Capítulo
22
Zafiro
II
El día del
Accidente...
“El amor
muere en las memorias olvidadas, y en el corazón gélido, la gema de un cristal
fisurado puede volver a renacer” Nagi...
Siento humedad en
la cara y el cuerpo me pesa, tengo la ropa mojada o eso creo. Esta tan oscuro y
me duele tanto la cabeza como si me hubiera tomado un bar completo. No soy
capaz de abrir los ojos, los parpados me pesan tanto, busco fuerza en mis
brazos e intento levantarme, pero resbalo y caigo pesadamente otra vez. Noto
mis heridas, mi espalda dolorida y gruño para no emitir una queja mayor o dejar
salir mi llanto. Después de dos intentos o quizás tres, logró ponerme de pie no
sin un mareo que me obliga a apoyar la mano en lo primero que encuentro, un
tronco seco. ¿Dónde estoy? Me froto los ojos para ver mejor, pero eso me hace
ver que solo hay sangre en mis manos, ¿De quién? Espero que no mía.
La bruma es espesa,
no puedo ver más allá de mis propias narices y siento que camino, pero no llego
a ninguna parte. Creo que es un claro sin luz... en medio de una noche sin
estrellas, porque la neblina no permite ver casi nada. Mis pasos me llevan a
una arboleda, donde los troncos no reverdecen, están marchitos por dentro y sus
ramas ausentes de hojas, son dedos tétricos de las formas más insospechadas.
Las raíces solo dificultan mi camino, recubren todo el suelo en un intrincado
sistema de enredaderas, moho y plantas de aspecto deplorable, casi todo está
marchito en este lugar. “Como nosotros” Miré en todas
direcciones, pero esa voz proviene de todos lados y de ninguna parte en
específico. No sé cómo he llegado aquí, estaba en medio de la carretera... un
auto iba a golpearme y luego nada... ¿He muerto entonces y vine al infierno?
Sandeces, si estuviera muerta no me dolería cada musculo del cuerpo. Lo más
importante de todo es que, no se cuánto tiempo llevo aquí o que ha pasado.
¡Tengo que averiguarlo!
-Querida
estrellaaaa azul... tu luz lánguida oprimeeee el corazón- El horrendo sonido de
una canción llamó mi atención, tan lejos y con todo se podía oír semejante
desatino. Ese hombre necesita urgentemente unas clases de canto o destrozar su
guitarra y no volver a cantar. De preferencia la segunda. Pero es una persona a
fin de cuentas en este horrible lugar, alguien que me diga donde estoy.
Apresuré mis pasos,
comenzando a correr y saltar entre los arboles con una habilidad... superior.
-Dulce princesa helada, de melenas oscuras y gemas esmeralda...- Esta vez una
voz infinitamente más dulce continuó la tonada, curiosamente el lugar de origen
era él mismo. Pasaron algunos minutos en medio de mi carrera a través de esos
negros árboles, hasta que mis pasos se detuvieron. Frente a una casa
destartalada y en pie por alguna gracia divina, divisé a una mujer desmayada en
el suelo y ni rastro de los cantantes, nada se movía, nada se escuchaba salvo
mi propia respiración agitada. Me acerqué con cautela, activando los brazales
para tener a la mano mis armas, solo por si acaso.
Le di la vuelta a
la persona inconsciente. -A...¡Azula!- La llamé con desespero, su palidez era
pasmosa y la sangre seca en su ropa, sus labios... toda ella era preocupante.
-Azula... Azula, por favor mírame- Le di un par de palmaditas a su rostro,
mientras la acunaba en mis brazos.
Sus ojos lilas se
abrieron de forma tenue después de unos instantes. -Natsuki...- Sonrió
dolorosamente, empezando a reconocerse a sí misma y los alrededores.
Repentinamente me empujó... -¡Corre!- Gritó ante mi confusión. Un gruñido de
advertencia, pero en cuanto giré la vista sobre mi hombro, algo pico en mi
cuello. -Es... una trampa- Dijo llorosa, poniéndose de pie con dolor para
sujetarme a mí, me temblaban las piernas. Noté que si bien la sangre manchaba
su ropa desgarrada, bajo ella había tantas vendas que, Azula solo fue un
señuelo.
Me llevé la mano al
cuello, me dolió... retiré lo que lastimaba, era... un dardo. Azula pasó su
mano por mi cintura y la mía por su cuello para arrastrarme. -Debemos irnos...
ya, ellos van a hacerte...- Pero no terminó, porque apenas unos metros después
a ella también le dieron y ambas golpeamos el pasto. No era un somnífero, era
un paralizante. Pude verla llorar silenciosamente en el suelo, con la movilidad
de una muñeca de trapo, igual que yo. -Te fallé...- Dijo entre sollozos, antes
de perder la capacidad del habla.
Oí pasos acercarse
y unas botas de metal frente a mi cara. -Pónganla de pie- Esa era la voz que
cantaba. Dos hombres me sujetaron de cada lado y yo ni siquiera podía levantar
la cabeza para enfrentar a mi interlocutora. -Tu aprecio por mi hermana me hace
compadecerte... cuando ella misma me ha revelado quien la auxilio en Alemania y
me ha servido bien al atraparte, claro tuve que castigarle un poco para el
cometido- ¿Hermana? ¿Atraparme? En el suelo las lágrimas de Azula manchaban el
lodo entremezclado con moho.
Sentí unos dedos
tomar mi barbilla con fuerza y levantarme la cara, para ver una mujer igual a
la del suelo salvo por sus ojos, de un azul cielo, pero tan malévolos como su
sonrisa. Se la notaba más vieja también. -Yo soy Iori Katsuya- Después de eso
un fuerte puñetazo en la cara me removió un poco los sesos en la cabeza, ¿Con
qué me pego? ¿Acero solido? A eso le sobrevino una patada en mi costado y sentí
crujir mis costilla, pero no le di el gusto de gemir. -Viuda... de Riota
Margueritte- Su rodilla proclamo en mi cara un doloroso golpe que me hizo
llorar, efecto secundario cuando te rompen la nariz. -¿Ya me recuerdas?-
.
.
.
Estaba viva, mi
moto destrozada a dos metros de distancia y el lobo rondando a mi alrededor.
¿Cómo lo hice? Ni yo lo sé, solo estaba en shock frente a mi segura muerte o al
menos un accidente muy feo y después... de pie al otro lado, con un camión
cortado perfectamente a la mitad y un hombre aterrado mirándome como si fuera
un monstruo. A mi espalda una voz femenina atrajo mi atención. -Ohhh... así que
tú eres el impresionante Zafiro Azul, la estrella eterna y todas esas
tonterías... del nuevo ciclo- Me di la media vuelta y disparé sin ninguna
contemplación, pero esa mujer traía consigo una armadura a la que mi ataque, no
le hizo ni un rasguño. -¿Quieres matarme también?- Pero no estaba sola, había
otras dos mujeres a su espalda ataviadas con ese raro equipo metálico en sus
cuerpos, tenían propulsores en las piernas por lo que ni siquiera tocaban el
suelo. Realmente parecían personas metidas dentro de un robot negro.
-Atrápenla, de ser posible con vida, de no ser así... diremos que ha sido un
accidente- Esto me puso en alerta y a mi lobo blanco, que frente a mi gruñía
con un gesto defensor.
-¿Mi...dori?- Me
quedé absorta mirando a la tercera mujer enfundada en aquella armadura. ¿Qué
diablos hace la ex-profesora de historia con ellas? ¿Acaso se ha cambiado de
bando? ¿No me dijo Nina que había muerto? Tensé la mandíbula ante la confusa
idea.
-Pero Iori-sama-
Quiso refutar una de las mujeres, la de cabellos castaños, cortos y con forma
de púas hacía atrás.
-¡A callar Zera!
No me desobedezcas- Tras el grito imperante las tres mujeres me rodearon, ellas
por alguna razón que ignoro si podían ver a mi lobo.
A un corto
ademán de su líder, las tres vinieron sobre mí. La primera, Zera... fue
interceptada por mi canino amigo con sus fauces, la sola saliva del animal
comenzó a congelar el metal, la chica se soltó con un golpe al hocico para
continuar esquivando a mi lobo. A la segunda, Midori la esquive por los pelos de
un salto, dando tres disparos certeros en la hendiduras de su armadura, dañe
uno de sus propulsores y la pelirroja cayó al suelo. Pero la tercera... Iori,
me embistió con tal fuerza que mi cuerpo golpeo contra las latas del camión,
sobretodo en la cabeza. Me levanté como pude, mareada y con deseos de devolver
el café de esta mañana. Algo escurría por mi espalda, di tres pasos zigzagueaba
e intentando mantener el equilibrio. Me llevé la mano a la cabeza solo para...
-Ashh- Dolor y mi mano llena de sangre.
-Que débil...
todavía no ha despertado completamente- Restó importancia al hecho la maldita
mujer peli plateada, maldita Iori. El lobo despedazaba como podía la armadura
de la infortunada Zera, a lo que la líder. Apuntó a mi cabeza un bestial cañón
en su mano. -Quieto amiguito o ella muere...- El canino se detuvo por toda
respuesta, y yo tengo claro que no estoy en condición de esquivar, estoy viendo
doble.
-Haz lo que
tengas que hacer...- Sonreí a pesar de las circunstancias tomando pose
defensiva, intenté que el mareo no se hiciera evidente en mis movimientos.
Los ojos
coléricos de esa llamada mujer, se aplacaron cuando sin que yo lo notara, una
figura vino detrás de mí y unas férreas manos tomarme por lo hombros
¡Maldición! -¿Qué?- Atrás estaba Midori sujetándome, en cuanto intenté moverme
me estrujo más fuerte y se me escapó un grito de dolor.
-Ahora
Iori-sama...- La ex profesora miraba a su ama como un perrito faldero.
-¡Suéltameeee
Midori!- Pese al dolor seguí contorsionándome como podía, intentando en vano
liberarme de ella.
-Duerme monstruo
de Fukka- Volvía la vista sobre Iori, un arma diferente me apuntaba. Un disparo
y una tremenda punzada en el pecho le sobrevino. Un segundo después las fuerzas
comenzaron a abandonarme, tenía clavada la aguja de un dardo en la piel y el
líquido se disparó en mi torrente sanguíneo a vertiginosa velocidad.
-Por cierto, soy
Piro...- Llegó la voz de Midori desde mi espalda, sus manos metálicas me
soltaron y caí sin fuerza al suelo mientras un incontrolable sopor me cerraba a
fuerzas los ojos. El lobo que me acompañaba comenzó a desvanecerse entre
aullidos de dolor y un par de agujas heladas se clavaron en el lado derecho de
mi espalda, la piel ardía. Entonces todo se hizo negro en el eco de la voz de
Iori. -Llévenla en el féretro y preparen las amarras, tenemos que entregársela
a Nagi-sama...-
.
.
.
Sintiendo el cuerpo
atenazado por las garras del dolor y un hormigueo molesto que no me dejaba
moverme ni un poco. Miraba hacia el suelo, notando como mi propia sangre
llenaba la tierra negra con esa mancha carmín. Me hubiera gustado hablar y
reírme en la cara de Iori por haber eliminado a Riota, pero se me había negado
el privilegio del habla.
-Ignoro como te
soltaste de los cables de contención o como saliste del tanque...- Cuestiono mi
captora y se lo aseguro... yo igual... -Pero no cometeré el mismo error dos
veces- La maldita Katsuya me levantó la cara una vez más. -En un rato te
lamentaras de dolor Kuga- Sonrió antes de soltarme y que mi cabeza estirara mi
cuello dolorosamente a falta de otra resistencia de mi cuerpo a la gravedad.
-Kurauchi-san... lleva a Kuga-san al laboratorio- Ordenó nuevamente y ese
apellido lo recordaba de alguna parte.
-Como usted ordene
Katsuya-sama- La voz servil del chico, y sus manos introduciéndose entre mis
brazos, me hizo arder en cólera, pero era aún más frustrante no poder hacer
nada. Entonces me di cuenta de la verdad, él era... Kazuya Kurauchi ¡El novio
de Akane Higurashi!
-Yuichi-san... tú
llevarás contigo a mi hermana... a ella también la someteremos al tratamiento
'capilar'- Ronroneó la peli plateada con burla. Noté que Iori se giraba en otra
dirección, y finalmente nos daba la espalda, sus órdenes habían sido claras.
-Como usted ordene-
Esa voz... claro que sí. ¡Tate Yuichi! ¿Qué diablos hace aquí? Acaso es esto
una maldita pesadilla, ¿Sears ha tomado a los antiguos amigos de Fukka para
hacerlos sus esclavos?
Pero era imposible
verle la cara a Kazuya o Tate, el primero me levantó como a un saco de papas y
como una muñeca me balanceaba de un lado a otro con las zancadas del muchacho.
Entramos a la casa y el joven presionó una palanca, oí el mecanismo de las
puertas abrirse. Los mocasines del que intuía era Yuichi estaban a la vista,
venía tras nosotros. Contrario a la oscuridad y aspecto espeluznante de la
casa, un largo pasillo blanco muy bien iluminado fue recorrido con la carga de
nuestros cuerpos ¿Azula estará bien?
Llegamos a un
ascensor y este a su vez, nos llevó a una zona de rieles. Abordamos unos
vagones subterráneos y después de algunos minutos, tirada cual despojo sobre el
asiento, con la mirada perdida por un pequeño movimiento en lo que parecía una
curva, mi cara se movió permitiéndome ver un ángulo diferente. Azula estaba
inconsciente con la cabeza apoyada en las piernas de Tate, mientras él desviaba
la mirada por la ventana. No pude ver más, Kurauchi volvió a acomodarme la
cabeza, por lo que descubro que la mía estaba apoyada en su pierna y su rostro
se miraba desde abajo, pero era reconocible. Tenía el cabello tan largo que más
pareciera un pandillero, desentonaba mucho con el traje negro y la corbata. De
mí solo estaba consciente que la punzante herida en la cabeza había dejado de
sangrar y al castaño eso no le importaba, de hecho ni siquiera le preocupaba que
manchara su ropa con la sangre que derramaban las otras heridas. Tenía una
expresión tan vacía como la que contemplé en los ojos claros de Tate.
En cuanto llegamos
Kazuya me acunó en sus brazos apoyando mi cabeza en su pecho y con las manos
sujetó mis piernas y mi espalda. Caminaron a través de numerosas puertas, supe
por el aroma a lejía del lugar que estábamos en un laboratorio, incluso esos
sonidos familiares a los que me acostumbré con el tiempo, tubos de ensayo y
probetas. Después de un rato de ires y venires, ya no podía recordar por donde
ingresamos, estaba perdiendo la capacidad de orientarme, moría la esperanza de
escapar por los medios tradicionales. Pero ya verán de lo que soy capaz cuando
mi cuerpo recupere la movilidad.
Una gran puerta de
metal y de un tamaño enorme fue la última por la que ingresamos. Llegamos a un
sitio gigantesco, cuyas paredes estaban hechas de roca sólida y grandes cables
de alto voltaje se cruzaban por el techo. Mi transportador depositó mi cuerpo
sobre una gran plancha metálica en la que una luz me deslumbró dejándome ciega,
no podía ver a la persona cerca de la mesa en esas condiciones.
-Vaya... vaya...
alguien merece un premio por traerme a la joya de la corona, la pieza última de
mi plan- Era una voz tan burlesca, era la voz del hombre que cantaba y
realmente necesitaba con urgencia unas clases de canto, ahora entiendo
porque... su voz es desastrosa. Sentí con indignación como me retiraban la
ropa, salvo la interior, gesto que agradecí en el fondo de mí. -Pero primero
hay que darle un baño a Kuga-san, está hecha un desastre, es una pena... esa
ropa interior le queda taaaan bien- Luego vino un gran chorro de agua helada,
hubiera gritado de dolor mientras la presión del agua lastimaba más mis
heridas, pero no podía y mi orgullo también me lo impediría.
-Se... señor
¿Qué... que hacemos con su hija?- Preguntaba Tate, ojala pudiera matarlo...
sentía esa clase de miradas lascivas sobre mi cuerpo semidesnudo y conocía lo
pervertido que puede llegar a ser el peli teñido ese, aun no me cabe en la
cabeza como es que Mai pudo amarlo en su día. Espera... ¿Tate ha dicho hija?
¿Azula la hija de este loco? Seguramente viajé a la dimensión desconocida, ¿Qué
mujer en su sano juicio y uso de sus facultades permitiría que semejante animal
fuera el padre de sus retoños? Más bien diría imbécil, si cometió el error dos
veces... porque Iori... también sería hija de él.
-Pon a Azula
directamente en el contenedor Yuichi-san... con Kuga-san tengo que hacer
algunos chequeos de rutina, después pueden tomarse el día libre chicos- Ordenó
autoritario y los pasos, así como la puerta cerrándose me informó que estaba
sola en ese lugar y con ese sujeto que me miraba como a un espécimen de
laboratorio.
Solo entonces, él
se atrevió a interponer su cara entre la enceguecedora luz y yo. Unos ojos
sangre, en el marco de una cabellera platinada, en un rostro más maduro, era
todo él más larguirucho... aun con todo lo reconocí. -N...Na...Na..gi- Encontré
mi voz en alguna parte, mientras mis ojos intentaban salirse de sus cuencas
llenos de sorpresa y espanto.
-¡Que grata
sorpresa! Natsuki-chan me recuerda... vaya honor- Disminuyó el reflejo de la
luz, para apartarse y mi rango de visión aumento más. -Por otro lado, veo que
sanas a una velocidad mucho mayor. Verás, he concluido que tienes en la sangre
el suero que invento Saeko-sama, así que tendré que apresurarme- Después del
que parecía un monologo, solo pude escuchar el sonido de instrumental
quirúrgico.
-Mi... ¿Madre?-
¿Cómo se atrevía él a decir su nombre? Juro que ese día debí darle entre ceja y
ceja, no en el pelo, realmente le hubiera hecho un favor a la humanidad. ¡No
debí ser tan gentil!
-Primero,
acomodemos esas costillas rotas, como sanas tan rápido la anestesia me
retrasaría mucho así que...- No sé qué me hizo tras decir aquello, sentí un
dolor tan intenso que el aire no quiso circular por mis pulmones, escupí mi
propia sangre por la boca y el horrendo sonido de mis huesos volviendo a su
postura original taladró en mi cabeza. Me mordí los labios a falta de otro
medio para soportarlo. -Ne, Natsuki-chan siempre ha sido una mujer muy capaz de
soportar el dolor, pero yo no estaré satisfecho hasta escuchar sus gemidos-
Ahora lo que acomodó fue mi nariz y sentí las lágrimas escapar, pero no le di
el gusto de gritar pese a que ya podía hablar. Volvió a bañarme con el chorro
helado pero a la altura de la cara y tosí ahogada con el agua.
-¿Qué qui..eres de
mí?- Cuestioné con dificultad cerrando los ojos un momento, para recuperar el
aire y tolerar las quejas de mi torturado cuerpo.
-Sabes Kuga... he
esperado tenerte así o mejor dicho, tener así a la reencarnación del monje,
Kiyo-chan me brindó la oportunidad perfecta hace ya tantos años- Fue a una mesa
y volvió con lo que parecía una aguja mecánica. La conectó y buscó algo de
tinta. -Traer a mis hijas a este mundo para recolectar energía a través de
ellas y que además buscaran por mí los aliados adecuados... ha sido una idea
genial. Lo sé, lo sé soy un genio...- Acercó el instrumento a mi cara a la
altura de mi mejilla
-¡Nooo! Mi cara
NOOOO- Grité al pensar que me desfiguraría.
-Espero que no te
moleste demasiado que tatué tu bellísima piel, pero no te preocupes... tengo
mucha práctica, ¿Verdad que Natsuki no ha notado las marcas en el cuerpo de
Azula?- Dijo con beneplácito y hasta sonriente el malnacido. ¿De Cuáles
marcas...? Clavó la maquina en mi piel y no pude seguir pensando después de
eso.
Sentí la aguja
dibujar durante horas, cada 30 minutos Nagi volvía a inyectar el paralizante en
mi cuerpo para que no me liberara de las ataduras, también para que no pudiera
golpearlo hasta matarle. Intentó en vano quitarme el anillo que me nos dio
Kiyohime, algo más allá de la fuerza física o el entendimiento evitaba que la
prenda se moviera de mi dedo, tendría que mutilarlo y tuve la suerte de que él
no tuviera semejante ocurrencia. Ha medida que las marcas se expandía por mi
piel, sentía alguna clase de asfixia y mi rostro ya no podía ocultar mi
desesperación. Agoté los gritos de agonía en mi desgarrada garganta, a cada
cadena que presionaba cada vez con más fuerza mi propio espíritu, porque
después de aquellas insufribles horas, el dolor provenía de alguna otra parte y
no era mi cuerpo.
-Tadaaaaa... qué
lindo me ha quedado, es una pena que no puedas verlo, pero tranquila... esta
tinta solo brillará en el momento adecuado, si los rayos de la estrella no te
tocan... no los verán- Sonreía completamente manchado por tinta azul, mientras
yo me esforzaba por mantenerme consciente. -Ahora ya tengo a raya al monje... -
Nagi me observaba triunfal.
-¡¿Qué...qué le
hiciste a Nataru?!- Cuestioné preocupada, enfada, indignada y tantos sentires
llenos de odio para Nagi, pero el instinto me gritaba que él le hizo algo no
muy bueno a mi alter ego.
-Tu antepasada
recibió un regalo muy importante de Yuki Onna y puede ser muy letal... será
muuuy peligrosa cuando la estrella azul brille en el firmamento, pero así
estará bajo mi completo control- Murmuraba volviendo a lavarme el cuerpo,
sentía congelarme y por ello temblaba. -Acostúmbrate Natsuki-chan... sentirás
frío permanentemente, con el tiempo te acostumbrarás- Retiró los cabellos de mi
cara, antes de depositar un beso en mi frente y mi estómago se revolvió en mis
entrañas. -Serás de mi familia también... Azula está hecha especialmente para
ti, en la fecha correcta no podrás tolerar su lejanía- Después de reírse como
un demente, Nagi presionó un control y la placa en la que estaba apresada
comenzó a girar para tomar una pose vertical.
Abrumada noté a
varias personas reposando en unos contenedores repletos de líquido extraño.
Akane, Shiho y Azula. Estaban repletas de cables y unos raros cascos con muchas
terminales eléctricas. Sus cabellos suspendidos en el agua, las piernas y
brazos sujetos por amarras con signos de lucha y en sus rostros mascaras de
oxígeno, era una visión espeluznante. Nagi me conectó a mí también con la
máscara de oxígeno y me inyecto algo directamente en el cuello, gruñí al sentir
el ardor del líquido recorrerme.
-¿Qué es... esa
cosa?- Pregunté exhausta.
-Bueno... requiero
que tú también sigas las ordenes sin chistar, no me olvido que también
Natsuki-chan existe- Me dio un par de palmadas en el rostro y luego Iori
apareció por la puerta. Me quitó la ropa interior cambiándola por otra, me
manoseaba sin ningún reparo y yo la miraba asqueada. Sentí como me cortaba con
un escalpelo, pero ya no podía gritar... me infiltró en la piel un parche a la
altura del corazón, todo sin el menor cuidado. Lo sabía, ella disfrutaba verme
sufrir, un pequeño precio por matar a su amado.
Me condujeron hacía
un contenedor vació y mi cuerpo se hundió en un líquido baboso. Iori me amarró
e introdujo sin ninguna clemencia las intravenosas, la más dolorosa de todas
ellas fue una ubicada a la altura del cuello, se clavaba y ajustaba en las vértebras
cervicales. Esa era, además del casco la fuente principal... dos nodos, iban a
tostarme el cerebro a su manera.
-Bueno
Natsuki-chan... es hora de olvidar- Escuché en alguna parte dentro de mi
cabeza, afuera veía distorsionado a Nagi hablándome a través de un micrófono.
Iori no tardó en acercarse a una compleja máquina que controlaba el mecanismo
del contenedor del terror en el que estaba sumergida.
Olvidar... olvidar
¡Yo no quiero olvidar! Comencé a moverme frenéticamente, aferrándome a los
recuerdos de mis amigas, a las imágenes que surcaban mi mente a una velocidad
vertiginosa y eran borradas sin piedad. Pero cuanto más me esmeraba por
retenerlas, más agudo era el dolor a través de la columna vertebral donde el
conector emitía choques. Batallé con tal fiereza tratando de apartar los cables
de mi cuerpo, que el agua comenzó a mancharse de un tono sanguinolento, no me
importaba el daño ¡No debo olvidar! ¡NO quiero olvidar! Pero poco a poco fui
perdiendo cada una de mis memorias, ya no sabía quiénes eran mis padres... mi
familia, mis amigas... Shizuru... Shizuru....
---Recuerdo
Distorsionándose---
-Ara, mi Natsuki
es en muchos sentidos como una niña pequeña- Me decía una bella joven de
cabellos castaños, retirando de mi mejilla una mancha blanquecina de mayonesa.
-¡Oiii! Eso...
eso no es cierto- Retiré la cara azorada por la situación.
-Jajaja...
Fujino-san tiene razón... Natsuki no tiene remedio- Esa chica de cortos
cabellos Naranja se reía en mis narices... ¿Pero y su nombre?
-Ujum- Otra
pelinegra devoraba un plato de ramen y apenas hacía pausa para respirar, o ni
eso.
-Kuga no
cambiaría ni en mil años... cualquier otra mujer tendría más decencia para
comer- Intervino otra chica, apareció quien sabe cómo descendiendo de un árbol.
Abrió su obento desfachatadamente y tomo asiento con las reunidas.
-No me digas
nada, desastre con patas- Respondí como si aquello de pelearme con ella fuera
un ritual conocido.
-¿Desastre? Si
yo no tengo ni una mancha encima... cuando...- No la dejé terminar, le vacié encima
un frasco entero de Kepchu y comencé a reírme. La pelirroja me miró amenazante,
armándose con mi preciado frasco de Mayonesa.
-No te
atrevas...- Le amenacé.
-¿Quién va a
detenerme? Dudo que tú Bakaaaa...-Presionó la mayonesa y su preciado líquido cayó
en la tierra, quería llorar, como es que esa fulana se atrevía a cometer tal
sacrilegio.
-NOOOOO- Clamé
con dolor, y ella presionó más fuerte el tarro. De algún modo la mayo terminó
en la cara de la devoradora de ramen.
La chica gato,
con un pescado en la boca que no supe de donde salió, se armó de mostaza y
atacó a la pelirroja. Esta se hizo a un lado y la salsa fue a parar en la
cara de la ojilila. Comenzamos a reírnos descaradamente, pero la chica de corta
melena naranja no lo dejaría así... al final cada quien con un aderezo y una
guerra en pleno parque. Nuestro picnic tan desastroso como las combatientes,
que estábamos hechas una miseria en mezcla de mayonesa, mostaza, Kepchu y hasta
miel. Finalmente cada quien tomó rumbo a su casa.
Al caer la tarde,
caminaba hacía mi apartamento y la única que había salido ilesa por no decir
impecable, era esa... dama de ojos rubí. No sé porque me acompaña, como es que
no siente vergüenza de ir con alguien como yo a su lado. Simplemente estaba
allí, silenciosamente y además sonriendo o riéndose de mí lamentable estado.
-No tienes que
ir hasta mi casa Shizuru... mira que tu reputación se irá al retrete si te ven
conmigo en este estado- Shizuru... así que ese es su nombre, que hermosa
sonrisa tiene, que preciosos ojos y que brillo tan dulce.
-Mi Natsuki debe
entender que está arriba en la lista de mis prioridades- Se rió divertida
cubriendo elegantemente con su mano, tan límpido y agradable gesto. -Además no
es mi culpa que tengas tan malos reflejos... fufufu- Ya decía yo que se estaba
riendo de mí y no conmigo. Claro como ella si esquivó perfectamente cada
'accidentada' mancha de salsa que se cruzó en su camino.
-Shizu...- Quise
reprochar la burla... Pero de pronto todo se hizo bruma, estoy sola en la calle
con todas esas salsas encima. -A qué hora me... ¿ensucie así?- Miro a los lados
y las ventanas se tornan desoladas, así como la calle desierta, ¿Estaba con
alguien? Continuó caminando aunque ya no sé a dónde voy, el lugar me es
completamente desconocido... y al mismo tiempo... -¿Quién soy?-
.
.
.
La figura dentro
del contenedor había sucumbido al dolor físico y mental, su cuerpo suspendido
en el líquido mostraba heridas serias en las piernas y los brazos, pero las
amarras habían logrado contenerla lo suficiente. A Natsuki Kuga se le había
escogido un mecanismo reforzado en seguridad, metales diferentes, tejidos
superiores en resistencia, por ello nunca tuvo escapatoria.
-Memoria Borrada al
99,99...9%- Un voz estoica y rebotica se escuchó en la estancia.
-¡Te dije que lo
borraras todo Iori!- Las estadísticas eran precisas y el peli plateado lo
sabía.
-Le haré un regalo
a mi hermana, sin ella Kuga nunca hubiera caído en nuestras manos. Esto claro,
si mi Lord está de acuerdo...- Inclinó la cabeza con servilismo una temerosa
Iori. -Ella solo recordará el nombre azula, después de todo ellas dos serán
pareja, esto lo hará más creíble- Añadió disimulando el temblor de sus manos
ante la mirada perversa de Nagi.
-Está bien... no
está mal concederle un pequeño capricho a mi pequeña Azula, es la segunda pieza
angular de todo esto- Nagi se quitaba los guantes con rostro agotado. -Te lo
dejo a ti Iori, lo de camuflarlo todo en el hospital e insertar memorias falsas
para Miel, Azula y Yun, también codifica a Piro y Zera para estar allí cuando
Kuga-san despierte, que todas parezcan buenas amigas-
-Como ordenes
padre...- Sonrió la Katsuya, antes de volver a la máquina para cumplir las
órdenes y re-programar a las demás Ex hime.
Pero antes de que
el siniestro hombre de ojos rojo se fuera, miró de soslayo a la mayor de sus
hijas. -Para mi querido Zafiro... todo debe parecer un accidente, no queremos
que se revele tan pronto ¿Verdad? Y Iori, si algo le pasa a Kuga en mi
ausencia...-
-Claro que no...
será como tú deseas padre- Iori tragó saliva, sabía que él no se tentaría en el
corazón para matarla, los lazos de sangre para Nagi nunca fueron importantes.
-Perfecto...- Nagi
abandonó el lugar, tenía otras cosas que hacer.
Una vez a solas la
científica caminó hacía el contenedor de Azula, sabía que solo por el líquido
paralizante en sus venas, su hermana no había forcejeado como las demás. Sin
embargo estaba muy claro que la agonía si la sintió en un mudo silencio y esto
deleitaba en un no tan secreto placer a Iori. -Siempre fuiste su predilecta...
no sé porque tú sobre mí, ¿Solo por ser una Hime? ¡Yo también tengo el gen!-
Reprochaba aun sabiendo que la chica inconsciente no podría oírla. -Si de
cualquier forma al igual de Zera fuiste derrotada por Fujino, nadie te conoce,
nadie sabe quién fuiste... ¡Eres débil y aberrante Azula!- Los puños cerrados y
el deseo de volver a hacerle daño a la chica, debió ser retenido en los ojos
azules de la enloquecida Iori. -Fracasarás de todos modos y entonces nuestro
padre sabrá cuan capaz soy, ¡Yo seré la joya gemela... no tú!- Dio la espalda y
con pasos ruidosos llegó hasta la máquina.
Iori insertó las
verdaderas memorias de su hermana, el carnaval de las Hime, la forma en que fue
identificada y eliminada por Shizuru, el renacimiento gracias a Mashiro y el
cómo huyó del sitio sin dar pelea, llena de miedo. Su graduación de la
universidad, su trabajo en Sears, el conocer a Kuga en Alemania y comenzar
desde ahí tergiversar los más recientes recuerdos, en un... vomitivo conjunto
de sucesos con tono color rosa pastel, algún tipo de cuento de hadas, de esos
en los que la mayor no creía y evidentemente despreciaba. Allí donde Azula y
Natsuki habrían tenido una larga y dulce relación, pues también distorsionó el
tiempo. -Puagg- Se quejó Iori cuando las imágenes mostraron cierta serie de
cosas que pasan entre las personas adultas con relación estable...
En el
presente... Instalaciones de Garderobe.
-No puedo creer que
esto esté ocurriendo- Me quejaba de brazos cruzados frente al cuarto de
observación, allí estaba la cama de la joven que apresamos en china. Piro,
valquiria de Sears y todo lo menos pensado... vuelvo a mirarla a través del
cristal, allí aguarda con claves de intravenosa en los brazos, de apariencia
pálida como todos los enfermos, sus largos cabellos rojos se desperdigaban por
la almohada y como olvidar esa mirada verde o sus enormes... ¿Qué copa usa B, C
o D? Err, en que iba... a sí... -Parece una maldita broma de mal gusto ¡Estaba
muerta!- Yo misma revisé el caso, era imposible que alguien sobreviviera a
semejante 'accidente' y ¡Su sangre estaba por todos lados!
-Cuesta creerlo
¿Verdad?- La mano de mi esposa se posó sobre la mía y sus ojos de cielo me
dieron un poco de calma. Deslicé mi brazo por su cintura para acercar su tibio
cuerpo al mío, es tan dulce su sonrojo cada que hago algo parecido. Si tan solo
pudiera confesarle mis sentimientos todo sería más fácil o bueno, me mandaría
al demonio. -Mai esta con ella, logrará que le dé alguna información... ya lo
verás-
-Eso espero Erstin...
él último informe de Fujino ha sido alarmante y no hay luz de cómo salir del
embrollo... ahora esto- Volví a mirar a Mai sonriéndole a Piro y charlando como
lo que fueron un día... amigas.
-La crueldad de
Sears no tiene límites... usar Ex-Himes para el proyecto valquiria es...- La
cara de mi hermosa rubia se comprimía en odio. Una expresión que francamente no
va con ella.
-Es la guerra,
enfrentarnos contra las nuestras y pensar que... ese día solo salvamos a Piro,
pensar que la segunda valquiria fuera alguien a quien pensamos muerta... y
fuera Midori Sugiura... entonces mi
hermana pudo ser... una de las que dejamos tiradas en ese lugar... y a su
suerte- La sola idea de haber cometido por mi propia mano tal cosa es...
-Shhh- Sus dedos
silenciaron mis horrendos pensamientos. -No debes adelantarte a los hechos,
además Sears no dejaría morir a sus mejores guerreras- Se apresuró a decir
conciliadora, mirándome de esa manera tan dulce y su rostro tan cerca, sus
hermosos labios, tan... simplemente me deslicé hasta ellos para tomarlos
lentamente entre los míos y abrazarla por la cintura, sintiendo esos
increíblemente suaves y... bueno sus... pe..
-Cof cof- Tosió con
poca discreción Mai, por lo que Erstin y yo nos separamos como si la otra
quemara, que más o menos es verdad.
-Err... ¿si
Mai-san?- Traté de parecer tranquila, aunque lo cierto es que cada vez me
cuesta más el no tomar a Erstin como lo que es, mi esposa. Pero ¿Será esto que
ella realmente quiere o solo lo haría por el deber conyugal al que se ha comprometido?
No es momento para pensar en eso ¡Enfoca Nina!
-Pues... Midori, ya
identificó a las otras Valquiria- Su semblante se tornó tan serio y hasta
lúgubre. -Miel es Akane Higurashi, Yun es Shiho Munakata supe que no logró
casarse con Yuichi, Zera es Kaoru Matsumoto una de las Hime que eliminó
Fujino-san en el carnaval y...-
-Dilo por favor...-
En el fondo sabía lo que seguía adelante. Erstin me abrazó un poco más fuerte
para infundirme valor, pues las piernas ya me estaban flaqueando.
-Zafiro es
Natsuki... y yo.... yo no puedo creer ¡Que le disparara a Mikoto!- El puño de
la ojilila golpeó la pared, así como una solitaria lágrima rodó por su mejilla.
-La Natsuki que conozco la quiere tanto que le regaló su primer juego de
principiantes, siempre estaba ahí para apoyarnos... y ¡Jamás me hubiera
atacado!-
-Es como a
Sugiura-san, no solo alteraron su memoria... sabes lo que encontramos en el
sondeo craneano y a su sangre... esa copia barata de las Nano máquinas-
Intervino Erstin en defensa de mi hermana.
-Lo sé... ellas
jamás actuarían así por cuenta propia- Se calmó un poco la de cabellos naranja.
-Qué ironía... está
claro que como no podían con nosotras, tuvieron que buscar a alguien que
pudiera hacernos frente... las otras Ex Hime- No sabría si sentirme halagada o
insultada.
-¡Blan-sama!- Venía
corriendo hacía nosotras Irina pro el largo pasillo de la zona de
hospitalización de Garderobe. Se detuvo frente a nosotras para recuperar el
aliento inclinándose, ¿Acaso uso las escaleras de emergencia o qué?
-¿Qué pasa?-
Cuestioné, pues era raro ver a Wood-san tan alterada.
-En... en el cielo
Blan-sama... hay... hay una estrella, apareció hace 5 minutos- Informó por
demás angustiada Irina.
Todas palidecimos,
sabíamos lo que eso significaba. -¡Rápido, vamos a la superficie!- La multitud
corrió por los pasillos, yo llevaba de la mano a Erstin, accedimos al ascensor
y dispusimos la última planta. Pareció eterno el estar encerradas en esa caja
de lata, con esa horrenda música de ambiente que le ponen y que está claro
altera los nervios en situaciones como estas.
Salimos
atropelladamente del ascensor y corrimos a la azotea, subiendo las escaleras
con un nudo en la garganta. En cuanto las puertas fueron abiertas por mí, me
detuve en seco. Erstin caminó dos pasos lejos de mí, soltándome la mano por
aquello de la inercia y bueno, Mai e Irina me atropellaron directamente, caímos
al suelo yo la más afectada. Desde mi difícil postura, con las dos chicas sobre
mí y las quejas dolorosas en el oído, levanté la mirada como pude hacía el
firmamento. En efecto, a una corta distancia de la luna, un brillo azul
iluminaba el cielo. -Pe... pero ¿Por qué nosotras podemos verlo? No somos Hime-
Murmuré ahogadamente con la prominente delantera de Mai en la cabeza. -En el
carnaval la mítica estrella roja nunca fue vista por mis ojos- Pero esta se
mostraba sin reparo a todo el escuadrón Otome.
-Mai-san...
Irina-san... ¿Podrían levantarse de una buena vez? Están aplastando a MI
esposa- Erstin fruncía el ceño mirando a las otras dos chicas, que en sus
convicciones obedecieron instantáneamente temiendo por su vida y con razón.
¿Acaso esta celosa?
Una vez las tres
estuvimos de pie... -¡Argggg!- Se quejó dolorosamente Mai, arrodillándose en el
suelo mientras se sujetaba el brazo izquierdo.
-Mai... ¿Estás
bien?- Me acuclillé a su lado, pero ella sudaba incapaz de responder. En ese
instante mis ojos lo vieron, el brazo solidificado por las nano máquinas en la
lucha que tuvimos en China. La extremidad recuperaba poco a poco una tonalidad blanca
acorde a la piel de Tokiha-san y con ella la movilidad, un proceso sumamente
doloroso. -¡Imposible!- Intentamos todo, radiaciones en la cámara del Génesis
con ella y Nao, pero nada fue suficiente. Miramos sorprendidas como Mai
retiraba el largo guante de su mano y sus dedos volvían a moverse como si nunca
se hubieran petrificado.
-Wood-san...- Volví
la vista sobre nuestra querida 'ciber'. -Por favor, informa en el laboratorio a
los científicos... no me importa que es lo que tengan que hacer, pero que
averigüen que tipo de energía irradia esa estrella y de ser posible la causa de
que ahora podamos verla- Solo hasta ese momento, me he dado cuenta que mi
cuerpo se siente diferente, menos pesado... casi podría apostar mi nombre a
que, en este momento las nano máquinas pueden trabajar al 100% sin que nos
cueste la vida.
-Como ordene
Blan-sama... también haré reporte del incidente a su padre- Apresuró el paso
escaleras abajo.
-Gracias... me
alegra contar contigo en el equipo- Lo dije sin saber siquiera si ella me
escuchó, pero era necesario decirlo. -Me alegro mucho que tu brazo este mejor
Mai-san- Sonreí a la chica que todavía no podía creer lo que estaba pasando,
seguramente ya había perdido la esperanza de recuperarlo.
-MAI- Oímos una voz
conocida, pero...
-Oye tú, deberías
estar en la enfermería- Respondió la ojilila cruzándose de brazos, y yo sonreí.
Así que no solo Mai, Mikoto también ha sanado... entonces Nao, ella también
podrá...
-Ya no hace
falta... me curé... ¡Mira Mai!- La de revoltosos cabellos negros comenzó a
desprenderse de la bata de hospital, yo desvié la mirada a otro lado y corrí a
cubrir los ojos más que abiertos de mi esposa. ¿Qué rayos hace mirando así a
Mikoto?
-No... no Mikoto,
luego me lo muestras ¿Vale?- Gracias Maiii.
-Si por favor...
después y solo a tu novia- Decía yo cerrando los ojos con fuerza si apartar las
manos de la cara de Erstin. Vamos Mikoto ya no es una niña, y ahora mismo tiene
una figura envidiable.
-Pero... si solo
iba a mostrar mi hombro- No puedo creer que todavía tenga ese tono de
inocencia.
Entre las risas de
todas, abro los ojos nuevamente. Vuelvo la vista al cielo y una profusa
confusión lo llena todo... -“Una estrella azul... no es un buen augurio ¿o
sí?”-
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Que significará esa estrella azul??? No demores en la publicación del siguiente capítulo.
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