Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Una Escena Extraña - Elisea


Han pasado 23 días desde el gran día.  Nació mi primera hija, hija mía, sin ningún vínculo genético, pero es idéntico a mí, se engendró en mi corazón y latido a latido trasvasamos nuestra propia imaginería.
Su madre y yo, su otra madre, nos estamos haciendo a la nueva realidad de ser tres en un mundo en que sólo éramos dos, y todo era para las dos, los espacios, el orden, las noches y los días.



Ni el preparar tu habitación hacía que fuera para tres, éramos dos construyendo.  Hoy es el día 23 de tu estar, ser, pedir, tener, apropiarte de todo.  El tiempo: tiempo de cuidarte, de alimentarte, de que tires el aire, de que duermas, de que no llores demás. Nada más importa, nos tenemos que organizar de acuerdo a tus tiempos.
A tu madre la tienes cogida de los ovarios desde la semana 26, sangró, la obligaron a guardar cama y que tuviera mucho cuidado para no perderte, naciste en la semana 37, tu madre descansó de tener que descansar; pero estaba agotada, estábamos agotadas.
Me había olvidado de que tu madre era mía antes; nos estábamos duchando, tu madre y yo, hacía tanto tiempo que no nos tocábamos, simplemente le estaba pasando la esponja por la espalda, y mirando su cuerpo, cuando un llanto de hambre de comida y atención, la hizo salir a prisa, dejándome sin su cuerpo, sin su olor, con todas las ganas de estar entre sus brazos.
Es la primera vez que me aparece el cuerpo de mi mujer sin la asociación directa al proceso de la maternidad y se va dejándome con las ganas de reencontrarla.
Ella creo que también me miró, dejé por un instante de ser la que todo lo trae, la que todo lo lleva y la gestora de los masajes a la espalda, pies, hombros, pequeñas barrigas con gases.
Me acerqué a la habitación y vi como ese pequeño ser, se apoderaba de todo.  Su reclamo era respondido por todo el cuerpo de su madre, sus pechos otra vez se hinchaban, las aureolas se ponían más oscuras aún, la leche estaba allí para que el crío la mamara.
Antes mis gemidos, mis labios hacían inmensos, deseables, esos pechos, mi roce, una mirada entendida.  Ahora la sensación de una inmensa lejanía con respecto a esa imagen me llena de desazón y en el segundo que intento desaparecer ese sentimiento, ella lo ve y me mira toda cual soy.
El crío termina y siento que ella termina también, es cómo que algo ha sucedido, está en el aire de la habitación.  Ella vuelve y es sin ser ella, algo nuevo y antiguo se conjuga.  Me toca y siento.
Soy más alta que ella pero aún no me explico es que me ha tomado como si fuera una mujer muy pequeña, me tiene acunada contra sus tetas que me ofrece, acepto y mamo mirando sus ojos y me dejo tocar el cuerpo.
Un recipiente con gel estaba abierto, lo trae hacia sí, sus dos dedos de la mano izquierda tienen esa sustancia viscosa que cae de su mano y me causa el efecto de un pequeño cubo de hielo deslizándose.
Gimo y sus pechos me responden y en un instante sus dos dedos me penetran, es sorpresa, aún no se había terminado de preparar mi cuerpo.
Mi boca se va llenando del sabor de eso que llaman leche y sus dedos están apretados en mi vagina, que se están haciendo esponjosa, caliente, húmeda.  No termina hasta que arqueo completamente la espalda y siente que voy terminando.


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