10-2
En aquella novela las
olas se movían marcando el ritmo de la vida. Era envolvente. El estilo de la
narración de repente abrumaba tanto que podías llegar a sentirte como movida
también por un vals y si te descuidabas emocionalmente, podrías verte
convertida en una náufraga o un trozo de coral perdido o un pez globo
desinflado, flotando a la deriva. Más o menos así se sentía Mar esa noche. No
podía dormir. Hacía tres días que ella y Sara habían llevado a Luna a su
primera cacería de oportunidades de experimentación romántica. No habían vuelvo
a hablar. Ni si quiera un mensaje. Se sentía peor que como aquella vez en la
que habían discutido por alguna estúpida razón que ni recordaba con claridad.
Esa vez no se hablaron dos días y fue un martirio. Pero esta vez se sentía
peor, porque ni siquiera estaba segura del por qué se había cortado la
comunicación. Quizá había hablado de más; claro, eso era. Por lo que a ella
concernía, le había medio declarado (otra vez) su amor en esa mesa de bar. Pero
no, tampoco había sido tanto. ¿O sí? Tal vez no había sido explícita, pero es
que a veces no podía controlar su impetuosidad, a lo mejor había dicho eso de
“lo importante que eres para mí” con demasiado fuego en la mirada. El pensamiento
la avergonzó, primero porque pudo ser cierto y luego porque en una de sus
recreaciones mentales del momento se imaginaba vestida como un Romeo
ofreciéndole la luna a su amada, con tal de demostrarle su amor. No había sido
para tanto. De seguro estaba exagerando.
“Como un Romeo
ofreciendo la luna”. Luna era la culpable de todo aquello, con su necesidad de
desnudar el mundo de las emociones humanas poco a poco estaba influyendo en
ella para destapar sus propias emociones. No es que estuvieran tan, tan, tan ocultas.
Pero era culpa de Luna que en ese momento pensara ser un pez globo desinflado. Salió
de entre sus sábanas. Tenía que ir al baño. En la madrugada tendía a ponerse
ansiosa. No era demasiado insomne, pero si algo la atormentaba lo primero en
escaparse era la capacidad de sentir el sosiego de una reconfortante noche de
sueño. De camino al cuarto de baño, se preguntó qué estaría haciendo la
alienígena. Luna no necesitaba dormir, se lo había dicho la primera noche,
entonces ¿qué estaría haciendo detrás de la puerta de la habitación de su
hermana?
Sintiéndose como si
tuviera seis años, Mar se olvidó de la urgencia de su vejiga y pego la oreja
contra la puerta de la habitación en la que estaba Luna. Nada. Bueno no es como
si esperara que Luna estuviera realizando algún ritual intergaláctico ruidoso,
o bueno, sí, la verdad sí se imaginaba algo por el estilo, siempre se había
preguntado dónde y cuándo Luna consultaba esas famosas bases de datos que tanto
mencionaba. Tenía que ser en momentos como ese en el que supuestamente estaba
sola. ¿Y entonces qué? ¿Aparecían controles con muchas luces y consolas con
pantallas para ver una enorme enciclopedia de la humanidad? Debía, en verdad,
debía dejar de ver tanta televisión.
Giró la perilla de la
puerta lo más silenciosamente posible. Entreabrió la hoja y se asomó dentro de
la habitación. Todo estaba oscuro, pero justo cuando comenzaba a cerrar de
nuevo para regresar a atender sus necesidades fisiológicas, surgió un destello
blanco en mitad de la habitación. Era como una bola de luz blanca, parecida a
la que arroja un faro de coche, de esas realmente espectrales. La esfera
luminosa flotaba y poco a poco se fue aplanando hasta convertirse en una
especie de disco horizontal. Mar notó que la esfera perdía un poco de su brillo
y adquiría varios colores y pudo ver entonces que mientras cambiaba de forma,
se desintegraba, con todo y su luz. El disco se estaba formando por partículas
de polvo, pensó Mar, recordando su más básica formación científica. A Mar se le
figuró que se parecía a una de esas fotos de galaxias que había visto en algún
momento. Había una pequeña galaxia en medio de la habitación de su hermana y
era hermosa.
Mar se acercó al disco.
Extendió su mano para tocar el polvo maravilloso, pero sólo encontró el vacío.
El polvo luminoso la atravesaba, después de todo estaban hechos de luz. No se
atrevió a intentar tocar el centro en el que parecía mantenerse el núcleo de la
esfera, brillando con una luz blanca-amarillenta, mucho menos brillante que la
del inicio, pero no por eso poco brillante. Era como una pequeña… ¡Luna! ¿Dónde
estaba Luna? Mar dejó de poner atención a la cosa que flotaba en el cuarto y se
esforzó para buscar a Luna ayudada por la luz de las partículas que apenas
iluminaban una aureola cercana. Mar sintió que su corazón se aceleraba mucho
cuando encontró a Luna del otro lado del disco. Estaba sentada en el suelo, con
la espalda recargada en la cama de su hermana. Su cuerpo estaba inerte,
mantenía los ojos abiertos y aún con la poca luz, Mar pudo ver que estaban
completamente negros. Supuso que su piel estaba blanca y lechosa.
Mar estuvo a punto de
correr hasta Luna atravesando el disco, pero algo en su interior se lo impidió.
Haciendo uso de una paciencia que no sentía, nunca, puesto que nunca tenía demasiada
paciencia, se pegó todo lo que pudo a la pared y se dirigió hasta la
interplanetaria por el perímetro.
Seguramente estaba
ocurriendo alguna cosa alienígena que no alcanzaba a comprender, solo por eso
no agarraba y sacaba a Luna de ahí para llevarla a un médico o algo. Bueno,
tenía que ser honesta, su primer impulso fue trincarse a sacudir a Luna porque
de ninguna manera podía estar muerta, ¿o sí? No. Luna no estaba muerta,
pareciera lo que pareciera, respirara o no. Mar tuvo que luchar con todas sus
fuerzas para no gritarle que despertara, después de todo, seguramente aquello
era planeado y luego cómo explicaba a sus papás la galaxia, los ojos negros…
aunque eso no importaba porque lo único que quería era que Luna estuviera bien.
Debía pensar claramente.
Luna no es un ser
humano,se repetía. Como a la trigésima vez que lo hacía, decidió sentarse junto
a lo que debía ser el recipiente de Luna en su forma alien-humanoide.
Curiosamente no sintió tanto desdén por esa caracterización. Aventuró su mano
hacia una de las manos de la inerte, posó la yema de sus dedos sobre algunos de
la alienígena, para notar que… contrario a lo que pensó, estaba calientita.
Como cualquier ser humano dormido. Parecía un cadáver caliente. Mar tiritó por
el pensamiento. ¿Qué haría? Tendría que salir por donde había entrado, seguro.
Pero Luna se veía tan indefensa, tan expuesta, que a lo mejor podía hacerle
compañía. Era su vinculada, después de todo.
Además así el insomnio
tenía alguna utilidad. Bien, se quedaría un rato solamente. Recargó su espalda
contra el colchón, como el cuerpo de Luna, y por reflejo jaló una sábana de la cama de su
hermana y se cubrió con ella. No había frío, pero ya se ha dicho antes que las
colchas le daban una sensación de seguridad. Se sintió egoísta. Así que sin
pensarlo dos veces (porque si lo hubiera hecho se habría dado cuenta de que era
un poco ridículo) extendió la sábana para también cubrir el cuerpo de Luna.
Y ahí estaba en el
cuarto de su hermana, con un cuerpo inerte debajo de una sábana, viendo una
minigalaxia flotando en medio de la habitación. La vejiga olvidada.
Mar notó que de vez en
cuando una partícula parecía moverse más rápido que las demás. Se dijo así
misma que eran estrellas fugaces y bien podían serlo. Así que pensó en algunos
deseos. Pensó en Sara, la deseó. Un beso o dos o tres, muchos, pero no debía
gastar todas las estrellas en besos de Sara. Deseó talento. Deseó salud para su
familia. Deseó helado. Deseó que Luna regresara sana y salva, porque después de
todo, los seres humanos no comprendemos esas ausencias-presentes de cuerpos
inertes y nos preocupamos.
Contando miniestrellas
dentro de la habitación de Luna, se quedó dormida.
Mar se despertó cuando
el sol le dio de lleno en la cara. Estaba en su cama. ¿Cómo había llegado a su
cama? y ¿por qué estaba abierta su ventana? Era sábado, no tenía que despertar
temprano. Notó la hora en su alarma; de acuerdo, no era temprano. Encontró la
sábana con la que se había cubierto, perfectamente doblada, a un lado de su
almohada. Entonces había sido Luna la que la había llevado a su cama. ¡Qué
fuerte tenía que ser! Eso considerando que la hubiera llevado cargada, porque
también pudo haber ejercido control telepático. Pero no, Mar empezaba a
recordar tantito a Luna besándola en la barbilla mientras la depositaba en una
superficie suave. Y eso debía ser verdad porque no había razón alguna para
andar soñando con Luna y sus besos raros.
Mar decidió levantarse.
Quiso detenerse y tocar la puerta del cuarto de su hermana, pero entonces su
mamá llamó. Si quería desayunar entonces debía darse prisa porque en poco
tiempo sería hora de comida. Como Mar no estaba dispuesta a desaprovechar
desayunar, comer y cenar en casa después de una semana de comer mal en la
cafetería de la no-tan-grande-empresa para la que trabajaba, optó por bajar. A
lo mejor y Luna estaba abajo.
Pero no. No la vio en
la sala con su mamá. Se asomó por la puerta de la cocina, pero no, no estaba
peleándose con el jardín junto a su papá. Su desayuno estaba servido, comenzó a
comer. Terminaría y luego sí subiría a llamar a la puerta.
“Mar, ¿sabes a dónde
iba a ir Luna?”
La pregunta de su mamá
enfrió los hotcakes en su boca.
“¿Luna salió?”
“Sí, desde temprano.
Dijo que volvería antes de la puesta de sol. Esa muchacha tiene una forma muy peculiar
de hablar…”
“¿Y no dijo para dónde
iba?”
“Creí que tú lo
sabrías. Como no se separa de ti…”
“No. No me dijo nada”
“Bueno, quizá ya hizo
nuevos amigos. Tendremos que esperar a la puesta del sol, para enterarnos.
Necesito que después me ayudes a sacar
la ropa de tu hermana que desocupé. Están en el cuarto de Luna, en unas bolsas.
Tu papá las llevará a donar”
“Sí, mamá”
“Y lava tus platos”
“Sí, mamá”
¿A dónde se había ido?
Mar no terminó su
desayuno, pero lavó los trastes para evitar el contratiempo que significaría no
hacerlo y discutir por ello con su mamá. Después fue directo al cuarto de su
hermana. ¿Que su madre había dejado la ropa dispuesta en bolsas? ¡Claro! solo
que las había metido en ellas sin ningún orden y aquello parecía importante en
ese momento. “Antes de la puesta del sol”. Tenía tiempo más que suficiente para
sacar toda la ropa y organizarla por color o por nivel de uso o por talla (su
hermana no era muy estable con el control de su peso). Por color, pensó, siempre creativa. Y aquella
actividad la sumergió en una espera con menos tensión.
El ruido de alguien
llegando por la puerta principal de la casa la sacó de su ensimismamiento de
ordenación. Casi tira un montón de color naranja al salir rápidamente del
cuartoy asomarse por lo alto de la escalera. Pero no era Luna, era Sara. “Ahí
vamos otra vez con Iván”, después de todo, ningún malentendido era más fuerte
que la necesidad de desahogar los males de amor. Tuvo la intención de ir hasta
la recién llegada y recibirla, pero su mamá se había adelantado y ya la enviaba
al segundo piso para que se encontraran. Mar esperó. Sara apareció unos
segundos después.
“Hola”, saludó Mar.
Sara no respondió
verbalmente, pero su cuerpo se abalanzó hacia el de su amiga en un abrazo
ansioso, fuerte, largo. Mar se sintió perturbada con el perfume de Sara y con
la cercanía y se dejó hacer. El contacto terminó hasta que Sara quiso.
“Me da gusto que te de
gusto verme”, aventuró Mar. “¿Qué es lo que pasa?”
“¿De qué?”
“¿Estás bien?”
“Ya veo. Tú crees que
estoy mal y por eso vine a buscarte”
“Sí… ¿no es así?”
Sara sonrió de medio
lado. Mar sintió que se derretía con esa sonrisa.
“¿Estás ocupada?”,preguntó
Sara.
“Arreglo ropa para
donación”
“Te ayudo y hablamos”
Pero no fue fácil
empezar a hablar. Lo que fuera que Sara quisiera decir, era una de esas cosas
que cuestan empezar. Ni siquiera la veía de frente, Sara parecía más interesada
en la perfección del doblado de la ropa, que en la vida misma.
“Discúlpame por haberme
ido así”, Sara soltó aquello sin previo aviso.
“Oye… por lo menos dejaste la cuenta cubierta”, Mar
habló de buen humor.
“Tuve que irme”
“¿Iván?”
“Así es… ¿qué otra cosa
sería?”
“Eso te pasa por
decirle que llevábamos a mi prima de cacería”
“¿Estás aconsejándome
mentirle a mi novio?”
Mar optó por no contestar.
“Como sea”, continuó
Sara, “no estuvo bien irme así”
“No pasa nada. Estaba
con Luna y era temprano”
“¿Se quedaron mucho
tiempo más? ¿Lograron conseguir algo?”
“Luna consiguió el
número de una mujer rara y yo un regaño de mi mamá por llevar a mi prima a
beber entre semana”
“¿Llegaron borrachas?”
“No. Pero a mi mamá le
gustó creer esa historia. Creo que solo quería sacar su frustración cuando a
Luna se le salió decirle el nombre del lugar al que fuimos”
Sara sonrió.
“Le hubieras dicho que
yo también estuve ahí”
“Se lo dije, pero creo
que no lo creyó del todo”
Mar sentía dos tipos de
alivio. El primero por tener a Sara junto a ella, comportándose como si nada
hubiera pasado. El segundo porque entonces o no había medio-declarado su amor o
ya estaba olvidado. No quiso hablar de los tres días de ausencia, porque
entonces el “tuve que irme” de Sara, provocado por algún asunto con su novio,
no tenía sentido. Sobre todo porque habían muchos asuntos sobre Iván que no
ameritaban incomunicación.
“¿Y Luna?”
“No tengo idea”
Mar notó que Sara
contuvo una sonrisa.
“¿Salió con alguien?”
“En serio, no tengo
idea. Cuando me desperté, ella ya no estaba”
“¿Estás preocupada?
Tienes cara de que lo estás”
“Luna no conoce bien la
ciudad y ya sabes que a veces es un poco rara con la gente y además… pues… se
supone que no puede estar demasiado lejos de mí”
“¿Cómo?”
Mar se dio cuenta de
que eso último iba a ser difícil de explicar.
“Por lo mismo… no
conoce bien la ciudad”
“Ya veo. ¿Quieres ir al
cine?”
“¿Hay algo bueno?”
“Está esa película
donde sale esa rubia que querías ver…”
Mar sabía perfectamente
sobre qué película y qué rubia hablaban.
“Mejor invítame un café
dulce, con mucha crema”. Pensó Mar, seducida por la idea de cafeína. Y además
tenían que ir hasta el centro, donde podía ver si cierta alienígena aparecía.
“Anda, vamos”
Terminaron de meter la
ropa, la última parte ordenada de manera menos minuciosa, y se fueron.
Sara había insistido en
que comprara el tamaño más grande de café. Mar supuso que de esa manera seguía
expiando la culpa por haberlas dejado en el bar. El café frío estaba delicioso
pero no la iba a dejar dormir. Y Luna no se veía por ninguna parte. Intentaba
que Sara no se diera cuenta de que en cada oportunidad echaba un vistazo a su
alrededor para buscar a su prima postiza. ¿Dónde estaba? Eran las cinco de la
tarde. El sol se ponía a eso de las 6:30, así que era probable que ya no se la
topara. ¿Y si ya había regresado a casa? Envió un mensaje de texto a su mamá.
La respuesta, “No ha llegado” parpadeó en la pantalla. Quizá después de todo
debió haber aceptado ir al cine, probablemente así estaría con la cabeza
distraída o quizá no, pero entonces no estaría batallando también para prestar
atención a la conversación de Sara.
“Quizá tuvo una cita”
“Eso es lo más
probable, pero me desconcierta que durante tanto tiempo y sin haberme dicho
nada antes…”. Mar se dio cuenta que Sara le había sacado sus pensamientos
suavemente.
“Sabía que estabas
pensando en ella”
“Estoy preocupada”
“Lo sé, lo que no sé es
por qué. Ya está grandecita, seguro que se sabe cuidar sola”
Y claro que Luna
seguramente era capaz de cuidarse sola en éste y todos los mundos y tiempos,
porque era un ser avanzado y todo eso, pero ¿y el vínculo? ¿No por eso de
sentirla cerca se la pasaba besuqueándola a la menor oportunidad? ¿Los sábados
no funcionaba el vínculo? O a lo mejor, no la necesitaba tanto como pensaba.
“Afortunadamente, me
gusta estar contigo aunque estés con la cabeza en otro lado”, dijo Sara, medio
suspirando.
“Me siento responsable
por ella”
“Eso está bien, pero no
te he visto a solas en días y creo que eso no pasaba desde el colegio. En lo
particular y discúlpame por esto, pero creo que Luna hizo bien en dejarte
tranquila un rato… en dejarnos tranquilas”
“Hablas de ella como si
fuera una molestia para ti. Sé que es difícil de entender, pero ella no ha sido
grosera contigo. Me acosa a mí, ¿a ti qué?”
Mar se había molestado.
Es que Sara volvía a tomarse atribuciones que no venían al caso, sobre todo
desde su posición, sobre todo con ella que nunca le había pedido nada.
“Tienes razón, no es mi
asunto lo que sea que tengas con ella”
“Escúchame, no quise
decir eso… estoy preocupada, eso es todo”
Regresaron a casa de
Mar en silencio. Ya había oscurecido, pero Mar evitó acelerar el paso. La noche era calurosa y despejada, se podían
ver unas cuantas estrellas y la luna se dibujaba en cuarto menguante. Era una
bonita noche.
Estaban a pocos metros
de la entrada y Mar alcanzó a ver a Luna debajo de la luz mercurial que
alumbraba la acera frente a su puerta. No estaba sola. Otra mujer joven estaba
con ella y parecía decirle algo acaloradamente.
Mar se preguntó qué era
lo que pasaba. Instintivamente volteó a ver a Sara.
“Ahí está la
desaparecida y parece que la cita no le resultó tan bien”,dijo Sara y fue ella
quien se apresuró al encuentro de la galáctica y compañía.
Al acercarse, Mar pudo
escuchar lo que la otra mujer le decía a Luna.
“…no puedes simplemente
decirme que te despides de mí. Yo te necesito y ni siquiera sé bien por qué.
Pero tú viniste a mí cuando te llamé y eso significa que nuestro vínculo no
está del todo roto”
¿Vínculo? Se preguntó
Mar. La mujer desconocida parecía decir aquello con significado.Definitivamente,
por muy hermosa que fuera Luna, no habría podido desatar el amor de una
conquista de manera tan apasionada, tan rápido.
“Buenas noches”, saludó
Mar.
Luna volteó a verla.
Estaba pálida, parecía muy cansada, desolada. El cuerpo de Mar reaccionó ante
esto mucho antes que su mente y se acercó a abrazar a Luna, como si con eso pudiera
hacerla sentir mejor, sin importarle la presencia de la desconocida ni de Sara.
“¿Estás bien?”,dijo al
oído de Luna.
Antes de que Luna
pudiera contestar algo, si es que tenía intención de hacerlo, la voz de la extraña
las separó del contacto.
“¿Es ella?”
Luna asintió con
gravedad.
La desconocida hizo un
esfuerzo para recomponerse. Pareció tomar aire, obligarse a relajar sus
músculos y entonces habló con tranquilidad.
“Buenas noches.
Discúlpame por venir hasta la puerta de tu casa. Creo que ella y tú deben
aclarar algunas cosas y yo algunas otras”
“Sería bueno, sí”, intervino
Sara.
La desconocida regaló a
las tres una última mirada.
“De nuevo me disculpo
por aparecerme así. Mi nombre es Nora, y seguramente nos veremos pronto. Buenas
noches”
“Buenas noches”, se
despidió Sara, únicamente y Nora se alejó.
Mar sintió cómo el
cuerpo de Luna se volvía pesado junto al de ella y alcanzó a rodearla por la
cintura antes de que se cayera al suelo. Sara también se apresuró a rodearla y
juntas llevaron a la galáctica dentro de la casa.
Afortunadamente, los
padres de Mar parecían no estar. Mar lo agradeció en silencio, luego suplicó a
Sara que le ayudara a llevar a Luna a su habitación. No estaba inconsciente,
pero parecía a punto.
“¿No deberíamos
llevarla al doctor?”
“No. Creo que solo
necesita recostarse. ¿O necesitas otra cosa, Luna?”
“No. Ya estoy contigo.
Me siento mucho mejor”
Mar y Sara acomodaron a
Luna en su cama. Mar vio cómo Luna cerraba los ojos y conociendo que la
alienígena no necesitaba dormir, se alarmó más. Necesitaba que Sara se fuera
para empezar a entender qué rayos había pasado. Sara entendió la aflicción de
Mar, pero no se veía dispuesta a irse, tomó a Mar de la mano y la condujo fuera
de la habitación.
“Luna necesita
descansar”
No. Luna no necesitaba
descansar. Luna necesitaba sentirla cerca y ahí estaba Sara retrasando todo el
proceso de vinculación humano-alienígena, pero no había manera de explicárselo
a su amiga.
“Sara, creo que será
mejor que…”
“Ya sé que quieres que
me vaya, pero esto que pasó no se ve nada bien y no quiero dejarte sola”
“Todo está bien, Luna
tiene esta condición física… es un poco débil”
“Sé que me vas a decir
que no pasa nada, que todo está bien, pero yo sé que pasa algo que no me has
dicho y tiene que ver con Luna y esa mujer. Pero también sé que tú tampoco
entiendes del todo las cosas, así que voy a dejar que aclares el asunto. Pero
tendrás que contármelo y si es grave, tendrás que involucrarme, porque no
pienso permitir que de ninguna manera salgas lastimada”
Y Sara había dicho
aquello tan segura y tan en serio que Mar solo pudo asentir.
“Te quiero con toda el
alma, Mar”, dijo Sara y besó rápidamente los labios de su amiga con una
suavidad que Mar creyó tener siempre negada. Sara se fue. Mar escuchó cómo
cerraba la puerta de su casa y entonces se dio la vuelta apresuradamente y
entró corriendo a la habitación donde estaba Luna.
“Oye, ¿qué pasa? ¿Luna,
estás bien?”
“Ven”
Mar se acercó hasta la
galáctica. Se sentó sobre la cama en la que Luna estaba recostada.
“Ven”
Volvió a pedir Luna y
Mar se recostó junto a ella. Luna se abrazó inmediatamente a su cuerpo. La
alienígena despedía un calor reconfortante, pensó Mar.
“Necesito sentirte”
“Eso imaginé”
“Estuve lejos de ti
mucho tiempo, mi cuerpo humano comenzaba a fallar. Dependo de ti para funcionar
correctamente”
“Lo sé, por eso me
pareció muy extraño que te fueras sin decirme nada… no es que necesites darme
explicaciones, seguramente tenías asuntos de marcianos que atender, pero bueno,
vives diciendo que soy tu vínculo en este mundo y me sigues a todas partes y
entonces te vas sin avisar…”
“Tuve que hacerlo. Me
llamó con tanta fuerza que tuve que encontrarme con ella. Olvidé lo impetuosos
que pueden ser los seres humanos”
“¿Nora?”
“Es correcto”
“¿Ella fue tu vínculo a
este mundo?”
“No. Ella es mi
creadora”
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