Danza Entre Lobos
Capítulo 33
In
Solitudinem - I
Arribaron a la capital después de un largo e incómodo viaje,
principalmente para Arika debido a la imposibilidad de usar sus manos que
cubiertas bajo un sin fin de vendajes, estaban literalmente inmovilizadas. No
se negó a los cuidados de Nina, ya que la pelinegra delataba un sentimiento de
culpa tan grande, que la Sayers procuraba aliviar con su característico humor.
Cabalgando por las calles se miraban un tanto extrañas, dos jovenzuelos a
caballo cuando los modos dictaban un carruaje, además habían ocupado más de una
confusión por los atuendos que usaban, casi parecían forajidos después de una
contienda, solo un par de capas les guarecían de la nieve que se deslizaba como
una blanca lluvia desde los cielos.
-No te sientes ¿Diferente?- Preguntó Nina al ver en la
distancia la punta de la torre más alta del castillo Kruger.
-No demasiado... salvo porque nuestro aspecto no es el más
halagüeño- No lucía sus delicados vestidos, pero tras pasar días enteros como
un muchacho en la filas de la escuadra de Takeru Kruger no sentía tan extrañas
las ropas ajustadas o los pantalones, bastante cómodos a decir verdad, con el
cabello en una coleta debido a las inclemencias climáticas, distaba por
completo de la persona que salió de Windbloom hace meses.
-¿Quieres ponerte presentable para acudir con la princesa?-
-No... No pretendo deslumbrar, la verdad Nina, no lo hice a
lo largo de los años luciendo los vestidos de la corte, no creo que ahora yendo
a casa por otro más de la colección cambie algo respecto a eso- Arika elevó la
mirada al cielo, como si cavilara profundamente. -Entiendo que la empresa que
nos trajo aquí es vital para la supervivencia de la gente Fukka, no perdamos
más tiempo entonces-
Con admiración por la castaña, Nina instó a los caballos a
acelerar el paso, de forma que en poco menos de media hora estaban las dos
frente al portón del castillo plateado, referido de ese modo por sus
recubrimientos exteriores de mármol gris plata y vitrales con estructura de
colmena, cúpulas de estilo gótico y amplios jardines en la vastedad de un
camino empedrado que daba paso a la puerta principal.
Nina se acercó a la puerta donde dos guardias cuidaban la
entrada. -Señores, tenemos un mensaje urgente para su majestad, el Rey Taeki...
por favor informe del arribo de Nina Kuga y Arika Sayers-
-¿Ustedes? ¿Dos doncellas tan prestantes? Si más parecen
mendigos- Rio a carcajadas el primero.
-Lo que me faltaba... luchar a muerte para llegar hasta aquí
y dos idiotas con muchos cascos, no comprenden la gravedad de la situación- La
pelinegra estaba a punto de romper un par de dientes para ser tomada en serio.
-No te preocupes Nina- Arika sonrió con amabilidad. -Extrae
el collar de mi camisa y muéstraselos a este par de incrédulos-
Con algo de pudor, la pelinegra buscó en el cuello de la
castaña y un poco más abajo, hasta encontrar la cadena de la que hablaba Arika,
en cuanto la extrajo la reconoció instantáneamente, era “El zafiro del cielo azul”, una de las 7 grandes gemas de la casa
Kruger, hechas por el mejor orfebre de Fukka, Christoph Ho. Era un collar de
oro blanco, con trazos a mano sobre la superficie de cada uno de los aros que
conformaba la cadena, una oración antigua, casi un rito de protección para el
portador. En el dije, colgaba la gloriosa gema azul, con diamantes en las
cuatro puntas del zafiro, estaban escritas palabras en latín “No hay puertas cerradas para el que porte
este sello” y la firma de la próxima reina, Mashiro Blan. Era una prenda
tan exclusiva, que el anciano Ho tuvo que viajar hasta Windbloom para poder
dejar la marca estampada en el momento de su creación.
-Así que era para ti- No evitó mencionar la pelinegra,
recordando cuando Natsuki trajo el impresionante Zafiro en sus manos, recién
sacado de la mina “Mashiro va a estar
feliz, le prometí una de estas hace años.” Recordó. -“Esa persona la quería
para un regalo... vaya”- Pensó sorprendida.
-Me la dio la princesa, como regalo de cumpleaños, fue en el
décimo quinto- Informó Arika mientras los guardias palidecían, claro que
conocían la joya, fue expuesta durante días en el salón principal del palacio.
-Ahora... ¿Suponen que una joya tan espléndida puede ser la propiedad de dos
mendigos?-
-Discúlpenos, comprenderá que sus atuendos...- Intervino el
segundo guardia intentando salir del impasse en el que se habían puesto a sí
mismos por ignorancia.
-Lo sabemos, abran ya las puertas e informen de nuestro
arribo, en ese caso daré buenas recomendaciones de ustedes a sus majestades-
Aprovechó la oportunidad Nina y en menos de nada las preciosas rejas del
palacio le fueron abiertas.
-Por favor síganos señorita Kuga, Sayers...-
-Yo esperaré...-
-¿Qué?- Nina se dio la vuelta, para mirar a su compinche de
batallas.
-Si ven a su Alteza, digan que la espero en el Templete,
ella sabrá a dónde ir- De ese modo la castaña se adentró en el jardín y sus
pisadas la llevaron más y más lejos hasta que la Kuga no pudo verla. Pese a
todo entendió que un reencuentro de ese tipo no sería adecuado dentro de los
gloriosos salones de un castillo o frente a los indiscretos ojos de la corte.
Ya sin pensar más en ello acudió con el rey Taeki esperando entregar la urgente
misiva con las palabras de Lord Takeru y ver de algún modo por su propio
futuro, en verdad necesitaba esa carta para brindarle todo de sí a Erstin y
aunque tuviera que suplicar por ella al Rey, estaba dispuesta a todo por la
posibilidad de casarse con la señorita Ho.
Atravesó en compañía de los dos hombres la entrada
principal, los pasillos, las escaleras y aunque su atuendo no fuese nada
halagüeño, no se preocupó demasiado de su aspecto, curiosamente había bastante movimiento
al interior, sirvientes yendo y viniendo de un lugar a otro con adornos,
cortinas perla y un sin fin más de objetos, incluso alimentos, copas y
vajillas. Nina decidió hacer caso omiso del hecho y seguir adelante, aún si
tenía el honor de ver al rey de su país, estaba segura de que él comprendería
los apuros por los que pasó, sobre todo si tenían en cuenta haber hecho una
cabalgata durante tres días, ver derruida su armadura, rasgada su ropa y
delatar en sus vendas las heridas recibidas en la batalla que tuvo lugar sólo
para poder abandonar Fukka, y todo esperando llegar con él.
Pensaba también que el enemigo, ya fueran los Orphan o
alguien más, intuía la importancia de su misión, la supervivencia de aquel
poblado yacía en sus manos, de otro modo porque enviar a tantos para matarla.
Esto sin mencionar el renuente interés por mantener la realidad oculta a los
ojos de la monarquía, tenía la sensación de estar luchando contra una hidra, si
por cada cabeza que cortaba, a ella le reemplazaban dos, de modo que rogaba a
la diosa esperando que advertir al Rey sobre la situación que pasaba les
permitiera tomar cartas sobre el asunto e impedir una tragedia.
Así llegaron al despacho del monarca y le fue concedido el
paso, Nina casi olvidaba lo difícil que era ver a un hombre que sería una
versión de su tío sin la máscara, era terriblemente hermoso, tanto como el
detestado Naraku. Su pálida piel, cejas pobladas de un tono cobalto, barbilla
firme y definida, él era alto y atlético, una melena azulada pero menos larga
que la de su tío. Al levantar su rostro el mayor en años y jerarquía, notó los
ojos azules que son propios de ambos hermanos y el halo de grandeza que los
envolvía a los dos, el rey con el beneficio de su apariencia engalanada
apariencia.
-Srta. Kuga ¿Que le ha pasado?- Preguntó más que preocupado
nada más verla. La pelinegra observó a los dos hombres que estaban a sus
espaldas, era claro que de afirmar algo sería solo ante el rey. -Pueden
retirarse e informen a la servidumbre de nuestra invitada... que preparen un
festín y unos aposentos dignos, también encuentren al médico de cabecera-
-Como ordene majestad- Dijeron a coro los dos guardianes y
salieron presurosos cerrando la puerta tras de sí.
Una vez segura de que estaban a solas y nadie espiaba,
extrajo el sobre de su chaleco. -No se preocupe mi Lord, las vendas suelen ser
más escandalosas que la gravedad de las heridas reales, por ahora es imperioso
que le haga entrega de esta carta, la envía Lord Takeru y solo puede ser vista
por usted- La joven se acercó y con una pronunciada inclinación tendió el
documento al mayor.
Tomó la carta en sus manos e invitando con un gesto a Nina
para erguirse nuevamente. -¿Te ha enviado solo a ti?- Taeki juzgaba aquello una
verdadera inconsciencia de su hermano, si bien la chica frente a él tenía
prácticamente la misma edad de su hija y esto le traía la sensación de cierta
indefensión, comprendía que ella podría ser tan letal como los Okuzaki a su
servicio.
-Debía ser una empresa de absoluta discreción. Además, ante
las vicisitudes que me encontré, tengo la certeza de que al enviarme con una
escuadra hubiese sido una masacre, era más fácil que una sombra sigilosa
pudiera evadir a los Orphan que sitian Fukka- Explicó dando la respuesta a su
anterior inquietud y a la presente.
-¿Sitiar? Eso no ha pasado desde la muerte del anterior...-
-No tema, la duquesa y su hermano se encuentran bien, pero
lo que ve de mí... es una pequeña muestra de lo mortíferos que se han vuelto
nuestros enemigos- Retiró el chaleco de cuero y debajo de él la húmeda camisa
traslucía vendas en la extensión completa de todo su torso. -Me atacó un
enjambre de dragones voladores, nunca había visto tantos juntos- Volvió a
cubrirse con la chaqueta.
-No habrá en el mundo una forma de pagar los riesgos que has
corrido, así como tu lealtad- La ensalzó el rey.
La pelinegra no vio mejor oportunidad, así que postrándose a
sus pies se atrevió a decir lo que con temor al rechazo estaba obligada a
solicitar. -Le aseguro que no pediría nada por mi amor a la familia, de hecho
no se lo pido por mi lealtad o mis esmeros, se lo suplico como la persona que
no ve más esperanza que la que usted puede dar, ya que está en su mano el mayor
anhelo que yo ansío- La morena levantó la mirada con vivo fuego en sus iris de
magma y una férrea intención en su faz, lo que sorprendió bastante al rey,
alguien tan acostumbrado a las venias no miraba una tan sincera desde hacía
varios años, ni una expresión tan intensa y conmovedora. -... si fuera posible
que me diera otro edicto como el que le dio a Natsuki para contraer nupcias
con... con la Srta. Fujino, sería yo quien no podría agradecer lo suficiente-
-A este paso tendré que hacerlo una ley...- Mencionó el
mayor con una sonrisa en los labios y un asentimiento de cabeza. -Alguien ha
venido antes que tú, pero a ella no pude decirle que sí...- Negó con la cabeza,
suspirando con pena.
Por la tristeza que mostraban los ojos del mayor, la Kuga
supo que definitivamente no debía preguntar, solo aceptar la fortuna que le
mostraba el destino. -Mis infinitos agradecimientos majestad- Volvió a realizar
una venia y esta vez una mano sobre su hombro le detuvo.
Al levantar la vista, allí estaba el hombre mayor con una
expresión amable. -Deja ya de inclinarte... con esas heridas es claro que debe
doler-
-Pero el protocolo...- No olvidaba todavía que estaba en
presencia del Rey.
-El protocolo es para los extraños, tú eres familia Nina,
como una hija para mi hermano, una sobrina para mí... además, aquí no hay nadie
mirando- Señaló Taeki lo evidente, el lugar estaba desierto con el motivo de su
conversación. -Yo leeré esta carta en un momento, pero tú serás atendida por
nuestro médico, se te darán las ropas que prefieras además del alimento
necesario. Te ves ligeramente pálida...-
-Es... no es un quebrando de salud, ahora y con su ayuda,
puedo hacer realidad mi promesa mi Lord, estoy tan feliz que no salgo de mi ensoñación-
Realmente no lo creía, soñar cosa semejante cuando supuso que después de los
Orphan lo más difícil sería convencer al rey de firmar otro acuerdo semejante,
si bien Natsuki tuvo aquella posibilidad esta se debió fundamentalmente a la
necesidad impuesta por la maldición, no así el libre deseo de amar a quien
eligiese para sí. Pero la suerte pudo sonreírle, al parecer la negativa
anterior le daba un sí a la suya...
-Esa carta que es tan importante para ti, la tendrás en tus
manos cuando llegue el alba- Nina estuvo próxima a refutar sobre la necesidad
de volver lo más pronto posible a Fukka, pero Taeki se anticipó a los hechos.
-No admito una negativa pequeña, ya mañana a primera hora, dialogaremos sobre
la situación de Fukka y las determinaciones que voy a tomar al respecto-
-Como usted diga...- Esta vez solo inclinó levemente la
cabeza y caminó hacía la puerta. -Hasta entonces, Majestad-
-Me causa curiosidad algo...- Un breve interludio y Nina lo
miró de soslayo, ya con una mano en el picaporte. -Si eran tantos ¿Cómo pudiste
llegar aquí?- Sería una aventura de la que querría escuchar en cuanto cenaran
llegada la noche, sin embargo esa duda era más poderosa.
-No todo el mérito me pertenece, Sayers Arika salvó mi vida
cuando la pensé perdida, no necesitaba una escuadra completa, solo alguien
cubriéndome la espalda- Sonrió.
-¿Ella? Es algo de lo que me gustaría oír más tarde ¿Te
parece?- No daba crédito a lo que escuchaba, la inquieta castaña que recordaba
siempre estaba junto a su hija y a su hermano, alguien tan vivaz de la que no
esperaba fuese alguna guerrera, solo una bella jovencita cuya amistad siempre
fue un regalo para la familia. Sin embargo y si Sayers había acompañado a Nina,
entonces volvería a ver la sonrisa de Mashiro después de varios meses. -Tonto
de mí... casi lo olvidaba yaciendo envuelto entre tantos documentos- Sonrió el
mayor apenado por su descuido. -Esta noche, asiste por favor a la ceremonia del
primer copo, es el inicio de nuestro festival de invierno y habrá un baile
donde me gustaría verte divirtiéndote un poco después de tantas tensiones-
-Sería un honor...- Aún si estaba cansada no declinaría ni
de broma la invitación de aquel cuyo puño y letra le brindaba una oportunidad
de oro para honrar a Erstin como fuera en verdad merecido. -Con su permiso
majestad-
-Adelante- Dijo el pelinegro observándola marcharse con una
sonrisa en los labios. Luego comenzó a vagar por la estancia con el sobre en
sus manos, miró por el amplio ventanal la nieve cayendo.
-Si tan solo Arika hubiese sido hombre... que distintas
hubiesen sido las cosas- Dijo más para sí que para el mundo. -Supongo que no
sería la misma persona... sería Ren- Negó con la cabeza antes de volver la
vista sobre el retrato de su amada hija sobre la mesa de su despacho,
sumiéndose en sus recuerdos.
-Soy la única que no es libre de
elegir...- No olvidaría esa expresión dolida en su rostro ni aunque una vida
pasara.
-Ser una bestia o dejar atrás las
verdaderas emociones que guarda nuestro corazón... ese es el sacrificio que
debe hacer un Kruger, puesto que su sino le obliga a poner por encima a su
propio pueblo antes que a sí mismo- Dijo mortalmente frío.
-¿Es un heredero lo que te
preocupa?- Cuestionó la menor con sus ojos celestes llenos de reproche. -¿O la
razón de lo que todos juzgan antinatural?-
-La continuidad de nuestro legado es
lo que me preocupa, no nos queda más familia hija, cada línea ha sido cortada
debido a la maldición, como si los anhelos de aquella mujer se cumplieran
después de 400 años y no por la mortalidad de la peste que sembró en el mundo,
sino por la amargura de los hombres que jamás prosperaron a su costa...- Cerró
el puño con malestar, también los ojos y bajó la cabeza. -Incluso Natsuki y
Takeru, que son todo lo que nos queda... pero entiende, ella ya ha desposado a
una mujer y no habrá su seno un infante que pertenezca a nuestro linaje, por mi
parte no tuve la fortuna de darte más hermanos que pudiera tomar esta carga
sobre sus hombros-
-Y no te obligaría jamás papá... no
habrá otra como madre en este mundo- Musitó ella comprensiva acariciando el
hombro del padre.
-¿Es acaso que Ren no te trata bien?
De ser así...- La miró preocupado, era esa una posibilidad que no había
contemplado, ellos eran esposos desde hace tiempo y todo parecía ir bien.
-Ren... él es maravilloso papá,
siempre cuida de mí y está preocupado por mi bienestar, también por la gente a
nuestro cargo, si no pudiste elegir a alguien mejor que él, pero conoces los
sentimientos de mi corazón, yo misma guarde esperanzas sobre él, esperaba que
el tiempo hiciera lo demás, pero no puedo hacer brotar mis emociones solo por
desearlo con fuerza- Admitió la de cabellos plata ante la mirada sorprendida
del mayor.
Fue como una abrumadora epifanía.
-Entonces ha llegado esa persona, ¿Quién se acercó a ti mientras no miraba?- Querría darle una
paliza por ocasionar semejante predicamento.
-Siempre ha estado ahí papá... y yo
misma, no lo he notado hasta no tenerle por más tiempo junto a mí, solo tras su
partida me di cuenta cuando me asfixia el vínculo que acepté, se hizo pesado el
lustroso anillo en mi mano-
-¿No estarás afirmando que es...
Sayers?- No pudo esconder en su faz un dejo de repudio, no estaba en su mente
la comprensión inmediata que tanto necesitaba en momentos así, ser padre no era
fácil en la ausencia de la reina, una que seguramente sabría que decir o hacer.
-Sé que te avergüenzo, padre...- El
llanto siendo vertido por los ojos de cielo que compartían los dos, además de
la palidez de sus pieles, era como una aguda hoja lastimando el corazón.
-No... No es así, pero ahora ser el
Rey y ser tu padre, se convierte en un conflicto que te aleja más de la dicha
que cualquiera querría para una hija- Tragó saliva y negó con la cabeza. -No es
posible lo que anhelas, si Natsuki ha cargado con la pena de ser una bestia...
no debes ser más débil-
Mashiro mordió sus labios y desvió
la mirada a un lado. -Está bien... padre, pero en cuanto exista la persona que
tanto se requiere... Ren y yo, no estaremos juntos por más tiempo-
-¿Pero cómo dices eso? No crees que
has sufrido suficiente la ausencia de tu madre ¿Cómo negarle un padre a tu
hijo?- Era una absoluta insensatez.
-Es para eso que lo escogiste, una
semilla es todo cuanto se espera de él... y yo no soy menos a falta de uno de
mis padres. Sé que si accediera a yacer con él, tengo la certeza que no podríamos
vernos más, sería insoportable mirar su rostro anhelando otro en su lugar... ¿Y
qué hay de él? ¿Sería justo ver mi desprecio cada vez?- La frustración que no
escondía su voz. -No pidas más de mí, papá... Te lo suplico-
-Mashiro- ¿Era imposible hacerla
entender? -¿Hay algo que pueda hacer para que cambies de opinión? ¿Imaginas
cuanta tristeza me llena al verte así?-
-Elegiste a mi mejor amigo para ser
mi esposo, y no solo me privaste a mí de ser libre... a él también y ahora no
puedo correr tras esa persona sin saber si está bien o solo se fue porque no ha
querido verme más ¿Imaginas esta situación?-
-No puedo hacerlo, pero es un peso
que tendré que tolerar dentro de mí y ser lo que debo ser... El rey, igual que
tú un día serás la reina y espero que sea junto a Ren- Palabras dichas con un
sinsabor, sabía que su hija sería una sucesora digna, pero el mundo que no sabe
discernir la fortaleza de la fuerza, poco entendería de cosas como una reina
sin herederos o un esposo.
Eso ella también lo sabía, una vida
es nada comparado con el hilo de sucesiones que sostienen la certidumbre de las
gentes, era el bienestar de miles sobre sus deseos, pero la parte más rebelde,
la que amaba, resistía a una vida resignada. Pese a todo acalló una réplica
más. -Está bien padre, pero si no puedo hacer realidad mi propio anhelo...
entonces, concede a todo el que como yo está limitado por la ley para desposar
a quien verdaderamente ama y sabes a qué me refiero padre, porque si no lo
haces tú, yo seré tan paciente para aguardar el momento en que la corona pese
sobre mi cabeza- La efigie que se hizo su rostro no le abandonó desde entonces,
con cada emoción escondida en su mirada, era como ver a una muñeca de
porcelana. -Si no apartaré a Ren, no será más que solo una vez ¿Lo comprendes?-
-Si...- Sintió envejecer 5 años con
esa respuesta.
Deslizó su mano sobre el vidrio, llegó a sus oídos el
chispear de la chimenea, allí los maderos rompiéndose por la acción del fuego
consumiéndoles poco a poco. Taeki se sentía como aquel, consumido por la
amargura de forzar a su única hija a yacer con un hombre que siendo bueno, no
era el escogido por su corazón.
Apoyó su frente y cerró sus ojos sintiendo la fría
superficie del vidrio, así como llamada por sus pensamientos la vio correr por
los jardines, a su hija, una joven enérgica que parecía olvidada desde hacía 3
meses. -Lo lamento... Mashiro... Arika- Se apartó así de la ventana, tomó
asiento en su silla y se dispuso a romper el sello de la carta de su hermano.
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Corriendo, pasando de largo sobre la gente, haciendo caso
omiso de las palabras que silbaban como ruidos muertos a su alrededor, así
escapaba por un breve momento a los protocolos sin fin de su jaula de oro.
Estaba reunida en el salón con Ren, hablaban acerca de la nueva ruta de
comercio con Ealis, él acudiría allí a una importante reunión para concretar el
acuerdo y ya tras culminar los últimos detalles de aquella importante empresa,
entró presuroso un guardia suplicando mil disculpas por su interrupción. Justo
en ese momento perdió la percepción del mundo y todo lo demás una vez dijeron
el nombre que era motivo de angustia desde hacía tiempo y no lo pensó
demasiado. “La espera en el templete,
afirmó que usted sabe dónde es... no dijo nada más”
Cuando arribó al jardín, tenía la sensación de un intenso
palpitar en el pecho, ya que ni siquiera se había preocupado de buscar el
prudente abrigo que el naciente invierno exigía, simplemente deslizó sus pasos
sobre la nieve blanca que ya comenzaba a esconder la tierra bajo sus pies. No
pasó demasiado cuando lo vio, el templete de madera blanca donde jugaban cada
día desde la más tierna infancia, allí se dijeron secretos, vieron pasar los
años, era su lugar predilecto en todo el jardín, incluso fue un castillo imaginario
alguna vez. Dentro de aquel cubierto de madera, una persona con ropas
masculinas aguardaba, lucía pantalones de cuero claro, botas de montar negras,
cinturones marrones donde un estuche de un arma aguardaba al lado derecho y una
funda de sable en el izquierdo, contaba con un abrigo de piel de oso sobre sus
hombros. Mashiro dudó por un momento, pero en cuanto la figura se dio la vuelta
para mirar en su dirección, la ahora más larga cabellera castaña se movió para
dar paso al fino rostro de aquella a la que con tanta tristeza añoraba. Vio los
ojos hechos de zafiro, reconoció ese rostro ligeramente más largo, observó la
camisa blanca un poco sucia para su gusto, pero seguramente era a causa del
viaje, y sobre ella, un chaleco café con lo que parecía una funda adherida a su
espalda. De ese modo y más pronto que tarde un nuevo aire de energía la
embargó, corrió como alma arrastrada a los confines del inframundo, pero lejos
de huir, se precipitaba sobre él, o dicho de otra forma, sobre ella.
Mashiro extendió sus brazos cuan largos eran y la abrazó sin
dilaciones, con todo el impulso que llevaba supuso que se caerían, pero la
persona a la que envolvía se sostuvo firmemente como si sus zapatos estuvieran
adheridos a la superficie terráquea. No se preocupó de nada más, el aroma a
caramelos y avena que manaba esa persona, era tan conocido como en sus más
dulces recuerdos y con el pasar de los segundos se vio cubierta por el abrigo
de la joven que pese a todo no le devolvía el abrazo. Extrañada la heredera de
la casa Kruger se apartó un momento y aunque el rostro de Arika expresara su
contento, notaba en sus ojos una languidez preocupante. Aquel momento de
repentino razonamiento trajo consigo además un nuevo sentimiento, uno jamás
experimentado hacia la otra muchacha, no era otro que la ira.
-¡Eres una tonta! ¿Te has imaginado siquiera cuan
preocupados nos tenías a todos?- La Kruger se cruzó de brazos molesta, mirando
de soslayo a la que por mucho tiempo fue su amiga y que ahora se convertía
en... algo más, la portadora de un nombre mucho más complicado de definir. Tan
enojada y tan contenta por verla, se hacía una paradoja en su interior. -Era
una carta nada más ¿Cómo has podido desaparecer durante meses? Y si... ¿Y si te
hubiera pasado algo?- La futura reina ya rememoraba aquellas nefastas ideas que
la asecharon durante largas noches.
-No ha pasado nada... Mashiro- Musitó Arika sin preocuparse
del frío del que ahora no estaba cubierta por haberle provisto su capa a la
joven frente a ella. -No has cambiado nada- Sonrió amablemente. -También ha
sido un descuido el no salir abrigada ¿No has pensado que pudiste enfermarte?-
-No... No intentes cambiarme el tema- Frunció el ceño la
peli plateada y Sayers no pudo evitar pensar que dos primas eran bastante
parecidas.
-No lo he intentado... solo, quería verte, extrañando cada
gesto de tu cara y pensando que no hallaría el valor para estar junto a ti
nuevamente- Ciertas palabras, disfraces sutiles de la mente para escapar a la
amarga realidad, cuando por reflejo busco el anillo en la mano de su Alteza.
Con un mohín en su faz, Mashiro desvió la mirada
abochornada. -Estás tan calmada, al punto en el que la niña parezco ser yo ¿Qué
ha pasado contigo?- Llevó ambas manos al abrigo y lo estrechó más contra sí,
llenándose de aquel aroma que echo en falta tantas veces, tal acción era
excusable pues a fin de cuentas helaba. Pero al ver a su amiga, esta no parecía
afectada por el frío, cuanto más tiempo la miraba más terriblemente atractiva
le parecía, pues no se veía ya como la niña con la que jugaba años atrás, era
tortuoso contemplar una figura tanto delicada como atlética bajo las ropas de
un hombre. ¿Quién era entonces la extraña persona frente a ella?
-Tuve suficiente tiempo para pensar y es que me di cuenta
que no podría vivir en paz, solo alejándome de ti- La castaña escondía sus
manos cruzando los brazos sobre sus costados, procuraba naturalmente ocultarlas
de la vista azul que curiosamente la escaneaba de pies a cabeza. Arika tampoco
había pasado por alto los encantos de la dama, si es que ver a la princesa cada
día hubiera mermado su encanto, lo cual era imposible, haberla echado tanto en
falta había incrementado dolorosamente su belleza.
-¿Te fuiste... por mi causa?- Una mueca culposa se alojó por
un instante en la faz blanca de la joven noble.
-Más que por ti... por él, por los dos- Frialdad repentina
emergió en la mirada zafirina, Mashiro comprendió que miraba sobre su hombro y
al seguir la misma trayectoria, observó el motivo de tan radical cambio de
actitud. Ren caminaba sobre la nieve portando un abrigo en las manos, por el
color blanco, la Kruger supo que era para ella. Con el malestar en alguna parte
de su cuerpo quiso decirle a Ren Sayers que no viniese a su encuentro, que les
diera una poco más de tiempo... pero era tarde para ello.
-Supongo que es mal momento y que nunca lo dije por
cobardía, pero no sabes cuánto he envidiado su suerte, no te imaginas cuanto te
he amado... Mashiro- Esa voz tan cercana, en su oído y luego los pasos que las
distanciaba. Al mirar atrás, la aludida notó que Arika había llegado hasta el
otro extremo del quiosco que las resguardaba de los copos que caían y en su
rostro una escurridiza lágrima delataba lo que tanto tiempo se obligó a negar
en el fondo de sus propias percepciones ¿Cómo no saberlo? Si Arika la miraba
como al sol que ilumina las mañanas, se mordió los labios y contuvo con sendos
esmeros el no llorar también ¿Para qué saber una verdad tan desdichada? Si
quería solo penar por su amargura y jamás verla a ella padecer la misma suerte.
Giró el anillo en su dedo y guardó la compostura por muy poco. -Lo lamento,
Arika... eres la mitad de mi alma, pero él también lo es- No mentía, los dos
eran sin lugar a dudas su mayor tesoro, por amor, por amistad, por los lazos
que formaron desde el primer día de conocerse.
-Si... lo escogiste a él, eso ya lo sé- La castaña bajó los
brazos a cada lado y cerró sus puños aun contra la inmovilización impuesta por
las vendas, aquel dolor en las heridas apaciguaba la ira que comenzaba a nublar
su juicio, pues cuanto más se acercaba Ren, mayor agonía sentía dentro de sí.
La dama noble quiso explicarse un poco más. -Eso no es...-
-¡Arika! Qué bueno verte hermana- La voz de Ren las
interrumpió, se miraba contento pero más rápido pasó de largo sobre la castaña
hasta ver a Mashiro. -Qué frío hace, ese no es el abrigo de una princesa, ni
puede cubrirte lo suficiente- Tan rápido como llegó, el noble caballero de la
familia Sayers retiró el viejo abrigo de oso que a mala hora desentonaba con
los blancos atuendos de su esposa, la prenda cayó al suelo y fue reemplazada
por otra más blanca y mullida. -Deberíamos entrar en la casa... todos, o tú
hermana ¿Quieres enfermarte?-
Arika miró al mayor, a él le interesaba en demasía Mashiro
¿Pero cómo culparlo? Lo que le hacía reverberar la sangre en las venas no era
otra cosa que aquella marcada forma de exponerse mejor para todo, incluso para
ofertar un regalo o un cuidado, si le daba una rosa a Mashiro, él llegaría con
un ramo completo, si le ofrecía un collar de oro, él traería perlas para
adornar, si le daba lo único que tenía encima para aplacar el frío invernal a
costa de yacer sin nada para calentarse a sí misma, él le daría un abrigo de
pieles y arrojaría el suyo al suelo sin siquiera preocuparse de nada más.
-Basta... Hermano- Ya no más.
-¿He?- El muchacho se volvió a mirarla con desconcierto,
jamás le refutó nada su hermanita. -¿Te pasa algo?-
-¿Qué compartimos tú y yo, Ren?-
-Somos hermanos, claramente todo es compartido...- Parecía
obvio para el castaño, ligeramente más alto y finamente vestido.
Arika negó con la cabeza. -Nada, absolutamente nada me
pertenece... todo es tuyo y te juro que jamás cuando fuimos niños eso llegó a
importarme- La joven ladeó la cabeza y tensó la mandíbula. -Lo tienes todo y la
única cosa que realmente he ansiado para mí, también te pertenece... pero por
la Diosa ¿No puedes solo desaparecer por un momento nada más? ¿No has visto que
esta era una ocasión solo suya y mía? No esperaba nada más Ren, solo eso...
despedirme apropiadamente-
El Sayers guardó silencio, como intentando tejer las ideas
en su mente. Sin embargó Mashiro no pudo callar ante aquella nueva información.
-¿De qué hablas? ¿Te vas?- Cuestionó intentando suponer que se refiriera a otra
cosa.
-La ocasión anterior me fui, usé la carta como excusa para
no tener... no tener que verlos juntos por más tiempo- Una creciente vergüenza
se alojó en la faz de la castaña, aunque no bajó la mirada ni escondió su
rostro. -Fue una mala forma, eso lo sé...-
-Arika... ¿Acaso insinúas que sientes...?- El joven buscaba
la palabra para describirlo, pero no la encontraba.
-¿Amor?- La de zafirino mirar miró con desdén a su hermano.
-Tanto te cuesta la idea ¿Hermanito?-
-Eso no es posible... tendrías que ser una tríbada- El joven
no evitó algún repudió al final de la expresión. -Para actuar en semejante
forma-
-Vaya, Ren tiene una pizca de vocabulario ¿Siquiera sabe el
insulto que es eso?- Arika ya deslizaba una de sus manos cerca de la empuñadura
del sable, delatando así ante los ojos celestinos que iba a retar a Ren a un
duelo, solo por la gravedad de un insulto que la golpeaba también
colateralmente a ella.
-Basta... basta los dos- Se impuso Mashiro con voz firme,
pero la flama de la discordia se había extendido dentro de los dos castaños
como el voraz incendio de un bosque.
Ren no evitó sentirse amenazado ante aquella declaración,
como si existiese la posibilidad de verse vencido en lo único que él sabía, era
seguro perder. -Arika, sabes bien que ello no es conveniente para ti... si
nuestro padre lo supiera-
-¿Y crees que me importa lo que él piense?- Aunque lo dijera
de esa forma, sentía que una explosión nacía desde su interior, como si el
cántaro de su paciencia se hubiera roto irremediablemente, aunque la portadora
del “Zafiro del cielo azul” estaba
segura de saber que la fisura desgarrando y desplazándose estaba en otra parte,
muy dentro de su pecho. -No Ren, sería la primera vez de interesarse ¿Y que
podría hacer? ¿Repudiarme un poco más? No sospeches ni por un momento que no sé
la gravedad de su desliz, o que la mujer que con tanto desdén me mira no es mi
madre... si me envía lejos ¿No te estaría haciendo un favor?-
-Yo... yo no tengo nada que ganar, si te vas... pues bien tú
lo has dicho, todo es mío y tú prefieres
irte a compartirlo-
Arika negó con la cabeza, mordiéndose el labio. -No me
interesan las riquezas de nuestro padre, no gracias... creo que puedo vivir sin
eso, pero dime hermano. ¿Compartirías a tu esposa?- Ante la pregunta dos
rostros se miraron contrariados, Ren tomó la mano de Mashiro en la suya y se
puso delante de ella.
-Eso... Jamás-
-¿Entonces la amas?- Levantó una de sus cejas, con evidente
interés.
Ren tembló ante la pregunta, pero se apresuró a responder.
-Claro que sí...-
-Demuéstramelo...- La menor quería tener la certeza, si ella
lo había escogido a él de forma definitiva, por lo menos se aseguraría que
fuera la mitad de bueno de lo que debería ser solo por aspirar a tenerla.
-¿Cómo sería eso posible? ¿No te basta nuestra unión ante la
Diosa?- Elevó la mano con el anillo y de no ser por lo cerca que estaba Mashiro
de esa mano, tal vez hubiera perdido un dedo o dos.
La de azul mirar y castaña melena supo que por la diplomacia
no lograría nada, así que procuró atacarlo en el que sabía su punto débil, su
orgullo. -Si estás tan ansioso por demostrar que la mereces más... mucho más
que yo, entonces pruébame que puedes ser todo lo que necesita, que puedes
protegerla. Enfréntame si te atreves- Desenvainó la espada conteniendo con
esfuerzo una mueca de dolor, sin embargo era un alivio que la empuñadura
metálica estuviese casi congelada, era como poner hielo a una quemadura. -Vete,
si eres un cobarde-
-Arika, Ren... están hablando insensateces los dos- La
princesa sostenía con fuerza la otra mano de Ren, intentando evitar que pudiera
ocupar la zurda con la que usualmente blandía una espada.
-No querida Mashiro, si voy a procurar no importunar más en
sus vidas, si es la ocasión de verte feliz... necesito ver que mi hermano es
todo lo que yo no pude ser, que me demuestre por una vez en su vida, que toda
su suerte está basada en el esfuerzo y no en la desgraciada casualidad de mi
cuerpo-
-Si piensas que solo por ser quien soy, me encuentro en mi
posición... Estás equivocada- El joven retiró con bravura su mano de la de su
esposa. -Ser un caballero no supone solo el cuerpo o las vestiduras que
pretendes imitar... pero si tanto esperas que te enseñe, así será- Ren tomó la
espada en su cinto, la cual usaba normalmente como ornamentación pero que sabía
blandir como es acostumbrado en los hombres de su categoría. -Talvez de ese
modo, rectifiques el desviado camino de tu vida-
-Lo lamentarás Ren... yo ya he matado a un millar de
monstruos más fieros que tú- Como una sombra se desplazó tan rápido que el
mayor apenas pudo desviar la estocada y caer sentado en la mullida nieve.
Mashiro los miraba en silencio, a la persona amada cuyas
manos vendadas se aferraban con fiereza a un sable y miraba con odio al otro,
que siendo su mejor amigo y esposo, estaba lleno de zozobra ante la aparición
de la que sabía, su más grande rival. Verlos heridos, verlos luchando era la
más horrenda de las pesadillas. ¿Qué hacer? -Arika... te lo suplico ¡Detente!-
-Perdóname, pero yo ya no tengo nada que perder... él sí, él
tiene que poder ser mucho más que el alfeñique que he visto todo este tiempo,
que sea por primera vez un verdadero hermano mayor- Aunque los brazos abiertos
de Mashiro procurarán ser un impedimento, la Sayers corrió y con un engaño de
zig zag logró filtrarse debajo de ellos hasta llegar a su hermano que apenas se
ponía de pie. A falta de espada, Arika lo embistió con su hombro y el chico
cayó de cara al suelo donde se removió por breves momento antes de mirar hacia
atrás con genuino enojo.
Ren supo que tendría que tomárselo en serio o iba a acabar
mal, ser vencido frente a su esposa por su hermana pequeña, era sin lugar a
dudas un bochorno que no quería vivir. Pero seguía siendo su hermanita.
-Arika... esta vez no será el juego de las espaditas con palos que teníamos
cuando niños, y no vendrá mamá a separarnos cuando te haya dado un golpe
accidentado-
El mayor intentó una estocada, no muy seria, ni muy fuerte,
tan evidente su intención que la otra esgrimista se hizo a un lado y deslizó su
espada superficialmente a la altura de las costillas de su hermano. -Procura
que no la deje viuda a ella...- Musitó al final.
-Argg...- Ren se llevó la mano sobre la herida, cuya
profundidad no tenía el nivel de gravedad que si escandalizaba su sangre. -¡Arika!
¿Quieres provocarme en serio hermana? No ha sido suficiente insinuar tus
intenciones a mi esposa, humillarme... ¿Qué más quieres?-
-Que lo hagas en serio... o te mostraré lo que sí puede
hacer un rival de verdad- Volvió a acercarse tan rápidamente, que el caballero
de la familia Sayers no lo vio venir,
una patada en la misma herida que le había hecho la menor y de nueva
cuenta terminó con la nieve como lecho, casi sin poder respirar. Tosió
abruptamente y sintió el sabor metálico en la boca, realmente estaba recibiendo
una paliza. Ya no era una cuestión de orgullo, comenzaba a dudar que la otra no
estuviera intentando matarlo, Ren miró el cielo un breve momento, con esfuerzo
tomó asiento en la nieve y se sujetó las costillas, su espada tirada a un lado
y los sentidos embotados, casi sentía náuseas por el golpe. Al recobrar el
ángulo de visión vio como Arika le impedía el paso a Mashiro ¿Cuánto había
pasado? ¿Segundos? ¿Minutos? Discutían pero no podía oírlas, no con el sonido
rimbombante de sus latidos en el oído. Su esposa sufría, la persona que amaba,
quizás no de la misma forma ni con la misma intensidad que Arika, pero vaya que
era importante para él...
Así lo vio, la gota que rebosó el vaso, ella tomo la
barbilla que se resistía orgullosa, con la fuerza de unas manos magulladas y
vendas manchadas de carmín, entonces no hubo espacio, sus labios juntos, sus
frentes, sus cabellos mezclados y la falta de resistencia de la que juró
lealtad eterna a su lazo, aquello era verdaderamente horripilante, una
ignominia, Ren se levantó como pudo, tomó la espada y con un grito de guerra se
apresuró a realizar una estocada iracunda sobre Arika.
La castaña lo vio venir, no es como que el placer de los
labios de Mashiro no fuera un sueño anhelado, ojalá hubiera tenido esa idea
tiempo atrás, robarle un beso a la princesa de Windbloom y probar su suerte
ante cualquiera que intentase importunar, pero no... Esta vez tal atrevimiento
se había dado en la meta de enardecer aún más los ánimos de Ren, si no podía
soñar el tener su afecto por propia voluntad, al menos una vez en su vida
podría afirmar que la hubo besado. Que mala suerte, la gloria de su boca, un
intento claro por silenciarla, un sueño hecho realidad y no tuvo más opción que
empujarla a un lado para evitarle daño alguno, además de poner la espada en
medio esperando no perecer en medio de la que juzgaba su más grande proeza.
Pero Arika no contó con la fuerza incrementada por la ira de su hermano, él
logró desviar su propia espada lo suficiente para rozarla con su filo sobre el
hombro, la castaña no podría sostener la espada de continuar así, le abrazaban
las heridas y la sangre resbalaría la empuñadura en poco.
-¿Cómo te atreves? ¡Infame! Vil rata... basura venida de
menos... ¿Esperabas que ella te correspondiese?- Decía vociferante el mayor ya
habiendo perdido los estribos y la prudencia. -Que inocente criatura puedes
ser... ¡Ella no es como tú! Asquerosa tríbada-
-Je, al fin te lo tomas en serio- Arika aprovechó la
ocasión, retiró del camino su propia figura, Ren resbaló por inercia y con algo
de ayuda del hombro de la menor, dio una voltereta y terminó volviendo a
adornar el suelo. -Esto delata un poco más de agallas...-
Ren desde el suelo se sentía impotente y avergonzado, volvió
a levantarse con solo más que el orgullo lastimado, esta vez pensó un poco más
antes de ir contra Arika, miró sus manos, cada vez más manchadas de sangre, una
cosa seguramente dolorosa ¿Apenas podía sostener la espada? La observó un poco
más, su postura no era perfecta como al inicio de la batalla, seguramente
ocultaría más vendas bajo su ropa. -“Retarme
estando lastimada ¿No ha sido lo más tonto?... no, lo más tonto ha sido pensar
que un par de trucos podrán amedrentarme, ni siquiera tú, hermana, tienes el
beneficio de humillarme y pretender salir ilesa de eso”- El castaño se
acercó a la menor y ejecutó una estocada limpia, sin fuerza desmedida,
simplemente un movimiento que implicara el choque de sus espadas. La primera no
surtió efecto, ni las siguientes diez, quince, solo a partir de entonces
danzaron entre ataques y defensas pulidas, que mermaron su eficacia en las
manos magulladas de Arika, poco a poco, el temblor de su espada, la imprecisión
de su hoja delató lo evidente, el simple hecho de sujetar una espada en
semejante estado haría llorar al portador del puro dolor.
-Es admirable... tanta fortaleza ¿Esperas agradarla?-
Cuestionó Ren notando que más voluntad que fuerza tenía la menor. Así, comenzó
a emplear más peso en cada ataque, esperando que su hoja vibrara una y otra
vez, eventualmente no podría sujetarla. Las gotas de sudor bajando ya sobre
cada barbilla, la mancha roja en el costado de Ren incrementándose, al igual
que la de Arika ascendía a la altura del cuello de su camisa.
-Solo dándote problemas... esto no son las espaditas- La
zafirina lo sabía, que él deseaba hacerla soltar la espada y estaba segura que
de hacerlo no podría sostenerla una vez más. Comenzó a mover las piernas más rápido, evadir con su
cuerpo mucho más que con su espada, algo más funcional si el suelo no fuera
peligrosamente resbaloso.
Cuidadosamente y con cada movimiento la menor procuró
sostener su ritmo, evadir con el cuerpo, atacar con la espada y patadas, logró
poner más parejo el combate, ahora Ren tenía que cuidarse del filo y de sus
pesadas botas, sin embargo los minutos pasaron, ambos comenzaron a agotar sus
fuerzas, sus orgullos y hasta sus enojos. Curiosamente el silencio delató por
fin para los contendientes, que Mashiro la cual no gritaba desde un rato atrás
al ser tan olímpicamente ignorada, se había marchado. Arika la buscó con la
mirada incapaz de resistir el reflejo, una distracción que le costó un corte en
el costado izquierdo
-Ahora estamos parejos...- Sonrió el Sayers como si de
verdad estuviesen jugando las espaditas de cuando eran niños.
-Ya veo que si puedes hacer algo por su protección- Admitió
la castaña, Ren no era del todo un alfeñique, aunque sí un idiota de los
grandes.
-Más que algo, Arika...- La miró una vez más y sintió una
honda culpa.
-Pero te falta... mucho más- La chica sabía que se alargar
más el encuentro perdería no por técnica, no por fuerza, simplemente tenía las
manos destrozadas para la lucha y había sido precipitado enfrentar a Ren en
esas condiciones, pero pudo más cada emoción atrapada dentro de sí. -Este será
mi mejor ataque Ren, así que resiste como puedas- Era de justos advertir, así
no podría pasar por tramposa.
-¿Qué?- No había forma en la que pudiera vencerlo, si tenía
toda la ventaja. -No vencerás...- Tomó una posición de defensa y se preparó
para recibir su golpe más fuerte.
Arika negó con la cabeza y comenzó a correr en la dirección
de su brazo izquierdo, una mala idea siendo este el punto más hábil de Ren, vio
la hoja de la otra espada acercarse, sonrió y lanzó una estocada con cada
recodo de fuerza con que contaba, lo que no sospechó es que su hermana había soltado su espada, se dejaría caer de
rodillas, arrojaría su cuerpo hacia atrás formando un arco y se deslizaba sobre
el suelo resbaloso por efecto de la nieve... el filo pasó tan cerca de su
rostro, a escasos dos centímetros de su nariz, pero que una vez fue superado el
envite tuvo toda su espalda descubierta, la joven apoyó las manos en el suelo y
con un grito de guerra mezclado con su propia agonía, movió ambas piernas
contra los costados del mayor, como si de la patada de un caballo se tratara.
El golpe que le vino por la espalda a Ren Sayers fue tan potente que estuvo
seguro de haber visto escurrir la sangre de su propia boca y manchar la nieve
antes de caer al suelo incapaz de mover un músculo más y con la certeza de
tener rota alguna de sus costillas.
Arika por su parte enterró las manos en la nieve intentando
mitigar el dolor, usar esa técnica de tacleada invertida, si la aprendió
jugando con los chicos del entrenamiento en Fukka, pero teniendo las manos así
había sido un suicidio. Apenas podía disimular el llanto de dolor que escurría
por su mejilla, cuando una escuadra completa de soldados arribaba y como
siempre tarde, justo detrás de ellos venía Mashiro más que molesta con el que
dignaba ser nombrado su esposo y con otra que siendo amiga nada más, tenía la
misma responsabilidad a sus ojos. -Verdaderamente son un par de idiotas
redomados-
-Hoy he recibido peores insultos... idiota es amable- Sonrió
cansadamente.
-Levántate...- Ordenó con expresión fría. Mashiro miro a Ren
que seguramente yacía inconsciente. -Y... a él, llévenlo a mis aposentos, que
lo atienda el médico y que no salga de allí hasta que yo conceda su libertad-
El aire que desprendía la peli plateada causaba terror hasta a los más
valientes, nadie osó desobedecer a su futura soberana.
Arika suspiró fuertemente antes de apartar las manos de la
nieve, las ocultó en la espalda pero ello no le sirvió demasiado, el muchacho
que les había abierto la puerta extendía ante ella el sable que le pertenecía.
-Gracias- Musitó con un gesto amable, no tuvo más remedio que intentar sujetar
la espada, lo cual apenas pudo hacer el tiempo suficiente para envainarla en su funda.
-Se... señorita, sus manos- El muchacho observaba las vendas
desgarradas, la nieve y la mancha roja sobre la tela. -Alteza...-
-Shh...- Intentó acallar al guardia pero fue demasiado
tarde, la joven princesa había devuelto su vista sobre ella notando el daño en
sus manos y un gritillo escandalizado emanó de sus labios, la princesa cubrió
su boca con sus manos y se apresuró a llegar.
-Ren... ¿Te hizo esto?- No se atrevía a tocarla, retirar o
no la venda ¿Sería muy doloroso? -Ya verá cuando despierte- No disimuló ni un
poco su enojo, eran hermanos ¡Por la Diosa! ¿Cómo herirse en semejante forma?
-Mashiro, él no hizo esto... si tienes que enojarte con
alguien, es conmigo, creo que le rompí algo- Admitió abochornada la castaña.
Habiendo purgado su ira, su propio sentir, al mirar a la
Kruger lo veía todo con tal vez más claridad, comenzaron a moverse, pero Arika
vio atrás el abrigo tirado y a su caballo más lejos como esperando sus órdenes,
sonrió y ejecutó un silbido caballar para disgusto de Mashiro, la que tenía la
sensación de ir andando con un chiquillo y no una dama del nivel de la familia
Sayers. El Obediente Doba llegó presto y contento junto a la dama que lo
solicitaba, pero Arika deseaba que fuera llevado al establo donde le brindaron
alimentos y descanso adecuados, así que le solicitó tal favor al guarda del
sable y la puerta, comenzaba a pensar que sería bueno preguntar su nombre.
Caminaron todos hasta la entrada, allí los soldados
inclinaron sus cabezas ante la princesa, con una ademán agradecido les ordenó
seguir con sus labores habituales a partir de ese momento. Entraron en el
castillo y una silenciosa, por no decir enojada Mashiro guiaba a su amiga de la
infancia para llegar al sitio donde pudieran ser tratadas sus heridas.
Arika intuyó del enojo de la chica, así que intentó por
donde supuso que podría disculparse. -No hablaba en serio sobre dejarte viuda,
eso... era para provocarlo a él...-
La Kruger se detuvo y la miró. -¿Entonces qué era lo que
querías?-
-A ti... pero de eso no tengo esperanzas ¿Verdad?-
Negarlo una y otra vez, “por
favor que no vuelva a preguntarlo” fue todo cuanto pensó la de cabellos
plateados. -Lo siento... no-
-No... No te disculpes- En ese momento lamentaba no tener
las manos útiles para acariciar su mejilla, suspiró y continuó caminando a su
lado. -Él lo dijo claramente... tú no eres como yo, una asquerosa tríbada y
aunque lo fueras jejeje... porque escogerme a mí entre tantas opciones, hay
chicas muy lindas por ahí- La castaña negó con la cabeza, sonriendo de aquella
y extraña forma tan nueva para los ojos de Mashiro, era una sonrisa dolida,
incluso amarga... como cuando se añora el llanto y se esconde en un gesto
alegre, resultaba insoportable verla así, justamente a ella. -Ahora resulta que
mi forma de ser, mi forma de amar es un insulto...- Tensó la mandíbula y
suspiró. -Mashiro, hace tiempo que no pertenezco aquí-
La dama de sangre azul casi trastabilló ante las palabras de
la castaña, pero pronto repuso su elegante caminar, la miró y evidenció que
esta era la versión más sincera de Arika que hubiera tenido la oportunidad de
ver a lo largo de los años, ciertamente los vestidos le quedaban
maravillosamente pero se mostraba incómoda e insegura, la miraba más cierta
cuando usaba un una falda de fajín árgano, un top cruzado y un chaleco... la
mujer a su lado era una hermosa ave marchitándose dentro de la misma jaula que
ella, pero muy a su pesar, no podía ofrecerle nada para quedarse.
-Es cierto, eres demasiado sincera para yacer en estas
paredes de engaño e hipocresía ¿A dónde irás?- Intentó no delatar la honda
soledad que se quedaría allí con su partida.
-Gracias por no odiarme, a pesar de... de mi atrevimiento-
La joven Sayers al fin pensaba con cabeza fría, era una suerte que su Alteza no
hubiera ordenado la horca por haberla besado sin su consentimiento.
-Somos amigas... eso siempre- Si fuera posible confesar que
nunca imaginó ni en sus más sublimes sueños, recibir un beso suyo, uno tan
apasionado y suave, cuidadoso pero intenso.
La de zafirina mirada sonrió. -Jum... Iré a Fukka-
-¿He? Pero si es el peor lugar del reino- No es que quisiera
ofender a Takeru y a Natsuki, pero los Orphan hacían de Fukka el lugar menos
turístico.
-Justamente por eso iré- Musitó con convicción.
-No comprendo...- Sí, lo que pasaba por la mente de Arika
seguiría siendo un misterio sin importar si fuera pequeña o adulta, necesitaba
un traductor para entenderla.
-Me doy cuenta que soy fuerte, que puedo proteger a las
personas, puedo cultivar la tierra, hacer cosas por mí y por los demás, eso
necesitan en Fukka... cuando me entrené quería demostrártelo a ti, hacerte ver
que era mejor que Ren, pero fue una mala forma de ver las cosas, yo no soy
buena negociando, odio todo el protocolo, me asesinan los vestidos de la corte,
me gusta correr sobre la hierba, comer con mis manos desnudas frente a una
fogata, ser yo simplemente... y eso no es lo que se requiere en este lugar, no
una espada, no una chica que ama la libertad de ser y amar a su manera... por
otro lado tienes un ejército para cuidarte, a pesar de eso yo esperaba
impresionarte -¿Es un poco tonto no?-
Quiso decir ¿Qué hay de mí? Te necesito, ¿De qué me sirve un
ejército si no estás? Era una idea tan egoísta, sabía que de pedirlo ella
accedería a su súplica, pero no era lo más justo. -No es tonto... de hecho
venciste a Ren y él practica la esgrima desde niño-
-Jugábamos... yo los veía en sus clases, pero practicar sola
no era suficiente, al fin recibí la instrucción adecuada y te aseguro que de no
recibirla no estaría aquí... esta vez di todo y gane... por una vez, lo vencí
en su mejor aspecto- Casi se olvidaba por momentos que el motivo de la
discordia era Mashiro, Arika era simplemente ella misma y esta refrescante
versión de ella cautivaba todavía más a la joven princesa de Windbloom.
-Si fuera otra persona, te diría que es lo más lindo que han
hecho por mí- Escaparon los pensamientos de la prisión que suponía su mente, se
mordió los labios y miró preocupada a su acompañante, tal vez la hería pero
para su sorpresa la castaña sonreía amablemente como siempre.
-Si fueras otra persona, tal vez te pediría que vinieras
conmigo a un lugar donde mi espada sea en verdad útil para cuidarte, un espacio
en el que si vas conmigo de la mano a la gente le importará poco- Era un cruel
juego decir aquellas cosas, pero si podía soñar no se cortaría la posibilidad.
-Si fueras otra persona... vería en cada día de mi vida, que fueras feliz-
-Sería... perfecto- Susurró por lo bajo conteniendo un nudo
en la garganta. -Fukka será un buen lugar... sé que Natsuki y mi tío harán lo
mejor para que puedas vivir en paz- Mashiro no se permitió jugar más con la
idea de una dulce suposición, sólo porque la realidad era tan distinta y
apartada del camino que seguiría la vida de Arika.
-Entonces así será, quizás... pueda encontrar a alguien que
corresponda mis sentimientos, tal como lo hizo otra persona- La castaña pensaba
en la valentía de Nina, cuyo sentir fue finalmente despertado por la joven Ho y
con ello una nueva luz de esperanza llegó a su vida, se alegraba y envidiaba a
su amiga, puesto que su historia con la princesa era tan imposible como la que
ella vivió junto a Natsuki.
-¿En quién supondrías tal posibilidad?- Un hilo de celos se
ocultó en la cortante pregunta, pero Arika no pudo notar este detalle, estaban
llegando al lugar donde serían atendidas sus heridas, abrió la puerta de par en
par de un solo movimiento y con su zapato a falta de manos usables.
-Nina...-
-¿Nina?- Los ojos celestes de Mashiro se abrían de par en
par ¿Entonces ya y tan rápidamente había sido reemplazada por alguien de la
familia? Más que molesta estuvo dispuesta a golpear la cabeza de Arika, pero
saliendo de sus oscuras ideas notó que estaban frente a la enfermería y dentro
de ella había ya una ocupante, muy conocida.
-¡Hey Nina!- Dijo Arika con su efusividad de siempre.
-Eh tú ¡Mira a otra parte!- La pelinegra se cubrió el pecho
con las manos, estaba siendo atendida y para tratar las magulladuras de su
espalda yacía en ese momento con el torso desnudo.
-Claro... claro- Arika desvió la mirada a otro lado en lo
que Nina ocupaba el tiempo en tomar algo para cubrirse.
-Saludos Princesa...- Musitó la morena con una leve
inclinación de cabeza, sonrojada por completo pero procurando guardar el
respeto que la princesa de su país merecía.
-¿Tú también estás lastimada?- La ceja de perlado color se
levantó más que extrañada.
La Kuga sonrió cansadamente. -Nada en comparación... ¿Qué
rayos? ¡Te dije que no movieras las vendas!-
-Sí, debí contenerme un poco... pero me pudo el impulso-
Refutó abochornada la castaña de azul mirar.
La Kruger miraba con nuevos ojos la familiaridad entre las
dos jóvenes, que cual camaradas no disimulaban ni un poco el exponer sus
verdaderos pensamientos frente a la otra, una aguja palpitante se formó en su
pecho al instante, pero acostumbrada a esconder sus emociones bajo el velo de
la diplomacia disimuló con una expresión serena. Silenciosamente siguió a la
castaña, la cual aguardó su turno para ser atendida por una doncella y
esperando la llegada del médico que seguramente estaría verificando las heridas
de Ren. En cuanto la joven enfermera comenzó a retirar las vendas de Arika,
esta pudo y por poco contener el llanto, Mashiro tuvo que mirar a otro lado
incapaz de observar tal escena de tortura. ¿Por qué había actuado tan
desconsideradamente con su propio bienestar? ¿Acaso en Fukka se convierten en
kamikazes como parte del entrenamiento militar?
-Alteza... es un placer verle nuevamente, ha sido un largo
tiempo desde la boda de Natsuki- Nina atrajo su atención muy consciente que
sería más que vergonzoso para Arika delatar la agudeza de su malestar.
La aludida se acercó a quien buscaba el espacio de una
conversación, tomó asiento frente a ella y evaluó con sus celestinos ojos el
estado de la Kuga menor, las heridas al parecer en toda la extensión de su
espalda le obligaban a usar vendas en la completitud del torso y claramente de
no ser por la abultada forma a la altura del pecho, Nina no distaría mucho de
ser un joven guerrero de aspecto hermoso, tenía su encanto y eso era innegable
¿Tal vez era cierto? Que las intenciones de Sayers para su olvido estarían
puestas sobre la pelinegra. El monstruo de los celos comenzaba a atacar y la
cara de su alteza no estaba siendo muy hábil en ocultarlo. -Ha pasado tiempo,
demasiado diría yo... ya falta un mes y medio para que se cumpla su primer
aniversario... ¿La señorita Fujino ya ha develado sus verdaderos sentimientos?-
Una forma delicada de preguntar si la maldición seguía sobre los hombros de su
prima.
Nina negó con la cabeza. -Tengo la esperanza que lo haga prontamente,
me es imposible negar la vista de tanto amor y que las palabras se silencien en
sus labios- La Kuga no comprendía porque, si era tan evidente el sentir de la
castaña de Tsu, a causa de que se resistía a convertir ese amor en palabras.
Mashiro sonrió comprendiendo en más de una forma la causa
del callado amor que Shizuru profesaba y sorprendiéndose de la aceptación tan
natural que delataba Nina, cuando para nadie era un secreto que ella estuvo
profundamente enamorada de Natsuki desde niñas. ¿Lo había superado ya? -Siempre
existe más de una razón para que una dama no exprese su sentir a quien más
quiere... tal vez, se calla por amor- Miró de soslayo a Arika, a quien ya le
habían limpiado y vendado las manos, ahora la doncella le quitaba la ropa para
revisar su espalda, costado y hombro, la más blanca desvió la mirada sonrojada,
sería inadecuado ver su desnudez por motivo de la casualidad infortunada.
Nina no pasó desapercibido este hecho, pero no dijo nada, se
puso de pie y tomó una camisa para
cubrir las vendas y la poca piel desnuda que le quedaba, ante el inconveniente
que podía ocasionar la inmovilidad de la tela, o la posibilidad de reabrirlas,
resopló con impotencia.
-Permíteme ayudarte...- Ofreció la princesa con la idea de
hacer algo más que solo mirar. Con sus manos apoyó el desliz de la tela blanca
sobre el brazo de la pelinegra, luego el otro y cuando intento abrochar los
botones de la parte alta de la camisa, una avergonzada Nina la detuvo.
-No hace falta alteza... ya ha hecho mucho por mí y mis
manos no tienen ni un poco del daño que si recibieron las de Arika- La de ojos
magma observaba a la castaña que hacía muecas para no quejarse cuando la
enfermera desinfectaba con algo de alcohol o le aplicaba un ungüento sobre los
cortes todavía abiertos, Nina no sabía si reírse o sentirse culpable en sus
apuros. -... es en verdad terca, dos días sin poder sujetar nada entre los
dedos, la dejo sola unos momentos y como el alma inquieta que siempre ha sido,
echó a perder la curación en menos de nada- Negó con la cabeza.
-¿Qué les pasó?- Mashiro vio una oportunidad de oro para
calmar las dudas que la asolaban desde hace algunos meses.
-Nos atacaron cientos de Orphan... dragones voladores para
ser exactos, uno o dos no son problema, un disparo de un arma común puede
acabar con ellos, pero en gran número, en un enjambre, pueden ser mortíferos...
así que aquella cabezota que ves allí, me ha salvado la vida- Una sonrisa de
agradecimiento y de pena se alojó en la mirada rojiza de Nina que no dejaba de
observar los pesares de Arika mientras curaban sus heridas. -Esos monstruos
perforaron nuestras armaduras, de allí los cortes en nuestras espaldas, una
mole se atravesó en el camino cuando salíamos, ella usó un disparo concentrado,
tan grande como una inmensa bola de cañón, el arma se destrozó en sus manos...
de haber conocido los riesgos, yo la hubiera sostenido en su lugar, ya que sin
ella yo estaría muerta, eso es seguro-
La Kruger intentó no ser dura con la pelinegra, pero una
parte dentro de si quería culparla y depositar su enojo sobre ella, sin embargo
sabía en lo más hondo de su consciencia que Arika se había marchado en primer
lugar por su causa. ¿Cómo castigar a quien simplemente había sido títere de las
casualidades?
-Ella me salvó alteza, pero también... ha venido a verla a
usted, la extrañaba tanto y si no venía conmigo en este viaje es posible que no
lograra salir de Fukka tal y como están las cosas- Sentenció Nina terminando de
acomodar su ropa, ajustó el fajín de sus pantalones negros de modo que la
camisa estuviera debidamente fajada, ató el cinturón a pesar de la ausencia de
Neptuno, acomodó la funda de su arma y después una cazadora escarlata con
bordados dorados para abrigarse del frío. La apariencia de la pelinegra podría
en ese momento robar el corazón enamoradizo de más de un par de las cortesanas
del palacio, pero notaba que la joven no estaría siquiera enterada de esa
posibilidad, no le importaba en demasía.
-Me parece apreciar algo diferente en ti Nina...- ¿Era su
cabello suelto? O la peculiar trenza que nacía en su patilla y se perdía en la
restante melena cobaltina.
Por toda respuesta la morena sonrió incapaz de ocultar su
contento. -Bueno... siempre ha sabido el motivo de mi tristeza a lo largo de
los años, pero por primera vez puedo verla a los ojos y afirmar la alegría
inconmensurable de haber encontrado a mi persona más importante, Natsuki nunca
estuvo destinada para mí... pero la diosa no se olvidó de mí y hace unos pocos
meses he vuelto los ojos sobre aquella dama por la que haría cualquier cosa, me
siento un poco tonta ¿Sabe? La tuve tan cerca todo este tiempo y no había
notado que siempre estuvo ahí-
-Je, eso explica tu buen humor a pesar del desastre que han
hecho de sus cuerpos- Mashiro no reclamaba voluntariamente los descuidos de las
dos jóvenes, simplemente fluía con toda naturalidad.
-Sí, un poco de luz en la oscuridad y la preocupación- Nina
miró con interés a la princesa al parecer perdida en su mundo de cavilaciones.
-Aún recuerdo la historia del ave gélida, el escorpión
gigante, el calamar venenoso y otros tantos relatos sobre los Orphan que han
enfrentado mis ancestros, pero jamás se mencionó que las criaturas acudieran en
grupos numerosos- Cambió el tema esperando no toparse con una ingrata noticia,
la coincidencia del arribo de Arika a Fukka y el tiempo citado por la Kuga,
este detalle no se le había pasado por alto ¿Casualidad? Eso esperaba la peli
plateada.
-Exactamente princesa, a mí tampoco me parece muy normal...
antes podía vérmelas cara a cara con un Orphan y salir victoriosa, pero ahora
están llegando en grupo, sonará falto de cordura pero los monstruos que
atacaron el campo de trigo, los que nos cercaron el paso a Arika y a mí,
trabajaban en equipo... si lo pienso, el enjambre nos arrinconó por todos los
flancos hasta llevarnos muy cerca de la mole, la cual intentó embestirnos y que
de no ser por la increíble idea de Arika, en verdad hubiésemos visto nuestro
fin-
-Esto lo entiendo de ti, de Natsuki y de Akira, conozco sus
razones a profundidad, pero Arika ¿Por qué?- Cerró su puño y frunció el ceño.
-Ella quiere demostrar su propia fortaleza... es todo lo que
puedo entender de sus acciones. “Eso sin
mencionar que busca tu aprobación alteza”- Pensó al final.
-Entiendo... Nina ¿Puedo solicitarte un favor?-
-Lo que usted diga majestad...-
-Es un poco injusto escuchar mis títulos en tus labios
cuando yo te llamo por tu nombre ¿No te parece?-
-Cla... claro Mashiro- Un sonrojo de la extensión de toda la
cara y una sonrisa después, Nina era por costumbre alguien muy formal.
Aun así delató la formalidad de alguna reunión importante.
-Arika parece estar resuelta a volver a Fukka... quiere vivir allí-
-Pensé que... me alegro de escucharlo- Una vil mentira, Nina
supuso que su castaña amiga se quedaría si las cosas salían bien, y aunque no
guardara tantas esperanzas debido al compromiso entre Ren Sayers y Mashiro
Kruger, nunca estaba demás soñar.
-Fukka no es un lugar seguro... promete que la protegerás a como
dé lugar- Las enguantadas manos de la princesa sujetaron con fuerza el hombro
de la pelinegra, se aferraba al único sustento de su calma.
-Ella no necesita...- Al ver más allá en la expresión
atormentada de la princesa, simplemente aceptó tal compromiso. -Lo prometo,
siempre velaré por ella...-
La joven princesa pareció encontrar algo de serenidad en el
acto, en cuanto se volvieron a ver a Arika, los rituales sanatorios habían ya
concluido y Sayers recibía ayuda para vestirse, igual que Nina decidió usar
ropas cómodas, pantalón, camisa y un saco azul rey. Ocurrida aquella
observación, Mashiro se percató de la trenza castaña naciendo de la patilla
derecha, mismo estilo y tejido que la de Kuga.
Aquella joven ponía a prueba su autocontrol cada minuto
desde que volvió ¿O se debía a que antes no estaba consciente de su interés por
ella? Cuando estaba segura de ser el centro de su mundo todo estaba bien, pero
ahora que su compromiso la ataba y le había negado la sinceridad de una frase
más que cierta, ¿Qué derecho o reclamo podría hacer a la idea de verla libre y
en medio de una jauría de mujeres sin escrúpulos? No es que no hubiesen
“tríbadas” como las llamó Ren, en la corte o fuera de las rejas del palacio,
simplemente estaban allí, escondidas de la mirada pública, pero no menos
atrevidas o audaces. Se mordió los labios, Arika se veía más atractiva que su
esposo luciendo los atuendos de un hombre, que tortura era aquella, no mirar,
no ansiar y más importante aún, no sentir.
-Ve con mi hermano, Alteza...- La voz de Arika llegó como un
sonido difuso y lejano, Mashiro no estaba atenta en ese momento, así que la
miró contrariada. -Es con él con quien debes estar... sus heridas son más
severas, yo estaré bien... Nina me hará compañía-
-“¿Y qué significa eso? Me confunde,
una declaración hace minutos y ¿Ahora nada? Ni mi nombre, ¿Es así como acaba
todo Arika?”-
Era demasiado esperar que una mirada comunicase tantas emociones, sobre todo
cuando el objeto de su mensaje evitaba mirarla a los ojos.
-Es una promesa que voy a cumplir desde este momento...-
Apoyó Nina sin entender del todo las acciones de Arika. -“¿No que ibas a luchar por ella?”-
-Nos veremos en la fiesta de esta noche, hasta entonces...
no le robaremos más tiempo- Cortó Arika con diplomacia de la que normalmente
carecía. Mashiro se sorprendió. Sayers sonrió. -¿Creerías que olvidaba el baile
del primer copo? Siempre admiré tu bella presencia cada año...-
-Si... la fiesta- Tragó saliva intentando desviar la mirada
a un lado y no delatar un sonrojo en su nívea faz. -Debo ver a Ren, hasta
pronto...- Su Alteza hizo una corta venía y se marchó presurosamente, no por la
preocupación que pudiera causarle su esposo, sino por el motivo de sentirse frágil
y expuesta, saber que en cualquier momento sería incapaz de sostener aquella
fortaleza de sonrisas creadas para engañar, así y de camino a su alcoba sintió
las lágrimas brotar silenciosamente por sus mejillas, se detuvo, necesitaba un
momento más antes de intentar ser esa falsa persona otra vez.
Arika se quedó mirando la puerta un momento, luego sujetó de
gancho a Nina y se apresuró a salir de la enfermería, llevándola consigo.
Pasaron de largo por las estancias hasta llegar al cuarto dispuesto para la
Kuga por el Rey Taeki, solo entonces con la privacidad suficiente se dejó caer
abrumada en el asiento. -Me lo ha dicho ya Nina... sé que me quiere y soy
importante para ella, pero no soy su elección, no es el tipo de amor que yo
desearía...- De poder usar las manos hubiera cubierto su rostro con ellas, pero
no podía, no había nada escondiendo el llanto que vertían sus ojos azules. Nina
tomó asiento a su lado y acarició su hombro silenciosamente, si necesitaba
desahogarse, allí estaría para ser la calma que le faltara. Arika le contó de
principio a fin lo que pasó desde el momento en que logró ver nuevamente a
Mashiro, la contienda con Ren y el viaje a la enfermería.
Finalmente expuso su sincero deseo, uno que al convertir en
palabras se antojaba tonto incluso para ella. -Quería que viera cuánto mejor
que él puedo ser, pero si lo venzo en fuerza, ¿De qué me sirve? Cómo deshacer
un matrimonio si ya dijo sí... el sí que de verdad significa quererlo como su
esposo-
-Cuando Fujino y Natsuki se casaron, sentí la pérdida por
completo... tal vez renunciar por una vez en mi vida, fue lo que me permitió
ver a otro lado, ignoré a Erstin tantas veces aunque estaba justo ahí, tan
cerca... yo solo podía ver la espalda de Natsuki, entonces ¿En qué posición te
encuentras ahora? Sientes que miras su espalda o aún te parece ver que sus ojos
te miran a ti-
-Solo necesitaba eso, dejar morir mi esperanza... oír su
negativa viniendo de sus labios- Tenia la voz rota, ya para que esconder su
pena.
-No sé porque pensé que ella te correspondería, la forma de
mirarte en la enfermería...- Susurró Nina, pero pensó un segundo después de
haberlo dicho que había sido torpemente indiscreta.
-Ja... no confundas la lástima con el interés- Las gotas se
deslizaban silenciosamente por las mejillas de la castaña, pues al fin y sin la
presencia de Mashiro, podía dejar salir el dolor que tenía atenazado dentro de
sí.
-¿Quieres descartarla por completo?-
-No tengo una sola duda de esto Nina, todo es igual que
cuando me fui... la feliz pareja y yo, el mal tercio. Pero ahora que mi hermano
Ren sabe la verdad, no dudo que se lo dirá a mi padre y él querrá enviarme al
primer monasterio del que tenga noticia para corregir mis aberrantes conductas-
Ver enojada a Arika, tan seguido que no sería bueno para la salud y ya
resultaba preocupante para la pelinegra de carmines ojos.
-Si vienes a Fukka, yo estaré a tu lado... pero por favor,
asegúrate de no tener un solo resquicio de duda, o ni siquiera huyendo tendrás
un momento de paz-
-Yo no puedo ver más allá de este dolor y vergüenza... ¿Qué
ves tú?- Secó el llanto con la blanca manga de la camisa.
-Mentira, celos, tensión... ninguna de las dos actúa
medianamente normal, pero no se dan cuenta de eso, ustedes no se ven a sí
mismas- Nina quiso decir un poco más arriesgando revivir las esperanzas de
Arika, pero fue interrumpida cuando las puertas se abrieron abruptamente, casi
con violencia, llevó la mano a su cintura por puro reflejo, justo allí donde
aguardaba su revólver pero en cuanto vio al Rey desistió de la idea.
-¡¿Acaso enloqueciste?!- La voz de Taeki retumbó en todo el lugar,
el pelinegro estaba más que molesto. -¿Es cierto todo cuanto se me dijo?
¿Atacaste a tu hermano de forma tan salvaje? Me ha informado el doctor que
estará incapacitado durante al menos 3 días ¡¿Rompiste dos de sus costillas?!-
Danza Entre Lobos
Capítulo 34
In
Solitudinem - II
-Mentira, celos, tensión... ninguna
de las dos actúa medianamente normal, pero no se dan cuenta de eso, ustedes no
se ven a sí mismas- Nina quiso decir un poco más arriesgando revivir las
esperanzas de Arika, pero fue interrumpida cuando las puertas se abrieron
abruptamente, casi con violencia, llevó la mano a su cintura por puro reflejo,
justo allí donde aguardaba su revólver pero en cuanto vio al Rey desistió de la
idea.
-¡¿Acaso enloqueciste?!- La voz de
Taeki retumbó en todo el lugar, el pelinegro estaba más que molesto. -¿Es
cierto todo cuanto se me dijo? ¿Atacaste a tu hermano de forma tan salvaje? Me
ha informado el doctor que estará incapacitado durante al menos 3 días
¡¿Rompiste dos de sus costillas?!-
-¿En serio?- Incluso Nina estaba sorprendida, así que a eso
se refería con no haber podido contenerse.
-No quise lastimarlo tanto, pero... en efecto Majestad, yo
he sido responsable de sus lesiones y asumiré la responsabilidad de eso- Arika
se puso de pie llena de resolución, pese a todo nunca había visto tal expresión
de severidad en la cara del rey. -Era una rencilla pendiente entre él y yo, que
finalmente hemos resuelto-
Taeki la observó sorprendido, no negaba su delito si es que
agredir al futuro rey era uno del tipo grave, pero ella era la más valiosa para
Mashiro ¿Cómo tomar represalias contra ella? No caería más de la gracia de su
hija o de su amigo. -No puedo llevarte a la cárcel, ¿Sabes lo que diría tu
padre?- Dijo por lo bajo el monarca sopesando la delicada situación en la que
se encontraba ¿Acaso los hermanos no pudieron resolver sus rencillas otro día?
-A él no le afectaría en lo absoluto, si eso es lo que tiene
que hacer... hágalo sin demora, nadie lo sabrá, ni siquiera Mashiro si es eso
lo que en verdad teme- Dijo con sinceridad y culpa la castaña.
El Kruger no pudo disimular su sorpresa, una vez recuperado
por completo el aplomo suspiró con cansancio. -No lo entiendes pequeña, el día
de hoy que es el baile inicial de invierno, vendrán los monarcas de las
diferentes naciones con las que tenemos convenios de comercio y otras alianzas
en tránsito. Así que la ausencia de tu hermano es injustificable, el será el
futuro Rey y debe actuar como tal, su inasistencia delataría alguna debilidad
en la próxima monarquía, o una sospecha siquiera sobre las lesiones que ha
recibido, expondría un nivel de inseguridad innombrable en el castillo de
nuestra casta ¿Entiendes entonces el predicamento en el que nos has puesto?-
-Ciertamente no sospechaba la importancia de Ren, para usted
o para Mashiro- Se tragó la amargura que admitir tal cosa suponía para ella.
Aun así Sayers levantó la mirada. -Haría lo que fuera para enmendar mi falta-
-Nada puede hacerse, decir de un catarro tal vez... ¿Quién
creería semejante tontería? Ren tiene la salud de un roble- Sopeso el mayor
comenzando a caminar como alma en pena a lo largo del lugar. Se detuvo y miró a
la castaña, lamentaría decirle aquellas crudas palabras, pero necesitaba que la
dama entendiera de una buena vez que no debía guardar ni un fragmento de
esperanza acerca de su hija. -Arika, nunca olvides que él es su esposo... él es
irremplazable-
Nina observó los acontecimientos, la vergüenza y la culpa
llenando por completo el rostro dolorido de su amiga y no pudo evitar sentirse
enojada ¿Acaso poco importaban las heridas que el otro Sayers le había
ocasionado a ella? Alguien que había dejado sangre, sudor y lágrimas por el
bienestar de otros, luchando con la valentía del más fiero guerrero, si tan
solo Taeki o Mashiro pudiera ver la fortaleza de una persona tan tenaz. Quiso
gritar y estuvo a punto de hacerlo aunque ello le significara perder cierto
privilegio, era lo que su yo de amiga le exigía en el alma, cuando se disponía
hacerlo llegó a su mente un chispazo de luz, una loca idea, que de ser el caso
resolvería el problema de ambas partes. -No... Eso no es del todo cierto-
Musitó inicialmente con duda.
-Nina... ¿Se te ha contagiado su locura?- Taeki miró atónito
a la pelinegra que se exponía inoportunamente en ese momento, sobretodo porque
ya era bastante malo lo que informaba su hermano en aquella carta.
-No majestad, apenas sé que no es locura luchar por lo que
más importa para cada uno de nosotros, pero no miento... Ren Sayers, al menos
por esta ocasión puede ser reemplazado- Hilo poco a poco sus ideas, al menos
era una salida al problema inmediato.
-Explícate ¡Ahora!- El Kruger no tenía la paciencia que
hacía menos de hora y media.
-¿No lo ve? Observe a Arika y comprenderá mis pensamientos-
Nina invitó al rey a mirarla, pero el mayor estaba demasiado frustrado para
pensar, así que comenzó a exponerle su idea. Se acercó a la joven zafirina que
estaba muda por la tristeza, la pelinegra sujetó la melena de su amiga y la
llevó hacia atrás atándola en una coleta. -Los nobles no acostumbran conocer a
fondo a las personas, de hecho muchos de ellos pasaran de largo a Ren en tanto
no sea el Rey, pero como usted dice, su ausencia sería escandalosa. Es una
fiesta que se realiza cada año ¿Cuantos han visto al muchacho de cerca, cuantos
notarían grandes cambios que no justificara el tiempo transcurrido? No muchos y
para la ocasión solo necesita el reflejo de un hombre en el lugar, usted mismo
podría entretener a los invitados, hacer de Ren... de Arika, un invitado más-
-¡Es una absurda idea!- Dijo lo primero que le vino a la
mente, un momento después Taeki apreció los rasgos y el evidente parecido entre
los dos hermanos, de hecho con aquellas ropas y de no ser por sus largos años
viéndolos juntos, muy pocos diferenciarían a los dos salvo por el hecho de que
Arika usaba vestidos en aquel entonces. -Una... muy arriesgada idea- Pero
ahora, solo la ausencia de la manzana de adán delataba algo, y esa podría
cubrirla con la ropa adecuada, una suerte que Ren fuese relativamente lampiño.
-¿De... que hablan?- La chica no ataba los cabos,
simplemente se sentía incómoda ante la penetrante mirada del padre de Mashiro.
-Dijiste que harías cualquier cosa por resarcir tu culpa ¿No
es así?- Preguntó Nina, tratando de animar a Arika y que sus arrestos volviesen
a relucir como hacía unos momentos.
-Err... sí- Musitó una nerviosa Arika que se sentía
despellejada por los ojos de su amiga y el Rey de Windbloom.
-Pero sus manos ¿Qué le pasó en las manos?- Tarde notó Taeki
que la chica tampoco estaba en condiciones.
-Ella no salió tan indemne como piensa majestad, pero las
vendas pueden ser cubiertas por los guantes y justamente la que mira una
desventaja, ahora suple la diferencia en el tamaño de las manos entre ambos-
Apuntó Nina con prontitud para evitar que el mayor desechara la idea. -Ella
puede estar de pie, él no-
-Si alguien lo supiera... sería nuestra ruina- Muy temerario
en verdad a los ojos del Kruger.
-¿Quién conoce mejor a Ren que su propia hermana?- Apuntó
adicionalmente Nina.
En ese momento la mente de Arika hizo clic, ensambló el engrane
y notó el problema en el que iba a
meterla su amiga. -Pero...-
-Silencio... deja que lo piense- Ordenó el mayor con la mano
en la barbilla.
-No hay tiempo majestad, si ella va a ser el Ren de Mashiro,
no nos queda mucho tiempo para hacer que luzca como él-
-Arrg... que convincente eres muchacha, pero tengan presente
las dos, que lo que haremos será un secreto que de ser revelado, les traerá la
muerte y como Rey ocultaré el conocimiento de este elaborado engaño
¿Comprenden?-
-Si... la estabilidad política y económica están al mismo
nivel de importancia- Dio el último empujón mental la señorita Kuga.
-Muy bien... Arika, yo enviaré a una sirviente de entera
confianza que sabrá guardar la confidencialidad que esta situación requiere...
Ella te servirá en todo y traerá los atuendos de gala que usarás.
Asintieron las dos. -Como ordene mi señor...-
-Y Mashiro ¿Estará de acuerdo?- Preguntó temerosa la
castaña, aunque fuera indignante fingir ser Ren, sí había causado tantos
problemas, haría lo que fuera necesario por resolverlos, pero jamás contra la
voluntad de Mashiro.
-Estará tan atada de manos como yo... así que prisa, nos
veremos en unas horas y procura ensayar una voz más varonil- Ordenó el mayor
antes de salir presuroso y preocupado, para ponerse él mismo unos atuendos
adecuados para la gala de esa noche.
Una vez a solas nuevamente Arika se quedó mirando a Nina con
ojos asesinos, ¿En qué cabeza cabe semejante idea? -Es tu oportunidad...-
Musitó la morena antes de recibir algún cuestionamiento venido de su amiga. -No
lo has descartado, pero tampoco tienes ninguna certeza favorable, tendrás la
oportunidad esta noche, hablarán sin la presencia de tu hermano y serás al
menos por una ocasión, su pareja a la vista de todo el mundo. Disfrútalo
simplemente- Palmeó el hombro ante la expresión abrumada de la castaña.
-Es indignante... un poco- Suspiró tomando asiento en la
cama, cuando en la puerta se escucharon tres toques.
-Bonsoir Monsieur- Una cantarina voz vino del otro lado,
Nina y Arika se miraron entre ellas ¿Era aquella la sirviente de confianza? Al
abrir la puerta, una dama de rosácea melena y pálida faz aguardaba con una
sonrisa serena en sus labios.
-Eso fue rápido...-
-Misses Sayers, Kuga... Tiempo sin verlas-
-¡Shinzo!- Las jóvenes acudieron a su lado para saludarla
apropiadamente, cuando había vuelto de Ealis aquella institutriz. Relatos de
reencuentros, historias y demás tuvieron lugar, a la par que la dama más
experimentada en las artes de la etiqueta disponía todos sus esmeros en
convertir a Arika en un fino caballero de la corte.
.
.
.
-A veces tengo la sensación de que puedes leer mi mente,
pero... no te ha parecido obvio hasta esta tarde- La voz grave de Ren se
escuchó en su recamara, mas no estaba solo, su esposa le acompañaba un momento
antes de acudir a la fiesta, ambos supieron por boca del Rey que esa noche
Arika Sayers suplantaría a su hermano, debido a su inconveniente estado de
salud.
-Somos amigos desde siempre, Ren- Mashiro sujetaba la mano
del convaleciente joven, mientras él la miraba con una expresión llena de
tristeza, si no lo confrontaban sus ojos eso solo ocurría cuando la dama lo
evadía o escondía la verdad.
-Somos más que solo amigos, de otro modo ¿Por qué me has
concedido el privilegio de tu cuerpo?- Era casi un reclamo, una ilusión nacida
de aquel sublime momento que fue compartido, una noche que realmente los
convertía en esposos.
-Ren... no te he engañado, mi sinceridad ha estado contigo
incluso más que con Arika... yo conozco mis responsabilidades, por favor no
olvides las tuyas- Se apartó del lecho, tenía la sensación de estar aprisionada
en tan estrecho lugar.
-Acepté todo esto solo por la ocasión de ser verdaderamente
tu esposo... ¿Pero esto es todo? Me elevas sobre las nubes y luego, ¿Solo
rompes las promesas que hicimos?- Estaba tentado a levantarse de la cama y
encarar a la joven,
-Yo no dije amarte Ren, no de una forma romántica... mis
promesas fueron impuestas por mi posición, cada privilegio tiene una
responsabilidad, cada lujo, un costo... he lamentado que el acuerdo de nuestros
padres te pusiera en la misma posición que a mí, no he tenido inconveniente con
la idea de consentir libertades a tu nombre, solo lo suficientemente discretas-
-Pero jamás sospechaste que yo ansiaba ser tu esposo, no por
un juego o por nuestros padres, yo te deseo Mashiro, me has dado más de lo que
pudiera aspirar ¿Cómo vivir sin ello ahora?-
-Eso no es amor Ren, si lo fuera... sabrías respetar mis
anhelos- La mirada celestina se desvió a un lado, haber aceptado un acuerdo tan
truculento los había condenado a los dos.
Tres toques, luego
dos, silencio y otro más... recordaba esa peculiar forma de tocar. -Un momento-
Dijo Mashiro más para ajustar sus ánimos que por el impedimento de abrir con
demora. Volvió la vista sobre Ren, cuyos ojos tristes la observaban. -Esta es una
conversación que tendrás que esperar- Un silencioso asentimiento por parte del
Sayers y la princesa fue hasta la puerta para conceder el paso a Arika.
De pie frente a la puerta estaba la castaña jugueteando
nerviosamente con la punta de su bota, tembló en cuanto la entrada se abrió
dejando ver la belleza inigualable de Mashiro, la joven doncella lucía un
vestido blanco con un velo perla en la parte inferior y bordados plateados
sobre la seda ajustada a su talle, la prenda no tenía mucho vuelo pero sí una
abertura generosa en la espalda que a su vez cubría con un chalequito abrigador
sobre el que se sostenían dos alas translúcidas con bordes blancos de satén, en
su cabeza ostentaba la corona que delatara su jerarquía y sus largos cabellos
sostenidos por una niña, nada tenía que envidiarle a un cisne. Ambas se
quedaron estáticas en un estado de mutua contemplación hasta que la voz varonil
de Ren las interrumpió. -Déjame verle, si va a ser yo esta noche… quiero ver
que no sea un desatino-
Mashiro se hizo a un lado y Ren pudo verse casi en un
espejo. Botas altas de un prístino color plata le obsequiaban a Arika la altura
que la naturaleza le había negado, allí estaba la menor en sus mejores galas,
un pantalón blanco perla, una cazadora blanca con bordados plateados y una
franja diagonal sobre el pecho de un azul cielo, un fajín perlado y hasta las
cintas honoríficas que delataban su próxima ascenso a la monarquía. La castaña
había concedido que Shinzo cortara un poco de sus cabellos para hacerla ver más
varonil, pero la mayor parte había sido sujetada en una larga coleta y envuelta
en un tejido similar al de su chaqueta, sólo la trenza en su patilla derecha
delataba la verdadera longitud de su melena. Para sorpresa de Ren y de Mashiro,
la querida Shinzo había usado el cabello sobrante del corte para adherir a la
barbilla de Arika una delineada barba que enmarcaba su barbilla tal y como el
otro Sayers usaba desde hacía poco tiempo.
-No dudes que esta noche nadie podrá ver diferencia alguna
entre nosotros- La voz de la castaña más grave y varonil sorprendió a los dos.
-Vamos ya querida, no es cortés llegar tarde a nuestra propia fiesta- Arika
sonrió y tendió su gancho a Mashiro.
-Arika… no tomes ventaja de mi mala suerte- Musitó molesto
desde el lecho un Ren celoso y angustiado.
-Tú has tomado ventaja de la mía, estamos a mano Ren- No
dijo más y apuró a la dama sujeta a su gancho para salir pronto de allí. No se
permitió hacer caso a su hermano a pesar de las réplicas que se oyeron después
incluso de cerrar la puerta, ambas jóvenes caminaron por el pasillo y sólo
antes de entrar al salón Arika le dirigió la palabra a su acompañante. -Luces
más hermosa que la luna, casi no encuentro el habla para hacértelo saber-
Mashiro se sonrojó violentamente, pero buscando algo de
calma hizo la vista a un lado. -Tú también, luces estas ropas bastante bien,
sin embargo, ¿Por qué molestar a tu hermano de esta forma?-
-Ya que su primer pensamiento para mí fue dudar de mi
palabra, incluso de la tuya… si no puede confiar en mí lo entiendo, pero me
molesta que dude de ti, así que lo dejaré angustiarse en vano esta noche-
Expuso con serio semblante en su faz.
-Si… en vano- Murmuró por lo bajo mientras Arika exponía un
ademán al encargado de la puerta para que les diera paso al gran salón y
anunciara su llegada como era lo acostumbrado.
La castaña elevó ligeramente el gancho y con su enguantada
mano acarició gentilmente los dedos de la joven princesa -¿Lista?- Preguntó con
suavidad, por su parte Mashiro asintió con una sonrisa. Las puertas se
abrieron, sus largos títulos fueron dichos, a sus pies se extendía las
preciosas escaleras del gran salón, caminaron con elegancia ante la mirada de
todos, más aguda e intensa la mirada crítica del Rey, Taeki había interrumpido
un sorbo de vino en su copa al escuchar que “El
León de Arias, Ren Sayers Endel heredero a la corona y el cisne de plata la
princesa Mashiro Kruger Blan” habían arribado a la fiesta. Una sonrisa
amarga se formó en los labios de su majestad al evidenciar la diferencia que
nadie más podría en toda la sala, Arika Sayers se mostraba incluso más
portentosa que Ren y su querida hija sonreía con sinceridad solo por la razón
de su presencia esa noche.
-Que hermosa se ha vuelto la bella Mashiro y que distinguido
se ve su esposo, apenas falta que nos brinden la dicha plena de un heredero,
serías abuelo en tiempos propicios, amigo mío- Una palmada gentil llegó al
hombro del Monarca, Taeki se alegró pues conocía el gesto de uno que con muchos
años era casi un hermano para él, Kenji Okuzaki, el comandante en jefe de su
ejército, el más leal de todos, alguien para quien no tenía secretos.
-Conoces mejor que nadie el arte de lo que oculto está,
¿Acaso has perdido el toque?- Bromeó tentando a la casualidad y la audacia del
guerrero, muy conocedor de los momentos y detalles, la observación lo es todo
en un oficio como el de Okuzaki.
-No el toque, pero si la discreción... una jugada arriesgada
de su parte, aunque confío en quien depositó su confianza, vaya Rey que sería
si fuera posible... uno de los grandes, con una sabia esposa- A pesar de la
seriedad de su rostro, una semi sonrisa en los labios delataba la aprobación
del mayor y padre de Akira Okuzaki.
-Está de acuerdo entonces-
-¿Olvida Taeki que es el Rey y su voluntad está sobre
muchas? No podría no acordar, pero si me lo pregunta como amigo, no la veía tan
feliz desde hace varios años, así que bien vale la pena y por esta vez que lo
cierto, oculto sea- Kenji elevó su copa y logró que el más joven volviese a
centrar su atención en la diplomacia, en ser el adecuado anfitrión que alejara
la atención de su hija y su ‘Esposo’.
Más lejos de aquel espacio, caminando con sus manos sujetas
como si fuera aquella silenciosa manera de comunicarse sobre el sonido de la
orquesta y las voces a su alrededor, con las mudas miradas cómplices que lo
desvelan todo, no decían mucho, solo se observaban, encontrándose las miradas
del cielo. -Bailarías... ¿Conmigo?- Susurró en su oído inclinando levemente la
cabeza para hacerse escuchar en aquel suave y gentil tono de voz.
-Sería... dulcísimo- Afirmó Mashiro con una sonrisa en los
labios, cerró sus ojos y suspiró largamente percibiendo el aroma de esa
persona, disfruto de la curiosa caricia que le prodigó la trenza cerca de su
cuello, una venia y una mano extendida, la tomó y se encaminó al centro de la
pista.
Allí sus manos se juntaron una vez más y el baile dio
principio, un, dos, tres... un, dos, tres, al paso del vals, se deslizaron como
ángeles sincronizados y danzaron prodigiosamente sobre las nubes a la vista de
los invitados gratamente sorprendidos, era como volar sin la necesidad de alas,
solo bastaba mirarse reflejada en los ojos azules de la joven enfundada en
aquellos atuendos principescos y saber cuán perfecto podría ser un sueño si era
con la persona adecuada. Una inclinación tenue y Mashiro se dejó hacer,
sintiendo la mano en su talle no temía caer, no había un lugar más seguro en el
mundo, ser suya aunque se tratara de un efímero momento se convertía en una
sensación onírica, se irguió nuevamente, mano a mano, la otra en su talle, un,
dos, tres, una vez más, entonces el salón estaba vacío sin importar cuantas
personas les contemplaran, se miraron. -Tiemblo... se desvanece el mundo si cerca
estás- La voz grave que con esfuerzo sostenía la castaña, los ojos zafiro que
la observaban con tanto fuego, un dejo amargo y otro poco de contento, allí en
las puertas de su alma podía ver la intensidad de un amor tan puro.
Cesó la música, se detuvieron los pasos, llegaron los
aplausos y los brindis, pequeños globos luminiscentes se desperdigaron en todas
direcciones, un ademán del rey bastó, prescindieron temporalmente de las luces
principales y solo por esa ocasión las tiernas luces amarillas en las pequeñas
farolas brillaron más intensamente, asemejando a la primera nevada que
aconteciera ese día, el primero de invierno.
Disfrutaron del instante de paz que eso suponía, el silencio
y la admiración de las personas, Mashiro aprovechó la oportunidad para reposar
en el abrigo de los brazos de Arika, apoyó su cabeza en el pecho del que a los
ojos de todos era su amante esposo, pero el apresurado latido que escuchaba le
recordaba la verdad, se dejó hacer simplemente ¿Para qué fingir amarle si ya la
amaba con todo su ser? Pasaron los instantes, todos miraban el techo donde las
farolas flotantes se deslizaban por efecto de ventilas dispuestas especialmente
para ese show, cuidadosos cálculos y corrientes mecánicas deslizaban las luces
formando figuras en las sombras. -Esta es mi parte favorita...- Susurró Arika
mirando encantada las luces, como si todavía fueran niñas, maravillarse de las
cosas era un don preciado.
-Hay otras ocasiones especiales...- Dijo aún más bajo la
princesa.
Pero Sayers la oyó, bajó su rostro y se encontró con el de
ella tan cerca, se sonrojó. -Mucho... mucho más especiales- Inclinó su cabeza
un poco más cerca ya hipnotizada por el celeste mirar del cisne de plata, cerró
sus ojos para no perder su valentía.
-Más... memorables- Se dejó llevar, se olvidó de todo y de
todos, acercó sus labios a los de ella y un roce casi imperceptible tuvo lugar,
quiso levantarse de puntillas e intensificarlo, cuando una mano en su hombro le
impidió la tarea, la princesa volvió la vista más que molesta, se quedó helada
al ver unos ojos como los propios, desvió la mirada abochornada y se apartó
instantáneamente dando a Arika el tiempo prudente para abrir sus ojos.
-Te he buscado hija mía...- Dijo con voz ronca Taeki, a su
espalda se encontraba un caballero de galas negras e insignias propios de un
duque, sus cabellos blancos e iris carmesí lo delataban como ascendente de los
Dai Artai.
-Así que tú eres el prestigioso León de Arias, un título
ostentoso para un niño- Nagi tendió su mano al apuesto heredero de la corona,
la que será su corona. Una falsa sonrisa y un apretón menos amable tuvo lugar
entre los ‘hombres’, Taeki padeció cada segundo de aquel gesto y de otras
tantas injurias disimuladas con tanta elocuencia, rogó a la diosa impedir un
escándalo, más sorprendido se halló ante la entereza de aquella a la que
subestimara.
Arika contuvo con sendos esmeros el dolor que aquel saludo
le ocasionó, respiró y procuró guardar el decoro para defender el honor
mancillado tan políticamente. -Le pertenece a mi familia por el honor de vencer
en Arias durante la guerra de los 1000 días... le aseguro mi Lord, que
honrosamente podría batirme mil días más por la gracia de mi bella esposa y la
amistad de su majestad-
-Una aseveración muy lustrosa para engalanar a una dama tan
hermosa o incluso halagar a un rey... oh mi joven amigo, “El cisne de plata” ese sí que es un adecuado título para una
princesa, no existe una mejor alabanza a la gloria de su nombre Alteza, aún si
se queda corto para describir tanta gracia- Nagi pasó de largo a un lado de
Arika, chocó sutilmente su hombro intentando enervar los ánimos, luego se
inclinó y tendió su mano a la que sus ojos no evitaban ver con lujuria.
Mashiro se sintió asqueada, pero no podía desairar a uno de
los miembros de la familia real de Artai, aun si fuera un duque en una muy
lejana línea de sucesión al trono, el protocolo la obligaba a tender su mano y
recibir así el gesto gallardo del caballero. La joven contuvo su malestar y
observó con preocupación a su castaña acompañante temiendo una reacción más
molesta, retar a todo aquel que osara acercarse a ella no era la mejor medida
ni la más adecuada cuando de política se tratara.
-¿A qué debemos el honor de su presencia? Duque- Una parca
voz llegó desde la espalda del peliblanco.
-Conde Ario, soy un hombre de negocios y a decir verdad
estoy bastante interesado en las embarcaciones que su familia produce, barcos
es la tendencia actual para hacer llegar lo que se desea hasta los mismos
confines de la tierra- Musitó Nagi ligeramente más serio e interesado en
observar al guiñapo que le parecía su rival. -¿Me concedería un breve momento
de su tiempo?- Invitó con un ademán, como si no acabara de ofender en bastantes
aspectos al castaño.
-Absolutamente, más no sea mucho Duque, pues esta noche es
de celebración y otros desean saludar a la princesa y al león de Arias- Murmuró
hábilmente Arika para sorpresa de Mashiro y Taeki. Conde y Duque se alejaron un
poco mientras el de ojos sangría cuestionaba las dimensiones de las
embarcaciones más grandes a la disposición de la familia Sayers, nudos de
alcance y lógicamente, su precio.
Dicho interludio fue aprovechado por Taeki quien murmuró lo
más bajo posible en el oído de su hija. -No pretendas ni hagas tan bien tu
papel mi niña- Claramente él no había pasado por alto las intenciones terribles
de su hija, darle un beso a Arika, aun si fuera solo fingir ser una pareja
feliz en aquella velada, estaba claro que ello no era necesario, entonces la
chica lo hacía por el placer de hacerlo ¿No delataría eso un sentir que diera
alas a las esperanzas de la doncella Sayers?
-Es difícil controlar mi amor por mi esposo, padre- Dijo la
peli plateada igual de bajo, aunque con un dejo sarcástico en la voz.
-Desearía que eso fuera cierto o que pudiera hacer realidad
tu anhelo, pero no es así hija... así que no le hagas daño, si no puedes darle
todo, no le des... migajas- La miró directamente y negó con la cabeza. -No es
justo, para ella y lo sabes-
Mashiro no tuvo palabras para replicar eso, bajó la mirada y
contuvo un nudo en su garganta. -Déjame contemplar la dicha en esta ocasión,
para que mi vida tenga sentido solo esta noche ¿Es eso tanto pedir padre?-
-No podrás dejarle ir si te atreves a intentar...- Advirtió
el mayor sujetando la barbilla de la menor, obligándole a verle. -No pruebes tu
suerte si no vas a tenerle otra vez, es... demasiado doloroso- Aconsejó, sabía
que solo una pena más honda se formaría en su interior, ya sería imposible solo
resignarse.
Tensó la mandíbula. -Le dejaré ir... esa es mi promesa-
Intentó refutar, no esperaba verse importunada, si de las pocas cosas buenas
que traía consigo fingir esa noche, era el no preocuparse por lo prohibido de
su sentir y si Arika tenía que marcharse a la mañana siguiente ¿Por qué no
permitirse aquel desliz?
Se formó un repentino silencio, él no podría afirmar ni
permitir un comportamiento semejante, pero como matar de un solo tajo la
ilusión que fuera austera durante meses, qué difícil era no ceder un poco, pero
alguien tenía que mantener la cabeza sobre los hombros y para Taeki, aquellos
tiempos de amor juvenil habían pasado a ser solo lejanos recuerdos cada día más
distantes.
-¡Sharame! ¡Mashiro-Kaira!- Se elevó una voz alegre entre la
multitud, los celestes distinguieron una figura morena en un vestido negro con
detalles rojos ligeramente descubierto para la fría estación invernal, pero que
bajo la calidez de las luces, faroles y las antorchas, era adecuado.
-Ch... ¿Chie?- Saludo dubitativa a la que otros llamaban la
princesa desterrada, pero tan deplorable título no le importaba demasiado, para
Mashiro ella era Harada “El oasis del
desierto” y continuaba siendo la heredera al trono de Argos, además de una
apreciada amiga. -Lady Harada- Recobró la compostura.
Un beso a cada mejilla, así como un abrazo prolongado y la
amabilidad de Mashiro volvía a fluir, Chie le recordaba la brillantez del sol,
la dualidad de lo sensual, bastaría contemplar sus atuendos y sabría que la
morena gustaba de hacerse desear, pero como una deidad inalcanzable se
aseguraba de hacerse ver con su exótica belleza y nada más. También admiraba su
valentía, aún si la mirasen mal ella continuaría tan serena como siempre, pese
a que todos sabían que la silenciosa doncella que la acompañaba era su amante,
allí estaba sin falta en el festival de invierno de Windbloom, miró a la gentil
Aoi Senou a quien saludo con un asentimiento de cabeza. Por parte Taeki se
retiró discretamente, de una grande le había salvado la Argita, sin respuesta,
sin un no ni un sí a aquella atrevida solicitud, por otro lado si Arika y
Mashiro no se encontraban a solas, todo estaría bien, por lo menos el recato
les obligaría a guardar las prudentes distancias.
-Que hermosa estás, más brillante su mirar... algo encuentro
diferente en ti Sharame- La dama Argita no estaba segura de saber qué era lo
que veía en sus ojos, pero apostaría sin dudar su dote por la idea de saber que
algo había cambiado en Mashiro.
La de plateada melena sonrió con cierta tristeza. -No es el
brillo, ni es la dicha... quizás se trate del llanto que se asoma- Aunque su
faz fuese un mar de calma para el que la mirara, aquellos que la conocían de
mucho más tiempo podrían ver que una tormenta estaba anclada en su pecho, cada
vez que miraba en la dirección de aquel caballero.
-Miras a tu esposo, como si no te perteneciera... con el
corazón roto- Chie fue discreta al decirlo, no comprendía completamente a que
se debía tal situación, una pena ¿Acaso los dos tenían dificultades románticas?
¿Estaban peleados?
-No me pertenece... no esa persona- Afirmó Mashiro notando
como Arika exponía ante Nagi las dimensiones de las embarcaciones con sus
manos, dibujando en la mente del otro la capacidad de los navíos de la familia
Sayers, al parecer los negocios se le daban bastante bien, lo sabía, que ella
jamás fue menos inteligente que Ren, pero ser mujer significaba yacer a la
sombra del hijo legítimo de aquel hombre,
-¿Entonces de qué te sirve todo esto? Si eres infeliz-
Cuestionó amablemente Chie.
-Eso me pregunto cada día... pero por favor hablemos de
otros temas más felices, ¿Qué ha sido de ti todo este tiempo?- Era lo mejor, no
seguir pensando en imposibles y tratar historias más interesantes.
-He viajado de vuelta a Argos, mi padre ha enfermado
severamente y después de algún tiempo, falleció- Informó Chie acariciando su
barbilla, con la vista ida, luego sonrió ladinamente y acomodó el flequillo
indiscreto que escapaba de la moña de Mashiro.
-Esa no es mi idea de un relato feliz... como lo siento-
Sujetó entre sus manos la de Harada intentando prodigar un sincero consuelo.
-Es feliz, pues ya no soy paria en mi propia tierra... mis
años de nómada han acabado- Aunque no parecía tan dichosa de informar aquello,
renunciar a su libertad siendo un espíritu libre, más le recordaba la idea de
enjaular a una preciosa ave. Pero la morena no se notaba molesta con ello. -Me
dijo que viniera aquí y le mostrara al mundo a la nueva Reina de Argos- Golpeteó
tenuemente el metal sobre su cabeza.
Mashiro se abochornó de no haber notado ese detalle, inclinó
la cabeza como dictaba el protocolo ante alguien de mayor jerarquía. -Me apena
en verdad mi falta de observación-
-En realidad, quisiera pasar desapercibida, pero sabes cómo
son estas fiestas, se viene a hablar de política cuando todo lo que se anhela
es tomar una copa tranquilamente- Dijo aquello, tomó una copa de vino con una
expresión divertida en su faz.
-Así que estas aquí conmigo para ahorrarte la charla con los
señores de las otras naciones-
-Yo lo vería como el desarrollo de un vínculo futuro, tú
serás reina un día- Afirmó alegremente Chie. -Además ellos son muy, muy
aburridos-
-Ojala fuese tan impresionante como se oye- Suspiró la de
cabellos plata.
-Tal vez, si todo lo que observas son las obligaciones que
una posición semejante implica, pero también debes apreciar las cosas buenas
que esto puede traer- Levantó ligeramente los hombros con la jovialidad que la
caracterizaba.
-¿Cómo cuáles?- La princesa levantó una ceja curiosa e
interesada en su interlocutora.
-Tu reino, tus reglas... piénsalo un poco y quizás puedas
cambiar los pesares que te agobian-
-Aún debo ser paciente, si voy a ser lo que se espera de mí,
o ser un poco más- Dijo con aplomo la más joven de las dos.
-¿Bailarías conmigo?- Preguntó intempestivamente la morena
reina Argita. -Sospecho que necesitamos rescatar a tu esposo de Lord Dai Artai
o lo tendrá secuestrado toda la noche-
-Sería escandaloso- Murmuró apenada Mashiro, los nobles,
reyes y todo el mundo las miraría en mala forma.
-Esa es la idea Sharame- Chie tomó su mano sin dilaciones y
la guio a la pista de baile, Mashiro sonrió ante la curiosa idea de la dama
pues una vez comenzaron a bailar todos las observaron con desaprobación, un
pequeño dejo de su yo rebelde disfrutó aquel momento pues no podría
cuestionarla su padre si aquel pedido había venido de la reina de una nación vecina.
Más apartados estaban Nagi y Arika, quien exponía al Dai
Artai la mejor posibilidad, la que más se acomodaba a sus necesidades
pesqueras. -12 varas es la dimensión más adecuada para puedas usar el barco en
ríos de gran envergadura y capaces de tolerar las costas marítimas de Artai...
Justamente los Nautilus tienen mayor alcance y estabilidad- Explicaba Sayers al
prospecto de comprador que tenía frente a sí, aunque lo negara le apasionaba el
oficio de su familia, pero su padre jamás le dio la oportunidad de navegar en
los barcos o de apoyar los negocios familiares, quería que fuera como toda
mujer, una joya casadera que se exhibe al mejor postor.
-Vaya, tu esposa corre peligro joven amigo...- Dijo Nagi que
no perdía de vista a Mashiro desde la ocasión de su arribo a la fiesta y que
solo buscaba truncar la romántica velada de los amantes, pues ingrato hubiese
sido contemplar un beso entre los dos, de allí su idea de importunarles con una
oferta que un hombre de negocios como Ren no podría rechazar. Arika volvió la
vista preocupadamente sobre la que fungía esa noche en el menester de esposa,
sin embargo sonrió al notar la conocida presencia de Chie Harada. -¿No harás
nada? De esa mujer se sabe que es voraz con las doncellas-
-Haz sido mal informado, Harada es alguien leal y su
‘voracidad’, como así la llamas, está reservada a la señorita Senou, la dama
que yace de pie con N... Kuga-san en la mesa de las viandas- Señaló la castaña
al par que miraban sonrientes el atrevimiento de Chie. -Si no pudiese depositar
mi confianza en mi esposa, sería en verdad infeliz ‘querido’ Duque- Casi le
contrariaba la casualidad, el ritmo de la tonada acrecentó y con ello los ires
y venires de Chie y Mashiro en la pista, un tanto más atrevidos para las
costumbres establecidas, Sayers tensó la mandíbula pero no le dio el gusto de
ver su enojo a Nagi.
-Yo no me confiaría en su posición, el encanto del cisne de
plata hace languidecer a todas las demás doncellas del lugar- Nagi no podía
esconder sus anhelos con Mashiro, era incluso inconsciente de eso, pero no así
Arika que contenía sus celos al ver la forma en que la miraba, primero un baile
no censurable pero si gallardo en la cabeza de Chie y luego a otro, que no
cesaba sus insinuaciones sobre la princesa.
No, ningún ser permitiría una mirada tan desvergonzada sobre
su pareja. -Me preocuparía más de usted... que es el único entre los presentes
que mira con más que solo admiración a mi esposa- Dijo con un tono mortalmente
frío.
-Bien, creo que ya he tomado demasiado de su tiempo...
mañana pasaré a dialogar con su padre el acuerdo al que hemos llegado hoy,
compraré una flota entera jejeje- Nagi puso pies en polvorosa como si tuviera
la sensación de que alguien caminaba sobre su futura lápida.
Arika yació a solas en el lugar mirando con el ceño fruncido
al peliblanco, tenía una mala sensación respecto a él, pero en la posición que
se encontraba desairarle, solo significaría hacer ver mal a la familia Sayers y
al Rey Taeki, se había contenido por mucho tiempo, incluso en el momento en que
aquel desdeñable besó tan babosamente la mano de Mashiro. Negó con la cabeza
antes de caminar hacia la mesa en la que estaban Aoi y Nina ¿Cómo es que no
había visto a la pelinegra antes?
-Eh Nina- Arika levantó la mano amigablemente, pero fue
ignorada olímpicamente cuando llegaba a su lado.
-Vaya que bailan bien, demasiado bien diría yo...- Murmuró
la Kuga tan distraídamente, ante sus ojos Chie estaba tomando considerable
ventaja del hecho de ser reina recientemente nombrada y no escondía en su danza
el pudor que escandalizaba a los hijos de Windbloom, ya Mashiro se miraba
nerviosa y en aprietos por lo apegado de aquella danza, o la inclinación de la
que era objeto y hasta la fecha solo le había permitido a Arika en su anterior
vals.
-Las mazurcas son así, algo ajustadas- Dijo Aoi con una
sonrisa nerviosa en los labios. -“Chieee
voy a matarteee”- Pensó por dentro la doncella de fuego, que si bien no
dudaba de la lealtad de su amante, tenía la certeza de que más de un par de
personas lo estaban cuestionando ya.
-Baila... conmigo- Dijo Arika sin mediar palabra, ardía el
fuego en su mirada al ver tanta desfachatez. Así que arrastró a la pista de
baile a la que era su amiga desde la más tierna infancia.
-¿Qué? pero... pero... no se bailar eso... Sayers ¡Sayers!-
Se quejaba y asombraba de la fuerza que tenía su amiga cuando de celos se
trataba.
Una vez de pie en el lugar idóneo para bailar. -Pues que
bien te movías en el festival del solsticio de verano, recuerda los pasos y ya-
Arika no pensaba ciertas las palabras de Nagi, pero notar la extrema proximidad
de Chie con Mashiro, el contoneo de sus caderas y las venías varoniles, casi de
cortejo que empleaba en la Mazurca le hizo hervir la sangre en las venas, no
sabía correcta tal acción de territorialidad, pero tampoco se quedaría solo a
verlas danzar. Puso su mano en la cintura de Nina, la cual usó por consejo de
Shinzo un traje oriental de seda roja e hilos dorados, un precioso dragón
ascendía desde la parte baja del vestido hasta la altura de su espalda
delineando el bello cuerpo que la Kuga escondía oportunamente bajo atuendos más
amplios, la pelinegra lucía en verdad bella con aquellas galas y la abertura en
su pierna le daba la movilidad que aquella danza animosa exigía.
-Me parece que quieren hacernos competencia- Murmuró Chie
con la mano de Mashiro sostenida en lo alto, de entre las parejas que bailaban
notó muy pronto el arribo de Ren en la dulce compañía de Nina Kuga. -Dime la
verdad Sharame ¿Es ese tu esposo?-
Mashiro buscó en la misma dirección que miraba Chie mientras
se deslizaban lado a lado en la sección de marcha elegante propia de aquella
Mazurca, el interludio antes del último ‘tempo’ en el que volvería a
estrecharse con tanta proximidad, si menos de 10 cm de espacio se consideraba
vulgar para aquellas gentes. Muy para su disgusto reconoció a la compañera de
danza en la morena prima de Natsuki, frunció el ceño con más que solo molestia.
-No se comporta como uno al parecer-
Chie sonrió divertidamente. -Lo mismo podría decir él... o
más bien ella- Giró en el último movimiento y volvió a tomar el talle de
Mashiro, para iniciar a última sección de la mazurca.
-¿Qué dices?- Murmuró espantada la princesa de Windbloom al
ver descubierta la treta.
-No es evidente, no temas por eso...- Aclaró Chie para que
la otra no diera un mal paso. -Ren tiene una cicatriz muy pequeña en su ceja a
raíz de aquel incidente del árbol cuando éramos más jóvenes, hábilmente le
hicieron un pequeño desnivel en la ceja a tu acompañante pero hay detalles muy
sutiles en la fisionomía de una dama que escapan de la vista general, no así la
mía Sharame- Chie sonrió. -Es Arika, ¿No es así?- Mashiro se concentró en no
errar sus pasos y asintió levemente con la cabeza ¿Qué sentido tenía ocultar lo
evidente? La Argita era observadora como pocas y su conocimiento de la figura
femenina no escapaba a su memoria. -Es por eso que sufres, lo he sospechado a
lo largo de los años y me embargó una honda tristeza el día que supe de tu
afirmación sobre su hermano- La de piel broncínea por el sol, aprovechaba el
beneficio del sonido de la música además de la proximidad para tener una charla
lo más privada posible.
-No me lo recuerdes por piedad...-
-Lamento decirlo, si ha pasado el tiempo y una boda no es
algo que puedas remediar Sharame- musitó con sincera pena.
-Eso lo sé...-
-Entonces ¿Por qué privarle de la compañía de Kuga? No es
del todo justo...- Chie intentó sonar comprensiva.
-Es doloroso simplemente... se irán mañana y ya no volveré a
verla, entonces son estas cortas horas el único tiempo del que dispongo para
estar a su lado- Admitió con hondo pesar la heredera de Windbloom.
-Entonces no pierdas más el tiempo en discusiones absurdas,
la diplomacia espera... ella no estará aquí nuevamente- Indicó la Harada una
vez concluyó la canción y los aplausos generales se escucharon, más una
campanilla atrajo la atención de todos los reunidos, el gran banquete daría
principio.
Todos los danzantes abandonaron la sesión de baile y se
dirigieron a las mesas a la espera de ser servidos los alimentos, Mashiro
sonrió con amargura comprendiendo que otra hora sería perdida sin posible
excusa para hablar con la castaña a solas, acompañó a Chie hasta la mesa más
próxima, su padre que la miraba con reproche disimulado elevó la voz para dar
el discurso acostumbrado con ocasión de la ceremonia del primer copo, pero esto
se convirtió en un sonido muerto y de fondo para la dama, pues sus ojos no se
apartaban de Arika y Nina, las cuales hablaban muy cercanamente, ambas llegaron
al tiempo a la mesa y la castaña que debía acudir a su lado conservó las
distancias tomando asiento junto a la oriunda de Fukka. Numerosos sirvientes
finamente ataviados sirvieron bandejas con exquisiteces y platos típicos de
todas las naciones allí presentes, para su mesa fue servido Zas caramelizado,
vino de Ealis, y postre de Windbloom.
Todos comenzaron a comer en cuanto el Rey concluyó su
discurso y tomó asiento junto a los regentes de Ealis, todos salvó Arika que
como una niña contemplaba los platos casi con lágrimas en los ojos, Mashiro se
avergonzó rauda por haber olvidado las heridas de las manos de la querida
Sayers, quiso cambiar de asiento y acudir en su rescate, estaba segura de
recordar que aquella comida se antojaba deliciosa y la chica no había probado
alimento desde su arribo a Windbloom, pero se detuvo en cuanto notó que Nina le
tendía un bocado de comida con una cuchara de plata, un gesto tan naturalmente ofertado
y del mismo modo recibido que la espina alojada en su pecho pareció crecer un
par de centímetros en el acto. No dijo nada, perdió el apetito casi de forma
instantánea, pero un tenue tacto de la mano de Chie sobre la suya y un gesto de
apoyo bastó para que se esforzara en comer y no contrariar a la Reina de Argos.
-¿Para cuándo planean retornar a Fukka?- Preguntó Aoi
intentando hacer algo de conversación en el silencio sepulcral que se había
formado.
-Mañana Alteza... no debemos tardar más- Respondió Nina con
toda la seriedad de la que era capaz.
-¿Tan prontamente? Es una pena, nosotros estaremos unos días
más antes de retornar a Argos... es algo así como nuestro último pequeño viaje-
Musitó Aoi con cierto pesar.
-No digas eso mi amada Nereida, el que sea Reina no implica
un eterno estancamiento, también tendremos que acudir a otros lugares... no
pretendo encerrarte en mi alcoba eternamente- Intervino ladinamente Chie, con
lo que las demás comensales se sonrojaron abruptamente.
-¡Chie!- Reclamó penosamente la gentil señorita Senou.
-No estamos en la presencia de aquellos que miran con desdén
nuestro amor, ni son niñas con las que hablamos, veo tanta pasión en los ojos
de nuestros acompañantes que no he podido esconder la mía- Afirmó la Argita con
una expresión de complicidad, casi retando a Arika que era además de Nina la
más sonrojada por los atrevidos comentarios de Chie y que también comenzaba a
sentir vergüenza por sus celos previos.
-Me parece que son bastante inocentes...- Afirmó Aoi
tratando de contener las palabras de Chie, a las que si diera la oportunidad
podrían ser más atrevidas.
-¿Acaso me dirán que no conocen ya las mieles del amor?-
Cuestionó Chie ligeramente sorprendida. Nina y Arika negaron con la cabeza
bastante apenadas, seguramente a su edad era algo extraño, si por un lado eran
doncellas casaderas y de ser otros sus gustos ya hubiesen conocido en la carne
el placer, en su posición y deseos, no habían intimado nunca con otra fémina.
-Pero joven Ren... usted y su esposa no...- Chie no pudo
evitar la ocasión de una broma.
Arika levantó la mirada preocupada, había olvidado por
completo que interpretaba el papel de su hermano y que... muy seguramente él y
Mashiro ya. -Err... un... un caballero no tiene memoria, Majestad- Los ojos
Zafiro buscaron los celestinos esperando una silenciosa respuesta, más la forma
en que Mashiro evadió su mirada delató la dolorosa verdad. -“Debí haberlo sabido...”-
La Argita se arrepintió instantáneamente de haber jugado
aquel ardid, estaba tan segura de los verdaderos deseos de Mashiro que no
supuso ni por un momento que ella y Ren hubieran intimado, se maldijo a sí
misma por develar tan cruda verdad ante Arika, pues claramente la castaña había
delatado su sincero sentir en medio de aquel baile. -Es...- ¿Y qué decir ya?
Honda culpa se alojó en su rostro.
-Es un privilegio glorioso... de eso no cabe duda- Arika
sostuvo su postura como el falso Ren que era para esa ocasión, aunque el llanto
quería asomar en sus ojos. -Con su permiso señoritas, vuelvo en un momento- Se
puso de pie y caminó fuera del salón fingiendo buscar el servicio para
caballeros, en cuanto logró llegar a un solitario pasillo, apoyó la espalda en
la pared y se dejó caer hasta el suelo... una vez allí derramó las lágrimas que
el salón había contenido por la presencia de cien invitados, yació así durante
varios minutos hasta el momento de recuperar un poco de su compostura, ponerse
de pie y reflejar en un rostro ausente la frialdad con la que quería recubrirse
para no sentir más dolor. -No era una sorpresa ¿Verdad? ¿Qué hacen los esposos
he? Eres idiota Sayers- Se dijo a sí misma antes de secar la humedad en su
rostro y erguirse lo mejor que le fuera posible.
-Ha... Tardado demasiado- Murmuraba Mashiro moviendo la
cuchara sobre un plato casi sin probar.
-Solo fue... al ‘Toilette’- Decía Nina intentando no
preocupar a las demás como ella si lo estaba. -Ahí viene- Dijo para alivió de
las reunidas.
Arika fue interceptada por Taeki antes de alcanzar la mesa,
el mayor le sujetó por el hombro y al ver sus ojos se llenó de culpa, sin
embargo la escondió en la tensión de su puño cerrado. -Gracias por todo...- No
sabía qué decir para consolarle y a la par la solicitud que deseaba hacer, era
demasiado pedir. -Pero... por favor vete mañana a donde escojas, te juro que
velaré para que nada te falte jamás-
-No necesita hacer nada de eso... Majestad- La castaña
levantó la vista, tan vacía como sus esperanzas y su propia agonía. -Lo he
entendido ya, él es... irremplazable- Retiró el hombro de la mano del rey y
quiso seguir su camino, cuanto más pronto acabara la noche más rápido podría
prepararlo todo para marcharse.
-Sayers...- Suplicó su apellido el monarca de la nación,
Taeki sabía que se condenaría en el infierno, pero era además de fortuna,
títulos o cosas, lo único que podía dar. -Hoy no te sirve de nada, pero algún
día... espero que algún día te sea de utilidad- El Kruger vio al ‘muchacho’
detenerse, volverse a mirarlo, entonces le tendió tres documentos sellados y
seguramente firmados. -Hice una carta igual para ti, la primera es la de Kuga,
la segunda es una misiva para mi hermano y la tercera es para ti... ruego que
algún día puedas hacer uso de ella con la persona que en verdad pueda amarte y
que tú ames- Lo último fue dicho con suavidad, aunque no hubiese nadie cerca
debido a que todos estaban entretenidos con las exquisiteces de sus Chef.
-Gra... gracias mi lord, pero podría dársela a alguien que
en verdad pueda usarla- Tomó apenas las primeras dos.
-No la rechaces por favor... es lo único que puedo dar, si
no puedo hacer nada por tu alegría siempre cálida, recíbelo en nombre de mi
hija, a quien le importas demasiado- Sabía que con esas palabras la menor no podría
negarse, era un insignificante alivio a la culpa que contendría en su interior
cada día mientras viviera.
Arika abrió los ojos, era como tener una daga incrustada y
además ver que la girasen teniéndola adentro, bajó la mirada y recibió la
carta. -Gracias, por tener más esperanzas sobre mí que los demás, incluso sobre
mi padre- La castaña guardó la carta dentro de su cazadora solo por no
desairarlo más. -Le llevaré está a Nina y ella estará más que feliz- Dijo para
salir del paso y no tener que ver a Taeki por más tiempo, a él lo quería como a
un padre, pero lo detestaba igualmente por darle tanta fortuna a Ren, no era
justo... en cualquier caso le hubiera dado la oportunidad a cualquier otro,
antes que a ella y por eso detestaría cada día los lastimeros ojos con los que
le miraba. -Hasta... nunca, majestad- No contuvo un grosero decir, pero era eso
lo que él quería oír, lo supo desde el momento en que volvieron a verse a la
cara.
Sus pasos se alejaron, Taeki no escondió su descontento,
pero tampoco acudió en busca de una disculpa, no quería forzar más los límites
de la joven y menos aún en una situación tan pública como aquella, se iba y eso
era a fin de cuentas lo que realmente importaba, así que camino en la dirección
contraria para charlar un momento con el representante de Artai, esperando que
al compra de aquellos barcos fuera simplemente una vista de algún negocio
futuro entre las dos naciones.
Arika llegó a la mesa, pasó de largo sobre Aoi, Chie y
sobretodo, de Mashiro, de pie frente a Nina sonrió genuinamente y elevó los
sobres blancos con el sello real sobre la resina roja a la vista de su amiga.
-El rey te envía la carta que tanto esperabas, me alegro tanto por ti- informó
lo que ya intuía la de ojos magma.
La Kuga no escondió su alegría, la cual estalló en un abrazo
sobre la magullada Arika, casi quiso levantarla entre sus brazos, pero recordó
que eso se vería terrible en el papel de Ren, nada varonil para ser precisos,
abochornada se apartó. -Es un sueño... de verdad que lo es- Musitó sonrojada la
pelinegra.
-Ahora la boda podrá hacerse, eso es... es increíble- Esta
vez fue Arika la que abrazó a la pelinegra, olvidándose así de su propio pesar
prefería estar feliz por quien sí podía serlo.
-Vaya, ¿Vas a casarte Sharame?- Intervino Chie esperando que
nadie notara como Mashiro quería destrozar con sus manos una servilleta bajo la
mesa y de paso lograr algún distanciamiento físico entre Nina y la castaña, una
que parecía mágicamente recuperada.
Nina se desprendió del abrazo de su amiga y miró
nerviosamente a sus acompañantes. -Err... sí, yo necesitaba esta carta, es
para...- No sabía cómo explicar el asunto sin exponer una larguísima historia
detrás, entre esas, la ruptura de su compromiso con Sergei Wong y la aparición
de la graciosa Erstin Ho en su vida.
-Un permiso especial para que dos doncellas puedan
desposarse...- Se adelantó Arika, era la forma más técnica de explicarlo. -Una
carta idéntica a la Natsuki- Levantó los hombros con calma. -Es lo menos que
pudo hacer su majestad después de que ella arriesgara tanto el pellejo para
llegar hasta aquí-
-Algunas matarían por un documento así- Dijo Aoi con una
expresión sorprendida.
-Y quien es la afortunada que será tu esposa querida Nina-
Cuestionó intrigada la joven reina.
-Arika Sayers... mi pequeña hermana, de ahí que yo esté tan
contento... ya pronto, seremos familia ¿No es así Nina?- Arika buscó con la
mirada los ojos carmesí de Nina implorando por dentro que no negara su
suplicante petición.
La pelinegra volvió la vista sobre su amiga, sintiendo su
mano presionar con más fuerza de la necesaria su hombro, sabiendo cuán grande
era su deuda y cuanto más intenso el dolor que sentía la portadora “Del Zafiro
del cielo azul” simplemente asintió. -Como siempre, el amor está a la vista y
no lo notamos tan fácilmente- Dijo Nina intentando sonar convincente.
-Woo... muchas felicidades Nina-chan- Se levantó de su
asiento Aoi y acudió con una sonrisa a dar las pertinentes felicitaciones a la
Kuga.
Zafiro y cielo se cruzaron, una batalla épica tuvo lugar
entre ambas miradas, hasta la ocasión en la que Mashiro no pudo sostener la
suya, sus manos soltaron la prenda rasgada y con la más falsa sonrisa se
levantó de su asiento. -Felicidades a las dos... hazme saber de la fecha para
asistir a tan memorable ocasión-
-Gra... gracias chicas...- La Kuga apenas y notaba el
embrollo en el que se estaba metiendo, tragó saliva e intentó parecer normal.
-Te haré una despedida de soltera que no olvidarás nunca...
bueno, a las dos- Dijo Chie sin dejar de mirar a ‘Ren Sayers’.
Charlas sobre los preparativos de la boda de Nina tuvieron
lugar durante lo restante de la cena, la tensión en la mesa podía cortarse con
un cuchillo y los minutos se hicieron eternos para la pareja de ‘Esposos’ que
apenas y opinaban del tema por pura cortesía, acontecieron otro par de bailes,
unas copas, charlas más triviales que no aminoraron ni un poco la guerra fría
que ocurría a la vista de todos y de nadie. Dieron las campanadas de la
medianoche y con ello tanto Arika como Mashiro supieron que debían despedirse y
fungir por última vez la falacia de ser marido y mujer. Como un devoto esposo
‘Ren’ alegó sobre llevar a la dama a descansar después de un día ajetreado, se
despidieron de las demás y se encaminaron por los extensos pasillos en un
mortuorio silencio.
La princesa se negaba a mirar a su compañera mientras
caminaban y Arika tampoco rompía el silencio esperando con paciencia
simplemente llevar a la dama a la recamara en la que su verdadero esposo
aguardaría angustiado por ella. Era así como las cosas culminaban, no era el
final feliz que la castaña esperaba, era como la más horrenda pesadilla que
jamás supuso tendría lugar, ya que por primera vez le incomodaba la presencia
de Mashiro, aquella dolorosa confirmación la atormentaba en las vividas
imaginaciones de su mente, allí donde parecía que su propia terquedad quería
deshacer la poca fuerza que le quedaba para mantenerse de pie. Del mismo modo la Kruger no lo pasaba mejor,
sentía que todas las palabras de la que caminaba a su lado fueron una cruel
mentira, como si jugar por un momento a ser lo que soñaba ser, fuera la callada
venganza de un sentir no correspondido. Así la mano enguantada de Arika le
detuvo antes de estrellarse de frente con la puerta. -Hemos llegado- Informó lo
evidente a la distraída doncella. -Es... hora de decir adiós-
“Adiós...” Pensó el cisne de plata con un nudo en la
garganta y temiendo dejar salir su llanto junto a las palabras apenas pudo
asentir. A falta de otro momento o de otro acto, escuchó los pasos de las botas
alejarse de ella y un frío tan hondo llenó cada fragmento de su cuerpo, tembló
y cerró sus puños, tensó la mandíbula y apoyó la frente en el caoba de la
entrada de su propia alcoba, sabiendo que al abrir la puerta se encontraría a
la persona equivocada. Intentó un par de ocasiones serenar su respiración,
encontrar la fuerza para entrar en su propio espacio de resignación, pero no lo
encontró. Volvió la vista atrás y no vio más que vacío en el pasillo de aquel
castillo que fuera su hogar desde siempre, pero se sintió abandonada en un
inmenso lugar. Mashiro comprendió entonces que no tendría ni una pizca de calma
lo que restara de su infausta existencia si es que la dejara ir así, aun si
había mentido, si iba a desposar a Nina, tendría que ser más persona, más amiga
y desearle suerte, se dio la vuelta y comenzó correr para alcanzarla, los
pasillos se hicieron borrosos a su alrededor, dio un giro en la estantería para
llegar a las alcobas de huéspedes y repentinamente chocó con la espalda de
alguien, con el impulso se lo llevó por delante y ambas partes terminaron en el
suelo.
-Ay... ayayay- Se quejó quien llevó la peor parte, era una
queja femenina bastante conocida para Mashiro.
-¿Arika?- No esperaba que caminara tan lento, debería estar
en su cuarto hacía tiempo ¿Acaso había hecho un interludio para despedirse de
su prometida? Sintió ira de solo imaginarlo.
-¿Serías... tan amable de bajarte de mí?- Se quejó la
castaña. Casi lo olvidaba que estaba cómoda dispuesta sobre su espalda, de la
cual había olvidado las heridas forjadas en el fragor de una batalla con
dragones negros. Mashiro se puso de pie más que apenada y luego ayudó a Arika a
ponerse pie. -¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con tu amado esposo?- La
castaña no supo esconder su enojo.
-Quería despedirme... de ti- La peli plateada no estaba en
posición de replicar, en realidad lamentaba solo haber guardado silencio y
también sabía a causa de que la castaña estaba tan molesta o actuando tan
extrañamente desde que Chie delató su posición como esposa de Ren.
-Tu silencio fue suficiente respuesta ¿Sabes?- No evitó ser
cortante mientras se sobaba el hombro afectado por la caída. -Yo sé que es
mejor si me voy... para todos, tu padre, mi padre, mi hermano y hasta para ti-
-Eso no es cierto- Reprochó Mashiro con una expresión de
abandono total. -No puedo imaginar este lugar sin ti, pero también quiero
que... que seas feliz y si lo eres junto a Nina, entonces...-
Instantáneamente Arika lamentó haber mentido sobre eso, no
era ni un poco feliz. -Pues... gracias, espero que... que seas feliz con él,
ahora solo te pido que... me dejes en paz- Agrio tono de voz empleó al final la
Srta. Sayers, intentando esconderse un poco en las sombras del lugar, le dio la
espalda a Mashiro y agradeció que la puerta más cercana era justamente la de su
habitación, giró el picaporte para abrir la entrada y escapar, si... huir de la
joven a su espalda.
La Kruger miró con incredulidad a su amiga, estaba
irreconocible, sin siquiera imaginar lo difícil que era para ella decir
aquellas cosas, había perdonado sus palabras, si decir te amo era una
jugarreta, valía más su amistad, una que Arika despreciaba con aquel
distanciamiento. Más molesta e indignada que otra cosa, irrumpió sin cuidado en
el cuarto de la otra, que se giró al verla entrar. -¿Qué haces? Solo vete con
él y ya-
-No me digas que hacer Sayers- Dijo la otra sin reparo de lo
alto en su tono de voz. -¿Es esa la actitud de una amiga? No te entiendo ni un
poco... no así, cuando actúas como alguien totalmente diferente a la persona
que conozco-
-Pues no soy ni la sombra de ese alguien... si tanto te
molesta mi verdadero yo ¿Por qué no te vas?- Pero el final de aquella frase ya
no estaba plagado de ira, si de tristeza.
Mashiro negó con la cabeza. -Primero dime ¿Por qué te
molesta tanto si ahora tienes a Nina para ti? He querido felicitarte esperando
verte sonreír-
-No me digas eso... es peor- La castaña dio un paso atrás y
luego otro, se sujetó el hombro con dolor en su rostro. -Quisiera ver que
estuvieras enojada, la ausencia de tu enojo solo me lastima un poco más-
-Arika... ¿Estás bien?- La de celeste mirar se preocupó en
sobremanera al notar la mancha roja sobre el atuendo principesco que lucía la
castaña, rauda llegó a su lado y le ayudó a tomar asiento en la cama, la miró a
los ojos y suplicó perdón por sus descuidos. -Perdóname... corrí tan
descuidadamente y ahora tus heridas, están abiertas de nuevo, deja que llame al
doctor-
-Mashiro...- Negó con la cabeza. -Deja de ser... mi amiga-
El iris más claro tembló. -No me pidas eso-
Arika bajó la cabeza y la apoyó en el hombro de la dama.
-Mentí... ¿Es eso lo que quieres escuchar?-
-¿Mentir? ¿Sobre qué?- Acarició la cabellera al alcance de
sus manos.
-Erstin Ho... ese es el nombre de la prometida de Nina, la
nieta del orfebre que hizo este collar para ti, debiste solicitar que hicieran
esta joya para él, seguramente Ren podría lucirlo mejor-
-¡Idiota! ¿Por qué mentirme?- Quiso empujarla, sacudirla,
pero era imposible hacerlo cuando se miraba tan lastimada, por dentro y por
fuera, tensó la mandíbula, cerró los ojos y suspiró, cuando egoístamente sentía
un dejo de alivio. -No... No tenías que llegar tan lejos-
-Fue tonto... quería ver lo que no existe- Arika levantó la
cabeza y miró a Mashiro a los ojos. -Je, soy lenta lo has dicho, la verdad me
perdí intentando llegar aquí, no podía pensar... solo eso-
-Quítate la ropa- Ordenó Mashiro con esa clase de expresión
que no admite réplicas.
-¿Qué?- Arika no evitó cubrirse con las manos casi de manera
automática y con la cara más que roja.
La peli plateada desvió la mirada avergonzada con un mohín
en su faz. -Ya que no quieres ver al doctor, al menos deja que vuelva a vendar
esa herida-
La castaña no dijo más, simplemente intentó en vano
desprender los botones, broches y tantas otras pequeñas piezas de su atuendo,
acto que exasperó a Mashiro, quien prontamente deslizó sus dedos con agilidad
pasmosa hasta desabrochar todos los botones y demás de la cazadora de blanco
perla, así mismo y con más cuidado desprendió el saco y la camisa, hasta dejar
a la vista el torso de Arika, uno cubierto a la altura del pecho y el hombro
con vendas. La Kruger tragó saliva involuntariamente al notar el delicado y
hermoso cuerpo que ostentaba la otra joven, su piel era tan suave como una
nube, su talle curvado y su vientre delineado por los músculos tenues que
delataban el rigor de los entrenamientos a los que la Sayers se había sometido.
Con delicadeza, los dedos de Mashiro retiraron el broche de las vendas y con
aún más suavidad comenzó a desprender el tejido manchado de carmín, hasta que
nada quedó para cubrir la desnudez del torso de Arika.
La futura reina se esmeró por no bajar la vista otra vez,
buscó entre los cajones las herramientas suficientes para renovar las vendas y
el ungüento para tratar la herida ligeramente abierta, una vez estancada la
sangre, los ojos celestes se elevaron para ver el rostro de la castaña notando
cuánta vergüenza podían acumular en sonrojos sus mejillas. -¿Mejor?- Cuestionó
preocupada de haberle causado mucho dolor.
La aludida simplemente asintió robóticamente incapaz de
mirarla, gesto que ineludiblemente
incomodaba a Mashiro. Esta sujetó por la barbilla a la joven y le obligó
a mirarla. -Si me enojé... casi pensé que perdía el juicio al escucharte
decirlo-
Los ojos zafiro amenazaron con salirse de sus cuencas, pero
no retiró el rostro de aquellas manos que le sujetaban. -Pero... tú y él, no
recuerdo haber sentido un dolor más hondo que cuando Chie hizo esa pregunta-
La Kruger desvió la mirada incapaz de sostenerla bajo el
influjo de aquellas gemas. -Lo lamento... no quería herirte con ello-
-Entonces, es cierto... que ustedes dos ahora son
verdaderamente esposos- Se mordió los labios, la confirmación no dolía menos
que la duda en sí. Se levantó de la cama y comenzó a caminar en círculos
intentando no pensar otra vez.
-Arika... por favor- La vergüenza, con la sola idea de
sentir el asco de sí misma embargó a Mashiro en el acto.
-No... No pasa nada, nada- Intentaba sonreír una vez más,
para no preocupar. -Es... es lo normal, ustedes dos son pareja después de todo
y yo, yo no podría ofrecer nada mejor... digo, somos chicas y yo no sé de esas
cosas, un día... tal vez un día si pueda decir algo al respecto jejeje-
-No hagas eso... no sonrías cuando estás a punto de llorar,
ni te subestimes más, deja de suponer que es mejor y que por eso lo escogí...
te aseguro que no es así- Musitó con cierta molestia en su voz, sus propias
lágrimas querían deslizarse pero las sostenía en sus ojos acuosos.
-Es que... si me permito llorar, no creo que pueda
detenerme... ¿Entonces por qué lo escogiste?-
-Eres exasperante a veces...- Suspiró agobiada. -No lo
escogí... a decir verdad, solo he hecho lo que se espera de mí y es por ello
que tengo tantas responsabilidades, ser lo que debo ser, incluye ser la esposa
de Ren, aunque seas todo en lo que puedo pensar- Admitió al final.
-Jamás... lo dijiste y yo... yo pensé tanto tiempo que...-
Se acercó nuevamente a la cama en la que la princesa yacía todavía sentada.
-No lo amo, es mi amigo, un compañero de viaje al que admití
temerosa de ver escogido a otro extraño para ser mi esposo- Bajó la mirada casi
con culpa.
La castaña se postró a sus pies y buscó la escondida
expresión de su amada. -Aun así, ¿En qué lugar quedo yo? Yo te amo Mashiro...-
Declaró todavía con un tenue temor en sus ojos zafiro.
-Y... yo a ti, Arika- Deslizó sus dedos por la mejilla del
rostro que la miraba con tanta ilusión, era incluso peor. -Lo siento... lo
siento tanto- Se escapó la tristeza que llevaba dentro, se cristalizaron en
gotas sus arrepentimientos.
Sayers se puso de pie y la acunó en un abrazo abrigador como
ningún otro. -No llores, por favor no... No puede ser lágrimas mi momento más
dichoso, no si tengo la impresión de que lo próximo que dirás es que me vaya-
Arika se preocupó un tanto más al sentir que si lo anterior
no era llorar, haber dicho eso había desencadenado sollozos más intensos,
angustiada se apresuró a buscar el rostro triste de la joven, secó el llanto
con sus pulgares, con su mejilla, hasta con sus besos y así el momento en que
los suyos se encontraron en una caricia celestial que tuvo un principio tierno,
luego uno más ansioso y finalmente uno apasionado, incluso olvidadizo, se
aferraron una a la otra como si la idea de separarse implicara el dejar de
respirar, de vivir en una palabra. Sus bocas se conocieron entre agitaciones,
sus labios se deslizaron sobre los otros y sus lenguas se conocieron en un
sentir de goce como ningún otro. Se apartaron unas pocas veces antes de volver
a encontrarse, como si quisiera una sola noche ser suficiente para pagar la
silenciosa deuda de los años pasados sin un gesto amoroso como aquel. Juntaron
sus frentes al final, mezclados sus cabezos y presurosos sus respiros, azul y celeste
se encontraron, aun vertía lágrimas una de las dos, la primera sabía la razón
de que el llanto no se apagara a pesar de su contacto. -No escaparás de todo
conmigo ¿Verdad?- Formuló la pregunta más temible de todas.
Mashiro negó con la cabeza. -No es... posible-
Arika retiró su rostro de la cercanía del suyo y se
enfurruño a su lado. -¡¿Por qué?! Dime algo que no me haga enloquecer... si me
quieres ¿Por qué no soy tu elección?-
-Porque yo me casé con él y no puede deshacerse la bendición
de una diosa- La mano que gira el anillo en el anular, deseando arrancarlo de
ahí, pero sabiendo que nada borraría el juramento escrito detrás.
Tomó la mano, le obligó a mirarle. -Entonces pídeme que me
quede, lo soportaré si me juras que no volverás a yacer con él...- Silencio, la
castaña se mordió los labios esperando y con cada segundo más dolorosa era la
mordida. -Entonces ¿Quieres que me vaya?-
-Si...- Se tragó un nudo en la garganta. -Si no puedes verlo
estarás mejor...-
-Eso... es todo, no vienes conmigo, te quedas con él y ahora
puedo condenarme de amargura por saber que sientes lo mismo y no estas
dispuesta a hacer lo que yo haría por ti...- Temblaron sus manos, sus labios y
sus latidos. -Entonces ve a su lado... yo me iré en la mañana-
-Arika...- Despedazaba verla así, tan decepcionada, tan
apática.
-No, no digas mi nombre Mashiro... solo ve ya que es lo que
has decidido, así que ten el valor de afrontar esa elección- Se odiaría por
decirlo, pero sería el último acto de entereza que podría exponer ante ella.
-La diosa te cuide y llene tus instantes de alegría, porque será todo lo que
pueda desear para ti... adiós Mashiro y por favor... ve antes de que no pueda
dejarte ir- Ya casi sentía que se rompería su voz.
La Kruger asintió silenciosamente, acarició los puños
cerrados de la castaña y le prodigó un beso a su frente. -Cuídate a donde
quiera que vayas, por favor... haz lo mejor de ti, que la diosa te brinde la
dicha que mi nombre te ha negado siempre, se feliz Arika- Se apartó, se dio la
vuelta sin mirar atrás y se apresuró a salir por la puerta antes de perder la
poca cordura que le quedaba o era tal vez lo contrario, había perdido el juicio
hacía largo tiempo.
El cisne de plata tenía las alas rotas, así se veía a sí
misma la princesa de Windbloom, un destino se había marcado a sí misma al
afirmar sus nupcias con Ren y otro tanto al yacer con él, no podía su sangre
noble desdibujar el camino que había tomado, solo resaltarlo y recordarlo, esa
noche no volvió al cuarto que compartía con él, ni retornó sus pasos hasta la
alcoba de la persona amada, se dejó vagar como alma en pena por los jardines
del palacio a pesar del frío invernal, más fría se sentía por dentro.
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autor.
Cómo siempre excelente, exquisita tu maravillosa forma de escribir, me encanta la historia mil gracias por deleitarnos con tanta pasión, ternura, tristeza e impotencia de los personajes.
ResponderEliminarGracias por continuarla, espero con ansias el siguiente, un verdadero placer leerte
Un abrazo a la distancia
Luz
Hola es hermosa esta historia lloré
ResponderEliminary si tardas no importa si es con algo así
vale la pena
Quiero mas!!!!! Me siento triste
ResponderEliminarPrimero me encuentro los 2 capítulos juntos, luego más o menos individuales y ahora juntos nuevamente con título aclarado. ... lo que demuestra que casi no entro a esta página. .. porfa no nos abandonen escritoras aparezcan
ResponderEliminarMuy biena como siempre espero sigas asi. Y cuando eaciba otra la pongas doble
ResponderEliminarSi sirve de consuelo decir llevo la mitad del siguiente cap y proyecto que sea doble como este porque en uno no me alcanza para lo que sigue. En el siguiente cap veremos a shizuru y Natsuki juntas. Nina vuelve a fukka para ver a Erstin. Ya veremos que pasa... Gracias a tod@s por leer. Abrazos.
ResponderEliminartienes mi completa admiración, amo tu forma de escribir y siempre estoy pendiente de la publicación de cada capítulo, gracias, mil gracias por regalarnos y comunicarnos tanta belleza con tus letras. Un cariñoso abrazo desde Colombia.
EliminarEn serio? Somos del mismo país.
EliminarMe alegro mucho que te gustara, de verdad estoy haciendo la moral de retomar ritmo, ya casi tengo un cap completo y pues la idea es aglomerar dos por temas de edición algún giro en la trama que pueda verificar antes de, pero hay animos de que dentro de este mismo mes en el peor de los casos, haga al menos una publicación más. De veras. Abrazos para ti también.
Me alegra saber que comparto contigo al menos la nacionalidad. :) no te preocupes cuánto demores en tener lista una entrega, créeme cuando te digo que siempre ha valido la espera, así que solo relájate y permite que tu magia fluya.
EliminarBesos desde Medellín
Jajaja, si no es solo nación, también ciudad. Gracias por los ánimos.
Eliminaroh por Dios!!!! :D
EliminarFelicidades como siempre que te leo es fantastico.
ResponderEliminarMe encanta!! Pero Cristalsif xfaaaa mas interacción e intimidad entre Nina y Erstin y Zuru y Natsuki Y Pasión!!! Muchisimas Gracias x el tiempo y talento!! Besos desd España, Carmen.
ResponderEliminarHola carmen, gracias por tu paciente lectura. Te voy a confesar algo, las escenas que más dificultad representan para mí al momento de describir son las intimas. Es por eso que no abundan tanto en la historia, pero encontraré la ocasión de deleitar una lectura con ese tema.
EliminarWoW....
ResponderEliminarBuenisimo ufff espero el proximo soy tu fan jijijiji
ResponderEliminarGracias...gracias..gracias por semejante capitulo!!Es increible y exquisita tu forna de redactar que enamora!!Amo esta novela,por donde se lo mire destella arte literario.Deberias publicar tus escritos porque apuesto a que muchas de nosotras lo comprariamos sin dudar!!
ResponderEliminarGracias y esperare con ansias la continuacion y tener novedades de Nat y Shizu!!se pone cada vez mas interesante todo!!
Besotes!!Mia de Bs As.
Me encanta leer todas tu historias pero me encanta mas .espero el proximo capitulo con ansias !! Saludos desde argentina
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