
- Anne, la estás poniendo en situación – El padre de Emma sujetó a su esposa por el brazo impidiéndole acercarse a ellas
- ¡Suéltame! – Se zafó de las manos de su marido con brusquedad – ¡Esto es tu culpa! – El hombre de pelo cano agachó la cabeza frente al dedo índice que le acusaba y condenaba – Tú y tu libertad… Y mira lo que tenemos en frente: ¡Una desconocida!!! ¿Tú sabías algo de esto??? ¿Sabes algo sobre ella???
- No… La verdad es que yo… yo… Bueno, Emma… – Intentó decir algo pero fue atacado una vez más
- ¡Le apañas!!! ¡Debes ser su padre no su amigo!!! – gritó histérica
- Mamá… es suficiente – Intentó calmar la situación… Ella era el problema, no su padre ni Jennifer, que parecía ser invisible a los ojos decepcionados de su madre.
- Sólo quiero saber de tu vida… ¡No puedes culparme por eso!!! – Negó con las manos incrédulas, la quietud de los dos integrantes de su familia le desesperaba hasta el punto de pensar que ninguno contemplaba su posición – No pueden culparme por eso… No pueden… – Fue bajando la voz paulatinamente y entrando en su propio trance. Quizás era el momento del desmayo pero algo le seguía manteniendo en pie y alerta, quizás haya sido que por primera vez, reparó en lo que tenía su hija entre los brazos, un cuerpo de mujer sin rostro que sostenía por la cintura. Sintió curiosidad por ella y por el perfecto ensamble de las manos blancas en la estrechez de la cintura. ¿Quién demonios era su acompañante? ¿Quién estaba durmiendo con su hija?
Emma sostuvo la mirada con quien le había dado la vida, la persona y el ser. Los únicos sentimientos que conocía, los tenía ahora señalando a los silencios que se confundían con rebeldía, desapego y mentiras. Desde que había abandonado su casa, todo iba de mal a peor… sus viajes, su trabajo y las escasas visitas que abrían huecos en el corazón de su madre, en la seguridad de la buena crianza y en el débil lazo filial, que parecía cortarse cada dos por tres. Sólo estaba herida y un tanto frustrada por perderle tan “temprano”… con 18 años todavía eres un niño, lo creas o no… No hallaba razón para culparla y por la enorme deuda se dejaría acorralar y atacar.
- Yo… yo… – Jenny se despegó de Emma y recompuso su ropa rápido, sólo la ropa porque lo sobrecogido del rostro era imposible quitarlo y enmascararlo. Había sido una sorpresa y una pesadilla encontrase a sus padres justo cuando estaba a punto de tener sexo con la persona que le quitaba el aliento – Será mejor que yo me va… – Era ladrona, la juzgadora mirada de la madre de Emma se lo recordaba, le traspasaba como un rayo y el reflejo era puro… la joyas, el pelo y la ropa a la moda, hermosa a pesar de los años y de mirada imposible, flaqueó, con los pares jamás había funcionado el encanto.
- ¡No! – Emma agarró su mano y la giró para que le mirase a la cara – Tú eres mi invitada así que te quedas… Esta es mi casa y tengo la libertad de invitar a quien yo quiera – ¿Que tenía aquella niña escuálida para hacer de su niña una persona fuerte y decidida? Aquellos ojos, que eran iguales a los suyos, lo único que tenía Emma de ella, esta vez no vacilaban ni estaban avergonzados.
- No preguntaré qué demonios significa eso… – el sarcasmo reinó las palabras y los gestos de su madre. Emma se preguntó qué era lo que debía responder a semejante falta de respeto, la primera que recibía de su parte
- Anne, por favor deja de desvirtuar lo que Emma dice – Dijo su padre algo cansado de la situación y de la posición en la cual su esposa colocaba a su hija – ¿Por qué mejor no vamos a casa? Estas algo nerviosa…– propuso
- ¿Cómo se supone que debo estar? – Lo miró echando fuego por los ojos – Llegó y me encuentro con un reguero de sangre en el living – Empezó a enumerar con los dedos
- Es que me encontré un… – su madre no escuchaba
- La tele encendida y termina por aparece “franeleándose” con esta persona – Jenny agachó la cabeza, las razones de aquella Sra. eran verdaderas como tan verdadero era el hecho de que Emma siempre sería su hija, moría siendo su hija… Le hubiera gustado decirle que no tenía malas intenciones pero estaba en la cúspide de su enojo y cualquier cosa que dijera sólo alimentaría su rabia. – Y mira el morado en su boca ¿Cómo demonios se supone que debo estar? – Jenny abrió los ojos al máximo con la cuchillada de culpa, apretó los dientes y dispuesta a suicidarse decidió hablar – Si a ti todo te importa un comino no es mi problema… Emma es mi hija y tengo derecho a saber…
- Señora yo… – El apretón en su mano le selló la boca. Emma le miró pidiendo silencio
- Hablaremos Mamá – Emma intervino una vez más al ver, que como siempre, la culpabilidad recaía sobre su padre y él sólo soportaba y todo por defenderle. – Hablaremos mañana – Supuso que eso bastaría para frenar el ataque de nervios de su madre – Mañana iré a casa
- Hablaremos ahora… – exigió clavándose en los ojos de Emma
- Mañana… – No supo bien porque se negó ni porque apretó más fuerte la mano de Jenny. Lo único que estaba claro era que su vida se estaba volviendo un desastre, un caos con una razón enredada, un salto al abismo sin final, se sintió fugitiva y cómplice al ver como todo se desmoronaba… Todo pasaba en frente de sus ojos y tal como llegaba se iba…Al fin y al cabo si había algo de rebeldía al resumirlo todo al ancho de una cadera… Pero la noche ya estaba planeada y no había ni madre ni dios o destino que lee sacase una idea de la cabeza, eso era ella y así era su personalidad ¿Acaso su madre no le quería por eso? ¿Por el empeño que tenía para con todo? ¿No había conseguido de esta forma todas las cosas que poseía? Poseer… era lo único que contaba
- Has lo que quieras – dijo después de sonreír con pena, era obvio que la jovencita coqueta estaba encandilando hasta su preocupación maternal. – Como siempre… siempre haces lo que quieres – terminó por decir enfada después de recordar que no era la primera vez que su hija se le escapaba de las manos – ¿Eso lo recuerdas a la perfección, no?
- ¡Basta Anne!!! ¡Basta!!! – Su padre se ganó la atención de todos, él que hasta el momento había tratado de apaciguar a su mujer ahora la dominaba a base de gritos y hartazgo – Por el amor de dios, ¡te lo ruego!!! ¡Basta!!!
- ¡Muy bien!!!– Tomó su cartera y se la colgó al hombro, los miró a todos por última vez, estaba en lo cierto, quien sobraba era ella. Se acercó a su hija con un solo deseo – No me importa lo que eres… No me duele ni me molesta… Lo que me está partiendo el corazón es que no confíes en nadie… Que no creas en nada… Estoy segura que te eduqué mejor que eso… Tienes que detenerte Emma, tienes que parar, la vida es más corta de lo que parece… – Jenny no pudo evitar mirar su cara y se sorprendió de no encontrarla dolida o al menos disgustada, estaba rígida y peligrosa, librando batalla de frialdad con su madre y usando como arma un rotundo silencio – Dejaste morir todas las plantas, otra vez… Buenas noches “Srta.” – el saludo fue dirigido a Jenny como el único acto de amabilidad, tenía los ojos brillantes pero definitivamente no estaba viendo nada
- Buenas noches Sra. – Acertó a decir antes de que la puerta se cerrase
Sólo quedaba el silencio después de la tormenta y Emma miraba a su padre, llena de pena y culpa… Debía estar pasándolo fatal… Y todavía estaba agarrada de su mano… Su camisa desabotonada mostrando su sostén y su cinturón desbrochado… menuda imagen para que sus padres vieran.
- Lo lamento mucho papá – El rostro tenía una impresión nueva, una de compadecer y de entender todo lo que había significado aquella pelea
- ¿No estarás en las drogas, no? – Preguntó de pronto con una mirada inquisidora
- No – Negó con la cabeza – No lo estoy… – terminó por sonreír
- Tengo que preguntar… Es mi deber… ya sabes… “Padre” – se señaló intentando explicar lo estúpido de su pregunta – Se lo diré a tu mamá y de seguro se contenta
- Claro… – Se quedó pensando en la imagen que tendría con respecto a ella. Eran años y distancias el crimen que había cometido con su madre… y también con su padre, sólo que él jamás reclamaba nada. Su discurso era tan simple, siempre utilizaba la misma regla: ¿Qué más grande y doloroso que el amor de un padre a un hijo? Esa pregunta retórica era el justificativo a su rol libertario en la familia.
- Me voy… El sofá me espera – Agachó la cabeza y miró sus zapatos un momento
- Lo siento… No era mi intención que esto acabara así… Lo siento
- No te preocupes – Dejó un beso en su frente – Para eso estamos los padres… La madres son las brujas incomprensivas… jajaja. Un chiste pésimo – Se rascó la cabeza al ver la falta de gracia en las chicas – No me hagan caso, los gritos de Anne todavía me hacen vibrar entero… creo que sólo estoy algo nervioso… Un placer conocerle… ¿Srta.? – Alargó su mano a modo de saludo
- Jennifer Hartmann – Sonrió y estrechó la mano. Fría, igual a la de su hija…
- Georg Müller… Encantando – Educado, los buenos modales de Emma seguro serían inculcados por él – Hija… No dudes en llamarme y en cambiar la cerradura… Tu madre lleva la llave en el bolso…
- Mañana mismo lo haré… – Emma le sonrió a pesar, de que no le llamaría mañana, estaba conectada a él de miles de formas. Un lazo que no tenía con su madre ni con ningún otro integrante de su familia… comprensión.
Jenny siguió sus pasos a la cocina, desconfiada de la temple no podía dejar de mirarla… No tenían la suficiente confianza, Emma se callaba y guardaba todo lo que empujaba por salir… No era más que una flor de cristal, primaveral y frágil, sedosa y resquebrajada… Se preguntó si algún día coincidirían sus inviernos, estaba segura de que podría derretir la nieve demás y abrigarla del viento glaciar…
Estaba admirando lo inmenso y tenebroso de la oscuridad de la noche a través de la ventana, unos cuantos pasos y ya estaba demasiado cerca de su espalda como para imaginar que compartían algo más que silencio… Emma era una persona difícil de comprender algo muy parecido a la oscuridad que ahora miraba, era miedo y curiosidad, las ansias a lo inesperado, la duda entre lo vacío y lo repleto… Quizás por eso anhelaba tanto ser sol, llorar por iluminar y existir para calentar… Acarició su espalda pidiendo que se mostrase, quería ver en sus ojos lo que significaba cada palabra que su madre había dicho y el girar pasó en cámara lenta como un recuerdo nostálgico… sonrió contagiada del gesto de alegría que tenía ¿Qué le daba seguridad?
- Creo que le has caído bien a mi madre… – La cara de incomprensión de Jenny la podía y la incitaban a sonreírse más y más… Más lo pensaba y más se convencía de que no había mejor manera de informar que mostrando un poco de realidad… Igual, hablaría con su madre pero ahora tocaba hablar con la morena
- ¿Qué dices? ¿Tú eres consciente de que nos encontró metiéndonos mano? – Preguntó sardónica y alucinando con las palabras de Emma
– Le has caído bien a mi madre – repitió en una burla inmadura
- ¿Qué surrealista, no? – Estaba en deuda con la morena y con sus caprichos si no fuese por ellos jamás hallaría una razón de peso para mostrarse… y no era que estaba pendiente del pensamiento ajeno con respecto a su sexualidad, más bien era, que todo se precipitaba cuando la tenía entre los brazos… – Igual, mejor así… de un solo tajo… te lo aseguro – Fue sonriente a dejar un beso en sus labios
- ¿Pero? ¿Pero? – Dejó el beso y quiso replicar algo – Tu madre nos…
- Conozco a mi madre – le aseguró mientras agarraba sus manos – cederá…
- No creo… No le mostré, precisamente – recalcó la palabra – lo mejor de mi… – Emma le miraba con media sonrisa y casi pidiendo permiso para acercase así que frenó la caminata nerviosa. Quería abrazarle pero dormida en su piel lo menos que haría era sopesar la situación
- Sí que se lo mostraste… – Con cara de pícara dio los pasos para llegar a ella y pasó su dedo índice por el pecho haciendo referencia a lo sexual
- OoooH… – se desprendió definitivamente alejándose dos pasos – ¡Tienes que dejar de reírte de mí!!! – dijo media ofendida y avergonzada – Pensarán que bailo Pole Dance en vez de Ballet… Pensarán que
- Jajaja… Lo siento – intentó ponerse seria al ver como los ojos de Jenny pedían compasión – discúlpame… Mira – se acercó una vez más – Tú no estás en falta y lo que ha dicho mi madre lo ha dicho en medio de un enfado… que poco tiene que ver con lo que vio... El problema es conmigo – se señaló – Sí quieres mi opinión, creo que le has caído bien – terminó por acariciar su mejilla y por una profunda mirada cargada de sinceridad
- A mí el destino me odia – Pasó las manos por su pelo, unos de sus más caracterismos gesto ante de la desesperación – ¿Justo hoy teníamos que comenzarlo en el coche? – se acercó a ella pidiendo una explicación – ¿Justo hoy tu padres tenían que estar en tu casa? Ve a saber lo que estará pensando tu madre en este preciso momento…
- Ven… – la pegó a su cuerpo y la envolvió con sus brazos – ¿Qué importa lo que piensen mis padres? – susurró a su oído
- Es fácil decirlo cuando no eres quien debe hacer buena letra… – sin pensar, dejó expuestos sus deseos de agradarles a cualquier precio
- ¿No te alcanza con que me tengas loca a mí? – Era una aceptación a lo que estaba cambiando de a poco y por dentro, al desequilibrio y aquel motón de dinero olvidado esperando en el banco, al equipo de trabajo que tendría que armar y a los viajes cortos de fin de semana… Sólo un poco más, pensó, sólo tenía que acomodarlo todo…
- ¿Quieres la verdad o la mentira? – Preguntó apretándose más
- La mentira… – sólo lo dijo para no perder la costumbre
- Lo quiero todo… –Y una vez más, Emma se dejó conquistar por ella, por la tibieza de su cuerpo y por lo directo de la pretensión.
Pensó en su madre, en el querer que le profesaba y en que no sabía cómo mostrárselo… Decidió que era mala hija… A pesar de los gritos su madre jamás castigaba ni imponía, y tal cual ella había dicho, sólo se interesaba por su vida… Había fracasado adquiriendo tanta independencia, se había alejado y había ocultado, todo esto tiempo, la infelicidad. Estaba segura de que se alegraría cuando le dijese que lo que tenía entre los brazos era una razón para frenar… y que estaba muerta de miedo porque no sabía cómo debía actuar…
Aspiró su perfume e intentó no caer, asumió la mezcla de tristeza y felicidad tragando el nudo en la garganta. A pesar de todo, estaban bien y así quería continuar, relajadas dedicándose un momento, un abrazo y un suspiro. Emma sabía que su madre no tardaría en reaccionar y apretaba a Jenny mientras esperaba lo próximo… Su madre era impulsiva, expresiva como el arte en todo su esplendor y valiente con sus amores en tal magnitud que lucharía contra ella misma en caso de ser necesario. Era su opuesto así que le sería más fácil reconocer… Y llegó, el teléfono de casa sonó, sonrió, ¿con qué disparate saldría esta vez?
- ¿No contestas? – se despegó de su pecho para preguntar
- Es mi madre… – le aseguró y volvió a abrazarla para esconder la sonrisa detrás de su cabello
Piii... Saltó el contestador – Emma lo siento… te hecho quedar como una imbécil en frente de tu novia… o tu amiga… no sé lo que es… No debí decirte lo de las plantas, es culpa mía por llevarlas a tu casa sabiendo que no las riegas… En fin, quiero invitarlas a cenar mañana por la noche, estarán tus hermanos y bueno… yo…yo podré disculparme con esa chica… lo siento hija – Las dos se quedaron mirando al aparato, Jenny con la boca abierta y Emma asintiendo con la cabeza… La morena caminó incrédula hacia la mesilla en la cual se encontraba el contestador y pulsó la tecla para volver a escuchar el mensaje…
- Tu madre es neurótica!!! – se llevó las manos a la boca – ¿Cómo es posible que ahora me invite a cenar? Seguro que estará afilando los cuchillos para cortarme el cuello – gritó desesperada y algún lado tenía que descomprimir las sensaciones dispares – ¿Y lo de las plantas??? ¿Cómo demonios eso puede ser lo más importante después de la bronca que tuvo contigo??? Por qué quiere disculparse conmigo???
- Jajaja – Emma reía a carcajada limpia. Jenny no tenía ni idea de lo que era su madre ni los que significaban tantas toallas y jabones por todos lados en su casa. Si esto la sacaba de foco a apostaba todo a que no sobreviviría a una charla con ella…
- ¡Tu familia no es normal! – Señaló a ningún lado en particular y Emma sólo se cruzó de brazos, con una sonrisa, a la espera de la verborrea, esta era la idea que tenía acerca de su familia – Tienes una madre bipolar, tu hermano casi me desfigura el rostro con una pinza…
- Llave inglesa – Corrigió a pesar de que no era el momento oportuno
- Como sea que se llame el arma y… – Intentó continuar con el descargo
- Herramienta – le corrigió otra vez llevando al borde a la paciencia de la morena
- Tu otro hermano que te emborracha, te cose y se droga y por último tu padre y sus preguntas sobre las drogas… Yo no sé si sobreviviré el próximo encuentro – dijo rendida – Quedaré dura de la sorpresa – se tocó el pecho y vaciló al mostrar el terror en sus ojos
- ¿Mejor? – Se acercó y frotó sus brazos intentando quitar la tensión
- Sí… No… – dijo dubitativa – Lo siento… Espero que esto no me suceda en frente a tu familia – Suspiró largo y tendido y llevó las manos a su nuca
- No tienes que ir a la cena si no quieres… – Nada de lo que había dicho le molestaba, había descripto bastante bien a la familia o al menos a los que conocía. – No es obligación… Esto no forma parte de conocerse… Entiendo que pueda ser demasiado…
- Iré… – afirmó sin dudar y buscando en el rostro de Emma la razón para oponerse a las reglas que ella misma había impuesto. Era obvio que no podrían escapar de lo que estaba fuera de su mundo inventado, encerrarse parecía dejarlas más expuestas y cada vez más comprometidas en lo cotidiano y familiar.
- Piénsatelo… Todavía tienes un día entero para arrepentirte – No dijo nada más que eso.
Jenny admiró esa capacidad de aislarse de todo y la fuerza que invertía para que los cambios no le pegaran tan de lleno. Ella en su lugar hubiera descorchados sus mejores botellas de champaña y rogaría por intervención divida hasta que los ojos se le cerrasen… Los nervios siempre la vencían, traían nauseas y unas ganas de evacuar explotando en locura… y al otro día en vez de tener la solución sólo quedaba un buen dolor de cabeza…
Ella se presentaría en la casa de Emma ¿pero cómo qué? ¿Cómo amiga, como novia?... No habían tenido una cita verdadera y mañana tendría una cena con sus padres ¿Cuál sería la respuesta a la pregunta más típica? ¿Cómo se conocieron? ¿Quién conquistó a quien? ¿Quién se declaró primero? Entre ellas no había pasado nada de eso y comenzar hablando de que le siguió hasta la cama por un coctel de bronca y deseo que le quemaba en las entrañas, cada vez que la veía, no era apropiado… La imaginación le dobló las rodillas y le punzó la panza…
Estas eran el tipo de cosas que jamás pensaba, no recordaba ni una sola noche que no se durmiera con su imagen dando vuelta en la cabeza… los besos, las sonrisas y la piel se lo llevaban todo… y ahora recién nacían las cuestiones de lo que implicaba estar con una mujer. No era buena “lesbiana”, si miraba hacia atrás sólo se topaba con una fila interminable de hombres, con montañas de nombres que no recordaba y con el vacío en las mañanas… Ningún padre querría una “desalmada” para sus hijos y menos para la hija prodigio…
Y al momento su teléfono sonaba y vibraba en el bolsillo de su pantalón. Un número que no reconocía leyó en la pantalla, una última mirada a Emma, que parecía bastante entretenida en su tarea y contestó pensando que sería una invitación a una fiesta de viernes por la noche con las misma caras repetidas
- ¿Sí? – había decidido que ni loca cambiaba sus planes con Emma, ya cualquier cosa tenía el “no de antemano”
- ¿A qué no adivinas a dónde estoy?
- En mejor lugar que yo… lo dudó – dijo cuando Emma le regalaba una sonrisa al pasar por frente de ella – pero si no me dices quien eres colgaré…
- Mmm… Casi se me olvidaban tus malos humores – la voz de pronto tomó familiaridad y se giró para ocultar el desagrado – Estoy en la puerta de tu casa…
- ¿Qué demonios haces allí? – preguntó con rabia
- ¿Que haces tú que no estás en casa para recibirme? No me digas nada… ya puedo imaginarlo… – dijo de manera despectiva – Traigo algún papel y poco de pasado…
- El maldito papel llega años tarde – escupió entre dientes para no llamar la atención de Emma
- Te cambio una copa por libertad… Es mejor que un corazón despedazado cariño – Y su interlocutor terminó por cortar la conversación
- Mierda!!! – Susurró mientras golpeaba el teléfono contra su mentón – justo ahora vienes a aparecer…– se dirigió hasta el cuarto y Emma estaba tendiendo la cama. Se agitó el miedo dentro de la garganta y pensó en decirle lo que ocurría pero ya sería demasiado, demasiado por hoy y por unos cuantos días… el tiempo parecía hincarle la espalda cada vez que se proponía relajarse abrazada a su cuerpo… Le partía el alma dejarle ¿Cómo era que debía dejarle ahora? Pero él había llegado a la ciudad e igual, que siempre, se las ingeniaba para hacerla correr a sus brazos – Emma… – le gustaba pronunciar su nombre y el brillo que encontraba en sus ojos cada vez que le miraba fijo. Se quedó sin palabras y Emma como siempre lo entendió…
- Aquí, al menos, no ha entrado su obsesión por la limpieza – se refirió a su madre – Me hubiera regañado el doble – sonrió y comenzó a sacudir las mantas – al ver las sábanas
- Debo irme… – Emma se quedó apretando con un puño la tela, la notó nerviosa y asustada – lo siento ha surgido un probl…
- Está bien… lo dejamos para otra vez. No pasa nada – Dijo comprensiva y tal vez creyendo que sólo necesitaba un poco de espacio
- Te recompensaré… – Se acercó a ella, posó un beso sencillo y dejó un poco de preocupación en los labios – lo prometo… – No pudo evitar besarla de nuevo y con más intensidad, sellando con saliva la promesa del regreso… Estaba a punto de salir cuando escuchó lo que esperaba oír de alguien como ella
- ¿Quieres que te acompañe? – Cómo no iba a enamorarse de quien parecía conocerla mejor que ella misma, imposible no mirar eso ojos y no caer en su dulzura, aguantaría hasta la familia más psicótica con tal de quedarse a su lado.
- Sí… – dijo cuando cayó en la cuenta de que sólo necesitaba que le dijera que se quedase, que dejase todo para mañana – No… Creo que voy a demorar – puso cara de pena para disculparse de su indecisión
- Te deseo buena suerte, entonces
- Gracias… – le robó un beso más y partió como un soldado a la guerra después de una noche de pasión con la persona que más amaba, llena de promesas para su vuelta… si es que volvía… Y Emma se quedó mirando su espalda…
- Supongo que eso es todo por hoy… – Miró toda la habitación y el sonido de la puerta al cerrase sonó lejano… Estaba sola… Llegó hasta la llave de la luz y la bajó – Así está mejor…
- ¡Mierda, mierda, mierda! – Vencido por la fatiga dejó los papeles caer sobre la mesa – Déjalo Emma no encontraremos nada. Llevamos 6 horas buscando en estos papeles de mierda…
- No seas pesimista – dijo sin despegar los ojos de los 4 folios que revisaba a la vez
- No soy pesimista… ¿Quieres café? – estaba sirviendo la taza
- Gracias – Un pequeña sonrisa le acompañó al hacerse de ella
- Es realismo…Bergmann ha sido tan inteligente al repartir bien la mierda. Levantar un denuncia significa inculpar a 20 de los 35 profesores que tengo… Una mierda – se quedó parado y mirando por la ventana
- La del realismo es una excusa muy trillada… En estos casos sólo hay que tener paciencia Bodo – aconsejó mientras tecleaba en el ordenador portátil – algo aparecerá… paciencia
- Tienes una casa preciosa – Dijo admirando todo lo que se encontraba allí, en la cocina, y aquel pino que se levantaba en el patio trasero – Llena de luz… llena de vida… No la recordaba así – Lo que sí recordaba era, cuando junto a Emma, había plantado aquel pino el día que le ayudó con la mudanza… de esto, ya hacía cinco largos y cortados años
- Algunas cosas han cambian para bien entonces… – dijo sin ser muy consecuente, estaba demasiado concentrada en leer
- Claro… estás mucho más linda y sonriente – le abrazó por la espalda y llenaba a besos sus cachetes. Sabía que se molestaba cada vez que lo hacía pero lo rojo en sus mejillas le recordaba a los buenos momentos de la infancia, donde la vergüenza venía por un saludo de la persona que te gustaba. Su amiga aún mantenía gran parte de la ingenuidad que él había perdido – Déjala y ven conmigo
- Jajaja… Cuando estaba con Dennis decías lo mismo – dejó los papeles a un lado para el corto receso
- Dennis es un imbécil y Jenny una caprichosa – le aseguró mientras volvía a su asiento – tú te mereces lo mejor…
- ¿Tú eres el indicado para mí? – siguió su juego con un levantamiento de ceja
- Jamás te haría daño… – le guiñó un ojo y bebió más café
Emma bajaba la mirada y notó que algo le había borrado la sonrisa, algo en lo que no quería pensar porque su mano sostenía el bolígrafo dispuesta a volver a trabajar.
- No puedes calcular las cosas con Jenny… Nunca sabrás si te hará daño o no – Aquellas palabras le habían obligado a mirarlo fijamente en la introspección que hacía revolviendo su café con la cucharilla – No puedes calcularte… – esta vez sí le miró porque estaba acusándola de cobarde y Emma no tardaría en responder
- ¿Qué fue lo que hice con Dennis entonces? – preguntó porque sonaba como si Bodo supiese muy bien de lo que hablaba y ella lo único que tenía como referencia era a su jefe y la relación que había mantenido con él.
- Dennis es puro método y esquemas para la buena vida – recalcó con el dedo sobre la mesa – Jenny… Jenny sabe los pasos del ritmo que hay que bailar para perder la cabeza – se encogió de hombros indicando que tampoco era tan complicado, que si tenía el valor suficiente para seguir adelante quizás se daba cuenta de que perder la cabeza por alguien tampoco era tan malo después de todo…
- Hasta recién no era más que una caprichosa – Llevó la mirada abajo, no entendía el punto y no se rompería la cabeza al intentar descifrarlo – No entiendo que es lo que intentas decirme… Tú no soportas a Jenny… ¿y ahora sales a su favor?
- Emma… Yo no quiero decirte lo que debes hacer… Ni menos alentarte a la locura lésbica en la que estás envuelta – tomó su mano – Sólo digo… que tampoco puedes condenarla desde el principio
- Yo no…
- Emmaaaa… – apretó su mano para conseguir su atención y era ahora o nunca, este era el momento para preguntar por sus sentimientos – Dime que no te obligas a pensar que es una “liguera” y que un cambio de viento la llevará a cualquier lugar… a otros brazos… a correr detrás del placer… y que a ti, tarde o temprano de despreciara como a los demás…– Esperó el intervalo de silencio que siempre se tomaba para pensar… Quizás era rudo y crudo comenzar así pero Emma era así, amante de la verdad y mártir del dolor que costaba reconocerla…
- No lo puedo evitar… – dijo con las lágrimas humedeciendo sus ojos
- No tienes por qué… Eres de carne y hueso como todos – acarició los dedos que temblaban bajo su mano, mientras él también se emocionaba ¿Por qué la vida parecía atormentar siempre a los que menos se lo merecían?
- Te olvidas del frío y del humo – intentó reír pero le era imposible – ¿Qué se supone que debo hacer? – el enojo se presentaba – Ya sé… La próxima vez que la vea le digo: aquí tienes mi corazón… lo estuve guardando sólo para que tú juegues con él – dijo con toda la ironía que albergaba – Es una locura Bodo… no puedo exponerme así… – Rápido se secó las lágrimas e intentó volver al trabajo…
- Espera – le frenó con la mano – ¿No eras tú la que me dijo que querías alguien a tu lado capaz de sorprenderte? – le abrió mucho los ojos mostrando la contradicción
- Fui yo… – se señaló para asumir – Pero no quiero la “sorpresa” de levantarme con un par de cuernos – señaló por encima de su mollera figurando la cantidad de engaños que serían – en la cabeza…
- ¿Ves? – golpeó la mesa con entusiasmo ahí estaba el meollo – Todo esto lo asumes por el prontuario que Jenny tiene con respecto a su vida “Amorosa” – Era imposible defender a la morena de la lógica que Emma le aplicaba a todas las cosas… pero ese no era su deber de amigo, su deber sólo era animarla a sentir más…
- Tú mismo me has dicho que…
- Pero… – Se vio obligado a interrumpirla levantando la voz – la realidad es otra… La realidad es que no sabes lo que puede pasar… y que no siempre te podrás esconder detrás de los errores de Jenny… ¿Qué pasa si nunca falla contigo? ¿Si tú realmente significas algo para ella? Emma tienes que…
- Emma nada, no lo estas entendiendo… – se soltó de su mano – No es tan simple… No lo es para mí… – los nervios le estaban haciendo perder la compostura
- Debería serlo… – intentó convencerle una vez más – Con lo que eres podrías…
- ¿Lo que soy? Lo que soy no me sirve – gritó desesperada – mi orgullo se esfuma cada vez que Jennifer traspasa esa puerta… Te piensas que los engaños son un problema… ¡Pues no! – Terminó por levantarse de su silla – Eso es lo que menos me importa…
- Entonces… ¿Qué es lo que te preocupa? – El entramado en la cabeza de su amiga era mucho más complicado de lo creía
- La conciencia es lo que me preocupa – susurró intentando que esas palabras quedasen allí, en la habitación dando vueltas y presentándose cada vez que pensara en ella – Tener que responsabilizarme de todo por ser consiente… Soportar a conciencia porque eso es lo que haré y lo sabes…
- Manda a la mierda a la conciencia y disfruta de lo que tienes – Una solución rápida para un problema que él consideraba menor. Le sonrió – Se te ve bien… – le señaló entera – Bueno, antes de plantearnos esto se te veía mucho mejor…
- Quisiera saber cómo me veré mañana… – Se quedó un instante clavada en sus ojos, nadie podía asegurar nada de nada, saltar al vacío era una opción, una de tantas… Se acercó a la ventana y tomó una decisión, quizás la más importante de su vida. Sonrió porque lo más simple, para ella, era lo más dificultoso – ¿Me das su número telefónico? – susurró de pronto
- ¿Cómo? – Preguntó sorprendido – Sí, sí – Buscó en su bolsillo el móvil – No puedo creer que no lo tengas aún… – dijo mientras buscaba en la agenda
- No he tenido el valor para pedírselo – intentó secar el sudor de sus manos frotándoselas. Le llegaba una mirada de incomprensión de Bodo que estaba apuntando el número en un papel – Ya sé lo que piensas…
- ¿A ver? Cuéntame – preguntó sonriente
- La metes en tu cama y en tu casa y no puedes pedirle el número de teléfono – Bodo levantó sus cejas e inclinó la cabeza, Emma había dado en el clavo – Pensé que sólo era sexo… Ya sabes – se encogió de hombros y mordió su labio – La bailarina sexy que viste a la moda y la violinista perturbada… – sonrió irónicamente – Una gran fantasía que no sé en qué momento se convirtió en realidad…
- ¿Para ti? – Preguntó astuto
- Para Jennifer – le corrigió y borró su sonrisa de golpe – Sabes que yo no me permito soñar… No con lo que no puedo tener – se hizo del papel que Bodo sostenía en su mano
- Y ahora para ti – señaló con la cabeza el papel y vio como Emma le sonreía
- Quizás pueda seguir algún consejo – dijo con timidez – Sabes que no soy experta en la materia…
- Siéntate – señaló la silla – ¿Una cita con la bailarina sexy que viste a la moda? – preguntó por lo que tenía en mente
- Nop – pensó un segundo como decirlo sin sentirse tan ridícula – Una cena con Jennifer y mis padres
- ¡¡Por dios, Emma!!! – Tuvo que regañarla, el concepto de cita estaba tan desvirtuado para su amiga – Eso es precipitado… Mejor solas, en un lugar tranquilo y a la luz de la velas – miraba al horizonte imaginando todo el romanticismo – Eso funcionará… ya lo verás
- A noche mis padres nos encontraron a punto de tener sexo – soltó de golpe haciendo que Bodo se llevase la mano a la boca – Y mi mamá terminó por invitarnos a cenar
- Jajaja… ¿Sigue igual la Sra. Sklodowska?
- Peor…
- Jajaja… Cuéntame
¿Cuanto tiempo llevaba allí? Indecisa y preguntándose si era lo correcto… Suspiró, juntó toda la valentía que tenía, repasó una vez más las palabras que le había enseñando Bodo y pulsó el timbre… Realmente estaba nerviosa, nada terminaba por convencerle ni la ropa que había escogido, ni el perfume ni el atrevimiento por presentarse a su casa. Según Bodo esto debería hacer que cayera rendida a sus pies y la verdad es que en su cabeza se veía perfecto pero ahora que ya estaba tan cerca sentía las ganas de salir corriendo – Muy maduro, Emma… Tocar el timbre y correr, como si esto fuera un juego…
- Eh… ¡Hola! – Supuso que debía estar toda colorada porque Jenny la miraba de pies a cabeza…
- Ho… la – No podía quitarle los ojos de encima, estaba aquí en su puerta, con una botella en una mano y con dos margaritas en la otra mano. Apoyó la cabeza en el filo de la puerta y sonrió cada vez más ampliamente, el aliento se le cortó al pensar en el resultado de deshojar aquellas margaritas y se mordió el labio sólo para escuchar esa voz temblorosa y la dulzura de la propuesta.
- Eh… he venido a preguntarte, más bien, a invitarte – cerró los ojos por que ya estaba a un paso de enredarse – Dentro de dos semanas tengo una fiesta en el trabajo, en mi otro trabajo – aclaró – Y me gustaría saber si quieres ser mi acompañante… Si no quieres está bien – agitó la botella y las flores en un movimiento nervioso – no me enojo ni nada – apretó los labios y sonrió algo angustiada, de su cabeza no salía la idea de que estaba haciendo el ridículo
- Será un placer – contestó sonriente, le encantaba esta parte torpe e infantil que Emma tenía para mostrar las intenciones… El brillo de irradiaba por los ojos no era más que ingenuidad y entusiasmo – Un verdadero placer – le reafirmó avanzando un paso adelante
- ¿En serio? – preguntó incrédula – ¿Así de fácil?
- ¿Son para mí? – Señaló las flores, ya había decidido hacérselo más fácil todavía. No necesitaba más, era suficiente con saber que estaba aquí solo porque así lo quería, porque deseaba pasar tiempo a su lado…
- Sí – contestó rápidamente y orgullosa, era la primera vez que le llevaba flores a alguien – son para ti…
- ¿No se supone que debes entregármelas? – otro empujoncito a la mujer que le tenía enamorada
- Sí – alargó lentamente la mano hasta colocarlas a su alcance. Jenny estaba a punto de agarrarlas… y…
- ¡Jennifer! ¿Donde está la camisa que te di para planchar? – la voz masculina provenía del interior y Emma no pudo evitar asomarse para ver por la abertura que dejaba la puerta… Un hombre en el medio de su living recién salido de la ducha y con una toalla atada a la cintura… ¿Qué otra cosa podía esperar? Estúpida era si esperaba encontrar algo más… Quizás un lugar para ella…
Jenny palideció, la cara de desilusión de Emma lo decía todo y el brazo bajaba y se llevaba sus flores con él. Giró para mirar lo que ella había visto y volvió para encontrarse con una Emma que no era de hielo sino de fuego, el verde parecía arder en el iris quemándose junto al propósito de su visita.
- Emma… – avanzó un pasó más – No es lo que parece…
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