Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Amantes eternas - Adaptación - 2


CAPÍTULO 02 

Era ella, tenía que serlo.
La condesa Aleksandra Romanov se pasó una mano temblorosa por el pelo mientras se movía gradualmente hacia la privacidad de un pequeño toilette,  asegurándose de cerrar la puerta tras de sí.
Ninguna otra mujer tenía esa sonrisa o el aire de confianza que ella poseía. Cuando había inclinado su cabeza hacia un lado para escuchar a Dirk, supo que había visto esa inclinación de cabeza antes.
Incluso ahora, después de verla en persona, era difícil creer que fuera ella. Había visto su fotografía en la oficina de Dirk, pero su amigo había sido notablemente circunspecto acerca de Inna. Le había tomado cuatro años de acechar cada movimiento de Dirk, en búsqueda de la mujer de la foto. Y finalmente, se había presentado la oportunidad. Había sabido que si se mantenía cerca de Dirk el tiempo suficiente, la elusiva Inna aparecería. Y lo había hecho.
Tantos años habían pasado desde la última vez que la había visto… pero sabía que su memoria la reconocía. Para estar segura, había una forma de probarlo, comprobar si realmente era ella. Si los hados le eran propicios, lo sabría en algunas horas.
Echó la cabeza hacia atrás, con los ojos ardiendo de lágrimas de alegría. Después de todos esos años, su búsqueda casi había terminado. Cerró los ojos y ofreció una silenciosa oración de agradecimiento al Universo por indicarle el camino hacia su amor.


Inna le volvió la espalda al balcón, decepcionada. ¿Cómo había desaparecido la desconocida tan rápidamente? Sólo podía esperar a que reapareciera más tarde y tuvieran la oportunidad de hablar.
Una salva de aplausos atrajo de nuevo su atención hacia Dirk.
—La cena será servida en una hora. Hasta entonces, por favor disfruten de los vinos, los canapés… y cualquier otra cosa que deseen.
Inna sonrió mientras su voz se desvanecía y él le dirigía al gentío una leve reverencia. Dando un paso para bajar del estrado, se encaminó hacia ella, haciendo una pausa para intercambiar algunas palabras con uno de los invitados. El corazón de la mujer se hinchó de gozo mientras la cara masculina estallaba en una amplia sonrisa mientras se le acercaba.
—¡Querida!— exclamó, apretándola en un abrazo. —Estoy tan contento de que vinieras.
—Y yo estoy encantada de que me invitaras. —Ella devolvió su abrazo con un apretón igual de cariñoso. —Gracias.
—De nada. —Él la soltó y dio un paso hacia atrás para mirarla de arriba a abajo, su mirada afectuosa. —Te ves bien, mi amor.
—Me siento bien— sonrió ella. —Muy bien, de hecho.
Él atrapó su mano y le dio un apretón rápido.
—He estado muy preocupado por ti.
Ella percibió la tenue luz de interés en sus ojos y su corazón se encogió. Una de las llamadas telefónicas más duras que había tenido que hacer jamás había sido para contarle a Dirk que su enfermedad había regresado. Habían librado juntos la misma batalla cinco años antes, y en ese momento había regresado como una venganza. La sopa casera y el sujetarse las manos no la salvarían esta vez.
Ella ensanchó su sonrisa y apretó su mano.
—No te preocupes por mí, no este fin de semana, por lo menos.
La sonrisa de Dirk reapareció.
—Estás en lo cierto. Este fin de semana estás bien y, daremos las gracias por ello— abrigó la mano femenina en la parte interior de su codo, guiándola por el cuarto. —Durante los siguientes días, sólo quiero que pienses en disfrutar. He hecho los preparativos para que te den un masaje diario a la una de la tarde en la privacidad de tu cuarto. —Cuando ella hizo un ruido para objetar, él la hizo callar colocando un dedo encima de sus labios. —No, querida, déjame hacer esto por ti. —Remplazó su dedo con un beso rápido. —Sé cuán importante es que estés tan relajada como sea posible.
Ella inclinó la cabeza, con los ojos ardiendo de lágrimas no derramadas.
—Has sido un buen amigo para mí, Dirk.
—Y tú para mí. —Su expresión se volvió seria. —Inna, quisiera…
—Señor Dirk— dijo Nigel acercándose. —Siento terriblemente interrumpirlos, pero tenemos un pequeño problema en las cocinas que precisa su atención inmediata.
—Oh, qué lata. —Dirk puso sus ojos en blanco teatralmente. —Estaré allí en un momento. —Condujo a Inna hacia un gran círculo de puertas abiertas. —Quiero que veas mis nuevas adquisiciones en la galería. Llevé muchas de las pinturas de este cuarto al apartamento de Nueva York; sin embargo, compré una nueva específicamente para esta casa. —Levantó la mano de la mujer hacia sus labios y presionó un beso cálido en sus nudillos. —Creo que lo disfrutarás.
—Estoy segura de que lo haré.
Inna no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras Dirk se alejaba. A veces era como un niño, gastando su escandalosamente gigantesca herencia con su estilo y brío usuales. Lo que no significaba que fuera un derrochador: donaba mucho de su dinero y su tiempo libre a diversas obras de beneficencia. La realidad era que él era tan condenadamente rico que no sabía qué hacer con todo es dinero. Ella siempre había pensado que tenía más dinero que sentido común, y lo amaba por eso.
Al entrar en la galería, el ruido de la fiesta se desvaneció. Allí, sólo unas cuantas personas vagaban distraídamente para mirar la impresionante colección. Ella hizo lo mismo, observando un Gustav Klimpt que Dirk había adquirido casi veinte años atrás, una de sus primeras compras serias. Habían estado en Alemania cuando la pintura había salido a la venta y él se había empeñado en comprarla.
Después había un Degas,  una pintura al pastel de un grupo de jóvenes bailarinas. Luego un Manet menos conocido, pendiendo junto a una serie de trabajos de Picasso del último período. Una colección impresionante de pequeños Monet estaba colgada por encima de una delicada mesa dorada inundada de flores.
Dirk tenía un gusto exquisito en arte.
Divisó la pintura nueva al final del cuarto y se dirigió hacia ella, ansiosa de contemplar la joya que su amigo había encontrado. Antes de que pudiera dirigir una buena mirada, una pareja entró en la galería, y su risa quebró la calma del cuarto. Inna dio un paso al costado, zambulléndose detrás de un helecho para ocultarse mientras la mirada del hombre recorría el cuarto.
—Estamos solos, linda— le dijo a su compañera.
—Perfecto, simplemente perfecto. —La mujer lo agarró del brazo y lo condujo a un banco acolchado en el centro de la habitación. Derribándolo,  la mujer se concentró en soltarle los pantalones. Levantando su voluminosa falda, se encaramó en su regazo, hundiéndose, con un gemido, en la erección del hombre.
Eso en cuanto a estimulación sexual.
Mientras la mujer empezaba a moverse, Inna apretó una mano sobre la boca para ahogarla risa. Córcholis,  ¿qué hacía ahora? No podía salir de su escondite y escapar. La verían, y sabrían que ella los había estado observando. Tal vez podría…
Sus gemidos compartidos se incrementaron en volumen y ella se mordió el labio, intentando desesperadamente no reírse. Apenas a unos pocos pasos estaban las puertas de la terraza. Tal vez podría escaparse hacia allí y deslizarse al jardín, y luego rodear la casa para entrar por el frente. Sólo esperaba que la alarma no estuviera activada.
Dirigió una mirada a la amorosa pareja y notó que no prestaban atención a nada de lo que los rodeaba. Conteniendo el aliento, cubrió la escasa distancia que la separaba de la puerta y curvó sus dedos alrededor del picaporte. Con una rápida y silenciosa oración, abrió con un sonido apenas perceptible y se deslizó hacia la oscuridad, cuidándose de cerrar quedamente la puerta tras de sí.
Retrocediendo, se permitió dejar escapar una risa nerviosa. Ciertamente había sido una nueva experiencia para ella. Había quedado atrapada en un buen número de momentos bochornosos en su vida, pero ésta se llevaba la palma. Dirk estallaría en carcajadas cuando lo supiera, y ella no podía esperar a contárselo tan pronto como…
Mientras retrocedía de espaldas, tropezó con algo sólido que la desequilibró. De pronto sintió unos brazos, y contuvo el aliento mientras unas manos caían sobre sus hombros, y la apretaban contra un pecho ancho. Un cálido aliento acarició su nuca mientras su inesperada compañera se inclinaba para hablarle al oído.
—Shh, no hagas ni un sonido. No queremos perturbar a nuestros amigos.
Un temblor recorrió su columna vertebral y esas manos firmes la guiaron a través de la terraza. Una vez que estuvo segura de que estaban a salvo de ser vistas, giró para mirar a su rescatadora.
Era ella, la mujer del balcón. La alta mujer sonrió y el aliento se le quedó atrapado en la garganta. Mientras le capturaba su mano y la levantaba hacia su boca, una ola de conciencia le recorrió el brazo y su garganta se secó.
—Permite que me presente: soy Aleksandra. —Alek le besó el dorso de su mano, luego levantó la cabeza, con la mirada encontrando la de ella. — ¿Y tú eres...?
Ella tragó saliva.
—I-Inna. Mi nombre es Inna.
Una luz de diversión iluminó los ojos  ante su tartamudeo nervioso.
¡Genial! Conocía a la mujer más hermosa del planeta y acababa de probarle que era una nerviosa campesina que ni siquiera podía decir bien su nombre.
—Un nombre bello para una mujer bella.
Su acento era débil, y aun así, en cierta forma, familiar. ¿Su amante del sueño hablaba con acento? En sus sueños, realmente no podía asegurar que la hubiera oído hablar. Siempre había parecido que simplemente sabía lo que ella decía.
Tembló mientras la mujer mayor daba vuelta su mano y presionaba un beso en su palma.
— ¿De dónde eres?— musitó ella.
—De aquí y allá. —La morena se irguió, reteniendo aún su mano. —Soy de Moscú originalmente, pero he vivido en el mundo entero.
— ¿Después de que Rusia cayó?
Alek sonrió como si su pregunta la divirtiera.
—Podría decirse así.
La rubia se mordió los labios y la mirada de la alta morena inmediatamente se dirigió a su boca. Desconcertada, dejó de mordérselos mientras el pulgar de Aleksandra acariciaba su palma, provocando que un trémulo relámpago de calor se derramara en su columna vertebral.
— ¿Por qué estás aquí?
Genial, Inna, todos sabemos por qué estamos aquí.
Su sonrisa aumentó.
—Estoy aquí por varias razones, principalmente para visitar a mi amiga, Veronique.
Inna asintió. Supuso que hablaba de Veronique LeMonde,  la amante de Dirk. Habían estado juntos durante años.
—Ah, ¿entonces la conoces?— preguntó la morena.
—Oh sí, conozco a Dirk de casi toda la vida y recuerdo el día en que él y Ronni se conocieron. —Ella sonrió abiertamente. —Él la arrolló con sus rollers en Central Park.
Aleksandra rió.
—Lo recuerdo. Ella tuvo que aparecer en la pasarela del Fashion Preview de otoño con un vendaje en la frente.
—Y todavía parecía aturdida— rió Inna ahogadamente.
La risa de ambas se desvaneció, y los sonidos de la noche las envolvieron mientras sus ojos se encontraban y se entrelazaban. Oscurecidos por la máscara, ella no podía decir de qué color eran los de la alta mujer, pero sintió el calor de su mirada mientras la recorría, abrasándola. Sus senos cosquillearon y la parte inferior de su cuerpo involuntariamente se tensó. Ya sabía que la deseaba. Con sólo unas pocas palabras y un contacto, la mujer frente a ella había logrado superar sus defensas y plantarse firmemente en su mente. La siguiente pregunta era, ¿cómo atraerla a su cama? Se relamió los labios. ¿Estaría incluso interesada?
Un grito fuerte de la amorosa pareja dentro de la galería llevó una ráfaga de calor a sus mejillas, obligándola a evitar sus ojos.
Alek apretó su mano, atrayendo su atención de regreso a su cara.
—Son muy… enérgicos, ¿verdad? —hizo una seña con la cabeza hacia las puertas, sus ojos brillando de diversión.
Inna no pudo evitar sonreír.
—Podría decirse que sí.
—Él es demasiado torpe—.Todavía reteniendo su mano, Aleksandra la urgió a seguirla. —Se apresura mucho y eso es nocivo para su mujer.
Aleksandra se detuvo para apoyarse contra el pasamano de piedra, girándola para que ella mirara hacia la casa. Desde su nueva posición, ella podía ver directamente la galería y a la pareja que se contorsionaba adentro.
—No creo que debiéramos…— Inna tiró de su mano pero ella se rehusó a soltarla.
—Shh, observa y aprende.
Aleksandra la apretó en sus brazos, haciendo que la espalda de la mujer se apoyara contra sus voluptuosos senos. Ella tuvo que abrir las piernas para acomodar sus pies mientras las otras manos femeninas se deslizaban para asir su cintura. Sus grandes manos ahuecaron sus caderas, acomodándola contra ella, presionándola contra sus erectos pezones a pesar de las capas de ropa que las separaba. La lujuria se desplegó en el vientre de la mujer más pequeña, corroyéndola hasta llegar al ápice de sus muslos.
Eso contesta tu pregunta.
Una ráfaga de poder femenino la abrazó ante el pensamiento de acostarse con esa mujer tan hermosa.
—Él está ávido. —Su voz sonó en su oído, arrancando su atención de su trasero, donde la morena se presionaba contra ella, de regreso a la pareja. El aliento de Aleksandra le hizo cosquillas en el cuello mientras su barbilla le acariciaba la piel, produciendo como respuesta un temblor en su interior. — ¿Ves cómo la come viva?
Ella enfocó su atención en la pareja. La mujer estaba sentada a horcajadas sobre el hombre, sus dedos enredados en su cabello rubio mientras lo montaba con movimientos cortos y corcoveantes.  Las manos del hombre asían sus opulentos senos a través de su vestido abierto, apretando los globos blancos mientras se comían las bocas.
Inna se sobresaltó. La manera en que el hombre apretaba a su amante se veía dolorosa, pero a su compañera no parecía importarle.
—Él le dejará marcas en la carne— dijo Aleksandra.
Ella tragó.
—A ella no parece importarle— su propia voz le sonó baja, ronca y excitada.
—No, a ella no parece importarle. —Los labios de la alta mujer le acariciaron el cuello y los ojos de Inna se cerraron mientras una ráfaga de calor inundaba su vagina. —Cuando hagamos el amor, no te trataré de un modo tan arrogante, como es costumbre en los hombres. Te trataré como si fueras una preciada posesión. Eres una mujer para ser adorada. —Sus labios subieron a su garganta para tentar la piel detrás de su oreja, provocando temblores en su columna vertebral. —Cada pulgada de ti, será explorada y apreciada con todo mi cuerpo.
Ella apenas logró contener un gemido mientras las poderosas imágenes se derramaban sobre ella. Esa rusa oscura en su cama, sus manos en su cuerpo, mientras le hacía el amor... era todo tan…familiar. Contuvo un gemido mientras su mano derecha se movía sobre su estómago, y su dedo meñique seguía la pretina de sus bragas a través del vestido.
—Durante horas nos deleitaremos la una a la otra mientras exploramos nuestras fantasías más profundas, más carnales. —Sus dientes rasparon su piel. —El tiempo no tendrá ninguna importancia, para las amantes es una eternidad.
Los ojos de Inna se abrieron lentamente, la sangre espesa por el deseo. Se relamió los labios. Cuán bien conocía la esclavitud del tiempo. Había estado luchando contra él durante años y, ahora casi no le quedaba nada. Mientras que la morena podría tener una provisión ilimitada de tiempo, ella no.
Giró en sus brazos, apoyándose en la alta mujer, saboreando la sensación de su cuerpo fuerte contra el de ella. Los brazos de Aleksandra se deslizaron alrededor de ella, anidando sus senos contra su pecho ancho. Su mirada encontró la suya mientras Inna se inclinaba para acariciar los labios con su boca. Percibió el brillo febril de sus ojos oscurecidos por la máscara mientras ella repetía el movimiento. Esa vez la boca de Aleksandra se abrió, y con la lengua tentó la línea de los labios femeninos, pidiendo entrar.
Los dedos de Inna se curvaron sobre sus hombros mientras dejaba escapar un suspiro y se abría para ella. Su sabor, su deseo potente y prohibido, estalló en su sistema mientras sus lenguas se enredaban la una en la otra. Su abrazo se tensó mientras el beso se volvía más urgente. Ella gimió mientras la morena chupaba su lengua, enviando escalofríos de deleite a través de su cuerpo. Los senos le dolían, y se tambaleó contra ella, luchando por apaciguar su hambre, saboreando el gemido que escapó de la garganta la mujer más alta.
Las manos de Aleksandra resbalaron hacia sus caderas, apretándola apremiantemente contra ella mientras se disfrutaban mutuamente. Sus dedos se enredaron en la seda de su pelo mientras  mordisqueaba su labio inferior antes de besar las comisuras de su boca. Inna inclinó la cabeza hacia atrás para darle un mejor acceso mientras la otra mujer seducía su barbilla.
Débilmente, se dio cuenta de los sonidos que emitía la otra pareja mientras llegaban al orgasmo. Sus gritos eufóricos se entremezclaron con la feroz pulsación de su corazón. La mano más grande ahuecó su pecho, y con el pulgar acarició la punta perlada produciendo como respuesta un suspiro de placer. Había sentido deseo, incluso amor, a lo largo de su vida, pero nunca había sentido nada parecido al candente y salvaje ardor que la consumía ahora y la hacía desear que Aleksandra no se detuviera nunca.
Sus extremidades se sentían pesadas de deseo mientras la morena mordía un camino de pura consciencia en su garganta y acariciaba con la nariz su clavícula. Sus labios eran calientes contra su piel. El borde de su máscara acarició su cuello, destruyendo la ilusión de intimidad y llevándola de regreso a la realidad con un ruido sordo.
¿Qué estaba haciendo, permitiendo que una desconocida la sedujera en público? No podía abandonarse a una completa desconocida apenas unos momentos después de conocerla, ¿en qué estaba pensando?
¿No era esa la razón por la que viniste a la fiesta?
Sí.
No.
—Alto.
Conmocionada, ella se desasió de sus brazos, tambaleándose cuando Aleksandra la liberó para mirarla. Sus ojos se encontraron y ella vio el deseo convertirse en preocupación.
—¿Qué sucede, Inna?
—Creo que vamos demasiado rápido. —Se alejó de ella mientras su mente le pedía a gritos dar un salto de fe y rogarle que le hiciera el amor. Se pasó una mano por el pelo, incapaz de encontrar su mirada. —Sé que es lo usual en una fiesta como ésta, pero…
—Shhh, no es necesaria ninguna explicación. —La alta mujer se inclinó y con un dedo le levantó la barbilla. —Quizá hemos sido un poco apresuradas, y justamente después de decirte que te adoraría como una posesión preciada. —La morena se rio ahogadamente. —Pero no puedo alejar mis manos de ti. No me he comportado mejor que ese patán de allí adentro.
Inna sonrió mientras una sensación de calma descendía sobre ella. Al menos la mujer la entendía, y se sintió agradecida.
—Gracias.
—De nada.
El profundo tintineo de un gong sonó.
—Parece que nos llaman. ¿Puedo acompañarte a cenar?
Ella se pasó una mano temblorosa sobre el estómago y jaló su chal de vuelta a su lugar, tratando de cubrir tanta piel como fuera posible.
—Sí, creo que me gustaría mucho.
La mujer mayor tomó su mano, entrelazando sus dedos como si hubieran caminado así mil veces antes. Al entrar en la galería, a Inna le complació ver que la pareja se había ido, dejando atrás sólo un liguero blanco de seda como testamento silencioso de su pasión.


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2 comentarios:

  1. O.O que historia crei que lo iban a hacer ojala se de pronteo jeje

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  2. Wou sigue siendo muy emocionante
    adoro este tipo de historias

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