Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Te juro que no recuerdo nada - Vall Lynch - 6

Val 6.

-¡Vanessa, espera, por favor!- la escuché tras mío.
No quería detenerme solo quería que me tragara la tierra allí mismo. Pero me alcanzó y sujetó mi brazo para de paso hacer que me diera la vuelta, me quedé mirando al suelo. Hacia eso siempre que me sentía frágil, como en ese momento, que no tenía nada para decir. Todo el barrio estaba en esa fiesta y todos se rieron de nosotras como si fuéramos payasos de circo, pasaba de una humillación a otra sin darme cuenta. ¿Por qué tenía que pasarnos esto?
-Hey, mírame, por favor…- la escuché decirme mientras tomaba mi rostro entre sus manos. Me hacía sentir tan pequeña.

-Ya no puedo más- le dije muy angustiada.
-Todo estará bien, solo no les hagamos caso.
-¿Cómo me pides eso? Ni siquiera hemos podido ser las de siempre y nunca lo seremos si tenemos que lidiar con esto… Así, con todo el mundo encima de nosotras.
-Somos amigas, ellos no pueden cambiar eso- me dijo mirando mis ojos.
-Solo tú puedes decir eso…- le dije apartando sus manos de mí- Yo me siento extraña cuando me tocas, me siento asustada y confundida con toda esa gente observándonos, no puedo ni hablarte sin sentirme incomoda y nerviosa.
-¿Qué estás diciendo?- se notaba angustiada.
-Esto no está bien, Daylis, no puedo con esto.
-No estoy escuchándote. Esto no está pasando.
-Necesitamos un tiempo para que todo se calme… Yo necesito un tiempo para calmarme- Notaba cómo se iba enojando cada vez más con cada palabra que salía de mi boca.
-Yo lo que veo aquí es que eres una homofóbica… ¿Y qué? ¿Yo soy tu amiga lesbiana de la que te tienes que alejar?
-Daylis, no he dicho eso- le dije dando un paso hacia ella que ya se estaba alejando.
-No- dijo dándome una señal de Stop con la mano- Yo soy la que no puede con esto. Si eres una homofóbica, a mí no me vengas con pendejadas.
-Estás entendiendo todo mal, por favor, trata de escuchar lo que te digo…
-Aléjate de mí- sus palabras me pararon en seco.
-Daylis…
-Tranquila, ya no iré tras de ti nunca más.
Se alejó y por más que le pedí que esperara no se detuvo. Y yo no soy como ella, no soy valiente, no pude ir tras ella. Solo me quedé ahí parada largo rato hasta que ya estaba demasiado oscuro, entonces me fui a mi casa. ¿Cómo podía explicarle que sentía cosas por ella? Aunque ella no tuviera ningún prejuicio con el tema, yo no tenía cara para sincerarme cuando ni yo misma entendía lo que sentía. Debí haber ido tras ella. Pero yo soy la Reyna de la cobardía. Además ella no parecía sufrir como yo, tanta confusión y nerviosismo, trataba el problema con tanta paciencia, seguro porque solo me veía como una amiga y nada más. Seguro que ni se acordaba de lo que pasó esa noche, que aunque tomamos de más yo recordaba perfectamente.

***
Todo se había ido al carajo.
Tenía ganas de llorar pero no soy de las que lloran con facilidad. Algo dentro de mí se estaba rompiendo a pedacitos, no podía creer que Vanessa me hubiera dicho todas esas cosas. Había sido tan tonta, no debí presionarla pero tampoco esperaba eso de ella. Era una homofóbica sin duda lo que indicaba que yo estaba de más. Con mi cabeza hecha un lio ya no podríamos ser amigas, ella estaba asustada tal vez pero yo estaba más confundida que un rinoceronte en una tienda de cristalería. No iría tras ella nunca más. Ya estaba cansada, no le daría importancia a estos sentimientos que solo me traían problemas y mucho menos después de escucharla hablar de esa manera tan ignorante. Estaba enojada sobremanera. Caminé a pasos largos y apurados hasta mi casa, no solo por la hora sino por el enfado que llevaba encima. Mi padre estaba despierto cuando llegué y lo ignoré totalmente cuando me preguntó que donde había dejado a mi hermano, como si me importara ese tarado que bien grandecito ya estaba. ¿No se creía el hombre de la casa? Pues que fuera por su niño lindo él mismo.
Me lancé a mi cama mientras me arrancaba la ropa y la regaba por toda la habitación. Me arropé de pies a cabeza, cero baño, no contesté mi celular, me importaba un pepino si era ella. Me dispuse a dormir mandando todo por el drenaje.
Al despertar descubrí que mi hermano me estuvo llamando y tenía un mensaje de Johana. Me preguntaba por qué me había ido de la fiesta. Lo más seguro ella era de otro planeta en donde era normal que se burlaran de la gente. Le contesté que todo estaba bien y que me disculpara por dejarla e irme sin más.
Al llegar el lunes, nuevamente al liceo. Estaba sentada disfrutando del silencio, me gustaba llegar temprano por la paz que se sentía en el aula vacía, para mi sorpresa Johana llegó temprano también.
-¡Hola!- me gritó. Adiós paz.
-Hola.
-Sabía que te encontraría aquí. No sé a qué vienes siempre tan temprano.
Estaba ya parada frente a mí y me le quedé mirando. Por primera vez notaba que su cabello tenía unos risos parecidos a los de Vanessa. Parece que tardé más tiempo del que calculé porque ella se acercó como siempre hacia colocando sus manos sobre mi mesa y mirándome fijamente como buscando leer mi mente. Olía muy rico. Su cadena colgaba ligeramente con la inicial de su nombre y llamó mi atención provocando que fuera consciente de su escote. No sabía desde cuando estaba yo mirándole las tetas a mi compañera pero tampoco recordaba si alguna vez anteriormente habíamos estado a solas y entre tanto silencio. De su boca salieron palabras que se convirtieron en balbuceos dentro de mi cerebro haciéndome mirar su boca.
-¿Me besarás?- esas palabras conectaron mi cerebro nuevamente.
-Disculpa…
Me eché hacia atrás por impulso y me puse en pie. ¿Qué había sido todo eso? No tenía idea pero por alguna razón Johana me parecía atractiva de pronto. Mantenía esa sonrisa en su rostro mientras me miraba.
-Pensaba que tenias novia- me dijo en tono de burla.
-Johana, no estoy de humor- le reclamé.
-No me digas…- dijo acercándose-Te fuiste como loca tras ella, cuéntame qué pasó.
-No quiero hablar de eso- dije sentándome nuevamente.
-Eso quiere decir que te fue mal- dijo mientras se sentaba en mi mesa engullendo su falda entre sus piernas por pura educación haciéndome notar cómo se le subía ligeramente mostrando sus muslos. No recordaba que sus piernas fueran tan blancas y llamativas. Nuestro uniforme era como todos los de cualquier institución pública con falda caqui y camisa azul, en ella quedaba muy bien ya que tenía ciertos detalles particulares, como el hecho de que se remangaba bastante las mangas de la camisa y se abrochaba pocos botones por lo ajustada que le quedaba, su uniforme se le ceñía muy bien al cuerpo- Te dejó de hablar otra vez- No fue una pregunta.
Suponía que mi hermano la había informado de todo. Por eso lo odiaba, no me permitía tener mi propia vida sin que él se quisiera meter a modificarla.
-No, esta vez fui yo- No logro entender para qué dije eso, como si quisiera defender mi dignidad.
-Me parece bien- me dijo- Y no me lo tomes a mal pero después de la forma en que te sacó de la fiesta no creo que debas andarle por debajo.
-¿Cómo?
-Eres demasiado buena, Daylis, las personas necesitan que los ignores para que noten tu presencia. Es ley de vida.
Parecía que me estaba aconsejando hacer lo que ya había decidido por mí misma así que consideré llover sobre mojado hablar sobre el tema.
Entendió por fin que yo no quería seguir hablando sobre lo mismo y pasamos a temas cotidianos, las clases y cosas del grupo de lectura. Continué notando esos detalles de ella que antes me habían parecido totalmente invisibles sin entender por qué. Poco a poco comenzaron a llegar nuestros compañeros y compañeras de curso, por desgracia también mi hermano. En seguida comenzó a hablar sobre la fiesta y lo ocurrido, que mi amiga esto y que aquello, que yo y que Johana… Dios mío, era increíble la habilidad suya para sacarme de mis casillas. Lo dejé hablar a su antojo, no tenía ánimos de discutir, me quedé mirando a Johana y pensé en  preguntarle por qué había actuado así esa noche pero enseguida me di cuenta de que sería una tontería, ni que yo le gustara, ella solo era así de alocada.
-Te lo digo, Johana, debes cuidarte de ella- le aconsejaba mi hermano.
-Tranquilo, que yo no necesito ayuda- le objetó con su sonrisa sexy.
¿Sexy? ¿Quién dijo eso?... Me sacudí los pensamientos cuando escuché que me hablaban.
-Hermanita…
-Que yo sepa- hablaba Johana- Esa tal, Vanessa, no tiene ningún derecho sobre ti ¿O sí?
Seguían hablándome pero yo en verdad parecía no cooperar.
-Daylis ¿Qué carajos te pasa?- mi hermano otra vez.
-¿Qué?- fue lo único que pude balbucear.
-Decíamos que tal vez le gustas a tu amiga- Johana dijo esto mirándome fijamente cómo si buscara una reacción en mí que le respondiera su duda. ¿Pero cómo rayos iba a ser eso posible?
Vanessa, lo único que había hecho era alejarse de mí una y otra vez, ella tal vez era la que sospechaba que yo sentía algo. Se me encogió el corazón al imaginar que tal vez me tuviera miedo… O asco. Mi hermano ya se había ido, al parecer mi mudez ya lo cansó, mientras, Johana seguía ahí, mirándome.
El profesor entró justo cuando ella iba a hablar otra vez así que la amena conversación llego a su final, traté de concentrarme en la clase pero sentía la mirada de Johana encima de mi nuca, tal vez solo eran ideas mías… Comencé a cuestionarme sobre cómo me sentía, ya había notado cosas con Vanessa, sin embargo eso tenía su justificación ya que había evidencias claras de que casi nos acostamos borrachas, a cualquiera se le alterarían los nervios. Había achacado mi reacción a los nervios pero ¿Qué pasaba con Johana? Ella obviamente le gustaban las mujeres aunque nunca le vi indicios de que estuviera interesada en mí, solo después del problema de que todo el mundo de pronto vociferaba que yo tenía una relación amorosa con Vanessa… Sí, pensándolo bien era así. Tal vez a Johana le divertía eso de que posiblemente con cierta falta de improbabilidad y tomando en cuenta el hecho de que yo jamás había estado ni pensado estar con una mujer… De pronto me sentí como Pinocho en Shrek hablando incoherencias. Mi compañera estaba bien loca, sí, me sentía confundida con mi amiga pero no me gustaban las mujeres, las cosas se habían salido de control en todos los sentidos, toda esa gente sobre nosotras todo el tiempo, los chismes, no poder ir ni al colmado sin que me miraran extraño y cuchichearan a mis espaldas. Yo solo deseaba que nada de eso hubiera pasado nunca. Estaba comenzando a odiar el alcohol y la navidad. Y ya estaba enojada con mi compañera al recordar esa jodida fiesta, cómo fui tan tonta de permitirle que hiciera todas esas cosas, mi amiga tenía razón, había estado mal… Y otra vez sentía que estaba haciendo el papel de Pinocho, mi cerebro no me daba paz. Debía de haberle puesto un freno a mi compañera pero no lo hice, no estaba borracha pero el ambiente, la fiesta, un poquito de alcohol, ella… Sus movimientos, su baile, la manera en la que pegaba su cuerpo al mío, me había paralizado, no supe qué hacer y no entendía lo que sentía… Lo que sentía…
Desgraciadamente debía de admitir que no fue precisamente disgusto lo que sentí esa noche, no era como con mi amiga pero algo dentro de mí me decía que mi compañera podía traerme más problemas de los que ya tenía.
Ese día transcurrió normal como cualquier otro, fuimos al grupo de lectura y Johana me dio un respiro de su incesante mirada. En el grupo fue donde nos amistamos, incluso nos habíamos leído los mismos libros, aunque en personalidades fuéramos una diferencia del cielo a la tierra en verdad nos entendíamos bien en el aspecto de la escritura y lectura, la mayoría de los del grupo eran escritores y algunos solo tenían esa habilidad con la oratoria, Johana era una prodigio entre nosotros, yo a pesar de dominar la lectura me costaba bastante la oratoria, incluso hubieron ocasiones en las cuales le pedí a ella misma que leyera a los miembros algunos de mis escritos, no era que yo no supiera leer correctamente pero por alguna razón me apenaba, me ponía muy nerviosa y no me sentía cómoda con todos mirándome y escuchándome, podía escribir cualquier cosa pero no podía soltarlo fácilmente, mientras, en ella lucia tan bien, tan perfecto, me encantaba el toque que le daba a las lecturas, cuando la escuchaba  leer algo mío sentía una conexión extraña con ella, se hacía partícipe de mi tesoro más grande, donde soltaba lo mejor de mí.
-¡Me encanta!- me dijo mientras observaba mi nuevo escrito.
-¿En serio?- pregunté sin poder evitar mostrarme emocionada.
-Claro, deberías convertirlo en una historia- dijo sin apartar la vista del papel.
-No sé si pueda…
-No hay nada que tú no puedas hacer.
Parecía tan segura de sus palabras… Que terminó convenciéndome, era de esperarse ya que si alguien con un talento como el suyo me hacía semejante sugerencia no podía ser en vano. También pensé que me haría bien tener algo en que enfocarme mientras se calmaban las mareas.
Por esa razón comencé a pasar más tiempo con mi compañera, su asesoría estaba llevándome al límite de mi capacidad, tan lejos como jamás creí que podría, aunque no fueran a pagarme por escribir, lo hacía como si se me fuese la vida en ello, se sentía tan bien hacer algo que de verdad me gustaba que no me importaba desvelarme, estaba llena de vida. Además verla tan emocionada como yo también era parte importante de mi motivación. A veces salíamos al parque a charlar y relajarnos, me decía que el aire puro de la naturaleza era lo mejor para refrescar la mente y que fluyeran las ideas. Me compartió alguna de sus historias, me fascinaba su manera de escribir, tan detallada y minuciosa que parecía que entraba en otro mundo al leerlas.
Sin darme cuenta pase un mes sin Vanessa. Y soy honesta conmigo misma cuando digo que la extrañé más que nunca, llegamos a cruzarnos en algunas ocasiones en las que por desgracia tal vez, iba en compañía de Johana. Sabía perfectamente que no se caían bien pero a pesar de que yo fui quien se alejó de ella, todas esas ocasiones esperaba que me hablara. Pero nunca lo hizo. Y no me podía quejar pero me dolía en lo más profundo de mi corazón. Estaba muy bella, noté enseguida que había estado practicando, recordé que pronto seria lo del torneo de Voleibol.
Yo debería estar ahí para ella… pensé.
Pero no sabía si ella me quería a su lado, esta situación nos había alejado más de lo que imaginé, si no hacía algo en cualquier momento nos convertiríamos en dos desconocidas. No sabía si ella estaba enojada conmigo o si solo estaba asustada por todo lo ocurrido, tal vez era eso, solo tenía miedo, en verdad no hablamos mucho sobre lo que pasó esa noche porque de mi parte no sabría qué decir, solo sé que cada vez que la veo se me parte el alma en dos, me enojo, me pongo triste y un montón de cosas más. Mientras tenia a Johana del otro lado distrayéndome con lo de mi escrito, de no haber sido por eso hacía tiempo habría ido a su casa y hubiera armado un escándalo como los que hacen en las películas. Pero que va, he resultado ser de las que hablan, hablan y no hacen nada.
A pesar de ese mes transcurrido, los comentarios no cesaban pues al andar con Johana, era obvio que hablarían de más. Todos en el barrio sabían de sus preferencias y tal vez por ella ser clara desde el comienzo no se metían en sus cosas pero al estar yo actualmente acompañándola tuvieron nuevas historias para inventar como por ejemplo que supuestamente yo había dejado a Vanessa para estar con Johana, otros decían que le había sido infiel y ella me votó. Y yo me preguntaba de dónde habían salido todas esas historias si en la fiesta fue el último lugar en donde nos vieron juntas y ya hacía un mes de eso. Hablaban como si hubiéramos tenido una relación de años y años. Para colmo mis padres estaban cada vez más insoportables con el tema porque Johana había pasado a ser una buena amiga mía y cuando quise llevarla a casa mi madre se escandalizó. Comenzó a decir un montón de sandeces de que primero Vanessa y ahora ésta y no sé qué. Pensé que ya se habían olvidado de lo sucedido pero al enterarse que Vanessa y yo no nos hablábamos comenzaron a darle crédito a todas las historias paganas. Ellos siempre fueron muy estrictos, a eso le debía mi forma tan cuidadosa, exceptuando a mi hermano y hasta él andaba por la raya cuando debía, desde pequeños nos inculcaron que hablar alto era de mala educación y que meterse en vida ajena también, que la puntualidad dice mucho de una persona y la limpieza de su habitación predice su futuro, un montón de frustraciones comunes que nos imponen pero mis padres siempre, siempre y cuando digo siempre hablo de cero excepciones, toda la vida esas pautas eran llevadas al extremo, las fiestas eran algo que mi hermano y yo nos habíamos ganado por las buenas calificaciones, que eran obligatorias si queríamos tener vida social, o vida en sí. Desde pequeña se me enseñó que las cosas se ganan y que los haraganes están malditos destinados a la miseria, cada segundo valía una vida…Toda una vida se me iba a mí con las matemáticas… Vanessa… Hasta pensando en números su nombre retumba en mi cabeza. Había tenido que bandeármelas sola durante todo el mes, Johana, era la única de confianza y era reciente nuestro acercamiento, que de todos modos no serviría para las matemáticas ya que lo suyo eran las letras al igual que yo.Mi hermano… Y mi hermano, bueno…Prefería correr desnuda en la Plaza de la Bandera, acá en Santo Domingo antes que pedirle ayuda.
Portodo el drama de mis padres veía a Johana en el liceo, en el parque, donde fuera menos donde la vieran mis padres y les diera un infarto dejándome huérfana. Mientras mi hermano se regocijaba en mi tormento, decía que había pasado de comer verduras a comer filete. Era un cochino en mi opinión. Nunca fui una persona de mucho ruido y ahora parecía que era la organizadora y dirigente de un carnaval.
Una tarde en el parque mientras escuchábamos, Donde está el amor – Pablo Alborán feat Jesse&Joy. Miré a Johana, disfrutábamos de la brisa fresca, había hecho bastante calor… Como siempre… Y de pronto al quedarnos tranquilas y parar de hablar y reírnos como locas, el clima mejoró bastante, ella llevaba puesta una franela blanca que le quedaba… No sabría cómo decirlo… Estiró su cuerpo echando hacia atrás su cabeza y suspiró, disfrutando de la brisa sentada junto a mí en el banco, su cabellos siempre libre lucia más bello que nunca. Esos risos… Me hacían pensar tanto en Vanessa…
-¿Te pasa algo?- me preguntó al notar que la miraba tanto.
-No- dije mirándola a la cara.
-Sé que me estás mirando… Pero dime… ¿En qué piensas?
No tenía idea de por qué hablaba tan pausadamente a veces, pareciera que quería absorberme cuando me miraba.
-¿Cómo te diste cuenta de que te gustaban las mujeres?
La pregunta salió de mi boca condenándome de por vida.




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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Vall Lynch - Derechos Reservados
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3 comentarios:

  1. me gusto la continuación y que bueno que retomaste la historia

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  2. Sigue con la historia,me quedé enganchada.

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  3. Muy buena tu historia, plis no la dejes mucho rato ��

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