Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Física, Química y Piel - Fanfic Jemma - Memo (Parte 23)


Todos estaban expectantes de su respuesta, la comida olvidaba y enfriándose en sus platos, y todos los ojos a la espera de lo más normal que podía tener uno en el mundo: Un acompañante de vida…
La miró porque debía decidir y rápido, y era consciente de que no podía hacerlo sola, a pesar del enojo y de la injuria que supuraba mortalidad y chispas que amenazaban con hacerle estallar, ella no sabía aparentar y Jenny tenía la osadía y el talento de un reparto teatral entero. Y allí estaba la mirada con el celeste justo para la resignación, poco a poco dejaba de apretar su brazo y descendía su mano para enredarla en sus dedos…

Miró el remordimiento en los ojos de su padre contrapuesto con la alegría que irradiaban los de su madre… Se preguntó por quien lo hacía y como siempre, le resultaba mucho más fácil mirar en la carencia de los demás y colocó a su madre como la respuesta inminente. Cerró los ojos un instante y preparó el cuerpo y la mente al igual que lo hacía cada vez que se disponía a tocar o a cantar… Esto sería un show, quizás el más grande que daría en su vida, debía amarla y dejarse amar, algo que no había hecho en su vida, así que por ley, algo que no sabía hacer… Y aún así no hallaba razón para gritar…

- Bueno… – miró a su madre y su asentimiento con la cabeza dándole lugar para responder, quién había preguntado era su hermanito pequeño y lo que debía decir iba sobre sexualidad, homosexualidad y un poco de desvarío, para que mentir – Jennifer y yo… – Tres golpes en la puerta nuevamente y salvada por la campana, suspiró tendido… 

- Esa es Kerstin! De seguro… – Su hermano se levantaba escandalosamente a abrir la puerta, dejando a las chicas y al resto esperando por la dramática presentación. – Aquí estamos… – volvía, tomado de la mano, con una preciosa mujer de unos veintitantos – A todos ellos ya los conoces y esta es mi hermana… Emma – La alegría gobernaba el cuerpo  de su hermano y le dibujaba una sonrisa – Te hable de ella, cariño

- Sí, lo recuerdo – Emma y su cuñada, del momento, no se ponían de acuerdo para el beso en la mejilla y el calor crecía de a poco con cada desatino. – Tu labio… – Señaló la zona afectada y el motivo por el cambio de dirección – Norbert dice que eres su hermana preferida – susurró para no herir los sentimientos de ninguno de los presentes

- La verdad es que soy su única hermana – Sonrió y miró a su hermano – Encantada de conocerte y te presento a Jennifer Hartmann – la señaló con la mano

- Hola… – y otros besos a la morena

- Hola… – Jenny se planteó por primera vez que quizás, a lo mejor, había errado enormemente en su plan de conquista y más al ver al hermano de Emma abrazar tan cariñosamente a su chica. Ella no tenía eso con Emma y por como la miraba, echando fuego por los ojos, parecía que no lo tendría jamás en la vida sin importar lo mucho que lo desease, lo mucho que pudiera prometer ni lo mucho que lo necesitaba. Era cierto, había perdido la cabeza y hasta la intención, y el miedo la llevó hacía un último acto de imprudencia que la condenaría, y la ataría por el resto de la noche a su mano – La novia de Emma… – La naturaleza del habla dotó de complicidad y sentimiento al simple enlace que la unía a ella. Y escuchó, a lo lejos, como Emma tragaba lentamente…

- ¡Ah!.. – Exclamó sorprendida Kerstin, ahora tomaba forma la escena que estaba viviendo, las había encontrado de pie al final de la mesa y seguramente a punto de anunciar algo importante dado a que toda la familia estaba estática – Eso no lo sabía… Siento la interrupción   

- Ni tu ni ninguno de todos nosotros… – Norbert acotó –  ¡Mírate!  Ya estás toda ruborizada…– Dio un pequeño golpe en el hombro de Emma. Jenny la miró porque había sentido el triunfo al ver la pequeña sonrisa de la madre pero esto no tenía comparación. Emma estaba llegando a un escarlata furioso, apretaba su mano con fuerza y luchaba por llevar aire a sus pulmones. El gesto era de sufrimiento, la boca a medio abrir e intentando una sonrisa, y el delirio por tenerle no le dejaba ver la timidez que ella no sentía – No eres nada tonta para elegir hermanita, eh – Un guiñó de ojo que se le antojaba alentador a la morena. Y las risas y el cuchicheo comenzaron otra vez

- Norbert… deja de poner en situación a tu hermana – pidió el padre al ver a su hija con la cabeza gacha y sufriendo una vergüenza que no le correspondía

- Es un halago papá… – explicó cansado de las censuras absurdas y el patriarca de la casa sólo apretó los dientes y su servilleta en un puño – Tienes una novia preciosa Emma… – le palmeó la espalda, y él y su chica fueron a tomar asiento.

Emma intentó contestar como era debido pero estaba demasiado incomoda viviendo una vida que no era la suya y agarrada de la mano de una mujer que tampoco era suya. ¿A dónde quedaba todo aquello en lo que creía? ¿Todo lo que la regía? ¿Qué ganaría con este ridículo circo? Todavía estaba  a tiempo, la verdad jamás era disparatada… Y esta vez clavó la mirada en Jennifer  que le correspondía sonriente, tal cual novia, y dispuesta a hacerle borrar la línea que separaba lo que era ficticio de lo que era real… No podía decirle nada, no en enfrente de todos, así que en silencio la estaba odiando… o amando… todo dependía de la perspectiva con la cual se lo mirara.               
      
-Ehhh… Bueno… – No podía evitar mirar esa sonrisa con regocijo y preguntarse cuántas veces había hecho esto, con cuántos falsos novios y con cuantas familias verdaderas. Una repugnancia nacía del pensamiento y sabía lo que era, estaba dejando que hiciese con ella lo que le venía en gana… Se odio por débil, por diplomática y por lo inhumana ¿Qué seguía? ¿Toda una vida inventada y los domingos de almuerzo familiar? Aun así la mirada espesa y controladora de su madre se le clavaba en la moral y ella misma le había ensañado, que algunas veces es preferible la sonrisa a la verdad – Esta es Jennifer Hartmann mi… no… no…via – Esperó las vitoreas de sus hermanos y las sonrisas burlonas… Tenía que ser así, quizás ella estaba en plena revolución y rogando porque un tornado arrancase el techo de la casa para no ser el único motivo de diversión pero eso era poco probable, tan poco probable como que sus hermanos cambiasen su actitud alegre e infantil…  

- Creo que le gusto a tus hermanos – Jenny aprovechó el alboroto para susurrar a su oído

- Quizás no piensen lo mismo después que le digamos que estás casada… – con eso bastó para dejarla de piedra y con la boca abierta. Fue hiriente y tenía motivos, en este momento no era más que una mujer despechada con la inteligencia nublada

- Quizás piensen los opuesto cuando les digamos lo que me haces sentir – Redobló la apuesta manteniendo su mundo de beligerancia, peleaban. Pelearon cuando se conocieron y pelearían cada vez que el destino intentase decidir por ellas     

- ¿Sentir? – Preguntó con asco y bronca – Yo no sé lo que es eso… Así que sólo sonríe por favor… – La miró un instante advirtiendo lo fina que tenía la paciencia, lo peligroso de sus palabras y lo “enfermo” que tenía el corazón y la cabeza. Después del pequeño baile de sillas para la reordenación de la mesa, avanzaron hasta los lugares vacíos – Rolf… – Comenzó la formal presentación… El mecánico sólo asintió con la cabeza para después agacharla, todavía no olvidaba el incidente ocurrido en su taller – Este Mark, el gastrónomo de la familia – Le señaló para que Jenny le identificara

- Un placer… – respondió sonriente la morena  

- Todavía no acabo mis estudios… así que gastrónomo todavía no soy – Le fue fácil acertar la cantidad de modestia que todos tenían, los Müller eran unos muy distintos de los otros pero, aparte de la modestia, todos convergían en la cordialidad, el respeto y bondad. Pensó hubiera sido agradable crecer en un hogar así o simplemente tener a alguien que le dijese: “No, es suficiente”, a lo mejor ahora no tendría “ciertos problemas”        

- Y este es Hans, el más pequeño de los Müller

- Hola… ¿cómo estás? – Jenny le sonrió y le guiñó un ojo. Trabajaba con adolescente día a día y era sabedora de lo que provocaba en los niños que una mujer los tratase como hombres… Idolatría 

- Ho… ho… hola – respondió con cara bobalicona el pequeño – Me siento bien…  Genial… – Emma rodó los ojos,  Jenny ya se había ganado la revolución hormonal del más pequeño  

- Me alegro – dijo en una mueca inocente y falsamente disculpándose por lo que había provocado

- Tendrás que esperar a que te salgan pelos en el pecho para tener una igual – Todos los hermanos de Emma se echaron a reír al instante. Las chicas y los padres de Emma, por el contrario, se mantenían serios y casi reprochando la actitud inmadura

- ¡¡¡Norbert, por dios!!! Deja a tu hermano en paz – nuevamente, el padre volvía a imponer el orden – No me hagas contarle a tu novia que tomaste biberón hasta los 8 años – Todos volvieron a reír y Kerstin incluida.

- Eso no es cierto!!!    

- Y mis padres… – Emma se apresuró a decir antes de que se desencadenara una pelea…         

- No nos hemos presentado debidamente – la madre se puso de pie y alargó su mano a la morena – Anne, la madre de Emma – Jenny la observó atentamente, estaba bastante distinta a la noche anterior, ahora sencillamente era un ama de casa y sin embargo no dejaba de resultarle una persona intrigante, llena de misterios y de grises, bien a juego con las fotografías en blanco y negro que colgaban de las paredes y con cada línea de expresión que surcaba su rostro     

- Jennifer… – se enganchó a su mano y al instante lo sintió, sintió el calor de la predisposición – Encantada…       

- ¿Así que tu eres quien ha hecho que mi hija desembale la tv y se olvidara de apagarla?  – le preguntó sonriente

- Culpable – respondió astuta, llevándose la mano libre al pecho y entendiendo que a esta mujer no le gustaban, para nada, las etiquetas. Mejor así, asemejaría rápido su idea de algo tan fuerte capaz de romper todas las nociones culturales impuestas…  y sus ansias de vivir y sentir a cualquier costo.          

 - Con eso me alcanza… y le ahorraremos un poco de calor a Emma – apretaba su mano con fuerza y confianza – Al menos por ahora… – dijo picara

- De acuerdo… – Una corta mirada a Emma que desabotona un poco su camisa y de vuelta a sonreírle a la persona que sería su aliada de la noche – Buenas noches Sr. Müller – Para él tenía una sonrisa especial que se apagaba poco a poco con esa mirada reprochadora… Los gritos de la madre de Emma llegaron a su cabeza y recordó que no era padre si no amigo… de seguro lo sabía. Pero era ignorante de su intención y era padre, sin importar cuán amigo fuese, así que de cualquier manera la vería como un depredador despiadado.            

- Buenas Noches… –  El apretón trasmitía desconfianza sin dejar de ser cordial y aun así sonrió todo lo que pudo, él estaba mintiendo igual que ella y una mentira era mentira, aquí no estaban en juego las intencionalidades   

- Toma asiento por favor… – Emma susurró a su oído cortando lo glaciar del encuentro con el suegro. La trató como lo que pretendía ser, le cedió el lugar contiguo a su madre y le asistió mientras se sentaba.

No había habido grandes sobre saltos, las preguntas por el momento eran comunes y cortas, trabajo, edad, lugar de nacimiento y todo se debía a lo exquisito de la comida, que a más de uno le tenía la boca ocupada, pero no a Emma. Emma no había probado bocado ni emitido sonido desde su llegada y a cambio se había bebido dos copas de vino al hilo. Sabía que le estaba asfixiando y como siempre obligándola a caminar sobre la cornisa, supuso que también debía cuidarla de su amor…

¿Cómo se suponía que lo lograría? ¿Cómo le haces para esperar a alguien que nunca deja de correr? Lo sabía, en el fondo siempre lo había sabido… Contó tiempo y resto anhelos y el resultado le daba “espacio”, no podía aliviarle así que solo quedaba una cosa por hacer. Norbert hablaba sobre política y su situación laboral. Nada en este mundo le podía importar menos y sólo miraba la mano de que descansaba rígida sobre el mantel. Vio que estaba a punto de levantarla nuevamente para alcanzar la copa cuando decidió que era suficiente…

Emma la miró extrañada y con algo de temor, pero esos dedos se apoyaban con tanto cuidado sobre la piel de su mano que intuyó que no la estaban deteniendo si no “sujetando”… Leyó el “lo siento” en sus labios y después la caricia le ataba un nudo en la garganta así que sólo sonrió porque si no lo hacía lloraría… evacuando todo lo que no entendía y lo que no quería entender, y lo innegable, lo único verdadero, le hizo separar los dedos y apretar fuerte los de la morena entre los suyos… Un instante, una pausa… sólo para después retirar lentamente su mano y alcanzar lo sensual de su copa… 

Desde cerca la madre observaba todo mientras comía… Entendió que podía ser reciente, o tan fuerte que le hacía temblar, o que Emma como siempre estaba resistiendo. Miró a su marido de soslayo, Emma era la versión mejorada de él… Rápido recordó lo enamorada que estaba a pesar de los años y que algunas noches tenía la sensación de compartir la cama con un extraño pero por las mañanas él traía el desayuno y a la persona que más amaba en una bandeja. Sonrió, la niña coqueta no tenía ni idea de lo que le esperaba…

- Tienen una casa preciosa – tapó su boca y el dolor que le provocaba el rechazo y sin embargo no dejaba de sonreír.

- El abuelo nazi… – respondieron los hermanos al unísono

- Un poco más de respeto a mi difunto padre – regañó al instante la madre – Era de mi padre, querida… Él estuvo equivocado y murió con un pensamiento equivocado – se encogió de hombros no pudiendo explicar la conducta brutal de su progenitor – Gracias a Dios le vi una sola vez en mi vida… – Jenny vio como su esposo, de pronto, le tomaba la mano. No recordaba a ninguna persona mayor en Alemania que no se entristeciera con el pasado así que guardo silencio y respeto – Nadie quería la casa, ni mis tíos ni mis primos cercanos o lejanos… Y Emma ya venía en camino – inevitablemente volvía a sonreír y aquel bache era dejado atrás – ¿Eso fue en al año 84, Emma tiene 27 así que tiene que haber sido en el 84, no? – hacía algunos cálculos mentales

- ¿Por qué no lo calculas con tus años mamá? – Todos rieron nuevamente, Norbert traía una amenidad que era necesaria

- Porque mujeres como yo no tenemos edad – Dijo con coquetería – y porque no terminaría la resta en mi vida…

- Jajaja – todos volvían al reír al instante

- La cuestión es que me dije: ¿Qué más da? Es un lugar genial para criar un hijo – palmeó la mano de Jenny llamando su atención – porque no supe el sexo de Emma hasta que nació, claro – Levantó su dedo

- Ni tampoco sabías que tendrías tantos hijos, no? – Volvió a meter bocadillo su hijo

- Lo que no sabía es que el segundo de mis hijos vendría tan bobo, querida – Y una vez más volvían a reír. – ¿Y tú, querida, tienes hermanos? 

- Oh… no. Soy hija única – sonrió y volvió a concentrarse en su plato. Estaba a un paso de distancia de decir soy la mimada, la caprichosa, la que no sabe compartir.

- Me hubiera gustado ser hijo único… – dijo de pronto el cocinero llamando la atención de todos sus hermanos – ¿Qué? – Se encogió de hombros ante las caras de desagrado – Hubiera tenido el cuarto sólo para mí y la cocina limpia en todo momento…

- Pues… ahora que lo dices… a mí también me hubiera gustado – El mecánico hablaba esta vez y Jenny sonrió porque sabía que solo lo decían para levantar su ánimo y para recordarle que no había nada de malo en ser hijo único

- ¿Para tener a mamá para ti sólo? – Norbert volvía con sus característicos comentarios a provocar la risa

- No! – respondió algo enojado mientras le tiraba la servilleta – Primero para que tú no existieras y segundo para hacer del cuarto de Emma mi taller y así no pagar la renta del local… lo siento hermanita…

- A mí sólo me hubiera gustado tener más juguetes y menos brutos que me los destrozaran –Norbert miró a Rolf con cierto reproche de infancia

- Un coche! – dijo el más pequeño llevando sus dos manos a la mesa – Si estos no existieran – le hablaba a su padre mientras los señalaba a todos – tendrías más dinero y podrías comprármelo

- Todavía no puedes limpiarte bien la boca – le señaló un resto de comida que tenía en la comisura – ¿y quieres un choche? Por dios lo que hay que escuchar – dijo indignado a su esposa

- Si no me compras tú, trabajaré y lo tendré por mi propia cuenta – dijo arrogante

- Eso es lo que debes hacer… Crecer, trabajar y comprarte tus propias cosas. Se llama independencia, hijo – asintió con la cabeza y volvió a la comida dando el tema por terminado  

- Ja! Todavía lloras a Emma por los rincones...

- ¡¡¡Hans!!! – la madre se levantó como si su silla, de pronto, le quemara. Y el padre sólo cerró los ojos y ni siquiera le miró. Emma agachó la cabeza y arrugó los labios en una mueca de tristeza, tarde o temprano tenía que pasar y ahora sus padres a renegar de la libertad, una vez más… Era un simple error, solo unas cuantas palabras demás que su madre jamás en la vida olvidaría – Vete a tu cuarto… – señaló la escalera

- Mamá yo… – debatía su mirada entre su hermana y su padre

- ¡¡¡Vete a tu cuarto!!! ¡¡¡Ahora!!! – El grito hizo temblar a Jenny, que estaba a su lado, y después de eso sólo se escucharon los pasos apresurados por la escalera – Lo siento chicos… se suponía que no debía ser así – se disculpó mientras volvía a sentarse

- Está en plena adolescencia mamá – dijo Norbert con seriedad – no deberías tenérselo en cuenta

- Mañana lo pensaré con calma – le aseguró mientras acomodaba su cabello – Emma que no te afecte…

- Sabes que es lo que necesita? Unas buenas nalgadas – Mark, le hablaba convencido a su padre – Unas buenas nalgas bien puestas en el trasero… Porque él no puede hacer esto, no puede poner a Emma en esta situación… Hace años que no viene a casa y mira cómo se comporta…

- No ha sido contra Emma… sólo está disgustado porque no le compran el coche, nada más – Rolf salía a su defensa.

- Sí… pero él debería haber actuado

- Están haciendo lo mismo… – Jenny escuchó, por lo bajo, al padre de Emma. Y eso no era nada bueno – Están haciendo lo mismo… – repitió, pero todos estaban tan concentrados en la discusión que se había armado a la otra punta de la mesa que no escuchaban – Todos están haciendo lo mismo, en este preciso momento!!! – Otra vez, ese silencio y los ojos puestos sobre la invitada de honor. Los rostros cambiaban uno a uno a medida que caían en la cuenta

- Oh Emma… – alguien intentó disculparse y Emma intentaba insensibilizarse y volvía a recargar su copa. Jenny sintió tanta pena por ella y entendió que nadie comería ese plato lleno de reproches que le habían servido por cena… en un instante todo había cambiado… la libre expresión se convirtió en su cruz y la alegría en los clavos. No dejaba de sorprenderle  la entereza que seguía mostrando Emma, vio como, después de apoyar la copa, alejaba su plato, cruzaba sus manos sobre la mesa. Pensó que ya lo había decidido, lo debatiría con ellos o los mandaría a la mierda…             

- Emma… – colocó su mano en su rodilla haciendo que la mirase. Y esa palabra que estaba a punto de salir por su boca se perdió en la espiración que provocó la interrupción  – no has dicho si te hubiera gustado ser hija única o no? No por desmerecer la opinión de nadie – se atajó de antemano – pero la tuya es importante… para mi… – Era lo único que podía hacer, sin insultarles o sin derramar el contenido de su copa encima de alguien, para sacarla de semejante compromiso

- Ehhh… – la miraba contrariada pero alegre de que, una vez más, la morena volviese a “sujetarla”. Estaba tocando fondo y a punto de exponer su pensamiento, algo que nunca hacía en frente de la familia sólo por no herirles. – La verdad, es que no… no me hubiera gustado ser única… yo siempre salí beneficiada de alguna forma u otra – se encandiló con sus ojos azules y comenzó su paseo en la memoria – Norbert rompió mi violín cuando tenía 7 años…

- ¡¡¡Oh por dios!!! Cómo es posible que lo recuerdes? – preguntó su hermano extrañado

- ¿Cómo olvidarlo? – Preguntó abriendo sus brazos – Si gracias a eso mamá me dio su viejo violín… Es el que utilizo ahora – le comentó a la morena – a mis 20 lo mandé a restaurar. Rolf… – estaba a punto de continuar

- Jajaja – el susodicho ya reía – Sí, lo recuerdo… Te fracturé dos falanges del dedo mayor

- Me dijiste que te habías caído en la calle Emma – su madre reprochó la mentira y es que otra cosa no podía hacer, sus hijos estaban ante todo. Pero terminó por reír, todos estaban riendo, hasta su esposo – Porque tropezaste con una piedra...

- Estábamos desarmando el motor de la camioneta del vecino – Ponía, a Jenny, al tanto – Y bueno, venció el soporte y mi dedo quedó debajo – le acercó la mano para que viera la desdibujada cicatriz – Lloré muchísimo de dolor y lo mejor fue que Rolf no me dejó sola y lloró codo a codo conmigo

- ¿Tú también te machucaste el dedo? – preguntó curiosa la morena.

- No – se llevó las manos a la boca – sólo estaba aterrorizado por la paliza que me esperaba en casa… Tenía que volver y decir que había dejado a la violinista sin futuro…

- Había una nota que nunca alcanzaba… Dedicaba horas insistiendo en algo que parecía imposible – nostálgicamente acarició su dedo – Rehabilitación y comenzó a funcionar de maravilla y la nota difícil fue historia…

- No recuerdo haberte hecho nada. No rompí ninguna de tus pertenencias ni te mutile ningún miembro… Así que estoy limpio – levantó sus manos para mostrarlas limpias e inocentes

- Tú…  – Emma sintió la necesidad de hablar un poco más, a él le debía algo muy importante – las únicas 5 recetas que sé me las enseñaste tú…

- Eso no hace una diferencia… ¿Me atrevo a decir que no es un mal, no?

- Sí – afirmó pero no supo bien como continuar – Cociné para ella… – sonrió mientras la señalaba y no podía decir que esa fue la última noche que la había tenido entre los brazos, que era el tiempo más largo y el más corto que había pasado a su lado y que no había parado de juguetear con ella en su cocina   

- ¿Y me debo hacer cargo de la indigestión que le provocaste a tu novia? – preguntó divertido 

- No… – intervino la morena – Esa noche… – tocó sus labios sin poder ocultar lo que sentía – la comida estuvo maravillosa…

- ¡Awww! Qué romántico – El mecánico llevaba la mano a su pecho para figurar la profundidad

- Pues no… – volvió a insistir cortando las pavadas sentimentalistas – No me hubiera gustado ser hija única… Hubiera sido – pensó que decir – caprichosa… soberbia… presumida

- ¡Oye! – instintivamente estaba por refutar. Pero las risas le confirmaba la broma y la sonrisa de Emma le decía que a lo mejor no estaba todo perdido – Menos mas no soy nada de eso – bebió y dejó que todos rieran en paz

- Oh… Se me olvidaba el postre – dijo la madre – ¿Emma, me ayudas?

- Sí… claro mamá – Se tomo un momento para el coraje y para retirar la mano que todavía descansaba en su rodilla – ¿me disculpas? – susurró al oído de la morena

- Claro… Aquí espero – Simplemente no le apetecía estar en otro lugar                                                                                                                                            
                            
Suspiró profundo a medida que avanzaba por el pasillo, esta era la excusa perfecta para la charla con su madre, servir el maldito postre. Y obvio, ya todo era en vano, nada de lo que dijese cambiaría la percepción del hábil ojo de su madre, a pesar que la mentira era la formalidad con la cual se habían presentado… después de eso todo era real, caótico e inentendible pero real…Y allí estaba su madre, investigando de qué lado podía atacar a la tarta para racionarla correctamente y parecía no encontrar el ángulo correcto quizás porque era redonda… tocaba el violín como los dioses pero una simple tarta la vencía y la frustraba de sobremanera

- Pon la cafetera y yo me ocupo de eso… – señaló la tarta con el dedo y le sonrió. 

- No se lo cuentes a tu hermano – pidió su ayuda mientras se dejaba caer sobre la mesada rendida – todavía cuenta ese chiste estúpido de que aprendió a cocinar por selección natural… 

- No le cuentes a Jenny que salí corriendo desnuda en mi fiesta de cumpleaños – sólo lo dijo por escucharla reír. La cocina no era igual sin el sonido de su risa, sin sus gritos y sin el sonido de su caminar. Y de vuelta todo ese querer, que no sabía cómo demostrar, volvía a colocarla en primer lugar pero intuía que una vez más le volvería a partir el corazón           

- Jajaja… Emma sólo tenías 6 añitos… No debes avergonzarte por eso…

- Sé que tienes planeado contárselo… sólo estás esperando el momento oportuno – con la pala servía las porciones en los platillos  

- Es parte de mi rol como madre – dijo mientras preparaba todas las tasas

- ¿Poner el ridículo a los hijos? – levantó la ceja a pesar de no mirarla

- No… averiguar si la nuera vale la pena – se cruzó de brazos a la espera de la reacción de su hija. Si la chica anoréxica importaba algo Emma haría la pregunta de rigor 

- ¿Te agrada? – Clavó los ojos en ella deseando silenciosamente su aprobación   

- ¿Te agrada a ti? – Esa era la cuestión y todo lo demás, estaba demás.     

- Mucho… – admitió sin dudarlo y provocando un leve sonrisa en el rostro expresivo de su madre

-¿ Entonces? – levantó sus manos para indicar que no entendía cual era el problema

- No me creo que no le encuentres defectos – Habían sido 18 años de vivir bajo el mismo techo e irremediablemente se conocían demasiado

- No crees en muchas cosas hija – dijo con tristeza pero evitando caer en la discusión que se avecinaba 

- Creo en tu palabra… – necesitaba escucharla porque sabía que ella nunca le mentiría, quizás por eso le quería tan desmesuradamente    

 - ¡Esta bien! – Dijo después de pensarlo por un momento – Si es lo que quieres… – dejó de servir las tasas – Es adinerada… – se señaló el cuello haciendo referencia al colgante que poseía la morena – Muy adinerada…  

- Y muy caprichosa – Emma aportó más información negativa

- Vanidosa a pesar de negarlo – dijo sin preámbulos – New york está pasado de moda… – hizo alusión a una frase que la morena había dicho en la mesa y Emma tuvo ganas de reír porque le había salido genial      

- Y excesiva… – lo decía sin escrúpulos porque sabía que no causaría ni lo más mínimo en su madre. Ella también había crecido entre el dinero, la elegancia y el poder con la única diferencia de que lo había dejado todo en el momento que se cruzó con su padre. Le encanta la historia y ver la expresión envanecida de su madre al contarla su sueño hecho realidad de princesa y plebeyo.      

- Se me olvidaban los champagne franceses de Louis Roederer Brut Cristal… Es hermosa la sensación de saciar la sed con 400 euros, he bebido de eso…

- Lo sé… Por eso mismo te estoy preguntando  

- Sé lo que estás haciendo, yo te parí…  – se acercó lentamente a ella – Tú no le encuentras ningún defecto así que prefieres que los marque por ti… Tienes serios problemas Emma – le aseguró e intentó seguir con su tarea pero le fue imposible no advertirle – No lo haré… Por dos razones, la primera es que no me parece una mala chica, quizás le falte peso para mi gusto – admitió – y la segunda es que será tu mujer no la mía…  Además siempre has decidido sola…          

- ¡No estoy con en condiciones de decidir nada! – Levantó la voz y los ojos rápidamente se le llenaron de lágrimas porque no era la primera vez que escuchaba esas reprendas – Hace semanas que no me encuentro, que no sé qué demonios es lo que pasa conmigo – Terminó por susurrar con bronca en vez de gritar y de nuevo volvía a tragar

- Te estás cansando hija y simplemente estás cambiando – clavó la mirada en ella y en lo desesperado de su pose – A todos nos pasa… Ya te ha pasado antes… Mira con Dennis, te cansaste de él y de los predecible que era y el dejaste  – Sonrió porque eso era lo bueno de la vida, se podía elegir cientos de veces, se podía cambiar, redimirse y echarlo a perder todo una vez más… sólo debe uno tener las agallas suficientes para los errores y aciertos así como para la aceptación y el rechazo                  

- Me fui del continente cuando rompí con él! – se mordió los labios y cerró los puños. Esta era su verdad – ¿Qué crees que pasará si no funciona con ella?

- Quizás te vayas a la luna... – levantó una cucharilla sólo para apuntar el techo – y quizás desde allí veas lo inmadura que eres cuando quieres 

- Gracias, mamá – dijo dolida – Me has dado el mejor consejo del mundo…       

- Lo siento – levantó sus gafas y masajeó su entrecejo, los problemas de su hija no eran suyos. – Mira, Emma… Adoraré a esa muchacha – señaló al comedor – como adoré a cualquiera que logre que te quedes cerca… Porque es lo único que quiero… A mi familia completa en la mesa, a tus hermanos hablando hasta por los codos y a ti y a tu padre sonriendo silenciosamente… Porque estoy vieja y es una de las mañas que te vienen con la edad, y no voy a pelear contra lo que me dio la vida porque tendré un final triste y solitario    

- Mamá… No sé si ella pueda soportarlo… ella… 

- Pero ese es mi deseo y no tienes porque hacerlo tuyo… – la interrumpió levantando su mano – Sé que no puedes complacernos a todos… No debes complacernos todos… Pero debes dejar de ser una extraña… hasta para tu novia que tiene pavor de tocarte

- Lo intento… – las lágrimas se escapan silenciosa y pausadamente mientras parpadeaba – Sabes que lo intento…

- Intenta más, Emma… – Pensó que la orden saldría firme pero se mezclaba con el dolor de ver a su niña tan perdida – Intenta más, cariño… ¿Si la muchacha está allí sentada por algo será, no?

- Odia las negativas – intentó bromear y secarse las lágrimas – De seguro eso la trajo hasta aquí… 

- ¿No cabe la posibilidad de que esté enamorada??? – Sonrió irónicamente y levantó su ceja

- Sí… – sonrió con amargura. Si hacía el recuento desde el principio notaba que la morena había puesto muchísimo de su parte

- Entonces intenta relajarte y disfrutar un poco del momento, ah? – Acarició su hombro a pesar de que aquello no era muerte de nadie – Un poco de tu chica y de tu familia – después de aquella bocana vio como asentía silenciosamente… Sabía que seguiría lo que le había dicho al pie de la letra pero sólo por hoy, sólo por esta noche, porque los fantasmas de su hija estaban demasiados vivos como para que pudiera escapar de ellos
– Vamos Emma, alegra la cara, que los comensales esperan… 

- ¡Piedra, papel o tijeras! ¡Piedra, papel o tijeras! ¡Piedra, papel o tijeras! ¡¡¡Nooooo!!! Jajaja!!! – Emma se preguntó qué demonios era lo que pasaba ahora. Se sorprendió al no ver a la morena en su silla si no dándose abrazos en grupo con sus hermanos y riendo a carcajada limpia. Miró a su padre mientras apoyaba la bandeja en la mesa y este sólo le negaba con la cabeza. ¿Cuánto tiempo había estado en la cocina? ¿Y cómo era posible si cuando se levantó de la mesa el aire se cortaba con un cuchillo?

- ¡¡¡Venga morena!!! Tú puedes – El cocinero masajeaba sus hombros y Jenny lateralizaba el cuello como si fuera un boxeador a punto de salir al ring. Tenía seguidores  y todo – No dejes que este zopenco te intimide…

- Quieren hacerle lavar los platos… – su madre susurró a su oído cuando llegó a su lado

- Jajaja… – rió de medio lado. Esta era la última ronda, aquí se definía, y solo quedaban Norbert y ella – No creo que eso pase… – y se quedó mirando atentamente lo que ocurría

Le hizo gracia la cara de concentración que tenía, saltaba a la vista que no estaba dispuesta a perder, y que igual a todas las veces que le había visto jugar, estaba apostando toda la fuerza y el corazón. Costaba de admitir pero eso era una de las cosas que más le gustaba de ella, a pesar de todos los vicios y las vueltas, jamás le daba a nada la espalda. Estaba tan llena de coraje y descaro… de vida y de impetuosidad que lo arrastraba todo, a todos y a ella en particular.

Era hermosa, físicamente hermosa… si tan sólo fuera una cuestión corporal sería menos complicado, pensó y bebió de su copa para no desplomarse de rodillas pidiendo perdón por ser tan idiota y por la falta de fe. Ahora quería hacerle miles de preguntas, ahora, que no podía hablarle, quería sus promesas y toda su locura. Bebió más, porque seguía estando incómoda, con presión sobre los hombros y grilletes en las muñecas. De pronto todo era estorbo, un obstáculo, entre lo que quería, entre lo que podía y entre el instante de infinita ternura que prometían aquellas refinadas manos… sólo quería pensar en nada

No sería eterno pero atesoraría el momento en lo más profundo, en aquello que la despertaba por las noches sudándola y extrañándola, en cada pensamiento y en cada impedimento al tomar su mano. Aquí terminaban los engaños o empezaban… Si ni siquiera estaba enfadada porque se presentara en la casa de sus padres y rogaba por ese trueno que traería la posibilidad de poder descansar a su lado y después intentar terminar el desayuno que siempre se debían…                 

- ¡¡¡La puta madre!!! – El grito la devolvió a la realidad y notó que el abrigo y el bolso de la morena seguía en aquella silla cuando deberían estar en el perchero. Norbert agarraba su cabeza mientras la morena saltaba junto a sus otros hermanos – Me cago en la… – Festejó como si fueran a darle una medalla por ganar en aquel estúpido juego pero eran 9 personas en total y eso era mucha vajilla para fregar, más de lo que sus manos y estómago podían soportar. Chocó las manos con todos lo que la habían alentado y un pequeño apretón con su contrincante… hasta que vio que se dirigía, sonriente, hacia el zaguán…

Despacio se acercó a ella y, como siempre, Emma adivinaba sus movimientos y ya la dejaba atrapada por su mirada. Así que se quedó apoyada en un mueble. Había llorado, su comisura palpebral estaba rosada y bañada de brillo – Gané… – la miró de pies a cabeza y en vez de lucir triste o abatida, como hace algunos momentos atrás, se veía demasiado tranquila y alegre

- Ya lo he visto… – le sonrió de una manera muy sutil y la morena conocía el gesto, sabía que quería decirle algo importante

- ¿Qué? – preguntó impaciente

- Nada… – Se hizo la tonta – giró su rostro para ocultar la sonrisa

- ¿Cómo que nada? Sé que quieres decirme algo – señaló su boca dando las razones – Dímelo… por favor – pidió con su mejor cara de niña buena y tocando el borde inferior de su camisa

- Gracias… – Emma tomó su mano y dejó un beso en el dorso.

- No sé porque me agradeces pero… De nada – dijo con simpleza y disfrutando de la caricia que se le entregaba. Miró sus ojos y pensó a lo mejor no había llorado, a que lo mejor sólo era el alcohol que se le estaba subiendo a la cabeza, le estaba haciendo bostezar y dando un poco de valentía –  ¿Quieres que te lleve a casa? – preguntó, de pronto, pensando que todo era una cuestión de sueño

- A casa? – Preguntó extrañada. No era prudente salir con semejante pronóstico climático.
  
- A la tuya – sonrió nerviosamente. Eso había sonado a proposición, a deseo y a necesidad – y yo después me voy a la mía. No espero nada a cambio, eh… – negó con las manos – No pienses que me he olvidado lo de mi… – “ex esposo”, era lo próximo y sabía que a Emma le caería como una patada al culo. Cerró la boca – No me debes nada… así que no debes hacer…– Emma la miraba de una manera tan penetrante que le perturbaba demasiado – Yo solo…      

- Jenny… lo sé – alargó su mano para alcanzar su mejilla, le vio temblar con anticipación y aun así le tocó. Todo era lento, como sus ojos se cerraban y como los labios se apoyaban en su palma para dejar un tímido beso, esta vez, cauteloso y conforme – ¿Quieres pasar la noche conmigo? – Susurró lo más bajo que podía

- ¿Estás segura?– dijo después de morder su labio inferior para acallar ese “sí” afanoso

- Sí… – y no se privó de pasar el pulgar por sus labios y avanzó un paso en su dirección

- Emma… tus padres – le recordó que no estaban solas y que había demasiada rabia e impotencia entre ellas, cualquier cosa que empezasen no tendría final – después…

- Lo siento… – agachó la cabeza y el estruendo en ese momento hizo retumbar todo el ventanal. El flash sorprendió sus ojos y la moneda dejó de girar. La noche la pasarían aquí.

- ¡Oh Dios!!! – Jenny ya estaba pegada a su pecho así que apoyó las manos en su cintura

- Alguien como tú no puede temerle a una simple tormenta… – susurró a su oído

- No tengo miedo – se despegó de ella – es sólo que me agarró desprevenida, nada más y estas ventanas parecen frágiles – dio un pequeño golpe en el vidrio para comprobar su dureza

- ¿El rayo o el trueno? – preguntó mientras se reía

- ¿Qué? – no entendía cual era la gracia

- Vamos Jenny… – apuró con la mirada – dime que es lo que te asusta

- Nada… te dije que

- Vamos morena… – Norbert aparecía junto a Rolf y cada uno traía llaves en la mano – Debemos poner los coches bajo techo…

- ¿Por qué? – Preguntó aterrorizada

- ¿Por la tormenta, porque va a ser si no? – miró a Emma preguntando silenciosamente que era lo que pasaba – ¿Está todo bien?

- Ve… ahora te alcanzo – sus hermanos salieron y Jenny ya estaba buscando las llaves en su bolso


- Está bien! – suspiró y soltó el manojo en la mano de Emma – a los rayos, me dan pavor… desde que soñé que me caía uno encima – se señalaba el vértice de su cráneo que era por donde había ingresado el rayo en sus sueños. Jenny sentía un escalofrío recorrerle el cuerpo y la rubia reía sin poder evitarlo

- Jajaja… Que sueño más tonto… Jajaja

- No sé ni para que te cuento si te vas a reír… – estaba algo ofendida, un miedo no era cualquier cosa, era una imposibilidad

- Lo siento… es que me ha hecho gracia – la tomó por el rostro y dejó un beso en su mejilla – ¿Voy a… Jenny? – frenó con la mano en el picaportes  – ¿En qué lugar estabas en tu sueño?

- En un sembradío o algo por el estilo… No lo recuerdo bien ¿Por qué lo preguntas?

- Pues… porque ahora estás en una casa y no a la intemperie… y la probabilidad es 1 en millones… así que técnicamente es improbable  que te caiga un rayo encima – lógica, todo era puro calculo aplicado a la física

- Lo sé – contestó sonriente – pero no lo puedo evitar – fregó sus manos nerviosamente. Ya eran demasiadas las cosas que no podía evitar

- Hay cosas que yo tampoco puedo evitar… así que te entiendo…

Cuando llegó a la mesa, se encontró con algo que tampoco podía evitar… El padre de Emma estaba sentado solo y golpeando la cucharilla contra su tasa… Caminó lentamente, con algo de suerte Anne aparecería como por arte de magia pero no… sólo se presentaba un silencio, un frío y una cuchillada por mirada así que se sentó e intentó no respirar. Le había reservado cuidado a la persona equivocada. Él no le sonreía solo la miraba con recelo y apatía…

- ¿Anne y Kerstin? – preguntó por ellas quizás así podía escapar con la escusa estúpida de algún asunto femenino y no importaba si debía lavar la vajilla de un año entero. Y él no respondía… solo la miraba fijamente convirtiendo el silencio en lo más ensordecedor que Jenny había escuchado en la vida.

- A mi hija no le importa que seas una mujer – lo dijo de la manera más inexpresiva del mundo – así que yo tampoco lo tendré en cuenta cuando tenga que protegerla… Lo entiendes?

- Sí.Sí.Sí… – Y como para no entenderlo si más directo y seco no se podía ser. En simples palabras era un: te romperé los huesos si le haces algo a mi niña

- Me alegro… – y volvió a su repiqueteo con la cucharilla

- ¿De qué nos entendamos? – preguntó con ironía, dado a que no era un acuerdo si no una amenaza. Dedujo que los hombres más importantes en la vida de Emma funcionaban como mercenarios y ella era vista como un asaltante

- De que mi hija tenga todo el juicio que a Ud. le falta… Sra. 



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