“Esto es lo mejor” se repetía mientras caminaba por el pasillo, necesitaba la concentración y definitivamente de la mano de ella no vendría… Ya casi ni se veían, y cuando lo hacían lo único que acertaba a hacer era saludarla y después apartarse. Le temía y sabía bien el porque, aquellas ganas de dejarlo todo sólo aparecían cuando ella aparecía…
una de las tantas cosas que no respondía a la lógica. Se detuvo frente a la puerta de la dirección. ¡Otro dolor de cabeza! Como si no le fueran suficientes sus problemas, ahora llevaba los de Bodo también sobre sus hombros; le había dado el “sí” pensando que era lo correcto, ayudando, demostrando a su manera lo que ella entendía por amistad.
una de las tantas cosas que no respondía a la lógica. Se detuvo frente a la puerta de la dirección. ¡Otro dolor de cabeza! Como si no le fueran suficientes sus problemas, ahora llevaba los de Bodo también sobre sus hombros; le había dado el “sí” pensando que era lo correcto, ayudando, demostrando a su manera lo que ella entendía por amistad.
Agarró la manija y estaba a punto de empujar cuando alguien se le adelantó desde la parte de adentro. Dejándola encuadrada bajo el marco de la puerta, la emoción que estaba comenzando a reconocer, pasó por ella como el más dulce de los castigos y por primera vez el corazón amenazó con delatarla. Quería sonreírle al enojo, a la seriedad y a la frustración que cargaba aquella mirada. El dolor en el pecho llegó tan fuerte e inesperado que sólo supo quedarse quieta ante el suspiro de resignación y el avance de sus tropas contra la creencia del delirio.
La morena frenó sus pasos, atropellar era muy distinto a ignorar y esperó, sosteniendo la puerta, a que dejara de obstaculizarla… Pero Emma continuaba con los ojos lejos y los labios a medio abrir, el enfado de la morena era demasiado grande que no le permitía analizar los pequeños detalles. En otro tiempo la reacción la hubiese llevado al extravío y aquello que parecía ser una palabra apretada entre los labios, de seguro no era más que mera cordialidad y no tenía tiempo para ella.
- ¿Me dejas?… – Optó por decir, al ver que la intimidación con la mirada no funcionaba. Esta vez, parecía estar dispuesta a desviarla de su camino o al menos retrazar sus propósitos. Aquella bravura venía en el momento menos oportuno, cuando ya no era necesaria, justo cuando tenía resuelto no esperar más. – ¡¿Profesora?! – Apuró, había dado con el término que revelaba las marcas de lo que era, una profesional. La sacó del enajenación para dejarla en la última parada que habían hecho juntas, aquella noche, antes de enredarse entre las sábanas… Le hizo recordar lo estúpidas que eran sus excusas y la razón por la cual se sentía tan atraída hacía ella… escuchar de su boca un: “…Profesora…” ardía en el estómago y aflojaba sus rodillas
- Lo siento… – después del parpadeo, se corrió hacia un costado dejando que la tormenta pasase por el frente en vez de perderse en su adversidad. Aún presa de la moralidad y al filo de borrar con la mano la distancia, aquella invitación se mezclaba con saliva y hacía el esfuerzo de tragarla mientras miraba su espalda desaparecer entre medio de toda la gente que estaba en el pasillo.
Cuando giró, vio como Bodo le miraba desde su sillón con una sonrisa burlona. Estaba sentado en la primera fila y desde allí podía ver la mediocre función en el diminuto teatrillo que eran sus relaciones sentimentales. Le indicó que se acercase y lo hizo, al mismo tiempo que guardaba todo en la memoria y desde ese momento iniciaba el deseo de llegar a casa, las noches traían la comodidad de soñar despierta.
- No sé como la soportas… – le sonrió dejando en claro que bromeaba – ¿Cuántos años tiene? ¿Diez? – No dejaba de sonreír mientras negaba con su cabeza
- No sé su edad… – confesó mientras se sentaba y Bodo la miraba extrañado, aquellas cosas como: la edad, el signo del zodiaco y el número telefónico eran lo primero que se conocían acerca de la otra persona.
- 31 años tiene la niña – Le brindó la información a pesar que en Emma no había indicio de querer obtenerla y se mantuvo invariable cuando la escuchó. Eso alarmó a su amigo, a pesar de que la especialidad de Emma no era precisamente la expresividad, la carga de desinterés le pareció exagerada. Se tomó un segundo para observarla sacar los papeles de su portafolios y por fuera todo parecía normal… Pero algo faltaba y no podía notar qué. Fue, primero, por el camino más fácil… – ¿Está todo bien? – Le diría que “sí” como de costumbre pero quizás, y con un poco de suerte, hoy se atrevería confiarle algunas palabras.
- Claro… – Le sostuvo la miraba y pasó a dejar los papeles encima del escritorio
- Se ha enojado porque la otra profesora de Ballet tiene una operación pendiente y ella debe ocupar su lugar – Explicaba porque había sentido que debía hacerlo y lo que él no sabía es que Emma sentía que no debía entrometerse – Prometí pagarle el triple pero con Jenny el dinero no funciona – miró hacía arriba mientras se tocaba el mentón, haciéndose el que pensaba – ¿Me pregunto por qué será?...
- Muy posiblemente porque lo tiene de a montones… – Dejó el portafolios apoyado en el piso – De qué es la operación? – Bodo la miró de nuevo, se interesaba por una desconocida en vez de por su amante
- Se pondrá más busto…
- ¡¡¡Vaya!!!
- ¿Qué pasa? – Sonrió al ver la cara de sorpresa – Es algo muy común en estos tiempos – Con lo tímida que era no podría escuchar la palabra “busto” dos veces sin ponerse totalmente colorada.
- Si claro! Es sólo que… no pasa nada – Terminó por arrepentirse de lo que iba a decir
- ¡Dime! No seas tonta… habla – la incitó a dar su opinión, desde su pelea había cesado de comentarle su postura y para él eso era una pérdida enorme… el panorama imparcial que siempre le entregaba quizás era lo que más necesitaba de ella… toda la vida la había usado de ancla a la realidad
- No es un gran justificativo para faltar al trabajo ni menos para cargar de trabajo a otra persona – él volvió a sonreír y como siempre la razón reinaba en su comentario. Y tenía esa manera tan sutil de defender lo que quería, no estaba seguro en un 100% si defendía a Jenny o a una compañera de trabajo pero de lo que no había duda es que se las había apañado bastante bien, todo este tiempo, para no mezclar las cosas. Le estaba eternamente agradecido por lo discreto de su comportamiento y por lograr que Jenny no se desbocara… No tenía idea de cómo lo había conseguido pero a medida que el tiempo pasaba menguaba el miedo de que fueran descubiertas y más Emma parecía encajar en la Academia.
- Evaluaré mejor la situación… – y otra vez se quedaba sin mover un pelo frente a los triunfos. Silencio y Bodo esperó la sonrisa de regocijo que jamás llegó. – Dime que tienes… – Señaló la pila de papeles e hizo un esfuerzo más por conseguir conversación, hoy estaba demasiado callada.
- Un nombre… – se lo apuntó con el dedo índice sobre el papel – Y una carrera empresarial demasiado comprometida para el gusto de cualquiera un mínimo de ética – Bodo vio el gesto de decepción en su cara… algo estaba saliendo peor de lo previsto
- Frank Peters… – Susurró mientras lo leía
- ¿Le conoces?
- ¡No! – leía por encima y un nombre, en particular, que iba acompañado al de aquel Sr. le hacía doler el corazón. Rápida, Emma lo entendió, ella lo sabía desde la noche anterior y no podido evitar pensar en la situación
- La Srta. Vogel parecía conocerle bastante bien… Mira – agarró la carpeta y pasó página hasta llegar a las últimas – 43 contratos firmados por ella con su discográfica y el Sr. Bergmann sólo 3 – Le veía mover los ojos nerviosamente como queriendo meterse toda la información de golpe o buscando algún error que la dejara libre de culpas. Sintió pena, ayudando lo único que había conseguido era ponerle una soga en el cuello y ahora le tocaba decidir – Te dejo solo para que lo leas bien – se levantó con el portafolios en la mano
- ¡Espera! – en la mirada asustada se distinguía la guerra que mantenía por dentro. Emma sintió empatía, algunas veces una bailarina de ojos celestes le hacía sentir lo mismo – ¿Qué debo hacer? – la desesperación brotaba por sus ojos y parecían que las lágrimas ganarían una vez más. No sería la primera vez que le vería llorar pero si por una mujer, quedaba en la claro la importancia y el enamoramiento de Bodo hacia la Srta. Vogel , la mujer contra la cual él levantaría armas.
- Debes elegir… – se tomó un segundo para no errar –… Entre lo que has deseado toda tu vida y una mujer – Agachó la cabeza, se giró y caminó hasta la puerta.
- Es… Es una mierda – La voz quebrada y áspera le hicieron detenerse pero no voltearse. Este era el desahogo y alto precio por amar a los cosas con demente pasión, ahora era la hora de arriesgarlo todo.
- Dímelo a mí… – Susurró y salió dándole intimidad a su dolor
- ¡¡¡Una mierda!!! – Se sentó con pesadumbre y el amargo de la derrota en la silla y golpeó su cabeza contra la mesa
- Por eso te he pedido descafeinado – con un dedo empujaba el platillo del café hasta colocárselo en frente – ¿No hubo caso, no? – preguntó casi ya acertando la respuesta, las acciones de Jenny lo decían todo
- ¡No! – Estampó la mano abierta contra la mesa. El crujir de las tazas y la raya sobre el cristal de su reloj preferido le hicieron bajar una revolución –¡¡¡ Mierda!!! Nada me sale bien – se sacó el reloj y lo dejó sobre la mesa
- Bueno, bueno – agarró el reloj y lo inspeccionó detenidamente – Sólo necesita un cristal nuevo, eso es todo – volvió a colocarlo del lugar del cual lo quitó
- Sólo necesita una nueva dueña – acarició la traza sobre el cristal con la ilusión de que un toque sanaría –…una que lo cuide y que no lo arroje contra la pared cada vez que se sienta frustrada. Es de demasiado caro y bueno como para desaprovecharlo… – Ben la miró preguntándose cuánto en el comentario había sobre su reloj y cuanto de las catástrofes que sacudían su vida
- La vida es una mierda – él aseguró, bastante sabía acerca de desilusiones amorosas. Y lo que a Jenny, la atormentaba era no conseguir una calma constante o tal vez el haber estado tan cerca de ella y no poder contenerla entre sus brazos acarreaba toda este estado incoherente de las últimas semanas.
- La vida es la vida – rebatió la morena – las personas son una mierda y hacen que la vida sea una mierda – sonrió pensando en lo irónico que era ser esclavo de la razón en vez de los sentimientos. Se envanecía de moverse por impulso pero si con algo se había quedado de Emma, era con un poco de raciocinio que estaba comenzando a detestar
- Estas algo filósofa hoy – Bromeó mientras bebía de su café
- Estoy algo cansada – Apoyó la espalda en el respaldo de la silla y cerró los ojos intentando relajarse – Olvídate de lo que he dicho…
Abrió un ojo a la mitad para ver como Ben le cedía algún tiempo mientras él leía una revista. Intentó no pensar a la vez que apretaba la espalda contra la madera, hoy, estaba dispuesta a romperse cada una de las articulaciones si era necesario, tomó una gran bocanada de aire y notó que el estómago dolía… estaba pasando nuevamente… no podía cerrar los ojos sin pensar en ella, en las noches, en las mañanas y en las tardes. En lo primero y el lo último, sonrió, recordaba o imaginaba, imaginaba para completar los recuerdos y se enojaba… quería los verdaderos, quería poder distinguir entre lo que alucinaba y lo que era verdad. Se esforzaba y no lo conseguía ¿Era real o de fantasía, la Emma de la cual se estaba enamorando?
- Ahí va… – La morena le miró pasar página con una sonrisita burlona bailando en su cara.
No necesitaba que dijera su nombre estaba implícito, en la lealtad que él le tenía y en la burla reiterada a la transformación que ella sufría desde la llegada de Emma. La distinguiría entre miles y a pesar de que tenía estrictas reglas para no buscarla, nada había planteado sobre mirarla embobada. Delineó su perfil y se perdió en aquellos pasos firmes que daba. No podía dejar de tensarse al pensar que hacía semanas atrás le estudiaba para derribarla y ahora, la miraba hallando un diferente tipo de placer… uno que no se asociaba a la pertenencia sino a la libertad… Era tenebroso imaginar que la libertad de alguien podría significar el apresamiento de otro… Razón tenía su padre cuando solía decir: … “La llegada del amor sólo nos hace ver que nunca estamos preparados para él”…
La vio detenerse y el corazón casi se le sale por la boca cuando Emma se giraba. Se agarró con fuerza a la silla y soñó con que la buscaba, con que se acercaba lentamente a susurrarle en el oído alguna locura, con un mundo en el cual sus fantasías eran realidad y los miedos de Emma comunicación… Y el aire se cortó cuando los ojos marrón verdoso viajan en línea recta y pegaban contra toda la voluntad estampándola contra su asiento.
Allí parada con toda esa gente molestando al pasar, se había tomado un segundo para mirarla ¿Qué demonios significaba? Vio como bajaba la mirada, aquel intervalo de aducción había llegado a su fin cuando el carmesí apareció en sus mejillas y la firmeza se disipaba como timidez en el aire. La morena sonrió ante el esfuerzo y la alimentación a la fascinación… Imploró porque la escuchara entre el ruido y el eco… Y se puso recta al verla levantar la mirada, la sequedad de los labios y aquella pequeña sonrisa. Emma apretó con fuerza la manija de su portafolios, humedeció sus labios y comenzó a caminar en su dirección.
Jenny le sonrió impúdicamente a la vez que pensaba… “Ahí vienes, profesora Müller”
“Al carajo con todo” se había dicho y desandaba los pasos ciegamente guiada por la belleza y el olvido. “No puede ser tan malo” se convenció y se acercaba al límite de la cordura en una cafetería llena de alumnos y de profesores. El rescoldo de valor se hacía llama y comenzaba a quemarle el cuerpo, por aquella sonrisa sensual y por la pose de señora que tenía, sería capaz de crear la excepción de la regla, de mezclar un grano de favoritismo con una montaña de imparcialidad ¿Acaso no hace eso una ciencia empírica que acepta a un dios teórico?... La deseaba tanto que sus rodillas siempre querían doblarse y hacerle caer sobre ella… tan sólo debía llegar hasta ella…
Sintió como una mano la tomaba por el hombro y atinó a sacársela de encima con un movimiento brusco… No quería frenar, la sonrisa de la morena se ampliaba detrás de aquella mano que pretendía esconderla y del arqueo de cejas que la revelaba.
- ¡¡¡Profesora Müller!!! – El grito dejó clavados sus pies en el piso – ¿Me escucha? – Y claro que le escuchaba, ella y toda la cafetería, incluida Jenny que ahora soportaba la risa mientras negaba con la cabeza. Tomó un gran suspiro y cerró los ojos en busca de paz, quien la solicitaba la había hecho quedar como una imbécil y podía sentir sus mejillas ardiendo – Se siente bien? – Vio como Jenny se giraba y comenzaba a hablar con Ben, lo que sea que fuere que quisiera decirle tendría que esperar hasta que el valor volviera a aparecer – ¿Profesora?
- Lo siento… Perdonen – Piet Vogel y aquel director de orquesta estaban frente a ella
- Estabas como ida, chica – No dudó en rodearla con su brazo y encaminarla hacía una mesa. Demasiado distraída para pensar en una falta de respeto
- Lo siento – se disculpó una vez más y trató de concentrarse en lo que aquellos dos hombres le hablaban sin parar
- ¡¡¡Woa!!! ¿Pensé que habías dicho que no había nada entre ustedes dos? – se atrevió a romper la burbuja en la cual su amiga viajaba. Mañana se cumplirían tres semanas desde que su amiga había llegado a su casa completamente bebida y soltando una verborrea en la cual todas las frases terminaban con un: “No puede ser… Qué tonta fui”. Él había escuchado todo, el lamento, la histeria y los temblores, como un buen amigo, hasta que cayó rendida en el sillón del living de su casa… Nunca había dicho un nombre en su vida, nadie era tan importante como para recordarle y sin embargo había escuchado ese “Emma” tan claro salir de su boca mientras la cubría con la manta.
- Y no lo hay… – la sonrisa se apagó y con las manos inseguras se hizo de su taza – Ya te lo he dicho – Miró al costado ocultando lo que la invadía cuando pensaba en eso.
- No lo parece… Apostaría mi cabeza por que hay algo…y mucho – dijo picarón – Sólo tienes que verte sonreírle. La morena sabía que él le decía la verdad pero intentaba olvidar no volver a caer y aquellas palabras eran las que justamente se negaba a escuchar
- Apuestas demasiado…
- Casi te caes de culo mientras te miraba!!! – aquella necedad no la llevaría a ningún lado
- ¡¡¡Basta!!! – un pequeño duelo de miradas contra la cabezonería mutua que se rompió cuando un mensaje de texto llegaba a su móvil. Apenas miró la pantalla, Ben ya la veía sonreír nuevamente, teclear y dejar el aparato sobre la mesa como si nada hubiera pasado
- ¿Era Emma?... Ya me lo imagino – se tocó la sien y pidió silencio – Jennifer ven a mi casa esta la noche… por siempre tuya, Emma… jajaja – Y ese fue su chiste de pésimo gusto
- JA- JA… ¡¡¡Hombre tenías que ser!!! – no quiso entrar en discusión y tomó nuevamente su móvil
- ¿Qué? – Se encogió de hombros – Por lo que tengo entendido es así
- ¿Así cómo? – preguntó con la paciencia pendiendo de un hilo
- Acarameladas y dulces – Algo molestaba en el interior no sabía si era la ignorancia de su amigo o el hecho de pensar que ella jamás podría llegar a ser eso con Emma
- Permíteme decirte que no entiendes una mierda – se levantó dejando su café a medio beber y a su amigo alucinado con el cambio de humor
Salió del despacho dispuesto notificárselo, quería agradecerle a Emma todo lo que había hecho por él, había conseguido aquella información en menos de 12 horas y él aún recordaba lo duro que había sido al juzgar su relación con Jenny… Una suplente de Ballet sería el equivalente al tiempo… tiempo era lo que faltaba, como siempre… Los dos trabajos de su amiga seguramente sólo le permitían verse en la cena… Emma madrugaba de lunes a viernes y los fines de semana, también, según ella por costumbre. Si hacía que Jenny trabajase el doble podría llegar recién a casa cuando Emma estuviese dormida. Él sabía sobre la importancia de la intimidad en los amantes y de aquellos pequeños detalles que saltaban en las charlas nocturnas para la confianza… la base, en conjunto con el respeto, de toda relación. Pensó en su propia vida y en lo reconfortante que era ver su sonrisa después de un horrendo día de trabajo, quizás Emma sentía lo mismo cuando miraba a Jenny sonreír…
- ¿Has visto a la profesora Hartmann? – Preguntó a un alumno que se había encontrado en los últimos peldaños de la escalera
- Nop
- Igualmente gracias – Se quedó de pie mientras trataba de localizarla en la cafetería, este era su lugar preferido, perfecto para socializar… Y el otro lugar donde solía estar era su salón pero miró su reloj y faltaba media hora para que su clase comenzara, aquí tenía que estar…
Sonrió, en algún punto los gustos de su amiga le daban gracia… Primero: mujeres, segundo: hermosas y tercero: complicadas… No podía ser de otra manera!!! Era tan característico su criterio para elegir… Jamás le había visto transitar por el camino fácil y aquello siempre tenía el mismo impacto en quienes la conocían: La adoración o el desprecio… Se preguntó si se podía detener al amor, si alguien alguna vez había intentado detenerlo y si después de intentarlo quedaba algo aparte de soledad… Aquí no había culpables.
- Ben… ¿Has visto a Jenny? – el pianista estaba en plena discusión con un grupo de colegas así que respondió rápido
- Afuera
- Gracias – dijo al viento porque sabía que no le escuchaba. Frenó en la puerta de entrada e inspeccionó todo el jardín con la expectativa de encontrarla.
Se preguntó que podían tener en común alguien como Emma y Jenny… Se preguntó con qué sedujo la bailarina a su amiga… A Emma jamás nada la sorprendía ni terminaba de llenarle, siempre encontraba algo por lo cual continuar, por lo cual viajar y buscar… Algunos amores nos obligan a quedarnos y otros a partir… Odiaba la idea pero estaría agradecido de que Jenny pudiese retenerla algún tiempo en la cuidad, algún tiempo cerca de la música que a veces Emma solía olvidar y a su lado cuando las cosas comiencen a explotar…
Comenzó el camino de gravilla blanca mientras veía las plantas que estaban a un lado, a lo mejor estaba detrás del muro, sobre la calle fumando un cigarrillo… no era una fumadora habitual pero era de público conocimiento aquella manía que tenía para pensar… Un fino puro y ver los coches pasar, el tabaco se consumía porque olvidaba pitar mientras ideaba una nueva coreografía. Llegó al portón de hierro, miró a la derecha y luego a la izquierda y allí estaba…
- Hija de la puta madre – El insulto venía del fondo de la garganta y de la incredibilidad de lo que veía. Avanzó hasta ella dispuesto, esta vez, a romperle el cuello con las manos e insultándose por ser tan estúpido al confiar en ella una vez más… ¡¿En qué estaba pensando cuando creyó que cambiaría?!... Caminaba mirando como se besuqueaba con aquel muñeco de pacotilla de turno y una sola cosa venía a su cabeza: ¡Emma!
La tomó por el codo, la desprendió de aquel inútil como si fuese una garrapata y la plantó en frente de él dispuesto a aplastarla. Aprovechó la turbación que Jenny tenía para condenar lo lastimoso del rojo de sus labios y lo bochornoso de los rastros de baba. Gracias a Dios lo veía él y no Emma!!! Apretó con fuerza sus dos brazos, más de eso no haría, Emma se encargaría de ella – Eres una descarada… – Había salido en un tono bajo pero la mirada acusadora transmitía la decepción y la rabia
- No te… – estaba a punto de defenderse
- ¡¿Aquí?! – El zamarreo le hizo temblar hasta la última célula de su cuerpo y abría sus ojos, cada vez más, para verlo fuera de sí. Sudaba ira y ella comenzó a sudar miedo… Esa cara de desquiciado era más que una advertencia… – En la puerta??? Está a punto de llegar… – Pareciese como si él le rogara por conciencia pero sus dedos se clavaban cada vez más fuerte y estaban comenzando a lastimarla
- ¡¡¡Ya está bueno no!!! – la primera intervención de imbécil y ninguno de los dos volteó a mirarlo – ¡¡¡Suelta a mi novia!!!
- ¿Novia…? – la soltó de un empujón apartándola del medio – ¡Por qué no me obligas? – preguntó provocador, eran tantas la ganas de pelear y aquel niño bonito se le ofrecía como saco de boxeo – ¡O acaso tienes miedo? – se había acercado hasta él exhalándole la bronca en la cara
- Cariño… no le hagas caso – estaba a dos pasos de ellos y sabía que sus palabras solo alimentarían la ira de Bodo así que lo intentó por el otro lado – No me ha hecho nada… – usó un tono dulce y una caricia sobre su pecho tratando de apaciguar en ambiente
- No quiero problemas… – le empujó suavemente para quitárselo de encima y cuando lo logró se abrazó a Jenny. Para aquel muchacho no era más que un trofeo brillante en su vitrina y la morena parecía estar de acuerdo con eso
- ¡Sabes? – Bodo frotó su mandíbula con fuerza porque de a ratos se trababa – Deberías buscarte novios menos cobardes… – se acercó al él una vez más – De aquellos que no temen por su ropa – vio la chispa encenderse en los ojos del acompañante de Jenny, le había herido el orgullo de macho y le trataba de incompetente en frente de su chica.
Bodo se alejó hasta el asfalto, se deshizo de la corbata y del saco – Ven… – le alentó con las manos a que pelease, a que se acercase hasta él y demostrara su hombría. Estaba dispuesto a hacer lo que sabía que Emma no podría… Partirle la cara al imbécil.
Y todo sucedió demasiado rápido como para entenderlo… De pronto los puñetazos eran repartidos por todos lados, Bodo llevaba la ventaja, le había acertado tres golpes que habían dejado “al novio” de Jenny en el piso y sobando su vientre
- ¡¡¡Levanta y pelea!!! – Bodo lo agarraba por las solapas de su camisa y le obligaba a que se pusiese de pie – ¡¡¡Pégame Cagón!!! – Gritaba llamando a la bestialidad nuevamente y otra vez a pelear
- ¡¡¡Paren… Paren!!! – La morena había gritado un motón de veces desde el comienzo y ellos no escuchaban. Estaban tan enzarzados en demostrar cual de los dos era el más fuerte y que no escucharían ni a una granada estallar a su lado.
- ¡¿Pero qué demonios?! – desde la esquina podía ver todo… hasta los esfuerzo de Jennifer por intentar separarlos. Corrió los metros que faltaban y dejó su bolso en la calle – Detente Bodo!!! – le agarró del brazo pero no hubo caso – Vamos chicos!!! – Emma sintió un puño clavarse en el costado de su boca, lo ignoró y siguió adelante – ¡¡¡Bodo!!! ¡¡¡Bodo!!! ¡¡¡Detente!!!
Y entre medio de aquella locura aparecía la sangre vertiéndose del labio de su amiga y frenó, no sin recibir un último golpazo en la nariz. Rápido, la resguardó en su espalda y avanzó hasta dejar a su contrincante otra vez en el suelo, sostuvo sus manos con una fuerza descomunal y le mostró su rostro ensangrentado para amenazarlo – ¡¡¡Súbete a tu puto coche y saca tu culo sucio de mi escuela antes de que te mate!!! – Y funcionó, aquel pobre cordero subía a su coche y salía disparado a toda velocidad.
Se giró y lo primero que hizo fue mirarla… estaba en el mismo lugar en cual la había dejado, la cabeza gacha y la mano cubriendo su herida – Emma…
Jenny se llevó las dos manos a la boca ¿Por qué no había podido frenarlos antes de que ella llegase? Esto no hubiera pasado, no habría salido lastimada y el peso de la culpabilidad la sentaba en el cordón de la calle a pensar, a odiar la situación y a frotarse la cabeza queriendo regresar el tiempo.
- Estoy bien… No te acerques – Le indicó levantando la mano – No te gustará lo que verás… tampoco mires tu camisa – Llegó hasta su bolso buscando con que poder limpiarse
La nariz de Bodo chorreaba y había salpicado grandes gotas en su camisa. Comenzó a sentir el frío, la adrenalina lo abandonaba y ya comenzaba a temblar y a soportar el llanto… mantenía la mirada fija en la rubia y veía como las lágrimas rodaban por sus mejillas, debía doler demasiado pero aguantaba firmemente, sabía que si bajaba la vista hasta el asfalto podría ver la sangre derramada. ¿Qué había hecho?
- Lo siento…
- ¿Realmente vale la pena por lo que peleas? – dijo tan abiertamente que Jenny no pudo evitar sentirse tocada. Y cruzó un juego de miradas con Bodo ¿Por qué peleaban? Por ella, él peleaba por ella, defendiéndola e intentando alejarla de todos los males ¿Cómo demonios hacía para serle tan fiel? ¿Para entregarse tanto sin esperar nada a cambio?
- Claro que vale la pena y lo volvería a hacerlo sin dudarlo!!! – era la declaración más apasionada que había escuchado en su vida, quizás esto no se tratase de amor pero iba de muchas cosas que traían celos, de incondicionalidad, de mentiras y silencios a cambio de sonrisas, de la fuerza acompañando el sentimiento para sellar un pacto de lo más simple, la amistad. La protegía hasta de sus propias palabras… por eso saltaba lo importante, tragaba la rabia y el deseo de delatarla, buscando una solución… una que no fuera tan cruda ni tan desalmada.
Jenny le miraba sin pestañar, no importaba lo equivocado que estuviera, allí dentro de su cabeza y en su corazón, él sentía que era lo correcto… En algo se parecía a ella: hacía lo que sentía no lo que pensaba.
- Llama a Ben y a ella llévala al médico… Por favor – allí venía la orden que traía la solución parcial… Primero Emma y después todo lo de más…
- De acuerdo
No podía despegar sus ojos de ella, llevaban 10 minutos encima del auto y no había abierto la boca. ¿Por qué no preguntaba acerca de lo ocurrido? ¿Por qué no se quejaba? ¿Por qué no gritaba mandándola a la mierda? Tan sólo miraba por la ventana y sostenía aquel pañuelo pegado a la comisura de sus labios. Tenía en el rostro una expresión serena y a veces hasta despreocupada, la había visto sonreírle a un muchacho que tocaba el saxofón en una esquina y después la mueca de molestia ante el dolor.
- A la izquierda por favor – pidió amablemente
- Es más corto si seguimos derecho – le aseguró
- No vamos al hospital – sonrió tratando de disculparse por los cambios de planes
- De acuerdo – y no hizo más que responderle con una sonrisa – Tú me indicas
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