Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Física, Química y Piel - Fanfic Jemma - Memo (Parte 13)



La música no sonaba más y sin embargo ella seguía girando, el problema no era la terminación era el balance, costaba mantenerse en el eje, la primera secuela que dejaba su esguince y estaba dispuesta a borrarla. Frenó y la terminación salió a la perfección, podía verse a través del espejo y ver el brillo que le daba la fina capa de sudor que la bañaba. Miró su tobillo y la hinchazón, quedaba poco tiempo antes de que comenzase a doler.


Desde la misma posición comenzó de nuevo con su Fouetté y a girar en la búsqueda del equilibrio, de la elegancia en perfecta combinación con la suavidad y la gracia… debía borrar cualquier vestigio de inseguridad de su cuerpo si pretendía bailar nuevamente Ballet. Una punzada de dolor le hizo perder la rigidez en la columna y se detuvo después de la décimo vuelta de cuerpo – Una vez más… – Giró y giró, estaba saliendo a la perfección y la sonrisa aumentaba con la velocidad y la estabilidad, se quedo en postura un instante mientras se observaba y se relajó…

- ¡Vaya! – Se acercó a ella aplaudiendo – Eso ha sido maravilloso hacía tiempo que no te veía bailar

- Quizás porque no te interesa el Ballet – le miró a través del reflejo aunque podía oler el olor ha whiskey desde la distancia

- Quizás porque no me interesa la sangre – señaló el piso para que lo mirase y las huellas rojas iban desde una punta a otra. ¿En qué momento había ocurrido? – ¿Duele?

- No… – contestó mientras buscaba una toalla para limpiar –…sólo me he lastimado el callo – Miró nuevamente su pie y sus mejores zapatillas estropeadas, aquel corte sería historia mañana cuando el tobillo comenzara a doler

- ¡Puaj! ¿Por qué nadie comenta acerca lo de los juanetes, callos y ampollas???? – Dijo algo horrorizado y llevando la vista lejos del fluido. La sangre era lo único que era capaz de voltearlo, una fobia que tenía desde niño, desde que se había cortado el dedo pulgar con aquellas tijeras afiladas que Emma llevaba a clase…

- Porque sino perdería la elegancia y el glamour – Se agachó a limpiar mientras le observaba, ya se podían ver las gotas de sudor en su frente… Mejor así quizás destilaba algo de alcohol – Ya está!!! Puedes mirar el piso sin desmayarte

- Ahhh… Gracias… – exhaló el aire que contenía y secó, con el dorso de la mano, su frente – eso ha sido considerado de tu parte…

- No tengo… – llegó hasta un banco y comenzó a sacarse sus zapatillas de baile – la menor intención de que quedes tirado en mi salón y menos de tener que responsabilizarme por ti – Dejó en claro, con el amargo en las palabras, que su situación no había cambiado

- Me parece justo… – aceptó el repudio recordando alguna que otra grosería que él le había dicho con anterioridad. Estaba sólo en su propio palacio de juegos… Jenny y Ben le daban la espalda constantemente. Demasiados cobardes para decirlo y muy valientes para culparlo por lo que había pasado con Emma. ¿“Abuso de poder” era lo que le había dicho Ben??? ¿Lo había dicho el hijo de la persona más dictadora de toda la escuela???... ¡Qué absurdo!!! ¡Y qué absurdo era que Emma se interesara por esta mujer!!! – La has visto??? – se dejó de rodeos, estaba dispuesto a dejarle trapear el piso con él pero no se iría sin sus respuestas, Emma era realmente importante, tal vez era una nueva razón para comenzar otro tipo de relación con ella.

- ¿Me sancionarás sino te lo digo? – No quería ni mirarle, estaba con los ojos clavados en su herida pero desde su posición podía oír el rechinar de los dientes y la agitación de la respiración

- ¡¡¡Déjate de bobadas Jennifer y responde!!! – Últimamente todo lo pedía de la misma manera, a los gritos, impaciente y autoritario… Quizás estaban en lo cierto y es que a ellos se les escapaba un detalle, su cargo vencería a fin de año y no había conseguido ni la mitad de lo quería. No aceptó el máximo cargo para quedarse como muñeco de torta, sólo de adorno… Quería un cambio y estaba dispuesto a todo por ello.

- Te ves como la mierda… – Se levantó para quedar cerca de él y que él pudiera ver su cara jocosa. Las ojeras, el pelo desarreglado, la sequedad en los labios, estar sin afeitarse y las arrugas en su traje, todo apuntaba a que la estaba pasando realmente mal… entonces cambió la burla por goce, aunque en realidad lo único que se le cruzaba por la cabeza era partirle la cara.

- Soy una mierda… – Le escuchó insultarse y la morena no pudo estar más en desacuerdo con él. No era una mierda sólo un pobre infeliz, un miserable, daba lástima verlo. Miró aquellos ojos que era tan parecidos a los suyos, un instante le fue suficiente para la agonía y para saber que tocaba fondo. Su orgullo no la capacitaba para hundirle más, no le gustaban los rivales técnicamente muertos… 

- No la he visto… – contestó mientras le daba la espalda.

- Han pasado dos semanas y contesta mis llamadas…

- No la he visto… – No estaba dispuesta a escuchar ni un solo lamento, suficiente tenía con lo de ella como para aguantarle. Comenzó a levantar sus posesiones del salón y ya se disponía a abandonarlo…

- Sólo quiero saber si esta bien… – Dio sus motivos mientras la agarraba del brazo rogando porque le escuchase – Sólo quiero saber eso… – suplicó con la mirada

- No miento – era demasiado triste e infantil como para negarle algo tan básico y elemental – No sé nada… – como la verdad. No se pondría a compartir la ansiedad pero tampoco le dañaría más. – Si me entero de algo te aviso…

Caminaba rumbo a las duchas pensando en ella y en la cobardía propia ¿Cuántas veces había estado parada frente a su puerta? ¿Cuántas veces había querido llamar y decirle como se sentía? ¿Qué la avergonzaba tanto que le hacía dar la vuelta? Apretó con más fuerza la tira del bolso, no podía estar pasando esto… ¿De todas las personas en el planeta justo con ella tenía que ser? Más lo pensaba y más quería negar, pero dos semanas sin verla habían hecho estragos en su intimidad…

Llegó a las duchas y lo primero que hizo fue verse en un espejo ¿Cuánto tiempo malgastaba buscándose? Rápido se quitó la blusa y llevó los dedos por encima del encaje de su sostén negro… Tocó el inicio de su pecho, ya no estaba desde hacía semana… y hacía semana que lo buscaba… una pena que no se le borrase la memoria ni el estremecimiento. No podía olvidar ni recordarla… ¿Entonces que haría con ella? ¿Qué era lo que quería hacer con ella? Al igual que con su marca deseo cada día que se le borrase y ahora, y por más que no lo dijese, deseaba tenerla. Estaba a un paso de la verdadera locura…

- ¡¡¡Pequeña!!! – La Sra. Ingrid Jäger pasaba hasta el lavabo contiguo – ¿Qué haces medio desnuda?

- ¡¡¡Nada!!! Estaba pensando – dijo lo primero que se le vino a la cabeza y sonreía nerviosa

- ¿En sostén? – la miró extrañada – Bah! Da igual… – le restó importancia o no quiso pensar demasiado en ello – La que sigue soltera todavía… eres tú… jajaja

- ¡¡¡Oh!!! – Fingió dolor – eso ha sido muy difícil de escuchar, Ingrid – En la ironía dejaba por sentado que no se molestaba por su condición de “solterona”

- No tienen nada de malo tener un buen hombre al lado – le aseguró – No serás menos fuerte ni menos independiente, niña.

- Estoy bien sola… –Afirmó rotundamente, acompañado por un movimiento de cabeza y la posterior sonrisa…

- También se está bien cuando unos fuertes brazos te rodean – Envolvió su cuerpo con sus propios brazos, cerró los ojos y viajó a algún momento de lujuria albergado en su mente. Jennifer la miraba con la boca abierta, si estás cosas acarreaba la edad pidió que Dios se apiadase de ella temprano o que un borracho la arrollara con el coche casi llegando a los sesenta – Bueno en fin… – Se abanicó con la mano aún acalorada y después sacó de su cartera un lápiz de labios y se dio un retoque al que traía puesto – Me voy…  Arriba estamos viviendo el escándalo del año – apurada comenzó a guardar sus cosas

- Pst… – Le pidió que se acercara con un movimiento de mano – ¿Qué ha pasado? – Tenía la mejor cara de cómplice y confidente. Ingrid tenía siempre las mejores noticias y más de una vez había sido de ayuda.

- Ayyy… niña – miró hacía todos lados cerciorándose de que nadie la escuchaba. Originalmente, de seguro tenía pensado no decirlo pero Ingrid no lo podía evitar y Jenny ya le había agarrado el punto, lo que tenía en años lo tenía de chismosa. Le tomó las manos fuertemente, el cuerpo de la Sr. vibraba de emoción y a Jenny sólo le quedaba esperar aunque la impaciencia la alcanzase… así era el juego – Sabes? Después de lo que pasó con la profesora Müller las cosas van de mal en peor…

- Sí – Asentía con la cabeza y sonreía mientras imaginaba que el preludio sería corto por una vez en la vida, esta mujer siempre terminaba yéndose por las ramas – ¿Y?

- Bueno… supongo que sabrás que a Stefan la noticia no le ha sentado nada bien…

- Ajá – Debía emitir, algún que otro, sonido periódicamente sino pensaría que no prestaba atención, por más que la mirara fijamente y repitiera, una tras una, sus palabras – ¿Y???

- Primero han discutido Emma con Bodo, luego Bodo ha discutido con Piet y ahora Piet discute con Stefan es…

- ¿Es?... – ¿Por qué demonios siempre le hacía lo mismo? La paciencia de la morena pendía de un hilo… Siempre frenaba en las partes más emocionantes

- Como… – le veía dibujar con su mano algo en el aire mientras trataba de hacer memoria – cuando tiras una ficha de dominó y luego todas comienzan a caerse

- ¿Reacción en cadena?

- Eso niña, es como una reacción en cadena “todos discuten con todos” – Jenny sacudió la cabeza ¿o era una reacción en cadena o un todos contra todos? e Ingrid en vez de explicarse, la miraba con su cara de “¿Puedes tú creer que esto sea posible?” – se acercó más a ella como – Piet esta exigiendo la incorporación inmediata de la profesora Müller

- ¡¿No?!!! – Eso realmente la había sorprendido

- Sí… ¿Y sabes por dónde viene la mano?

- No


- El consejo de estudiantes ha presentado una queja formal

- Luzi – susurró e Ingrid le afirmaba con una movimiento de cabeza

- Diciendo que los únicos perjudicados con la sanción de la profesora son los alumnos de 1° año ¿y qué quieres que te diga niña? – le tocó el hombro – Tienen razón… Hace meses que no tenían profesora titular y cuando por fin la consiguen… la suspenden por un mes… Así no hay quien aprenda algo

- Claro… – Parecía mentira que Emma, semanas atrás, le hubiera preguntado cómo se había ganado el respeto de los alumnos. Los tenía hechizados y no era para menos, hacer de una clase de canto una verdadera comunión con la música y todos sus afines, no era tarea fácil. Pensó en la Srta. Vogel, se sentiría orgullosa de que alguien como Emma guiara a sus alumnos… y de que sus alumnos estuvieran seguros a la hora de defender a su profesora…

- Ahora me voy que sino me pierdo todo la que pasa – y otra vez toda esa energía invadiendo su cuerpo

- Ve y gracias – alcanzó a decir antes de que saliera del baño

- Emma… Emma… Emma – Sonrió, sabía que no era de aquellas que buscaban problemas pero cuando se metía en alguno lo hacía a lo grande, habían pasado dos semanas desde lo del contrato y la histeria de Bodo y todavía estaba haciendo resonar su nombre por toda la academia. Se preguntó si a Emma le pasaba lo mismo ¿Si pensaba en sus alumnos, en la academia… en ella? ¿Si podía concentrarse, dormir, comer? ¿Si sabía qué hacer con el tiempo libre y si alguna vez había sentido la necesidad de correr hasta su casa? Negó con la cabeza y abrió el grifo de la ducha… harían falta litros de agua fría para quitarse la “calentura” ¿Pero como se quitaba lo que estaba naciendo en su pecho?


Corría a toda velocidad, enérgica o desesperada, daba igual… La música en su reproductor sonaba al máximo e inútilmente, su concentración era atrapada por el punto de fuga en el horizonte y por la necesidad de alcanzarlo… El corazón latía con fuerza anunciando la cúspide y no la meta. Una vez que llegase tendría la victoria en los labios, la decadencia en las piernas y un cansancio que le permitiría dormir… Hacía semanas lo cotidiano no la acunaba y harta de esperar al que el sueño la invada, corría tan sin rumbo escapando de la humillación del deseo

Dobló en la esquina de su casa, comenzó un trote suave y a regular la respiración. La calle estaba despoblada, la vida estaba dentro, así lo veía través de una ventana, una familia entera con los ojos puestos en algún estúpido programa de TV, una compañía a base de malos actores y guiones… Llegó a la puerta de su casa y se agachó sosteniéndose de la reja a medida que jadeaba, tenía la garganta arenosa y la boca seca, mala la respiración y mala idea la de exigirle al cuerpo después de la mala vida.

Se quedó helada cuando la distinguió, entre la oscuridad, parada en el umbral de la puerta. Dio un paso atrás y miró la edificación en su totalidad y sí era la suya, no había equivocación. La cabeza gacha en el reencuentro y por más que no podía verla, sabía que estaba sonriendo, aún los labios se curvaban a medida que acomodaba su pelo detrás de su oreja invitando a mirarla a los ojos: “Profundidad y gallardía” Quizás porque ella si había podido llegar a un acuerdo entre cuerpo y mente.

- ¿En qué puedo ayudarte? – la sorpresa y el miedo advirtieron a la cordura… después de lo ocurrido no sería tan simple naufragar ni en la cama ni en la calle, después de la vuelta en sentido antihorario de la manilla y de la determinación no sería tan simple faltarle a la moral, después de las noches y del sudor había pensado en la huida… en un viaje al pasado, en cruzar la línea que separa lo bueno de lo malo y en que había aceptado trabajar para Bodo no contra él…

- Meee – la miró de pies a cabeza y el rechinar del hierro traía la rigidez y frialdad del comienzo… La ética, el profesionalismo, el respeto, la cordialidad… y una sola cosa nueva: Una cuchillada de hambre al corazón – ha enviado Bodo – No podía ofrecer más que orgullo y arrogancia por la herida – y aprovecho para traer esto… que es tuyo… – Estiró la mano y le mostró el juego de llaves. Jenny pensó que no lo necesitaría jamás en su vida, era tan evidente el cambio de postura, que si alguna vez había notado lo “tan poca cosa” que es realidad fue en ese momento, en el cual comenzó a soñar.

- Gracias… – Se hizo de él, pasó por su lado casi sin reparar en ella y se quedó en frente a la puerta. La morena cerró sus ojos, lo sintió caer y estallar, la idea se desvanecía en su cabeza y el peso tapaba sus oídos, poco había hecho por cuidarlo y poco por merecerlo. Escuchó la llave girar y sonrió, al menos era compasiva lo hacía de un sólo golpe, rápido y efectivo… ¿Para qué victimizarse? Era lo mejor y ella en su lugar sólo habría sabido sacar provecho de la situación, siempre tan egoísta. Un largo suspiro y un… – Adelante, creo que tenemos que hablar – traía malestar acompañado de esperanza en frases inconclusas pero la inminente verdad de que aquella afirmación hecha con bronca y brusquedad sobre el desequilibrio, la ponía cara a cara por primera vez con la derrota.

La puerta estaba abierta con una Emma apoyada en el filo y la espera de su decisión. Deseo el sexo una vez más, allí en el único punto donde convergía la piel y los gemidos y en donde aquellas palabras, que estaba a punto de escuchar, no existían. La miró a los ojos y al opaco del reflejo, sonrió una vez más… era mejor que un hombre, más fuerte, más sensual, dulce… pero no era de su propiedad, no había podido conquistarla ni siquiera  en la devastación de romper las olas contra sus acantilados.

Pasó y cerró la puerta tras ella y Emma ya le ofrecía asiento con una mano. Qué mejor lugar para librar la batalla… rodeadas de libros y de palabras sabias! Se acomodó en un sillón cruzando sus piernas y optando por la mejor pose de superada, abriendo agujeros en la poca estabilidad que Emma tenía. Le obligó a decirse para sus adentros que no sería fácil, que ninguno de todos los libros que estaban presentes podrían responderle y que era capaz de cualquier cosa con tal de poder acariciar con sus manos aquellos muslos contorneados, torpemente ocupó el lugar del frente.

- Te he echado de menos –las palabras es escapaban lentamente, el alivio y el dolor de las ansias por hacerle un hueco profundo en el pecho, ella tendría uno igual y hasta quizás más grande. Le vio contener el aire con los labios entreabiertos y temblorosos, cerrar los ojos ante la oleada y al paso, la abertura de algo que era totalmente nuevo y desconocido en la mirada cargada de sentimiento – Miénteme y dime que me extrañas – Sonrió perversa al verla retraída y humana, si se acercaba hasta su boca podría guiarla a la locura que esperaba en la cama… sería el acto más estúpido e ignorante tratar de negar la piel… 

- ¿Por qué haces esto? – preguntó mirando al suelo y escondiendo las manos temblorosas, comenzando a refugiarse en una retórica que no la llegaría a ningún lado – ¿A qué juegas esta vez? – levantó la mirada llorosa pidiendo misericordia y racionalidad. Sabiendo que era una pésima negociante… jamás le pediría a cambio de darle. – ¿Es qué acaso no lo ves? – levantó la voz ante la terquedad y el cinismo. No estaba preparada para esto… no lograba acostumbrase a tenerla en los brazos e intentaba arrancársela de la piel. Se sintió culpable por no poder corresponderse, por la hermeticidad y por cada uno de los principios que la llevaban lejos de aquella fantástica mujer… por el inverso y el reciproco de lo que no era querer ni sexo ni gusto, por una afinidad que nacía de la muerte y de la entrega dando a entender que había que dejar de existir, o al menos de a pedazos, para sentir y no accidentarse en el intento.       

- Me pides lo imposible y ya ha pasado demasiado como para que no te dieras cuenta… – Gritó histérica y sin verdadera conciencia de la razón de la pelea, a medida que se ponía de pie y la apuntaba. El enojo le hacía hervir el cuerpo e inervaba cada músculo en tensión ¿Cuántas personas le habían abandonado?  Cayó entre sus piernas y de rodillas bajo la tristeza de la mirada ¿Llegaría suplicar, a llorar y a humillarse tanto? ¿O era una manera distinta de pelear? – …y que tú misma has podido comprobar…– susurró a la vez que apretaba sus rodillas. Aquellos ojos jamás dejarían de mirarla… podía ocultarse, disfrazarse o cerrarse pero jamás podrían desconocerla, tenía la certeza de que no miraban a nadie más de aquel modo, con sinceridad, con entrega… con el alma. Sintió el tacto frío de una mano sobre la suya y tembló disfrutando de la fascinación que provocaba la sorpresa y la ilusión de un final feliz ¿Estaba… realmente estaba…? La cogió el mentón abriendo una brecha, un instante de calma antes de la tormenta y después de ella, se dio el gusto de acariciar los finos labios con el pulgar… La boca más silenciosa y perturbadora que había conocido – Pero estoy dispuesta a escuchar sobre las cosas que no veo ni entiendo – Mientras sentía su textura y comenzaba a adorarla ya podía descubrir la rebeldía, quizás Emma no lo notaba, entre medio de tanta buena conducta, pero su boca era lo más indomable y rebelde que poseía.   

- Nuestros puestos… – La morena agachó la mirada y de inmediato cesó el contacto, no quedaba mucho más por hacer – Nuestros alumnos… – se levantó haciendo palanca en los muslos de Emma con toda la fuerza que tenía, era eso o una bofetada para que entrase en juicio. Le dio la espalda y quedó de cara a una enorme estantería de libros, un puñal por delante y otro por detrás y la mandíbula parecía que se iba a desencajar –…La academia – Suficiente, había agotado el límite de su paciencia. Se giró y como un felino acorralando a su presa se lanzó por ella… clavó sus manos en el posa-brazos del sillón y le hizo retroceder hasta el límite apuntándole a la boca.           

No parecía tener importancia mientras estabas entre mis piernas – Emma sentía su aliento quemando en el cuello, sí le alcanzaba a rozar caería en el espiral que llevaba hasta su escote. Se detestó por débil y animal, por baja y lujuriosa pero más se detestó cuando sintió que se alejaba y lo único que pudo pensar era en estirar su brazo y devolverla a su lugar. Le ganaba en fuerza corporal y podría aprovecharlo a su favor, podría hacerlo, por las formas que era capaz de adoptar la morena en su cama y pegada a su cuerpo – No es así, profesora Müller? – estaba esperando con la mirada más carnal, que le había concedido hasta el momento, y mordiendo su labio inferior… demostrándole que en medio de toda esa maraña de pensamiento que tenía en la cabeza, sólo una cosa era segura…    

- No me faltes el respeto – Exigió, cuando logró sacar la sensualidad de su mente – Por favor… – y llamó a la tranquilidad eximiendo de toda provocación al cuerpo femenino que estaba en frente de ella.

- No me trates de idiota… – dijo con tono suave, aceptando el error y proponiendo un nuevo comienzo a su charla. – Dime la verdad, por primera y última vez… sé clara y déjame tomar mis decisiones – el último cartucho con madurez se disparaba ante la última petición, sería un honor pegarle al corazón pero se conformaba con pasar cerca y que estallido retumbara en sus oídos dejándola inútil momentáneamente. 

- No puedo seguir adelante – salió rotundo y convincente, era premeditado y calculado en todas su variantes, el tiempo que ella había usado para extrañar Emma lo empleó en olvidarla, una simpleza que achicaba su estómago y secaba su garganta. Emma le miraba de una forma extraña, tenía una serenidad y templanza que no había mostrado en el comienzo y supuso que debía sentarse porque estaba apunto de pasar algo importante – Me encantaría… – y eso también sonó tan veraz que hasta dolía –… se me nota… y sé que lo sabes y no siento vergüenza – arrugó sus labios pero le sostuvo la mirada – por primera vez, en mi vida, no siento vergüenza de lo que siento ni de lo que me haces sentir… – hubo un silencio, una vacilación y una mueca de incomprensión por parte de la rubia, parecía repasar una a una las palabras mentalmente y preguntarse si estaba bien la conjugación o si algo de ese semi-trabalenguas del final se había entendido

- Entiendo – El ambiente no la dejaba pero le hubiera encantado poder sonreír… entendió que quizás no era presa de su sonrisas pero sí de su dulzura ¿Por qué hacía esto? Volvió del trance pasajero rebalsando de imposibilidad – pero no me pidas que entienda la distancia… porque no puedo – se levantó una vez más y se plantó en frente de ella y bajó hasta la altura de su boca, la respuesta fue rápida Emma se reclinó todo lo que pudo pero esta vez la morena no dudó en acosarla

- Si lo haces, mañana por la mañana será peor – el inequívoco aroma de su cuerpo inundaba sus sentidos y separó las piernas dejándole lugar y posibilidad para que hiciese lo que le venga en gana con ella. Aspirando y guiada por el hilo de la feminidad sus manos comenzaban a dirigirse hasta sus muslos   

- Si lo hago, mañana por la mañana no existirá – besó su cuello vanidosa del suspiro que se escapaba y de cómo la piel se prendía en llamas mientras las manos de Emma avanzaban por la parte trasera y baja de sus muslos, justo al limite de su falda – Dispuesta a perderte del todo conmigo? – sonreía mientras ofrecía una alta dosis de sentimiento en un beso y clavaba su rodilla en el sillón para subirse a horcajadas sobre ella…

- Estoy muerta de miedo… – clavó los dedos en su cintura y frenó aquel próximo beso que sólo tendría su fin antes del orgasmo. Acarició su mejilla y acomodó un mechón detrás de su oreja, se acercó a sus labios pensando en susurrarle lo hermosa que era pero eso ya era de su conocimiento así que se quedó rondando la comisura y excitando sin verdadera intención

- Eso fue lo que me trajo hasta aquí – levantó la cabeza justo a tiempo para ver caer aquella lágrima, pudo sentir la tristeza clavarse en sus huesos arrasando el sueño de un sol y de un mar… y allí iban, directo a quebrarse… y las manos subían por la espalda, haciéndola golpear contra un cuerpo, contra un sueño y en contra de un amor… Resistencia sino resistía no sería ella, las manos se clavaron el pecho y las piernas comenzaron a hacer palanca, recordó lo de la fuerza y la utilizó hasta que logró adherirla a su cuerpo – No… no hagas esto por favor – ¿Por qué lloraba? Agarró su cabeza y la recostó sobre su hombro y los intentos por huir cada vez eran más entusiastas y la tarea de contenerla más difícil. La humedad llegó a través de la tela, con espasmos y sollozos que delataban toda la contrariedad.

- Shhh… – acariciaba su pelo y el desconsuelo. Vio el reflejó oscuro del vidrio del mueble de la biblioteca y la imagen distorsionada y feliz… ella con la mujer que le quitaba el sueño entre sus brazos… ¿Pero dónde estaban sus lágrimas y el dolor? El vacío, la mentira y los temblores la dejaron caer desde el lagrimal, helada, hasta la perderse por la garganta – Shhh… – la abrazó con más fuerza mientras llovían una tras otra y recibía un mordisco en su hombro… Todo pasaría tenía una vida entera para hacer que la angustia pase, para sentir sin remordimientos y para ponerse de acuerdo…

- O-odio… lo… lo que… me haces sentir – Cerró los ojos y sonrió, entre las lágrimas quería nacer una carcajada que soportaba por respeto pero la parodia de la mentira termina aquí, con la primera verdad

- A mi sólo me da miedo no lo odio – respiró del perfume en su cuello y se arriesgó a dejar un beso
- Suerte… la tuya… – y se apretó, se relajó y se acomodó mejor entre sus brazos.

Traspasó la cafetería procurando no chocarse con nadie conocido, esquivaba las explicaciones a todas las especulaciones y lo que sus ojos celestes podrían lograr decirle. Llegó a la escalera victoriosa y recordó la noche mientras subía los peldaños, casi igual que las otras: Un despertar solitario, una nota sobre la mesa de la cocina y un desayuno que nadie jamás come… lo extraordinario eran los dos chupones en el pecho, uno en su hombro y los arañazos en la espalda… Primer piso pasillo al fondo, en línea recta a negociar el contrato que cambiaría su vida. Tocó la puerta con los tres golpes de rigor y al instante tenía el paso.

- Emma… – dijo Bodo sorprendido cuando la vio parada en la puerta y con su portafolios de trabajo – después continuamos… – se dirigió al hombre que estaba reunido con él y con un movimiento de manos le apuró para que retirara todas sus cosas del escritorio

- Buenas tardes profesora Müller – saludó con un movimiento de cabeza cuando se encontraba en frente de ella mientras sostenía con sus brazos el maletín mal cerrado y el papelerío que salía por todos lados

- Buenas tardes – Estrechó su mano con la de aquel hombre en un cordial saludo. Le miraba intentando recordar su nombre pero no jamás habían sido presentados

- Les doy privacidad – y salió con rapidez del despacho

- ¿Quién es? – preguntó apenas se cerró la puerta

- El director de orquesta de la academia – Emma le miró sorprendida de seguro no se lo esperaba – Tiene un proyecto muy bueno… grabar un CD con covers de música popular hecha en cámara

- Me parece una idea genial – contestó con una sonrisa

- La idea es acercar la música clásica a los jóvenes

- Mejor todavía – y no dejaba de sonreír. Aunque tenía bien en claro que no era por él

- Siéntate – La amistosa voz la sacó de su pensamiento de los posibles temas musicales a interpretar. Declinó la oferta con una sonrisa quedándose de pie y le entregó el asiento a su portafolios. Un molestó ruido con el bolígrafo era lo único que se escuchaba acompañado del crujido del cuero del sillón de Bodo

- Me pondrás nerviosa y saldré corriendo a mi casa a seguir disfrutando de mis vacaciones
- Se que estuve mal – si él no comenzaba por disculparse, las cosas se llenarían de polvo y quedarían en el olvido y Emma era de aquellas que perdonaban no de las que olvidaban. Una mujer de pocas palabras pero peligrosa, constante e inestable a la vez y a pesar de llevar años de conocerla jamás había aprendido a leerla

- Has hecho lo que consideraste correcto – Siempre escogía las opiniones más neutras evitando los enfrentamientos y el cuidado en lo dicho restaba la poca apreciación personal… la estrategia más inteligente y el camuflaje perfecto para su postura conservadora

- Te prometí respaldo – bajó la mirada vergonzoso, arrepentido y dejando caer el bolígrafo entre los papeles dispersos en la mesa – He fallado – Emma lo observaba pensando en que no aceptaría una disculpa que no le correspondía. No era dios ni muchos menos y jamás sería capaz de apuntarle porque no pensara igual que ella. Esa culpabilidad no venía por el último episodio

- El respaldo era sobre mi vida personal y los horarios. No tratamos nada sobre ciertas impertinencias – sonrió y le hizo sonreír ninguno de los dos creía que lo que había pasado podía pasar alguna vez en la vida… Bodo la miró, no con ella – Ha sido una imprudencia de mi parte actuar tan deliberadamente – Él levantó un ceja ante la frase no era “actuar deliberadamente” era “actuar con valentía”

- Eso no justifica mi falta de respeto a tu relación con Jenny – se puso serio de repente – Lamento haber ofendido y ofenderla con falsos motivos

- Eso no tiene importancia… – la miró preguntándose si su comentario era sobre Jenny o sobre la faltada de respeto. Se sentía pésima la comparación pero Emma era una caballero jamás hablaría mal de nadie y menos de con quien comparte cama – Lo que me trajo hasta aquí fue lo que hablamos hoy por la mañana, quiero que me cuentes los detalles y cómo es que piensas hacerlo…

- De acuerdo – Dijo entusiasmado, el simple hecho que Emma lo consideraba ya le daba una enorme tranquilidad – En ese caso creo que si deberías sentarte.                                                                                     


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