Sentada frente a una
taza de café, su mente volaba. El mundo no era lo que ella soñaba, estaba
decepcionada de lo que le rodeaba. Idealista, soñadora, inocente e incauta.
Poco a poco la vida
le iba demostrando que no se podía ser así, pero era difícil salir de ese estado,
cambiar, pues le acompañó desde que empezó a tener sus propias ideas y a ser
mujer. MUJER, se reía cuando decía eso, MUJER, hermosa palabra, cuando
imaginaba todo lo que conllevaba: ternura, afecto, belleza, delicadeza,
entrega, carácter, desinterés…
Soñar con todo lo que
era el ser femenino; estaba enamorada de su género, amaba cada rincón del ser
de la mujer.
Tenía 25 años y por
su vida habían pasado varias de ese género.
Cuando se ponía a
recordar, pasaba por su mente y cuerpo recuerdos y sensaciones inolvidables.
Primero fue Octavia, su primer encuentro con lo desconocido pero deseado y
amado.
Aquellas miradas
furtivas, aquel vacío en el estómago, aquella sensación de pecado, de que algo
estaba mal en ella ¡¡le gustaba una mujer, una hembra!!
Primeros roces, primeros
besos, primera sensación, y tantas emociones desconocidas y nuevas. La
delicadeza de Octavia, la belleza del amor descubierto con otra mujer, claro
que también descubrió el dolor, la tristeza, los celos, las dudas; pero era delicioso
sentir todo eso por una MUJER.
Primera lección de la
vida, que a pesar de todo, el amor permanece, el dolor es pasajero, es sólo un
visitante que pasa, se instala una temporada y desaparece.
El amor por el
contrario está fijo, se compró el departamento en su corazón. Pero es incapaz
de salir cuando el dolor pasa una temporada en el mismo edificio que el suyo.
La segundo mujer de
su vida fue más serena, más convencida, más saboreada.
La vida ya le había
enseñado a no tener en cuenta comentarios, habladurías, ella era su propia
amiga, única capaz de determinar sus propios actos y decisiones.
Carmela se llamaba,
cuando recordaba su nombre y a ella su alma sentía un inmenso placer, luchadora
incansable por la independencia e
igualdad de la mujer en el mundo, luchaba por alejar de la sociedad la manera
obsoleta e ignorante que sostenía que
ser lesbiana era un pecado, una enfermedad.
Todo lo contrario, el
amor no tiene parangón ni nada predestinado nada escrito, nada que indique
género, sexo o razón.
Amó a aquella mujer,
con ella llegó a la plenitud de lo real, de lo humano. Nada, nadie, tiene la absoluta
razón. Carmela la llenó en lo intelectual, le enseñó a saber luchar y vivir con
lo que ella era, sentía, y sin nada que pudiera impedirlo, la fuerza era ella
misma.
Cosas de la vida o el
destino o lo que fuese, Carmela se enamoró perdidamente de un hombre, y se
marchó con él, se acabó.
Pero siempre que coincidía con ella era en lucha por los derechos de las mujeres, era una experiencia única encontrarse con Carmela.
Pero siempre que coincidía con ella era en lucha por los derechos de las mujeres, era una experiencia única encontrarse con Carmela.
Y llegó después la
lujuria, el deseo sexual, la pasión, el volcán de las sensaciones, las ganas de
no salir de la cama con aquella mujer que provocó que su cuerpo, su alma sólo
quisiera estar pegada a su piel.
Begoña ¡Qué mujer! ¡Qué
ardor! ¡Qué intensidad! Los instintos se aliaron, el goce, el placer, se
apoderaron de su vida, de su tiempo, el
recuerdo de aquella época le hacía ponerse roja de la vergüenza. Fue la
época del desnudo, poca ropa y mucho contacto, parecían dos necesitadas del
placer, fue la época pornográfica, sólo era sexo, deseo, y Begoña le enseñó
tanto de eso. Posiciones que jamás hubiera descubierto, roces que jamás
imaginaba, fue la época de las sensaciones y placeres más intensos todo su
cuerpo fue un huracán de deseos.
Aprendió a saber con
un simple roce despertar en otra mujer los instintos de placer. Fue una lección
para el resto de su vida que no olvidaría.
Luego llegó la peor
de sus historias, la que le enseñó a llorar, sufrir. Ya el día que la conoció
fue de una forma anormal, dolorosa en una pelea.
Esta era Julia,
segura de sí misma arrogante, prepotente, nunca supo que le atrajo de ella, tal
vez la diferencia, sabía desde el principio que no encajarían, que ella no era
nada parecido a las demás. Pero se dejó llevar se limitó a implorar, a rogar,
a darse sin recibir, a robar lo que
estaba acostumbrada a tener, pero cuando Julia se lo daba ¡Oh Dios! Era una
sensación entre el placer de haberlo conseguido y el de saber, cuánto duraría
aquel amor que Julia le daba. Se hizo adicta a eso; y así lo pasó cuando Julia
dijo basta.
Casi pierde la
cabeza, casi llega a la locura. Otra lección de la vida las adiciones, sean
cuales sean, son todas malas, todas, incluso la adición al amor, inmersa en
estos pensamientos esperaba a la mujer que hoy compartía su vida.
En tanto en la calle
una mujer caminaba presurosa, sabía que Carola la esperaba, era odiosamente
puntual, y ella por el contrario debía esforzarse en extremo para que sus
retrasos no superaran los veinte minutos que, en un acuerdo tácito tenía con su
pareja… “Su pareja”, todavía le costaba pensar en aquella mujer como “su” mujer. La naturaleza no había sido
lo que se dice muy generosa con ella, al menos en dotes físicas, en cambio
Carola era especialmente atractiva, o al menos ella no dejaba de admirarse que
semejante “pedazo” de hembra no sólo le hubiera prestado atención sino que
desde hacía unos meses compartiera su vida. Fue esta quizás su mejor lección,
el aprender que podía gustarle a alguien, apasionarla, hacer que estallara de
placer en sus brazos. Antes de Carola, hubo otras lecciones que la vida le dio.
Aprendió que por su
condición de mujer y a pesar de poseer una inteligencia superior a la media,
debía esforzarse el doble que sus compañeros varones para imponer su criterio o
ascender en su trabajo. Eso lo supo desde que empezó la universidad y se metió
en una carrera marcadamente machista, ingeniería nuclear. Pudo con ello. Pudo
también con sus jefes y compañeros de labor, a estas alturas la consideraban su
par.
Pero esa no fue la
lección que más le costó aprender, desde
niña la vida trató de enseñarle, no sin dolor, que el entregarse a los seres
que amaba podía lastimar. Que no siempre es posible complacerlos y que el temor
a perder el amor no puede condicionar las acciones, los deseos, que debía
aprender primero a estar bien consigo misma, que sólo así lograría ser feliz.
Quizás si hubiera seguido esa lección no hubiera sufrido tanto con Silvia, la
primera mujer en su vida. Cuando la conoció, creyó que tocaba el cielo con las
manos, María (así se llama nuestra otra protagonista) se enamoró a primera
piel, si, cuando chocaron en los pasillos de la Uni, y sus apuntes salieron
volando por el pasillo, al trastabillar Silvia detuvo su caída con su cuerpo,
ese roce inocente bastó para enamorarla. A partir de ese momento, cada deseo de
ella era una orden para María, cada atención que Silvia le prodigaba la hacían
sentir única, no fue hasta tarde que se
dio cuenta que la habían utilizado de la peor manera, jugando con los sentimientos,
mintiéndole amor. Cuando una tarde en un pasillo de la misma universidad que
supo de sus encuentros furtivos, la escuchó conversando con otra compañera,
estaba por salir del laboratorio cuando su voz la detuvo, nunca sabrá porque no
avanzó a su encuentro y en cambio esperó y sus oídos supieron como Silvia se
burlaba de ella, de su devoción, de sus atenciones, como se jactaba de haber
conseguido que la “intelectual y fría” del grupo se deshiciera entre sus
brazos, pero según decía el inconveniente mayor era tener que fingir que le
“gustaba” hacerle el amor…
Desde ese día, María,
sintió que el amor no estaba hecho para ella, que a pesar de que siempre sería
una romántica incurable, que creía en el amor eterno, ese no entraría en su
vida. Clausuró su vida sentimental, no volvió a mirar a nadie y si
eventualmente alguien llamaba su atención, se alejaba lo más posible de esa
persona… aprendió a resguardar sus sentimientos, a no sentir, a endurecer el
alma, y a no entregarse…
Pero a su vida llegó
Lucia, un torbellino, arrasó con todos sus miedos, con sus defensas tan bien
construidas, su orgullo cedió el paso a la ilusión de un nuevo amor, con Lucia aprendió
lo que significaba que alguien la quisiera sin pedir nada a cambio, que se
entregaran a ella sin reservas, a ser mimada, reconoció nuevamente su risa,
gozó con las cosas más simples. Pero también recibió la lección más dura hasta
ese momento, que no todo lo que deseamos y nos hace felices dura para siempre,
que a veces no depende de nuestra voluntad, que el destino, la suerte o
sencillamente la vida nos sorprende quitándonos aquello que creíamos nuestro.
Lucia murió una tarde de abril, sin que María entendiera el por qué…
Carola levantó la
cabeza de la taza de café que bebía y la vio llegar, aquella era su mujer,
simple, no sobresalía, regordeta, pelo lacio, piel morena, ojos chiquitos, boca
pequeña, No, no llamaba la atención por su belleza, pero era la mujer que
amaba, que ocupaba su corazón, su espacio y su existencia.
Otra lección de la
vida no todo lo hermoso, lo bello es bello, la belleza
está en otro lugar, en otro espacio, en otro contexto. Ella, esa mujer que
entraba sonriendo por la puerta era el regalo que la vida le había dado después
de haberle enseñado tantas cosas y esa mujer era para ella la vida, esa vida
que hacía más llevadero ese mundo al que no comprendía ni entendía.
Ahora María entraba
en el bar en el que Carola la esperaba, la vida había vuelto a sorprenderla, el
amor entraba otra vez en su vida, a diferencia de las veces anteriores, amaba
intensamente y se sabía amada, su ideal del amor eterno cobraba fuerza,
indefectiblemente su naturaleza romántica y utópica se hacía presente, Carola
solía burlarse cariñosamente cuando ella le decía que la amaría para siempre, y
le respondía que la eternidad no es cosa de esta vida.
Sin embargo, ambas
esperaban que el tiempo le diera la oportunidad a María de demostrarle a Carola
que “para siempre” sería una realidad en sus vidas.
Esa era una lección
que ambas deberían aprender a darse la una a la otra…
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Hermoso!! :3 simplemente bello...me encanto! :)
ResponderEliminarmuy buena combinaciòn, fascinante, varias maneras de sentir, encontrar y vivir el amor,la pasiòn, la ternura...
ResponderEliminarsaldos Dafnè