CAPÍTULO
03
Nada podría atenuar
la conciencia de tenerla a su lado. Ahora que se habían besado, su sabor latía
a través de su cuerpo despertando sensaciones que había pensado muertas hacía
mucho tiempo. Era un proceso doloroso, ese nuevo despertar, y ya conocía cada
momento de ella.
La emoción de la
victoria corrió a través de Aleksandra como una droga mientras miraba a Inna
charlar con Dirk y la adorable Veronique.
Era ella, su amor rencarnado. Aunque todavía no tenía ninguna prueba
física, sentía que no la necesitaba cuando su corazón le decía lo que ya sabía.
Durante la cena se
había sentado junto a Inna, empujando la indeseada comida de un lado a otro de
su plato mientras se deleitaba inspirando la esencia de su perfume. La había
vuelto loca mientras reía y coqueteaba desvergonzadamente con otro invitado lo
suficientemente viejo como para ser su padre. Apenas había logrado reprimir el
deseo de destrozar su puño en la cara del
hombre cuando vio el interés claramente escrito en sus ojos.
Se aceptaba —se
esperaba incluso— que los hombres y las mujeres que asistían a esas fiestas
tuvieran múltiples compañeros, pero Inna era suya y sólo suya. Simplemente, ella
no lo sabía aún.
Mientras la cena
continuaba, había tenido que salir por algunos minutos para controlarse. No
quería asustarla con el salvajismo de sus sentimientos. Debía moverse con
precaución si esperaba conquistarla otra vez. Había pasado los anteriores
cincuenta años buscándola, y estaba decidida a no perderla siendo impetuosa.
En el balcón con
vista al salón de baile, la observó de lejos. Las tenues luces brillaban en su
pelo fino, anudado en un simple moño con suaves rizos escapando de él, lo suficientemente
largos como para acariciar sus hombros desnudos. Sus dedos ardían por soltar la
masa sedosa de cabello de su torturante confinamiento. Deseaba verlo desplegado
sobre sus almohadas mientras la embrujaba hasta el completo abandono.
En algún momento, la
rubia había perdido su chal, exponiendo una gran superficie de su espalda a su
mirada. Ella besaría la curva de su espalda desde la nuca hasta las caderas
antes de tomarla desde atrás, abriendo sus muslos y entrando en ella con un
empuje lento.
Contuvo un gemido al
pensar en su cuerpo desnudo bajo el suyo. La lujuria se hizo presente en su
entrepierna y silenciosamente maldecía sus jadeos apremiantes. La humedad que
empezaba a emerger en sus muslos mancharían los malditos pantalones si
continuaba más tiempo imaginándose haciendo el amor con ella.
Se marchó dando media
vuelta, con la respiración jadeante mientras luchaba para controlar su deseo.
La deseaba como nunca había deseado a otra mujer y una vez nunca sería
suficiente. Si pasaran el resto de ese fin de semana en la cama, no sería sino
el principio. No se conformaría con nada menos que la eternidad esta vez.
Caminó hacia las
escaleras, subiendo con sus ligeras zancadas al primer piso. Ignorando las
miradas interesadas de varios hombres e incluso de algunas mujeres, colocó su
bebida no deseada en una bandeja y avanzó a través del cuarto para reclamar a
su mujer.
Su risa derramó una
ola de conciencia sexual por su columna vertebral mientras se colocaba a su
lado. Apoyando una mano en su espalda, percibió el pequeño temblor que la
recorrió mientras dejaba caer un pequeño beso en su hombro desnudo apenas por
encima del conejo pintado.
— ¿Me extrañaste?—
preguntó.
Inna sonrió, y ella
notó el rubor que encendió su piel, su deseo tan tangible e intoxicante como su
perfume.
— ¿Qué crees tú? —Su
voz era baja y ronca.
—Tomaré eso como un
sí— respondió dirigiéndole una pequeña sonrisa.
—Me preguntaba a
dónde habías escapado— dijo Veronique. —La cena apenas terminaba y te
escabulliste como alguien recién salida de prisión.
Su tono era
interrogante, pero ella lo ignoró. Veronique era una gran amiga y una cotilla
desvergonzada.
—Salí para poder
fumar.
— ¿Sigues fumando
esas cosas griegas?— preguntó Veronique.
—Llevo de los turcos
este fin de semana. —Notó el brillo de interés en los ojos de Veronique, y extrajo una caja plateada de su bolsillo. —
¿Te gustaría uno? — Ofreció Aleksandra.
—Me encantaría—
aceptó, y entrelazó su brazo con el de Dirk. —Vamos, cariño, escapémonos un
rato y permitámonos el placer de un cigarrillo inicuo.
—Cuida bien de Inna,
ella es muy querida para mí.
Aleksandra miró a la
mujer en cuestión, divertida al verla aceptar otro vaso de champaña de un
camarero. Su mirada estaba centrada en el trasero del joven mientras éste
giraba para ofrecerle un vaso a alguien más. Volvió la mirada de regreso a
Dirk.
—Y para mí también.
El otro hombre
asintió solemnemente antes de permitir a Veronique conducirlo hacia las puertas
de la terraza.
— ¿De qué estaba
hablando Dirk?— preguntó Inna, levantando el vaso hacia sus labios.
—De ti, mi amor.
Hablábamos de ti. —Sus ojos se dilataron y tomó un sorbo de su bebida. ¿Estaba
perturbada? Bien, la quería completamente fuera de equilibrio cuando la tomara.
—¿Bailamos? —Le señaló el vaso. —Han pasado casi dos horas desde que te tuve en
mis brazos.
Inna se sonrojó otra
vez, y Aleksandra no pudo asegurar si se debía al alcohol o a sus palabras,
pero esperaba que se tratara de lo último. Sin pronunciar palabra, Inna asintió
con la cabeza y le dio el vaso, que la morena abandonó en una mesa para
escoltarla a la pista de baile.
Mientras ella se
acomodaba en sus brazos, Aleksandra soltó el aliento, que no se había dado
cuenta que había estado conteniendo. Formaban una buena pareja, con la cabeza
de la mujer pequeña a la altura de su barbilla, y sus curvas suaves perdiéndose
en las más fuertes de ella. Se sentía natural, familiar en sus brazos. Restregó
su mejilla contra su pelo suave, sobresaltándose cuando las hebras dóciles se
engancharon en una parte de la máscara.
—Temo que tendré que quitarme
esto— dijo. —No querría marcar tu piel tan suave.
Ella levantó la
cabeza, con sus ojos brillando intensamente detrás de la máscara.
— ¿No estás siendo un
poco presuntuosa?
—No lo sé. —La morena
levantó la mano y trazó con un dedo la mandíbula de la chica en sus brazos,
maravillándose de la delicadeza de su piel mientras lo hacía. — ¿Lo soy?
—Eres…
Aleksandra se inclinó
y acarició con sus labios, acallando sus palabras mientras luchaba contra el
deseo de devorarla. Un sonido suave se escapó de Inna mientras la lengua de Aleksandra
se deslizaba para saborearla, enviando una oleada de lujuria a sus ijares y
amenazando retorcerle los dedos de los pies. Alek sonrió mientras Inna
inclinaba su cabeza ligeramente, haciendo que su boca aterrizara en la comisura
de sus labios. Mordisqueó el pliegue mientras un estremecimiento la atravesaba:
todavía era tímida, pero pronto se sentiría tan a gusto en su abrazo, que
creería que pertenecía a ese sitio desde siempre.
La morena levantó la
cabeza, contemplando su bello rostro —la parte que no estaba escondida por la
máscara— y su deslumbrante expresión.
—Entonces, ¿qué
piensas hasta ahora?
Inna parpadeó, y su
mirada, anegada de deseo, se despejó.
— ¿Qué pienso acerca
de qué?
—La fiesta, este fin
de semana.
—Bien…. —Recorrió con
la mirada el cuarto, luego se inclinó para susurrar—: No es lo que yo había
esperado.
— ¿Cómo es entonces?
—Creo que esperaba…
más.
— ¿Más qué?
—Sexo. —Inna inclinó
la cabeza, incapaz de encontrar su mirada.
— ¿Quieres decir que
esperabas una orgía?
La rubia asintió y Aleksandra
contuvo una carcajada.
— ¿Y viniste de todos
modos? Qué valiente de tu parte.
Inna levantó la mirada otra vez, con la
ceja levantada.
—Soy más aventurera
de lo que podría parecerte.
—Estoy segura de que
lo eres. —Alek trazó con su pulgar la curva de su labio inferior. —De hecho,
cuento con eso. —Dejó caer la mano a su cintura, para atraerla hacia ella,
donde era su sitio. — ¿Estás desilusionada porque no haya una orgía?
—No. — Inna posó la
mano sobre el corazón de Aleksandra. —Solamente no sabía qué esperar.
—Bueno, no puedo
decir que nunca haya ocurrido, pero el sexo grupal no es algo que suceda
regularmente. De cualquier manera— Alek inclinó la cabeza, acariciando con sus
labios la curva delicada de su oreja—, sería una buena idea tocar antes de
abrir puertas cerradas. Podrías encontrarte con más de lo que podrías manejar.
Inna rió
ahogadamente.
— ¿A cuántas de estas
fiestas has asistido?
—Demasiadas.
Veronique me invita siempre y yo no puedo rehusar.
— ¿Tienes problemas
para decirle que no a una mujer bella?
—Mi política es nunca
decir que no. —Un sonrojo suave iluminó la piel de Inna y la morena quiso
presionar su boca contra el calor revelador.
— ¿Entonces por qué
viniste este fin de semana?— preguntó la rubia.
¿Por qué había ido?
¿Podía decirle que había visto fotos suyas en la oficina de Dirk y había estado
obsesionada con ella desde entonces? Bombardear a Dirk en busca de información
no había conducido a nada provechoso, así que había decidido arriesgarse a
asistir a todas las fiestas de Dirk. Si eran realmente tan amigos como
Veronique había insinuado, sabía que tarde o temprano ella se presentaría… y
había estado en lo correcto.
—Vine para conocerte.
Ella levantó la
cabeza, con la mirada alarmada, y luego sonrió.
—Estás bromeando.
La morena luchó por
conservar su expresión seria.
—Nunca bromearía
acerca de un asunto tan importante como éste.
—Estoy hablando en
serio. — Inna negó con la cabeza, como si no pudiera comprenderla. — ¿Por qué
asistirías a una fiesta como esta? Eres obviamente muy hermosa…
—Gracias.
—Tienes un acento que
podría derretir mantequilla en un día de invierno. No puedo imaginar que tengas
problemas para encontrar compañía en circunstancias normales.
Repentinamente
incómoda, la alta mujer se encogió de hombros.
—Tengo muchas razones
para haber asistido este fin de semana. Pero, a pesar de lo que me trajo aquí,
me da mucho gusto tenerte en mis brazos. Eso es lo que cuenta. Aquí mismo,
ahora mismo, y no lo que nos trajo a este momento.
La expresión de Inna
se volvió seria y Alek vio una breve oleada de pesar en su mirada antes de que
ella la reprimiera rápidamente y le dirigiera una sonrisa brillante.
—Estás en lo cierto,
nada más importa ahora.
La alta mujer sonrió,
ridículamente contenta con sus palabras.
—Ahora, mi preciosa,
¿nos permitirás conocernos y ver a dónde nos lleva esto?
El resto de
tarde pasó como un borrón para Inna. Reprimió una risita. Aleksandra había
estado en lo correcto acerca de algo; de ahora en adelante, tocaría antes de
entrar en alguna habitación. Más temprano, había estado buscando el cuarto de
baño y, en lugar de ello, se había encontrado a un hombre tumbado en un diván,
con una mujer chupando su impresionante erección, y otra mujer sentada en su
cara. Inconscientes de su inesperada presencia, había logrado salir a
hurtadillas del cuarto y cerrar la puerta sin interrumpirlos.
Jesús, ¿por qué a
nadie se le ocurría la brillante idea de cerrar la puerta con llave?
Numerosas copas de
champaña más tarde, Aleksandra la escoltaba a su cuarto.
El cuarto de ella.
Tragó saliva, con las
palmas repentinamente húmedas. A lo largo de la noche, Aleksandra había
permanecido a su lado, nunca más alejada que el largo de un brazo. A través de
sus pestañas, contempló a su apuesta escolta mientras la conducía por el
pasillo hacia su habitación. La máscara estaba todavía en su lugar, ocultando
parcialmente su rostro; sólo la línea firme de su mandíbula, fuerte, y su boca
eran visibles. Deseó quitarle la máscara y darse un banquete con los ojos.
¿Sería tan hermosa como pensaba?
— ¿Cuál es tu
cuarto?— preguntó Aleksandra.
Silenciosamente, Inna
apuntó a la puerta izquierda al final del pasillo.
—Ah, ¿entonces
también tienes acceso al balcón?
—Sí, creo que sí.
—Tengo mucha suerte,
ya que mi cuarto es el que está contiguo al tuyo.
— ¿De verdad?— Inna
miró la puerta al lado de la suya, sólo a algunos pasos de distancia. —Es
ciertamente…— tragó, con la garganta repentinamente seca—… afortunada.
La morena levantó la
mano de Inna hasta su boca.
—Será de día en
algunas horas, pero odio dejarte ir tan pronto. ¿Nos encontramos en el balcón
para una copa final?
La mujer rubia
vaciló. ¿Podría resistirse a ella en la privacidad de su cuarto? ¿Realmente lo
deseaba?
—Te lo prometo,
puedes retirarte a solas, si lo deseas. No deseo apresurarte a algo para lo que
no estás preparada.
—Te encontraré en el
balcón en cinco minutos— dijo ella antes de poder cambiar de idea.
La alta mujer sonrió
y abrió la puerta de su dormitorio, permitiéndole pasar rápidamente por el
resquicio. El aliento de Inna era jadeante mientras ella cerraba la puerta, y la
rubia se apoyó contra ella, con las rodillas temblando. A través de la madera,
oyó la puerta contigua abrirse y luego cerrarse.
Silencio.
¿Qué estaba haciendo?
Levantó una mano temblorosa hasta su boca. Aleksandra era la mujer más
espléndida que había conocido. Hermosa, culta, educada, era todo lo que siempre
había buscado en una persona… y ella la deseaba. No tenían mucho tiempo,
¿entonces a qué estaba esperando?
Se alejó de la puerta
y entró en el cuarto de baño, encendiendo la luz mientras se deshacía de su
máscara. Aparte del rubor que coloreaba sus mejillas, mitigando su usual
palidez, se veía igual que algunas horas más temprano. La única diferencia
notable era el destello excitado en sus ojos oscuros, un brillo que no había
estado allí antes. El resplandor que una mujer lograba después de haber
recibido El Beso.
Hizo uso rápido de
las instalaciones, luego desaprovechó unos momentos preciosos meditando en mil
maneras de dejarse las braguitas puestas. Optando por la modestia, las
conservó. No quería dar la apariencia de estar demasiado ansiosa.
Con una risa
nerviosa, agarró una gaveta y la abrió. Sus ojos se dilataron de muda
fascinación mientras observaba el imponente conjunto de juguetes sexuales que
contenía.
¡Oh, Dios!
Recogió un gran
vibrador púrpura y apretó el interruptor. Empezó a escuchar un zumbido suave
mientras el vibrador comenzaba a funcionar, contoneándose delicadamente entre
sus dedos. Subió el interruptor en un punto más alto y las vibraciones
aumentaron. Luego probó el tercer nivel y casi dejó caer su recién descubierto
juguete mientras se contoneaba a alta velocidad.
Cielos,
esa cosa podría herir a alguien.
Lo apagó e investigó
la gaveta. Casi perdido en medio del formidable conjunto de juguetes, había una
pequeña caja de plástico de baterías recargables. Sonrió abiertamente. Al
menos, Dirk era consciente de la importancia de usar baterías que no
contaminaran el medio ambiente. Metió al demonio púrpura en la gaveta y recogió
un grueso consolador rosado. Encendiendo el interruptor, parpadeó mientras la
parte superior comenzaba a girar en su mano. Córcholis, nunca había visto un
pene de verdad realizar ese truco.
Un golpe suave la
sobresaltó, y dejó caer el consolador en la gaveta. Todavía encendido, vibró
contra los otros juguetes de plástico e hizo un gran alboroto antes de que
pudiera desactivarlo. Cerró de un golpe la gaveta, con las mejillas encendidas.
Agarró su máscara y se cubrió la cara mientras caminaba hacia las puertas del
balcón y a la sombra que la esperaba.
Al abrir la puerta,
su corazón comenzó a golpear salvajemente mientras clavaba los ojos en la mujer
que estaba a punto de convertirse en su amante. Aleksandra se había quitado la
chaqueta color Borgoña y llevaba sólo su blusa blanca, sus ajustados pantalones
negros y sus botas hasta la rodilla. Todo lo que necesitaba era un loro y una
espada y sería una perfecta pirata.
—No podía esperar los
cinco minutos. —Le dirigió una sonrisa malvada y el corazón de Inna se
estremeció.
—Eres incorregible.
—Y ni siquiera sabes
la mitad. —Le dio una copita llena con un líquido amarillento.
—¿Qué es esto? —Inna
recogió el vaso y olió el contenido.
—Es un licor italiano
llamado Strega. Está creado a
partir de setenta hierbas diferentes. El nombre significa bruja.
—¿Ah, sí? —Tomó un
pequeño sorbo, agradablemente sorprendida por el fresco sabor a hierbas en su
paladar. —Mmm, es muy agradable.
—Me alegro de que te
guste.
Inna tomó otro sorbo
y notó que la morena no bebía.
— ¿Tú no bebes?
—Estar contigo es
mucho más embriagador que cualquier licor de la Tierra.
Ella rio y dio un
paso más, saliendo al balcón.
—Me halagas. —El aire
era tranquilo y frío, y aspiró profundamente. En los jardines, ardían aún
muchas antorchas, iluminando las flores amortajadas por la noche. Sólo el
mirador estaba todavía alumbrado con diminutas luces eléctricas.
—No es adulación,
sino la verdad— dijo la alta mujer.
—Sí, claro.
Inna tomó otro sorbo,
disfrutando del sabor que se derramaba en su lengua y calentaba su estómago. Se
dio media vuelta y se apoyó contra la balaustrada. Antes de que pudiera hablar,
Aleksandra se acercó. Sus dedos se enredaron en su pelo y comenzó a quitarle
las horquillas.
—He deseado hacer
esto toda la noche— dijo. Las lanzó sobre su hombro, dejando que aterrizaran
descuidadamente en el balcón con unos débiles y metálicos plinks. No pudo impedir lanzar un gemido cuando los
fuertes dedos de Aleksandra encontraban su cuero cabelludo, masajeándolo
mientras su cabello se derramaba sobre sus hombros.
Sus ojos se cerraron
mientras Aleksandra frotaba un lugar particularmente sensitivo que había sido
lastimado por una horquilla durante la noche.
—Eso se siente
fantástico— gimió.
—Y se ve aún mejor.
Inna abrió los ojos.
La máscara oscurecía la cara de Aleksandra, pero no pudo ocultar el brillo
profundo de deseo en sus ojos. La pasión se desenroscó como un gato en su
vientre, y apretó los muslos mientras sentía el calor de la humedad inundarla.
—Bésame— susurró.
—Será un placer. —La
alta mujer le sacó el vaso de la mano y lo puso a un lado, tomándola en sus
brazos.
La boca de Aleksandra
tocó la suya; su lengua tentó sus labios hasta que ella los abrió.
Su sabor, a mujer caliente, derramó un temblor sobre su piel mientras sus
lenguas se entrelazaban. Resbalando y deslizándose, tentativamente Inna asumió
el control del beso, mordiendo el labio inferior de ella. Sintiéndose más
atrevida mientras un violento y mudo gemido ronroneaba en la garganta de la
morena, Inna deslizó con ligereza las manos a los costados para alcanzar y
ahuecar el trasero de Aleksandra. Firme y estrecho, ella le dio un suave
apretón, ubicando sus pechos contra el vértice los propios senos de la mujer
más alta. Inna cambió de posición, abriendo sus piernas muy ligeramente,
ronroneando con un sonido de placer mientras Aleksandra presionaba su calor
húmedo.
Los dedos de la morena
soltaron su pelo para aventurarse hacia abajo, zambulléndose en el escote
trasero de su vestido. La rubia soltó su boca con un sonido suave y húmedo.
—Necesito tocarte.
—La respiración de Aleksandra era jadeante.
—Por favor.
Sin decir una
palabra, la alta mujer la levantó en sus brazos y la llevó al dormitorio.
Comparado con la luz de la luna en el balcón, el cuarto era oscuro y sombrío,
un trasfondo perfecto para que las amantes permitieran que sus sentidos tomaran
las riendas.
Aleksandra la sentó
en el borde de la cama, y luego cayó de rodillas. Alcanzando su tobillo, colocó
el pie de la mujer en su muslo, y sus dedos ágiles desabrocharon las correas
diminutas, dejando que las sandalias cayeran al piso antes de dirigirse al otro
pie y repetir el proceso.
Las manos firmes
acariciaron la parte interior de sus pantorrillas, torturadas por el sexy
calzado. Ella gimió mientras Alek le daba un masaje en la parte de atrás de las
rodillas, luego abajo otra vez, antes de levantarse.
Aleksandra deslizó la
mano bajo uno de sus brazos y comenzó a quitarle el vestido mientras
desabrochaba la cremallera escondida. El corpiño cayó para revelar su sostén
azul de encaje sin tirantes, y la rubia le oyó contener el aliento.
Aleksandra se dejó
caer de rodillas otra vez, entre sus piernas. Depositó un beso entre sus pechos
casi desnudos antes de seguir quitándole el vestido. En silencio, la urgió a
levantar sus caderas para quitarle la prenda. Inna obedeció, arqueando las
caderas para permitirle deslizar el vestido de su cuerpo.
—Cristo, mujer. —Su
mandíbula se apretó con un chasquido casi audible cuando vio las diminutas
braguitas a juego. —Vas a matarme.
Escondida bajo su
máscara, Inna se sintió más atrevida mientras se apretaba contra ella.
—Morirás como una mujer
feliz— murmuró.
La rubia enredó los
dedos en su pelo mientras la morena la besaba apenas por encima del ombligo,
haciendo que los dedos de los pies se le enroscaran cuando su lengua se
sumergió en el pequeño orificio de su abdomen. Aleksandra tomó las manos de Inna,
entrelazando sus dedos mientras la empujaba hacia atrás, recostándola en la
cama. Los besos suaves marcaron un sendero caliente hacia abajo, donde acarició
con la nariz el encaje azul y los rizos suaves que escondía.
— ¿Aleksandra?— la
voz de Inna tembló.
Sus manos se
tensaron, instándola a acercarse a ella, abriendo sus muslos para acomodar la
anchura de sus hombros mientras la exponía a su contacto. La morena acarició
con la nariz el material delgado de sus braguitas, apartándolas, y, con el
primer golpetazo de su lengua, derramaba el fuego en la sangre de su amante.
Mientras se acomodaba para succionar la tensa gota de carne sensitiva, Inna se
mordió los labios para impedirse gritar ante las sensaciones deliciosas que
creaba. El calor estalló a través de su cuerpo, mientras crecía la tensión que
se anudaba bajo la hábil boca de la otra mujer.
Hizo un sonido de
protesta cuando la morena se detuvo y levantó la cabeza. Sus miradas se
entrelazaron.
—Canta para mí— dijo.
—Quiero oír tu placer.
Inclinó su cabeza
otra vez. Inna permaneció de espaldas en la cama. Mientras la morena acariciaba
su carne sensibilizada, los gemidos suaves se derramaron de sus labios.
Vagamente, ella se dio cuenta de los sonidos casi animales, pero no les prestó
atención. Aleksandra quería oírla, experimentar lo que su contacto le hacía.
La alta mujer soltó
su mano izquierda, deslizándola para acariciar los labios inferiores antes de
introducir un dedo grueso en su canal apretado. Inna arqueó sus caderas
mientras ella la llenaba con un segundo dedo, sin que su lengua perdiera nunca
su ritmo persuasivo.
La tensión aumentó en
sus entrañas mientras Aleksandra acariciaba su carne demandante, haciendo que
sus gritos aumentaran en volumen. Contuvo el aliento mientras su mundo
explotaba en espasmos de deleite contra su boca. Las estrellas, profundas y
convulsivas, llovieron contra sus párpados cerrados mientras la liberación se
derramaba a través de su cuerpo. Pareció continuar sin fin hasta que,
definitivamente, su intensidad disminuyó y ella se combó contra la cama, con la
respiración jadeante.
Vagamente se dio
cuenta de que Aleksandra se levantaba del piso.
Sintiéndose casi
drogada de placer, Inna se forzó a abrir los ojos, para verla inmóvil al pie de
la cama desnudándose. La rubia se enderezó y la agarró de los pantalones,
sumergiendo los dedos en la cinturilla apenas a unas pulgadas de su humedad. La
llevó consigo hacia abajo, completamente vestida, acunándola y envolviéndola
con las piernas. La morena gimió ante la oleada de placer que le llego cuando unió su centro húmedo con el de
la mujer más pequeña
Aleksandra atrapó su
boca en un beso abrasador mientras sus dedos capturaban sus caderas, guiándola
en un ritmo perfecto. Ella enredó sus piernas alrededor de las caderas de la
morena, entregándose a las sensaciones que despertaba en su interior.
Y llegó al orgasmo
otra vez, rápida y ferozmente.
La alta mujer hizo
una pausa sólo lo suficiente para que ella recobrara el aliento antes de
comenzar de nuevo, con sus empujes duros y salvajes. La urgencia se derramó en
la piel de Inna y, en pocos segundos, alcanzó la culminación una tercera vez.
Sus ojos se cerraron mientras una miríada de sensaciones se vaciaba a través de
su cuerpo.
— ¿Puedes soportar
más?— la voz tensa de Aleksandra sonó ruda en su oído.
Ella parpadeó,
observando su cara, que era sólo una sombra, tan cerca de la suya. Su tono le
dijo que estaba en agonía. Había sido multi-orgásmica por tanto tiempo como
podía recordar, ya que usualmente continuaba con más energía que sus compañeros
en cada ocasión. Pero ahora lo estaba haciendo con una mujer lo que significaba
que si era como ella, Aleksandra podía tener múltiples orgasmos sin llegar a
cansarse.
La rubia la soltó y
deslizó una mano entre sus cuerpos. El centro de Aleksandra estaba húmedo
Su aliento produjo un
sonido sibilante a través de sus dientes mientras ella acariciaba su
impresionante humedad, entrando y saliendo de ella. Seda sobre acero, se
dijo, maravillada por la suavidad que era el centro de la morena. La alta mujer
empujó contra sus manos, en movimientos involuntarios y mansos que sabía que no
podía evitar.
Dirigiendo sus dedos un
poco más hacia dentro, maravillándose de la mezcla de éxtasis y dolor que sonó
en sus gemidos. ¿Estaba lastimándola? ¿Era ella tan sensible que le provocaba
dolor? Repitió el movimiento y la morena gruñó profundamente mientras empujaba
contra sus manos, con más fuerza esta vez.
—Aleksandra— susurró
ella. — ¿Te gusta esto?—
—Sí— jadeó ella.
—Aleksandra. Córrete
para mí.
La respiración de la mujer
se hizo entrecortada mientras los dedos de Inna se enroscaban dentro de ella.
Un sonido cercano al dolor escapó de su boca y a regañadientes la rubia,
deslizó suavemente sus dedos hacia a fuera y acercó su boca a la humedad de la
mujer mayor.
Succionó una vez.
Dos veces.
Otra más
Un grito se desgarró
desde el fondo de su alma mientras llegaba al orgasmo. El calor se derramó
sobre la boca de Inna. Exaltándose por la sensación de la liberación de Aleksandra,
ella le deslizó los brazos alrededor de los hombros mientras se pegaba a ella
se movía contra la morena, su aliento caliente contra su cuello mientras
temblaba por la fuerza de su liberación. El aroma de mujer excitada caliente y
sexo compartido perfumaba el aire, y ella soltó un suspiro lujurioso. Estaba
saciada.
La morena le dejó una
pequeña marca de amor en la garganta.
Inna sonrió
abiertamente mientras un escalofrío de posesión la recorría. Relajada, estiró sus piernas, reprimiendo una risa
cuando se percató de que no se habían tomado el tiempo suficiente para quitarse
las medias o el sostén.
La próxima vez.
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O.o que historia tan interesante.
ResponderEliminarBayaaaaa que lindo :)
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