puerta, ésta
se abrió para revelar a Laura, allí de pie con el sobre en la mano.
—¿Estás buscando esto? —dijo la escritora con una
sonrisa.
—No puedo creerlo —dijo Crystal muy excitada,
cogiendo el sobre y entrando en la casa—. Tiene que ser mi diploma. No habrían
enviado un sobre tan grande como éste solo para decirme que he suspendido,
¿verdad?
—Ábrelo y averígualo —dijo Laura.
Nerviosamente, Crystal tiró de la solapa del sobre y
sacó los dos papeles de dentro. Uno era una carta que rápidamente ignoró en
favor del diploma oficial con su nombre grabado en él.
—Lo hice —susurró.
—Sí, lo hiciste —dijo Laura.
Crystal continuó compartiendo la vista del diploma.
—No puedo creer que lo hiciera. —Unas manos
confortables descansando sobre sus hombros—. Aprobé. Conseguí mi GED. Nunca más
tendré que admitir que nunca terminé el instituto. Puedo decir que tengo el
GED. Lo hice.
—Sabía que podrías —dijo Laura amablemente.
—Nunca podría haberlo hecho sin ti. —Dejando el
papel encima de la mesa se giró para mirar a Laura. Todas las semanas de
estudio, de esfuerzo para recordar las fórmulas y fechas, de dedicarle más
tiempo para que Laura estuviera contenta cuando ella lo único que quería era
tirarlo todo a la basura y dejarlo estar…, ahora todo eso había terminado. El
nítido papel blanco declaraba que el error que Crystal había cometido siendo
adolescente pronto sería un fantasma para ella. Mirando a Laura, Crystal sabía
de dónde había sacado la fortaleza para hacer que lo que antes era tan sólo un
sueño para ella, ahora se había convertido en realidad.
—Gracias —dijo suavemente, parpadeando por las
lágrimas que sentía agolparse en sus ojos.
—Yo solo te ayudé a estudiar. Fuiste tú quien…
Crystal cortó la protesta de su compañera atrayendo
a la mujer más mayor en un fiero abrazo.
—No. Ni siquiera lo habría intentado si no fuera por
ti, Laura. —Su voz sonó amortiguada por el cuello de la escritora―. Eres la que
me ha dado el coraje, la que me ha enseñado los trucos para recordar el orden
de cómo sucedieron las cosas y esas malditas tarjetas recordatorias —sonrió y
apretó más a Laura―. Gracias —susurró otra vez.
—De nada. —Permanecieron así Por unos momentos más
antes de que Laura finalmente deshiciera el abrazo—. Ahora creo que esto se
merece una celebración.
—¿Cómo qué? —preguntó Crystal mientras se giraba
para secarse las lágrimas que imaginaba que Laura habría visto.
—¿Cena y una película? —ofreció Laura—. Lo que
quieras, será un placer.
—En todas partes están haciendo esas películas de
asesinos de adolescentes que cortan en pedacitos —dijo Crystal.
—Es la temporada —dijo la escritora—. Después de
todo Halloween está a la vuelta de la esquina. Siempre podemos acercarnos al
videoclub y alquilar una comedia si lo prefieres.
—No. No estoy de humor para una película.
—Podríamos llamar a Jenny y a los chicos y ver si
quieren cenar con nosotras en el restaurante chino —dijo Laura.
—¿Qué tal pizza? —preguntó la rubia—. El maratón es
esta noche.
—Por mí está bien —dijo Laura—. ¿Pero estás segura
de que quieres quedarte en casa ésta noche?
—Totalmente —dijo Crystal—. No me apetece celebrarlo
con todo el mundo. Déjame que me cambie ésta ropa y que llame a Jenny para
darle las buenas noticias, después decidiremos dónde pedir la pizza y nos
relajaremos en casa ésta noche.
************
—Coge pepinillos cuando vayas, ¿vale? —dijo Crystal
mirando sobre la inmaculada lista de la compra.
—¿Enteros o a rodajas?
—Enteros y asegúrate que son en vinagre —respondió
la rubia sin levantar la vista de la lista—. La otra vez me trajiste del otro
tipo. No me gustan.
—¿Es por eso por lo que no has tocado el bote?
Podías habérmelo dicho. —Laura cogió el bote correcto de pepinillos y lo puso
con mucho cuidado en el carro de la compra.
—Te molestaste en comprármelos —dijo Crystal—. Me
imaginé que ya se irían comiendo.
—Podríamos llevarlos a casa de mi madre ésta noche
—dijo Laura—. Estoy segura de que ella les encontrará algún uso.
—No te olvides que tenemos que parar en algún sitio
antes y comprar un nuevo marco para tu foto, ya que pusiste mi diploma del GED
en él. —Crystal lanzó un paquete de galletas de chocolate dentro del carro—.
Hey, no nos olvidemos de coger un bote de esas galletas de mantequilla.
—¿Sólo uno? Puedo comerme yo sola uno de esos
—bromeó Laura—. Cogeremos un par. Oh, coge un par de bolsas de malvaviscos,
¿quieres?. Me gustaría hacer una hornada de esos para enviar a Bobby para
Halloween.
—Claro, los he visto por algún lado por aquí. —Crystal
se movió hasta el final del pasillo encontrando las bolsas en la estantería de
abajo.
Una mujer más mayor que se debatía entre qué bolsa
de chucherías comprar permaneció de pie en su camino.
—Disculpe.
La vieja mujer se giró y sus ojos se encontraron.
Todavía en shock, Crystal tragó fuertemente contra su garganta.
—No puede ser —dijo, su voz poco más alta que un
susurro. Los años se habían llevado su juventud. Líneas y arrugas surcaban
ahora lo que anteriormente fue una preciosa cara, el pelo rubio era ahora gris
y las gafas eran más gruesas, pero no había error en los ojos que le devolvían
la mirada con confusión, con reconocimiento.
—¿C-Crystal? —preguntó la mujer cuidadosamente.
—¿Crystal? ¿Encontraste los malvaviscos? —preguntó
Laura cuando llegó hasta ellas.
—Yo, hum… sí —señaló las bolsas en la estantería de
abajo sin dejar de mirar a los ojos de la otra mujer. Insegura de qué decir
después de tantos años, Crystal permaneció allí algo turbada.
—No puedo creer que seas realmente tú —dijo la mujer
emocionada, posando su mano sobre la cara de Crystal.
—Um… sí —susurró Crystal, dando un paso atrás para
acercarse un poco más a Laura.
—Estás viva —continuó la mujer metiendo su
temblorosa mano en el bolso y sacando un pañuelo.
—¿Crystal? —preguntó Laura, preocupada por la pálida
cara de la rubia.
—Laura ésta es… —Crystal se detuvo sobre sus
palabras—. Margaret Sheridan. Ella es mi… madre.
Con la palabra, Margaret Sheridan medio sollozó y se
acercó para estrechar a Crystal en un abrazo.
—No puedo creerlo —sollozó—. Mi niñita está viva. Mi
Crystal está a salvo.
Crystal la empujó para liberarse y se movió cerca de
Laura, tomando la mano de la escritora y sintiéndose reconfortada por el gentil
apretón.
—¿Has oído alguna vez algo sobre Patty?
—Hay tanto que contarte —dijo Margaret, lágrimas todavía
rodando por sus mejillas—. Te has vuelto tan bonita. Siempre supe que lo
serías.
Crystal no protestó cuando Laura la envolvió con
protector brazo por detrás.
—¿Qué hay sobre Patty? —insistió la rubia.
Margaret le dio una triste mirada.
—Volvió a casa seis meses después de que tú te
marcharas. Intentamos tan duramente encontrarte.
—Seis… ¿Dónde puedo encontrarla? ¿Tiene un número de
teléfono? ¿Dónde vive? —Las preguntas salieron rápidamente de la boca de
Crystal y estrechó su agarre por detrás de la camiseta de Laura.
—Patricia vive conmigo —dijo su madre—. También
Jessica y Thomas, tu sobrina y sobrino —metió la mano en su bolso y lo
revolvió—. Tengo fotos.
Crystal comenzó a sentir que le faltaba el aire.
—Necesito salir de aquí —dijo en voz baja. Laura
apretó sus llaves contra su mano.
—Te veré en el coche —prometió la escritora. Le dio
una rápida mirada a la madre de Crystal antes de deshacer el abrazo con la
joven mujer—. Intentaré averiguar por ti.
Crystal le dio una larga mirada a su madre viendo
solo amor y consternación en sus ojos. Insegura de qué decir e incluso de si su
voz le permitiría hablar, Crystal se giró y se dirigió a la salida más cercana
sin detenerse hasta que hubo llegado al jeep y se encerró dentro. Bajando la
ventanilla hasta la mitad, encendió un cigarrillo, sorpendida de cómo le
temblaban las manos. “Patty está viva”
pensó mientras veía la punta del cigarrillo quemarse. “Está viva y tengo un sobrino y una sobrina. Me pregunto qué edad
tendrán. ¿Patty vive con mamá? ¿Cómo puede ser eso?. Ella nunca viviría en la
misma casa que papá otra vez. Sé que no lo haría. ¿Lo echaría mamá?. ¿Moriría
finalmente el maldito?. Estas y otra docena de preguntas pasaban por su
cabeza mientras los minutos corrían. Se sorprendió por el suave golpeteo en el
cristal del copiloto que le indicaba que Laura había llegado. Crystal quitó el
seguro del coche, sosteniéndole las llaves para que supuestamente su compañera
de piso pudiera abrir la parte de atrás y guardar los comestibles. En lugar de
eso se abrió la puerta y Laura la apretó en un fuerte abrazo.
—Sé que esto ha tenido que haber sido muy duro para
ti —dijo la escritora suavemente.
Crystal solo pudo asentir con la cabeza, agradecida
por los confortables brazos que la rodeaban. Temblando, ajustó el abrazo
alrededor del cuello de Laura y cerró los ojos. Sus respiraciones se
convirtieron en irregulares sollozos, el nudo en su garganta sintiéndose cada
vez más grande. Separó sus labios para hablar, pero no le salieron las
palabras, solo ininteligibles gemidos. No estaba segura de cómo Laura entendía
lo que necesitaba, pero por unos minutos permanecieron así, Crystal estirada a
través del asiento delantero mientras la escritora estaba de pie con la puerta
del conductor abierta, la parte de arriba de su cuerpo inclinada hacia el
interior.
—Vayámonos a casa —dijo Laura con voz suave—.
Crystal soltó varios entrecortados suspiros antes de asentir con la cabeza,
apartándose del tan necesitado abrazo. Se irguió para secarse las lágrimas,
pero Laura fue más rápida y sus pulgares quitaron los restos de maquillaje—. De
todos los días para venir a comprar conmigo… ¿hmm?
—El destino es un maldito —refunfuñó Crystal,
sorprendida cuando sintió los dedos de la escritora acariciar su labio inferior
antes de apartarse.
—A veces lo es —dijo Laura. Crystal cogió el pañuelo
que le ofrecía y se secó los ojos mientras los comestibles eran guardados,
sintiéndose mejor para cuando Laura subió al coche y lo puso en marcha.
—Todavía no puedo creerlo —dijo Crystal enrollando
el húmedo pañuelo y sujetándolo en su puño—. Mi madre, he visto a mi madre. —Finalmente
se dio cuenta de que habían salido del parking y que ahora circulaban por la
autopista—. Y en el supermercado. ¿Vive por aquí cerca?
Laura levantó un trozo de papel con el importante
número de teléfono.
—Tiene el prefijo cinco, dos, siete. Eso no empieza
hasta el otro lado de la vía del tren en la otra punta de la ciudad, así que no
vive por aquí. Puede que algo la trajera hasta aquí y decidiera aprovechar y
hacer sus compras. Maldita coincidencia,
¿hmm?
—Sí —contestó Crystal mientras encendía un
cigarrillo—. Hay un parque de caravanas por allá. Puede que viva allí. —Tomando
una buena calada, posó sus ojos en el tráfico que pasaba—. Es más bajita de lo
que recordaba.
—Probablemente porque tú eres ahora más alta —dijo
Laura.
—Y Patty vive con ella. Volvió a casa. —Crystal tomó
aire profundamente para mantener las lágrimas a raya—. La hecho mucho de menos.
—Lo sé, cariño —dijo Laura con un gentil golpecito
en su pierna—. Y en un par de horas podrás hablar con ella.
***********
Crystal miró su reloj, frunciendo el cejo por lo
lento que pasaba el tiempo.
—Necesito un cigarrillo —anunció mientras abría la
puerta corredera.
Laura se levantó de su silla e interceptó a la
nerviosa mujer.
—Te fumaste un cigarrillo hace diez minutos. Tal vez
deberías llamar a Jenny.
—No —dijo Crystal sintiéndose cómoda con la mano que
descansaba en su hombro—. Probablemente estará con alguien o de camino a casa.
No podría cogerla.
—Entonces siéntate e intenta relajarte —insistió la
escritora.
Reticentemente, Crystal se dejó llevar hacia la
mesa.
—Tal vez debería llamar ahora. Puede que Patty esté
en casa pronto.
—Todavía tienes media hora —dijo Laura de pie detrás
de Crystal y descansando sus manos sobre los hombros de la rubia mujer—. Sé lo
que te hará relajarte.
Los ojos de Crystal parpadearon cuando sintió unos
fuertes dedos masajeando su cuello y los músculos de sus hombros. La cocina
estaba en silencio excepto por los ocasionales gemidos cuando los dedos de
Laura masajeaban los tensos músculos. Once años de preguntas corrían por la
cabeza de Crystal, todas compitiendo por ser la primera en ser respondida,
cuando llegó la hora de llamar. Laura tenía razón, pensó Crystal para sí misma
cuando el bip del reloj la avisó de la hora. El masaje la había relajado,
ayudando a que los minutos pasaran mucho más rápidos que si hubiera estado
caminando por la cocina.
—¿Estás lista? —preguntó Laura haciéndose un paso
atrás, dándose cuenta también de la hora que era.
—Eso creo —dijo Crystal nerviosamente—. Maldita sea,
desearía tener una bebida.
—Estoy segura de ello —contestó Laura—. Pero puedes
aguantarlo sin eso. Sé que puedes. Yo tengo fe en ti.
Crystal bufó y descolgó el teléfono.
—Me agrada saber que al menos alguien lo piensa. —Tomando
aire profundamente, marcó el número que había escrito en el trozo de papel—.
Está sonando. —Laura no dijo nada, pero la mano que descansaba en el hombro de
Crystal hablaba por sí sola.
—¿Hola?
—¿Patty?
—¿Crystal? ¿Eres realmente tú?
—Pensé que nunca te volvería a ver —dijo Crystal
apretando más el teléfono—. No puedo creer que esté realmente hablando contigo.
—Se giró un momento para indicarle a Laura—. Es realmente ella.
—Hay tanto de lo que hablar. ¿Dónde fuiste cuando te
escapaste? Intenté buscarte durante años.
—Intenté buscarte también —contestó Crystal,
sonriendo cuando un paquete de pañuelos apareció sobre la mesa—. Tenemos mucho
de qué hablar tú y yo.
—Bien, ahora que nos hemos encontrado tenemos todo
el tiempo del mundo.
—Comencemos por el principio —dijo
Crystal descansando sus codos sobre la mesa, visiblemente más relajada—. Bien, así
que te subiste al autobús… —A pesar de la atención prestada a su largo tiempo
perdida hermana, Crystal era sin embargo
consciente de que Laura había salido de la habitación. Una rápida mirada al
salón y los canales de la televisión siendo pasados rápidamente, le dijo que la
escritora estaba allí. Las dos horas siguientes fueron más emocionales que su
más intensa sesión de terapia
Capítulo 58
Laura miró hacia arriba cuando escuchó que el
teléfono era vuelto a poner sobre su base. El contorno de los ojos de Crystal
estaba irritado y un pañuelo arrugado secaba las lágrimas que se derramaban de
ellos.
—Ven aquí —dijo la escritora despacio, apagando la
televisión y recolocándose en el sofá. Cuando Crystal se sentó, Laura se movió
más cerca, poniéndole el brazo izquierdo alrededor de sus hombros y atrayéndola
más hacia ella.
—¿Cómo te sientes? —sintió encogerse a Crystal antes
de contestar.
—No lo sé —dijo Crystal—. Ocurrieron tantas cosas
poco después de que me marchara. Si hubiera permanecido allí, las cosas habrían
sido tan diferentes.
—No puedes volver atrás y cambiar las cosas —dijo
Laura, sus dedos frotando suavemente el brazo de Crystal.
—Mi padre tuvo un ataque al corazón dos meses
después de que me marchara —dijo Crystal inclinándose sobre la parte superior
del pecho de Laura—. Y Patty volvió a casa cuatro meses después de eso. Si me
hubiera quedado por allí, no habría tenido que largarme.
Laura tomó aire profundamente pensando en lo que
sabía sobre Crystal cuando se marchó.
—Volvió a casa embarazada —continuó la mujer entre
sus brazos—. Patty podría haberme necesitado realmente y yo no estaba allí.
Mamá dejó de beber y encontró un trabajo. Patty dice que mamá es tan diferente
a cuando éramos niñas. Cuida de Jessica y de Thomas cuando Patty está
trabajando. —Crystal sacudió su cabeza—. No puedo creerlo. Mamá dejó de beber,
Patty volvió a casa, tengo un sobrino y una sobrina y ¡yo me lo he perdido
todo!.
—Cariño, tú no podías saber lo que estaba pasando
—dijo Laura—. Dijiste que tus padres no tenían un teléfono al que llamarlos.
—Nunca imaginé que Patty volviera a casa y mucho
menos que aquel bastardo moriría tan pronto. Tenía que haber pensado en eso.
Tenía que haber sido más fuerte.
—Hey. —Alzando la barbilla de Crystal con sus dedos,
Laura la miró a los ojos—. No puedes culparte por lo que deberías o no deberías
haber hecho hace tantísimo tiempo. No tenías ninguna forma de saber lo que
ocurriría. Hiciste lo que tenías que hacer para alejarte de ese monstruo.
Cuando las personas que se supone que deben protegerte son las que te hieren,
¿qué más podrías haber hecho?
—Pero…
—No hay pero —dijo Laura firmemente relajando sus
dedos en la barbilla que sostenía y dejando a sus dedos trazar la garganta
antes de retirarlos. —Tenías que alejarte de tu padre —esperó al afirmativo
cabeceo antes de continuar—: Lo importante ahora es que tienes de vuelta a
Patty. ¿Cuándo vas a ir a visitarla?
—El sábado —dijo Crystal apoyando su cabeza en el
hombro de Laura—. Es más fácil para mí ir a verla a que ella tenga que coger a
los niños, meterlos en el coche y venir hasta aquí. —Se detuvo un momento antes
de preguntar—. ¿Vendrás conmigo a verla?.
Laura, que se había distraído momentáneamente por la
esencia del pelo rubio debajo de su nariz, inclinó su cabeza para mirar a su
compañera.
—¿Quieres que vaya?.
Crystal asintió con la cabeza.
—Sip.
—Si me quieres allí —dijo Laura tranquilamente—,
allí estaré.
Sin pensarlo, dejó a sus dedos acariciar el hombro
de Crystal hacia delante y hacia atrás, una sonrisa cruzó sus labios.
—Será interesante cuando me presentes.
Crystal le sonrió.
—Sólo les diré que eres una escritora de libros de
misterio lesbiana y que vivimos juntas. Estoy segura de que lo tomarán a bien.
—Tienes un lado travieso, cariño —dijo Laura—. Vas a
hacer que piensen que somos amantes.
Para su sorpresa, Crystal simplemente se encogió sin
darle importancia.
—¿Y qué? —dijo la rubia—. A Patty no le importaría,
estoy segura de eso. —Se sentó derecha y miró a Laura—. ¿Te molestaría a ti?
—preguntó con toda seriedad—. ¿Si la gente pensara que somos amantes?
Laura tomó aire profundamente, esperando que los
sentimientos que normalmente mantenía guardados no fueran evidentes en su cara.
—No, no me molestaría para nada. Eres una mujer
preciosa y aunque te guste demostrar a la gente que eres una mujer dura, yo sé
que por dentro eres temerosa y adorable. Cualquier mujer sería afortunada de
poder tenerte. De todas formas, la mitad de nuestras amigas piensan que somos
amantes.
—Más de la mitad, diría yo —confirmó Crystal,
volviendo a relajarse contra el cuerpo de Laura—. Por supuesto que hacer cosas
como éstas… —gesticuló a su íntima posición—, no ayuda.
—Sí, pero tampoco nos abrazamos así delante de los
demás —señaló la escritora—. Ellas no ven ésta parte de nuestra relación.
—No, lo sé —dijo Crystal tranquilamente, sus ojos
fijos en la oscura televisión—. Supongo que es solo porque vivimos juntas.
—Debe de ser eso —dijo Laura, sabiendo en lo más
profundo de su corazón que esa no era la verdad.
—Entonces, otra vez, deben de ver algo que nosotras
no vemos.
El primer pensamiento de Laura fue negarlo, debatir
la verdad de las palabras de Crystal, pero su corazón no se lo permitió.
Asintiendo con la cabeza reticentemente, la escritora se atrevió a nadar en
aguas peligrosas.
—Puede ser —dijo en un tono tan bajo que al
principio pensó que ni siquiera Crystal la había oído, pero cuando la joven
mujer se levanto para sentarse recta y
mirar profundamente los ojos de Laura, la escritora supo que sus palabras le
habían llegado.
—¿Laura?
Laura escuchó las preguntas no pronunciadas, los
miedos y tal vez, la anticipación en la voz de Crystal. Sintiendo su propio
corazón golpear contra su pecho, levantó su mano derecha para apoyarla contra
la mejilla de Crystal.
—A veces te veo dolida y lo único que quiero es
cogerte entre mis brazos y no dejarte ir. —Inclinándose un poco más hacia
delante mantuvo sus ojos fijos en los de Crystal—. Otras veces eres tan
autodestructiva que me gustaría remover algo de sentido común en ti, pero tengo
que mantenerme a un lado y esperar a que vengas a mí cuando estés lista. —Laura
bajó un poco la mano, sus dedos rozando a penas el labio inferior de Crystal—.
Pero por encima de todo soy feliz por formar parte de tu vida tanto como me lo
permitas, porque detrás de esas espinas, estoy segura que hay una rosa
esperando florecer y ser amada.
Sintiendo que de algún modo no iba a ser rechazada,
Laura cruzó la restante distancia que las separaba y sintió la suavidad de los
labios de Crystal contra los suyos. Fue un breve y efímero beso, pero para
Laura fue perfecto.
—Tú me afectas —dijo mientras se alejaba, sus labios
todavía temblando por el breve contacto.
Crystal bajó su cabeza, y miró sus manos.
—Cuando me mudé aquí, estaba segura que no
funcionaría. ¿Qué diablos tenía en común una striper borracha que ni siquiera
había ido al instituto con una escritora lesbiana con un título? Miró hacia
arriba a Laura. Por no mencionar que eres la reina del mocho.
—Y tú eres el proverbial Oscar Madison —dijo Laura
suavemente, contestando a la sonrisa de Crystal con la suya propia.
—Y una pirada. Pero de alguna manera nos las
arreglamos para que funcionara —bajó su cabeza otra vez—. No sé cuándo sucedió.
Qué diablos, es algo que ni siquiera me había planteado con nadie más. Al
principio pensé que era porque me relacionaba tan solo contigo y con tus
amigas, pero no es algo que se pegue como una enfermedad contagiosa ―se encogió
de hombros—. Supongo que dejé de pensar en ti como una lesbiana y comencé a
pensar en ti como amiga… y entonces como algo más que una amiga. —Levantando su
cabeza, miró los labios de Laura, aparentemente incapaz de hacer contacto
visual—. Tú… tú me afectas también.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Laura usando sus dedos para levantar la cabeza de
Crystal.
—No lo sé —contestó Crystal cansada—. Me siento
sobrepasada por todo lo que me sucedió hoy.
—Apuesto a que sí —dijo Laura usando sus brazos para
acercar a la joven mujer contra ella—. Relájate. No es algo que tengas que
decidir en éste momento. —Incapaz de resistirse, se inclinó y depositó un beso
en la rubia cabeza—. Nada tiene que cambiar. Cuando sea el momento, lo sabrás.
—¿Hasta cuando tendré que esperar? —preguntó
Crystal, su voz amortiguada contra el pecho de Laura—. ¿Y si te cansas de esperar
o aparece alguien mejor? ¿Y si no soy capaz de superar todas esas cosas de mi
pasado y no puedo…? —dejó la frase a medio terminar.
—Te preocupas demasiado, ¿lo sabes? —dijo Laura
haciendo una mueca por su exasperación mientras la abrazaba más fuerte.
Entendió la implicación de las palabras no pronunciadas y en su interior el
corazón de la escritora se encendió con renovado enfado hacia el hombre que
había causado tanto daño a la joven mujer—. Te lo dije, cuando sea el momento,
lo sabrás. Y, para que lo sepas —añadió en voz baja—, no estoy buscando a nadie
—sintió cómo se apretaba el abrazo de Crystal—, y no voy a ir a ningún sitio.
—¿Te ha dicho alguien que eres una charlatana
dulcísima? —preguntó Crystal sentándose derecha torpemente.
―Paso la mayor parte del tiempo intentando plasmar
ideas con las palabras ―dijo Laura. Reticente a deshacer el abrazo con Crystal,
se alejó un poco dejando algo de espacio entre ellas—. Estoy intentando
asegurarme de que sepas cómo me siento. —Decidiendo no forzarla mucho, Laura
cambió de tema—. Ahora cuéntame más sobre Patty y tu sobrino y sobrina. Estoy
segura que lo sabes todo sobre ellos, incluso el color de pelo.
Laura apoyó su espalda contra el sofá para escuchar
a Crystal hablar, sumergiéndose en sus propias palabras, la mente de la
escritora retrocedió a los acontecimientos acaecidos esa tarde… y lo que
sigificarían para el futuro.
El aire era frío, lo suficiente como para que
Crystal renunciase a ponerse su habitual camiseta y en lugar de ello vistiese
una sudadera con unos pantalones de deporte antes de salir al balcón para fumar
un cigarrillo en la noche. Sus pensamientos competían con la idea de dormir,
aunque se sentía cansada. El humo del tabaco flotaba en el aire mientras
silenciosamente escuchaba a lo lejos cantar al mochuelo e, incluso más a lo
lejos el tráfico de la autopista. Por un breve instante, parte de ella deseaba
estar en esa autopista, conduciendo lo más lejos que pudiera del torbellino que
era su vida. Ahora estaba totalmente segura de que Laura quería ser su amante,
y, aunque de alguna forma, sabía que su
interés era recíproco, al mismo tiempo
la asustaba también.
Escribir en su diario durante dos horas después de
retirarse a su habitación, le había sido de algo de ayuda, permitiéndole
organizar sus pensamientos y expresar sus miedos, pero no fue suficiente.
Chasqueando la ceniza al viento, Crystal suspiró y pensó en lo que le depararía
el mañana.
—¿No puedes dormir? —preguntó Laura antes de abrir
la puerta corredera y salir al balcón.
—Demasiadas cosas en la cabeza —contestó Crystal—.
Ya sabes, ver a Patty el sábado y todo eso. —Sus labios se curvaron formando
una pequeña sonrisa—. Por no mencionar lo que pasó ahí abajo antes.
—¿Quieres hablar sobre ello? —preguntó la escritora,
empujando una silla y sentándose en ella.
Crystal tomó otra calada antes de contestar a la
pregunta con otra propia.
—¿Y tú?
—Creo que deberíamos hacerlo ya que ninguna de las
dos puede dormir —dijo Laura.
—Sabes, desearía tener algo para beber ahora mismo
—dijo Crystal—. Tengo todo arremolinándose en mi cabeza y parte de mí desearía
tan sólo salir corriendo. —Sonrió levemente, de forma autocrítica—. Cuando las
cosas comienzan a ir bien, busco la forma de echarlas a perder.
Apagó el cigarrillo en el cenicero mientras
intentaba organizar sus pensamientos. Dándose cuenta de que era un esfuerzo
inútil, volvió a su silla para encarar a Laura y apoyó sus codos en las
rodillas.
—No sé qué diablos miras en mí —dijo, mirando hacia
abajo a ninguna parte.
—Eso es porque no miras a través de mis ojos —dijo
Laura suavemente, acercándose para tocar a Crystal en el brazo.
—Desearía hacerlo —admitió—. Desearía ver lo que tú
ves. ¿Laura? Antes, cuando estábamos en el sofá… —Se le puso la piel de gallina
y Crystal sabía que no tenía nada que ver con el aire de la noche—. Cuando tú…,
cuando nosotras… nos besamos… —Tomando aire profundamente, se forzó a sí misma
a mirar hacia arriba y hacer la pregunta que le preocupaba toda la noche—. ¿Te…
te gustó?
—Me gustó
—dijo Laura seriamente—. ¿No te diste cuenta?
—Creo que sí, pero, quiero decir…, no es que yo sea
la primera mujer a la que besas —bajó su voz otra vez—. Supongo que no estaba
segura —hizo una pausa—. No dijiste nada.
Sintió las manos de Laura dejar las suyas y unos
dedos insistentes empujar su barbilla hacia arriba.
—Crystal… —inspiró profundamente—. Me gustó. Mucho.
Arrastrándose hasta el canto de la silla y poniendo
las piernas entre las de Laura, Crystal se acercó un poco más, el tejido de sus
pantalones rozando las rodillas de la mujer mayor.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo seriamente.
—Lo que sea.
—Yo… —Se detuvo, sus inseguridades apoderándose del
momento. Las palabras que quería decir no le salían. Tomó las manos de Laura
con las suyas, encantada de sentir el tranquilizante apretón—. Yo… —probó otra
vez—. Antes, cuando me levanté y te dije que me iba a la cama...
—¿Sí?
—Bien… —sintió los pulgares de Laura acariciar la
parte posterior de sus manos y antes de que se diera cuenta, eran sus manos las
que eran sostenidas—. Esperaba que tú… Bien…, ya sabes…, como un beso de buenas
noches.
—Pensé en ello —admitió Laura, sus pulgares
moviéndose en perezosos círculos sobre las sensibles palmas y provocando que
Crystal se distrajera—. Quería hacerlo, pero después de que te apartaras, pensé
que tal vez te estaba forzando demasiado. No quería asustarte. No estaba segura
de si querías.
—Quería —dijo Crystal suavemente—. Fue… —sacudió su
cabeza incapaz de describir lo que ese tierno beso le había hecho sentir. Había
miedo, por supuesto, pero no el miedo a ser herida, sino a lo desconocido.
Gentil, sin exigir o siquiera pedir, ofreciendo únicamente la expresión táctil
de los más sorprendentes sentimientos, abrumadora por su intensidad, Crystal sintió
la pérdida cuando terminó—. Yo no soy tan buena con las palabras como tú, pero
si… —miró a Laura a los ojos, viendo lo que las sombras de la noche no podían
ocultar—, si quisieras hacerlo otra vez… no me importaría.
Incapaz de dar el primer paso, confió en la mujer
más mayor para hacerlo.
—Me gustaría… —dijo Laura suavemente—. Mucho.
Crystal intentó pensar, hacer desaparecer las
sensaciones de su memoria mientras Laura se inclinaba y recorría el espacio
restante entre ellas, pero no hubo más pensamientos una vez que sus labios se
tocaron, solo sentimientos.
No fue únicamente un beso, sino muchos pequeños que
buscaron tanto su boca como la de Laura. No se resistió cuando unas manos la
atrajeron más cerca, ignorando el duro borde de la silla de Laura contra su
rodilla. Nada le importaba a Crystal excepto el torbellino en el que estaba
dispuesta a sumergirse. El mundo giraba tan solo por ella y por Laura,
envueltas en un abrazo la una con la otra.
Necesitando más, Crystal se movió de su silla y
presionó su cuerpo contra Laura, la fina seda permitiéndole sentir el calor del
cuerpo de Laura. Crystal sintió subir el deseo en ella, su cuerpo pidiendo más
que una serie de besos. Cuando se atrevió a abrir su boca y permitir a la punta
de su lengua acariciar el labio inferior de Laura, estuvo encantada de escuchar
un suave gemido. Entonces sintió a Laura responder, el beso se profundizó y se
hizo mucho más intenso, más erótico y más lleno de amor que ninguno que hubiera
sentido antes.
La lengua de Laura exploró suavemente su boca,
provocándole leves gemidos mientras se entregaba a los sentimientos que se
arremolinaban en ella. Enredando sus dedos entre el pelo negro, hizo su propia
exploración. Usando la punta de su lengua trazó suavemente el borde de los
dientes de Laura para sentir sensaciones más fuertes que las que había conocido
antes.
Cuando el beso finalmente terminó, Crystal se
encontraba prácticamente en el regazo de Laura y fue gracias a esos brazos que
la sujetaban fuertemente para no dejarla marchar, que no se había caído al
suelo. Sintió las rápidas subidas y bajadas del pecho de Laura a pesar de estar
luchando con su propia respiración para calmarla. Cuando habló, fue entre
jadeos.
—Eso… si… que ha sido… un beso.
Laura se rió y la atrajo más cerca.
—Me alegra que te gustara.
Crystal sonrió contra su pecho e inhaló
profundamente.
—Sí, me gustó. Nunca… me habían besado así. —El
mochuelo cantaba desde la rama de su árbol—. Caramba, canta bastante fuerte
ésta noche, ¿no?
—Puede que esté buscando a su compañera —sugirió
Laura, intentando moverse—. Supongo que estas sillas no se hicieron para dos
personas.
—Tal vez —dijo Crystal, refiriéndose al mochuelo,
pensando para sí misma que más bien se trataba de un grito de soledad.
Reticente, se soltó del enredo de brazos y piernas y se volvió a su silla,
asegurándose de permanecer lo suficientemente cerca para mantener la cercanía,
permitiendo a sus descalzos pies frotarse contra las zapatillas de Laura.
Buscando los cigarrillos, encendió uno y tomó varias caladas antes de hablar
otra vez.
—¿Y ahora qué? —preguntó despacio, medio temerosa de
una respuesta.
—Depende de ti —contestó Laura. Crystal de dio
cuenta de que era una respuesta calculada, dejándole todo, incluso cuándo dar
el próximo paso, en sus manos.
—¿Qué hay si no estoy segura?
—Entonces, creo que lo mejor para ti es esperar
hasta que lo estés —dijo Laura presionando sus dedos contra los labios de Crystal
para acallar su protesta—. Te dije que no hay prisa. No me iré a ninguna parte.
—Inclinándose, Laura sustituyó los dedos por sus labios—. Ahora apaga eso y ve
a dormir —dijo mientras se hacía para atrás y se levantaba—. Yo iré a ver si
puedo escribir algo. Ya sabes, siempre luchando con esas líneas muertas.
Crystal apagó el cigarrillo y se plantó también,
girándose hasta estar cara a cara.
—¿Por qué no te creo? —preguntó—. No estuviste
escribiendo antes. Te hubiera oído teclear.
—¿Puedes oírme desde tu habitación?
—Si las dos tenemos las puertas corredizas abiertas,
sí. —Estaban plantadas tan cerca que parecía natural en Crystal que pasara sus
brazos alrededor de la cintura de Laura—. Te oigo a veces. —Cerrando sus ojos,
inclinó su cabeza contra el hombro cubierto por la suave seda—. Tu silla
chirría un poco, ¿sabes? —susurró como si revelara un gran secreto—. Puedo
adivinar cuándo estás releyendo algo que acabas de escribir o si te estás
tomando un respiro. Puedo saber cuándo estás inspirada tecleando como una loca
o cuándo estás luchando para escribir tan solo una frase. Pero ésta noche, en
absoluto, estabas trabajando en tu historia.
—¿Quieres saber lo que estaba haciendo? —preguntó
Laura, imitando la posición de Crystal, acercándola más con sus brazos—. Estaba
tumbada en mi cama escuchándote moverte alrededor —tomó aire profundamente
antes de continuar—. Estaba preocupada por ti. Normalmente no estás tan
inquieta.
—Tenía muchas cosas en la cabeza —contestó Crystal—.
Seguro que tú también.
—No tantas —corrigió la escritora—. Sólo una.
Eso era todo lo que tenía que decir.
Crystal lo entendió y se preguntó cual de las dos
estaba más sorprendida cuando se inclinó e inició el beso. Ciertamente Laura se
había sorprendido por su movimiento descarado, pero para el crédito de la mujer
más mayor, se recuperó rápidamente y en seguida fue Crystal quien se encontró a
sí misma abrumada por una boca más experimentada e insistente. Sintió el duro
borde de la mesa presionar contra la parte de atrás de sus muslos, pero Crystal
lo ignoró, concentrándose más en lo que ocurría delante de ella. Donde las
experiencias de su vida anterior habían sido duras e implacables, el cuerpo de
Laura era suave, acomodándose, moldeándose al suyo propio. Una boca que daba a
la vez que tomaba, unas manos que vagaban pero no conquistaban, tocando su
cuello, manteniendo su cabeza hacia atrás, haciéndola sentir deseo y deleite al
mismo tiempo.
—Oh. —Jadeando, apenas se había dado cuenta que la
boca de Laura había dejado la suya antes de sentir la eléctrica sensación de
esos labios recorriendo su garganta,
—… tanto. —Fue todo lo que pudo entender,
amortiguado contra su piel. Sus propios dedos se encontraron enredándose en el
negro pelo, sujetando a Laura más cerca. Sintió la mano de Laura recorrer un
lento camino por su costado, parándose en el espacio en que su sudadera se
había levantado levemente. Ahí los dedos se detuvieron, haciendo que se erizara
la carne allí expuesta, pero sin intentar ir más lejos. Cuando alcanzó los
hombros de Laura, los labios que estaban ardiendo sobre su piel se pararon e
inmediatamente sintió la pérdida de ese cálido peso contra la parte superior de
su cuerpo.
—Crystal…
Crystal no necesitaba de ninguna experiencia con una
mujer para reconocer el timbre de la voz de Laura. El significado estaba claro.
Anticipación, deseo, e incluso los nervios que la atravesaban. Las noches de
preguntarse cómo sería, estaban a punto de responderse. Solo ahora, dándose
cuenta de que estaba sentada encima de la mesa, Crystal se levantó y se acercó
a los brazos abiertos de Laura. Tomando una profunda inhalación, miró hacia
abajo y entrelazaron sus dedos.
—Sí —susurró buscando los labios de Laura otra vez.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® BL. Miller Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
por fiiiiiiiiiiiiiiiiinnnn cuanto he esperaso este momento...es una GRAN historia sin duda..GRACIAS a las q han logrado q la tengamos en español
ResponderEliminarDanii de Costa Rica
Wow! Que cap! Ya quiero ver que pasa en el próximo!!
ResponderEliminarEs el primer comentario que dejo sobre esta historia, pero la verdad es que la vengo siguiendo desde el principio y me encanta!
Habia empezado a pensar que recién en el capitulo numero 100 pasaría algo entre Crystal y Laura.
Ahora estoy re ansiosa! Quiero la conti yaa!!
Un saludo!
Sam.
siiiiiiiiiiiiiii ....wiiiiiiiiii gracias!!!
ResponderEliminarAunque podía seguir esperando el gran beso...me encanto q fuera ahora =)
yfza
peru
Lo que me gusta de esta historia es que la autora (BL Miller) no se ha precipitado en llegar a la relación amorosa entre Crystal y Laura. La escritora ha manejado las cosas de una manera lenta pero muy interesante, yendo paso a paso y madurando los sentimientos de una manera natural y totalmente creíble. No me gustan mucho esas historias que en la primera página se conocen y al tercer renglón ya están en la cama, jajaja. Saludos de Abriles.
ResponderEliminarNooo Como que hasta aqui me encanto felicitaciones
ResponderEliminarSaludos desde Argentina!
Lo que sigue es aun mejor, bueno con un toque de pasion que siempre es bien recibida
ResponderEliminarGracias por subir esta historia y espero el proximo capitulo, aich, con el fin de semana hasta el lunes... :)
uuuuff por fiiiin ahahahaha...ME ENCATAAAAAA
ResponderEliminar