Capítulo 20
Silencio I
El brillo celestino
de la luna siempre mantiene una escondida magia que sabe hacer de los instantes
más comunes algo sobrenatural. Así le parecía sentirlo cuando con su figura
elevada sobre el techo podía mirarla en silencio, con sus ojos dorados la
contemplaba dormida. Lentamente y sin ruido alguno descendió hasta levitar a
escasos centímetros de la hermosa mujer que dormía apaciblemente en el lecho.
La figura de la diosa había cambiado, siendo apenas iluminada por la luz del
astro nocturno, delataba un contorno más alargado y atlético, sus antes
pequeñas trenzas eran cosa ya del pasado, su larga melena estaba sujeta por una
coleta envuelta en tejidos dorados y apoyada apacible en la fina línea de su
espalda, la misma que estaba apenas cubierta por líneas cruzadas que sujetaban
la prenda justa en su pecho ahora más desarrollado. Podía observarse las puntas
erizadas de su cabello hacía atrás y la definida patilla en punta que caía
sobre su mandíbula, la horma de un rostro más alargado y femenino a contra luz.
Mikoto estiró su mano
gentilmente para acariciar la mejilla de la joven dormida, acarició la tibia
piel con tal delicadeza que la mayor de las Fujino no se inmutó en sus sueños,
mas una sutil sonrisa apareció contagiosa en sus labios. -¿Por qué una mortal
como tú ha hechizado a mis ojos para que no pueda apartarlos de ti?- Susurró
tan bajo que apenas fue escuchada por sí misma. Los parpados cansados de la
diosa se cerraron, conteniendo en su interior una pena tan honda y un recuerdo
vino a su mente.
-Mikoto...- Susurró una joven de larga melena rojiza con
brillos naranja a la luz del sol, la doncella le miraba con sus brillantes ojos
azules con matices violeta. Estaba simplemente sentada sobre la roca que daba
una vista perfecta al santuario en honor del dios gato, la joven Miko ostentaba
gloriosamente su Chihaya, compuesto por un Hakama de un rojo escarlata y una
camisa blanca con hombros sueltos, lucía en verdad esplendorosa.
Hermosos brillos dorados se formaron en el centro del
lago en que habitaba la diosa, hasta que la luz dio paso la forma de una
jovencita con rostro infantil, la divinidad simplemente flotaba sobre el agua,
sin que sus pies rozaran el cristalino liquido. -¿Si?-
-Quisiera preguntarle algo gentil Kami-sama, ¿Podrías
responder?- La inocente joven miraba con curiosidad a la deidad, el Dios Gato
era una niña, una criatura de luz que se mostraba juguetona en su presencia. Le
había descubierto arrojando bolas de nieve en el invierno, aunque solo una
persona con un gran poder espiritual podía hacerlo.
-¿Qué es el amor?- Cuestionó con una mueca curiosa y
juguetona la de zafiros por ojos.
Los dorados se abrieron sorprendidos, pero tomando una
postura de flor de loto en el aire Mikoto centró su atención en la joven Miko.
–Amor se define de muchas maneras y cada ser te dirá algo diferente, pues no
existe una explicación precisa... pero es el sentimiento que revoluciona al
mundo, la fuerza más poderosa, incluso mayor al don de un dios- La diosa cerró
sus ojos pero al abrirlos se encontró con la imagen de la tristeza de su
querida sacerdotisa. -¿Por qué lo preguntas Misha?-
-He conocido a un joven guerrero, sus ojos son brillantes
y sus cabellos hechos de cobalto, su piel tan blanca como la luna en el cielo
nocturno, sus palabras son gentiles y su voz tan grave...- La jovencita se
sonrojaba y ante esto la diosa fruncía el ceño.
-Eso no es amor...- Dijo casi gruñendo y desviando la
mirada a otra parte. –Es pasión... la forma más primitiva del amor, no lo
confundas Misha-
-Lo siento Kami-sama... no he pretendido ofenderle- La
Miko se encontraba postrada sobre la piedra en el borde del lago, con la frente
en el suelo.
Mikoto se rascó la cabeza, no le gustaba ver angustia en
la hermosa faz de su querida Misha o hacerla sentir mal, tal vez desaprobar su
conducta impropia de una de sus sacerdotisas significaría alejarla y no deseaba
eso. -El amor que todo lo da sin esperar nada a cambio, es el único momento en
que el egoísmo no existe... los seres a los que amas se vuelven parte de ti, la
dicha nace del instante más pequeño, extrañas en su ausencia, te duele su dolor
con más fuerza... su dicha es el mayor de tus triunfos, la corta vida de un
mortal se hace infinita en la memoria de los momentos compartidos... esa es mi
concepción del amor que puede existir entre dos mortales, una pareja que ha de
consagrarse a su complemento- La diosa bufo con un mohín molesto. –Pero Misha
no debe olvidar que hay muchas formas de amor, el que se profesa al cuidado de
la vida misma en las plantas y seres vivientes, a la familia que lo es más allá
de los lazos de sangre, a la vida que nace de una mujer o en las oraciones que
suplican por el bienestar del otro- Pero la joven Miko no escuchaba ya su
explicación sobre los otros tipos de amor.
-Entonces estoy enamorada... amo a mi querido Naraku- Decía
para si misma la pelirroja estrechando la unión de sus manos muy cerca de su
pecho, también un casto sonrojo llenaba sus mejillas y sus ojos estaban llenos
de un brillo especial.
La diosa sintió un agudo dolor que supo ocultar en una
sonrisa. -¿Has venido a mí para decir que deseas liberarte de tus votos?-
Mikoto se refería a la promesa que hacen sus sacerdotisas sobre dedicar toda su
vida a la oración, a la protección espiritual de sus semejantes, a la
purificación, el cuidado del templo y preservarse castas hasta el final de sus
días, ello no era algo nuevo para la Diosa cuya vida era infinitamente más
larga, pero por primera vez una nota de angustia se escapaba en su voz.
-Yo... yo realmente deseo estar junto a él... si
Kami-sama lo consintiera... entonces- Se la notaba tan esperanzada.
-Podrías desposarte con él y vivir una vida a su lado-
Mikoto contuvo una mueca de dolor, forzando su sonrisa. La joven simplemente
asintió con la cabeza en un gesto suplicante.
-Entonces, si ese es el verdadero deseo de Misha...- Una
deidad no puede ni debe decidir por sus protegidos, aun ante los actos malvados
no podría interferir, tanto como no puede obrar en los actos bondadosos que
nacen del corazón. A menos que se violaran las leyes del mundo espiritual, solo
si los demonios lograsen atravesar la dimensión, solo entonces podría mostrar
su verdadero poder. –Yo la libero de su promesa y le brindo mis bendiciones a
su unión con ese mortal- Mikoto elevó la vista al cielo, extendió los brazos y
un intenso brillo comenzó a inundar el lugar.
-Espere un momento Kami-sama... ¿Podré verla de nuevo?-
Le detuvo por un momento la joven ligeramente preocupada.
-Me temo que no, en cuanto seas una con el hombre que has
elegido... ya no podrás verme más- La expresión de Mikoto se hizo comprensiva
para ocultar su propia tristeza. Misha amenazó con llorar, no quería perder el
vinculo con la diosa. –Pero no temas... aunque no me puedas ver, yo siempre
estaré a tu lado... mi querida Misha- Susurró, la Miko asintió con la cabeza y
así la Diosa dejó caer sus bendiciones sobre ella, a la par que le liberaba de
su pacto.
En cuanto el encantamiento se apagó, dejando a la vista
el solitario lago sin que Misha pudiera ver a la diosa en los alrededores, con
una mano se despidió y se alejó hacia el camino empedrado que la llevaba hacía
el poblado de Fukka, donde se reuniría con su amado Naraku. Lejos de la vista
de Misha, una triste Mikoto apoyaba un brazo en la corteza de un hermoso
cerezo. –Amor... también significa dejar ir a la persona más importante para
ti, cuando su felicidad es lo más importante- Musitó antes de evaporarse en
medio de brillos dorados.
Una lágrima se
deslizó hasta su barbilla, la gota cayó sobre la mejilla de la durmiente Mai,
entonces los orbes lila se abrieron somnolientos bajo sus tupidas pestañas. –No
llores...- Susurró elevando su mano para secar el rastro dejado por la lágrima
en la mejilla.
Los ojos dorados se
abrieron espantados y Mikoto no tardó en evaporarse, más que asustada por haber
sido sorprendida en un estado tan vulnerable para una deidad. Escondida en un
rincón oscuro contempló a Mai, pero esta bajó su mano con una sonrisa apacible
y se dio la vuelta en su cama... La pelinegra ya no estaba segura de ser otro
sueño para la señorita Fujino, se recriminó mentalmente el haber sido tan
descuidada antes de abandonar por completo la habitación. Los ojos lila por
otra parte permanecían abiertos del otro lado de la cama. –Una expresión tan
triste en un rostro tan hermoso- Se encogía bajo sus sabanas, pero al moverse
otra vez algo pinchó en su lecho. Extrañada la de cabellos rojizos buscó muy
cerca de su almohada, entre sus dedos estrechó un cristal translucido con la
forma de una gota, Mai no sabía mucho de gemas preciosas, pero aquel objeto
tenía quizás demasiado parecido a un diamante. -¿Quién eres? ¿Por qué te
mirabas tan triste?- Musitó para sí antes de sentir el peso del sueño en sus
párpados.
.
.
.
Shizuru se levantó
aquella mañana un poco apresurada, peinaba sus cabellos con una sonrisa en los
labios dejando quizás olvidado el jarrón vacío en la mesa. Había dormido muy
poco a causa de sus prolongadas charlas con Tomoe, no imaginaba que la chica
fuera tan divertida pese a haber contado con su compañía durante toda la vida.
Ante sus ojos y en el secreto de escondite de su alcoba había bebido bastantes
tasas de té no precisamente a la hora adecuada, pero si entre bromas y
conversaciones triviales, que le habían hecho más soportable la ausencia de su
esposa. Tras un mes y medio de ausencia de Natsuki, había dispuesto un sofá
para la comodidad de su servil, tal determinación la había tomado en cuanto
despertó con la chica durmiendo en la alfombra aquella primera noche de
charlas.
Bajó presurosa por
las escaleras, en el salón yacía su padre leyendo un libro, su madre estaba
junto a él con una tasa de té en las manos, estaba claro de quien devenía
aquella costumbre. Allí también estaba Tomoe lustrando las botas de su padre,
en cuanto cruzaron miradas una sonrisa cómplice se formó en los labios de las
dos, pero nadie lo notó. Shizuru se apresuró a saludar a su padre con un beso
en la frente y abrazar a su madre, los dos le miraron sorprendidos, no se
notaba tan animada a la menor de sus hijas desde que la bestia había salido del
castillo, en una supuesta misión de protección de las fronteras donde el padre
había resultado seriamente lastimado. Satoru sonrió y Mizue también lo hizo
contenta, mientras ambos veían a su hija apresurarse a la cocina donde
encontraría a las abuelas de las dos familias.
-¿Qué vamos a preparar
esta mañana?- Musitó la castaña tomando un mandil del perchero, para acercarse
al horno de leña donde Mai preparaba un delicioso pan para el desayuno.
-Tal parece que mi
hermana sabe cuan bien se enamora a un hom... a una mujer por el estomago- Corrigió
raudamente la pelirroja con un sonrojo en sus mejillas. Los rubíes contemplaron
un curioso dije en el cuello de su hermana, en el centro de una sencilla cadena
de plata colgaba una joya única con la forma de una gota muy bien definida, era
la obra exquisita de un hábil artista.
-Ara, tal parece
que mi dulce hermana tiene un nuevo pretendiente- Dijo con tono juguetón.
-¿He?... no...
verás- Mai no podía decir que había visto el rostro más hermoso y de él se
había desprendido tan increíble joya. –Fue un obsequio de Kanzaki-san... lo ha
traído el mensajero esta mañana- Mintió rápidamente, recordando que ella había
recibido la correspondencia del mensajero muy temprano en el jardín.
-No me lo esperaba
de Kanzaki-san...- Sonrió ampliamente Shizuru, con una expresión que se
antojaba serena pero maliciosa.
-Se ve de lo más a
animada a mi nieta ¿Alguna razón en particular?- Kaede miraba algo diferente en
su querida Shizuru y pese a la alegría que destilaba, la anciana no era tonta y
claro que podía ver las ojeras de la joven perfectamente disimuladas en un poco
de maquillaje.
-Este día
Margueritte-san ha prometido enseñarme a preparar un plato típico de Fukka,
realmente desearía sorprender a Natsuki cuando retorne de la frontera-
Respondió de lo más contenta Shizuru.
Las dos mujeres
sonrieron, esa jovencita si que resultaba ser una esposa ejemplar, pese a la
ausencia de la Duquesa, Shizuru había sabido recuperar sus ánimos y poner aun
más empeño en atender a su esposa, como se esperaba de una dama como ella. -Pues
muchacha, has debido solicitar la instrucción de tu nueva abuela- Intervino
Sanae. –Yo nací en Fukka y créeme que conozco un guisado de codorniz por el que
mi nieta se chuparía los dedos... además, te daré mi secreto para que Natsuki
devore todo cuando prepares, es una receta que ha permanecido en la familia por
muchas generaciones- La abuela Kuga sonrió al ver como el interés de Shizuru se
incrementaba, quien hubiese dicho que ese matrimonio fue un error, dijo una
absoluta falacia.
Se pusieron pronto
en la tarea de preparar el desayuno, mientras Sanae le mostraba sus secretos
culinarios a una atenta Shizuru, de entre ellos la preparación de un aderezo
especial al cual llamaban mayo, en honor del mes en que fue descubierta la
receta por uno de sus antepasados. A ellas se unió Tomoe, así pronto tuvieron
listo el desayudo y gran parte del almuerzo, solo faltarían unos detalles más
en la hora indicada. Entre charlas cotidianas, todos comieron y bebieron a
gusto hasta ver saciado el apetito, entonces Akira se presentó ante todos por
ordenes de Takeru, quien continuaba aun en cama, al parecer su cuerpo no sanaba
ya con la velocidad de antaño cuando era un joven mozo.
-Estimada Familia
Fujino- Akira aun con el brazo puesto en un cabestrillo hizo una venía esmerada,
atrayendo consigo la mirada de todos, aunque la más insistente de todas venía
de unos iris grisáceos muy conocidos. –Mi lord me ha ordenado darles a conocer
la fuente de nuestra prosperidad, el señor Kruger lamenta no poder asistir el
mismo, pero es de vital importancia de la Duquesa Shizuru Di’Kruger atienda los
negocios de la familia en la ausencia de su honorable esposa-
Satoru gruñó ante
el apelativo que usó la servil para referirse a su hija, pero olvidó pronto el
detalle ante la mención de la fuente de la fortuna de la acaudalada familia
Kruger ¿Cómo podían sostener tal opulencia? Sostener incluso un ejercito y tan
numerosos sirvientes. Fue el primero en ponerse de pie y ofrecerse a hacerle
compañía a su hija, a quien de ningún modo dejaría marchar sola por una tierra
tan hostil como aquella. El segundo en ofrecerse resultó ser Takumi, por otras
razones muy diferentes, así como una curiosa Mai encontró interesante la idea
de salir al fin del castillo, que si bien era bellísimo y místico, llegaba a
ser agobiante a veces. Mizue y las abuelas decidieron jugar un par de partidas
de damas chinas, así como decidieron esperar en la comodidad del salón para
atenderlos a su retorno.
Las doncellas
fueron ayudadas a subir al carruaje junto con Satoru, Takumi se negó a subir en
él y decidió usar un semental marrón de casta reconocida. –Este ejemplar se
llama Simarron y es un obsequio de la Duquesa para usted, procede de Emperatriz
e Iperion, el fiero corcel de su señoría, tiene 5 años de edad- Informó Akira
entregándole las riendas del caballo a Takumi, sus manos rozaron por un momento
y las mejillas de ambos enrojecieron, pero la pelinegra había desviado
prudentemente la mirada a otra parte.
Takumi reaccionó y
no tardó en asistir a la dama para que subiera en su caballo, ya que la mano
incapacitada le dificultaba la tarea. Una vez montados en los corceles, el
camino dio inicio para que salieran por el gran portón del castillo Kruger, el
recorrido se hizo tranquilo ya que el sitio designado no quedaba muy lejos.
Aprovechando la soledad del refinado trote de sus caballos, Takumi se puso a un
lado de la joven Okuzaki.
Acumulando todo el
valor posible intentó procurar alguna conversación. –Es este un hermoso día
Akira-san- Con los ojos puesto en el cielo despejado, en el cual habían unos
pocos algodones blancos que fueran nubes, intentó desviar su atención a otra
parte que no fuera la dama.
-Procure señor,
referirse a mi por mi apellido, que no es apropiado para un caballero de su
categoría- Fue todo cuando respondió la
chica de ojos marrones, pero en cuanto volvió la vista sobre él no pudo tolerar
la expresión desdichada en su rostro. –Es hermoso si...- Añadió, con el pequeño
gesto Takumi levantó la cabeza para mirarla, pero Akira miraba ya en otra
dirección.
-¿Se ha recuperado
ya de sus heridas?- Decía esperanzado el muchacho.
No completamente
pero no quiso admitirlo. –Salvo por mi brazo estoy perfectamente, una fractura
requiere un poco más de tiempo- Respondió como si nada la servil, pese a todo
la dama seguía usando ropa que no delataba para nada su genero femenino.
-Yo... yo lamento
mucho lo que pasó ese día... Okuzaki-san estaba lastimada y yo- Se le miraba
con tanto arrepentimiento bajo la mirada triste y culposa.
-Y usted golpeaba a
su alteza, tiene mucha suerte... otros morirían por menos, pero Natsuki-sama ha
sido benévola solo porque usted es el hermano de la señorita Shizuru...- Ella
no quiso darle importancia, por eso refirió el perdón de la Duquesa ausente.
-Aun debo
disculparme con ella, implorar su perdón si es preciso... pero ahora, te estoy
suplicando a ti perdón, yo jamás quise hacerte daño Ak... Okuzaki-san- Con esos
ojos cristalinos mirándole, con esa voz suplicante... arggg si que le
dificultaba la vida a la joven sirviente.
Akira se volvió a
mirarle con el ceño fruncido mientras su caballo relinchaba un poco. –Yo le he
perdonado en el instante que lo hizo Fujino-san... pero bien le recuerdo que
los hombres no lloran y esta muy mal visto este estado lamentable en su cara-
No le gustaba ver lágrimas en la grisácea mirada del chico que tanto hacia
tambalear sus convicciones, pero no conocía otra forma de hablar.
-No me importa lo
que piensan los demás de mí, aun si no soy lo que todos esperan... a todos
puedo decepcionar con gusto, si ante tus ojos... eso no me restara valor- El
chico estrechaba las riendas en sus manos enguantadas con bastante fuerza.
-No eres un
hombre...- Akira desvió la mirada sobre él aun con esa expresión de malas
pulgas. Le molestaba que fuera tan sumiso y tierno con todas las tontería que
decía. –Primero debes convertirte en uno- Agitó sus riendas y aceleró el ritmo,
no quería seguir viendo ese rostro afligido por más tiempo.
Takumi se apresuró
también ganando los dos un buen trecho entre sus caballos y la carroza. –Seré
un hombre para ti... ¡Solo dime que hacer!-
-No hay nada...
¡Nada que hacer!- Le respondió Akira enfadada, mirándole con los ojos rojos por
el llanto que amenazara con salir. –Yo estoy prometida a otra persona... ¿Por
qué no puede entenderlo Fujino-san?-
-Porque no he visto
a ese hombre que se precia de llamarte su futura esposa- Dijo él castaño con
dolor en la voz y los ojos. –Porque si lo viera, lo retaría en duelo a muerte
para tenerte- El castaño estiró el brazo y logró sujetar entre sus dedos la
mano de la joven.
-Eres un idiota...
¡Te mataría en un santiamén!- Retiró la mano con brusquedad, ciertamente el
general había elegido al mejor guerrero del clan para ser su marido, Takumi no
duraría ni 30 segundos en duelo y eso le resultaba aborrecible.
Takumi tensó la
mandíbula, por primera vez delatando su enfado, adelantó e interpuso su caballo
con un movimiento curiosamente varonil, Simarron levantó sus patas amenazando
con tumbarlo, pero él se asió firmemente a su montura logrando calmarlo y a la
par, evitar que el corcel de Akira siguiera su camino. El Fujino bajó raudo de
la montura, se apresuró a llegar con el otro caballo que asustado daba brincos,
Akira se sostenía con una mano difícilmente cuando Takumi sujetó las riendas
del caballo, controlándolo por completo.
-¿Qué haces
imbécil?- La carroza estaba a nada de alcanzarlos y ella no quería que
escucharan la inapropiada conversación.
-¡Hago que me
escuches!- Una fiera mirada grisácea unida a una rara determinación en su faz,
hizo que Akira viera a Takumi con estupefacción. –Que me importa poco si todos
lo saben... ¡Yo amo a Akira Okuzaki! ¡Que lo sepan! Tú eres el hombre, o la
mujer o lo que sea que seas... eres la persona que se ha robado mi corazón-
Dijo sinceramente el muchacho sin apartar la mirada de los otros que estaban
entre contrariados y sorprendidos. Takumi sujetó la mano de la dama con
delicadeza entre las suyas. –Por eso.... me convertiré en un hombre de verdad
para ti, retaré a ese hombre que es tu prometido, y no me importa el
resultado.... porque yo no sabré vivir sin Akira, si Akira no es mi mujer, la
madre de mis hijos, la dama que acompañe el resto de mi vida... entonces no
será ninguna otra- Sentenció sin temor alguno, repentinamente las mejillas del
muchacho se sonrojaron violentamente. –Aun... si a ella le gusta hacer el amor
de esa manera tan extraña, yo seré feliz solo a su lado- Musitó con voz suave y
abochornada. –Yo te amaré toda mi vida-
-Eres... eres...
insoportable Takumi Fujino- Las lágrimas brotaban ya sin recato de los ojos
marrones de Akira cuyo rostro se comprimía angustiado y dolorido. ¿Por qué
tenía que enamorarse del hombre que no era para ella? No era justo, la vía
honorable solo acabaría con la vida del muchacho, Nakamura lo mataría sin
reparos y cualquier otro modo, solo deshonraría a su familia con sus actos
reprochables. No soportando la espina que se alojaba en su pecho, agitó las
riendas empujando al castaño, este trastabilló cayendo de sentón al suelo.
Al ver que se
alejaba Takumi gritó. -¡Cásate conmigo! ¡Cásate conmigo! ¡Cásate conmigo! Ca...
cásate conmigo- Dijo al final bajando la mirada desolado. –Yo no quiero a otra
para mí- Sintió una lágrima derramarse.
Y después de lo que
pareció un eterno silenció, escuchó un gritó molesto. -¡Hey Fujino!- Era la voz
de la chica que lo había dejado allí tirado, volvió la vista a ese lado, la vio
girar su caballo y volver al galope, la vio intentar bajarse del corcel
presurosa, él reaccionó poniéndose de pie para atraparla como si la vida se le
fuera en ello, en cuanto la sostuvo en el aire de puro milagro, sintió los
labios de la chica posarse sobre los suyos, el castaño respondió sin dudarlo,
saboreando al fin el gusto de la dicha, la pasión y el amor. Vino entonces la
maldita necesidad de respirar. Desde su oído escuchó la voz suave y femenina de
Akira por primera vez. –Hasta un hombre puede llorar cuando alguien le rompe el
corazón- Los brazos que le envolvían por el cuello le sujetaron más fuerte.
-¿Aun quieres desposar a la mujer menos femenina que conoces? A la que te ha
hecho sufrir...- La voz se ahogó en el cuello de su camisa.
-Nunca he estado
más seguro de nada en mi vida... por Akira todo merece la pena- Se aferró más a
ella, Takumi buscó en su bolsillo una cajita, se apartó un poco, se arrodilló y
levantando la mirada, tomando la mano para retirar el guante y en él depositar
un anillo de oro blanco con un rubí incrustado. –Como grité hace un rato...- Se
sonrojó violentamente. -¿Te casarías conmigo? Prometo convertirme en el numero
uno de Akira-chan- Sonrió tiernamente ladeando el rostro.
-“Rayos... cuando es tan mono resulta difícil
pensarlo muy varonil... pero que... hay suficiente masculinidad en mí para los
dos” Err... vale, ya veremos que hacer con el general... le haré entender
aun si es a golpes- Desvió la mirada a un lado muy sonrojada.
-Eso es un ¿Si?- La
miró confundido el pobre castaño todavía con la rodilla en el suelo. ¿Quién era
ese tal general?
-Te cuesta
entender... pero... es... es un si- Ahora si que sentía hasta las orejas arderle.
El chico que no cabía en si mismo de la dicha, se levantó y la abrazó deseando
no soltarla, para no dudar de que fuese un sueño, pues de ser el caso rogaba
por no ser despertado.
Mai carraspeó la
garganta para hacerse notar antes de que los dos jóvenes envueltos en su halo
de amor se pusieran muy cariñosos para el gusta y la vista pública. Ellos claro
que habían contemplado prácticamente todo el desenvolvimiento de los hechos, la
carroza se detuvo abruptamente para no atropellar al joven Takumi que había
cesado el galope de su caballo interponiéndose ante el corcel de Akira, desde
entonces lo habían visto y oído casi todo, algunos susurros no fueron audibles
desde esa distancia. Lo cierto era que ninguno se atrevió a importunar las
declaraciones de la pareja, ni siquiera el impertinente Satoru. Shizuru sonreía
pícaramente, porque ella lo sabía desde aquella época en la que Akira servía a
su familia en Tsu, por otro lado, después de un poco de observación fue la
primera en notar que el leal sirviente, era realmente una chica de proporciones
muy delgadas y aunque le sorprendió, que su hermano se enamorara de ella
pensando que era un hombre, ello no resultaría ser un impedimento, no le
importaba si Akira lo fuera, el amor es amor sin importar que... tal vez...
solo tal vez, su corazón admiraba lo que veía, porque a ella le faltaba valor
para admitir un par de cosas ante sí misma. Por su parte Satoru no salía del
Shock, él que nunca prestaba atención a ese tipo de detalles tenía los ojos a
punto de salir de sus cuencas, su Takumi, su orgullo de padre le había
propuesto matrimonio a otro hombre en sus narices.
-Papá... Akira-san
es mujer- Shizuru se permitió evitarle un escandalo a su hermano, no quería que
nada empañara la dicha que se escabullía de sus ojos grises al contemplar a la
joven Okuzaki. –La señorita Akira Okuzaki pertenece a la prestante familia del
General Okuzaki, honorable guerrero que ha sabido mantener la paz en la capital
de Windbloom- Para la menor de los Fujino no era de importancia la procedencia
de la joven, aun si fuera de la cuna más humilde o la más prestante disponible,
sabía que su padre opondría resistencia al hecho de no ser ella de una noble
casta. Shizuru supo que estaba logrando el cometido de evitar una discusión
nada más contemplar la pequeña sonrisa que se iba formando en los labios del
padre, malamente conocía algunos detalles del Fujino mayor que no le
enorgullecían, pero que estaban resultando ser de lo más útiles en ese momento.
Por lo que decidió rematar el asunto. –Y la señorita Okuzaki es la única hija
del General, única heredera de su legado, títulos y fortuna-
-¿Cómo es posible
que una mujer de tan prestante cuna sirva a los Kruger?- Se preguntaba el
hombre contemplado el abrazo cálido que Mai le obsequiaba a la sonrojada
pareja, más que alegre por la buena noticia.
Shizuru no pudo
evitar una sonrisa en sus labios al recordarlo...
Fue un poco tonta al sentir celos momentáneos por la
forma amigable y tremendamente confianzuda con la que se trataban ella y
Natsuki. Las veía venir sobre el jardín desde el balcón de mármol cerca de la
entrada al castillo, Akira tenía un brazo levantado sobre el hombro de su
esposa, mientras la lobuna también tenía el suyo sobre el hombro amigo, venían
riendo a carcajadas y en cuanto la vieron, realmente debía tener una expresión
molesta, porque se separaron como si la piel de la otra quemara. Akira se
retiró inventando una excusa barata y sin argumentos, pero ella fingió como que
nada pasaba. En cuanto quiso irse a otro lugar con la molestia en alguna parte
de su estomago, una mano le sujetó con delicadeza. –¿Shizuru? ¿Estás bien?-
-Perfectamente...- Musitó con tono neutral. –Tengo cosas
que hacer, así que si me disculpas-
-Estas enojada- Dijo con un tono de voz tan tímido que no
pudo evitar volverse a mirarla, en ese momento vio la expresión más tierna
posible de su conyuge, se sujetaba las largas patillas de su melena o lo que se
escabullía de las placas de su máscara, pronto soltó sus cabellos y junto la
puntita de sus dedos índices con lo que se antojaba un bochorno enternecedor.
–No sé porque estas enojada... pero... pero yo no quiero causar molestias a
Shizuru, así que si yo puedo... puedo corregir aquello que la ha enfadado,
entonces yo haría cualquier cosa-
Enojarse con ella era una perdida de tiempo siempre que
hiciera eso, pero necesitaba saber algo o no tendría del todo calma.
–Okuzaki-san... ella porque sirve a Natsuki si por lo que he sabido pertenece a
una familia importante en la corte de Windbloom-
Natsuki le miró sin entender, torciendo sus labios en una
mueca confusa, levantó los hombros. –Bueno verás... Su padre tiene una deuda de
honor con él mío, él salvó su vida en medio de una confrontación con unos
forajidos cuando estaba de visita en la capital, entonces el prometió a mi
padre su lealtad eterna y su servicio, sin embargo... el general ya es algo
viejo y no podía por su propia mano cumplir la promesa... repentinamente un día
Akira se presentó aquí en Fukka en nombre de su padre y juró proteger a nuestra
familia con su vida... mi padre se negó, no deseaba verla lastimada y el
agradecimiento del general le era suficiente, pero Akira insistió en que por su
honor así lo haría- Natsuki sonrió de una forma tierna, Shizuru supo entonces
que veía a Akira como a una hermana. –Teníamos 10 años y mi padre lo consintió
solo para que nos hiciera compañía a Nina, a mí y aa Na...- Iba a mencionar a
una tercera persona pero les interrumpieron para ocupar la hora del té y dado
que a ella le encantaba el té, no podía como una dama rechazar el momento. La
charla se suspendió y ella olvidó preguntar el otro nombre.
Una vez le explicó
al padre como Akira había terminado formando parte de las filas del ejercito de
los Kruger, el hombre gruñó por lo bajo, pero él mejor que nadie entendía la
postura en la que pudo sentirse el general y a falta de un descendiente varón,
se vio obligado a enviar a una que tenía todas las pintas de ser uno, aun
siendo mujer. Después de aquello se acercaron a la pareja y ofrecieron sus
mejores deseos.
-He muchacho... al
fin has escogido, mira que me estaban preocupando mis nietos...- Nada más decir
aquello los colores se elevaron en las dos caras con un intenso tono escarlata.
-¡Padre! No debe
ser tan indiscreto- Refutó Mai también abochornada, con vergüenza ajena por el
par de jóvenes cuyas manos se preservaban sujetas.
-Pero hija... sabes
bien que ya solo me aguarda esa esperanza en ti y Takumi... me temo que...-
Satoru acalló sus impertinentes palabras al contemplar como la faz de Shizuru
se ensombrecía al escuchar aquello, claro que ella no podría jamás acunar en
sus brazos a un bebe y no amamantaría a sus hijos nunca, debido a que estaba
casada con otra mujer, infértil e incapaz de prodigarle en el futuro las risas
esperanzadoras de los niños en el jardín. Satoru se mordió los labios mientras
Takumi se apresuraba a abrazar a su hermana para darle consuelo, Akira volvía
la vista sobre Mai, que en su pecho estrechaba con fuerza el puño.
-No temas querido
hermano- Acarició Shizuru la mejilla de Takumi, cuyos ojos la contemplaban con
curiosidad. –Siempre puedo tener unos sobrinos hermosos... espero que se
parezcan mucho a los dos y que Mai también me preste a los suyos para
malcriarlos- La risa límpida de la bella de Tsu no tardó en avergonzar a todo
el grupo.
-“Oh... que dicha bendita tener una hija tan valiente”- Pensó Satoru observando a sus hijos con orgullo, el como se apoyaban
los unos en los otros, siempre una razón era el luchar por la dicha de todos,
ya que más daba si Akira no era la mujer más delicada del mundo, su hijo había
escogido esposa y la pareja no se vía tan mal, de hecho realmente tendría
nietos hermosos venidos de ese par. Por su parte, Mai tenía a Reito, un
prometido maravilloso que no se olvidaba de ella con presentes como aquel
exquisito collar, tenía mucha suerte... tan solo restaba poder alcanzar la
dicha de su pequeño tesoro rubí, Shizuru estaría libre de ese monstruo a como
diera lugar, o eso pensaba Satoru con renovada fe en su misión, ya hablaría con
Tomoe para continuar la siguiente parte del plan con ayuda de la señorita
Julieth.
El grupo continuó
su camino, por la gracia y elocuencia de Akira supieron y visitaron los lugares
que generaban riqueza a la familia Kruger, la primera parada ocupó los bastos
campos de Olivo, donde los agricultores comenzaban a labrar la tierra para
ofrecer los aceites naturales más exquisitos de la monarquía, tanto para el
alimento como para encender las antorchas de los candelabros, así como otro
tipo de hortalizas que la familia real entregaba a los pobladores para su
sostenimiento, dado que en Fukka no había mucho trabajo debido a que siglos
atrás había dejado de ser una parada turística para los grandes y ricos señores
de Windbloom. Después visitaron una fabrica metalúrgica donde los herreros
fabricaban armas para la capital y todas las fronteras del reino, ese era sin
lugar a dudas uno de los mejores negocios de los poderosos Kruger. Siguieron su
camino visitando zonas de confección donde las más finas telas eran producidas
y finalmente fueron llevados a las minas, del interior de la montaña extraían
metales preciosos, gemas de gran tamaño y metal, muy cerca había orfebres de
gran habilidad... Satoru miró con avaricia el trabajo de aquellos campesinos,
ahora entendía de donde había sacado tal cantidad de joyas y oro el lobuno, tan
fácil le era ofrecer una migaja de sus riquezas para comprar a su hija, el odio
volvía a llenar de encono al castaño que todo lo contemplaba monstruoso.
-Una gran porción
de los bienes obtenidos de la tierra, la confección, el aceite y todo cuanto la
familia Kruger produce, se redistribuye entre los pobladores de Fukka... es una
medida que mi Lord Takeru dispuso necesaria para mantener la paz y la seguridad
de nuestra gente- Explicaba la pelinegra con una sonrisa en los labios, mientras
observaban el trabajo de un anciano cuya hábil mano elaboraba una filigrana
perfecta en un collar, al cual se disponía a incrustarle un zafiro de gran
tamaño como dije. -Ya que durante la gran crisis de la pesca y la agricultura
en la época de las terribles heladas, por allá en los años de juventud de Lord
Takeru, muchas personas sufrieron una escases tal de alimentos, vestuario y
prácticamente la escasa economía del poblado colapso... la familia Kruger
ofreció cobijo en el castillo, pero nadie aceptó... así que Takeru-sama envió a
sus soldados a llevar provisiones y cuidar de la gente, todos ayudamos en lo
que mejor sabíamos hacer- Akira sabía de antemano que la helada de aquella
época no fue natural, recién había llegado al castillo y un Orphan azoló el
poblado sin que nadie pudiera detenerlo, en ese entonces el mayor de los Kruger
se marchó al bosque a enfrentarlo sin un solo soldado para apoyarle, les ordenó
a todos surtir las alacenas de su gente, prodigarles abrigo, arreglar sus
casas, hacer un toque de queda y protegerlos con la vida si era preciso, en
caso de que él fallara en sus esmeros Natsuki le haría frente al monstruo
contando con apenas once años de edad, nadie quería aquello... y por fortuna él
logró acabar con el Orphan, llegó malherido pero con una sonrisa de
satisfacción al encontrar el pueblo reestablecido, a la gente a salvo, con el
estomago lleno y bien abrigados, desde entonces eligió no retirar su ayuda a la
gente, dispuso todos los recursos a su alcance para montar las fabricas, hicieron
barcos más fuertes para pescar mar adentro en la única costa, en la punta
suroccidental de Fukka, básicamente hizo renacer de entre sus cenizas al
poblado.
-Ara, no sabía que
fueran tan magnánimos- Musitaba Shizuru de lo más encantada, ya que no conocía
a ningún noble que ocupara tan compasivo proceder.
-Verá mi Lady... la
gente de Fukka ha odiado a la familia real durante mucho tiempo, pese a todo
sus señorías jamás han retirado su protección, ahora mismo la Duquesa lucha por
mantenernos a salvo a todos... si me lo pregunta, Takeru-sama y Natsuki-sama
aman a su gente aunque el sentimiento no sea reciproco y pronto olviden su
gentileza, es así como debe ser el amor... incondicional- La Okuzaki hablaba
con admiración de sus amos, esos a los que había elegido por propia voluntad
pese a la imposición de su padre originalmente, ella había visto a Natsuki y
Takeru cuidar de la gente sobre sus heridas y no podía evitar admirarles por
ello.
-Así es joven
Akira-sama- Intervino la voz del anciano que concluía ya el collar que tan
hermosamente había esculpido. –Me temo que nuestros jóvenes no saben cuan mal
esta morder la mano del amo que gentil los alimenta, usted es aun muy joven
para saber cuantas más veces Lord Kruger ha arriesgado la vida por nuestro pueblo,
pero tantas veces han sido como canas blancas se ven en mi cabellera... los
ancianos no olvidamos y es por eso que no deseando importunarle, le diré que el
odio que se da sobre la familia Kruger se debe a sus antepasados y a las
leyendas malvadas que cuentan de sus antecesores... hombres viles que engañan a
jóvenes e inocentes damas, ermitaños egoístas que solo se preocupaban por su
propio bien y explotaban hasta el cansancio los gastados bolsillos de las
personas, es por ello que nadie cree ya en la bondad de mi Lord y su joven
alteza- El anciano negaba con la cabeza, delatando tristeza en su arrugada faz.
–Recuerdo, a un hombre que no mira a otros por encima del hombro, un caballero
que se presenta a la boda de un humilde servidor, lo llena de bendiciones y
obsequios que nadie ha pedido... un señor que aparece cuando una niña pequeña
esta enferma de forma incurable y con el toque de una flauta alivia sus
males... yo no sé de cosas extrañas o de la magia que pudo usar aquel día a
favor de un devoto sirviente que cada mañana le servía un poco de té... un
hombre así no puede ser entonces el monstruo que dicen que es...-
-¿Quién le ha
permitido hablar?- Satoru miró indignado al anciano que se notaba sucio por su
trabajo, si bien era hermoso no le daba derecho a intervenir en la conversación
de sus amos.
El más viejo sonrió
mientras Akira estaba ya dispuesta a discutir con su futuro suegro por tal
osadía, algo de modales le iba a enseñar, eso ni dudarlo. –Calma su señoría-
Volvió a insistir el anciano, más para la Okuzaki que para Satoru. –Existen
también hombres que desconocen su fortuna, la mayor riqueza de un hombre es su
familia y existen... los que no saben el valor de esto, mucho menos de la
cortesía- Los ojos azules y cansados del más mayor miraron sin reparo a Satoru,
quien ya lo ignoraba tomándolo por un viejo loco y atrevido.
-Continuemos con el
recorrido, debemos volver antes del almuerzo o madre se enfadará un poco-
Intervino raudo Takumi, a quien tampoco le gustó el comportamiento de su padre.
Se apresuró a guiar a Akira que todavía tenía las negras intensiones de
golpearlo, por su parte Satoru siguió su camino con la altivez propia de un
Lord de Tsu y Mai fue tras ellos.
-Disculpe por favor
tan... tan descarada grosería...- Shizuru se inclinaba abochornada a modo de
disculpas con el anciano.
-Oh... mi joven
doncella, no sienta pesar por mí... yo ya he tenido la suerte de conocer a la
bella esposa de su alteza, puedo morir feliz- El hombre se acariciaba los
cabellos que en antaño fueron rubios y sonreía contento. –Creo que ahora el
Duque es ciertamente el hombre más afortunado del mundo-
-Ara, ¿No es un
poco coqueto de su parte?- Pero Shizuru no hablaba con indignación, estaba
contenta porque el anciano la reconocía como la esposa de Natsuki y aunque
equivocado estaba al referirse a ella como un hombre, no lo hacía con maldad.
–En efecto mi espo... esposo tiene muchas riquezas- Ahora mismo veía la fuente
de la misma, era razonable que un hombre de tan escasos recursos opinara que
Natsuki fuera la persona más rica en todo el reino o del mundo mismo.
-Se equivoca mi
lady... yo me refiero a que él posee la suerte de compartir su vida con una
doncella que es tan hermosa por fuera como por dentro su corazón, no muchos
caballeros tienen tanta suerte, así que mi alegría se debe a que nuestro joven
Duque, quien se miraba tan triste y melancólico, ahora ya no pasara más
momentos de soledad, porque usted esta a su lado- La sonrisa más sincera nunca
antes vista por Shizuru mano de los labios del anciano, la castaña no evitó
sonrojarse ante este hecho.
-¡Abuelo! Esta
siendo inapropiado- De la parte trasera del pequeño almacén que componía el
lugar de trabajo del anciano, apareció una joven rubia con las mejillas
tiznadas, eran sin duda parientes, porque los mismos ojos hechos del azul del
cielo estaban a la vista bajo las tupidas pestañas rubias. –Disculpe usted a mi
insensato abuelo alteza, el olvida que es usted la esposa de nuestro
benefactor, además de una doncella de noble cuna-
-Si pudiera
solicitar algo en desagravio- Meditó la castaña, aunque de agravio ninguno,
pues el hombre mayor le había alegrado un poco más el día. –¿Puedo saber sus
nombres?-
-Ohh... disculpe
nuestra falta de modales...- A la joven rubia en traje de overol desgastado por
las labores de herrería, se le subieron los colores a las mejillas. –Yo me
llamó Erstin Ho y este es mi abuelo Christoff Ho- Hizo una venía esmerada
aunque no bien lograda debido a las pocas veces que debió hacerlo en su vida.
-Yo soy Shizuru
fu... Shizuru Di’Kruger- Corrigió pronto, notando que le encantaba pronunciarlo
de esa manera. –Y si me lo permitieran los dos, necesito un poco de ayuda en el
castillo con algunas esculturas desgastadas, por lo que veo Ho-san es hábil en
diversas artes y si pudiera prestarme su ayuda, estaría profundamente
agradecida, así como retribuiría con creces su labor- La bella de Tsu sonrió
amigablemente, logrando con tan poco que los dos rubios le observaran con aun
más admiración. –Este será un regalo para mi esposo... que tiene alta estima a
las esculturas de las que hablo-
-El honor sería
todo mío, sin embargo... ¿Puedo pedir que mi nieta vaya en mi lugar? Estoy algo viejo para recorrer la distancia,
pero ella es joven y tiene la misma habilidad que yo a pesar de su juventud-
Christoff encontró en ello la oportunidad para que la niña que relataba en sus
anteriores referencias, pudiera por su propia mano agradecer, el regalo de la
salud que le fue devuelto. –Esto claro, si su alteza esta de acuerdo-
Shizuru miró a
Erstin con calma. –Entonces ¿Me ayudará Ho-san?-
-¡Claro que si!- La
rubia no pudo esconder su alegría, para luego apenarse por su comportamiento,
lo cual amplió la cautivadora sonrisa de Shizuru, poniéndola en mayores
dificultades y ausentando su elocuencia. –Es... estar... estaré allí cuando el
sol baje sobre las montañas- Volvió a inclinarse la de ojos celestes.
-Siendo así...
enviaré un caballo y no admito negativas Erstin-san- La voz autoritaria pero
gentil de Shizuru le impidió el habla a la rubia, cuyo nombre había sido
pronunciado con tanta gentileza. Así los dos rubios vieron alejarse a la
castaña en un halo de gracia y delicadeza que contrastaba enormemente con el
burdo y áspero lugar que era una orfebrería.
El grupo terminó el
recorrido pasada la hora del almuerzo, Satoru rezongaba sobre lo enojada que
estaría su mujer, mientras Shizuru y Mai reían discretamente, el temor de su
padre por Mizue resultaba de lo más divertido y ahora que tenían edad para
entenderlo, comprendían que todo quería su padre, menos dormir en el sofá del
espacioso cuarto que los alojaba en el castillo. Todo era perfecto, el grupo
compartía sus pequeños y triviales asuntos, desde la emotiva clase de cocina
aprendida por Shizuru, los ánimos de Mai en la jardinería del castillo debido a
las curiosas y bellas flores que había nacido antes de la primavera, hasta la
intrincada lectura que había ocupado a Satoru durante la mañana, el como dar la
noticia a las mujeres sobre el compromiso adquirido por Takumi con Akira y la
imaginación de cómo sería la boda, que no definían todavía, el lugar que
resultara más apropiada.
En medio de
sonrisas sintieron la agitación de los caballos y el cesar del movimiento de la
carroza, tan abrupto que Mai y Satoru chocaron cabezas. Shizuru como siempre se
las arreglaba para no golpearse con nada, con tal parsimonia que los otros dos
se cuestionaban si ser tan refinada en un extremo tal, pudiera ser asunto de la
magia. Satoru, abrió la puerta indignado y sobándose la herida, pues no intuía
que su hija tuviera la cabeza tan dura. Al salir encontróse con Takumi
desenvainando la espada, así también Akira y el cochero, sin comprender los que
pasaba, su hijo se le acercó y le instó a sacar a las chicas del carruaje, se
volvió para extenderles la mano cuando sus ojos contemplaron lo que había
espantado hasta el estupor a los animales, al punto de que no pudiesen
coordinar un sentido concreto, todos jalaban en sentidos opuestos y por eso la
carroza no se movía, al momento simplemente relinchaban espantados en sus
posiciones con los tapa ojos habituales. Un oso era lo que espantaba los iris
granate, no uno cualquiera, resultaba ser uno del tamaño de dos pisos de
altura, con unas garras tan largas como espadas, una coraza en la cabeza y un
pelaje erizado, tanto como dagas, uno que se dirigía hacía ellos con largas
zancadas descendiendo vertiginosamente sobre la colina.
Capítulo 21
Silencio II
En medio de sonrisas sintieron la agitación de los
caballos y el cesar del movimiento de la carroza, tan abrupto que Mai y Satoru
chocaron cabezas. Shizuru como siempre se las arreglaba para no golpearse con
nada, con tal parsimonia que los otros dos se cuestionaban si ser tan refinada
en un extremo tal, pudiera ser asunto de la magia. Satoru, abrió la puerta
indignado y sobándose la herida, pues no intuía que su hija tuviera la cabeza
tan dura. Al salir encontróse con Takumi desenvainando la espada, así también
Akira y el cochero, sin comprender los que pasaba, su hijo se le acercó y le
instó a sacar a las chicas del carruaje, se volvió para extenderles la mano
cuando sus ojos contemplaron lo que había espantado hasta el estupor a los
animales, al punto de que no pudiesen coordinar un sentido concreto, todos
jalaban en sentidos opuestos y por eso la carroza no se movía, al momento
simplemente relinchaban espantados en sus posiciones con los tapa ojos
habituales. Un oso era lo que espantaba los iris granate, no uno cualquiera,
resultaba ser uno del tamaño de dos pisos de altura, con unas garras tan largas
como espadas, una coraza en la cabeza y un pelaje erizado, tanto como dagas,
uno que se dirigía hacía ellos con largas zancadas descendiendo
vertiginosamente sobre la colina.
Satoru reaccionó
para sujetar de los brazos a sus hijas y sacarlas fuera, mientras Akira y Takumi,
desataban a los caballos y los arrestaban a fuerzas junto con el cochero.
-¡Suban!- Gritó Akira sin dilación alguna. En semejante estado y con una mano
incapacitada, poco o nada podía hacer para defenderlas, lo sensato era huir al
galope, una vez tras las rejas del castillo, el escudo de la Diosa evitaría al
monstruo el paso y claro que los soldados podrían eliminar al monstruo con la
fuerza de sus cañones encantados. Lo preocupante resultaba ser ¿Cómo un Orphan
de semejantes dimensiones había llegado tan cerca del poblado? Acaso le había
pasado algo malo a Natsuki y Nina, ella iban a contenerlos, no podía haber
escapado a su vista uno de semejante tamaño.
-Pero... es
inapropiado para una dama cabalgar- Decía Mai sin entender ya que estaba dando
la espalda a la horrenda criatura.
-No sé hermana,
pero ahora la vida vale más que los modales- Decía Takumi, ayudándola a subir
en uno de los caballos, aunque quería con todas las fuerzas de su corazón
llevar a sus dos hermanas en su caballo, el peso lo ralentizaría y serían presa
fácil.
Por suerte o muy
mala suerte, los caballos las llevarían a paso de ‘alma que lleva el diablo’ de
lo espantados que estaban. –Procura llevar las riendas con firmeza, agítalas y
sostente a como de lugar- Instruía raudo una clase de equitación fugaz. –Pon
toda la fuerza para sujetarte en tus piernas... ¿si?- Mai seguía mirando sin
entender al mayor de los tres hermanos, pero al verlo tan angustiado se atrevió
a decir algo para calmarlo. –Reito me enseño hermano... he cabalgado con él en
Tsu-
-¿Qué?- Ahora
Satoru miraba con reproche a la chica, pero no había tiempo para reclamar.
Tampoco dio crédito a lo que veía sus ojos, cuando Shizuru montó en el caballo
como si llevará toda la vida sobre esos animales sudorosos, tenía que hablar
seriamente con sus hijas al respecto, la equitación le quita cierta virtud a
las mujeres y...
-¡Ya!- Una palmada
de Takumi en las traseras de los caballos y Satoru tuvo que pensar en sujetarse
bien para no terminar adornando la carretera.
No tardaron mucho
cuando Akira, el cochero y Takumi les alcanzaron, el castaño miraba atrás
queriendo pensar que el monstruo se había distraído con alguna otra cosa, y
vaya que lo hizo, de la carroza ya no quedaba ni el recuerdo y los perseguía
corriendo en cuatro patas que por su tamaño era una buena velocidad. Solo
entonces y tras mirar, tanto Mai como Shizuru comprendieron el peligro que
corrían, la castaña que galopaba sin problemas no se sorprendía del hecho, ya
que recordaba vagamente un ave de rapiña y lo que parecía un licántropo
sosteniendo una lucha sin cuartel y al parecer por ella... aunque por días
supuso que había vivido una pesadilla al despertarse en su cama, tenía una
seria laguna mental de su viaje a Fukka... pero Mai, que no se había enterado
tanto de que los hubo atacado ese funesto día, si que estaba espantada a más no
poder y no gritaba porque la voz no le acudía en medio del estupor.
Los corceles
galopaban como si el alma se les fuera en ello, pero los del chochero, Satoru,
Mai y Shizuru eran más lentos, Takumi y Akira maldecían no haberlas provisto de
los suyos, esos caballos eran para carrozas no de combate y carrera como
Simarron y Gennai, no tenían tiempo de hacer el cambio deseado, así que
ralentizaban un poco el galope de los suyos en caso de que tuvieran que dar
pelea. El Orphan ya les pisaba los talones y faltaba un buen trecho del camino
para llegar al castillo, entonces Akira decidió hacer su trabajo de guardiana a
pesar de todo, miró a Takumi con una sonrisa durante unos segundos, el chico pareció
sentir un piquete en el corazón, la miró instantáneamente con una aprensión más
fuerte en el pecho. La morena ya se había desechó del cabestrillo, eso no era
una buena señal, el castaño miró los ojos cristalinos a pesar del viento
agitando sus negros y largos cabellos, la mano de la dama se extendió para
tocar su mejilla ¿O era su cuello? En cuanto los dedos le alcanzaron en la base
del cuello, todo se hizo negro y no supo más de si mismo.
Akira le había
aplicado su llave secreta, lo había acomodado sobre la silla para que no cayera
en medio del galope y con una cinta, lo ató en un par de movimientos rápidos, _prácticamente ninjas_ dejándolo
completamente sujeto a Simarron, una vez logrado el cometido, la guerrera pegó
el brazo fracturado a su costado para entibiarlo y apagar el dolor que sentía,
iba a necesitar las dos manos para luchar. –Te amo...- Le susurro al
inconsciente chico, antes de tirar de su caballo hacía atrás con el animo de
enfrentar al monstruo, todo ante la mirada incrédula de los Fujino. -Simarron
¡Cuida de él!- Dijo sin mirar atrás.
La Okuzaki extrajo
un par de artefactos de su ropa, cabalgó contra el viento y de frente contra el
Orphan, calculó cada segundo con precisión antes de tirar de Gennai a un lado
con un saltó admirable sobre la garra delatara del oso, en un movimiento rápido
arrojo un par de Kunais al monstruo para atraer su atención, sin lograrlo a
pesar de clavarlas en su lomo, volvió atrás con su caballo en una extraña
persecución del monstruo a todo galope, sacó otro par de esperas negras de su
ropa y al lanzarlas una pantalla de humo se formó en derredor del Orphan,
desorientándole completamente.
La pelinegra
desenvainó su espada y acometió al galope contra el gran oso, Gennai dio un
saltó entre la humareda y los otros jinetes solo pudieron escuchar el cruce de
metales en medio de la oscuridad resultante por el humo, pero este comenzaba a
disolverse con el paso de los segundos. Satoru no podía creer el valor de la
chica, cualquier otra mujer hubiese huido, dejando a los demás a su suerte,
pero ella enfrentaba a la muerte asegurándose de que Takumi y los demás
estuvieran a salvo, pese a todo, no hizo nada, dejó a su caballo seguir la
dirección del portón que se miraba lejos pero más cerca que al principio de
aquella encrucijada, simplemente cerró los ojos avergonzado por su cobardía.
Shizuru, agitaba
las riendas de su caballo queriendo alcanzar el portón lo más rápido posible,
pero con unas razones muy diferentes, quería encontrar ayuda y volver con un
regimiento para salvar a su cuñada, si tan solo contara con la Naginata que le
regaló y enseñó a usar su abuelo, maldecía el haberla dejado en la apacible
Tsu, se sentía frustrada y sola... terriblemente sola, porque si Natsuki
yaciera a su lado, estaba segura que ella derrotaría al monstruo como lo hizo
aquel día en sus borrosos recuerdos.
Mai por su parte
vivía la misma sensación de impotencia, se aferraba al caballo como mejor
podía, aunque no con la maestría de su hermana menor, ya que las clases de
Reito no habían sido tan profundas ni frecuentes para que fuera tan hábil en
ello, pero se mantenía sobre el caballo por lo que pareciese alguna gracia
divina. Estaba asustada y temía por Akira, no podía dejar que la chica muriera,
no había encontrado el amor su querido hermano para perderlo de una manera tan
abrupta, pero ¿Que podía hacer ella? En medio del agitado galope y los tumbos
sobre su montura, soltó una de las riendas y apretó con fuerza el dije en su
cuello, no lo entendía pero todo lo que deseaba en ese momento, era encontrarse
con el rostro de la persona que produjo aquella lágrima mágica. –Por favor...
por favor... ayúdanos- Susurraba entre sollozos aferrándose a una extraña idea.
–Quiero... quiero verte aunque sea una última vez-
Atrás, ya muy lejos
se escuchó un lamento gutural y uno femenino. Era desgarrador, al volver la
vista todos observaron a la criatura golpear la tierra, revolcarse tal vez con
lo que se antojaba una daga clavada en un ojo, a bastantes metros se notaba una
figura tirada en el piso, mientras el semental negro llamado Gennai relinchaba
amenazando al Orphan, algo antinatural, pero cierto era que el instinto animal
protege a sus queridos amos, aquellos que los tratan con ternura y les proveen
del sustento, les hablan y miman como si fueran personas. El Orphan no tardó en
golpear al caballo y lanzarlo lejos, sin embargo, tuerto como estaba no veía ya
a la persona causante de sus heridas, pese a que Akira estaba inconsciente a
unos escasos metros de él. El silencio fue lo que le salvó de acabar empalada,
cuando el gigantesco y horripilante oso volvió a correr en cuatro patas con la
dirección de los otros jinetes.
Al ver renovados
sus deseos asesinos sobre ellos, Satoru apresuró a su hijas. –¡Rápido!- Pero
Shizuru se las apañaba mejor que bien, Takumi estaba amarrado a Simarron y el
caballo conocía perfectamente el camino a casa, la rezagada era Mai que se
sujetaba con los dos brazos a la montura. –¡Agita las riendas hija!- Le
ordenaba el Satoru más que angustiado pero incapaz de ralentizar su caballo.
La obediencia puede
ser una virtud muy atesorada por los padres cuando se trata de sus hijos, pero
ese día Satoru lamentó haber dado tales instrucciones a su Mai, pues en cuanto
levantó el torso del lomo de su jamelgo para sujetar la rienda, el exhausto
animal relincho para librarse la carga que lo había estado ‘estrangulando’ todo
el camino, el cuerpo de Mai fue lanzado hacia atrás y esta cayó de espaldas
contra el pasto golpeando su cabeza, el caballo siguió su camino desorientado y
se perdió en la arboleda más cercana.
Shizuru fue la
primera en reaccionar, detuvo a su caballo con un movimiento firme, con fuerza
le dio la vuelta y lo guió hacia atrás pese a la resistencia temerosa del
animal, dado que el Orphan continuaba corriendo en su dirección y no resultaba
un panorama halagüeño. El caballo volvió a correr aun contra su voluntad, la
castaña tenía un dominio misterioso sobre las criaturas, tal vez eran sus ojos
rubí o ese halo de poder que siempre la rodeaba, aquello que fuera fuente de
todo, era lo que le permitía volver sobre sus pasos para ir en el auxilio de su
hermana. Satoru renuente por el miedo no detuvo su galope alegando mentalmente
que ‘alguien’ tenía que dar aviso a los guardias y también temía que el caballo
de su hijo se hubiere desbocado, ‘alguien’ tenía que detener su trote. Pero en
cuanto Simarron logró atravesar el portón del castillo, se detuvo frente a la
entrada. Los guardias que atisbaron las circunstancias se apresuraron a
desatarlo y llevarlo dentro, los otros subieron a sus caballos saliendo del
portón una escuadra completa de soldados, luciendo sus brillantes armaduras. Al
mismo tiempo se vio un brillo intenso manar de una ventana, un lobo de gran
tamaño rompió los cristales de la habitación del Duque, dando un salto de bastantes
metros, el ser con pelaje negro aterrizó en el camino empedrado y no tardó en
alcanzar a los jinetes, pasarlos e incluso ganarles un buen palmo.
Sin embargo a
varios metros de alcanzar su objetivo, Shizuru noto que el caballo se resistió
a obedecerle más y comenzó a relinchar, algo a lo que el animal tenía tal vez
mayor respeto estaba cerca. La Fujino supo que no podía contar con él por más
tiempo, así que bajó de su montura y apresuró sus pasos corriendo sobre la
hierva, en cuanto llegó junto a Mai, la envolvió en sus brazos, la puso a
cubierto en su espalda y enfrentó con solo su humanidad al monstruo frente a
ella. Los rubíes miraron sin temor al Orphan que se alzaba gigantesco en dos
patas, tal vez estaba loca, pensaría el Oso al ver una sonrisa en los labios de
la dama. –“Natsuki... ne... no pude darte
mayo... como lo siento”- ¡No le temía! Una simple mujer no le temía,
crispados los ánimos, la garfa bajó con toda su fuerza, mientras la castaña
cerraba tranquilamente los ojos.
Takeru en su forma
de lobo maldijo a todos y cada uno de sus ancestros, sin detenerse, los zafiros
que eran sus ojos animalescos se cerraron frustrados, ¿Qué le diría a su hija?
Los soldados enfadados e impotentes controlaron los temores de sus caballos,
Satoru miró atrás horrorizado. –¡Shizuru! ¡Mai!- Dos hijas había perdido en
aquellas inhóspitas tierras de nadie...
El sonido de
estruendo hizo temblar la tierra y aunque todos buscaban contener al Orphan tan
próximo a las murallas del castillo, aun si mataban al monstruo no habría
ningún sabor de victoria, todo lo contrario. Los hombres cabalgaban enfadados,
el lobo corría con un profundo dolor en sus heridas, pero más amargura sentía
al haber fallado a su promesa de proteger a Shizuru.
Nadie quería mirar,
nadie quería llegar para ver los cuerpos de las dos mujeres que con el tiempo
se habían ganado el aprecio y la admiración de todos en el castillo. Nadie notó
que el gran oso continuaba rasgando la tierra a golpes ¿No le bastaba haberlas
matado? ¿Esperaba no dejar ni los despojos de las jovencitas? Entonces Takeru
levantó la vista sobre las afiladas espadas que fueran las extremidades del
Orphan, no había sangre...
-¡Están vivas!
¡Apurad el paso!- Una voz grave y misteriosa emergió de las fauces del lobo
negro y aunque muchos no entendieron a que se refería, agitaron y animaron a
sus caballos para correr a todo lo que dieran sus cuatro patas, entonces
pudieron comprenderlo después con sus propios ojos.
El polvo que se
elevaba hacia el cielo se dispersaba con el viento, en el suelo lo que parecía
una esfera translucida anclada en la tierra, soportaba los golpes de las garras
gigantescas del oso. En el interior de aquel extraño escudo, de rodillas y con
el sudor bajando por la delicada barbilla, se miraba una Shizuru con una
expresión agotada y dolorida, cuyas finas manos se elevaban sosteniendo un
objeto invisible, entendieron todos sin duda, que el faro que era la bella de
Tsu, tenía una increíble aura espiritual capaz de materializarse.
Los segundos
pasaban entre una y otra acometida del Orphan, la distancia se acortaba entre
los combatientes, cuando la fuerza de Shizuru se agotaba y la esfera se tarjaba
como un huevo fisurado. Entonces un rayo de luz partió el cielo en dos, los
hombres se detuvieron, incluso el lobo se abstuvo de una zancada más.
Shizuru bajó las
manos mientras un hilo de sangre bajaba por su nariz, lo veía todo borroso y
respirar se antojaba un trabajo absolutamente agotador. Los orbes de rubí
enfocaron para saber que pasaba, pues no le cubría ya el escudo que su ansia de
vida produjo para ella en el ultimo momento, la castaña de Tsu conocía los
secretos de sus habilidades hacía mucho tiempo, curar animales heridos, crear o
fabricar cosas con la imaginación, pero nada resultaban aquellos juegos infantiles
comparados con lo que había hecho para salvaguardar a su querida hermana.
Cuando al fin pudo
enfocar con sus cansados ojos rubí, notó frente a ella, a escasos pasos, a una
alta y delgada mujer oponiendo fácil resistencia al monstruo, de hecho no parecía
costarle ni un poco de esfuerzo ¿Quién era? Estaba segura que no su Natsuki. La
joven vestía además muy extrañamente, no como toda la gente de Fukka que
conocía, tal vez ¿Era originaría de Argos? La observo en silencio, en la cabeza
mechones erizados, cuyos largos cabellos negros estaban envueltos por una tela
hecha de hilos de oro y caía sobre una espalda apenas cubierta por líneas
cruzadas de seda negra, tenía una delicada cintura, cadera proporcionada y
cubierta por unos pantalones embobados a la altura de las rodillas, contaba con
amarras hechas en oro y plata a lo largo del pantalón, notaba también en sus
brazos, cintura y botas las mismas joyas encantadas que su Natsuki portaba
habitualmente, pero lo más impresionante de todo, resultaba ser que la joven
sostenía entre sus manos una espada mandoble de color negro, con inscripciones
doradas en la hoja... la espada de enormes proporciones se miraba muy pesada,
pero la chica la sostenía como si de una pluma se tratara mientras la oponía a
las garras del enorme oso.
Con un altivó
movimiento la desconocida doncella mutiló las filosas garras de la criatura,
estas habían cedido como la mantequilla ante un tibio cuchillo. El gruñido
lastimero del monstruo y Shizuru se movió hacía atrás unos pasos, cubrió con su
cuerpo el de Mai, esperaba que los filos cercenados lastimaran su piel, pero al
mirar sobre su espalda, los filosos miembros del monstruo levitaban sin hacerle
ningún daño. La mujer le miró de soslayo con una sonrisa en los labios y unos
brillantes ojos dorados, que no parecían para nada naturales, de hecho le
parecía percibir un brillo misterioso en la piel de esa mujer. El oso intentó
embestirlas con su masa dada la ausencia de sus patas delanteras, pero la chica
sin siquiera mirarlo levantó con una mano la enorme espada, interponiendo la
hoja como una muralla y así el Orphan rebotó contra la pared invisible que
despedía el artilugio mágico. –Si... me disculpa- Dijo con voz suave y neutra,
la chica volvió su atención delante, uso la muralla para repeler al enorme Oso,
empujándolo muchos metros delante.
Shizuru la
contempló correr arrastrando la punta de su espada sobre la hierba, de este
modo chispas mágicas encendían fuego en la tierra y al levantarla, agitando la
hoja contra la nada, un mortal filo dorado se deslizó sobre la tierra y el
aire, entonces el Orphan gruño y segundos después se partió en dos mitades...
se hizo el silencio con los brillos verdes que comenzó a despedir hacía el
cielo, evaporando cualquier rastro de haber existido, ya solo eran testigos de
la batalla, las manchas, pisadas y destrozos.
-¿Quién eres?-
Cuestionó Shizuru, olvidando por mucho sus modales. –Err... quiero decir,
gracias por su ayuda... pero... deseo saber el nombre de la persona que me ha
salvado a mí y a mi querida hermana-
La joven enfundó la
enorme espada en la funda mágica que no se veía pero estaba en su espalda. Los
ojos dorados se cruzaron con los de Shizuru, pero una sonrisa se alojó en los
finos labios de la chica. –Yo me llamó Mikoto... y soy la diosa guardiana de
Fukka-
Shizuru no daba
crédito a lo que escuchaba. ¿Una diosa? Sin embargo al notar el silencio de los
restantes guardianes del castillo, al mirar en derredor, notó que todos los
soldados estaban postrados con la cabeza hasta el suelo, un enorme lobo hacía
una venía como bien pudiera hacerlo un animal de ese tipo y porque no decir que
hasta los caballo había alzado una pata, estirado la otra y bajado sus cabezas.
¡Incluso los animales le reverenciaban! Shizuru miró el suelo, se arrodilló
y...
-No tienes que
postrarte como ellos... Natsuki tampoco me rinde esa pleitesía y ya que eres su
esposa, creo que te obsequiaré el mismo derecho- Mikoto la miraba comprensiva,
pero se adelantó un poco más cerca de la pelirroja inconsciente. -¿Puedo?-
Solicitaba permiso para mirar a Mai ¿Un dios solicitando permiso? –He visto
como la defendías del Orphan, si pensarás que voy a herirla, seguramente no te
importaría el que yo fuera una deidad, me enfrentarías nuevamente...- Se sirvió
explicar la de cabellos erizados ante una sorprendida Shizuru ¿Acaso leía la
mente también?
Mikoto puso una
rodilla en la tierra, inclinándose para verificar el estado de Mai, allí donde
tocara la diosa la vida comenzaba a florecer, flores muy hermosas se alzaban
como una abollonada cama para que la dama dormida reposara. Todo pasaba ante la
vista sorprendida de los guerreros y hasta del mismo Takeru cuyos ojos
zafirinos dudaban de estar viendo un espejismo o una ilusión, en siglos de
batallas contra esos horripilantes seres, muchos murieron, pero el dios gato
nunca acudió en su auxilio, así habían perdido a la decima bestia en batalla, a
su tío abuelo Keita Kruger, casi cuarenta años atrás. La diosa acarició la
mejilla de Mai con una ternura solo contemplada por Shizuru, luego deslizó sus
dedos, posando dos en la frente de la mayor de las hermanas, un brilló manó de
la punta de sus dedos y se traslado sobre el cuerpo de Mai, como si se tratara
de una tierra fértil sedienta se agua, la joven absorbió la luz hasta volver a
su estado normal. –Vivirá muchos años, tendrá hijos sanos, será prospera y muy
dichosa... ese es mi regalo para ella- Musitó Mikoto con voz grave y
ligeramente triste, antes de ponerse de pie. –Pero...- La diosa volvió la vista
sobre Takeru. –La familia Fujino ya no puede quedarse por más tiempo en Fukka,
aquí corren un grave peligro... “y son
fuente de peligro”- Esto último solo pudo oírlo en su mente el lobuno, cuya
negra cabeza de lobo asintió con sumisión. –¿Comprende lo imperioso de esta
necesidad Fujino-san? Si ellos no se marchan... estarán expuestos a estos y
muchos más peligros- La ojirubí asintió con pesar, no evitando mirar a su
durmiente hermana.
-No quiero sentir
esta angustia otra vez... no sé cuantas veces pueda protegerla-
-Yo he violado
muchas reglas que nos rigen este día... no puedo hacerlo más veces sin causar
un gran mal con ello- Añadió Mikoto con pesar. –Solo su ruego me trajo aquí,
pero no puedo permitir que más desgracias se ocasionen por mis descuidos... “o egoísmos”- Pensó.
-Entiendo
Kami-sama- Shizuru comprendía que aquello había superado cualquier cosa vista
antes, un dios manifestándose tan abiertamente no sería de lo más común, ni
adecuado, si algo había aprendido de los espíritus que desde niña veía, es que
las leyes del mundo, están allí por una razón...
-Pero antes de
marcharme... hay algo que debo decirle...- Una mano le fue tendida a Shizuru,
quien no dudó en aceptarla para ponerse de pie. –Fujino-san... yo veo dos
destinos en su haber, inscritos están en sus ojos y sus manos, con una pulida
letra como fuerte es su poder espiritual...- Mikoto tomaba la otra muñeca de la
castaña y elevaba las dos palmas hacía la luz del sol. –Uno esta maldito y
desgraciado, se teje peligrosamente a su alrededor, porque siempre los
corazones puros son más susceptibles que otros, de la contaminación del mundo
que los rodea... usted es una flor rodeada de muchas enredaderas y espinas,
silenciosas y cercanas siempre la envuelven... pueden llegar a asfixiarla y
marchitar la bondad que hay en su corazón, solo entonces no podrá ayudar a
Natsuki... será desdichada en verdad, a pesar de que otra persona llegara a su
vida solo para ocupar un espacio vacío, este se cubrirá apenas
superficialmente- Los ojos dorados la miraban con preocupación y tristeza,
soltó entonces la mano izquierda de la castaña. –Sin embargo, si usted puede
diferenciar la luz de la oscuridad y alzarse tan poderosa como es ante esas
hiedras venenosas que la rodean, entonces yo la llenaré de bendiciones, le daré
aquello que es lo que más ansía... la obsequiaré de todo aquello que no alcanza
a imaginar, podrá ver al fin el mundo con ojos diferentes, ver más allá de las
apariencias... pero, uno u otro sino, será construido por sus decisiones...-
Mikoto soltó la otra mano de Shizuru, elevó sus dedos a la altura de la mejilla
de la castaña. –Aun un dios, no puede alterar las decisiones de los mortales...
pero yo voy orar a mi madre, por su dicha, ya que una madre siempre escucha-
Sonrió gentilmente antes de mirar como los ojos lila se abrían y le observaban
sorprendidos. –Mi Amaterasu siempre escucha- Fue lo ultimo que se escuchó
mientras la figura se disolvía en una estela de brillos dorados.
Como una lluvia de
haces luminosos, todos sintieron regenerarse de cualquier mal o agotamiento, a
Shizuru ya no le dolía tan insoportablemente la cabeza, Takeru sentía sus
heridas sanar, sus costillas volver a su lugar... bajo los pies de todos un
claro mar de flores creció dejando atrás toda memoria de la batalla, todos
admiraron maravillados los dones de la deidad e incrementaron sus rezos de
agradecimiento. Los allí reunidos volvieron la vista en la lejanía, al escuchar
el sonido de los cascos de un caballo, vieron entonces una Akira totalmente
repuesta que venían a su encuentro.
-Volvamos a casa...
nos espera un gran banquete, al que todos están invitados- La voz natural de
Takeru vino desde sitio donde antes estuvo el lobo negro. Shizuru no pasó por
alto ese detalle, algunos soldados prescindieron de sus caballos para
ofrecerlos a sus majestades volviendo ellos a pie hasta el castillo, que no se
encontraba tan lejos. Shizuru montó junto a Takeru, pero suegro y nuera no
dijeron nada al respecto de los hechos acontecidos, ni él preguntó sobre el
escudo espiritual, ni ella sobre su curiosa forma de lobo negro, ya nada de las
cosas misteriosas y mágicas que pasaban en Fukka lograban sorprender a ninguno
de los dos. Akira le ofreció transporte a Mai y así todos marcharon al castillo
para devorar a buen gusto la deliciosa comida de las abuelas.
.
.
.
Días de reflexión llevaron
a la castaña a apartarse de sus seres queridos, la diosa le había regalado un
mensaje, uno que no podía olvidar u obviar... estaba profundamente confundida,
siempre había pensado que el futuro si bien estaba tejido por casualidades del
destino, también se alteraba ante las decisiones que tomaran las personas a lo
largo de su vida, afectando no solo su propio sino, si no también el de los
demás. Pero ¿Qué erróneas decisiones podría tomar para causar su propia
desgracia? No quería ni por asomo que el siniestro destino atisbado por la
deidad, acaeciese sobre ella, pero no encontraba en sus memorias, ni en sus
intuiciones algo que pudiera ocasionar tales fatalidades.
Sentada como
estaba, escuchó los silenciosos pasos de un par de tacones de bota desde su
espalda, que por lo singular del sonido, supo de quien se trataba. –¿Ojou-sama?
¿No tiene previsto despedirse de su familia?- Le vino sin sorpresa la voz aguda
de su sirviente.
Shizuru bajó la
mirada sobre sus zapatos, que colgaban a pocos metros de la tierra, estando
ella sentada sobre el borde mármolino de una de las altas esculturas con la
forma de un lobo, era curioso, pero la enorme figura hecha de un blanco
brillante cual porcelana, le brindaba paz y comodidad. –No... alguien me dijo
que es de mala suerte despedirse, uno solo se despide el día que no volverá a
ver a alguien y yo pretendo ir de visita a Tsu junto a Natsuki para la boda de
mis hermanos... así que no voy a despedirme de ellos- La Fujino pensaba, que si
para un trabajo tan peligroso como el que desempeñaba Natsuki, aquel agüero
había funcionado durante generaciones, entonces algo de verdad tendría aquel
pequeño ritual.
-Alguien también me
dijo, que el azar es incierto y no sabe uno cuando puede perder a una persona
amada, por eso se debe vivir cada momento como si fuera el último y despedirse
cada vez que sea posible- Musitó Tomoe mirando a su joven ama, ante los ojos
turquesa se mostró un fino rostro plagado de los recuerdos recientes... Shizuru
no lo admitiría ni diría en voz alta, pero el sentimiento de perdida atisbado
en cuanto Mai cayó del caballo, le había herido profundamente, temió como todos
no llegar junto a ella en el momento preciso, y ¿Sí no lo hubiera hecho? ¿Si no
hubiera llegado a tiempo para guardarla en su escudo? Entonces ella no estaría
ya a su lado y jamás hubiese podido decirle cuanto la quiere, cuan importante
es para ella.
En cuanto
Margueritte le dio la espalda para volver dentro, escuchó las botas de la
castaña caminar tras ella y una sonrisa se escondió en sus cabellos verdosos.
Recordaba sus largas conversaciones con la señorita Julieth, al principio no
creyó mucho en la idea de recibir consejo de una vulgar bailarina exótica, pero
todo cuanto había expresado la pelirroja, resultaba de lo más certero.
Nao limaba sus uñas tranquilamente, dispuesta en una
silla de acojinado rojo escarlata, la madera estaba exquisitamente tallada al
puro estilo barroco y a ratos sorbía de su copa sobre la mesita a su lado, todo
mientras la observaba con esos felinos ojos verdes. –El corazón de la dulce
Shizuru es taaan frágil, para alguien que no ha vivido ni la más mínima
variedad del amor, el romance, o la pasión, muchas cosas son deslumbrantes... y
créeme, Natsuki puede deslumbrar bastante a pesar de su fealdad... su técnica
de seducción, es naturalmente refinada... ella le brindará compañía, protección, riqueza, ternura, pasión y sobre todas las
cosas, la hará sentir la persona más
amada del mundo- Afirmaba con una mueca de molestia. –Puede llegar a ser
incluso cursi- Negaba con la cabeza hastiada, casi como acabando de proferir un
insulto. –Pero entiende pequeña Tomoe, todo eso es un engaño y debes dejárselo
ver a Shizuru... que todo cuanto es Natsuki Kruger, es una mentira-
La de cabellos disparejos no había pensado en ello, ¿Qué
hacía que su ama hablara con tanta devoción de esa horrenda mujer? ¿Cómo era
posible que su encanto y belleza fuera burlada por una criatura que ocultara
una horrenda faz bajo su máscara de plata? Estaba claro para Tomoe que solo la
figura atlética de su rival resultaba un verdadero reto, sin embargo, ello era
insignificante comparado con otras cosas, como las que exponía Nao en ese
momento, de hecho toda mujer criada en Tsu, buscaría aquellas cosas en un
esposo... cualquier mujer de Tsu obviaría el aspecto físico de la Duquesa solo
por ostentar el beneficio de sus riquezas. Pero ella sabía que Shizuru no era
esa clase de mujer, ella daba más importancia a las otras virtudes enunciadas
por la bailarina. -¿Cómo puedo competir con eso Nao-sama?-
Nao sonrió, ¿Sama?, vaya que se había ganado el respeto
de la chica. –Verás, a tu suerte cuentas con mucha ayuda... compañía, esa
virtud propia del matrimonio y de la que tanto se vanaglorian los monjes de
Argos para auspiciar una boda, pero resultan puras pamplinas. Natsuki es una
mujer muy ocupada, alguien que tiene que salir frecuentemente del castillo a
causa de nuestros Slaves, ella comete un grave error al poner por encima de su
esposa, los deberes que tiene a cuestas desde su nacimiento... Natsuki solo
existe para proteger y ello le será fuente de toda ruina... ya que ahora mismo
su esposa siente una profunda soledad en su ausencia, una que nosotros
prolongaremos lo máximo posible... así que tendrás dos meses para tu cometido.
Lord Nagi ha dispuesto sus Maestros en la tarea, trampas y tretas, nuestros
aliados alejan más y más a Kruger del castillo, esperamos dejar viuda a
Fujino-san, pero se bien cuan difícil es Natsuki para estas cosas, así que solo
podemos darte tiempo- Levantó los hombros con fingido desinterés, en el fondo
Nao no quería matarla, porque la muerte tal vez sería demasiado piadosa, para
las personas que asesinaron a su madre de aquella forma tan horripilante.
Nao volvió la vista sobre su copa, dejó la lima a un lado
y bebió por completo el contenido etílico en el vaso de cristal, la verdad es
que sintió sus ojos arder como preámbulo del llanto, pero solo por orgullo se
negó a derramar más lágrimas... solo podría llorar tranquilamente la muerte de
su madre, el día que vengara su muerte. –La soledad y la protección no van de
la mano Margueritte-san, esto es como un juego de dominó, uno por uno caerán
sin reparo en cuanto flaquee el primero... hemos previsto ya que Shizuru no se
sienta segura, ni siquiera dentro del castillo, pero para ello aguardaremos
pacientemente a que salga de él, aun si nos tardamos... ella se dará cuenta que
Natsuki no esta ahí para protegerla-
-¿A que se refiere?- Algo de eso no le gustaba, ¿Acaso
insinuaba algún tipo de peligro sobre su castaña amada?
-No le daré más detalles Margueritte, no quiero que
sobreproteja a la dama y eche por tierra nuestros esmeros... solo le queda
confiar en Nagi, como yo lo hago- Confianza, una extraña palabra venida de
alguien que como Nao no confiaba ni en su propia sombra, pero claro... estas
mentiras dichas en voz alta lograron convencer a Tomoe. –Nada lastimará a
Shizuru, si es lo que teme... solo le vamos a dar un buen susto-
-¿Me da su palabra?- Insistió una temerosa Tomoe.
-Te doy mi palabra- Decía Nao mientras cruzaba las
piernas coquetamente, lo suficiente para atraer la mirada de su interlocutora y
que esta no viera como hacía cruces con los dedos de su mano... ¿Dar su
palabra? La había dado una vez a la persona equivocada y todo cuanto recibió a
cambio, fue la traición de la mujer que amaba. Nao desvió nuevamente la mirada,
estaba molesta consigo misma ¿Por qué volvía a pensar tanto en ella? No se
merecía ni el más ínfimo de sus pensamientos. Así que se apresuró a continuar
sus instrucciones. –Tomoe debe escuchar atentamente todo cuanto dice, prestar
mucha atención cuando se trate de su rival, porque todas y cada una de las
cosas que su ama diga sobre esa mujer del demonio, debe romperlas en pedazos...
sembrar una duda es ante todo, la mejor practica que puedo enseñarte a
realizar... después, incrementaremos su soledad, allí donde no pueda aferrarse
a nada más que a ti, tu sigue sirviendo su vaso del te quimérico de Artai y
pronto, Shizuru Fujino estará servida en bandeja de plata para ti-
El tiempo para que
llevaran a cabo la última parte del plan urdido por la peligrosa araña que
fuera Julieth, estaba ya por cumplirse, por eso sonreía tan alegremente
mientras Shizuru se adentraba en el castillo, esperando poder despedirse de su
familia. Desde un agüero, una rosa ausente en un jarrón, todo cuanto le
recordara a Natsuki, era vilmente desaparecido por la mujer de ojos turquesa, y
aunque Tomoe se preguntaba como es que mágicamente cada mañana al despertar y
hacerlo antes que su ama, siempre encontraba esas estúpidas violetas, rosas, y toda
esa parafernalia de flores en aquel miserable jarrón, sin dudas, ni preguntas,
arrojaba la planta por la ventana, justo antes de preparar la tina para su ama.
Claro que lo
notaba, como se ensombrecían los ojos de Shizuru al ver el jarrón vacío, como
sin encontrar el collar de rubí entre sus cosas, después de preguntar un par de
veces si lo había visto, tras hacer que la servidumbre lo buscara en cada
rincón del palacio, había desistido sin siquiera imaginar que guardaba la joya
en su bolsillo. Incluso había dejado de asistir a la sección occidental del
castillo, simplemente por la sensación de soledad que le prodigaba ir allí sin
la compañía de nadie y teniendo en cuenta que nadie más podía acudir al lugar.
Tantos insignificantes detalles, todos esmerados para hacer que la bella de Tsu
llenase de amargura el recuerdo de su esposa y se sintiera olvidada por ella.
-Ya pronto mi amor,
ya pronto seré yo quien ocupe todos tus pensamientos... seré yo quien ocupe el
lugar vacío que ha dejado esa horrorosa criatura- Musitó en voz baja para si
misma, antes de alcanzar a su ama en el pasillo que daba al salón.
Allí se encontró
con una castaña abrazando a sus familiares, sobretodo a Mai, a quien casi
pierde aquel día la semana anterior. Satoru alegaba sobre su profundo pesar.
–Dejar a mi niña en este sitio tan agreste... ¿Qué clase de padre sería?
Observad nada más el peligro que corrimos ese funesto día, que no me hablen de
estupideces y diosas, esa cosa ¡Casi asesina a mis hijas!- Tomoe admiró la
buena actuación de Satoru, no era para tanto ¿Verdad? Julieth juro por lo más
sagrado, que todo fue perfectamente calculado, una pantomima para asustar a las
doncellas y obligar que se fueran de allí.
Mizue se miraba
también descompuesto y Kaede preocupada, las dos habían contemplado la
horripilante ave en su llegada a Fukka, pero vieron en acción a los soldados,
Takeru y Natsuki, ello les dio tranquilidad, fueran forajidos, monstruos o ve
tu a saber que más, ellos evitarían todo perjuicio a sus seres queridos... sin
embargo, ver el estado en que llegó Takeru, la premura con la que se marchó
Natsuki.. de la que no sabían nada desde hacía casi dos meses y por si fuera
poco, el ataque del oso gigante a las puertas del castillo, todo ello había
mellado considerablemente esa sensación de seguridad, ahora les pesaba dejar
sola a la menor.
-Hicieron una
promesa, he de recordarles- Takeru bajaba por las escaleras, el haría cumplir
la voluntad de la diosa, aun si tuviera que echar a patas a sus consuegros. –De
hecho han tardado más de lo acordado, después de la boda, fue lo que
prometieron... han pasado casi cuatro meses desde entonces, no puede prosperar
un matrimonio con la presencia de los padres de la doncella, no podrá madurar y
convertirse en la esposa que se espera de ella- El lobuno no pretendía herir,
pero no conocía mejores palabras para expresar que él también estaba angustiado
por la seguridad de todos, su estado les había dejado indefensos y no previno
el ataque cuando quiso hacer entrega de sus títulos a Shizuru, para hacerla
parte del legado de los Kruger.
-¿Acaso puedes tú
jurar que nada va a pasarle a mi hija en cuanto abandonemos este lugar?- Se
mostró altivo Satoru, aun si el lobuno le ganaba dos cabezas, estaba
embalentonado en presencia de su familia.
-Es más fácil
proteger a una doncella, que a toda una familia...- Afirmó lo práctico Takeru,
pero ello fue un error, acababa de afirmar que su Shizuru en efecto estaba
expuesta a algún peligro, con semejante noticia Mizue cayó sentada y pálida en
un sillón. El duque maldijo su imprudencia, ese Satoru lo estaba haciendo
hablar demás, pero ya que... si había sido imprudente, cualquier medio era
razonable para al fin de verlos a todos en Tsu y a salvo. –Por otra parte,
ahora Shizuru Di’Kruger... es miembro de nuestra familia y por lo que falta del
año debe ejercer como legitima esposa de mi hija, tal labor no puede hacerse si
la enviamos a Tsu con ustedes, pero puedo prometerles que estará escoltada
durante todo este tiempo, primero por mí, luego por mi hija cuando retorne-
-Si me permitiesen
hablar...- Shizuru intervenía en la conversación. –Estaré bien dentro del
castillo, acepto la escolta en cuanto tenga que salir a los jardines o fuera
del castillo y solo por diligencias urgentes, yo cumpliré mi palabra y esperaré
por Natsuki durante un año, si entonces ella no ha regresado, comprenderé
que...- La castaña desvió la mirada sintiendo aprensión en su pecho ¿Aceptar
que si es el caso ella habrá muerto? No, no podía pero... algo de eso tenía que
justificar ante los demás. –Volveré a casa- Sin atreverse a decir esas
palabras. –De lo contrario, yo seré esposa de Natsuki hasta que ella lo decida
o cualquiera de las dos deje este mundo- Takeru admiró esperanzado a la dama,
acaso ¿Eso significaba que el sentimiento por el que tanto esperaban, había
nacido ya en el dulce corazón de Shizuru? Nadie la obligaba a ser la esposa de
Natsuki más allá del año.
-¡Ja! ¿Y quién dice
que ha de volver con semejantes peligros allí fuera?- El castaño de ojos rubí
no daba crédito a lo que escuchaba, ¿Tanta era la lealtad de su hija? Fuere lo
que fuere, no iba alimentar vanas esperanzas, casi ni salvan el propio cuello
de no ser por una supuesta diosa, ¿Que iba a hacer Natsuki en el bosque
infestado de monstruos como ese?
-Mi hija ha
aprendido a luchar durante toda su vida, me supera en muchas cosas... créame
cuando les aseguro que de todos nosotros, ella tiene muchas más razones para
volver- Takeru le dedicó una significativa mirada a la castaña, luego habló con
aun más firmeza. –Acordado todo, pueden partir a su hogar... serán escoltados
personalmente por Sergei y una cuadrilla completa de nuestros mejores hombres,
de ese modo nada se interpondrá en su camino- Lo que no sabía el lobuno, es que
a nadie interesaba impedir la partida de la familia Fujino.
Con todo dispuesto,
los carruajes listos, regalos y viandas para el largo viaje de tres días de
vuelta a Tsu, estaban allí todos los miembros de la familia despidiéndose entre
abrazos y algunas escurridizas lágrimas, Takeru observaba distante las muestras
de afecto. Akira y Takumi se miraban sonrojados prodigándose un beso, al
parecer el inconveniente por los actos que realizó la muchacha para mantener a
salvo a su amado, habían sido saldados en la privacidad de alguna parte del
castillo. Mizue abrazaba a Shizuru y no tenía muchos ánimos de soltarla, luego
Mai que miraba de forma diferente a la castaña, tal vez comprendiendo que si
bien nunca fueron muy cercanas, su hermana la amaba lo suficiente para dar la
vida por ella y aunque le dolía alejarse de las marmolinas estructuras del
castillo, debía volver a Tsu para desposar a Kanzaki Reito.
-Nunca respondiste
a la pregunta de mi hijo, Takeru-san- Una voz más sabía y perspicaz le vino de
un lado al lobuno.
-Un hombre como su
hijo no merece una promesa de mi parte... pero una dama tan formidable como
usted, si la merece- El duque volvió la vista sobre la abuela Kaede. –Ahora
Shizuru es también una hija para mí y todo cuanto estoy dispuesto a hacer por
mi Natsuki, será igual para con ella... yo realmente no puedo prometer que nada
le hará daño, porque hay fibras delicadas en una mujer que una espada y la
fuerza de estos brazos no pueden proteger, pero si puedo empeñar mi vida en que
ni uno solo de sus cabellos sean mancillados, ni su piel lastimada... mis ojos
no se apartarán de ella hasta el último de mis hálitos de vida- Musitó antes de
volver la vista al frente, ya algunos subían a los carruajes.
-Ara, ya veo de
donde viene el carácter de Natsuki- Rió por lo bajo la mujer, mientras escondía
el gesto elegantemente bajo su mano. –Usted y su hija son de lo más parecidos-
Takeru se sonrojó
bajo la máscara, luego sonrió contento. –A mi me alegra pensar que Shizuru se
parece mucho más a usted que a sus padres, se me hace más sabía que algunos a
pesar de su juventud-
-Aun así, no olvide
nunca que ella sigue siendo solo una jovencita y que a pesar de ser educada
desde la más tierna edad, para ser una dama honorable, una buena esposa...
sigue siendo una mujer a la cual se le negó muchas veces el derecho de elegir,
mi hijo el primero, usted el segundo... aun no ha cometido errores, aun no
aprende de ellos... así que usted es el único padre que le queda en este lugar,
por favor cuide lo mejor posible de ella y también de Natsuki, ella tampoco es
toda la muralla irrompible que le hace ver, ella también es una chica con
sueños y esperanzas, todos aplastadas por más responsabilidades de las que
fuera sano llevar a su edad- La anciana suspiró antes de bajar por la
escalinata con dirección del carruaje.
El lobuno se le
quedó mirando a lo largo de todo el trayecto sin entender del todo a que se
refería la mujer, ciertamente el matrimonio había sido un arreglo, pero ello no
impedía que estuviese yendo de maravilla, ¡Mejor que bien!... tal vez,
demasiado bien para ser verdad. Frunció el ceño antes de adentrarse en el
castillo meditabundo ¿A que se refería sobre Natsuki? Esa muchacha resultaba
ser una mejor bestia de Fukka que todos sus antecesores, él incluido... pero...
también era mujer y una con un gran corazón al que ya habían destrozado tiempo
atrás. –Saeko... oh Saeko... cuanta falta le haces a este terco hombre, que
nada entiende del corazón de una mujer- Musitó para sí, sin saber que a lo
lejos, desde la puerta occidental de la cámara secreta el castillo, alguien le
escuchaba silenciosamente.
Los caballos
iniciaron su viaje, llevando a cuestas a sus amos, saliendo por el portón del
castillo de la Familia Kruger, nadie miró atrás con miedo a ver rota la
fortaleza, pero aun así Shizuru yació de pie largo tiempo con la mano extendida
en un ademán de despedida, miró a lo lejos hasta que no pudo ver ya los
carruajes y a los soldados montados... aun después de aquello se quedó allí a
mirar, mientras las cristalinas gotas cubrían su rostro lloroso y escondían su
propio llanto. Pero aquella lluvia no era natural, no llovía en abril a
principio de la primavera, la lluvia no era tibia tampoco... sin que nadie lo
supiera, una figura sobre la torre más alta del castillo también observaba con
ojos cristalinos y a muchos kilómetros de distancia, el carruaje que se llevaba
consigo a la persona más querida...
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No me gusta nada lo que esta planeando nao con tomoe espero que shizuru no caiga en sus juegos y se nota que la diosa mikoto esta enamorada de su hermana de shizuru como siempre excelente los dos capitulos. A esperar el proximo capitulo con muchas ansias =)
ResponderEliminarMikoto amando a Maí ke manera de protegerla mostrándose a pesar de ser una diosa, Shizuru en cierta manera se sabe proteger y descubrió como es el lobuno de su suegro. Ojalá sepa esperar todo el tiempo a Natsuki por su amor.
ResponderEliminarDos en una buena buena muy buena ^^
ResponderEliminarya quiero leer los capítulos que faltan cada día esta mejor la historia solo espero que no nos dejes con la intriga
ResponderEliminarMe gustaria que exista un poder divino y que la diosa Mikoto se quede con Mai
ResponderEliminarHola tu historía me encanta, sobre todo por la época en la q está contada, apenas la empece a leer y me atrapo tanto q casi la terminé en un solo día, solo espero q como siempre el amor triunfe y que Shizuru haga realidad su sueño con la hermosa Natsuki, ansiosa por el próximo cap. saludos
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