Capítulo 1
Era
aún de día, no podía arriesgarme, tendría que acercarme lentamente mientras
llega la noche pensé resuelta a no dejarme ver, dirigí mi corcel cercano al bosque,
aunque al hacerlo me rezagara más.Sentía por el paso de mi corcel y su
desaliento que en cualquier momento haría más larga mi llegada, mire el castillo
y pensé “Al menos los habitantes están a salvo, ella también”.
Mientras
obligaba a mi cuerpo permanecer alerta,admiraba como el castillo se presentaba
ostentoso, desde esta distancia llegaría al menos por la noche. Los muros que
tanto me enorgullecía estaban inmutable ante los inviernos que estuve lejos,
sonreí pensando que nunca desaparecería, no mientras respirara.
El
tiempo pasaba y mi cuerpo exhausto pronto hizo de mí, un bulto, inerte, ya no
sabía si lograría llegar, los recuerdos tristes de ese lugar me atormentaban y
con ellos mi temor a ver a la persona por la que había escapado, suspire
tratando de apartar esos pensamientos, no era el momento de lloriquear.
Deje
cada parte de mi armadura como migas de pan tiradas por donde pasaba, mire
hacia arriba y me pregunte eran esos pájaros reales:- ¡Vuelan por mi carne, inmundos carroñeros!,
grite.
Esos
seres despreciables me perseguían nuevamente o simplemente los imagine, no
podía saber que era lo que mis ojos veían en realidad, imploré por todo lo
sagrado llegar completa, no fuese que uno de esos pájaros me quitase un pedazo
de mi carne.- ¡No podrán acercarse a mí, antes muerta!
Una
risa temblorosa sonó de mis labios, porque me empeñaba a continuar, era mejor
dejar que acabara todo este suplicio de una vez, pero no podía dejar que
alguien más diera la noticia.
Lo
efímero de la vida, pensé en ese momento, tanto que tenía a disposición, sobre
todo oro, sin embargo, de que sirve cuando en estos momentos ni siquiera podría
morir como una persona querida, con una familia y asegurando que el nombre de
la casa continuara inmutable ante el tiempo como el castillo mismo.
De
pronto todo volvió a mí, tan rápido que sentí como los gritos, las flechas y la
sangre que corría por todo mi cuerpo, me produjo arcadas, mi cuerpo temblaba de
ver cada una de las caras que quedaron atrás y ser la única sobreviviente, mi corcel
cayo y desperté de mi letargo.
Me
arrodillé rápidamente frente a él, acompañándole en los últimos suspiros,me
despedí dándole las gracias,empecé a caminar entre los rayos ponientes del sol,
con solo mi espalda y mi daga, no tenia idea de cuanto tiempo habia pasado pero
sonreí al acercarme por fin, mientras me dirigía a la entrada secreta del
castillo un guardia se dirigió a mí:
- ¡Dime, quien eres!
- ¡Soldado, desconoces a
quien te formó!
- ¡Quien me formó, me daría
palos, si después de esa respuesta aún respiras! Grito el soldado.
- ¡Bien dicho!, entonces escucha.
Apenas
dije el nombre, todas las flechas fueron prudentemente colocadas fuera de mi cuerpo,esperé
apenas manteniéndome en pie mientras que uno de ellos se dirigía para comprobar.
- ¿Qué ha pasado?... ¡Bajen
las armas y ayúdenme a llevarla dentro!
-Llévame directo a ver a la Reina.
Qué nadie más sepa de mí.
El
soldado que por el momento no venía a mí el nombre,me guió,noté que estábamos
en el pasillo que pocos conocían del castillo. Confusa de tanto pensar como
reaccionaria con la noticia deje que me guiara, seguramente mi cabeza rodaría,
pero era mi deber, no dejaría que alguien le dijera.
Note
a los guardias reales fuera de la habitación preparados para cualquier
resolución, me sentí orgullosa de haber sido quien preparase la escolta real,
fieles súbditos que darían la vida sin dudarlo.
Un
apagado “adelante” se escuchó y me fue abierta la puerta.Entre al aposento de
mi señora, sin levantar la vista, ya mi cuerpo no me respondía cuantos días habrían
pasado, ni siquiera podía saber que tan tarde era, todo me daba igual.
- ¿Ya has vuelto?, ¿porque
vienes tan tarde?
-Disculpa mi señora, es
importante.
- Entonces acércate.
Mis
pasos eran lentos, mi estomago empezó a revolverse, como podría suceder si ya
había asegurado de tener comida dentro.Pase la entre sala para dirigirme a mi
señora, era un espacio que conocía bien, el olor que emanaba me hacía revivir
muchas noches que pase junto a ella.Salude poniendo mi rodilla al suelo con el
puño al lado de mi corazón, siempre a su servicio.
- ¿Qué pasa?, dímelo ya.
-Hace unos días, mientra revisamos
los bosques altos, fuimos atacados.
- ¿Cuantos perdimos?
-Todos los que me acompañaban.
Una
vos susurro algo,estaba acompañada, como no advertí antes “será ella” levanté
la mirada y junto a la Reina estaban dos mujeres de hermosa apariencia, las cuales
se aferraban a un brazo de mi señora, que estaba sentada con su vestido de
dormir.
- ¿Cuéntame?Exigió alzando la
vos, cambiando tan rápidamente en modo monarca, como me ponía furiosa cuando
hablaba de esa forma conmigo.
-Mi señora, el carruaje en el
que era transportado la princesa Leonora fue interceptado, no he podido dar con
ella.Era el momento decisivo para ver como reaccionaria conmigo, estaría a
salvo o enviada a tortura no importaba mucho, como explicar mi frustración ante
ese suceso.
-Yporque no fui
inmediatamente comunicada.
En un
segundo la tenia de pie frente a mí, levante la mirada nuevamente y mire a las
dos mujeres aún aferradas a cada brazo de mi señora, porque hasta ahora las veía,
no parecían ser habitantes del Castillo. Más intrigada aún, porque ellas tenían
potestad de estar presente cuando era un tema delicado. Dirigí nuevamente la
mirada a mi señora.
-Estuve desde hace días
recorriendo todo el lugar, con mis guardias, no pensé en nada más desde ese
momento solo que dar con ella, pero no logré encontrarla.
-Revisaste todo el bosque,
porque no la encontraste.
Grito
hacia mí, de pronto con una de sus manos hizo mi cabeza hacia atrás agarrando
mi cabello. Una de las mujeres, llego a su lado y le susurro algo, porque ellas
se metían en los asuntos que no tenían derecho. Se volvió ante la mujer
pelirroja, sonriéndole, me soltó y grito nuevamente ante mi mirada:
-Alguien tiene que pagar por
esto, es Leonora de la que hablamos.
Era
algo con lo que contaba que pasaría, saque mi daga y la puse frente a mi
garganta. -He deshonrado tu confianza nuevamente, haz lo justo entonces.
Las
tres mujeres se volvieron a mí, ninguna decía nada, un gran silencio invadió el
dormitorio, solo me importaba hasta ese momento la resolución que daría.
Una
de ellas dijo en vos alta “eso no es necesario”, la otra mujer confirmo la
primera diciendo “será un desperdicio si lo haces”. Mi señora las vio a cada
una de ellas, sonriendo a la pelirroja le dio un beso en la mejía y le contesto
tan cariñosamente que me habría gustado escuchar las palabras. Luego se volvió
a mí, tomo la daga con una mano, con la otra tomo de mi brazo y me jalo a su
lado en un abraso.
-Crees que dudo de ti,
necesito decirte acaso cuanto te quiero, aclararte que te extraño muchísimo.
-No sigas, es de Leonora de
lo que hablaremos… Todo fue tan rápido, aun no sé qué paso.
Mis
lagrimas corrían y no podía detenerlas, respondí al abraso, mientras sentía su
calor. No tenía más duda que el amor que sentía por ella, nunca otro lo
igualaría, pero también sabía que ella podría exiliarme nuevamente con solo
enojarse.
-Idiota, agradezco a los
dioses que estas completa delante de mí.
-Gracias a mis hombres, dos murieron
mientras nos retirábamos y los últimos dos más cercanos me abrazaron para
protegerme cuando caímos en el derrumbe.
-Entonces les agradeceré a
sus familiares por haberte salvado,si alguna cosa te pasará sufriría
eternamente, deberías saberlo.La Reina recorrían mi cuerpo que sostenía con su
mano tratando de creer que era verdad.
-Uf!, que horrible hueles. La
risa de ella sonaba tan alta que tranquilizaba los temores que cargaba
continuamente.
- Ya tienes una idea de tu olor luego de una
semana en el bosque.
-Tonta, ¿Herida?
- No creo!
Agarro
con una mano el mentón, paso sus manos nuevamente por mi cuerpo asegurándose
que lo que decía era cierto mis ojos le darían la respuesta, al terminar me
estrecho nuevamente en sus brazos, quedando de esa forma por un buen tiempo,se aseguró
que la viera a los ojos ahora rojo.
-A qué has venido.
Escuchar
la pregunta, resurgió en mi la rabia y temor, sobre todo, que había pasado con
ella, donde estaba, porque estaban estas mujeres con ella, pero no iba a hablar
de eso, no podría mantenerme serena.-He regresado para llevar más hombres y
traer conmigo a la princesa Leonora. Me apresuré a contestarle.
-Eres tan terca, tienes tanto
tiempo fuera, te quedaras en el dormitorio azul, descansa, mañana en la noche
cenaras con nosotras y hablaremos.
-Va a requerir asistencia por
las heridas.Dijo la mujer de ojos azules con colores tan vivos y pacíficos como
parte del cielo mismo.
-Ve con ella y asístela. Dijo
la pelirroja.
-Si. Contesto la mujer.
- ¡Mi Reina, puedo regresar a
la búsqueda mañana mismo!
- ¡Harás lo que he dicho!, Recuerda
quien soy, ahora ve.
-Como disponga, mi Reina.
La
mujer de ojos azules, tomo mi mano y se dirigió a la habitación, hasta ese
momento sentí que mi cuerpo realmente estaba estropeado, costaba mantenerme de
pie.
Sonreí
dando la razón mi olor dejaba mucho que desear, mi ropa ahora inservible, lo que
era un viaje de rutina, se había convertido en horas de lucha de muerte, la
mayoría de mis mejores hombres habían perecido. Me tocaba un arduo camino hacer
otros guardias, siempre dispuesto a mis órdenes y fieles a la Reina.
Mientras
recorría el ancho pasillo calculaba, cuantos hombres tendría que usar para
hacer una mejor búsqueda en el bosque. Petrificada frente a la puerta del
dormitorio, cruzo por mi mente una idea, porque no había pensado en eso, una
vil persona se prestó para dar información del recorrido, investigaría
personalmente quienes estaban detrás de esta traición y con qué propósito,
sobre todo me encargaría de arrebatarle la vida del culpable.
-Vamos a entrar. Dijo la
mujer a la par.
Miré
su mano y luego la mía, no sabía que color eran las mías, tan sucia de lodo y
sangre. Ni siquiera pensé en limpiar al menos eso para entrar a ver a la Reina.
Solté mi mano, no era digna de estar cerca de ninguna persona siendo tan
inútil.
-No tienes por qué asistirme
o hacerme compañía, solo dormiré.
-Me quedaría más tranquila si
te asisto, además la reina dispuso.
-Si! Se me olvidaba lo terca
que es.Ambas sonreímos sabiendo lo cierto que era decirlo.
Hasta
ese momento advertí su hermoso vestido, de color verde, tenía una piel tan
reluciente llena de vida, seguramente era una mujer de buena casa o solo se
había dispuesto a crecer para estar a disposición de la reina.
Ella
cerró la puerta detrás de mí, vi la cama grande que me atraía como el dulce a
las moscas, me dirigía contenta al fin de llegar, pero la joven mujer me jalo
hacia el cuarto de baño, suspiré siguiéndola, al llegar se puso frente a mi
viéndome con ternura.
-Te quitaré la ropa para que
entres en la tina.
-Tienes una bonita sonrisa.
Apenas terminé de decirlo, supe que no solo lo había pensado y me inmovilicé.
-Gracias, ahora levanta los
brazos y te ayudo a sacar tu ropa. Seguía sonriéndome sin apartar la mirada.
-No!...lo siento (tartamudeé)
no quise levantar la vos, solo no quiero..., estoy sucia.
Baje
nuevamente la mirada a mis manos, estas manos que hace poco solo eran usadas
para tomar la vida de cualquiera que se interpusiese en mi camino, lo mereciera
o no.Habían sido utilizadas solo para destruir, ¿será que nunca tendría lugar
una vida simple? como las que había escuchado de los guardias cuando regresaban
de visitar a sus familias, no de hecho estas manos nunca sabrían cómo cuidar
vidas.
- Déjame asistirte, por
favor.
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Jupiter Asterix - Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario