Sonrió, no acertaba a comprender cual era el gesto de su rostro, pero sabía que sonreía… De ridícula a patética, de alegre a lamentable y de pretensión de galante a prospecto de cornuda… ¡Perfecto!... Retrocedió intentando alejarse y no quería mirarla porque sí lo hacía, sólo lo haría para juzgarla. La saliva y la sangre se amotinaban dejando a su corazón bailando descontrolado en el pecho, un dolor real y un ahogo psicosomático, era lo que recibía por sentir una felicidad que no tenía congruencia en su mundo.
Bajó la cabeza derrotada, el romance no estaba aquí… No en esta casa ni en este cuerpo ni en esos ojos… No para ella ni para sus miedos. Esto era Jenny, y lo peor de todo es que siempre lo había sabido, y lo enfermo era que jamás se propondría cambiarla, así le gustaba… Y esta era la parte de la conciencia que odiaba… No podía dejar de culparse por llenarse de ilusión con la piel ajena… Definitivamente le quedaba grande tanto cielo y tanto mar a su diminuto mundo… y no conseguía que los sentidos no se durmieran cerca de su tempestad…
- E- Emma… – agarró su brazo impidiéndole escaparse.
- No me toques… por favor – La petición de Emma se le clavó en el pecho como un puñal. Las lágrimas comenzaron a bajar por el rostro a medida que le daba la libertad… no le estaba mirando siquiera para mostrar el enojo o el desprecio.
- No hagas esto… – Susurró intentando ocultar el llanto y la herida que abría la desconfianza – Escúchame por favor – Todo tenía una explicación, sabía que Emma le reclamaría la omisión que le había hecho y decidió ser sincera, le diría que tenía miedo de que le dejase antes de empezar
- Lo siento… ha sido mi culpa… no debí presentarme así – Y se atrevió a mirarla y a responsabilizarse y a soportar – Debí llamar antes… – un paso sin dirección, su parte más humana no le permitía reaccionar con altura…
- No tienes mi número… Emma – como siempre Emma hablaba rayando el delirio, la incomprensión y la imposibilidad
- Tienes razón… – no se atrevió a decirle la verdad, no quería pasar más vergüenza ni mostrarse tan débil – la telepatía o una paloma mensajera me hubieran ahorrado el bochorno – volvió a bajar la cabeza porque sabía que estaba reprochando y aquello no era propio de ella.
- Por favor… – Se acercó e intentó convencerle con la poca dignidad que le quedaba antes de hacer de rodillas suplicando a sus pies – Puedo explicarlo… sólo tienes que escucharme…
- No me digas nada… No lo necesito…
Todo estaba confundido entre las lágrimas y sufrimiento… Entre la sorpresa y el silencio, todo lo amaba se volvía en su contra… Y gota a gota perdía la fuerza para luchar, tragó la falta de fe y no hizo más que rezar por Emma cambiase todas las reglas del juego… El tiempo corría mostrando que nadie, ni el amor más grande, podía escapar a la ley que impartía… él concedía la intimidad y la confidencia, no el sexo, no la piel, no la obsesión por el deseo de lo puro…
Emma volvió a mirarle con toda la decepción que sentía y con la maldita la tranquilidad que siempre hallaba cuando todo era fustigado por la falta de claridad. Le sonrió y generó un amasijo en el vientre y la garganta de Jenny que se desenredaba en más lágrimas, quería insistir, hablar, defenderse pero la voz no salía, no existía bajo la mirada apenada de la mujer que había puesto su mundo al revés. Y una caricia en su mejilla se le ofrecía como el final… Cerró los ojos y tembló porque no podía aceptarlo… Ella no olvidaba las promesas menos las que se hacía a ella misma…
- ¿Jenny? – Emma alejó su mano rápidamente y dio un paso atrás – Oh! No quise interrumpir – de pronto el grandulón estaba en la puerta y metido en medio de algo que no tenía nada que ver con él. Emma le observó de pies a cabeza, este era el tipo de hombre que consumía Jennifer, carilindos y de musculatura proporcionada, igual al que le había roto el labio de un golpe. Volvió a ella, con la mirada, para preguntar ¿Cómo era posible cambiar al canon griego por la intelectual misántropa? Pero Jenny estaba ocupada en sacar cada huella de miseria que destilaban sus ojos… Estaba ocultándose de lo que había edificado con el único silencio que le había entregado si hubiera hablado hubiera pensado dos veces antes de probar la manzana…
- No interrumpes nada… – Sonrió poniéndose de pie ante el peligro y la indiscreción que rondaba – Sólo vine a devolverle esta botella a Jenny… Me sacó de apuros anoche… – hizo una breve pausa – …en mi cita… – Lució seca, despreocupada e irrespetuosa al no presentarse – Gracias… – la colocó la botella en frente de Jennifer para que la agarrara y le advirtió con la mirada que la aceptara sin oponerse así podría largarse lo más rápido posible de allí. Eso se lo debía… más algunas cosas que había agregado a la lista a último momento, como respeto y sinceridad, que era lo menos a su entender.
- ¿Y las flores? – Volvió la vista a él… no preguntaba con insolencia sino más bien con curiosidad y con una sonrisa alegre. Jenny de pronto le miraba y le alzaba la ceja indicando que podía decir lo que quisiese, le desafió a decir la verdad mientras se hacía de la botella.
- ¿Sabes? No ha resultado bien… – dijo con ironía y en entrando en razón de que los impulsos le habían conducido al único lugar al cual no quería llegar con ella. – Quizás tengas a alguien importante con quien quieras quedar bien – De pronto, la flor perdía significado… Se acercó hasta él y se las ofreció. Y Jenny sólo bajó más la cabeza, todo ocurría a sus espaldas y no quería mirar porque terminaría por gritar que se estaba excediendo con el castigo… aquellas eran sus flores y ella era su cita por mucho que ahora lo negase.
- ¡Gracias! – le sonrió – Eres la primera chica que me regala flores… – dijo con las mejillas teñidas de carmesí y Emma se extrañó al verlo cohibido. Era un pobre infeliz, igual que ella, enredado en el egoísmo, el sexo y en las aventuras de Jenny. Seguro que él estaba igual de perdido que ella – Gracias…
- De nada… – dijo sin remordimiento y casi sintiendo lástima de considerarle in idiota en celo.
- Está en el sillón – la voz opaca de Jenny se hizo presente, esto había llegado lejos y ya no lo soportaba más – Ve a buscarla allí y déjame a solas con ella – Él le hizo una mueca burlesca, a Emma, sobre el humor de la morena, le guiñó un ojo y terminó por entrar en la casa de nuevo – ¿Dónde crees que vas? – la tomó, una vez más, por el brazo cuando intentaba pasar por su lado obviando todo lo que había sucedido
- ¿Dónde crees tú que debo ir? – Soltó en un gritó la impotencia y se zafó de las manos que la confundían y lastimaban – Ni lo intentes Jennifer… – esta vez, las lágrimas y la inconstancia en la mirada eran suyas – Déjame ir… – rogó porque recordó aquello de la pérdida del orgullo
- ¡No! – logró girarla por completo – debes creerme… – dijo desesperada – No me he acostado con él…
- Yo no… – negó con la cabeza a pesar de mentir
- Sé que lo piensas – se adelantó – No es así Emma, él es… – se trababa porque esta era la parte importante, y la fisiología le hacía temblar y sonreír por miedo – él es… Él es mi esposo…
- ¿Qué??? – abrió los ojos y la boca al máximo. Los celos y las preguntas se arremolinaron en su garganta y la última oportunidad se explotó en el aire como una pompa de bajón. Se quedó mirándola fijo, era un perversión y una ingratitud, de su parte, querer acapararlo todo… ¿Es que acaso nada la complacía? ¿Esposo, amante? ¿Amante? Negó con la cabeza lo absurdo y complicado que de repente era todo.
- Vino por el divorcio – aclaró porque la cara de Emma no era buena señal – Firmamos el lunes y desaparece para siempre – apretó sus brazos al no obtener una reacción – No siento nada por él… – No se animó a decir lo que sentía por ella, no después de contarle la telenovela que era su pasado, la realidad era más difícil de creer que la ficción…
- Lo entiendo… Está bien… Lo entiendo… – Simplemente no entendía… se desprendió de ella con la vista extraviada y parpadeaba por volver violentamente a lo normal y lo escueto que siempre reinaba en su vida… Ya estaba cruzando el cerco de la casa de Jenny, sin rumbo y cansada de no comprender tanto cambio, a paso lento se dirigía en dirección opuesta del sol… Llena del vacío que dejaban los estropicios de la utopía que vivía con ella.
Se quedó viendo como se alejaba… Y vibraba a cada paso que Emma daba… Pensó la vida en un instante, el amor había tardado una eternidad y lo quería con ella, sin importar lo que costase, lo tendría con ella porque así había llegado y ya nada había por hacer… En un segundo tenía el cuerpo infecto de adrenalina y un pensamiento fijo en la cabeza, apoyó la botella en el suelo y comenzó a correr, la cerca la cruzó de un salto y corrió, con rapidez, motivada por el terror de perderle… Era la segunda vez que tenía la sensación y la falta de aire le decía que no sería la última… Simplemente no podía dejarle ir… Y si el final no era más que la desdicha de un corazón partido tenía la vida para enmendarle y miles de amantes para olvidarle…
- Emma… – dijo agitada cuando logró colocarse en frente de ella impidiéndole avanzar. Le miró y las lágrimas le partían el alma, no quería hacerle llorar, quería protegerle, ayudarle y hacerle ver que la decisión era prematura – Dios…
Avanzó directo a su boca, con locura y sin sentido, la bienvenida de Emma le cargó el estómago de “Quizás” que amenazaban con hacerle llorar de nuevo. No había nada mejor que sus besos y la gentileza con la cual sus manos se apoyaban en su cintura, le traía de la nuca con la intención de fundirse lo más posible en ella… Creyó que un beso no calmaría todo el dolor que le estaba causando y que muy posiblemente enmarañaría más las cosas pero lo necesitaba y no podía evitar desearlo con todo lo que tenía… Aunque todo durase tan sólo un momento…
Emma hundía más sus dedos en su espalda, dolía y hubiera gemido en otra situación, pero aquí, en medio de la calle lo único que estaban haciendo era descargar el fracaso y quizás anunciar la despedida, en público pero siempre escondiéndose… Emma sólo estaba besándole con motivo de arrancarse la piel, el olor y el sabor, todo para después dejarle volar… Mordió sus labios obligándole a la morena a entreabrir la boca para llevarse su aliento y poco a poco, se volvía suave el tacto y la creencia de necesitad… Cortó el beso y se quedó con los labios en su mejilla, respirando, acariciando, sintiendo y soltando, definitivamente, lo que no le pertenecía…
- Lo siento… – Emma se disculpó por el beso, por la falta de sensatez y por lo indiscutible – No volverá a ocurrir… – Jenny abrió sus ojos de a poco y le miró extrañada, ella no se arrepentía de nada. El divorcio era inoportuno pero no dejaba de ser algo bueno. Hacía años que le esperaba… El papel que le daba la libertad que ya poseía, no era más que una firma a la formalidad. La miró pasarse la mano por la boca y limpiarse lo que eran, la saliva y la discontinuidad, dejando impoluta la ética y la moral.
- Piensas que me debo él, no? – preguntó enfadada. No había cometido ningún crimen, llevaba más de 6 años separa de él – Sin importar si le quiero o no… Sin importar lo que quiero!!! – se alejó y llevó sus manos a la cintura, había gritado y la mandíbula se le trabado – Piensas que debo ser una buena esposa… Que debería haber esperado la sentencia para continuar mi vida – asintió con la cabeza a medida que recordaba en lo que había pensado a la hora que había decidido callar – Dime lo que piensas… Eh!!! – y no pudo evitar zamarrearla un poco, hablar con ella a veces era como hablarle a la pared – ¡¡Habla de una puta vez!!!
- ¡¡Qué importa lo que piense!!! – Bajó el tono de voz, no había razón para gritar – No soy tu juez… – respiró profundo y terminó por retirar de su pecho, suavemente, las manos de la morena.
- A mí me importa… Mucho – recalcó la palabra – te lo digo por si no lo has notado y por si pretendes hacerte la desentendida
- Creo que deberías haberlo dicho antes… Nada más – Entregó un poco de sinceridad
- ¿Cuándo? – dijo toda irónica – ¿En cuál de las miles de conversaciones que tuvimos?
- Ahora es mi culpa – se señaló – ahora el problema soy yo y mi falta de comunicación… Quizás no puede hablar mucho pero no soy sorda, ¿sabes?
- Tenía miedo – voy a acercarse y a gritarle – ¡¡Estas llena de prejuicios!!! Si te lo hubiera dicho hubieras huido de mí…
- ¡¡¡Exacto!!! Y es justo lo que voy a hacer ahora – estaba a punto de pegar la vuelta…
- ¡¡Espera! – volvió a tomarla por el brazo y esta vez con más firmeza que nunca – No me obligues… – susurró
- ¿A qué? – Preguntó retadora
- Hemos jugado a lo que tú has querido – apretó y sus ojos brillaron peligrosos – Con tus tiempos, con tus manías y dificultades… No me obligues a faltarte el respeto…
- ¿Piensas que no lo has hecho? – preguntó incrédula – ¿Me amenazas después de presentarme a tu marido??? – Señaló en dirección a la casa de Jenny, allí estaba el problema
- No sabes de lo que soy capaz de hacer para obtener lo que quiero – la miró fijamente y la atrajo hasta su cuerpo. Se quedó cerca de su labios, la intención no era besarla si no recordarle como había comenzado todo entre ellas, lo débil, lo confuso y asfixiante del deseo. Pero Emma no se mostraba aturdida ni con miedo sólo se mostraba distante…
- Correré con el riesgo… – se alejó y afirmó porque no había dudas que le estaba declarando la guerra, y no esperaba menos, se estaba negando a una caprichosa – Que tenga buenas noches profesora Hartmann…
- Después no digas que no te lo advertí – Obviamente no obtuvo respuesta, Emma cambia de acera ignorándole completamente – Mierda!!! – pateó algunas piedrillas que se encontraban allí – De acuerdo – intentó volver la respiración a la normalidad – Así lo ha querido… Profesora Müller…
- ¿Has visto estos contratos Estefan? – los tiró de mala gana en la mesada de la cocina, justo al lado de donde estaban los vegetales, que el padre de Ben cortaba, para preparar la cena
- Sí ¿Qué pasa con ellos? – se encogió de hombros no entendiendo el repentino enfado de su esposa
- ¿Has visto quien los firmó? – preguntó haciendo que Estefan cesará toda la actividad
- Bodo… el director de la academia – respondió sin siquiera cerciorarse con los papeles – ¿Quién más sino?
- Y la profesora Müller – Abrió la carpeta para que viera con sus propios ojos de lo que hablaba
- ¿Y? Es sólo una formalidad… La alumna es suya, el contrato lo ha conseguido ella y no lo neguemos, el puesto es un sueño hecho realidad para aquella niña – se dispuso a continuar – Además no es la primera profesora que forma parte de una contratación…
- Te veo muy tranquilo – lo culpó de inmediato
- Es sábado por la noche querida… creo que me puedo permitir no estar tan paranoico – dijo mientras vertía la segunda copa de vino de la noche y no la última.
- Te dormirás en los laureles si continuas así – censuró la tranquilidad que mostraba mientras bebía
- Eso no pasará – dijo con supremacía – La academia es mía… – sonrió con malicia
- Quizás se te olvida como fue que lograste comprar la mayor parte de las acciones y cómo fue que no pudiste comparar las restantes – se cruzó de brazos en frente de él y a la espera de su respuesta
- ¿Y por esa razón debo temerle a una profesora de canto? – Apoyó la copa sobre la mesada con algo de bronca
- ¡No! Pero debes fijarte en los tratos que hace… Quizás tenga muchos más contactos de los que ha puesto en su perfecto curriculum – terminó por dejarle con la palabra en la boca a su marido.
Miraba el polvo que se levantaba a su paso. Todo estaba igual, cada árbol, cada piedra y cada casa. Aquí había crecido, alejada de los edificios y del humo de los coches, en un paisaje pintado de verde y adornado de vida. En pleno bosque y al orilla del lago pero sólo a 30 km de la ciudad. Recordó a su padre diciendo que lo único bueno que había hecho el abuelo nazi fue dejarles la casa, y era cierto, todavía podía sentir la tibieza del sol primaveral y la crueldad del frio del invierno como un recuerdo latente de la infancia y adolescencia y de una soledad…
- Hemos llegado Emma… – No había escuchado el ruido del motor apagarse. Estaba absorta con los ojos clavados en los jardines y en esa porción de suelo que tenía plantadas aquellas margaritas. Estaban protegidas por material sintético, su madre tenía pasión por las plantas y las cuidaba de todo, hasta de la naturaleza a la cual le pertenecían. Quizás debía copiar el modelo, guardar “algunas cosas” en una caja de cristal y cuidarlas y no dejar que nadie las pisotee por más que le pertenezcan – ¿Hace cuánto que no venías a casa? – Su hermano preguntó
- Tres años… – y ahora miraba la fachada rústica y las luces encendidas
- Mamá debe haber hurgado en todas tus cosas – negó con la cabeza y sonreía
- Poco me quedaba en este lugar – sonrió con su hermano – gracias por traerme Rolf…
- Para eso estamos los hermanos con coche – Sonrió, él era igual que ella, distante y creedor de que una sonrisa basta para imprimir importancia al querer
- Debo comprarme uno – aquello era un pensamiento de comodidad muy lejano – Hubiera caminado un km hasta llegar a la entrada
- Yo lo repararé el día que lo tengas – Le aseguró
- ¡Claro que sí!... Eres un gran mecánico – Salió del coche y caminó los pasos que la conducían hasta la puerta.
Antes de tocar la puerta miró el cielo, lo único que no quiso perder del lugar fue el firmamento y la persistencia que poseía, por eso había mandado a construir los ventanales en el techo de su cuarto y por eso en cada cuarto que se alojaba luchaba por poder mirarlo entre tanto cemento. Una tormenta resonaba a lo lejos… ¿Que quieres de mi? Le preguntó en silencio a la oscuridad y al límite de sus sentimientos… al fin y al cabo el cielo era igual en todas partes.
- Hijos… no saben cuánto me alegro de que estén aquí – El padre de Emma los abrazó, a los dos por igual, mostrando su alegría
- Vamos, que sé que lo dices por Emma si yo vengo todos los sábados a cenar – se sacó su abrigo y lo dejó en el perchero
- Vamos, si sé que vienes por tu mamá… si no pasas el Edipo jamás conseguirás novia – se defendió. Aquello provocó la risa en Emma
- ¿Dónde está? – preguntó sin hacer mucho caso al comentario de su padre
- En el despacho… Esperándote con los brazos abiertos para llenarte de besos – insistió una vez más con la burla absurda
- JA-JA-JA Qué gracioso – dijo con disgusto y redoblando el chiste hiriente de su padre – Me voy con ella que al menos no tacha de homosexual mi forma de ser sentimental
- ¡Eh! Yo no he dicho eso – levantó la voz pero su hijo ya no estaba presente – Emma… Yo… Yo…Yo no he querido decir eso – agachó la cabeza arrepentido – sabes cuál es mi pensamiento sobre el asunto… Yo… Yo…
- Papá… – apoyó la mano en su hombro para tranquilizarle – Él también está bromeando, tranquilo.
- Dios… No sé qué hacer con él – le comentó mientras le asistía a desabrigarse – Vamos de mal a peor. Si hablamos porque hablamos, si no hablamos porque hablamos… yo
- Quizás… puedas ser menos duro con él – era sólo un pensamiento – Ya sabes, no criticar tanto sus elecciones…
- A todos los he criado igual – no se privó de tocar el rostro de su hija – Y mira lo que son…
Emma inconscientemente se alejó de la mano de su padre, callada y respetuosamente. Su padre le sonrió orgulloso, con ella no había fallado, no podía conquistarle de ninguna manera y jamás había dudado en ponerse en su contra a la hora de defender a sus hermanos. No le extrañaba que hubiera abandonado el hogar siendo tan joven ni que nunca llamara cada vez que estaba en la cuidad… tanta autonomía le había impuesto que nunca dudaba en pelear con él de par a par. A veces extrañaba eso de ser padre, Emma era su única hija mujer y quizás la única persona que le escuchaba cuando hablaba.
- ¿La Srta. Hartmann? – Cambió de tema antes de ponerse a llorar pidiendo disculpa por sus errores pasados
- Con su marido… – fue la simple respuesta de su hija.
- ¡Dios!!! – Exclamó asombrado. Estás cosas se hacían difíciles de comprender a su edad – ¿Dónde quedaron los noviazgos de toda la vida?
- Lo mismo me pregunto – abrió sus brazos dando a entender que no tenía ni idea de cómo había llegado a esta situación – ¿Es necesidad humana complicarlo todo? – preguntó algo agobiada
- No lo sé… – su padre pasó su brazo por el hombro de Emma y comenzó a introducirla en la casa – Le diremos a tu mamá que no pudo venir… será lo mejor – terminó por sonreír buscando su consentimiento
- Claro… – asintió con la cabeza
La cena ya estaba sobre la mesa y ella sentada a la derecha de su madre que no paraba de hablarle y comentarle miles de cosas. Se sentía un poco extraña entre tanto ruido y parloteo cruzado. Se preguntó cómo demonios era una persona tan callada viniendo de una familia como esta y la respuesta estaba a la izquierda de su madre, su padre se mantenía pensante y alejado de todas las conversaciones… las fuentes con comida pasaban en frente de sus ojos y cada dos por tres le insistían con algo de lo mucho que había preparado su hermano.
- Bueno Emma cuéntanos algo, no? – El Dr. de la familia le incitaba – Eres tú la invitada de honor – sonrió y levantó su copa
- Eh… – limpió su boca con la servilleta buscando algo de tiempo para entablar una conversación normal. Su familia esperaba saber acerca de su vida – Estoy trabajando con Bodo, ¿le recuerdas mamá?
- Claro, hija… Recuerdo su boca llena de brackets y una cantidad enorme de granos en su cara – todos los presentes echaron a reír con la imagen que tenían de un Bodo adolescente
- Pues… ahora es todo un hombre – dijo con algo de nostalgia y bebió un sorbo de su copa
- Me imagino… – respondió su madre – la última vez que le vi tenía 19 años – Emma terminó por agachar la cabeza, quizás este era el tipo de comentarios que quería evitar, algunos reproches que su madre hacía sin pensar
- Lo siento… – su medre de inmediato se disculpó
- ¿Qué pasó Emma? – intervino, de nuevo, Norbert con la intención de pasar por alto aquel pequeño problema familiar. No había que ser demasiado inteligente para notar porque razón Emma callaba la mayor parte del tiempo. Emma le sonrió – No nos dejes con la mitad de la historia…
- Bueno… – raspó la garganta – él es director de una academia, que está en el centro… y bueno él me propuso trabajar allí y yo acepte.
- ¿Y qué haces allí? – Preguntó el mecánico
- Doy clases de canto… a los adolescentes – se quedó a la espera y aquel silencio sepulcral no era más que el remanso de paz antes de la tormenta. Y llegó, después de todas aquellas miradas fijas, las 6 personas que le acompañaban en la mesa explotaron en carcajadas y no pudo hacer más que sonreír sabía lo que todos dirían.
- ¿Profesora? JAJAJA
- Lo sé… lo sé – soltó los cubiertos y comenzó a asentir con la cabeza – Sé que dije que jamás en mi vida daría clases
- JAJAJA…No dijiste eso – le recordó Norbert – ¿Cómo era? – Codeó al otro hermano y trató de hacer memoria – Ah! Ya sé… Jamás en mi vida caeré en la mediocridad de enseñar… JAJAJA. ¿Quién te ha visto y quién te ve hermanita?
- ¡Eso no cuenta! – trató de defenderse – tenía 20 años cuando dije aquella tontería… Ahora es…
- Yo estoy muy orgulloso – le aseguró su padre – Siempre es bueno ampliar los horizontes laborales
- Gracias papá
- Yo no estoy diciendo lo contrario – le guiñó un ojo a su hermana con complicidad – Sólo me estoy riendo de lo contradictorio, como en los viejos tiempos… JAJAJA
- Todavía sigues en la empresa con Dennis? – preguntó su madre de pronto
- Sí por la mañana y por la tarde las clases
- Así que no tienes tiempo para nada… Así dejas morir las plantas – Emma vio como su hermano le hacía un mueca y le afirmaba que de esta no la salvaba ni dios
- Lo siento es que…
- Ya lo he pensado, anoche, toda la noche – Emma la miró alucinada tampoco era para tanto – Te llevaré cactus… esos no necesitan agua – asintió con la cabeza conforme de haber encontrado la solución al problema
- Ah… – Tres golpes en la puerta interrumpieron la charla
- De seguro es Kerstin – Norbert se levantó de la silla como un relámpago
- ¿Quién es Kerstin? – Emma preguntó abiertamente
- La novia del mes… – le respondió el mecánico con cierto disgusto – No sé en donde las consigue… – Emma ya estaba sonriendo de nuevo, estos dos hermanos eran como el agua y el aceite
- A mi me parece genial – Acotó el menor de todos, Emma le miró sólo tenía 16 años
- Rolf te he dicho que no hables así de las amigas de tu hermano – El padre lo regañó
- Mi hermano es un promiscuo… igual que las chicas que trae a casa... es hora de que lo aceptes… No se quedará con ninguna de ella…
- Eso no lo sabes…
- Shh… – La madre pedía silencio parecía que se olvidaban que la chica estaba a unos cuantos pasos
- Nop! – la voz de Norbert llamaba la atención de todos – Esta morena no viene a buscarme a mi…
Emma dejó de sonreír al instante y sabía que la boca se le abría poco a poco. ¡Qué descarada! Fue lo primero que se pasó por la mente al verla parada al lado de su hermano, sonriente, ingenua y con la botella de vino preferida de su madre, que era la misma que había dejado en su casa después de encontrarse con el “marido”. ¡Suficiente! La cabeza le gritó de pronto y su mejor cara de irritación a parecía sin poder disimular más, clavó la mirada en ella y se puso de pie lentamente…
- Emma… – la voz de su madre interrumpía su propósito – ofrécele asiento – la miró alucinada ¿Asiento? ¿Justo ahora que no se merecía más que una patada en el culo?. Miró a su padre y al instante leyó en sus ojos, que nuevamente, era lo mejor…Soltó un suspiro de resignación lo mejor era no armar un escándalo…
Rodeó la mesa y esa sonrisa burlona que tenía sacaba la peor parte de su persona. Su hermano se había sentado, dejando que ella se encargara de la morena.
- Has perdido la cabeza… – Susurró con bronca y le hizo una seña para que se quitase el abrigo
- Por ti… – dejó el abrigo en sus manos y la locura le llevó a besarla.
Allí en frente de toda la familia y alentando a la curiosidad de los 4 hermanos varones de Emma que ya cuchicheaban por lo bajo.
Después del beso no dijo nada, sólo dejó el abrigo en una silla que estaba cerca y pensó que debía matar a Bodo por darle a Jennifer la dirección de sus padres… La tomó del brazo y la dirigió hasta la mesa, con algo de brusquedad apretaba su miembro…
- Familia… – todos tenían una expresión distinta y lo peor de todo es que su madre lucía una sonrisa radiante – Esta es Jennifer Hartmann…
- ¿Es tu novia? – Preguntó el menor…
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De verdad que me encanta esta historia, y de todo corazon te felicito un beso y una abrazo. No habia dejado msj antes porque queria terminar de leerla hasta el ultimo capitulo publicado, pero no me aguante las ganas de felicitarte. Ale (Colombia)
ResponderEliminarQue habrá sucedido con la escritora, no continuó esta gran historia. He llegado a pensar que algo malo le sucedió
ResponderEliminarYo también pienso que le pasa algo malo, noto algo de melancolía en sus escritos, ojalá aún esté con vida
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