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Serenpidia - Eldest88 - Capítulo 11

Disculpen el retraso, pero en casa solo tenemos un PC y somos dos escritoras, necesitaba darle espacio a mi mujer para que escribiera a sus anchas, aun cuando la vi solo jugar todo el día xD, en fin, al menos escribió unas líneas.
Ojalá disfruten el cap que sigue, es un poco más largo


CAPÍTULO 11 CEREMONIA

Esa noche en la que se llevaría a cabo la ceremonia de las reliquias familiares era la más esperada por la corte de Fuuka, familias prestantes esperaban aquel momento en el que el heredero de los Kruger se alzará con el arma destinada a la protección de su nación, un formalismo, pues hacía ya muchos inviernos que no tenían una guerra que necesitará del uso de tal artefacto. 

Cómo solicitud extra, se combinó que además de la ceremonia de los Kruger, se llevará a cabo la de los Fujino, pues al ser pareja, cumplían a cabalidad con las tradiciones familiares de cada uno de sus reinos, sin embargo, por motivos de la premura, no había sido posible la asistencia de los padres de la Heredera de Tsu, por lo que es su representación se encontraba el Duque Nagi Dai Artai, primo en primer grado de Shizuru. 
Las carrozas del reino entero fueron puestas al servicio del rey Kruger con el fin de movilizar a su corte, además de una buena parte de su ejército a órdenes del General Yuuichi, las últimas en partir serían precisamente las del Monarca y su hijo en compañía de su esposa, el primero ya se hallaba impaciente por la llegada de Arashi y su nuera, tamborileaba los dedos en la ventanilla y giraba de vez en vez el rostro hacia la puerta del castillo esperando verlos salir, respiro con un poco de alivio al observar a la señorita Fujino descender por los escalones hasta llegar a su carroza, la vio subir ayudada por la mano del fiel guardia Okuzaki.
―Buenas tardes, su majestad― la peliocre lo saludó mientras se acomodaba en la silla de enfrente del vehículo. 
―No es necesario tanto formalismo Shizuru, ahora somos familia, por favor llame solo por mi nombre― el pelinegro le sonrió con mucha amabilidad. 
―Sólo cuando estemos a solas Keinji, no quisiera ser imprudente frente a los súbditos, quienes podrían verlo como un insulto a su nación― se sintió extraña al llamarlo por su nombre, pero con los días ese hombre había sido por demás muy amable y cercano. 
―Buenas noches padre…― ninguno había notado que ya no estaban solos en la carroza, en la puerta, apunto de subir, estaba "Arashi" enfundado en sus ropas de gala, semejantes a los atuendos del primer baile, salvo porque era de un color azul y ahora ostentaba una fracción de armadura que apoyaría su labor de arquería esa noche.
―Mi princesa…― "el pelinegro" se acomodó al lado de "su esposa" al tiempo que tomaba una de sus manos y la besaba con tal ternura que sonrojo a la castaña al saberse observada por su suegro, pero no lo dejó solo ahí, se inclinó hacia ella hasta rozar su boca en los labios temblorosos prodigándole un sutil beso que había ansiado en todo el día, pero que duró poco por cuenta de una leve interrupción. 
―¿Pudiste terminar tu preparación hijo?― cortó adrede el padre incómodo ante tal muestra de afecto entre las amantes. 
―Así es padre y creo que me ha sido de mucha utilidad, es imperioso que cumpla hoy con la tradición, no sería bueno fallarle al espíritu de la montaña― Giró su rostro con una leve sonrisa al ser testigo de las mejillas ruborizadas de la castaña. 
―Esta noche tendremos el privilegio de contar con la ceremonia de tu esposa, ya las reliquias han sido llevadas hacia el lugar donde se llevará a cabo, a las afueras de Fuuka― Comentó el padre mientras golpeaba con su mano el techo del vehículo indicándole al cochero que ya podían ponerse en marcha. 
―Tu primo el Duque Dai Artai ha venido como representante, ya que al no poder contar con la asistencia de tus padres― le informó a su nuera quien no pudo evitar una expresión de desagrado que supo esconder con el envés de su mano, ella sabía bien los deseos que él tenía por ser el monarca de Tsu, aun cuando su procedencia como hijo bastardo de su tío Kenozuke lo dejaba fuera de todo concurso.
El viaje se realizó en aproximadamente una hora y media, la conversación sólo iba dirigida por el monarca a su hijo y de vuelta, sin embargo, la de ojos sangría prefirió guardar silencio y más cuando la caricia incesante en su mano por parte del pulgar de "su esposo" la tenía pensativa, ese día había sido particularmente confuso, por fin había conocido a "su cuñada" y no le había sido del todo indiferente, era bella y orgullosa, pero por sobre todo tenía un genio de los mil demonios, muy diferente a lo gentil que era Arashi, extraño era saber que una sola persona podía tener rostros tan distintos. 
Al llegar descendieron del carruaje, primero el rey, luego su hijo quien caballerosamente ayudó a bajar a su esposa. 
―Bienvenidos sean sus majestades― una mujer con vestidos elegantes los recibió en la entrada la cual costaba por dos columnas muy altas hechas en madera, en la punta de cada una, una lámpara de aceite que ayudaba a ponerle un poco de luz al camino, al ingresar por este admiraron la pequeña estructura que habían creado en una semana, todo el lugar estaba encerrado por una valla circular hecha también en madera, en el centro algunas mesas largas llenas de comida donde se encontraba gran parte de la corte disfrutando de alimentos y bebidas. 
Los tronos habían sido dispuestos en la cercanía de la montaña, las reliquias familiares reposaban en dos montículos de rocas en medio, siendo admiradas por todos los invitados, una espada de plata adornada con zafiros y rubíes de la familia Fujino y un hermoso arco de plata negra con hilos dorados de los Kruger. 
Los Kruger saludaban a los miembros de la corte que desfilaban uno a uno frente a sus tronos, Shizuru forzaba en su máscara una sonrisa ensayada para cada momento, para cada palabra, sin embargo, fue cambiada a un gesto pétreo al notar la presencia de su primo Nagi, quien extendía una venia educada a "su esposo" y le sonreía a ella con esa macabra mueca que le hacía temblar de miedo. 
―Alteza, es un placer volver a verla― el albino se acercó sin previo aviso tomando su mano para darle un beso demasiado baboso sobre el envés de su mano. 
―Primo Nagi, es agradable volver a tener tu compañía― Ironía tenían sus palabras, pero en su faz aquella sonrisa que tanto encandilaba a las multitudes. 
―Es una pena no haber podido asistir a tu compromiso, según entiendo, tu esposo es muy "popular"― el de cabellos blancos sonrió de forma ladina al tiempo que le señalaba a Shizuru el trono contiguo donde se encontraba Arashi muy sonriente con una de las cortesanas. 
―Es una lástima que la fiesta se hiciera sólo para la familia cercana― las palabras de la castaña le recordaban su procedencia ilegítima, pero no por eso dejaba de sentir molestia al ver interactuar a su esposo con otras mujeres. 
―Me permite esta pieza alteza― la música dio inicio a la celebración, el Conde tomó la oportunidad que tenía ante la princesa sabiéndola incapaz de negarse a un simple baile, y así sucedió, la castaña descendió de su trono con gesto adusto tomando la mano que este le tendía. 
La mirada esmeralda se tornó oscura al notar aquella interacción entre "su esposa" y aquel Conde, mucho más cuando lo vio bajar la mano por la espalda de Shizuru de manera descarada, se levantó de su trono de un salto y llegando en dos zancadas colocó su mano en el hombro del hombre más bajo deteniendo sus movimientos. 
―Me disculpo señor, pero la primera pieza en esta ceremonia se debe realizar entre mi esposa y yo, por tradición― Shizuru quería agradecerle por la intervención, su primo tenía esa mala forma de acosarla todo el tiempo, para nadie era un secreto en su familia que él había pedido su mano años atrás.
―Comprendo las tradiciones alteza, me retiro― el de ojos sangría realizó una venía procurando esconder la molestia que le producía su sola presencia.
―Ara ara, nadie me contó acerca de aquella costumbre familiar― Gesticuló una sonrisa poco visible en el momento en el que su pareja la giró de forma elegante con el ritmo de la música.
―Err…inició la noche de hoy, o acaso interrumpí tu "reunión" familiar― acto seguido su sonrisa se desvaneció ante las palabras de la morena.
―No creo que estés en posición de reclamar― giro su rostro observando las miradas constantes de las mujeres que se hallaban en la pista, unas de odio dirigidas hacia ella, pero las más molestas, las que reflejaban deseo por “su esposo”.
La pelinegra tenso la mandíbula al ser consciente del significado de las palabras de la castaña, lo miraban a “él”, suspiro al tiempo que detenía los movimientos del baile por completo ―Shizuru…― Acercó su rostro a la de ojos sangría cuando logró llamar su atención posando con delicadeza su boca sobre los labios entreabiertos profundizando el beso al tiempo que tomaba su mentón, unos minutos bastaron para que las demás mujeres decidieran posar su mirada en otro lugar y la falta de aire en sus pulmones para que tuvieran que separarse.
Las campanas de la iglesia principal dieron aviso del inicio de la ceremonia de entrega, Natsuki caminaba lentamente hacia el arco que emanaba una energía en forma de luz azul, pero solo ella lo podía ver, sus manos temblaban en el momento en el que extendió los brazos hasta tomar el instrumento, ¿y si fallaba?, no era él y los últimos días habían sido las palabras que más le llenaban los pensamientos, no era su hermano y al tratar de usar aquella arma podría morir si acaso la rechazaba por ese hecho.
Tomó una bocanada de aire, su corazón se aceleraba a cada paso que daba hacia la colina con los montículos sagrados, sus ojos esmeraldas se desviaban con nerviosismo sobre su hombro derecho esperanzada de encontrar la punta de alguna de sus flechas, sin embargo, no había nada, según la historia antigua, ella debía crearla a partir de su propia energía, pero para eso debió tener un entrenamiento y por obvias razones, solo su hermano había podido prepararse para ese momento.
―Maldito Arashi,― musito molesta por la situación en la que se encontraba, cerró los ojos con temor y tomó el mango del arco con la mano izquierda, posó la punta de sus dedos en la cuerda estirándola lentamente hasta sentir que la tensión de la misma cuál filo laceraba su piel, apretó los dientes cuando el dolor se extendió por su brazo, entonces dos gotas de su sangre mancharon los hilos dorados que brillaron al tiempo que se formaba una línea luminiscente de color azul en forma de flecha.
Sus esmeraldas se abrieron con sorpresa al notar que aquella luz provenía de su mano, pero más fue su espanto cuando un ser hecho de fuego azul, como un fatuo en forma de lobo gigante se formó frente a ella, “estoy muerta”, pensó reteniendo un paso atrás, por lo que se mantuvo firme en su lugar. El lobo del cual todo se maravillaron, no solo tenía un tamaño descomunal, era hermoso y majestuoso, rodeó a la heredera como si se preparara para atrapar a su presa, la cual se mantuvo recta y valerosa como debía ser a la vista de los súbditos de los dos reinos aliados, pues de un acto de cobardía más que la vida podría perderse esa noche.
Una voz grave retumbó en sus oídos, más solo ella podría oírlo. ―Natsuki Kruger, hija de Keinji Kruger, te estaba esperando.―
La llamó por su nombre, su corazón se encogió al saberse descubierta, ―¿por qué a mí? no fui la primera.― Imaginaba cómo moriría a manos del Arc Adamante y su flecha invertida, o la colmilluda dentadura del Hati Adamante.
―¿Te refieres al otro? ¿Al que ha rehusado su nombre, a la que debió ser su compañera, y traicionó a su sangre? Tú le abriste camino en el vientre materno, fue tu mano la primera en conocer este mundo, así entonces, siempre fuiste la primera a mis ojos… incluso hoy elegiste en su lugar el camino más difícil por recorrer, el destino ha hablado y tu semilla ha sido aceptada. Yo acepto tu ofrenda y tu valor porque fuiste tú, siempre tú, la poseedora de mi poder. Naciste con la bendición de las diosas; y eres predilecta ante sus ojos― Natsuki pudo ver que los iris azules del lobo miraron de soslayo a una nerviosa Shizuru, quien no paraba de temer por la vida de su amante, sabiendo el secreto que escondían…
―Entonces, ¿no has venido por mi vida?― Reformuló solo para estar segura de que no moriría en la flor de la vida.
―Tu vida me pertenece, Natsuki Kruger… pero aun no es el tiempo de que la tome― Sus colmillos blancos y filosos se mostraron muy cerca del rostro serio y concentrado de la arquera. ―He venido porque me llamaste, ¿que deseas nuevo Arc Adamante?―
―Quiero proteger mi reino, a los míos, a mi padre...― “A Shizuru” no pudo evitar el pensamiento.
―¿Y a la hija de Rød? ¿También la protegerías?―
―¿Hija de...? ―  Rød … la hija de un dragón. ―Shizuru... ― Su mirada se tornó incluso más verde e intensa, para agrado del gran Hati. ―daría mi vida por la de ella― Al parecer hasta el gran Hati de Fukka había sucumbido a la gracia de Shizuru, por lo que Natsuki no sabía si alegrarse o enojarse presa de sus celos.
―Vendrán tiempos difíciles Natsuki Kruger, no vayas a olvidar tus palabras… dispara a la estrella del norte y te serviré lealmente― El espíritu desapareció quedando ella sola frente a la montaña, estiró el arco ya sin el dolor en sus dedos y soltó aquella flecha creada de su energía hacia la dirección que el Hati le dio, donde se perdió creando un círculo brillante en el cielo, como si de fuegos artificiales se tratara.
―Lo has hecho bien― la mano de su padre se posó en su hombro apretándolo levemente, en sus ojos grises se podía vislumbrar esa mirada de orgullo que por primera vez le dedicaba a su hija, pero fue algo que no logro articular al verse rodeado de la corte que felicitaban a su “hijo”. Una bendición que era al mismo tiempo un problema que tendría que enfrentar luego, la hija de Saeko no olvidaba lo que el lobo le dijo, ella fue la primera y nadie tuvo la gentileza de informárselo antes… era su destino poseer todo lo que Arashi tenía, tal vez incluso Shizuru, pero se le había negado ¿Por qué?
Llegó el turno de la princesa de Tsu, los nobles volvieron a ocupar en silencio sus posiciones admirando la belleza que esa noche despedía la castaña, quien lucía portentosa con una armadura corsé de color plata con hombreras de platino en las que se su escudo familiar relucía en bordes dorados, enfundada en un vestido de lino rojo bajo la protección de metal, caminó despacio hasta las rocas que sostenían aquella espada que solo había podido admirar en su castillo cuando su padre le relataba aquellas fantásticas historias donde su reliquia familiar le había salvado la vida muchas veces en medio de la batallas. La espada estaba incrustada en la piedra y solo se desprendería en la presencia de un digno heredero.
Entrelazo los dedos de sus manos con nerviosismo rogándole a los dioses por ser digna, aspiró el aire suficiente para llenar sus pulmones y luego exhaló con suavidad, estiro su brazo derecho colocando la mano sobre el asa cerrando sus dedos con fuerza para levantar la espada, entonces sintió un leve ardor provenir de su mano, de la empuñadura, habían salido dos pequeñas agujas que como colmillos se habían insertado en su dedo anular y su pulgar extrayéndole unas gotas de sangre, el líquido rojizo se deslizo por las líneas de la hoja hasta llegar a la punta que brilló intensamente, letras arcanas brillaron en la hoja, “Kvinne Rød”, así mismo el zafiro azul en el pomo de la espada se tornó tan rojo como los ojos de su poseedora, y de la misma una chispa dio origen a un fuego tan intenso que dio origen a la forma serpentina de un dragón alargado que rodeó a la joven heredera logrando hacer varios aros que flameaban alrededor de su cuerpo, sin quemarla, pero tan mortales como para cerrarse en cualquier momento.
La multitud contuvo el aliento, igual que cuando el Hati pareció más una amenaza para el príncipe que un aliado.
―¿Porque tiemblas Shizuru Fujino hija de Akihiro?― Musitó la cabeza draconiana hecha por completo de un fuego perenne y los ojos, del primero, tan escarlatas como los de todos los hijos de Rød.
―No deseo otra cosa que ser digna― Afirmó intentando mantener la serenidad, superando la flaqueza propia de la idea detrás de la muerte.
―Has sido elegida por el poder que recorre tus venas, no debes temer… eres digna de mí― La voz si es que era posible, se tornó gentil como la que sería de una madre, más para Shizuru el sentimiento no era conocido y no sabía que pensar. ―¿Cuál es tu ofrenda pequeña?―
―Te doy mi corazón como ofrenda― Murmuró sin dilación.
―No puedes darme lo que no te pertenece, ningún hombre o doncella puede entregar lo que los dioses han destinado a otro legado, dame entonces la herencia de la sangre que crece y vive en tu carne― Pese al grandioso significado de la voz hechicera de la que descubrió era un dragón hembra, no pudo entender ¿A qué se refería? ―Y que su nombre sea un día… Shura, cuando el fuego azul y la flama de sangre sean una. Hasta entonces serás mi nueva Kvinne Rød― Pudo sentir a la criatura de fuego seguir girando en torno a ella, hasta que la cabeza se posó tan cerca de su oído y aunque reposó sobre su hombrera, el fuego no le hizo daño, al contrario… era revitalizante. ―Duros tiempos se avecinan, la sombra oscura ya viene, cuida del nuevo colmillo de Hati, ella será fuerte como su corazón lo sea y de ello, tú serás responsable… mi pequeña―
El eco de la voz se dispersó en todas direcciones, dejando tras de sí la calidez que supondría un contacto amoroso en su hombro. Pudo ver como el arma se adaptaba a ella, pasando de una espada mandoble del peso adecuado para un rey como Akihiro y tornándose en una lanza de una sola punta tremendamente estilizada, y con hermosas vertebras retractiles que solo ella pudo notar.
Al principio la multitud pareció impresionada por la adaptabilidad del arma, luego los nobles estuvieron decepcionados por la pérdida de tamaño del tesoro de la casa Fujino, cosa que Nagi Dai Artai celebraba, elevando algunos murmullos desagradables como “¿es eso un mondadientes?” mientras encendía un puro para celebrar el descalabro de los dioses, un signo irrefutable de que él debería reinar.
Natsuki por su parte estuvo tentada a romperle la cara al desgraciado y su rostro no escondía su disgusto, apenas la mano de su padre en su hombro le mantuvo lo suficientemente consciente de la problemática que eso ocasionaría.
Shizuru observó las miradas desaprobatorias, fundamentalmente la de su madre quien para su sorpresa estaba oculta entre la multitud bajo una capucha, no lo entendía, ellos estaban demasiado “ocupados” para venir, o tal vez, sabían de la mutación del arma, y del resultado desagradable que tendría lugar.
Se negó a dejarles pensar cosa más absurda. ―El tamaño no lo es todo, subestimar lo mortífera que es la gracia de una daga afilada, siempre es un error… cuando la misma puede atravesar un corazón― Y claramente su preciosa lanza era tanto elegante como peligrosa, con una sonrisa ladina capaz de cautivar a todos los que la observaban se movió hasta el centro de la colina, con toda la ceremonia que requeriría, el sonido de los tambores y la lira atravesando el murmullo y el silencio,  dio inicio a la danza ceremonial de Kvinne, por quien se representaba la gracia de la mujer convertida en la más letal de las serpientes…
El cuerpo agraciado de Shizuru se movió al ritmo de la tonada, formando con intrincados pasos también posturas de combate al ritmo creciente de la melodía; dichas figuras hermosas con su cuerpo en las que solo una de sus manos sostenía sin ninguna dificultad la lanza y la acomodaba de acuerdo a la necesidad como si de un ornamento se tratara, hacía de la danza uno de los espectáculos más hermosos que alguien hubiera visto jamás y basta decir que la joven colmillo estaba embelesada, sus ojos no podían desprenderse de la figura de la doncella que amaba y anhelada una vez más en la intimidad, ante una contemplación tan provocadora. Pues sería no menos que cautivadora la mortal criatura cuyo embrujo es la perfecta distracción antes de la cacería… por un momento sus ojos se desconectaron y fue tiempo suficiente para la cordura. Una punzada de dolor en el pecho, en memoria de las nebulosas circunstancias apagaron el brillo esmeralda, “es mi deber” resonaba en sus recuerdos con la voz de la hermosa castaña, por lo que Natsuki volvió a la pétrea expresión que cualquier sentir ocultaba.
Se ahogaba en sus sentimientos, detestando la fragilidad de su traicionero corazón, una distracción que no le permitió actuar a tiempo cuando un grupo de arqueros dispersos entre la gente, para espanto de la multitud, se levantaba con ballestas listas y cargadas de un par de flechas encendidas, entre ellos la mismísima Reina Izumi quien se desprendió de su capa y levantó la mano, ordenando el ataque sobre su propia progenie. Natsuki se puso entre Shizuru y las flechas de mil amores, más que solo por su promesa al Hati, pero el agarre de su padre la detuvo apenas el tiempo suficiente para que no matara a los arqueros, como si éste conociera de antemano el hecho. La morena lo golpeó por puro reflejo y se apresuró a llegar corriendo con Shizuru cuando ya algunas flechas descendían de lo alto cortando la noche.
La castaña sonrió ante la llegada de su amante, quien sin siquiera saber cómo, abrió el cuerpo el Arc Adamante en dos, formando en la abertura un escudo hecho de la hermosa flama azul que recordaba haber visto en el Hati sagrado y que ponía sobre sus cabezas para impedir el impacto de las flechas. Un instante precioso que atesoraría luego, pues claramente este era su momento de brillar, por más que la valentía de Natsuki fuera un acto por demás enternecedor a los ojos escarlatas.
Shizuru no perdió la calma y de hecho continuó la danza fuera de la seguridad prodigada por el ‘príncipe’, y evadiendo en medio de sus movimientos las flechas que caían, con la misma elegancia que lo hizo al inicio de su baile.
―Shizuru― Gritó Natsuki, más que preocupada y comprendiendo que mientras la castaña se moviera así sería imposible abrigarla del ataque, por más que incrementara el tamaño de la flama que las cobijaba.
Una segunda oleada de disparos llenó el cielo e incendió la noche, eran mil o eso le pareció a la gente, cuyos gritos rompieron el silencio aterrorizados por la idea de la muerte de la heredera de Tsu, siendo tan bella e inminente su perdida. Nagi quien conocía el entramado de la ceremonia disfrutaba desde su palco las peripecias que su prima ejecutaba con la simple idea de sobrevivir.
La lluvia de fuego se precipitó sobre ella, pero Shizuru no temió un solo momento, tan solo aceleró el movimiento de su cuerpo y sus manos mientras los tambores retumbaban con tal fuerza en el clímax de lo que comprendió era su verdadera prueba para mostrarse como la digna heredera que era. Lo quisiese o no, ser subestimada era un lujo que no podría darse, así que abrió sus parpados y en sus iris se reflejó el fuego de Rød, así el filo de su lanza se desprendió como si fuera una tremendamente larga espina cuyas vertebras eran filosas en extremo, agitó su muñeca con precisión y la fuerza indomable de su espíritu formando un movimiento tras otro, dando lugar una espiral en derredor de ella y de su esposo, los infinitos filos resultantes cortaron la lluvia de fuego sin que una sola de ellas lograra atravesar le ingeniosa barrera.
Los ojos de la multitud contemplaron al precioso demonio de las mil cuchillas, cuyos ojos provistos del fuego mortal del antiguo dragón Rød pudieron destrozar las 1111 púas del Espín de Thrak, pues eso representaba la ceremonia que tuvo lugar… una leyenda del pueblo de Tsu.
Gotas de sudor bajaron por su barbilla, mientras sus respiros largos recuperaban el aliento lo más discretamente posible. Los iris escarlatas se posaron sobre los de los dos miembros de su familia, sonrió triunfal para Nagi cuando su puro cayó al suelo partido a la mitad… era una pequeña retribución personal que le recordaba al Conde, cuan peligrosa era; y a su madre, la que por lo que pareció un instante demasiado corto, le miraba con orgullo y admiración, pero pronto fue reemplazado por presunción, propia o ajena, en realidad no lo supo, eso era más propio de Izumi. Los aplausos no tardaron en llegar a sus oídos, los vítores de lo que los futuros reyes podían hacer, era motivo de alegría pues esperaban una gran estabilidad. No había muchos reinos de los cuales los monarcas contarán con dos tesoros para defenderse.
―Es claro que no necesitaste un escolta nunca― La voz grave de Natsuki se escuchó a su espalda, cerró el arco y con él la flama se extinguió, volviendo el tesoro a su estado natural, en su espalda.
―Aun así, es interesante saber que serías capaz de ponerte entre mil flechas y yo.― Retrajo su lanza.
―Siempre te protegeré― sonrió de forma coqueta al tiempo que caminaba al lado de la castaña rozando suavemente su mano en el envés de la de “su esposa” ―estaba pensando… no creo que nos necesiten más por hoy― los ojos verdes recorrieron el lugar notando lo mucho que la gente estaba concentrada en el gran banquete.
―¿Me estas proponiendo huir?― la sonrisa ladina se combinó con sus ojos más rojizos de lo usual. ―No sé si debamos, además, tengo hambre, Nat-su-ki― ese tono bastó para sonrojar a la morena lo que amplió la sonrisa en los labios de la Fujino.
―Ya tengo los suministros suficientes en Kanto…― desvió la mirada hacia la mesa.
―Ara ara...Natsuki ya lo tenía planeado― 
―Si quieres te dejo para que atiendas tu sola los asuntos de la nobleza― la morena se adelantó unos pasos de su acompañante.
―Oh no, no, no.…ve tu primero, yo te sigo― la castaña negó al ver el tumulto que se armaba cerca del Rey, espero a que Natsuki desapareciera muy cerca de la tienda que le habían asignado para luego caminar a paso raudo por el mismo sendero con una sonrisa en sus labios, esa noche solo seria para ellas.



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1 comentario:

  1. Excelentes capitulos y como siempre con ganas de más. Espero pronto puedas publicar. Gracias por continuar con la historia y compartirla con nosotras.

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