Disculpen el retraso, pero en casa solo tenemos un
PC y somos dos escritoras, necesitaba darle espacio a mi mujer para que
escribiera a sus anchas, aun cuando la vi solo jugar todo el día xD, en fin, al
menos escribió unas líneas.
CAPÍTULO 11 CEREMONIA
Esa noche en la que
se llevaría a cabo la ceremonia de las reliquias familiares era la más esperada
por la corte de Fuuka, familias prestantes esperaban aquel momento en el que el
heredero de los Kruger se alzará con el arma destinada a la protección de su
nación, un formalismo, pues hacía ya muchos inviernos que no tenían una guerra
que necesitará del uso de tal artefacto.
Cómo solicitud extra,
se combinó que además de la ceremonia de los Kruger, se llevará a cabo la de
los Fujino, pues al ser pareja, cumplían a cabalidad con las tradiciones
familiares de cada uno de sus reinos, sin embargo, por motivos de la premura,
no había sido posible la asistencia de los padres de la Heredera de Tsu, por lo
que es su representación se encontraba el Duque Nagi Dai Artai, primo en primer
grado de Shizuru.
Las carrozas del
reino entero fueron puestas al servicio del rey Kruger con el fin de movilizar
a su corte, además de una buena parte de su ejército a órdenes del General
Yuuichi, las últimas en partir serían precisamente las del Monarca y su hijo en
compañía de su esposa, el primero ya se hallaba impaciente por la llegada de
Arashi y su nuera, tamborileaba los dedos en la ventanilla y giraba de vez en
vez el rostro hacia la puerta del castillo esperando verlos salir, respiro con
un poco de alivio al observar a la señorita Fujino descender por los escalones
hasta llegar a su carroza, la vio subir ayudada por la mano del fiel guardia
Okuzaki.
―Buenas tardes, su
majestad― la peliocre lo saludó mientras se acomodaba en la silla de enfrente
del vehículo.
―No es necesario
tanto formalismo Shizuru, ahora somos familia, por favor llame solo por mi
nombre― el pelinegro le sonrió con mucha amabilidad.
―Sólo cuando estemos
a solas Keinji, no quisiera ser imprudente frente a los súbditos, quienes
podrían verlo como un insulto a su nación― se sintió extraña al llamarlo por su
nombre, pero con los días ese hombre había sido por demás muy amable y
cercano.
―Buenas noches padre…―
ninguno había notado que ya no estaban solos en la carroza, en la puerta,
apunto de subir, estaba "Arashi" enfundado en sus ropas de gala,
semejantes a los atuendos del primer baile, salvo porque era de un color azul y
ahora ostentaba una fracción de armadura que apoyaría su labor de arquería esa
noche.
―Mi princesa…―
"el pelinegro" se acomodó al lado de "su esposa" al tiempo
que tomaba una de sus manos y la besaba con tal ternura que sonrojo a la
castaña al saberse observada por su suegro, pero no lo dejó solo ahí, se
inclinó hacia ella hasta rozar su boca en los labios temblorosos prodigándole
un sutil beso que había ansiado en todo el día, pero que duró poco por cuenta
de una leve interrupción.
―¿Pudiste terminar tu
preparación hijo?― cortó adrede el padre incómodo ante tal muestra de afecto
entre las amantes.
―Así es padre y creo
que me ha sido de mucha utilidad, es imperioso que cumpla hoy con la tradición,
no sería bueno fallarle al espíritu de la montaña― Giró su rostro con una leve
sonrisa al ser testigo de las mejillas ruborizadas de la castaña.
―Esta noche tendremos
el privilegio de contar con la ceremonia de tu esposa, ya las reliquias han
sido llevadas hacia el lugar donde se llevará a cabo, a las afueras de Fuuka―
Comentó el padre mientras golpeaba con su mano el techo del vehículo
indicándole al cochero que ya podían ponerse en marcha.
―Tu primo el Duque
Dai Artai ha venido como representante, ya que al no poder contar con la
asistencia de tus padres― le informó a su nuera quien no pudo evitar una
expresión de desagrado que supo esconder con el envés de su mano, ella sabía
bien los deseos que él tenía por ser el monarca de Tsu, aun cuando su
procedencia como hijo bastardo de su tío Kenozuke lo dejaba fuera de todo
concurso.
El viaje se realizó
en aproximadamente una hora y media, la conversación sólo iba dirigida por el
monarca a su hijo y de vuelta, sin embargo, la de ojos sangría prefirió guardar
silencio y más cuando la caricia incesante en su mano por parte del pulgar de
"su esposo" la tenía pensativa, ese día había sido particularmente
confuso, por fin había conocido a "su cuñada" y no le había sido del
todo indiferente, era bella y orgullosa, pero por sobre todo tenía un genio de
los mil demonios, muy diferente a lo gentil que era Arashi, extraño era saber
que una sola persona podía tener rostros tan distintos.
Al llegar
descendieron del carruaje, primero el rey, luego su hijo quien caballerosamente
ayudó a bajar a su esposa.
―Bienvenidos sean sus
majestades― una mujer con vestidos elegantes los recibió en la entrada la cual
costaba por dos columnas muy altas hechas en madera, en la punta de cada una,
una lámpara de aceite que ayudaba a ponerle un poco de luz al camino, al
ingresar por este admiraron la pequeña estructura que habían creado en una
semana, todo el lugar estaba encerrado por una valla circular hecha también en
madera, en el centro algunas mesas largas llenas de comida donde se encontraba
gran parte de la corte disfrutando de alimentos y bebidas.
Los tronos habían
sido dispuestos en la cercanía de la montaña, las reliquias familiares
reposaban en dos montículos de rocas en medio, siendo admiradas por todos los
invitados, una espada de plata adornada con zafiros y rubíes de la familia
Fujino y un hermoso arco de plata negra con hilos dorados de los Kruger.
Los Kruger saludaban
a los miembros de la corte que desfilaban uno a uno frente a sus tronos,
Shizuru forzaba en su máscara una sonrisa ensayada para cada momento, para cada
palabra, sin embargo, fue cambiada a un gesto pétreo al notar la presencia de
su primo Nagi, quien extendía una venia educada a "su esposo" y le
sonreía a ella con esa macabra mueca que le hacía temblar de miedo.
―Alteza, es un placer
volver a verla― el albino se acercó sin previo aviso tomando su mano para darle
un beso demasiado baboso sobre el envés de su mano.
―Primo Nagi, es
agradable volver a tener tu compañía― Ironía tenían sus palabras, pero en su
faz aquella sonrisa que tanto encandilaba a las multitudes.
―Es una pena no haber
podido asistir a tu compromiso, según entiendo, tu esposo es muy
"popular"― el de cabellos blancos sonrió de forma ladina al tiempo
que le señalaba a Shizuru el trono contiguo donde se encontraba Arashi muy
sonriente con una de las cortesanas.
―Es una lástima que
la fiesta se hiciera sólo para la familia cercana― las palabras
de la castaña le recordaban su procedencia ilegítima, pero no por eso dejaba de
sentir molestia al ver interactuar a su esposo con otras mujeres.
―Me permite esta
pieza alteza― la música dio inicio a la celebración, el Conde tomó la
oportunidad que tenía ante la princesa sabiéndola incapaz de negarse a un
simple baile, y así sucedió, la castaña descendió de su trono con gesto adusto
tomando la mano que este le tendía.
La mirada esmeralda
se tornó oscura al notar aquella interacción entre "su esposa" y
aquel Conde, mucho más cuando lo vio bajar la mano por la espalda de Shizuru de
manera descarada, se levantó de su trono de un salto y llegando en dos zancadas
colocó su mano en el hombro del hombre más bajo deteniendo sus
movimientos.
―Me disculpo señor,
pero la primera pieza en esta ceremonia se debe realizar entre mi esposa y yo,
por tradición― Shizuru quería agradecerle por la intervención, su primo tenía
esa mala forma de acosarla todo el tiempo, para nadie era un secreto en su
familia que él había pedido su mano años atrás.
―Comprendo las
tradiciones alteza, me retiro― el de ojos sangría realizó una venía procurando
esconder la molestia que le producía su sola presencia.
―Ara ara, nadie me
contó acerca de aquella costumbre familiar― Gesticuló una sonrisa poco visible
en el momento en el que su pareja la giró de forma elegante con el ritmo de la
música.
―Err…inició la noche
de hoy, o acaso interrumpí tu "reunión" familiar― acto seguido su
sonrisa se desvaneció ante las palabras de la morena.
―No creo que estés en
posición de reclamar― giro su rostro observando las miradas constantes de las
mujeres que se hallaban en la pista, unas de odio dirigidas hacia ella, pero
las más molestas, las que reflejaban deseo por “su esposo”.
La pelinegra tenso la
mandíbula al ser consciente del significado de las palabras de la castaña, lo
miraban a “él”, suspiro al tiempo que detenía los movimientos del baile por
completo ―Shizuru…― Acercó su rostro a la de ojos sangría cuando logró llamar
su atención posando con delicadeza su boca sobre los labios entreabiertos
profundizando el beso al tiempo que tomaba su mentón, unos minutos bastaron
para que las demás mujeres decidieran posar su mirada en otro lugar y la falta
de aire en sus pulmones para que tuvieran que separarse.
Las campanas de la
iglesia principal dieron aviso del inicio de la ceremonia de entrega, Natsuki
caminaba lentamente hacia el arco que emanaba una energía en forma de luz azul,
pero solo ella lo podía ver, sus manos temblaban en el momento en el que
extendió los brazos hasta tomar el instrumento, ¿y si fallaba?, no era él y los
últimos días habían sido las palabras que más le llenaban los pensamientos, no
era su hermano y al tratar de usar aquella arma podría morir si acaso la
rechazaba por ese hecho.
Tomó una bocanada de
aire, su corazón se aceleraba a cada paso que daba hacia la colina con los
montículos sagrados, sus ojos esmeraldas se desviaban con nerviosismo sobre su
hombro derecho esperanzada de encontrar la punta de alguna de sus flechas, sin
embargo, no había nada, según la historia antigua, ella debía crearla a partir
de su propia energía, pero para eso debió tener un entrenamiento y por obvias
razones, solo su hermano había podido prepararse para ese momento.
―Maldito Arashi,―
musito molesta por la situación en la que se encontraba, cerró los ojos con
temor y tomó el mango del arco con la mano izquierda, posó la punta de sus
dedos en la cuerda estirándola lentamente hasta sentir que la tensión de la
misma cuál filo laceraba su piel, apretó los dientes cuando el dolor se
extendió por su brazo, entonces dos gotas de su sangre mancharon los hilos
dorados que brillaron al tiempo que se formaba una línea luminiscente de color
azul en forma de flecha.
Sus esmeraldas se
abrieron con sorpresa al notar que aquella luz provenía de su mano, pero más
fue su espanto cuando un ser hecho de fuego azul, como un fatuo en forma de
lobo gigante se formó frente a ella, “estoy muerta”, pensó reteniendo un
paso atrás, por lo que se mantuvo firme en su lugar. El lobo del cual todo se
maravillaron, no solo tenía un tamaño descomunal, era hermoso y majestuoso,
rodeó a la heredera como si se preparara para atrapar a su presa, la cual se
mantuvo recta y valerosa como debía ser a la vista de los súbditos de los dos
reinos aliados, pues de un acto de cobardía más que la vida podría perderse esa
noche.
Una voz grave retumbó
en sus oídos, más solo ella podría oírlo. ―Natsuki Kruger, hija de Keinji
Kruger, te estaba esperando.―
La llamó por su
nombre, su corazón se encogió al saberse descubierta, ―¿por qué a mí? no fui la
primera.― Imaginaba cómo moriría a manos del Arc Adamante y su
flecha invertida, o la colmilluda dentadura del Hati Adamante.
―¿Te refieres al
otro? ¿Al que ha rehusado su nombre, a la que debió ser su compañera, y
traicionó a su sangre? Tú le abriste camino en el vientre materno, fue tu mano
la primera en conocer este mundo, así entonces, siempre fuiste la primera a mis
ojos… incluso hoy elegiste en su lugar el camino más difícil por recorrer, el
destino ha hablado y tu semilla ha sido aceptada. Yo acepto tu ofrenda y tu
valor porque fuiste tú, siempre tú, la poseedora de mi poder. Naciste con la
bendición de las diosas; y eres predilecta ante sus ojos― Natsuki pudo ver que
los iris azules del lobo miraron de soslayo a una nerviosa Shizuru, quien no
paraba de temer por la vida de su amante, sabiendo el secreto que escondían…
―Entonces, ¿no has
venido por mi vida?― Reformuló solo para estar segura de que no moriría en la
flor de la vida.
―Tu vida me
pertenece, Natsuki Kruger… pero aun no es el tiempo de que la tome― Sus
colmillos blancos y filosos se mostraron muy cerca del rostro serio y
concentrado de la arquera. ―He venido porque me llamaste, ¿que deseas nuevo Arc
Adamante?―
―Quiero proteger mi
reino, a los míos, a mi padre...― “A Shizuru” no pudo evitar el
pensamiento.
―¿Y a la hija de Rød?
¿También la protegerías?―
―¿Hija de...? ―
Rød … la hija de un dragón. ―Shizuru... ― Su mirada se tornó incluso más verde
e intensa, para agrado del gran Hati. ―daría mi vida por la de ella― Al parecer
hasta el gran Hati de Fukka había sucumbido a la gracia de Shizuru, por lo que
Natsuki no sabía si alegrarse o enojarse presa de sus celos.
―Vendrán tiempos
difíciles Natsuki Kruger, no vayas a olvidar tus palabras… dispara a la
estrella del norte y te serviré lealmente― El espíritu desapareció quedando
ella sola frente a la montaña, estiró el arco ya sin el dolor en sus dedos y
soltó aquella flecha creada de su energía hacia la dirección que el Hati le
dio, donde se perdió creando un círculo brillante en el cielo, como si de
fuegos artificiales se tratara.
―Lo has hecho bien―
la mano de su padre se posó en su hombro apretándolo levemente, en sus ojos
grises se podía vislumbrar esa mirada de orgullo que por primera vez le
dedicaba a su hija, pero fue algo que no logro articular al verse rodeado de la
corte que felicitaban a su “hijo”. Una bendición que era al mismo tiempo un
problema que tendría que enfrentar luego, la hija de Saeko no olvidaba lo que
el lobo le dijo, ella fue la primera y nadie tuvo la gentileza de informárselo
antes… era su destino poseer todo lo que Arashi tenía, tal vez incluso Shizuru,
pero se le había negado ¿Por qué?
Llegó el turno de la
princesa de Tsu, los nobles volvieron a ocupar en silencio sus posiciones
admirando la belleza que esa noche despedía la castaña, quien lucía portentosa
con una armadura corsé de color plata con hombreras de platino en las que se su
escudo familiar relucía en bordes dorados, enfundada en un vestido de lino rojo
bajo la protección de metal, caminó despacio hasta las rocas que sostenían
aquella espada que solo había podido admirar en su castillo cuando su padre le
relataba aquellas fantásticas historias donde su reliquia familiar le había
salvado la vida muchas veces en medio de la batallas. La espada estaba
incrustada en la piedra y solo se desprendería en la presencia de un digno
heredero.
Entrelazo los dedos
de sus manos con nerviosismo rogándole a los dioses por ser digna, aspiró el aire
suficiente para llenar sus pulmones y luego exhaló con suavidad, estiro su
brazo derecho colocando la mano sobre el asa cerrando sus dedos con fuerza para
levantar la espada, entonces sintió un leve ardor provenir de su mano, de la
empuñadura, habían salido dos pequeñas agujas que como colmillos se habían
insertado en su dedo anular y su pulgar extrayéndole unas gotas de sangre, el
líquido rojizo se deslizo por las líneas de la hoja hasta llegar a la punta que
brilló intensamente, letras arcanas brillaron en la hoja, “Kvinne Rød”,
así mismo el zafiro azul en el pomo de la espada se tornó tan rojo como los
ojos de su poseedora, y de la misma una chispa dio origen a un fuego tan
intenso que dio origen a la forma serpentina de un dragón alargado que rodeó a
la joven heredera logrando hacer varios aros que flameaban alrededor de su
cuerpo, sin quemarla, pero tan mortales como para cerrarse en cualquier
momento.
La multitud contuvo
el aliento, igual que cuando el Hati pareció más una amenaza para el príncipe que
un aliado.
―¿Porque tiemblas
Shizuru Fujino hija de Akihiro?― Musitó la cabeza draconiana hecha por completo
de un fuego perenne y los ojos, del primero, tan escarlatas como los de todos
los hijos de Rød.
―No deseo otra cosa
que ser digna― Afirmó intentando mantener la serenidad, superando la flaqueza
propia de la idea detrás de la muerte.
―Has sido elegida por
el poder que recorre tus venas, no debes temer… eres digna de mí― La voz si es
que era posible, se tornó gentil como la que sería de una madre, más para
Shizuru el sentimiento no era conocido y no sabía que pensar. ―¿Cuál es tu
ofrenda pequeña?―
―Te doy mi corazón
como ofrenda― Murmuró sin dilación.
―No puedes darme lo
que no te pertenece, ningún hombre o doncella puede entregar lo que los dioses
han destinado a otro legado, dame entonces la herencia de la sangre que crece y
vive en tu carne― Pese al grandioso significado de la voz hechicera de la que
descubrió era un dragón hembra, no pudo entender ¿A qué se refería? ―Y que su
nombre sea un día… Shura, cuando el fuego azul y la flama de
sangre sean una. Hasta entonces serás mi nueva Kvinne Rød― Pudo
sentir a la criatura de fuego seguir girando en torno a ella, hasta que la
cabeza se posó tan cerca de su oído y aunque reposó sobre su hombrera, el fuego
no le hizo daño, al contrario… era revitalizante. ―Duros tiempos se avecinan,
la sombra oscura ya viene, cuida del nuevo colmillo de Hati, ella será fuerte
como su corazón lo sea y de ello, tú serás responsable… mi pequeña―
El eco de la voz se
dispersó en todas direcciones, dejando tras de sí la calidez que supondría un
contacto amoroso en su hombro. Pudo ver como el arma se adaptaba a ella,
pasando de una espada mandoble del peso adecuado para un rey como Akihiro y
tornándose en una lanza de una sola punta tremendamente estilizada, y con
hermosas vertebras retractiles que solo ella pudo notar.
Al principio la
multitud pareció impresionada por la adaptabilidad del arma, luego los nobles
estuvieron decepcionados por la pérdida de tamaño del tesoro de la casa Fujino,
cosa que Nagi Dai Artai celebraba, elevando algunos murmullos desagradables
como “¿es eso un mondadientes?” mientras encendía un puro para
celebrar el descalabro de los dioses, un signo irrefutable de que él debería
reinar.
Natsuki por su parte
estuvo tentada a romperle la cara al desgraciado y su rostro no escondía su
disgusto, apenas la mano de su padre en su hombro le mantuvo lo suficientemente
consciente de la problemática que eso ocasionaría.
Shizuru observó las
miradas desaprobatorias, fundamentalmente la de su madre quien para su sorpresa
estaba oculta entre la multitud bajo una capucha, no lo entendía, ellos estaban
demasiado “ocupados” para venir, o tal vez, sabían de la mutación del arma, y
del resultado desagradable que tendría lugar.
Se negó a dejarles
pensar cosa más absurda. ―El tamaño no lo es todo, subestimar lo mortífera que
es la gracia de una daga afilada, siempre es un error… cuando la misma puede
atravesar un corazón― Y claramente su preciosa lanza era tanto elegante como
peligrosa, con una sonrisa ladina capaz de cautivar a todos los que la
observaban se movió hasta el centro de la colina, con toda la ceremonia que
requeriría, el sonido de los tambores y la lira atravesando el murmullo y el
silencio, dio inicio a la danza ceremonial de Kvinne, por
quien se representaba la gracia de la mujer convertida en la más letal de las
serpientes…
El cuerpo agraciado
de Shizuru se movió al ritmo de la tonada, formando con intrincados pasos
también posturas de combate al ritmo creciente de la melodía; dichas figuras
hermosas con su cuerpo en las que solo una de sus manos sostenía sin ninguna
dificultad la lanza y la acomodaba de acuerdo a la necesidad como si de un
ornamento se tratara, hacía de la danza uno de los espectáculos más hermosos
que alguien hubiera visto jamás y basta decir que la joven colmillo estaba
embelesada, sus ojos no podían desprenderse de la figura de la doncella que
amaba y anhelada una vez más en la intimidad, ante una contemplación tan
provocadora. Pues sería no menos que cautivadora la mortal criatura cuyo
embrujo es la perfecta distracción antes de la cacería… por un momento sus ojos
se desconectaron y fue tiempo suficiente para la cordura. Una punzada de dolor
en el pecho, en memoria de las nebulosas circunstancias apagaron el brillo
esmeralda, “es mi deber” resonaba en sus recuerdos con la voz de
la hermosa castaña, por lo que Natsuki volvió a la pétrea expresión que
cualquier sentir ocultaba.
Se ahogaba en sus
sentimientos, detestando la fragilidad de su traicionero corazón, una
distracción que no le permitió actuar a tiempo cuando un grupo de arqueros
dispersos entre la gente, para espanto de la multitud, se levantaba con
ballestas listas y cargadas de un par de flechas encendidas, entre ellos la
mismísima Reina Izumi quien se desprendió de su capa y levantó la mano,
ordenando el ataque sobre su propia progenie. Natsuki se puso entre Shizuru y
las flechas de mil amores, más que solo por su promesa al Hati, pero el agarre
de su padre la detuvo apenas el tiempo suficiente para que no matara a los
arqueros, como si éste conociera de antemano el hecho. La morena lo golpeó por
puro reflejo y se apresuró a llegar corriendo con Shizuru cuando ya algunas
flechas descendían de lo alto cortando la noche.
La castaña sonrió
ante la llegada de su amante, quien sin siquiera saber cómo, abrió el cuerpo el
Arc Adamante en dos, formando en la abertura un escudo hecho de la hermosa
flama azul que recordaba haber visto en el Hati sagrado y que ponía sobre sus
cabezas para impedir el impacto de las flechas. Un instante precioso que
atesoraría luego, pues claramente este era su momento de brillar, por más que
la valentía de Natsuki fuera un acto por demás enternecedor a los ojos
escarlatas.
Shizuru no perdió la
calma y de hecho continuó la danza fuera de la seguridad prodigada por el
‘príncipe’, y evadiendo en medio de sus movimientos las flechas que caían, con
la misma elegancia que lo hizo al inicio de su baile.
―Shizuru― Gritó
Natsuki, más que preocupada y comprendiendo que mientras la castaña se moviera
así sería imposible abrigarla del ataque, por más que incrementara el tamaño de
la flama que las cobijaba.
Una segunda oleada de
disparos llenó el cielo e incendió la noche, eran mil o eso le pareció a la
gente, cuyos gritos rompieron el silencio aterrorizados por la idea de la
muerte de la heredera de Tsu, siendo tan bella e inminente su perdida. Nagi
quien conocía el entramado de la ceremonia disfrutaba desde su palco las
peripecias que su prima ejecutaba con la simple idea de sobrevivir.
La lluvia de fuego se
precipitó sobre ella, pero Shizuru no temió un solo momento, tan solo aceleró
el movimiento de su cuerpo y sus manos mientras los tambores retumbaban con tal
fuerza en el clímax de lo que comprendió era su verdadera prueba para mostrarse
como la digna heredera que era. Lo quisiese o no, ser subestimada era un lujo
que no podría darse, así que abrió sus parpados y en sus iris se reflejó el
fuego de Rød, así el filo de su lanza se desprendió como si fuera una
tremendamente larga espina cuyas vertebras eran filosas en extremo, agitó su
muñeca con precisión y la fuerza indomable de su espíritu formando un
movimiento tras otro, dando lugar una espiral en derredor de ella y de su
esposo, los infinitos filos resultantes cortaron la lluvia de fuego sin que una
sola de ellas lograra atravesar le ingeniosa barrera.
Los ojos de la
multitud contemplaron al precioso demonio de las mil cuchillas, cuyos ojos
provistos del fuego mortal del antiguo dragón Rød pudieron destrozar las 1111
púas del Espín de Thrak, pues eso representaba la ceremonia que tuvo lugar… una
leyenda del pueblo de Tsu.
Gotas de sudor
bajaron por su barbilla, mientras sus respiros largos recuperaban el aliento lo
más discretamente posible. Los iris escarlatas se posaron sobre los de los dos
miembros de su familia, sonrió triunfal para Nagi cuando su puro cayó al suelo
partido a la mitad… era una pequeña retribución personal que le recordaba al
Conde, cuan peligrosa era; y a su madre, la que por lo que pareció un instante
demasiado corto, le miraba con orgullo y admiración, pero pronto fue
reemplazado por presunción, propia o ajena, en realidad no lo supo, eso era más
propio de Izumi. Los aplausos no tardaron en llegar a sus oídos, los vítores de
lo que los futuros reyes podían hacer, era motivo de alegría pues esperaban una
gran estabilidad. No había muchos reinos de los cuales los monarcas contarán
con dos tesoros para defenderse.
―Es claro que no
necesitaste un escolta nunca― La voz grave de Natsuki se escuchó a su espalda,
cerró el arco y con él la flama se extinguió, volviendo el tesoro a su estado
natural, en su espalda.
―Aun así, es
interesante saber que serías capaz de ponerte entre mil flechas y yo.― Retrajo
su lanza.
―Siempre te
protegeré― sonrió de forma coqueta al tiempo que caminaba al lado de la castaña
rozando suavemente su mano en el envés de la de “su esposa” ―estaba pensando…
no creo que nos necesiten más por hoy― los ojos verdes recorrieron el lugar
notando lo mucho que la gente estaba concentrada en el gran banquete.
―¿Me estas
proponiendo huir?― la sonrisa ladina se combinó con sus ojos más rojizos de lo
usual. ―No sé si debamos, además, tengo hambre, Nat-su-ki― ese tono bastó para
sonrojar a la morena lo que amplió la sonrisa en los labios de la Fujino.
―Ya tengo los
suministros suficientes en Kanto…― desvió la mirada hacia la mesa.
―Ara ara...Natsuki ya
lo tenía planeado―
―Si quieres te dejo
para que atiendas tu sola los asuntos de la nobleza― la morena se adelantó unos
pasos de su acompañante.
―Oh no, no, no.…ve tu
primero, yo te sigo― la castaña negó al ver el tumulto que se armaba cerca del
Rey, espero a que Natsuki desapareciera muy cerca de la tienda que le habían
asignado para luego caminar a paso raudo por el mismo sendero con una sonrisa
en sus labios, esa noche solo seria para ellas.
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Excelentes capitulos y como siempre con ganas de más. Espero pronto puedas publicar. Gracias por continuar con la historia y compartirla con nosotras.
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