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Tenían el día libre pero los dos inspectores acudieron aquella
mañana al funeral de la víctima, para ver si sacaban algo para la
investigación.
Había mucha gente importante, empresarios, políticos,
famosos, nobles y demás raleas de la alta sociedad, todos elegantemente
vestidos para la triste ocasión.
A la salida de la misa, Clara vio a Vega a lo lejos,
junto a su padre, recibiendo el pésame de los asistentes. Sentía remordimiento
por su comportamiento poco ético de esa noche pero también sentía excitación al
verla allí, tan solemne, tan afectada, tan bella, la mujer que la noche
anterior le hizo tener el mejor orgasmo de su vida. Comenzó a recordar su voz,
su olor, su sabor y tuvo que cortar radicalmente con sus eróticos pensamientos
porque sintió que el corazón se aceleraba a un ritmo que su húmedo sexo
intentaba imitar.
Después de las exequias, Clara se despidió de su
compañero con una falsa excusa para evitar hablar con él, no sabía cómo
contarle lo sucedido, y se fue a su casa dando un largo paseo.
La casa reclamaba a gritos su atención por lo que decidió
dedicarse a los quehaceres del hogar. Cambió las sábanas, pasó la aspiradora,
fregó, lavó y planchó la ropa, y cosió el botón de aquella celestina blusa,
excitándose de nuevo con solo recordarlo. Llevaba todo el día pensando en ella,
no pudo dedicar un solo pensamiento a otra cosa, hacía las tareas de forma
mecánica mientras su mente se dedicaba a excitar su cuerpo con el recuerdo de
la noche anterior. Se puso seria consigo misma, no podía continuar de esa
manera, no era ético lo que estaba haciendo aunque ya tuviera pensado dejar la
policía. Tenía que controlarse, no podía ponerse como una perra en celo cada
vez que pensaba en ella.
Ya entrada la tarde, Vega llamó, quería quedar con ella.
En un principio, Clara se negó pero luego, accedió a sus súplicas al notar, por
el tono de su voz, que no estaba bien.
Quedaron en un restaurante del centro. Durante la cena,
Vega le contó el penoso día de funeral que había pasado, atender a los
familiares y amigos, y tener que soportar a su padre, habían sido un suplicio
para ella.
Mientras Vega hablaba de su aciago día, Clara no podía
dejar de mirar su boca, esa delicada y deliciosa boca, cuyos perfilados labios
guardaban el cofre de sus exquisitos besos. Notó que se estaba excitando con
solo oír su voz, con solo mirarla, con solo pensarla. Contrólate, Clara, se
dijo para sí misma, reprochándose que iba a tirar por la borda toda la terapia
que había realizado durante el día para controlar esta situación y no sucumbir
a sus encantos.
– Estaba
deseando salir de allí. Estaba deseando verte – dijo la mujer con un brillo
inusual en sus ojos.
A la salida del restaurante decidieron dar un paseo y
Clara la acompañó hasta su casa. Durante el camino, Vega le fue contando las
sensaciones de soledad y temor que le había provocado la pérdida de Tania,
había perdido a su única hermana y, aunque no trataba mucho con ella, su muerte
violenta la había afectado mucho. La inspectora le comentó que no había nada
nuevo que resaltar sobre el caso y que seguían con la pista del tal Navarro.
Cuando llegaron al portal, Vega la besó invitándola a
subir pero ella, aunque lo deseaba, declinó la invitación, hizo caso a su frío
cerebro y no a sus ardientes deseos. Clara no controlaba la situación, la
situación la controlaba a ella, y necesitaba tiempo para pensar.
Esa noche, en la soledad del sillón, y con la complicidad
de Sade y de su mano, Clara se masturbó pensando en Vega, necesitaba descargar
de su cuerpo toda la excitación acumulada durante el día.
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Ohhh Vega le ha dejado grandes sensaciones a Clara(ah esperar mas el acercamiento entre ellas)
ResponderEliminarClara no puede controlarse jajaja
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