Stone
no pudo aguantar su deseo contenido y al sentir su cuerpo pegado al de ella sólo
intentó no moverse. Laura sintió acelerarse su respiración al sentir su cuerpo
comprimido por el de Joan. Abrió los ojos y la miró. Sus rostros casi pegados.
Sus bocas a sólo centímetros de un beso. Quería que la besara, no lo podía
ocultar, pero tampoco se animaba a ser ella la que la besara. Sin embargo,
ninguna de las dos, se movían. Se observaban. Stone pasó su mano sobre la
frente de Laura para quitar el pelo que caía sobre sus ojos, pero terminó
acariciando suavemente su mejilla. Y ella se movió para tomar con su mano esa
mano que la acarició. Era inevitable la atracción, Laura estaba algo borracha
pero sabía muy bien lo que estaba pasando. Stone no podía alejarse, la deseaba.
Lentamente fue acercándose hasta besarla. Laura no pudo resistirse y
correspondió a su beso.
La pasión se apoderó de las dos. Se deseaban, podían fingir
que no sentían nada la una por la otra cuando se veían. Pero en ese instante…
el deseo ganó. Cada roce, cada beso las quemó. Y se amaron sin decir una
palabra, se dejaron llevar por lo que sentían y hasta ese instante habían
ignorado, o más bien no habían querido darse cuenta de lo que estaban
sintiendo. Sin peros hicieron caso al fuego interior que las unía y las quemaba
en la pasión.
El sol entraba de lleno por el ventanal. Esa luz despertó a
Laura. Quien como siempre buscó su almohada y se tapó la cabeza para seguir
durmiendo… Pero su mente si se despertó. Y la sensación de su cuerpo pegado al
de Stone esa noche aceleró su corazón… como flashes en su cabeza las imágenes
de lo sucedido aquella noche comenzaron a pasar… abrió los ojos y se incorporó
en la cama abruptamente. Miró al lado de su cama, las sábanas demostraban que
algo había sucedido allí. “Estuve con
ella” pensó. Se llevó las manos a su cara, refregó sus ojos e intentó
recordar todo lo sucedido. Pero como flashes sólo podía ver a Joan encima de
ella y besándose. Algunas caricias. Abrazó la almohada y aun tenía el aroma de
Stone.
Se levantó de la cama, y
envolvió su cuerpo desnudo con la sábana. Caminó a la sala.
-Joan – La llamó, esperando que ella saliera del baño o de
su cuarto. Pero nada – Joan, ¿Dónde estás?
Ella no estaba, volvió a su cuarto, buscó ropa en el placard
y se vistió. Y cuando estaba terminando de ponerse la remera sintió el sonido
de la puerta de entrada cerrarse. Corrió a la sala y la vio entrar con dos
bolsas de papel llenas de víveres.
Stone caminó hacia la cocina, dejó caer lentamente sobre la
mesada las bolsas, y comenzó a acomodar en la alacena de arriba de la mesada lo
que iba sacando de una de las bolsas. Joan no la había visto, Laura la mirada
fijamente.
De pronto miró a donde se encontraba Laura y al verla, le
habló, pero sin dejar de acomodar los víveres, ahora guardaba un maple de media
docena de huevos en la heladera, un cartón de leche, una gaseosa….
-Ya te levantaste dormilona, en un rato llegan tus padres.
Llamaron temprano avisando que vendrían a almorzar, que traían ellos la comida
– Stone le hablaba muy tranquila. Pero al terminar de guardar las cosas en la
heladera y darse vuelta a verla, el rostro de Laura se mostraba desencajado.
-¿Te pasa algo?
-Me estás preguntando si me pasa algo, eres una cretina.
-¿Queeeé?
-Te aprovechas de mí y me preguntas que me pasa.
-¡Estás loca! ¿De qué hablas?
-Estaba borracha…. Te aprovechaste de mí anoche. ¿Y te haces
la que no sabes de qué hablo?
-¡Ah, lo de anoche! Si no pasó nada… - Respondió Stone dándole
poca importancia a lo sucedido.
Laura más nerviosa y enojada comenzó a llorar. Stone se
acercó queriendo explicarle lo que había sucedido. Pero ella la empujó. Al
mismo instante que golpearon la puerta.
-¡Tus padres!
Ella seguía llorando. Stone no entendía su enojo, ni la
actitud de Laura. Quien se dio vuelta y corrió a su cuarto. Entonces, Joan caminó
a la puerta y la abrió para que los padres entraran.
-Buen día hijo – Dijo la señora Romano mientras ingresaba al
departamento – Mi esposo ya viene, está en la rotisería de la esquina esperando
la comida.
-Buen día señora, pase no hay problemas, ya sabe que está en
su casa.
-¿Mi hija aún duerme?
-Se
está levantando – No terminó de decir eso, que la mujer sola se encaminó al
cuarto de su hija. Y al entrar la vio sentada en su cama llorando.
-¿Qué
pasa hija? – Preguntó preocupada la madre, y se sentó a su lado en la cama y la
abrazó.
-Perdóname
mamá… te he mentido – Laura ya no estaba razonando. Se sentía usada por Stone,
y sabía que su mentira había llegado lejos. Debía confesarle a su madre, todo…
-Pero
hija, ¿De qué hablas?
-Stone
no es mi novio. Sólo se ha hecho pasar por mi novio.
-¿Qué?
¿Por qué?
-Me
cansaste madre, siempre queriéndome casar, queriendo presentarme cuanto soltero
conocías. Y yo no busco casarme por el momento – Su madre la escuchaba en
silencio, mientras Laura llorando se confesaba – Estaba tan cansada de que cada
vez que me llamaras por teléfono me preguntaras lo mismo que te mentí. Y Stone
se hizo pasar por mi novio. Pero no lo es.
La señora
Romano miró hacía la sala a Stone que parada y en silencio observaba todo… Se
paró bruscamente. Si había algo que realmente la enojaba y odiaba era la
mentira. Miró a su hija que seguía llorando…
-No
puedo creer que me mintieras… Sabés que odio las mentiras… - Le gritó y caminó
hacia la sala para enfrentarse a Stone – Y tú, con razón fingiste ser el hombre
perfecto ¿No? – Y le plantó una cachetada. Pero ni se movió. Ni habló. No podía
decir nada. Y la señora Romano caminó hacia la puerta y al abrirla se chocó con
su marido queriendo entrar con unos paquetes con la comida.
-Vamos
Querido, no tenemos nada que hacer acá.
-Pero…
- Sin entender nada se dejó llevar por su mujer.
La
mujer lo agarró del brazo y lo arrastró hasta sacarlo por completo del departamento
y cerró la puerta de un golpe.
Stone
corrió al cuarto de Laura, se arrodilló para intentar consolar a Laura, no
entendía por qué había hablado. Pero esta la empujó.
-No
te me acerques, te odio – Le gritó y se tiró en la cama a llorar.
-Laura,
por favor, ¡háblame!
-No
quiero verte ni hablarte… ¡Déjame sola! – Volvió a gritarle.
Entonces
Stone bajó la cabeza y se fue del departamento. Dolida por el rechazo de Laura salió
a caminar. Vagó por las calles por horas pensando que “Diablos había hecho
mal”. Casi a media tarde regresó y se encontró con Sara y Wal en el
departamento.
-Hola
-¿Qué
pasó? – Preguntó Sara.
-No
sé, se levantó con el pie izquierdo, se enojó conmigo no sé por qué y cuando
apareció su madre le confesó que le había mentido.
-¿Pero
por qué se enojó contigo? – Interrogó Wal.
-No
sé, ni me importa, no me voy a preocupar por su histeria – Y se metió sin decir
más en su cuarto.
Laura
salió del baño, sus ojos rojos de tanto llorar, el rostro pálido... mostraba su
tristeza.
-Joan
acaba de llegar – Le contó Sara.
-Y a
mí que me importa… - Le respondió y se fue a su habitación para tirarse en la
cama.
Sara
y Wal se miraron, no entendían nada
-Mejor
las dejamos solas, está claro que ninguna va a hablar con nosotros ahora – Dijo
Sara.
Y
los dos se retiraron del departamento…
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