La sangre hervía porque había cometido miles de errores en su vida, había mentido diciendo que llamaría, había dicho docenas de veces, mirando a los ojos, que quería y hasta había sufrido su falsa indulgencia al dejarse tomar entera… pero con Emma… con ella era distinto.
Y podía que este Sr. tuviese la cabeza blanca de sabiduría, que manejara orquestas y que hiciese la mejor música pero no estaba en su interior y no podía manejarla ni menos decirle lo que debía sentir… Al él no le dolía ni le hacía sonreír, a él no se le clavaba como aguja en la piel ni le cortaba la respiración y él no temblaba al recordar que nada es para siempre… De a poco se le olvida la postura despreocupada, notaba la tensión crecer, lo insano de quebrarse y lo claro del sentimiento. Esto estaba dentro de ella y no en un guión y aún así él seguía sin mostrar nada de empatía…
- ¿Sr. Müller sabe por qué estoy aquí? – Rápido, él miraba con esa expresión fría, desértica e incansable – Por su hija… – sonrió nerviosamente y sintió lo espeso en la saliva, lo que venía era toda una osadía, una locura y un amor. Y que se fuera todo a la mierda tenía pendientes mucho más importantes con la hija – Porque cuando no puedo dormir con ella y sueño con ella… Y nunca me había sentido así ¿Lo entiende? – Aquel puño cerrado sobre la mesa apretaba todas sus ilusiones, las sostendría sin importar cuantas veces el pasado trajera las noches, el sexo y la hipocresía, sin importar la crueldad del presente al traer lo incrédulo de aquella mirada. Era una realidad para ella y la atraparía de la misma manera que se atrapa el sol en una pared, haciendo del imposible una maldita verdad
- Eso debería decírselo a mi hija – señaló con la mirada su puño y el esfuerzo en vano – quizás ella pueda creerle… Yo simplemente soy padre
- ¡¡Perfecto!!! – trabó la mandíbula y tragó rápido los indicios de sinceridad – Hablaré con ella entonces… – No había caso. Esto era una gran pérdida de tiempo y como siempre las intenciones valían nada, aquí contaba el buen proceder y las lecciones correctas para ser – ¿Hubiera preferido que fuera soltera, no? ¿Ese es el problema? – quizás lo estrecho y antiguo del pensamiento mantenía almidonada su camisa pero hacían disfuncional la comunicación, este hombre tenía sus ideas y no estaba dispuesto a cambiarlas por nada en el mundo… Y Emma, Emma era igual a él. Él demoraba su respuesta y dejaba que el pensamiento se le escapara por la boca a la morena, sabía que estaba hablando de más y aún así no podía frenar – De todas formas no creo que mi estado civil diga mucho acerca de quién soy y de lo que quiero…
- No se lo tome personal… Ya tuvimos a un hombre, “soltero”, sentado en esa silla – señaló a la morena y al lugar que ocupaba – a un mediocre, a un bonito espécimen que parecía ser el yerno perfecto ¿y sabe qué?
- ¿Qué? – preguntó con rudeza porque a pesar de que no le había arrojado flores al ex yerno intuía que para ella tenía puñales reservados que irían a clavarse directo en la decencia
- Supe, al instante, que a ese imbécil no lo vería nunca más en mi vida y eso me dio tranquilidad – sonrió disculpándose un poco de su lenguaje – Pero con Ud. Sra.… – Miró hacía todos los lados constatando de que aún estaban solos – algunas cosas se me confunden – se apoyó sobre la mesa para contarle un secreto peligroso – No entiendo si el iluso es su marido, mi hija o usted… Y ante la duda sólo me queda una cosa por hacer
- Desconfiar… – Dijo entendiendo el punto
- ¿Ahora si nos entendemos? – le sonrió, la primera sonrisa en la noche y debía rechazarla
- No… Quizás piense que estoy loca o estúpida – lo asumió asintiendo con su cabeza – Pero debe saber que no me interesa ni un poco lo que Ud. piense ni lo que considere correcto … Sólo quiero estar con Emma y para conseguirlo debo agradarle a ella no a Ud. – y con esa verdad el puño y los hombros lograron aflojarse
- Pienso que eres valiente… estúpidamente valiente lo cual le hace descarada. De todas formas – se encogió de hombros y usó, sin reparos, sus propias palabras en su propia contra – creo que sus palabras dicen mucho más acerca de Ud. que su estado civil…
- Claro… – intentó una sonrisa que jamás llegó a ser nada. El silencio volvió a la carga, no definía que era lo que apretaba en el pecho… y bailaba entre lo estrepitoso fracaso de la primera charla con el padre y lo afectada que lucía con la boca abierta.
- Sólo le pido un poco de prudencia… – Jenny le miró totalmente sorprendida, el cambio era enorme, todo un giro lleno de predisposición que no dejaba de ser una “advertencia”. Ahora, simplemente, él no le miraba, tenía los ojos clavados en las arrugas de sus manos – Y no sólo por mi hija sino también por Ud.… No soy tan idiota ni tan necio – sonrió levemente – Es muy fácil romper un corazón…
- Le aseguro que no es mi intención – sintió el alivio, era lo único que quería decir, era lo que había pensado todo el rato dentro de su coche mientras viajaba y por fin este Sr. parecía darle la oportunidad sin sellarle la boca con palabras “inteligentementes hirientes”
- Respeto las decisiones de mi hija – levantó sutilmente su ceja – lo he hecho siempre… y esta vez no será diferente…
- Entiendo... Y no esperaba menos – No era agrado ni contemplación… él sólo estaba interesado en Emma, al igual que ella, así que lo entendía a la perfección. Notó la adoración que tenía por ella y la preocupación que todo esto le generaba – Tendré más cuidado de ahora en adelante – No dejaba de pensar que era entrometido pero las palabras eran acertadas, además esta no sería la única vez que se verían
- Es todo lo que quiero escuchar… – le sonrió nuevamente
- ¿De qué están hablando que implica tanto silencio??? – la voz de la madre les obligó a sonreír, la mujer era mitad adivina y sabía cómo intimidar a su esposo – Espero que no estés “aconsejando” a Jenny
- ¡¡¡No!!! – El padre desmintió al instante – No… sólo hablábamos de Isadora Duncan – fue la mentira que utilizó que utilizó para salir del apuro, lo primero que encontró relacionado con la danza
- Una gran mujer, con una gran vida agitada y un gran final trágico – Anne le comentó a la morena mientras tomaba asiento
- Pues, a mí me encanta – dijo lo primero que se le vino a la cabeza, lo único que procuraba era converger en la mentira – Me gusta su estilo… – Sonrió y bebió agua de su copa
- ¿Su estilo de vida? – Preguntó abiertamente – Sé que era bisexual… Una mujer de muchos amantes – le comentó a su marido con una sonrisa radiante
- ¡Cof! ¡Cof! ¡Cof! – Había sido peor el remedio que la enfermedad. Ahora era el turno de la sexualidad y dios sabía que no estaba preparada para hablar de eso
- Anne por dios!!! No estábamos hablando de eso!!! – El padre estaba, de pronto, todo colorado y llevaba la mano a su cabeza ante el disparate de su mujer
- Hija,¿ te sientes bien? – palmeó un poco su espalda y siguió hablando con su marido – No entendiendo porque te escandalizas – le señaló lo rígido del cuerpo – Ahora que sabemos que la niña es lesbiana deberíamos hablarlo más abiertamente, no crees? – apretó la mano de su esposo buscando su consentimiento
- ¡No! ¡No lo creo! – negó efusivamente con su cabeza – Sabes lo reservada que es Emma y estás cuestiones son personales Anne
- ¡Cof! ¡Cof! ¡Cof! – No podía parar de toser… Se había enlodado hasta las orejas y, como siempre, había arrastrado a Emma con ella – Sólo lo dije por su aporte a la danza moderna – Agarró la mano de Anne desesperada por un cambio de tema antes de que entrara en escena la rubia – Sólo por eso…
- ¿Personales? – Hizo oídos sordos al comentario de la morena. Y el tonito que adquirió la pregunta anunciaba la pelea y ella había quedado en medio y Emma en el blanco – ¿De qué demonios me hablas? Somos su familia… o es que acaso a ti no te interesa saber lo que piensa tu hija?
- ¿Qué pienso de qué? – Emma volvía acompañada de su mejor sonrisa y sus hermanos. Supo que algo no estaba bien por la manera en que los tres le miraban – Qué pasa? – y posó su mirada en Jenny y en aquella disculpa que tenía en su rostro.
- Nada, hija. No es nada importante… – Sabía que su padre mentía y sintió el hartazgo de no poder estar bien, de cumplir tantas reglas y de tener que cuidarse de todo… hasta de la propia familia. Miró a su madre reclamando lo que ni su padre ni Jennifer querían decir y lo que ella diría con total naturalidad
- Hablábamos de Isadora Duncan – se encogió de hombros respondiendo a los deseos de sus hija – Y yo me preguntaba cuál es tu opinión al respecto
- ¿Y tanto problema por una vieja que murió hace un siglo? – Emma festejó el comentario de Rolf pero rápido entendió que el problema no era Isadora en sí sino más bien su vida libertina
- Lo mismo le planteé a su padre… – La madre no pensaba sacar el dedo de la yaga y pasaba por alto cada mirada que él le enviaba – Pero insiste en que la bisexualidad de la mujer puede ofenderte. ¿Te ofende? – la pregunta indiscreta dejó a todos mudos y a madre e hija sonriendo y mirándose fijamente. La morena pensó que comenzarían a discutir pero el tiempo pasaba y la sonrisa se ampliaba… Entendió que la debilidad que tenía Emma por la sinceridad dejaba atrás la vergüenza y el recato y que la pagaría con más sinceridad. De seguro se sentiría muy orgullosa de su madre, la única de todos los presentes, que intentaba lidiar con su “condición” de la manera más ordinaria, antigua y efectiva, con preguntas y respuestas.
- Pues no… Sabes que la sexualidad no me ofende en ninguna de sus formas. La considero una de las cosas más verdaderas que posee el ser humano – dijo sin preámbulos y se sentó al lado de Jenny. Apretó su rodilla indicando que podía responder, que tenía una concepción y que estaba dispuesta a compartirla – Isadora me encanta…
- ¡Fíjate que irónico! – La madre sonreía la coincidencia – Jennifer piensa lo mismo pero terminó por cambiar de idea a último momento – levantó sus cejas indicándole a su hija, una vez más, que algunas cosas algo tenían que significar – La encontré hablando con tu padre así que ya puedes imaginarte – Los hermanos comenzaron a reír
- ¡Anne! – Georg regañó a su esposa pero sólo causó más risas…
- Oh… no… lo qué pasa es – intentó alguna explicación pero Emma apretaba más su rodilla y parpadeaba con tanta calma diciéndole que la disculpa no era necesaria
- Pensé que estás cosas te causaban desmayos, igual que a papá – Norbert hablaba con bastante seriedad – No es que piense que son seres asexuados – sacudió la cabeza y comenzó a una vez más al ver la mirada reprochadora de su padre, estaba pidiendo respeto – Pero… Sin ánimo a ofender, eh… Pero con semejante carácter cuesta un poquitito imaginarlos en ciertas situaciones
- Jajaja. Jajaja. Jajaja. Cómo puedes ponerte así de serio para decir semejante burrada – El mecánico aportó su granito de arena – Sería lo mismo que decir que eres sexualmente inmaduro dado a que muchas veces tienes una personalidad inmadura – Espero a ver como todos le daban la razón – Creo que la sexualidad está intrínsecamente relacionada con el amor
- ¡Puf! – Menospreció sus palabras con un movimiento de mano – Tú todo lo relacionas al amor…
- ¿Cómo es eso hijo? – la madre, al instante, se interesó por el punto de vista de Rolf
- Bueno, quizás suene patético, pero yo creo que primero te enamoras y después eliges tu sexualidad
- Pero eso contradice a la teoría que afirma que algunas personas nacen con su sexualidad definida – Anee abría el debate por todos lados, desde lejos se veía el interés que tenía en el tema
- No creo que nadie nazca ni homosexual ni heterosexual ni bisexual mamá
- Crees que después de enamorarte de alguien decides tu sexualidad – Anne completó su pensamiento
- ¿Qué me dices de la atracción física? – refutó al instante Norbert – ¿Y de lo esencial que es en el primer encuentro?
- Punto a tu favor muchacho – la mujer lo señaló con el dedo índice
-¡¡¡ Vamos chicos!!! – Rolf levantó los brazos – la atracción física es un momento, el primer momento
- El amor también puede ser un momento – Norbert dijo convencidísimo
- O una vida – Rolf insistía – de alegría o amargura o una mezcla patética de ambas pero una vida al fin y al cabo
- ¿Ves porque no opino? – susurró al oído de la morena – En la vida se pondrán de acuerdo – Dejó un tímido beso en su cuello
- Ya lo veo – sonrió por el cosquilleo que le causaba su aliento – Comenzaran a volar cosas dentro de poco – Vio como la rubia sonreía y asentía con la cabeza.
Estaban cerca, Emma estaba cerca, se la veía tranquila y eso le dada cierta tranquilidad a pesar de saber que ya era dependiente de su sonrisa. Emma decía mucho más con sonrisas que con palabras, provocaba mucho más con sus sonrisas… Vértigo, agitación y aceleración que definitivamente no podía contener… ¿Atracción física, amor o idiotez? Daba igual, se sentía fantástico y le hacía sonreír. Lo que pensó que nunca conseguiría, estaba llegando ahora como un aroma a recuerdo, como una amanecer después de la tempestad y como una revelación. Placer y alivio, lo sintió por primera vez, y nada tenía que ver con la falta de tragedia, esto era por la tibieza… Por primera vez Emma no era ni fuego ni hielo
Sé quedo observándola mientras las voces de a poco se apagaban y se preguntó qué sería de ellas y si tendrían la suficiente valentía para vencer el temor… y con el brillo del relámpago advirtió que estaba rendida… Y que necesitaba un abrazo tibio y que le susurra al oído una esperanza, una razón, unas de sus lógicas para detener la lucha… Siempre en contra de ella y con ella, el opuesto y el reciproco, el odio y el amor, la verdad y la mentira, nada más inconstante, nada más retorcido y nada más fuerte que la mezcla de lo bueno y lo malo… y aún así estaba perdidamente enamorada de ella… Estaba sola, la tenía al lado y sin embargo se sentía sola…
Un día sí y al otro no, un segundo sí y al otro no… Cada vez le era más difícil creer y el eco de las 4 paredes le gritaba que era perfecta y cada vez más encerrada en su propia locura. Gota a gota la lluvia le hacía comprender que no había que marcharse ni volver, solo había que quedarse y pedir perdón... ¿pedir perdón por sentir? ¿Por querer? ¿Por la piel? ¿Por el roce? ¿o simplemente por no encontrar el punto final? ¿Por querer seguir sin importar el final? ¿Por no querer un maldito final?
- ¿Querida? – una mano se apoyaba en su hombro – No has dicho lo que piensas…
- ¿Cómo? – a la vuelta todo era distinto, las dos personas que faltaban estaban presentes, el café y el postre servidos menos para Emma y su madre que disfrutaban del vino – Perdón no estaba escuchando…
- ¡¡¡Emma!!! No sabía que causabas ese efecto – Norbert con sus característicos comentarios.
Pero ellas no reían, la madre que todo lo veía, sabía que se miraban echándose cadenas, sensualidad y un señuelo. Sonrió, claro que algo era, y ellas no ocultaban la fragilidad que tienen algunos amores. Presintió la abstinencia por ambas partes, tenían asuntos pendientes que seguramente esperaban resolver a solas, con ira, deseo y semidesnudas, tal cual las había encontrado la noche pasada. Más ciego no se podía estar y sintió pena por su hija, una vez más, aquello no era entrega, era puro miedo camuflado en un desgarro. Vio el centelleo de sus ojos y contempló que detrás sólo había soledad y un encierro real.
- Hablábamos de amor – Emma se desenganchó con un parpadeó de su mirada – Ellos hablaban, yo sólo… – Señaló su oreja, ella sólo escuchaba
- ¿Si??? – preguntó incrédula ¿Cuánto tiempo había estado volando?
- Sí… lo último fue el básico comentario de mi marido – Que seguramente no debía ser nada moderno pensó la morena
- Bueno… Mmm – frotó sus manos debajo del mantel e intento acomodar sus ideas. Toda la experiencia que tenía en el sexo no valía para el amor. Siempre había fracasado con él, muy posiblemente fracasara una vez más y lo peor de todo era que ella no dejaba de amar tan fácilmente – Pues… Creo que a través del amor todo se puede… El cambio, el perdón y la alegría – apretó sus labios con los dientes – como así también los errores, el egoísmo y la soledad… Es la diferencia entre la libertad y el apresamiento de un amor y lo que obtienes, una correspondencia o una desilusión – Era lo que sentía en el momento y entre lo que pugnaba desde que la conocía pero como siempre a Emma parecía incomodarle y agachaba la cabeza
- Comparto contigo – el mecánico le sonreía pero lamentablemente no era lo que esperaba. La esperaba a ella y a una de sus maldita sonrisas que le diera la vida y el oxigeno para el alma, y de a poco volvía a caer en su dolor, en sus dudas y en su tormento – Es muy lindo lo que has dicho
- Muchas gracias… – la sonrisa se le torció, debía escapar y rápido, todo estaba explotando en su interior. Estaba herida y con el corazón abatido. Le seguía mirando y definitivamente ella era mucho más fuerte o por sus venas no corría sangre. Emma no sabía sentir y por ende no sufría, no sufría ni sentía lo que ella. Y lluvia golpeaba con más fuerza el cristal – ¿Anne, el baño?
- Por el pasillo a la – señaló la dirección
- Yo te acompaño… – Emma se ponía de pie y la tomaba por el brazo – Ven…
- De acuerdo… – la madre se extrañó del empeño de su hija
- Seguro van al baño a darse un par de besos – Norbert le comentó a su novia bajito una vez que las chicas ya no estaban en su campo de visón
- Yo haría lo mismo – contestó la chica
- ¿Besarte a escondidas con otra mujer??? – preguntó pícaro
- Con semejante forma del ver al amor… Muy posiblemente le proponga vivir conmigo
- Jajaja – los dos rieron
- Toda una proposición, ¿no?
- Toda una disculpa…
- Pues… entonces la morena va perdida… mi hermana no capta bien las señales del amor – Negó con la cabeza y volvió la atención a la mesa
Caminaron, en silencio, por la penumbra del pasillo y el ruido de sus tacones era escoltado por la precisión de los pasos de Emma y por lo fuerte del agarre… No se molestó ni en intentar una estúpida charla lo único que quería era un poco de paz, un poco de agua fría en la nuca y poder suspirar largo y tendido sin esconderse ¿Era mucho pedir? ¿Eso la dañaría? Sólo necesitaba unos minutos para recomponerse… nada más
- ¿Te sientes bien? – Preguntó una vez que llegaron a la puerta
- Sí… Me siento bien – fingió su mejor sonrisa – Sólo necesito utilizar el baño – señaló la puerta que estaba detrás del cuerpo de Emma
- ¡Claro! – rápido, dejo ser un obstáculo – Perdona… – abrió la puerta y encendió la luz – Aquí es…
- Gracias…
Estaba a punto de volver con su familia pero algo la anclaba al suelo, sacudió la cabeza sabiendo quitando el pensamiento de esperarla allí, “demasiado acosador y empalagador” era el argumento convincente. Tres pasos y volvió a detenerse y a mirar la puerta… algo no estaba bien con ella… Pensar llevaría su tiempo así que hizo lo que no debía hacer, simplemente abrió la puerta buscando la verdad… Y la encontró mirándose al espejo, cara a cara con su reflejo…
- Mientes… – cerró la puerta y se recargó en ella – Se que me mientes… – Susurró, sin quitarle los ojos de encima y no le quedaban dudas, cada uno de sus músculos agonizaba por contracción y la sonrisa estaba bañada en cinismo. Se preguntó qué información le enviaba el reflejo y cómo era que podía alterarla tanto, no aceptaba ni la mentira ni la verdad ni el reflejo ¿Entonces qué demonios era lo que quería?
- No es ese el propósito, Emma? – Abrió el grifo y se lavó las manos… fregaba frenéticamente una contra la otra, no había manchas sino una neurosis que no sabía por dónde evacuar – ¿No es eso lo que estamos haciendo?
- Puede que tú lo hayas hecho todo este tiempo… – dijo desde la distancia – Eso es lo que quisiste hacer
- ¿Y tú? – Preguntó levantando la ceja – Qué has hecho tú todo este tiempo? – Reclamó, como podía ser de otra manera, el sentimiento de rechazo y abandono apretaba cada vez más su garganta y esas lágrimas no salían, estaba harta de todo… hasta de llorar.
- He sido yo… – Corto, preciso e hiriente. Emma avanzó en su dirección y la morena se giró para quedar de cara a ella. La rubia pensó que si lograba alcanzarla podría sostenerla, como cuando comenzaron, sólo debía sostenerla y no dejarle caer. La ayuda era la excusa perfecta para sentirse, siempre lo supo y siempre se lo permitió… le dejó aproximarse, probarse y hasta enamorarse pero sabía que esta vez no era suficiente – No entiendo a donde quieres llagar… – y esta vez, la excusa sería aquel grifo que desperdiciaba agua
- No hay nada que entender – La morena negó con la cabeza y se agarró con más fuerza al lavabo cuando Emma se inclinaba sobre su cuerpo. Escuchó la fricción del acero y su respiración cerca de su oído. Clavó la mirada en la porción de pecho que dejaba ver su camisa y rogó por más fuerza. Tenía dos caminos negarse o el sexo… Y el sexo ya no era suficiente…
- Lo entiendo – Podía leerla y sabía que estaba a punto de arrepentirse. Se detuvo en su cuello para susurrar – No le hayas el fin a las cosas y crees que puedes desafiar a todo lo que se te pone en frente… – y era mejor que escuchase porque no estaba dispuesta a repetir ni a que nadie más que no sea ella la escuchase – Estas cansada, no? – Un paso atrás sólo para mirar su reacción – Te aguantas callada… lo soportas, tragas y dejas que caiga como cemento… – iba dejando “entrever” su enfado, había hecho un esfuerzo descomunal para lograr sonreírle en frente de su familia – porque te recuerdo que esto no es más que una de tus maravillosas ideas
- No haré lo que tú… No soy como tú – fue su respuesta inmediata después de poder cerrar la boca ante semejantes palabras
- ¡Eres imprudente! – Levantó la voz sin poder evitarlo – ¡¡¡Inmadura y caprichosa!!! – Terminó por gritarle a la cara
- ¡Eso no es algo nuevo! – Ya estaba desatada la tormenta, fuera y dentro, y del diluvio venía el fuego, la fiebre subía de a poco y la cabeza estaba a punto de estallar. Emma cambiaba y ella a su paso – Lo supiste siempre y aún así continuamos con esta locura… Me dejaste entrar a esta casa – la señaló con el dedo, quería gritarle lo cobarde que era y lo cansada que le tenía este endemoniado juego que parecía no tener fin… Y que su padre le caía como la mierda…
- ¡Claro! – levantó los brazos indignadísima – Porque hubiera sido muy maduro sacarte a las patadas – Se señaló la cabeza pidiendo conciencia, que por una vez se pusiera en su lugar – Te recuerdo que la que está allí afuera es mi familia…
- ¡¡¡No te excuses en tus modales!!! – cerró los puños soportando – No te ha enseñando tu papá que no debes mentir – Se acercó a su rostro sólo para provocarle – Si no me has echado es porque no quieres – Merodeó sus labios con esa seguridad que le daba saber que nadie la había dejado y que Emma no la dejaría, fin y al cabo era igual a todos – O porque no tienes las malditas agallas para hacerlo!!!
– Volvió a gritarle – Y sabes que, Emma? Eso es mucho más enfermo e inmaduro que mi propia inmadurez – sonrió anticipándose a la victoria
- ¿Crees que es heroico y romántico ser tan inescrupuloso? – preguntó con asco – ¿crees que debo caer a tus pies por esto??? – la tomó por los brazos bruscamente, mejor brazos que cuello o que la cabeza contra la pared, simplemente tenía ganas de matarla – Después de mi… irás a revolcarte con tu esposo… o con el primer imbécil que se cruce en el camino… ¿Y esperas que te idolatre? – La morena se zafó de su agarre y fue más rápida, esta vez…
La bofetada le hizo arder la mejilla y el cuerpo entero, y se acercó a ella pidiendo otra más… dos, tres miles, cuantas sean por dejar de sentir, de temblar y de ser tan dócil. La miró a los ojos y no había arrepentimiento, no había más que un azul furioso y herido allá en lo profundo… Vio como se llevaba las manos a la cabeza, desesperada y el vaivén por querer seguir adelante y por querer frenar. La morena terminó por darle la espalda, quizás ella no lo sabía pero corría con toda la ventaja, y Emma miraba el suelo y se recordaba que no era más que un perro fiel, un poco arte y parte de piel.
- Te lo dije… – susurró apretando los dientes, no salía de su estado – No seré tu amante… Has faltado a tu promesa!!! – Recordó el único acuerdo que tenían – Y aún así te crees más valiente… Prueba con perdonar Jennifer – Las lágrimas volvieron a salir – Prueba con creer… ¡¡¡Prueba con olvidar y mide tu estúpida valentía!!!
- Acabemos de una vez con esto… – Habló con la voz tomada por el llanto – ¡¡¡Acabemos con esto de una puta vez!!! – Volvió a gritar al ver que Emma volvía a encontrar calma y resignada se sentaba en la tapa del retrete
- De acuerdo… – le indicó con la cabeza – Sal y grita lo que se te venga en gana, me da lo mismo – se encogió de hombros – Total vengo aquí cada año bisiesto…
- ¡No! – La idea era llevarle la contra, estaba cegada de enojo – Sólo sonreiré… – Y mostró su mejor sonrisa, podía seguir fingiendo y lo haría
- Si no pierdes el eje cada vez que no te mire – se puso de pie – estoy de acuerdo – agarró el picaporte dispuesta a salir
- Creo que podré hacerlo… – dijo con toda la ironía que podía pero la puerta ya estaba cerrada – ¡¡¡Mierda!!!
Miró las cartas que tenía en la mano y pensó una vez más en dejarle ganar… No estaban apostando así que no había nada que perder o simplemente era que ya no le quedaba nada porque arriesgarse. Con odio la miraba cada vez que podía, estaban los dos sentados en un sillón y secreteándose cosas… Reían y discutían animadamente de vez en cuando. En silencio deseaba que un rayo los partiese por la mitad a los dos…
- Parecen sordomudos… – le dijo Anne mientras bajaba a la mesa el juego ganador
- ¡Cómo? – Se hizo la desentendida a pesar de escucharlo bien claro
- Él indica con sus manos y rostro el tempo, la entrada de cada instrumento y la interpretación dinámica – los observó unos instantes más, y sí, eran años y una vida de lo mismo – Se cree el dios de la música y su batuta es más bien un puntero – Se hizo de las cartas que la morena había dejado en la mesa – es irritante trabajar con alguien que diga como debes sentirte en cada nota
- ¡Y ella? – Preguntó llevando la mirada a Emma y señalando con el mentón
- ¡Ella, quién? – Preguntó mirándola por encima de sus gafas y entrecerrando los ojos. Eso no había sonado para nada bien
- Digo… Emma – Rápido se corrigió y sonrió
- Emma… Emma, simplemente, escucha, aprende y respeta – Volvió a mirarla. Estaba mayor su niña, toda una mujer hecha y derecha y con un potencial desmesurado – Él sólo tiene los años a favor – soltó las palabras sosteniendo un pensamiento – ¿Puedo confiarte un secreto, querida?
- Sí…– tendría que haber dicho que no pero la curiosidad la comía por dentro cada vez que se trataba de Emma – Puede…
- No lo digo como madre – se señaló con la mano en el pecho – lo digo como músico. Emma nos pateará el trasero tarde o temprano y dentro de poco la historia será al revés, él escuchará atentamente… Porque nunca en mi vida vi a alguien sentir la música de la forma en que la siente Emma – Sus ojos brillaban orgullosos y víctimas de un embargo sentimental – el corazón le delata cada vez que interpreta una pieza y eso no lo logra un buen músico, querida, sólo lo logra alguien que ama la conjugación entre el arte, la técnica y el estudio, alguien que cree que no puede aportarle nada nuevo a la música y que sólo le queda adorarla y servirle fielmente… – dejó a la vista la mano que la morena había ocultado – ¿Supongo que eso también se aplica al baile, no? – dobló sus antebrazos sobre la mesa y le guiñó un ojo – Y no me dejes ganar tan fácilmente que todavía no estoy tan senil
- Sí… Es aplicable y lo siento no volverá a ocurrir… – sonrió enfatizando su disculpa
- Aprendiste la disciplina desde pequeña, ¿no? – comenzó a mezclar la baraja
- Sí… mis padres decidieron incluirlo en mi educación
- ¿Y tú que decidiste después?
- Pues… – pensó muy bien lo que iba a decir, la verdad, es que esta vez era la primera vez que se lo planteaba y no estaban hablando de poca cosa, hablaban del ser, del arte y del arte de sentir… – No tuve mucha opción… Estaba completamente enamorada de los movimientos y de todo lo que lo danza me ofrecía – Y sólo la amaba por permitirle expresar con el cuerpo lo que no podía decir con palabras sino también por la elegancia y el sudor, por la fiestas y el entretenimiento, por el público y la soledad aplaudiendo frente al escenario – Decidí que quería ser bailarina…
- ¿Y cómo fue que te hiciste profesora? – Preguntó con curiosidad – Pues… te ves bastante bien físicamente – la señaló – Pero puede que hayas tenido alguna lesión o algo, no?
- No tuve lesiones… Simplemente me casé con el director artístico de la compañía de ballet en la que estaba y no funcionó – suspiró e inclinó su cabeza para mirar de nuevo por la ventana del pasado – No funcionaba en la casa y no funcionaba en el trabajo… así que dejé la compañía, mi país y mis días de bailarina… Básicamente fue así…
- ¡¡¡Escapaste!!! – Anne no pudo evitar sorprenderse. La muchacha parecía tener todas las agallas, la rebeldía y la fuerza para pelear. No se hacía a la idea de verla acorralada y temblando de miedo
- No… – sonrió agradecida por la naturalidad de la Sra. y porque no se escandalizara con su vida – Simplemente salí a buscar afuera lo que no encontraba en casa…
- ¿Y lo encontraste? – Levantó una ceja y esperó la respuesta… De nuevo estaban hablando de Emma
- Pues… – Sonrió nerviosamente, la mujer le había tendido una trampa muy sutilmente, tanta confidencialidad le había hecho hablar y enredarse en sus propias palabras. Podía mentir, siempre era una opción – Se me resiste… – contestó modo de chiste y encogiendo los hombros con pena
- Jajaja… – La mujer soltó su mejor carcajada – Jajaja… ¡Que gracia por dios! – Reía sin parar y Jenny simplemente la miraba, al menos alguien encontraba algo chistoso en todo esto – Te doy un consejo… – susurró, de pronto, para nadie la escuchara – El viento no se puede tener, eso es imposible, querida – la muchacha le caía bien, algo en ella le recordaba a su juventud – Te opones a él y te lastima, te dejas arrasar y te lastima…
- ¿Algo positivo? – preguntó con una mezcla de risa y espanto
- Sí… – Enfatizó con su cabeza – Te sientes como algodón y eso es mucho más de lo que puedes imaginar, querida – Y hasta ahí podía hablar sin dejar tan expuestos los miedos, las verdades y las pasiones de su hija.
¿Cómo algodón? Se preguntó a ella misma en silencio. Y sí… Así se sentía, arrastrada, elevada y perdida en un torbellino que no era de ella sino de Emma y de su eterna indecisión. Volando entre lo incitante y lo prohibido en plena primavera, buscando abrigo cuando el cuerpo sentía el frío y haciendo piruetas para llamar su atención. ¿Era que acaso por querer debía conformarse con nada? ¿Tenía que dejar el todo el amor a su alcance, sufrir y ver como da lo mismo? No era justo y que la madre le perdonase pero esperaba mucho más a cambio…
- Anne? ¿Te importa si fumo? – Un cigarrillo le haría bien, le haría pensar con claridad por unos minutos
- No… Pero mi marido lo detesta – lo señaló con desdén, parecía que a la mujer también le sentaba mal tanta buena conducta – Puedes usar el invernadero y ver mis plantas de paso – de pronto estaba toda entusiasmada – Emma! – su madre la llamaba agitando la mano
- No es necesario puedo ir sola – susurró dado a que Emma ya caminaba hacia ellas con su copa en la mano
- ¿Cómo qué no? Para algo debe ser mi hija… – Sonrió sola su comentario
- ¿Qué necesitas mamá? – Emma clavó la mirada en su madre no queriendo mirar a la morena, suponía que quería recargar su copa y aprovecharía para hacer lo mismo con la suya
- Hija, acompaña a Jenny al invernadero quiere ver mis plantas – le informó tranquilamente – ¿Y puedes servirme más vino? ¡Ah! – recordó de pronto – Y otra para Jenny, gracias hija – recordó que aquel lugar podía ser muy romántico, sólo había que mirarlo con los ojos adecuados
- De acuerdo – Se dirigió a hacer lo que su madre le pedía
Otra vez lo mismo, caminaban sin hablar o diciéndose todo con un gran silencio, y otra vez el mismo deseo: que el lugar fuese grande para poder tomar distancia, quizás eso había fallado en el baño… Sí la tenía cerca dos cosas sólo pasaban por su cabeza: otra cachetada o sexo animal, los dos método eran efectivos para descargar la frustración. Miró su copa, bebió un sorbo largo y pensó que lo mejor hubiera sido traer la botella, el alcohol también un buen método para olvidar… Y recordó cuando Ben le decía: “…No se bebe para olvidar, se bebe para recordar, durante la resaca, que quisiste olvidar y que no lo conseguiste…” Una gran verdad
- Adelante… – Emma le sonrió, no perdiendo la caballerosidad, y le cedió el paso
El lugar era impresionante y miró el cielo a través del policarbonato transparente, no estaban a oscuras, el destello de los rayos las iluminaba de vez en cuando y las gotas golpeaban con fuerza su nuevo escudo… Ya adivinaba la belleza de lo que la rodeaba, podía distinguir algunos colores y el predominante olor de la tierra húmeda. Todo un paraíso y encima de él, el enojo de un dios mezquino que la castigaría si probaba aquel sabor… Una tenue y cálida luz aparecía de pronto y tras ella cada ejemplar botánico… Se le hacía raro verlas tan resplandecientes a pesar del jaula y la dependencia.
Apoyó su bolso y copa sobre una mesa, y abrió la enorme claraboya, era un sacrilegio fumar dentro de un pequeño pulmón pero lo necesitaba. Supuso que Emma andaría por ahí merodeando como un fantasma, viva y muerta a la vez, huyendo o buscando refugio, intentado secar la piel… ¡Que haga lo que quiera! La conciencia le gritó exigiendo ese pequeño instante que se debía.
- Me gusta cuando fumas… – Sonrió, Jenny, al escucharla a su espalda. Emma abría un pequeño arcoíris en el negro cielo, esa actitud era la responsable de toda la confusión, la ilusión y el amor. Los cambios repentinos la invitaban a jugar, a regresar, a combatir…
- ¿Si? – Preguntó a penas pudo encontrar su reflejo sobre la pared
- Es malo para la salud… – Debía comenzar con el consejo sino no sería ella – Pero a ti te sienta genial… Digo… acentúa tus aires… de… señora… y eso me gusta – Emma terminó por tocar nerviosamente una hoja de la azalea que se hallaba el frente de ella mientras recordaba la noche que había notado lo hermosa que era. La partida de póker, el alcohol y lo insinuante de sus palabras… Y después la casa, la charla y el falso cansancio… El dedo en su espalda, aquel “sígueme” y la cama… La belleza, mientras la miraba desnudarse y colocarse la sensual prenda, el hechizo que la condujo a su lado y la espera por el sueño que le permitiría desordenar algunos átomos y el ser…
- Pues soy una señora… – Una pitada y consideró que lo mejor era dar la cara pero no acercarse – ¿Y tú que eres? – preguntó sólo queriendo saber cómo completaba la fantasía
- No lo sé… – Emma se meció sobre sus pies vacilante, desde aquella noche se había olvidado de varías cosas. Jenny, la estudio entera y apostaba que era una adolescente pero notaba esa rebeldía escondida en sus ojos y en su boca, como había aprendido las cortesías y cómo mandaba todo a la mierda “respetuosamente”. Un adolescente no tenía esa madurez ni ese poder de sentencia. Si ella tuviera que responder… se arriesgaba a decir que era una persona que simplemente vivía a contracorriente, luchando constantemente para que el mundo no la condicionase más de lo necesario y el esfuerzo, en vez de marchitarla, le daba frescura, juventud y autenticidad. Además, de la sonrisa bella que la dejaba sin saber que decir…
- Entiendo… – Volvió a girarse, a sonreír y a pitar. Imposible no querer despertar y dormir a su lado. Imposible no querer vivir el momento. Imposible no esperarla con los brazos abiertos – Y creo que deberías saber que… a mí me gustan tus aires de inocencia… Y lo que provocan en mí – Pitó de lado llamando más su atención. Preguntaría y ella respondería sin pudor porque estaba preparada para esto y para asumir lo que sentía y lo lamentaba por Emma si no podía entenderlo ni soportarlo
- ¿Qué… Qué… Qué… es lo que provocan? – Tartamudeó y resopló muerta de miedo. Pero se acercó a su espalda con las manos en los bolsillos, también existía el miedo de no escuchar correctamente
- Me hacen alucinar con que algún día podré robártela – Ese era un deseo que había expresado mirándola a los ojos y menguando la distancia
- No…No soy tan inocente – Se mordió los labios en un gesto, de por demás, inocente que a Jenny le hizo levantar la ceja para recalcar que lo que salía de su boca no se correspondía con los que expresaba su cuerpo
- Ni yo tan ladrona… – el cigarrillo cayó al suelo mientras caminaba sensualmente hasta su boca – Pero a diferencia de ti… – susurró sutilmente tentado el alma de la rubia – Me muero por ser tu amante… – Estaba bien, los labios estaban entreabiertos y no había parpadeo. Podía besarla, sabía que podía, pero eso significaba ceder – Pero soy tan humana que espero algo a cambio… – Estaba a punto de alejarse cuando ese brazo la devolvía a su lugar, cerca y excitante
- Yo también soy de este planeta – Tenía la vista puesta en aquellos labios y los sentidos despiertos por la mezcla de alcohol y tabaco – Me cacheteas y duele… Me apuñalas y sangro… Me seduces y… – Ahí lo dejó, no debía decirlo. Jennifer sabía lo que provocaba
- Hablas como si tú no provocaras con tanta histeria… – puso cara de inocente – Haces que la señora corra detrás de ti… Y esta Sra. no corre detrás de nada – usó la formalidad porque sonaba terriblemente sensual – Si te beso… No habrá mañana y lo sabes… Ya te lo he demostrado
- ¿Y por qué no lo haces? – Vio cómo el entrecejo se fruncía, había algo que no estaba entendiendo y que abría una brecha en lo que pensaba con respecto a ella
- ¿Tú qué crees? – susurró a su oído y mordió suavemente el lóbulo de su oreja. La tenía, supo que la tenía cuando los labios respiraban encima de su cuello y las manos el hacían pegarse a su pecho, estaba rendida
- ¡¡¡Emma!!! Oh Perdón!!! No sabía que estaban… – Las dos miraron la puerta y allí estaba Rolf todo avergonzado – ocupadas…
- ¿Qué pasa? – Emma respondía con algo de enojo y Jenny sonreía escondida en su cuello… Esto de las interrupciones ya daba gracia
- Mamá dice que ordenes tu cuarto… – se quedó con la boca abierta y no sabiendo bien si era oportuno lo siguiente – así… así… pueden “dormir” un rato chicas
- De acuerdo… – el mecánico desapareció y Emma se abrazó al cuerpo de la morena apretándola con fuerza. Dolía sentir el latido de su corazón y lo abatido de la respiración y como poco a poco aumentaba la ternura y las ganas de decirle que se moría por ella, que cada vez que hacía el amor le estaba amando y deseando, que a su lado podía vivir y que no era valentía simplemente era el terror de saber que el mañana siempre existiría – Duerme conmigo… Por favor… – Emma volvió a proponer por segunda vez en la misma noche – Déjame tratar de explicar…
- Hay mucha posibilidad de que vuelva a abofetearte – Bromeó un poco para no caer nuevamente en la desdicha
- No importa… Jajaja – respondió sonriendo – Será la excusa perfecta para atarte a la cama… – se separó de ella y tocó su nariz – Me gustaría que hablemos un poco…
- Ok – asintió efusivamente con la cabeza – Sólo espero que tu cuarto no sea contiguo al de tus padres… Creo que molestaremos con tanta “charla” – levantó sus cejas
- Jajaja… Puedes estar tranquila – la tomó por los hombros y la giró para que mirase hacia el exterior – Ese es mi cuarto… – Jenny miró a donde Emma señalaba, eso parecía más bien una pequeña casa trasera y llegar hasta ella implicaba caminar algunos metros a la intemperie – Así que no debes preocuparte por si levantas la voz – Dejó un beso en su cuello – Fuma tranquila…
- ¿Qué haces mamá? – Emma se quedó estúpida cuando veía a su madre colocarse la capa para la lluvia color amarillo
- ¿Cómo que qué hago? Voy a ayudarte hija!!! – ataba los lazos para que no entrase nada de agua
- No es necesario – Emma se acercó a su lado e intentó sentarla en la una silla – Puedo sola…
- Te lo dije Anne… No sé porque eres tan obstinada – Su esposo hablaba… – Falta que patines y debamos llevarte al hospital
- ¡¡¡No me resbalaré!!! – Le aseguró – Es un poco de lluvia y lo he hecho cientos de veces
- Mamá yo lo haré – Intervino porque hallaba razón en las palabras del padre. Y su madre había estado bebiendo desde la cena y este acto de coraje seguro que era efecto del vino. Así que debía de alguna manera quitarle la idea de la cabeza – No tienes botas para el agua mamá – señaló su calzado y entendió que fue estúpido decir eso – te mojarás los pies – se acercó para susurrar en confidencia – Además no mi importa hacerlo por mi chica – le guiñó un ojo
- ¡Ooooh! – Asentía con la cabeza entendiendo todo y sonreía pilla – Tienes razón, hija – sacudió un poco su cabello – Tú hazlo y yo preparo la botella – le devolvió el guiño
- ¿La botella para qué? – Acaso era que su madre pretendía seguir bebiendo? Mañana se arrepentiría
- Pues… para relajar, para distender, para aclimatar… para allanar terreno – tenía una sonrisa de oreja a oreja imaginando fantasías y buenos augurios para su hija – Puedes hacer de ésta una noche interesante…
- ¡No! – negó. Esto era más de lo que podía aguantar sin recordar a su madre durante toda la noche, esto era vergonzoso – No es necesario… y no quiero demostrar algo que no soy…
- Es una decisión acertada… – acarició su rostro – Perdóname… el vino me hace entusiasmar demasiado. Ve – le indicó con un movimiento de mano – que dentro de poco no seré tan buena anfitriona
- Gracias – dejó un beso en su mejilla y se quedó esperando
- ¿Qué? – Preguntó al ver que Emma no se movía
- La capa mamá… – le abrió los ojos. ¿Cómo esperaba que llegase a su cuarto sin terminar empapada?
- Oh lo lamento… pero no puedo entregártela hija – Emma frunció el entrecejo ante las palabras – Es la única que tengo y Jenny también debe cruzar la lluvia y sé que se la cederás a ella porque eres gentil ¿Por qué eso si eres, no?
- ¡¡¡Claro!!! – Y miró por la ventana, realmente estaba lloviendo mucho y hacía frío – Y paraguas? ¿tienes uno, no?
- ¿Georg? Donde está el paraguas que te di la semana pasada?
- ¿Dónde más? – levantó la vista de la revista que estaba leyendo – En el trabajo Anne!!! Insististe que llevara el paraguas a pesar que no había ni una nube en el cielo… así que lo deje allí
- ¡Buscaré otro! – dijo al escuchar el suspiro resignado de su hija – Debo tener uno por allí…
- No… – la tomó por el brazo – déjalo… Sólo es un poco de agua
- De acuerdo
- Las dejarás dormir en el cuarto de Emma? – Preguntó una vez que su hija se fue – No creo que eso sea apropiado – Negó con la cabeza
- Pues… yo creo que sí – Se sentó al lado de su marido y apoyó la mano en su rodilla – Emma ya es adulta y no necesita del consentimiento de nadie para tener relaciones sexuales
- No me agrada lo que dices!!! Ni la chica!!! – Dijo tratando de saltar la sexualidad y la liviandad del comentario de su esposa, la idea de pensar en su hija con otra persona no entraba en su cabeza y más no podía hacer, era padre – No me agrada Anne…
- Pues a comer piedra – palmeó su rodilla – porque parece que esto va para largo
- Parece que a ti te agrada – Su marido dijo en un tono bajo – Estás enviando a tu hija a sus brazos – El primer reproche
- No estoy haciendo eso! – Estaba tensándose entera – sólo estoy acompañando los deseos de mi hija
- Tú hija no deseaba que ella estuviese aquí! – respondió instantáneamente – ¿Es que no viste su expresión cuando la vio llegar???
- ¿Has visto como sonríe cuando le escucha hablar??? – se levantó, con él a veces no había caso. Todo era inapropiado, malo y poco cuando se trataba de Emma, su niña – Emma te ha complacido de todas las maneras posible… La enviaste a estudiar violín, lo hizo – contó con sus dedos – La enviste a estudiar canto, lo hizo… Le enseñaste tu visión del mundo y la ha aprendido… Le exigiste independencia y la tiene… ¿Y eso ahora te duele? ¿Se te viene en contra? ¿Se te escapa? ¿Sabes por qué? Porque hiciste oídos sordos cuando te dije que Emma no era una máquina!!!
- ¿Piensas que por mi culpa se marchó??? – Se levantó para quedar cara a cara con ella. Estaba loca si creía que él asumiría toda la responsabilidad. Los dos la habían criado…
- Pienso que ésta casa no la apoyaba lo suficiente – se tapó la boca intentando no desbocarse – Qué nosotros como padres no la apoyamos… y que tú – le señaló sentenciándolo – no puedes hacer ni un solo esfuerzo por ella, no puedes alegrarte por ella…
- ¡¡¡La he apoyado en todo!!! – Gritó porque era la misma pelea de siempre – Siempre estoy feliz por ella y sus logros
- Estás feliz de sus buenas acciones… Del trabajo, del conocimiento y del enriquecimiento del espíritu crítico… Ahora que trae una noviecita lo ves todo negro
- Está casada, Anne, Por dios comprende!!! – ya estaba todo colorado
- ¿Y qué??? – levantó los hombros ante lo estúpido de la excusa – Me dijo que fue hace mucho tiempo
- ¿Y por qué no está divorciada, entonces? – Usó la lógica como espada y lo sólido como escudo. Y la boca de su esposa estaba cerrada – ¿No crees que tu hija se pregunta lo mismo? – Volvió a sentarse mientras se agarraba la frente – Le he dicho que si le dañaba a Emma la cortaría en pedacitos… Y yo no soy de decir esas cosas… ¡Nunca digo nada!
- ¿Y por qué lo dijiste? – Era incomprensible. Su marido no tenía ni una pisca de mafioso, ni de cuidador ni muchos menos de entrometido
- Me sentí amenazado… Anne – confesó abatido – ¿Has visto la mirada que tiene??? – Se señaló mientras abría mucho los ojos – Segura, arrogante y aplastadora…Cegadora… ¿Y la palabra precisa? ¿Qué me dices de eso? – Se levantó y bebió la primera copa que encontró – No sé como Emma lo soporta…
- Simplemente porque ella no ve esto como un robo a mano armada – dijo de lo más tranquila
- Tampoco lo veo así… – Volvió a sentarse
- Ya… – Anne terminó por sentarse a su lado, mirándolo y dejando en claro que no creía ni una sola palabra – Está bien que te duela… – arregló el cuello de su camisa – Creo que vas a haciéndote a la idea de soltarla…
- Una mierda… Anne – conciso
- Deberías estar agradecido – Dijo mientras miraba a la nada
- ¿De qué? – preguntó con incredibilidad.
- De que tu hija te permita ser parte de su vida – Caía en una cuenta de lo más simple, Emma sólo había traído a casa un pedazo de su vida y ella, como madre, estaba alegre… sólo quería saber un poco más sobre su hija e irremediablemente la bailarina era un buen primer pantallazo de sus gusto – Podría haberlo ocultado… Podría haberlo desmentido a pesar de que las encontramos desnudas y rompiéndose la boca a besos… podría haber dicho que sólo estaba probando y sin embargo, aquí está Georg… Aquí están las dos y han estado abiertas a todas las preguntas que le hicimos. Han tenido la “consideración” – recalcó la palabra porque sabía que ninguna de las dos tenía nada que explicar – de explicarnos como funciona esto y yo me siento agradecida, que quieres que te diga…
- Tienes razón – dijo después de pensar un poco – Tienes razón Anee… lo siento
- A dónde vas? – Escuchó a Norbert hablar desde la oscuridad. El olor era característico, fumaba marihuana mientras su novia dormía a su lado, en una tumbona… Muy caballeroso! fue lo primero que pensó
- No debes drogarte aquí y lo sabes – A ella no le molestaba en lo absoluto pero sus padres no pensaban lo mismo – Y deberías llevarla a un lugar más cómodo… Mañana ese cuello dolerá – señaló con la cabeza la malísima posición que tenía su cuñada
- Se me ha hecho eterna la noche – una pequeña excusa para el vicio – y el médico de la familia soy yo – Rió burlonamente y apagó el cigarro
- Justamente ahora quieres comparar conocimientos? – le resto importancia a la insolencia calculando cual sería la manera más rápida para llegar a su cuarto sin mojarse más de lo necesario – Mejor lo dejamos para otro día Norbert
- ¿Cree que no estoy en condiciones Dra. Müller? – Emma sonrió, era inteligente pero arrogante y pensaba que podía ganarle a una adicción. Los vicios no eran más que vicios y dejarlos era dejar la compañía constante – Qué es lo que piensa Dra.? – Emma lo miró de pies a cabeza, era su hermano, y debía escoger adecuadamente su respuesta
- No puedo ser profesional y lo sabes – esperó el entendimiento de su parte – pero puedo acompañarte a ver a un especialista cuando quieras
- ¡No estoy adicto!!! – Se acercó a su cara a gritárselo
- ¡Claro que no! Si solo le has dicho a tu chica – le señaló al cuerpo que estaba a unos cuantos pasos – que sería romántico ver la lluvia caer, te has abrazado a ella, la acariciaste y especulaste el tiempo que le tomaría dormirse – hizo una pequeña pausa para mirarlo con decepción – Y sabías que no sería mucho tiempo… bostezó, en la mesa, 5 veces y sabes lo que significa un bostezo… – intentó bajar la voz – es…
- El primer signo de cansancio corporal – respondió al instante – una inhalación profunda en la desesperación del cerebro por obtener oxigeno debido al descenso del metabolismo corporal – consultó la hora en su reloj – es la hora de dormir y el cerebro lo sabe…
- El tuyo se mantiene despierto esperando un poco de “alivio” cuando supuestamente no debería hacerlo y eso también lo sabes y no te has animado a meterte nada más fuerte porque todavía debes mirar a mamá a la cara – Hubo un silencio, una vacilación, un momento para pensar – No le diré nada a mamá así que puedes estar tranquilo pero cuando tomes una decisión estaré encantada de acompañarte – le aseguró mientras apoyaba la mano en su hombro – No hagas que deba llevarte a la rastra…
- Gracias… – le vio asentir lentamente con la cabeza y sonreír amargamente – Recto… Ve recto, mojarás mas tus pies pero menos tu cuerpo – Emma miró la dirección que su hermano le señalaba y sí era correcta, a pesar que la pequeña laguna que estaba en el medio del camino
- Gracias… – Abotonó el cuello de su abrigo y tomó una gran bocanada para la carrera
- ¡Emma! – su hermano volvía a llamarla
- ¿Si? – Se giro para mirarle
- Mamá me telefoneo en medio de la madrugada – se mordió los labios ocultando la sonrisa – ¿obviamente me despertó y sabes que me dijo? – Emma negó con la cabeza – Tu hermana ha perdido la cabeza… – levantaba las cejas ante la inmoralidad – Y si haces un solo comentario hiriente te saco de la casa a patadas en el culo y que Dios me perdone si tengo perdón de Dios, esas fueron sus palabras textuales. Y yo pensé que habías matado a alguien… Jajaja
- No se te cruzó por la cabeza la sexualidad? – aquello llamó su atención ¿Por qué nadie notaba sus gustos? Rápido pensó en cuantas mujeres le habían gustado y no eran tantas, le sobraban dedos de la mano al contarlas
- ¡No! – Encendió nuevamente su porro mientras negaba con la cabeza – ¡Cof! ¡Cof! Pero cuando le abrí la puerta a la morena y escuché que me decía: Hermano médico, ¿dónde está Emma?, me iluminé… Jajaja ¡Qué huevos por dios! Jajaja
- Está algo desquiciada… – Sonrió al pensar en ella y de pronto no importaba tanto mojarse ni los días en cama que le esperaban
- No Emma… – le corrigió, no le ganaba en cabeza ni en intelecto pero sí en humanidad – Simplemente estaba decidida y creo que deberías saberlo…
- Lo tendré en cuenta… – Dijo no perdiendo la actitud de persona calculadora. Todos parecían estar felices por ella pero de nada valía si ella no lograba sentirse feliz – y también asumiré que te agrada…
- ¡¡¡Puf!!! – Se abanicó con la mano – Es…. Calien…
- Ya… – Emma le pidió que frenara, esto la ponía idiota y celosa. Le cerraba la garganta y enviaba todo su sangre directo a sus mejillas, era una mezcla de vergüenza y vanidad a la que no estaba acostumbrada – No me digas nada… sé que luce como si no supiera lo que tengo entre las manos o como si no lo valorara
- Luce como si no te hicieran falta más golpes en el labio para entenderlo – se encogió de hombros – igual no me hagas caso… Estoy drogado… Ve y enférmate – le señaló con la mano nuevamente el camino
- Jajaja. No recuerdo ni una sola vez que no me haya mojado y no me haya enfermado – Volvió a mirar la lluvia
- Todo superman tiene su kriptonita… Jajaja
Se sorprendió apenas abrió la puerta y frenó cuando la primera gota chocó contra el parquet. Rápido se quitó la capa y miró hacia interior buscando algún rastro de Emma pero sólo se encontraba con una sala vacía. Sacó de la bolsa de nylon la canasta que la madre de Emma le había entregado y también se sorprendió al ver lo que había: Una botella vino, una caja de bombones y velas. Sonrió, la mujer estaba loca y a saber que estaría pensando a cerca de todo esto para enviarles tales cosas.
Apoyó la canasta en una pequeña mesa y contempló todo por un momento. Una barra que separaba la cocina del living, un pasillo con solo dos entradas, una era el cuarto de Emma porque veía la cama a través de la puerta a medio abrir y la otra sería el baño, lo dedujo por descarte y allí terminaba todo. Era pequeño y la mayoría de los muebles parecían bastantes viejos, seguramente reciclados, pero un sueño de privacidad para cualquier adolescente, un lugar propio, y se notaba que era de su pertenencia… El atril estaba en frente de la ventana, caminó hasta donde se hallaba preguntándose por el tiempo que Emma había pasado allí intentando el arte y la perfección
¿A dónde estaba ahora mismo? Quizás en su habitación tocando con miedo algún recuerdo… Miraba y pensaba en la simpleza y en lo precario y cómo era que de un lugar tan pobre había salido una de las personas más complejas, insólita e inteligente… Y a la derecha estaban los libros con los cuales se había educado pero había algo distinto esta vez, fotos, que no dudó en mirar… Volvió a sonreír ante una Emma pequeñita y un violín que parecía de juguete y el dedo se posó sin querer sobre el cristal del portarretratos.
- ¿Te gusta? – la voz de Emma resonó por el lugar
- Me gustan tus cachetes – dijo sin voltearse – y los zapatitos
- No tenía poder de decisión sobre mi ropa… sólo tenía 4 años
Jennifer escuchó madera sobre madera y se volteó. Emma chorreaba agua sobre el piso y temblaba entera y aún así estaba arrodilladla en frente de la chimenea acomodando los leños
- Emma…
- Estoy bien… solo es un poco de frió – Le sonrió y volvió a su tarea – No sabía que el calefactor estaba averiado… mi madre no me lo dijo y tampoco me dijo que la leña estaba detrás de la casa
- Tienes lo labios morados por dios… – dijo ya camino a la habitación en busca de una manta o algo. Ni pensó en buscar dentro del armario simplemente tiró de la que estaba colocada encima de la cama – Estás helada – sólo bastó con tocarle la frente para notarlo – Toma…
- Mi ropa está mojada Jennifer – Ya iba apilando los troncos para la fogata – Papel y un encendedor, por favor
- Emma… – quiso insistir sobre lo de la manta
- Jennifer… – Dejó la manta en el piso y fue a buscar el papel. Lo primero fue sacarse los zapatos
- Aquí… – fuego, solo necesitaba hacer fuego si no se congelarían durante la noche – ¿Ropa? – Jennifer preguntó sólo para pedir autorización para hurgar era obvio que la ropa no estaba aquí
- En mi habitación… – Sopló con fuerza, la leña estaba húmeda y haciéndose difícil la tarea de encenderla correctamente…
- Hey! Lo encendiste! – se quedó algo cortada al ver como Emma desabotonaba su camisa – Que bien… – Siempre pasaba lo mismo, los ojos se le clavaban en su anatomía, en lo sedoso de la piel y en la inocencia de sus manos. No podía dejar de mirar. Dejó la ropa en el sofá y se acercó a ella con la una toalla y agitación – ¿Puedo ayudar? – Vio como la rubia le levantaba una ceja y deseó poder transmitirle que esta vez no pretendía morderle sólo quería cuidarla
- Pues… – Optó por asentir con la cabeza en silencio. Y lo brazos pendieron al lado del cuerpo y a intentar la pasividad y el tacto
Quería besarla pero estaba tan concentrada mirando lo que sus dedos hacían, eran expertos y precisos. No era su primera camisa ni la primera persona a la que desvestía y aún así dejaba que Jennifer la tocase… Sintió el calor en los hombros y cerró los ojos sintiendo como las manos pasaban por la piel y parecía que se colaba por cualquier rincón y cada vez más adentro del pecho y venían las ganas de volver a empezar. Retroceder lo detestaba y sólo recordaba el día que la conoció, la sensación, la piel erizada y el abuso de sostener su mano más de lo necesario… Levantó los brazos para dejarle quitar la fina blusa que llevaba debajo…
- ¿Tienes frío? – Friccionó un poco sus brazos y buscó la respuesta en su mirada – Qué pasa? – Inevitablemente tomó distancia Emma estaba seria
- Quiero preguntarte algo…– Acarició su mejilla intentando no estar tan lejana
- De acuerdo… – sonrió, había aceptado la charla
- ¿Él es el mismo hombre a quien tú le pusiste los cuernos con medio Londres?
- Sí… – respondió con la verdad y Emma simplemente lo pensó un instante – ¿Y qué? ¿Eso es todo? – Si Emma entendía, una pregunta y un monosílabo como respuesta, por conversación no entendía una mierda, la verdad – Dime qué piensas… – Intentó, antes de perder la paciencia, entablar la charla con madurez
- Nada… – No hizo ni el intento por quitarse la ropa mojada, solo agachó la cabeza y se quedó tal cual estaba
- Emma… – Se acercó a la canasta y quiso que la madre le hubiese enviado un par de amarras y fustas, a lo mejor con tortura pudiera hacer hablar a la niña. Sin embargo, se hizo de la botella e hizo resonar sus tacones con enojo en el camino hacia la búsqueda de las copas y el sacacorchos – Ya sé lo que piensas – habló sin mirarla – ¿Sí esta mujer le metió los cuernos a una buena persona por qué no lo haría conmigo? – Se escuchó el vacio al quitar el corcho – Si sólo conecto con ella en la cama… ¿por qué razón embarrarlo con lo sentimental? – y ahora el sonido del líquido contra el cristal – Quizás busque en mi lo que no pudo encontrar en su marido… – le tendió la copa a su dorso en sostén y a las sombras de cada pliegue de piel, a lo hermoso – Me equivoco, Emma?
- No… – dijo bajito… – Pero no es completo… – Agarró la copa y la dejó en el pilar de la chimenea, no bebería
- ¡¡¡Claro que no!!! – dijo mitad embromando mitad lastimando y se sentó en el sillón cruzando sus piernas de medio lado – No conozco a nadie que piense como tú. Ni siquiera al cornudo que tengo en casa – Y bebió el primer sorbo
- No es necesaria la comparación… – Eso dolía y enfermaba, eran celos y le era imposible dominarlos pero todo sucedía por dentro, podía sentir como se le quebraba el alma y el disimulo para no mostrarse – No es necesaria… – Ya estaba acostumbra a sentirla de ella, al calor y a la pasión. El secreto, el corazón y la sensación que lo hacía saltar cada vez que la veía. Y aún así seguía sin mover un pelo.
- Es imposible la comparación… – levantó la mano, la copa y el dedo índice, esta vez podía reafírmalo con lógica – y te lo digo yo que les conozco a los dos
- Te diré lo pienso y no para que intentes demostrarme que estoy equivocada… sólo para que sepas
- De acuerdo…
- Yo… – se rascó la cabeza, estaba nerviosa – Yo… fui a tu casa pensando que quizás podíamos… – De inmediato descartó la idea de hablar sobre la ilusión, los nervios y el revuelto en la barriga no se victimizaría, no era su estilo – podíamos hacer algo distinto… La cama… La cama… está bien – sonrió – pero… pero… pero un marido lo cambia todo, lo entiendes?
- No… – sonrió, no podía cumplirle lo que había prometido, intentaría convencerle de cualquier forma – No entiendo como alguien que no existe para mi puede cambiarlo todo
- Existe para mí… – dijo con pena – y no puedo quitarme de la cabeza la idea de que para ti es importante – agachó la cabeza por vergüenza
– Y yo quiero estar contigo, fui a tu casa buscándote a ti, pero quizás llegué un poco tarde… – los ojos se le empañaron al instante esto si era su culpa
- ¿Qué dices Emma? – Se levantó para quedar frente a frente
- Digo que… Tarde lo entendí y tarde hallé el valor – cubrió su boca con la mano – Podría excusarte de todo, sabes? Siempre te he excusado de todo… de todo lo que afecta mi moral – señaló su cabeza porque allí estaba el problema no podía dejar de pensar – de todo lo que considero equivocado y hasta de tus amores que no comprendo… Pero… pero…
- ¿Qué? – a tomó por el cuello rogando porque no callara, porque por una sola vez no se disculpara, porque no diera marcha atrás, porque terminara de una vez con todo – ¿Qué Emma?
- Me duele… ¡¡¡por dios!!! – se clavó los dedos en el pecho, sonreía y lloraba – Y sé que estoy equivocada – Se alejó bruscamente de sus manos, dejando a Jenny muda y helada con aquella lágrima negra rodando en la mejilla – Mi error es amarte Jennifer!!! – Emma se llevó las manos a la cabeza – ¡¡¡torpemente!!! ¡¡¡Sin esperar nada!!! ¡¡¡Y sin algo que le ponga fin!!!
¿Por qué de esta manera? Tembló fuertemente y algo subió por el estómago hasta la garganta e intentó contenerlo pero las lágrimas caían una tras otra. ¿Por qué así con tanta agonía? ¿Sin felicidad? ¿Cómo demonios habían llegado hasta aquí?. Cerró los ojos fuertemente y sintió como la fuerza la abandonaba, estaba a punto de caer… No sabía que decir, no podía decir nada y se cerraba el círculo que había confundido con cobardía en los brazos de Emma… La sostenía, tal cual lo había hecho siempre, la sostenía…
- No me dejes ahora… por favor…
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