Capítulo 22
Silencio III
Ya sobre la
arboleda que dividía las tierras de Fukka y el camino central de los otros
poblados, una caravana escoltada por un numeroso grupo de soldados, perseveraba
alerta a todo cuanto se moviera bosque adentro, con apenas la corta iluminación de las antorchas
y candelabros. Allí en el silencio, uno de los carruajes de la caravana presentaba
movimiento a pesar de la noche que se cernía ya sobre ellos y que en los otros
casos ocupaba un sueño pesado. Satoru había escogido la compañía de su hijo,
ordenándole a este ir con él, por lo que sacudiendo al durmiente joven, lo
despertó con un ademán de silencio.
-¿Padre? ¿No
duermes acaso?- Dijo imprudentemente alto el muchacho castaño.
-Guarda silencio y
escúchame hijo mío- Dijo Satoru muy cerca de él y en susurros. El castaño mayor
miró las ventanas, notando que los soldados seguían más preocupados por lo que
pasaba fuera que dentro de las carrozas en su incesante movimiento. –He de
volver a Fukka-
-Pero padre...-
Susurró por lo bajo Takumi. –Takeru-sama dijo...-
-Cuando tengas
entre tus brazos a tus hermosos vástagos y veas sus pequeñas manitas, unos pies
tan pequeños que puedas sujetarlos con apenas los dedos, sus grandes ojos
abiertos al mundo para verlo y maravillarse, entonces lo comprenderás... que no
hay nada más importante que un hijo, que una hija... mi Shizuru fue la última,
tan parecida a tu hermosa madre, tan sofisticada como tu abuela... créeme que
no los amo menos a ti y a Mai, tú eres mi orgullo, ella mi alegría... pero
Shizuru es la más pequeña y merece más cuidados de los que ahora recibe, ella
soporta sobre sus hombros una carga que ni tú ni Mai tiene que vivir, siendo la
menor ya ha sido desposada... siendo tan joven debe convertirse en una mujer a
fuerzas, pero... ¿Qué será de ella sin un padre que la proteja? Yo no puedo
vivir con ese peso en mi corazón... así que a ti, mi amado hijo, debo pedirte
un gran favor-
Takumi imaginaba
cada palabra, ilusionado con los hijos que podría tener con Akira, solo por
ello pudo comprenderlo, un pedacito de su amada y de él mismo hecho o hecha una
pequeña personita, esa sensación al fin la compartiría con su padre y madre.
–Pide padre mío y mi voluntad será una con la tuya- Musitó fiero, si su querida
Shizuru tenía la compañía de su padre, todos estarían más tranquilos, ella no
yacería sola y desolada en Fukka.
-Cuida por piedad
de las mujeres de nuestra casa, eres mi hijo, el mayor... el único hombre que
quedará en pie para proteger nuestro honor y a nuestras más preciadas
doncellas... te dejo a cargo de tu madre, tu abuela y tu hermana, así como de
nuestra casa, haz que los campos crezcan y que esta cosecha sea en lo posible
mejor que al del año anterior, prepara tu boda y la de tu hermana, yo traeré
conmigo a la señorita Okuzaki para ti...- Satoru puso las manos en los hombros
de su hijo, mirándolo directamente a los ojos. -Confío en ti Takumi-
-Cuenta conmigo
padre... es una promesa- Había tal firmeza en los ojos del menor mientras
enlaza sus brazos con los del padre, que resultaba imposible dudar, por su
honor el cumpliría su palabra.
-Entonces ayúdame-
Indicó aun en susurros Satoru, le explicó que hacer a su hijo, una vez arribaran
a su casa en Tsu, luego extrajo una capa negra que escondía bajo su silla,
Takumi le ayudó a ponérsela, así como un extraño casco acojinado, de hecho la
capa era más gruesa y suave de lo normal, parecía un cubre lecho de lo
acojinado que era. –Abre la puerta con cautela, la que queda del lado de los
arbustos... en cuanto escuches la señal- Añadió al ver que su hijo abriría la
que daba vistas a la escuadra de soldados, claro que estaba que esos mastines
lo meterían a fuerzas dentro del carruaje, por otro lado no deseaba que Takeru
se enterase de su escape y para eso ya se había ingeniado el modo de evitarlo.
-¿Qué hora es?-
Takumi se apresuró
a buscar su reloj de bolsillo. –Un minuto para las doce padre-
Satoru asintió, en
cuanto las 12 campanadas a lo lejos se escucharon, una seguidilla de disparos
lo hicieron por la par, los jinetes se movieron del lado del que provenía el
posible ataque, proveyendo al escapista de tan solo los instantes suficientes.
Takumi abrió la puerta ahora despejada. –Te quiero hijo mío- Musitó el padre
antes de saltar envuelto en la capa y salvaguardado por el casco, la sombra
oscura se perdió entre la enramada, a la par que el castaño más joven volvía a
cerrar la puerta, después buscó bajo su silla y encontró los medios para fabricar
un muñeco señuelo, con él que engañaría a los guardias una vez llegaran a su
casa. El chico suspiró largamente al comprender que para la tarea tenía que
coser una cabeza y un cuerpo de felpa, además de llenarlo con el acojinado de
las sillas del carruaje.
-Rayos... no se
coser- Se quejó al notar que eso no hacía parte de las instrucciones de un
caballero como él, pero por delante tenía dos días y medio para aprender un
menester propio solo de las mujeres. –Será una buena practica para cuando Akira
y yo tengamos a nuestros niños en casa- Se animó a si mismo con una sonrisa
tonta y enamorada.
Tras su extraño y
demasiado tramado escape, Satoru tuvo que caminar por el bosque siguiendo una
serie de marcas dispuestas por su aliado, el recorrido tardó un par de horas
entre extraños y atemorizantes ruidos de la naturaleza, pero cuando al fin
arribó sobre la parada indicada, un hombre cubierto por una capucha lo esperaba
al pie de un árbol con dos caballos atados.
-Saludos señor...
los pájaros pían cada mañana cuando el sol aparece sobre las montañas- Dijo el
Fujino, que aunque cansado tenía todavía aliento para decir el códice acordado.
-Los pájaros no
pian, trinan- Completado el código que habían dispuesto para reconocerse. El
hombre se dio la vuelta, pero Satoru ya estaba helado de pies a cabeza, esa voz
la conocía perfectamente... era la voz del demonio al que le vendió el alma una
vez. –Es un gusto verlo de nuevo Fujino-san- La capucha cayó de la cabeza
oculta, develando un cabello platinado y erizado, la siniestra sonrisa y el
brillo juguetón en los iris de tono sangría.
-Conde Nagi...-
Apenas pudo musitar el nombre que tanto espanto le causaba.
-No me tema señor-
Sonrió el joven, tan alto como él, luciendo bajo la capa sus finas telas
blancas y sus botas lustradas, en el cinto una espada y en la espalda un par de
dagas ocultas por su largo cabello casi blanco. –Hoy se encuentra usted con un
amigo, con uno que es su aliado en pos de nuestros enemigos comunes, yo ya he
olvidado su chanza con el Duque Kruger para saldar nuestro acuerdo, ciertamente
Takeru-san me pagó dos veces lo que usted me debía, así que no hay rencores-
Nagi extendió su mano alegre y malicioso.
Satoru sabía que
como un pez, saltaba del aceite hirviendo a las fauces del felino de la casa,
pero dadas las circunstancias no tenía ya más opciones. Se había enfangado lo
suficiente para no poder rechazar aquella ayuda. –Espero mi lord, que por su
ayuda no me pida nuevamente a mi hija, porque esta vez moriré antes de
entregarla-
-Verá mi lord y
espero no se sienta ofendido, su hija es una mujer considerablemente hermosa,
pero de ella todo cuanto quería poseer, era su virtud... completas las nupcias
entre ella y la Duquesa Kruger, no me interesa en lo absoluto- El de ojos
sangría sonreía sin reparos y musitaba aquello con una tranquilidad
horripilante.
El Fujino no daba
crédito a lo que escuchaba, el hombre que estrechaba su mano había solicitado a
su hija solo para deflorarla y después arrojarla como a un despojo, lejos de su
mano. ¿No era menos costoso comprar alguna doncella campirana que no hubiese
conocido hombre alguno? Era más barato, por otra parte la idea de ver a Shizuru
sometida y ultrajada por el Conde, le trajo arcadas de ira que supo controlar
sabiendo el peligro que corría al indisponer al noble, de hecho si pensaba en
la Duquesa, por ser mujer muy seguramente había sido gentil al tomar la virtud
de su hija ¿Qué? ¿Acababa de defender mentalmente a esa maldita mujer?
Seguramente el cansancio le estaba quemando las neuronas restantes. -¿Entonces
que desea?-
-La cabeza de su
consuegro, la cabeza de la Duquesa... ellos son lo único que se interpone entre
mi meta y yo- Soltaron sus manos y subieron a los caballos, el Conde le guiaba
ágilmente por los caminos, muy tranquilo y seguro, ya que él tenía el poder de
controlar a esos seres de pesadilla y ninguno les atacaría esa noche.
-Esperando no
importunar con mi pregunta al Conde ¿Cuál es su meta?- Agradecía pasar a temas
más alegres, o por lo menos más dichosos desde su punto de vista.
-¿No es obvio mi
lord?- Nagi se volvió a verle mientras cabalgaban a la luz de la luna
menguante. –Sabiendo ahora que en cuanto le diga mi plan, usted esta pendiendo
de la misma soga yo, lo encuentro apropiado- El conde era astuto, si bien
Satoru estaba implicado seriamente en las calamidades vividas por su propia
hija y los Kruger, con esa información era certero que de saberse, sería
acusado de traición e iría a la horca. –Yo planeo invadir Windbloom-
-Invadir un... un
país- El Fujino miraba el calibre de la situación en la que se había
involucrado, estaba atemorizado y con razón. –Eso es... un tanto ambicioso-
Cuidó sus palabras como si pisará un cristal muy delgado.
-Lo es- Admitió
confiado el lord. –Pero verá que yo he aprendido de la historia de mi familia
¿Ha oído hablar del demonio de las mil cuchillas?-
Satoru negó con la
cabeza. –Me temó que no, mi Lord-
-La ignorancia de
la historia es un pecado inadmisible señor Fujino- Nagi miró a Satoru de malas
maneras, casi insultado.
-Perdone, mi Lord-
El castaño contuvo el aliento temeroso ¿Por qué no trajo al menos una espada
para defenderse? Pese a todo su acompañante no hizo nada por agredirlo.
-El demonio de las
mil cuchillas, es la fuente de toda la deshonra que pesa sobre mi nombre, hace
más de cuatrocientos años, se libró una batalla entre Artai y Windbloom por la
soberanía de Fukka y todas las regiones colindantes entre nuestros reinos- Nagi
frunció el ceño. -Ellos resultaron victoriosos y nosotros fuimos humillados,
ser Nagi Dai Artai no es un honor en mi nación, es de hecho una vergüenza que
todos mis ancestros han cargado durante siglos, yo mismo al final de todo
esto... el nombre de aquel guerrero tan terrible, era Naraku Kruger, príncipe
heredero al trono de Windbloom por aquella época. Él orgulloso príncipe dejó
vivir a mi antepasado, obligándole a pasar sus restantes años de vida con
vergüenza y escondido de las altas cortes del Rey de Artai, un error grave, ya
que la descendencia de aquel hombre humillado, solo viviría para ver completa su
venganza contra la familia Kruger- El de melena plateada gruño por lo bajo.
–Créame que recientemente yo intenté resarcir nuestro honor por las vías de la
diplomacia, solicité la mano de la princesa Mashiro, heredera a la corona...
esperaba que ello habilitara amplias vías de comercio entre nuestros reinos,
con la posibilidad de ser Rey, ya nadie podría interponerse... pero esa mocosa
desairó todas mis pretensiones y cortejos, se burló de mí al escoger a un
plebeyo para ser su esposo ¿Puede creerlo? ¡Un plebeyo!-
-Comprendo su
indignación, una mujer de tan noble cuna con un hombre del arrabal, es
ciertamente un escandalo- Satoru negaba, al parecer a esa familia le encantaba
enredarse con el pueblo, nada más ver la esposa fallecida de Takeru, una
campesina por decir lo poco.
-Absolutamente,
ella... una mujer de su posición- Los ojos del duque se iluminaron por un
momento con añoranza. -Tan hermosa como la luna, tan grácil como un cisne...
arggg ¡Todo un desperdicio!- Negaba con la cabeza enfurruñado, a un nivel casi
infantil. Nagi se calmó prontamente al notar su inapropiado proceder. –Pero así
ha cernido sobre si misma un infortunado destino... mis soldados irrumpirán en
cada lugar de la capital-
-Pero mi lord...-
Satoru juzgo suicida la idea, soldados, aun si fueran un ejercito completo, esa
ciudad y sus alrededores contaba con una armada temida por las otras naciones,
ello era lo que mantenía la paz, el silencioso miedo de los otros monarcas.
–Eso es...-
-¿Kamikaze?- Nagi
rió escandalosamente en medio de los arboles y la noche, que risa tan horrible
era aquella. –Ellos no cuentan con esto- Con su enguantada mano buscó entre sus
ropas y de ella extrajo una cadena de oro, con un cristal negro colgando como
dije. –Esto mi amigo, es la llave de todo mi poder-
-¿Un carbón?-
Satoru comenzaba a pensar que Nagi había perdido el juicio tras los rechazos de
la princesa Mashiro, por la que había delatado una adoración obsesiva.
-Arrgg... es usted
inoportunamente ignorante... esto es un diamante oscuro del valle negro, con
esto y unos rezos arcanos, se puede controlar a uno de esos monstruos que vagan
por el bosque... una legión de estas criatura y no habrá un solo reino o
ejercito que pueda resistirse a mí- El peli plateado elevó a la altura de los
ojos granate la joya. –Esto vale más que todas las riquezas del mundo ¿Lo
comprende?- Satoru asintió, pese a todo se preguntaba como es que un objeto en
extremo raro había llegado a las manos del peligroso Conde. Pero no necesitó
preguntar. –Mi familia se dedicó a contemplar por muchos siglos la historia,
entre ellas la penosa tragedia del demonio de las mil cuchillas... alguien como
él ciertamente no merecía un mejor final que mi ancestro ¿Cómo podría hacerlo
un mortal que se atreve a retar a los dioses?-
-No comprendo mi
lord- Con el Conde hablando de mitos y leyendas Satoru comenzaba a aburrirse
del monologo de Nagi, pero tenía que fingir algún interés.
-Vera Fujino-san,
al parecer Naraku Kruger tenía líos de faldas, pero ya sabe como son las
mujeres de rencorosas, a cuantas engañó lo ignoramos, dicen que fueron 12
mujeres, otros afirman de él un gran semental así que añadieron otras
cuantas... usted entiende lo que se ensalza siempre la virilidad de un guerrero
de las épocas antiguas, el caso y lo único creíble de esa historia... se debe a
la maldición que pesa sobre este lugar, tomó a la sacerdotisa de un dios de la
zona, a la deidad no le gustó ni un poco el asunto y entonces liberó cientos de
demonios sobre estas tierras... el estúpido que fuera Naraku terminó convertido
en un adefesio andante al cual ni su madre amaría, colérico se volvió contra la
deidad y afirman que su osadía le permitió herir al dios, de sus heridas
brotaron gotas de sangre y de su sangre estas bellezas que tengo en la mano...
falsedad o verdad me importa muy poco, todo cuanto sé es que con estos artefactos controlaré a sus cien
demonios y yo planeo usarlos a mi antojo-
-Si todo ello fuese
verdad ¿No teme al dios, mi Lord?- Hasta Satoru cuan poco amante era de la
religión o sus rituales, comenzaba a mirar con miedo en todas direcciones.
-Claro que sí, creo
lo suficiente para temer a los dioses, pero han pasado ya cuatrocientos años y
yo no me he acostado con la sacerdotisa de ninguno... el dios oscuro
seguramente ve con beneplácito mi esmero, ya que... una vez eliminé a los
Kruger de la faz de la tierra, el deseo de la deidad se habrá cumplido- Nagi
sonreía con beneplácito. –Doce doncellas amigo mío, y Natsuki Kruger es la
doceava bestia... una vez la última muera, no habrá absolutamente nadie que
pueda detenernos, pero ya sabe como son las mujeres, para romper su dura coraza
hay que hacerlo desde dentro, en sus frágiles corazones... y es ahí donde los
he solicitados a ustedes, Nao Yuuki, Tomoe Margueritte y Finalmente usted-
-¿Por qué yo? Nada
puedo hacer comparado con sus cristales mágicos o los dotes de aquellas
encantadoras damas- Replicaba el castaño queriendo salir de su embrollo.
-Ho Fujino-san...
ya que usted faltó a su palabra conmigo y me ha privado de las mieles de
Shizuru, para entregárselas a mis enemigos, usted y solo usted... tendrá el
privilegio de eliminar a la bestia de Fukka, si falla le mataré con mis propias
manos, si vence tendrá todo el paquete completo, su hija allá en la apacible
Tsu, un pago considerable y no sabrá nada más de los Kruger en lo que resta de
su vida...- Nagi sonrió al ver el raro temblor que ocupaba el castaño, podía
jurar que el hombre se estaba haciendo en los pantalones y eso si que tenía
gracia, el Conde sabe muy bien, cuan peligroso puede ser el actuar de un hombre
desesperado y se aseguraría de desesperar lo suficiente a Fujino, para que su
pulso no temblara en el momento de la verdad, aunque claro, también le
obsequiaría una enorme ventaja sobre el Lobuno. -Pero no tema, yo he de
proveerlo de los medios y retirar a la Kruger pequeña del camino- La risa
estridente y alocada de Nagi se escuchó a lo largo del restante camino, hacia
su morada y santuario, allí donde urdía sus planes y un sequito de maestros de
Slave le esperaban.
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La misma tarde en que
su familia marchó, Shizuru debió bañarse con agua tibia nuevamente e ir a cenar
con todos, los sitios vacíos le recordaban la reciente ausencia de su amada
familia, se preguntaba constantemente si estarían bien, pero Takeru alegaba que
Sergei era su mejor hombre, el mejor soldado jamás visto en aquella tierra de
Fukka, después claro de él mismo y su hija, y que por ello le había prometido
en matrimonio a la preciosa Nina.
-¿No es un poco...
arbitrario Takeru-sama?- Sobre ello si permitió opinar la castaña, se sentía
curtida en el tema de los matrimonios arreglados y aunque seguía dudando de la
idea del amor, tenía claro que seguramente la Kuga menor no deseaba desposar a
un hombre que le doblaba la edad, por no decir, que meramente ser un buen
guerrero, no hacía de él un esposo ideal, de hecho no implicaba que el sujeto
fuera un hombre amoroso que cuidara de ella donde realmente debía cuidar.
-De ningún modo
Fujino-san... ellos se llevan bien y con el tiempo el amor saldrá a relucir-
Decía de lo más convencido el pelinegro mientras daba un buen bocado a su
plato.
-Llevarse bien no
implica que el amor surja- Respondió molesta ¿Por qué todos pensaban que un
buen amigo era equivalente a un buen esposo? Si estaba más que claro que a esa
pareja le faltaba algo en verdad importante, pasión, por lo menos deseo, no es
que Sergei no mirara a Nina con deseo en sus ojos de miel, el la miraba como
cualquier hombre miraría a una mujer muy bella, con deseo, pero cabía decir que
Nina no delataba ni una pisca de química con aquel capitán.
-Pero muchacha...
nada más mira lo bien que te has llevado con Natsuki y el matrimonio fue
arreglado de la misma manera- Takeru sabía ser imprudente y Sanae negaba con la
cabeza de solo contemplar sus tonterías, a veces se preguntaba que había visto
su hija en él, sobretodo en momentos tan patosos como aquel.
Shizuru contuvo un
improperio en su garganta, respiró profundamente antes de sorber un poco de
vino y lo miró a los ojos, intentando no decir otra cosa igual o más
impertinente. –Las circunstancias entre Natsuki y yo, son por mucho
diferentes... ella tiene una edad adecuada para mí- Esa fue su primera estocada
y sonrió al ver la contrariedad de Takeru. –No es propio que usted lo sepa y no
estoy para informarlo, pero somos una pareja dichosa en otros ámbitos que
sospecho lamentables entre la señorita Nina y el señor Sergei... créame que no
dudo de las capacidades amatorias de él, pero me temo que ella no estará
satisfecha con un hombre- Lo había dicho, si con dificultad y apurando licor,
pero bien claro les quedaba a todos que Natsuki había sido una buena amante.
Sanae abrió los
ojos grandemente, pero no dijo nada, mientras que el Lobuno tragó con
dificultad, tosió y después se sonrojó, pese a todo era un padre orgulloso en
momentos como ese, tenía a quien salir la muchacha y nada enaltecía más el ego
de un hombre que se precie de tener un hijo... hija con dotes para ciertas
cosas. -Bueno... err... al menos se ha defendido bien mi Nat- Luego tras una
silenciosa pausa y una cavilación profunda, memoró las restantes palabras de
Shizuru. Si Sergei no era visto como un posible mal amante ¿Cuál era el
problema?
El poema que era la
cara del padre de su esposa le exasperó, el hombre no atinaba ni una. –Me
refiero a que Nina no gusta de Sergei, no románticamente... tan solo lo
contempla como un amigo y no es justo para ella desposarla con un hombre al que
no ama- Shizuru dijo aquello con algo más de tacto, tal vez informar sobre las
tendencias de Nina a su tío, era del tipo de cosas que él no podría entender
pese a que desposó a su hija con otra mujer... claramente Natsuki no llenaba
los requisitos de mujer femenina y delicada, pero ello nada tenía que ver con
asuntos como la atracción. En pocas palabras, Takeru había comprendido lo
conveniente de las inclinaciones de su hija, solo porque durante mucho tiempo
la había visto igual que a un descendiente varón, por lo que obviamente no vio
mal que su hija sintiera atracción por otras congéneres.
-Pero... pero...
eso no es posible, Sergei es el mejor partido de Fukka... después de mi Natsuki
que ya esta casada con Fujino-san, ¿Qué tendría él de malo para no gustarle a
Nina-chan?- Por más que Takeru
Shizuru vio la
absoluta necedad de aquel hombre, vio el reflejo de los momentos que la
llevaron a desposarse con la desconocida que era Natsuki, con la falta de
oportunidad para escoger, aun con el resultado que la suerte le había augurado
junto a la pelinegra, recordó muy bien el dolor de sentirse comprada, de
ignorar tantas cosas sobre la chica y sentirse durante aquellos meses como el
adorno que es una joya en una estantería, intocable, fría y sola. La castaña se
levantó de la mesa con esa mirada sombría plagando sus ojos. -¡Intento decir
que no le gustan los hombres! ¡Intento afirmar que ella solo puede amar a otra
mujer! ¿Es tan complicado?-
La copa de la que
Takeru pretendía sorber cayó de su mano y se rompió contra el suelo, el hombre
apenas pestañeaba bajo la mascara sin creer lo que escuchaba, mientras veía a
la castaña alejarse de la mesa a paso raudo y más que molesta. Posó los iris
azules sobre la abuela Kuga y esta negó con la cabeza. –Fue lo primero que te
dije el día que la comprometiste, a ella no le gustaba Sergei-
-Pero... pero...
nadie mencionó el verdadero impedimento. ¿Cómo iba a saber que Nina era del
tipo Natsuki?- En verdad estaba perdido, era un observador pésimo.
-Pues... solo tenías
que ver la manera en que miraba a tu hija- Levantó los hombros la mujer,
mientras dejaba su plato atrás y se alejaba hacia el salón.
-¿Mi hija?- Después
de lo que fueron eternos segundos, la pupila del pelinegro se amplió en un
santiamén, cuando aquella extraña epifanía tenía lugar. -¿Quéeeeeeee?- El
estruendo de su voz, volvió a hacer eco en cada pasillo del castillo.
Al escuchar aquello
Shizuru negó con la cabeza. –Al fin lo entendió... espero que eso pueda librar
a Nina de tan terrible acuerdo nupcial- Iba de camino a su cuarto esperando
dormir mucho, estaba francamente agotada...
Pero entonces
escuchó unos pequeños murmullos, normalmente no prestaba atención de ellos,
pero en cuanto refirieron a la Duquesa no tardó en acercarse a la fuente del
ruido. Vio a dos jovencitas reunidas, una limpiaba los ventanales y la otra
pelirroja, luciendo el atuendo de la servidumbre lavaba un trapo en una cubeta con
agua.
-Entonces dices que
la vieron en las afueras de Kaine- Preguntaba la chica, alguien a quien Shizuru
recordara con el nombre de Akane, era una castaña sin mucha gracia, en cambio
la desconocida pelirroja, contaba con un aire seductor que destilaba por los
poros.
-Si ya sabes, el
poblado de los árganos... tenía la forma de un lobo y enfrentó a dos criaturas
que salieron de la tierra, waaaa fue increíble según cuentan- Narraba la
pelirroja con un extraño brillo en sus ojos verdes.
-Ahhh... nuestra maravillosa
Duquesa es increíble- Asentía con corazoncitos en los ojos la castaña.
–¿Imaginas ser salvada por una mujer así?- A Shizuru no le estaba gustando ni
un poco el tono lascivo con el que hablaba esa chica tan supuestamente
modosita.
-No lo sé, aquí ya
ha salvado a mucha gente...- La de ojos verdes levantaba los hombros.
-Sin duda al llegar
la noche, yo agradecería con creces el haberme salvado- Suspiraba enamoradiza
la chica.
-Pero y la máscara
esa que nunca se quita- Cuestionó la pelirroja con una mirada pícara, era
después de todo el mayor inconveniente de la Duquesa que siempre escondía su
rostro de la mirada pública y privada, ni siquiera ella sabía como era bajo la
mascara.
-Vamos Nao-chan, si
con ese cuerpo no necesito verle la cara- Se ventilaba ya sonrojada la cara con
el pañuelo. Shizuru estaba a punto de destajar y freír en aceite los pedazos de
aquellas atrevidas mujeres.
Pero la voz de la
tal Nao le detuvo. -Ya veo que hay más mujeres como tú en el mundo-
-¿A que te
refieres?- Preguntaba angustiada Akane.
-Pues que ya sabes,
la Duquesa ha sido iniciada en las mieles del amor por su joven esposa. ¿Cuánto
esperabas que pudiera aguantar lejos de ella?- Esas palabras se clavaron como
espinas en el pecho de Shizuru, ella misma soportaba a duras penas la ausencia
de su esposa en el lecho, pero no así pensaba en serle infiel.
-¿Insinúas que
ella... ella le ha sido infiel a la señora?- Los ojos miel de la joven
sirviente se ampliaron enormemente.
-Así es...- Afirmó
Nao sonriente.
-¿Pero cómo lo
sabes?- Akane miraba con incredulidad a Nao, ciertamente no recordaba nunca
haber visto faltas a la moral por parte de la Duquesa, aunque hasta ella
tendría sus flaquezas.
-Por Chie-san, tu
sabes que no hay nada que pase en los poblados cercanos sin que ella se entere,
y como la susodicha se robó una de las prendas de la Duquesa, no hubo lugar a
dudas- Decía de lo más convencida la pelirroja y Shizuru ya apretaba sus puños
con cólera mal contenida.
-Pero a que prendas
te refieres, una camisa se compra en cualquier parte... ella usa las telas de
su propia fabrica- Akane dudaba de la supuesta prueba que aseguraba Nao.
-No esto mi
estimada- Nao levantó en su mano un collar, una prenda única, una que Shizuru
había visto muchas veces en el cuello de Natsuki, a lo largo de su temporada en
Tsu, pero... pero ¿Cómo había llegado la prenda a manos de esa chica de cascos
ligeros?
Sin soportarlo más,
la castaña se acercó a las mujeres con sonoros pasos, la mirada que traía la
mujer en verdad podía asustar a quien fuera y estaba claro que ellas no eran
inmunes, el brillante collar de plata que colgaba de la mano de Nao, le fue
arrebatado con brusquedad, pero la siniestra sonrisa de la castaña si que le
hizo temer más. –Harían bien en trabajar más y decir menos ¿He sido clara?-
Nao y Akane
asintieron mecánicamente, antes de ver como la castaña se apartaba del lugar,
con el collar en las manos. Apenas y la señora del castillo estuvo fuera del
alcance de las miradas, así como del oído, Akane se deslizó hasta el suelo
asustada.
-Vaya que da miedo
Fujino-sama- Temblaba en su lugar la castaña de corta melena.
Nao en cambio
sonreía, colarse con esas ropas había sido de extrema utilidad. –Toma tu pago,
¿No querías casarte con el pobretón que es tu novio? Pues ya tienen con que
hacer una boda por lo alto y para unos buenos años, si sabes manejar el botín-
Un bolsa llena de monedas de oro y algunas joyas preciosas cayeron en las manos
de la temblorosa Akane. –Lo mereces por tu buena actuación, hasta creí que te
gustaba Natsuki- La aludida se sonrojó violentamente al escuchar aquello, no
era del todo mentira, pero no se atrevió a decir nada.
-¿Cómo conseguiste
la joya?- Hasta ella recordaba siempre la prenda en el cuello de su joven ama,
lo usaba desde que la señora Saeko falleció.
-Simple... se la
quité del cuello el día de su despedida de soltera- Sonrió ampliamente. –Estaba
tan espantada al verme... que ni siquiera de percató de la ausencia de la
cadena, escapó de allí como un cachorro asustado... ella siempre fue muy predecible-
-Nao-san... ¿En
verdad la odias tanto? Ustedes... bueno tú debiste estar en el lugar de
Shizuru-sama- Akane no podía creerlo, ella servía en esa casa desde que era una
niña, pero la Nao que recordaba entonces era la chica más amable y gentil del
mundo ¿Qué le había pasado?
-Tanto como el amor
que algún día sentí por ella...- Dijo antes de alejarse caminando parsimoniosa
sobre el pasillo, a la par que arrojaba el mandil al suelo. Nadie podía verlo,
pero esa sonrisa le había abandonado en el camino a la salida, su rostro se
contraía dolorido, sentía de nuevo esas irrefrenables ansias de llorar, mas solo
el orgullo se lo impedía. –Yo... yo debí ser ella-
.
.
.
Esa noche Shizuru
lloró desconsolada en los brazos de una angustiada Tomoe, quien la envolvía con
cuidado y delicadeza, incluso acariciaba su larga caballera castaña. La soledad
apresaba lentamente los pensamientos de la dama, era la primera vez que se
apartaba definitivamente de su familia y muy a su pesar no estaba Natsuki para
hacer de esos momentos algo más llevadero, la dejaba sola, simplemente sola...
tal vez y hasta la había traicionado. No le extrañaba el hecho, que los esposos
tuvieran amantes, era algo incluso acostumbrado en las altas esferas de la
sociedad, algo silencioso, pero conocido y hasta consensuado. Sin embargo, no
esperaba que Natsuki acudiera a otra mujer tan pronto, estrechaba en su mano el
collar de plata con un dije muy hermoso, quería abrirlo y saber que ocultaba la
prenda, tal vez fuera una falsificación bien lograda, pero y ¿Si encontraba
algo que realmente lo vinculara con Natsuki? Entonces la traición sería precisa
y certera, y una parte de ella no quería saberlo, aun si se habían desposado
por compromiso, tenía la esperanza de que la pelinegra no fuera como los hombres
de la comarca de Tsu.
Por otro lado
también la atormentaba otra circunstancia. ¿Qué hubiese pasado de ser ella una
chica común y corriente? Estaría muerta y tres metro bajo tierra, simplemente
porque la persona que había jurado protegerla no estaba ahí para nada, tenía
que defenderse sola en un sitio extraño y lejos de su hogar, lejos de los
sabios consejos de su abuela y sus clases de botánica con las hiervas del
poblado, que según ella todo lo curaban... también de las tiernas caricias de
Mizue, sus charlas maternales y sus arreglos florales, fuera de alcance de las
delicias culinarias de Mai que siempre alegraban el alma desde el estomago,
aparte de un tierno hermano que le enseñaba a hacer cosas de chicos en secreto,
como lo del caballo y tan distante de un padre que solo sabía expresar su amor
a través de regalos y caprichos de sus hijos, le importaban tan poco los
vestidos que no le gustaban, o las joyas que nunca usaban, el asunto es que
Satoru siempre se los daba con tanta ilusión y se notaba tan contento cuando
usaba alguno de sus regalos, en toda su vida solo había atinado un obsequio y
había sido el caballito de madera cuando tenía 3 años de edad... así se daba
cuenta la castaña de cuanto echaría en falta a su familia.
En la oscuridad no hubieron
charlas triviales, solo silencio y té, hasta que las dos mujeres se durmieron
vencidas por el cansancio. Shizuru despertó primero, notando que su leal
sirvienta se había quedado a su lado toda la noche, la vio dormida sobre la
cama, pero a ello no le dio importancia, estaba cansada ya de guardar un lugar
por el que su legitima dueña no acudía, es más, estaba enfadada con su esposa
por ser todo menos una esposa. -¿No pudo pedirle al menos a un sirviente que
trajera sus flores?- Tiró al suelo de un mantazo el jarrón siempre vacío de su
mesita de arreglos y maquillaje. El estruendo que se hizo alertó a la
servidumbre fuera de la habitación, pero nadie se atrevió a tocar, si la señora
de la casa estaba enojada, harían bien cuidando sus empleos al no indisponerla
más.
Shizuru volvió la
vista atrás, temía despertar a la pobre Tomoe, ya suficiente tendría aquella
leal chica con sus llantos durante toda la noche, tensó su puño y guardó
silencio para sí. Los ojos rubí buscaron en el suelo de la extensa habitación,
en la camita siempre ordenada que tenía junto a la ventana, también la
puertecilla pequeña en la parte inferior de la entrada, extrañaba
insoportablemente a su felpudo amigo ¿Por qué no la visitaba? Nadie había visto
al cachorro de lobo, llevaba semanas preguntando por él a las doncellas del
castillo, al menos él siempre encontraba la manera de enternecerla o de hacerla
reír, lamer sus manos, jugar sobre la cama, o fingir el ser presa de un
monstruito de cuatro patas del tamaño de una almohada persiguiéndola, dejarse
atrapar o bien atrapar al canino y entonces acariciar la rechoncha y suave
pancita del animal... todo ello fue siempre un consuelo, pero ya ni con él
podía contar.
-Ya ni siquiera
Durhan se acuerda de mí, tan solo Margueritte-san se ha quedado a mi lado...-
Musitó para si, ignorando que era escuchada por una silenciosa y ‘dormida’
Tomoe, ¡Todo! Todo cuanto dijo Nao estaba funcionando, cuan dichosa era a pesar
de las heridas de la joven ama, después de todo esperaba curarlas ella misma.
Después de fingir
prudentemente dormir un poco más, Tomoe se estiró en la cama, sabiendo la
victoria que acababa de ganar sobre su rival, dormir ‘inocentemente’ en la cama
de Natsuki, era una de las muchas victorias de ese día. La pelos disparejos se
levantó somnolienta, de nuevo fingiendo demencia por el asunto de la cama y
acercándose a Shizuru, ohhh cuanto deseaba repetir aquella rutina cada día de
su vida, un despertar siempre junto a la bella castaña, era sin lugar a dudas
un sueño idílico para Tomoe.
-¿Desea que
prepararé su tina Ojou-sama?- Cuestionaba con voz gentil, Shizuru asintió y la
chica no tardó en ponerla a llenar, dispuso pétalos de rosa, sales naturales y
el vestido del día de su joven ama.
Una pálida y
cansada Shizuru, trastabilló al intentar ponerse de pie de su mesa de ajuar,
Tomoe quien no la perdía de vista, acudió rauda para atraparla y así
permanecieron un momento. -¿Ojou-sama? Desea volver a la cama... yo puedo
llevarla hasta allí, notó que usted no se siente bien, incluso tiene algo de
fiebre-
-Ara... Tomoe es
tan considerada... pero hoy debo firmar unos documentos en nombre de mi esposa,
son trabajadores urgentes para la mina, algunos están ya en edad de reposar
y...- Shizuru no dejaba de pensar en sus responsabilidades con la familia
Kruger, Takeru no podría hacerlo debido al entrenamiento de los nuevos reclutas
llegados de la capital, sin Sergei que ahora velaba por la seguridad de su
familia, era su deber ayudar con algunas cosas de la administración de todo
cuanto poseía la familia, después de todo también había sido instruida para ese
tipo de cosas por Takumi.
-No Ojou-sama...
usted esta un poco enferma y...- Intentó contradecir Tomoe.
-Ayúdame a llegar a
la tina, creo que las tibias aguas y las sales me revitalizaran lo suficiente,
entonces todo estará bien y...- Tomoe le puso un par de dedos en los labios, la
sensación para Shizuru se hizo de lo más extraña, no recordaba ya como era un
beso o una caricia sin su esposa cerca.
-Yo haré todo
cuanto Ojou-sama me solicite, no debe explicarse ante una simple sirviente como
yo- Todo en lo dicho contrariaba grandemente los hechos, había tocado los
labios de su ama, algo tan poco apropiado, la tenía todavía sujeta entre sus
brazos, aun más inapropiado, pero que bien se le daba fingir sumisión con
palabras como aquellas.
Shizuru logró
ponerse de pie con la ayuda de Tomoe, llegó hasta la tina, usó la fuerza de sus
brazos para sostenerse sobre el borde de porcelana grueso y comenzó a
desabrochar los botones delanteros de su bata de noche.
Entonces la castaña
recordó la presencia de la otra y detuvo los dedos de su mano libre. -Puede
salir, Margueritte-san-
-Me temo que la
señorita tenga otro mareo y se lastime, por favor... permítame estar junto a
usted nuevamente- Musitó de lo más oportuna la peliverde.
La Fujino
comprendió que el brazo sobre el que es sostenía le temblaba, no recordaba
haber estado bastante en la fabricación del escudo, se había calado hasta los
huesos el día anterior y llorar toda una noche resulta muy desgastante. -Esta
bien, pero... por favor mire un momento hacia otra parte, una dama respetable
solo debe presentarse desnuda ante su... su esposa- Lo dijo mecánicamente,
palabras que le habían repetido durante tantas ocasiones que había memorizado
para cada acto que se considerara inapropiado, sobretodo si se trataba de una
mujer de su posición. Pero ¿Por qué lo hacía? ¿Por Natsuki? Ya no estaba muy
segura de hacerlo por el respeto que le inspiraba la pelinegra, una mujer con
la que había intimado dos veces, una persona que la había comprado con sus
riquezas...
-Alguien así no
pudo amarme... “yo... yo nunca quise
creer en el amor, solo porque una vez existe tan profundo sentimiento, la
intensidad con la que se siente es equivalente el dolor que destroza... al no
sentirse correspondida”- Susurró para sí, olvidando que no estaba sola.
Olvidando que las lágrimas se le habían secado la noche anterior, porque
volvían a brotar de sus ojos con la misma amargura, lo que más le dolía no era
precisamente haber sido comprada, la Kruger se había ganado a pulso su afecto
en Tsu y hubiere participado o no del convenio entre sus padres, eso no le
importó con el pasar de los días en su compañía, lo que más amargo le sabía de
todo ello, resultaban ser sus promesas que sentía tan rotas, estar juntas,
protegerla, amarla... y ya ni para lo último, añoraba sus besos, sus caricias,
volver a fundirse en su piel hasta no tener memoria de sí misma, hasta perderse
en la locura de su voz grave pero gentil, de sus jadeos y suspiros a la altura del
cuello, de sus fuertes brazos envolviéndola... no era apropiado para una dama
como ella delatar un lujuria como aquella, pero estaba claro que hasta en esos
momentos añoraba todo de su esposa... y nuevamente, ella no estaba allí.
Mecánicamente, los
dedos surcaron la tela para retirar por completo la bata, pero el brazo en que
se apoyaba le comenzó a fallar, desistió en la titánica tarea de desnudarse,
mientras jadeaba y sudaba, la fiebre subía en grados mientras más tiempo pasaba
con tan escasas prendas en su cuarto de baño, tenía escalofríos del cuello para
abajo, pero le ardía la frente.
-Por... por favor,
déjeme ayudarla- Tomoe resistía muy escasamente el volverse a contemplar a su
ama. Shizuru vio los puños cerrados de la joven y comprendió su preocupación,
honestamente se iba a tirar de cabeza a la tina, al ritmo que iba, eso seguro.
-Quedo a su cuidado
Margueritte-san- Dijo cansada y frustrada la castaña.
La sirviente se
giró en un parpadeo, corrió a su lado, se arrodilló para quedar a su altura, con
temblorosos dedos desabrochó la bata que era todo cuanto cubría la desnudes de
la castaña a la altura del torso, después retiró la última prenda intima
mientras la castaña se cubría tímidamente con las manos, y así le ayudo a
ingresar en el tina. Shizuru logró sentir un poco de alivio a su malestar,
cerró los ojos dejándose reposar, sin siquiera notar que su ‘leal’ sirviente la
miraba sin cortarse ni un poco, la peliverde aun podía sentir la tibia piel que
atisbaron sus dedos bajo la delgada tela, poco le faltaba para babear en
presencia de la diosa que era aquella mujer sumergida en las tibias aguas de
aquella tina. Observaba como la cuna de su belleza se escondía bajo el agua,
pero la cúspide de su glorioso pecho, se miraba como dos perfectas lunas, casi
flotando sobre el agua... luego aquel cuello prohibido que había sido objeto de
las más turbias fantasías.
Tomoe se obligó a
mirar a otra parte, estaba a punto de tirarlo todo por la borda, arrojarse
sobre ella y poseerla sin contemplaciones de ningún tipo, después de todo, el
té de quimera hacía de la doncella en la tina un plato servido en bandeja,
había bebido lo suficiente del afrodisiaco para no poder controlarse ni un poco
en el momento en que fuera tocada, sin embargo... arrojarse a sus deseos implicaba
arriesgar todo cuanto habían maquinado durante tanto tiempo. Mas una mirada de
soslayo sobre aquella ninfa del mar y toda la fortaleza contenida en su
voluntad volvía a flaquear. La voluntad de Tomoe fue probada durante muchas más
ocasiones a lo largo del día, debió ayudar a su ama a enjabonarse, enjuagar la
espuma, tender la toalla para cubrir su desnudes, secar sus aromáticos cabellos
y ayudarle a vestir.
Margueritte la
depositó en la cama y después de limpiar el destrozo del jarrón, suplicó el perdón
de su ama alegando que debía asearse rápidamente para volver a su cuidado, lo
cierto era que la mujer de ojos turquesa no se preocuparía por bañarse en
circunstancias como aquellas, con Shizuru tan indefensa y convaleciente, su
premura resultaba del creciente libido que tendría que resolver en su cuarto y
la urgente necesidad de una ducha con agua helada para calmarse. Volvió tan
pronto como resolvió sus asuntos y se aseó las partes urgentes, siguió cada
orden de la castaña, desde informar su estado a los restantes miembros del
castillo para que no se preocuparan de su ausencia en el desayuno, por lo que
el alimento le fue subido a su cuarto. Shizuru también solicitó una mesita de
desayuno limpia, para trabajar en su cama, pese a la renuencia de todos los que
fueron a visitarla a su habitación, no hubo poder humano que impidiera a la
castaña leer y firmar los documentos, todo cuando le fue posible hacer por
aminorar la carga de trabajo al señor Kruger se hizo desde su cuarto.
En todo aquel
tiempo Tomoe cumplió cada pequeño capricho o necesidad de su Ojou-sama, se
aseguró de servirle su té favorito, de llevar los documentos a los otros
encargados, subir la comida y bajar los platos sucios, incluso consumió sus
alimentos en la compañía de su ama, revitalizándola con charlas triviales para
que no pensara solo en el trabajo o la pelinegra, se hacía bastante evidente
cuando la castaña dejaba vagar su mirada perdida sobre la ventana o su rostro
repentinamente entristecía sin razón aparente, en esos momentos Tomoe hacía
cualquier tontería que se le pasaba por la cabeza para distraerla.
Cuatro días
pasaron, pero Shizuru lejos de mejorar, continuaba con fiebre, no salía de su
cuarto, se hacía cada vez más solitaria, salvo por la presencia de Margueritte,
quien no salía del lugar para cosas que no fueran indispensables en la
comodidad o necesidad de su Ojou-sama. Incluso se la miraba recelosa cuando
Takeru y Sanae le visitaban, y las charlas de Shizuru con ellos se acortaban a
los pendientes de las obligaciones del castillo, nada más. El pelinegro
acostumbrado a ser tan parco no encontraba nada raro en la conducta, no
pretendió nunca ser el mejor amigo de su nuera, pero si que se estaba esmerando
en que esos soldados fueran los mejores para su protección. Sanae, quien a sus
años no tenía aquellas canas pintadas en su cabello solo por adorno, observaba
el extraño comportamiento de la castaña, alegaba darle algunos de sus remedios,
de esos que a Natsuki le habían quitado más de un resfriado, pero la sola
mención de su nieta, entristecía a la Fujino hasta el punto de no poder
ocultarlo en sus ojos, así que como la mujer respetable que era Shizuru,
alegaba que solo el descanso compondría sus fuerzas, con ello era suficiente,
de modo que agradeciendo sus atenciones, no deseaba importunarla. Una forma muy
elegante y refinada de mandarla fuera de su cuarto, cuando quería descansar.
Llegada la última
noche antes de que el ciclo lunar estuviera completo, Shizuru reposaba frente a
la ventana, con un chal puesto sobre los hombros y cualquier corriente cortada
por los vidrios que a buena hora Margueritte cerró para ella, la castaña miraba
en la distancia como cada noche, esperando ver algún tipo de luz proveniente de
una antorcha o un candelabro sostenido por Natsuki y compañía, esperando que
retornaran sanas y salvas, pero sabía que solo se aferraba a la absurda idea de
verlas volver, cada día era igual, cada noche a la espera y sus días monótonos,
sin ver acontecido el retorno de la pelinegra.
-Ya es hora
Ojou-sama... si se quedara por más tiempo ahí, puede pescar algo más de frío y
a este paso no podrá sanar debidamente- La voz de Margueritte le llegaba como
un susurro desde la esquina derecha de su cuarto, la chica servía una tetera
con su té, uno que según Tomoe era propio de la zona y que después de consumir
frecuentemente había atrapado su gusto. Los orbes rubí contemplaron a la
sirviente mientras esta hacía sus diversos deberes antes de la hora de dormir.
Labores consistidas en ordenar su atuendo para el sueño, darle su té para
calentar el cuerpo y sentarse a su lado en el sofá de siempre, para leerle
alguno de los interesantes libros de la biblioteca. –Gracias... Tomo-chan- Dijo
repentinamente... lo cierto es que se había acostumbrado a la presencia de
aquella mujer, era un poco de todo para con ella, una amiga, una madre
cuidadosa, una compañera de la soledad, en verdad le agradecía su ayuda cuando
sin pedirla la recibió.
La voz amable tomó
por sorpresa a la peliverde, que por poco y derrama el té que estaba sirviendo.
Los ojos turquesa miraron ilusionados a su ama, ella nunca la había llamado de
una manera tan dulce y aunque siempre agradecía con una sonrisa sus esmeros,
pocas veces lo hacía con palabras. La
sirviente se acercó para depositar la tasa en sus manos, su amada patrona aún
carecía de fuerzas y ello comenzaba a preocuparla seriamente, ¡Ya debía estar
recuperada! Pero no era de ese modo, tal vez la pena moral estaba lacerando su
fortaleza.
La peliverde le dio
la espalda, se acercó a la ventana para cerrar las cortinas, pero a lo lejos
observó las antorchas que distantes se acercaban por el camino, aún mas
distante, una luz parpadeaba. Era el momento preciso, sus ojos turquesa se
posaron sobre la castaña, cuyos labios sorbían delicadamente de la tasa que le
había servido. Tomoe cerró las cortinas con fuerza, paso a paso ocultó la luz,
se escondió de la luna, para que el astro de la noche no contemplara todo
cuanto se disponía a hacer...
Con tranquilo andar
se acercó a la cama, tomó de entre las manos de su joven ama la tasa ya vacía.
–Ojou-sama... ¿Desea mi ayuda para usar su bata de noche?- Pero aquella
pregunta no lo era, las manos de Margueritte ya se posaban sobre los hombros de
la chica, cuya piel ardió bajo la tela ante el insignificante contacto.
-Me siento agotada
en extremo... me abochorna solicitar nuevamente la ayuda de Margueritte-san, he
sabido cuan difícil ha sido para usted estar a mi cuidado, pero tengo
escalofríos y mis manos se hacen torpes- Shizuru inclinó la cabeza más mareada
que de costumbre, ¿Por qué sentía frío si había tomado un té hirviendo? La
castaña no podía ya pensar con claridad o distinguir que empeoraba su malestar
tras cada ocasión en la que consumía el té.
-Sírvase recostar
Ojou-sama- Susurró muy cerca del oído, se hizo ante el gesto un repentino
cosquilleó que a la bella de Tsu contrariaba. Pero aun con todo obedeció la
solicitud de su sirviente, apoyó su agotada figura sobre él espaldar.
Los largos dedos de
Tomoe desabrocharon el chaleco de la dama con pulso tembloroso, mientras
Shizuru respiraba con dificultad, sentía el tacto de una extraña manera en la
piel pese a que la caricia no era directa en ella. Sentía las finas gotas de
sudor bajar desde su frente hasta su barbilla, empero helaba cada extremidad,
cada fragmento de su cuerpo donde la otra doncella no tocaba, temblaba con el
insoportable malestar. La de cabellos disparejos envolvió con sus brazos a la
castaña y por ese breve momento sintió alivio. La mano delicada en su espalda
retiró las amarras del vestido, deslizó los dedos sobre la piel haciendo
respingar a la doncella y supo entonces que poco o nada tenía que hacer para
obtenerla.
-Ojou-sama... –
Susurró en el oído de la joven, quien levantó la cabeza para escuchar. –Todo
este tiempo...- Con sus manos puestas ya sobre los hombros ligeramente
descubiertos, la ultima barrera no era otra que el corsé acostumbrado por las
damas de su posición. –Usted ha ignorado la razón de mi devoto servicio- La
mirada azulina se posó sobre los carmines confundidos de Shizuru, acumulando el
valor de su confesión se puso de pie, retiró el nudo del mandil blanco y lo
arrojó al suelo, desabrochó el vestido propio de la servidumbre, cuyos botones
estaban por delante, dejando a la vista sorprendida, los tersos pechos cuyas
respingadas coronas delataban su sentir. Tomoe se atrevió a hablar en cuanto el
vestido cayó al suelo con la fuerza de la gravedad, dejando al descubierto una
completa desnudez. –Le amo... la amo con todo lo que soy y poseo, con cada
respiro que doy y cada palabra en mi voz... yo la he amado siempre en cada
gesto y acto, en cada cuidado... yo soy enteramente suya-
-Mar...
Margueritte-san yo... yo no...- Shizuru desvió la mirada a otra parte con suma
dificultad. Unas manos le movieron el rostro de frente y unos labios ladrones
robaron un beso al silencio.
Los iris escarlata
de la castaña se ampliaron y temblaron en sus cuencas, tenía ya sobre ella en
el lecho a la mujer desnuda, que tonta había sido al dejar de verla por un
momento... una crueldad biológica le acosó con abrupto, una insaciable sed se
hacía presente, sintióse tentada a responder pero se abstuvo por muy poco, sus
manos sujetaron con fuerza los hombros desnudos intentando retirar a la otra
sobre ella, mas un jadeo escapó de su garganta en cuanto la cadera de la
sirviente se movió sobre la suya ronzando la intensa sensibilidad... y la
oportunidad fue aprovechada para irrumpir en la boca antes cerrada e inmóvil.
Tomoe movió ágilmente su lengua en la puerta abierta, sin dejar de mover su
cadera o sus manos por los cálidos muslos de su idolatrada señora a medio
desvestir, la peliverde notó la fuerza de la castaña desvanecerse con cada
envite esmerado de su cadera, cada movimiento urgente retiraba un poco más del
vestido, descubriendo al fin la última barrera en una prenda intima.
Animada por la
respiración agitada de su patrona, Tomoe liberó sus labios y bajó por las
mejillas, la barbilla, hasta su cuello, el cual mordisqueó, lamió y succionó,
haciendo caso omiso de las manos que se oponían en algún punto de consciencia y
resbalaban en la piel pálida al intentar apartarla.
–No...- Susurró
como pudo en cuanto la boca abandonó la suya para respirar. –Margu...- Su voz
se acalló nuevamente en la prisión de otros labios y en las fuertes manos que
tocaban ya sus pechos sin recato... entonces un sonido casi gutural se escuchó
en todo el lugar.
-Shizuru...-
Las dos mujeres se
quedaron inmóviles en su comprometedora posición, la castaña miró sobre el
hombro desnudo de la petrificada Margueritte y no necesitó entenderlo, sus resuellos
se escuchaban, sus pasos y el sonido de los metales.
-Natsu... Natsuki-
Susurró aterrorizada y con lágrimas vertiendo a través de sus orbes rubí, lo
había malentendido todo... ella... ella no quería ¿No lo quería realmente? Ya
no oponía sus manos sabiendo cuan inevitable era el encuentro, nada tenía que
ver el ausentarse de fuerza en los brazos ¿Verdad? La sensaciones culposas le
recordaban el placer o la gracia de la mujer desnuda sobre ella. –Apártate...
de una buena vez- Musitó con voz fría y rogando por ser obedecida, pues
realmente carecía de la fuerza física para apartarla de su cuerpo, no entendía
porque repentinamente sentía tanta debilidad o encontraba tan difícil la tarea
de respirar.
Margueritte
obedeció al fin a su ama, cubrióse con una sabana y posando el pie en la
alfombra, se apartó del lecho, luego tomó asiento en el sofá dispuesto para su
reposo. –Ojou-sama yo... yo realmente estoy enamorada de usted ¿No siente lo
mismo? Su cuerpo, su piel... toda usted me ha solicitado con... con lujuria-
Shizuru acomodó su
vestido, abrochó con mal tino los botones de su chaleco una y otra vez, algo
hacía en cubrir lo poco de su desnudez. Se levantó con gran dificultad de la
cama, apoyando sus pálidas manos en el borde para brindarse soporte y negó con
la cabeza cualquier ayuda adicional. –Ya has hecho suficiente- Añadió evitando
mirar a Tomoe. –Por favor... no digas más, la respuesta que buscabas... la
obtendrás entonces, mi corazón no me pertenece para entregarlo, temo que no
puedo corresponder ni a los deseos, ni a los sentimientos de Margueritte-san,
por eso le solicito de la manera más amable, no se encuentre ya en mi
habitación a mi retorno- La castaña soltó el soporte de la cama, se tambaleó un
poco hasta encontrar la fuerza en sus piernas y apresurarse a seguirla, a esa
que en mal momento había vuelto solo para ver deshecho su honor y sus promesas.
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Noooooooo no puede ser natsuki no es lo que parece :/, justo llegar en ese momento... me da ganas de llorar ya me imagino el dolor que lleva dentro pobre natsuki ven yo te consuelo no me importa que seas una lobuna yo haria todo por ti.
ResponderEliminarComo siempre divino :p
Maria - Mex
Puxa ya se jodito esto muy mala leche tomoe muerde la mano q le da de comer querer aprovechar q ziru esta enferma eso es no tener madre u.u
ResponderEliminarOh no ojalá Natsuki no tome desiciones erradas por el momento como se dejó llevar Shizuru. No tardes en la continuación de la historia.
ResponderEliminarWTF!!! como llegamos a este punto
ResponderEliminarA ver ahora como le explica lo que ha visto. Me encanta la historia enhorabuen es de las mejores historias que he leído.
ResponderEliminarhay q no se tarden mucho xfa en subir el siguiente capitulooo :/
ResponderEliminarMierda, que no he parado de imaginarme que pasará después, pobre Natsuki con el corazón roto.
ResponderEliminarSube el proximo cap. Xfavor estoy muriendo x saber la continuacion excelente historia sigue asi
ResponderEliminarJess/Mex
Ara , ara porque no han publicado el proximo capitulo :(
ResponderEliminarESTOY ESPERANDO LO CAPITULO... POR ESO NO SE HAN PUBLICADO MAS, PORQUE ESPERAMOS QUE LOS MANDE LA AUTORA.
ResponderEliminarJjaxxel que bueno que sigas aqui haciendo este trabajo tan laborioso, eres mi heroina...un abrazo JJ..
EliminarUn placer tenerte otra vez de vuelta a casa donde perteneces y ojalá cuando la autora suba los siguientes capítulos nos de la entrega completa en la excelentes historias ke tiene. Besos Jjaxxel
EliminarSiempre he pensado que se hace un excelente labor en esta página y que la tardanza de la publicación se debe al tiempo que la autora necesita para crear estos grandiosos relatos. Gracias Jjaxxel.
EliminarJoder no se porque sufro mas por la tardanza en publicar un nuevo capitulo o imaginarme la cara de mi natsuki sufriendo como nadie, en verdad una fea sensación de encontrar a quien amas en la cama con otra persona eso si me parte el alma :/
ResponderEliminarSaludos a todos y todas, antes que nada espero sepan disculpar la tardanza, si por mi escribiría todos los días a todas horas, pero tengo una jornada laboral un tanto larga. Sin embargo yo solo tengo disponibles los domingos para escribir y entiendo que se había hecho un acuerdo para ir adelantando la historia a ese ritmo, pero no fue posible. Tengo otros dos capítulos disponibles en casa, que serán entregados en un lapso de uno por semana, porque como les digo se requiere interludios de tiempo para poder completar algo con calidad y los que siguen están al ritmo de lo que pueda redactar en mi tiempo libre, estoy comprometida con la idea de entregar uno por semana, porque para escribir alrededor de 15 a 20 paginas aproximadamente, de Danza entre lobos y otras más de Nunca Digas Adiós, representa 40 páginas que con buen viento y buena cara o mejor dicho musa e inspiración, me ocupa el día entero, el único día libre que hay disponible por semana, el domingo. Por esa única razón es que solicito la paciencia de todos y todas y agradezco infinitamente su lectura, el compartir junto a mí las locuras que se me pasan por la mente y que me esmero por retratar a través de las palabras.
ResponderEliminarDe antemano gracias por su comprensión, espero que tengan un hermoso día.
Att Cristalsif.
esperaremos el tiempo q sea necesario !!!!!! x favor solo no dejes de publicar!!!!!!!!
EliminarLo aceptamos porke tus historias son muy apasionadas donde nos transporta al amor verdadero sin máscaras. Sólo no dejes de publicar. Atte desde Ecuador
ResponderEliminarSi comprendo tu situación y mil gracias por dar a conocer los motivos, solo por favor no tardes mucho, mira q la espera es muy desesperante,felicitaciones excelente historía, como lo dije me fascina por la época, un abrazo
ResponderEliminarEsta historia esta entre mis favoritas!!La asombrosa manera que tiene la autora de escribir y transportarnos adentro de la historia es sumamente maravillosa!!cada dia entro a la pagina con la esperanza de encontrar la continuacion y nada, pero comprendo perfectamente a la autora y sus tiempos, Solo esperemos tener continuacion pronto. Gracias infinitas por compartir tu historia con nosotras!!es un placer leerte guapa!
ResponderEliminarsaludos!!
mia de bsas.
Es admirable mi bella escritora que usted nos ha cautivado con sus letras, no miento al decir que sueño con esta historia con el escenario que ha creado desde los mas grandes y espeluznastes monstruos hasta el paisaje espero que tenga mas tiempo y suplico que pronto sea publicado la continuacion, soy su humilde seguidora y admiradora.
ResponderEliminarTengo una duda durhan es natsuki o es una mascota de natsuki esa parte no tengo claro
Durhan es Natsuki.
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