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La Princesa - Elied


Entonces la princesa  dejo de pensar en él por un segundo, alguien nuevo había llegado a ocupar el lugar que el príncipe nunca quiso tomar alguien que en lugar de hacerla llorar la hacía reír alguien que tenía la capacidad de  hacer sentir nerviosa la al princesa con solo mirarla alguien que parecía ser totalmente diferente al príncipe se citaron se vieron caminaron, a la princesa le resultaba extraño todo aquello después de  muchos  años de haber estado con el príncipe quien pocas veces se preocupo  por ella ahora estaba con una  persona que hacía sentir que ella era el centro del universo  esta persona le abría la puerta acomodaba su silla la miraba  mientras ella hablaba y la escuchaba tenia años que nadie la escuchaba sus miradas se encontraron sus cuerpos se acercaron y en ese momento la princesa deseo que aquel hombre tocara sus labios tal vez de esa manera lograría borrar los tatuajes que el príncipe había dejado en ellos el  se acerco más y la beso  ella no pudo evitar hacer comparaciones entre  los labios  de aquella  persona y los del  príncipe.  

El príncipe había estado tanto tiempo en su cabeza y su cuerpo  que sintió que alguien la estuviera invadiendo. La culpa hizo  que ella lo apartara aunque ya nada tenía  con el príncipe cinteo que había un lazo invisible que la mantenía atada a él.  Ahí empezaron los  fracasos de la princesa, uno tras otro  los caballeros que llegaba perdían la batalla contra la batalla de un príncipe que la seguía asechando. El corazón de la princesa se convirtió en una muralla que impedía el paso de todo aquel que quisiera e incluso que pensara acercársele. La princesa entendió que para ser feliz necesitaba olvidarse del príncipe y supuso que la mejor manera  era desasearse de todos aquellos recuerdos, los que tenia de él, pero como no supo donde tirarlos los dejo todos  dentro de  una caja, caja a la cual recurría todas las noche para llorar abriendo cada vez  más la herida que no terminaba de cerrarse.  Derrotada la princesa se resguardo en su habitación, dejo de comer, dejo de salir, dejo de estudiar porque sin el príncipe, la vida le parecía un absurdo, porque sin el príncipe nada tenía sentido, porque no conocía otra forma de vivir… entonces la princesa  no aguanto más,  levanto el teléfono y llamo al príncipe  para saber si él la extrañaba tanto como ella lo hacía.
El teléfono sonaba mientras esto sucedía  el corazón de la princesa no le cavia en el pecho,  las manos le sudaban,  los dedos de los pies  se le entumían, la boca se le resecaba… escucho su voz, no supo qué hacer,  no supo que decir, se quedo paralizada mientras la voz del príncipe se escuchaba en el auricular, colgó.  Lloró,  se sintió estúpida por lo que estaba haciendo, por la manera en la que estaba destruyendo su vida se maldijo así misma, maldijo el momento en el que conoció al príncipe, maldijo el momento en que lo empezó a amar, maldijo la vida, maldijo el amor, maldijo a los hombres… fue cuando la princesa comprendió el verdadero significado de la palabra odio, porque lo estaba sintiendo en ese momento,  fue así como la princesa llego a mi consultorio lo primero que me dijo
Que necesitaba olvidar al príncipe, yo le explique que aun no habían   inventado las pastillas para olvidar. Así que era necesario seguir el proceso normal, que tal vez, no era tan rápido ni tan placentero  pero que remediablemente llegaríamos a ese punto en el cual ella aceptaría que lo que un día fue, ya no sería. 
¿Cuánto más va a doler, cuánto tiempo más va a tardar? - me pregunto.
va a doler lo que tenga que doler, va a durar lo que tenga que durar - le conteste.
Ella misma identifico su problema, no podía amar o más  bien le costaba amar, después de lo que había  pasado con el príncipe. El trabajo fue bastante sencillo, solamente la encamine a la solución, una solución que de sobra ella sabía, solo que no sabía que la sabia, puesto que no la recordaba así que con mi voz la lleve a ese lugar,  y a ese momento en el cual se había convertido en una princesa, la traslade hacia el recuerdo en el cual su padre  de había regalado una corona y un cetro. Ella caminaba de su mano y no existía hombre más perfecto, no podía sentirse más feliz, más amada y más segura que al lado de aquel hombre, entonces apareció la solución que la princesa buscaba.
¿Qué ves aquí? - pregunto su padre,
Una ramita - contesto la princesa
-bueno, donde tu vez una ramita, yo veo la parte de un árbol que quiso seguir su propio camino - sin saberlo su padre le había dado el permiso de ser lo que ella quisiera ser, no tenía que seguir el camino de nadie ni tenía que ser  lo que los demás querían que ella fuera. Ella era esa parte del árbol que decidió ser diferente, lo que su padre le quiso decir en ese momento era que no permitiera que nadie la tratara como una simple ramita, no era esclava de nadie, su libertad dependía  únicamente  de ella.
La princesa fue a dos sesiones más y hablamos acerca del recuerdo, la di de alta.  Ella ya no necesitaba de  mis servicios, no lo entendió del todo, pero yo sabía que a partir de ese momento ya podía hacerse cargo de sí misma puesto que las palabras de su padre la guiarían. 
Le perdí el rastro por algún tiempo…  un día me la tope por las calles de la ciudad, se veía muy diferente, tenía otro corte de cabello, otro estilo de ropa, tenía una sonrisa renovada… me conto de lo mucho que le había ayudado la terapia y de los cambios que habían surgido  en su vida. Había cambiado de  estudio, tal parece que la carrera que tenia no le gustaba tanto.  Se consiguió un nuevo grupo de amigos y encontró el amor… encontró el amor de la única persona que podía hacerla feliz otra princesa.


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2 comentarios:

  1. una bonita manera de demostrar que nunca es tarde para encontrarse asi mismo..

    Saludos Dafne

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  2. Mi nombre es Elied jaja

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