- No deberías hacerlo – susurró, mientras cerraba los ojos ante un beso en su hombro que anunciaba la tormenta. Los dedos se clavaban sobre sus costillas y la boca se aleja de su piel…
- ¿No es el lugar? – Quizás Emma temía porque alguien las viera. Tomó un paso de distancia con respecto a su espalda, era la distancia justa, fácil para huir o apresar.
- No es momento para jugar – dejó el trapo sobre el coche y se acercó hasta un pequeño lavabo que estaba en un rincón.
- ¿De qué juego estás hablando? – preguntó cuanto llegó a su lado ¿Por qué le esquivaba la mirada?
- Del nuestro – frotaba sus manos en el jabón neuróticamente, haciendo vibrar todo su cuerpo. Nervios pensó Jenny, bronca y recordó que se podía temblar por muchísimas cosas, no tenía nada.
- ¿Es por Ben? – no hallaba sentido al alejamiento repentino. Quizás en una parte remota de su cabeza la idea de los celos no era tan mala, a pesar que siempre los había odiado
- Es por mi – la miró a los ojos – y por lo que soy… No tengo tiempo para jugar – volvió a su tarea, al lado del coche y con una llave tubo en la mano
- ¿Un juego? – miraba su espalda – ¿Eso es lo que te ha dicho Bodo? – la bronca invadía su cuerpo ante la imposibilidad de cambiar la realidad – ¡¡¡Deja esa maldita mierda!!! – Qué peor que te ignoren
- No voy a considerar lo que nadie me diga – Tiró la llave a un costado y se dedicó a mirarla a los ojos – por más que lo diga mi mejor amigo o el Papa… Tomo mis decisiones – se señaló y espero a ver a que era lo que Jenny creía.
- Y has decidido… – dejó la frase a medias para que la completara, para que decidiera, para que se expresase y la responsabilidad cayera automáticamente en ella… solía hacerlo con todo el mundo ¿por qué no lo haría con ella?
- Que no quiero problemas… – parpadeó lentamente mientras se tocaba la nuca, los esfuerzos del día parecían apelotarse todos en su cuello – No quiero causártelos ni que me los causes. Así es mejor – veía a la morena estudiar mentalmente cada palabra y aprovechó para levantar su herramienta y continuar.
- Está bien… – escuchó que susurró para después comenzar a caminar. Emma se sintió extraña, la reacción de la morena había sido extraña, tal vez porque esperaba más berrinches y la confrontación y no una aceptación madura por su parte. Pum!!! Cerró sus ojos y tembló ante el eco del estruendo de la puerta por todo el lugar. Sonrió no era más que una niña caprichosa.
- Adelante – dijo después de escuchar los golpes en la puerta. Miró como cruzaba silenciosamente la sala para sentarse en un sillón en frente de él – ¿Qué te trae por aquí? – preguntó casi burlándose de su cara lastimosa, sabía que venía a rogar, le conocía
- Ya sabes que es lo que quiero – dijo sin preámbulos
- Sí y mi respuesta es no – volvió la vista hacía la carpeta que tenía en frente – pierdes tu tiempo – le aseguró
- Y tú también el tuyo – la contestación llamó su atención e hizo que le mirara desafiante – Hará lo que quiera hacer, con o sin tu consentimiento
- Soy su amigo y estoy en mi obligación de advertirla – fue su escueta explicación
- Se puede confundir con intromisión – Bodo no pronunció palabra – ¿Qué piensas que es Jenny para mi?
- No lo sé – le miró cargado de repugnancia – ni me interesa – otra vez a escribir
- Mi amiga – dio sus razones sin importar lo que Bodo le decía – Y quiero lo mejor para ella
- ¿Quieres lo mejor para ella? – preguntó irónico
- Sí!!! Yo quiero lo mejor para ella… ¿Y sabes qué creo??? – una vez más captaba su atención – Que la profesora Müller le hace bien… ¿Tú crees que ella sienta la mismo?
La pregunta le dejó idiota. No lo sabía, con toda esta historieta de defenderle del demonio había olvidado preguntarle como se sentía al respecto – No lo sé – sabía que por timidez no solía expresar lo que sentía, tanto que algunas veces pasaba por inhumana. No sabría reconocer la felicidad en ella, jamás la había visto enamorada ni emparejada con alguien, era una persona solitaria y autosuficiente. Una viajera constante, siempre sabía los destino que elegía pero más entendió hasta donde quería llegar – No lo sé – Quizás Ben tenía razón
- Te propongo algo – dijo mientras le sacaba los papeles que tenía entre sus manos – Concédele una oportunidad a Jenny – vio como entrecerraba sus ojos con desconfianza – Y si estoy equivocado puedes volver a tu postura retrograda
- Sabes que lo que me pides va en contra del reglamento de este lugar – dejó el bolígrafo sobre su mesa – es peor que lo de Emma y Jenny
- ¿Las sancionarás?
- No, no soy tan hipócrita – pensó por un tiempo más – Está bien – dijo a regañadientes – A la primera lágrima que vea se acaba
- De acuerdo… Soy feliz – se levantó contento del sillón dispuesto a irse
- ¡Ben! ¿Estás seguro de que eres feliz? – espera su respuesta con una ceja levantada
- ¡Claro! Ella no es la mujer a la quiero – no tuvo la valentía para levantar la cabeza – ¿Cómo está?
- Igual pero más tranquila – sonrió amargamente
- Envíale mis saludos
- Eso no pasará – agarró nuevamente su carpeta
- Lo sé pero quizás algún día pase
- Mañana se cierra el trato con Edwin – apoyó su espalda en el sillón – Jenny es la encargada de hacerlo. Ese hombre tiene debilidad con ella así que es la única que puede conseguirlo
- ¿Y qué? – ya estaba con la mano en la manija de la puerta
- Pensaba enviarla sola pero creo que Emma será de ayuda
- Seguramente – le sonrió – gracias – y salió del despacho dejando a Bodo pensativo
Escuchó el teléfono en el living sonar, estaba acostada en su cama mirando al cielo por los ventanales y con un pensamiento fijo en la cabeza. Había recurrido a lo que nunca fallaba para dejar la mente en blanco pero parecía que mientras más se exigía tocar su violín más lo recordaba. Apenas se destapó sintió el frío en sus pies y el teléfono parecía llamar más insistentemente, igual no acudió veloz, con pesadumbre se movía en un pequeño acto de rebeldía…
- ¿Si…? Sí – obvió las presentaciones formales, quien llamaba a altas horas de la noche seguro conocía su identidad y hasta la dificultad, de toda la vida, para conciliar el sueño. – ¿Qué? – abría los ojos a medida que cada palabra le llegaba al cerebro – Enseguida estoy allí
Volvió corriendo hasta su habitación y agarró la primera ropa que vio, mientras se vestía buscaba con la vista sus zapatillas, las encontró se las colocó y caminó hasta la puerta de salida. Antes, se colocó la chaqueta que se encontraba en el perchero y se fue dejando las luces encendidas y la puerta sin echar llave. Miró el oscuro exterior, una sola farola para toda la cuadra. Apretó el cuello de su abrigo y caminó a la izquierda, frenó al ver la luz del portal encendida, sonrió y se preguntó que pasaría cuando entrase.
- ¿Quien? – susurró una voz masculina después de los tres golpes en la puerta
- Emma – respondió en el mismo tono. La abertura de la entrada le permitió ver lo que venía a buscar. Esperó como siempre, que se le diera permiso para pasar
- ¡Oh! Pasa, pasa… No te quedes allí que vas a congelarte – le indicaba con la mano
- Gracias Leonard –la observaba desde la distancia, parecía muy tranquila con su taza de café en la mano.
- Está algo tomada – él le susurró a su oído, no queriendo ofenderla – por eso no la he dejado irse – desde su posición no lo notaba pero cuando la vio querer endulzar su café y que dos de tres cucharadas cayeron sobre la mesa lo confirmó. Su sistema psicomotriz estaba bloqueado, bastaba unas cuantas copas de champaña para hacerlo levemente y botellas para hacerlo de esta manera.
- Gracias – le dijo nuevamente mientras lo miraba a los ojos con sincera gratitud
- No agradezcas que aún no sé como pagarte lo que hiciste por mi hijo
- ¿Cómo esta él? – preguntó sonriendo al recordarlo
- Durmiendo con su madre – señaló un pasillo que llevaría hasta las habitaciones
- Me alegro… – caminó hasta la cocina en donde se encontraba ella y se quedó parada en frente – Hola…
- Hola… – le respondió tímida y bajando la mirada
- He… he venido a buscarte – dijo bajo tratando de que Leonard no sacara conclusiones anticipadas
- Ok… – le regaló un instante de tristeza a través de sus ojos y sorbió de su taza humeante
- ¿Qué le pasa? – preguntó Leonard cuando llegó a su lado
- ¿Cómo? – sólo estaba ganando tiempo para inventarse algo… si era su “amiga” en la casa de su vecino debía responder por ella… con verdad, con mentira pero una respuesta sin más
- Se ve demasiado triste… – dijo cuando salieron de la cocina
- Ah… – Estiró su cuerpo para verla – Eh… – podía distinguir la curiosidad y la preocupación en su mirada – Su abuelo… – Y se asomó una vez más para cerciorarse de que no escuchaba – ha muerto… – terminó con la cara de pena más falsa que tenía
- Oh! – le vio taparse la boca con la mano – Pobrecita… Parece una buena chica – y ahora él se asomaba para reflejar la lástima en sus ojos
- Es mejor que me la lleve – la mentira y la caridad vana le retorcieron el estómago – Jennifer nos vamos – sonó tan decidida que Jenny se quedó con la taza a medio camino de su boca
- Déjala al menos que acabe su café – insistió Leonard – Siento su pérdida Srta.
- Mi pérdida? – preguntó confundida y con un orquesta tocando en su cabeza. Veía como Emma bajaba su cabeza
- Su abuelo, lo siento mucho – Y borracha y todo, lo había comprendido, Emma había mentido sobre las razones de su estado, quizás para ahorrarle el bochorno o ahórraselo ella misma
- Oh… era una persona tan bondadosa… Dios… – Emma la miraba estupefacta ¿Estaba, estaba llorando en serio? Se pasó las manos por el pelo, no era necesario dar tal espectáculo.
- Lo siento mucho… toma – le entregó una caja de pañuelos descartables que estaba sobre una estantería. El falso duelo y las lágrimas inventadas estaban llevando al extremo a Emma
- Vamos – se acercó hasta ella y la tomó por el brazo con tanta fuerza que le hizo derramar el café por sobre el mantel blanco. Miraba el estropicio, como la mancha marrón se tragaba lo puro y celestial de aquella tela. Sabía que los ojos de Leonard estarían sobre ella juzgando tan vil actitud – lo siento… – No tenía motivos para ponerse de esta manera, ella había comenzado con la mentira
– A mi… A mi… Yo también estoy algo afectada – levantó su rostro totalmente colorado por tal ridícula pantomima, sólo para ver la sonrisa cómplice de la morena
- No te preocupes – respondió aquel muchacho compresivo
- Vamos a dormir un poco – de pronto Jenny, la sostenía por el codo y acariciaba su cabello. Se enganchó a ese mar que esta vez parecía estar mezclado con sangre, cada movimiento desgarraba y provocaba un dolor inexistente, que ojos más engañadores e ingratos. Era buena actriz, capaz de embaucar a cualquiera, así que debía tener cuidado
- Si… – caminaron hasta la salida de la casa, escoltadas por su vecino – Gracias – dijo cuando la puerta se abrió
- Avísame si necesitas cualquier cosa – y le apretó el hombro
Caminaron a través del jardín abrazadas, supuestamente dándose apoyo mutuo hasta que un sonido le indicó que la puerta había sido cerrada de nuevo.
- ¡¡¡Mierda!!! – masculló lamentándose de semejante escena y soltándose de todo agarre, dejando a la deriva a un Jenny sin equilibrio – Oh… mierda – la vio tambalear y a punto de dar un paso en falso – Hey… ¿dónde vas? – la tomó de la cintura y le obligó a que la mirase
- A mi casa – la modulación estaba algo lenta – supongo que no estarás de ánimos para fiestas – dijo moviendo torpemente sus manos – Me voy – intentó zafarse de sus brazos pero atropelladamente caía más encima de ella
- Tú tampoco deberías ir de fiesta… Recuerda que estás de duelo – Jamás lo aceptaría pero a pesar de la borrachera prefería tenerla en su casa y en su cama, para después no torturase demasiado con el: “Qué hubiera pasado si…” Cayó en la cuenta de que ya había avanzado demasiado para retroceder.
- Mejor me voy – se separó de ella y logró anclar sus pies en el suelo, aunque el cuerpo parecía moverse el compás del viento – Me pides que no te cause problemas y toco el timbre en la casa equivocada – tres pasos involuntarios hacía atrás y su espalda se estampó contra la reja de la casa de Emma, al menos allí estaba segura.
- Puede pasarle a cualquiera – excusarla era mejor que dejar a la vista sus deseos, aún recordaba lo que le había dicho en la academia. También se conocía, no tenía valor suficiente para pedirle que se quedase, para decirle que quería cuidar de ella ni para confesarle lo mucho que la atraía… así que intentaría persuadirla…
- Tu casa es blanca – le señaló – y esa es color beige – abrió los brazos como queriendo preguntar “¿entiendes lo que digo?”
- Es color salmón – la sacó de su error
- ¿Ah? – miró hacia la casa del lado incrédula de que su mente estuviera fallando tanto
- Salmón llagando a beige, si así lo prefieres – se sentía idiota tratando de hacer algo que no sabía, a pesar de la cortesía no entendía que se ganaba adulando en exceso
- Ese color no existe!!! – chilló fuerte porque no entendía lo que Emma quería demostrarle
- Estas demasiado tomada para recordarlo y la calle demasiado oscura – otra gran excusa
- ¡Eso no lo hace existente! ¡Mierda! – estaba enfurecida, Emma parecía burlarse en su cara
- Hoy sí… – apretó sus manos como queriendo concentrar el valor en sus puños –…si te apetece, por supuesto – Y una vez más le ofreció su mano…
Jenny pensó que estaba delirando porque de pronto escuchaba a Emma hablar en chino mandarín, no había comprendido ni una sola palabra… lo único que entendía era la mano que se ofrecía, significaba dormir, ella la desvestiría y la guiaría hasta el lado en la cama que quería que ocupara. Se pegó más a la reja desconfiada, no creyendo poder soportar estar a su lado y no tocarla, era tan débil como animal y le costaba horrores no intentar dominarla…
La mano volvió a pender al lado de su tronco, la oportunidad se había escapado. Emma ya no la miraba, tenía los ojos clavados en las baldosas… pensó en los hombres y en lo oportunistas que algunos eran, le hubieran invitado a tomar algo en su casa en busca de sexo pero Emma la invitaba a su casa a perder la cabeza, a sentir el calor un cuerpo tibio sin más pretensiones, un desayuno con café, frutas y pasión. Nunca había conocido alguien como ella, alguien tan tranquilo hasta el punto de devastar, tan común hasta volverse extraordinaria, transparente y con la fuerza del viento…
- Emma… – logró que levantase su cabeza y la mirara
- No pasa nada… – apretó los labios en un mueca de por demás triste – Es sólo… es sólo… que… por un instante pensé… – hablaba tartamudeando – No volverá a pasar… – soltó todo el aire en sus pulmones – ¿Te acompaño a tu casa? – preguntó tímida mientras metía sus manos en los bolsillos, como un adolescente en frente de la primera negativa de su novia
Se agarró con fuerza a los barrotes y es que eran estas actitudes las que la trastocaban, sabía que podía volverla mujer en un instante… ardiente, lejos de sus libros, quemando el papel y la inocencia. Recordó la satisfacción que había sentido y una punzada entre sus piernas la obligó a sujetarse más fuertemente. El movimiento llamó la atención de Emma, que se adelantó dos pasos hasta quedar a unos centímetros de ella.
- Miénteme – Exigió al igual que la primera vez, sólo que ahora estaba algo más tranquila. Al instante Emma comprendió lo que quería… una verdad disfrazada de mentira
- Quiero que te quedes – algo se resquebrajaba en su mirada y comenzaba a destellar, la respiración se entrecortaba y los puños volvieron a cerrarse. Jenny no fue consecuente de su primer rechazo y ahora proponía jugar amargamente – Ahora, miénteme tú y dime que quieres quedarte – se acercó hasta su oído haciéndola tensar todo su cuerpo – Dime que no es un juego – susurró mientras colaba sus manos frías por dentro de la ropa haciéndola temblar – Un capricho – agarró su cadera y la atrajo hasta pegar por completo sus cuerpos – Dime… Dime – lo que parecía ira se mezclaba con desasosiego y rendición – que Ben no existe y que sólo me deseas a mi… – Jenny sintió un beso en su cuello y el cálido aliento a medida que subía sus manos por su espalda para abrazarla.
- Emma… – Jenny temblaba aún agarrada a la reja mientras Emma ceñía más fuerte su abrazo, no le importaba no ser correspondida, alcanzaba ese perfume costoso mezclado con el aroma de su cuerpo para querer respirar – Emma… – Escuchó su nombre salir de los labios más provocativos que conocía. Pensó en lo fácil que sería amarla, sería fácil si se dejara… si aflojara la tensión de sus brazos y pudiera rodearla – Mírame – una vez que le concediera la mirada todo acabaría, la necesidad, la adoración y el abrazo. ¿Por qué se empeñaba en destruirlo todo? – Oh… Emma – el letargo terminó en el mismo momento que vio las lágrimas bajar por sus mejillas ¿Qué había pasado allí, entre su cuello y su hombro? ¿Por qué dolía tanto? Intentó quitarlas rápidamente con sus pulgares pero persistían no como agua sino como sal sobre su delicada piel… buscó la respuesta en sus ojos y aquellos sólo le indican el desagrado con respecto a los sentimientos, esperaba ese parpadeó que la traería de vuelta pero no llegaba y la garganta comenzaba a arder – Perdóname – Jenny apretó los ojos y sus labios tratando de contener el llanto – No quiero hacerte daño…
- Me encantaría poder evitarlo – Jenny no entendió a que se refería y sólo supo suspirar cuando sintió las caricias sobre sus manos, un paso adelante y los labios de Emma estaban en su mejilla, rozando el delirio y soplando lujuria – ¿Puedo? – Pidió permiso sólo Dios sabe para qué y sólo se atrevió a contestar con un movimiento de cabeza.
Un brazo se cruzó en horizontal por su espalda baja mientras una mano separaba sus rodillas. Trató de mirarla para preguntarle si de verdad entendía lo que estaba haciendo pero como siempre se refugiada en su cuello – ahggg – Ahogó un gemido cuando sintió la presión del muslo sobre su pubis. Miraba para todos lados rogando que nadie pasase ¡¡¡Estaban en la calle!!! Ahora la mano se abría camino por la cara interna de su muslo, presionando cada trozo de carne débil cubierta de tela a medida que cerraba su boca mordiendo el cuello.
Tomó la postura más pasiva que podía y llevó de nuevo sus manos hacía los barrotes, en aquel momento sabía que su cuerpo no le pertenecía, que estaba gobernado a base de besos, lamidas y succiones. Las dos manos pasaron a su trasero y la llevaban hacía el roce y Emma bajaba por su garganta perdiéndose en el escote de su abrigo. Emma rápido comenzó a desabotonarlo para abrirlo, metió las manos por debajo de su blusa y tiró del sostén para liberar sus senos… y una vez más Jenny no pudo evitar temblar…
La excitación parecía traspasar los límites conocidos por ella, la morbosidad del lugar y del modo, aumentaban cada vez más su respiración y aquellas manos parecían no querer frenar. Sin darse cuenta estaba apretando a Emma contra su cuerpo y generando una pequeña oscilación de cadera… 1,2,3 y la cintura de su pantalón vaquero estaba lo suficientemente holgaba para permitirle el paso a aquella fría mano. Quería hacerla sufrir, se alejaba de su sexo palpando su anatomía por sobre su blusa, llegó a su pecho derecho y apretó… Cerró los ojos y mordió su labio inferior buscando contenerse, amaba la manera en cual la tocaba y sólo Dios podía saber lo que le hacía sentir…
No contenta con el resultado, Emma moldeó el pecho con su mano y comenzó a buscar su pezón con la boca – Mmm… – Y ese muslo seguía firme entre medio de sus piernas solo para ella. Listo!!! Lo poca coherencia que quedaba se la había llevado el frescor de la saliva traspasando la tela, endureciendo sus pezones y hinchando más su clítoris. No lo aguantó más y ella misma llevaba la mano de Emma dentro de su pantalón – Te quiero ahora dentro mío – la tomó de la nuca y enganchó su pierna al muslo de Emma – Mierda!!! – con la primera estocada vino una ola de calor que no esperaba, usó de mordaza el hombro del abrigo de Emma mientras clavaba las unas en su nuca.
Seguía el ritmo de aquella mano le marcaba, era exquisita la sensación de sentirla, tanto que por primera vez le hubiera gustado durar más tiempo, faltaba poco y lo sabía, ahora ella era quien se devoraba los dedos, aún con los ojos cerrados y con la cadera golpeando fuertemente… se abandonaba al placer – Ah… Ah… Ah… – tres golpes más certeros y un último que parecía no querer acabar y de pronto el aire se acabó y con él las ganas de respirar para vivir, apretaba tratando de sostener el tiempo un instante más… y el aire volvía entrar
Todavía no dejaba de moverse agitada, abrió sus ojos y lo primero que vio fueron los ojos de Emma vigilándola de cerca, también jadeaba y tenía los labios entreabiertos mostrando un rojo incitador en lo profundo, no estaba allí siempre sólo en los momentos de intimidad, se preguntó que lo traía… lo rozado de las mejillas y el cuerpo rígido. – ¿Puedo? – Jenny pestañó varias veces ante la pregunta e inerte a la realidad volvió a asentir con la cabeza.
La vio sonreír, arrugar sus labios y se acercó para entregarle el más tímido de los besos – Eres hermosa… – y otra vez, a arrugar sus labios y a bajar la mirada por vergüenza de sus propias palabras.
Jenny sonrió recordando lo que Ben le había dicho a cerca de los piropos, uno de ese tipo y en este momento le causaría un paro cardíaco a Emma, mejor no hacerlo – Gracias – y le devolvió el beso suavemente. Se besaron unos instantes más hasta que Emma hizo que los muslos de Jenny rodearan su cadera, caminaban, entre besos y suspiros, al interior de la casa.
Emma encendió la lamparilla de su mesa de noche, antes de sentarse sobre su cama. No había podido despegar su boca de la de la morena ni las manos de su trasero, bajó el ritmo ella aún estaba excitada pero Jenny no se encontraba en la misma situación. Con los ojos bien abiertos miraba cada una de las reacciones de su amante, ganaba por completo su atención y devoción… tan sólo, la incitaba a querer provocar más. Tiró de su abrigo, mal colocado, para sacarlo definitivamente, allí dentro no era necesario. Siempre que se atrevía a avanzar un paso, era recompensada con una sonrisa sensual.
Le gustaba poder disfrutar de este momento en silencio, Jenny parecía comprender a la perfección cuando era momento de hablar y cuando no. Pero sabía que tendría que hacerlo, enfrentar a la incapacidad de expresarse, lástima que las palabras con ella siempre eran puñal tras puñal. Vio como Jenny hacía lo mismo con su abrigo y lo dejaba caer en el piso; para su pulgar por el cuello y reconocer con sus dedos la clavícula. Se fundieron en un abrazo potente, descargando allí las incertidumbres en forma de exhalación y el tiempo pasaba entre las caricias…
- ¿Necesitas algo? – Emma preguntó pegada a su cuello. Y Jenny la miró con una ceja levantada – Digo… Para comer, tomar o lo que sea – se explicó
- Mmm – se lo pensó unos segundos y recordando como había llegado allí, mejor dicho a la casa de su vecino – Un baño caliente… estaría bien
- De acuerdo – Emma se giró lentamente, la sacó de encima de su cuerpo y la dejó sobre la cama – Voy a prepararlo.
- Gracias – y se dedicó a verla moverse por habitación. Estaba de espaldas hacía ella y enfrente del enorme armario buscando algo. Esa blusa, a rayas azules y blancas, y ese pantalón vaquero desastado, le quedaba genial, le daba un aspecto tan informal que jamás adivinarías sobre su violín, sobre sus libros ni sobre el fuego detrás del hielo.
- Aquí están – De pronto se giró con un pila de toallas en sus manos – Sabía que las tenía pero recordaba en donde
- No sería ideal tenerlas en el baño – Peguntó mientras apoyaba la cabeza en su brazo, la ducha comenzaba apetecer poco y casi nada
- Espera a ver el armario del baño – le dijo con el dedo levantado – Ven – Jenny sorteó los obstáculos que representaba la ropa en el piso y fue tras ella.
- Aquí – señaló apenas abrió la puerta – puedes cambiarte – Una habitación enorme con tocador, espejos en la pared y armarios – Y allá tienes lo necesario para la ducha – Ese “Allá” estaba realmente lejos
- Es un cuarto de baño precioso – Dijo Jenny mientras lo admiraba
- No es mi creación, venía con la casa cuando la compré… Bueno – estaba a punto de retirase – Ah se me olvidaba – se acercó hasta el armario y abrió su puerta.
- ¡Dios! – Exclamó al ver la cantidad de jabones y toallas que había allí dentro – Esta no es una buena carta de presentación – dijo divertida
- Tampoco es mi creación – se encogió de hombros – a mi madre le encantan y siempre me regala, así que aquí quedan guardados – Cerró la puerta
- ¿Y qué es de tu creación en esta casa? – preguntó provocadora mientras se acercaba a ella
- La única habitación que no conoces – le miró los labios pensando locuras pero desistió al instante – te dejo tranquila… – y colocó las toallas sobre la mano de Jenny.
Al salir del baño la estampa que se encontró la dejó sin aliento, Emma estaba con su pijama improvisado y un libro a su lado totalmente dormida, sobre las mantas. Parecía tan tranquila, se acercó sigilosa a la cama, vistiendo la salida de baño que Emma le había dejado, y se permitió tocarle el rostro
- ¿Qué? – se incorporó al instante algo asustada
- Perdóname… – alejó su mano – no era mi intención…– contestó triste al creer que la magia desaparecía
- No te disculpes – Emma la tomó por el mentón obligando a que la mirase – es la falta de costumbre…
- ¿A qué? – ¿A dormir acompañada, a las caricias, a la presencia de los amantes, a que la tocase una mujer? El alcohol sólo había dejado un terrible dolor de cabeza y dificultad para procesar bien las cosas
- ¿De verdad quieres saberlo? – preguntó tratando de hacerla comprender que a lo mejor este no era el momento
- Me gustaría saber algunas cosas… – admitió al fin, cansada de tantas vueltas. Se habían acostado dos veces y por como pintaba la cosa, esto parecía no tener un final muy cercano al menos por su parte. Estaba lo suficientemente “enganchada y deslumbrada” como para querer dejarla ir
- Pregunta lo que desees – le concedió mientras corría un mechón húmedo de su rostro
- ¿Yo… Yo… Te gusto? – y tragó el nudo que tenía en su garganta mientras acercaba la mano a la mancha en su cuello, hoy estaba más marcada que nunca ¿Qué clase de persona era Emma?
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