Era una tarde de invierno lluviosa, poco faltaba para
cerrar el negocio e irme a casa a descansar, cuando le dije a mi empleado Mike
que podía irse; que hoy cerraría yo. En su rostro se dibujó una sonrisa de oreja
a oreja, asintió con la cabeza, dejó el delantal negro encima de la barra y se
fue, rápido como una bala.
Al menos 15 minutos antes de cerrar, me puse a recoger
todo y calentarme algo para cenar.
No me apetecía llegar a casa y ponerme a cocinar,
estaba realmente cansada.
Sonó mi móvil, lo miré y era un whatsapp de mi amigo
Kyle.
whatsapp: "Hey nena, ¿estas libre hoy? Hazmelo
saber, sino; quedamos para almorzar mañana. vale? kiss!!"
Sonreí, Kyle era un encanto. Hacía sólo 3 años que lo
conocía, pero ya era como un hermano para mí. Me puse a responderle:
whatsapp: "Lo siento amor, estoy realmente
cansada y aún no he cerrado. Mañana almorzamos juntos. Prometido!! kiss"
Guardé mi móvil en el bolsillo y comencé a recoger las
sillas sobre las mesas. Comenzó a llover y me dí de cuenta de que no había
traído paraguas, me empaparía de camino al coche, que desastre soy.
A los pocos minutos apareció una joven, bella, muy
bella mujer en la puerta del restaurante.
La miré, estaba empapada, miró al interior como
intentando ver si había alguien, al no ver a nadie (ya que yo estaba en el
fondo del local con casi todo apagado), se cruzó de brazos y se quedó mirando a
la calle, con la espalda apoyada en la puerta de mi restaurante.
Me quedé por unos segundos mirándola fijamente y de
improviso empezaron a caer relámpagos y sonar truenos.
Me asusté, si lo admito; a mis 23 añitos tenía pocos
miedos y entre ellos, a los que más miedo le tenía eran a las tormentas y a la
oscuridad. Se me estremeció el cuerpo y poco a poco me acerqué a la puerta de
la calle.
Seguí observando como llovía y a esa bella mujer.
Cuando unos ruidos me sorprendieron y me quitaron de
mi estado de embobamiento para con ella.
Era un hombre fuerte, de unos 40 años aproximadamente,
borracho perdido mientras que golpeaba todo a su paso (farolas, papeleras,
bancos, etc...) Al ver que se acercaba a la puerta del restaurante, vi que la
mujer estaba en la entrada se había quedado inmóvil, sin pensarlo dos veces;
abrí la puerta y tiré de ella hacia dentro.
Una vez estábamos dentro, cerré la puerta con llave y
corrí las cortinas que estaban en la puerta. Cuando me piré, vi que la mujer
estaba mirando hacia mi, atónita y sorprendida. La miré y sonreí timidamente.
- Está empapado. ¿me permites? - pregunté mientras le
indicaba que me diera el abrigo para colgarlo.
Me volvió a mirar, esta vez con cara de sorprendida,
sólo me cedió el abrigo y miró al suelo.
Me dirigí al final del restaurante, cerca de la cocina y le indique que me
siguiera. Colgué su abrigo y me puse tras la barra a preparar dos cafés. Le
ofrecí asiento y aceptó.
- Gracias... - dijo entrecortada, aún parecía
sorprendida.
- ¿Porque? No puedo ver como alguien pasa frío y se
empapa, si puedo hacer algo al respecto...
- Si, por eso y por lo del hombre que se acercaba... -
comentó agachando la mirada.
La miré por el rabillo del ojo y pude ver que
titiritaba de frío.
- No es nada, tampoco podía dejar que te pasara algo,
¿no crees? - mientras le servía el café.
Miró el café, me miró y sonrió timidamente. Fui a por
una de muchas chaquetas que me suelo dejar aquí de vez en cuando, se la puse
por encima de los hombros y se estremeció un poco, pero rápidamente se encogió
de hombros como si ya estuviera entrando en calor.
- No eres de aquí, ¿verdad? - pregunté bebiendo café.
- No es seguro andar por la calle a estas horas y sola...
Terminó de darle un sorbo al café y contestó
timidamente:
- No, no soy de aquí. No me di cuenta de la hora que
era hasta que salí de la oficina. - acariciando el borde de la taza con la
llena de sus dedos.
La miré embobada. Ella se dio cuenta y sonrió. Yo me
sonrojé y seguí tomando café.
- Así que trabajas aquí, ¿no? - preguntó con un poco
más de confianza.
- En realidad, soy la dueña de este humilde
restaurante - dije guiñandole un ojo. (A sabiendas que humilde era, pero
también sabiendo que era el más famoso de la ciudad)
- Ah, disculpa. ¿Y no mandas cerrar a tus empleados?
La observé, clavé mi mirada en sus ojos; pero no pude
aguantarla más de 5 segundos.
- Me gusta estar a la par con mis empleados, para mi
son como compañeros. Además, me gusta el trabajo de campo, aunque estoy un poco
cansada de todo, ayudar en el restaurante, llevar las cuentas, los pedidos,
hacerme cargo de los sueldos y todo eso... nunca se me dieron bien las
matemáticas - dije sonriendo - realmente esta no es mi vocación, es herencia
familiar - terminé diciendo mientras un recuerdo de mi madre se colaba en mi
mente.
Me ojeó como esperando una continuación, pero no la
hubo.
- Perdón, que modales los mios... me llamo Candela,
Candela Cortez. - exclamó extendiendo la mano por encima de la barra.
- Encantada Candela Cortez, yo soy Bella, Bella Chi...
- respondí carraspeando a punto de meter la pata - Bella Salvatore. - terminé
mientras sonreía.
- Bonito nombre Bella... ¿de donde viene? - preguntó
mientras sus manos volvían a coger el café.
- De origen Italiano, a mi padre le encantaba ese
nombre, viene de Bellatrix. - contesté y me puse a recoger las tazas de café.
- Debes de estar hambrienta Srita. Cortez, la invito a
cenar conmigo, si acepta. - grité desde la cocina mientras quitaba algo para
dos personas.
- No quiero molestar, pero mientras que busco el teléfono de la parada
de taxis, no estaría mal. - dijo siguiendome a la cocina mientras se reía.
- Faltaría más, así no cenaré sola y aprovecharé el
rissotto que nos ha sobrado, ¿le molesta que sean sobras? - la miré con una
ceja levantada.
Rompió a reír con una risa contagiosa.
- Tratame de tú, debo de tener tu misma edad, llámame
Candela, solo. - dijo mientras me ayudaba a llevar unos platos a una mesa
cercana.
Terminé de calentar el rissotto y lo llevé a la mesa.
- ¿Vino? - pregunté dirigiéndome a por una botella.
- Si, ¿tinto? - encogiendose de hombros.
- ¿Lees el pensamiento? - riendo - estaba pensando en
coger tinto, es el que más me gusta.
Volví a la mesa y cenamos tranquilamente mientras
charlábamos.
- ¿A que te dedicas? - pregunté.
- Soy abogada, me acaban de trasladar a un bufete que
hay 3 cuadras mas allá. - dijo con un acento extranjero bastante marcado.
La miré un poco sorprendida y ella bajo la mirada, un
poco colorada.
- No eres de aquí, a ver si adivino... ¿Venezuela tal
vez? - bebiendo de mi copa.
- Frío, frío... - contestóimitando mi gesto y
bebiendo.
- Ya se, ¿México? - volví a preguntar. Sen sonrojó.
- Acertaste, soy de México. De Veracruz para ser más
exactos. - sirviéndose otra copa de vino.
Seguimos charlando así durante un largo tiempo. Cuando
me quise dar cuenta eran las 12.20 de la noche, ¡¡era tardisimo!!
- Bueno, recogeré esto y te ayudaré a llegar a una
parada... aunque siendo la hora que es, no creo que haya ninguno. A estas horas
en esta parte de la ciudad, no suele haber muchos. - repliqué recogiendo los
platos caminando hacia la cocina.
Metí todo en el lavavajillas y las copas en el
fregadero de la barra, apagué las luces y la invité a que me acompañara a la
salida. Cerré la verja y caminé hacia mi coche, que se encontraba a la vuelta
de la esquina.
Los truenos y relámpagos ya habían cesado, pero la
lluvia continuaba, mas débil pero seguía lloviendo.
- Si no hay taxis, tampoco autobuses. ¿no? - preguntó
mientras entraba en el coche.
- No lo siento, pero... de todos modos puedo acercarte
si quieres. Seguro que me queda cerca... sea cual sea la dirección. - dije
sonriendo y arrancando el coche.
- ¿Segura? Creo que ya has hecho bastante por mi, no
quiero ser mas molestia, además debes de estar cansadísima. - comentó
abrochandome el cinturón.
- Vivo a las afueras, así que me da igual para que lado
ir. - respondí esperando que me diera la dirección.
- De acuerdo, a la calle Roberto Claros.
- Ok, enseguida llegamos. - dije mientras me ponía
rumbo a su casa.
20 minutos después llegamos a destino, se despidió de
mí con un beso en la mejilla y prometiendo volver por el restaurante. Asentí
con la cabeza y cuando iba a salir del coche, le cayeron unos papeles dentro de
el.
Ella sin darse cuenta, cerró la puerta y se fue
dirección al portal de su piso. Salí corriendo del coche y la alcancé antes de
que pudiera entrar en el portal.
- Candela, se te ha caído esto. Me supongo que te
harán falta. - apunté mientras extendía mi mano con sus papeles en ella. Me
miró y sonrió agradecida.
- Muchísimas gracias, ¿cuantas te debo ya? - preguntó.
- Bueno, será mejor que me vaya, hasta la próxima. Un
placer.
- Igualmente, tranquila ya te pasaré el importe de las
que me debes. - dije mientras me dirigía al coche. Esperé a que entrara en el
portal y puse rumbo a mi casa.
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Me gusto mucho,espero proximo capitulo pronto y largooooooooooooooooo jajajajajajaj
ResponderEliminarMuy buena historia ....sigue así
ResponderEliminarMe gusto mucho y siguente capítulo espero :)
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