Danza
Entre Lobos
Capítulo
46
Vindicta
I
Algunas
historias no se hicieron para ser contadas, no muchos se interesan y otros no
se cuestionan, ¿Qué tendría para decir una bailarina en primer lugar?... No
siempre fue de ese modo, no muchas sueñan de niñas con entretener la mirada
lujuriosa de los hombres, dejando a la vista la pulcritud de la piel que un día
se reservaba sólo a los ojos de un amor esperado. Amor... un sentimiento que
supo con el tiempo, es irrealizable. Eso fue siempre Natsuki Kruger, una
emoción que le condenó de principio a fin, sentimientos de amor y odio tan
intensos como su danza exótica, pues no hay nadie que no se sienta perturbado o
tocado por el eléctrico magnetismo de Julieth.
Nao
había visto el rostro oculto de aquella mujer, uno que desconoció por tanto
tiempo... y una punzada tan intensa se sintió en su corazón en aquel momento,
recordando para sí a una distante persona en su pasado, ¿Podía ser ella o sólo
alguien con un abrumador parecido? Confundida, dolida se apartó de todos y de
todo, incluso de Sherezade, quien se miraba quizás demasiado amable con Kruger,
sentía celos... Zade era su amante y Natsuki era en todo en cuanto se ocupaba
últimamente, ya poco podían hablar o verse, teniendo en cuenta que la morena de
Argos se había convertido en su custodia, pero más parecían amigas sin palabras
y eso no le gustaba. Si algo había tenido que cuidar de la morena Argita era
esa particular forma de ser honesta... en ese mundo, era peligroso.
Por
otra parte las acciones de Nagi y la reacción de Natsuki sólo habían
incrementado la ambigüedad de su disyuntiva, llenando su mente de un cruel caos
y un remolino de pensamientos, así como recuerdos. ¿Por qué aquella falsa
amenaza de Nagi había surtido el efecto deseado? ¿En verdad creería Natsuki que
salvó su vida? Entonces era muy tonta, ellos eran aliados, sin ella Nagi
obtendría el odio ciego de los Zagara, no tendría el favor de los pobladores de
Fukka y jamás hubiese tenido a ningún Kruger a su merced... claro que... eso la
morena de esmeraldas ojos, no lo sabía. ¿Por qué seguía exponiendo esa fachada
de mujer amable incluso en aquel sitio perdido de la mano de los dioses? Cada
vez entendía menos.
Acudió
a un lugar abandonado del castillo al que la mayoría tenía prohibido el acceso,
la biblioteca. Nagi le había concedido la ocasión de entrar en el lugar y para
tal fin tenía una llave dorada que colgaba de su cinto, una llave maestra que
dispuesta como alguna más de las chaquiras que usaba para entretener con su
baile, pasaba tan desapercibida en medio del cadencioso movimiento de su
cadera, que nadie jamás imaginaría su precioso valor. Tenía acceso incluso a
los tesoros de la cámara del peliblanco, pero el valor de las joyas o el oro
realmente no le atraían, supo que la riqueza estaba al alcance de su propia
mano por la gracia de su belleza, no en vano había recibido más propuestas
matrimoniales que la media de doncellas ‘puras y castas’ de la comarca, sabía
de buena fuente cuántas habían entregado el fruto de su virtud ante las falsas
promesas de otros, pero por su oficio, aprendió rápido a no creer en promesas,
de hecho, se le hacía divertido acudir a las bodas, apostar sobre cuál sería el
incauto en comprar a una ‘doncella’ de dudosa ‘procedencia’ y cascos más
ligeros que los que le otorgaban a ella por su oficio.
Suspiró
largamente en cuanto obtuvo el beneficio de la soledad, de todo el castillo,
aquellos estantes eran los que mejor se preservaban, junto con el que Nagi
juzgaba un precioso tesoro, el conocimiento. Lo recordaba ufanándose de afirmar
haber leído más de la mitad, pero por más que lo imaginaba, no esperaba que un
hombre como él fuese en primer lugar un ratón de biblioteca, al mismo tiempo no
le cuestionaba, nadie supondría que a una bailarina le apasionara la lectura o
que un lugar tan abarrotado de libros fuese su santuario predilecto. ¿Quién
sabría entonces que en la biblioteca del Castillo Kruger conoció a aquella
persona en primer lugar? Nadie. Deslizó sus dedos sobre los gruesos lomos de
los libros, como si pasara sus manos por los trigales en primavera y así, su
mente vagó a los espacios más distantes del recuerdo.
Tenían poco, pero sentía todo lo contrario, contaba
con apenas 7 años y acompañaba a su madre a buscar trabajo en el castillo
Kruger, algunos decían cosas extrañas sobre aquella familia de nobles, pero no
se sabía mucho al respecto, la mayoría de sus sirvientes servían durante la
extensión de una vida, algunos vivían en el castillo ese tiempo y a ellos les
reemplazaban los descendientes de éstos, era todo un tanto exclusivo, secreto
de alguna manera, pero es claro que no muchos de los empleados en las minas o
las tejedoras irían a solicitar trabajo en la morada de aquellos monstruos,
incluso los agricultores preferían trabajar por el precio de un jornal que
acercarse al castillo, pues algunos decían que estaba embrujado. Lana Yuuki, su
madre, era una alta mujer de finas facciones, piel blanca, cabellera rojiza con
ojos azules, hermosa a la vista, muy delicada para los trabajos fuertes en el
campo u otras labores que requieren fuerza, había sido ama de llaves de la
familia Sugiura durante al menos 10 años, pero así, repentinamente la vida que
conocía cambiaba por cosas de adultos, como explicó Lana cuando preguntó por qué
se iban de la casa de los amos, le molestaba la idea de dejar atrás todo lo que
conocía, la casa, los niños Sugiura que jugaban con ella, los juguetes que el
señor Genji le daba. Él la trataba igual que a sus hijos, ciertamente le daba
menos, pero igual de cariñoso y tenía las mismas rondas de caballito que los
demás, era un buen lugar... no entendía entonces por qué la señora Harumi
estaba tan molesta cuando salieron de la casa, ni siquiera le permitió
despedirse de Haruhi y Genko.
Iba pateando las piedras en el camino, indignada por
las circunstancias, pero sin soltar la mano de Lana quien le repetía que todo
saldría bien, aquel camino fue el más largo que hubiera caminado a su corta
edad, sabía que su madre ya no podía cargarla porque era grande y debía ir a
cada lugar por su propio pie, pero... nadie dijo que ese castillo quedara tan
lejos, casi tuvo la impresión de caminar el mundo entero...
Le dolían los pies cuando llegaron y su madre
parecía cansada, sudorosa. La reja hecha de un pesado metal desgastado a base
de tinta, era tan duro y macizo, que supuso se trataba de un fuerte para la
batalla y que seguro, en tiempos de guerra sería un gran lugar para esconderse.
Un escondite impresionante, fue lo que pensó con la inocencia de aquellos años,
en los que cosas como ver un castillo de cuento de hadas, se miraba
increíble... y es que aún si ignorara cuán certera fue aquella significación,
se emocionó cuando su madre llamó al custodio de la reja, era la primera vez de
ver a un hombre con armadura, un caballero con espada y hasta capa. Sí, cabe
decir que también contaba con un lustroso revólver negro, de cacha blanca en
una funda que también colgaba de su cinto... era alto, fornido y de ojos miel,
con cabellos castaños en una larga coleta, le pareció bastante serio ¿Acaso los
caballeros tenían prohibido reírse? Ya lo averiguaría después.
Oyó a su madre decirlo alto, para ser escuchada. —Soy amiga de Saeko Ku... Di’ Kruger,
¿Podrías decirle que Lana Yuuki está aquí para verla?—
El caballero sonrió. —Caso resuelto...— Susurró para sí.
—Se alegrará mucho, su alteza ha estado un
poco enferma y ver a una amiga, seguro le ayudará— Informó el hombre, quien supo después se llamaba Ankara.
Cuando Lana obtuvo paso junto a ella a través de la
reja, le ordenó hacer silencio, ‘Nada de interrumpir a tus mayores Nao’...
asintió, más porque ese lugar le cohibía que por obediencia, era demasiado
solitario y no escuchaba los niños correr por el jardín inmenso que vio cerca
de la entrada, era una pena que un lugar tan grande se desperdiciara de ese
modo.
El castillo era enorme, desde la puerta por la que
cabría un gigante de ser preciso, hasta los ventanales que dejaban pasar
corrientes de aire llenas de pétalos de flores y sus aromas dulces, al entrar
en la sala de recepción vió los pasillos y le parecieron infinitos, porque no
sabía dónde acababan, incluso podría perderse. Con súbito miedo sostuvo más
fuerte la mano de Lana, y ella le sonrió acariciando sus largos cabellos, las
cosquillas pronto le devolvieron la calma. Siguieron después a una sirvienta,
quien les llevó a la sala de té, donde la amiga de su madre aguardaba por ella.
Mamá es la más linda, decía siempre que alguien
preguntaba cuán bonita era Lana, pero dudó por un instante en cuanto vió a la
señora Di’ Kruger, ella tenía unas facciones tan suaves y armoniosas, así como
la piel tan nívea que casi se imaginaba a una muñeca de porcelana, tan blanca
que no estaba muy segura si un color así existía, sus cabellos negros hechos de
ébano eran tan lacios y brillantes, que hipnotizaba mirarla, pero sólo al
acercarse, cuando Lana y la mujer hada se saludaron tan fraternalmente, vió
sobre el hombro de su madre, el prístino iris de un verde como el suyo, no...
Era un tono más oscuro, un intenso color verde hoja... no, no... Era tan
cristalino como... como una esmeralda, recordaba esa joya del cofre de Harumi,
que Haruhi le mostró el otro día durante sus juegos de salón de belleza... sí,
así eran los ojos de esa mujer, si a eso le añadías el vestido color olivo de
ensueño que usaba, realmente parecía como una princesa. ‘Pero mamá es más
linda...’ se regañó a sí misma, porque nadie era mejor que su madre.
—Y esta preciosa damita... ¿es tuya, Lana?— Se sonrojó al sentirse aludida y con la
inclinación de Saeko para verla más de cerca, pudo ver otra vez aquellos ojos
cautivadores. Apenas pudo decir ‘hola’...
—Ella es Nao, mi pequeña... tiene siete, ya
pronto ocho... es mi tesoro más grande—
Decía su madre, como si fuera de verdad lo más grande del mundo.
La señora hada, como la llamó en sus pensamientos,
asintió confirmando las palabras de su madre, más apenada todavía, se sentó
junto a Lana y acorde a lo que dijo, ni una palabra pronunció durante la
extensa charla que tuvieron las dos amigas. Sabía por cómo le dijeron Genko y
Haruhi, que los adultos siempre ocultan bien sus emociones y aprenden el arte
de la mentira, aunque no entendió mucho de eso cuando se lo dijeron, luego supo
que los grandes inventan cosas que parecen creíbles, pero no son verdad, a
veces incluso pasan, pero las exageran o las omiten. Y no fue diferente en ese
caso, supo que Lana no dijo por qué se fueron de casa de los Sugiura, ni habló
de lo mal que la trató la señora Harumi, incluso se negó a decir que aquella
señora se negó a pagarle justamente sus trabajos, no dijo que no tenían a dónde
ir, tampoco que no habían comido... decía cada cosa como si todo estuviera bien
y aunque tenía tantas ganas de decir la verdad, cada vez que la señora hada la
miraba se sonrojaba y le abandonaba el habla.
Su vida como todo, cambió una vez más, pensó que
para bien por aquel entonces, pero muy poco sabía su inocente yo de la vida y
de los giros que esta sabe darte... La
señora Hada y su esposo, tuvieron a bien recibirlas en su castillo y en menos
de nada, Lana se convirtió en el ama de llaves de aquel inmenso lugar. Si antes
en la casa de Genji nada les faltaba, ahora en la morada de los Kruger tenían
incluso lujos con los que una niña como ella ni siquiera soñaba. La señora Hada
estimaba muchísimo a su madre y daba lo mejor de sí sin reparos, sin mencionar
que parecía agradarle por su propio encanto y en poco tiempo tuvo su propia
habitación llena de regalos, juguetes, vestidos y cosas para ella sola. Así que
se preguntaba por qué Lana no había ido allí en principio y no es que no
apreciara a Haruhi y a Genko, pero un sirviente siempre es un sirviente y las
personas se ocupan de recordarlo cuando se olvida, curiosamente en ese lugar su
madre comenzó a ser quien diera las órdenes, pero siguió como siempre siendo
tan amable y humilde. El castillo de la familia Kruger era increíble, cada día
de inspección se vivía como una aventura, pero una vez agotada la novedad
después del primer mes y con la ausencia de otros semejantes comenzó a
sentirse... insoportablemente sola.
—Extraño a Haru y a Gen...— Sollozó sentada en la enorme cama en el
centro de su habitación, mientras contemplaba aquella muñeca de trapo tejida a
mano y de alta costura, que la señora Hada le obsequió, recordó que se parecía
a la de Haruhi, pero la de ella era más vieja y aun así.... ¿De qué servía un
cuarto lleno de muñecas si no tenía con quién compartirlas?
—Nao...—
Se limpió la cara con la manga en cuanto se supo
descubierta, la mirada azul de su madre se tornó preocupada. — ¿Por qué lloras mi niña?—
—Te equivocas ma... yo no lloro— Intentaba parecer firme. —Ya estoy grande... para esas cosas— Dicho esto puso pies en polvorosa, dejando
a Lana a sus espaldas aún más angustiada.
‘Solo los niños pequeños lloran’ escuchaba el eco de
la voz de Genko con sus ojos verdes mirándole y sus cortos cabellos castaños
pegados a la cara, por efecto de la lluvia que caía aquel día lleno de
nubarrones y truenos.
De tanto correr y evadir, se topó con un lugar que
no había visitado antes, pues para alguien a quien las letras le parecían
símbolos ininteligibles, un libro y mucho menos un cúmulo de ellos sería objeto
de interés... más le fue imposible desviar la mirada si a través de la pequeña
abertura de esa puerta, hilos brillantes se escapaban por los resquicios seguidos
de una hermosa melodía de violín y una voz tan delicada como para no tener nada
que envidiar al otro instrumento. El canto no menos sublime la atrajo y con
cautela traviesa, abrió suavemente la puerta, pues con suerte las bisagras no
se oyeron. Pudo ver a una niña muy bella, de negros cabellos y facciones
pulidas, enfundada en un vestido azul de verano, sin mangas en los brazos, con
bordados de flores en su falda, allí de pie, tan delicada como una flor, tan
erguida y elegante como una princesa, con la barbilla recta y los labios
moviéndose, una de ojos rojizos entonaba notas que sin ser palabras se
escuchaban precioso. Aún así, la fuente de aquella luz dorada, el violín que
casi danzaba con la voz de aquella a la que la institutriz de música llamaba Nina, no estaba a la vista. Intentó con esmeros
ver... abriendo un poco más la puerta.
—¿Quieres entrar?— Oyó el susurro de la voz de la
señora Hada. —Creo que es oportuno... que conozcas a mis hijas—
No sabiendo si apenarse por su inadecuado espionaje
o si alegrarse por saber que había más niños en aquel lugar, simplemente
asintió, escondiendo las manos en su espalda y con un sonrojo llenando sus
mejillas de un intenso calor.
La pelinegra se acuclilló para quedar a su altura y
eso se hizo extraño, pues los adultos siempre miran desde arriba. —Antes que
nada, quiero pedirte una cosa...— Volvió a asentir nerviosa por la presencia de
aquella mujer. —Mi hija Natsuki, es un tanto tímida y los otros niños no son
amables con ella... por favor sé amable ¿Sí?— Un asentimiento más, seguido de
un “gracias” y al ataque, abrió la puerta y entró como un trueno,
inesperadamente.
Nina tan impávida como una efigie la miró de arriba
a abajo con cautela, el otro... que tenía aspecto de niño y un violín en las
manos, tan vendadas como cualquier pedazo de piel que no cubriera su ropa,
apartó el arco de las cuerdas para prestarle atención.
—Niñas... ella es Nao, Nao... ella es Nina— Dijo la
señora hada exponiendo con su mano a la pequeña de ojos rojizos, la cual hizo
una reverencia muy tiquismiquis a su parecer. —Y ella es Natsuki...— Pudo ver
unos ojos de esmeralda atrapados por los bordes de la tela, pero aún así, la
‘niña’ se inclinó de una forma diferente, más varonil podría decir.
Un simple hola y su mano levantada fue toda la
ceremonia que pudo dar.
Después de ese día y con el consentimiento de Lana,
comenzó a estudiar en compañía de aquellas niñas. Aunque las reglas eran
estrictas y algunas clases aburridas, aprendió con el tiempo a leer, protocolos
de etiqueta y canto, pero nada fue tan cautivador como la danza. La parte
verdaderamente amable de cada día, era la ocasión en la que tenían espacio para
jugar en los jardines de aquel inmenso lugar, las clases de equitación también
eran de gozo y los cuentos de la noche una maravilla especial; Lana tenía ahora
un poco más de tiempo para ella y no llegaba tan cansada a la hora de la cena,
era feliz sin duda. Había solo una cosa en la que no acompañaba a sus nuevas
amigas, durante el entrenamiento de esgrima con el que Lana no había estado de
acuerdo, ‘eso no es de señoritas’ recuerda que le oyó decir cuando se mencionó
en la sala durante el té de media tarde. Aquel tiempo que finalmente ocupaba en
algunas tareas de limpieza, Lana había insistido en que aprendiera a cuidar y ordenar
su propio espacio, obediente a este respecto, no solo aseaba su cuarto, sino
también el de su madre, a cambio la mayor le daba una mesada para que
aprendiera el valor del trabajo.
Se llevó mejor con la tímida persona que era Natsuki
que con su hermana menor, Nina, quién de alguna manera no le caía en gracia o
le guardaba demasiado recelo por razones desconocidas, se portaba distante y
demasiado seria para su gusto. A pesar de que la mayor de las Kruger causaba
miedo a los otros niños con su extraña apariencia y algunos le decían monstruo
o le arrojaban cosas cuando tenían la oportunidad, lo cual le molestaba en
sobremanera y sacaba lo peor de ella, le agradaba porque pese a su silencio,
era audaz y temeraria cuando de subir a la copa de un árbol para salvar su
cometa se trataba o por aquellas veces que no se asustó al enfrentar la
oscuridad de la noche cuando la acompañaba a su habitación y después, cuando
dejó de tener miedo a las sombras simplemente alegaba sobre lo aburrido que era
el recorrido sin la “cachorro” a su lado, porque efectivamente y luego de algún
tiempo comenzó a decirle cachorro, aunque jamás le diría que le dio el
apelativo por los pequeños colmillos que de vez en cuando se asomaban de su
boca y que le parecían tiernos.
Apreció después que Natsuki quien hacía figuritas de
hielo con las manos como por arte de magia y se las obsequiaba, sonreía en cada
ocasión de verla, era veloz, fuerte, crecía más rápido y alta que las otras
personas de su edad. Una suerte pues por ello dejaron de arrojarle cosas o
decir idioteces sobre su aspecto durante las ocasiones en las que viajaban al
poblado. Pese a ello, podía ver su tristeza por el rechazo de las personas, así
que cada vez que la notaba decaída le gastaba una broma o la distraía del
mundo, de esa manera su amistad se convirtió en un tesoro valioso, pues era
genuina en todo. No pasó demasiado
cuando conocieron a otros miembros y amigos de la familia real, porque supo,
los Kruger eran de sangre noble, aunque Natsuki jamás se lo echara en cara a nadie
y no hizo mucho caso de eso, solo sabía que era aún más divertido cuando venían
de visita desde Windbloom los Sayers y Mashiro Kruger, prima de Natsuki.
Cuando tuvo la oportunidad de preguntarle a la niña
de ojos esmeraldas que le pasaba en la piel, ¿por qué usaba aquellas vendas?
tomó su oportunidad, pues al principio pensaba que se había lastimado y estaba
sanando, sin embargo y viendo pasar los meses sin que dejase de usarlas, le
venció la curiosidad.
—¿Te disgustan como a los demás?— Y aunque las
cambiara todos los días por unas limpias, seguía siendo raro, eso lo sabía
Natsuki.
—No… pero creo que pican mucho— Respondió mientras
movía los pies dentro del agua de la fuente, viendo el reflejo de las dos
distorsionarse con las ondas en el agua, a veces pasaban horas allí, era
relajante.
—Picaban mucho, pero ya me acostumbre— Levantó sus
hombros con desinterés, no le importaba si a Nao no le importaba.
—¿No te las puedes quitar?— Se volvió a mirarla a
los ojos, con curiosidad.
La de glauco mirar negó, temerosa. —No… todos dicen
que me convierto en un monstruo—
—Un monstruo… ¿Cómo que un monstruo?—
—Con garras y colmillos grandes, con 4 colas…— E hizo un mohín de rudeza que, honestamente
solo enternecía a la pelirroja. —... grrr, sí, así... un lobo, como mi papá—
—¿Por qué?— Preguntó con curiosidad, quizás una
parte de ella no creía eso posible, aunque las manos de Natsuki fueran
alargadas y tuviera ‘garritas’, o pequeños colmillos asomaban sobre sus labios,
no le parecía que pudiera ser como se describía. Un monstruo… porque
curiosamente le parecía demasiado dulce como para que eso fuera posible.
—Estamos... malditos— Dijo por lo bajo, como si le
asustara decirlo.
Pese a todo, escuchó de los labios de su pequeña
amiga lobuna, una historia tan larga como fantasiosa, acerca de cómo los Kruger
fueron maldecidos por una sacerdotisa vengativa y aunque no entendía la parte
en la que el supuesto príncipe se aprovechaba de la inocente sibila, que cuando
preguntó, Natsuki tampoco entendía esa parte, solo pudo sacar en claro, que la
cachorrita temía lo suficiente a los dioses para creer todo aquel cuento, lo
creía en tal forma que ni siquiera bajo súplica se atrevía a quitarse las
vendas.
Dada su persistencia, no pasó más de un mes cuando
Natsuki reemplazó las vendas por lo que según ella eran piedras encantadas y un
casco como los que usaban los soldados de la guardia de la familia Kruger, solo
que el suyo tenía una máscara metálica que apenas y le dejaba espacio para la
boca o las fosas nasales. Para ella eran joyas, un casco de guerra y punto.
Pero no molestaba a su amiga sobre sus creencias, ella misma adoraba a
Tsukuyomi como el dios patrono de la región a la que perteneció Lana antes de
Fukka, temía que si se portaba demasiado mal, este enviase pesadillas a su
reposo como castigo, así que era buena o procuraba que nadie notara sus
travesuras cuando no era tan buena como debería.
Pasó el tiempo, se acostumbró a la vida que se
llevaba en el castillo y actuar como una doncella de noble cuna, a que la señora
hada la tratara como si fuese una más de sus hijas, y a la presencia de la
chica enmascarada quien poco a poco dejó atrás aquel carácter tímido mostrando
más y más facetas encantadoras. Tan solo una cosa rompía la rutina de sus días
en el castillo de los Kruger y era que cada miércoles, Lana la llevaba al
pueblo, con la excusa de comprar alimentos para la despensa de la semana
siguiente, tenía oportunidad de ver a Genji y algunas veces, a sus antiguos
compañeros de juegos, Haruhi y Genko. No tardó y con suspicacia en notar
detalles que la tierna infancia le impedirían, pues la institutriz Miss Grace
Burt les había explicado de romances e idilios como los de los innumerables
libros que leía para ellas, tenía 12 y podía ver el brillo del enamoramiento en
los ojos de su madre al mirar al señor Sugiura, más sabía ya que aquella
relación sería prohibida, por lo que un día, después de aquella visita furtiva,
tomó la oportunidad en el carruaje.
—Madre…—
—¿Sí?— Cuestionó contemplando en su regazo unas
flores amarillas que Genji había tenido el detalle de obsequiar.
—Adoro ver a Haru y a Gen y te agradezco que no me
apartaste de ellos, porque los quiero mucho, el señor Genji es amable, “casi
como un padre”, pero no comprendo por qué a pesar del tiempo, siempre los vemos
a escondidas… no veo por qué deba ser así, si no hacemos nada malo, ellos son
nuestros amigos—
—¿Acaso se lo has dicho a alguien?— Cuestionó
asustada, con un ligero temblor en las manos.
—…te juro que no le he dicho nada a Natsuki o a Nina
y mucho menos a Saeko-Sama, si eso temes— Sonrió para calmarla. –Pero tu
reacción solo afirma que en verdad hacemos mal—
—Hija… temo que eres muy joven para entender—
—No soy ya una niña, en apenas 3 años tal vez reciba
cortejo ¿Por qué para ello no soy justamente una niña?— Era inteligente,
suspicaz, había recibido formación en filosofía, estaba por encima de la media,
incluso era más sagaz que su madre.
—No te comprometerás si no lo deseas… yo quiero que
elijas a quien tú en verdad ames—
Amor… ¿Cómo sería posible sentir aquello por un
hombre? No había visto alguno que le interesara y de alguna forma, los pocos
que conocía lo suficientemente atractivos, le parecían sosos y aburridos,
intrascendentes por decir lo poco. Pero no dejaría que la charla sobre esas
cosas fuera en su dirección, no cuando tenía visto obtener la sinceridad de su
madre. —Y tú
¿Amas al señor Genji?— Con semejante pregunta, un sonrojo delator apareció en
la pulida faz de Lana, quien supo no podría esconder por mucho tiempo la cruda
verdad. —¿Por qué nos fuimos de la casa Sugiura mamá?— Insistió, sabiendo que
solo recibiría una confirmación a sus conjeturas.
Con un hondo suspiro, la pelirroja mayor procedió a
narrarle a su hija la historia de su llegada a la casa de los Sugiura, donde
conoció a Genji y cómo pese a los preceptos inculcados, terminó enamorándose de
aquel hombre que por azares del destino, ya se encontraba comprometido en
matrimonio con Harumi, los vió casarse, formar una familia. Expuso la difícil
batalla que libró contra sus propios anhelos y sentimientos durante años,
teniendo tan presente que en ningún otro lugar sería recibida debido a su débil
fuerza física, confesó sin embargo, que de una ocasión de fragilidad mutua vio
consumado sus afectos, teniendo por resultado, que de aquella vez primera y
única, el destino le concediera el obsequio de su existencia. Rauda dedujo la
más joven, que Genji era verdaderamente su padre y los niños Sugiura sus
hermanos mayores, comprendió entonces por qué su madre parecía tan mortificada
y avergonzada, por qué nunca mencionó al hombre que según había oído, tomó
ventaja de su inocencia y se marchó en cuanto supo de su estado. Indignada y
dolida se apresuró a salir del carruaje en cuanto arribaron, entendiendo al fin
por qué Haruhi y ella se parecían tanto.
Estuvo molesta con Lana lo que pareció una eternidad
y dejó de ir con ella al poblado como era costumbre, entendía ya que era el
oscuro secreto de aquel hombre, de aquellos hermanos. Sin embargo no dijo nada
de lo que le pasaba... ni siquiera a Natsuki, para quien siendo su amiga más
confiable no ocupaba más que ese secreto.
Notó que estaba muy unida a Natsuki, cuando su padre
la llevó a un viaje de negocios y se ausentó durante un mes, a este le
siguieron viajes más cortos de una semana cada dos meses, aunque su amiga traía
un regalo para ella al volver, no compensaba la sensación de abandono que le
ocupaba tras cada partida, pero agradecía sus atenciones. El castillo volvió a
ser infinito y solitario, porque incluso Nina llegó acompañarlos poco tiempo
después en aquellos viajes, travesías envueltas en un aire de misterio, pues
nadie se tomaba la molestia de dar explicaciones y la excusa de los negocios
perdió fundamento en cuanto notó que Saeko-sama se encargaba de esas cosas
cuando su esposo no estaba. Tales circunstancias la obligaron a hacer las paces
con Lana, e intentar ver a sus hermanos como lo que eran, familia compartiendo
cada vez más tiempo con ellos; le llevó casi un año dejar de sentirse mal
acerca de verlos a hurtadillas, pero supo que Haruhi y Genko, se interesaban en
su madre y querían evitarle más heridas, situación en la que los entendía.
Fue por aquellos días que Haruhi le comentó acerca
de su próximo matrimonio, lo cual le abrumó, ambas se distanciaban la una de la
otra en apenas 3 años, teniendo su hermana mayor 16, ya estaba dispuesta a
casarse y la idea, agobiante de la proximidad de tal fecha en tiempo, comenzó a
ser un lastre, pues la chica no delataba siquiera algún gusto por su futuro
marido, pero como una hija obediente y abnegada estaba dispuesta a cumplir. ‘El
amor surgirá’ ¿Cómo diablos surge el amor? y ¿Por qué Genko no tenía semejante
presión encima? Al menos no hasta sus 20, claro que ya conocía el nombre de su
futura, la chica era incluso menor que ella... sabía de las convenciones pero
no las entendía o aceptaba realmente.
Con numerosas inquietudes en la mente volvió al
castillo, más le consolaba así el que Natsuki retornaba de su viaje ese día y
que por ser su cumpleaños, harían una fiesta en toda regla. No todos los días
se cumplen 14, aunque excusas para festejar siempre habrían, era sin duda una
fecha especial. La cuestión, sin dudar es que extrañarla estaba haciendo
estragos en su percepción, porque al verla otra vez aquella noche durante la
recepción en el gran salón, sintió un vuelco en el corazón. La cachorra, que
puede y el apelativo no le quede al uso por más tiempo, no tenía nada que
envidiarle a los caballeros allí citados, quizás levantaría algunos celos.
Le complacía ese hecho, ver a las personas que
alguna vez le insultaron u ofendieron, hacerse a un lado cuando se dió la
oportunidad del primer baile. Y en cuanto sostuvo su mano, la sonrisa más
honesta se formó en sus labios, estaba completa en cada momento que compartían
y en algún punto, las abismales diferencias desaparecían, no importaba si era
una hija sin padre, carecía de valor la cuna o el poder de su casta, el
renombre o la riqueza, era simplemente Nao. Danzaron durante lo que parecieron
horas y se desvelaron como nunca antes en el verano, hasta que el calor propio
de las galas que usaban les hizo pensar en dar un paseo por el jardín de
medianoche bajo el cobijo de las estrellas y la luna llena, una vez más en su
fuente cristalina, dejaron reposar sus pies en las frescas aguas.
—Te extrañé...— Susurró Natsuki, levantando la cabeza para apreciar las
constelaciones. —Luces espléndida—
Al volverse a verla, Nao notó que en tal posición
podía ver mejor la forma de la mandíbula de la Kruger y la tonalidad
blanquecina de su piel, tal vez era la
noche o su imaginación, pero la pelinegra emanaba un extraño encanto, del tipo
que solo poseen las personas extremadamente hermosas, por más que buscó con la
mirada, no halló sus colmillos, ni aquellos vellos blancos que como lanita siempre
ocupaban su piel, tan solo los metales brillaban con la tenue luz y su
inmaculada piel cubierta vilmente por la máscara del lobo que no se quitaba
seguro ni para bañarse, suspiró frustrada.
—Ahora te vas más a menudo, supongo que los
negocios solo mejoran— Había un tono
dolido en su voz.
—Tengo que aprender, lo que el destino tiene
establecido para nuestra familia... y solo creerás que son cuentos de hadas si
te lo explico—
—¿Juegas conmigo?—
—Jamás...— Y cuando la miraba para decir esas cosas, no podía ver una mentira en
aquella esmeraldas tan dulces.
—¿Qué piensas de los compromisos? ¿Crees en
el amor?—
De haber estado bebiendo algo, es seguro que se
habría ahogado, porque casi casi se ahogó con la saliva, incapaz de procesar
tal información. En cuanto hubo recuperado la compostura y Nao dejó de reírse
de lo tonta que parecía, buscó una respuesta.
—Mamá me dijo que, el amor simplemente te cae
encima... pero creo que se burlaba de mi padre y el asunto del río— Y quién no había escuchado la historia, del
espionaje legendario de Takeru en el río, o lo tonto que había que ser para
caerse del árbol y quedar atorado en una roca, amenazando su propia existencia
con un posible ahogamiento, en parte no entendía que había visto su madre en
él. —Creo que se refería a que te
sorprende...—
—¿Pero cómo se siente? Quiero sentirlo y no
terminar como Haruhi o...— Y notó que
había cometido una imprudencia, se supone que nadie debía saber de sus
hermanos. No tuvo oportunidad de apreciar el desencanto de su amiga al escuchar
la parte de ‘quiero sentirlo’
—¿Quién es Haruhi?— Natsuki pareció extrañamente molesta.
—Una amiga, de la casa en la que vivía
antes... oí que va a casarse, pero solo tiene 16— Una ignominia si se lo preguntaran, ¿pero quién preguntaría?
—Oh... ¿Por qué de repente te interesan esas
cosas?— Tensó aún más la mandíbula.
—¿Estás enojada? ¿Qué te pasa? Actúas muy
raro— Levantó una ceja con cierta
contrariedad.
—Nada... no me pasa nada— Aun así un suspiro escapó de sus labios.
—Estás frunciendo el ceño...— Afirmó la pelirroja con todo interés.
—Imposible que lo veas...— Se tapó la cara, o los espacios que
exponían un poco de piel.
—No necesito ver... para saber— Confesó. Se conocían y había aprendido a
leer sus emociones con solo ver sus ojos.
—Arrggg...— Retiró los dedos de las hendiduras de su máscara. —Tranquila, a ti nadie va a obligarte a
casarte, Lana no lo permitiría y yo tampoco... puedo patear muy fuerte al que
lo intente— Natsuki bajó la mirada y
entonces notó que algo iba mal. —Tienes
suerte—
—¿Acaso a ti si van a comprometerte?— Y no imaginaba cómo podría pasar eso, no
conocía de ningún caballero que tuviera en mente desposar a una chica que
sería, la mejor versión de un gran amigo.
—Soy noble, mi lady— Bromeó. —Claro que seré forzada
a casarme, pero voy a espantarles a todos... con un gran gruñido—
—Tonta...— Le dió un suave golpecito en el hombro y Natsuki fingió haber recibido
un gran ataque, sonrieron mirándose por unos breves momentos.
La morena aclaró su garganta. —En realidad, debo casarme...
porque es la única forma en la que tendría alguna esperanza de quitarme la
máscara— Abrió la palma de la mano y
sujetó la máscara a través de las hendiduras que le daban luz a sus ojos,
acomodando la estorbosa pieza. —...y
vivir con normalidad, como cualquier persona... dejar de estar maldita—
—¿Cómo es que un matrimonio resolvería tal
cosa?— No entendía ese orden de
ideas.
—Si alguien pudiera amarme, amor de verdad,
Ame no Mikoto tendría que dejarme ir, pero...—
No necesitaba leer la mente para saber lo que su
amiga pensaba, así que frunció su ceño y se cruzó de brazos. —¿Pero qué?—
—El amor no es amor si no es correspondido.
Aún si lograra que alguien me amara, ¿Qué hay de mi propio corazón?— Muda voz fue la suya, porque al mirar con
un poco más de detenimiento, entendió que su amiga, sabía más de lo que decía
de aquel sentimiento. —No quieras
saber que es el amor, o sentirlo... solo es hermoso si la otra persona siente
lo mismo que tú, de otro modo es comparable a un calvario—
—¿Quién te ha herido en semejante forma?— ¿Quién había osado rechazar a tan estimada
persona para ella? Se puso de pie tan indignada que salpicó los principescos
atuendos de Natsuki.
Pero esta no se inmutó ni un poco. —No es una herida... sólo es un
anhelo que me parece inalcanzable—
—Haré que te afirme...— Dijo con desvelo, saliendo de la fuente,
secándose los pies con un paño, ocupando sus medias y zapatos, pues estaba
dispuesta a buscar al insensato.
Una amarga sonrisa se formó en los labios de la
lobuna, quien imitó a su amiga, quedando de nueva cuenta lista para continuar
los protocolos dignos de su fiesta. Mas no se movió, apenas un paso, para
atrapar la mano de Nao y mirarla a los ojos. —Mi padre está buscando para mí, una esposa...
no está en mi naturaleza afecto por varón alguno— Podría apostar que se sonrojó,
pero la pelirroja estaba más ocupada intentando comprender cómo un
destino que desdeñaba en tal forma, estaba cernido sobre Natsuki y esta no
parecía dispuesta a contrariar los deseos de su familia, aun cuando lo
adornaran respetando sus gustos particulares. —Quizás busque a alguien que como yo, sea... ¿Tríbada?—
La sola expresión tan conocida era insultante. —No es propio de ti... hace años
que no eres así de...— y no encontraba
la palabra —...esta forma—
—¿Quieres sentir que puedes respirar sólo si
le ves? Apenas soportarías estar lejos de esa persona, harías y serías lo mejor
posible por su bienestar, y aunque duele la idea de no saber si te ama, en lo
único que podrías pensar es en verla sonreír... te estremece el más mínimo
contacto, te consume su sola mirada...—
—¿Quién?— “Te hace sentir así” Intentaba pensar y buscar a una doncella del
castillo, pero el número que tuviera una edad aproximada era tan reducido,
¿Shiori o Kara? Nina... Erstin o...
—¿No es obvio?— Tragó saliva. —Eres tú...— Tenía esa mirada, la que usaba cuando
juraba decir la verdad, solo que cristalina.
Se quedó estática, incapaz de respirar siquiera.
Porque le asaltaron todos aquellos recuerdos, la infinidad de veces en las que
se hicieron mutua compañía, más la cuestión... es que no sentía lo mismo, no le
había visto de la misma manera ¿Verdad?
Ante el prolongado silencio, Kuga comprendió la
imposibilidad de sus circunstancias. —Gracias por tu compañía esta noche, fue el
más maravilloso regalo— Realizó una
venia formal, inclinando su torso, extendiendo su mano a la derecha y volviendo
a llevarla sobre su pecho en el preciso instante en que concluyó el movimiento.
—Fui feliz debido a ti...— Se dió la media vuelta y se desplazó por el
empedrado marmolino hasta la entrada, donde Takeru apareció sonriente junto a
Saeko.
——
Mudamente
una lágrima cayó por su mejilla y aún más rauda la secó, pues ya no estaba a
solas y la debilidad es algo que jamás debes dejar ver a alguien como el Conde
Dai Artai.
Helaba,
él lo disfrutaba de esa manera... había escogido aquel castillo por su
proximidad con el lago de los Orphan, normalmente congelado en invierno y
claro, su apariencia terrorífica, dando vistas de todo abandono humano jamás
atrajo la sospecha de nadie. Pero no estaba allí por nada, ¿verdad? La ocasión
de encontrarse a solas en la biblioteca era bastante escasa, así que estaba
segura de haber sido buscada por él.
—Nao...
mi querida dama— La voz grave de aquel señor retumbaba en la soledad del salón,
sus ojos rojos tan fríos como el hielo que se había formado sobre el lago
maldito, se posaron sobre ella con suspicacia. — ¿No estás complacida? Me
parece que algo te molesta—
—Si
hay alguna molestia de mí, no sería más que por tu juego en la mesa durante la
cena—
—Vamos
querida— Se acercó con una expresión divertida. —No es más que un poco de
diversión, quería ver tu importancia para nuestra pequeña bestia—
—No
soy valiosa para ella Nagi… tan sólo estaba abrumada por las heridas de su
amigo y la noticia, no le diste ocasión de reaccionar— La pelirroja frunció
levemente el ceño. — ¿No imaginaste el problema que te representaría si ella
osara atacarte? ¿Qué habrías hecho entonces? ¿Dispararme para probar que eres
lo suficientemente crudo?—
—Claro que no… Nao—
Se rió quitando hierro al asunto, deambulaba cerca casi como acechando,
caminando alrededor de la bailarina, mirando cada detalle de su atuendo, con
las manos en la espalda. —Le hubiera disparado a ella simplemente— Levantó los
hombros. —Algo que no sería muy
conveniente dada la proximidad de cierta fecha… las balas negras que como
veneno la hacen tan vulnerable, la convertirían en el juguete de trapo del
temible dragón blanco y tampoco quiero eso, tal como dices, la bloquee, pero no
podía darme el lujo de matar a ese chico, si sólo diciendo su verdad le
concedería eso...— Se dió la vuelta y miró a su acompañante directamente. —No
puedes prometer a un perro el darle un hueso para roer si hace alguna cabriola
y negárselo después—
—Pasas
de admirarla a subestimarla— La pelirroja levantó una ceja con una media
sonrisa. —Algo peligroso si entendemos que es bastante inteligente—
—Es
meramente una analogía, querida— Se excusó el peliblanco. —Sin embargo yo me
pregunto, ¿Por qué tienes en tu poder lo que has deseado desde hace mucho
tiempo, pero no he visto que disfrutes como es debido de tu regalo?—
—
¿Y disfrutar de mi regalo sería exactamente…?— Cuestionó disimulando en su
ladina sonrisa la duda que el haber sido llamada por él, implicaba.
—Tomarlo
todo... puedo ver la sed de tu lujuria cuando le miras, sáciate entonces y
déjalo ser... ella morirá de igual modo... ¿O es acaso que aún le reservas amor
a la fuente de todos tus infortunios?— Su sonrisa se transformó en una mueca
amenazante. —Porque si ese es el caso... estás siendo impertinente por demás—
—
¡Ja…! amor, ese sentimiento fue desterrado de mi corazón a la par que sostuve
entre mis brazos los cadáveres de mi familia—
—Siendo
de ese modo… confío en ti— Sonrió como siempre que la miraba, juguetonamente
antes de acercarse y tomar la barbilla femenina entre sus dedos, nunca estaba
del todo claro, si él sentía el mismo deseo que todos los demás por ella o
simplemente le gustaba generar discordia e inquina entre sus sirvientes, pero
carecería de sentido. —Como sabes, la misiva remitida por Di’ Kruger ha
reavivado esperanzas dormidas en mi estimada guerrera, algo no muy conveniente
para nuestros planes… quiero que luche, pero no espero que salga indemne de la
batalla ¿comprendes?—
—Siempre
se ha tenido en vista, Nagi… incluso dudaría que ella lo ignorara— Confirmó lo
que los dos pensaban.
—Algo
no desestimable querida, la capacidad del ser para encontrar motivos
suficientes, es lo que define a los hombres y distingue a los seres
insignificantes de los magníficos… existen personas que sólo encuentran
nefastas razones para hacer lo que les compete hacer, otras personas como
Kruger, encuentran en la más mínima cosa buena, una gran fortaleza y es algo
digno de mi admiración, si ella fuera por voluntad mi aliada sería perfecto,
pero no siendo el caso, debo quitarle el brío, ¿comprendes?—
Claro
que lo entendía, no era la primera vez que el conde la solicitaba para tales
oficios, torturar era una de sus habilidades, apenas por debajo del baile. Y su
especialidad no se ocupaba en herir la carne, más bien la mente. Había
encontrado la forma de torturar a Fujino y servirla en bandeja de plata a
Margueritte, si esa servil había probado la boca de su ama, no se debía a la
astucia propia, sino a la suya y de haber tenido más tiempo, seguramente
hubiera logrado más. Pero, lastimar a la mujer desconocida de alguien, era
fácil, herir el orgullo de algún hombre, aún más simple... Natsuki tenía en
cambio la facultad de devolver el golpe allí donde sus propias heridas aún
supuraban dolorosamente.
—Es
por ello que te encomiendo tomar de ella lo único que le queda, su orgullo...
su altivez, los modos los dejo a tu certera perspicacia, porque Nao— Volvió a
sonreír como un niño pequeño, perturbadoramente falso y así la Yuuki supo que
tomaría de ella lo que más atesoraba. —Te cedí el goce de Sherezade
generosamente, no ignoro el truco que empleaste aquella vez— Se acercó
deslizando sobre el hombro de la dama, su dedo enguantado como si de un juego
se tratara, más que espeluznante. —...yo
sé compartir y te dí a ti, la vez primera de la sacerdotisa del fuego
perenne...— La pelirroja sintió la tácita amenaza que pronto estaría cernida
sobre ella, no... sobre Zade. —y aunque no me gusta ser el segundo en nada,
podría reconsiderar mi postura frente a tu querida concubina, la bella hija de
Argos cuyos ojos verdes, tan hermosos como los de Kruger... te condenaron—
Ambos
sabían que esa era una cruda verdad, Nao no soportaba la idea de que él tomara
a la chica para sí... la idea le corroía por dentro, más incluso que su odio
por el Doncel de hielo.
—Te
aseguro querida, que si no me arriesgase la piel con los cristales de Natsuki,
lo haría yo mismo, pero he visto que Kruger, incluso al borde de la muerte,
sigue pensando en ti... puedes deslizar una espada por su garganta y aún
entonces no te hará daño, puedes desgarrarle la piel y aún dirigirá una mirada
gentil sobre ti...— No... No había pensado en ello ¿Por qué sería de ese modo?
—Es una pena que por su nombre, ciertas personas hicieran cosas horribles—
Concluyó al ver que una duda se habría formado en la mirada de la ojiverde,
esperando que con ello el fuego de su ira naciese nuevamente.
—
¿Entonces por qué debo ser yo quien la castigue más?— Susurró con la mirada
perdida en la ventana donde el cristal impedía al hielo hacer nido dentro de
aquella habitación plagada de libros. —Esa tarea puede ejecutarla otra, le
serviré si lo eliges—
Nagi
se mordió los labios, con la proximidad de la luna escarlata, tenía que
garantizar la presencia de aquella mujer en las tierras de Fukka. —Me pregunto
con quién está tu lealtad, veo como tengo que exigir más de lo necesario a
Sherezade y a Darsiv, pero ellos fueron desde el principio esclavos, forzados aguardando
la libertad... en cambio tú, querida Nao, elegiste por propia cuenta unirte a
mí, te di todo lo que cualquiera podría desear sin solicitar lo acostumbrado y
ahora ¿Te atreves a negarme la única cosa que pido de ti como prueba de tu
lealtad a nuestra causa?— Más que molesto el Conde estrechó entre sus dedos la
barbilla de Nao. —No quiero tener que recordarte, quién ordena y quién obedece—
—No
estoy negándome— Masculló entre dientes sintiendo la presión dolorosa en su
rostro. —Quería evitar el riesgo de morir empalada, dudo que Kruger me conceda
los restos de su alma por propia voluntad—
—Eso
espero— La soltó, dejando atrás la marca de sus dedos y a Nao sobando la zona
afectada. —Eres víctima de tu propio invento, le enseñaste tan bien el arte de
la seducción que... estoy seguro, todos mis leales esbirros darían un brazo por
el placer de tocar aunque fuera un poco de su piel— Dejando aquellas palabras
en el tintero. —Oh... y no olvides, que exijo resultados con prontitud o en
verdad, Zade no será por más tiempo sólo tuya— El Conde Artai desapareció de la
biblioteca, dejando en soledad a la bella bailarina.
—Y
no será mía después de esto...— La mirada limón, se fijó una vez más en los
cristales donde la escarcha se formaba desde el exterior, que frío era el
invierno, pensó, y aun así era tibio comparado con aquel frío ser que de tanto
en tanto Nagi delataba, él podía ser incluso más crudo que la misma muerte. —Lo
Lamento… pero voy a lastimarte un poco más— Dicho esto abandonó la biblioteca,
fue a su habitación por algunos instrumentos, para lo que abrió un baúl que no
usaba hace tiempo.
.
.
.
El
blanco corcel cruzó el enrejado cubierto por la nieve y con paso fino llevó a
su jinete a la entrada de la marmolina casa de la familia Fujino. Un sirviente
acudió a recibir a quien en antaño era forastera, pero que en los más recientes
días, se había unido a la familia como un miembro más... alguien del importante
agrado de la joven ama Shizuru.
Inclinando
su cabeza, aquel leal, guió a la invitada al interior de la casa, ordenando a
otro como él, llevar al corcel de nombre Cian a sus establos, allí donde el
abrigo le protegería de aquellos helados parajes. Por su parte, la que con
títulos en el nombre se comportaba como la más humilde, saludó de paso a las abuelas,
que reunidas continuaron jugando en un tablero de damas, cuando las otras, Mai
y Mizue se ocupaban de la cena que pronto tendría lugar, con la indispensable
asistencia de otras siervas.
Entrando
en la morada y ascendiendo por ella como si la habitara, la de atuendos
formales para un caballero, arribó a la habitación de la castaña, en la que la
dama se ocupaba leyendo un libro, para pasar el tiempo, para olvidar la
preocupación que no le abandonaba.
Tocó
la puerta abierta para atraer la mirada escarlata de la futura madre, la cual
le sonrió nada más verla. —Hola... Shizuru— Susurró, viendo en el gesto de la
dama una razón más fuerte para quedarse.
—Nina...
me alegro de verte— Respondió como cada vez que la joven acudía a visitarla. —
¿Hemos sabido de ella?— E igualmente no pudo solo saludar, como cada vez.
—Takeda
le ha llevado tu carta... pero no ha retornado, lo cual es normal... Fukka
está, un poco lejos—
Shizuru
asintió tratando de no pensar cosas más lúgubres, se puso de pie y se aproximó
para prodigar un abrazo a la morena, para darle y darse fuerzas en aquellos
momentos tan difíciles. Nina, había ido cada día a verla, sin importar el
cansancio después de las largas jornadas de entrenamiento, las lesiones o las
dificultades, que se habían complicado un poco con la llegada de la segunda
escuadra remitida por Windbloom y a las órdenes de la princesa Mashiro, pues
estos se miraban rezagados en comparación con sus 16 guerreros ya formados en
el arte del combate de los Orphan.
—Eres
sin duda, la mejor noticia de cada día...— Susurró Nina en el oído de la
castaña, poco antes de apartarse en aquel efusivo saludo.
En
respuesta se oyó la voz cantarina con el acento de Tsu. —Ara ara, pensé que era
otra dama el motivo de tus suspiros, sin embargo tengo que declinar cortésmente
Nina, sabes de antemano que es Natsuki la dueña de mi alma y de mi vida—
Sonrojada
hasta las orejas, la actual ama de la casa Kruger centró su mirar en la
sonriente castaña que tenía cara de andar tomándole el pelo. —Yo... err... intentaba
decir que... que verte a ti es sentir mi esperanza viva y alegre, sueño con
conocer a...—
—A
tus sobrinas...— Se apresuró a aclarar, robándose con ello una sonrisa genuina
de la boca de la Kuga. —... sé que mucho ha cambiado desde aquella vez y tu
afecto por fin nos es fraterno—
Se
estremeció abrumada. —Entonces siempre lo supiste...— Desvió la mirada
ligeramente apenada, no querría ni por asomo afirmar tal cosa, pero era una
verdad innegable, así que solo suspiró con resignación...
—
¿...que estabas embelesada con Natsuki desde la más tierna infancia?— Sonrió
disfrutando por algunos momentos la tímida vergüenza de la pelinegra, pensando
una vez más en su amante, de quien Nina tenía ademanes semejantes.
—Te
juro que eso es pasado...— Respondió temiendo una mala reacción, pero estaba
claro que aquello no era nuevo para ninguna de las dos.
—No
te culpo, pero claro que lo noté... la forma en que la mirabas hace casi dos
años, habrías dado un brazo, una pierna, tu vida entera por ella y así me
sorprendía que ella no se diera cuenta—
—Y
fue mejor de esa forma... de otro modo, ¿quién sabe qué habría pasado?
Conociéndole es claro que se habría desposado sin amor, y qué mala pareja
hubiésemos hecho... no... no quiero ni imaginar un mundo en el que ellas no
existan, no puedo ni pensar que no seas tú la felicidad de Natsuki— Confesó;
encariñarse con el amor de una madre, verla anhelar a aquellas pequeñas mucho
antes de nacer, había sido un sentimiento contagioso, aún si sus sobrinas
apenas se forman en el vientre de la castaña y saben los dioses que las
protegería con cada aliento de su vida.
—Ni
yo... además, ¿qué habría sido de Erstin?— Añadió alegremente la castaña de
Tsu.
En
el acto sintió un nudo en la garganta nada más escuchar aquel nombre, pues había
evadido la conversación a lo largo de los días. Se le daba mal mentir... —No lo
sé, tal vez... tendría un esposo e hijos— La tensión en esa mandíbula tan
similar a la de cierta persona, y aquel ademán delator, atrajo ipso facto la
atención de la castaña, quien notó la amarga mueca que Nina intentaba
disimular.
—
¿En qué momento dejamos de hablar figuradamente?— El silencio que la dama
guardó ante la pregunta, fue con toda certeza para Shizuru una afirmación
callada. — ¿Pasó algo entre Erstin y tú?—
—No
pasa nada...—Mordió sus labios impotente. —Porque no somos nada— Shizuru vio en
la mirada de magma los cristalinos que amenazaban con emerger, sin embargo,
Nina era en extremo orgullosa y ninguna lágrima escapó. —He roto nuestro
compromiso, así que es libre de ir con quien escoja— Así como delató el tono
grave de su voz, la realidad cierta de aquella ‘figuración’.
La
hija de Mizue supo que aquella era una fibra por demás delicada, así que guardó
prudente silencio, esperando que la ansiedad venciera a la joven y su charla le
invitara a profundizar, pero jamás la forzaría, sabía por la prima de ésta lo
complicadas que podrían ser las Kruger.
Y
como si de una confesión se tratara, Nina fue incapaz de esconder los motivos
de sus airadas palabras. —No pude perdonar la falta de sus hermanos, la culpa
carcome cada parte de mí... Natsuki no estaría ahí atrapada a la merced de
nuestro enemigo si...—
—Si
mi padre no hubiese confabulado con el conde, si mi padre no hubiera asesinado
al suyo... si una bestia sin maldición queriendo proteger a quien le retiró tal
carga tuvo que quedarse atrás, entonces ¿quién sería más culpable que yo Nina?—
Musitó comprensiva y ligeramente dolida.
—Eso
no...— Causarle alguna pena, era lo que menos quería, si de sus ánimos
dependiera el bienestar de las niñas.
Shizuru
sonrió, notando el embrollo que se hacía la pelinegra como queriendo desenredar
sus confusiones, sin lograrlo ni un poco. —No puedes culparte o culparla por
las acciones de otros, ¿o me culpas a mí porque es mi padre?— Fue más precisa
entonces.
—No
puedo enojarme contigo... y menos por él, sería... darle demasiado valor y no
lo merece— Respondió al fin derrotada, sabía de la arbitrariedad que cometía
con Erstin y a dónde se dirigía Shizuru.
—
¿Por qué me das a mí un beneficio que le niegas a la mujer que amas?— La
castaña levantó una ceja sabiendo que le había dejado sin argumento alguno. —
¿O es que ya no es ella la dueña de esos sentimientos y solo figurativamente,
es una buena excusa para salir de ello?—
—No
es... de esa manera Shizuru— ¿Pero cómo explicarlo?
—
¿Entonces cómo es?, en tus términos, quiero decir...—
—No
sé de un castigo más gentil; si dijera una palabra a las personas
incorrectas... una soga posaría en el cuello de Taro y de Kano, no es menos que
traición lo que hicieron. Pero no podría ver tanta tristeza en el rostro de
Erstin por mi culpa y sólo esto pude hacer para no dejarlo solo ser... como si
su traición a mi pa... tío, no fuera nada, así que lo herí a él y a su familia
donde más duele, si sabe que por su falta su hermana no será desposada con los
honores que yo quise brindarle—
—Eso
se oye un tanto turbio, quizás lastimaste el orgullo de los Ho, pero no se
compara con el daño que le hiciste a ella—
Dicho
en esos términos se comportaba de una forma infantil y obcecada, pero conocía
de antemano a su consciencia y no le dejaría en paz. —Y cómo reviertes una cosa
así... deshice mi palabra, ¿qué valor tiene ahora? o... ¿o qué importancia?—
—
¿Cómo no sería importante que le hagas saber que tus sentimientos no han
cambiado?— La castaña sonrió, aquello era tan evidente a la luz de sus
pensamientos.
—Importaría
si no hubiera seguido adelante con tanta prontitud...—
—
¿Qué significa eso?— Cuestionó Shizuru
ligeramente incrédula ante aquella insinuación.
—Significa
que otro caballero la pretende y ella no ha rechazado sus... pretensiones— Nina
caminó hacia la ventana, intentando esconder el tono ácido o la mueca enojada
en su faz.
—Un
caballero...— Y Shizuru se esmeraba en no reír ante la particular situación,
los celos de Nina se antojaban un tanto tiernos y cómicos al mismo tiempo,
porque podría apostar que aquella joven herrera no tenía ojos para nadie más.
—Ajá...
rubio, alto... de ojos avellana, un tal Krauss— Fruncía el ceño mientras
manoteaba absolutamente molesta, pero con un aire tan infantil a los ojos de
Shizuru, que esta no evitó sonreír y elegantemente ocultó su risa en una tibia
taza de té a la que le dió un sorbo. —El sujeto maneja la maza y el martillo
como si fueran tan livianos como plumas, imaginarás así la musculatura que
tiene...—
—Solo
dime que es un poeta, que le compone finas canciones y entonces voy a
preocuparme— Añadió al notar que en verdad era demasiado importante para Nina.
—
¿Poeta? ¿Crees que eso sería suficiente?— Una nota de pánico se escapó
brevemente.
—Bueno...
a mí me encantó escuchar el violín de Natsuki, no pude ignorarla por ello y
cabe decir que entonces no tenía ni idea que existía—
—Err...
ignoro si es poeta o toca algún instrumento, se ha dado por bien servido con la
suerte de no haber probado mi espada— Amenazó con verdadero interés esgrimista.
—Y
no tienes derecho... tú renunciaste a ella, por razones... mmm ¿justas?— La
castaña le hizo recordar ese estimable detalle.
—
¿Entonces no puedo hacer nada?— ¿Dejar que ese hombre tomara ventaja de su
rompimiento?
—Yo
no dije eso...— Respondió con un dejo de inocencia que no causó sospecha alguna
a la morena. —Me parece que algunas veces, alguien que conozco se comporta como
un caballero y se olvida por momentos, las ventajas que posee una doncella,
como mujer siempre has tenido en tu mano el acceso a lugares con los que los
hombres solo sueñan... las termas entre otros, ya ves que es una mejor idea ir
allí en invierno—
—Pe...
Pero ir allí ¿y si ella está ahí?—
—Podrías
ver... si le gusta lo que ve—
Un
profundo ¡Oh! Resonó en su mente al entender la sugerencia de Shizuru. — ¿Es...
eso no es trampa?— Pero era más la vergüenza de mostrarse desnuda o verla...
¡Por los Dioses! Ardió su rostro.
—Bueno
él tiene ojos lindos, músculos y eso parece preocuparte bastante... da la
impresión que no es alguien a quien conozcas, es una desventaja pero no todo
está perdido así que podrías refrescarle a Erstin un poco el motivo de su
atracción por ti—
—Si
soy honesta... no sé qué es lo que le gusta de mí o si aún le gusta, tú misma
lo dijiste... le hice daño y no encuentro por ahora una forma en la que pueda
resolverlo—
—Imagino
que sin resolver la deuda de las acciones de sus hermanos, no puedes solo
desistir... del retiro de tu propuesta, ¿o sí?—
—No
puedo... me atormentará en todo momento el no hacerles pagar—
Shizuru
notó el nivel de terquedad que ocupaba Nina y al mismo tiempo el alcance de su
perdón, otra en su lugar habría dejado a Taro y Kano morir en la horca por
conspirar con Nagi, sabía que una misericordia semejante no sería recibida por
su padre. Entendió al fin el sentir de su amiga y por ello se atrevió a brindar
una alternativa diferente. —Renunciaste
a casarte sólo para herir a Taro y a Kano en lugar de sentenciar su muerte,
pero ¿Quién dijo que renunciaras a Erstin? no puedo decir que ella no ansíe ser
conocida como tu esposa, pero sí puedo apostarlo todo a que no soporta ser nada
de ti— dijo con un tono incluso más comprensivo. —Del mismo modo que tú, odias
a otra persona en tu lugar y tal vez no lo sepas, pero la deshonra que le
hiciste a la familia Ho, sólo mancilla a Erstin; para una doncella es bastante
problemático rechazar otra propuesta, si tiene suerte de que se presente
nuevamente... si Krauss se te adelanta, es posible que se vea forzada a
afirmar— Resultaba extraño para Shizuru explicar cosas tan obvias a otra mujer,
pues es claro que si Nina había sido criada por Takeru después de la muerte de
Saeko, la mitad de su vida había sido una dama y por la forma en que había
lucido vestidos previamente, algo del tema sabía cómo para dar la impresión de
ser una princesa de cristal, tan delicada y frágil; sin embargo, la restante
parte de su adolescencia seguramente fue tratada como un caballero y de ahí las
otras muchas habilidades que había delatado, pues nada tenía que envidiarle a
un terrateniente. Nina Kuga Kruger era sin lugar a dudas la más evidente
ambigüedad entre lo femenino y lo masculino, porque claro tenía que Natsuki era
prácticamente un caballero, salvo por las delicias féminas que salían a la luz
bajo esa ropa, bajo esa fría muralla exterior.
—
¿Y si algo pasara en Fukka?— Las dos conocían los riesgos, no era para andar
suponiendo que su retorno a la tierra que la vió nacer, sería un paseo por un
jardín de flores.
—Nina,
te lo expondré en mis términos. Prefiero el honor de ser esposa y viuda, que
nada... prefiero haber amado a Natsuki y tener su semilla en mí, que no haberla
conocido por miedo al dolor que estas nefastas circunstancias llenas de
incertidumbre nos han ocasionado— Sabía que no tenía un modo de explicar sus
circunstancias pues no eran las mismas, pero el sentimiento no distaba
demasiado. —Nina reflexiona, ¿no somos demasiado jóvenes como para llenar la
vida de tantos arrepentimientos?—
Eso
no podía negarlo, no tenerla era apenas tolerable pero la idea de verla en los
brazos de Krauss o cualquier otro hombre le torturaba el pensamiento. Se
maldecía, pues a mala hora le ordenó a las escuadras hacer labores de apoyo en
la herrería... cuando el segundo escuadrón remitido por Mashiro Kruger desde
Windbloom se presentó en Tsu y tuvo que dividir el tiempo entre los dos grupos,
pensó en aquella solución para hacer un mejor uso del tiempo y sus
trabajadores, pues sabía de las largas jornadas y de los sacrificios que estaba
haciendo la familia Ho para forjar las armas encantadas de aquellos guerreros,
además de entrenarse al mismo nivel que los demás en el caso de Erstin y
Taro... pese al hecho de haber contratado a cada martillo de Tsu disponible,
incluidos los de otros terratenientes de la zona no sin haber claro, dado a los
patronos un incentivo monetario, se miraban cortos en la preparación y el
traslado de insumos como el carbón, metales y demás, o el soplo de la forja.
Toda
solución encontrada al predicamento era ocupar a los soldados en las labores de
carga y preparación, las cuales no requerirían conocimientos tan selectos como
los de un herrero, pero que desocuparían unas cuantas manos más hábiles. Con
aquel pensamiento ordenó a cada cuadrilla realizar tales labores durante los
tiempos entre los que se intercambiaban las instrucciones, teniendo como
resultado que cerca de 40 hombres tenían la ocasión de interactuar y admirar la
belleza de su amada; aunque muchos desestimaron la seria posibilidad de tener
como esposa a una mujer prodigiosa como Erstin solo por motivo del oficio que
ocupaba, otros la encontraban encantadora o tal vez esperaban aprovecharse sin
tomarse las cosas seriamente... y de solo pensarlo estaba segura que sería
capaz de matar a quien osara engañarla para obtener su virtud y sus pasiones,
dadas esas circunstancias no pudo dejar de ver en su dirección
silenciosamente...
De
todos, encontró que Krauss posó sus ojos en ella más de lo que una amistad le
permitiría y había comenzado a pretenderla sin reparos, el sujeto andaba por
ahí sin camisa en medio del gélido paraje, moviendo troncos de un lugar a otro
sólo para exponerse glorioso a los ojos celestes de su ex-prometida, tomaba la
oportunidad de sus instrucciones con la maza para rozar sus manos con las suyas
o algún otro roce no tan accidental, o eso pensaba Nina, ya fuera avivando el
fuego de sus fraguas o martillando según la sabia indicación de la querida
Erstin, allí donde mirara, él estaba junto a ella y deseaba romper su cara por
eso. Incluso sabiendo aquello ese día no pudo solo pasar por allí cuando la
añoraba y una mirada era suficiente para apaciguar la ansiedad que le recordaba
siempre extrañarla, supo de inmediato que fue una mala idea, al verla tan cerca
de aquella bestia de trabajo, cosa común si no fuese por el hecho de su bella
sonrisa y el sonido límpido de sus carcajadas, aquello fue como una espina
capaz de robarle el aliento, Krauss la hacía reír y ella solo posaba lágrimas
en su rostro, se retiró de allí mucho antes de ser vista. ¿Cómo sería posible
no ver lo evidente? Estaba siendo
inconveniente, pero de fondo no sabía rendirse simplemente.
Ese
no fue ese más que el principio de aquella horrenda pesadilla, les vió de allí
en adelante ocupar tiempo juntos, otras veces en compañía de tres guerreros
más... el grupo que se conocía como los 4 jinetes de la guardia de Fukka y no
tardó en comprender por qué, de la escuadra ellos avanzaron a pasos
agigantados. Krauss el mazo de bronce, Alexei la doble cuchilla, Alanis el
látigo de sangre y Christin ojo de águila.
—Apenas
puedo respirar con los que ya siento— Cerró los ojos dejando salir un hondo
suspiro, pero una y otra vez, sólo podía ver dentro de su mente aquel instante
en el que Erstin envió a Taro a devolverle su anillo.
—A
cenar, señoritas... espero Nina que tu apetito sea tan bueno como siempre— Se
oyó la voz de una joven pelirroja que entraba en la habitación con toda
jovialidad. Así tarde, notó la indiscreción al sentir el repentino silencio que
ambas ocuparon. —¿Interrumpí no es así?—
—No...
No interrumpes y claro, sería un crimen dejar algo en el plato, cocinas
estupendamente Mai— Se apresuró a aclarar Nina para no ofender a la bella
anfitriona.
Shizuru
sonrió para tranquilizar a su hermana. —Sospecho que la perspectiva de otra
mujer sería... de lo más útil. ¿Podríamos consultarte algo, Mai?—
—Claro...
soy toda oídos— Aquello era inesperado, rara vez había sido consultada por la
menor, de alguna manera Shizuru era como una alma vieja en un cuerpo más joven,
naturalmente sabia.
—Si
Reito solicitara el rompimiento de tu compromiso, ¿Cómo te sentirías?—
‘Alivio...’
pensó. —Una tremenda pena— Dijo con tono neutro intentando no delatarse. Y vaya
que había sido un inesperado golpe, ¿Acaso Shizuru sabía de su discusión con el
moreno?
—Sí...
lo sé, pero en serio... ser... ser amante ¿no es más indignante? ¿Qué mujer
aceptaría una cosa así?—
—¿Quién
amante de quién?— Se miraba tremendamente confundida.
La
Kuga se sonrojó violentamente e intentó explicarse. —Yo rompí el compromiso que
tenía con Erstin para castigar a sus hermanos por traicionarnos a los Kruger, y
Shizuru sugiere que mantenga una relación clandestina con ella... yo dudo en
verdad que ella me acepte en esos términos— Nina no estaba acostumbrada a
semejantes acciones tan truculentas. —¿Estarías con esa persona aunque no fuera
con el honor de ser esposa?—
Mai
sonrió, qué difíciles preguntas se antojaban esas. Y aunque no fuera una
consulta a sus particulares circunstancias, sabía de antemano la respuesta. —La
sociedad establece las formas en las que un caballero puede declarar su amor
frente a una mujer, pero no dice cuáles son las convenciones propias del amor
entre dos doncellas... para una mujer que ama, la presencia de la persona amada
es más que suficiente sin importar su género, después de todo, ¿qué valor tiene
casarse para ser infeliz? Te diría, si en verdad quieres a la Srta. Ho, no
puedes simplemente apartarte dejándola sola, porque con certeza habrás roto su
corazón, ve por ella y que no se te escape... te aseguro, que justo ahora es lo
que ella más desea— Y la de ojos violáceos lo dijo con tal sentimiento que Nina
Kuga, ni siquiera se preocupó de la cena o de algo más que no fuera, ir tras
Erstin Ho.
Salió
de la habitación casi corriendo, así Mai y Shizuru apenas oyeron un ‘hasta
pronto’.
—Debí
decir algo como eso desde el principio... gracias Mai, eso fue más que
inspirador— Sonrió divertida la menor de las dos, pero la de violeta mirar fue
incapaz de fingir una sonrisa.
—Ella
al menos puede ir tras la persona que ama y arreglar las cosas— Se dejó oír una
tenue lamentación.
—Mai...—
Tal vez se debía a la sensibilidad misma de su estado de buena esperanza o a su
particular forma de percibir el mundo, tanto más agudamente que los demás, le
decía el instinto que su hermana mayor no se refería justamente al señor
Kanzaki. —No importa lo que hagas o decidas, si la gente lo aprueba o no... Yo
siempre, apoyaré las decisiones que te causen genuina felicidad—
Leyó
en la mirada escarlata de su querida hermana la invitación, sabía que de la multitud
únicamente ella entendería su sentir, alguien que ve el mundo en la forma que
solo ambas pueden y admitirlo, avivaba la culpa que le llenaba por aparentar
que no era así. Se lo habría creído, eso de ser tan común... de no ser por la
vez primera en la que sus ojos vieron a la Diosa de Fukka. —Zuru... por donde
podría comenzar—
—Desde
el principio... tu principio— Sospechaba, claro que sí... pero la confirmación
de sus ideas era una sensación tanto cálida como preocupante. Así Mai dio
inicio al relato de aquella primera ocasión en la que aquella bromista criatura
encantó la esfera de la adivina Midori... sin pensarlo, sonrió. Mientras
Shizuru se sonrojaba, recordando que honestamente aquella predicción fue más
que certera.
.
.
.
La
castaña caminaba de un lado a otro como fiera enjaulada en el despacho del Rey,
con ceño fruncido y la anticipación palpitando en su pecho, apenas podía estar
quieta, dado que se le había negado cualquier proximidad con Mashiro. Incluso
para su amistad fragmentada, aquello era demasiado, así que cuando al fin vió a
otro tan idéntico no tuvo ningún tacto.
—Te
tardas demasiado...— Reprochó nada más ver el rostro de su hermano.
—He
venido en cuanto me has llamado—Dijo Ren quien apenas atinaba el motivo de su
reunión con Arika, pues ni un saludo le otorgó a su arribo. —No te entiendo—
—No
hablo de eso... dijiste de llevarla lejos de aquí... por su seguridad— Le
recordó.
Primero
comprendió el contexto, luego bajó los hombros con pesar. —Ya no es una
opción...— Admitió el mayor desviando la mirada sobre la ventana. —No es
prudente—
—
¿De qué hablas?— Frunció levemente el ceño con algo de extrañeza.
Los
ojos zafiro de Ren se cristalizaron y aunque se esmeró por no derramar su
llanto, una lágrima escapó, deslizándose por su mejilla. —Los riesgos para...
nuestro hijo son... muy altos...— Sentía el nudo en la garganta. —...y me
preocupa mucho Mashiro, el doctor dice que ella no sube el peso que es
necesario, tiene vómitos intensos y la comida apenas toca su estómago, además
en cuanto finjo dejarla a solas en su cuarto la escucho llorar a través de la
puerta, está... está triste todo el tiempo, digo... no sé mucho de estas cosas
pero, ¿No debería verse feliz? ¿No son felices las madres cuando gestan a sus
hijos?— El león de Arias tomó asiento abatido. —Necesito un trago...—
Él
sí tenía edad para tomar, pensó mientras iba a la estantería de licores a
conseguir una copa y una bebida alcohólica. Sin asimilar las cosas del todo,
pues toda vista de Mashiro le había sido negada por Shinzo, era claro que sólo
por Ren podría saber un poco de su estado y claro, la situación era más
angustiosa de lo que imaginaba. —No siempre, hermano...—
—Ahora
soy yo quien no entiende nada Ari— Tomó la copa que le fue tendida por su
hermana, la cual tomó de un solo trago, incluso hizo un ademán no dejando a
Arika retornar la botella a su sitio.
Comprendiendo
que el muchacho no tenía con quien más desahogarse sin ser juzgado como débil,
tomó asiento y sirvió otra copa. —Ser mujer, es una maravilla tan compleja y
llena de misterios como no te haces una idea... la sola capacidad de albergar
vida en nuestro interior es sin duda una bendición divina, pero también... es
un proceso por demás exigente a nivel físico y emocional, no es para nadie un
secreto cómo la sensibilidad de una dama queda a flor de piel. Insinúa que ha
subido de peso si quieres ser muerto antes de llegar la noche— Sonrió
intentando bromear, y Ren procuró devolver una mueca alegre que más bien
reflejó mucha amargura. —... muéstrale un par de botines de bebé y llorará de
dicha...— Añadió intentando llevar la charla a cuestiones más positivas.
—Pero
cómo saber si llora de dicha o de tristeza, ¡Sigo sin entender!...— Levantaba
los brazos manoteando involuntariamente, estaba preso de la desesperación a
punto de tirar de sus cabellos.
La
menor no pudo más que sujetar por los hombros al mayor. —No es posible saberlo,
si ella no lo dice...— Subió la mano y acarició la mejilla del castaño cuya
congoja le tocaba hondamente. —Solo digo que puede estar muy feliz por ser
madre pero eso no implica que mágicamente deje de sentir el malestar en su
cuerpo, o se detenga el carrusel de emociones, pasar de la risa al llanto...
ella está feliz, pero triste al mismo tiempo... no es una mala madre por ello,
porque no todo está bajo su dominio— La castaña se rascó un poco la cabeza. —
¿Se alimenta adecuadamente?—
—Sí,
y yo no pienso que sea mala... cada vez que come, tiene un ataque de náuseas...
hemos probado con todos los platillos de su predilección, incluso los que no le
gustan y otros sugeridos por las nodrizas... hasta mi madre me ha dado un par
de remedios que da fé de ser muy buenos, pero nada funciona y la última vez
tuvo un poco de sangrado— Notando Ren cómo Arika palidecía, se sirvió aclarar
raudo. — ¡No ha perdido al bebé!— Salió más ronco de lo planeado. —Cof... el
bebé está bien por ahora, se ha dicho que este pequeño desgarro fue por motivo
de las arcadas, que se hace alguna fuerza indebida en aquellos desventurados
instantes, pero con reposo ya pronto podrá mejorar y es factible que después de
un período, las náuseas se vayan... ahí podrá subir de peso y todo irá bien,
pero hasta entonces no puedo moverla del castillo Ari—
—Gracias
a los dioses el nene está bien... solo maldigo el infortunio de su imposible
marcha— La castaña apenas pudo decir aquello, las lágrimas amenazaban con
salir. —Perdona si falto a la ley en tu presencia...— Vino, era algo que podía
tomar, casi por cuestiones gourmet, pero Whisky como el que tomaba su hermano,
no y no le importó, sirvió otra copa y los dos bebieron para pasar el trago
amargo de aquellas circunstancias dolorosas... la insoportable idea de que esa
pequeña luz se perdiera mucho antes de ver con sus ojos el mundo, casi le
arrancaba un gemido de profunda angustia a los dos.
Después
de algún silencio y momentos de apoyo, entre una y otra bebida, Ren levantó la
cabeza, aún dudando si el alcohol le había afectado o simplemente necesitaba
ser sincero. —Nunca creí que... llegásemos a compartir de esta forma, me alegro
de que seas mi hermanita, Arik—
—Err...
yo también Ren, pasé tanto tiempo enojada contigo por lo que el destino tuvo a
bien obsequiarte, que jamás imagine llegásemos a este punto y en serio...
espero que todo salga bien con... mi sobrino— Ahora la idea no dolía tanto,
incluso le daba algo de ilusión conocer al pequeño por el que imploraba todo
mejorara.
Asintiendo
con todo el agradecimiento que podía, Ren le dió una palmada a Arika en la
espalda, quien se secaba un par de lágrimas de la cara. Tomando algo de aire y
valor también se atrevió a cruzar otras palabras. —Y viendo tu buen ánimo...
mmm... ¿Acaso algo ha cambiado?— Cuestionó ligeramente abochornado. —Quiero
decir, con... la princesa De'Zire—
El
baluarte se esmeró en poner la mirada en otra dirección para contener en su
cara un sonrojo, el cual sin duda emergió delatándole en el acto. —No puede un
caballero, referir ciertas cosas Ren...— Intentó en vano ser diplomática, era
odioso ser tan mala mintiendo.
Ren,
quien apreció el esmero, sonrió genuinamente contento. —Oh... así que has
cumplido el contrato, tal como lo sospeché—
—
¿Pero cómo lo sabes?— La menor no daba crédito, sin embargo, por algo él era el
mayor ¿No es así?
—Por
la expresión de tu estimada, noté que algo había cambiado... sus ojos brillan de
alguna forma, se mira en extremo contenta, ¿me explico?— No quería ser más
directo, a fin de cuentas no era igual a cuando un hombre y una mujer estaban,
Zire no andaba chueco ni parecía adolorida, a su entender... todo lo contrario.
—Entonces...
¿No es la primera vez que lo ves?— Una pregunta un tanto masoquista, se dijo a
sí misma en cuanto escapó de sus labios, ¿Acaso la mirada de Mashiro cambió
cuando ellos dos...? “¡Por los dioses
Arika! No los imagines”
—Bueno...—
Ren parecía incomodó, y Arika se esforzaba en cambiar la conversación pero nada
le venía a la cabeza. —No con ella... no te angusties— Adivinó el mayor las
ideas de su hermana y no quiso, dejarle aquella idea.
—Gracias...
no... err... digo— No podía estar tan feliz por la mala suerte de Ren, pero
mostrar alivio era inevitable.
—Tranquila...
las primeras veces no son tan sencillas, hay demasiadas expectativas de por
medio y si lo piensas...—
—No
es que estuviera pensando demasiado...— Admitió apenada.
—Ja...
Jajajaja—
—
¡No te rías!— Reprochó dándole un golpe leve en el brazo, el cual hizo que Ren
se sobara un poco.
—Perdón,
perdón...—
—¿Es...
Cof... decir que tú has estado con otras mujeres además de Mashiro?—
Pensó
en adornar las cosas o hasta negarlo, pero sabiendo que no tendrían otro
momento igual, fue honesto. —Sí...—
—
¡¿Estás loco?!— Lo sujetó por las solapas. —Si el Rey se entera... te colgará y
no justamente de las manos o del cuello—
—El
Rey lo sabe...— Ren intentaba no reírse, pero su hermana se lo hacía muy
difícil... —No es igual para los hombres como para las doncellas, Ari...—
Intentó aclarar al ver la estupefacción de su faz. —Y no he sido infiel a
Mashiro, antes de que lo pienses—
—
¿Entonces?— la castaña se apenó un poco, porque lo había pensado. — ¿Cómo pasó?
¿Hace cuánto tiempo?—
—Fue
unos días antes de firmar la carta... Rento y Taeki me llevaron a un lugar de
citas, un lugar donde las mujeres se entregan a los hombres por dinero— No
sabía cómo más explicárselo a su inocente hermana, que si bien acababa de tener
su primera ocasión no estaba al nivel de experticia que él.
—Eso
suena un poco repugnante... y muy cruel para una chica— Confesó.
—Sí...
en ese entonces no sabía exactamente a qué sitio me llevaban, pero allí...
llevaron una chica cuyo cuerpo no había conocido hombre, estando a solas te
aseguro que intenté negarme y pensar en algo, pero recuerdo lo ella me dijo...
‘Seré vendida de todos modos’— Ren tensó la mandíbula. —‘Y quizás me
corresponda con un hombre hostil y bruto, sé gentil por favor’— Negó con la
cabeza. —Al final, entendí que sería el siguiente en la puerta, que no se
preocuparían de ella, si sentía o no... Eran hombres mayores, poco agraciados y
al parecer muy ansiosos, lo siento Ari, no siempre es tan idílico, y es por
ello que me siento tan contento por ti.... porque De'Zire fue gentil contigo
¿Verdad?— Frunció el ceño al final, si bien por momentos Ren olvidaba que
hablaba con una doncella, un instante después al recordarlo, la idea de un
maltrato de ese tipo sobre su hermana le hacía hervir la sangre de ira.
—Hey...
tranquilo, fue tan delicada como suave es el pétalo de una rosa, no me dolió...
¿está bien?— Le murmuró al ver que se ponía rojo y sus venas se brotaban un
poco.
Ren
asintió verdaderamente aliviado, como volviendo a respirar. —Te deseo, toda la
felicidad de este mundo Ari... de verdad—
—Y
todo se resolverá Ren, ya lo verás—
Después
de un prolongado abrazo y de devolver la botella al estante, Arika y Ren
acomodaron sus atuendos, se miraron el uno al otro con una sonrisa más tranquila
en sus rostros. —Por favor... guarda el secreto, no quiero que nadie lo sepa—
—Jamás
lo diré— Ren sabía que se refería específicamente a Mashiro, pero era un
detalle que se refiriera a todos.
—Cuida
de ella...—
—
¿No irás a verla?—
—Ren...
me descubriste cruzando dos palabras, vamos... no quiero que ella me atrape y
sabes que yo no sé mentir, por ahora lo que más importa es que ambos estén
juntos, como amigos, como esposos— Eso le costó decirlo. —Como padres— Serían
tan rectos como fuera posible. —Sólo te pido, me informes de su bienestar y del
tuyo, ya sabes... del bienestar de los tres... o no tendré paz, por favor—
—Así
será... y gracias— Se dieron la mano, dejando entre los dos, un pacto sagrado.
Dicho
eso, Ren abrió la puerta del despacho para que su hermana pasara y después de
ello, se encaminó por la dirección contraria del pasillo a la que Arika se
dirigió. Con un sentimiento más ligero entre hermanos, y aunque la angustia por
su hijo no le abandonaba, supo que la menor, nunca más volvería a interferir
con su relación, lo cual le daba una oportunidad que no podía desaprovechar,
era ahora o nunca.
.
.
.
Oyendo
sus propios latidos con alguna esperanza en las manos, si una flor de invierno
pudiera decir lo que sus labios se negaban a murmurar, llegó a las tierras que
un día pertenecieron a los Asakura y ahora estaban a su cargo. Bajó de Cian y
lo encargó a uno de los siervos, miró la flor que el destino curiosamente le
permitió ver en un breve desvío ocasionado por la caída de un viejo árbol sobre
el camino, y es que raro es... que una flor sea rociada por el agua y el frío
la congele lo suficientemente rápido para preservarse cristalizada durante el
invierno.
—Alteza...—
Oyó la voz de cierta sierva, cantarina como siempre la joven Norihiro cada vez
que la veía. —Ha vuelto pronto, ¿ha pasado algo?, ¿está bien Lady Shizuru?—
Dejó ver una mueca de aparente preocupación.
—Está
en perfecta salud, solo... tengo pendientes urgentes que atender...
inaplazables, podría decir— Decía Nina con cierta urgencia, mirando sobre el
hombro de Kara, para ver si veía a Erstin por alguna parte, mientras escondía
la flor en su espalda, preservando su estado con una flama pura de energía
espiritual.
La
castaña se esmeraba por obtener la preciada atención de la Kuga sin lograrlo,
mucho le costó el no fruncir el ceño. —Los demás ya tomaron sus alimentos, pero
si usted gusta... ¿desea que lleve algo de cenar a su cuarto? Parece cansada...
“e inquieta, ¿Qué esconde?”— Eso
último lo pensó.
—Sí...
seguro — Se apresuró a marchar al percibir por el rabillo del ojo una tonalidad
rubia tan única como su dueña. —Nos vemos luego—
Con
el rostro tan rojo de vergüenza, hilando ideas y palabras en la mente, sin
encontrar la forma precisa de expresar sinceramente sus sentimientos, acudió a
la planta superior, donde se habían establecido los dormitorios de las
doncellas en busca de la joven, siendo el suyo contiguo al de la Srta. Ho tenía
una excusa para cruzarse con ella, pues seguramente se dirigió hacia allí. Más
al llegar, la puerta estaba cerrada, dudó sobre acercarse o esperar, cuando el
sonido extraño de un gruñido se filtró a través de las hendiduras y un tono
grave de voz varonil haciendo sonidos guturales puso de punta los nervios de la
joven noble. Suponiendo lo peor, Kuga abrió la puerta de una patada y con la
mano en la empuñadura buscó la amenaza que estuviese cernida sobre su inocente
amada.
Con
la ocasión de un silencio en el relato de Krauss, la puerta se abrió de golpe,
tan ruidosa y abruptamente, que un gritillo de espanto escapó de los labios de
Erstin y Christin por motivo del suspenso que el narrador había ocupado,
respingaron espantadas y por reflejo se cubrieron detrás de una almohada cada
una, mientras Alanis negaba con la cabeza, disimulando el que su mano también
se había dirigido por cuidado sobre el arma más próxima, más la alarma pasó
pronto al ver la cara conocida de quien había irrumpido en el lugar. Así, el
cuento de miedo de Krauss se detuvo cuando la mirada de todos se posó sobre la
joven terrateniente a la que servían.
Nina
apreció todos los detalles de la bochornosa situación que se le presentaba,
Erstin, Alanis y Christin a distancia prudente de los varones en la habitación,
en medio de lo que claramente era una noche de sustos, le miraban con
extrañeza. —Disculpen...— Dijo con un tono tan grave y frío que, no sonó muy
sincero; se aclaró la garganta y apartó la mano de su arma, mientras todavía
escondía la flor congelada en su espalda, levitando sobre la palma de su mano.
Intentó no parecer una idiota redomada. —No es... apropiado que tres señoritas
se hallen a solas en la presencia de dos varones, cuando quedó expresamente
prohibida la presencia de hombres en los dormitorios femeninos—
—Yo
no escuché de ello señor…— Murmuró Krauss marcando la ‘r’ al hablar, el hombre
tenía aquel acento pues su padre pertenecía a la región nordeste de Windbloom y
su madre era de Ealis. —Además, usted es hombre y duerme junto a las señoritas…
eso no suena muy honesto—
La
tensión en la mandíbula de Nina le dió a saber a Alexei Snow, amigo del rubio,
que una palabra más le valdría una buena paliza, porque claro que lo había
vivido ya durante los entrenamientos solo que con fines instructivos. El de las
espadas dobles, estaba seguro que si hacían enojar mucho a Kuga-Sama, les iría
peor que entonces. —Seguramente, nos distrajimos… durante esa ocasión, si nos
disculpa, es claro que no volverá a pasar— Murmuró inclinándose el de cabellos
azules, antes de empujar a su amigo con sendos esmeros sin lograr moverlo ni un
poco, pues el Ealino se cruzó de brazos y plantó firme.
El
iris avellana y el magma tuvieron un duelo de miradas. Hasta que la voz molesta
de Nina intervino sin que los demás pudieran hacer las aclaraciones obvias. —No
soy un hombre… Krauss Smith, pero eso no significa que no te vencería en una
batalla—
—¿Es
una mujer?— No daba crédito a lo que escuchaban sus oídos. —Pero si no tiene
nada de pecho…—
Un
puñetazo desvió la cara del rubio, pero ese puño no era el de Nina, Alanis se
había adelantado, mientras Christin y Erstin, observaban mudamente los
acontecimientos. La joven Ho, que no sabía cómo reaccionar al ver a su ex
prometida discutir con sus nuevos amigos, quienes le habían apoyado en los
difíciles momentos que vivía, era difícil saber de qué lado ponerse
exactamente, principalmente porque no había nada entre ellas.
—Imbécil…
jamás le digas nada semejante a una chica—
—Perdónelo
alteza, él no tiene mucho tacto— Solicitó el peliazul, cuyos ojos rojizos
miraban suplicantes de su joven ama.
—Ciertamente
no era un nombre muy varonil— Admitió Krauss sobándose la mejilla donde la
marca del golpe le había quedado.
Sin
ocasión de agradecer a Alanis, Nina se arrepintió aún más pronto de sus
pensamientos, pues Rosth ya invadía su espacio personal tomándole de la cara
para mostrársela al rubio torpe. Teniendo las manos ocupadas en la flor estaba
prácticamente indefensa. —Tienes que
estar ciego, un hombre jamás tendría unas facciones tan finas, y es claro que
no tiene manzana de adán…—
—Ya,
pero el otro día que saltó le pude ver el estómago… tiene músculos marcados,
creí que era un muchacho, solo que algo afeminado—
Nina
ya tenía un tic en la ceja…
—¿En
serio? ¿Cómo me perdí el espectáculo?— Se reprochaba la de largos cabellos
negros y ojos ámbar. —¿Puedes subirte la camisa?—
—¿Qué?
¡Claro que no!— Kuga huyó antes de que la mujer empleara sus peligrosas manos
tan cerca de su cinturón, al parecer por el simple hecho de notar su feminidad
la chica se daba unas cuantas licencias, debió dejarla pensar que era un
hombre.
—¡Ay!…
¡mira qué bonita flor!— Musitó Christin quien fue la única en prestar atención
a la flama brillante que escondía en su espalda Nina Kuga. — ¿Intentas
conquistar a alguien? Porque eso es… impresionante ¿Usted puede materializar su
energía espiritual tan fácilmente?—
—Muéstranos—
Y ya tenía la mano de Alanis en la muñeca, exponiendo a la vista de todos la
flor cristalizada, era una lila de hojas purpúreas. —Es bellísima… seguro que
te gusta mucho esa chica—
—Eh…
yo… no… si… no… ¡¡¡Arggg!!!— Se apartó de Alanis con el rostro completamente
rojo. —No es lo que piensan…— Buscó con la mirada a Erstin, pero ésta estaba de
pie junto a Alexei y Krauss intentando no mirarla, aunque ligeramente
sonrojada.
—Quien
iba a decir que Kuga-Sama fuera tan tímida— Krauss se acercó con una sonrisa
para brindarle algo de apoyo, al fin que seguramente hombre o mujer, pecho o no
pecho, de amores y sentires, eso sí que lo comprendía. —Debe darse valor y dar
el paso, es difícil encontrar a la persona correcta—
—¿Cómo
sabes que es correcta para ti?— Levantó una ceja, conocer las razones de su
rival en unas circunstancias como aquellas era de lo más inesperado, pero
sentir la camaradería del rubio además del brazo en su hombro era un poco
pesado.
—Padre
dio un consejo, dijo que tomara por esposa a una mujer de buen corazón y de piernas fuertes—
Para
los otros jinetes, el rubio era tan transparente que sumado a su forma de
hablar, seguramente para la mayoría parecería tonto, pero no lo era… solo era
peculiar, con ideas diferentes.
—¿Por
qué piernas fuertes?— Cuestionó con inocencia, esa parte no era entendible.
—Dijo
que sería una buena madre, me dará muchos hijos— Comentó alegremente, como si
hablara de una gran riqueza.
No
pudo ni filtrar una palabra, cuando una imagen le asoló el pensamiento. Erstin
siendo la amante de aquel sujeto, la madre de sus hijos, quiso golpearlo una
vez más, pero se contuvo sabiendo que no tenía derecho y que efectivamente
Erstin no despreciaba a Krauss visiblemente o no se daba por aludida, porque de
todas, ella era la chica más fuerte y tenía unas piernas que… cof cof.
Intentó
centrarse… ¿Acaso lo dicho por Shizuru era verdad? ¿Una mujer que no puede
rechazar tan fácilmente una propuesta cuando ha sido despreciada en una primera
instancia? Sintió un sabor amargo en boca del estómago pero no por ello
desistió.
—¿Sabes
cómo es que yo sé cuál es la correcta?— Miró a Krauss con firmeza, la rubia
menor del grupo dedicó una mirada interesada a su ex, esperando no delatarse
demasiado. —Es tan diferente a cualquier doncella, que pasará toda mi vida y
nunca dejará de sorprenderme, es tan cálida que sin importar cuánta oscuridad
haya en el mundo, su mirada será siempre un faro de luz para mí, es tan hermosa
como no han visto a nadie más mis ojos, no puedo ni pensar una comparación para
el corazón puro que posee… solo hay una forma en la que yo la dejaría ir— Dejó
de esconderlo, se volvió a mirar a Erstin, sabiendo que había atraído su
atención y que no podría evadirla más tiempo. —… Si me dices que este tiempo
fue suficiente para borrarme de tu mente o de tu corazón, o que éste sujeto
atrajo toda tu atención, eso puedo entenderlo “con dificultad”, porque solo por
tu dicha me atrevería a renunciar, pero si no es así…—
—Nina…—
Ho, saben los dioses como desearía correr y abrazarla, perdonar todas sus
faltas, pero era esa la segunda vez que flaqueaba. Primero por Sergei, ahora
por Taro y Kano, no tenía la calma de saber leales aquellos sentimientos,
cuando cada dificultad que se presentaba era un inminente adiós. Erstin
suspiró, apreciaba la belleza del obsequio que Nina le tendía, la tocaban sus
palabras, su mirada… sabía que la amaba, pero se cuestionó ¿Es suficiente el
amor solo por sí mismo? ¿Por cuánto tiempo la culpa sobre su familia la
atormentaría lo suficiente para merecer su desprecio? —Entiendo tu agravio,
incluso tus acciones… pero dime entonces ¿Qué seré de ti? Me despreciaste ¿Qué
esperas que sea?—
Lo
sabía, que no aceptaría algo tan bajo, desvió la mirada avergonzada. –Si me regalaras
un momento a solas para explicarte, podría…—
—Tú…—
Escuchó a Krauss resoplar con enfado. —¿Cómo te atreves?—
—¡Hey…
Hey!— Alexei atrapó a su amigo antes de que embistiera a Nina, como si olvidara
un segundo atrás que se trataba de una chica o de una duquesa, de la realeza al
fin y al cabo.
—Si
quieres un poco de mí, no te contengas… pero que sea fuera de aquí— Sabía que
una batalla entre los dos arruinaría muchas cosas.
Krauss
hizo a un lado a su amigo y se acercó amenazante. —Yo no golpeo mujeres, pero
si insiste en comportarse como un Casanova… me olvidaré de eso—
—¡Basta
los dos!— Gritó Erstin antes de que en verdad hubiera una pelea más que solo
verbal.
—Yo
no soy un casanova, por los dioses… ¡Sólo me han gustado dos personas en mi
vida!— Refutó indignada.
—¡Vaya!
¿Quiénes?— Curioseo Christin con una sonrisa encantadora.
—Pues
claro que Erstin… y…— Se detuvo en seco. —No es su asunto— Por poco y menciona
a su prima, dejando una clara duda en los ojos aguamarina de la Srta. Ho.
Intentado
fingir desinterés acerca de esa persona, dedujo que no se trataba de Norihiro,
quien claramente había acosado a Nina cada día aunque ella misma no prestara
atención. —Entonces Kara…—
—No
hay nada. Estaba en Shock ¿entiendes? Lo último que necesitaba era una
declaración, perdí al que fue mi padre y a mi prima esa noche, además no creí
que se atreviera a tanto… ha servido a nuestra familia durante años y jamás
intentó nada semejante ¿Cómo iba a adivinarlo?—
Comenzó
a flaquear, odiaba que esa mirada de intenso color fuego la estremeciera y le
hiciera creer una vez más. —Creo que...—
—Escógeme
a mí... yo no miraré jamás a otra mujer Erstin, no tendrás queja— Se apresuró a
decir Krauss, sacando un precioso collar con dije de ágata. —Desde que la vi
allá en Fukka supe que sería mi mujer correcta...—
—Krauss...—
—Vaya,
en serio no lo notó...— Musitó Alanis casi sintiendo vergüenza ajena. Christin
se tapaba la boca con suspenso y Alexei cuidaba los detalles, porque la tensión
podía sentirse en el aire y la más leve chispa podría ocasionar un conflicto.
—Es...
evidente su interés— Gruñó por lo bajo Nina, depositó la flor sobre una jarra
en la que el líquido se congeló instantáneamente al contacto con el tallo
cristalizado, y acto seguido cruzándose de brazos con el ceño fruncido volvió a
mirar a su ex prometida. Esperando su respuesta, porque sabía que Smith había
jugado sucio, proponiéndose al estilo Ealino, en esa nación no se dan anillos,
sino collares de compromiso.
Pero
la joven herrera, quien en toda su vida no había sido vista por la gracia
femenina no obtuvo nunca la atención de algún pretendiente además del escuálido
y pervertido compañero de su hermano Taro, no sabía cómo atender dos
propuestas, cuando la de Nina no estaba tan clara. —Chicos yo... en serio no
esperaba esto— ¿Cómo evitar herir a un amigo tan genuino como Krauss o cómo
hacerle ver a la persona amada que necesita su lealtad y firmeza?
—Yo
sí te valoraré Erstin... soy digno de ti, ¡lo juro!—
Y
aquellas simples palabras, tocaron una fibra tan delicada que no sabía, seguía
lastimada... “No eres digna de ella”...
“¿Y tú sí?” refutó... “Yo soy la persona que ama, no tú ¿Eso qué te dice?”
De
este modo la insana culpa, las heridas no cerradas, cada enfado contenido,
tantas lágrimas no derramadas... desbordaron las fisuras en el interior de Nina
Kuga Kruger, llenándola de una profunda ira. Tensó su puño, la voz salió de su
garganta como si raspara. —Demuéstralo entonces— Con un solo movimiento y el
flujo de su energía espiritual fluyendo como fuego, tan rojizo como su mirada
llena de odio, un puñetazo mandó a Krauss contra la pared, rompiéndole la nariz
en el acto. —Si eres digno, derrótame... para igualarlo, puedes golpearme y no
haré nada por defenderme, pero después... no prometo que pueda detenerme—
Los
amigos del rubio se pusieron delante de él para protegerlo por si la ‘frágil
doncella de Sirene’ no pudiera guardar su palabra sobre contenerse. A pesar de
su tamaño, Krauss había quedado aturdido mientras la sangre fluía por su nariz
—Pega
duro... así no voy a sentirme tan mal por devolverle el gesto— Anunció a pesar
del dolor o las lágrimas involuntarias que salían de sus ojos, por efecto del
golpe, pues de estar en su mano evitar aquella reacción biológica, lo habría
hecho por mero orgullo. El grandulón se puso de pie una vez más, dispuesto esta
vez a pelear con la aristócrata.
Kuga
sonrió, preparada para demostrar cuán superior era... no había ocupado toda una
vida enfrentando monstruos para no sacar alguna ventaja de ese hecho. Pero
Erstin se interpuso intentando hacerla entrar en razón. —Nina... tú no eres
así, la persona que conozco no lastima a otros ni abusa de su fuerza—
—Tal
vez... siempre he sido así y no lo viste... o tal vez me dejas muy en claro qué
es lo que vas a escoger—
—No
estás siendo justa...—
—¿Justicia?
¡¿Me hablas de justicia?! Les perdoné la vida a tus hermanos y sólo castigué su
orgullo, mi desprecio no era para ti, era para ellos... pero ahora eres tú
quien escoge, así que elige lo que gustes y dilo cuando gustes—
Nina
se dio la media vuelta y abandonó el cuarto de Erstin antes de que alguien
saliera lastimado, por el pasillo se cruzó con Kara quien tenía en las manos
una bandeja llena de comida, sin siquiera hacer caso de ella pues su apetito le
había abandonado en el acto, hizo un ademán de negación con la mano y pasando a
su lado sin siquiera mirarla, se encerró en su habitación. Shiori quien venía
detrás de Norihiro tenía en sus manos una botella de vino y un par de copas,
por lo que notó de inmediato el desplante recibido por su amiga. Molesta por
las acciones de Nina, quiso seguirla para reclamarle, más un ademán de la
castaña de ojos verdes bastó para detener sus ímpetus.
—No...
no lo entiendo ¿Por qué te gusta una persona tan fría?— Casi gruñó mientras se
apoyaba en la pared con el ceño fruncido.
—Es
preciosa, ¿has visto cómo se le adhiere la ropa durante los entrenamientos?
Puedo apostar que desnuda debe verse... deliciosa— Kara explicó lo que a su
entender era obvio.
—A
mí no me interesan las chicas... pero entiendo tu punto, aun así ¿en serio lo
vale?— Para la de ojos café aun si alguien estaba como para comérselo más que
solo con la mirada, no valía la pena si se comportaba como un patán.
—Je,
Shiori... si intentaras fijarte en los detalles notarías que, su alteza es
linda, normalmente amable, está pasando un difícil momento y bueno... con algo
de práctica seguro que será fabulosa en la cama— La sonrisa de Kara hizo
sonrojar a la castaña más joven. —y lo más importante... es adinerada, de noble
cuna con títulos nobiliarios, heredera del fallecido Lord Takeru, piensa
Shiori, si Natsuki ha fallecido ya... ¿Quién heredará todas las riqueza de los
Kruger en Fukka?—
—Era
en serio eso que dijiste sobre no servir toda tu vida— Sonrió, no es que
estuviera de acuerdo, pero no iba a discutir sobre ello, Norihiro siempre había
sido ambiciosa, no lo escondió y le había impulsado a hacer todas las cosas que
al principio temía hacer, así que estaba agradecida.
—Y
no te olvidaré cuando lo consiga... eres mi amiga ante todo—
—Ya
decía yo que era un poco raro que expresaras tu repentino interés—
—Sabes
qué, Kuga era demasiado esquiva y estaba comprometida con el capitán, consideré
seriamente el hecho de conseguir un esposo para mí, si piensas en lo repulsivo
que pudiera ser para mí, entonces todo pasó un poco rápido, sabes que Lord
Takeru rompió su compromiso con Sergei y entonces ella mostró un rostro
verdaderamente diferente, encantador si me lo preguntas—
—Aun
así ella es correcta en extremo y no dudo que otras personas lleguen a la misma
conclusión que tú— Nagano le advirtió sabiendo que si Kruger Natsuki había
desposado a una mujer, no sería un asunto imposible para Nina. —Se te pueden
adelantar, Kara—
—Son
sus principios justamente mi mejor carta. ¿Imaginas que pasaría si su alteza se
pasa un poco de copas y por ‘accidente’ tomara mi doncellez?—
—Se
haría responsable de inmediato— No dudó ni un segundo en decirlo, para nadie
era un secreto la honestidad y el puro corazón que Kuga tenía.
—Exacto—
Sonrió ladina la de verdes ojos.
—Pero
no eres... doncella ¿cómo ocultárselo?— Esto lo susurró por lo bajo con algo de
sonrojo en la cara, la joven Nagano.
—Shiori,
eso ella no lo sabe... un par de gotas escandalosas en la cama y asunto
arreglado— Se miraba obvio, sobretodo porque se aseguraría de tomar la virtud
de Nina e incluso seguramente se ahorrará el tener que cortarse la mano para
fingir la pérdida de su castidad.
—Eso
no resuelve el que, ya sabes... pase eso, no estamos justamente de ánimos para
festejar y no pienso que el vino por sí solo pueda obrar milagros. Ella te
respeta en todo, lo ha hecho todo este tiempo a pesar de tus insinuaciones, lo
de dejar caer la toalla en las termas ese día, vamos te vió en traje de Eva y
decentemente desvió la mirada, no sin tenderte una toalla nueva, muy cortés
creo...—
—Pienso
ayudarme un poco, pero es más fácil decir que estaba tomada— Guiñó su ojo,
mientras le mostraba a su amiga un pequeño tarrito de vidrio, lleno de una
sustancia de tono verde. —Pensaba hacerlo hoy, pero no sé qué mosca le picó—
Kara estuvo por reírse, pero un ademán silente de Shiori le obligó a callar,
buscó con la mirada a la fuente de interés de su estimada amiga y encontróse
con aquella herrera, una vez más.
Observó
como la rubia que había irrumpido en la habitación el otro día, volvía a
aparecer en un momento tan bochornoso. Erstin Ho, comenzaba a parecerle
inconveniente, pues de alguna manera arruinaba sus planes incluso antes de
ejecutarlos. Ambas mujeres cruzaron miradas. —Espero que no lleves mucho tiempo
ahí...— Musitó con un tono amenazante, pero la Ho, se mantuvo firme, sin una
muestra de temor, más bien parecía molesta.
—Procura
ocupar tus propios asuntos...— Se unió Shiori, mostrando a la joven una de sus
famosas cuchillas con aire amenazante.
Kara
decidió marcharse, pero en cuanto pasó cerca de Erstin, está la sujetó del
brazo con más fuerza de la necesaria. —No te atrevas... si osas tocar uno solo
de sus cabellos, vas a saber lo que sienten las espadas bajo mi martillo—
—Vaya...
pensé que estabas saboteándome por accidente, ahora veo que es con toda
intención— Negó con la cabeza como si aquello fuera un chiste de mal gusto, se
soltó y miró directamente a su rival rubia. —Je... ¿Estás interesada en su
alteza? Tú, ¿Una chica todo menos femenina y tan poco agraciada?—
—La
chica del overol, siempre llena de ceniza... ¡Cuidado! Si te acercas mucho a
Nina podrías mancharla y llenarla con tu peste— Se burló Shiori.
Erstin
tensó la mandíbula, porque claro, había oído frases como esa toda su vida...
—Si
se trata de competir, la herrera tiene lo que ni ustedes juntas podrían
conseguir... un cuerpo con curvas y músculos, una cara primorosa y unas te...
virtudes enormes al frente— Expuso Alanis, quien había seguido a la chica solo
por seguridad cuando intentaba darse el tiempo de hablar con Nina, si bien
aclaró todo con Krauss y este se lo tomó mejor de lo que esperaba, estaba
segura que la chica tenía un mar de dudas y no la dejaría caer en un abismo de
inseguridad. Kuga tenía que mostrar más agallas para merecer a Erstin y su
amiga tenía que darse un lugar digno de ella, pero no contaba con que hubiera
tanta competencia, Nina era linda pero tenía mala suerte, porque ser vista por
Kara Norihiro era un problema serio.
—Veremos...
veremos quién gana al final—
Erstin
dedujo pronto la intención de la sirviente, sabía de antemano que sus motivos
para apoyar a Nina en la batalla de Fukka eran mezquinos, pese a ello, la
castaña le sonrió con toda falsedad y volvió sobre sus pasos siendo acompañada
por su amiga Shiori.
La
herrera sintió la mano de la otra morena, vió la sonrisa amable de Christin
Litters. —Si ella es lo que quieres y su corazón es tuyo, entonces no hay nada
que pensar... tranquila—
Pero
no pudo quedarse tranquila cuando tocó la puerta de Nina y esta no abrió, hizo
uso de sus conocimientos en cerrajería abriendo la puerta, mas encontró la
habitación vacía y la ventana abierta, mientras el viento mecía gélidamente una
cortina.
.
.
.
Al
llegar la noche, tomó camino con dirección de la habitación de Zade, lugar en
el que también Natsuki reposaba bajo su estricta vigilancia arribar tenía una
sombría expresión, y una bolsa de tela púrpura llena de sus herramientas de
tortura. No se tomó ni la molestia de tocar antes de entrar, cosa que alertó en
sobremanera a la joven argita, pero pronto guardó la calma al ver la cara
conocida de su amante.
—Te
libero de esta carga, durante el resto de esta noche— Musitó con tal carencia
de emociones, que Zade intuyó el motivo de tal cosa.
—¿Qué
harás?— Preguntó temerosa con sus ojos verdes puestos sobre los olivos de
aquella pelirroja que su aliento robaba con apenas una mirada, presentía que
algo muy oscuro estaba cernido sobre ella, si era incapaz de prodigarle una
sonrisa o una respuesta.
—Obedecer,
simplemente— Musitó mientras movía una mesa cerca de la cama en la que Natsuki
dormía, sobre ella posó la bolsa púrpura y de ésta extrajo una serie de
frascos, además de un látigo y otros artilugios conocidos por la argita,
incluso sobre sus juegos Yuuki jamás había empleado aquellas cosas. —Pero
necesito que te marches...— Insistió, posando suavemente sus dedos en la nariz
de Natsuki para impedir el paso del aire por sus fosas nasales, con algo de
resistencia en aquel abrupto despertar, Kruger abrió la boca para respirar,
oportunidad que Nao aprovechó para verter un líquido en su boca, después le
cubrió los labios, asegurándose de que tragara al menos la mitad, antes de
toser profusamente.
—¿Acaso
intentas matarme?— Preguntó Natsuki recuperando el aliento, en medio de un
ataque de tos que no cesaba.
La
bailarina ni siquiera hizo caso de ella, se volvió a mirar a Zade, quien
comprendía al fin lo que pasaría. —No lo hagas...— Suplicó.
—Solo
vete...— “será lo mejor” Sabía que
Nagi no amenazaba en vano y no se arriesgaría a hacer de Zade el juguete de
todos esos hombres.
—Me
niego... no pienso compartirte con ella— Refutó la morena con desdén, sabía
cada uso, para cada una de las fórmulas que Nao empleaba y justamente ese
frasco era... —No lo soportaría ¿Entiendes?—
—¿De...
cof cof... qué hablan?— Intentaba reponerse Natsuki, sabiendo que le aludían de
alguna forma y lo que decía Nao le causaba sufrimiento a la joven Zagara. Pero
estar atada de manos era un impedimento, sin mencionar que comenzaba a tener
los sentidos embotados, el cuerpo entumecido, pero ardiendo como si quemara.
—No
soy tu propiedad, nunca lo fui... no confundas las cosas— Dicho esto le dio la
espalda a la argita y extrajo una daga de su cinto, se deshizo de la capa que
la cubría, dejando a la vista atuendos nada discretos que despertarán las más
tórridas pasiones. Humedeció la hoja del arma en otro de sus compuestos, su
habilidad constituía en una completa manipulación de la mente, a través de la
química corporal, en cuanto se dispuso a realizar un corte superficial, la mano
de la joven le sostuvo por la muñeca deteniéndola en el acto.
—¿Entonces
no sientes nada por mí? ¿No te importaría si yo hiciera lo mismo que tú?—
Cuestionó buscando los ojos de Nao, para que esta no pudiera mentirle.
—No
siento lo que tu querrías que sintiera...— Mintió suavemente, para que su
aliento no delatara la ingesta de vino previo a ese momento, —...no me obligues
a hacerlo frente a ti, porque ni siquiera eso va a detenerme— Añadió, sabiendo
con ello que rompía en mil fragmentos el corazón de la chica.
Y
si no era por afecto, por amor “qué ilusa”... ¿Por qué salvarla de las garras
de Nagi o hacerla suya después de eso? De ese modo una horrenda idea ocupó la
mente de la pelinegra menor. —¿Lo hiciste todo por lástima?— En respuesta Nao
simplemente asintió. —¡Yo no te pedí ayuda!— Gritó estrechando la muñeca de la
pelirroja dolorosamente.
—Me
alegra que lo intuyeras... entonces no te enseñé tan mal— Sonrió antes de
liberarse de aquel agarre, y recibir de Zade una sonora bofetada, con tal
fuerza que le hizo perder el equilibrio y por accidente se cortó
superficialmente la palma con la daga. Parecía una ocasión de esas en las que
el destino esperaba igualar las cosas, porque el intenso cosquilleo que sintió
después le hizo tensar cada músculo del cuerpo. —Solo márchate...— No le
permitió ni el habla a su ahora ex-amante, quien miraba culposamente la herida.
—Lamentarás
este día... Nao— Miró de soslayo a Natsuki, quien le preguntaba mudamente con
una mirada qué estaba pasando y tuvo el valor de decirlo.
—“Lo...
sé”— Pensó, sin dejar de sonreír con expresión vacía. —Hoy se materializa mi
venganza y la muerte sería piadosa en comparación—
—¡No
eres diferente a él!— Gritó, sabiendo que si continuaba obstruyendo su camino, simplemente
la haría a un lado, o fingiría no verla y no sabría cómo tolerar ver lo que
pasaría.
Supo
que la había perdido en el momento mismo en que aquellos iris limón, dejaron de
mirarla. La vió acercar su rostro al de aquella chica cuyo parecido le había
hecho dudar tiempo atrás, aquella en la que ya no podía ver culpa alguna y que
de haberla, habría purgado ya tales faltas. Empero, no ignoraba la venenosa
atracción que había atormentado a Nao durante años, más allá del tiempo o de la
cordura, qué cruel la fatalidad era la de sus destinos, porque sabía que ella
casi había perdido la cordura por causa de la Duquesa y entonces ante la
horrorosa realidad, ante la innegable conjetura que su mente hiló, la única
razón justa no sería más que ella, Nao Yuuki aun quería a Natsuki, y la suya no
era más que una absurda excusa para poseerla.
Así
no se sorprendió cuando la oyó decir. —No es el dolor, ni la fatiga lo que
puede someter... es la idea del pecado más dulce, lo son el placer y la
infinita culpa que te produce, porque después de hoy sabrás que nunca sentirás
con ella, lo que yo te haré sentir... ni sabrás distinguir la diferencia en la
difusa línea que divide el placer intenso del dolor mismo, y sucumbirás a los
instintos viscerales—
Vió
por el rabillo del ojo mientras se dirigía a la puerta, cómo con la daga
manchada de su propia sangre, rasgaba los atuendos de Natsuki, la pobre chica a
su vez respingaba al más mínimo contacto y reprochaba con lamentaciones; sólo
por orgullo evitaba jadear ansiosa bajo los efectos de las sustancias, si no
fuera ya de por sí incitadora la imagen que ocupaba Nao en ese momento, con
vistas translúcidas en sus ropas. Incapaz de tolerar tanto, cerró la puerta,
sin poder marcharse, pero sin el valor para detener tan ruines acciones. Lo que
le pasara a Kruger no era su asunto ¿verdad? Pero la culpa y la ira ascendía
por su pecho a pasos agigantados, cuanto más escuchaba las voces tras la madera
de roble que finamente componía aquella puerta, más suponía que perdería el
juicio.
No
distinguía la diferencia entre la tortura o el goce, porque por momentos roncos
sonidos se escapaban de la boca de la ex-bestia de Fukka, podía percibir el
sonido de golpes otras tantas y ver escarcha formarse de lo que se miraban como
vanos intentos de materializar el hielo. Claramente Yuuki no había pasado por
alto este hecho, era raro que usara pociones para lo que con su sólo encanto
podría lograr en cualquier otro momento, no era solo para hacer hervir la piel
de su víctima, eran para impedir una concentración suficiente que le permitiera
usar sus defensas más comunes, porque estaba segura que el límite entre la
realidad, la fantasía y la pesadilla dejarían una huella imborrable en la mente
de Natsuki Kruger.
No
podía por su hermano importunar lo que claramente había sido ordenado por el
oscuro señor de aquel castillo, pues sus ojos se encontraron sorprendidos ante
la presencia del peliblanco, quien quería constatar la lealtad de su más fiel
vasalla.
—Por
favor...— Oyeron decir. —No...— En la voz grave y conocida de Natsuki,
sorprendida ante la súplica de quien había tolerado dolores físicos que
seguramente escapaban a su comprensión, sabía en efecto, que Nao ocuparía la
estrategia más destructiva concebible hecha a la medida de su víctima, pero no
imaginó que Kruger pudiera suplicar.
—¿Por
qué no abres esa puerta para mí? Quiero ver la figura prodigiosa de dos Ninfas
en medio de tal derroche— Musitó sonriendo, pero aquella expresión era
escalofriante, llena de un nivel de perversión que escapaba a todo límite.
—No
puedo ver qué gana de esto—
—No
está a tu nivel, Nao lo entiende— Murmuró aquel como si ambos pertenecieran a
un selecto grupo de eruditos. —Infundir un miedo tan profundo que ni un solo
día será olvidado, esas cosas dulce niña, son la diferencia entre la vida y la
muerte, cuando la situación lo requiere—
—Incluso
así, no concederé que las veas...— No iba a darle ese gusto, ni se obligaría a
verlas sabiendo lo que pasaba dentro de esa habitación.
Pero
él lo interpretó de otro modo. —Eres perversa... ¿Quieres participar de este
juego? Entonces entra y sírvete, te doy eso... sé que te cuesta compartir a
Nao, pero si participas no podría ser tan malo. ¿Soy generoso no es así?— El
peliblanco sujetó la barbilla de la chica y la miró a los ojos. —Pronto serás
como ella... y como yo, estoy tan orgulloso— Dicho esto se dió la media vuelta
y se fue contento silbando alegremente una canción.
Sherezade
se mantuvo quieta y silenciosa, durante un rato más, temiendo que Nagi volviera
sobre sus pasos con renovadas intenciones o perversiones. Toleró por infernales
momentos las súplicas de Kruger, quien intentaba persuadir entre jadeos las
acciones de Nao, se cansó de oír su nombre y cuando el silencio llegó, supo que
no fue por piedad, la voz ahogada de Kruger le dió a saber que Yuuki sólo la
había silenciado. Negó con la cabeza. —Jamás, seré como tú... o como ella—
Había
soportado aquel tiempo, y había entendido que sólo desprendiéndose de aquellos
nocivos apegos sería libre al fin. El único vínculo real en aquel lugar
abandonado de la mano de los dioses o de la benevolencia del destino, era
Darsiv, ¿qué importaba ya el pueblo de los Tauren en Argos, o sus padres?, ¿qué
le aseguraba que estuviesen vivos todavía? Conociendo al conde, ya serían solo
lastre, pues había quedado a servirle sólo por amor a Nao, cuando dejó de
preocuparse por su gente o por su familia, él puso a la chica en su camino y
entonces era amable, se preocupaba por ellos... paso a paso más lejos de
aquella puerta, entendió que las había manipulado a las dos, la pelirroja se
negó a tolerar un destino tan oscuro para ella como el de otras tantas de las
mujeres que Nagi sedujo o poseyó por dinero, por las razones que fuesen y eso
hizo que la amara, que fuera capaz de todo... o casi todo por ella. Creyó en la
maldad de los Kruger y en las razones de su amada para vengar la vida de su
familia, pero la única perversidad que contemplaba cuanto más pensaba en ello,
era la de aquel hombre. Negó con la cabeza, iría por Darsiv y lo llevaría lejos
de los verdaderos monstruos, aquello concluyó mientras el llanto brotaba por
sus ojos y tomaba camino de las mazmorras del castillo Bizancio, todo sin
notar, que cierta mirada escarlata no la había perdido de vista ni un solo
momento.
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QUE FELICIDAD ENCONTRARTE DE NUEVO ...SALUDOS Y MUCHOS ABRAZOS ... SAM NUEVA YORK
ResponderEliminarGracias por el capítulo.. el camino camino de las princesas ya esta marcado y no dudo que la Diosa les conceda un hijo o que al final su camino se junte
ResponderEliminarGracias x el capitulo. Llevaba tiempo sin mirar esta pàgina x no encontrar nunca nada nuevo y me alegre de ver tu nuevo capitulo.Enorabuena es buenisimo como todo lo q escribes besos
ResponderEliminarSencillamente genial, esta historia y tu manera de transmitir le vida al relato, quisiera poder tenerla impresa en mi mesita de luz y re leerla, espero con ansias el proximo capitulo un abrazo enorme.Noe
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