Buen día a todos aquellos que están siguiendo esta historia, les
agradezco por su compromiso y por cada uno de sus comentarios, este capítulo es
el que tanto ¿esperaban? No sé, ojalá les guste, porque tuve algo de ayuda xD
¡Feliz año!
Que tengan un gran fin de año y que este que viene sea mucho mejor
Capítulo 9 CELOS
En horas de la mañana la pelinegra se
encontraba discutiendo en una reunión privada con su padre y el general.
―La condesa Yuuki Solicita audiencia
con usted, alteza―El rubio se hallaba de pie frente al trono del príncipe que
por ahora ocupaba la pelinegra.
―Bien sabes que no puedo hablar con
ella, ¡por los dioses!, ¡me descubrirá de inmediato!, esa mujer conoce a la
perfección a mi hermano, Yuichi― la morena detestaba a esa pelirroja, más
cuando en varias oportunidades había sido humillada por alguna broma pesada o
algún comentario mordaz de su parte.
―De alguna manera tiene que
tranquilizarla, no sabemos qué habría pasado si hubiese tenido más oportunidad
de hablar con la Princesa.― El general no quitaba el dedo del renglón.
―Ella comprende a cabalidad las
debilidades de las que sufren los hombres de la nobleza― La pelinegra miró de
soslayo a su padre quien tragó en seco al sentirse acusado por aquellas
palabras.
―En un matrimonio tan reciente podría
ser algo que la haga dudar de la decisión que ha tomado, no podemos darnos ese
lujo Natsuki, dependemos de que esta paz sea duradera― El monarca se recompuso
y la observó con evidente preocupación.
―No me importa quién sea esa mujer para
Arashi, voy a conceder el reunirme con ella, pero les dejó en claro que mi
propósito no es el de continuar con esa relación sino terminarla― La princesa
se levantó del trono con Akira siguiéndola.
―Le parece bien que la cita se haga en
la tarde ¿alteza?― El rubio se giró observando cómo salía del recinto al tiempo
que le respondía con un gruñido ―supongo que eso fue un si―.
La de cabellos cobaltos salió hecha una
furia, pero más preocupada de que la mujerzuela esa la descubriera, aun se
preguntaba cómo era que su amiga Mai había caído en los enredos de su hermano,
y hablando de la susodicha, la encontró departiendo de lo más animada con la
Duquesa Wong, la prima de Shizuru.
―Alteza― la de ojos magma se inclinó al
verla llegar.
―Kruger, por fin te dejas ver― Por su
lado la pelirroja la abrazo muy efusiva rompiendo todos los protocolos,
ganándose el escrutinio de la joven doncella de Shizuru.
―Disculpe, Lady Wong, Mai y yo nos
conocemos desde que éramos muy pequeños por lo que a veces olvida la etiqueta―
La pelinegra disculpó los terribles modales de su amiga al ver el asombro en el
rostro de la más joven y su mirada de suspicacia.
―Ah sí, Nina olvidé contarte que hace
algunos años estuve viviendo en este castillo, fue así como conocí al príncipe
y a su hermana, es una lástima que aún no la hayas conocido― la de ojos
lila se reía divertida mientras posaba la mano enguantada en el hombro del
“príncipe”.
―Ara, ara, es extraño verte rodeado por
tantas mujeres esposo mío― La presencia de la castaña no había sido advertida
por ninguno de los allí reunidos, sin embargo, la Condesa tragó en seco al
sentir aquellos ojos asesinos sobre su cabeza y apartando la mano de inmediato
de su amiga, quien se tensó al oír aquel acento tan característico.
―Shizuru, te presento a una amiga muy
cercana, su nombre es Mai Tokiha, Condesa de la provincia de Seik― La de ojos
verdes sonreía nerviosa ante la expresión pétrea de la Fujino.
―Alteza, es un gusto conocerla―
La aludida se inclinó ahora sí con educación.
―El gusto es mío Lady Tokiha “ahora
que lo veo Arashi tiene más “amigas” que amigos” ―Disculpen si se los robo unos
minutos― tomando del brazo a “su esposo” salieron de la habitación para tener
un momento de privacidad.
―Perdona que no te haya podido ver
desde temprano Shizuru, tuve una reunión con mi padre― La pelinegra se rascaba
la cabeza al notar la seriedad de su compañía.
―No es necesario que me expliques,
entiendo cuáles son tus tareas como príncipe― la castaña posó en sus labios
aquella sonrisa que solo le mostrará a Natsuki. ―En este momento debo partir a
un compromiso de la corte con Nina, pero quisiera saber si dispones de tiempo
en la tarde para hablar con más tranquilidad―
―Lo lamento, ya ocupé esas horas en una
tarea que no puede posponerse, sin embargo, podremos hablar en la noche, si
bien te parece― La de ojos verdes recordó la reunión que tendría con Nao, y
aunque deseaba no asistir, le parecía que debía tomar al toro por los cuernos.
―Entiendo, en la noche se hará
entonces, Nina me espera en el carruaje― La de ojos carmesí se despidió con un
tenue beso en la mejilla de la morena, pero reprimiendo los deseos de probar
nuevamente aquellos labios.
Por su parte la Kruger se quedó
observándola alejarse por el pasillo con el corazón acelerado, suspiro
girándose para regresar al salón donde la pelirroja la esperaba con esa sonrisa
picaresca que a veces usaba para burlarse de ella.
―Parece que tu mujer te tiene el collar
muy apretado―
―Deja de decir tantas tonterías― Quería
replicar que no era sumujer, pero el lugar no era el adecuado ―¿de qué
collar estás hablando?, ¿acaso me estas llamando perro?― Sus ojos verdes
brillaron enojados.
―¡No! como se te ocurre...― La condesa
dio un paso atrás esperando alejarse lo suficiente ―Tal vez lobito―
Previniendo alguna contraofensiva salvaje de la morena Mai arrancó a correr,
pero fue atrapada por la rápida princesa quien sin mediar palabra la sujetó por
la cintura para que no pudiera huir.
―¡Retráctate!― Grito sonrojada la de cabellos cobaltos mientras que Mai
solo atinaba a reír por la expresión avergonzada de su amiga.
―Cof...cof…― La de ojos magma las veía desde la entrada del salón con el
ceño fruncido ―Disculpen si “los” interrumpo, olvide unos documentos― Caminando
hasta la mesa principal tomo los papeles que había dejado abandonados hasta
hace unos momentos, pero cuando ya se encaminaba a la salida fue detenida por
la mano del príncipe.
―Te pido por favor no confundas lo que acabas de ver, mucho menos que se
lo cuentes a Shizuru― Los ojos verdes la veían suplicantes.
―Quiero que me escuche bien Kruger― la Duquesa tomo al príncipe por la
solapa de su chaqueta quedando muy cerca de su rostro ―Shizuru tiene muchos más
pretendientes que podrían darle el respeto que le está negando, aun cuando el
matrimonio se halla consumado no significa que yo permita que le vea la cara
como si se tratara de cualquier mujer, sepa que le estaré vigilando de cerca,
si le llega a romper el corazón a mi prima, hare hasta lo imposible para
alejarla de usted― dicho esto último soltó las ropas de la pelinegra ―Si me
disculpa, alteza, Mai― se inclinó levemente ante ambas mujeres que se veían
sorprendidas al verla salir por la puerta.
―¡Uf! Vaya que te tienen de las bolas lobito― La Condesa no pudo reprimir
una sonora carcajada ante lo que acababa de presenciar, jamás había visto el
lado oscuro de Nina en lo poco que la conocía.
―Déjame en paz Mai, ¡esto es culpa tuya!― La morena salió al pasillo con
más enojo acumulado encima, apenas el día estaba comenzando y no de la mejor
manera para ella, súmenle la reunión con la concubina de Arashi y esa sería la
cereza del pastel.
Pasadas unas horas en las que se encontraba rodeada de papeles
concernientes al manejo de las arcas reales, Natsuki observaba con preocupación
cómo se acercaba la inminente reunión con la Condesa de la
Fére, ni siquiera había meditado bien en las palabras que le diría, sobre todo
considerando que su hermano era un experto seductor, cosa que a ella poco se le
daba, sus pensamientos fueron interrumpidos por unos suaves toques en la puerta
del despacho que ocupara antes su padre quien había tenido que salir esa tarde
del castillo.
―Quien sea, retírese, no estoy de humor para hablar con nadie―
―Mi señor, su invitada acaba de arribar al castillo― la voz de la
Okuzaki se escuchó desde el otro lado de la puerta, la pelinegra se levantó de
la silla hasta posar la mano en el pomo de la puerta, suspiro sin las mínimas
ganas de salir, pero, con la firme convicción de terminar ese suplicio de una
vez, salió del recinto.
―¿En dónde se encuentra?―
―La lleve al jardín cerca de la fuente como ordeno Alteza―
―Mantente a una distancia prudente― Le ordeno a su guardiana comenzando
a caminar hacia el lugar acordado.
Casi en el mismo instante la Princesa Fujino bajaba de la carroza en
compañía de su doncella Nina, caminaron escoltadas hasta la entrada del
castillo donde los soldados permanecieron hasta que ingresaron por el pasillo
principal, ambas hablaban de la reunión en casa del Canciller Mayor donde
habían sido invitadas por su esposa para tomar el té y, porque no, oír los
nuevos chismes de la corte.
―¿Ese no es el Príncipe?― Nina agudizo la vista al estar un poco
alejadas, entonces la mano de su prima la detuvo posando un dedo en sus labios,
con un movimiento de cabeza de la castaña lo siguieron hasta el jardín
secundario del castillo donde se escondieron detrás de una escultura del dios *Hachiman, donde podían ver que no se
encontraba solo, pues una mujer de cabellos rojizos lo esperaba de pie al lado
de la fuente.
―¿Esta es tu cita tan importante?, preferiste su compañía a la mía esta
tarde aun cuando te solicite hablar― La princesa tenso la mandíbula con visible
disgusto, se giró dispuesta a irse pues no quería ser espectadora de una
posible traición, sin embargo, la mano de la Duquesa no permitió su huida,
teniendo la certeza de que sería mejor fulminar las vagas esperanzas de su
prima para tener acciones prontas, mientras aun fuera posible una anulación.
Natsuki observo a la Condesa de espaldas, se veía realmente hermosa, no
cuestionaría los gustos de su hermano pues cada mujer con la que se involucraba
destilaba encanto. La cuestión es que, últimamente, todas palidecían al ser
comparadas en su mente, con la bella Shizuru de Tsu.
―¿Le gusta la vista? es un gran paisaje― La pelinegra se acercó
colocándose al lado de la pelirroja cruzando las manos en su espalda con un
aire taciturno.
―Disfruto más de su presencia, Alteza― Los ojos limón brillaron con
deseo al ver a su acompañante quien le parecía más gallardo y guapo con esa
pose, Shizuru por su parte cerraba los puños con fuerza al oír semejante
declaración.
―Gr…Gracias Mi Lady― La pelinegra carraspeóprocurando controlar lo
nerviosa que la ponía aquella mirada lujuriosa, porque era muy evidente que la
miraba con antojo.
―Ha pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro Arashi― La
pelirroja levanto ambos brazos queriendo tomar el rostro del príncipe para
probar una vez más esos labios que tanta falta le hacían, pero se vio frenada
por el mismo quien al verla casi encima la sostuvo de las manos al tiempo que
giraba el rostro evitando por poco el beso en su boca, por lo que termino besando
su mejilla, ya en este punto Nina tuvo que tomar a la castaña por la cintura
evitando que fuera a sacarle los ojos a Nao.
―El propósito de esta reunión es otra Condesa Yuuki― La voz gruesa de la
morena denoto un tono más severo y serio.
―¿Condesa?, ¿qué paso con “Gatita”?― Nao frunció el ceño al ver un
hombre diferente al que había dejado en aquella habitación meses atrás.
―Es precisamenteeso lo que quiero aclarar con usted Mi Lady―“Gatita, ¿enserio Arashi?”, pensó
mientras soltaba las manos de su acompañante ―Entiendo que antes teníamos un
acuerdo, sin embargo, ahora soy un hombre casado y le debo fidelidad a Shizuru―
La aludida dejo de forcejear con su prima al oír aquella declaración.
―No me vengas con esas estupideces, bien sabes que para los hombres es
fácil mantener relaciones con más mujeres además de su mujer―
―No soy cualquier hombre señorita, soy el príncipe y ella es la persona
que elegí para ser mi compañera, la madre de mis hijos― La pelirroja tenso la
mandíbula con tan ridícula expresión.
―Que cursi te has puesto por esa niña, te recuerdo que no la elegiste,
tu padre te la impuso, eso es algo muy diferente, o, ¿acaso te has enamorado de
esa zorra?―
―¡No le permito que use esas palabras para referirse a mi esposa!, alguien
que no le llega ni a los talones, ella es mucho máselegante y hermosa,
portentosa por decir lo poco… su compañía y encanto no tienen igual y es… para
que no lo olvide jamás Condesa de la Feré, la dueña de mi cuerpo, mi mente y mi
corazón… por lo que usted no tiene cabida ¿Lo entiende ahora?― Los ojos limón
se tornaron más oscuros mostrando ira, sin pensarlo la pelirroja lanzo la mano
contra la mejilla del príncipe propinándole una severa bofetada que le partiría
el labio en el acto, además de dejarle con escozor la mejilla derecha y tirar
la corona que portaba hasta ese momento, esta cayó estrepitosamente sobre el
suelo muy cerca de la escultura donde se encontraban escondidas Nina y Shizuru.
―¡¿Cómo se atreve a levantar la mano contra el Príncipe?!― Akira corrió
a detener a la Condesa por ambos brazos antes de que continuara la paliza, pues
es claro que “Arashi” no se atrevería a levantarle la mano a una mujer.
― ¡Sácala del castillo ahora mismo!― Ordeno la pelinegra a su guardia ―¡Y
no le permitan nunca más la entrada!― Termino de indicar al tiempo que se
limpiaba la sangre de su labio con el envés de su mano.
―¡Te vas a arrepentir de esto Arashi! ¡Esa zorra va saber de mi te lo
juro!― La pelirroja forcejeaba tratando
de soltarse del guardia que la arrastraba por el pasillo del castillo.
―Escuche el alboroto, ¿estas bien?― La castaña salió del escondite en
compañía de Nina aprovechando que “su esposo” le daba la espalda, recogiendo la
corona del suelo.
―Solo es una mujer desequilibrada que no está conforme con algunas cosas―
―Ara, ara explicación no solicitada, culpabilidad manifiesta― La de ojos carmesí sonrió ladinamente
mientras le acomodaba la corona al “príncipe” sobre los cabellos cobaltos,
Natsuki la miro contrariada, pero guardo silencio a sabiendas que cualquier
otra palabra podría ser usada en su contra.
―Vamos a la habitación, ese labio está empezando a hincharse― la castaña
tomo la mano de su “esposo” guiándolo por el pasillo hasta su recamara, ya para
ese momento la Duquesa había tomado caminos contrarios dándoles la privacidad
que necesitaban.
―¡Auch!...― la pelinegra estaba sentada sobre la cama mientras la de
ojos escarlata le pasaba una compresa fría sobre la mejilla enrojecida y el
labio ligeramente inflamado.
―Natsuki no debería ser tan llorona, me hace pensar que el soldado que
me salvo en el bosque es otra persona―
―No…no estoy llorando Shizuru― la Kruger se esforzaba en evitar que
alguna lagrima se le escapara de sus verdes ojos, “maldita Nao, pega duro la condenada”pensaba cerrando los puños
evitando sentir el ardor en su mejilla.
―Ya casi vamos a terminar― La sonrisa de la castaña al verla cerrar los
ojos aguantándose el dolor se hizo más grande, cada vez le parecía más tierna ―Listo,
ya puedes secarte las lágrimas―
―No sé de qué hablas, solo se me irritaron los ojos― La cobaltina se
levantó de la cama dándole la espalda a la otra mientras se limpiaba ambos
ojos.
―Natsuki…―El corazón se le acelero ante aquella conversación que ya no
podría dilatar más.
―¿Ya tomaste una decisión?― La pelinegra se detuvo sintiendo la mano que
le jalaba de la chaqueta.
―Como te dije antes sé muy bien cuáles son mis deberes como esposa, y más
aun entiendo mi papel en esta trama― La castaña soltó la prenda sintiendo duda
de sus propias palabras.
―Entonces…para ti no es más que tu deber, comprendo― Para Natsuki fueron
cuchillos atravesando su interior, quería decirle que no todo era solo deber,
pero se arrepintió en el instante en el que se sintió vulnerable.
―No es…―
―No necesito que me des explicaciones acerca de tus actos, para mi es
claro que solo nos une convenio― Se giró enojada tomando la barbilla de Shizuru
―Y si de esa forma debe ser… será― Sin dar ocasión a otra palabra, presionó sus
labios sobre los de la castaña.
No importó el dolor de la herida reciente, o el ardor en sus ojos, los
que cerró pronto para no ver el rostro que imaginaba apático en la otra joven.
Con sus manos retuvo los hombros de Shizuru y sin clemencias se abrió paso en
su boca, la estrechó más cerca de si, deslizando las manos hasta sostener las
mejillas tomando la oportunidad en cuanto los labios de la otra se abrieron
apenas un poco, tal vez por la necesidad de aire o el exabrupto. La morena
acarició con su lengua la de la princesa de Tsu, quien no rechazó las acciones
lujuriosas de su “esposo”, pero le devolvió el ardid mordiéndole el labio menos
herido.
Natsuki no se quejó, la silenciosa sed que la había asolado a lo largo
de los días desbordó con los anhelos que callaba su afecto, ya no escondía la
pasión con la que su boca besó la barbilla y luego el cuello, que quiso devorar
como lo haría un lobo sobre un indefenso siervo. La succión que empleó
esperando marcarla fue la callada replica por las confesiones que no podría
realizar, la mordida en la base del cuello, el reproche por el tácito rechazo
que sintió, y aun al final con algún dejo de culpa, besó allí donde sus dientes
dejaron huella. Con su mano derecha deslizó a fuerza el borde del vestido, del
que un desgarro fue ignorado con alevosía.
La heredera Fujino no aguardó paciente o más tranquila, la misma
ansiedad e ira se confabulaban en su contra, y fueron sus manos capaces de
tirar los botones de la camisa del “príncipe” exponiendo las vendas cuyo
costado y parte del pecho cubrían. Desencantada inicialmente por la
desafortunada coincidencia, se sorprendió de la fuerza que empleó Natsuki para
levantarla y llevarla hasta el lecho en el que fue arrojada, no con tanta
delicadeza.
―Desnúdate― Ordenó con voz grave y la mirada tan turbia, el rostro rojo
e irascible.
―¿Ni siquiera una tarea tan simple ocuparía su alteza?― Ironizó Shizuru
tanto o más molesta que la morena.
―Tú lo has pedido… princesa― Se aproximó a la cama y subió sobre su
regazo a horcajadas, tomando de la espalda baja en su cinto, una daga, el
último recurso para la seguridad de un noble y el perfecto complemento del
sable en batalla. El brillo del metal espantó al menos por un instante a la
agitada castaña, pero Natsuki era diestra con las espadas y la arquería, por lo
que maniobró el filo tan rápido y precisamente sobre el corsé y parte del
volado del vestido, que solo una vez el arma fue dejada de lado, y reemplazada
por los dedos que se abrían paso hasta la piel desnuda, como si se abriera un
cofre con un tesoro incalculable.
Los iris esmeraldas temblaron en la cuna de sus ojos, pues en su empeño
tanto el vestido como los paños menores fueron retirados de un tirón, dejando a
la vista el blanco y delicado abdomen de la hija de Izumi, así como las
redondas y apetecibles formas de su pecho, cuyos pezones ya erguidos delataban
para vergüenza de Shizuru la ineludible excitación que abrumaba sus sentidos.
El rojo de las mejillas en el rostro abochornado complació en sobremanera a la
Kruger quien no tardó en caer sobre los senos, sujetándolos con ambas manos,
las cuales no cubrían por completo la redondez de aquella piel. Shizuru detestó
la traición de la que fue objeto, pues se estremeció ante el roce de los dedos
de Natsuki en sus sensibles coronas, y del gemido que escapó a su garganta,
ante el empujón que ocupó su cadera sobre su regazo.
Indignada por la circunstancia, tomó el cuchillo aparentemente sin uso y
con él amenazó durante un instante a la pelinegra, quien la miró confundida. ―¿Te
disgusta?― Levantó las manos en son de paz.
―Ara ara, Natsuki está muy mal si piensa que tendrá toda la diversión
para ella sola― Dicho esto, cortó las vendas procurando no herir la piel nívea
cuya tonalidad era incluso más clara que la propia.―Desnúdate, quiero ver que
tan entretenido lo puedes hacer―
La Kruger se mordió el labio inferior, molesta por su descuido, respiró
hondamente antes de tirar con ambas manos de la camisa y el saco hacia arriba.
Estando de rodillas en la cama y pasando las prendas sobre su cabeza, la morena
dio un gran espectáculo del movimiento de sus perfectos abdominales a la
lubrica mirada de cierta princesa, quien se mordió el labio brevemente al
menos, para mantener el orgullo intacto. ―Presumida― Murmuró ante la vista de
la preciosa cascada cobaltina que conformaba el cabello lacio de Natsuki.
La sonrisa complacida en el rostro del Diamante de Plata, como era
conocida la princesa de Fukka, retó un poco más a Shizuru, quien no se daría
por vencida con tan poco. ―El pantalón, mi Lady― ironizó, apuntando con el filo
sobre la blanca prenda.
―Está claro quien pretende no trabajar esta noche― Se quejó Natsuki,
inclinándose un poco para desabrochar el pantalón cuyas amarras estaban
diseñadas para otras practicidades y no la de desprenderse con tanta facilidad
del mismo y a falta del servicio de Okuzaki para quitarle la ropa, era
realmente torpe, por lo que perdió de vista a su “esposa” un instante.
Para cuando la menor de los hermanos gemelos se deshizo del pantalón,
había sellado ya su destino, pues el tibio aliento de la Gracia Amatista se
deslizó por su nuca, junto con las manos que furtivamente tomaron direcciones
opuestas una de la otra, la zurda que se apropió vorazmente del seno izquierdo
y lo estrechó con fuerza suficiente para ser tanto excitante como dominante. La
diestra que se hizo un camino sobre el costado, pasando por el ombligo y por
los tensos músculos del abdomen, hasta llegar al monte de venus en el cual
circundo con lenta tortura para la ansiosa ojiverde, quien gimió… una vez los
dientes de la castaña se plantaron sobre su hombro, presionando la piel hasta
arrastrar corrientes de placer que bajaron por su espalda.
Natsuki tembló consciente del roce de los pechos de Shizuru en su
espalda, los cuales presionaban cuanto más se movían los dedos de la doncella
sobre la cuna de sus piernas. Incapaz de contener sus deseos, cuando el índice
y el pulgar de la poseedora de los ojos escarlata, se deslizó entre los
pliegues de su entrepierna y la tibia humedad de aquel lugar, resbaló un poco
más abajo… consciente del efecto de tal movimiento, los curiosos dedos
repitieron el acto una y otra vez, hasta que un gemido ronco no pudo ser
contenido por la terca pelinegra, y la complacencia en la sonrisa ladina de la
castaña magulló al menos por un momento su orgullo.
Habiendo prescindido de la daga, la cual terminó adornando el piso a
unos cuantos metros de la cama y no representaba por más tiempo un peligro, la
Kruger sujetó las manos de su amante, se dio la vuelta, arrancó el faldón
translucido y se acomodó sobre ella, poniendo su pierna derecha entre los
tibios muslos de la Fujino para abrirse espacio, y la mantuvo presa por las
muñecas, aunque sin llegar a hacerle daño.
―Pareces molesta― Sonrió con la sensación de la victoria en su voz y sus
ojos.
―Serás mía, y no olvidaras esto… nunca, Shizuru― Cubrió sus labios con
los suyos cansada de debatir y ansiosa por unir su palpitante sexo, con el
respingado botón de la otra.
Natsuki hizo algo más que solo empujar hacia adelante, pues le imprimió
a tal movimiento una curvatura, que estremeció de los pies a la cabeza a la
princesa de Tsu, cuyo ronroneo complacido se ahogó en los labios que la besaban
con hambruna. Con cada envite, unos al principio inexpertos, pero perceptivos,
la morena ajustó las pulsiones de su apasionado roce a través de los gemidos y
temblores de su amante, así como los empujes que le fueron devueltos por
Shizuru unos segundos después, logrando acoplar sus ritmos e ímpetus. Las manos
de la castaña se aferraron a la espalda blanca queriendo fundirse con la otra
cuya fricción le estaba haciendo perder el juicio, así cuando sintió la
intromisión de los delgados dedos de Natsuki, tomando para sí, la virtud
reservada al esposo que debía ser, sintió una calidez extraña en el pecho, una
tenue incomodidad en su interior, que fue reemplazada por el creciente anhelo
de la misma consumación para la otra, a la que quería tomar de igual forma.
Y no tardó en hacerlo, salvo que sus ojos se prendaron de los verdes que
no le negaron nada, más oscuros y provistos de una intensa lujuria. Repitió con
los mismos cuidados, las caricias en los pliegues, su pulgar en el cumulo de
nervios ansiosos y su índice, se introdujo ocasionando el mismo
estremecimiento, sumado a un intenso gemido de placer que no olvidaría en mil
años, así sintió a Natsuki pegarse más, penetrarla de vuelta con más ímpetu.
Ambas se sumergieron en el éxtasis creciente que sus envites aunque
inexpertos tocaban la sensibilidad de sus puntos más secretos, hasta que el
temblor y el fuego deslizándose por sus venas nublaron los sentidos, Shizuru sintió
miedo… por un instante efímero, temerosa de entregarlo todo cuando ya había
sido dado, pues era el corazón es que se escapaba entre sus besos, así que tomó
la mano que la penetraba con la que antes había desflorado la virtud de
Natsuki, enlazándolas, cambiándolas por sus propios sexos anhelantes, entrecruzando
sus piernas con las de la hermosa morena que lo daba todo sobre su regazo y
mezclándose sus humedades en el roce sublime.
La Kruger cuyas caderas dolían ante el movimiento inusual de penetrar a
una doncella, apoyó la mano de Shizuru a un lado de su almohada, notando las
pintas rojas en la blanca tela y sin tener la certeza de cuál de las dos
provenía. Se perdió en los ojos escarlata cuyo ardoroso deseo y gemidos
exponían una pasión inexpugnable, que deseaba fuera más que solo una
obligación. Dolida por el pensamiento y abrumada por el placer, amando y
odiando lo agridulce del instante, Natsuki sostuvo su peso con la otra mano,
sintiendo el sudor en su espalda, su barbilla, la dulce sincronía de sus
cuerpos, moviéndose con circulares curvaturas en cada empuje…
Shizuru podía sentirla incluso en su interior sensible a pesar de la
ausencia evidente de sus dedos o de un miembro viril, que ninguna falta hacía,
los esmeros inagotables de Natsuki eran la cosa más deliciosa que hubiera
sentido nunca, se acumulaban y tensaban en la cuna de sus piernas, cada vez más
ansiosa, desesperada y delirante, hasta que sintió el universo mismo explotando
en sus entrañas y desperdigándose en todas las direcciones de su tembloroso
cuerpo a través de las venas y sobre todo por su columna como una hondonada de
éxtasis que no imaginó sentir jamás, y robó un gemido extraordinario de su
garganta. Shizuru clavó sus uñas en la espalda blanca, mientras las punzadas de
los envites de Natsuki prolongaban su placer, formándose una temblorosa replica
que la atacó de inmediato y se aunó al gemido más grave e intenso que salió de
los labios de su amante, con una palabra que creyó imaginar era el susurro de
su nombre.
La belleza pelinegra cuyos ojos cerrados y un cuerpo formidable se
estremecía, arqueando la espalda como si pensara posible volar más allá de los
cielos, apenas se sostenía temblando de placer. La miró desde su posición,
debajo, quedando prendada irremediablemente… másShizuru no lo dijo a nadie más
que su consciencia a la cual el sopor delegaba.
El peso del cuerpo de la morena, tan húmedo y tibio se dejó caer a un
lado. ―Descansa… “mi” princesa― Se mordió la boca agradeciendo dar la espalda a la
castaña.
No mucho después las dos se dejaron sumir en un sueño profundo, pues los
agobios del cuerpo eran nada comparado con el agotamiento de sus turbulentos pensamientos.
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Me encantó este capítulo. Lo malo es que ya ansió los siguientes. Espero puedas publicar pronto. Saludos y todas tengan un feliz y próspero año 2020
ResponderEliminarCada capítulo es más fascinante que el otro ansio el siguiente feliz año 2020 para todos
ResponderEliminarExcelente, espero pronto publiquen el próximo. E igual feliz navidad.
ResponderEliminarCuándo veremos el próximo capítulo?
ResponderEliminarCon sinceridad, no lo sé, yo envié ya dos capítulos a la admon pero no se si se encuentra de vacaciones, buscame en fanfiction
Eliminarno me esperaba la consumación en este episodio jeje
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