Song Fic
Es una tarde hermosa, un buen día
para viajar en tren... El cielo que contemplan mis ojos a través de los
cristales, es como el lienzo que plasmaría el artista dejando caer gotas de
pintura, tan infinitas como copos blancos de nieve descienden lentamente fuera
de la ventana. Así, con tal tino matiza en grises y pulcros blancos cada
detalle de las montañas, cada árbol blanquecino por la prístina helada que cae
en el exterior de un valle cristalino en medio del frío invierno. Es una pena
no tener a nadie para compartir la vista del valle helado del norte de
Excélsior, mi país natal, el lugar que un día habré de gobernar. Suspiro, un
privilegio que me otorga el nacimiento y me condena en nuestro sistema
monárquico, así que naturalmente cuando me llaman alteza, están en lo cierto si
de sangre azul hablamos, empero, si alguien cuestionara mis deseos, los de la
simple persona que me gustaría ser, la respuesta sería “Solo Shizuru... por favor”. Pese a todo, no puedo cambiar la sangre
que corre por mis venas, tampoco abdicar al trono, pues no hay más herederos en
nuestra casa, así que me limito a disfrutar los momentos y privilegios que esta
jaula dorada me permite.
Sorbiendo un poco de mi cálido té,
cedo al silencio de un vagón completo solo para mí, un desperdicio de espacio,
pero es también algo que me concede un momento libre a mis más reservados
pensamientos, mirando sin ver todo a mi alrededor, los caobas de los muebles,
el bar con todo tipo de selectos vinos y licores, la barra de un barnizado
marrón y sillas suficientes para mi guardia de custodios, la amplitud del
espacio que da las vistas de un salón, los marcos dorados que rodean las
ventanas y las cortinas que ocultan del mundo la vista hacia el interior,
dorados y rojos, con el emblema de la familia Fujino por doquier, siendo la
flor de Lis predominante en la marca, incluso mi ropa está bordada con aquella
planta, me observo a mí misma a través del reflejo que brinda el cruce por la
montaña, el granito en la sombra hace las veces de superficie reflectante y así
veo, el castaño cabello recogido en una moña ligeramente desdibujada por un
pequeño mechón rebelde que se desliza por mi mejilla, mis lánguidos ojos
carmesíes, mi faz apacible, serena incluso en las ocasiones de mayor tensión, una
máscara lustrosa y requerida en la monarquía, nada me toca, nada me alcanza
¿Sería eso posible en primer lugar? Veo también la prenda cárdena de un vestido
liberalmente descubierto en el pecho, sobre el vestido me abriga un chalequillo
lila con el emblema de lis en mi espalda, mas este no se ve en el reflejo, del
mismo modo que la tenue abertura del lado derecho de mi vestido justo sobre mi
pierna se mantiene en secreto. Pero no siento frío, es definitivo que no debo
preocuparme de eso con la calefacción establecida en este lugar, una comodidad
que a mi molestia quizás le sea negada al resto de los viajeros en este tren.
Es una de las infames cosas que quiero cambiar, si ha de servir la corona que
como espinas se ciñen a mi frente con su dolorosa carga, entonces un día,
cambiaré muchas cosas.
Me remuevo en el mullido sillón
escarlata sobre el que descansa mi espalda, otro sorbo menos austero que el
anterior e inconscientemente mi mano se desliza sobre la madera evaluando cada
ligero y casi imperceptible surco, mas el abrupto cambio de textura me advierte
que no es el mueble lo que busco, bajo la vista y en ella se instala la imagen
de un sobre sellado con resina roja por mi anillo, la marca real que sólo yo
poseo, con mi nombre y mi voz en las secretas letras de ese documento. Una vana
esperanza, ilusa dijo mi padre, pero heme aquí, con mi voz en ese papel, mi
sello, mis custodios, en un vagón viajando a un lugar olvidado por el mundo más
al sur en la calidez afortunada de la capital de mi hogar. La locura dicha
entonces, es un proyecto que planeo hacer realidad sin importar cuanto me tarde
o cuan paciente deba ser, una alianza entre todas las naciones, para crecer
económica y pacíficamente.
-Nada es tan tonto si se intenta con
persistencia...- Parafraseé la voz distante de un recuerdo... “Así te conquisté”. Una sonrisa, una
mirada tan verde como la esperanza que me brindaba de solo verle.
Sí, ella, la persona que me dijo
aquellas palabras es mi más fuerte motivo para no querer rendirme, por ansiar
un paso más cerca de la paz, un camino más corto a su cercanía. Mi querida
chica silenciosa, es cruel que la guerra te trajera a mi casa, por lo mucho que
se perdió en aquellos lóbregos días, si pudiera pedir perdón por la egoísta
dicha que sentí, hasta el cielo me reprocharía que mi felicidad fuera causada
por tanta amargura; y al final, la sangre vertida que le trajo a mí, fue el
mismo motivo de su ahora distanciamiento. Una lejanía más y más permanente cada
día, rebeldes e insurgentes aquí y allá, va y vuelve a cada refriega, como el
fantasma que aparece y desaparece en un pestañeo.
Lo sé, sé que me evade, conozco sus
razones pues yo las causé ¿Pero qué excusa podría inventar si no hubiera otra
batalla a la que acudir? ¿Por qué arriesgar la vida cada vez? No quiero pensar
que pueda irse a un lugar al que no pueda seguirle.
-No era esto lo que quería...- Tomé
el sobre y lo deposité en un maletín cercano, solo por seguridad.
Como si la fortuna me hablara del
adecuado uso del maletín y su salvaguarda, el sonido de la puerta sur atrajo mi
atención, como un golpe, el retoque persistente. Silencio, me levanté de mi
asiento ligeramente preocupada. ¿Quién atrevería siquiera tocar la puerta del
vagón de mi familia? Me acerqué con cautela, ciertamente no hay muchas cosas de
las que pueda preocuparme cuando de mi seguridad se trata, pero causaba
curiosidad lo poco habitual de este tipo de incidentes.
El ruido persistía, esforcé el oído.
-Le digo que me permita el paso, es
de vital...- Una voz similar a las de mis remembranzas y palidecí, imposible me
gritó la razón para no dar vuelo a mis imaginaciones o esperanzas banales, aun
así me apresure a llegar a la puerta.
-No puede pasar... ni siquiera su
rango se lo permite capitán ¡Esto está por encima de usted!- Dijo en tono
bastante agresivo Sergei Wong, el encargado de mi guardia personal desde hace
seis meses.
-Se lo he dicho ya, es urgente que
llegue al primer vagón... es una orden del comandante en jefe- Refutó el
intruso con un tono grave que desbocó por completo el latido de mi corazón, esa
voz, más grave que antaño pero claramente suya.
-No está permitido, tendrá que
bajarse en la próxima estación y saltarse este vagón, eso no está a discusión-
Afirmó Sergei, tan terco como siempre, pero bastante ignorante de que ella en
verdad puede ser más tozuda que un batallón entero.
-Si no ha de ser por la diplomacia,
este par de mequetrefes no habrán de servirle para...-
Oh oh, abrí la puerta lo más rápido
que me fue posible y la vista de las circunstancias se congeló en el acto. Lo
que a los ojos del mundo sería un joven soldado, mucho más joven que Wong,
sosteniendo la cazadora negra del más viejo en armas por el cuello y con el
puño levantado, detenido en sendos esmeros por los otros dos guardias, una
expresión de enojo en la faz de porcelana de uno que se miraría demasiado lindo
para ser hombre, era en realidad la fuerza sorprendente de una mujer cubierta
por los atuendos militares de los cosacos del norte de Excélsior. Lucía la
casaca en un impoluto blanco que apenas contrastaba con el fajín azul que
cruzaba diagonalmente su torso y verticalmente su cintura, un sable colgante de
dorado y marfil en su lateral izquierdo, un estuche de revólver plateado en el
derecho. Así, tan delgado e imponente ser sometía al más fuerte de mis
guardianes, aún con el ceño fruncido en el marco de sus preciosas cejas, las
custodias de aquellos hipnotizantes ojos esmeraldas capaces de robar el aliento
a quien los mirase más de lo adecuado. Una imagen tan grandiosa de ella
ciertamente me hizo difícil la tarea de pensar, incluso respirar. Pero tenía
que intervenir.
-Ara, ara... esos no son los modales
que yo recuerdo de mi querida Natsuki, si dijera por favor... tal vez el
oficial le concedería el paso- Dije al fin, cortando de este modo la violenta
situación que estuvo a punto de presentarse. -También sería un detalle si
soltaras al líder de mis custodios, es un poco difícil conseguir buenos
oficiales hoy en día y no quisiera tener que reemplazar a Wong-San- Añadí al
ver que Sergei adquiría colores pálidos y luego azules en su rostro debido a la
falta de aire en sus pulmones.
Por toda respuesta, además del
silencio, Natsuki, sí, la dama de mis recuerdos, soltó al señor Wong dándole de
nuevo la libertad de respirar. Bastó una mirada de mi parte para que los otros
dos hicieran lo mismo con el brazo de la esplendorosa Capitana de la escuadra
de los lobos del Norte.
-¿Shi... Shizuru?- Pestañeó con la
aparente necesidad de desvirtuar una ilusión del desierto, pero teniendo en
cuenta que estábamos en los nevados de Kunzo, eso sería improbable.
-Caballeros, no sean descorteses, es
a mi hermana menor a la que le impiden el paso...- Me permití añadir. -Ella es
siempre bienvenida en la casa Fujino y donde cualquiera de ellos esté...-
-Pe... Pero alteza- Cuestionó el
rubio de ojos miel aun acariciando su cuello, ya ligeramente sonrojado por la
anterior agresión, los otros dos seguían mirando incrédulos a cierta pelinegra,
pues seguramente les hizo transpirar con el esfuerzo.
-No sean cuestionadas mis decisiones
Wong-san... Natsuki, es de la familia- Una expresión de ligera molestia y el
mayor supo que le haría bien el no decir una palabra más. Entonces pasé de
largo sobre ellos, tomé la mano de mi petrificada “hermana” y la invité a
entrar en el vagón, no sin antes cerrar la puerta tras nosotras.
Si la dicha existe, sostener sus
enguantadas manos fue uno de esos momentos, quise abrazarla, pero me contuve a
causa de su silencio. Una vez a la mitad del lugar, ella deslizó su mano de
entre mis dedos y yo resentí su ausencia con hondo pesar, me volteé a verla con
una sonrisa en mis labios como hace años, ocultando un poco mi desencanto, ella
solo se sonrojó un poco y desvió la mirada a otro lado. -Tenían nieve, igual
que yo-
En ese instante lo comprendí, usaba
como capa una piel de lobo gris, atada con un broche por encima de su brazo
izquierdo y sostenida por una cadena dorada en su costado derecho. Sus hombros,
su Kubanka y hasta sus guantes, estaban cubiertos por un poco de escarcha, ella
estaba helada pero yo ni siquiera lo noté bajo el calor de mis propias
palpitaciones.
-Pronto entrarás en calor, aquí no
hacen falta todos esos abrigos-
Simplemente asintió, ciertamente
continuaba siendo “la chica silenciosa”, o había vuelto a serlo de algún modo,
suspiré y la abracé sin siquiera preocuparme de la escarcha, el frío o su
incapacidad motora para darme una buena respuesta. -Ha pasado tanto tiempo...
te extrañé mucho, Natsuki-
Eres tú, cómo estás
ha pasado tanto tiempo
Dónde vas y con quién
nunca imaginé encontrarte en este tren
Quiero saber de ti
yo me voy a Milán
ven y siéntate a mi lado
en el bar hay café
ha pasado tanto tiempo
Dónde vas y con quién
nunca imaginé encontrarte en este tren
Quiero saber de ti
yo me voy a Milán
ven y siéntate a mi lado
en el bar hay café
No lo dije, el que también la
extrañaba, o que al verla se detuvo mi corazón y que mi sonrojo se debiera a la
abrumadora belleza de su figura, en atuendos tan... inmisericordes con este
frío. Jamás pensé que estaría en este tren o que su presencia fuera justamente
el impedimento de mi meta, llegar con el informante, donde recibiré una carta
con mis siguientes órdenes. -Debo irme, tengo que llegar presurosamente al
primer vagón- No quería decir nada más, no quería aceptar cuánto estaba
disfrutando su abrazo, la idea de tenerla tan cerca, era de algún modo la
fuente de calor más intensa, tanto más que la del mismísimo sol, pero
igualmente recordé que el astro que brilla... también quema y yo, esa lección
ya la tengo muy aprendida.
Se apartó un poco de mí, pero solo
un poco, su rostro tan generosamente tallado por los dioses me miraba
escondiendo un dejo de molestia. Teniendo frente a mí la máscara de su
diplomática postura, agradecí la oportunidad que me daba para hacerme la tonta
y no saber que la hería con mis intereses puestos en otras cosas. -Con tu
permiso- Musité más por protocolo.
-No... No es prudente- Su voz
acarició mi oído, su mano se posó a la altura de mi pecho sobre el broche de mi
capa, desprendiéndole con un tenue movimiento, casi... casi ensayado.
-Shizuru...- Dije entre dientes
cuando sentí el abrigo caer al suelo. Cruzamos miradas y sus ojos me parecieron
tan sugestivos como siempre, filtrándose en mi mente y en mi alma, sin palabras
no pude más que negar con la cabeza.
-No te he visto en más de un año, si
es que cuentas ese protocolo militar... y te aseguro que obsequiarme un poco de
tu tiempo no será un impedimento para tu misión...- Su convicción, siempre
convenciendo a todos, incluso a mí. Se inclinó para recoger la prenda y tragué
saliva al notar la indiscreta abertura de su vestido cuyo primoroso muslo no
escondía, del mismo modo que el escote en su hermoso pecho atraía la mirada
como si de un imán se tratara.
Carraspeé mi garganta y compuse mi
voz para no tartamudear. -¿Cómo puedes estar segura de eso?- ¿Por qué quieres
que esté cerca de ti? Sé que no ignoras cuando intento apartarme, ese tiempo no
ha pasado sin que fuera mi intención en primer lugar.
Dispuso mi abrigo sobre un perchero
convenientemente dispuesto junto a la puerta por la que entré. -La nevada...-
Lo mencionó casi feliz, sonriente incluso y yo sentí un escalofrío en mi espina
dorsal con su victoria acechándome. -Para llegar a la siguiente estación el
tren debe dar la vuelta a la montaña y ascender un poco antes de bajar al
valle, si la nieve es mucha tendrán que disminuir la velocidad para no
descarrilar, un retraso de 4 o 5 horas viajando a marcha lenta, pero si es como
la tormenta que se ve en la ventana, tendrán que esperar hasta el alba antes de
continuar la marcha... así que tus órdenes esperarán, igual que tú- Sospecho
que se está riendo internamente de mí.
-No previste un retraso de un día en tu agenda ¿O sí?- Sí... claro que
se ríe de mí.
Suspiré resignada. -Por eso odiaba
jugar ajedrez contigo- En realidad me cuesta pensar cuando estás junto a mí.
-¿Porque siempre ganaba?- Su mirada
ladina, divertida, sabe ya que he perdido.
Negué con la cabeza ya incapaz de
sostener mi fría expresión, esa no funciona con ella. -Eres la única que puede
darse el lujo de decir eso-
-Eso no lo dudo, me ha dicho mi
padre que no falta mucho para que te asciendan nuevamente, no valoraría menos a
una estratega de tu calibre- No es un halago del todo sincero, sé que odia que
me haya enlistado o que lo tomara tan en serio hace unos años, pero ¿Qué
esperaba? Ella siempre fue la princesa y yo, no podía quedarme soñando
tonterías toda mi vida.
-Son sus recomendaciones más que mis
méritos, tal vez... ‘alguien’ lo haya convencido para alejarme del frente. Ya
sabes, mayor rango, menor exposición- No escondí un tono acusador, que ella
ignoró olímpicamente.
-Ven... ¿Quieres un café? ¿O
prefieres mi mokaccino?- Me dió la espalda para ir a la barra con la excusa
perfecta para evadirme. De cualquier modo, hoy no me apetece golpear a los
guardias de la otra puerta, hoy tengo la esperanza de no arrepentirme de ceder
otro poco. ¿Cuánto más tiempo pasará antes de verte otra vez? El resto de mi
vida tal vez.
-No he probado uno igual, en mucho
tiempo- Sonreí incapaz de negarme a mí misma ese pequeño placer, sabiendo que
hay tantas cosas que nadie hace como tú.
Me fue servida aquella humeante y
aromática bebida, al final añadió un trago abundante de amaretto mientras su
sonrisa se extendía. Podía ver ese brillo intenso en sus ojos, la mirada que me
hacía sentir el centro de su universo, le di la espalda un momento intentando
no sentir ese escalofrío capaz de quitarme el aliento, excusé mi extraño
comportamiento en la necesidad de desprenderme de ciertos implementos
estorbosos en el calor de aquel lugar.
-¿Qué ha sido de ti en todo este
tiempo?- Musitó mientras preparaba la segunda bebida, un cappuccino
acaramelado, su favorito para una tarde de tertulia.
Seguí sin verla mientras desprendía
el cinto con la espada, la banda azul y la casaca, el calor dentro de aquel
vagón de tren era acogedor, pero ante la abundante cantidad de abrigos que me
obligué a usar por la intemperie antes de venir aquí comenzaba a ser incómodo.
-Voy de un lugar a otro, donde se
presenten insurgencias de los rebeldes de la tundra... estamos tan cerca de dar
con el paradero de su líder que...- Sería mi oportunidad para vengar a mis
padres.
-¿Estás con alguien?- Me estremecí
ligeramente al notar un tono bajo de voz, siempre tuvo la manía de esconder
emociones sin tonos, simplemente bajando la voz.
Tensé la mandíbula. ¿Por qué me
haces esto Shizuru? -No...- Dije secamente, luego mejoré mi tono a uno neutro.
-No tengo tiempo para construir una relación estable, no puedo darle a nadie la
tranquilidad de encontrarme cada noche en su cama o en su vida, en primer
lugar- Me giré para encararla.
Se miraba tremendamente feliz, por
la sola idea de lo que mi respuesta le significaba, yo seguía vagando por el
mundo sin ser capaz de olvidarla, tan estancada como aquella vez cuando vi roto
cada fragmento de mi corazón con su inexplicable apatía. Sonreí con un dejo de
amargura que no supe esconder dentro de mi mente o de mi boca, no le dejaría
ganar esta vez, estaba molesta por el derecho que ansiaba arrebatarle a su
orgullo y premiar el mío. -Prefiero distraerme con la frívola lujuria de un
encuentro casual, eso... lo aprendí de alguien tiempo atrás- Desvié la mirada a
un lado en cuanto su sonrisa se desdibujó, ver sus celos contenerse solo por la
gracia de una maestría en el autocontrol y el engaño, no... Yo no contaba con
un arma tan elaborada en los gestos de mi cara.
Creo que esta noche va a ser mágica
Quiero invitarte a soñar
Solos tú y yo no hace falta más
Este es un juego de dos
Deja que tiente a la suerte no digas que no
Quiero invitarte a soñar
Solos tú y yo no hace falta más
Este es un juego de dos
Deja que tiente a la suerte no digas que no
Introdujo las manos en sus
bolsillos, escondidos estuvieron sus ojos de mí en la preciosa melena de un
negro cobaltino. Si pudieran derramar lágrimas mis ojos en la libertad de la
soledad se haría, pero no en su presencia, aunque musitara esas palabras como
dardos apuntándome para herir, una oportunidad concedida por mi torpeza y
ansiedad. Tener la ocasión de imaginar su piel bajo unos labios diferentes
hacía hervir la sangre en mis venas y palpitar violentamente mi herido corazón,
tonto de mí suponer que ella no cobijaría el frío de la soledad alguna vez,
cuando ya ningún vínculo nos unía, ni debía lealtad al sentir que se hizo
añicos tiempo atrás. Algunas preguntas no deben hacerse, amar a la chica
silenciosa por su mutismo y lamentar que lo rompa con las dagas afiladas de su
cautivadora voz, perdía el juicio al verle, al desear lo que es imposible
tener, lo que yo misma desprecié sin que pudiera escoger.
¿Por qué sin importar cuánto
intentes esconder cada ápice de feminidad y fragilidad bajo tales prendas yo
sigo mirando a la misma mujer que amé sin reservas tantas veces? ¿Qué fue de su
inocencia gentil, de su ternura sin par? De la doncella que hoy al parecer,
viste una armadura de frialdad. No eres la misma mi Natsuki, crudo mirar es el
de tus ojos esmeraldas.
-¿Por qué has venido tan lejos? No
es un lugar seguro para ti- Le escuché muy cerca, al volver la vista al frente
estaba a dos pasos de mí con la taza en las manos, sentada en la silla frente a
la barra donde yo preparé ambas bebidas.
Procuré no turbarme con su aroma o
la proximidad de su rostro, dejándome sin resguardo alguno. -Pretensiones
absurdas a la vista de mi padre- Y posiblemente más tontas a tus ojos que
ansían venganza en cada contienda. Pese a todo, sería como la ilusionista que
distrae mientras se urde y ejecuta un plan, así que mírame y deja de ver lo que
importa ver. -Ara ara... Natsuki está preocupada por mí, eso es muy tierno de
tu parte-
No medí el tiempo me temo, una tos
ahogada por la sorpresa vino de ella. Pero cuando repuso su fachada, no
escondió de mí su mirada. -Somos familia, tú lo has dicho- Acarició mi mejilla
tan brevemente que no tuve la certeza de haberlo soñado o vivido. -Claro que me
preocupas- Afirmó por si todavía no lo tuviera claro.
Di un sorbo a mi cappuccino
acaramelado, no es mi costumbre servir pero por la ocasión de verla sonreír un
momento haría más que servir. -Un tratado de paz...- Murmuré intuyendo sus
siguientes palabras.
-Eso no pasará- Cortó de un solo
tajo mis esperanzas, supongo que soy tanto o más terca que ella.
-Puedo intentarlo...- Por la ocasión
de verte a salvo, no dejaré de intentar.
-Incluso para ti, es arriesgado
Shizuru- Refutó cruzándose de brazos con esa pose altiva que tanto me seduce,
ajustada aquella camisa de seda a su estilizada pero atlética figura me impedía
pensar un poco. -Te ganarás enemigos innecesariamente, deja este absurdo empeño-
Frunció el ceño temiendo, pero sus temores no serían suficientes para apaciguar
mis malestares, no soy de las que se rinden... haré un camino y un lugar para
nosotras. -No puede hacerse, no lo vale... deja de exponerte tontamente-
Me sentí molesta por su ruda
expresión y aquellas crueles palabras. -No me importa eso Natsuki...-
-¿Cómo puedes decir eso?- No
comprendía el motivo de su enojo, entendía las reclamaciones de mi padre e
incluso su pensamiento tradicional acerca de la imposibilidad de mi meta, pero
era doloroso ver tal reacción en alguien tan importante para mí, en ella...
alguien que siendo mucho menos política y conociendo las crudezas de la guerra,
tal vez... creí que me apoyaría un poco.
Casi me olvido de los años que han
pasado, su ceño fruncido, la muralla de sus gélidas miradas, sus labios
cerrados con fuerza. Temblé en mi lugar sintiendo un frío dentro de mí, me
obligué a sorber un trago de mi cappuccino antes de verlo enfriarse, del mismo
modo que se cristalizaron mis lacrimosos, así que le di la espalda para añadir
un poco de algún amargo licor a mi taza.
Se hizo un silencio entre las dos,
odio lo callado que puede estar todo junto a ella. -He visto a mi gente padecer
las inmundicias de una guerra tan larga como para memorar las verdaderas
razones de su origen... si Natsuki desdeña esto entonces aprueba las bajezas
que cometen aquellos a los que pretende contener con su absurda lucha... Dime
entonces ¿Por qué pelear sin descanso si no es por el bienestar de las
personas?- Me volví a verla con toda la firmeza que me fue posible acumular.
-Si tú eres capaz de darlo todo por Excélsior, no dudes ni un instante que yo
también puedo... es lo mínimo, si es que un día espero ser una digna reina-
Natsuki bajó la mirada como si el
suelo fuera el lugar del acontecimiento más grande de la historia. -No lo daría
todo, Shizuru- Musitó casi tímidamente, incluso en este solitario vagón de tren
me había costado oírla. -No... Todo-
-¿Qué es esa única cosa que no
estarías dispuesta a dar si arriesgas tu propia vida cada día?- Sentí un vacío
en el estómago ante las mil ideas posibles que pasaron por mi mente en aquel,
su breve silencio.
-A ti...- Levantó lentamente su
cabeza, mirándome de la misma manera que cuando éramos niñas, cuando sabía que
se había hecho daño por una caída, un raspón o una mordida accidental de
Durhan, pero esta vez... no tenía cortes, raspones ni magulladuras que mis ojos
pudieran ver, esas heridas estaban por dentro y sé que yo las sembré ahí. -Jamás te entregaría a ti-
-Yo quiero ese tratado... por ti- No
se imagina lo que me costó decirlo en voz alta, si mi padre me oyese es claro
que le parecería aún más absurdo, tan antinatural. -Todo sigue siendo por...
por ti- Confesé otra vez.
Negó con la cabeza. -No digas cosas
que me hagan suponer que sientes algo todavía...- Sonrió amargamente, como si
se burlara de sí misma.
¿Cómo explicar mis verdaderos
anhelos? Mi sincero sentir... -Siempre serás...- Me interrumpió.
-Tu hermana menor... gracias por
eso- Se cruzó de brazos tozudamente, de eso modo comprendí que seguía herida y
molesta conmigo, como si yo pudiera elegir algunas cosas que la mayoría de
mujeres sí.
-No lo somos de sangre...- Sería
tanto más grave si fuera el caso, ansiar tantas cosas de la que fuera mi
hermana sería otro gran pecado de mi ya enorme lista, porque ni siquiera
entonces podría dejar de sentir esto.
-Je, por eso doy gracias... te
ocupaste de una extraña persona, cuando no tenías que hacerlo-
¿Porque eres así Natsuki? -No lo
hagas ver como una carga, sabes que nunca lo sentí así...- Negué con la cabeza.
-¿Entonces qué sentías?- Preguntó
con toda esa ira acumulada en sus ojos, conteniendo el dolor en el temblor de
su mandíbula.
-Tú lo sabes mejor que nadie... tú
fuiste la...- Decir en pasado estas palabras, como si no estuviera llena de
amor todavía, como si no fuera incluso más intenso. -La pr... primera-
-¿La primera? ¿Qué supones que
fuiste tú de mí?- Me miró con el ceño fruncido y señalando sobre su pecho,
lógicamente me reprochaba más que molesta las circunstancias pasadas. -Tampoco
olvido que no fui la única, ¡Ustedes dos eran mis amigos! Y tú, ¡Mi novia! ¿Por
qué él? Si fuiste tú la que terminó con todo, sin una palabra o explicaciones,
frente a Shion, qué esperaban que pensara cuando tu padre habló de su noviazgo
tiempo después, o su cercanía se hizo visible... he huido de ti, de tu recuerdo
cada día, como si hubiera cometido la falta más grave. Dime entonces ¡¿Por
qué?!- Expuso la herida que todavía sangraba en su corazón.
-Natsuki...- Deslicé mi mano sobre
la suya y pese a la evidente necesidad de apartarme, no lo hizo, tal vez mi
expresión de súplica fue la razón para que se abstuviera. -Eres la primera para
mí y la única... Fueron rumores nada más, Reito jamás ha insinuado una
intención en lo más mínimo, ni yo por él, es lo que todos quieren debido a su
soberanía sobre Antares, nuestro aliado más cercano geográficamente hablando...
pero no es verdad-
-Entonces... ¿Reito y tú no...?- Vi
crecer la esperanza en sus hermosos ojos, la parte de ella que más me cautiva.
-Somos amigos solamente, como
siempre- Me acerqué un poco más, esta vez no retrocedió, junté mi frente con la
suya. -Yo no he dejado de amarte, ni un instante desde la primera vez que te
vi, cuando tropezamos a causa de Durhan, te juro que si afirme una negativa tan
severa no se debió a la ausencia de mi amor por ti... solo no quería que padre
interviniera, como muy a mi pesar, terminó por hacerlo y cuando quise darte las
explicaciones, no te hallé... no podía por cartas exponer mis emociones, lo
sabes bien...-
Sus ojos se abrieron
desmesuradamente, su iris tembló en medio de una tormenta color esmeralda,
abrió la boca para decir algo y luego la cerró como si se quedara sin palabras
o sin aliento, yo tomé la oportunidad para hacer verbo mis decires y deslicé
mis labios sobre los suyos hasta rozarlos tenuemente. Suspiró, tembló incluso
cuando posé mis manos sobre su camisa de blanca seda a la altura de su pecho,
después devolvió mi ternura con una pasión capaz de consumirlo todo, con una
intensidad electrizante y una determinación admirable. Sentí sus firmes brazos
envolverme y apartarme del mundo, llevándome a un onírico lugar entre la tierra
y el cielo, en medio de nubes con el placentero aroma de su piel.
-Alteza... ¡¿Alteza?!- No supe
cuántas veces llamaron desde la puerta, al punto en que Wong alzó la voz en
semejante forma, casi parecía que rompería la puerta, nos apartamos como si el
solo contacto de la otra quemara, que metafóricamente, así era.
-Como en los viejos tiempos...-
Sonreí ladinamente, sin evitar enternecerme al ver como con un sonrojo del
tamaño de toda su cara se apresuraba a abrochar los botones de su camisa, así
como ordenar su ropa para no delatar mis raudos avances en mis esmeros por
desnudarla.
-¡Shizuru!- Me reprochó mirándome de
malas maneras, pero con esa sonrisa que amaba tanto y que no veía en su faz de
hace mucho tiempo, no pude sentirme mal por ello.
Me apresuré a ordenar un poco mi
aspecto antes de dirigirme a la puerta, la cual Sergei abrió sin que lograra
recorrer la mitad del camino. Él y sus hombres irrumpieron apelmazados cual
guiñapos temblorosos, contuve en mi serena faz un acuciante deseo de reírme.
-¿Se encuentra bien alteza?-
-Perfectamente...-
-60 segundos de reacción... bastante
lentos a decir verdad- Mi dulce Natsuki disimulaba las circunstancias tomando
el último sorbo del capuchino que le preparé, se miraba de lo más tranquila.
-¿Era una prueba?- Sergei levantó
una ceja un poco molesto.
-Natsuki quería asegurarse de lo
capaces que son mis custodios, solo para sentirse tranquila sobre mi seguridad-
Tomé mi propia bebida en mi mano mientras ella intentaba no ahogarse por los
falsos que estaba levantando a su nombre en ese momento. -...yo argumentaba que
lo son... pero que también respetan mi privacidad, 60 segundos, es el tiempo
prudente para darme lugar a reacciones comunes... además estamos en un tren en
movimiento, dentro de un vagón blindado, si hubieren agresores por ahí, Sergei
podría con toda facilidad disuadirlos de su intención- Mis protectores se
miraban un poco confusos. -Ara, sin embargo no le permití a Wong exponer el
motivo de su llamado... si gusta informarme-
-Ah... sí, sus alimentos y los de su
hermana- Efectivamente Sergei no era tonto, su expresión confusa no era por no
entender, era por ver más de lo que debía ver.
-Gracias capitán, pida al chef un
servicio especial para ustedes por órdenes expresas de mi parte, que venga a
verme mañana para el pago extra en sus honorarios- ofrecí con toda la
amabilidad que le fue posible exponer a mi cara.
-Gracias princesa- Dijeron a coro
los otros guardias más jóvenes y distraídos, mientras el de ojos miel bajaba la
cabeza para agradecer.
-Pueden retirarse...- Ordené, no
queriendo perder más tiempo, la proximidad de Natsuki era como oro en polvo
deslizándose en un reloj de arena.
Y el tren camino de algún lugar
estás junto a mí y no sé
Si es casualidad
La atracción crece más
El silencio se hace grande
Quiero yo quieres tú
Este fuego ya no dejará de arder
Hasta después del amor
Y como siempre caeré a tus pies
No sé frenar la pasión
Caigo rendido, tu cuerpo es como una obsesión
estás junto a mí y no sé
Si es casualidad
La atracción crece más
El silencio se hace grande
Quiero yo quieres tú
Este fuego ya no dejará de arder
Hasta después del amor
Y como siempre caeré a tus pies
No sé frenar la pasión
Caigo rendido, tu cuerpo es como una obsesión
No supe si agradecer a la fortuna
aquella interrupción o maldecir hasta agotarme la garganta, estaba tan sedienta
de ella que un beso fue suficiente para desatar el fuego dentro de mí. Sus
palabras habían consolado mis penas, mis pensamientos y dudas se sumieron en el
olvido con que sólo expusiese con su voz un “No he dejado de amarte”, dejé de pensar, solo pude sentir y eso me
recordó una vez más cuán a su merced estaría por motivo de mi amor.
-¿Deseas los camarones asados?- Su
suave voz me trajo de vuelta a la realidad, parecía tan feliz, con la simpleza
de seleccionar para mí los mejores alimentos, como si fuera la diligente esposa
de un militar retirado, pero más joven e infinitamente más bella.
-Sí, gracias...- Soñar me
condenaría, ni yo me había apartado de la guerra, ni ella era una sencilla
mujer a la que pudiera solicitar en matrimonio, porque para ello tendría que
fingir ser lo que no soy cada día de mi vida, no nací siendo un hombre y eso no
cambiaría nunca. -¿Quieres un poco de vino?- Asintió, así que fui a la cava y
encontré un Chateau Mouton-Rothschild de 50 años, una exquisita selección.
Volví a su lado, busqué las copas y
poco después extraje un pañuelo sellado, limpié cada copa y cubierto con un
fragmento diferente del prístino pañuelo, recordando con qué sección limpie qué
cubierto; extraje de mi bolsillo un antivenom, lo rocié cuidadosamente sobre
toda la prenda. -Aguarda, por favor- Le dije a Shizuru cuya curiosidad se
ampliaba en su rostro al ver mi mecánica manía por limpiar los platos. Después
serví el vino en las copas, hice la cata y tomé un sorbo de cada copa, del
mismo modo comí de cada cosa antes que ella.
-Ara, vaya que tienes hambre...-
Sonrió inocentemente.
-Estoy bien... solo necesitaba un
poco de tiempo- Dije antes de retirar los guantes de mis manos, e invitarla a
sentarse, moviendo la silla cortésmente para ella. Miré el pañuelo, cuya
coloración no cambió en lo transcurrido de ese tiempo.
-No recordaba que fueras tan
metódica...-
-Shizuru, los cuidados nunca están
de más, me aseguraba de que no hubiera veneno en tus alimentos- Fruncí el ceño
pensando en las posibles acciones de aquellos que no verán con buenos la
intervención de la próxima reina de Excélsior. -Estos son los cuidados que
deberás tener de ahora en adelante, a causa de ese tratado-
-¿Cómo es que sabes estas cosas?- No
parecía muy contenta, sospechaba claramente la respuesta.
Una parte de mí conocía la razón, no
puede la guerra tocar a las personas sin cambiarlas. -No es que no lo hayan
intentado ya, además este es mi oficio... no solo se trata de disparar un arma
¿Comprendes?-
-Una razón más de fondo para
insistir en la paz... no me gustan los riesgos que Natsuki corre-
-‘Touche’
mi lady... a mí tampoco me gustan los que tú quieres correr- No quise formar
una discusión por un asunto en el que temporalmente no podríamos ponernos de
acuerdo, yo necesito esta confrontación para encontrar al asesino de mi
familia. ¿Cómo pudo alguien destrozar mi mundo y dejarme vivir? Fue una expresa
invitación a encontrarlo y vengarme, pero han pasado los años y no he obtenido
una pista concisa sobre eso, tan solo esos ojos rojos en mis pesadillas.
-No te pierdas en tus
pensamientos... Natsuki- Siento la mano de Shizuru sobre la mía y su rostro
preocupado tratando de mirar más allá de los confines de mi alma, no sé qué
expresión pude estar haciendo.
Niego con la cabeza, con un corto
ademán la invité a comer hasta el momento en que los platos queden vacíos, me
regala su comprensión con nuestro silencio durante ese tiempo, me limito a
disfrutar de su presencia en mi siempre solitario vagar, hacía tanto tiempo que
no tenía compañía durante una cena. Verla es un placer para mis ojos y una
parte de mí teme que se trate de un sueño demasiado dulce para ser cierto.
-¿Te alimentas bien? No pareces
tener mucho apetito- Desliza suavemente los cubiertos a un lado de su plato, ha
culminado su cena antes que yo.
-No importa cuánto coma, sospecho
que nunca será suficiente para ti... porque si te hiciera caso, seguramente
sería dos veces yo- Me reí un poco, otro bocado para que no me mire con ese
mohín tan enternecedor. ¿Qué tienes Shizuru? Sabía que me perdía al permanecer
un poco más de tiempo a su lado, ahora por cada minuto que paso junto a ti, no
querré irme ya. -Me lo comí todo, si es lo que me cuestionas princesa- Doy el
último bocado y paso con un sorbo de vino.
-Siempre exagerando las cosas...
solo me aseguro que comas lo suficiente, eres algo caprichosa con la comida- No
fallaba su memoria y vaya que lo era cuando vivía con ellos en el castillo de
Excélsior, pero las cosas cambian. -Temí que no cuidaras de ti... en cuanto te
fuiste de casa-
-Ja... no sabes lo que el hambre le
hace a las personas- Sus ojos se abrieron sorprendidos... creo que no debí decir eso.
-Natsuki- Si la princesa frunce el
ceño a pesar de su carácter diplomático es como saber que has metido la pata
hondo. -Harás que no te deje salir de aquí ¿Eso quieres?-
Sonreí volviendo a mi postura
habitual, estreché sus dedos entre los
míos, levanté su mano y la mía hasta llevarla cerca de mis labios, así le
prodigué un beso al envés de su mano, sin dejar de mirarla. Un hermoso sonrojo
apareció en sus mejillas y sentí como si el tiempo no hubiera transcurrido
desde la primera vez que estuvimos juntas, cuando su aliento era el aire para
mí. -Llovía... esa tarde- Mordí suavemente la falange de su anular
proporcionándole un cosquilleo. -No te importó que estuviera mojada de pies a
cabeza-
Su iris tembló, me regocijé, tampoco
lo había olvidado, eso me hacía feliz de una efímera forma. Me levanté de la
mesa y le ayudé a hacer lo mismo, así caminamos cerca de la ventana. -Lluvia y
truenos... no olvides los truenos, no era el momento más...-
-Romántico...- Completé aun
sintiendo su mano sujeta a la mía, la acariciaba con el pulgar.
-Estabas celosa...- Dejó salir esas
palabras con placer, siempre a merced de ese sentimiento, la veía tan
inalcanzable que no creí posible tener sus sentimientos en mi dirección.
-Le sonreíste a él... a pesar de que
yo lo vencí- Me serví aclarar los motivos, ya nada ganaba negando eso, siempre
fui mejor esgrimista que él, pero odié que lo consolara a él, de saberlo
hubiera perdido a propósito para tener su atención.
-Consolaba el orgullo herido de mi
amigo...- Se justificó posando su mano sobre mi pecho, esa mirada brillante,
sabía lo que quería, como me torturaba con su caricia sobre la camisa.
-Me quedé bajo la lluvia de lo
enojada que me sentí...- No es que lo haya olvidado, ese calor quemando dentro
de mí, siempre queriendo que no se detenga. -Esperé para volver, quería no
verte y delatarme un tanto más- Acaricié su mejilla, deslicé mis dedos sobre su
barbilla, su cuello y lo estreché suavemente en mi mano. -Eres todo lo que
anhelo... te dije al volver, tan irascible que sujeté tu muñeca... dije... no
voy a dejarte ir, grita si lo deseas, nada cambiará esta verdad- Me sumergí en
la intensidad de sus ojos hechos de sangre líquida. -Entonces me besaste con
una sed tan voraz que se incendiaron todos mis sentidos, pero ahora... algo de
eso ¿Ha cambiado Shizuru?-
-Siempre te gustó tenerme en
vilo...- No dijo más, su boca silenció la mía, me mordió el labio inferior
antes de besarme tan posesivamente como lo recordaba de esa noche.
Sonrió ladinamente entre caricias,
cuando posó sus manos sobre mi camisa, se deshizo de los botones con tal
rapidez que me estremecí cuando ya no hubo barreras entre sus dedos y mi piel.
No pude contenerme, la apegué a mí con un abrazo sediento, pude sentir cada
parte de su gloriosa anatomía, su pecho contra el mío, sus muslos ansiosos
abriéndose alrededor de mi cadera mientras la sostenía con mis manos en sus
posaderas, aparté sus pies de la tierra y ella se enredó a mí sin temores. Di
los pasos apenas necesarios para darle soporte sobre la mesa junto a la
ventana, mas no le di mucha distancia, mi brazo aún la mantenía cerca, busqué
con ansias su cuello y deslicé mis labios sobre aquella sensible fracción de
piel hasta llegar a la clavícula, ¿Podría arrancarle el vestido sin que se
molestara demasiado? Dudé.
-Haz lo que quieras... sin demora-
Afirmó con voz extremadamente sensual el motivo de mis pasiones y lujuria,
deslicé el zipper y retiré la prenda dejando a la vista su exquisita lencería,
era un lujo a los ojos contemplar tanta belleza en las graciosas curvas de su
pecho. En cuanto lo deje estar desnudo, bebí de las coronas, lamí y tintineé
sobre aquellas preciosas formas y sus gemidos comenzaron a ser sonoros.
Amé cada suspiro que manó de su boca
mientras mis manos acariciaban sobre sus muslos tan expuestos en divina
entrega, adoré su respingo cuando mis dedos rozaron la sensibilidad húmeda
sobre su ropa interior y aquel exquisito aroma de pasión inundó mis sentidos,
deseaba probarla y hacerla mía, marcarla para que jamás pudiera olvidarme. Fui
más ágil y veloz, explorando las delicias en la cuna de sus piernas, la invité
a apoyar su espalda sobre el abrigo de lobo que dispuse para ella por cuidado
del frío de la madera, entonces retiré la última barrera y me congracié con los
dioses cuando mi boca se llenó de sus delicias, gusté de ella como si fuera el
mejor platillo de mi vida, que ciertamente lo era...
Fue un placer culpable, mover mi
lengua entre sus pliegues, rozar alrededor de aquel botón lleno de placer y
deslizar mis dedos llenos de sus jugos, ir tan profundamente dentro de ella,
ver el arco de su espalda y escuchar la sinfonía de su éxtasis con mi nombre en
sus labios. Imbatible, sin poder detenerme, succioné durante breves
interludios, acaricie aquel montículo diseñado solo para sentir placer, pronto
sentí que mi amada ascendía a la cima del goce pleno por lo que arremetí con
más rapidez e intensidad, sentí así las convulsiones dentro de su ser, halando
de mí para yacer eternamente en su interior. La amé cuanto más se aferraron sus
manos a mí, cuanto más néctar manó incapaz de esconder el efecto de mis
acciones en ella, degusté y mis ojos buscaron su rostro para encontrarse con la
vista perfecta de su delirio.
Me invitó entonces a yacer sobre
ella y me recibió con un beso abundante en pasión, probó su sabor en mis labios
y retiró sin demora la camisa que le evitaba la contemplación de mi torso
desnudo, yo con toda certeza estaba quemándome por dentro. -Te necesito... -
Susurré en su oído.
Bastó decir, tan poco para yacer a
su merced, sentí ser su presa cuando aquellos intensos ojos sangría me veían
con deseo, sabiendo que enloquecería por su mano cuando se deshizo del cinturón
que sostenía mi pantalón. La besé, quería no agotar ese momento, hazlo
eterno... márcame con fuego... Shizuru. -Te amo...- Fue todo cuanto pude decir
entre mis arremolinadas ideas, nada tan complejo, lo cierto y simple, para que
pudiera saberlo.
Y el tren camino de algún lugar
Me abrazas y empiezo a arder
Ya bebo de tu piel
Y el tren camino de algún lugar
Y el tiempo me vuelve a ver amándote otra vez
Luego te vistes
Tal vez es mejor así...así
Me abrazas y empiezo a arder
Ya bebo de tu piel
Y el tren camino de algún lugar
Y el tiempo me vuelve a ver amándote otra vez
Luego te vistes
Tal vez es mejor así...así
Llegó la noche, tal y como lo
predije, la tormenta arreció, el tren tuvo que cesar la marcha. Pero no me
importó, porque el tiempo se hizo insignificante mientras la amaba y la hacía
mía una y otra vez. Me sentí completa, tan viva como no recordaba en un largo
tiempo... qué podría decir que no sepa ya la luna, que nos contempló en acciones
de tal derroche, bebí de ella sin ver apagada la sed hasta la madrugada, nos
fundimos en la otra, la sentí tan íntimamente en el roce delirante de nuestras
más íntimas fracciones, palpitaron nuestros sexos en fricción sublime, me
embriagué del clímax y caí al final, rendida en sus brazos.
Estando allí, sobre su tibio pecho
me sentí tentada por el sopor, mas no me permití a mí misma la acción de
dormir, sabía que cada segundo era precioso y quién sabe cuándo volvería a
tener la oportunidad de abrazarla, de estar adherida a su piel con apenas el
cubierto de las ropas de las que nos desprendimos, de ver su pacífico rostro
lleno de tranquilidad. Sonreí, con las pasiones nacidas de la casualidad me
olvidé por completo de informarle a mi Natsuki, que este vagón está equipado
con una muy cómoda cama desprendible de la pared, pero luego estuve tan a gusto
que no quise importunar con detalles menores, después de todo, con menos
comodidades ya hemos dormido en ocasiones anteriores.
-Shizuru... iré a la tundra una vez
más, pero te prometo que será la última vez-Me tomó por sorpresa su voz, había
supuesto que dormía pues su respiración era pausada y serena, y sus ojos
estaban cerrados. -Después haré el examen para subir de rango y así podré estar
en la capital de Excélsior, cerca de ti-
-Sería una cruel broma, de no ser
cierto- Sonreí aunque por dentro todavía tuviese viva la preocupación.
-¿Cuándo he faltado a mi palabra...
para que dudes así?- Me reprochó con un mohín, veía sus hermosos ojos verdes en
la oscuridad con la tenue luz de la luna que se filtraba por nuestra ventana.
-Nunca...- Admití con vergüenza,
pero aún tenía ese vacío dentro de mí. -Te compensaré... con creces- Añadí más
alegre deslizando mis dedos sobre su pecho desnudo, eran dos preciosas montañas
de estilizada forma, su piel tan cremosa que realmente estaba considerando la
idea de lamerlos una vez más.
-Tienes bastante energía- Dijo con
un tono de broma y malicia, no ha pasado el tiempo en nuestras almas, porque en
el fondo seguimos siendo ese par de adolescentes que hacían el amor a
hurtadillas en los lugares más impensables.
-Ara... así que quieres continuar
la...-
Me interrumpió el sonido de los
rieles y del tren comenzando una vez más su recorrido, vi la ventana y noté que
ya no caían copos de nieve. -La marcha...- Susurró Natsuki bastante
desencantada.
El tiempo se me había agotado, se
levantó como un resorte, mi Kruger tenía un estado físico espléndido, no
parecía cansada en lo absoluto o lo disimulaba muy bien. Guardé silencio, desde
mi posición pude ver con lujo de detalle la gracia de su figura, los
tonificados músculos de su vientre contraerse ante las peripecias de su dueña
procurando vestirse con premura, aunque estoy segura que podría desvestirla más
rápido.
Sintió esa clase de mirada sobre
ella, se detuvo, la esmeralda más brillante llenó la panorámica de mis pupilas
en el cuadro de su rostro sereno, su genuina sonrisa y sus cabellos húmedos por
las acciones lujuriosas que tuvimos y que no podrán ser borradas nunca de mi
recuerdo. Reflexionó como si el velo del amor ya no la cubriera o fuera más
grande el miedo. -Shizuru... esta vez, ¿Estás dispuesta a no esconderte?-
Frunció el ceño con esa habitual seriedad militar que tanto la caracterizaba,
supe instantáneamente que no podría ofrecerle yacer como estuvimos en el
pasado.
Me puse de pie, sin ninguna clase
pudor en la piel desnuda y sudorosa que ella marcó con sus besos y sus manos.
-Me gustaría saber qué significa para Natsuki esa expresión...- Intenté
mantener la concentración mirando arriba de su pecho, a la altura de su cara
mientras ella ocupaba las mínimas prendas para cubrir la desnudez de su torso.
Desvió la mirada, intuyendo la
estratagema de un juego antiguo y muy conocido. Buscó en la oscuridad, deslizó
la cama que hace unas horas había pasado por alto y de unos cajones laterales,
extrajo una sábana para cubrirme del frío, por no decir, que inteligentemente
cubrió mis argumentos. Aún seria su expresión sentí el tacto de sus manos sobre
la tela a la altura de mis hombros. -No por diplomacia espero esconderme como
una mentira... sabes bien que daría mi vida por ti, entonces dime si me darás,
el mismo lugar que yo te daré ¿Vas a comprometerte conmigo? ¿O esperas que siga
siendo una sombra que todo lo soporta en silencio?-
-No puedo darle a Natsuki lo que
pide tan prontamente...- No mentí, no podría... pero tampoco quiero perderla,
haré lo que sea necesario.
-Shizuru...- Noté un tono de voz más
que grave. -Ya no somos aquellas niñas, sé lo que quiero y te quiero a ti, pero
no tengo en mente ser la sombra del hombre que escojan para ti... no merezco
menos que cualquier persona-
Había cambiado, madurando a fuerzas
y con esa firmeza que me hacía temer, un error y sería todo, simplemente me
expresaba su pensamiento sin reservas y aunque mi vida debe ser mía para
escoger, mi posición siempre será un predicamento, pero ¿Qué sería la vida sin
ella? Una abismo de vacíos insondables. La miré con la misma convicción que
ella a mí. -Nada ansío tanto, no me importa si tengo que abdicar al trono para
yacer contigo, eso tendrá que entenderlo mi padre y quien quiera que dedique mi
vida al servicio de Excélsior, lo demás nada importa. Solo te suplico... dame
tiempo-
-¿Cuánto tiempo?- Se cruzó de brazos
tan altiva como la recuerdo, odio que se vea tan bien cuando se pone tan fría y
terca.
Suspiré hondamente, por tiempo... a
solo un breve período de tener lo que más atesoro. -Dos meses... eso será
suficiente- Una agenda apretada pero factible, tendré la oportunidad de ordenar
las cosas con mi padre y aclarar las cosas con Reito.
-Bien, me parece que es un tiempo
perfecto... te veré entonces- Terminó de vestir las prendas y yo intercepté uno
de sus guantes para obligarle a acercarse una vez más, sabía que estaba molesta
por la seriedad de su rostro... -Encuéntrame junto al cerezo del jardín secreto
en la casa de la flor de Lis... junto al museo; espero que no lo hayas
olvidado, la hora... ni el lugar- Volvió a mirarme con aquella intensidad y
devoto amor, me devolvió el aire con ese acto.
-Jamás podría- Sonreí. -Bajo la
sombra de un viejo árbol de cerezo, una lluvia de pétalos en otoño, un beso...
cuando es el primero que recibe una chica, no puede ser olvidado-
-También fuiste la primera... en
todo- Hizo una expresión encantadora, una picaresca en la mirada, tomó mi mano,
extrajo de ella el guante con delicadeza, acercó mis dedos a su rostro, se
regocijó de la caricia suave que le prodigué, me detuvo antes de besar la palma
de mi mano. -Te amo... alteza, serviré en tu nombre y a tus propósitos... hasta
la próxima ocasión estarás en mi pensamiento- Me dedicó un suave y cálido beso
plagado de sus más sinceras emociones, disfruté silenciosamente cada segundo,
anhelando detener el tiempo, tenerla por siempre para mí... -Cúbrete bien y
duerme dulcemente, la verdad... no quiero compartir la vista-
Pero esas cosas no pasan ¿Verdad? Me
llevó hasta el lecho y me depositó gentilmente en la cama, me cubrió con
cobertores y besó mi frente, casi me sentí como una niña mimada. -Te amo...
Tsuki- Dije en un susurro a su oído, respingó tenuemente y asintió abrazándome
otro momento, así una vez más impregné mi nariz del delicioso aroma a cítricos
y pino que inundaba su negra melena.
Sentí frío en cuanto se apartó,
quise detenerla, pedir un poco más, pero se había logrado demasiado en un día
para romper el saco por avaricia. Alcanzó su abrigo, su Kubanka, se cubrió
adecuadamente, tomó el cinto de sus armas y luego simplemente desapareció por
la puerta sur. A partir de ese momento el sueño se negó a venir conmigo, dadas
las circunstancias me levanté, vestí y puse en regla los documentos, si quiero
un mundo a salvo para Natsuki, entonces tengo que llevar a cabo mis planes con
presteza. Tomé una pluma, hojas en blanco y comencé a escribir las propuestas
formales de los acuerdos, lo beneficios y efectos concernientes a cada nación,
Artai no sería más que el principio de esta importante tarea.
No sé explicar cuál es la razón
No sé qué tienes mujer
Caigo rendida tu cuerpo es como una obsesión
Y el tren camino de algún lugar
Tal vez no te vuelva a ver ya estás lejísimos
Y el tren camino de algún lugar
Preguntas qué hora es
Me miras riéndote, luego te vas...
Helaba, éramos 10 y yo miraba a
nuestra líder de escuadra leer una y otra vez un documento con el ceño
fruncido, estrechó el papel entre las manos, lo arrugó y lo arrojó al suelo
lanzando un par de improperios en voz baja. Nunca había visto a la capitana
Kruger estar tan impasible, después de varios minutos volvió sobre sus pasos,
tomó el sorullo de papel y lo guardó en su uniforme. Los demás fingimos estar
ocupados haciendo parecer que no notamos el disgusto de nuestra superior al
mando, pero nos preocupamos cada quien a su manera. Arika Sayers comía como si
no hubiera un mañana, siempre dice que no sabe cuántos días va a vivir, para
los demás guarda apenas lo necesario, la muy bandida sabe que terminaré por
compartirle algo de mis raciones, no discuto como siempre el que guarde un poco
para la noche, cuando el frío cala los huesos y la urgente necesidad de
calorías atenaza un hambre mortífera, simplemente miró de soslayo a Kruger
mientras limpio mi rifle, sé que una recámara bloqueada puede costarme la vida
en combate.
Me llamo Nina Wong, tengo 19 años,
hace un año me uní a los lobos del norte, he admirado a la capitana desde el
primer día que ingresé al cuerpo especial anti-rebeldes de la corona de
Excélsior, la capitana atiza el fuego que nos mantiene vivos, en más de un
sentido. No es divertido decirlo, pero
Kruger nos ha salvado la vida al menos una vez a cada uno de nosotros, así que
a todos nos importa más que por su rango en la milicia. Somos un grupo
reducido, pero eficiente gracias a sus directrices, hemos logrado más en este
corto periodo de tiempo juntos, que la policía monárquica en 10 años. Hace poco
recibimos un soplo, alguien ha delatado a Lenoir Galac, la voz dice que es el
líder de los insurgentes, si esto resulta ser cierto al fin podremos darnos un
respiro, pero dudo que fuera tan fácil ¿Verdad?
-Es hora... preparen su equipo, nos
vemos en la pista dentro de 10 minutos- Se escucha la voz de Kruger, nos
apresuramos a seguir las órdenes, la mayoría tenemos todo en orden, pero una
verificación de rutina puede definir muchas cosas en un momento dado.
-Rayos... ¡Rayos! Mi navaja- Observó
a Arika dando vueltas como loca, de todo el equipo justo había olvidado su
cuchillo de doble filo con sierra, si es que olvidarlo era el hecho de tenerlo
amarrado al tobillo. Suspiré largamente antes de señalar su ubicación, quiero mucho
a mi amiga Arika, porque crecimos en el mismo orfanato, pero a ratos es como un
puntapié en las posaderas.
Una vez nos cercioramos de que los
equipos estuvieran completos, acudimos al punto de extracción, la aeronave
llegó y nos dispusimos a abordar ante la mirada atenta de la capitana, sin
embargo yo que iba a subir al final, pude notar que se le acercaba un oficial
de la capital, lo supe porque se notaba a kilómetros de distancia lo poco
habituado que estaba al frío de la tundra, temblando como una hoja aquel hombre
realizó una venia pronunciada en presencia de nuestra líder, le dijo algo al
oído y le entregó una caja con envoltura de satín. Llegó mi ocasión de subir y
esperando no delatar mi interés seguí adelante, sin embargo en el último
momento
-No tiene que acudir a esta misión
comandante, su posición le permite declinar...-
Tensé la mandíbula intentando no
prestar atención de lo que había escuchado, molesta tomé asiento junto a Arika,
puse las cintas de seguridad y mis pertenencias las aseguré bajo la silla.
Pasaron 10 minutos y supuse entonces que ella no iría con nosotros...
-¡Mayor en la sala!- Gritó el
teniente 2do Takato, quien estaba junto a la escotilla de acceso.
Una sonrisa se alojó silenciosamente
en mi boca.
-Hay quienes piensan que las flores
solo existen para adornar el paisaje, pero ignoran que son símbolos que
representan muchas cosas, algunos imbéciles confunden a los lobos con las
flores...- Vimos una pequeña sonrisa en su parco rostro. -...ahora alguien
grita mi rango cuando me ven entrar en un lugar, como si fuera la gran cosa-
Sonaron un par de carcajadas entre los hombres y nosotras, mientras los pasos
de nuestro oficial al mando iban y venían parsimoniosamente. -Ese mismo idiota
me dijo que podría abandonar la misión, imaginen su sorpresa cuando le dije que
ni por todo el oro del mundo renunciaría a este honor- Nos sorprendimos y una
efervescencia de orgullo me inundó por dentro. -... son mis soldados, han
recorrido este valle de penas heladas al mismo ritmo que yo... ¿Sería siquiera
posible imaginar dejarlos cuando vamos a llegar a la cima?- Negó con la cabeza.
-¡No señor!- Gritamos a coro más
firmes que los cimientos del castillo del rey.
-¡¿Acaso seríamos cobardes?!- Instó
el ardid. -¡¿Cuándo Galac y sus esbirros nos enfrenten al son de tiros?!-
-¡No señor!- Repetimos todavía más
fieros.
-Pues yo les digo por orgullo y por
honor, que nos batiremos en los mismísimos infiernos con esos asesinos, antes
que de renunciar a la gloria de nuestro propio legado, pues no morirán por mano
de asesinos los padres de los niños, no quemaran más la morada de los ancianos,
ni hospitales, sus atrocidades serán un olvidado capítulo en los anales de la
historia... pero nosotros seremos eternos por haber acabado con esta era
oscura, será por el bienestar de nuestras familias, ¡Por Excélsior!, ¡Por el
Rey! y... ¡Por la Princesa!-
-¡Por Excélsior!, ¡Por el Rey! y
¡Por la Princesa!- Repetimos como es exigible en nuestro credo, en nuestras
costumbres. En ese orden, primero es nuestra tierra, la corona, y el heredero a
la corona, todo es en su honor.
-¡Hoy Galac va a besarnos el
trasero!- Gritó Arika con toda la emoción del momento y la efervescencia de las
circunstancias, luego vino el repentino silencio, yo sentí casi casi vergüenza
ajena.
-Tienes toda la razón, Teniente
Sayers... ese desgraciado nos va a pagar unas cuantas- Natsuki le sujetó el
hombro y la miró con estima, dejando las bromas de los soldados en sus
gargantas. -¡Descansen!- Luego nos dió la espalda y fue a hablar con la piloto,
Irina. -Hey Woods, llévanos al punto rojo en el mapa, sé discreta... confió en
ti-
Unas pocas horas de silencio, nadie
podría dormir a pesar del tiempo, estábamos alerta por cualquier novedad, con
los paracaídas puestos, el equipo y las armas mejor que sujetos. Salvo por las
insignias de más, Kruger se miraba igual que nosotros, mismo equipo y armas,
pero se notaba abstraída en sus propios pensamientos, unos poco amables sí
miraba la tensión de su barbilla.
-‘Pts.’... ‘Pts.’- Sentía el tenue
llamado de mi amiga castaña, cuando crucé miradas con el azul zafiro de sus
brillantes ojos me sonrió pícaramente y dijo muy, muy bajo. -Te gusta Kruger
¿No es así?-
-¡Claro que no!- Casi grité por puro
reflejo, lo siguiente que sentí fueron las miradas de todo el equipo, incluida
la ex capitana. Enrojecí de pies a cabeza de la pura vergüenza. -No... Es como
piensas Arika...- Dije por lo bajo.
-¡Mayor Kruger!- Escuchamos la voz
de Irina desde la cabina. -¡Descarguen! ¡Descarguen!-
-Ya la oyeron, ¡A saltar!...-
Inmediatamente liberamos las cintas
de seguridad, a la par que la escotilla trasera del avión se abría. -Teniente
Wong... al inicio de la fila ¡No pierda un solo hombre!-
-Sí ¡Mayor!- Dije en el acto antes
de correr hacia la rampa y saltar en primer lugar, yo lideraría la punta de la
cola de salto, detrás con apenas 3 segundos de diferencia vino Arika, luego
Hanku y así sucesivamente. Una estrategia antigua para evitar que la escuadra
se separe muchos metros entre un miembro y otro. La última en saltar fue
Kruger...
Descendimos sobre la blanca nieve de
la montaña, aunque desde el aire pudimos ver el campamento de Galac a unos
pocos kilómetros, notamos la estimable custodia con la que contaba, supe
entonces que no iba a ser fácil. Irina por su parte ejecutaba las maniobras de
distracción con el avión, atrayendo sobre sí la mayor cantidad de enemigos
aéreos posibles y dejando algunos señuelos, para que algunos hombres salieran a
buscar, dado que nuestro número era inferior. Eso nos daría la ventaja, pero como
dice nuestra oficial al mando, un soplo siempre puede ser una trampa, por eso
planeamos y distraemos, cuando cualquier cosa puede salir mal. Nos deshicimos
de los paracaídas, luego corrimos la distancia entre el sitio de aterrizaje y
el campamento enemigo, a pesar del frío y los obstáculos, arribamos en 20
minutos. El grupo se dividió a la mitad, entramos por flancos opuestos, los
beta en cabeza de Arika Sayers atraerán una vez más la atención en el frente,
los alfa liderados por la Mayor Kruger, nos infiltramos por las ventilas, pero
las alarmas se activaron al roce de una de las astas de un abanico eléctrico,
nos vimos obligados a salir del escondite y responder los disparos de los
colaboradores de Galac.
El fuego cruzado perduró algunos
momentos, lenta y metódicamente fuimos eliminando a los soldados de Galac,
ellos no contaban sus balas, ellos no sabían mantener la calma ante la
adversidad, nosotros habíamos aprendido a ser disciplinados y eficientes, nada
más mirar la efectividad de las balas de Kruger me causaba más admiración.
Entre los asesinos había gente de todo tipo, a lo largo de este tiempo me he
topado con escorias, pero también otro tipo de personas que se meten a estas
cosas sin medir las consecuencias. Adiviné algunos principiantes entre sus
filas, muchachos más que perdidos, pero con la misma convicción que yo... no
puedo solo tener piedad porque al final eso hará que se compliquen las cosas o
pierda amigos, aliados... así que cerraba los ojos un segundo antes de jalar el
gatillo, para no dudar.
Lento pero seguro nos deshicimos de
cada obstáculo, tuvimos heridos, afortunadamente tratables, cruzamos los
pasillos, era imposible que ese sujeto escapara, cuantos más pisos bajábamos
más claro estaba que se trataba de un búnker. -No podemos dejar que llegue
allá...- Oí la voz de Kruger, ciertamente si ese tipo entrase en el búnker,
tendríamos que asegurar el lugar y montar un campamento, esperando que se le
acaben las provisiones, y esos sitios pueden tener suficiente para meses.
-Hakuma, Takato, Nanto... cubran a
la teniente Wong y a mí, necesito que mantengan distraídos a esos sujetos, que
no se arriesguen a disparar porque seremos blanco fácil...- Esos ojos verdes
tan intensos como una esmeralda profunda, su sonrisa. -Necesito que me lleves el
paso como siempre... Nina-
Asentí, hizo movimientos con su
mano, delatando una cuenta regresiva. 9, 8, 7... Los tres tenientes segundos
comenzaron a intercalar seguidillas de disparos, de tal forma que si algunos de
nuestros agresores intentara asomar un poco la cabeza, le costaría caro. 3, 2,
1 y comenzamos a correr por el pasillo lateral hacia lo que parecían unas
escaleras, según los planos de la estructura, nosotros habíamos bloqueado las
vías más rápidas, Galac tendría que ir por el lado opuesto, sin embargo el
recorrido sería más largo y saliendo un momento al exterior antes de volver a
sumergirse en el subsuelo. Solo nos quedaba la esperanza de alcanzarlo antes de
su acceso a puerto seguro y, bueno, correr era una de las cosas que mejor
sabíamos hacer, si es que trotar escaleras abajo en una interminable serie de
pisos se considerara un deporte, habría un par de medallas en nuestro grupo.
Pasó entonces algo inesperado, vi la
negra melena frente a mí, bajar poco a poco, Natsuki había tropezado y no tuve
la oportunidad de sujetarla por el chaleco, rodó unos cuantos escalones y se
detuvo de golpe contra un grupo de varillas de los barandales. Llegué a su lado
con presteza, pero ella se puso de pie por su propia cuenta, vi la sangre
corriendo por su nariz y su mirada ligeramente pérdida, escupió un poco de
sangre y me animó a ir delante. -Te sigo... solo pisé algo resbaloso
¡Apresúrate!-
Vi hacia atrás antes de seguir, no
había nada en las escaleras, pese a todo obedecí, si atrapamos a Galac entonces
las pesadillas acabarán, no tendré que tolerar la casa en llamas nunca más.
Logramos llegar al cruce, la puerta no estaba sellada ni delataba haber sido
abierta, aguardamos en el cubierto de la esquina, volví a poner mi atención
sobre mi oficial al mando, me preocupé de notar la agitación de sus respiros,
jamás había visto que se agotara con tanta facilidad, sin embargo después de
semejante tropiezo yo seguramente estaría inconsciente, así que un par de
magulladuras es un asunto menor.
Escuché pasos, miré con un pequeño
espejo para no arriesgarme a lo tonto, en cuanto vi al desgraciado de Lenoir
aparecer por el otro lado, tomé posición y disparé sin dudarlo, le di en una
pierna, cayó al suelo con un gemido de dolor, vi a otros dos hombres y les
disparé, ambos murieron... los siguientes fueron tensos momentos, con la ayuda
de la Mayor Kruger nos deshicimos de todos los colaboradores y escoltas de
Galac, al final solo quedó él, con una pierna destrozada, sangrando en el
suelo..
Puse mi rifle en mi espalda, caminé
hacia él mirándole con odio ciego, no podía dejar que muriera desangrado sin
saldar sus deudas, tomé mi cinturón y le estanque la sangre con un torniquete,
no sin disfrutar sus gritos de dolor he de confesar. -Vendrás conmigo...
desgraciado- Lo levanté con las dos manos, al ver su cara sentí aún más enojo.
-Retira tus lentes... quiero ver los ojos de un asesino como tú- Exigí, no me
importaba nada realmente, la única razón de unirme a esta escuadra no sería
otra que mi venganza y ahora que lo tenía entre las manos, me aseguraré de que
sea ese hombre, porque voy a torturarlo lentamente.
-Oh pequeña... ¿Acaso piensas
sollozar por la muerte de tu familia? ¿Sabes cuántas veces he escuchado esa
reclamación?- La voz y la sonrisa de ese gusano me hacía hervir la sangre, le
volteé la cara de un puñetazo. -Es una pena que no recuerde exactamente a cuál
familia perteneces, yo recuerdo las súplicas de todos ellos-
Lenoir levantó la cabeza, le rompí
el labio en medio de mis efervescencias, a mi espalda yacía Kruger con la
mirada fija en él, vimos sus ojos, eran tan rojos como la sangre, tenían un
brillo de maldad antinatural, era como ver a un demonio, era él, el artífice de
mi desgracia... “Estarás bien... estarás
bien... escóndete aquí y no salgas ¿Lo prometes? No llores... no llores,
shhh... no dejes que te oigan” Me pareció escuchar el eco de la voz de una
niña en mi mente, unos ojos mirándome preocupados, no veía nada en la oscuridad
pero estaba muy asustada, sostenía mi peluche con todas mis fuerzas, pasaron
tantas horas y cuando salí del escondite en el que me puso ella para
cuidarme... ví como la casa de mis padres estaba en llamas, aún me causa
arcadas el olor de aquel incendio, la carne humana quemada es un hedor que está
en mi memoria siempre al despertar.
-Mataste a mis padres, a mi hermana
pequeña...- Escuché la voz de Natsuki tan grave y fría que me espantó. -He
vivido cada día de mi vida para llegar hasta ti... debiste matarme Galac, no
sería justo dejarme vivir habiendo matado a toda mi familia, porque te juro que
te haré sentir un mundo de dolor- ¿Acaso ella también sufrió la misma
ignominia?
-Jajajajajaja...- Una escandalosa y
molesta risa manó de la garganta de ese despreciable ser. -Muñequita, no te
alcanzará la vida... hay otros 10 como yo aquí en Excélsior, escuadras de la
muerte en las otras naciones, la Hidra Escarlata es como una serpiente
inmortal, corta una cabeza y saldrán otras 2 en su lugar, encuentra a un
caballero de la muerte y vendrán sobre ti otros 3- Iba a reírse un poco más
pero volví a darle un puñetazo que le tiró al menos dos dientes.
-Vas a cantar como un pajarito...-
Kruger se dio la vuelta y activó su comunicador, -Woods trae el avión... tenemos a Galac-
-Como ordene Mayor Kruger- Se oyó la
voz de nuestra piloto al otro lado.
Lenoir volvió a reírse
escandalosamente. -Así que eres la pequeña Kruger....-
-¿Me recuerdas animal?- Natsuki se
acuclilló junto a él y estrujó el cuello de su camisa. -¿Por qué mi familia? He
visto pasar más de 15 años para saberlo... ¡Dímelo entonces!-
-Seré gentil contigo... Kruger,
después de todo, me encontraste en menos de 2 años, ellos llevan más de 10 años
intentando, pero tú diste con un caballero de la muerte ¡Felicidades!- Ese
asqueroso sonrió como si de verdad fuera un acto de bondad, quería ensartarlo
en el acto, pero entendía a mi Mayor, yo también quiero saber y seré paciente
para cuando mi turno llegue. -Todos... conocemos tu historia, eres especial
puesto que la primera cabeza se encargó personalmente de la explosión que mató
a la bella Saeko Kuga y al Ministro Kalan Kruger-
-Saeko... Kalan...- Susurré entre
dientes con un temblor en las manos, sentí las lágrimas escurrir en mis
mejillas, mis labios temblaron. Esos nombres... son...
-Ellos crearon la cura por ti, tú
sigues viva por su legado Natsuki Kruger- Aquel hombre de ojos rojos sonrió a
pesar de tener rota la boca y la nariz, desangrándose poco a poco de una
pierna, parecía vivir su fiesta personal. -O tal vez ¿No fue suficiente?-
Lenoir intentó limpiar la sangre de la cara de mi oficial al mando y está
retiró la mano con brusquedad.
-¿De qué hablas maldito?- Exigí
saber con afán, como si presintiera que nada bueno sería.
-¿Conoces la plaga del valle negro?-
Quién no lo sabría, mató a centenares, a miles de personas de no ser por la
vacuna blanca.
-No se ha visto un solo caso en 20
años...- Refutó Natsuki con frialdad.
-Culpa a tus padres de semejante
acto... aquellos que trabajan para dar vida a los pusilánimes, llenando de
esperanza al mundo, son malos para el negocio y fue por ello que murieron...-
-¿Cuál negocio?- Cuestioné, qué
podría justificar semejantes atrocidades. -¡Explica!- Exige Natsuki.
-La guerra mi estimada Kruger... es
la purga del mundo, la verdadera cura... La hidra Escarlata es la cura del
mundo- Salió a relucir el fanatismo de ese loco.
-¡Qué estupidez!- Natsuki escupió a
un lado y se limpió la sangre de la nariz con un pañuelo. -Cuídalo Wong... o yo
voy a matarlo antes de que llegue la extracción-
Le relevé en posiciones, era mi
turno de saber. -¿Por qué? Los esposos Kruger no eran pacificadores... ella era
científica y él un ministro de transporte ¿Por qué representarían peligro
alguno?- No me atreví a decirlo, que preguntaba por mis papás, lo cual me hacía
la persona por la que Kruger lloraba de rabia y dolor. -“¿Cómo es que no me reconoce?”- Pensé entre abrumada y confusa por
la situación.
-Su invención, su transporte
masificado... Kuga inventó la cura y Kruger, podía llevarla a cualquier lugar
en un santiamén, si al menos ella la hubiera vendido, ¡Pero NO! Fue su regalo
al mundo, ahora piensen... si la primera vacuna detuvo la plaga del valle
negro. ¿Qué haría la segunda? La vacuna que estaban fabricando para curar a su
querida hija, uno de los raros casos mutados de la plaga... una madre haría lo
que fuera ¿No es así?-
-¿Cuál... de las dos niñas, tenía la
enfermedad?- Pregunté con temor.
-Las dos...- Sentí la sentencia de
muerte sobre nosotras, y sin mamá para ayudar. -...ambas fueron gestadas
mientras la doctora hacía los estudios, así que el virus mutó-
-Por... eso me dejó vivir, para ver
si la vacuna llegaba a su límite- Musitó la que concluí era mi hermana mayor,
la voz, la persona que me mantuvo a salvo ese funesto día, encontrarla para
perderla ¿No es irrisorio? -Me tuvo a tiro, estaba en el suelo y la onda me
arrojó lejos... vi parte de su rostro, sus ojos... espera que muera para
infectarlos a todos con mi virus-
-Así es, y vas a morir pronto,
Kruger... después de todo, solo se requiere un poco de tejido de tu espina, y
para cuando todo esto explote, podrán tomar todo el que se necesite para
fabricar ‘la Purga Roja’- Lenoir abrió su saco y vimos entonces un dispositivo
explosivo adherido a su ropa. -Te doy 15 segundos... no puedo dejar que te
destroces completamente- Saqué mi arma y le disparé sin contemplaciones antes
de que pudiera accionar ningún dispositivo, pero el reloj siguió su marcha.
-¡NINA CORRE!- Sentí un jalón con
tal fuerza que Kruger me puso delante de ella, no pasaron los 15 segundos que
ese hijo de p... hubo prometido, la explosión se oyó con fuerza, habíamos
corrido varios metros cuando la fuerza del impacto nos arrojó hasta el final
del pasillo. Caí sobre el duro piso de concreto sintiendo los estremecimientos
de la tierra y unos pocos escombros sobre mí, tenía la sensación sanguinolenta
en la boca y un dolor punzante en varias partes, pero había algo más, o dicho
en otros términos, alguien más sobre mí.
-Gracias por ese disparo... dañaste
la mitad del artefacto- Su voz se oía lastimera y adolorida, ahogada. -No dejes
que mi sangre... se mezcle con la tuya- Me advirtió tratando de apartarse de
mí.
-No importa Natsuki, tenemos la
muerte en las venas... Je, me escondí como me dijiste, te hice caso,
sobreviví... pero nunca volviste por mí- Me arrastré hasta una de las barandas
para ayudarme a quedar erguida, tenía una pierna lastimada, puede que alguna
costilla rota. -Yo sólo sabía decir... Sae... Kala, Uki- Con sendos esfuerzos
me senté, quise escuchar una respuesta suya, pero me topé con la aterradora
imagen de ella boca abajo, un charco de sangre y una hoja de metal
verticalmente insertada en su espalda media. -¡Natsuki!- Me arrastré a pesar
del dolor para yacer junto a ella, vi la herida, tomé una poca de pólvora de
una de las balas, quité el fierro, llené la herida con aquel polvo negro y
luego le prendí fuego.
-¡Arggg!- Gritó de dolor, suspiré,
seguía viva. La mantuve inmóvil, apretando fieramente las cintas de su
uniforme, luego intenté solicitar apoyo. -¡Nina Wong! ¡Habla Nina Wong! ¿Me
copian?-
-Irina.... Woods... recibe- La señal
no era la mejor.
-Mayor herida... repito, ¡Mayor
herida!... Solicito apoyo- Grité a todo pulmón para que me oyera, lo repetí una
y otra vez. -¡Dos camillas!-
-La explosi... sión- Apenas eso pude
oír al otro lado de la línea con la voz de Irina entrecortándose.
-¡Paramédicos Urgente!-
-En... ca...camino- Respiré.
Calculé las circunstancias, me puso
delante, recibió la onda y las esquirlas, sabía que tal vez nos mataría, pero
se aseguró de que yo recibiera el menor daño. Aún sin saberlo, siempre está
cuidándome. La acomodé sobre mis piernas y acaricié sus cabellos.
-Aquí estoy... aquí... no me iré
Tsuki... no me iré- Me costaba respirar, pero no bajaría la guardia ni un poco.
Sostuve mi rifle y cubrí la mira de las escaleras por las que bajamos, nada me
garantizaba que no llegará primero la hidra para sacar la espina de mi hermana.
Pasaron 20 largos minutos antes de
que pudiera oír el sonidos de las botas militares martillando las escaleras de
metal, preparé mi arma. Sí iba a morir me llevaría unos cuantos al infierno.
-Somos nosotros, no dispares...
¡Somos nosotros!- Escuché la voz de Arika, vaya que me conoce.
Así llegaron los miembros restantes
de los Alfa y Beta, la expresión de todos ensombreció al ver el estado
deplorable de Kruger, sin embargo nadie se puso a pensar demasiado las cosas,
llegaron las camillas y nos recogieron del suelo.
-Arika... quema la sangre... tira
cualquier ignífugo, quémalo todo- Le dije a mi amiga antes de sentir que la
fatiga me vencía.
-Desvaría...- Musitó Takato, quise
refutar pero la voz de Sayers me sorprendió.
-Aún si estuviera loca... es mi
amiga, no le negaría nada- Así mi castaña amiga sacó un tarro petróleo de su
equipo y lo vertió en el suelo, luego lo prendió y vi la sangre calcinarse
hasta ser una mancha negra en el suelo. -Usen equipo de implosión en esta
sala... ni una gota de sangre-
-Como ordene teniente Sayers- Fue
todo cuanto pude oír, antes de ser llevada por mis compañeros a la superficie
donde el avión nos esperaba, me aplicaron unos calmantes y el mundo cambió de
color, luego no pude evitar el sopor venciendo mi consciencia. Sonreí mientras
mi amiga sujetaba mi mano... -La encontré...- Susurré con las lágrimas en los
ojos, pero no hallé la voz para decir nada más.
.
.
.
Bajo el árbol de cerezo junto al
museo, cuando el sol quiera esconderse en las montañas, en el atardecer de
naranjas tan vivos. Apoyé la espalda en el tronco y dejé pasar el tiempo,
sostenía en mis manos una caja y una carta.
-¿Natsuki?- Escuché la suave voz de
un ángel en mis oídos, me di la vuelta y planté mi rodilla en la tierra.
-Su alteza...-
-¿Quién eres?-
-Me llamo Nina Wong... Natsuki
Kruger me envió aquí para entregarle esto- Extendí la carta y la caja.
Ella las tomó con cuidado, sin
preguntas, sin mirarme, con una tormenta asomando en sus ojos rubí, abrió el
sobre y pude ver entonces el papel de aquel distante día, arrugado, luego
alisado, posteriormente manchado con la sangre que vertimos en la que supuse
nuestra última hora. Levanté la vista, vi la letra de Kruger con un enunciado. “Rota nuestra promesa, será la primera que
no cumpla y conoces la razón... Shizuru”
Me levanté e invité a su alteza a
ver el lado opuesto con el mensaje, lo que me dió la oportunidad de apreciar la
fotografía, debajo de las gotas rojas de sangre seca se podía apreciar la
imagen de un pulcro beso entre la joven castaña frente a mí y el heredero de
Carteya, Reito Kanzaki. Una carta anexa mucho más larga con líneas de un tratado
y otras tantas exponía las razones de la peculiar unión. Desvié la mirada,
esperando con prudencia poner pies en polvorosa cuando se dejaba ver dentro de
la caja la medalla que le confería a mi hermana el rango de Mayor, un peldaño
más alto en la milicia, en poco tiempo no tendría nada de qué preocuparse
detrás de una oficina fuertemente custodiada, sin embargo había preferido
enfrentar el enemigo al filo de las confrontaciones.
-¿Es... suya esta sangre? Le pido me
informe, Srta. Wong- Escuché distante la voz de la próxima reina de Excélsior.
-Es la sangre de la Mayor Kruger,
herida... por onda explosiva, una vara de- Un ademán de la princesa me bastó
para saber que mi descripción sería muy cruda para una mujer poco acostumbrada
al argot militar.
-¿Vive?- Estrujó la carta cerca de
su pecho.
-Sí... se ha recuperado
satisfactoriamente-
-Wong-san yo le pido me lleve con
ella, en verdad deseo explicarle el sentido de estas acciones...-
-Estaría encantada de llevarla
alteza, sin embargo... Kruger se dirigió en misión a Argoria esta mañana, así
que ya no se encuentra en la capital, la zona específica de su arribo en la
nación vecina es de alto secreto, por ende no fui informada-
-Gracias... Wong-san-
Hay personas que sollozan en
silencio para no ser escuchados, ni interrumpidos... Comprendí entonces que su
alteza, la princesa Shizuru era esa clase de personas, del tipo que sonríe
cuando las lágrimas se deslizan por sus mejillas. Hice una venia pronunciada.
-Le serviré excelentísima-
-Eres libre de ir- Susurró con la
voz rota.
-Como ordene alteza- Quisiera
quedarme, ansié consolarla, pero ¿Qué hacer para sanar un corazón roto? No
conozco la cura para ese mal. Le di la espalda y caminé lejos... más lejos,
buscando un camino diferente, nunca pude decirle a Natsuki la verdad... al
final solo sería una preocupación con el virus corriendo por mis venas, no sé
cuánto tiempo nos falte, mientras nadie sepa quién soy, estaré a salvo. Suspiré
largamente mirando la cadena que ella me obsequió. “Es el final de una historia que no debió ocurrir en primer lugar, no
puedo quedarme a mirar qué hace de su vida cuando no es conmigo con quien
planeó vivirla y si continúo buscando al asesino entonces me pondré al alcance
de sus manos una vez más, no puedo darles tal oportunidad... es hora de
encontrar un camino diferente, una cura... gracias por todo Nina”
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por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
Soy la primera en comentar!!!
ResponderEliminaramo tus letras, amo tu talento, amo el increíble ser humano que eres, que el universo te conceda 100 años más de vida para que alegres el mundo con tus letras, felicidad en tu camino, un abrazo cariñoso para ti y saludos a la musa que te inspira...
:)
De verdad que valio la pena esperar porque como siempre por medio de tus leteas me transportas a otro mundo, de vdd que me enamora, quedo prendada de tus historias como fiel lectora pues me toca esperar a que vuelvas a actualizar. Saludos un abrazo no nos olvides n.n
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