Val 6.
-¡Vanessa, espera,
por favor!- la escuché tras mío.
No quería detenerme
solo quería que me tragara la tierra allí mismo. Pero me alcanzó y sujetó mi
brazo para de paso hacer que me diera la vuelta, me quedé mirando al suelo.
Hacia eso siempre que me sentía frágil, como en ese momento, que no tenía nada
para decir. Todo el barrio estaba en esa fiesta y todos se rieron de nosotras
como si fuéramos payasos de circo, pasaba de una humillación a otra sin darme
cuenta. ¿Por qué tenía que pasarnos esto?
-Hey, mírame, por
favor…- la escuché decirme mientras tomaba mi rostro entre sus manos. Me hacía
sentir tan pequeña.
-Ya no puedo más- le
dije muy angustiada.
-Todo estará bien,
solo no les hagamos caso.
-¿Cómo me pides eso?
Ni siquiera hemos podido ser las de siempre y nunca lo seremos si tenemos que
lidiar con esto… Así, con todo el mundo encima de nosotras.
-Somos amigas, ellos
no pueden cambiar eso- me dijo mirando mis ojos.
-Solo tú puedes decir
eso…- le dije apartando sus manos de mí- Yo me siento extraña cuando me tocas,
me siento asustada y confundida con toda esa gente observándonos, no puedo ni
hablarte sin sentirme incomoda y nerviosa.
-¿Qué estás
diciendo?- se notaba angustiada.
-Esto no está bien,
Daylis, no puedo con esto.
-No estoy
escuchándote. Esto no está pasando.
-Necesitamos un
tiempo para que todo se calme… Yo necesito un tiempo para calmarme- Notaba cómo
se iba enojando cada vez más con cada palabra que salía de mi boca.
-Yo lo que veo aquí es
que eres una homofóbica… ¿Y qué? ¿Yo soy tu amiga lesbiana de la que te tienes
que alejar?
-Daylis, no he dicho
eso- le dije dando un paso hacia ella que ya se estaba alejando.
-No- dijo dándome una
señal de Stop con la mano- Yo soy la que no puede con esto. Si eres una
homofóbica, a mí no me vengas con pendejadas.
-Estás entendiendo
todo mal, por favor, trata de escuchar lo que te digo…
-Aléjate de mí- sus
palabras me pararon en seco.
-Daylis…
-Tranquila, ya no iré
tras de ti nunca más.
Se alejó y por más
que le pedí que esperara no se detuvo. Y yo no soy como ella, no soy valiente,
no pude ir tras ella. Solo me quedé ahí parada largo rato hasta que ya estaba
demasiado oscuro, entonces me fui a mi casa. ¿Cómo podía explicarle que sentía
cosas por ella? Aunque ella no tuviera ningún prejuicio con el tema, yo no
tenía cara para sincerarme cuando ni yo misma entendía lo que sentía. Debí
haber ido tras ella. Pero yo soy la Reyna de la cobardía. Además ella no
parecía sufrir como yo, tanta confusión y nerviosismo, trataba el problema con
tanta paciencia, seguro porque solo me veía como una amiga y nada más. Seguro
que ni se acordaba de lo que pasó esa noche, que aunque tomamos de más yo
recordaba perfectamente.
***
Todo se había ido al
carajo.
Tenía ganas de llorar
pero no soy de las que lloran con facilidad. Algo dentro de mí se estaba
rompiendo a pedacitos, no podía creer que Vanessa me hubiera dicho todas esas
cosas. Había sido tan tonta, no debí presionarla pero tampoco esperaba eso de
ella. Era una homofóbica sin duda lo que indicaba que yo estaba de más. Con mi
cabeza hecha un lio ya no podríamos ser amigas, ella estaba asustada tal vez
pero yo estaba más confundida que un rinoceronte en una tienda de cristalería. No
iría tras ella nunca más. Ya estaba cansada, no le daría importancia a estos
sentimientos que solo me traían problemas y mucho menos después de escucharla
hablar de esa manera tan ignorante. Estaba enojada sobremanera. Caminé a pasos
largos y apurados hasta mi casa, no solo por la hora sino por el enfado que
llevaba encima. Mi padre estaba despierto cuando llegué y lo ignoré totalmente
cuando me preguntó que donde había dejado a mi hermano, como si me importara
ese tarado que bien grandecito ya estaba. ¿No se creía el hombre de la casa?
Pues que fuera por su niño lindo él mismo.
Me lancé a mi cama
mientras me arrancaba la ropa y la regaba por toda la habitación. Me arropé de
pies a cabeza, cero baño, no contesté mi celular, me importaba un pepino si era
ella. Me dispuse a dormir mandando todo por el drenaje.
Al despertar descubrí
que mi hermano me estuvo llamando y tenía un mensaje de Johana. Me preguntaba
por qué me había ido de la fiesta. Lo más seguro ella era de otro planeta en
donde era normal que se burlaran de la gente. Le contesté que todo estaba bien
y que me disculpara por dejarla e irme sin más.
Al llegar el lunes,
nuevamente al liceo. Estaba sentada disfrutando del silencio, me gustaba llegar
temprano por la paz que se sentía en el aula vacía, para mi sorpresa Johana
llegó temprano también.
-¡Hola!- me gritó.
Adiós paz.
-Hola.
-Sabía que te
encontraría aquí. No sé a qué vienes siempre tan temprano.
Estaba ya parada
frente a mí y me le quedé mirando. Por primera vez notaba que su cabello tenía
unos risos parecidos a los de Vanessa. Parece que tardé más tiempo del que
calculé porque ella se acercó como siempre hacia colocando sus manos sobre mi
mesa y mirándome fijamente como buscando leer mi mente. Olía muy rico. Su
cadena colgaba ligeramente con la inicial de su nombre y llamó mi atención
provocando que fuera consciente de su escote. No sabía desde cuando estaba yo
mirándole las tetas a mi compañera pero tampoco recordaba si alguna vez
anteriormente habíamos estado a solas y entre tanto silencio. De su boca
salieron palabras que se convirtieron en balbuceos dentro de mi cerebro haciéndome
mirar su boca.
-¿Me besarás?- esas
palabras conectaron mi cerebro nuevamente.
-Disculpa…
Me eché hacia atrás
por impulso y me puse en pie. ¿Qué había sido todo eso? No tenía idea pero por
alguna razón Johana me parecía atractiva de pronto. Mantenía esa sonrisa en su
rostro mientras me miraba.
-Pensaba que tenias
novia- me dijo en tono de burla.
-Johana, no estoy de humor-
le reclamé.
-No me digas…- dijo
acercándose-Te fuiste como loca tras ella, cuéntame qué pasó.
-No quiero hablar de
eso- dije sentándome nuevamente.
-Eso quiere decir que
te fue mal- dijo mientras se sentaba en mi mesa engullendo su falda entre sus
piernas por pura educación haciéndome notar cómo se le subía ligeramente
mostrando sus muslos. No recordaba que sus piernas fueran tan blancas y
llamativas. Nuestro uniforme era como todos los de cualquier institución
pública con falda caqui y camisa azul, en ella quedaba muy bien ya que tenía
ciertos detalles particulares, como el hecho de que se remangaba bastante las
mangas de la camisa y se abrochaba pocos botones por lo ajustada que le
quedaba, su uniforme se le ceñía muy bien al cuerpo- Te dejó de hablar otra
vez- No fue una pregunta.
Suponía que mi
hermano la había informado de todo. Por eso lo odiaba, no me permitía tener mi
propia vida sin que él se quisiera meter a modificarla.
-No, esta vez fui yo-
No logro entender para qué dije eso, como si quisiera defender mi dignidad.
-Me parece bien- me
dijo- Y no me lo tomes a mal pero después de la forma en que te sacó de la
fiesta no creo que debas andarle por debajo.
-¿Cómo?
-Eres demasiado
buena, Daylis, las personas necesitan que los ignores para que noten tu
presencia. Es ley de vida.
Parecía que me estaba
aconsejando hacer lo que ya había decidido por mí misma así que consideré
llover sobre mojado hablar sobre el tema.
Entendió por fin que
yo no quería seguir hablando sobre lo mismo y pasamos a temas cotidianos, las
clases y cosas del grupo de lectura. Continué notando esos detalles de ella que
antes me habían parecido totalmente invisibles sin entender por qué. Poco a poco
comenzaron a llegar nuestros compañeros y compañeras de curso, por desgracia
también mi hermano. En seguida comenzó a hablar sobre la fiesta y lo ocurrido,
que mi amiga esto y que aquello, que yo y que Johana… Dios mío, era increíble
la habilidad suya para sacarme de mis casillas. Lo dejé hablar a su antojo, no
tenía ánimos de discutir, me quedé mirando a Johana y pensé en preguntarle por qué había actuado así esa
noche pero enseguida me di cuenta de que sería una tontería, ni que yo le
gustara, ella solo era así de alocada.
-Te lo digo, Johana,
debes cuidarte de ella- le aconsejaba mi hermano.
-Tranquilo, que yo no
necesito ayuda- le objetó con su sonrisa sexy.
¿Sexy? ¿Quién dijo
eso?... Me sacudí los pensamientos cuando escuché que me hablaban.
-Hermanita…
-Que yo sepa- hablaba
Johana- Esa tal, Vanessa, no tiene ningún derecho sobre ti ¿O sí?
Seguían hablándome
pero yo en verdad parecía no cooperar.
-Daylis ¿Qué carajos
te pasa?- mi hermano otra vez.
-¿Qué?- fue lo único
que pude balbucear.
-Decíamos que tal vez
le gustas a tu amiga- Johana dijo esto mirándome fijamente cómo si buscara una
reacción en mí que le respondiera su duda. ¿Pero cómo rayos iba a ser eso
posible?
Vanessa, lo único que
había hecho era alejarse de mí una y otra vez, ella tal vez era la que
sospechaba que yo sentía algo. Se me encogió el corazón al imaginar que tal vez
me tuviera miedo… O asco. Mi hermano ya se había ido, al parecer mi mudez ya lo
cansó, mientras, Johana seguía ahí, mirándome.
El profesor entró
justo cuando ella iba a hablar otra vez así que la amena conversación llego a
su final, traté de concentrarme en la clase pero sentía la mirada de Johana
encima de mi nuca, tal vez solo eran ideas mías… Comencé a cuestionarme sobre
cómo me sentía, ya había notado cosas con Vanessa, sin embargo eso tenía su
justificación ya que había evidencias claras de que casi nos acostamos
borrachas, a cualquiera se le alterarían los nervios. Había achacado mi
reacción a los nervios pero ¿Qué pasaba con Johana? Ella obviamente le gustaban
las mujeres aunque nunca le vi indicios de que estuviera interesada en mí, solo
después del problema de que todo el mundo de pronto vociferaba que yo tenía una
relación amorosa con Vanessa… Sí, pensándolo bien era así. Tal vez a Johana le
divertía eso de que posiblemente con cierta falta de improbabilidad y tomando
en cuenta el hecho de que yo jamás había estado ni pensado estar con una mujer…
De pronto me sentí como Pinocho en Shrek hablando incoherencias. Mi compañera
estaba bien loca, sí, me sentía confundida con mi amiga pero no me gustaban las
mujeres, las cosas se habían salido de control en todos los sentidos, toda esa
gente sobre nosotras todo el tiempo, los chismes, no poder ir ni al colmado sin
que me miraran extraño y cuchichearan a mis espaldas. Yo solo deseaba que nada
de eso hubiera pasado nunca. Estaba comenzando a odiar el alcohol y la navidad.
Y ya estaba enojada con mi compañera al recordar esa jodida fiesta, cómo fui
tan tonta de permitirle que hiciera todas esas cosas, mi amiga tenía razón,
había estado mal… Y otra vez sentía que estaba haciendo el papel de Pinocho, mi
cerebro no me daba paz. Debía de haberle puesto un freno a mi compañera pero no
lo hice, no estaba borracha pero el ambiente, la fiesta, un poquito de alcohol,
ella… Sus movimientos, su baile, la manera en la que pegaba su cuerpo al mío,
me había paralizado, no supe qué hacer y no entendía lo que sentía… Lo que
sentía…
Desgraciadamente
debía de admitir que no fue precisamente disgusto lo que sentí esa noche, no
era como con mi amiga pero algo dentro de mí me decía que mi compañera podía
traerme más problemas de los que ya tenía.
Ese día transcurrió
normal como cualquier otro, fuimos al grupo de lectura y Johana me dio un
respiro de su incesante mirada. En el grupo fue donde nos amistamos, incluso
nos habíamos leído los mismos libros, aunque en personalidades fuéramos una
diferencia del cielo a la tierra en verdad nos entendíamos bien en el aspecto
de la escritura y lectura, la mayoría de los del grupo eran escritores y
algunos solo tenían esa habilidad con la oratoria, Johana era una prodigio
entre nosotros, yo a pesar de dominar la lectura me costaba bastante la
oratoria, incluso hubieron ocasiones en las cuales le pedí a ella misma que
leyera a los miembros algunos de mis escritos, no era que yo no supiera leer
correctamente pero por alguna razón me apenaba, me ponía muy nerviosa y no me
sentía cómoda con todos mirándome y escuchándome, podía escribir cualquier cosa
pero no podía soltarlo fácilmente, mientras, en ella lucia tan bien, tan
perfecto, me encantaba el toque que le daba a las lecturas, cuando la
escuchaba leer algo mío sentía una
conexión extraña con ella, se hacía partícipe de mi tesoro más grande, donde
soltaba lo mejor de mí.
-¡Me encanta!- me
dijo mientras observaba mi nuevo escrito.
-¿En serio?- pregunté
sin poder evitar mostrarme emocionada.
-Claro, deberías
convertirlo en una historia- dijo sin apartar la vista del papel.
-No sé si pueda…
-No hay nada que tú
no puedas hacer.
Parecía tan segura de
sus palabras… Que terminó convenciéndome, era de esperarse ya que si alguien
con un talento como el suyo me hacía semejante sugerencia no podía ser en vano.
También pensé que me haría bien tener algo en que enfocarme mientras se
calmaban las mareas.
Por esa razón comencé
a pasar más tiempo con mi compañera, su asesoría estaba llevándome al límite de
mi capacidad, tan lejos como jamás creí que podría, aunque no fueran a pagarme
por escribir, lo hacía como si se me fuese la vida en ello, se sentía tan bien
hacer algo que de verdad me gustaba que no me importaba desvelarme, estaba
llena de vida. Además verla tan emocionada como yo también era parte importante
de mi motivación. A veces salíamos al parque a charlar y relajarnos, me decía
que el aire puro de la naturaleza era lo mejor para refrescar la mente y que
fluyeran las ideas. Me compartió alguna de sus historias, me fascinaba su
manera de escribir, tan detallada y minuciosa que parecía que entraba en otro
mundo al leerlas.
Sin darme cuenta pase
un mes sin Vanessa. Y soy honesta conmigo misma cuando digo que la extrañé más
que nunca, llegamos a cruzarnos en algunas ocasiones en las que por desgracia
tal vez, iba en compañía de Johana. Sabía perfectamente que no se caían bien
pero a pesar de que yo fui quien se alejó de ella, todas esas ocasiones esperaba
que me hablara. Pero nunca lo hizo. Y no me podía quejar pero me dolía en lo
más profundo de mi corazón. Estaba muy bella, noté enseguida que había estado
practicando, recordé que pronto seria lo del torneo de Voleibol.
Yo debería estar ahí
para ella… pensé.
Pero no sabía si ella
me quería a su lado, esta situación nos había alejado más de lo que imaginé, si
no hacía algo en cualquier momento nos convertiríamos en dos desconocidas. No
sabía si ella estaba enojada conmigo o si solo estaba asustada por todo lo ocurrido,
tal vez era eso, solo tenía miedo, en verdad no hablamos mucho sobre lo que
pasó esa noche porque de mi parte no sabría qué decir, solo sé que cada vez que
la veo se me parte el alma en dos, me enojo, me pongo triste y un montón de
cosas más. Mientras tenia a Johana del otro lado distrayéndome con lo de mi
escrito, de no haber sido por eso hacía tiempo habría ido a su casa y hubiera
armado un escándalo como los que hacen en las películas. Pero que va, he
resultado ser de las que hablan, hablan y no hacen nada.
A pesar de ese mes
transcurrido, los comentarios no cesaban pues al andar con Johana, era obvio
que hablarían de más. Todos en el barrio sabían de sus preferencias y tal vez
por ella ser clara desde el comienzo no se metían en sus cosas pero al estar yo
actualmente acompañándola tuvieron nuevas historias para inventar como por
ejemplo que supuestamente yo había dejado a Vanessa para estar con Johana,
otros decían que le había sido infiel y ella me votó. Y yo me preguntaba de
dónde habían salido todas esas historias si en la fiesta fue el último lugar en
donde nos vieron juntas y ya hacía un mes de eso. Hablaban como si hubiéramos
tenido una relación de años y años. Para colmo mis padres estaban cada vez más
insoportables con el tema porque Johana había pasado a ser una buena amiga mía
y cuando quise llevarla a casa mi madre se escandalizó. Comenzó a decir un
montón de sandeces de que primero Vanessa y ahora ésta y no sé qué. Pensé que
ya se habían olvidado de lo sucedido pero al enterarse que Vanessa y yo no nos
hablábamos comenzaron a darle crédito a todas las historias paganas. Ellos
siempre fueron muy estrictos, a eso le debía mi forma tan cuidadosa,
exceptuando a mi hermano y hasta él andaba por la raya cuando debía, desde pequeños
nos inculcaron que hablar alto era de mala educación y que meterse en vida
ajena también, que la puntualidad dice mucho de una persona y la limpieza de su
habitación predice su futuro, un montón de frustraciones comunes que nos
imponen pero mis padres siempre, siempre y cuando digo siempre hablo de cero
excepciones, toda la vida esas pautas eran llevadas al extremo, las fiestas
eran algo que mi hermano y yo nos habíamos ganado por las buenas
calificaciones, que eran obligatorias si queríamos tener vida social, o vida en
sí. Desde pequeña se me enseñó que las cosas se ganan y que los haraganes están
malditos destinados a la miseria, cada segundo valía una vida…Toda una vida se
me iba a mí con las matemáticas… Vanessa… Hasta pensando en números su nombre
retumba en mi cabeza. Había tenido que bandeármelas sola durante todo el mes, Johana,
era la única de confianza y era reciente nuestro acercamiento, que de todos
modos no serviría para las matemáticas ya que lo suyo eran las letras al igual
que yo.Mi hermano… Y mi hermano, bueno…Prefería correr desnuda en la Plaza de
la Bandera, acá en Santo Domingo antes que pedirle ayuda.
Portodo el drama de
mis padres veía a Johana en el liceo, en el parque, donde fuera menos donde la
vieran mis padres y les diera un infarto dejándome huérfana. Mientras mi
hermano se regocijaba en mi tormento, decía que había pasado de comer verduras
a comer filete. Era un cochino en mi opinión. Nunca fui una persona de mucho
ruido y ahora parecía que era la organizadora y dirigente de un carnaval.
Una tarde en el
parque mientras escuchábamos, Donde está el amor – Pablo
Alborán feat Jesse&Joy. Miré a Johana, disfrutábamos de la brisa fresca,
había hecho bastante calor… Como siempre… Y de pronto al quedarnos tranquilas y
parar de hablar y reírnos como locas, el clima mejoró bastante, ella llevaba
puesta una franela blanca que le quedaba… No sabría cómo decirlo… Estiró su
cuerpo echando hacia atrás su cabeza y suspiró, disfrutando de la brisa sentada
junto a mí en el banco, su cabellos siempre libre lucia más bello que nunca.
Esos risos… Me hacían pensar tanto en Vanessa…
-¿Te pasa algo?- me
preguntó al notar que la miraba tanto.
-No- dije mirándola a
la cara.
-Sé que me estás
mirando… Pero dime… ¿En qué piensas?
No tenía idea de por
qué hablaba tan pausadamente a veces, pareciera que quería absorberme cuando me
miraba.
-¿Cómo te diste
cuenta de que te gustaban las mujeres?
La pregunta salió de
mi boca condenándome de por vida.
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Vall Lynch - Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
me gusto la continuación y que bueno que retomaste la historia
ResponderEliminarSigue con la historia,me quedé enganchada.
ResponderEliminarMuy buena tu historia, plis no la dejes mucho rato ��
ResponderEliminar