La miraba mientras conducía, era tan prudente, totalmente concentrada en su tarea, no había pronunciado palabra desde que se colocó el cinturón de seguridad. Seguramente así sería con todas la cosas en su vida, meticulosa y fanática, perfeccionista y dedicada. Miró sus manos blancas, pulcras, no eran manos de mecánico “quizás alguien le haya inculcado el conocimiento”… hay un abismo entre el viro de la muñeca al ajustar una tuerca y la flexibilidad con la que manejaba el arco… simplemente no era posible.
- Quería darte las gracias – dijo con la vista puesta en la calle – a ti y a Ben por lo que han hecho por mi… ha sido muy amable de su parte…
- Ja – sonrió de medio lado – a Ben le caes bien, le tienes fascinado con tu música
- Es bueno saberlo, necesito un pianista que toque escalas para probar las voces de los alumnos sino jamás sabré lo que llevan en sus gargantas – señaló la suya propia y rápido dejó caer la mano sobre el volante.
- No te preocupes, de seguro, te ayudará
- Gracias – dijo mirándola a los ojos un instante para volver al asfalto
- De nada – contestó risueña.
El sonido del motor lo inundaba todo. No iban a gran velocidad y por alguna razón estaba implantada en su estómago esa extraña sensación, la de vértigo… Llevaban más de 25 minutos encima del coche, rumbo a la zona oriental de Berlín… jamás venía por estos lados y a pesar de que el muro había sido derrumbado años atrás las diferencias existían latentes todavía. Y para qué negarlo… ella era consumidora y capitalista, poco y casi nada podía ofrecerle esta parte de Berlín.
Detuvieron el coche frente a un edificio de estilo estalinista. Donde claramente se podía distinguir un cartel de taller mecánico.
- ¿Vienes??? Quizás demore y no es muy segura la zona de noche
- Voy – iría y no por la preocupación de que algo pudiera pasarle por la noche sino por curiosidad. 20 pasos en frente de ellas, se encontraba un pedazo de la vida de Emma y por nada en el mundo se lo perdería
Emma abrió el gigante portón de metal sin reparos, parecía venía asiduamente al lugar. – Adelante – la dejó pasar primero con caballerosidad.
Y sí, encontró todo lo que espera encontrar, coches, piezas de los mismos, fosas, máquinas que no entendía para qué servían. El característico olor del aceite y el gigantesco calendario de una mujer semidesnuda en la pizarra tapando algunas anotaciones.
- Espera aquí – se dirigió hasta una puerta que estaba en el fondo, encendió la luz y comenzaron a sentirse los ruidos de excavación que hacía sobre unos estantes…
- Quien demonios eres tú??? – escuchó a su espalda y rápidamente se dio vuelta. Un muchacho de unos 25 años que estaba con el torso desnudo una toalla en su mano la miraba extrañado.
- ¡¡¡No vengo a robar!!! – Levantó sus manos al ver que tomaba una gran llave inglesa y planeaba usarla como arma – Estoy acompañando a Emma Müller – estaba asustada y con una sonrisa nerviosa
- No conozco a ninguna Emma Müller – dijo después de mirar la sala y ver que allí no se encontraba nadie más. – Qué quieres??? – se acercó empuñando la herramienta
- ¡¡¡No!!! Yo… Yo… – Dios sabía que no merecía morir en manos un sicópata mecánico ni menos aporreada con una herramienta – te juro que yo… – las palabras se trababan con cada paso que avanzaba. Estaba realmente asustada – Emma!!! Emma!!! – gritó tan alto como pudo
- ¿¿¿Qué demonios haces??? – preguntó saliendo de aquel cuarto al llamado de Jenny – ¿¿¿Te has vuelto loco??? – se acercó hasta ella que estaba toda temblorosa – Ya esta!!! – la abrazó con fuerzas
– Ya ha pasado, tranquila… – sintió algunas lágrimas mojar la piel de su cuello – Y tú deja la maldita llave!!! – le ordenó al chico
- Emma… Emma… yo lo lamento – él también estaba temblando – Pensé que era una ladrona y como no te vi aquí pensé que quería engañarme – bajo la cabeza – Perdona y perdone Ud. Srta.
- Ya está – acarició su cabello y posó un suave beso en su cabeza
– Maldita caja de velocidades!!! Profesora Hartmann!!! – la llamó mientras levantaba su rostro con las dos manos – Ese imbécil de ahí… – lo señaló con la cabeza – es mi hermano…
- Buenas noches Srta. – se rascó la cabeza de la misma manera que lo hacía Emma cuando no sabía que decir – Lamento mucho lo de recién – se quedó parado en su lugar y no hizo el intento de acercase – Voy a buscar un vaso de agua – rápido salió disparado
Instintivamente cuando lo vio marcharse no hizo más que apretarse al cuerpo de Emma, no era lo correcto pero sí lo necesario. Subió las manos por su espalda mientras absorbía el perfume alojado en su cuello. El espejismo era reconfortante, un oasis en el desierto, porque a pesar de que ella la sujetaba con fuerzas Emma no hacía lo mismo. Guardaría las distancias por sobre todas las cosas… se preguntaba constantemente si era respeto o falta de interés. No la miraría esta vez sólo necesitaba un abrazo, calor, no preguntas sin respuestas, no respuestas evasivas ni silencios ensordecedores.
Quizás estaba siendo castigada, si existía un Dios, quizás él se estaba ensañando con ella… haciéndola desear algo que jamás podría tener, dejándola cerca y tan amable como tentadora. Con aquel aroma y aquella piel, fuerte y frágil a la vez, teniendo todo lo que se puede anhelar en alguien. ¿Por qué una mujer? ¿Por qué justo con esta mujer? No podía comprarla y encargarla por catálogo como a una joya… sería fácil como llevarse una copa del champaña más costosa a la boca… ¿Tendría el mismo sabor? ¿Tendría el mismo sabor si Emma fuera fácil?
- Te sientes bien – sintió como abandonaba el abrazo – Jennifer??? Te sientes bien??? – lo odiaba todo de ella, lo odiaba por desearlo y no tenerlo, por la excusa para la pelea y por el agujero que tenía por corazón
- Sí… – rápido, sacó cada pensamiento de su mente – me asusté un poco, nada más
- No es para menos con esa llave ajusta los bulones de camiones… hay que ser bruto!!! – la agarró de los brazos y la miró a los ojos – él no va a hacerte nada… pero si no te sientes cómoda podemos marcharnos…
- ¿Y la caja? – Ella había venido a pasear con Emma pero Emma venía por el repuesto, lo lógico sería que volvieran con ella.
- No la he encontrado – miró la puerta y el resplandor de luz que por ella emanaba – pero no importa mañana vuelvo y la busco…
- Pregúntale a tu hermano quizás él pueda ayudar – ese momento comprendió algo que no había notado hasta el momento, la estaba anteponiendo, estaba prefiriendo quedarse en este lugar mugroso sólo para dar el gusto ¿Qué seguía? Se preguntó a sí misma con terror ¿Cómplice de un crimen múltiple? No!!! Algo peor que eso ¿Un desenlace feliz y una vida aburrida en el medio del campo?
Lejos de sus días en la compañía de ballet y de las fiestas de etiqueta y cada más cerca de los aburridos horarios de oficina… De pensarlo el aire le faltaba y las piernas se le aflojaban…
- Hey!!! – Emma le agarró de la cintura al ver que su fuerzas la abandonaba – Aquí – lenta y suavemente logró sentarla en una silla – eso es!!! Respira… – Se puso de cuclillas en frente de ella y acomodó un mechón que caía en sus ojos para poder mirarla correctamente mientras la sujetaba por el cuello.
- Emma – su hermano volvía con el vaso de agua – Qué ha pasado??? – Preguntó al verlas de aquella manera…
- Me parece que es una bajada de azúcar – la miraba de pies a cabeza esperando encontrar algo en el exterior – Prepara un té – ordenó y su hermano desapareció nuevamente. Sonrió al ver que le sonreía, no había sido más que un desvanecimiento. – ¿Qué?... – aquellos ojos estaban somnolientos y cansados pero aún tenían fuerza y encanto para brillar
- Aborrezco el té… – La hizo sonreír y eso le dio una tranquilidad que le permitió cerrar los ojos un instante más e imaginar que podía estar bien con ella: no en una cama sudando sino en lo más ordinario y superficial de una conversación cualquiera.
- Vaya me sorprendes!!! – le dijo cuando se aseguró de que la miraba – ha sido una imprudencia de mi parte asumir que el té era de tu agrado – No había necesitad de ser tan formal pero intuía que Jennifer se divertía con la palabrería – Lo lamento Srta. pero aquí no tenemos champaña – Agarró su muñeca izquierda y verificó que el pulso era rápido, no era una bajada de azúcar sino un ataque de pánico, lo confirmó cuando tocó su palma y encontró sudor frío.
- Tampoco me apetece, sólo quiero… – logró enredar sus fríos dedos con los de Emma y miró un instante aquel enlace
- Descansar… – Emma se adelantó y apretó su mano intentando reconfortarla, sabiendo que la desesperación por respirar y las palpitaciones consumían demasiada energía – Volveremos!!! – sentenció mientras la tomaba por los brazos para ayudarla a levantarse y salir del lugar
- No!!! Búscala yo puedo esperar – se acomodó en la silla – aquí espero
- Pero… – estaba apunto de protestar contra la cabezonería de la bailarina
- Aquí está el té – su hermano estaba parado detrás de ella con una bandeja y todos los utensilios dentro de ella – quizás tiene el estómago vacío – señaló un estilo de galletas que traía en una bandeja. Emma se hizo de la taza para alcanzársela a la morena. – Qué crees que sea??? – preguntó mientras se cruzaba de brazos.
- No lo sé – negó con la cabeza y le entregó la taza a la morena que le sonrió como forma de agradecimiento. – Tienes una caja para Cadillac El dorado???
- De qué año??? – preguntó mientras trataba de recordar
- Del 53…
Cada sorbo de té hacia que su taza simulara la apertura de un telón, era un espectáculo agradable a los ojos. No lo había notado en un principio pero eran muy parecidos, formales e inexpresivos. Eran familia y hablan como si fuesen extraños, a medio metro de distancia y sin gesticular, demasiado alemanes los dos para su gusto. No comprendía demasiado de lo que se hablaba, las palabras eran predominantes en jerga mecánica así que solo se dedicó a observarlos.
Después de unos 15 minutos de charla, las cosas parecían solucionarse, el hermano de Emma cargaba sobre sus brazos una enorme caja y la llevaba al asiento trasero de su coche, mientras Emma ayudaba a subir a Jenny. De pronto escucho unos golpes sobre el vidrio
- Adiós Srta.
- Adiós – Dijo más bien modulando que levantando su voz. Una sonrisa y un agite de mano
La miraba cada vez que podía para cerciorarse que nada interrumpiera su sueño. Ella misma estaba agotada y Jennifer no había resistido más de 5 minutos con el motor encendido. Siempre desarticulada sobre el asiento pero salvaguardando su pie malo, tranquila y de respiración serena el opuesto a los gritos, portazos y a la tensión corporal que estaba acostumbrada a ver. Se preguntó: ¿qué estaba haciendo con ella? ¿Cuánto más iba a tensionar la soga sabiendo que siempre se corta por lo más fino? Lo fino: todo.
A pesar de que las sombras desdibujaban su rostro no podía negar su belleza y siempre llegaba a la misma conclusión: Cualquiera mataría por estar con ella… y muy seguramente ya muchos de ellos han estado. ¿Cómo se vence a la experiencia? ¿Cómo que armas podría atacar un erudito? Había dedicado su vida entera a los libros persiguiendo sus sueños, queriendo una vida poco peligrosa y resguardada de los malos augurios sobre las relaciones humanas. Un choque cuerpo a cuerpo con ella dejaría llagas y cicatrices difíciles de borrar… jamás saldría triunfadora y la llevaría en la piel como recuerdo de poder y rendición.
Paró el coche en frente de su casa, ahora sólo quedaba despertarla….
- Jennifer, Jennifer hemos llegado – sacudía su pierna por la rodilla
- Ya? – preguntó cansada y con ganas de seguir durmiendo
- Sí, ven que te ayudo a bajar
Rodeó el coche y le abrió la puerta, esta vez Jenny estaba despierta así que poco hizo por ella, sólo tiró de su brazo para que se pudiera incorporar.
- Listo!!! – dijo mientras le pasa las llaves del coche – sólo queda la caja de velocidades – miró hacia el asiento trasero – le diré a Bodo que mañana venga por ella
- Esta bien, esa cosa parece pesada – la voz estaba bastante grave
- Sí por eso no la llevo a casa
- OK – asistió con la cabeza pero sin saber muy bien que decir ni como actuar
- OK – la miró un segundo con el pelo algo alborotado y los ojos a medio cerrar: Parecía una niña – Qué descanses bien…
- De acuerdo – camino hasta cruzar la cerca – Emma lo siento
- El qué??? – la última y primera vez se había lamentado por la tormenta que había desatado y que aún todavía la asolaba
- El que me durmiera… no he sido buena compañía – sonrió avergonzada
- Ah!!! – el alma le volvió al cuerpo – No pasa nada… ya habrá otras oportunidades… Adiós.
- Adiós – susurró aguantando las ganas de pedirle que entrara a su casa.
Al llegar a casa, siempre lo mismo, sentarse en su sillón del living mirando hacia la biblioteca y reflexionando. Programando mentalmente el mañana, otro de sus malos hábitos. Después de una ducha de agua caliente, se colocó la ropa para dormir y se metió en la cama. Miró el reloj de la mesita y ya era demasiado tarde pero sabía que sino lo hacía muy posiblemente jamás conciliaría el sueño, para no soñar despierta y sacar provecho de ello, leía.
Estaba en pleno sueño cuando escuchó que alguien tocaba su puerta con desesperación…
- Pero qué demonios??? – se levantó rápido e iba en camino cuando escuchó tres golpes de nuevo. – Quién es??? – abrió la puerta – Quien te ha dado mi dirección??? – preguntó al ver de quien se trataba
- Bodo!!! – Estaba para al frente de la puerta de Emma, vestida de forma deportiva, cubierta del frió por un sobretodo negro y con un bolso del mismo color
- Bodo no haría eso!!! – dijo cuando salió de la sorpresa
- Esta bien!!! Me la robé de su despacho – miró hacia adentro – Estas sola???
- Sí – instintivamente cerró más la puerta cubriendo el interior de su casa – Qué quieres???
- Puedo pasar??? – sabía que diría que sí, era demasiado amable como para rechazar
- Adelante – Se corrió abriendo el paso – toma asiento por favor – señaló su sillón – Quieres algo de beber???
- Un vaso de agua??? – la vio asentir con la cabeza y salir rumbo a lo que sería la cocina. Miró la enorme biblioteca en frente de ella… toda una inversión… una construcción de años… casi una pasión.
No había fotos en la sala, algo extraño pero no alarmante… no jarrones, no pinturas sólo tres paredes forradas a tope de libros
- Aquí tienes – Apoyó el vaso en la mesa baja que estaba en frente de sillón y se quedó parada al lado de la misma.
- Gracias – la miró por primera vez. Estaba con unos pantaloncillos cortos y una musculosa. De seguro ya se había acostado, su pelo carecía del la alineación con la que siempre era mantenido… estaba más cotidiana de lo habitual…– Necesito dormir – dijo bajito y vio como Emma agachaba su cabeza, sin pronunciar una palabra.
– No puedo dormir – No recordaba sentirse tan vulnerable en su vida, tan a la espera de cualquier cosa por parte del otro…
- Crees… Crees que yo??? – No cuadraba en su cabeza y no cuadraría en la realidad. Quitar o dar era demasiada responsabilidad. No era verdugo de nadie sólo de ella misma, aceptando sus mentiras y convirtiéndose en su propio enemigo.
- No lo sé… – Agachó la cabeza. Entregada, al cuerpo de mayor firmeza que conocía y la negación inminente de cada unos de sus antojos y gustos. Sino estaba perdiendo la cordura no tenía idea de que se trataba – Podríamos… Podríamos??? – la suplica por lo incorrecto y lo prohibido se desvanecía en el aire mientras trataba de contener la desesperación ante la anticipación.
- Esta bien!!! – Emma le ofreció una mano temblorosa y un millón de miedos y dudas pero igual la aceptaría, haría cualquier cosa con tal de extinguir cada temblor de sus músculos, cada nudo en su garganta y estómago y cada latido de alta frecuencia dado con sólo pensar en sus labios.
Tomadas de la mano llegaron hasta el cuarto de Emma, era casi despoblado y espacioso. Iluminado por la luz de la luna que entraba a través de los ventanales en el techo, la cama en un rincón oscuro y cada rincón oscuro lleno de su aroma. El lugar rebosaba de ella, de su simpleza y transparencia, el blanco en las paredes y la luz en la oscuridad. Sintió como la rubia tomaba el bolso de su mano y lo colocó en la única silla que tenía aquel lugar y volvió a pararse en frente de ella.
La miraba, sentía el centelleo de sus ojos de miel pasar por cada parte de su cuerpo, estudiándola externamente, buscando sólo dios sabe qué. Se sintió nada y todo a la vez, con miedo a lo encontrado y a la devolución e intentó esconderse bajando la mirada, ocultando su bandera, su lenguaje y su corazón por no ofender. Ahora los dedos desabrochaban uno a uno los botones de su saco, lo mismo que ella había hecho en su casa sólo que menos insinuador y más tierno, en cierto punto hasta torpe…
Ayudó aquellos nerviosos dedos en el segundo botón sobre su pecho, se notaba la faltaba de costumbre y la inexperiencia y esta vez no se enfadó. La dulzura e inocencia le daban deseos enseñar, descubrir y explotar cada cosa dormida en la profesora Müller. Tomó su abrigo por el cuello y se le retiró lentamente, cuidando no rozar más de lo debido… Una vez en su mano, lo dobló, lo dejó en la silla y volvió a ella.
Se quedó parada un paso en frente de ella para seguir con lo que estaba haciendo: Observarla.
Los ojos ejercían la potestad sobre cada movimiento y sensación, dejándola inmóvil y casi sin respirar. ¿Es posible que el deseo nos trasforme a tal punto de no reconocernos? Esta vez no había excusas, ni tres botellas de vino ni dolores de cabeza, la conciencia plena y de cara a la realidad. Dolería, mañana muy seguramente dolería, mañana aquellos ojos no la mirarían de la misma manera ni sus manos temblarían igual. Lejos de los escondites la vida es más ficción que nunca…
De pronto una mano de Emma reclamaba a la suya, con un roce tímido pidiendo permiso y con un golpe eléctrico casi poniéndola de rodillas ¿A dónde me llevas? Hubiera preguntado en primera instancia pero tan sólo se le ocurrió pedir piedad en silencio y abandonarse a la cadencia de los pasos que Emma marcaba rumbo a la cama… Tembló al pensar en un beso de aquella boca y ahogó un suspiro al imaginar sus manos sobre su cuerpo… Estaba abrumada por sentir y a la misma vez por no poder refrenar el deseo.
- No pasará nada… – Emma susurró cerca de su oído mientras la obligaba que se sentara sobre su cama.
Sintió esta vez como desajustaba los cordones de sus zapatillas, el especial cuidado para con su pie malo y la leve caricia sobre su empeine. Después de quitarlas se dirigió hasta la venda y la llegada de alivio al sentir los dedos fríos por sobre su tobillo…
- Duele??? – preguntó mientras apretaba con un poco más de intensidad la carne
- Ca-Casi nada…– En comparación a lo que dolía el resto de su cuerpo, su pie carecía de importancia – Qué… qué… qué haces??? – preguntó al sentir el frío sobre la parte baja de su abdomen, buscando la cintura de su pantalón – Emma… – los sintió abrirse camino entre la piel y la tela, decididos, tirando hacia abajo y llevándose con ellos sus pantalones. Se inclinó para atrás usando sus brazos como soporte para poder levantar su cadera y ayudar a la rubia. Cuanto los quito, los dobló y los llevó a la silla en donde estaban todas sus otras pertenencias. Esta vez no la miraba, no hubo observaciones sobre sus piernas desnudas, es más, parecía casi esquivar toparse con ellas. – Emma… – tanto silencio la llevaría a la locura, tenía la necesidad de saber que era lo que estaba ocurriendo… ¿Qué era lo que pasaba por la cabeza de Emma?
- Shhh – Emma indicó silencio mientras rodeaba la cama se adentraba en ella por el otro lado – intenta dormir… mañana lo resolveremos – Comenzó a traer todas las mantas que se encontraban en el extremo para cubrirse con ellas. Abrigó hasta los hombros a Jennifer asegurándose de que no pasaría frío mientras dormía y luego se metió debajo de ellas.
Miró el oscuro techo tratando otra vez de volver a dormir, al igual que cada noche pero con una pequeña diferencia podía sentir el calor que emanaba el cuerpo que estaba a su lado. Sería menos complicado abrazarse a la almohada, no debería pedir permiso ni dolerse por ello mañana pero tampoco tendría la suavidad, el aroma y la textura de aquella piel. Podía escuchar su moderada respiración y distinguir el lento vaivén de su pecho…
Se posicionó de lado mirando a la pared y cerró los ojos fuertemente tratando de encontrase a ella misma en aquella cama y al menos algo que le permitiera soñar que era ella y no un extraño. Una mano se posó en su camiseta apretándola entre sus dedos.
- Puedo…??? – la voz tembló y el puño se cerró con más fuerza sobre la imposibilidad del habla y la demanda de las pretensiones
- Sí… – y quitó aquella mano de la tela para llevarla por sobre su cintura, el primer paso. Y los siguientes en cámara lenta: aquel cuerpo pegándose a su espalda, aquel suspiro al sentirla cerca, aquella inhalación del aroma de su pelo y que beso en su nuca como un: “Buenas noches”
Siempre enmascara de niña y armada de mujer… una combinación letal para cualquier infeliz, un duelo a muerte para el más adinerado de los caballeros y la demencia hasta para el más cuerdo de todos. Rozó suavemente su mejilla olvidando que sólo basta un roce para despertar el sexo y las ganas animal de morirse en ella, aún a sabiendas de lo vano que muchas veces puede ser el esfuerzo.
- Emma… – escucha que la reclaman y haciendo esfuerzos puede volver a mirarla – Emma… – Sus ojos estaban entreabiertos, así como su boca, el rojo brillante dejaba ver los restos de saliva en ellos y el temblor indicaba la intranquilidad. Ocurría de vuelta, Emma parecía no estar con ella en ese momento. – Hey…– acomodó su flequillo detrás de la oreja – Esta bien… estoy bien – y un leve parpadeo la devolvió otra vez mientras retiraba sus dedos de ella…
- Quería darte las gracias – dijo con la vista puesta en la calle – a ti y a Ben por lo que han hecho por mi… ha sido muy amable de su parte…
- Ja – sonrió de medio lado – a Ben le caes bien, le tienes fascinado con tu música
- Es bueno saberlo, necesito un pianista que toque escalas para probar las voces de los alumnos sino jamás sabré lo que llevan en sus gargantas – señaló la suya propia y rápido dejó caer la mano sobre el volante.
- No te preocupes, de seguro, te ayudará
- Gracias – dijo mirándola a los ojos un instante para volver al asfalto
- De nada – contestó risueña.
El sonido del motor lo inundaba todo. No iban a gran velocidad y por alguna razón estaba implantada en su estómago esa extraña sensación, la de vértigo… Llevaban más de 25 minutos encima del coche, rumbo a la zona oriental de Berlín… jamás venía por estos lados y a pesar de que el muro había sido derrumbado años atrás las diferencias existían latentes todavía. Y para qué negarlo… ella era consumidora y capitalista, poco y casi nada podía ofrecerle esta parte de Berlín.
Detuvieron el coche frente a un edificio de estilo estalinista. Donde claramente se podía distinguir un cartel de taller mecánico.
- ¿Vienes??? Quizás demore y no es muy segura la zona de noche
- Voy – iría y no por la preocupación de que algo pudiera pasarle por la noche sino por curiosidad. 20 pasos en frente de ellas, se encontraba un pedazo de la vida de Emma y por nada en el mundo se lo perdería
Emma abrió el gigante portón de metal sin reparos, parecía venía asiduamente al lugar. – Adelante – la dejó pasar primero con caballerosidad.
Y sí, encontró todo lo que espera encontrar, coches, piezas de los mismos, fosas, máquinas que no entendía para qué servían. El característico olor del aceite y el gigantesco calendario de una mujer semidesnuda en la pizarra tapando algunas anotaciones.
- Espera aquí – se dirigió hasta una puerta que estaba en el fondo, encendió la luz y comenzaron a sentirse los ruidos de excavación que hacía sobre unos estantes…
- Quien demonios eres tú??? – escuchó a su espalda y rápidamente se dio vuelta. Un muchacho de unos 25 años que estaba con el torso desnudo una toalla en su mano la miraba extrañado.
- ¡¡¡No vengo a robar!!! – Levantó sus manos al ver que tomaba una gran llave inglesa y planeaba usarla como arma – Estoy acompañando a Emma Müller – estaba asustada y con una sonrisa nerviosa
- No conozco a ninguna Emma Müller – dijo después de mirar la sala y ver que allí no se encontraba nadie más. – Qué quieres??? – se acercó empuñando la herramienta
- ¡¡¡No!!! Yo… Yo… – Dios sabía que no merecía morir en manos un sicópata mecánico ni menos aporreada con una herramienta – te juro que yo… – las palabras se trababan con cada paso que avanzaba. Estaba realmente asustada – Emma!!! Emma!!! – gritó tan alto como pudo
- ¿¿¿Qué demonios haces??? – preguntó saliendo de aquel cuarto al llamado de Jenny – ¿¿¿Te has vuelto loco??? – se acercó hasta ella que estaba toda temblorosa – Ya esta!!! – la abrazó con fuerzas
– Ya ha pasado, tranquila… – sintió algunas lágrimas mojar la piel de su cuello – Y tú deja la maldita llave!!! – le ordenó al chico
- Emma… Emma… yo lo lamento – él también estaba temblando – Pensé que era una ladrona y como no te vi aquí pensé que quería engañarme – bajo la cabeza – Perdona y perdone Ud. Srta.
- Ya está – acarició su cabello y posó un suave beso en su cabeza
– Maldita caja de velocidades!!! Profesora Hartmann!!! – la llamó mientras levantaba su rostro con las dos manos – Ese imbécil de ahí… – lo señaló con la cabeza – es mi hermano…
- Buenas noches Srta. – se rascó la cabeza de la misma manera que lo hacía Emma cuando no sabía que decir – Lamento mucho lo de recién – se quedó parado en su lugar y no hizo el intento de acercase – Voy a buscar un vaso de agua – rápido salió disparado
Instintivamente cuando lo vio marcharse no hizo más que apretarse al cuerpo de Emma, no era lo correcto pero sí lo necesario. Subió las manos por su espalda mientras absorbía el perfume alojado en su cuello. El espejismo era reconfortante, un oasis en el desierto, porque a pesar de que ella la sujetaba con fuerzas Emma no hacía lo mismo. Guardaría las distancias por sobre todas las cosas… se preguntaba constantemente si era respeto o falta de interés. No la miraría esta vez sólo necesitaba un abrazo, calor, no preguntas sin respuestas, no respuestas evasivas ni silencios ensordecedores.
Quizás estaba siendo castigada, si existía un Dios, quizás él se estaba ensañando con ella… haciéndola desear algo que jamás podría tener, dejándola cerca y tan amable como tentadora. Con aquel aroma y aquella piel, fuerte y frágil a la vez, teniendo todo lo que se puede anhelar en alguien. ¿Por qué una mujer? ¿Por qué justo con esta mujer? No podía comprarla y encargarla por catálogo como a una joya… sería fácil como llevarse una copa del champaña más costosa a la boca… ¿Tendría el mismo sabor? ¿Tendría el mismo sabor si Emma fuera fácil?
- Te sientes bien – sintió como abandonaba el abrazo – Jennifer??? Te sientes bien??? – lo odiaba todo de ella, lo odiaba por desearlo y no tenerlo, por la excusa para la pelea y por el agujero que tenía por corazón
- Sí… – rápido, sacó cada pensamiento de su mente – me asusté un poco, nada más
- No es para menos con esa llave ajusta los bulones de camiones… hay que ser bruto!!! – la agarró de los brazos y la miró a los ojos – él no va a hacerte nada… pero si no te sientes cómoda podemos marcharnos…
- ¿Y la caja? – Ella había venido a pasear con Emma pero Emma venía por el repuesto, lo lógico sería que volvieran con ella.
- No la he encontrado – miró la puerta y el resplandor de luz que por ella emanaba – pero no importa mañana vuelvo y la busco…
- Pregúntale a tu hermano quizás él pueda ayudar – ese momento comprendió algo que no había notado hasta el momento, la estaba anteponiendo, estaba prefiriendo quedarse en este lugar mugroso sólo para dar el gusto ¿Qué seguía? Se preguntó a sí misma con terror ¿Cómplice de un crimen múltiple? No!!! Algo peor que eso ¿Un desenlace feliz y una vida aburrida en el medio del campo?
Lejos de sus días en la compañía de ballet y de las fiestas de etiqueta y cada más cerca de los aburridos horarios de oficina… De pensarlo el aire le faltaba y las piernas se le aflojaban…
- Hey!!! – Emma le agarró de la cintura al ver que su fuerzas la abandonaba – Aquí – lenta y suavemente logró sentarla en una silla – eso es!!! Respira… – Se puso de cuclillas en frente de ella y acomodó un mechón que caía en sus ojos para poder mirarla correctamente mientras la sujetaba por el cuello.
- Emma – su hermano volvía con el vaso de agua – Qué ha pasado??? – Preguntó al verlas de aquella manera…
- Me parece que es una bajada de azúcar – la miraba de pies a cabeza esperando encontrar algo en el exterior – Prepara un té – ordenó y su hermano desapareció nuevamente. Sonrió al ver que le sonreía, no había sido más que un desvanecimiento. – ¿Qué?... – aquellos ojos estaban somnolientos y cansados pero aún tenían fuerza y encanto para brillar
- Aborrezco el té… – La hizo sonreír y eso le dio una tranquilidad que le permitió cerrar los ojos un instante más e imaginar que podía estar bien con ella: no en una cama sudando sino en lo más ordinario y superficial de una conversación cualquiera.
- Vaya me sorprendes!!! – le dijo cuando se aseguró de que la miraba – ha sido una imprudencia de mi parte asumir que el té era de tu agrado – No había necesitad de ser tan formal pero intuía que Jennifer se divertía con la palabrería – Lo lamento Srta. pero aquí no tenemos champaña – Agarró su muñeca izquierda y verificó que el pulso era rápido, no era una bajada de azúcar sino un ataque de pánico, lo confirmó cuando tocó su palma y encontró sudor frío.
- Tampoco me apetece, sólo quiero… – logró enredar sus fríos dedos con los de Emma y miró un instante aquel enlace
- Descansar… – Emma se adelantó y apretó su mano intentando reconfortarla, sabiendo que la desesperación por respirar y las palpitaciones consumían demasiada energía – Volveremos!!! – sentenció mientras la tomaba por los brazos para ayudarla a levantarse y salir del lugar
- No!!! Búscala yo puedo esperar – se acomodó en la silla – aquí espero
- Pero… – estaba apunto de protestar contra la cabezonería de la bailarina
- Aquí está el té – su hermano estaba parado detrás de ella con una bandeja y todos los utensilios dentro de ella – quizás tiene el estómago vacío – señaló un estilo de galletas que traía en una bandeja. Emma se hizo de la taza para alcanzársela a la morena. – Qué crees que sea??? – preguntó mientras se cruzaba de brazos.
- No lo sé – negó con la cabeza y le entregó la taza a la morena que le sonrió como forma de agradecimiento. – Tienes una caja para Cadillac El dorado???
- De qué año??? – preguntó mientras trataba de recordar
- Del 53…
Cada sorbo de té hacia que su taza simulara la apertura de un telón, era un espectáculo agradable a los ojos. No lo había notado en un principio pero eran muy parecidos, formales e inexpresivos. Eran familia y hablan como si fuesen extraños, a medio metro de distancia y sin gesticular, demasiado alemanes los dos para su gusto. No comprendía demasiado de lo que se hablaba, las palabras eran predominantes en jerga mecánica así que solo se dedicó a observarlos.
Después de unos 15 minutos de charla, las cosas parecían solucionarse, el hermano de Emma cargaba sobre sus brazos una enorme caja y la llevaba al asiento trasero de su coche, mientras Emma ayudaba a subir a Jenny. De pronto escucho unos golpes sobre el vidrio
- Adiós Srta.
- Adiós – Dijo más bien modulando que levantando su voz. Una sonrisa y un agite de mano
La miraba cada vez que podía para cerciorarse que nada interrumpiera su sueño. Ella misma estaba agotada y Jennifer no había resistido más de 5 minutos con el motor encendido. Siempre desarticulada sobre el asiento pero salvaguardando su pie malo, tranquila y de respiración serena el opuesto a los gritos, portazos y a la tensión corporal que estaba acostumbrada a ver. Se preguntó: ¿qué estaba haciendo con ella? ¿Cuánto más iba a tensionar la soga sabiendo que siempre se corta por lo más fino? Lo fino: todo.
A pesar de que las sombras desdibujaban su rostro no podía negar su belleza y siempre llegaba a la misma conclusión: Cualquiera mataría por estar con ella… y muy seguramente ya muchos de ellos han estado. ¿Cómo se vence a la experiencia? ¿Cómo que armas podría atacar un erudito? Había dedicado su vida entera a los libros persiguiendo sus sueños, queriendo una vida poco peligrosa y resguardada de los malos augurios sobre las relaciones humanas. Un choque cuerpo a cuerpo con ella dejaría llagas y cicatrices difíciles de borrar… jamás saldría triunfadora y la llevaría en la piel como recuerdo de poder y rendición.
Paró el coche en frente de su casa, ahora sólo quedaba despertarla….
- Jennifer, Jennifer hemos llegado – sacudía su pierna por la rodilla
- Ya? – preguntó cansada y con ganas de seguir durmiendo
- Sí, ven que te ayudo a bajar
Rodeó el coche y le abrió la puerta, esta vez Jenny estaba despierta así que poco hizo por ella, sólo tiró de su brazo para que se pudiera incorporar.
- Listo!!! – dijo mientras le pasa las llaves del coche – sólo queda la caja de velocidades – miró hacia el asiento trasero – le diré a Bodo que mañana venga por ella
- Esta bien, esa cosa parece pesada – la voz estaba bastante grave
- Sí por eso no la llevo a casa
- OK – asistió con la cabeza pero sin saber muy bien que decir ni como actuar
- OK – la miró un segundo con el pelo algo alborotado y los ojos a medio cerrar: Parecía una niña – Qué descanses bien…
- De acuerdo – camino hasta cruzar la cerca – Emma lo siento
- El qué??? – la última y primera vez se había lamentado por la tormenta que había desatado y que aún todavía la asolaba
- El que me durmiera… no he sido buena compañía – sonrió avergonzada
- Ah!!! – el alma le volvió al cuerpo – No pasa nada… ya habrá otras oportunidades… Adiós.
- Adiós – susurró aguantando las ganas de pedirle que entrara a su casa.
Al llegar a casa, siempre lo mismo, sentarse en su sillón del living mirando hacia la biblioteca y reflexionando. Programando mentalmente el mañana, otro de sus malos hábitos. Después de una ducha de agua caliente, se colocó la ropa para dormir y se metió en la cama. Miró el reloj de la mesita y ya era demasiado tarde pero sabía que sino lo hacía muy posiblemente jamás conciliaría el sueño, para no soñar despierta y sacar provecho de ello, leía.
Estaba en pleno sueño cuando escuchó que alguien tocaba su puerta con desesperación…
- Pero qué demonios??? – se levantó rápido e iba en camino cuando escuchó tres golpes de nuevo. – Quién es??? – abrió la puerta – Quien te ha dado mi dirección??? – preguntó al ver de quien se trataba
- Bodo!!! – Estaba para al frente de la puerta de Emma, vestida de forma deportiva, cubierta del frió por un sobretodo negro y con un bolso del mismo color
- Bodo no haría eso!!! – dijo cuando salió de la sorpresa
- Esta bien!!! Me la robé de su despacho – miró hacia adentro – Estas sola???
- Sí – instintivamente cerró más la puerta cubriendo el interior de su casa – Qué quieres???
- Puedo pasar??? – sabía que diría que sí, era demasiado amable como para rechazar
- Adelante – Se corrió abriendo el paso – toma asiento por favor – señaló su sillón – Quieres algo de beber???
- Un vaso de agua??? – la vio asentir con la cabeza y salir rumbo a lo que sería la cocina. Miró la enorme biblioteca en frente de ella… toda una inversión… una construcción de años… casi una pasión.
No había fotos en la sala, algo extraño pero no alarmante… no jarrones, no pinturas sólo tres paredes forradas a tope de libros
- Aquí tienes – Apoyó el vaso en la mesa baja que estaba en frente de sillón y se quedó parada al lado de la misma.
- Gracias – la miró por primera vez. Estaba con unos pantaloncillos cortos y una musculosa. De seguro ya se había acostado, su pelo carecía del la alineación con la que siempre era mantenido… estaba más cotidiana de lo habitual…– Necesito dormir – dijo bajito y vio como Emma agachaba su cabeza, sin pronunciar una palabra.
– No puedo dormir – No recordaba sentirse tan vulnerable en su vida, tan a la espera de cualquier cosa por parte del otro…
- Crees… Crees que yo??? – No cuadraba en su cabeza y no cuadraría en la realidad. Quitar o dar era demasiada responsabilidad. No era verdugo de nadie sólo de ella misma, aceptando sus mentiras y convirtiéndose en su propio enemigo.
- No lo sé… – Agachó la cabeza. Entregada, al cuerpo de mayor firmeza que conocía y la negación inminente de cada unos de sus antojos y gustos. Sino estaba perdiendo la cordura no tenía idea de que se trataba – Podríamos… Podríamos??? – la suplica por lo incorrecto y lo prohibido se desvanecía en el aire mientras trataba de contener la desesperación ante la anticipación.
- Esta bien!!! – Emma le ofreció una mano temblorosa y un millón de miedos y dudas pero igual la aceptaría, haría cualquier cosa con tal de extinguir cada temblor de sus músculos, cada nudo en su garganta y estómago y cada latido de alta frecuencia dado con sólo pensar en sus labios.
Tomadas de la mano llegaron hasta el cuarto de Emma, era casi despoblado y espacioso. Iluminado por la luz de la luna que entraba a través de los ventanales en el techo, la cama en un rincón oscuro y cada rincón oscuro lleno de su aroma. El lugar rebosaba de ella, de su simpleza y transparencia, el blanco en las paredes y la luz en la oscuridad. Sintió como la rubia tomaba el bolso de su mano y lo colocó en la única silla que tenía aquel lugar y volvió a pararse en frente de ella.
La miraba, sentía el centelleo de sus ojos de miel pasar por cada parte de su cuerpo, estudiándola externamente, buscando sólo dios sabe qué. Se sintió nada y todo a la vez, con miedo a lo encontrado y a la devolución e intentó esconderse bajando la mirada, ocultando su bandera, su lenguaje y su corazón por no ofender. Ahora los dedos desabrochaban uno a uno los botones de su saco, lo mismo que ella había hecho en su casa sólo que menos insinuador y más tierno, en cierto punto hasta torpe…
Ayudó aquellos nerviosos dedos en el segundo botón sobre su pecho, se notaba la faltaba de costumbre y la inexperiencia y esta vez no se enfadó. La dulzura e inocencia le daban deseos enseñar, descubrir y explotar cada cosa dormida en la profesora Müller. Tomó su abrigo por el cuello y se le retiró lentamente, cuidando no rozar más de lo debido… Una vez en su mano, lo dobló, lo dejó en la silla y volvió a ella.
Se quedó parada un paso en frente de ella para seguir con lo que estaba haciendo: Observarla.
Los ojos ejercían la potestad sobre cada movimiento y sensación, dejándola inmóvil y casi sin respirar. ¿Es posible que el deseo nos trasforme a tal punto de no reconocernos? Esta vez no había excusas, ni tres botellas de vino ni dolores de cabeza, la conciencia plena y de cara a la realidad. Dolería, mañana muy seguramente dolería, mañana aquellos ojos no la mirarían de la misma manera ni sus manos temblarían igual. Lejos de los escondites la vida es más ficción que nunca…
De pronto una mano de Emma reclamaba a la suya, con un roce tímido pidiendo permiso y con un golpe eléctrico casi poniéndola de rodillas ¿A dónde me llevas? Hubiera preguntado en primera instancia pero tan sólo se le ocurrió pedir piedad en silencio y abandonarse a la cadencia de los pasos que Emma marcaba rumbo a la cama… Tembló al pensar en un beso de aquella boca y ahogó un suspiro al imaginar sus manos sobre su cuerpo… Estaba abrumada por sentir y a la misma vez por no poder refrenar el deseo.
- No pasará nada… – Emma susurró cerca de su oído mientras la obligaba que se sentara sobre su cama.
Sintió esta vez como desajustaba los cordones de sus zapatillas, el especial cuidado para con su pie malo y la leve caricia sobre su empeine. Después de quitarlas se dirigió hasta la venda y la llegada de alivio al sentir los dedos fríos por sobre su tobillo…
- Duele??? – preguntó mientras apretaba con un poco más de intensidad la carne
- Ca-Casi nada…– En comparación a lo que dolía el resto de su cuerpo, su pie carecía de importancia – Qué… qué… qué haces??? – preguntó al sentir el frío sobre la parte baja de su abdomen, buscando la cintura de su pantalón – Emma… – los sintió abrirse camino entre la piel y la tela, decididos, tirando hacia abajo y llevándose con ellos sus pantalones. Se inclinó para atrás usando sus brazos como soporte para poder levantar su cadera y ayudar a la rubia. Cuanto los quito, los dobló y los llevó a la silla en donde estaban todas sus otras pertenencias. Esta vez no la miraba, no hubo observaciones sobre sus piernas desnudas, es más, parecía casi esquivar toparse con ellas. – Emma… – tanto silencio la llevaría a la locura, tenía la necesidad de saber que era lo que estaba ocurriendo… ¿Qué era lo que pasaba por la cabeza de Emma?
- Shhh – Emma indicó silencio mientras rodeaba la cama se adentraba en ella por el otro lado – intenta dormir… mañana lo resolveremos – Comenzó a traer todas las mantas que se encontraban en el extremo para cubrirse con ellas. Abrigó hasta los hombros a Jennifer asegurándose de que no pasaría frío mientras dormía y luego se metió debajo de ellas.
Miró el oscuro techo tratando otra vez de volver a dormir, al igual que cada noche pero con una pequeña diferencia podía sentir el calor que emanaba el cuerpo que estaba a su lado. Sería menos complicado abrazarse a la almohada, no debería pedir permiso ni dolerse por ello mañana pero tampoco tendría la suavidad, el aroma y la textura de aquella piel. Podía escuchar su moderada respiración y distinguir el lento vaivén de su pecho…
Se posicionó de lado mirando a la pared y cerró los ojos fuertemente tratando de encontrase a ella misma en aquella cama y al menos algo que le permitiera soñar que era ella y no un extraño. Una mano se posó en su camiseta apretándola entre sus dedos.
- Puedo…??? – la voz tembló y el puño se cerró con más fuerza sobre la imposibilidad del habla y la demanda de las pretensiones
- Sí… – y quitó aquella mano de la tela para llevarla por sobre su cintura, el primer paso. Y los siguientes en cámara lenta: aquel cuerpo pegándose a su espalda, aquel suspiro al sentirla cerca, aquella inhalación del aroma de su pelo y que beso en su nuca como un: “Buenas noches”
¡Dios! Pasó la mano por sus rostro desesperada… todo se estaba moviendo a un ritmo vertiginoso, hace sólo dos semanas atrás no tenía noción de la existencia de la academia y ahora albergaba entre su brazo y su pecho a la profesora de baile. A la misma persona que intentó alejarla de su puesto, quien le había dado a entender que odiaba a las personas de su tipo por metódicos y predecibles, aquella que seguramente se alimentaría de nuevas aventuras todos los días, quien había aparecido en el medio de la noche pidiendo dormir acompañada.
Siempre enmascara de niña y armada de mujer… una combinación letal para cualquier infeliz, un duelo a muerte para el más adinerado de los caballeros y la demencia hasta para el más cuerdo de todos. Rozó suavemente su mejilla olvidando que sólo basta un roce para despertar el sexo y las ganas animal de morirse en ella, aún a sabiendas de lo vano que muchas veces puede ser el esfuerzo.
Emma aguantó la respiración mientras la morena buscaba una mejor posición entre sus brazos…
“Opuestos”… recordó, al sentir el calor húmedo su mano al colarse bajo su camiseta. Pensó en cada unas de las leyes acerca de la atracción de los cuerpos ¿Sería eso? Una ley universal rigiéndolas, una cuestión meramente física e inevitable, dado a que la atracción que sentía por ella no la podía negar… Un argumento demasiado científico para el desequilibrio mental… “Opuestos y paralelos”… al igual que las rectas ¿En qué donde podría chocar ella con Jennifer? ¿En un punto, en el infinito o en una cama? ¿En un universo curvo e irreal dentro de su mente? … Demasiado geométrico para lo que no posee forma…
Acomodó un mechón detrás de su oreja y se permitió mirarla sin reparo, para guardar su imagen y reproducirla en su cabeza las veces que quisiera. Allí dentro, al lado de las fantasías y de los mejores recuerdos.
Ringgg, ringgg, ringgg… el sonido incesante de un teléfono la despertó de unos de los mejores sueños.
Lo primero que hizo fue mirar a su costado esperando encontrarla a su lado en la cama pero no estaba y el endemoniado teléfono no dejaba de sonar. Fregó con fuerza sus ojos, no acostumbrada a tanta claridad por la mañana y miró los dos ventanales sobre el techo… pensó que quizás se encontraba en el baño y miró a la puerta que supuso que sería la del baño, anoche todo estaba demasiado oscuro y la verdad no había reparado en ningún detalle.
Cerró los ojos y volvió a recostarse al escuchar insistir nuevamente al teléfono, de pronto, unas llaves en la puerta de entrada, unos pasos apurados y un: …Emma Müller…
- ¡Buenos días Lara! No, No… no estoy enferma… es sólo que tengo unos pendientes personales y se me hace imposible ir hoy… Gracias por preocuparte… Sí, mañana, sí… – Se preguntó ¿quien demonios era esa tal Lara? ¿Su hermana, una amiga o la persona que dejaba marcas en su cuello? Y recordó al instante su vida, su trabajo de mañana, la cuenta bancaria y todas las cosas que no sabía aún de ella. Sintió frío y llevó las colchas por encima de su cabeza ¿Cómo la miraría a la cara después de lo de anoche? ¿Estaba avergonzada de sus actos? ¡No! Ella no era así… se destapó con fuerza mientras se incorporaba, debía hacerse cargo de la situación… pensó que decir y terminó por acostarse una vez más y taparse… cinco minutos para tomar coraje. – ¡Mierda! – dijo entre dientes.
Escuchaba cada unos de sus movimientos, la puerta de la habitación estaba abierta, lo primero fue el sonido de sus zapatos al dejarlos caer al piso, los talones golpeando contra la madera mientras caminaba por los pasillos y el crujido de las bolsas de plástico ¡Qué buen humor por la mañana! ¡Dios! El ambiente rápidamente se cargó de aroma a café, exquisito, se revolvió en la cama mientras se abrazaba a la almohada, podría vivir así por siempre, con el olor a café, a la mañana y a Emma.
Frenó en seco cuando vio la mesa de la cocina, allí, sobre un mantel blanco, había de todo, todo lo necesario para un desayuno. Emma estaba de espaldas, enjugando algunas tazas sobre la mesada.
- Veo que has despertado – le dijo sin girarse. ¿Se preguntó, una vez más, si la rubia era media adivina o si ella era demasiado escandalosa?
- Sí… - ¿No sabía cual era el paso a seguir… sentarse, quedarse de pie, marcharse? – Eh… Eh…
- ¿Café? – se giró y quedó algo cortada al verla, estaba sólo con su blusa y sus piernas tan sólo cubiertas por la ropa interior – di… di… dime – se estaba poniendo colorada y lo sabía, sentía el calor recorrer todo su cuerpo en forma de recuerdo, aún sentía aquella piel abrasando la suya cuando entre sueños Jenny había decidido enredar sus piernas – como lo quieres y… – se volteó para darle la espalda una vez más – yo lo preparo…
Jenny la veía buscar nerviosamente la taza en los estantes ¿Qué demonios le pasaba ahora? – ¿Negro? – No pediría ninguna ostentación y ni haría un chiste de mal gusto, era tan cambiante, no trasformaría la buena energía en enojo por nada.
- Ok… lo preparo mientras tú te vistes – Jenny se miró y cayó en la cuenta de que no llevaba sus pantalones.
¡Mierda! Masculló de camino a la habitación. Era obvio que verla media desnuda la ponía nerviosa pero no la quería de esa manera, la necesitaba tranquila y a gusto sino jamás aceptaría nada de ella, una cena o dormir por las noches. Cuando tomó su pantalón de la silla vio el bolso y recordó para que lo había traído. Inhaló una gran cantidad de aire mientras pensaba en lo que la arrastraba hasta sus orillas, el calor y la fantasía de poder abrigar ¿Cuándo había comenzado a sentirse de esta manera?
La taza estaba humeante sobre la mesa en frente de una Emma que estaba concentrada leyendo un libro. Al instante se le vino la imagen de su padre, no con un libro sino con el periódico, cada desayuno en familia era igual. Pudo ver como la miraba y esbozaba pequeña sonrisa, quizás agradecida de que llevara sus pantalones, cerró el libro y le indicó con la mano que tomara asiento. Era una persona rara, de hábitos marcados y extraños, anticuada en algunos aspectos, de poca habla y de bondad infinita.
- No sé tus preferencias – estaba sirviendo unos vasos con jugo de naranja – así que he comprado de todo un poco. Aquí tienes – y le acercó el vaso
- No es necesario…
- Eres mí invitada… claro que lo es – ¿Invitada? Se preguntó Jenny, ¡las cosas no habían sido así!
- No soy tu invitada, me invité sola anoche – el tono se había elevado al igual que la tensión en su rostro
- Es cierto – Emma sabía que había que hacer algo, de una vez por todas, con todo esto – pero yo acepté que te quedarás – posó a un lado su taza y su plato, el desayuno no había empezado y ya estaba finiquitado – ¿Qué es lo que te quita el sueño? – fue al grano, llamando a la ira que Jenny tanto se empeñaba en dormir.
- Tú… – vio como se cerraba sus ojos lentamente, las palabras comenzaron a inundar sus ojos color miel.
- Yo… yo… – Su expresión era rara, parecía que no tenía como defenderse
- No tienes que decir nada… ¡Dios¡ – se puso de pie y comenzó con sus pasos nerviosos y tembleque corporal – ¿Crees que yo busqué esto? – Se acercó hasta ella rogando por el entendimiento – No… no lo busqué… ¡Y mira cómo estoy! – Se señaló – Yo soy la que no duerme…
- Lo siento – dijo con la cabeza gacha
- ¡No lo sientas! – Y una lágrima de impotencia comenzó a bajar por su mejilla – No te disculpes, por favor… No te responsabilices – a veces esa cordialidad que comenzaba a adorar lastimaba su piel, quizás no sabía nada acerca de su vida pero ya era conciente de sus flechas, del efecto que causaban y de en cual lugar en su cuerpo se clavaban, el estómago y la garganta siempre estaban desprotegidos ante sus palabras.
- No tenía idea de que algo como esto pudiera pasar – se paró porque le daba la espalda – ¡Jamás pasó por mi cabeza nada de esto! – Intentaba explicarse – No sé como manejarlo… – bajó su voz gradualmente comprendiendo que por más que gritase hay palabras que no siempre son entendidas…
Sabía que era un manojo de nervios y que estaba haciendo todo lo posible por controlarlos, tensaba sus brazos mientras miraba hacía la ventana, el mundo o la realidad siempre lastima, más aún cuando lo que quieres es una completa fantasía. ¿La haría llorar cada vez que dijera una verdad? Era hermosa, fuerte, descarada… y valiente, la valentía que no residía en su persona la podía ver en frente de ella, de espaldas y de cara, a la decepción.
- ¿Cómo podemos solucionarlo? ¿Qué necesitas? – preguntó la rubia mientras se acercaba hasta ella
- A ti… – la escuchó murmurar – A ti…– y se lo dijo a la cara mientras soportaba el llanto – y no sé por qué… ¡No tiene que ser así!
- Cámbialo, no dejes que sea así si no quieres – más de eso no podía decir
- ¿Piensas que no lo he intentado? – la encaró algo en sus palabras la irritaba, quizás la incomprensión o la ligereza con la que Emma tomaba el asunto – ¿Piensas qué estoy conforme? ¿Qué me gusta estar de estar manera?
- ¿Cómo quieres estar? – Tal vez, si ella se lo decía lo podría conseguir
- Como antes… sin ti, sin tu perfume, sin tus pies descalzos y sin esa boca – se la señaló llena de rabia – Pudiendo dormir, sin pensarte, sin preguntarme quien demonios eres a cada segundo – la tomó del cuello – Sin desearte… – Y con fuerza y premura la llevaba hacía su boca.
Sintió la resistencia sobre sus hombros y rápido quitó las manos de entre sus cuerpos, tres pasos bastaron para apoyarla al filo de la mesa, se escuchó el crujido de la vajilla al cimbrón y el aliento cargado de miedo que Emma emanaba acariciando sus labios. No sabía que era lo que quería hacer con ella, pero a su sangre le agradaba el poder y esa perfección y haría cualquier cosa con tal de tenerla, y no importaba si eso significaba forzarla.
- ¿Qué demonios estas haciendo conmigo? – y rozaba sus labios al hablar pero no los besaba. No era fácil obligar, las consecuencias importaban y mucho. Las lágrimas bajaban una a una perdiéndose debajo de la fina línea de su mandíbula, el cuerpo convulsionado y la frente pegada a la de ella. Sintió los brazos de Emma querer contener los espasmos e intentó zafarse pero allí estaban insistentes, dominadores y con más fuerza que los de ella. Y se rindió, cayó en un abrazo y envuelta en la calma de su respiración, acercándose a lo que más contrariada la tenía, a la mezcla entre la atracción y la repulsión, y a lo desconocido.
- Shhh – Emma apretaba su cuerpo tratando de hacerla olvidar aunque sea por el momento – Shhh – Llevó su cabeza hasta su hombro y obligó a los brazos de la morena que la rodeasen. No pretende ofenderla, sólo desea frenar eso tanto las quiebra por dentro, deseando olvidarse del dolor que comparten por un segundo y deseando con todo lo que tiene, que el tiempo se detenga – Ya esta… – comienza a ver como la retención cede, como los temblores disminuyen y como el movimiento de su pecho se hace manso.
Levanta su cabeza suavemente obligándola a que la mire, a que vea lo que hay en sus ojos… “Temor y preocupación”… decidió Jenny, mientras posaba sus manos en la cintura de Emma vinieron las ganas de besarla, eso era la locura, pensar que ella podría convertir a través de besos y caricias la pasión en amor. – Te deseo – susurró en su oído y posó un suave beso en la marca de su cuello, en este momento no importaban los amores ni los amantes, sólo ellas…
Vio lo rozado de las mejillas, la estaba intimidando con la sinceridad, y acarició su rostro para confirmarlo. Sus ojos se clavaban en cada milímetro de piel que encontraba, en aquella camisa blanca y en los botones que dejaban entrever su pecho. – Miénteme y dime que también me deseas – susurró pegada a sus labios mientras tiraba de su cintura para pegarla todo lo posible – ¡¡¡Miénteme!!! – Exigió mientras mordía el labio inferior de la rubia – Vamos, Miénteme… – apretaba los dientes con dolor cada vez que lo decía.
- No… no puedo – logró decir Emma mientras se acercaba, esta vez ella, a aquellos labios temblorosos – No puedo… hacerlo… lo siento – la besó muy distintamente a lo que había hecho la otra vez, suave, degustando la carne y la saliva, introduciendo sus manos por debajo de la ropa para acariciar una a una sus costillas. Besos cálidos y húmedos, que le obligaban a cerrar los ojos ante placer, las manos en la espalda baja, en la curva de su vértebra y por el surco que delimitaban sus músculos.
Avanzó retando a besos a aquella boca, forzando y reclamando su autoridad en aquel momento y sobre aquel cuerpo, chocándolo de nuevo contra la pared, avasallando al oponente con un reguero de besos que iba desde el mentón hasta la parte baja del cuello acompañado del arrase de sus manos al pasar volando por sobre los brazos – No tiembles por favor – Emma sabía que pedía demasiado pero sería de esta forma, era la única manera que conocía.
Se separó de ella para mirarla, quizás era demasiado, después de todo. Esos ojos no los vio nunca, había algo más detrás de el rastro que dejaba la histeria y la lujuria en ellos, ahora parecían perdidos, lejanos y extraños. Quitó la muralla que hacía con su cuerpo y tocó sus labios rojos e hinchados al mismo tiempo que esperaba ser correspondida… los segundos corrían y nada pasaba, bajó la mirada entendiendo que no había nada más por hacer
- Bésame – lo inalcanzable estaba de vuelta, sus ojos se clavan en los ojos azules y de nuevo pasa, se pierde, ya no le importa nada, no encuentra lógica ni razones y sólo quiere lo que sus ojos ven. Las caricias de sus lenguas las estremece mientras Emma posaba sus dedos tímidos sobre la cintura de su remera, que ya sobraba a su entender, y bajo la mirada alentadora de la morena comenzó a subirla en dirección al norte, se despegó sólo con la intención de hacer desaparecer la prenda y de poder admirarla.
La blusa cayó desde sus manos al piso mientras miraba embobada lo que tenía en frente, estaba estupefacta con lo que veía, no podía ser que esa mujer fuera tan hermosa y que encima estuviera dispuesta a estar con ella… miró sus ojos y comenzó a bajar la mirada, pasó por su boca, cuello, pecho y se detuvo unos instantes para observar sus senos, que a pesar de estar cubiertos por un sostén negro se notaban que eran redondeados y firmes… firme como todo su cuerpo, continuó bajando y no pudo evitar frenar en el abdomen. Apareció su ombligo en medio de los músculos levemente marcados, se notaba el trabajo y el cuidado a la feminidad y a la sensualidad, era simplemente perfecta. Su mano tímida tocó su vientre y de ahí fue ascendiendo hasta el pecho, pasó por la clavícula hasta llegar a su hombro. La primera punzada a la entrepierna la expresó como un suspiro.
La escuchó suspirar y temblar, una vez más, mientras tocaba cada línea que la anatomía había dibujado en el lienzo de su cuerpo. Y cada vez más y más agitado el movimiento de su pecho y cada vez más provocadora la respiración. La tomó por el cuello y con la yugular latiendo entre sus dedos, la atrajo hasta su boca… la necesitaba… la necesitaba. Sintió como se aferraba a ella, como apretaba su espalda pidiendo tácitamente más…
Cuando los besos ya le parecieron insuficientes decidió dejar la labor a su lengua y así, entre lamidas, succiones y pequeños mordiscos, fue bajando del cuello hacía el pecho de su amante. Eran tanta la excitación que mordió el pezón por encima de la tela, una y otra vez, mientras escuchaba los gemidos que le provocaba… Continuó bajando por su vientre que estaba en constante movimiento y decidió aparcar en su ombligo, rápida y atrevida su lengua se introdujo en él y comenzó a moverse…
- Ummm – la vio retorcerse de placer e intentó contenerla sujetándola por la cadera pero una mano en su nuca estaba pidiendo que se levantase y volvió a su boca y al llamado de su deseo.
Jenny la separó de su cuerpo, ahora era su turno de tocar, de besar y de hacer desear. Se acercó lentamente a su boca y le dio un, suave y fugaz, beso… sus manos se posaron en el primer botón de la camisa y con toda la suavidad pero también la seguridad, desabrochó el primer botón. Emma no movía un músculo sólo se dejaba hacer, podía sentir como las yemas de los dedos rozaban su piel, se estaba volviendo loca de deseo pero esperaba, no quería perder ningún detalle del momento…
Sólo quedaba el último botón y frente a ella ya tenía casi todo el torso blanco de la profesora Müller, con maestría terminó su labor y abrió finalmente la camisa de par en par… la contemplaba mientras se mordía el labio inferior, el deseo seguía en su lugar pero notó un deje de vergüenza y se lanza, otra vez, a su boca poseída. Las dos abren sus bocas y sienten sus alientos en conjugación con el calor de sus cuerpos, provocando un gemido por parte de la rubia que muere en la garganta de Jenny.
- Me encanta tu aroma… – susurró la morena mientras mordía el lóbulo de su oreja y tiraba de su camisa. – Dios!!! – exclamó y cerró los ojos, cuando sintió el calor de la mano de Emma en su pecho derecho por sobre la tela. No recordaba sentirse nunca tan excitada por unas caricias, estaban haciendo mella en su cuerpo que ya comenzaba a transpirar y a tener nuevamente pequeños temblores. Las manos de Emma pasaron a sus glúteos, después de dedicarle unas leves caricias comenzó a apretarlas y estrujarlas sin ningún pudor. El choque del pubis la dejó sin aliento al emitir un gemido desde lo más profundo de su ser.
Rápido Emma descendía por fuera de sus muslos hasta casi llegar a sus rodillas, sabía lo que quería y se lo proporcionaría a cambio del placer que prometía. Bastó un pequeño salto y sus piernas ya rodeaban las caderas mientras sus brazos se anclaban a su cuello… A pasos torpes y entre besos, Emma la llevaba a la habitación.
Al llegar, Emma se sentó en la cama y por la posición que ya tenían Jenny quedó a horcajadas sobre ella… Los besos y las caricias eran más certeros, trataban de propinar el mayor placer posible para las dos. Mientras Jenny devoraba el cuello de Emma, ésta llegaba con sus dedos en forma caricia hacia el broche de su sujetador y lo desabrochó. Con el mayor de los cuidados fue arrastrando los tirantes hasta conseguir quitarlo definitivamente.
Sonrió ante aquel gesto, se sintió protegida y adorada de a momentos, la mujer que alguna vez detestó le estaba haciendo el amor de una manera que nadie lo había hecho, con dulzura y deseo a la vez. No podía negar la comodidad del momento, el nerviosismo del principio había desaparecido por completo ahora sólo quedaban las ganas de sentirse, de quererse sin querer y a lo mejor llegar a amarse…
Con la conciencia dormida por el deseo y el placer, se queda quieta ante lo que sus ojos ven. Sus pechos le parecen perfectos en tamaño y forma, sus pezones se encuentran erguidos debido a la excitación… su mano temblorosa se acerca despacio para palparlos, el primer contacto llegó acompañado de un gemido por parte de la morena y por un suspiro por parte de ella. Le mira con total seriedad y sólo atinó a sentenciar.
- Eres hermosa…
Le regala su mejor sonrisa y vuelve a besarla, apoya sus manos en la espalda y quita el sostén blanco… la mira, mira los primeros senos que deseó en su vida, aquel pezón rozado que ya alguna vez había imaginado. Busca recostarla sobre la cama a la vez que muerde su hombro y su clavícula, queriendo ser dueña de cada peca y cada lunar, lleva las manos por encima de la cabeza y le sonríe con malicia. Emma entiende que le gusta tener el control…
Con Emma a su entera disposición, va hacía lo que no la deja dormir… su mano adopta la forma del pecho de Emma, en un toque efímero y breve. Comienza a pasar su lengua por el torso, desde la clavícula por entremedio de sus pechos, su panza y hasta el borde de su vaquero. Después pasa toda su palma presionando la entrepierna y turbando la poca calma que a Emma le queda. Y lo notó, era la primera vez que Jennifer estaba con una mujer, quizás por esa razón la estaba tratando como un hombre…
Emma se incorporó rápido y la besó con pasión, metiendo su mano entre el pantalón y la ropa interior, presionando su clítoris y haciendo que sus dedos se clavasen en la carne de su espalda y que sus dientes apretaran la piel de su cuello. Podía provocar más y lo sabía… fue directo a la piel viva y latente, a la humedad que corría por entre sus piernas, a masajear mientras los movimientos oscilantes de la cadera de Jenny contra su mano crecían…
Giró y la dejó tendida y jadeante sobre el colchón, acarició su boca y ella no dudó en pasar suavemente su lengua por la yema de sus dedos. Vuelve a su cadera y con los pulgares roza la cintura del pantalón; introduce sus manos en ellos y comienza a bajarlos rozando toda la piel que encuentra a su paso…
Parada en frente y aún con los pantalones en las manos mira a la mujer que está tumbada en la cama… es sabedora de su excitación, de la provoca y alimenta… toma unos de sus pies y comienza desde ahí una procesión de besos, caricias y mordiscos que llega hasta la ingle y bordea toda la ropa interior. Jenny se retuerce de placer al sentir sus labios sobre la piel, en cada beso recibido nota el calor del aliento y el rocío de su saliva que va dejando huellas en todo su cuerpo.
Jenny se pone de pie frente a ella, no queriendo prolongar, ni un segundo más, la espera. Interpretan un beso ardiente, las dos paradas al lado de la cama mientras Jenny comienza a desabrochar los vaqueros de Emma, quien con algunos movimientos apresurados de sus pies termina de quitarlos por fin. Sólo con la ropa íntima las dos resuelven volver a tumbarse…
La morena suspira al sentir el peso del cuerpo de Emma sobre su cuerpo y sólo sabe abrazarse con más fuerza para sentirla mejor. Por otro lado, la rubia puso una de sus piernas entre medio de las suyas para poder estimularla más todavía. Entre besos y caricias comienzan un vaivén que cada vez las excita más y las obliga a ser más consecuentes con sus movimientos… Los cuerpos comienzan a arquearse en búsqueda de más, las respiraciones cada vez más aceleradas, sonoras y cerradas, y pequeños temblores hacían evidente la tracción, la necesitad y el alivio.
Rápido la rubia con algo de brusquedad en su mano quita la última prenda del cuerpo de Jenny y sin premeditación, cegada por el deseo y presa de sus impulsos más bajos, la penetra con los dos dedos mientras cuela su brazo aprovechando el arqueo de su amante para abrazarla y pegarla más a su cuerpo.
- Ahhh – clavó las uñas en su espalda dejando marcas rozadas a su paso, mientras resbalaban sobre el sudor y lo animal. Su respiración va en aumento, los jadeos se convierten en gemidos y los sentimientos se hacen carne. Busca la boca de su compañera y la besa, le gime en su oído y sus manos que hasta el momento estaban clavadas en la espada bajan hasta su boxer, para dejar sus glúteos al descubierto, para apretarlos y ahondar el contacto.
Emma busca con su boca unos de sus pezones, sigue penetrando a la morena, soñando en que podrá borrar a cualquiera de su cama y de su vida, sacar cualquier marca de su cuerpo y de su mente… Aumenta el ritmo sintiendo que los movimientos de caderas eran más demandantes, cada vez más rápido y haciendo presión en las paredes vaginales percibe como la chica que tiene debajo no podrá soportarlo mucho más. La penetra más intensamente y la mira a los ojos mientras la abraza con todas sus fuerzas. Jenny responde al orgasmo con un fuerte gemido, cerrando sus ojos y tensándose entera.
Más se esconde entre su cuello a medida que va volviendo la realidad, la luz de la media mañana y la velocidad de la respiración a su normalidad. Todavía esta sobre y dentro de ella, lo puede sentir al igual que siente la agitación de su pecho golpear contra el propio, su aliento y su cálida saliva sobre su cuello. ¿En qué momento ocurrió? ¿Cuando terminó por perder la cabeza en verdad?
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Memo Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario