2. SOBERBIA
(Soberbia: Cólera
e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas)
Las cosas en el trabajo iban estupendamente. Había ganado el
primer caso que le asignaron dejando a todos satisfechos en el bufete. Era la
mejor. ¿Por qué entonces no se sentía como la triunfadora que era?
Haberle negado a sus padres el apoyo económico que por
primera vez le habían solicitado la hacía sentirse mezquina, en el fondo. No
sabía bien qué estaba pasando con ella; renunciar a su coche hubiera sido un
buen detalle, o vender alguna de las muchas joyas que poseía. La verdad es que, poco a poco se había ido
distanciando de sus padres. Pensó que al menos podía reparar ese error y tomó
la decisión de visitarlos más a menudo. Y empezaría por ir hoy. Eran las seis
de la tarde, así que les haría una visita y cenaría con ellos.
Se montó en su flamante BMV
X5 y se dirigió a su antigua casa. Era un barrio obrero al que no le
gustaba mucho ir porque le recordaba constantemente sus orígenes humildes.
Nunca hablaba a sus compañeros de su familia ni de sus orígenes. Ella vivía en
un espacioso ático en el centro y eso era todo lo que quería que los demás
vieran cuando la miraban. Una triunfadora.
Abrió la puerta con sus llaves y gritó “Mamá, estoy en casa”
Madre: Hola, Inés, cariño
Inés: Hola mamá, ¿qué tal está papá?
Madre: Mejor. Ahora está con Andrea.
Inés: ¿Qué Andrea? ¿la enfermera?
Al oír su nombre sintió una punzada de deseo. Desde que la
había visto aquel día en el hospital no había podido olvidar a la rubia. Era
una mujer preciosa a la que, en otras circunstancias no hubiera dudado en
echarle los tejos y darle un buen repaso. Solo en pensarlo se relamía.
Madre: Sí, viene todos los días a ayudar a tu padre con su
recuperación
Inés: ¿Cómo? ¿todos los días? ¿por qué?
Se dirigió a la habitación de su padre.
Inés: Hola papá. ¿Qué tal estás?
Padre: Mejor, hija. La verdad es que Andrea me deja exhausto
con sus masajes, pero noto que día a día estoy mejor. No sabes cuánto le
agradezco lo que está haciendo por mí.
Andrea había levantado la vista para mirar a Inés y le
dedicó una sonrisa cordial. Se detuvo en
admirar los rasgos de la mujer que tenía enfrente, alta, esbelta, morena, de
labios sugerentes y con unos increíbles ojos negros. Una mujer muy apetecible
si no fuera porque su mirada era fría y dura. Decididamente no era su tipo. Muy
complicada para ella. Bajó la vista y continuó con el masaje.
Inés: Andrea, cuando termines, ¿puedo hablar contigo en el
salón?
Andrea: Sí, claro. En cinco minutos habré acabado.
Cuando Andrea terminó se dirigió al salón donde la esperaba
Inés.
Inés: Explícame qué está pasando porque no lo entiendo muy
bien…
Andrea: Bueno, cuando tu madre me explicó que tu padre
necesitaba terapia complementaria y que no tenían dinero para pagarla, me
ofrecí a hacerle yo la rehabilitación.
Inés: ¿Y tú qué eres, una ONG andante, una santurrona sin
vida propia, una…?
Andrea: Baja un poco el tono, guapa y deja de hablarme con
esasínfulas. No sé si te mereces ninguna explicación, pero a pesar de todo voy
a dártela. Es un arreglo conveniente para todos. Yo vengo todas las tardes a ayudar a tu padre y luego ceno con ambos.
Terapia a cambio de comida y compañía. Un acuerdo sencillo y ventajoso para
todos. Aunque, solo al mirar el traje y las joyas que llevas me resulta difícil
imaginar que tu padre no pudiera optar a un mejor tratamiento del que le ofreció
su seguro… Y ahora, si me permites…
Inés estaba furiosa. Andrea estaba furiosa. Pero Inés no
podía dejar de mirar los ojos de Andrea y Andrea no podía apartar la vista de
los labios de Inés.
Inés: ¿Pero dónde te crees que vas? Te estoy hablando.
Andrea: Pero yo no tengo que aguantar que me insultes ni
tengo ganas de escucharte más. Además se me ha quitado el apetito. Adiós.
La dejó con la palabra en la boca. La vio alejarse y otra
punzada de deseo atravesó su cuerpo. No entendía qué le estaba pasando. Acababa
de discutir con ella, y aunque su cabeza le decía que era una metomentodo, su
corazón le decía que esa rubia tan arrebatadoramente deseable tenía un alma
noble y limpia. Y eso también la atraía.
Cuando Andrea salió de casa de Carmen y Pedro, no podía creer
lo que había pasado y menos aun lo que había sentido. Esa estirada de Inés
había pretendido menospreciarla y ella mientras tanto apenas se concentraba en
lo que le decía porque no podía retirar la vista de su apetecible boca. Era
increíble. Una mujer así nunca podría ser su tipo y sin embargo, por un momento
se había imaginado sellando sus labios con su boca… Era increíble lo que le estaba
pasando.
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ooh que corto!!! pero aun asi muy bonito
ResponderEliminarSe ha pasado ines, que se cree . Ahi ella como hija deberia estar en primer lugar en la recuperacion se su padre. Afff que mujer
ResponderEliminarEsta,historia se,pone buenísima y comenzamos,bien,ya tenemos,segundo capítulo eso,nos da mas ganas de seguir la historia gracias
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