Capítulo 16
La flor de Cristal
El alba es el
principio de todo día, cuando la luz solar acaricia una a una las lomas de las
montañas, hasta llegar a los claros y bosques, las rocosas, los lagos y los
riachuelos, así con su tibia luz se coloco el astro rey sobre el
resplandeciente castillo de grisácea piedra. Pero sin percatarse de este hecho,
las bellas durmientes en el lecho nupcial, se abrazaban en el reposo que daba
principio a su vida de recién casadas. Shizuru de una manera natural, abrazaba
a la pelinegra apoyando sus primorosos pechos en la firme espalda, mientras su
mano reposaba en el vientre del que hizo delicias aquella noche y su sereno
rostro, apacible como pocas veces a lo largo de su vida, surcaba entre sueños,
el delicado aroma de pino y rosas que abundaba en la melena negra de su amante.
Solo el trino de las aves invernales logró interrumpir su agradable descanso,
las tupidas pestañas se removieron entre la somnolencia y la realidad del nuevo
día, hasta que los castos parpados dieron paso a la exótica mirada granate,
desvelando un brillo dulce en la mirada de la joven. Por acto reflejo, la bella
de Tsu no tardó en estirarse en su lado de la cama, removió con delicadeza sus
manos sobre sus ojos, asegurándose de despertarse de una mejor manera.
Vuelta a la
conciencia por completo, tomó asiento en el borde de su cama y volvió la vista
hacia la figura que la luz del día revelaba ante sus ojos. Rodó el rubí sobre
la tersa curvatura de aquella esbelta cintura, sobre la cadera ligeramente
cubierta por la blanca sabana que les abrigo del frío de la noche, e
involuntariamente volvió ascender con su escrutinio sobre la espalda de
marfil... un intrincado tatuaje atrajo poderosamente la atención de la castaña,
aquel curioso dibujo yacía a la vista, y era un rosal, delineado tan
sobrenaturalmente en el centro del lienzo que suponía la piel de Natsuki, tan
real que estaba segura de ver cubiertos los pétalos por la nieve de fuera y los
cardos de la enredadera, tan puntiagudos que seguramente lastimarían de
tocarlos. Después de tan absurda imaginación sonrió divertida por sus
juguetones pensamientos y continuó el recorrido placentero que suponía aquella
escultura viviente, delineo los brazos con la mirada, atléticos y fuertes pero
tan delicados como los de una mujer... así se sorprendió a sí misma la graciosa
amatista, secretamente queriendo contemplar otro ángulo de la doncella dormida,
pero cuando sus pies yacieron puestos para la labor de rodear los doseles del
lecho, Shizuru pudo recordar la advertencia que Natsuki le hizo la noche
anterior.
Curiosa como era,
ansiosa por develar el secreto de la faz de la pelinegra, se mordió el labio
con el afán de controlar su imperiosa necesidad de verla. –“Le he prometido mi mejor esfuerzo... tiene más valor recibir el
regalo de esa confianza por sus manos, que hurtarlo mientras duerme sin tener
consciencia de las consecuencias... si es por esto que no habrás de relatarme
tu verdad, entonces prefiero no ver tu misterioso rostro nunca”- Shizuru se
levantó de la cama y como la responsable esposa que debía ser, se adelantó
hacia el cuarto de baño, para disponer el agua caliente que su pareja ocupara
en la adecuada limpieza, así como un medio de distensión a sus preocupaciones.
Lo cierto era que hacia todo ello para reprimir la tentación supuesta por su yo
más receloso, que sigiloso y ponzoñoso intentaba saciar la creciente
curiosidad.
En cuanto el agua
caliente alcanzo la altura adecuada en la tina y su temperatura se hizo
perfecta al termómetro que suponían los largos dedos de Shizuru, el sonido de
la puerta le dio a saber que no estaba sola, pero el aroma que destilaba la
piel de Natsuki, una fusión entre sus néctares, una combinación entre sus
fragancias naturales y las de sus preferencias, la delató por completo. La
Fujino sonrió bajo el velo oculto de su melena castaña y sintió en su hombro el
posarse una mano, que la rozara como a la seda mas fina. –El día de hoy me ha
parecido ver la figura de un ángel en mi ducha, perdona que me atreviese a
tocarle temerosa de pensar que fuera una fantasía-
-Ara, ¿De que audaz
libro ha extraído semejante halago?- Una risilla se escapaba de sus labios.
-Me temo que no soy
tan diestra como los poetas de antaño, ni tan audaz para robar una cita de la
biblioteca... solo he descrito lo que mis ojos contemplan, lo que mi sentir me
dicta- Y los brazos protectores la envolvían en un gentil abrazo.
Permanecieron en el
tranquilo silencio durante unos momentos, hasta que Shizuru sugirió entrar en
la tina. La castaña permitió ingresar primero a Natsuki y al mirar de forma
inevitable su rostro, encontróse con la forma lobuna de metal ya tan conocida,
sonrió al ver el artilugio, solo porque en aquel preciado momento, comprendió
que soportaría el anonimato de una cara, siempre que las puertas de glauco en
sus ojos estuvieran a su alcance.
-¿No entrarás?-
Levantó la vista una Natsuki contrariada por su soledad en la tibieza de
aquellas aguas preparadas por su esposa.
-Solo puede entrar
en ella una persona cada vez ¿Acaso Natsuki ha perdido la vista esta mañana?
Fufufu- Sonrió divertida la castaña, aun cubierta por su sabana que no
abandonaba ni un momento.
-Compraré una mucho
más grande... quiero que puedan entrar al menos tres Shizurus- Dado lo evidente
del reducido espacio, la pelinegra notó que era cierto, la tina muy a su pesar
estaba diseñada solo para una persona.
-Ara... ¿y a qué se
debe tal despilfarro de espacio?- Levantó una ceja, teniendo en su mente ideas
de lo más poco recatadas y como se sorprendía Shizuru ante sus pensamientos,
pues a causa de la noche anterior, un nuevo mundo de posibilidades había sido
abierto a sus ojos.
-Necesitaremos
mucho espacio en lo futuro... pero es un secreto- Hizo un ademán de silencio
con sus dedos, empero la carcajada de Shizuru se atascó en su garganta, al
notar las magulladuras y los cardenales en las muñecas de la joven Duquesa,
ciertamente no recordaba haberla atado tan fuerte. El rubí ensombreció culposo
ante la idea de haberle hecho daño y las esmeraldas miraron comprensivamente a
su amor. –No es nada Shizuru... las marcas son más antiguas, no debes pensar
que sea por tu causa- Se apresuró a aclarar Natsuki para no permitir ni un
momento más de angustia a la hermosa joven.
-Natsuki miente muy
mal... y eso no es correcto, aun cuando sus mentiras pretendan ser piadosas,
debe prometer que no va a mentirme nunca- Negó con su cabeza, en una seria
expresión.
-No le mentiré a mi
persona más importante- Con el jade de su mirada llena de sinceridad y una voz
tranquila, aquello fue suficiente para apaciguar las inquietudes en el corazón
de Shizuru.
No deseando
importunar a su amada, Natsuki se apresuró a enjabonar las partes urgentes para
permitir que la doncella también pudiera realizar su aseo matutino, empero, las
delicadas manos de Shizuru, armadas con una esponja, se prestaron a la tarea de
enjabonarle la espalda. Natsuki respingo sorprendida y al mirar de soslayo
hacia atrás, se encontró con una sonrisa teñida de picardía en los labios
carmines, que tanto anhelaba volver a sentir. Mas contrario a lo esperado,
quizás deseado, no hubo más que ternura en cada contacto que la peliocre le
prodigó.
Tras unos breves
momentos en los que Natsuki también se prestó a la labor de enjabonar a
Shizuru, retiraron las impurezas de su piel y se envolvieron con batas de baño,
las dos jóvenes marcharon al cuarto para disponer del abrigo de sus ropas.
Natsuki había considerado ese detalle y todo el guardarropa de la castaña había
sido trasladado la tarde anterior a la boda hasta su habitación, por tanto,
esta yacía en un escaparate caoba de gran tamaño que había dispuesto para la
dama, así como un tocador equipado con todo lo necesario para el acicalado
femenino del que ella era tan ajena. Ambas usaron sus respectivas indumentarias
y mientras la duquesa cerraba los broches y las cintas de su saco de cuero,
escuchó la dulce voz de su Shizuru llamarle. Al darse la vuelta, pudo
contemplarla en su vestido violeta de Tsu, con el mandil blanco de bordaros
dorados y sus botas de tacón negras.
-¿Podrías ayudarme
con los broches?- Musitó pudorosamente la castaña, curioso cambio dado que
hacía un momento se habían contemplado desnudas a la luz del día y sin embargo
lo encontró encantador. Shizuru le dio la espalda a Natsuki y esta con tacto
delicado, procuró cerrar cada broche del vestido hasta la altura del cuello,
donde finalizaba la línea de peculiar cierre. La Fujino se dio la vuelta, tiró
elegantemente su cabello hacia atrás y sonrió ladinamente. -¿Cómo luzco?-
-Más bella cada
día...- Musitó una atontada Natsuki, cuya mandíbula desnivelada logró arrebatar
un sonrojo a su joven esposa. Shizuru no tardó en posar sus manos sobre el
pecho de su Natsuki, ante la sorpresa de la misma y aun más rápido se ocupó de
abrochar la chaqueta de cuero, así como abotonar los caprichosos botones de la
camisa blanca de la pelinegra, después de todo, ahora solo ella poseía el
derecho de contemplar el escote natural que se formaba en el pecho ajustado de
su amante... tales vistas solo ella podría contemplarlas, claro esta, en sus
espacios más íntimos.
-Gracias... nadie
había hecho eso por mí- Susurró tímidamente aun sensible al tacto de esas manos
apoyadas en su pecho, acaricio en envés de aquella mano entre sus dedos. –Me
siento afortunada-
-Eso es porque
Natsuki solo ha tenido una esposa y más le vale que así sea el resto de su
vida- Advertía juguetonamente Shizuru, antes de pasar por el tocador para
peinar sus cabellos y espolvorear un poco de su ajuar de maquillaje en su
rostro. Ciertamente no es que lo necesitase, pero esa mañana quería lucir de
alguna manera, más hermosa.
Natsuki por su
parte, caminó en dirección de su mesa de noche y de los largos cajones
inferiores extrajo los sellos de Zafiro, posó el collar en su cuello, otros en
sus brazos, brazales en sus muñecas pese a yacer estas lastimadas, su cinturón
que no dudó en recoger del suelo y sus botas. Aquel pequeño ritual tan poco
ceremonioso fue secretamente observado por Shizuru, cuya curiosidad le obligaba
a inquirir el uso de tan pesados e incomodos accesorios, pues resultaba
desagradable imaginar el metal en las magulladuras de la pelinegra. -¿Por qué
usas esas cosas? ¿Acaso no te lastiman la piel?-
-Estoy acostumbrada
a ellas... sin embargo, son todo cuanto poseo para no cambiar de forma- Natsuki
miró de soslayo los rubí curiosos que le contemplaban. -Yo luzco de esta
manera, como las personas comunes a luz de la Luna llena y aunque ahora brille
el día, la radiación lunar todavía me alcanza... por eso nos hemos desposado
este día y no otro, para que mis manos fueran suaves al tocarte, y mi cuerpo no
te resultara desagradable- Respondía bajando la mirada abochornada, por primera
vez tímida.
Shizuru tomó
asiento en la silla marrón del tocador. ¿Acaso la joven había perdido el
juicio? Si la miraba un poco más, se daba cuenta que ni su voz ni sus ojos
mentían y recordaba los aditamentos filosos de su anatomía, que aquella noche
de pasión sublime no tuvo oportunidad de percibir. ¿Quién era ella para juzgar
sus locuras? Alguna vez se le habló de las demencias y creencias de las
personas, de los esposos... era simplemente el tipo de cosas sobre las que no
debía cuestionarse demasiado, a fin de cuentas, ella misma carecía de cordura a
la vista de muchas gentes. Los ojos sangría que saben ver más allá de lo que
muchos pueden, el entendimiento y razonamiento de una manera diferente a lo que
todos conociesen, hacían de ella también alguien peculiar, ver formas
espirituales eran en verdad una novedad. –Si Natsuki se siente segura con esos
aditamentos, que además le hacen ver bien... entonces yo no reprocharé sus
gustos- Respondió rauda con la esperanza de no cohibir a su esposa, verdadero
era todo, por cuanto compartirían toda su vida y no quería hacer de ello un
calvario a pesar de su escepticismo. Natsuki sonrió ante tal muestra de
comprensión, no esperaba que Shizuru creyese en los misterios de su familia,
pero el que no se escandalizase era más que suficiente para ella.
Las recién casadas,
bajaron sujetas de la mano hasta la sala comedor del castillo, donde la
numerosa familia de las dos, aguardaba por ellas con una serie de conjeturas e
incertidumbres a flor de piel. En cuanto les observaron bajar tan
tranquilamente y con una complicidad que se ausentara antes de las nupcias, las
más sabías concluyeron que la validez del matrimonio no sería puesta en duda.
Mas solo por si acaso, Takeru había dispuesto discretamente que el notario de
la corte de su hermano, se cerciorase de los hechos en el lecho, en cuanto las
jóvenes abandonaran la habitación y tras el inicio del desayuno, recibió la
esclarecedora noticia a través de una nota entregada por la servidumbre.
Después de aquello, el padre no pudo esconder su sonrisa o su contento, si es
que hacer un brindis por las recién casadas no lo dejara sobreentendido. La
idea, comprobada por los ojos de los que saben, no estuvo toda llena de
alegría, Satoru alegó un malestar digestivo tras algunos minutos de observar
concienzudamente a las jóvenes, pero todos restaron importancia al hecho, entre
risas y comentarios ligeramente subidos de tono, que saltaban más de un sonrojo
a la dos mujeres.
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.
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Podía sentir el
viento rosarle la cara, el arco en sus manos y las cuerdas vibrar bajo la rítmica
y alegre melodía que emergiera de su violín. Existen siempre costumbres más
fuertes e inherentes a las personas a lo largo de su vida y aquel, era un arte
necesario para la pelinegra. Sonreía con los ojos cerrados, pues aquel
concierto estaba destinado a la única persona por la que deseaba ser escuchada,
Shizuru le miraba desde la comodidad de una de las columnas, sus ojos solo
podían verla a ella y nada podría causarle una dicha mayor... si la miel eran
los primeros días del matrimonio, por su honor y su nombre que prolongaría ese
momento la eternidad misma. La castaña disfrutaba del sonido, de la vista y la
pasión con la que Natsuki construía tal armonía, pero le gustaba aún más la
idea de que la Duquesa buscara cortejarla todavía, con un detalle como aquel...
tan único y mágico.
Los rubíes que eran
sus ojos podían verlo, como la vida llenaba al sitio con cada acorde, cada rosa
floreciendo contra los imposibles de la naturaleza invernal, con apenas el
tenue roce del arco sobre las cuerdas, era una tonada prodigiosa la que
escuchaba y sin embargo, lo más atrayente de aquel espectáculo particular no
era otra cosa que la sonrisa en los labios de la morena. Yacieron así a lo
largo de medía hora, solo entonces concluyó la melodía y los aplausos de Shizuru
se hicieron escuchar en el eco solitario del lugar. Un divertida Natsuki
realizo una venía concertina y volvió la vista sobre su más valiosa admiradora.
-¿Cómo lo haces?
Todo a tu alrededor vibra, florece... brilla- Preguntó Shizuru desde su cómoda
posición en las barandas de granito de la entrada principal, con su espalda
apoyada en una de las enormes columnas.
-No todo en la vida
tiene porque ser malo milady- La joven guardó el violín en su estuche y caminó
hasta yacer cerca de ella, elevando su barbilla para contemplarla mejor, debido
a lo alto del barandal. –Siempre pensé que mis circunstancias eran crueles,
pero otras veces me di cuenta que eran también un privilegio... hacer que un
arco y un violín den vida a la flora, es apenas el contraste con su contraparte
menos halagüeña-
-Una intrincada
respuesta, Natsuki me devela sus secretos a través de pistas y adivinanzas-
Musitó la castaña con un dejo de reproche. –¿Duda de mi entendimiento?-
-Shizuru es la
mujer más inteligente que conozco, arriesgarme a dudarlo sería... peligroso-
Sonrió ladeando la cabeza, mientras apoyaba los brazos a la altura de su pecho,
tras depositar la funda a un lado de las escaleras que sorteaban la breve
diferencia de altura entre las dos. –El problema no es que Shizuru no crea en
mis palabras, relatarle aquello no distará demasiado de los libros de fantasía
que hubiese podido leer- La pelinegra dejó que su mirada se posara en un solo
punto, lejano en el mármol del suelo. –Mi historia es larga y compleja,
bastante de ella, son instantes olvidados que incluso yo ignoro, otros son
simples cuentos que se han convertido en leyenda después de siglos de ser
relatos a los viajeros- Los labios que suspiran con resignación ante la joven
que la mira con curiosidad. –Pero no eres una viajera, ni una desconocida...
todo quiero que lo sepas-
Natsuki tomó la
funda de su violín, subió las escaleras blancas, se acercó a Shizuru y sujetó
su mano, con sus miradas encontrándose acumuló el valor necesario. –Es más
simple mostrarte mi historia, que solo contarla- Con sus dedos enlazados
ingresaron en el castillo a paso moderado, la pelinegra guardó el instrumento
en un estante de la sala principal y se dirigió en la compañía de su esposa
hacia parajes desconocidos dentro de la enorme edificación de la familia
Kruger.
Conteniendo la
ansiedad Shizuru se dejó guiar por su joven esposa a través de los pasillos,
que sorprendentemente no había recorrido en su deambular de los días
anteriores, eran los espacios menos decorados del castillo, normalmente recorridos
y habitados por la servidumbre, los más modestos, el lugar al que ningún noble
osaría ir. En cuanto cruzaron miradas con algunas de las mujeres que limpiaban
todo a su alrededor, Natsuki les dedico sonrisas gentiles... del tipo que
ningún amo ofrecería a sus serviles, en cuanto volvieron a encontrarse a solas
en su recorrido, la pelinegra encontró adecuado exponer la situación de las
personas en el castillo. -Ellos sirven de día y al atardecer proveemos los
medios para que puedan retornar a sus hogares...-
La castaña se
lamentó de este hecho, no era su costumbre menospreciar los aposentos de los
leales, mas cierto era que se había dejado cautivar por los decorados y la
opulencia de la estancia dispuesta en el castillo para su familia, aquella era
la perfecta fachada para que nadie estuviese interesado en adentrarse en el ala
oeste del Castillo Kruger. -Suponía que ellos vivían en este castillo...-
Shizuru pensaba eso y podría jurar que el resto de su familia lo hacía,
aquellos sirvientes ya ocupaban sus deberes antes del amanecer, si eran
discretos al llegar la noche, empero ¿Quién preparaba los alimentos de la cena,
si la servidumbre se había marchado antes del crepúsculo? En efecto la mesa ya
estaba servida a esa hora, incluso las copas de vino...
Natsuki negó con la
cabeza. –Si tuviésemos habitaciones para la servidumbre, hubiésemos destinado
un alojamiento de ese tipo para la señorita Margueritte, aun así, ella habita
entre nosotros como un miembro más de la familia Fujino, es un trato especial que
ella recibe, solo por estar bajo la gracia y la bondad de Shizuru- La pelinegra
no ocultaba su descontento sobre la mujer y la de ojos rubí le miraba
contrariada, sin entender los motivos de su disgusto sobre la diligente
Margueritte.
-... la mayoría de
nuestros invitados piensan que la servidumbre vive en el ala oeste del
castillo, es la mejor manera de alejarlos... la gente resta importancia a las
personas solo porque no tienen sangre azul, y aunque es cruel... ello hace que
este sea un santuario familiar al que nadie vendría por simple curiosidad, solo
los miembros de la familia pueden entrar... pero tu eres ama y señora de todo
lo que me pertenece, para ti, no quiero secretos- Musitó Natsuki deteniéndose a
mirar a su esposa. –Shizuru ahora es mi familia también- Una pequeña sonrisa y
la de melena ocre evidenció el motivo de la abrupta interrupción a su caminata.
Una gruesa puerta
hecha de roble, con bordes de metal y una gran cerradura yacía frente a ellas,
Shizuru observó como una llave dorada era extraída del atuendo de Natsuki y con
ella, el cerrojo se abría dócilmente al movimiento tenue de su mano, sin mucho
esfuerzo la Lobuna movió aquella puerta maciza para darle paso. La Fujino
encontróse con un salón prístino, hecho enteramente de mármol y cristal, un
lugar digno de ser mencionado en sus libros de fantasía y aventura. La
filigrana de plata en las cortinas, intrincados vitrales que formaban haces de
luz coloridos con los rayos del sol, cada silla, cada marco, cada escultura
estaba hecho de metales y gemas preciosas trabajadas por un orfebre consumado,
era sin lugar a dudas una opulencia que hacía palidecer la riqueza antes vista
en el castillo, cada detalle había sido dispuesto por un hábil artista.
Las esmeraldas le
miraban con una sonrisa, Natsuki observaba las facciones de su amada sin
encontrar algún dejo de avaricia, su Shizuru delataba una curiosidad, una
maravilla inocente que aliviaba su alma y le ayudaba a confiarle cada secreto.
La pelinegra atrajo la intensa curiosidad de su esposa y con su mano señaló un
retrato de proporciones enormes, pero razonables para la amplitud del lugar,
una pintura coronada en el centro del salón. –Ella, es mi madre-
Los rubí observaron
la pintura, una doncella de negros cabellos como la noche, perlada piel,
facciones dulces y delicadas, enfundada en un vestido blanco con velos azules,
una delicada mirada jade, una hermosura obsequiada por alguna divinidad. Los
labios carmín se separaron solo un poco y por un momento, espantada por ver en
la mujer del retrato, la formas más parecida de la ninfa de los bosques, de la
joven que constantemente acosara sus sueños. ¿Cómo osaba el destino hacerle una
broma tan cruel? Shizuru sintió flaquearle las piernas y una rauda Natsuki le
llevó a la comodidad de uno de los sillones allí dispuestos.
-¿Estás bien?- Con
la angustia escondida bajo la máscara y una latente inquietud en su mente, la
Kruger comenzaba a lamentar el haber llevado a Shizuru a ese lugar.
-Perfectamente-
Sonrió la castaña. –Tal vez no están acostumbrados mis ojos a ver un blanco tan
puro, solo me han fallado los ojos y los reflejos-
Natsuki palpó la
mentira en la voz y en los ojos que no se apartaban del retrato, quiso
preguntar si tal vez la conocía, pero era absurdo, su madre había muerto y era
imposible que una doncella como su esposa pudiera... ¡imposible! –Déjame
llevarte a nuestro cuarto, prometo cuidar este quebranto de salud- Los brazos
quisieron entrever los espacios adecuados para levantar a la castaña de una
forma cómoda, pero sus pálidos dedos le detuvieron.
-Es mayor el
martirio de la incertidumbre Natsuki, por favor, muéstrame lo que has decido
mostrarme... dime lo que no deseas esconder de mí o no tendré paz-
Con aquella mirada
suplicante resultaba imposible no ceder. –Mi dulce Shizuru... no he querido
causarte nunca zozobra ni penuria alguna... esta bien, verás y sabrás... todo
cuanto yo sé- Ayudó a la dama a ponerse de pie con el soporte de su abrazo y se
adentraron hacia el siguiente lugar del recorrido, pasando a través de las
cortinas hechas de satín. El pasillo frente a las dos era bastante más sobrio,
sin embargo una enorme hilera de pinturas aguardaba a cada lado sobre la pared
gris, pero propiciamente iluminada por ventanales entre una pintura y la
siguiente.
Shizuru observaba
todo a su alrededor intentando guardar en su retina y su memoria cada rostro,
empero de nuevo la cruda y dura curiosidad asoló su pensamiento. -¿Quiénes son
ellos?- Uno tras otro, los rostros delataban algún parecido, aunque cada
pintura guardaba un atractivo místico, una belleza digna de la figura de
ángeles, resultaba inquietante que los ojos de aquellas obras inmortalizadas en
los lienzos, estuviesen quizás demasiado vivos, para tratarse simplemente de
una pintura.
-Los diez antes que
nosotros...- Musitó Natsuki con voz sombría, mirando una de las pinturas en
particular, la primera de la fila. –Mi padre y yo llamamos a este sitio, el
pasillo de la derrota-
-Ara, cual es la
motivación de un nombre tan... tan deshonroso- Shizuru que ya podía estar en
pie por su propia cuenta, no se separaba de los cálidos brazos que le brindaban
soporte y seguridad en aquel lugar tan... ¿Lóbrego?
-Todos ellos han
fracasado... cada uno fue egoísta o temeroso, perdieron el coraje para luchar,
tal vez la fé, otras veces pienso que fueron las circunstancias de sus vidas...
de su fealdad- Levantó los hombros con desinterés.
-¿Fealdad?- Shizuru
no daba crédito a las palabras de su esposa, si esos retratos estaban llenos de
adonis.
Las gemas
esmeraldas se fijaron sobre el rostro confuso de Shizuru. –Lo que ves, se
limita a lo que perciben tus ojos, no tu corazón... yo puedo ver la
monstruosidad de sus verdaderos rasgos...- La mano de Natsuki acarició la
mejilla nacarada, obligando a la dama a que la mirara solo a ella, quizás como una
muestra de celos. –Todos ellos, son como yo Shizuru, pasaron toda su vida con
la apariencia vil de un demonio, su fealdad no esta en la verdadera forma de
sus rostros y de su carne, ellos se veían por fuera... como bestias
horripilantes a las que todos temían, se veían en la forma que pesan sus
mayores temores y pecados, así como los de sus antecesores- Natsuki juntó su
frente con la de la castaña y cerró los ojos con fuerza. –Vuelve a mirar, por
favor... y no olvides que estoy junto a ti, nada te hará daño-
Shizuru suspiró
largamente, antes de volver la vista sobre los retratos, era absurdo ¿Qué
cambiaría que sus ojos no hubieran visto ya? Sin embargo, en cuanto los rubíes
buscaron las pinturas, a diferencia de la ocasión anterior, las imágenes
angelicales ya no estaban dentro de los marcos dorados sobre la pared, de hecho
estaban vacíos y los dueños de las figuras vagaban translucidos como espectros
silenciosos en derredor de las dos, eran tan altos y alargados que seguramente
medirían dos metros, sus rostros amorfos no siempre tenían la forma lobuna que
caracterizaba a la familia Kruger, algunos eran como ogros, o demonios, otros
tenían la piel escamosa con formas de reptil, cada uno de los 10 espectros era
claramente una rara combinación entre un animal y una persona. El más
horripilante de todos, resultaba ser un hombre en cuya ropa colgaba el emblema
de la familia real, con los anillos del mismísimo rey de Windbloom. Ni todas
las joyas del mundo hubiesen podido engalanar, la joroba llena de filos puntiagudos
y salientes negras en su espalda, su piel peluda de color azul y sus ojos
rojos, sus largos cabellos negros se extendían como una maraña hasta el suelo,
su rostro con formas bruscas y sus colmillos saliendo de su boca. Aquel hombre
con sus enormes y desproporcionadas manos llegando hasta el suelo, se puso de
pie ante Natsuki, levantó su mano hasta casi tocar la barbilla bajo la mascara
de plata, pero la joven no se movió ni un ápice, a pesar de que Shizuru
temblaba como una hoja al notar que el ser inmaterial no lo era del todo.
-Una mujer...- La
gutural voz parecía mofarse de su descendiente más joven. -¿Acaso podrías tú
lograr lo que ninguno de nosotros pudo? ¿Tanta es la desesperación de la
diosa?- Prepotente a pesar de su apariencia, siseo con su lengua bífida muy
cerca del rostro de Natsuki y la bella Shizuru no hacia otra cosa que contener
las arcadas que la nauseabunda criatura le provocaba.
-Naraku... Naraku,
solo una mujer puede comprender mejor el corazón de otra... tu que no pudiste
entenderlo nunca fuiste condenado, eres la causa de todo esto, eso se lo
recuerdo a todos- Natsuki volvió la vista sobre los otros lastimeros seres.
–Nunca olviden que él, fue el artífice de nuestra desgracia... él no es
compañía en su tormento, ¡él hizo de cada una de sus historias una tragedia! No
lo olviden nunca- Ante tales palabras unos y otros rostros se miraron
confundidos, como si hubieran olvidado la razón de su cautiverio en aquel
pasillo dentro de aquellos retratos encantados, los gruñidos, los quejidos y
antes de que Naraku pudiese plantarle sus garras en el rostro, fue retenido por
otros nueve pares de manos llenas de garfas.
Los rubíes
observaron como los monstruos se convertían en fuegos fatuos yendo y viniendo
tras uno negro y maligno, una vez el espíritu maldito de Naraku fue recluido
nuevamente en su retrato, la hermosa faz del hombre que fuere antes de la
maldición emergió en el lienzo. Los labios de Shizuru silenciados por los
hechos se abrían con la intensión de musitar sus conclusiones, pero pronto la
confusión volvía a llenarla y callaba las voces de sus ideas. Todo volvió a la
normalidad, cada fuego fatuo había vuelto a su morada, dando las vistas de los
seres angelicales de minutos atrás. La castaña miró cada rostro con pesar,
ahora podía contemplar la amargura en los ojos vivos de cada retrato, mas solo
el hermoso rostro de Naraku delataba aun soberbia en el iris zafiro de su
mirada.
-¿Que pudieron
haber hecho para recibir tal castigo?- La tierna forma en la que Shizuru tocaba
el marco del retrato de Yukito Kruger, estremecía la fortaleza de Natsuki al
observarla.
-El tátara tátara
tío Yukito, fue el segundo en portar la maldición... desdichado, renegó del
destino que había sido elegido para él, tras sus años de gloria se encerró a si
mismo tras los muros de este castillo- La lobuna tomó la mano de Shizuru para
continuar su recorrido por el ala oeste del castillo, mas escuchóse un sutil
lamento en cuanto los tersos dedos de la castaña dejaron de rosar el marco
hecho de oro.
-¿Años de gloria?-
Shizuru observaba con una profunda intensidad a su joven esposa. Tras ver los
espectros atormentados de la familia Kruger, sus dudas se hacían cada vez más
insoportables, lo cierto era que ver espectros no le resultaba una novedad,
pero nunca antes vio unos tan... monstruosos.
-Él no siempre tuvo
ese aspecto, supe que a la edad de los 20 años y tras la muerte de Naraku, él
fue elegido para ser el siguiente de nosotros. No imagino cuan difícil fue para
él, ser dueño de un reino entero, padre y esposo de una linda familia, con una
vida idílica por vivir...- Natsuki negaba con la cabeza mientras abría la
siguiente puerta. -... en cuanto adquirió la forma maldita que contemplaste de
él, el reptil, ni su esposa ni su hermosa hija pudieron contener su desagrado...
el Rey, Kaoru Kruger, decidió desterrarlo a Fukka y cuidar de su familia por
él. No hubo sacerdotisa que pudiera ayudarle, ni los rezos de miles que convocó
la corona pudo aplacar el peso de la maldición, así que simplemente lo
abandonaron aquí y después de trece años, murió incapaz de soportar un minuto
más su lastimera existencia-
-Quieres decir
que... ¿Lo abandonaron a su suerte?- Shizuru no podía creer lo que escuchaba,
¿Acaso eran unos desalmados? Aun las familias cuyos descendientes nacen con
malformaciones, procuran una vida tranquila a esas personas por el amor que les
tienen.
-Quiero decir que
todos los que somos como él terminamos aquí, en mi caso... yo nací en Fukka, yo
nací así... no he tenido que vivir lo que ellos en cierto sentido- Suspiraba
abriendo la siguiente puerta.
-No comprendo... –
Decía la castaña mientras le seguía y la observaba abrir otra enorme puerta
como si no pesara nada, tras pasar, posó la mano sobre la madera e intento
moverla, evidenciando que pesaba lo suficiente para requerir la fuerza de dos
jornaleros por lo menos.
-Yo tengo la
máscara en el rostro desde que puedo recordar, así que nunca he visto mi
reflejo en un espejo... ellos en cambio sabían cuan hermosos eran, cual era el
poder de la belleza y tenían el placer de no encontrar quien les despreciara
por su aspecto... perdieron lo que para ellos era más importante, su aspecto,
su prestigio, sus títulos, su familia, yo no tuve nada que perder sobre eso-
Llegaron a otro salón, muy similar al primero, pero a diferencia del anterior,
la pintura mostraba a un hombre rodeando entre sus brazos a la dama y ella a su
vez en sus brazos sostenía a una bebita, que bien pareciese una muñequita de
porcelana.
-¿Es el rey?-
Shizuru se abrumaba al ver a la madre de Natsuki con el rey, eran una pareja en
verdad linda y la pequeña criatura en los brazos de la madre, un manojo de
hermosura.
Natsuki sonrió,
acariciando el envés de la mano de Shizuru y con ello logró atraer su atención.
–No... como te dije yo tuve lo más importante, ellos... mi padre y mi madre.. “y ahora a ti”-
-¿Y la niña?- La
castaña miraba a la bebita, seguramente tenía sueño en ese momento, ya que
fruncía el ceño, pero allí estaban sus hermosos ojos esmeralda, mirando el
mundo con total interés.
-¿No es evidente?
Soy yo Shizuru- Natsuki le miraba con un mal gesto frunciendo en sus labios.
-Pero... ¿No decías
que has usado esa mascara toda tu vida?- La Fujino se cruzaba de brazos, ara
que imprecisión de la información.
-Desde que puedo
recordar Zuru, cuando era bebe... pues, de eso no tengo mucha memoria, como
todos-
-¿Cómo me
llamaste?- Entre sorprendida y disgustada, Shizuru se acercaba a su esposa con
ganas de dar guerra.
Natsuki tragó
saliva. –Zu... ¿Zuru?-
-Así me decía mi
abuelo- Sonrió divertida por la cara de espanto que no podía disimular su
Natsuki. –Es una tierna expresión viniendo de la ruda y dura Natsuki-
-Yo no soy... así-
Ahora la pelinegra se cruzaba de brazos ligeramente molesta. –Ahora no voy a
mostrarte la ultima parte-
-Ara, ara... eso
significa que tendré que usar mis mejores armas para hacer ceder a mi esposa-
Un brillo malevo se asomó en los ojos rubí de la castaña mientras se acercaba
peligrosamente a la Lobuna. La mujer deslizó sus manos sobre el chaleco de
cuero que envolvía le torso de Natsuki y esta no pudo evitar un respingo ¿Qué
pretendía la doncella? Sentía claramente un mayor peligro en la delicada
caricia sobre su barbilla proveniente de la dama que del espectro de Naraku
momentos atrás y eso era absolutamente extraño, pues no le temía a nada
realmente. El delicado rostro de la castaña estaba ya a escasos centímetros del
suyo, eso era suficiente para derretirle las piernas, terminó dejándose caer
sobre la silla más cercana. ¿Acaso Shizuru tenía un raro poder sobre ella? Lo
supo en el instante que se produjo esa suave caricia entre sus labios y los de
la bella de Tsu, en el delicado tacto de sus manos envolviéndole, robándole el
aliento con tan poco y fue entonces tan fácil dejarse hacer en el sabor
exquisito de su boca.
Solo cuando el aire
escaseo y se hizo indispensable respirar, ambas se apartaron. Shizuru con un
lindo sonrojo en sus mejillas y ella con un ardor hasta en las orejas. -Esta
bien...- Afirmo con voz jadeante. Natsuki se levantó como pudo y caminaron
hasta la siguiente habitación.
Shizuru contempló
que esta se hallaba en penumbra, ni la luz del sol podía atravesar los
ventanales cerrados, ni candelabros había en el sitio para iluminar, así que se
aferró a la pelinegra que al parecer conocía cada lugar sin necesidad de la
vista. Se detuvieron, percibió como la mano de su esposa retiraba un manto y
debajo de él un fulgor azul iluminó por entero la amplitud del espacio. Una vez
sus ojos pudieron acostumbrarse, observo la maravilla de algo sorprendente, una
flor de cristal flotaba en medio del salón, sin nada que la sujetara, fuente de
la luz que proyectaba estrellas en las paredes, resultaba un artilugio mágico,
tan cuidadosamente esculpida era la rosa, que sus espinas, sus hojas y su tallo
asemejaban en todo a la flor...
-¿Qué es esto?-
Shizuru oscilaba entre la idea de tocarla o simplemente observarla maravillada.
-La luz de mi
esperanza- Natsuki sujetó entre sus dedos la brillante flor, mostrándosela más
de cerca a la castaña. –Cuando Ellis se marchite, yo habré fallado como todos
los demás... pero mientras brille con esta intensa luz, existe la esperanza de
librarme de la maldición, no solo a mí... a todas las personas que habitan en
este poblado-
-¿Qué es la
maldición?-
-Una lucha
interminable entre la oscuridad y quienes protegen el la entrada al mundo
espiritual- Natsuki no tenía otra manera de describir la protección que le
brindaba su familia a Fukka, incansables destructores de Orphans. -Una
maldición es un castigo severo sobre todos aquellos que intervinieron o bien
hicieron caso omiso de las circunstancias... alguien hizo algo malo, muy malo
y... bueno- Natsuki se esmeraba en buscar las palabras adecuadas. –Hay promesas
que nunca deben hacerse si no vas a cumplir tu palabra, hay sentimientos de ira
y decepción tan grandes que pueden atraer infinidad de desgracias sobre
todos... es-
Shizuru sonreía
ante la forma inocente en la que Natsuki refería el tema, era una forma muy
vaga de describir las cosas, así que resultaba necesario preguntar. -¿La
maldición es dolorosa para ti?- Extendió la mano para sujetar la rosa entre sus
dedos, encontrando que era realmente de cristal, muy suave, frágil pero tibia.
-No, no me duele
nada...- Natsuki se palpaba a si misma y no encontraba en su cuerpo nada que
doliera, sus muñecas ya habían sanado.
-¿Entonces porque
es una maldición? Se supone que son malas- Sonreía gentilmente, como esperando
la explicación de un niño pequeño sobre cosas muy complicadas para ser dichas.
Natsuki tomo la
rosa y la depositó sobre el atril donde un cofre de cristal la guardaría.
Invitó a Shizuru a sentarse y se posó a su lado, sujetó sus manos, acariciando
y entrelazando sus dedos. –Es una maldición porque temes lo que hay oculto tras
esta mascara- Suspiró largamente. –Cuando otra vez el día se cierna sobre
nosotros, estas suaves manos ya no estarán allí, solo unas garfas horrendas que
no pueden abrazarte sin herirte, estar lejos de ti es mi castigo-
Ante aquellas
lastimeras palabras, Shizuru no dudo en abrazarle con fuerza, deseando por todo
medio apagar esa pena que no abandonaba su rostro. –Aun las rosas poseen
espinas, aun una flor tan delicada puede lastimar a los animales que intentan
devorarlas, si mi Natsuki tiene garfas en sus manos- La castaña levanto sus
manos unidas y deposito un suave beso en las palmas de la Lobuna. –O colmillos
en su boca- Esta vez dio un quedo beso a sus labios. –Entonces los necesita,
como las rosas a sus espinas...- Acarició su mejilla. -... pero ello no evita
que sus pétalos sean suaves, o que sean hermosas... como Natsuki puede ser
dulce-
Entre caricias,
delicadas como ninguna, se despojaron de aquellas banales prendas, una noche
más para amarse, para entregarse, sabiendo que el tiempo era escaso y sus
oportunidades en el futuro, serían absolutamente más escasas. Sin darse cuenta
y bajo el sempiterno brillo de la flor, los pétalos de cristal se abrieron
lentamente, como si fueran testigos de aquel momento, como si grabaran en su
larga historia, un dejo de esperanza sublime, tan dulce, como el sentimiento que
secretamente surgía en los corazones de las dos jóvenes...
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autor.
Cada capítulo más emocionante y con sentimiento indescriptible está historia nos envuelve para ver el amor verdadero con los ojos del corazón. Felicitaciones
ResponderEliminarOtra entrega estupenda no me cansare de decir como me encanta esta historia me acompaña hasta en mi sueños ^^
ResponderEliminarMe encanta, desde el primer capítulo me atrapaste con la historia, y cada día espero con ansias el capítulo siguiente. Tenes una forma de escribir muy elegante el cual me encanta!!!!
ResponderEliminarFantastico relato!! solo quiero decirte, que de verdad me gusta lo que escribes, tu protagonista me divierte sobre todo nastuki siento que la amo, me tienen muy encantada todos tus personajes que han intervenido hasta el momento en la historia...felicidades!... saludos!!
ResponderEliminarHola. Hermoso relato!!!! Me gusta la forma que relatas...espero pronto subas la continuación. Cuidate linda. Besitos
ResponderEliminarEs maravilloso leer tu historia, desde el primer capitulo me engancho, espero con ansias el siguiente. Felicitaciones por tu hermosa escritura.
ResponderEliminar- Maria